Oraciones abril

Abril

Por María Belén Sanchez B, fsp

A

prender a orar es una actividad como cualquier otra.

Aprendemos a leer, caminar y hablar, pero cuando hemos aprendido, la misma experiencia nos va llevando de la mano.

Los métodos, los sistemas y las oraciones insistentemente repetidas van creando un clima, una disposición interna, de manera que cuando el Señor deja caer la semilla de su Palabra en la oración, ésta puede germinar y fructificar con facilidad porque encontrará una tierra fértil y bien preparada.

Esta actitud de apertura y de receptibilidad no se logra en un día ni se alcanza sin esfuerzo. Es preciso la constancia y la asidua dedicación a ese ejercicio de diálogo y de una escucha amorosa y filial.

Los siguientes cinco ejercicios para orar durante este mes, no son para leerse, ni mucho menos ejercitarse en un sólo día o los minutos que se tome leer esta sección, sino que cada uno de ellos pueden ser realizados a lo largo del mes y buscando, durante algún día de la semana, un ambiente y tiempo apropiados para alimentar adecuadamente el espíritu. Para mayor éxito de esta ejercitación, no olvidarse de invocar la presencia del Espíritu Santo.

La verdad les hará libres Esto es lo que decía Jesús, y muchos creyeron en él.

Jesús decía a los judíos que habían creído en él: «Ustedes serán verdaderos discípulos míos si perseveran en mi palabra; entonces conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.» Le respondieron: «Somos descendientes de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Por qué dices: “Ustedes serán libres”?»

Jesús les contestó: «En verdad, en verdad les digo: el que vive en el pecado es esclavo del pecado. Pero el esclavo no se quedará en la casa para siempre; el hijo, en cambio, permanece para siempre. Por tanto, si el Hijo los hace libres, ustedes serán realmente libres.

Jn 8,21-31

Eso es lo que el Señor quiere, que seamos libres, que vivamos en plenitud, felices y contentos, pero ni siquiera nos obliga, sino que deja en nuestras manos la posibilidad de hacer una opción para que lleguemos a su casa por nuestros propios pasos.

Aunque la realidad que nos pone como ejemplo Él mismo es muy distinta, Él se hace ofrenda, esclavo de todos, para salvar a todos.

ORACIÓN Busco la libertad, dicen que está contigo.

Te busco a Ti, Señor, y al fin te encuentro atado a una cruz: crucificado. ¿Esa es La libertad?

Libre para decir al mundo lo que es esa verdad; libre para amar con ese amor externo, sin medida y sin límites.

Libre quiero ser ya también, Señor, para imitarte, y para ser contigo profeta que lleve la verdad.

El que crea En Mí No morirá para siempre En verdad les digo: el que guarda mi palabra no probará la muerte jamás.» Los judíos replicaron: «Ahora sabemos que eres víctima de un mal espíritu. Abraham murió y también los profetas, ¿y tú dices: “Quien guarda mi palabra jamás probará la muerte”? ¿Eres tú más grande que nuestro padre Abraham, que murió, lo mismo que murieron los Profetas? ¿Quién te crees que eres?»

Jesús les contestó: «Si yo me doy gloria a mí mismo, mi gloria no vale nada; es el Padre quien me da gloria, el mismo que ustedes llaman «nuestro Dios». Ustedes no lo conocen, yo sí lo conozco, y si dijera que no lo conozco, sería un mentiroso como ustedes.

Pero yo lo conozco y guardo su palabra.

Jn 8,51-59

En medio de la vida que a menudo arrastramos, nos sentimos perdidos, agobiados, porque a veces andamos lejos de lo que Dios nos pide, porque Él nos invita a la vida, a la libertad, a la plenitud, a la felicidad.

ORACIÓN El dolor de mi pueblo es agonía, anhelos suplicantes en la noche, esperanza feliz de un nuevo día.

Tanto engaño y mentira han escuchado que ya no saben dónde está la libertad ni cuál sea en este mundo la verdad.

Señor, si tú tienes un raudal de compasión, apiádate de aquellos que sufrimos la conciencia de la ciega esclavitud y el anhelo de la liberación.

Ven, porque sólo tú puedes salvarnos.

Ven a darnos vida, ven a decir de nuevo tu palabra divina y hacer otra vez la luz para nosotros.

Vayan por todo el mundo Jesús, pues, resucitó en la madrugada del primer día de la semana. Se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a los que habían sido compañeros de Jesús y que estaban tristes y lo lloraban. Pero al oírle decir que vivía y que lo había visto, no le creyeron.

Después, Jesús se apareció, bajo otro aspecto, a dos de ellos que se dirigían a un pueblito. Volvieron a contárselo a los demás, pero tampoco les creyeron.

Por último se apareció a los once discípulos mientras comían, y los reprendió por su falta de fe y por su dureza para creer a los que lo habían visto resucitado.

Y les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará.

Mc 16, 9-15

Aunque sabemos de sobra que la gracia y el amor de Cristo Jesús hacia nosotros es totalmente incondicional y gratuito, no podemos olvidar que también conlleva implícito un gran compromiso. Todo lo que se nos da no es para que lo guardemos, sino para que vayamos a esparcirlo por todos los caminos como semilla fértil que tiene que germinar y dar precioso fruto.

ORACIÓN Señor Jesús. El día que te fuiste al cielo dejaste en nuestras manos la tarea y el compromiso de seguir tu obra, de esparcir tu Reino por el mundo, de anunciar, por todos los confines, tu Palabra divina que nos regalaste, de dar el bautismo a todos aquellos que quisieran recibirlo como signo de gracia y salvación.

Pero sabemos, Señor, que antes de ir a otros, somos nosotros, quienes primero tenemos que vivir en tu gracia y proclamar tu amor.

El que me ve a Mi ve al Padre Si me conocen a mí, también conocerán al Padre.

Pero ya lo conocen y lo han visto.»

Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre, y eso nos basta.» Jesús le respondió: «Hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces, Felipe? El que me ve a mí ve al Padre. ¿Cómo es que dices: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Cuando les enseño, esto no viene de mí, sino que el Padre, que permanece en mí, hace sus propias obras.

Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanme en esto; o si no, créanlo por las obras mismas. En verdad les digo: El que crea en mí hará las mismas obras que yo hago y, como ahora voy al Padre, las hará aún mayores. Todo lo que pidan en mi Nombre lo haré, de manera que el Padre sea glorificado en su Hijo. Y también les daré lo que me pidan invocando mi Nombre.

Jn 14, 6-14

Es indudable que todos quisiéramos sentir a Dios muy presente en nuestras vidas, que quisiéramos verle, que nos tomara de la mano y que nos dijera al oído sus palabras consoladoras…

Pero es un hecho que todo eso se realiza en nosotros a través de la fe, cuando abrimos el alma y dejamos que el mismo Señor Jesús se manifieste en nosotros.

ORACIÓN Quiero verte, Señor, en el silencio y en el gris de mis tardes calladas.

Quiero encontrarte en lo existente y mirar en tu faz la serena calma que busca incesante mi alma.

Quiero querer, Señor, tan sólo lo que quieras tú y aprender a vivir tu voluntad.

Quiero saber, Señor, lo que tú enseñas, escuchar tus palabras y vivir tu verdad.

Quiero llegar, Señor, a ser contigo, palabra viva que ilumine al mundo.

El pan del cielo Yo soy el pan de vida. Sus antepasados comieron el maná en el desierto, pero murieron: aquí tienen el pan que baja del cielo, para que lo coman y ya no mueran.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne, y lo daré para la vida del mundo.»

Los judíos discutían entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer carne?» Jesús les dijo: «En verdad les digo que si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre vive de vida eterna, y yo lo resucitaré el último día.

Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que es vida, me envió y yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo. Pero no como el de vuestros antepasados, que comieron y después murieron.

El que coma este pan vivirá para siempre.

Jn 6,49-51

Nadie puede vivir sin alimento, pero ciertamente que existen otros alimentos que el Señor Jesús nos ofrece y nos da en cada momento, porque no es sólo el pan material lo que alimenta, sino también nuestro espíritu, que a veces tenemos tan olvidado, como si no tuviéramos fe, necesita del alimento de la Palabra y de la Eucaristía. Bien puede el Señor reprocharnos, como a sus paisanos, que nos ha dado el Pan de vida y no nos acercamos a recibirlo.

ORACIÓN Gracias, Señor, por la alegría de sentir tu presencia palpitando en la vida.

Gracias porque nos comunicamos la paz que tú posees, don eterno y divino.

Gracias por ese amor inmenso que derramas con abundancia por este nuestro mundo.

Gracias por el pan que sacia nuestra hambre y por la Eucaristía que tú nos das.

Gracias por ser Padre de todos para que siendo hermanos, ninguno esté solo.

Gracias también por la tristeza que haces probar en los momentos en que nos alejamos de tu amor.

Gracias por tu perdón y por tu vida, con que nos llamas a vivir en ti.

Gracias, en fin, porque la muerte nos abre paso a tu mansión para vivir en tu Resurrección.

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