evento transformador. […] En lo inmediato, las personas van a intentar, bueno, la idea de que tenemos que volver a la normalidad y volver fundamentalmente al mundo de la explotación.” (Tenenbaum, 2020). En mi opinión, la pandemia no es un evento transformador per se. No creo que “de inmediato” vaya a haber un cambio radical hacía una sociedad más justa o igualitaria, o un cambio de nuestro sistema de producción que justamente saquea y destruye todo el ecosistema a nuestro alrededor, cuando es el que nos provee de alimento y refugio. Y creo que no hay ninguna respuesta automática ni exenta de mediaciones para que se produzca un cambio, tanto individual como colectivo, que no hay un “la pandemia nos hará cambiar”, de tal o cual forma, necesariamente, sino que estamos aún inmersxs en ella y no podemos todavía dar sentido a todo lo que este fenómeno significa en toda su dimensión. Sin embargo, reflexionando sobre la escritura de este capítulo, puedo reconocer que algo en mí se transformó. A veces no somos conscientes de los límites a donde llevamos nuestros niveles de productividad, sobretodo cuando la “virtualidad compulsiva” (Satta, 2020a) conforma un escenario propicio para el trabajo de negación y censura de los procesos reflexivos emocionales, pero desde mi mirada feminista y encarnada en muchos procesos colectivos activistas de reflexión, esto nos desempodera, nos quita poderío, como dirían aquí en España. Entonces, reconocer las veces que el confinamiento me permitió volver a los espacios de silencio y contemplación de la naturaleza, elegidos y conscientes, es visibilizar una transformación importante de los marcos interpretativos de la realidad, que produjo en mí la pandemia. Por eso aunque este apartado significó para mí describir momentos, sensaciones y reflexiones de una profunda intimidad afectiva con este fenómeno, creo fundamental compartirlo porque es parte de analizar la pandemia desde una perspectiva feminista y situada, darle encarnadura a mis análisis sobre la pandemia desde mi subjetividad y esta reflexión es una de las más importantes de mi vivencia de la pandemia; también me permitió reflexionar sobre las condiciones materiales, sociales y emocionales en qué vivimos, que es también valorar las distintas dimensiones del cuidado (Carrasco Bengoa y Díaz Corral, 2018) no solo desde la condición intrínseca de vulnerabilidad de nuestra interdependencia corporal humana, sino también el cuidado de la naturaleza. Reconocer nuestra vida inter-especies, esa dimensión ecológica y social interconectadas que los ecofeminismos (Mies y Shiva, 2016; Haraway, 2017) han teorizado, así como los movimientos comunitarios, indígenas y rurales que trabajan, cuidan y viven en territorios permanentemente saqueados y desvalorizados, nos están pidiendo a gritos que paremos para escuchar(los), antes de que sea demasiado tarde.