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La agencia del cuidado

(2019). Celebración del día de velitas. (De izq. a der.) Arriba: Algunos hijos e hijas de mi abuela: Salatiel, Leticia, Libia, Patricia, Doris, Armando. Abajo: Yarik (Bisnieta), Maye, Laura (Nieta), Paula (Yo), Jessica (Nieta), Dario (hijo), Javier. [Fotografía] Recuperado de Archivo Familiar.

Quisiera introducir a otros actores secundarios en esta historia: mi tía Libia, mi tía Lety y mi tío Armando. Mi tía Libia, ha vivido casi toda su vida en Anolaima en un apartamento que conecta con la casa de mi abuela, ella la acompañó y la cuidó hasta su muerte. Mi tía Lety, quien después de haber trabajado en Bogotá se pensiono y volvió a Anolaima, se dedicó a cuidar a mi abuela en sus últimos años y ahora se dedica a cuidarnos a todos nosotros. Por último, mi tío Armando, quien vive conmigo y ha sido mi principal figura paterna. Sin embargo, aunque ellos fueron parte importante en el proceso, realmente la segunda protagonista de esto es mi mamá: Patricia. Ella nació y creció en Anolaima, y aunque ahora vivimos en Bogotá, tratamos de visitar a mi tía Libia y a mi tía Lety un par de veces al mes. Mi mamá es profesora, ella pasa casi diez horas diarias cuidando niños y niñas de dos a tres años de edad. Ella siempre ha sido una experta del cuidado, porque su profesión así lo requiere. Según me lo relata ella misma, mi abuela le enseñó todo lo que sabe sobre el cuidado: cómo cuidar un hogar, cómo cuidar un hijo, cómo cuidar las relaciones, y sobre todo, cómo cuidar una jardín. No había entendido la importancia de este término hasta que decidí hacer un mapa con todas las palabras que tenía hasta el momento sobre mi proyecto.

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(2019). Diagrama con los términos más importantes en mi proyecto. [Figura]. Elaboración Propia.

Tuve que verlo un poco de lejos para poder entender que todas estas acciones que sucedían dentro del jardín, como lo son la extensión de la identidad, la liberación personal y la construcción del hogar, eran diferentes expresiones del cuidado.

Pero, ¿Qué es el cuidado?

Cuando le pregunté a mi mamá qué significa para ella la palabra cuidado, me respondió con otra pregunta: ‘‘¿Pero hablando de las matas, los niños, o qué?’’ yo solo le pedí que me lo definiera como ella lo entendía.

‘‘Es estar pendiente de las matas, de cuando toque abonarlas, quitarles la maleza, sembrarlas para que se desarrollen bien y den los frutos. Pero esto se puede hacer cada dos o tres meses. En cambio, con los niños pues es un cuidado constante porque uno tiene que enseñarles a sonarse, a limpiarse y todas esas cositas que ellos tienen que ir aprendiendo todos los días.’’

En este párrafo mi mamá me hizo considerar si acaso existían diferentes tipos de cuidado. Para mí, cuidar niños y cuidar matas puede ser una labor equiparable, sin embargo las acciones que se realizan pasan en tiempos diferentes.

Posteriormente, cuando estaba reunida con mi tío Armando y mi tía Libia, les pregunté cómo los cuidaba mi abuela. Su respuesta, en general, estaba relacionada con estas acciones típicas de una ‘buena madre’, pero que son destacables teniendo en cuenta el contexto de pobreza y ruralidad en el que ellos vivían. Para ellos el cuidado era que mi abuela hubiera mandado a sus catorce hijos al colegio, era que les enseñara a tener higiene, a estar bien presentados, a lavar su propia ropa, a organizar sus objetos personales. Pero había un elemento muy importante en todas sus respuestas: los alimentos. Desde que tengo memoria, en mi casa siempre se ha aplicado lo de ‘‘donde comen dos, comen tres.’’ Y es que incluso, cuando yo estaba en el colegio y a mi mejor amiga no le alcanzaba el dinero para el almuerzo, yo le compraba lo mismo que yo iba a comer; hice esto durante casi cuatro años sin esperar nunca nada a cambio. Yo solo quería que ella no se quedara sin comer.

La respuesta más conmovedora la recibí de mi tío Armando:

‘‘Ella pelaba las cosas con mucho amor, servía las cosas con ese cariño. Para un cumpleaños mío me sirvieron el desayuno y habían comprado un huevo exclusivamente para mí. Recuerdo que dije, habrá que cumplir años todos los días pa’ que me den un huevito.’’

Después de aquellas conversaciones con mi mamá, mis tíos y mis tías, ahora entiendo el cuidado como una serie de acciones que están directamente relacionadas al cariño. Cuidar, para mí, es sinónimo de preocuparse. Pero esta preocupación está ligada al intento por conservar el bienestar de lo que amo, ya sea una persona o un objeto. Es ese deseo de preservar y guardar, es el deseo de que dichas cosas sean eternas.

(ca. 1985). La tía Mónica alzando a un sobrino en el jardín de Anolaima. [Fotografía]. Recuperado de Archivo Familiar.

‘‘El verdadero secreto radica en el amor, en el ojo del amo que engorda al caballo, y en estar pendiente de todo y de todos. Por eso, cuando voy a visitar a un amigo y charlamos media hora ante un buen vaso de vino, mi imaginación está en los jardines, y temo que algo pueda sucederles durante mi ausencia.’’ (Chéjov, 1894)

¿Entonces, qué es el cuidado? De acuerdo con la teoría Ethics of Care, desarrollada desde mitad del siglo XX , el cuidado se ve como una serie de implicaciones morales y normativas entre quienes lo practican, promoviendo el bienestar de todos los actores implicados en esta red. Esta teoría ha sido descrita como una ética femenina y feminista, y sobretodo, relacionada con la maternidad.

Según, Joan Tronto, una reconocida exponente de esta teoría, define el cuidado como una serie de prácticas que buscan mejorar el mundo en en que nos desenvolvemos en pro de nuestro bienestar físico, mental y contextual. Este cuidado consta de cuatro etapas, (1) Atención para identificar la necesidad de cuidado. (2) Responsabilidad para atender y responder dicha necesidad. (3) Aptitud para brindar un cuidado efectivo. (4) Capacidad de Respuesta para ver la posición en la que se encuentran los otros a través de sus propios ojos y el reconocimiento de un potencial de abuso en el cuidado. (Tronto, J., 1994, p. 126-136)

Por otro lado, Maurice Hamington, se enfoca en el cuidado a través del embodiment, lo que implica hay que reconocer la dimensión corporal del cuidado, ya que solo a través de esta podemos entender y cambiar las consideraciones éticas sobre el contexto, las relaciones y el conocimiento afectivo. (Hamington, M,. 2003, p. 3)

El cuidado, por supuesto es una práctica que se desarrolla por medio de acciones. De acuerdo con Bruno Latour y su Teoría del Actor-Red (ANT, por sus siglas en inglés), estas acciones que se desarrollan en una compleja red que envuelve diferentes entidades, humanas o no, se denominan agencias; y tanto como un humano, como algún animal o un objeto perteneciente a una de estas redes, posee una (Latour, 1980.). Pero las agencia son más que el actuar, estas se constituyen a partir de todas las implicaciones que tienen dentro de su red. En palabras de Latour, ‘‘[...] Un actor actúa en colaboración con otros hasta el punto de que no siempre está claro quién está haciendo qué. La acción se mueve. Es como un fluido viscoso. Lo que hace cada actor también depende de sus co-actores, de si le permiten actuar y de lo que le permiten hacer, de las reglas y regulaciones’’. (Latour, 1980.)

Por otro lado, también existen las embodied practices, este término sugiere que vivimos y experimentamos el mundo a través de nuestros cuerpos, especialmente a través de la percepción, la emoción y el movimiento en el espacio y el tiempo (Tiwari, 2010.). Esto quiere decir que la existencia del mundo sería inconcebible si no fuera por los sentidos. Estos son los que nos permiten percibirlo, imaginarlo, transformarlo y recordarlo.

Acorde con Bhatti (2006), estas prácticas están ligadas a la performatividad de género. Es decir, mi abuela no tenía las mismas embodied practices que mi abuelo. Mientras mi abuela podía arreglar sus plantas, casi que con los ojos cerrados, mi abuelo podía hacer una soldadura de la misma forma.

(ca. 1980). La abuela Inés Ángel y el abuelo Vicente Recamán. [Fotografía] Recuperado de Archivo Familiar.

(ca. 1980). La abuela Inés, su hijo Dario, su hija Patricia y el abuelo Vicente, en la celebración de la Primera Comunión de sus dos hijos menores. [Fotografía]. Recuperado de Archivo Familiar.

El cuidado es una agencia que se performa por medio de embodied practices. El conocimiento sobre el cuidado no se encontraba del todo en la mente de mi abuela, sino también en sus manos. Sin embargo, cuando el cuerpo que desempeña las actividades comienza a transformarse, las prácticas también lo hacen.

Aunque mi abuela recordaba cómo ejercer el cuidado sobre sus matas, su cuerpo había perdido la habilidad para performar esta agencia. Ella ya no podía permanecer de pie mucho tiempo, ya no podía agacharse a arrancar maleza por horas, ya no podía inhalar todo el polvo de la tierra. Cuando esto pasa, según Bhatti, las personas dejan de percibir este espacio como parte del hogar y deja de ser un lugar cómodo para ellos. Lo perciben como un símbolo de que han perdido algo, de que ya no son capaces de desarrollar tareas que siempre han sido tan familiares para ellos, entonces deciden dejarlo atrás, se deshacen de este espacio y lo dejan morir. Sin embargo, desde mi perspectiva alimentada por mi experiencia personal, en Colombia el jardín no muere, si existe alguien a quien atribuirle el cuidado de este. Esta agencia del cuidado se traspasa a algún familiar cercano que haya participado activamente en el cuidado del jardín.

En el caso de mi familia, aun cuando mi abuela dejó sus conocimientos sobre el cuidado en todos sus hijos, fue mi mamá quien se acercó con un deseo e interés personal por el jardín. Cuando mi abuela ya no podía permanecer mucho tiempo de pie, se sentaba en una silla al fondo del jardín mientras mi mamá lo arreglaba. Cuando mi abuela murió, todo su conocimiento ahora yacía en la mente y en las manos de mi mamá. Y aunque está claro que quiero hay que dejar de pensar en el jardín como una propiedad, es justo señalar que el jardín de Anolaima que hace trece años era de mi abuela, ahora es de mi mamá.

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