La conversión ecológica folio

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LLAMADA A LA CONVERSIÓN ECOLÓGICA Siguiendo las huellas de San Francisco, muestren los hermanos hacia la naturaleza, amenazada en todas partes, un sentimiento de respeto (Cf. Cant; SalVir18).de modo que la tornen totalmente fraterna y útil a todos los hombres para gloria del Creador. (cf.Mad 25) (CC.GG. 71) En Cuaresma, tiempo de misericordia y para practicar la misericordia, la Iglesia se esfuerza por recuperar el estilo de verdaderos creyentes que desean vivir el proyecto de Dios para la creación entera, con un modo de pensar, sentir y actuar más parecido a Jesucristo. Tiempo para corregir y enderezar no sólo nuestra vida personal sino también las situaciones y estructuras de injusticia y pecado de la sociedad. La tradición de la Iglesia nos propone tres dimensiones interrelacionadas para acercarnos a Dios, a nosotros mismos y a nuestros hermanos: la mayor apertura, acogida, escucha y comunión con Dios (oración); el crecimiento personal en la interioridad, el dominio de sí, la solidaridad y comunión con los que no tienen para comer (ayuno); y la solidaridad con nuestros hermanos con los que queremos compartir lo que somos y tenemos (limosna). A ellas añadimos hoy otra: la relación con la creación. Es un signo de los tiempos, pero también exigencia de nuestra fe (cfr. Laudato si‟ 64). Aunque todavía nos resulte raro relacionar conversión con ecología, o dicho con palabras del Papa Francisco, con el cuidado de la casa común, ya san Juan Pablo II señaló la necesidad de una "conversión ecológica": “La armonía del hombre con su semejante, con la creación y con Dios es el proyecto establecido por el Creador... Por desgracia, al recorrer con la mirada nuestro planeta, nos damos cuenta de que la humanidad ha decepcionado la expectativa divina... humillando ese “huerto” que es la tierra... Por eso, es necesario estimular y apoyar la „conversión ecológica' que en estas últimas décadas ha hecho a la humanidad más sensible con respecto a la catástrofe hacia la que se está encaminando" [Audiencia general, 17 enero 2001]. El Papa Francisco plantea la conversión ecológica en la encíclica Laudato si' (en adelante LS): se trata de lograr una mística, unos "móviles interiores que impulsan, motivan, alientan y dan sentido a la acción personal y comunitaria" (LS 216), porque "una conversión ecológica implica dejar brotar todas las consecuencias del encuentro con Jesucristo en la relaciones con el mundo que nos rodea" (LS 217). Escuchemos la llamada de Dios a esa metanoia, reflexionando sobre los motivos y sobre algunos caminos de conversión ecológica personales y comunitarios. 1. Dios nos llama a colaborar con su Proyecto de vida plena Toda la creación, seres humanos y todas las demás criaturas, está llamada por Dios a la plenitud de vida, a la salvación (cfr. Is11, 6-9; Ef1, 13-14; 2, 1-10; Rom8, 28-30). Confiada al ser humano para su cultivo y cuidado (cfr. Gen 2, 19), hombres y mujeres introdujeron desde el principio el pecado y la destrucción, por lo que la creación entera gime con dolores de parto, esperando su liberación (cfr. Rom 8, 19-23). El sueño de Dios es que la humanidad sea una sola familia y la tierra sea una casa para todos. Y nosotros estamos llamados a colaborar con Él, a asumir una responsabilidad compartida respecto a nuestros hermanos los hombres y a la creación entera. 2. Pero hemos hecho del mundo un lugar de muerte Como describe el cap. 1 de la encíclica Laudato si', la crisis ecológica, en sus múltiples aspectos, amenaza a las mismas estructuras que sostienen la vida de nuestro planeta. En el mundo existe mucho llanto, gritos y fatigas y mucha muerte injusta, porque la pobreza, el hambre, las guerras y la destrucción de la naturaleza, como decía Benedicto XVI, están estrechamente relacionados. El Papa Francisco añade que esos problemas afectan principalmente a los pobres, insiste en que no se pueden separar la crisis ecológica y la pobreza, en que "el ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos" y que el deterioro del ambiente y el de la sociedad afectan de un modo especial a los más débiles del planeta" (LS 48).


3. Causas de la crisis ecológica Hay quien minusvalora esos problemas, bien por inconsciencia, bien porque piensa que la capacidad técnica de la humanidad podrá encontrar remedios. La solución ha de venir por un cambio cultural, de mentalidad, de valores que vaya a la raíz del problema ecológico, porque esa raíz es ética, cultural y espiritual (cfr. LS 105). Las causas de la crisis ecológica son complejas. La orientación exclusivamente antropocéntrica de la Modernidad sitúa al hombre por encima del resto de las criaturas y las usa, como objetos, para sus intereses. No respeta el valor de la naturaleza ni el de los otros hombres, especialmente los pobres y los débiles. El inmenso crecimiento tecnológico no ha estado acompañado de un “desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores, conciencia" (LS 105), y tanto la economía capitalista como la socialista se han apoyado, para producir crecimiento económico, en un industrialismo que no ha tenido en cuenta la naturaleza. El modelo de desarrollo economicista, consumista y excluyente ha apostado por un crecimiento ilimitado, pero sólo de una parte de la población mundial y a costa de la mayor parte del mundo (tercer y cuarto mundo), sin querer darse cuenta de que los recursos naturales son limitados, y utilizando una gran cantidad de energía que se saca básicamente de los combustibles fósiles, altamente contaminantes y generadores de una enorme cantidad de residuos. Ese modelo de desarrollo se sustenta en un entramado de instituciones, estructuras y mecanismos económicos perversos que Juan Pablo II llamó, en la Sollicitudo rei socialis, "estructuras de pecado": sistema de comercio internacional, sistema financiero, multinacionales, políticas económicas de los gobiernos, etc. Pero esos mecanismos perversos no nos eximen de responsabilidad: "esas estructuras se fundan en el pecado personal y, por consiguiente, están unidas siempre a actos concretos de las personas, que las introducen, y hacen difícil su eliminación" (SRS 36). No podemos echar la culpa solamente a los otros. Si no nos gusta que existan los graves problemas medioambientales y no queremos que otros seres humanos mueran como mueren, tal vez nosotros podamos colaborar en la solución modificando un poco el modo en que vivimos. 4. Cambio cultural, de valores y de modelo de desarrollo Se requiere un cambio cultural y de mentalidad que parta del hecho de que los seres humanos y todo el ambiente natural formamos una sola comunidad de vida; que el planeta Tierra es, como decía Nuestro Padre San Francisco, como una madre que alimenta y nutre a todas sus criaturas, y que existe una estrecha interdependencia entre todos los seres. Igualmente, un nuevo modelo de desarrollo movido por una ética de la compasión universal que promueva que todos los seres puedan vivir con dignidad, la justicia global, el cuidado de la creación, la profundización en una democracia participativa, la preocupación por las generaciones futuras (lo que se llama un desarrollo -que no crecimiento-, sostenible). Y una "conversión ecológica" en los modos de producción, de distribución y en los hábitos de consumo: una verdadera CONVERSIÓN de nuestro estilo de vida (cf. SRS, 9; RM, 59; CA, 36; VC, 90; CV 51). 5. Cómo contribuye al cambio nuestra espiritualidad franciscana Escribe el Papa Francisco que los seres humanos y todo el ambiente natural formamos una sola comunidad de vida en la que existe una estrecha interdependencia, porque todo está relacionado y conectado. Esa interdependencia supone comunión y nos conduce a la compasión, a atender a los débiles y a cuidarlos como si de nosotros mismos se tratara, ya que nos afecta su sufrimiento (cfr. LS16; 70; 91; 117; 120; 137; 138; 142; 240).

Los criterios de nuestra cultura no van por ahí, pero los creyentes, y precisamente por nuestra fe en el Dios creador de todo y de todos, postulamos una relación respetuosa con la naturaleza, y consideramos a las personas, también las futuras, como prójimos, promoviendo estilos de vida austeros y solidarios, coherentes con esa fe. Y mucho más desde nuestra vocación franciscana. El trato fraterno con la creación es un aspecto crucial en la biografía y el mensaje de Francisco de Asís (cf. 1C 76; 81, 2C 165; LP 14; EP 114; 118; Cántico de las Criaturas...). Paolazzi afirma que: "La imagen de Francisco amante y cantor de la creación posee un fundamento muy sólido en la tradición biográfica más antigua y fidedigna".


El Poverello aporta una novedad respecto a la tradición cristiana precedente, polarizada ya sea en el dominio de la creación, ya sea en el desprecio ascético y dualista de la misma: él se acerca a las criaturas con humildad, admiración e infinito respeto, poniéndose a su altura, tratándolas como hermanas. Las razones de su actuar son dos: - su fe en Dios creador y su experiencia de la paternidad de Dios. Por eso contempla todo lo existente como creación de Dios: criaturas salidas de sus manos de Padre –por eso las llama hermanas (cf. 1Cel 81 y Cántico)-, todas son reflejo del Creador. Para Francisco todo lo creado forma una gran familia. Como dicen la biología y la cosmología actual, la Tierra es la comunidad de vida en la que todos los seres conviven y se interconectan; esa visión lleva a respetarlo todo, pues cada ser tiene valor en sí mismo. Al hombre, hoy, hay que concebirlo, y Francisco nos ayuda a ello, inserto en la naturaleza, en la comunidad de la vida, como aquella porción de esta comunidad vital que siente, piensa, ama y venera. -su opción por ser menor. La minoridad genera en él una peculiar relación con las cosas en clave de desapropiación, de solidaridad, de interdependencia y de fraternidad. La fraternidad entre los seres humanos y con todas las criaturas sólo es posible si somos menores. Es la minoridad, la pobreza y la no-apropiación, las que generan en Francisco un sentido profundo de fraternidad y de comunión y una relación con la creación en clave de respeto religioso y cuidado de toda vida, renuncia a la posesión desacralizante y violenta de las cosas, uso pobre y compartido de todos de los bienes de Dios. 6. Vengamos al hoy Para reducir el abismo presente en nuestro mundo entre Norte y Sur y dar respuesta a la crisis ecológica es bueno escuchar la llamada a la conversión ecológica, a una profunda conversión interior (cf. LS 216-221), que implica: un cambio cultural y de mentalidad que entienda que todo está interrelacionado, conectado; la asunción de la categoría antropológica del cuidado; un nuevo modelo de desarrollo humano que sea integral, solidario y sostenible; una "conversión" en los modos de producción, de distribución y en los hábitos de consumo, y un cambio de los estilos de vida de las sociedades y de los sectores humanos opulentos (cf. LS 203-208). 7. ¿Qué entendemos por "nuevos estilos de vida"? Son formas de resistir a las manipulaciones del sistema y de los que detentan el poder socioeconómico, financiero, político y cultural, que nos quieren hacer creer que en el consumismo está la felicidad y tratan de convencernos, mediante los poderosos medios de comunicación, que no es posible cambiar la realidad, que hay que aceptarla como es, porque nada podemos hacer contra la pobreza mundial o el cambio climático. Los nuevos estilos de vida son modos nuevos de plantearse solidariamente la vida, formas responsables de vivir, preocupados por el bien común, que se traducen en acciones cotidianas que todos pueden realizar y que dan concreción al sueño del cambio y de otra vida y otro mundo posible, mucho más concorde con el proyecto que Dios tiene para todas sus criaturas. 8. Desde la sabiduría que proviene de la fe Nuestra fe nos dice que las cosas tal como están no son conformes a la voluntad de Dios, y que la situación no es inevitable. La sabiduría creyente nos recuerda la belleza y la grandeza del don recibido y nos coloca de un modo diferente en el cosmos y en la historia: nos habla de la finitud y del límite que caracterizan la existencia humana, de un umbral que hay que cuidar para encontrar la felicidad y la armonía. Es una sabiduría atenta a lo que amenaza a la vida para afrontarlo valientemente, con opciones incisivas y meditadas. Nos ayuda a discernir nuestras actitudes, nuestra mirada sobre el mundo y nuestro modo de estar en él. Es una sabiduría solidaria, preocupada por los pobres y por toda la creación y, precisamente por eso, para realizar una verdadera fraternidad, educa a la sobriedad, ayudando a descubrir lo que da sabor y sentido a la vida.


9. Los que los nuevos estilos de vida promueven a. Nueva relación con las cosas: El riesgo es convertirnos en esclavos de las cosas y vivir para consumir, sin tiempo para relacionarnos con los otros. En vez de "consumir más" necesitamos "consumir mejor", experimentar la serenidad, el equilibrio que da el contentarse con lo suficiente. Pasar del valor de las cosas al valor de las personas, de la necesidad de objetos a la necesidad de relaciones interpersonales, de la lógica del tener a la del contacto y la relación. El sentido franciscano de una ética de la sobriedad es apuesta por la comunión y la solidaridad con quien tiene necesidad o sufre injusticia y explotación. El estilo evangélico y franciscano de vida y la conversión ecológica implica también: un consumo crítico, que privilegie productos provenientes de un comercio justo y respetuoso con la creación, revisar nuestra actitud ante el dinero y fomentar las finanzas éticas (las que tienen en cuenta las repercusiones sociales, el impacto ambiental y el respeto a los derechos humanos fundamentales). b. Nueva relación con las personas: Construir relaciones interpersonales no violentas, que respeten la diversidad del otro –también de los extranjeros- y la consideren como riqueza; cuidarnos unos a otros, sin miedo a la ternura. Para todo esto es necesario cultivar el silencio. c. Nueva relación con la naturaleza: Pasar del uso indiscriminado de la naturaleza a la responsabilidad ambiental, fomentando hábitos nuevos que muestren mejor nuestra vocación de “cuidadores" del jardín. Puede ayudar la “práctica de las 3 R”: Reducir el consumo de recursos y, en consecuencia, los residuos; Reutilizar y reparar los objetos (contra el "usar y tirar") y Reciclar, separando los residuos en origen. Necesitamos recuperar una espiritualidad integral y una ética ecológica que asuma el desafío de la justicia ambiental que trata de proteger el medioambiente al mismo tiempo que defiende a los pobres. d. Nueva relación con los problemas de la sociedad y del mundo: Superar la cultura de la indiferencia recuperando la capacidad de cuidar al otro, la sensibilidad por el sufrimiento del hermano y la solidaridad, pasando del asistencialismo a la justicia social (la trata de eliminar la causa de la pobreza). 10. Tres niveles en los estilos de vida Los nuevos estilos de vida no pretenden implicar sólo la esfera personal de la vida, sino que se alargan a la dimensión comunitaria, sea eclesial que social, y pretenden llegar al cambio de los sistemas y de las estructuras socio-económicas, políticas y culturales. No basta con el cambio personal -aunque es imprescindible porque sin cambio personal no hay cambio global- sino que hay que actuar en esos tres niveles en forma progresiva y circular. Muchos días intento coger la bici, o ir andando, o pillar un bus, incluso reciclo. Si, intento que lo limpio, lo ecológico tenga sitio en mi vida, soy consciente de que es parte de mi opción de cristiano y franciscano. En cada momento en cada detalle, en las plantas, en los frutos trabajas por mí, tú mi Dios.

Jesús cual es mi alianza con la naturaleza. Todo es tan bello, y verme tan impotente ante su destrucción a veces me supera. Este desgaste natural quien primero lo va a sufrir serán los últimos, los más necesitados. Señor, no dejes que me rinda, que palabras como “para qué”, se apoderen de mí. Ayúdame a buscar nuevas formas de defender este planeta tan bello, enséñame a mirar un árbol y no dejar de alucinar de cómo es posible esa maravilla.

Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. (Romanos 8, 19-22)


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