El buenagente de junio

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San Francisco de Asís

Buenagente

El

Nº 67, Junio 2015

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Elabora: Familia Franciscana - Edita: O.F.S. Andalucía - Colabora: Dibujos religiosos para niños Fano Publicación sin ánimo de lucro


El Fuego de Pentecostes

Pentecostés, queridos amigos, es una gran fiesta que se celebra cincuenta días después de la Pascua donde Jesús nos entrega un regalo muy especial. Después de la muerte y resurrección de Jesús, los apóstoles decidieron reunirse en una casa junto a la virgen María. Estaban en silencio, orando, recordando a su Amigo y todas las cosas que habían compartido con El. Temían salir a hablar de Jesús por las calles porque los soldados romanos y muchos de los judíos los estaban buscando. Un día se escuchó un fuerte ruido, como un huracán, que espabiló a todo el mundo. Sintieron unas llamas de fuego que les daban calorcito por dentro, como cuando nos da el sol en las mejillas durante un frío día de invierno. De repente, se llenaron de una alegría inmensa que les hacía sentir que no estaban solos, su amigo Jesús siempre estaría con ellos, aunque no pudieran verlo. A partir de ahí, los apóstoles dejaron de tener miedo; todo lo contrario, sintieron una fuerza muy especial que les hacía salir por las calles para contarle a la gente las cosas tan bonitas que realizaron junto a Jesús y todo lo que habían aprendido de Él. Habían recibido el Espíritu Santo, que les traía muchas cualidades para compartirlas con la gente y así poder hablarles de las maravillas de Jesús. Y así comenzó a caminar la Iglesia con los apóstoles predicando el Evangelio y con la Virgen María como madre de la Iglesia. Nosotros también somos, como los apóstoles, amigos de Jesús. Nos quiere tanto, que también nos regala su Espíritu, que nos hace felices y nos da un empujoncito para ayudar a los demás a serlo

Myriam Martínez Grupo de San Francisco Fraternidad de Granada


Aladino y la lámpara mágica Aún recuerdo la primera vez que en “Sanfran”, mi comunidad en Granada, escuché a uno de mis hermanos hablar de su experiencia en Marruecos. Contaban muchas historias y anécdotas de lo sucedido allí pero lo que más me llamó la atención fue la expresión de su cara, una cara que reflejaba la vivencia de una experiencia fuerte, de esas que te cambian por dentro. Y sin pensármelo dos veces me apunté para ir a Casablanca para el verano próximo. Durante todo el curso fantaseaba sobre cómo sería el viaje: un país nuevo, una cultura diferente, ¡otro idioma! Mi única referencia sobre esa cultura era la película de Aladino. ¿Irían por allí volando en alfombras voladoras y todos tendrían lámparas mágicas con un genio dentro de esos que conceden deseos? Y por fin llego el día y la hora de salir hacia aquellas tierras, y siete hermanos, con las maletas cargadas de ilusión y con alguna legaña en los ojos a causa del madrugón, nos pusimos en camino. Cuando cruzamos el estrecho y por fin llegamos a Marruecos no vi ni rastro de alfombras voladoras, ni camellos ni tampoco lámparas con genios. Lo primero que vimos fue mucho jaleo en el puerto: gente que volvía a su país para visitar a sus familias, gente que iban con los coches llenos hasta arriba y también, como nosotros, con las maletas cargadas de ilusión por volver a ver a sus familiares después de mucho tiempo. Tras un largo viaje en coche llegamos al convento franciscano donde nos quedaríamos ese mes viviendo y allí aprendimos lo mejor de toda la experiencia: LA ACOGIDA FRANCISCANA. En Casablanca nos pusimos manos a la obra en un centro de niños discapacitados a los cuales sus padres no podían cuidar por alguna razón. Con ellos lo hacíamos todo: juegos, canciones, les dábamos de comer, ayudábamos al personal del centro a bañarlos….Así pasábamos la mañana la cual se nos hacia súper corta Y pasaron los días y las semanas y yo preguntándome donde estaría Aladino, su alfombra voladora y su lámpara mágica… hasta que descubrí que la lámpara mágica la llevábamos cada uno dentro de nosotros. Esa lámpara era nuestro corazón, el cual, al encontrarse con aquellos niños, los hermanos franciscanos y más personas que se cruzaron en nuestro camino era como si dos manos calientes lo frotaran para que saliera el genio y nos concediera los tres deseos. ¡Y vaya si salió el genio! Pero no un genio como el de la película, con sus pulseras en las muñecas, su turbante y su cara azul. Ese genio era Dios, que nos concedió el mejor de los deseos que nos es otro que el encuentro con Él mismo, hecho carne en aquellos niños los , al sonreírnos y abrazarnos, nos recordaban lo mucho que Dios nos quiere y lo fácil que es ser feliz con muy pocas cosas Y con todo esto y llegado el día volvimos a casa; pero esta vez con las maletas cargadas de historias y con la lámpara mágica bien guardada dentro del corazón para tener bien presente a ese Dios hecho niño, pobre, pequeño y hermano.

Borja Brotons

Grupo de San Francisco Fraternidad de Granada


El Espíritu de Dios Es el gran desconocido, ¿por qué?... pues porque sólo se le conoce desde el corazón. A Dios lo reconocemos como Padre, a Jesús como amigo, pero el que hace que verdaderamente nos sintamos acompañados y con fuerzas para seguir por el camino que nos enseña el Evangelio es El Espíritu. Y ¿Qué es la Santisima Trinidad? Tres personas en una sola: Dios Padre, Jesús y el Espíritu Santo. Es necesario que aprendamos que tanto una como otra son la misma persona y que son igual de importantes en nuestra vida de cristianos. Cuando hablamos de espíritu nos referimos a algo que no se puede ver y que no se puede tocar pero que si se puede sentir y es este sentimiento el que hace que nos comportemos de una forma determinada con los distintos problemas o alegrías que transcurren por nuestras vidas. San Francisco vivía cada día y sentía al espíritu en las cosas más sencillas: en el viento, en el sol, las estrellas, en cada ser vivo que se le acercaba… y esto le permitía vivir el Evangelio de una forma particular, amando cada cosa que tocaba, que veía, que escuchaba..... El Espíritu ilumina a Francisco cuando no tiene claridad, cuando no sabe cómo actuar, es el que le da fuerzas para seguir adelante con la restauración de su Iglesia, ayudando a los demás con su ejemplo a entender el mensaje del Evangelio que él lleva a cabo durante toda su vida. Cuando comenzamos nuestra vida como cristianos es el espíritu el que nos inicia en el camino de fe y el que después está presente en toda nuestra vida de cristianos (aunque no le veamos). En todos los sacramentos el Espíritu está con nosotros y nos da el aliento necesario para seguir el camino de Jesús. El es, el que hace que Jesús se haga presente en el pan y el vino cada día en la Eucaristía y que cuando lo comamos comencemos a hacer las cosas tal y como indica el Evangelio que es y debe de ser nuestra guía. El es quien nos empuja y quien nos lleva de la mano cada día. Sentir al Espíritu de Dios dentro de nosotros nos transforma, saca lo mejor de nosotros creando un corazón capaz de amar sin medida al igual que Dios nos amo a nosotros y nos entrego a su hijo Jesús para que a través del Espíritu estuviese siempre con nosotros. Y os explico esto, Dios nos entrega a su hijo Jesús muere por nosotros librándonos del pecado, resucita y se va al cielo con su Padre pero…¿Quién se queda con nosotros?…..El Espíritu. Francisco mira desde su corazón, desde el Espíritu a la creación. Él procura que sus pensamientos, sentimientos, actuaciones y palabras sean fruto de la presencia del Espíritu en su vida. “Dame esperanza cierta, caridad perfecta, sentido y conocimiento Señor para cumplir tu santo y veraz mandamiento”…..Esto lo pide Francisco para que Dios a través de su Espíritu le ilumine y le de fuerzas para que prosiga con la obra de restauración que ya había comenzado. El Espíritu nos acompaña, nos guía y nos da fuerzas, porque somos pequeños, débiles y le necesitamos en nuestras vidas, aprendamos de Francisco esa humildad con la que miraba toda la creación, con la que la amaba y reconozcamos que en ella está siempre presente el Espíritu.

Ascen Castillo Estepa


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