Boletín trimestral nº 2

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BOLETÍN TRIMESTRAL CRUZADOS SERÁFICOS DE ESPAÑA (O.F.S.)


PRESENTACIÓN Queridos hermanos, QUE EL SEÑOR OS DÉ SU PAZ: Como siempre, es para mí una gran alegría poder dirigirme a todos vosotros, mis hermanos, en este segundo boletín del Grupo Consagrado “Cruzados Seráficos” de la O.F.S. Han pasado algunas cositas entre el primer boletín y este segundo boletín, como pueden ser las reuniones del Consejo Nacional, tanto del Grupo CRU SE como de la O.F.S. Tengo que decir que todo es para mí muy enriquecedor, pero si me tuviese que quedar con algo, no dudaría en la sensación que tengo tan buena al encontrarme con tantos hermanos y la obra tan maravillosa que está desarrollando el apartado de acción social de la O.F.S. Tengo que decir que me gustó muchísimo y que rezo para que sigan con esa gran labor. Cuando uno asiste a este tipo de eventos y habla con diferentes hermanos, se da cuenta de que todavía queda mucho trabajo por hacer por parte de los Consagrados, ya que existe todavía un desconocimiento de quienes somos. Y por esa razón quiero aprovechar, por si este boletín cae en manos de hermanos de la O.F.S, que sepan quienes somos y qué es lo que hacemos. Ante todo, somos hermanos, miembros de una familia, no solo por ser cristianos, sino por ser franciscanos; y, más aún, por ser todos de la O.F.S. Siempre tengo las ganas de responder a muchos hermanos de dentro de la Orden y de fuera, cuando me preguntan sobre cual es nuestra misión: nuestra misión es SER FRANCISCANOS y ayudar a otros hermanos de dentro de la Orden y de fuera, en la medida en que se pueda, a SER FRANCISCANOS y transmitir y compartir la ALEGRÍA DEL EVANGELIO. Es tan sencillo, pero a la vez tan complicado, sobre todo, y lo digo por mí mismo, si no somos capaces de abrir nuestro corazón al Espíritu Santo. Viendo la película de S. Francisco y leyendo sus escritos me doy cuenta que debemos complicarnos tanto e ir a lo esencial en el anuncio de Cristo: pienso que sólo debo mirar hacia atrás y ver como vivían las primeras comunidades, tanto en el inicio del cristianismo como el franciscanismo. 2


Hay dos puntos sobre los que quisiera reflexionar brevemente, pero que considero importantísimos. Y más que reflexionar sería pedir encarecidamente por estas dos necesidades: la primera es pedir por estos hermanos/as que son mayores y están solos en sus casas y no tienen recursos para poder entrar en una residencia. Son nuestros hermanos y han trabajado por la Orden antes que nosotros y debemos hacer algo por ellos. La otra cuestión es pedir por aquellas fraternidades e incluso zonas franciscanas de España que están en una situación bastante delicada a nivel de vocaciones: por favor, pidamos al Señor por estas fraternidades e intentemos hacer algo por ellas. Queridos hermanos/as, os envío a todos un fraternal saludo y os pido, en la medida que podamos, atender a las necesidades de nuestra Orden y si podeis colaborar con este boletín enviando noticias de vuestras fraternidades o zonas, os lo agradezco. PAZ Y BIEN. Hno. Roberto Bernabé. Presidente Nacional CRU SE.

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SERVIDOR DE LA IGLESIA Y DE LA ORDEN

Con gozo del Espíritu me avengo a dedicaros de nuevo, queridos CRU SE, la presente reflexión. Parto para ello de vuestros propios Estatutos, que rezan así en el apartado de Fines, artículo 7º, letra d): “Las Almas Consagradas CRU SE tienen la obligación sagrada e ineludible, en virtud de su Consagración, de cultivar con esmero especial su servicio a la Iglesia y a la Orden Franciscana Seglar”. Estas palabras son las que ahora guían mi reflexión, basándome para ello en el término servicio en los escritos de san Francisco. Hoy escuchamos con frecuencia esta palabra en su forma verbal o sustantiva, con diversos matices, en frases como La Iglesia está para servir, El Papa y los obispos deben ser los servidores de Dios, etc. También decimos con toda razón –pues así lo indica vuestro Estatuto- los CRU SE están al servicio de la OFS. San Francisco ha empleado en sus opúsculos hasta 24 veces el verbo servir y el sustantivo servicio. En ocasiones también como sinónimo de trabajar. Conviene también tener en cuenta que siempre que habla de la autoridad, no sólo la concibe como un servicio sino que lo expresa en frases similares a ésta: ministro y siervo. Ante todo debemos servir a Dios. Tal servicio se le ofrece a Dios, a través de la penitencia. Así Francisco le dice a Dios Padre que su Hijo vendrá “a decir a todos los que le conocieron y adoraron y le sirvieron en penitencia: Venid, benditos de mi Padre, recibid el reino, que os está preparado desde el origen del mundo. (1R 23, 4). Pero el servicio a Dios está asociado al servicio de los hermanos. El seráfico Padre, en su Carta a todos los fieles, se presenta de este modo: “A todos los cristianos, religiosos, clérigos y laicos, a todos los hombres y mujeres que habitan en el mundo entero, fray Francisco, su siervo y súbdito: sumisión con reverencia, paz verdadera del cielo y sincera caridad en el Señor” (CtaF 2, 1). Dirá luego de sí mismo: “Como

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soy siervo de todos, a todos estoy obligado a servir y a prestarles en servicio las olorosas palabras de mi Señor” (CtaF 2, 2). También nos dice: “Ningún hermano haga mal o hable mal al otro; sino más bien, por la caridad del espíritu, voluntariamente se sirvan y obedezcan unos a otros” (1R 5, 13-14). El servicio, en el pensamiento de Francisco, se asocia también a la pobreza y humildad. Y así dice a sus hermanos: “Como peregrinos y extranjeros (cf. 1P 2, 11) en este siglo, sirviendo al Señor en pobreza y humildad, vayan por limosna confiadamente, y no deben avergonzarse, porque el Señor se hizo pobre por nosotros en este mundo” (2R 6, 2-3). También el servicio a los hermanos queda patente en diversos textos de san Francisco. Reflexionemos acerca de las siguientes palabras: “Dice el Señor en el evangelio: Los príncipes de las naciones los dominan, y los que son mayores ejercen el poder en ellos (Mt 20, 25); no será así entre los hermanos (cf. Mt 20, 26); sino que el que quisiere hacerse mayor entre ellos, sea su ministro y siervo: y el que es mayor entre ellos, hágase como el más joven (Lc 22, 26). Y ningún hermano haga mal o hable mal al otro; sino más bien, por la caridad del espíritu, voluntariamente se sirvan y obedezcan unos a otros” (cf. Gál 5, 13) (1R 5, 10-14). Especial cuidado quiere Francisco que se preste a los hermanos enfermos. También esto es de aplicación a los hermanos imposibilitados tanto de los CRU SE como de la OFS en general. Escribe Francisco: “Si alguno de los hermanos cayere en enfermedad, dondequiera estuviere, los otros hermanos no lo abandonen, sino que designe a uno de los hermanos o más, si fuere necesario, que le sirvan como querrían ellos mismos ser servidos (cf. Mt 7, 12); pero en una necesidad extrema, pueden dejarlo a alguna persona que deba satisfacer por su enfermedad” (1R 10, 1-2; 2R 6, 9). Acogiendo plenamente las palabras de Cristo, que no vino a ser servido sino a servir (cf. Mt 20, 28), dice Francisco: “Los que han sido constituidos sobre los otros, gloríense de esta prelacía tanto cuanto si hubieran sido encargados del oficio de lavar los pies a los hermanos” (Adm 4, 2). Este es el altísimo ejemplo que nos ha dado Cristo y que os propongo a vosotros, queridos CRU SE.

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Fr. Ramón Baselga , Asistente Espiritual

Formación permanente Grupo CRU-SE (Nº 2) (Hermana Concepción Cabezas Díaz-CRU-SE)

Queridos hermanos consagrados del grupo CRU-SE: Paz y Bien. Os invito de nuevo a reflexionar conmigo sobre la MISERICORDIA DEL SEÑOR. BULA “MISERICORDIAE VULTUS”, DEL PAPA FRANCISCO. Homilía del Papa: «Que María, Madre de Misericordia, nos ayude a entender cuánto nos quiere Dios» (viaje a Méjico) Dios nos ama tanto que incluso se goza y se complace en nosotros. Nos ama con amor gratuito, sin límites, sin esperar nada a en cambio. Este amor misericordioso es el atributo más sorprendente de Dios, la síntesis en que se condensa el mensaje evangélico, la fe de la Iglesia. La palabra «misericordia» está compuesta por dos palabras: miseria y corazón. El corazón indica la capacidad de amar; la misericordia es el amor que abraza la miseria de la persona. Es un amor que «siente» nuestra indigencia como si fuera propia, para liberarnos de ella. «En esto está el amor: no somos nosotros que amamos a Dios, sino que es Él que nos ha amado primero y ha mandado a su Hijo como víctima de expiación por nuestros pecados» (1Jn 4,9-10). «El Verbo se hizo carne», quiso compartir todas nuestras fragilidades. Quiso experimentar nuestra condición humana, hasta cargar en la Cruz con todo el dolor de la existencia humana. Es tal el abismo de su compasión y misericordia: un anonadarse para convertirse en compañía y servicio a la humanidad herida. Ningún pecado puede cancelar su cercanía misericordiosa, ni impedirle poner en acto su gracia de conversión, con tal de que la invoquemos. Más aún, el mismo pecado hace resplandecer con mayor fuerza el amor de Dios Padre quien, para rescatar

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al esclavo, ha sacrificado a su Hijo. Esa misericordia de Dios llega a nosotros con el don del Espíritu Santo que, en el Bautismo, hace posible, genera y nutre la vida nueva de sus discípulos. Por más grandes y graves que sean los pecados del mundo, el Espíritu, que renueva la faz de la tierra, posibilita el milagro de una vida más humana, llena de alegría y de esperanza. Dios se goza y complace muy especialmente en María. En una de las oraciones más queridas por el pueblo cristiano, la Salve Regina, llamamos a María «madre de misericordia». Ella ha experim entado la misericordia divina, y ha acogido en su seno la fuente misma de esta misericordia: Jesucristo. Ella, que ha vivido siempre íntimamente unida a su Hijo, sabe mejor que nadie lo que Él quiere: que todos los hom bres se salven, y que a ninguna persona le falte nunca la ternura y el consuelo de Dios. Que María, Madre de Misericordia, nos ayude a entender cuánto nos quiere Dios. Que «la dulzura de su mirada nos acompañe en este Año Santo, para que todos podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios» (Bula Misericordiae vultus, 24). A Ella le pedimos en este año jubilar que sea una siembra de amor misericordioso en el corazón de las personas, de las familias y de las naciones. Que nos siga repitiendo: “No tengas miedo, acaso no estoy yo aquí que soy tu madre, Madre de misericordia”. Que nos convirtamos en misericordiosos, y que las comunidades cristianas sepan ser oasis y fuentes de misericordia, testigos de una caridad que no admite exclusiones. Pasajes misericordiosos de nuestro padre san francisco Amor al leproso (Leyenda de Perusa, 64) Un día, al volver el bienaventurado Francisco de la iglesia de la Porciúncula, encontró allí, en compañía de un leproso cubierto de úlceras, al hermano Jacobo el Simple. El santo Padre le había recomendado aquel leproso, y particularmente todos los demás leprosos que estuvieran más llagados. Hay que tener en cuenta que en aquel tiempo los hermanos habitaban en las leproserías. Este hermano Jacobo era como el médico de los muy ulcerados, y así, con todo cariño,tocaba y curaba las llagas, y cambiaba el vendaje. Compasión con el hambriento ( Celano, vida segunda, 22)

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Una noche, mientras los demás descansan, una de sus ovejas rompe a gritar: “Hermanos, que me muero, que me muero de hambre!” Se levanta luego el egregio pastor y corre a llevar el remedio conveniente a la ovejita desfallecida: Manda a preparar la mesa, y ésta bien provista de exquisiteces rústicas, en las que, como muchas otras veces, el agua suple la falta de vino. Comienza a comer él mismo y, para que el pobre hermano no se avergüence, invita a los demás a hacer la misma obra de caridad. OBRAS DE MISERIORDIA espirituales 1. Enseñar al que no sabe 2. Dar buen consejo al que lo necesita 3. Corregir al que está en error 4. Perdonar las injurias 5. Consolar al triste 6. Sufrir con paciencia los defectos de los demás 7. Rogar a Dios por vivos y difuntos OTRAS ACCIONES ACTUALES INDIVIDUALES 1.Acompañar al que está solo y detrás

2.Llenar de esperanza al desanimado 3.Ayudar a encontrar trabajo y sentido 4.Acoger al de fuera y al que pasa 5.Respetar y perdonar al delincuente 6.Rescatar al cautivo de cualquier cautiverio 7.Dignificar a cualquier rebajado COLECTIVAS 1.Participar en el progreso de los pueblos 2.Defender los derechos de todos 3.Luchar contra el hambre y la injusticia. 4.Defender la no violencia y el perdón 5.Cuidar la tierra como casa de todos. 6.Vivir y transmitir la comunión con la Iglesia . 7.Construir una sociedad abierta y justa .

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(Hermana Concepción Cabezas Díaz-CRU-SE)

PARA HONRAR A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA DURANTE EL MES DE MAYO: LA CORONA FRANCISCANA San Francisco "circundaba de amor indecible a la Madre del Señor Jesús, por haber hecho hermano nuestro al Señor de la majestad y haber tenido misericordia de nosotros. En ella sobre todo, después de Cristo, ponía toda su confianza y por eso la hizo abogada suya y de sus hermanos. Ayunaba en su honor con gran devoción, desde la fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo hasta la fiesta de la Asunción" (Buenaventura, Leyenda Mayor, 9,3). Los siete gozos de la Virgen es una devoción franciscana parecida al Rosario. Se remonta al siglo XV y está en el origen de la corona de siete misterios que muchos franciscanos y franciscanas llevan colgada en el cordón. Es una oración muy sencilla, asequible para todos los que desean honrar a la Virgen María, reviviendo con ella algunos misterios de la vida de su Hijo Jesucristo. La corona franciscana consta de 72 avemarías, con la meditación de las siete principales alegrías que la Virgen experimentó a lo largo de los 72 años que, según la tradición, duró su peregrinación por este mundo. Introducción - Dios mío, ven en mi auxilio. - Señor, date prisa en socorrerme. - Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Primer gozo - El ángel Gabriel anuncia a María el Nacimiento de Jesús. - Lc 1,30-31.38 y reflexión - Padre nuestro, 10 avemarías y gloria Oh María, Virgen de la escucha, tú eres la llena de gracia, tú eres la humilde esclava del Señor. Tú has dado libremente tu sí al anuncio del ángel

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y te has convertido en madre del Hijo de Dios hecho hombre. Enséñanos a decir siempre sí al Señor, aunque nos cueste. Segundo gozo - María visita a su pariente Isabel - Lc 1,39-42 y reflexión - Padre nuestro, 10 avemarías y gloria Tú, María, madre del Señor, llevando a Jesús, que ha tomado cuerpo en ti, vas a visitar con gozosa premura a la anciana prima Isabel, para ponerte a su servicio. A tu saludo, su hijo es santificado por la presencia del Salvador. Enséñanos, Madre de Dios, a anunciar y llevar siempre a Jesús a los demás. Tercer gozo - Jesús, Hijo de Dios, nace de la Virgen María. - Lc 2,6-7 y reflexión - Padre nuestro, 10 avemarías y gloria Oh María, madre siempre Virgen, en la pobreza de una cueva has dado a luz a Jesús, venido al mundo para nuestra salvación. Tú adoras como Hijo de Dios al que has engendrado. Guíanos por el camino de una fe viva en Jesús, nuestro Señor y Salvador. Cuarto gozo - Unos magos de Oriente adoran al niño Jesús en Belén. - Mt 2,1.11 y reflexión - Padre nuestro, 10 avemarías y gloria Oh María, pobre y humilde de corazón, enséñanos a no juzgar, sino a confiar únicamente en la misericordia de Dios, que no hace distinción de personas. Porque, si nuestra fe no se traduce en obras, muchos "magos" nos irán por delante en el reino de los cielos. Quinto gozo - María y José encuentran al niño Jesús en el Templo. - Lc 2,43.46.48-49 y reflexión - Padre nuestro, 10 avemarías y gloria Oh María, Virgen del silencio, tú saltas de gozo al encontrar a Jesús en el templo de Jerusalén, y adoras el misterio del Hijo de Dios Creador, que en Nazaret vive obediente a sus criaturas. Enséñanos a buscar siempre a Jesús y a vivir en su obediencia. Sexto gozo - Jesús resucita victorioso de la muerte y se aparece a los suyos - Hc 1,14; 2,1-4 y reflexión - Padre nuestro, 10 avemarías y gloria Oh María, fuente del gozo, tú eres la madre del Señor resucitado. Él es quien ha vencido la muerte. El es nuestra esperanza

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en el camino de la vida. Enséñanos, María, a vencer la muerte del egoísmo, para vivir en la resurrección del amor. Séptimo gozo - María es elevada al cielo y coronada como reina y primicia de la humanidad redimida. - Ap 11,19; 12,1 y reflexión - Padre nuestro, 10 avemarías y gloria Oh María, Reina de los ángeles y de los santos, coronada de gloria y honor en el gozo sin fin del paraíso, tú brillas delante de nosotros como estrella de la mañana. Enséñanos, Madre, a caminar por el mundo con la mirada puesta allá donde está el gozo auténtico y definitivo. Se recitan dos avemarías para completar las 72. Letanías de nuestra Señora se recitan las letanías lauretanas u otras semejantes Saludo a la Virgen Se puede decir la Salve, o el siguiente Saludo de San Francisco: Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios, que eres Virgen hecha Iglesia, y elegida por el Santísimo Padre del Cielo, consagrada por él con su santísimo Hijo amado y el Espíritu Santo Paráclito, en la que estuvo y está toda la plenitud de la gracia, y todo bien. Salve, palacio suyo; salve, tienda suya; salve, casa suya, salve, vestidura suya; salve, sierva suya; salve, madre suya, y todas vosotras, virtudes santas, que por la gracia y la iluminación del Espíritu Santo sois infundidas en el corazón de los creyentes, para que de infieles se vuelvan fieles a Dios. Conclusión Oremos: Oh Dios, que en la gloriosa resurrección de tu Hijo has devuelto la alegría al mundo entero, concédenos por intercesión de la Virgen María poder gozar de las alegrías sin fin de la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén. Hna. Guillermina de la Encina Cebrián Cruzada Seráfica 11


Encuentro de Vida Consagrada de la Diócesis SigüenzaGuadalajara Estamos viviendo en estos días con gozo el feliz anuncio de la presencia del Señor en medio de su comunidad. Aquellos hombres y mujeres se convirtieron en testigos del Evangelio y nosotros estamos llamados a seguir sus huellas. Que la alegría del encuentro con el Señor de la Vida sea motivo de celebración y de entusiasmo para seguir trabajando por el Reino. El Papa Francisco nos pide alegría y entusiasmo para salir a anunciar la noticia del Amor Misericordioso del Señor, y coherencia de vida para que nuestra Iglesia sea creible. Por este motivo, el domingo 17 de abril, y con motivo de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y Jornada de las Vocaciones Nativas, la Confer de Sigüenza-Guadalajara organizó un encuentro en el monasterio de Nuestra Señora de Belén de las Hermanas Clarisas de Cifuentes al que acudieron, además de representantes de representantes de las distintas órdenes y congregaciones de nuestra diócesis y sacerdotes, nuestro Vicario para la Vida Consagrada D. Angel Moreno de Buenafuente. Este año la Jornada lleva por lema: “¡Te mira con compasión!. El encuentro comenzó a las 17.30 h con el rezo de Vísperas. A continuación hubo un tiempo destinado a la adoración al Santísimo y al finalizar tuvimos oportunidad de saludarnos y compartir un momento de distensión. El encuentro finalizó con la visita a la iglesia de El Salvador y regreso a Guadalajara. Creo que fué un momento importante de plegaria común, de aunar lazos y de enriquecernos con la variedad de carismas de nuestra diócesis. Hna. Guillermina de la Encina Cebrián

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Monasterio Nuestra Señora de Belén. Cifuentes

Hna. Guillermina de la Encina Cebrián Secretaria Nacional de los Cruzados Seráficos

1. Mensaje del Santo Padre Francisco: Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones 2016

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Mensaje del Santo Padre Francisco: Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones 2016 La Iglesia, madre de vocaciones Queridos hermanos y hermanas: Cómo desearía que, a lo largo del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, todos los bautizados pudieran experimentar el gozo de pertenecer a la Iglesia. Ojalá puedan redescubrir que la vocación cristiana, así como las vocaciones particulares, nacen en el seno del Pueblo de Dios y son dones de la divina misericordia. La Iglesia es la casa de la misericordia y la «tierra» donde la vocación germina, crece y da fruto. Por eso, invito a todos los fieles, con ocasión de esta 53ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, a contemplar la comunidad apostólica y a agradecer la mediación de la comunidad en su propio camino vocacional. En la Bula de convocatoria del Jubileo Extraordinario de la Misericordia recordaba las palabras de san Beda el Venerable referentes a la vocación de san Mateo: misereando atque eligendo (Misericordiae vultus, 8). La acción misericordiosa del Señor perdona nuestros pecados y nos abre a la vida nueva que se concreta en la llamada al seguimiento y a la misión. Toda vocación en la Iglesia tiene su origen en la mirada compasiva de Jesús. 14


Conversión y vocación son como las dos caras de una sola moneda y se implican mutuamente a lo largo de la vida del discípulo misionero. El beato Pablo VI, en su exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, describió los pasos del proceso evangelizador. Uno de ellos es la adhesión a la comunidad cristiana (cf. n. 23), esa comunidad de la cual el discípulo del Señor ha recibido el testimonio de la fe y el anuncio explícito de la misericordia del Señor. Esta incorporación comunitaria incluye toda la riqueza de la vida eclesial, especialmente los Sacramentos. La Iglesia no es sólo el lugar donde se cree, sino también verdadero objeto de nuestra fe; por eso decimos en el Credo: «Creo en la Iglesia». La llamada de Dios se realiza por medio de la mediación comunitaria. Dios nos llama a pertenecer a la Iglesia y, después de madurar en su seno, nos concede una vocación específica. El camino vocacional se hace al lado de otros hermanos y hermanas que el Señor nos regala: es una con-vocación. El dinamismo eclesial de la vocación es un antídoto contra el veneno de la indiferencia y el individualismo. Establece esa comunión en la cual la indiferencia ha sido vencida por el amor, porque nos exige salir de nosotros mismos, poniendo nuestra vida al servicio del designio de Dios y asumiendo la situación histórica de su pueblo santo. En esta jornada, dedicada a la oración por las vocaciones, deseo invitar a todos los fieles a asumir su responsabilidad en el cuidado y el discernimiento vocacional. Cuando los apóstoles buscaban uno que ocupase el puesto de Judas Iscariote, san Pedro convocó a ciento veinte hermanos (Hch 1,15); para elegir a los Siete, convocaron el pleno de los discípulos (Hch 6,2). San Pablo da a Tito criterios específicos para seleccionar a los presbíteros (Tt 1,5-9). También hoy la comunidad cristiana está siempre presente en el surgimiento, formación y perseverancia de las vocaciones (cfr. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 107). La vocación nace en la Iglesia. Desde el nacimiento de una vocación es necesario un adecuado «sentido» de Iglesia. Nadie es llamado exclusivamente para una región, ni para un grupo o movimiento eclesial, sino al servicio de la Iglesia y del mundo. Un signo claro de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad, su capacidad para integrarse armónicamente en la vida del santo Pueblo fiel de Dios para el bien de todos (ibíd., 130). Respondiendo a la llamada de Dios, el joven ve cómo se amplía el horizonte eclesial, puede considerar los diferentes carismas y vocaciones y alcanzar así un discernimiento más objetivo. La comunidad se convierte de este modo en el hogar y la familia en la que nace la vocación. El candidato contempla agradecido esta mediación comunitaria como un elemento irrenunciable para su futuro. Aprende a conocer y a amar a otros hermanos y hermanas que recorren diversos caminos; y estos vínculos fortalecen en todos la comunión.

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La vocación crece en la Iglesia. Durante el proceso formativo, los candidatos a las distintas vocaciones necesitan conocer mejor la comunidad eclesial, superando las percepciones limitadas que todos tenemos al principio. Para ello, es oportuno realizar experiencias apostólicas junto a otros miembros de la comunidad, por ejemplo: comunicar el mensaje evangélico junto a un buen catequista; experimentar la evangelización de las periferias con una comunidad religiosa; descubrir y apreciar el tesoro de la contemplación compartiendo la vida de clausura; conocer mejor la misión ad gentes por el contacto con los misioneros; profundizar en la experiencia de la pastoral en la parroquia y en la diócesis con los sacerdotes diocesanos. Para quienes ya están en formación, la comunidad cristiana permanece siempre como el ámbito educativo fundamental, ante la cual experimentan gratitud. La vocación está sostenida por la Iglesia. Después del compromiso definitivo, el camino vocacional en la Iglesia no termina, continúa en la disponibilidad para el servicio, en la perseverancia y en la formación permanente. Quien ha consagrado su vida al Señor está dispuesto a servir a la Iglesia donde esta le necesite. La misión de Pablo y Bernabé es un ejemplo de esta disponibilidad eclesial. Enviados por el Espíritu Santo desde la comunidad de Antioquía a una misión (Hch 13,1-4), volvieron a la comunidad y compartieron lo que el Señor había realizado por medio de ellos (Hch 14,27). Los misioneros están acompañados y sostenidos por la comunidad cristiana, que continúa siendo para ellos un referente vital, como la patria visible que da seguridad a quienes peregrinan hacia la vida eterna. Entre los agentes pastorales tienen una importancia especial los sacerdotes. A través de su ministerio se hace presente la palabra de Jesús que ha declarado: Yo soy la puerta de las ovejas… Yo soy el buen pastor (Jn 10, 7.11). El cuidado pastoral de las vocaciones es una parte fundamental de su ministerio pastoral. Los sacerdotes acompañan a quienes están en buscan de la propia vocación y a los que ya han entregado su vida al servicio de Dios y de la comunidad. Todos los fieles están llamados a tomar conciencia del dinamismo eclesial de la vocación, para que las comunidades de fe lleguen a ser, a ejemplo de la Virgen María, seno materno que acoge el don del Espíritu Santo (cfr. Lc 1,35-38). La maternidad de la Iglesia se expresa a través de la oración perseverante por las vocaciones, de su acción educativa y del acompañamiento que brinda a quienes perciben la llamada de Dios. También lo hace a través de una cuidadosa selección de los candidatos al ministerio ordenado y a la vida consagrada. Finalmente es madre de las vocaciones al sostener continuamente a aquellos que han consagrado su vida al servicio de los demás.

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Pidamos al Señor que conceda a quienes han emprendido un camino vocacional una profunda adhesión a la Iglesia; y que el Espíritu Santo refuerce en los Pastores y en todos los fieles la comunión eclesial, el discernimiento y la paternidad y maternidad espirituales: Padre de misericordia, que has entregado a tu Hijo por nuestra salvación y nos sostienes continuamente con los dones de tu Espíritu, concédenos comunidades cristianas vivas, fervorosas y alegres, que sean fuentes de vida fraterna y que despierten entre los jóvenes el deseo de consagrarse a Ti y a la evangelización. Sostenlas en el empeño de proponer a los jóvenes una adecuada catequesis vocacional y caminos de especial consagración. Dales sabiduría para el necesario discernimiento de las vocaciones de modo que en todo brille la grandeza de tu amor misericordioso. Que María, Madre y educadora de Jesús, interceda por cada una de las comunidades cristianas, para que, hechas fecundas por el Espíritu Santo, sean fuente de auténticas vocaciones al servicio del pueblo santo de Dios.

Te Quiero Como lo oyes, Dulce Esposo, te quiero. Con mis aciertos y mis fallos, con mis ilusiones y mis decepciones, con mis éxitos y mis fracasos, con mis triunfos y mis derrotas, con mis fortalezas y mis debilidades. Te quiero. Cuando rezo sola o en compañía, cuando te visito en el Sagrario, cuando te contemplo Niño, Eucaristía, Crucificado, cuando estoy contenta o cuando aparece la tristeza, en los buenos momentos y en los malos. Te quiero. Porque eres amable y compasivo, manso y humilde de corazón, porque te das en el Santísimo Sacramento del Altar, porque tu yugo es suave y tu carga ligera, porque eres misericordioso y compasivo, porque eres el Hijo de Dios Vivo y Verdadero

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porque eres divinidad y humanidad, porque eres el más hermoso de los hombres, porque me diste a la Virgen María por Madre al pie de la Cruz. Te quiero. Como sólo una mujer enamorada puede querer: con toda mi alma, con todo mi corazón, con todo mi ser. Hna. Guillermina de la Encina Cebrián

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