LA BELLA DAMISELA, EL BELLO MANCEBO Y EL MALVADO JUAN
Erase que se era una bella damisela de cabellos rojos e intenso mirar. Paseaba su encanto entre diversos seres que la miraban y alguno la hacía motivo de sus sueños también. Ella miraba y trataba a todos por igual, incluso al malvado juan, hombre codicioso, malintencionado y malentretenido que deseaba a esa cándida damisela para los más infaustos fines que su retorcida mente le dictaban. Así y todo nuestra heroína trataba a Juan con la más cálida deferencia y el malvado se consumía de amor por ella y soñaba con hacerla víctima de sus más bajos instintos. Un soleado día apareció como de la nada un mancebo que se adueñó del corazón de ella desde el primer instante. Dueño de una viva personalidad, una esbelta talla y una simpatía que compraba al más infecto de todos (Juan, por ejemplo). A partir de ese momento este bello mancebo ejerció un poder de atracción sobre la bella damisela que produjo en Juan las más pavorosas ideas de venganza y deseos de provocarles todo tipo de sufrimientos a ambos con las intenciones más perversas que solo un ogro pudiese pergeñar. Torturado por los celos le hacia todo tipo de maldades al mancebo que estoicamente soportaba gracias al desmedido amor que sentía por la bella damisela. No era muy demostrativo y eso era lo que más atraía a la damisela. Roncaba al dormir, que era casi todo el tiempo, mientras Juan lo miraba con recelo e
ideaba la forma de plasmar todas las maldades que su lúgubre mente le dictaba. Siempre fracasaba y eso lo consumía cada vez más. Se decía a sí mismo -No puede ser que ese inicuo amor triunfe ante mis sofisticadas maldades. Que mis inteligentísimas perversiones sólo alimenten la hoguera de ese amor apasionado. Y yo quede aquí arrumbado y solo. Por qué, ¿qué es él al lado mío? Que su rara belleza y su gran apostura venza a mi endiablado talento. Sé que soy feo y contrahecho como el sapo cancionero pero lo compenso con mis raros talentos. ¿Qué hago? Cada vez que los veo mirarse con esa intensa ternura agonizo y le pido a la malvada Carmen que me de ideas para arruinarles la vida a estos dos felices enamorados. Pero ni la maldad de esa vieja arpía y la mía juntas pueden vencer ese amor gigante. ¡Bah! que sean felices total yo moriré achicharrado en mis celos y seré infeliz y no comeré perdices como ellos. ¡Ojalá que se indigesten! ¡Tomá! Y así termina este cuento con final poco feliz para Juan pero muy feliz para la bella parejita pero volverá, cuando Juan se recupere de esta humillante derrota que le propinó el puro amor, Juan volverá con fuerzas renovadas para impedir que ese apasionado romance continúe. Y colorín colorete…mejor no sigo. Fdo. Malvado Juan.