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libros Hanif Kureishi
american most wanted Texto
“Si te gustó la escuala, te encantará el trabajo”
Irvine Welsh ANAGRAMA
Arantxa Ruiz Tamara (Anacronic)
Ilustración
Miranda July BARRE (VERMONT, NUEVA INGLATERRA), 1974
“E
sa persona se lamenta por haber arruinado la única oportunidad que tenía de ser querida por todos”. “Nadie es más de aquí que tú”.
Los personajes de Miranda July viven en un universo de carencias, en constante anhelo por aquella oportunidad de ser feliz que ni se molestaron en ceñir contra ellos. Suspiran y se mueven con desazón pero también provocados por un travieso entusiasmo a prueba de bombas. Aunque suene contradictorio, el motivo de todas esas existencias y, por extensión, de la de Miranda Jennifer Grossing (su nombre de pila), es la necesidad imperiosa de amar y ser amado. Algo cursi y simple, pero, intuye la autora, inalcanzable. Del fértil delta que es la cabeza de July se han desplegado torrentes creativos hasta el momento en formato audiovisual; ejercicios que buscan la interacción con el público a través de performances, videoarte, cine e incluso música. A Kill Rock Stars le debemos los pinitos de July en el pop. En 1996 editó su primer EP, “Margie ruskie stops time”, al que siguieron otros dos LP, “10 million hours a mile” (97) y “Binet-Simon test” (98). La fortuna no le ha sonreído como solista, aunque ha continuado vinculada al sello y famosos son sus clips de Sleater-Kinney. Mucho más célebre es el que protagonizó para el single de Blonde Redhead, “Top ranking”, dirigido por su actual pareja, Mike Mills —artífice a su vez de “Thumbsucker” (2005)—, en el que cada segundo del clip, ella va adoptando una postura corporal distinta. July se crece con las colaboraciones y otra prueba es el corto dirigido por su anterior novio, el también cineasta Miguel Arteta, “Are you the favourite peson of anybody?” (se encuentra online y en la primera edición de Wolphin, el sello de DVD de Dave Eggers). Como curiosidad, se trata de un trabajo inmediatamente posterior a su debut como directora, “Tú, yo y todos los demás”, Cámara de Oro en Cannes 2005 y trampolín para que el resto de su obra recalara
en España (el Festival de Cine de Gijón, cómo no, le dedicó en 2006 una pequeña muestra). Ahora, mientras comienza a rodar su segundo largo, “Satisfaction”, llega “Nadie es más de aquí que tú” (Seix Barral), su primera incursión en la introspección literaria. Son quince relatos ya publicados en McSweeney’s, The Paris Review o The New Yorker, con los desastres cotidianos como eje y narrados con un pulso coqueto, juguetón y descorazonador. Aquí hay cataclismos hinchados de decepción, absurdo y surrealismo. Soledades que contrastan, asimismo, con esa taquicárdica necesidad suya de interacción. En “El equipo de natación” nos advierte que “esta historia no será muy larga, ya que lo asombroso de aquel año fue que no pasó casi nada”; en los prolegómenos de “Un hombre en la escalera”, la protagonista señala: “Ese es mi problema con la vida, que la vivo a la carrera, como si me persiguiesen”; mientras que en “La hermana” el narrador ansía una cita con la inexistente hermana de un amigo, para descubrir casi por desidia su homosexualidad. El sexo, muy presente, surge en el mundo de July como la mecánica de los extraños vericuetos del amor. No sorprende, así, que en un cuento un padre enseñe a su hija cómo tocar a una mujer. Los fans, no obstante, de su tierna y simpática psicopatía creativa no se sentirán decepcionados. “Nadie es más de aquí que tú” también se refleja de modo virtual, aunque no al mismo nivel que en “Learning to love you more”, compendio de una acción junto a Harrel Fletcher que recogía los trabajos que en la web homónima se encargaron de pedir a sus visitantes. En este caso, July se ha preocupado por aconsejar, entre muchas más cosas, de que se lea su libro si se viste de rosa y amarillo, colores en los que ha sido editada su portada en Estados Unidos. Una ñoñería, sí, pero lo cierto es que es imposible no sucumbir ante tal derroche de encanto.
Ser Irvine Welsh no debe ser fácil. El tipo petó de forma sobrehumana con su primera novela, “Trainspotting”, que acabó convirtiéndose en el retrato oficial de la ‘generación e’ y LA película de los 90, y hoy es lectura obligatoria en institutos y universidades inglesas. Ahora acaba de cumplir 50 años, está forrado y según la prensa, ni siquiera vive en Edimburgo, inagotable fuente literaria (bueno, más bien charco de mierda literario) de su obra, sino que reparte el año entre el frondoso Dublín y el soleado Miami (en invierno). Así que, ¿qué va a hacer? ¿Seguir escribiendo sobre su experiencia con la heroína ahora que se ha pasado al té verde? No, claro que no. Welsh acaba de publicar otro libro de relatos de título muy guay: “Si te gustó la escuela, te encantará el trabajo” (Anagrama). Y aunque en “El reino de Fife” vuelve a su terreno natural, su Escocia natal, que nadie espere ambientes sórdidos y deshechos humanos bañados en su propio vómito suplicando otra raya de speed. Al Welsh de ahora le preocupan otras cosas. Como la crisis de la mediana edad, la inexorable desintegración de la familia, la educación de las hijas adolescentes, la renuncia de la clase obrera a sus valores y la pérdida del espíritu de clase. Aunque es algo que por supuesto maquilla hablando todo el rato de chatis, culos, tetas, pajas, la Premier League, pintas y resacas varias hasta llegar, en ocasiones, a rozar el auto homenaje fácil. (Lo sabemos: te mueres por mojar y esta noche es tu único objetivo vital. De acuerdo. Siguiente). Pero cuando relaja esa pluma típicamente irvinewelshiana y se atreve con otros registros, no le sale nada mal. El primer relato, “Serpientes de cascabel”, probablemente peque de ser demasiado rocambolesco (tres amigos que vuelven de una rave se pierden en el desierto, a uno le pica una serpiente en sus partes más íntimas y la única manera de evitar que muera es succionar el veneno de ahí, y en esto aparecen dos panchitos un pelín homófobos). Pero “Las dogs de Lincoln Park”, protagonizado por un grupo de amigas pijas, bulímicas y adictas al Xanax (las “Desesperate, obsessive girl snobs”) es divertidísimo. Y “Miss Arizona” es total, con ese escritor de medio pelo que anda enfangado en plena crisis creativa hasta que entra en su vida una especie de Gloria Swanson en “El crepúsculo de los dioses” con dos aficiones: la taxidermia y darle al gin-tonic. Conclusión: sí, puede que Welsh se haya relajado un poco, y se entiende. Habrá que ver hacia dónde se dirige en sus próximas entregas. Pero sigue igual de gamberro, deslenguado y con la misma mala leche de siempre. Leticia Blanco