La historia del Papa Francisco para niños
Escrito por Marlyn Evangelina Monge, FSP; y Jaymie Stuart Wolfe Introducción por el Cardenal Seán Patrick O’Malley, OFM Cap. Ilustrado por Diana Kizlauskas
Boston
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Contenido Introducción... . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. iv Un nuevo comienzo... . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. 1 La casa de la abuela... . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. 4 Los días felices... . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. 7 Manos que ayudan .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 11 A trabajar... . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . . 14 Un descubrimiento inesperado... . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . . 17 Una decisión importante ... . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . . 21 Los siguientes pasos... . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . . 24 Un sacerdote para siempre .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 27 Problemas y terror... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 31 Una reunión en el aeropuerto .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 34 Uno con el pueblo ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 38 Tristeza, y un nuevo pastor .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 41 Milagros con Jesús .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 44 Noticias sorprendentes... . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . . 48 Inclinándose y bendiciendo ... . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . . 51 Vayan y hagan discípulos... . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . . 55
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Introducción Me gustaría contarles un cuento sobre mi amigo, el Papa Francisco. Hace unos años, antes de que él fuera Papa, me quedé en Argentina durante un viaje a América del Sur. El Cardenal Jorge Bergoglio me invitó a pasar un tiempo con él. Tuvimos un encuentro maravilloso, donde reímos mucho. Todavía tengo buenos recuerdos de mis días con él. El Cardenal Jorge es un buen amigo —¡incluso me había dado un regalo!—. Era una grabación de música argentina tradicional que se canta durante la Santa Misa. Ahora, el Papa Francisco es un regalo para todos nosotros. Él ama a Jesús y a la Iglesia. Nos está enseñando cómo vivir el Evangelio en nuestras vidas. El Papa Francisco es un hombre sencillo y simpático, y ama
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a los niños. Entonces, quiero invitarlos a conocer mejor a nuestro Santo Padre Francisco. Este libro que están por leer está lleno de historias interesantes de la vida del Papa Francisco. Aprenderán cómo era de niño y de joven. Verán cómo siguió el plan que Dios tenía para él como Jesuita, sacerdote y obispo. Conocerán al Cardenal Jorge de Argentina y sabrán cómo llegó a ser nuestro Santo Papa. Dios siempre escucha las oraciones de los niños. Espero que se acuerden de rezar por el Papa Francisco y que le pidan a Dios que lo bendiga y que lo ayude a servirnos como papa. Cardenal Seán Patrick O’Malley, OFM Cap. Arzobispo de Boston
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Un nuevo comienzo Mario Bergoglio (ber-GO-li-o) era un hombre joven. Estaba de pie en una pequeña iglesia, vestido con su mejor ropa. Él esperaba a su hermosa novia. Mario pensó en todo lo que había sucedido en los últimos siete años. Mario tenía veinticuatro años cuando se fue del norte de Italia. Él y sus padres, Giovanni y Rosa, habían llegado a Buenos Aires por barco. Tenían la esperanza de una vida mejor. Giovanni había sido un trabajador del ferrocarril en Italia. Allí no era fácil ganar dinero suficiente para mantener a su familia. Así que decidieron vender la casa y unirse a los hermanos de Giovanni en 1
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Argentina. Argentina es un país de América del Sur donde se habla español. Rosa había cosido el dinero de la familia en el cuello de su hermoso abrigo de piel de zorro. Con este dinero, la familia sería capaz de volver a empezar en una nueva tierra. A pesar del calor, llevaba puesto el abrigo al salir de la nave. Llegaron en una mañana caliente de verano en enero de 1929. La familia Bergoglio estaba feliz de encontrar a otros inmigrantes italianos que ya vivían en Argentina. Sin embargo, tuvieron que hacer muchos cambios. En casa hablaban italiano; pero afuera tenían que hablar español. Había diferentes costumbres y tradiciones, música y bailes. Incluso, ¡las estaciones del año eran al revés! Aprender tantas cosas nuevas al mismo tiempo era un desafío. Necesitaban tener paciencia y trabajar mucho. Y, por la gracia de Dios, pudieron hacerlo. Mientras Mario continuaba recordando, una sonrisa se dibujó en su rostro. Hacía apenas un año, había sucedido algo que cambió su vida para siempre. Mario fue a misa en la iglesia de San Antonio. Allí conoció a
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una joven encantadora, Regina María Sivori. Su familia también era de Italia. Mario y Regina se enamoraron. Ahora Mario la esperaba al pie del altar. El rostro de Mario se llenó de alegría cuando vio a Regina caminando por el pasillo con su hermoso vestido blanco y velo. La feliz pareja se casó en la pequeña iglesia el 12 de diciembre de 1935. Se instalaron en el barrio de Flores, en Buenos Aires. Vivían en una casa sencilla, que tenía un árbol de limón y un árbol de toronja en el patio. Allí, daban gracias a Dios por el don de la vida y la bendición que uno era para el otro, mutuamente.
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La casa de la abuela Regina y Mario pronto se enteraron de que iban a tener un bebé. El bebé nació el 17 de diciembre de 1936. Los orgullosos padres llamaron a su hijo Jorge Mario. A menudo, lo llamaban por su apodo, Jorgito. Toda la familia amaba a Jorgito. Pero no fue el más pequeño de los Bergoglio por mucho tiempo. Cuando tenía poco más de un año de edad, su madre dio a luz a otro niño, Oscar. ¡Jorgito era ahora el hermano mayor! —Sé que el cuidado de los más pequeños es mucho trabajo, Regina —dijo la abuela Rosa—. Con mucho gusto podré venir a tu casa por la mañana y llevarme a Jorgito a mi casa para cuidarlo hasta la tarde. 4
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A Jorgito le gustaba pasar tiempo con sus abuelos. La abuela, Rosa, y el abuelo, Giovanni, hablaban italiano en casa. También le hablaban italiano a Jorgito. Así, Jorge creció hablando español e italiano. Todos los días, la abuela Rosa iba a recoger a Jorge. Durante toda la mañana, Jorge, la abuela Rosa y el abuelo Giovanni leían y jugaban juntos. Cuando la abuela Rosa preparaba el almuerzo, era como una fiesta. Los abuelos de Jorgito le enseñaron a rezar. Y también le contaban historias de la vida de los santos. Ya por la tarde, regresaba a casa. 5
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En el exterior, la casa de Jorge no tenía nada especial. Era un lugar pequeño, con dos árboles frutales. Pero en su interior, el amor y la fe de la familia Bergoglio, cada vez más grande, hicieron de la casa un maravilloso lugar para ser niño.
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Los días felices Jorge pronto empezó la escuela en el Colegio Misericordia de su barrio. Allí le enseñaron las hermanas que pertenecían a las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia. Jorge disfrutaba coleccionando sellos. También se divertía jugando con Oscar y con los otros niños de la escuela. ¡Jorge tenía mucha energía! La Hermana Dolores, una de sus maestras, se echó a reír cuando vio cómo estudiaba las matemáticas. Saltando y riendo, Jorgito subía y bajaba las escaleras mientras recitaba las tablas de multiplicar en voz alta.
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Un salto: —¡Dos por dos son cuatro! Otro salto. —¡Dos por tres son seis! Otro salto. —¡Dos por cuatro son ocho! Jorge hacía esto una y otra vez, sonriendo y riéndose todo el tiempo. ¡Nunca se cansaba de saltar! Cuando Jorgito llegó a la edad de tomar su primera comunión, la Hermana Dolores le ayudó a prepararse, así como también ayudó a Oscar y a los otros niños. Juntos, los niños aprendieron que, cuando el sacerdote dice las palabras de la consagración en la Misa, Dios cambia el pan por el cuerpo real de Jesús, y el vino, por su sangre real. También aprendieron los Diez Mandamientos y muchas otras cosas que les ayudarían a elegir entre el bien y el mal. —Niños, lo mejor que pueden hacer es rezar —dijo la Hermana Dolores—. Récenle a Dios cuando tengan que tomar decisiones y pídanle a la Madre María que siempre estén cerca de su Hijo.
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Jorge estaba tan emocionado que no podía esperar. Rezaba todos los días para que Dios abriera su corazón y así poder recibir a Jesús. Amaba a la Santísima Virgen y rezaba un avemaría a menudo para pedirle que le ayudara a ser un buen niño. Antes de darse cuenta, había llegado el día que tanto ansiaba Jorge. Jorgito se arrodilló en la baranda del altar al lado de su hermano Oscar. El sacerdote se acercó, sostuvo la hostia consagrada y dijo: —El Cuerpo de Cristo. Jorge respondió rápido y solemnemente: —Amén. Y abrió la boca. No podía dejar de sonreír. Él había recibido a Jesús, y su corazón saltó como lo hacían sus pies cuando saltaba en las escaleras.
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