UN AÑO De Juanjo Carreró
-Un año-. -Un año- me dijo. -Estas pagando el no haber hecho bien las cosas. Pero hay otro problema, probablemente un tiempo antes te quedes ciego-. Salí de ese consultorio destruido, se me habían caído los sueños, el ánimo…la estantería. Llegué a mi casa y me quedé sentado, mas bien desparramado, en el sillón del living, a oscuras, durante un rato largo. Pensé que hacer de mi puta vida de ahora en más. ¿Viajo con los ahorros? ¡No! Si a mi no me gusta viajar, soy lo menos aventurero que hay en plaza, ¿será que mi cobardía llega hasta ahí? ¿Qué hago con mis deudas? ¿las pago, no las pago…? ¿Qué estoy pensando? Si, salvo a mi mismo, no le debo nada a nadie, ni ese aderezo tiene mi vida, ni la sal de un reclamo, ni la pimienta de un vencimiento, cuando pase lo que pase ningún acreedor se va querer cortar las que te Jedi porque no va a tener a quien cobrarle. ¿Le regalo el piano a algún colegio? ¿Para qué? para que los pibes lo usen como blanco de sus dardos (quien no lo hizo) o para dejar testimonios varios con la cortapluma ¿Y mis guitarras?, ¿dónde irán a parar?, seguramente a un ropero eternamente colgadas y con el encordado siempre incompleto ¿Mi gato?, como mi sombra no tendrá con quien ir cuando yo no esté ¿Vuelvo al laburo? Y seguir con esa rutina que me tenía harto pero que no pude largar sólo por la fuerza de la costumbre o porque no me
animé a hacer otra cosa. ¡Ah! ¡Que tipo gris soy! Me quedé pensando todo el resto de la mañana. Repasé toda mi vida varias veces, ¡dios mío! ¡Que vida tan igual! Ya me estaba durmiendo (consecuencia lógica) cuando algo me hizo pegar un respingo, era que se me había cruzado la idea salvadora que le daría sentido a mi vida o lo que quedaba de ella. ¡VOY A HACER LO QUE NUNCA ME ANIMÉ! ¡QUE CARAJO! Cagarme de risa de todo. Que todo me importe un pito y reírme de todo el mundo, fundamentalmente, de mi mismo, ¡vamos todavía! Para empezar voy a ir al laburo pero no voy a ser el mismo empleaducho de siempre. Voy a ser una fiera. Al idiota de Fungolo le voy a revolear las gambas que siempre pone en mi escritorio porque me da mucha bronca que lo haga y, también, que llegue siempre primero que yo, ¡imbécil! siempre sobrándome y haciendo de mi el blanco de sus bromas y que no me provoque ¿eh?, porque lo emboco. A Adela, la ordenanza, que te sirve café como si te estuviera haciendo un favor y limpia por donde ve la suegra, cagarla bien a pedos y ponerla en su lugar. A Andrea, la bella de la oficina, que, por supuesto, se cree mucho mas linda de lo que es en realidad ( lo que pasa es que es la única) y usa unas minifaldas que nosotros agradecidos, pero no puede ni estornudar, esperarla que venga caminando por el pasillo y justo en el momento que pasa al lado mío levantarle la pollera y gritarle:-¡roja!- o el color de bombacha que tenga ese día y después que sea lo que dios quiera, ¡que me importa! ¡Jah! Después sentarme tranquilo a esperar al pelado. El pelado es el jefe. Cabrón como él solo, chapado a la antigua y jamás, creo que en su vida, hizo una broma. Cacarea una rectitud a prueba de balas y… que la corrección, la decencia…estoy
seguro que hasta es del Opus dei, pero revolea los ojos cuando le pasa Andrea cerca, no le quita la vista a esa minifalda y mataría por conocer lo poco que tapa esa prenda. Para él tengo preparado algo especial. Estoy seguro que cuando se encierra en su despacho practica todo tipo de guarradas. Si esa oficina hablara…También se que cuando se queda solo, después del horario, se arman fiestas que nada tienen que ver con lo que bavardea siempre de la corrección, la moral y todo eso. Pienso hacer lo que todo el mundo tiene ganas pero no hace por miedo: decírselo en la cara, a los gritos y en la oficina. ¡Jah! Se va armar un bolonqui. Pero ahí no termina mi derrotero. Ese sólo será el comienzo, voy a ser el vengador de los tímidos, de los apocados, de los que le tienen miedo al jefe, de los que no se animan a levantarle la pollera a su compañera de trabajo, de los que quisieran putear al compañero que los ningunea. De todos ellos pienso ser el abanderado y reivindicar ese sojuzgamiento que llevan en el alma. Bah! Ser el adalid de los perdedores. Eso le dará sentido a mi existencia y después de que logre todo aquello voy a saborear el gusto a victoria que me va a quedar en la boca. Luego, volveré a casa. Allí me encontraré con la soledad de siempre de mi departamento de soltero empedernido, con mi realidad y con ese puto diagnóstico. ¡Ah!, el portero, perdón, el encargado…¡ma que mierda: el portero!, también va a tener lo suyo. Lo primero que le voy a decir es que es un maleducado, un coimero y un cornudo (eso quisiera, la mujer esta bastante buena) y que se acabaron las propinas para siempre y que en cada reunión de consorcio voy a proponer que lo echen y además le voy a decir que la
indemnización le va a servir de muy poco si no tiene un hueso sano. ¡Mierda! ¡Ah, si, si! Voy a ser un demonio, esto de ser el paladín de los oprimidos es un apostolado, exige una total entrega y yo voy a ser implacable. EN ESO SUENA UN GRITO DE AFUERA QUE LO DESPIERTA -¡Nene, se te hace tarde!Me desperté sobresaltado, era mi vieja que me llamaba para ir al colegio. Me vestí rápido y al salir me dije: -En el próximo sueño le toca a la maestra, a la directora y a un par de compañeros que me tienen los huevos al plato-, me enfundé el guardapolvo y me las piqué. Al portero, perdón, al encargado lo saludé con mi mejor sonrisa. -¡Hasta luego, Roberto, saludos a su señora!-
JUANJO.