Una escuela para padres de alumnos con discapacidad http://w w w .depsicoterapias.com/articulo.asp?IdArticulo=563
March 27, 2011
Introducción.Los hijos suelen ser expresión del inconsciente parental y su llegada pone a prueba los núcleos más primigenios del psiquismo de los padres. El mito familiar antecede al hijo, marcándole un lugar y hasta cierto punto un destino, y así tanto puede ser su majestad el bebé como el receptáculo de aquello que los padres desconocen de sí mismos y aparece en el hijo como lo siniestro. Blanca Montevechio Uno de los principales aportes que podemos realizar consiste en la apertura de espacios de concientización, elaboración y procesamiento resignificante de todo aquello que, por estar dogmáticamente capturado en un imaginario social alienante, impide o dificulta la participación protagónica de los sujetos en la resolución de sus conflictos y sus dificultades, para que posteriormente puedan potencializarse solidaridades y abrirse canales auténticamente participativos, o bien, señalar su ausencia. Cecilia Moise, Como coordinador de un Centro de Atención y Consulta de Preparatoria Abierta (nivel medio superior), para personas con discapacidad, he empezado a acercarme a este fenómeno de referencia, observando más de cerca las dificultades académicas o intelectuales de los estudiantes con la problemática de la discapacidad, sea esta visual, motora, auditiva, de lenguaje o intelectual. Siendo la mayoría de los jóvenes, personas que atraviesan alguna fase de la adolescencia (media o tardía), he intentado visualizar e identificar los obstáculos o problemas que un joven con discapacidad puede referir. A los problemas que de por sí presenta la etapa adolescente, como son el desarrollo de la independencia, la búsqueda de la identidad, la elaboración o construcción de un proyecto de vida, etc. se agrega para el joven con discapacidad, la re-edición de la conflictiva ligada a su condición de persona con discapacidad, de un déficit que puede ser físico, emocional o mental. Con re-edición, me refiero al postulado freudiano (1) de que en la adolescencia, y a través de los impulsos vitales que empujan al muchacho hacia la madurez sexual y emocional definitiva, se reviven los viejos conflictos de la infancia, y los problemas derivados de aquellos conflictos que no fueron elaborados de manera adecuada, llevando al chico con discapacidad a transitar de nueva cuenta por las dificultades que su condición física suscitó en él y en sus padres, y los condicionó a establecer vínculos particulares y específicos que llevaron al sujeto a comprometer su estructura subjetiva, con serios déficits en su desarrollo lúdico, relacional, emocional e intelectual. Pero este problema no es el problema de una persona con alguna discapacidad, sino que aquel involucra por lo regular, la ecología socio afectiva en que el muchacho con discapacidad se desenvuelve, así que la problemática adolescente involucra y compromete en forma mas intensa la configuración vincular familiar que se fue estructurando y estableciendo desde la llegada de un hijo con alguna discapacidad. Muchos autores (2), con años de experiencia en el campo, nos hablan de que la discapacidad es una construcción social, igual que cualquier otro fenómeno humano. En esta construcción contribuyen no solo el chico y su familia sino también los profesionales que se enfocan a responder instrumentalmente a ciertas demandas derivadas de la problemática específica de la discapacidad.
En este sentido, una de las primeras cosas que empecé a entender era la necesidad de los muchachos con alguna discapacidad, de agruparse, de socializar más o en otros términos, la oportunidad de poder salir de la esfera medica y familiar, y encontrar al grupo de pares como referentes identificatorios que les posibiliten encuentros diversos, sobre todo en esta etapa de la vida, donde la mayoría de ellos vive la adolescencia y requiere ir dejando la casa paterna para la búsqueda de sí mismo a través de otros, distintos a su grupo primario de referencia. Pero es probable que esto también tenga otra historia. Las personas con discapacidad son una más de las minorías excluidas y marginadas, en muchos aspectos, de los intercambios sociales y humanos y de las prerrogativas de las personas que nos incluimos en la esfera de la normalidad; refiriéndonos a la escuela, los chicos con discapacidad, aparecen fragmentados, tolerados, discriminados abierta o sutilmente, incluidos en escuelas regulares donde no hay i nterpretes o tutores que los acompañen en su proceso de integración social; se los tolera, se los soporta, se los consciente y se los promueve académicamente, aun y cuando no rindan i ntelectualmente, su avance educativo, la mayoría de las veces es un pseudoavance que se asienta sobre una mentira en la dimensión humana de la labor educativa. Así, la integración al medio escolar es una pseudointegración, ya que ni el maestro esta preparado para atenderlos y los demás alumnos conviven con ellos viéndolos como bichos raros, o sujetos que solo inspiran lastima o burla, no se trata de un adolescente o un joven, sino del sordo o la ciega, su incapacidad es su identidad para los otros; sometidos a una presión multifactorial, estos jóvenes desarrollan muchas veces una coraza caracterológica, que se vuelve un obstáculo mas, cuando llega el momento de salir de sí mismo, para buscar un lugar en el mundo. En este sentido, me parece que la salud (como la enfermedad o la discapacidad), es un fenómeno social compartido y construido socialmente, en este caso por la familia del chico con discapacidad, el grupo de pares y los maestros con los que se encuentra la persona con discapacidad, es decir, la comunidad educativa. Claro está que es importante clarificar el término salud, porque no es un concepto neutro y porque como producto conceptual de determinado momento histórico, se la puede entender de diversas maneras. Por ejemplo, desde Pichon Rivière (3), entiendo la salud, como la adaptación activa (y yo agregaría critica) a la realidad que viven los sujetos día con día. ¿A que nos referimos con adaptación activa (por opuesto a pasiva)?. Nos referimos a que el vínculo establecido con la realidad social, no se caracteriza por la mera aceptación de lo que a una persona le toca vivir, es un vínculo que busca o intenta transformar esa realidad en función de las necesidades específicas y concretas del sujeto y del grupo al cual pertenece, apuntando a una forma de mejora de lo que ahora llamaríamos calidad de vida. Para ello requiere no una aceptación pasiva y sumisa a las condiciones imperantes de esa realidad, que siempre es una realidad social, sino una adaptación critica, que revise y cuestione las condiciones materiales y las normas sociales imperantes en ese momento, que fomente en el sujeto asumir una posición subjetiva, que se disponga a identificar los factores nocivos y perjudiciales para sí mismo y para su grupo de referencia, factores que al ser identificados se pueda operar sobre ellos para superarlos, transformarlos y tornarlos factor de aprendizaje social (por eso Pichon Rivière nos dice que la practica de la psicología social es la forma que asume la critica de la vida cotidiana). Mas allá de ello, se trata también de identificar los factores que favorecen la salud social: los vínculos afectivos, la convivencia social, la igualdad, la justicia, la honestidad, la no discriminación, el respeto por el otro, la cooperación, el dialogo, la socialización, el bien colectivo y la solidaridad, para transformarlos en factores activos que promuevan mayores niveles de conciencia social, de critica sana, de vínculos que desarrollen armonía individual, colectiva, social y ecológica, donde ya no trabajemos con referencia a la enfermedad sino en referencia a la salud, buscando con ello descubrir formas inéditas de bienestar humano.
Si el sujeto se vuelve un objeto, un ente pasivo al que solo le suceden cosas, que no se integra sino que es integrado (¿por quién, para qué?), que sufre sin posibilidad de salida del dolor y del destino que le tocó vivir, de manera muy segura se verá alienado en los poderes externos, dirigido por los vientos que soplan y vapuleado como una barcaza ante un mar embravecido, y desde ahí no habrá posibilidad de un enriquecimiento reciproco entre el sujeto y su mundo. Si se posiciona de manera distinta ante la realidad, los cambios producidos por la intervención del sujeto, por su participación activa en el mundo, fomentarán en el una serie de modificaciones en su percepción de lo social y de sí mismo, ratificándolo en su posición existencial o favoreciendo el aprendizaje en el sentido de que este conlleva la posibilidad y la exigencia de transformar la realidad en aquellos aspectos que requieren una modificación radical y profunda por la índole generadora de sufrimiento y de patología individual y social. Así, enriquecerá su vida y la de los demás, se volverá factor y actor de cambio social; integrado críticamente, tendrá la capacidad de identificar los obstáculos materiales o humanos que han impedido hasta ahora la construcción de una sociedad mas humana y justa, basada en valores comunitarios y colectivos, porque solo desde ahí, se puede vislumbrar el rescate del sujeto social en su singularidad y en su universalidad. Su discapacidad ya no será el factor que actué como coartada individual que ancla al sujeto, condicionado por lo que Freud denomina la ganancia secundaria de la enfermedad (4); tampoco funcionará como coartada familiar o grupal, a través de relaciones y vínculos que más que favorecer la liberación de su potencial, lo alienan desde lo social, estereotipándolo en un rol deficitario, impidiendo a los padres el reconocimiento de lo mas negado y siniestro que hay en cada uno de nosotros; se dará cuenta que ya no es desde el dictado de la normalidad de donde obtendrá respuestas a las formulaciones surgidas de su ser distinto a los demás, lo que no implica la ruptura de la comunicación con los otros que comparten (y no) comparten su mundo, pero entenderá que para lograr una comunicación distinta y más enriquecedora, las respuestas y las soluciones saldrán de su interior, y del colectivo que comparte con él su condición de ser una persona con un tipo especifico de discapacidad. En este sentido, la escuela para padres de chicos con discapacidad, deberá fomentar un espacio social a construir por la comunidad de padres, donde la toma de conciencia del papel que jugaron en los vínculos tempranos con sus hijos, ha sido quizás, la trama fundamental que ha condicionado de manera hegemónica las vicisitudes y vaivenes de las capacidades y limitaciones de la estructura subjetiva de los chicos, y que su condición actual tienen que ver menos con su discapacidad física, que con su historia como sujeto psíquico y social construido en esa trama. Basados en la filosofía de la educación inclusiva, nos vemos embarcados en desarrollar una propuesta que, intentando desarrollar una practica efectiva de inclusión social en los muchachos con discapacidad vía la educación media superior, contemple una visión de conjunto, que plantee que esta integración requiere tomar en cuenta a uno de los factores fundamentales de la cuestión: los padres. Su papel será clave en el desarrollo del programa, por lo que deben ser involucrados en un proceso de cambio más amplio. Los hijos acceden a la adolescencia y estos padres quizás no estén preparados para afrontar una tarea más, tarea inherente a la vida humana: el desprendimiento y la separación definitiva que empuja al sujeto a asumirse como autónomo e independiente, por lo menos con respecto a sus propios deseos, lo que exigirá de los padres una revisión y modificación seria y profunda de sus estructuras de relación, de sus estilos de vida, de sus vínculos mas profundos y de la forma en que se gesto lo que hoy existe como ámbito vital. La situación se torna difícil y critica, porque es una tarea de conjunto, donde lo que no se ha querido perder se descubre que es perecedero y toca a su fin, pero la tarea convoca a un compromiso en el sentido fuerte del término, el tiempo del cambio llegó; no hay mas opción, ni formulas que indiquen lo qué hay que hacer a no ser que se busque un rumbo que bloquee todo intento de evolución sociodinámica, y la estereotipia vincular cree un surco del que difícilmente se
pueda salir, algunos se escapan y otros zozobran, lo que indica la dificultad en entramar las tareas colectivas por el bien de todos y no de unos cuantos. Notas. 1. Freud, Sigmund. Biblioteca Nueva, Madrid.
1973. Tres ensayos para una teoría sexual. Tomo II,
2. Pablo Vain y Ana Rosato (coord.) 2005. Comunidad, Discapacidad y Exclusión social. La construcción social de la normalidad. Ed. Noveduc. Buenos Aires. 3. Pichon Rivière, E. Galerna, Buenos Aires.
1973. Del Psicoanálisis a la psicología social, Tomo II. Ed.
4.
1973. Lecciones de Introducción al Psicoanálisis.
Freud, Sigmund.
Óp. cit.