El canon de Rotterdam

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PANTALLAS

Cine independiente El Festival de Rotterdam impulsa desde hace años el Hubert Bals Fund, un fondo de ayuda a la producción de filmes de directores prometedores que provienen de países ajenos al primer mundo

En el mundo anglosajón, estos programas se conocen como aspirational tv: se publicitan como incentivo para aspirar a formar parte de ese lujo; “si haces las cosas bien, tú también podrás vivir así”. El matiz es relevante a la hora de retratar las series españolas, porque aquí el dinero está meticulosamente separado del logro. Este es el país que se colapsa el día de la lotería de Navidad, cuando la providencia reparte fortunas que caen del cielo. Los programas acompañan a millonarias que han obtenido su fortuna por la vía del matrimonio –excepto Valère, que es empresaria de discoteca y le interesa que siga la fiesta en tiempo de crisis–. En España queremos Mujeres ricas porque el dinero consorte non olet, y está a la vuelta de un giro del destino. En correspondencia con la falta de logros, la voluntad de las protagonistas es siempre entendida como puro capricho: la segunda temporada de Mujeres ricas presentaba, una vez editada, recursos típicos de las películas de humor. Los programas de millonarios han desembocado en una variante sorprendente. ¿Quién vive ahí? se presentaba como turismo por residencias privilegiadas pero ha derivado en puro escaparate: muchos de los recorridos culminaban en un precio de venta que se detallaba en pantalla sin ningún pudor. La culminación ha sido Supercasas, que se anuncia como un periplo por moradas de famosos deportistas pero ha resultado ser coto privado de un único estudio de arquitectura, el de Joaquín Torres: va más allá del product placement y es abiertamente una telepromoción dirigida a clientes que encargan residencias a medida. Los programas de millonarios comenzaron como sonda exploratoria y han terminado en una codificación doble: interna, con ricos que hablan para ellos, y externa, que se edita y se recibe desde el humor. Ambos bandos desprecian al rival pero atienden a la pantalla. A su capricho. |

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En el año 1998, el director de cine tailandés Apichatpong Weeresathakul recibía apoyo económico del Hubert Bals Fund, vinculado al Festival Internacional de Cine de Rotterdam, para la posproducción de su ópera prima, Mysterious Object At Noon. Gracias a esa dotación, el cineasta acabó el filme, que se estrenó dos años después en la sección a concurso del certamen holandés. Doce años más tarde, Weeresathakul ha sido premiado con la Palma de Oro en Cannes por Uncle Boonmee que recuerda sus vidas pasadas (2010), a su vez también ayudado por el fondo del certamen neerlandés. No es descabellado pensar que el caso del tailandés transforma en certeza la frase de Huub Bals, fundador y alma mater, hasta su deceso en 1988, del Festival de Rotterdam, en la que sentenciaba que “no hay que esperar que el futuro del cine provenga de Europa o Estados Unidos, sino de culturas cinematográficas mucho más desconocidas”. Más que un brindis al sol o una sintaxis de tono profético, la oración es el lema silencioso del certamen neerlandés y del Hubert Bals Fund, principal promotor del cine trasnacional gracias a las ayudas que concede a filmes fuera de la órbita del primer mundo, permitiendo, así, el establecimiento de agentes cinematográficos en todas

partes del globo, la permeabilidad entre éstos y la paulatina desaparición de lo fronterizo a la hora de concebir y construir lo fílmico. Las cifras hablan solas: desde 1988, más de 900 proyectos independientes han recibido apoyo económico del fondo neerlandés que, con cerca de un millón de euros de presupuesto, reparte ayudas para preproducción, producción, postproducción digital y distribución en dos convocatorias anuales de las que se benefician unos 60 proyectos de películas de entre los 750 que se presentan. La condición indispensable es que las propuestas sean originarias de países de Asia, Oriente Medio, Europa del Este, África y Latinoamérica. “Buscamos la calidad en los proyectos, aunque se trata de un con-

El auge del modelo de ayudas se demuestra en los filmes que ocupan los principales festivales y mercados cepto difícilmente evaluable”, afirma Iwana Chronis, actual directora del Hubert Bals Fund. “Se estudia su viabilidad económica, la carrera del cineasta, el contexto del país de origen... Hemos apoyado películas de Argentina, que posee una industria cinematográfica con-

Imagen de la película 'Liverpool’ (2008), del realizador argentino Lisandro Alonso

solidada pero que ofrece limitaciones para los cineastas noveles o independientes, mientras que también se ha ayudado a filmes de Sri Lanka, que carece de instituciones capaces de financiarlos. Es evidente que países como Sri Lanka necesitan mayor ayuda y es un factor que tenemos en cuenta, pero tampoco decisivo. Lo que nos parece más relevante, en definitiva, es cómo la película es capaz de ahondar en la propia cultura del país”. Nueva geopolítica del cine

Los resultados del modelo se aprecian al observar el incremento del número de filmes ayudados por el Hubert Bals Fund que han participado en el circuito de los principales festivales cinematográficos del mundo, muestras y a la vez mercados, espacios de prescripción, a fin de cuentas, del canon fílmico contemporáneo. Muy especialmente en el que se considera más importante a nivel de cine de autor: Cannes. Más allá del citado Weeresathakul, el Hubert Bals Fund ha sido decisivo en el auge del nuevo cine argentino a través del apoyo a la obra de Lisandro Alonso –Los muertos (2004) y Liverpool (2008)–; como también del nuevo cine rumano, que obtuvo sendos galardones en La Croisette, La muerte del señor Lazarescu (2005), de Cristo Puiu, logró el premio de Un certain regard en >

Cultura|s La Vanguardia

Actualmente dirige el festival Rutger Wolfson. La 40 edición del certamen tuvo lugar del 27 de enero al 6 de febrero de 2011

PAULA A. RUIZ

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International Film Festival Rotterdam (IFFR)

Miércoles, 9 febrero 2011

El canon de Rotterdam


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