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1.2 El “giro afectivo”

En sentido estricto, la sociología «de» la emoción tiene como fin el estudio de las emociones haciendo uso del aparato conceptual y teórico de la sociología. Se trata de una sociología aplicada a la amplísima variedad de afectos, emociones, sentimientos o pasiones presentes en la realidad social. La fundamentación capital para este campo de estudio se encuentra en el hecho de que […] la mayor parte de las emociones humanas se nutren y tienen sentido en el marco de nuestras relaciones sociales. Esto es, la naturaleza de las emociones está condicionada por la naturaleza de la situación social en la que los hombres sienten. (Bericat, 2000, p. 150).

Por otro lado, fue en la década de los ochenta cuando la antropóloga Michelle Rosaldo definió a las emociones como “embodied thoughts” (1980), pensamientos corporizados. Desde esta disciplina, la autora planteó que las emociones son “prácticas sociales que encarnamos y decimos con palabras, que se encuentran estructuradas por un medio cultural en el que se expresan […] las emociones son también acciones —no sólo individuales— y están socialmente inscritas en nuestros cuerpos” (Medina Doménech, 2012, p. 166), es decir que de esta forma Rosaldo estaba aportando una contribución social y cultural al análisis de las emociones. Siguiendo esta línea, es también en la década de los ‘80 cuando las emociones comienzan a ser reconocidas como elementos relevantes en la investigación social, como señala la antropóloga feminista guipuzcoana Teresa del Valle, para el caso de la disciplina antropológica:

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Las emociones han sido durante mucho tiempo un campo marginal en la antropología ya que, en su intento de establecer su identidad científica, se atribuían a la psicología de la que interesaba establecer una delimitación. Además, parecía cuestionar la objetividad que requería la defensa de la cientificidad de la disciplina. Puede decirse que ha sido la corriente postmoderna, con su énfasis en la subjetividad y la reflexividad, la que ha recalcado la experiencia personal de la persona que investiga. (Del Valle, 1995, p. 282).

Una década más tarde, primero en Estados Unidos y luego en Europa, desde el campo de los Estudios Culturales comienza a ponerse en el centro de la escena el cuerpo y la afectividad como dimensiones de análisis de lo social, ampliando la comprensión de fenómenos culturales y sociales a la dimensión afectiva y/o las dinámicas emocionales fundamentales. De esta forma, nace lo que se considera el “giro afectivo” -usando como metáfora el término “giro lingüístico”, acuñado por Richard Rorty en 1967, que da lugar a nuevas formas de entender las emociones/afectos desde trayectorias disciplinares y metodologías diversas, discutiendo las posiciones post-estructuralistas que se reducían a la dimensión discursiva y lingüística en el análisis de la experiencia social.

1.2 El “giro afectivo”

De esta manera, se crea un campo de estudios propio denominado Affect studies, estudios sobre los afectos o emociones, según el contexto geopolítico de traducción. En el prólogo a la traducción al español de la edición mejicana escrita por la crítica cultural española e investigadora de la UNAM, Helena López, a la obra La política cultural de las emociones de Sara Ahmed (2015) podemos encontrar referencias a este giro epistemológico como “giro emocional” (López, 2015, p.15), dando cuenta del uso del término emociones en lugar de afectos para describir este “giro afectivo”. Así, como explica López, en Latinoamérica se describe como “Estudios de las emociones” a la línea de trabajo dentro de las Ciencias Sociales que en los estudios anglosajones se llama Affect Studies. Del mismo modo, como bien explica López, son diversos los factores que explican este “giro emocional” a partir de los años ochenta, entre ellos el clima emocional de las sociedades globales, donde se remite a las emociones en ámbitos como la justicia, los medios de comunicación, la política y los negocios, y al mismo tiempo, la discusión epistemológica postestructuralista acerca de la experiencia como evento lingüístico. Sin embargo, acuerdo con la autora respecto a:

[…] que la realidad social sea efecto de tecnologías y dispositivos lingüísticos no significa que otros elementos no estén en juego en sus ocasiones de materialización. Las emociones, como uno de estos elementos articuladores, han comenzado así a ser atendidas desde distintas disciplinas, como la Antropología, la Sociología, la Comunicación o los Estudios literarios. (López, 2015, p. 11).

En este sentido, el texto de Clare Hemmings, crítica cultural británica, “Cultural theory and the ontological turn” (2005) es ya un clásico para comprender los aportes de este campo de estudios al análisis de lo social. La autora se pregunta por el surgimiento contemporáneo del afecto como objeto de investigación crítico y enfatiza lo inesperado, lo singular o lo peculiar sobre lo general. Esta corriente, según la autora, da cuenta de la insatisfacción con el postestructuralismo y su énfasis en las estructuras para valorar las relaciones interpersonales como formativas de los sujetos. En otras palabras, retomando la obra de las sociólogas feministas estadounidenses Patricia Ticineto Clough y Jean Halle (2007), los estudios sobre los afectos y las emociones son fundamentales para teorizar lo social, es decir que lo que se denomina el “giro afectivo” implica analizar la dimensión emocional/afectiva para dar cuenta de lo material, lo tecnológico y lo social, aspectos a los cuales haré referencia en el análisis de las emociones pandémicas. Según Médina Domenech, los Affect Studies son una línea de trabajo “que encuentra su confort en el término «afectos» [lo que] enfatiza una cuestión esencial: que estudiar las emociones nos lleva a afrontar los dualismos básicos de nuestra cultura, como mente/cuerpo, naturaleza/cultura y otros

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