PAPA gallo Y Y
Y Y
Papagallo
Edición La vaca galactica dirigida por Maria Paula Paredes
Biblioteca de Diseño La vaca galactica colección dirigida por Maria Paula Paredes paula.paupau@gmail.com
De la presente Editorial Edición 2013 Editorial Agronauta
Asunción ISBN: 978 9974 8116 1 4 Primera Edición mayo 2013 1000 ejemplares
Fotomecanica Typeworks Impresion Tradiconal Deposito legal 344.921
hermoso HabĂa sido un
Las patas amarillas.
GALLO BLANCO.
LA CRESTA
grande. muy roja, y muy
cresta, Más todavía de notar porque la
ALTURA
A PESAR DE SU DESMESURADA
DON Era un hermoso gallo, cuya clarinada
TenĂa el
de despertar y suscitar a la redonda las irritadas respuestas de otros gallos cercanos
en el secreto de los patios.
QuĂŠ De cuando en cuando alguno de esos gallos, escapado de sus dominios por no sabemos
misteriosas vĂas
El gallo blanco
AVANZABA
entonces
hecho una
exhalaci贸n,
ATACABA en alto como una bandera la roja cresta:
con pico y espuelas al
intruso, y pronto del episodio
lo Ăşnico que restaba era un tĂmido
revuelo de plumas sueltas,
pos谩ndose en el suelo con pereza,
mientras el reivindicado esposo iniciaba la danza circular de la conquista en torno a la hip贸crita gallina.
UNO, UNO, UNO,
DOS, DOS,DOS, CINCO, CINCO, CINCO, Y YMAS, YMAS, MAS,
el codiciado El gallo blanco,
Leghorn,
fuĂŠ el monarca indiscutido del barrio.
declinar Su bello plumaje níveo se tornaba día a día de un más lánguido amarillento; las patas, que parecieron de oro, habíanse vuelto costrosas y polvorientas.
canto Y hasta su infaltable
de las madrugadas
parecĂa traer consigo el resabio asmĂĄtico
inviernos de los
transcurridos.
PERDÍA
EL ARROGANTE GALLO
indiscutiblemente
realeza convertía su
y se
en un pobre gallo
que trataba, a
FUERZA ILUSIĂ“N de severos gorgoteos a sus odaliscas,
mantenerlas en la
de su esplendorosa varonia y de su belleza masculina
SEÑOR gallinas Seguía así como único
de nuestra media docena de
, entre las cuales había una tan
vieja
como él
de arrugada carilla de bruja y cresta enredada como cabellera de comadre.
El ( ) no veía los alifafes de ella
( ) ella y las otras más jóvenes
le hacían creer que seguía siendo el hermoso, el arrogante, el audaz, el incansable Papagallo.
MAMA había querido matar el gallo blanco más de una vez, echándole la culpa de que las galli nas, según decía, ponían cada vez menos.
PAPA se había opuesto. Se resistía a dar prosaico fin coci neril a un ave que había sido tan hermosa y que tantas satisfacciones había proporcionado a la casa con su infatigable actuación de pater famil ias galliná ceo.
existencia La
semi gratuita compartida
gallina con la vieja
fueron el par que inaugurara el gallinero era a modo de una honrosa jubilaci贸n para Papagallo.
oir Hasta que un dĂa malhadado
SE HIZO cerca un gallo jĂłven,
bataraz poco lucido, pero audaz: livianito y de genio provocador reciĂŠn llegado por lo visto a un gallinero de la vecindad.
Empezó a cantar una mañana, así no más así no más, y
YA NO termino
Papa gallo echó bilis por el pico aquellos días,
empeñado en contestar lo más alto que podía al provocativo canto madrugador y persistente del bataraz.
YO Aqui estoy
y no hay otra cresta que la mĂa
-parecĂa decir el bataraz.
yo
-Se olvida, amigo
que
estoy aquí todavía
y que no me chupo el espolón
-parecía contestar emberrechinado Papagallo.
secruzaban cruzaban se Los desafĂos
cinco claros como el dĂa... cada
minutos por encima
de cercas y de patios;
escapo Hasta que una mañana , no sé cómo, el gallo bataraz
de su gallinero
salt贸 cercas y muros y cruz贸 la calzada, para apersonarse, retador en el propio reducto de Papagallo, resuelto a
vencer o morir
Papagallo
prisa acudi贸 todo lo de
permit铆an que le
sus mohosas bisagras a defender a sus odaliscas, la a帽osa como las j贸venes.
pelea La
fuĂŠ desde el comienzo
desigual
torpon Papagallo con sus espolones combados, caĂa
y se levantaba pesadamente:
el otro, ĂĄgil y liviano, saltaba y acosaba al viejo caballero.
escandalo Cuando acudimos
al
en el gallinero,
Papagallo, pobre quijote estaba por tierra
y el intruso lo picoteaba despiadadamente,
fuera de todas las reglas del juego.
puntapie Puse en fuga de un
digno de tarjeta roja al intruso
haciendo gol con él por sobre el cerco y acudí a
Papagallo, que aún
gorgoteaba
algo lastimosamente, dirigido al mundo más que a sus gallinas
yo
algo asĂ como dejenme no mĂĄs,
QUE
SOLO me basto
pero...
no No lograba ponerse en pie.
SE CAIA se bastaba ya de costado ni a sĂ mismo.
lamentablemente abierto el pico, ronco el hĂĄlito en la alborotada garganta.
lo
DEJE
en el suelo
y fui a buscar un poco de agua
Cuando llenaba una latita en la cocina, mamá me llamó.
¿
¿
Que queres mama
- El botón de la camisa de tu papá se me ha caído debajo del armario. - Vení a buscarlo. -Mamá, Papagallo está que se ahoga, y... -¡Primero el botón...!
corriendo, Dejé la latita y fui a buscar el botón.
Pero cuando llegué a su lado
moría. Papagallo se
>
pico oro Su
antes amarillo como el
llore gallo la muerte
de mi
HERMOSO
BLANCO
enterrĂŠ Lo
patio en el
SE ESCABO EN EL SITIO
TR ES ANOS DESPUES para plantar un mandarino.
celoso AcudĂ,
del descanso de Papagallo.
PERO las palas no sacaron
LUZ
a
NI SIQUIERA una pluma.
CRECIO El mandarino
, dio fruta...
Y, hombre crecido ya, cada vez que como una de esas mandarinas, me parece oír, no sé dónde, desde lejos,
el canto
TRIUNFAL mañanero
papagallo. de
DE SUENOS Y DE CUENTOS “Estos cuentos documentan sueños aquí; y es absolutamente seguro que de haber vivido en otro lugar esos cuentos habrían sido diferentes. Es decir, no habría sido...” Josefina Plá Asunción - 1983