Carla Simón ('Alcarràs') – IDEAS El País

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SÉPTIMO DÍA

L A P U N TA D E L A L E N G U A

Fenómenos impersonales

LA CARA DE LA NOTICIA

La ‘outsider’ de Alcarràs que tomó Berlín

ÁLEX GRIJELMO

L

Carla Simón La directora estrena el viernes su segundo largo, una cinta conmovedora y diáfana sobre el trabajo del campo POR PAULA ARANTZAZU RUIZ

LUIS GRAÑENA

E

n el cine de Carla Simón (Barcelona, 1986) hay al­ go del espíritu termita que celebró el canónico críti­ co Manny Farber. Obra a obra, Simón, a punto de estrenar Alcarràs, ha buscado expan­ dir los contornos de su cine, escapar de lo altisonante y lo previsible, avanzan­ do con “su actividad ansiosa, trabajosa y descuidada”. La meticulosidad de la cineasta parece contradecir esa idea sobre el espontáneo descuido que le gustaba al crítico estadounidense, pero, en verdad, es necesario haber pensa­ do mucho el cine para permitir que lo inesperado lo atraviese, como sucede en las películas de Simón. Podría decirse que uno de los anhe­ los de la realizadora es hacer cine de la vida, porque su biografía ha alimenta­ do sus ficciones. Sus trabajos se mue­ ven en las coordenadas de la familia y del duelo. En Verano 1993 (2017) ex­ plicaba su experiencia personal de la pérdida a través de la mirada de una niña huérfana, y en su segundo largo­ metraje, histórico Oso de Oro en la pa­ sada Berlinale, se ha inspirado en la rama materna para retratar la última cosecha de una familia de agricultores, obligada a renunciar a las tierras don­ de cultivan melocotones desde hace décadas. Sus cortometrajes también indagan en los lazos sanguíneos: en Correspondencia (2020), la catalana le cuenta a la chilena Dominga Sotoma­ yor la reciente muerte de su abuela; mientras que Llacunes (2016), que rea­ lizó para preparar Verano 1993, tomó las cartas de su madre, Neus Pipó, fa­ llecida de sida cuando Simón tenía seis años, para darle forma a su ausencia. Detrás, no obstante, de la pertinaz as­ piración a que el cine llegue a ser re­ flejo de la vida, está además el com­ promiso por mostrar la imagen justa y, sobre todo, un esfuerzo mayúsculo para lograr que la sustracción de ele­ mentos equivalga a una suma. Para mantener esa fidelidad con la verosimilitud y el naturalismo, se ha de ser muy disciplinado. Y Simón lo es. “La frescura, ese punto del error en las tomas, como lo llama Carla, exi­ ge mucha planificación”, apunta Ana Pfaff, montadora de las dos pelícu­ las de la directora. Para Arnau Vilaró, coguionista de Alcarràs, que se estre­ na el próximo viernes, Simón es muy exhaus­tiva en todos los procesos de la creación: guion, localización, rodaje y montaje. Junto a ella compartió dos años escribiendo el azaroso destino de los Solé, pasando dos veranos en la

La primera española en ganar la Berlinale ya había obtenido allí un premio del jurado con Verano 1993

masía de los Simón y en la de los Vi­ laró en Bellvís (Lleida), rodeados del material con el que forjarían el filme. Simón tenía muchas ganas de re­ tratar cinematográficamente qué sig­ nifica ser parte de una familia muy grande, como es la suya, donde pasan muchas cosas a la vez. Aunque su fa­ milia cultiva melocotones en Alcarràs (Lleida), la cineasta no creció ahí y sen­ tía que le faltaba algo si quería contar la película desde su posición. “Es un lugar que he vivido como una outsider”, admite Simón por videollamada. Tras la muerte de sus padres, ella se fue a vivir con sus tíos y su prima a Les Planes d’Hostoles, en La Garrocha, co­ mo plasmó en Verano 1993. En bachi­ llerato, Código desconocido (2000), de Michael Haneke, hizo que quisiera es­ tudiar cine en vez de periodismo y, al acabar el grado de Comunicación Au­ diovisual, viajó gracias a una beca a la London Film School para formarse co­ mo directora. Los cortos Born Positive (2012), Lipstick (2013) y Las pequeñas cosas (2015) cimentaron el aprendiza­ je. Con Verano 1993, logró el Gran Pre­ mio del Jurado Generation KPlus de la Berlinale, la Biznaga de Oro en Málaga y el Goya a la mejor dirección novel. El éxito internacional de su ópera prima ayudó a que se despreocupara, en cierto modo, de la financiación para Alcarràs. Había otro tipo de complica­ ciones: una historia con muchos per­

sonajes y actores no profesionales cuya presencia tenía que desprender auten­ ticidad. Por ese motivo Simón pensó en Vilaró: pese a que este no había es­ crito guiones, confió en él porque es de un pueblo del Segrià, la misma comar­ ca de Alcarràs, y su experiencia bene­ ficiaría a la historia. Esos veranos de escritura fueron también los últimos de fiestas mayores, de observar a los familiares cosechar y de conocer a los vecinos de la región, antes de que la pandemia paralizara la producción. Con el material en la sala de edi­ ción, Pfaff y Simón pasaron meses compartiendo jornadas intensas, dis­ cutiendo toma a toma cómo equilibrar esa polifonía, cómo hacer que se des­ lizaran las imágenes y a la vez gene­ raran tensión dramática. Aspiraban a que el máximo del metraje encontra­ ra su lugar en el corte final del filme. También, entre bromas, a que fuera una película “trepidante”. A Simón no le gusta precipitarse y hace gala de un ánimo metódico, a pesar de que confiesa que su cabeza es un hervidero de ideas. “No sé hasta qué punto uno puede aprender cuan­ do lo hace todo rápido o cuando in­ tenta hacer una película que no sabe hacer”, reconoce. Siente, además, que el tiempo era necesario para que Alcarràs hiciera justicia al lugar, que refle­ jara el vínculo de los Solé con el cam­ po, que reivindicara esa forma de vida en ese paisaje “sin preciosismos”. La película es una crónica árida y tierna sobre un mundo rural en extin­ ción. Fuera de esa conmovedora elegía se ha quedado mucho material, sobre todo de los niños de la película jugan­ do. “Niños, juego y Carla: ¡te lo puedes imaginar!”, exclama Pfaff. Simón, en el segundo trimestre de embarazo, son­ ríe con dulzura: “Son mi punto débil”.

a ausencia del sujeto gramatical en una oración se suele dar con naturalidad en el idioma. Lo hacemos sin mala inten­ ción cuando aquello que no se dice sí se transmite, al considerarse sobrentendi­ do. Por ejemplo, en la oración “se trabaja mucho en esa empresa” descodificamos con facilidad que “los empleados de esa empresa trabajan mucho”. Tampoco hay trampa en el uso de los verbos im­ personales léxicos que carecen de sujeto y que abun­ dan en el terreno de los fenómenos naturales: llue­ ve, graniza, clarea, amanece, nieva, hace frío, diluvia, llovizna, relampaguea, escarcha, escampa, anochece, alborea… En ellos no podemos responsabilizar a na­ die de lo que sucede y por tanto tampoco se oculta ningún sujeto, sencillamente porque no existe. Sin embargo, a veces pronunciamos oraciones cu­ ya construcción sin sujeto implica emitir un pensa­ miento incompleto. Si decimos “hay muchos árboles en mi ciudad”, “había poca gente en la manifestación” o “habrá festejos en esa fecha”, se oculta (deliberada­ mente o no) la existencia de un agente activador: al­ guien plantó y cuidó los árboles; la gente no acudió a la manifestación; el Ayuntamiento organizará la fiesta. Y en otros casos, la omisión que provocamos con ese verbo impersonal se convierte en insinua­ ción ventajista: “Hay que bajar la basura”, “habrá que hacer la cena”. Ahí la ocultación del sujeto esconde a quién se dirige el mensaje: “Tienes que bajar la ba­ sura”, “ponte ya a preparar la cena”. El silenciamiento del suje­ to se produce también cuando alguien nos responde, tras ha­ berle pedido explicaciones por algo: “Se me dijo que lo hiciera Empiezan así”; porque omite quién dio tal a rodearinstrucción: bien por caridad o bien porque el hablante desvía nos hoy en día las su propia culpa. Los impersonales de rumor oraciones (usados en algunos medios) en­ elusivas en cubren a su vez la falta de com­ las cuales probación, ya se formulen con “se” o mediante un sujeto táci­ los seres to inespecífico: “Se cuenta que inanimados le disgustó la propuesta”, “dicen parecen que el ministro reaccionó mal”. cobrar vida (¿Quién cuenta, quién dice?). Por ese camino de menos a más nos vamos adentrando ya en las oraciones im­ personales o en las impersonales reflejas que impli­ can la ocultación deliberada de la autoría o de la res­ ponsabilidad. Decimos “se rompió el jarrón”, “se le estropeó el coche”, “se incendió la casa”, cuando el ja­ rrón cayó al suelo porque habíamos dejado abiertas las ventanas, el auto se averió por no añadirle aceite y la casa ardió por una leña mal apagada. Empiezan a rodearnos también hoy en día las ora­ ciones elusivas (de diversa consideración gramatical) en las cuales los seres inanimados parecen cobrar vi­ da: “Se ha ido la corriente”, “se ha colgado el sistema”, “los datos de miles de clientes quedaron al descubier­ to”, “bajarán las ayudas”… Como si el sistema, la co­ rriente o las subvenciones tomaran decisiones por su cuenta, como si los datos hubiesen urdido una fuga. El verbo “oler” ejerce a veces funciones de imper­ sonal: “huele mal aquí”. Pero de inmediato sentimos la necesidad de averiguar qué es lo que huele mal, para que la oración disponga de un sujeto y así poda­ mos solucionar el problema. Del mismo modo, tene­ mos derecho a desconfiar de ciertos mensajes en los que se menciona la acción pero se desvía la atención respecto a las personas que la pusieron en marcha. Estas maniobras de distracción progresan en el len­ guaje público, en las empresas, en la vida personal. Con “se avecina una nevada” no hay culpables. Con “se dispara el precio de la luz”, podemos en­ contrarlos.


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