paisajes de agua en * Chapinero Paula Viviana Cano Jaramillo Becas de Investigación en Patrimonio Cultural 2010
* AGRADECIMIENTOS A mi familia y a Joaquín Pinto. Al Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, especialmente a su director, Gabriel Pardo García-Peña, a Ilona Murcia Ijjasz, a Ximena Bernal Castillo, a Patricia Jiménez y a Astrid Fajardo. A todos aquellos que apoyaron el desarrollo de este proyecto: Andrés Plazas, Adriana Rodríguez Franco, Susana Barrera Lobatón, Claudia Romero, Patricia Bejarano, Catalina Silva, Diana Aya, María Clara Cortés, Pedro Crump, Edelmira, Maritza Pinzón, Paloma, Iván Borda, Javier de la Cuadra, Camilo Zambrano, Rocío Delgado, Alejandro Martínez Uribe, Jorge Alexander Hernández Ávila, Javier Esteban Larrota y Giovany Alfonso.
Introducción Este documento contiene los resultados de uno de los proyectos ganadores de las becas de investigación otorgadas por el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural en el año 2010, en la línea de investigación sobre los usos y la función del patrimonio cultural, para la categoría de jóvenes investigadores. La investigación es un estudio de valoración social de los cauces de agua en la localidad de Chapinero. Recurrió a las acciones de restauración ecológica para conocer los usos, la función y las transformaciones del paisaje donde existe un interés colectivo hacia el agua. Por ello se ha denominado “Paisajes de agua en Chapinero”. La indagación se remite a un caso específico de la naturaleza en la ciudad vista desde la perspectiva del patrimonio, es decir, las quebradas como espacios públicos y lugares singulares en Bogotá. El hilo conductor de esta indagación reconoció la interactividad entre patrimonio cultural y natural optando por la denominación integradora de patrimonio ambiental. Este documento se estructura en cinco capítulos. En el primero se describe el área de estudio: Chapinero como una localidad estratégica en la oferta y regulación hídrica de Bogotá. El segundo capítulo es la síntesis teórica, seguido del capítulo en donde se realiza un aporte a la narrativa ambiental de las quebradas de la localidad de Chapinero. Posteriormente, en el capítulo cuarto, se desarrollan las expresiones de valoración de los paisajes del agua de Chapinero; en el quinto se expone una reflexión del proceso de patrimonialización y la reactivación social de las quebradas como patrimonio ambiental de los bogotanos. Quebrada Los olivos. foto Javier de la Cuadra (2011)
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XIEGUA, “AGUA ENTRE COLINAS”1: EL AGUA EN LA LOCALIDAD DE CHAPINERO El agua recorre Bogotá. Nace en zonas de páramos y bosques andinos de los cerros orientales; desciende formando quebradas, lagunas, ríos y humedales; avanza entre los barrios, urbanizaciones, centros industriales y largas avenidas hasta llegar al imponente río Bogotá. Todos los cuerpos de agua interactúan con el tejido urbano, aun cuando no todos se puedan divisar a simple vista pues algunos de ellos han sido canalizados. Chapinero es una localidad estratégica para la oferta y regulación hídrica de Bogotá y la región conformada por los departamentos de Cundinamarca, Meta y Boyacá, ya que en esta localidad hay presencia de remanentes de bosques andinos, páramos y subpáramos indispensables para la producción natural de agua2. En sentido sur-norte, las quebradas El Chulo, Pardo Rubio, Las Delicias, Los Olivos, La Vieja, Rosales, Chicó, Pozo Claro, Puente Piedra, La Sureña, Morací y San Antonio se encuentran ubicadas en el territorio de esta localidad. 1 Xiegua es una denominación muisca que significa “agua entre colinas” y ha sido retomada por la Corporación Parque Museo del Páramo para nombrar un sendero de interpretación en el ecosistema del páramo La Cumbrera. 2 La información utilizada para esta caracterización es retomada de los siguientes documentos: “Agenda ambiental Localidad 2: Chapinero”; “Diagnóstico, zonificación y priorización de las quebradas de la Localidad de Chapinero pertenecientes a la cuenca del río El Salitre”, y “Primera etapa de sensibilización, diagnóstico y formulación de proyectos desde la visión comunitaria”.
Plano del sistema hídrico de Bogotá (Adaptación realizada para la presente investigación; abril 2011)
Estas quebradas, a su vez, son ecosistemas acuáticos indispensables para el corredor regional de conservación a gran escala denominado Chingaza - Cerros Orientales - Sumapaz - páramo El Guerrero, y, de oriente a occidente, se constituyen en afluentes de la cuenca del río El Salitre3. La localidad de Chapinero cuenta con dos tipos de ocupación del territorio: rural y urbana4. La zona urbana está organizada en Unidades de Planeación Zonal –UPZ– y la zona rural se encuentra incluida como Unidad de Planeación Rural –UPR–, en los límites territoriales con la zona de Reserva Forestal Protectora Cerros Orientales, cuyo uso es principalmente de protección. Esta organización responde a 3 Existe un convenio interadministrativo formalizado en el año 2007 entre la Secretaría Distrital de Ambiente y la Universidad Militar Nueva Granada para avanzar en la consolidación del Plan de Ordenación y Manejo de la Cuenca del río El Salitre conocido como POMCA El Salitre, cumpliendo con el Decreto 1729 de 2002 sobre manejo de cuencas y la “Guía técnico científica para la ordenación de cuencas hidrográficas para Colombia”, emitida por el Ideam en el año 2004. 4 La localidad de Chapinero tiene una extensión aproximada de 3.898,71 hectáreas; la extensión rural (2.664 ha.) es mayor que la zona urbana (1.234,71 ha.).
las dinámicas de ordenamiento del territorio administrado y regulado por parte del Distrito mediante instrumentos normativos como el Plan de Ordenamiento Territorial –POT– que indica los usos del suelo en Bogotá. Las quebradas ubicadas en la UPZ 88 El Refugio (de tipo residencial cualificado) son La Vieja, Rosales y Chicó. En la UPZ 89 San IsidroPatios (de tipo residencial con urbanización incompleta) se encuentran las quebradas Pozo Claro, Puente Piedra, La Sureña, Morací y San Antonio. Y en la UPZ 90 Pardo Rubio (de tipo residencial consolidado) existen las quebradas Pardo Rubio, El Chulo, Las Delicias y Los Olivos. Teniendo en cuenta las delimitaciones territoriales organizadas en Unidades de Planeación Zonal y Rural, las quebradas nacen en la zona de reserva forestal protectora y tienen contacto con procesos de urbanización, lo que las caracteriza como quebradas urbanas con diferentes potencialidades para su restauración ecológica.
¡Doce quebradas descienden de las montañas de Chapinero! La quebrada El Chulo nace en el cerro El Cable y desemboca en el río Arzobispo; la cuenca tiene una extensión aproximada de 42,238 hectáreas con caudal bajo pero permanente. Está en contacto con el barrio El Paraíso, el Parque Nacional y el barrio Siberia. La quebrada Pardo Rubio nace en el barrio Pardo Rubio y vierte sus aguas al río Arzobispo. Tiene una extensión aproximada de 99,058 hectáreas. Los barrios cercanos son: Siberia
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Plano de las quebradas en la Localidad de Chapinero. (Adaptaci贸n realizada para la presente investigaci贸n; abril 2011)
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Cuenca de la quebrada El Chulo Javier de la Cuadra (2011)
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Central, Pardo Rubio, San Martín de Porres y Panorama, constituidos mediante procesos espontáneos de ocupación del territorio. La quebrada Las Delicias nace en un lugar denominado Las Juntas, donde se unen otros cauces que vienen del río Teusacá. Esta quebrada vierte sus aguas al río Arzobispo y a lo largo de su recorrido se pueden apreciar cuatro pozos: La Chorrera, Los Ahogados, La Nutria y La Cueva de la Virgen. La extensión de la cuenca es de 446,481 hectáreas. Es la quebrada más extensa y tiene un alto potencial de restauración ecológica. En la zona urbanizada está en contacto con los barrios Ingemar, Bosque Calderón Tejada, Las Delicias, Vista Hermosa (El León) y La Portada. La quebrada Los Olivos tiene una extensión aproximada de 41,936 hectáreas, vierte sus aguas a la quebrada Las Delicias y tiene un caudal temporal producto de las obras para la construcción de la Avenida Circunvalar que
Cuenca de la quebrada Los Olivos Javier de la Cuadra (2011)
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han alterado el cauce natural. Los barrios de influencia en la cuenca son: Urbanización Luis Alberto Vega, Bosque Calderón Tejada, Carolina Oriental, Vista Hermosa (El León) y Barrio Nueva Granada. La quebrada La Vieja tiene una extensión de 242,751 hectáreas y vierte sus aguas al río Arzobispo. Es una de las mejor conservadas de la localidad gracias a la labor de los habitantes cercanos (Aquavieja y Amigos de la Montaña) y de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá –EAAB–. La zona de influencia corresponde a los barrios Tanque Quebrada La Vieja y Las Acacias. En otro sector se encuentran las urbanizaciones El Cerro y Las Acacias. La quebrada Rosales tiene una extensión que abarca 218,272 hectáreas y vierte sus aguas al río Arzobispo. Los barrios que conforman la zona urbanizada de la cuenca son: Bosques de Bellavista, Conjunto Residencial Torres de Cádiz, Altos de Bellavista, Bellavista
III Sector, Urbanización El Castillo, Urbanización Gratamira y Urbanización Las Acacias. La extensión de la cuenca de la quebrada Chicó es de 322,582 hectáreas. Nace en el Alto de Cazadores, en la finca “El Tauro”, y llega de forma natural hasta la Carrera Séptima, en el costado sur del Seminario Mayor de Bogotá. A partir de este lugar es canalizada hasta el Museo Chicó y vierte sus aguas al río Negro. Los barrios Vereda Páramo I, Urbanización Chicó Oriental, Urbanización El Chicó, Bosques De Karón y Seminario Mayor de Bogotá están en el área de la cuenca y son predios de uso privado con acceso restringido. La quebrada Pozo Claro tiene una extensión de 251,919 hectáreas y es el cauce más grande de la UPZ 89. Nace en el barrio San Luis Altos del Cabo. Su cauce se ve interceptado por la vía a La Calera; sin embargo, continúa su rumbo y desemboca en la quebrada La Chorrera ubicada en la jurisdicción de la localidad de
Cuenca de la quebrada Las Delicias Javier de la Cuadra (2011)
Cuenca de la quebrada Pardo Rubio Javier de la Cuadra (2011)
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Cuenca de la quebrada La Vieja Javier de la Cuadra (2011)
Usaquén. Los barrios San Luis Altos del Cabo y Sureña conforman el área urbanizada. La quebrada La Sureña tiene una extensión de 24,944 hectáreas. Nace en el barrio San Luis y vierte sus aguas a la quebrada Puente Piedra en la zona de la reserva natural de la localidad de Usaquén. Actualmente tiende a la extinción. La extensión de la quebrada Puente Piedra es de 26,222 hectáreas. Nace en una zona denominada Las Moyas y vierte sus aguas a la quebrada La Chorrera en la localidad de Usaquén. La ronda de la quebrada está ocupada por los barrios San Luis Altos del Cabo y Sureña. La extensión de la quebrada Morací es de 190,245 hectáreas. Nace en el Alto de Cazadores, en el lugar conocido como Las Moyas, muy cerca del barrio La Esperanza, y vierte
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sus aguas a la quebrada La Chorrera en la localidad de Usaquén. Los barrios San Isidro, Sureña, La Esperanza Nororiental y San Luis Altos del Cabo estructuran el proceso de urbanización de gran parte del cauce. La quebrada San Antonio tiene una extensión de 124,32 hectáreas y vierte sus aguas a la quebrada La Chorrera en la localidad de Usaquén. La zona urbanizada la conforman los barrios Páramo y Páramo I. Las quebradas en la localidad de Chapinero son un conjunto de cauces que funcionan bajo la denominación de sistema hídrico. Un sistema hídrico está compuesto por páramos, lagunas, quebradas, aguas subterráneas, ríos, humedales y los océanos. Con el objetivo de comprender el funcionamiento de un sistema hídrico, existe la delimitación por áreas de es-
tudio para su manejo ambiental y ordenación territorial, llamadas Cuencas.5 Esta delimitación permite contextualizar la zona de estudio para esta investigación de la siguiente forma: las quebradas de Chapinero nacen en zonas de páramos y subpáramos que aún existen en los cerros orientales; los páramos con más influencia en la localidad son La Cumbrera y Cruz Verde o El Verjón. Las quebradas Pozo Claro, Puente Piedra, La Sureña, Morací y San Antonio vierten sus aguas a la quebrada La Chorrera; esta quebrada alimenta el cauce del río Molinos. La quebrada Chicó vierte sus aguas al río Negro (canal Virrey, al norte de Chapinero) y los cauces Rosales, La
5 “Una cuenca u hoya hidrográfica es el área de aguas superficiales o subterráneas, que vierten a una red natural con uno o varios cauces naturales, de caudal continuo o intermitente, que confluyen en un curso mayor que, a su vez, puede desembocar en un río principal, en un depósito natural de aguas, en un pantano o directamente en el mar” (Decreto 1729 de 2002).
Cuenca de la quebrada rosales Javier de la Cuadra (2011)
Cuenca de la quebrada Chic贸 Javier de la Cuadra (2011)
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Vieja, Los Olivos, Las Delicias, Pardo Rubio y El Chulo vierten sus aguas al cauce del río Arzobispo (en el extremo sur de Chapinero). El río Molinos, el río Negro y el río Arzobispo alimentan el río El Salitre. El agua continúa su curso y pasa por los humedales Juan Amarillo, Santa María del Lago y Córdoba. Cierta cantidad de agua alimenta el río Bogotá, que desemboca en el río Magdalena. Este lleva el agua hasta el mar Caribe. El funcionamiento vital de un sistema hídrico es posible gracias a la conexión que existe en la cuenca y que se conoce como conectividad ecológica. Esta incorpora calidad de agua, flora y fauna, es decir, la conexión ecológica que debe existir para crear hábitats. Si un elemento del sistema se modifica, los impactos afectarán el conjunto del sistema. El sistema hídrico de la cuenca del río El Salitre ha sido fragmentado como producto de diversas actividades urbanas de tipo espontáneo, durante procesos históricos de larga duración6. Sin embargo, las iniciativas ciudadanas e institucionales han contado con un marco normativo en el tema ambiental, el cual ha contribuido al despertar de las quebradas de la localidad y su reactivación como patrimonio ambiental7. 6 Existen numerosos trabajos de investigación, una amplia gama normativa en asuntos ambientales, propuestas de saneamiento ambiental y planeación urbana, entre otros, que han desarrollado diagnósticos del estado de contaminación del agua en Bogotá. Referenciarlos sería objeto de otra investigación; por tal motivo, se tienen como prioridad para este trabajo las iniciativas ciudadanas e institucionales y la normatividad vigente a escala local y distrital, que han gestado acciones concretas de restauración ecológica, con el objetivo de registrar las experiencias renovadoras en la relación cuenca-ciudad. 7 La renovación del “Plan de Ordenamiento Territorial del Distrito
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Al recuperar el potencial ambiental de las quebradas8, la calidad y cantidad de agua que fluye por estos cauces transformaría toda la cuenca hasta alcanzar el río Bogotá, uno de los más contaminados en el mundo. Mejorando el recurso hídrico se renovarían las capacidades ecológicas de los cerros orientales y se crearían unas condiciones ambientales óptimas para la diversidad biológica en las áreas protegidas de Bogotá. La conectividad ecológica entre los cerros orientales y el río Bogotá es responsabilidad de todas y todos los ciudadanos9. Se trata de resignificar el sentido de la naturaleza en la ciudad y la función del sistema hídrico en el ordenamiento del territorio a través de acciones de restauración ecológica y de conservación en contextos urbanos. Capital” aprobado por el Decreto 190 de 2004, vigente en la actualidad, establece la Estructura Ecológica Principal de Bogotá, conformada por el Sistema distrital de áreas protegidas, parques urbanos y corredores ecológicos, la cual tiene como objetivo restablecer la conectividad ecológica entre los dos límites naturales del Distrito Capital: los cerros orientales y el río Bogotá, a través del sistema hídrico que recorre el territorio en sentido oriente-occidente. 8 Para la consecución de este objetivo existe el “Decreto 1729 de 2002 sobre ordenación y manejo de cuencas hidrográficas”, la Guía técnico científica para la ordenación y manejo de cuencas hidrográficas en el país (Bogotá: Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales – Ideam–, 2004) y el Protocolo Distrital de Restauración Ecológica (Bogotá: Departamento Técnico Administrativo de Medio Ambiente –DAMA–, 2010). Este protocolo cuenta con una guía técnica que corresponde a la restauración de rondas y nacederos de agua, utilizada como orientación específica en procesos ambientales de Chapinero. 9 Sin embargo, existen instituciones ambientales que tienen a su cargo implementar la normatividad ambiental y fortalecer los procesos participativos de las comunidades cercanas a los lugares que hacen parte del Sistema Distrital de Áreas Protegidas. Algunas de estas instituciones de carácter oficial son: la Secretaría Distrital de Ambiente –SDA–; la Corporación Autónoma Regional –CAR–, y el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales –Ideam–. La Alcaldía Mayor de Bogotá y las alcaldías locales cuentan con una serie de instrumentos para aplicar la normatividad ambiental a nivel distrital, como lo son el “Plan de gestión ambiental del Distrito Capital” y el “Plan ambiental local”, producto de la Agenda Ambiental de cada localidad.
Cuenca de la quebrada Puente Piedra. Javier de la Cuadra (2011)
Cuenca de la quebrada MoracĂ.. Javier de la Cuadra (2011)
Cuenca de la quebrada San Antonio. Javier de la Cuadra (2011)
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RĂo Arzobispo. Javier de la Cuadra (2011)
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CARTA DE NAVEGACIÓN El objetivo general de la investigación consistió en describir y analizar los usos, las funciones y las transformaciones físicas y simbólicas de las quebradas de la localidad de Chapinero. Para alcanzar este objetivo, se contemplaron los siguientes aspectos: La búsqueda de información tomó como referente concreto algunas experiencias locales de restauración ecológica de los cauces de agua en Chapinero. Se estableció una premisa: Las acciones de restauración ecológica de las quebradas han incentivado la reactivación social del patrimonio ambiental de Chapinero. La descripción y el análisis de las fuentes (textos impresos, relatos y fotografías) estuvieron orientados por dos categorías: Patrimonio Ambiental y Paisajes del Agua. Se recurrió a un método de investigación de tipo cualitativo, denominado Valoración Social de Paisajes.
Desarrollo del Tejido Conceptual Patrimonio ambiental Para esta investigación, “el patrimonio es todo recurso territorial que genera identidad” (Fernández y Romero, 2008: 17). El patrimonio, además, es comprendido como una elaboración social, de carácter público, donde interactúan elementos naturales y culturales, y se compone de un conjunto de
cualidades o atributos significativos que han sido construidos de forma colectiva en torno a un recurso territorial. Este proceso motiva la construcción de identidades, es decir, el establecimiento de vínculos entre un grupo social y los cauces de agua en la localidad de Chapinero. Ahora bien, Patrimonio Ambiental es una denominación integradora; permite reconocer la interacción entre los elementos naturales y culturales que se relacionan cuando un grupo social desea restaurar, conservar, legar y difundir un recurso territorial, tal y como sucede en el caso de las quebradas de la localidad de Chapinero. El proceso de elaboración social del Patrimonio Ambiental se refleja en los paisajes que se perciben en la actualidad, como una impronta cultural que se puede leer al transitar por las quebradas de la localidad de Chapinero. En este sentido, es importante desarrollar la categoría Paisajes del agua. Paisajes del agua Se propone una definición inicial donde el paisaje: (…) como construcción social refleja las dinámicas de los estilos de desarrollo impuestos al territorio. La explotación primero, más tarde la protección, actualmente la restauración y activación patrimonial jalonan la historia ecológica y de valoración cultural de este bien, a la vez natural y cultural. El paisaje no es sólo una marca en el territorio, es también la hue-
lla dejada en la memoria individual y colectiva de los ciudadanos. Es, además, un indicador de calidad de vida, de identidad cultural y de nivel de sostenibilidad, en la producción de la ciudad y en su relación con el territorio. (Sánchez, 2008) La interacción entre los grupos sociales que han habitado el territorio de Chapinero y el agua, ha recreado los paisajes de las quebradas en diferentes épocas, configurando unos paisajes del agua10 con singularidades ambientales en un contexto urbano. Una ruta para estudiar la singularidad de los paisajes del agua en un contexto urbano se puede iniciar a partir de la pregunta ¿Qué papel tiene el agua en el paisaje? La presencia del agua en el paisaje, invita a ubicar interrelaciones, mutaciones, intercambios, en diferentes escalas espacio-temporales, donde los usos del agua, la percepción de las quebradas, los conocimientos científicos y no científicos, locales y foráneos, tienen cabida en una comprensión integral del proceso de configuración particular del mismo. Resulta importante demostrar la función que tiene el recurso hídrico en la formación de grupos sociales o comunidades que comparten elementos identitarios, ya que un paisaje es conservado si se comprende su función social y ambiental.
10 Categoría retomada de las siguientes publicaciones: F. Zoido Naranjo, “Los paisajes del agua en Andalucía”, y Marina Frolova, “El estudio de los paisajes del agua en una cuenca vertiente: propuesta metodológica”.
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¿TIENEN HISTORIA LOS CUERPOS DE AGUA EN CHAPINERO?
Segundo período Comprende desde 1930 hasta 1970 y es llamado naturaleza modernizada (Palacio, 1998: 19-20).
La configuración de los paisajes del agua que son percibidos actualmente en Chapinero, ha sido un proceso socioambiental de larga duración. Incluye diversos actores, instituciones, motivaciones, intereses, formas de apropiación y representaciones de la localidad, que es habitada, visitada y transformada. Este capítulo trata de evocar el pasado de los cauces de agua: en la primera etapa se describen algunas de las relaciones establecidas en un pasado lejano entre la cultura muisca y el agua; luego, se avanza en el tiempo para incluir otro tipo de vínculo con los cauces a la llegada de los españoles. Para describir un pasado cercano de las quebradas, se recurre a la periodización que propone el profesor Germán Palacio11, con el ánimo de documentar las diferentes formas de interacción entre los cauces de agua en Chapinero y los habitantes de este territorio desde el año de 1850 hasta la actualidad. Los períodos (Palacio, 1998) que se proponen son:
Tercer período Abarca desde 1970 hasta la actualidad bajo la denominación de naturaleza ambientalizada (Palacio, 1998: 20-23).
Primer período Desde 1850 hasta 1930, denominado naturaleza liberalizada (Palacio, 1998: 17-19). 11 Profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia, sede Amazonía.
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Un pasado lejano Los cuerpos de agua como lugares sagrados El territorio que comprende actualmente la sabana de Bogotá estaba habitado por los muiscas antes de la llegada de los españoles. La población se concentraba principalmente en Bosa, Fontibón y Soacha, en donde los cerros orientales eran considerados lugares sagrados debido al valor identitario que tenía el agua en la cultura muisca. La diosa Sie o Xie tenía santuarios para su adoración. Lugares como páramos, lagunas, ríos, quebradas o pequeños arroyos hacían parte del vínculo sagrado con el agua, siendo las lagunas de Guatavita, Siecha, Neusa, Tota, Teusacá y Ubaque, entre otras, los principales centros de adoración. Los muiscas realizaban peregrinaciones, largos viajes para hacer ceremonias y rituales en los cuerpos y cauces de agua que cruzaban el territorio. Los mitos del origen de la vida, la fecundidad, el nacimiento de los hijos, la llegada a la pubertad, la sanación, la consagración de un jeque, la muerte y la alimentación estaban relacionados con el líquido vital.
En esta cultura prehispánica, el agua tenía un papel protagónico. Debido a que una de las representaciones o símbolos de la deidad Sie fue la rana, numerosos relatos de cronistas recurren a las figuras de ranas y sapos tallados en diversas rocas a lo largo y ancho del territorio muisca para reconstruir las creencias de esta nueva cultura con la que se encontraban estos viajeros. Juan Rodríguez Freyle, en el escrito “El Carnero”, relata la ceremonia “Correr la Tierra” que tenían los muiscas: Tenían señalados cinco altares o puestos de devoción, muy distintos y apartados los unos de los otros, los cuales son los siguientes: el primero era la laguna grande de Guatavita (...); el segundo altar era la laguna de Guasca, que hoy llamamos Martos; el tercer altar era la laguna de Siecha, el cuarto era la laguna de Teusacá12, que también tiene gran tesoro, según fama, porque se decía tenía dos caimanes de oro...; y el quinto la laguna de Ubaque o de Carriega (...). Desde la laguna de Guatavita, que era la primera y primer santuario, hasta la de Ubaque, eran los bienes comunes (...), había como tengo dicho en este término de tierra que se corría, otros muchos santuarios y enterramientos, pues era el caso que en descubriendo los corredores del cerro donde había santuario, partían con gran velocidad a él. (1963: 72) 12 Para el desarrollo de la periodización, se toma como un referente el trabajo de Corposéptima, “Primera etapa de sensibilización…”.
Represa de Neusa. Sa煤l Orduz (1953). Colecci贸n Mdb-idpc
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Laguna de Tota. Sa煤l Orduz (1953). Colecci贸n Mdb-idpc
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que asi se funden, si el sitio lo permitiere y que los solares para carnicerias, pescaderias, tenerias y otras oficinas que causan inmundicias y mal olor, se procuren poner ázia el rio o mar, para que con más limpieza y sanidad se conserven las poblaciones. (Compilación Leyes de los Reinos de las Indias)
Laguna de Guatavita. Saúl Orduz (1963). Colección Mdb-idpc
El agua era un bien común. Los páramos, quebradas, ríos, lagunas, humedales eran centros ceremoniales, lo cual contribuyó a reducir el impacto ecológico en la cantidad y calidad del agua presente en la sabana de Bogotá. Este sentido y vínculo se fue transformando con el asentamiento español y su cultura. Los españoles organizaron el espacio geográfico entre los ríos San Francisco y San Agustín para fundar un resguardo militar y luego una ciudad siguiendo las Leyes de In-
dias. Específicamente en el Libro IV, Título 7 “De la población de las ciudades, villas y pueblos”; Ley V “Que se procure fundar cerca de los ríos, y allí los oficios, que causan inmundicias”, se decretaba: Porque será de mucha conveniencia, que se funden los pueblos cerca de ríos navegables, para que tengan mejor tragin y comercio, como los marítimos. Ordenamos,
La cultura española rechazaba y condenaba la adoración a dioses, en este caso a la diosa Sie. Pasó el tiempo y los indígenas adoptaron las costumbres cristianas hasta la desaparición casi total de la cultura muisca y su vínculo sagrado con el agua. La población que continuó la reorganización del espacio de la sabana de Bogotá, fue convirtiendo los ríos de Santafé en alcantarillas, caños y canales de aguas residuales y aguas lluvias. Primero sucedió con el San Francisco y el San Agustín, luego, se intensificó el consumo de agua en el río San Cristóbal hacia el sur, y por último, con la expansión de la ciudad hacia el norte, en medio de un colapso de salubridad pública, se recurrió al río Arzobispo y sus afluentes durante el siglo XIX. La Ley de Indias ha permanecido vigente en el crecimiento urbano de Bogotá; los residuos, desechos, “inmundicias”, son arrojados a los cauces de agua. El crecimiento espontáneo de la ciudad ha superado las acciones de planeación y ordenación del territorio para el manejo de aguas residuales, lo que ha intensificado la fragilidad del agua como recurso limitado.
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Un pasado cercano 1850-1930: el agua en la conformación territorial de Chapinero En la pequeña Santafé se intensificaron los problemas de salubridad pública, lo que impulsó su expansión hacia el norte. En este tránsito se construyó un puente sobre el río Arzobispo en el año de 1808, momento en que el territorio que hoy comprende Chapinero empezó a ser contemplado por los bogotanos como un espacio geográfico con aire puro y agua cristalina. La historia de poblamiento del territorio que hoy se denomina Chapinero tiene como referente espacial el río Arzobispo al sur (calle 39) y el río Negro al norte (en la actualidad conforma el canal El Virrey). Estos límites naturales tienen como afluentes las doce quebradas que se encuentran actualmente en restauración ecológica. Los procesos territoriales (aumento poblacional, cambios en los usos del suelo, crecimiento de la ciudad hacia el norte y presencia de nuevos equipamientos para la oferta del servicio de transporte, en el caso del tranvía, entre otros hitos históricos de la zona) activaron los mecanismos institucionales de la creciente urbe, siendo formalizado el caserío de Chapinero para la creación de un nuevo barrio mediante el acuerdo municipal del 17 de diciembre de 1885. En esta época, algunos cauces de agua funcionaban como referentes geográficos para la zonificación y el establecimiento de los límites barriales;
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Un año después (1885), cuando el desplazamiento de la población previsto ya se había iniciado formalmente, el concejo de Bogotá acordó convertir este sector en un nuevo barrio de la ciudad y, un poco más adelante, estipuló la jurisdicción de la Quinta Inspección Municipal: por el norte, desde el nacimiento de la quebrada La Cabrera aguas abajo hasta la unión con el río Negro, siguiendo aguas abajo hasta la confluencia con el río Arzobispo; por el sur, el río Arzobispo aguas hasta arriba hasta su nacimiento en la cordillera y, en este punto, hasta el cerro Pan de Azúcar; por el este, el cerro Pan de Azúcar hacia el norte para encontrar el origen de la quebrada La Cabrera; por el oeste, río Arzobispo aguas abajo hasta su confluencia con el río Negro, en el potrero Las Velas, hacienda del Salitre”. (Acuerdo número 12 de 1885, en Castro, 2003).
El proceso de ocupación y apropiación del territorio de Chapinero tuvo como base sus linderos naturales y el desarrollo de este espacio geográfico. A partir de 1886 se recurrió a su particularidad ecológica: ofrecer agua cristalina para el consumo humano, el aseo corporal, la recreación y el descanso. En esa época existían nueve baños centrales a los que acudían cada quince días los bogotanos, en su
mayoría hombres, para el baño corporal. Uno de ellos se llamaba la “Compañía de Baños y Plaza de Recreos, de Ismael José Romero, en Chapinero” (Villegas, 2003: 201). El Acuerdo 22 de 1886 en el Artículo 38 es una norma importante en el establecimiento del acueducto de Chapinero. Mediante este acuerdo se establecieron para uso público y propiedad del Distrito las quebradas Las Delicias –nombrada en esta época como quebrada de Chapinero– y La Vieja con algunas precisiones: Es, por tanto, un acuerdo de gran importancia. Como aspectos que no habían sido tratados por anteriores disposiciones municipales, hay que mencionar que en este se declararon de propiedad del distrito, y por tanto de uso público (…) los arroyos de Chapinero y de La Vieja, (…) salvo la tercera cantidad de agua que lleven sobre la cual podrán gravitar las servidumbres que estén legal y anteriormente constituidas (…), de las dos terceras partes del caudal que contengan ambos arroyos, se podrá sacar la que se juzgue suficiente y conducirla a una o varias pilas para el abasto de la población y para el establecimiento de lavaderos públicos. (Villegas, 2003: 202)
Una descripción de los usos de las quebradas en esta época de ocupación incipiente del
Laguna de Fúquene. Saúl Orduz (1965). Colección Mdb-idpc
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Laguna de suesca. Sa煤l Orduz (1965). Colecci贸n Mdb-idpc
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territorio, fue publicada en el año de 1873 por el escritor bogotano Eugenio Díaz en su novela costumbrista Los aguinaldos en Chapinero. Este escrito ofrece una serie de relatos sobre este espacio geográfico. La obra inicia haciendo referencia a la ubicación de Chapinero en relación con la sabana, con las siguientes palabras: Al norte de la ciudad de Bogotá, como a una legua de distancia, en el punto mismo donde la Sabana se deslinda con las lomas que sirven de base a los páramos de oriente, está situada la pequeña aldea de Chapinero. Una capilla, rodeada de algunas casas de paja, es lo que constituye la población. Más lejos se encuentran algunas quintas o haciendas pequeñas sobre bellísimos prados que mantienen ganados de todas las especies. Allí la vista de un horizonte infinito, la grama, los arroyos, las flores y los arbustos convidan al bogotano a disfrutar de una dicha que las ciudades nunca ofrecen; y sobre todo, del aire libre, del cual nunca disfrutan las ciudades algún tanto populosas. Al oriente se levanta una cordillera de escasa vegetación en su declive, y que en su cumbre, enrizada de peñascos, muestra, como en relieve, figuras piramidales, con apariencia de mamposterías arruinadas. Las grietas, los arroyos y matorrales, y a veces las peñas de la hórrida y espantosa
figura parece que posee sus encantos, reservados para los hombres de negocios, para las matronas y los niños, para los naturalistas y para la romántica joven, que busca la melancolía en las situaciones especiales de su vida, pues que todos encuentran encantadora la posición de Chapinero. (Díaz, 1985: 41) Para esta época, Chapinero se constituía en un territorio con características rurales donde predominaban elementos naturales en contraste con lo urbano. Esta pequeña aldea se hacía atractiva y se había incluido a las quebradas como elementos vitales de un nuevo territorio para habitar. El siguiente fragmento de la novela citada, ilustra este atractivo: Las casas estaban construidas como por una misma medida: una sala con dos puertas fronterizas, un corredor con su cuartico, dos alcobas, uno o dos cuartos más y la cocina. Pero en desquite los patios y los campos adjuntos eran más que suficiente; la vista se podía extender a infinitas leguas, y la ventilación era libre, sana y pura; los paseos eran a cual mejor, o bien por las lomas o por los prados horizontales y bien ventilados; el baño exquisito, en especial en la quebrada La Vieja, cuyas aguas estaban muy recomendadas entonces por los médicos de Bogotá para indigestiones y reumatismos. (Díaz, 1985: 42)
La aldea de Chapinero se transformaba en los diciembres de antaño: las familias bogotanas de clase media y alta arrendaban las casas de campo para las fiestas navideñas a las que llegaban el 16 de diciembre. Esa misma noche organizaban la programación de la estadía para lo que cada familia se encargaba de los preparativos de una misa, una novena, una cena y planeaban recorridos por los cerros y arroyos, tal y como lo explica Eugenio Díaz. A las once emprendieron las familias confederadas su viaje con música para las lomas y la quebrada de La Vieja, porque el programa tenía ofrecido un paseo por los cerros, baño – según los ritos y costumbres de las modestas familias bogotanas– comida cívica y un baile que debía durar toda la noche. (…) En la orilla de la quebrada de La Vieja fue la comida, al lado de los alisos, arrayanes y tunos. (1985: 57) Había un paseo muy reconocido al sitio llamado “La Charca”, una cascada en el cerro de Chapinero. Este lugar generaba asombro en los visitantes por su belleza natural: Cuando apareció la cascada, ejecutó la música de viento una marcha grave y pausada, en cuyos sonidos había alguna cosa de extraño, producida por los ecos de las profundas cañadas, por el sordo ruido del arroyo, o por la repulsión de las peñas; las trompas y el trombón, especialmente, lanzaban cierta clase de vibraciones que arrancaban emociones desconocidas para el corazón, fuera de que lo sombrío de
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las elevadas peñas tenía sobrecogidos todos los ánimos. Ello es que la música había erizado los cabellos en más de un espectador, arrancado lágrimas en otros y estremecimientos nerviosos en los más; un profundo silencio reinaba ante aquel soberbio monumento, que sirve de valla entre el desierto de los páramos y las alegres poblaciones de la sabana, quedándose como petrificados, hasta tanto que fue pasando la primera sorpresa. Los dos fragmentos de piedra arenisca, perpendiculares en algunas partes, por medio de los cuales se hicieron su camino las aguas del arroyo que viene de los páramos, conducen a la meditación de los siglos que habrán transcurrido para verificarse la obra, de los cataclismos que habrán sacudido esta parte del globo, y del tiempo que habrá de durar, todo envuelto en el misterio para los hombres, aún para los que más presumen de sabios. (Díaz, 1985: 168)
La descripción de la cascada se extiende en la novela, las palabras logran reflejar detalles que emergen a la visita en este lugar único en el territorio de Chapinero. Es un relato del pasado de un paisaje de agua único, formado por la acción del agua y percibido por unos visitantes: (…) se ve de frente, a lo largo de una inmensa cañada, revestida de
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Quebrada Las Delicias. Javier de la Cuadra (2011)
una rica vegetación, y mostrando en otras partes los trechos de roca viva: allí hiere la vista la corriente del agua, deslizándose sobre un plano oblicuo, tan rápido, que poco le falta para ser perpendicular; este trayecto se halla dividido en secciones distintas, brillantes todas, y animadas por la rápida acción de las aguas, como un camino cristalizado. Al fin viene a practicarse una mudanza rápida, arrojándose las aguas por una pendiente de diez y seis varas de profundidad, por en medio de unos grandes peñones, de superficie plana, delineados como los sillares que constituyen una gruesa muralla. (Díaz, 1985: 169)
El proceso de poblamiento de Chapinero se intensificó y el acueducto ubicado en este territorio hizo parte de los debates en torno a la adecuación de la tubería de hierro que durante 1888 empezó a utilizarse para la salubridad del agua en Bogotá, conduciendo el líquido desde los ríos y pilas hasta algunas casas. El sistema de alcantarillado empezó a construirse solo en 1904 bajo técnicas muy rudimentarias que incidían en la contaminación de las quebradas. En el año de 1909 se conformó una comisión de tres concejales y el personero municipal, encargada de realizar todas las acciones pertinentes para la higienización del agua y compra de terrenos estratégicos en el control de los nacimientos hídricos. Una acción de esta comisión
Túnel Revestido, Laguna de Sisga. Saúl Orduz (1951). Colección Mdb-idpc
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fue la construcción, en cemento, de una serie de tanques para el almacenamiento de agua, dada la crisis prolongada de abastecimiento y calidad del líquido en Bogotá. El primer tanque del acueducto de Chapinero lo inauguró la compañía en 1910. La obra la entregó al Consejo el doctor Emiliano Restrepo en nombre de la compañía. El personero municipal, doctor Francisco Giraldo, pronunció el discurso de recepción del tanque, concluyendo sus palabras con estas frases: “Señores, glorifiquemos el agua. El Agua es sangre blanca. Es la leche que la madre tierra da en alimento a sus hijos. Bendita sea una y mil veces el agua; bendito ese licor en que se engendra la vida, y bendita la tierra que lo lleva en sus ubres, por los siglos. Señores, loemos los filtros de la tierra”. (Villegas, 2003: 314) Entre 1909 y 1930, la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá pasó a ser propiedad municipal. Con esta nueva figura administrativa, esta empresa intensificó la compra de hoyas hidrográficas, incursionó en la cloración del agua, inauguró una planta de tratamiento en Vitelma y extendió la compra de terrenos en el Sisga, Teusacá, Neusa y Alto Tunjuelo. Esta empresa encargada del agua en Bogotá proyectó un alcance municipal y departamental, por lo que en tal maniobra las quebradas de Chapinero se convirtieron en “hilos de agua”, frente a la cantidad de cauces que encontraron en su apertura al otro lado de los cerros orientales. Por esta época es canalizado y cubierto totalmente el San Francisco, aquel río que sos-
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tuvo el desarrollo de la ciudad durante casi cuatro siglos. Le siguieron el San Agustín, el Fucha y el Salitre. Cuatro ríos indispensables en la organización espacial y desarrollo urbano de Bogotá terminaron como canales receptores de aguas residuales, aguas lluvias y aguas negras. De forma simultánea son años de formación de los barrios obreros, barrios ilegales y barrios populares producto de la violencia política y la dinámica migratoria del campo a la ciudad y al interior de la urbe, fenómeno intra-urbano de desplazamiento. Este fenómeno socioambiental (naturaleza y cultura como variables en la ocupación del territorio) llega a Chapinero y se extiende hasta nuestros días. En Chapinero, los barrios Bosques de Bella Vista, Los Olivos, Bosque Calderón, Pardo Rubio, Paraíso, Mariscal Sucre y San Martín de Porres son considerados barrios populares que nacieron de la ocupación del territorio por parte de los trabajadores de las canteras y chircales que se explotaban para la época. Por consiguiente, en los terrenos en donde se ubican los barrios Pardo Rubio y Paraíso, se encontraban fincas que pertenecían a los páramos San Luis y San Cristóbal, que en un principio eran anexos de la gran Hacienda Chapinero. A principios del siglo XX, esta Hacienda se divide y da como resultado las fincas: Barro Colorado de la familia Pardo Rubio (barrio Pardo Rubio), El Paraíso de la familia Ferré Amigo (barrio Paraíso), la finca del señor Adolfo Muñoz (barrio Mariscal Sucre) y la del señor Julio Calderón Tejada (barrio Bosque
Calderón Tejada). (“Primera etapa de sensibilización…”, 2009: 50) En este proceso, se incrementó la tala de vegetación nativa. La cobertura vegetal de esta zona de los cerros orientales empezó a perder su apariencia natural como consecuencia de la erosión. En este sentido, la fauna nativa buscó otros hábitats y los cauces fueron utilizados para abastecimiento de agua en las zonas altas y como receptores de aguas residuales en las zonas medias y bajas. Estas dinámicas de ocupación del territorio incorporaron al río Arzobispo y a las quebradas El Chulo, Pardo Rubio, Las Delicias y Los Olivos. La descripción de este período corresponde a una reapropiación de la naturaleza, en donde se pasó de grandes haciendas y fincas hasta llegar a la conformación de los primeros barrios populares en los cerros de la localidad de Chapinero. El agua tuvo un papel decisivo en el momento de ubicar las viviendas al preferirse la cercanía a las quebradas para el consumo del líquido. 1930-1970: El agua en las nuevas formas de habitar Chapinero Los barrios San Luis, La Sureña y San Isidro fueron conformados por personas que venían de otros barrios de Bogotá y de zonas rurales, y que accedieron a terrenos en la parte alta de los cerros de Chapinero, por medio del mercado espontáneo. Los barrios San Luis y San Isidro se abastecían de las quebradas Morací, La Sureña,
Pozo Claro, Puente Piedra y San Antonio. Ante la demanda de agua, los caudales empezaron a disminuir y el agua a ser contaminada por la ausencia de alcantarillado. Durante los años setenta se inició la unión comunal de los habitantes en las llamadas Juntas de Acción Comunal, las cuales han tenido un papel protagónico en el desarrollo urbano de los barrios en aspectos tales como la dotación de servicios públicos, vías, algunos colegios y salones comunales. En la parte baja de los cerros de Chapinero, el proceso de ocupación del territorio tuvo un desarrollo formal, con un mercado institucional y privado. Los barrios Chicó y Rosales son el resultado de este tipo de uso del suelo, incorporando las quebradas Chicó, Rosales y La Vieja. El uso del suelo cercano a estas quebradas fue de tipo residencial cualificado, con servicios públicos y con una tendencia, en la parte baja de los cerros, hacia el comercio por la carrera séptima y la carrera trece, conformándose así un equipamiento urbano atractivo para la construcción de centros financieros, establecimientos educativos, centros religiosos, embajadas y centros culturales. Este proceso de expansión y cualificación del suelo generó la privatización de gran parte de las quebradas Chicó, Rosales y algunos tramos de La Vieja. En este panorama, el agua de las quebradas Chicó y Rosales que recorría predios privados era utilizada en fuentes de ornato. Esta tendencia actualmente se mantiene.
Las dinámicas espontáneas y formales de conformación urbano-rural del territorio de Chapinero entraron en tensión cuando fue establecida la Reserva Forestal Protectora Cerros Orientales mediante el acuerdo 30 del 30 de septiembre de 1976 del Instituto de Recursos Naturales Renovables y del Ambiente –Inderena–, aprobado por la Resolución 076 de 1977 del Ministerio de Agricultura. Esta normatividad ambiental reglamentó el uso de suelo exclusivo para protección en el área de los cerros orientales. Esta tensión se mantiene hoy en día en los debates actuales sobre la configuración territorial de Bogotá. 1970-2011: El renacer de las quebradas en Chapinero La información que corresponde a este periodo denominado naturaleza ambientalizada, recurre a experiencias concretas a escala local, distrital y regional, dada la conectividad ecológica del sistema hídrico estudiado. Acciones de recuperación ecológica A. Experiencias locales El aumento de la densidad poblacional en la década de los 70, en el sector de la UPZ 89 de Chapinero, incrementó la necesidad de abastecimiento de agua potable. Ante esta situación, se conformó la Asociación de Usuarios de Acueducto y Alcantarillado Comunitario –Acualcos–. Esta asociación nació gracias a la autogestión de los habitantes del sector en 1973, como una opción para acceder al agua ante los conflictos de ilegalidad que presen-
tan estos barrios, abasteciéndose de las quebradas Puente Piedra, Pozo Claro13 y Morací. En el año de 1991 se formalizó como empresa comunitaria prestadora del servicio de agua, reconocida y vigilada por la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios de Bogotá. Actualmente, Acualcos trabaja para crear una planta de reciclado de agua, ha realizado jornadas de reforestación con vegetación nativa en la ronda hidráulica de la quebrada Morací y participa en proyectos ambientales para mantener el sentido de pertenencia por el territorio, con un sello cultural en las formas de relacionarse con el agua. En el año de 1987 se dio inicio al proceso de conformación del acueducto comunitario Acuabosques. Este proceso de creación se reconoce como una acción colectiva para la prestación del servicio de agua; se abastece de la quebrada Chicó y es administrado por la Junta de Acción Comunal del barrio Bosques de Bella Vista. Estos acueductos comunitarios son experiencias de manejo social del agua. El vínculo territorial con las microcuencas abastecedoras ha configurado un tejido social –vecinal, barrial y comunitario– para la defensa del agua como bien público, bien común y derecho humano fundamental. En este tejido social se pueden percibir unas prácticas culturales en relación con la presencia física del agua y unos
13 Información suministrada en el documento “Diagnóstico, zonificación…”, inédito.
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Presa de Chingaza. Sa煤l Orduz (1965). Colecci贸n Mdb-idpc
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Represa Neusa. Sa煤l Orduz (1965). Colecci贸n Mdb-idpc
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procesos organizativos de la comunidad para la gestión del abastecimiento de agua. Estos sistemas de abastecimiento comunitario de agua en la localidad de Chapinero, reflejan la integración del área rural y de la zona de reserva forestal al proceso de expansión de la frontera urbana con el crecimiento informal de Bogotá. Las microcuencas abastecedoras se han convertido en columnas vertebrales para el poblamiento del territorio periurbano de Chapinero. El uso comunitario del agua ha configurado roles sociales para la gestión local del agua. De esta manera, se encuentran liderazgos comunitarios que son indispensables para fortalecer la legitimidad de los acueductos comunitarios y su proyección como empresas comunitarias con pertinencia ambiental en el cuidado de la riqueza hídrica de los paisajes andinos de alta montaña, ante tensiones que se presentan con proyectos de reorganización territorial, planeación urbana y servicios públicos domiciliarios. Como una manifestación sensibilizadora de este vínculo territorial con los cauces de agua en la UPZ 89, nace el Festival del Agua en 1996 en el barrio San Luis: Las fiestas en Bogotá tienen un referente tan interesante, como insólito y para algunos, desconocido: en 1996 el barrio San Luis, en la localidad de Chapinero, estuvo más de 6 meses sin agua. Como protesta sus habitantes decidieron celebrar una fiesta en la que se pusiera en
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escena el problema social que vivían y se expusiera la importancia del agua. El resultado fue la Fiesta del Agua, la cual presenta un “desfile ecológico”, que atraviesa la localidad. La celebración, como muchas otras, no tiene una fecha definida. (Restrepo, 27-02-2011)
El Festival del Agua ha tenido varias versiones y se ha convertido en una opción de difusión sobre los usos comunitarios del agua en el sector de Chapinero; sin embargo, se hace necesario el fortalecimiento de esta manifestación barrial en asuntos ambientales. Durante el año 1998 se registra en la prensa el proceso de recuperación de la quebrada La Vieja bajo el titular “Hay una vieja rejuvenecida”: “Bajar el verde de los cerros al cemento de la capital y no permitir que el cemento se coma el verde. Así define Josefina Castro, presidenta de la Asociación Vecindario Amigos de la Quebrada La Vieja, el objetivo que ha motivado el trabajo de la asociación” (El Tiempo, 26-09-1998). La historia de la recuperación de esta quebrada se inicia en el año de 1984 cuando doce vecinos se reunían cada sábado para limpiar la ronda de la quebrada: “Salvar la ronda de la quebrada era la consigna” (El Tiempo, 26-09-1998). La constancia y dedicación en esta acción permitieron “cambiar el mal olor, las basuras y los desechos que durante años recibió la quebrada, por aguas transparentes, nuevos árboles y peces” (El Tiempo, 26-09-1998).
En el año de 1995 se conformó legalmente la Asociación Vecindario Amigos de la Quebrada La Vieja –Aquavieja– para tramitar convenios y diseñar nuevos proyectos como la construcción de pasos peatonales, iluminación y limpieza de la ronda. “La enseñanza que nos deja todo el trabajo que hasta ahora hemos realizado y el que aún nos falta, es que no podemos dejar solas a las autoridades o entidades encargadas” (El Tiempo, 26-09-1998). La compilación de este proceso de restauración ecológica se encuentra publicada en el libro Quebrada La Vieja: Testimonio de una Recuperación (Castro, 2003). De forma simultánea, en el micro-territorio de La Vieja, se gestó hacia el año 2003 otro proceso colectivo para habitar, transitar, interpretar, cuidar, conocer y simplemente caminar la montaña de la cual desciende la quebrada La Vieja. Se trata del grupo de caminantes “Amigos de la montaña”, vecinos que empezaron a recorrer diariamente el cauce de La Vieja hasta sentirse como una comunidad. El caminar se vuelve una necesidad maravillosa. Empiezo a subir todos los días, empiezo a descubrir la montaña y había unas quince personas muy agradables que también subían; se formó un grupo muy agradable; se organizaba un desayuno para celebrar los cumpleaños de alguno de nosotros. Ese grupito fue creciendo; hoy tenemos un blog que es el punto de encuentro en internet; yo manejo una lista de 700
correos y hoy hablamos de recorridos a la laguna del Verjón, a Monserrate, del sendero perimetral, de la recuperación de las quebradas. (Relato de Andrés Plazas, enero de 2011)
Ahora programan recorridos a diferentes puntos de los cerros orientales y apoyan una biblioteca comunitaria de Ciudad Bolívar, “Semillas creativas”. Los niños que hacen parte de la biblioteca y sus profesores asisten cada diciembre a un recorrido por la quebrada La Vieja. La filosofía de los caminantes es “Ayudar de montaña a montaña”. Una relación con otras montañas es la participación en el proyecto de recuperación de las quebradas: La ciudad en general desconoce las quebradas; ahora ese es el proceso; al entrar proyectos como el de recuperación de quebradas, estamos en un momento para mirar hacia afuera y conocer nuestros vecinos; a San Luis llegaremos caminando; hoy por lo menos sabemos que existen otras comunidades y en su momento construiremos confianza porque compartimos el territorio; estamos aprendiendo a vivir y recorrer los cerros. (Relato de Andrés Plazas, enero de 2011)
Este proceso de apropiación del territorio y de valoración social del paisaje de la montaña,
que incluye el paisaje del agua de la quebrada La Vieja, ha sido posible en gran medida por el contacto y la interacción cotidiana con este espacio: Caminando este espacio, ese contacto puede llegar a que uno pueda querer algo, a apropiar la montaña, nuestra montaña; yo me siento como comunidad porque hay una base, una emoción, unos sentimientos: queremos ese espacio, nos queremos como comunidad, lo sentimos como nuestro; significa salud, significa calidad de vida, significa bienestar físico y emocional, significa amores, significa vida; nos está re-naturalizando. (Relato de Andrés Plazas, enero de 2011)
El sentido de comunidad se está ampliando. Poco a poco se comprende la conectividad ecológica de los cerros orientales, conectividad a la que se suma la interacción con los habitantes del territorio, caminantes en este caso, y se avanza en expresiones como esta: Comunidad de la que también forman parte los inquietos colibríes volando a gran velocidad cuando ha llovido en la noche, y que toman el néctar de las flores cercanas, sin espantarse como si los caminantes fuéramos parte del paisaje; o las bromelias pidiéndole permiso a los
eucaliptos para apoyarse en ellos y alegrar el camino; o los verdes y frágiles musgos cubriendo los troncos caídos que se pudren al borde del sendero; o las cascadas de agua fresca de esa quebrada La Vieja que con su música nos hace olvidar por un momento de los problemas cotidianos. (Plazas, 2010)
Procesos interactivos entre la comunidad local y las instituciones En el ámbito institucional, las acciones ciudadanas en la localidad de Chapinero se empezaron a fortalecer durante el año 2008 con la participación en los Encuentros Ciudadanos que convocó la Alcaldía Local. Para esta época, Corposéptima logró la inclusión de la problemática de los cauces de agua de esta localidad en el Plan de Desarrollo Local 2009-2012. Este hecho se registra así: “20 quebradas de Chapinero serán recuperadas siguiendo el modelo de La Vieja”14. En este contexto, se formuló y publicó el “Plan de desarrollo económico y de obras públicas” de esta localidad, proyectado para el periodo 2009-201215. En tal documento oficial se caracterizó la localidad de Chapinero desde una vocación ecológica y turística.
14 El Tiempo [Bogotá] 5 sep. 2008. Disponible en: http://www.eltiempo. com/archivo/documento/CMS-4502888, consultado el 22 de noviembre de 2010. 15 “Plan de desarrollo económico, social y de obras públicas de la Localidad de Chapinero 2009-2012”. Disponible en: http://www.sdp.gov. co/www/resources/2_pdl_chapinero.pdf.pdf; consultado el 23 de marzo de 2010.
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Durante el año 2009 se publicó el documento “Agenda Ambiental Localidad 2: Chapinero”. con el fin de consolidar un proceso participativo de planeación local en asuntos ambientales y ofrecer unas directrices plausibles para la formulación del “Plan ambiental local”, el cual contiene los proyectos, acciones y costos de inversión específicos en esta área de desarrollo territorial a escala local. Este proceso buscó fortalecer la participación ciudadana en asuntos públicos referidos al tema ambiental apoyando iniciativas locales de restauración ecológica a través de la Comisión Ambiental Local –CAL–16. Como materialización de este proceso de renovación y fortalecimiento del tema ambiental en la localidad de Chapinero, se diseñó el proyecto “Recuperación Integral de las Quebradas de la Localidad de Chapinero”, incluido en el Plan de Desarrollo Local 2009-2012 y en la “Agenda ambiental local”. Actualmente existen dos productos específicos de este proyecto, titulados: “Primera etapa de sensibilización, diagnóstico y formulación de proyectos desde la visión comunitaria”, producto final del convenio de cooperación N° 4600002865/2009, Cámara de Comercio de Bogotá y Corposéptima. “Diagnóstico, zonificación y priorización de las quebradas de la Localidad de Chapinero pertenecientes a la cuenca del río El Salitre”,
16 Las Comisiones Ambientales Locales fueron creadas mediante el “Decreto Distrital 697 de 1993”, modificado por el “Decreto Distrital 625 de 2007”. En estos decretos se especifican las funciones y los integrantes de cada comisión.
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producto número uno del convenio de asociación 090-90 entre el Fondo de Desarrollo Local de Chapinero, la Secretaria Distrital de Ambiente y Conservación Internacional17. Corposéptima compartió, durante el mes de septiembre de 2010, el informe final sobre su trabajo. Como resultados de la implementación, los participantes identificaron cuatro elementos que constituyen el potencial ambiental de la localidad: conectividad regional, producción de agua, biodiversidad y patrimonio ambiental (paisajístico y cultural). Este potencial fue la base para el diseño de propuestas18 con actividades a corto, mediano y largo plazo, para intervenir sobre alguna problemática de los cuerpos de agua. En cuanto al trabajo implementado por Conservación Internacional, “Diagnóstico, zonificación y priorización de las quebradas de la Localidad de Chapinero pertenecientes a la cuenca del río El Salitre”, entregado a la Alcaldía Local de Chapinero durante el mes de noviembre de 2010, se puede afirmar que constituye el documento más reciente sobre las quebradas de la localidad y su proceso de restauración ecológica. Su objetivo principal consistió en: “Aunar esfuerzos para fortalecer
17 Ver nota 2. Este informe estará próximamente a disposición del público. Si se requiere su consulta, se puede solicitar en la Alcaldía Local de Chapinero. 18 Quebrada El Chulo: proyecto “Sendero ambiental de vida, camino al Paraíso”; quebrada Las Delicias: proyecto “Quebrada fuente de vida”; quebrada Los Olivos: proyecto “Sendero camino al Olivo”; quebrada Chicó: proyecto “Vivero comunitario y recuperación del entorno natural”; quebradas Puente Piedra y Pozo Claro: proyecto “Construcción y ampliación de la red de alcantarillado”; quebrada Morací: proyecto “En nuestras manos está nuestra vida”; quebrada La Sureña: proyecto “Sendero La Sureña”.
la gestión e investigación para la conservación, restauración participativa y manejo ecosistémico sostenible del sistema hídrico del Distrito Capital” (“Diagnóstico, zonificación y priorización…”: 4). En el diagnóstico identificaron las acciones positivas que se están realizando para la mejora de la oferta ambiental de las quebradas lideradas por organizaciones de base, y el proceso de zonificación generó el establecimiento de zonas específicas en cada uno de los cauces de agua para realizar tres tipos de intervención técnica: áreas de conservación, áreas con potencial de recuperación y áreas para uso sostenible del recurso hídrico. El resultado de la priorización propone la quebrada Las Delicias como el primer cauce de agua para implementar la restauración ecológica participativa. Se proyecta el diseño de un plan de acción en sintonía con el proceso de zonificación de cada subcuenca para atender las particularidades ambientales de cada cauce. Procesos socioambientales a nivel distrital En el año 2007, las acciones de restauración del recurso hídrico se amplían a escala distrital para fomentar la conectividad ecológica de las quebradas de la localidad de Chapinero como afluentes del río El Salitre. Se trata de la formulación del “Plan de ordenación y manejo de la cuenca del río El Salitre –POMCA-Salitre–”. Sumado a la anterior experiencia, la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá está implementando un proyecto a escala dis-
trital llamado “Paseo Río Salitre. El corredor ambiental más largo de Latinoamérica: siguiendo el camino del agua en la ciudad” (“Paseo Río Salitre…”). Este proyecto incorpora el agua como principal conector ecosistémico y presenta a las quebradas de la localidad de Chapinero, en conjunto, como cauces que permiten la conectividad ecológica de la Estructura Ecológica Principal de Bogotá comprendida entre los cerros orientales y el río Bogotá. A nivel regional: la otra cara de los cerros orientales El sistema hídrico del cual hacen parte las quebradas de la localidad de Chapinero está interactuando con otros ecosistemas que funcionan para la regulación y producción de agua. La oferta hídrica es un factor determinante en el desarrollo del territorio de los cerros. En su delimitación geográfica se encuentran los páramos El Verjón, La Cumbrera y Chipaque. Los ecosistemas de páramo son singulares en la cordillera de los Andes y el territorio de Colombia es privilegiado en contar con estos ecosistemas al considerarse que cerca del 49 por ciento de ecosistemas de páramo existen en este país. El páramo La Cumbrera colinda directamente con la zona de reserva delimitada para la localidad de Chapinero. Por tal motivo, se referencia en este trabajo la experiencia de la Corporación Parque Museo del Páramo, cuyos objetivos son “promover el estudio y reivindicación del paisaje del páramo como fuente de identidad y patrimonio cultural e integrar al
ser humano con la naturaleza por medio del arte” (Rivera y Córdoba, 1997: 8). La Corporación Parque Museo del Páramo realiza actividades como el senderismo y las caminatas ecológicas por el páramo La Cumbrera. Ha organizado esta parte de la reserva en senderos temáticos y convoca a numerosos artistas para crear obras de arte inspiradas en el agua y en el ecosistema de páramo. Es de vital importancia registrar este tipo de acciones ambientales, ya que de la conservación de los ecosistemas de páramo depende el agua que desciende por las quebradas de Chapinero.
La trayectoria de las quebradas de la localidad de Chapinero ha permitido concretar una posible narrativa ambiental donde sobresalen valoraciones de los paisajes del agua, consideradas como cualidades patrimoniales. En el siguiente apartado se exponen y desarrollan las cualidades encontradas.
CUALIDADES PATRIMONIALES DE LOS PAISAJES DEL AGUA EN CHAPINERO Tratando de conocer el nacimiento de la quebrada Morací, participando en el proyecto con la alcaldía y otros talleres y actividades, siento que me estoy quitando una venda que tenía en mis ojos durante treinta años que llevo viviendo aquí en San Luis. Ahora me doy cuenta de la belleza de las quebradas y le doy gracias a Dios por permitirme construir mi casa en este paraíso, por haberme traído aquí. (Relato de Edelmira, febrero de 2011) Las quebradas, como lugares representativos y simbólicos en el desarrollo territorial de Chapinero, son redescubiertas gracias a la valoración socioambiental que se ha ido gestando entre los ciudadanos y las instituciones, para ser apropiadas en la actualidad y legadas a otras generaciones.
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Las valoraciones son expresiones de las cualidades patrimoniales y varían según la forma de interacción entre las personas y el recurso territorial. Son producto de un pasado evocado, de anécdotas, de algunas vivencias significativas que dejan una impronta en el paisaje. Este conjunto de valoraciones permite relacionar los usos de las quebradas con las motivaciones para la restauración ecológica y las proyecciones de gestión participativa para conservarlas.
Valoración de los paisajes del agua en Chapinero La disponibilidad física del agua es una cualidad presente en el territorio de Chapinero, reconocida por los habitantes y visitantes. Las montañas de la localidad se caracterizan por ser una zona de recarga acuífera producida por los ecosistemas de páramo, subpáramo y vegetación nativa de bosque andino. En una zona de recarga acuífera se forman los nacimientos de agua, se recargan las aguas subterránea y se alimentan las quebradas que descienden recreando microcuencas abastecedoras de los ríos que atraviesan la ciudad hasta llegar al río Bogotá. El territorio de Chapinero es un “cultivador de agua” y la vegetación nativa se suma a las formaciones geológicas para permitir que fluya el preciado líquido. La presencia del agua en territorios estratégicos para la producción y regulación hídrica, como en el caso de la localidad de Chapinero, adquiere un valor ecológico y social. El agua está siendo revalorada en las formas cotidia-
nas de vivir en la ciudad como producto de una nueva mentalidad respecto al saber ambiental que circula. De forma progresiva, las personas que habitan en la ciudad se preguntan: ¿De dónde viene el agua que consumimos todos los días? ¿Dónde se encuentran localizados los nacimientos de agua que nos abastecen? ¿Cómo eran los ríos de nuestra ciudad, antes de ser canalizados? Y se manifiestan expresiones de asombro al saber que aún brota agua, de forma natural, en nuestros cerros capitalinos. El asombro ante la presencia física del agua en las montañas de Chapinero y el conocimiento de su ciclo natural de producción y regulación, han llevado al reconocimiento de la conectividad ecológica del agua que se produce en los cerros orientales en conexión natural con otros cauces. El hecho de ser microcuencas abastecedoras del sistema hídrico del río El Salitre convierte las quebradas de la localidad de Chapinero en “puntos vivos”, donde el agua es un eje articulador de vida que dota el territorio de factores favorables para la biodiversidad de flora y fauna en los cerros orientales. Uno de los principales eventos registrados en el territorio de Chapinero es el (…) redescubrimiento del capitancito “Trichomycterus bogotensis” en la quebrada Rosales el 3 de noviembre de 2006 por parte del biólogo David Rivera (información suministrada por el biólogo a Conservación Internacional). Esta especie, fue descrita por Eigenmann en 1912, con
el holotipo FM NH 56030 referenciando que fue descubierta en un lugar denominado “Chapinero, near Bogotá”, probablemente se trate de este sector. No se tenía noticias de este pez endémico desde 1912. Quizás sea el único registro que tenemos en las quebradas de los Cerros Orientales.19
Esta conectividad ecológica genera unos servicios ambientales en el territorio local, distrital y regional. Los servicios ambientales reconocidos en la localidad de Chapinero están relacionados con la biodiversidad en un contexto urbano, la calidad del aire, el potencial de recarga acuífera, la singularidad de los páramos y bosques andinos, y la belleza paisajística o escénica de la naturaleza capitalina. Estos servicios ambientales son percibidos por las personas de diversas formas al recurrir a los sentidos. La belleza paisajística es un goce estético que se construye en interacción con los lugares; estos niveles de percepción se han ampliado pues, además de ser visuales, se ha iniciado la experimentación con los otros sentidos, por ejemplo, el oído. Las montañas de Chapinero generan ambientes sonoros que no es posible encontrar en la ciudad. Uno puede hacer el trayecto de la quebrada de muchas maneras: uno puede ser totalmente receptivo y percibir visualmente, auditivamente y el agua 19 Información suministrada por “Diagnóstico, zonificación y priorización…”.
está todo el tiempo; auditivamente es muy interesante porque vas encontrando muchas sutilezas en el sonido; en diferentes partes de la quebrada hay diferentes texturas en el sonido, la quebrada está cambiando, los ritmos de la quebrada son diferentes: en verano está seca y en el invierno es exuberante. (Relato de Pedro Crump, marzo de 2011)
Es recurrente encontrar, como valor del paisaje, el interés por revivir la identidad muisca y su relación con el agua. La creación de mecanismos para reactivar la memoria prehispánica, donde el agua es un elemento identitario en la cultura muisca20, se convierte en un incentivo para la reactivación del patrimonio ambiental. En este sentido, el pasado indígena puede ser un fundamento de una posible identidad territorial de Chapinero y de Bogotá. Recurrir al pasado en busca de nuevos referentes culturales que motiven unos vínculos diferentes con el recurso territorial se está fortaleciendo en las dimensiones ambiental y patrimonial. La memoria prehispánica está cargada de numerosos simbolismos que se caracterizan por el reconocimiento de la conectividad de la naturaleza. Los usos de estos símbolos pueden expresar significados y configurar nuevos roles sociales en función
20 Existen dos trabajos destacados, incluidos en este apartado: El agua en la historia de Bogotá (ver Villegas, 2003: 201). Es una investigación dirigida por Juan Camilo Rodríguez Gómez; proyecto auspiciado por la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá e implementado por la Universidad Externado de Colombia. El segundo texto es: Germán Palacio Castañeda, Historia Ambiental de Bogotá y la Sabana: 1850-2005 (2008).
del cuidado del agua como recurso natural limitado. Se trata de reconstruir una narrativa ambiental que dimensione nuevas prácticas urbanas con el agua, su disponibilidad física y su significado cultural. Una ruta posible para reconstruir una narrativa ambiental es volver a transitar los caminos precolombinos y su relación con la construcción de los caminos reales. Los caminos precolombinos eran senderos que conectaban lugares sagrados para la cultura Muisca como las lagunas, ríos, quebradas, nacimientos de agua, montañas y de forma simultánea eran rutas para el trueque de productos, especialmente la sal. Estos caminos manifiestan algunas características de ocupación del territorio ligadas a los cauces de agua, elementos de la vida cultural de los muiscas. Los caminos precolombinos fueron reutilizados por los españoles para el abastecimiento de la ciudad y los senderos fueron modificados en su función física y ceremonial: Los caminos precolombinos existieron por siglos o milenios antes del quiebre histórico representado por la invasión española, y ya para aquella época muchas redes viales habían experimentado su auge o clímax, para luego ser abandonados, destruidos parcialmente o incorporados al sistema vial de un pueblo invasor. El ciclo continuó y la penetración española en muchas regiones se facilitó por la existencia
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de vías de acceso, pero estas sufrieron por el tránsito de caballos y mulas. Tramos de éstas fueron incorporados al trazado de los caminos reales, luego al de las vías republicanas y los rieles del ferrocarril y recientemente al de las carreteras asfaltadas. Pero aquí y allá el paisaje conserva restos de todos estos momentos. En otros casos los trazados de rutas antiquísimas persisten como tradiciones orales, conformando una geografía simbólica rica y compleja, que se transforma con la experiencia de nuevos caminantes. (Herrera y Cardale, 2000: 11)
Las rutas precolombinas y reales están siendo incorporadas al diseño de una red de caminos ambientales, con la finalidad de generar la interpretación histórica de la conexión entre lo urbano, lo rural y lo natural. En la etapa de diseño de las rutas se contemplan el camino de la quebrada La Vieja, el sendero del río Arzobispo y la conexión natural y vial entre los barrios de la UPZ 89 San Isidro-Patios con Las Moyas y el municipio de La Calera.21 La red de rutas con potencial eco turístico en los cerros orientales y su extensión a las zonas rurales de Bogotá como la vereda Verjón
21 Para mayor información se sugiere consultar el proyecto “Estudio, diseño y evaluación de un parque eco turístico que promueva la belleza escénica, paisajística y rescate la identidad cultural del sector rural de la Localidad de Chapinero”. Disponible en: http://www.cerrosdebogota. org/joomla/images/stories/Biblioteca/EstudioDisenoEvaluacion.pdf; consultado el 23 de abril de 2011.
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Bajo de la localidad de Chapinero y los municipios de Choachí y La Calera, rescatan el valor del agua y su relación ecológica con la vegetación nativa, la cual regula la producción hídrica desde tiempos inmemoriales. Los recorridos ofrecen la visita a lugares naturales y construidos, significativos para el conocimiento de la biodiversidad, la vida campesina, los procesos de transformación del paisaje urbano y rural, el reconocimiento de saberes diversos como la etnobotánica, las muestras gastronómicas, los miradores y las cuencas abastecedoras del embalse San Rafael. En definitiva, se despliega una experiencia de apropiación territorial del patrimonio ambiental de Bogotá y la región. El agua como recurso territorial gestor de identidad ha sido un eje natural que ha logrado integrar las comunidades cercanas a las quebradas de la localidad de Chapinero. “Este barrio tiene una característica y es que el agua lo liga mucho, tiene un acueducto comunitario que lo fundó la misma gente del barrio, habían siete quebradas, hoy son cinco, y hay un censo que registró 90 nacederos” (Relato de Iván Borda, marzo de 2011). Los usos y vínculos entre los habitantes de Chapinero y las quebradas se han manifestado en expresiones de valoración que hacen parte de una “cultura del agua” en el territorio: Nosotros con el agua tenemos unas relaciones bien simpáticas, porque el hecho de tener un acueducto comunitario ha hecho que aprendamos a relacionarnos de otra manera con el agua. Nosotros somos de los que
tenemos canales en la casa para recoger el agua lluvia; uno se baña y recoge el agua para echarla a otra cosa. Siempre, todo el tiempo se está ahorrando agua y eso ya es una cultura; la gente que llega nueva al barrio se estrella porque no tiene ni una caneca; allá nosotros tenemos la torre de canecas, el tanque y la pileta súper grande, porque toda la gente ha aprendido a ahorrar el agua, y como a apreciarla. (Relato de Diana Aya, marzo de 2011) Esta cultura del agua que se ha ido construyendo de generación en generación, produjo una manifestación barrial, el Festival del Agua: El Festival del Agua nace en el marco de hacerle un homenaje al agua como elemento vital de la vida; nace con una organización de gente –“jóvenes mayores”–, y se piensa desde lo cultural. El festival era un proceso: se trabajaba un tiempo antes, se hacían unos talleres y esos talleres tenían unos productos que eran los que se presentaban como tal en el Festival, en los eventos que se hacían. Fue una cosa bonita, un homenaje al agua y al territorio, porque el territorio donde vivimos básicamente bota agua por todas partes, todo el tiempo estás rodeado de agua. (Relato de Diana Aya, marzo de 2011)
En la actualidad, algunas organizaciones sociales en el sector de la UPZ 89 San IsidroPatios trabajan para la reactivación del Festival del Agua. Esta manifestación barrial se convierte en una oportunidad en el presente para fortalecer la apropiación de las singularidades ambientales del territorio de Chapinero como “cultivador de agua”. Las formas de relacionarse con el agua han transformado el paisaje cultural de la localidad, a pesar de presentar fenómenos de contaminación por aguas domiciliarias, canalización de cauces y extinción de quebradas. Es necesario fortalecer las pautas e iniciativas ciudadanas que transmiten un mensaje alternativo del uso del agua en la cotidianidad a otras generaciones de habitantes y visitantes: “La nueva vivencia en este territorio es a través de mis hijos, los niños que ya crecieron; es una generación de relevo que sigue trabajando por el medio ambiente y por la cultura; es una impronta en el territorio” (Relato de Maritza Pinzón, marzo de 2011). La responsabilidad de concretar prácticas culturales en relación con los usos del agua y en general con el medio ambiente, es compartida entre ciudadanos e instituciones ambientales, y el tejido social es el soporte del cambio cultural. El tejido social de una comunidad que habita un territorio tiene diferentes manifestaciones. Cuando el territorio es habitado, es frecuentado y nombrado haciendo referencias a lugares significativos compartidos por un
colectivo social; se construyen elementos culturales que fortalecen la identidad territorial: Los funcionarios rotan pero la comunidad permanece y habita el territorio, lo visita, lo nombra. En los nombres de los lugares encontramos de todo: La Virgen es La Virgen allá arriba; se lo pusimos nosotros porque hay una virgen grandota. La Virgencita es la Virgencita de Guadalupe que está incrustada en una piedra. El Claro de Luna, lo llamábamos el clarito –“nos vemos en el clarito“–, hasta que un día Jacobo dijo: pongámosle nombre a esto, Claro de Luna, y se quedó así. El Pozo de las Arrugas, todo el mundo se echa agua ahí para quitarse las arrugas. El Peñasco se lo puso Germán, la Pinada para el acueducto o el Bosque del Silencio para nosotros. El Punto de Encuentro porque colocaron una valla en la entrada a la reserva. El Túnel es porque hay una puerta verde que es un túnel para entrar a la tubería que tiene un tubo madre para el agua de Bogotá. La Piedra de las Orquídeas; el Portón Caído; el Jardín de Gloria, donde están las cenizas de Gloria, una amiga que murió. Alto de las Ballenas porque en agosto el amanecer es rosado y el viento hace que los árboles rocen unos con otros y suena como ballenas. (Relato de Andrés Plazas, enero de 2011).
Los colectivos sociales u organizaciones de base que se han conformado al compartir proyectos de vida, motivaciones, intenciones y acciones en pro de conocer y valorar el territorio habitado para ser restaurado, conservado y legado a otras generaciones, están produciendo una dinámica social en Chapinero que tiende a fortalecer los procesos socioambientales relacionados con el arte como vía legitima de expresión socioambiental: Hace cuatro años y medio entré a hacer parte de un colectivo que se llama Barrios del Mundo, y Barrios del Mundo ha estado muy ligado a la conciencia ambiental; (…) y en la generación de la que yo hago parte, hemos enfocado el trabajo más hacia lo artístico. En “Barrios” nace la escuela de circo Mano de Oso, que mano de oso es una especie nativa de los cerros orientales, tiene cuatro especies y la hoja parece la huella de un oso. Desde allí, yo siento que se empieza a hacer una referencia, desde los chicos y las chicas, hacia el territorio propio; es una apropiación del territorio. Más adelante nos juntamos alrededor de un cine foro, allí participó Jocuimo –Jóvenes Cuidadores de la Montaña– y ellos trabajaron cine para niños, pero cine ambiental en torno a la relación entre el hombre y la naturaleza. Todo esto nos llevó a lugares simbólicos para nosotros. Está el “Salto del
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Halcón”; allí hay frailejones que te dan al hombro y es un lugar de referencia de los chicos y chicas de acá. Hay otro lugar que es “Lajas”; allí hay una caída de agua que sale de entre las rocas y le llaman el “Salto del Hippie”. Y está también el “Puente Natural”, que es un puente de piedra por donde baja el agua. Son lugares de referencia y de cuidado por parte de la gente de acá. Actualmente, ahora nosotros tenemos la escuela de formación artística Guascaque –la fuerza de la montaña, la fuerza del arte–; también se llama Guascaque porque es el nombre que le daban los muiscas a este territorio: un territorio de paso, un territorio sagrado al que le llamaban Boquerón de Guascaque. Nosotros retomamos el nombre buscando esa relación y esa identificación; ahora es muy bonito que los chicos y chicas se denominan “Gente de la Montaña” y como a través del arte los chicos hacen conciencia del espacio en el que están. (Relato anónimo, marzo de 2011)
El arte se sintoniza con la sensibilidad ambiental y crea lenguajes para expresar las singularidades ambientales de Chapinero: Para un artista es muy importante encontrar los lugares y los temas de inspiración, de motivación; definitivamente la naturaleza es una
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fuente enorme de inspiración para mí. En el disco “El Silencio del Agua” fue una especie de coproducción, porque una parte era mi aporte y otra parte era el sonido universal, ese sonido del agua. Traté de sintonizarme con ese sonido, que lo lleva a uno a encontrar un silencio, una paz y sobre todo en un entorno natural como en la quebrada. Además uno va encontrando arquetipos, simbolismos del agua, el agua como limpieza, el agua como fuente de vida, que le permiten a uno entrar en una zona creativa e involucrar los simbolismos en la obra. (Relato de Pedro Crump, marzo de 2011)
El acceso al agua de las quebradas como hito fundacional de barrios populares es un elemento valorado que se fundamenta en el acceso al agua como factor de desarrollo barrial en Chapinero: “La quebrada Morací es como la columna vertebral del barrio; sobre ella se encuentran cinco barrios: La Esperanza, San Isidro 1 y 2, La Sureña y San Luis; es la quebrada que atraviesa a todo el sector” (Relato de Diana Aya, marzo de 2011). La historia de conformación de los barrios populares ha tenido como hilo conductor la autogestión y organización barrial para el abastecimiento de agua: Hay algo muy bonito en este sector y es que es un sector que tiene una historia muy fuerte de trabajo
comunitario, es realmente una historia de “lo comunitario”. Lo primero comunitario que existe en esta zona se da a partir de la necesidad del agua; casi que uno podría decir que esto no es solamente de aquí sino de todos los barrios populares periféricos en Bogotá: la historia de los barrios es la historia del agua en el barrio. Como aquí no había manera de tener acueducto desde Bogotá, lo que había eran las quebradas, y en esa época las quebradas eran limpias y se necesitaba agua domiciliaria, entonces todo el tejido comunitario comenzó a darse alrededor de la construcción del acueducto. Pero uno sabe que el agua que uno se está tomando, no es la empresa de Bogotá, sino que también es como de uno, es una sensación muy bonita, saber que el agua que uno se toma, se la puede tomar, porque gente que te antecedió se luchó la construcción de ese acueducto. (Relato de Maritza Pinzón, marzo de 2011)
La experiencia de autogestión de los acueductos comunitarios establece una serie de eventos sociales para la gestión del agua en Bogotá. En Chapinero existen tres acueductos comunitarios: Acualcos, Las Moyas y Acuabosques. La historia de conformación de estos acueductos refleja los vínculos territoriales con las microcuencas abastecedoras, configurando roles comunitarios en el contexto de
los territorios populares. En la cotidianidad de estos territorios populares, a pesar de las tensiones con la formalización como barrios urbanos y las múltiples necesidades que se presentan ante la ausencia del Estado, cada vez son más las personas que desarrollan un arraigo y apropiación del territorio al compartir una historia de conformación barrial. En ciudades como Bogotá, el crecimiento urbano de tipo informal tiende a darse en zonas donde es posible el abastecimiento de agua. La localización geográfica de los acueductos comunitarios permite dimensionar la riqueza de microcuencas abastecedoras que aún existen en los cerros orientales. Estas microcuencas abastecedoras están siendo valoradas como espacios públicos donde el agua es un bien común, y de forma simultánea, se puede apreciar que las quebradas son lugares de encuentro barrial y de reconocimiento de comunidades que se han gestado al transitar e interactuar con los cauces, como se describió en el capítulo anterior con los procesos e iniciativas que se han dado en las quebradas Morací y La Vieja. Cuando se recurre a narrativas del pasado de las quebradas, “la gente tradicional del barrio recuerda que se podían bañar en la quebrada, que podían acercarse a ese espacio; eran como lugares de encuentro; la gente iba el domingo de paseo, iba y lavaba; sus relaciones de barrio estaban en torno a la quebrada Morací (…). Ahora la
gente espera tener a la quebrada, ojalá corriendo limpia” (Relato de Diana Aya, marzo de 2011).
El habitar y frecuentar un territorio potencializa las valoraciones que se hacen; por su parte, la ubicación espacial es estratégica en el momento de establecer un vínculo identitario con un recurso territorial. En algunos casos, las quebradas son límites físicos entre barrios; en otros, son centros que convocan a la comunidad y a los visitantes. En estos espacios públicos hay procesos simultáneos y a veces contradictorios; conviven iniciativas ambientales con fenómenos de contaminación, así como procesos de privatización de rondas hidráulicas con caminatas públicas para el reconocimiento de las quebradas. Es una fortuna que la balanza se esté inclinando hacia la transformación interactiva entre naturaleza y cultura. En los paisajes del agua, desde el nacimiento en zonas de reserva hasta su contacto con dinámicas urbanas, las quebradas son espacios públicos mixtos entre lo natural y lo artificial. Estas características están siendo incluidas en los diseños de restauración ecológica. Para restaurar no es necesario optar por un desalojo masivo de los barrios ubicados en las zonas de ronda hidráulica, sino decidir y crear alternativas con las personas que habitan el territorio para dar un mejor manejo socioambiental a los cauces. En este panorama, el sentido patrimonial es una opción para el fortalecimiento de las acciones de restauración ecológica.
El sentido patrimonial de las quebradas las redimensiona como elementos naturales emblemáticos del paisaje. Son lugares de referencia colectiva en la localidad, lo cual ha motivado experiencias de gestión y recuperación ecológica en contextos urbanos. El registro actual de la experiencia de restauración ecológica que se está implementando en el convenio entre el fondo de desarrollo de la Alcaldía Local de Chapinero, la Secretaría Distrital de Ambiente, Conservación Internacional y la participación de la comunidad interesada, es: (…) un proyecto piloto en la recuperación ecológica y paisajística de una quebrada urbana en una ciudad como Bogotá, en este caso la quebrada Las Delicias. Es una apuesta para generar un modelo de gestión y recuperación en la ciudad. Un valor patrimonial que reconocer es eso: cómo se está adelantando todo este proceso para generar un modelo de gestión y recuperación ecológica en una quebrada urbana. (Relato de Claudia Romero, marzo de 2011)
La restauración ecológica de una quebrada urbana, en este caso específico, la quebrada Las Delicias, se convierte en una experiencia para generar acuerdos entre habitar el territorio y conservar la oferta ambiental. En la ordenación y manejo de cuencas hídricas en contextos urbanos, se puede explorar el papel
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salto del tequendama. Sa煤l Orduz (1950). Colecci贸n Mdb-idpc
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del patrimonio ambiental de un territorio en los planes de desarrollo territorial del Distrito Capital. Este conjunto de valoraciones de las quebradas contribuye a la identificación de espacios geográficos significativos que pueden ser denominados lugares-patrimonio22; lugares que se habitan, se restauran y se conservan para ser legados. Un espacio se convierte en lugar cuando es apropiado por un grupo social que lo incluye como referente identitario.
HABITAR, RESTAURAR, CONSERVAR Y LEGAR UN PATRIMONIO AMBIENTAL De forma recurrente, la ciudad ha sido entendida como una construcción social y artificial opuesta a la naturaleza. Sin embargo, esta recurrencia se está fragmentando con nuevas propuestas culturales donde se reconoce que la ciudad y sus habitantes interactúan con la naturaleza y sus procesos ecológicos, como es el caso del ciclo del agua. De este ciclo ecológico depende el abastecimiento de agua potable, el proceso de producción de especies comestibles y la producción de energía eléctrica utilizada en un alto porcentaje para los estilos de vida urbana y el funcionamiento estructural de una ciudad.
22 Esta denominación se encuentra desarrollada en: Párias, Palacio y Tamayo (2006), Construcción de lugares-patrimonio: el centro histórico y el humedal de Córdoba.
Las directrices conceptuales y metodológicas para la ordenación territorial y el manejo de cuencas urbanas se están modificando frente al tema del agua, el abastecimiento, los usos y las funciones ecológicas de este recurso natural limitado. En las ciudades se hace cada vez más necesaria una zonificación del territorio en función de las características ecosistémicas, paisajísticas y patrimoniales de las cuencas hidrográficas presentes en la ciudad.23 La patrimonialización de la naturaleza es un proceso de construcción de significados en torno a un recurso territorial, en este caso, el agua y las quebradas de la localidad de Chapinero. Este proceso se da gracias a la interacción entre lo natural y lo cultural en un espacio vivido-habitado, frecuentado-visitado, en donde el recurso territorial adquiere un valor simbólico y genera las iniciativas para restaurarlo, conservarlo y legarlo. En este contexto, “el patrimonio como una valoración simbólica del lugar” (Párias, Palacio y Tamayo, 2006: 129) modifica el paisaje a través de valoraciones compartidas, producto de un mayor grado de arraigo y apropiación simbólica del territorio. El manejo del paisaje es un reto para los procesos participativos de renovación urbana. Aunque predominan los análisis técnicos, se
23 El Sistema Distrital de Áreas Protegidas es un gran avance en la estructuración de corredores ambientales en la ciudad. “La inclusión del patrimonio natural dentro de los debates sobre desarrollo urbano es muy reciente, cuando se incluye el concepto de Estructura Ecológica Principal en los ejercicios de planeación de la ciudad y se reconocen espacios importantes de valor ecológico para incluirlos como espacios de conservación” (Párias, Palacio y Tamayo, 2006: 127).
están fortaleciendo los elementos identitarios y la inclusión de los nuevos roles sociales que se gestan en los contextos de apropiación del patrimonio ambiental con una perspectiva socioambiental del paisaje. Esto permite armonizar la función ambiental con la función residencial y comercial del territorio de Chapinero para recrear nuevos centros de interés como la recreación pasiva, la educación ambiental, el eco turismo y las experiencias de agricultura urbana, entre otros. Las iniciativas y experiencias de restauración ecológica de las quebradas de la localidad de Chapinero se convierten en una fortaleza en este proceso de resignificación de la naturaleza en la ciudad y del papel del agua en el paisaje de la localidad. En este sentido, se puede afirmar que estas acciones socioambientales están gestando la reactivación social del patrimonio ambiental.
Reactivación social del patrimonio ambiental en Chapinero La reactivación social del patrimonio ambiental en la localidad de Chapinero se puede entender como un proceso de transformación cultural del significado de la naturaleza en interacción con el tejido social. Es un proceso que se enfoca en las relaciones entre lo natural y lo artificial, y es una acción mediática donde convergen saberes científicos referidos al ciclo ecológico –físico, químico y biológico– del agua y los saberes sociales –usos sociales y funciones culturales– en cuanto a los vínculos culturales con el agua.
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quebrada moraci. Javier de la Cuadra (2011)
Las acciones socioambientales para habitar, restaurar, conservar y legar un patrimonio ambiental, se gestan cuando un ecosistema es apropiado por una comunidad en su función patrimonial. La función patrimonial se entiende como un sentido construido y compartido colectivamente que expresa los significados de la dimensión ecológica y cultural de un recurso territorial. Las quebradas son un recurso territorial con cualidades patrimoniales y estas cualida-
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des son tanto ecológicas como culturales. Para su cualificación se requiere del conocimiento de sus cualidades físicas, químicas, biológicas y culturales. Esta función puede ser institucionalizada por medio de una declaración como un bien patrimonial incluido en inventarios especializados, diseñados con objetivos para su catalogación y divulgación como patrimonio declarado. De forma simultánea, un recurso territorial puede ser apropiado en su función patrimonial por una comunidad que lo desea conservar y legar como un patrimonio vivido24. En este contexto de reactivación patrimonial, las quebradas de la localidad de Chapinero son geosímbolos: “un geosímbolo puede definirse como un sitio, un itinerario o un espacio que, por razones religiosas, políticas o culturales, reviste a los ojos de ciertos pueblos y grupos étnicos una dimensión simbólica que los fortalece en su identidad”25. Las quebradas consideradas como geosímbolos responden a procesos identitarios que pueden ser incluidos en diferentes campos de la esfera social: normativo, educación, investigación y recreación. Con la identificación de estos geosímbolos, se potencializa una difusión preventiva (Mateos, 2008) del patrimonio ambiental. La difusión preventiva del patrimonio propone fortalecer los proyectos que permitan a una comunidad habitar y conservar los lugares singulares; se trata de convivir: 24 Esta reflexión en torno al patrimonio declarado y al patrimonio vivido se encuentra desarrollada en Párias, Palacio y Tamayo (2006). 25 El concepto de geosímbolo lo desarrolla Joel Bonnemaison, citado en Giménez y Héau Lambert (2007), “El desierto como territorio, paisaje y referente de identidad”.
(…) mientras a principios de siglo la naturaleza jardín, en forma de parques, era pensada como una forma de mejorar nuestras condiciones de vida, hoy no solamente pensamos en el bienestar de la comunidad sino en el bienestar de ambos, es decir una naturaleza sana (léase ambiente sano), y un hábitat sano (léase comunidad sana). Por esto se piensa en espacios funcionales, diversos y bien adaptados para la convivencia humano-naturaleza. Quizás hoy día somos un poco menos arrogantes y conocemos mejor los alcances, positivos y negativos de la comunidad humana sobre el espacio que esta habita. (Barrera, 2009: 248)
La difusión preventiva del patrimonio ambiental recurre a los geosímbolos para visibilizar una nueva concepción de naturaleza, una visión integral y ecosistémica, aún posible en contextos urbanos. La difusión es una comunicación y, como tal, transmite y reproduce mensajes; la difusión o divulgación del patrimonio ambiental requiere de unas estrategias que garanticen la accesibilidad, es decir, la interacción más que su contemplación. Por lo anterior, este trabajo de investigación no concluye, invita a recorrer los caminos del agua en nuestra ciudad. A lo largo del texto han sido expresadas una serie de preguntas. Sin embargo, estimado lector: ¿Qué significado tiene el agua para usted?
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