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CAPÍTULO 4. Cuando la pandemia se vuelve escritura encarnada

evento transformador. […] En lo inmediato, las personas van a intentar, bueno, la idea de que tenemos que volver a la normalidad y volver fundamentalmente al mundo de la explotación.” (Tenenbaum, 2020). En mi opinión, la pandemia no es un evento transformador per se. No creo que “de inmediato” vaya a haber un cambio radical hacía una sociedad más justa o igualitaria, o un cambio de nuestro sistema de producción que justamente saquea y destruye todo el ecosistema a nuestro alrededor, cuando es el que nos provee de alimento y refugio. Y creo que no hay ninguna respuesta automática ni exenta de mediaciones para que se produzca un cambio, tanto individual como colectivo, que no hay un “la pandemia nos hará cambiar”, de tal o cual forma, necesariamente, sino que estamos aún inmersxs en ella y no podemos todavía dar sentido a todo lo que este fenómeno significa en toda su dimensión. Sin embargo, reflexionando sobre la escritura de este capítulo, puedo reconocer que algo en mí se transformó. A veces no somos conscientes de los límites a donde llevamos nuestros niveles de

productividad, sobretodo cuando la “virtualidad compulsiva” (Satta, 2020a) conforma un escenario propicio para el trabajo de negación y censura de los procesos reflexivos emocionales, pero desde mi mirada feminista y encarnada en muchos procesos colectivos activistas de reflexión, esto nos desempodera, nos quita poderío, como dirían aquí en España. Entonces, reconocer las veces que el confinamiento me permitió volver a los espacios de silencio y contemplación de la naturaleza, elegidos y conscientes, es visibilizar una transformación importante de los marcos interpretativos de la realidad, que produjo en mí la pandemia. Por eso aunque este apartado significó para mí describir momentos, sensaciones y reflexiones de una profunda intimidad afectiva con este fenómeno, creo fundamental compartirlo porque es parte de analizar la pandemia desde una perspectiva feminista y situada, darle encarnadura a mis análisis sobre la pandemia desde mi subjetividad y esta reflexión es una de las más importantes de mi vivencia de la pandemia; también me permitió reflexionar sobre las condiciones materiales, sociales y emocionales en qué vivimos, que es también valorar las distintas dimensiones del cuidado (Carrasco Bengoa y Díaz Corral, 2018) no solo desde la condición intrínseca de vulnerabilidad de nuestra interdependencia corporal humana, sino también el cuidado de la naturaleza. Reconocer nuestra vida inter-especies, esa dimensión ecológica y social interconectadas que los ecofeminismos (Mies y Shiva, 2016; Haraway, 2017) han teorizado, así como los movimientos comunitarios, indígenas y rurales que trabajan, cuidan y viven en territorios permanentemente saqueados y desvalorizados, nos están pidiendo a gritos que paremos para escuchar(los), antes de que sea demasiado tarde.

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CAPÍTULO 4

Cuando la pandemia se vuelve escritura encarnada

DEJARSE IR

No basta con decidir abrirse.

Debes hundir los dedos en el ombligo, con las dos manos bien abiertas, desparramar lagartos e iguanas cornudas, las orquídeas y girasoles, volver el laberinto del revés. Agitarlo. Aun así, no te acabas de vaciar. Quizá una flema verde se oculte en tu tos. Quizá ni sepas que está ahí hasta que crece un nudo en tu garganta y se vuelve rana. Un cosquilleo produce una sonrisa secreta en tu paladar lleno de orgasmos diminutos. Pero antes o después se revela. La rana verde croa indiscreta. Todos alzan la vista.

No basta con abrirse una vez. De nuevo tienes que hundir los dedos en tu ombligo, con las dos manos abiertas del todo, soltar ratas y cucarachas muertas, lluvia de primavera, elote joven. Volver el laberinto del revés. Agitarlo.

Esta vez debes dejarte llevar. Enfrentar el dragón cara a cara y dejar que te trague el horror. —Te disuelves en su saliva —nadie te reconoce como charco —nadie te extraña —ni siquiera te recuerdan y el laberinto ni siquiera lo creaste tú.

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