L´osservatore Romano. Edición en español. 13/3/15

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L’OSSERVATORE ROMANO EDICIÓN SEMANAL Unicuique suum Año XLVII, número 11 (2.406)

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Ciudad del Vaticano

13 de marzo de 2015

El Ángelus del 8 de marzo en la plaza de San Pedro y la visita pastoral a la parroquia romana de Tor Bella Monaca

Sin mujeres un mundo estéril La razón de ser de la Iglesia GIOVANNI MARIA VIAN Mientras inicia el tercer año de pontificado de Francisco no disminuye el interés mediático hacia el Papa, es más, se multiplican desde diversas partes las intervenciones, a menudo interesantes, con la intención de comprender su figura, popularísima incluso más allá de los confines visibles del catolicismo. El Papa mismo indicó en más de una ocasión cuál es su preocupación principal, o sea la necesidad de testimoniar y anunciar el Evangelio, motivo conductor permanente en la Iglesia de Cristo, incluso llevando la marca de las imperfecciones inevitables de toda dinámica humana. Hace precisamente dos años, en las reuniones preparatorias del cónclave quien presentaba con claridad

A la Academia para la vida

Enfermos de abandono

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Una comunidad de la periferia entrevista al Papa

El punto de vista de Magallanes PÁGINA 2

la cuestión era el mismo arzobispo de Buenos Aires, en una intervención breve que, una vez elegido Papa, entregó al cardenal Ortega y Alamino y fue inmediatamente divulgada. «Es la razón de ser de la Iglesia» dijo Bergoglio acerca de la evangelización, añadiendo una definición de Pablo VI —«la dulce y confortadora alegría de evangelizar»— que significativamente retomó en el título (Evangelii gaudium) del documento programático del pontificado. La misión, por lo tanto, es la clave que permite comprender la intención del Papa, coherente con una historia larguísima. Desde los orígenes de la predicación cristiana, que se movió al inicio por la senda del vivaz proselitismo judío, hasta la expansión misionera moderna y la simultánea dramática toma de conciencia de una difundida descristianización incluso en el corazón de Europa. Y, así, mientras el alcance del catolicismo llega a ser mundial, desde la mitad del siglo XIX se abre camino con dificultad la aspiración a una renovación de la presencia de la Iglesia en el mundo; hasta la víspera del Concilio, cuando el cristianismo «parecía perder cada vez más su fuerza eficaz», como escribió Benedicto XVI. Por ello el arzobispo Montini quiso en 1957, en Milán, una misión dirigida en especial a los «hermanos alejados», desde el comienzo se adhirió al Vaticano II y luego, como Papa, guió su desarrollo, las conclusiones y la primera aplicación. «La Iglesia —decía hace dos años el cardenal Bergoglio— está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no sólo geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria». Para la Iglesia el peligro mortal y cada vez más frecuente, advertía Bergoglio: es el de la autorreferencialidad, es decir, de mirarse a sí misma y no a Cristo, que es el único verdadero centro, como no se cansa de repetir el Papa Francisco. Bajo esta luz es posible comprender su pontificado, verdaderamente planetario, y su obra diaria de renovación, que es el deber de quienquiera ser fiel a la Palabra del único Señor.

Angela Dalmau de Grau «Mujer hacendosa» (1922)

Un mundo que margina a las mujeres es «un mundo estéril». Porque «las mujeres no sólo traen la vida, sino que nos transmiten la capacidad de ver más allá» y «de comprender el mundo con ojos diversos, de sentir las cosas con corazón más creativo, más paciente, más tierno». Lo dijo el Papa Francisco en el Ángelus del 8 de marzo, al expresar su agradecimiento a «todas las mujeres que cada día tratan de construir una sociedad más humana y acogedora» y reafirmar «la importancia y la necesidad de su presencia en la vida». A los fieles reunidos en la plaza de San Pedro el Pontífice renovó su «gracias fraterno» en especial a las mujeres «que de mil modos testimonian el Evangelio y trabajan en la Iglesia». Y recordó igualmente que el tiempo cuaresmal es un período propicio para dejar que Jesús haga «limpieza» en el corazón de cada uno a través del «látigo» de su misericordia.

Una invitación que repitió también durante la tarde transcurrida en la parroquia romana de Santa María Madre del Redentor en Tor Bella Monaca, donde celebró la misa y se reunió con la comunidad, denunciando «la injusticia de la desocupación o de la discriminación» y lanzando una severa advertencia contra «los mafiosos» que «explotan a la gente pobre». PÁGINAS 8

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Coloquio con el obispo Carrasco de Paula

Más ancianos, más preciados PÁGINA 3

El Pontífice en la parroquia romana de Todos los Santos

Liturgia y vida A los cincuenta años de la primera misa celebrada por el Papa Pablo VI en italiano, según las renovadas normas litúrgicas establecidas por el Vaticano II, el Santo Padre Francisco quiso visitar, el sábado 7 de marzo, por la tarde, la parroquia de Todos los Santos para conmemorar el aniversario. PÁGINA 5


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viernes 13 de marzo de 2015, número 11

Edición de 1570 del planisferio de Vopel impreso por Bernard van den Putte

JOSÉ MARÍA DI PAOLA Usted habla mucho de periferia. Es una palabra que usa muchas veces. ¿En qué piensa cuando habla de periferias? ¿En nosotros, en la gente de la villa? Cuando hablo de periferia hablo de límites. Normalmente nosotros nos movemos en espacios que de alguna manera controlamos. Ése es el centro. Pero a medida que vamos saliendo del centro vamos descubriendo más cosas. Y cuando miramos el centro desde esas nuevas cosas que descubrimos, desde nuestras nuevas posiciones, desde esa periferia, vemos que la realidad es distinta. Una cosa es ver la realidad desde el centro y otra cosa es verla desde el último lugar a donde vos llegaste. Un ejemplo. Europa, vista desde Madrid en el siglo XVI era una cosa, pero cuando Magallanes llega al fin del continente americano y mira Europa, desde ahí entiende otra cosa. La realidad se ve mejor desde la periferia que desde el centro. También la realidad de una persona, de las periferias existenciales e incluso la reali-

Una parroquia de la periferia entrevista al Papa

El punto de vista de Magallanes ¿Quién tiene que defendernos? ¿Y nosotros, cómo podemos defendernos?

Es verdad, avanza y no se detiene. Hay países que ya son esclavos de la droga y nos preocupa. Lo que más me preocupa es el triunfalismo de los traficantes. Esta gente ya canta victoria, han vencido, han triunfado. Y eso es una realidad. Hay países o zonas donde todo está bajo el dominio de la droDe La Cárcova a Santa Marta ga. Con respecto a Argentina, puedo decir La revista de una villa miseria argentina sólo esto: hace 25 años entrevista al Papa, y él responde. Se trata de la era un lugar de paso Villa La Cárcova, en la localidad de León de la droga, hoy en Suárez, una aglomeración que surgió hace día se consume. Y no medio siglo en torno a la última estación de la tengo la certeza, pero ferrovía que llevaba al gran Buenos Aires. En creo que también se enero pasado, al término de una procesión fabrica. religiosa con su séquito de fiesta popular, fue lanzada la propuesta de entrevistar al Papa para ¿Qué es lo más impor«La Cárcova News», una revista escrita por los tante que debemos darle jóvenes de la villa. Las preguntas recogidas a nuestros hijos? entre la gente fueron entregadas directamente al Papa a través de José María Di Paola, mejor La pertenencia, la conocido como el padre Pepe, a quien recibió el pertenencia a un ho7 de febrero pasado en Santa Marta. El Papa gar. La pertenencia se Francisco respondió inmediatamente y «al da con amor, con caripadre Pepe —explica Alver Metalli en su sitio ño, con tiempo, llewww.terredamerica.com— le fue suficiente vándolos de la mano, encender una pequeña grabadora y la entrevista escuchándolos, juganse realizó». do con ellos, dándoles lo que necesitan en cada momento para su crecimiento. Sobre todad del pensamiento. Vos podés te- do dándoles lugar para que se exner un pensamiento muy armado, presen. Si vos no jugás con tus pero cuando te confrontás con al- hijos, les estás privando de la dimenguien que está fuera de ese pensa- sión de la gratuidad. Si vos no le miento de alguna manera tenés que das lugar para que él diga lo que buscar las razones del tuyo, empezás siente y pueda incluso hasta discutir a discutir, te enriquecés desde la pe- con vos, porque se siente libre, no lo estás dejando crecer. riferia del pensamiento del otro. Pero lo más importante es la fe. A Usted conoce nuestros problemas. La mí me duele mucho cuando encuendroga avanza y no se detiene, entra en tro chicos que no saben hacerse la las villas y ataca a nuestros jóvenes. señal de la cruz. A esos chicos no les

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GIOVANNI MARIA VIAN director

Giuseppe Fiorentino subdirector

ha llegado lo más importante que un padre y una madre les pueden dar: la fe. Usted cree que siempre existe la posibilidad de un cambio, tanto en situaciones difíciles de personas que han sido muy probadas por la vida, como en situaciones sociales o internacionales que son causa de grandes sufrimientos para la población. ¿De dónde saca ese optimismo, incluso cuando habría que desesperarse? Toda persona puede cambiar, incluso las muy probadas. Yo conozco gente que estaba tirada en la existencia de su vida, y hoy día se han casado, tienen su hogar. Esto no es optimismo, esto es certeza en dos cosas. Primero, en el hombre, en la persona. La persona es imagen de Dios, y Dios no desprecia su imagen, siempre la rescata de alguna manera. Y segundo en la fuerza del mismo Espíritu Santo, que va cambiando la conciencia. No es optimismo, es fe en la persona, porque es hija de Dios. Dios no abandona a sus hijos. Me gusta repetir la frase que nosotros, los hijos de Dios, metemos la pata a cada rato, nos equivocamos, pecamos, pero cuando pedimos perdón, Él siempre nos perdona. No se cansa de perdonar. Somos nosotros que, cuando nos creemos importantes, nos cansamos de pedir perdón. ¿Cómo se puede llegar a estar seguros y ser constantes en la fe? Quiero decir: uno vive altos y bajos, en algunos momentos es consciente de la presencia de Dios, de que Dios es un compañero de camino, pero en otros, uno se olvida de eso y se porta como de Dios no existiera. ¿Se puede alcanzar una estabilidad en un tema como el de la fe? Sí, hay altos y bajos. En algunos momentos somos conscientes de la

TIPO GRAFIA VATICANA EDITRICE L’OSSERVATORE ROMANO don Sergio Pellini S.D.B. director general

Marta Lago

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redactor jefe de la edición

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presencia de Dios, otras veces nos olvidamos de eso. La Biblia dice: la vida del hombre, de la persona sobre la tierra es una milicia. Es decir que tenés que estar en paz y luchando. Preparado para no desfallecer, no bajar la guardia, y, por otro lado, gozando de todas las cosas hermosas que te da Dios en la vida. Es decir, hay que estar alerta. No ser derrotista, no ser pesimista. ¿Cómo ser constante en la fe? Si no te negás a sentirla, la vas a sentir muy cerca, la vas a encontrar en tu corazón. Otro día puede ser que no sientas nada. Y sin embargo la fe está, ¿no? Es necesario acostumbrarse a que la fe no es un sentimiento. A veces el Señor nos da la gracia de sentirla, pero la fe es algo más. La fe es mi relación con Jesucristo, yo creo que Él me salvó. Ése es el punto justo de la fe. Andá buscando vos los momentos de tu vida en los que te encontrabas mal, donde andabas perdido, donde no la pegabas, y observá cómo Cristo te salvó. Abrazate a eso, ésa es la raíz de tu fe. Cuando te olvidás, cuando no sentís nada, abrazate a eso, porque ésa es la base de tu fe. Y siempre con el Evangelio en la mano. Llevate un Evangelio chiquito en el bolsillo. Tenelo en tu casa. Esta es la Palabra de Dios. Ahí se alimenta la fe. Después de todo la fe es un regalo, no es una actitud psicológica. Y si te hacen un regalo tenés que recibirlo ¿no? Recibí, entonces, el regalo del Evangelio y leélo. Leélo y escuchá la Palabra de D ios. Su vida ha sido intensa, rica. Nosotros también queremos vivir una vida plena, intensa. ¿Cómo se hace para no vivir inútilmente? ¿Y cómo puede saber uno que no vive inútilmente? Bueno, yo viví mucho inútilmente, ¿eh? No fue tan intensa y tan rica. Yo soy un pecador como cualquiera. Pasa que, simplemente, el Señor me hace hacer cosas que se ven, pero cuántas veces hay gente que no se ve, ¡y el bien que hacen! La intensidad no es directamente proporcional a lo que la gente ve. La intensidad se vive por dentro. Y se vive alimentando la misma fe. ¿Cómo? Haciendo obras de fecundidad, obras de amor para el bien de la gente. Quizás el peor pecado contra el amor sea renegar de una persona. Hay una persona que te ama, y vos renegás de ella haciendo como que no la conocés. Te está amando y vos renegás de ella. El que más nos ama es Dios. Renegar de Dios es uno de los peores pecados que hay. San Pedro cometió ese pecado, renegó de JesuSIGUE EN LA PÁGINA 4

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A la Academia pontificia para la vida el Santo Padre habla de asistencia a los ancianos y cuidados paliativos

Enfermos de abandono «Asistencia al anciano y cuidados paliativos» fue el tema de la asamblea general de la Academia pontificia para la vida que se celebró en el Vaticano del 5 al 7 de marzo. El jueves 5, por la mañana, el Papa recibió en la sala Clementina a los participantes en el encuentro. Dirigiéndose a él, el presidente, el obispo Ignacio Carrasco de Paula, recordó, entre otras cosas, que en su trabajo la Academia procura conjugar «el rigor de los razonamientos con la misericordia y la ternura del corazón». A los presentes, el Pontífice les recordó que «el abandono es la enfermedad más grave del anciano, y también la injusticia más grande que puede sufrir: quienes nos han ayudado a crecer no deben ser abandonados». Queridos hermanos y hermanas: Os saludo cordialmente con ocasión de vuestra asamblea general, llamada a reflexionar sobre el tema «Asistencia al anciano y cuidados paliativos», y agradezco al presidente sus amables palabras. Me complace saludar especialmente al cardenal Sgreccia, que es un pionero… ¡gracias! Los cuidados paliativos son expresión de la actitud propiamente humana de cuidarse unos a otros, especialmente a quien sufre. Testimonian que la persona humana es siempre valiosa, aunque esté marcada por la ancianidad y la enfermedad. En efecto, la persona, en cualquier circunstancia, es un bien para sí misma y para los demás, y es amada por Dios. Por eso, cuando su vida se vuelve muy frágil y se acerca la conclusión de su existencia terrena, sentimos la responsabilidad de asistirla y acompañarla del mejor modo. El mandamiento bíblico que nos pide honrar a los padres, en sentido lato, nos recuerda que debemos honrar a todas las personas ancianas. A este mandamiento Dios asocia una doble promesa: «Para que se prolonguen tus días» (Ex 20, 12) y —la otra— «seas feliz» (Dt 5, 16). La fidelidad al cuarto mandamiento no sólo asegura el don de la tierra, sino sobre todo la posibilidad de disfrutar de ella. En efecto, la sabiduría que nos lleva a reconocer el valor de la persona anciana y a honrarla, es la misma sabiduría que nos permite apreciar los numerosos dones que recibimos diariamente de la mano providente del Padre y ser felices. El precepto nos revela la fundamental relación pedagógica entre padres e hijos, entre ancianos y jóvenes, con referencia a la custodia y a la transmisión de la enseñanza religiosa y sapiencial a las generaciones futuras. Respetar esta enseñanza y a quienes la transmiten es fuente de vida y de bendición. Al contrario, la Biblia reserva una severa advertencia a quienes descuidan o maltratan a los padres (cf. Ex 21, 17; Lv 20, 9). Este mismo juicio vale hoy cuando los padres, siendo ancianos y menos útiles, permanecen marginados hasta el abandono; y tenemos muchos ejemplos. La Palabra de Dios es siempre viva, y vemos bien cómo el mandamiento tiene apremiante actualidad para la sociedad contemporánea, en la que la lógica de la utilidad prevalece sobre la de la solidaridad y la gratuidad, incluso en el seno de las familias. Por lo tanto, escuchemos con corazón dócil la Palabra de Dios que nos viene de los mandamientos, los cuales, recordémoslo siempre, no son vínculos que aprisionan, sino palabras de vida.

«Honrar» hoy también podría traducirse como el deber de tener máximo respeto y cuidar a quien, por su condición física o social, podría ser abandonado para morir o «dejarlo morir». Toda la medicina tiene una función especial dentro de la sociedad como testigo de la honra que se debe a la persona anciana y a todo ser humano. Evidencia y eficiencia no pueden ser los únicos criterios que orienten la actuación de los médicos, ni lo son las reglas de los sistemas sanitarios y el beneficio económico. Un Estado no puede pensar en obtener beneficio con la medicina. Al contrario, no hay deber más importante para una sociedad que el de cuidar a la persona humana. Vuestro trabajo durante estos días explora nuevas áreas de aplicación de los cuidados paliativos. Hasta ahora han sido un valioso acompañamiento para los enfermos oncológicos, pero hoy las enfermedades son muchas y variadas, a menudo

relacionadas con la ancianidad, caracterizada por un desmejoramiento crónico progresivo, y para las que puede servir este tipo de asistencia. Ante todo, los ancianos tienen necesidad del cuidado de sus familiares, cuyo afecto ni siquiera las estructuras públicas más eficientes o los agentes sanitarios más competentes y caritativos pueden sustituir. Cuando no son autosuficientes o tienen enfermedades avanzadas o terminales, los ancianos pueden disponer de una asistencia verdaderamente humana y recibir respuestas adecuadas a sus exigencias gracias a los cuida-

Coloquio con el obispo Carrasco de Paula

Más ancianos, más preciados MARIO PONZI

pronunciadas el miércoles por el Pontífice.

Un millardo y medio de ancianos en 2025, más de dos mil millones en 2050. Los números no dejan dudas: la sociedad mundial envejece rápidamente. Y, sin embargo, como destacó el Papa Francisco, precisamente el miércoles 4 de marzo durante la audiencia general, no está, en absoluto, preparada para reconocer el papel y la dignidad de las personas ancianas; es más, tiende a considerales un peso molesto para la comunidad, sobre todo si están enfermas y, por lo tanto, a «descartarlas». La Iglesia «no puede y no quiere conformarse con una mentalidad de intolerancia —destacó el Papa Francisco— y mucho menos de indiferencia y desprecio respecto a la vejez». Y haciendo eco de las palabras de Benedicto XVI, añadió: «Donde no hay honor para los ancianos, no hay futuro para los jóvenes». Hemos hablado de ello con el obispo Ignacio Carrasco de Paula, presidente de la Academia pontificia para la vida, que precisamente al tema «La asistencia a los ancianos y los cuidados paliativos» dedicó el workshop del viernes 6 de marzo en el ámbito de la plenaria que tuvo lugar del 5 al 7 en el aula nueva del Sínodo.

Fue una coincidencia, feliz y muy significativa. Al Papa Francisco, por lo demás, siempre le ha preocupado mucho la situación de los ancianos, desde que era arzobispo de Buenos Aires. Por su parte, la Academia pontificia está muy atenta a los ancianos, a la calidad de su vida y busca los caminos para estimular a la sociedad hacia una plena asunción de la responsabilidad con respecto a ellos, considerándoles, como efectivamente son, personas con plena dignidad, dotadas de una sabiduría madurada a través de numerosas experiencias vividas.

El seminario de estudio no podía tener mejor viático que las palabras

Usted habla de calidad de vida. ¿En qué consiste? Evidentemente cuando se habla de calidad de vida no nos referimos a la cantidad de vida por vivir. Sería un error considerar los progresos de la medicina en este ámbito sólo en cuanto factores de prolongación de la vida. Si acaso, se trata de una oportunidad para aprovechar precisamente para vivir una vida de calidad, en cuanto que dé frutos. Así pues, a los ancianos se les debe ofrecer las condiciones para poder continuar dando su preciosa aportación. No por casualidad el Papa Francisco SIGUE EN LA PÁGINA 4

dos paliativos ofrecidos como integración y apoyo a la atención prestada por sus familiares. Los cuidados paliativos tienen el objetivo de aliviar el sufrimiento en la fase final de la enfermedad y al mismo tiempo garantizar al paciente un adecuado acompañamiento humano (cf. Carta encíclica Evangelium vitae, 65). Se trata de un apoyo importante, sobre todo para los ancianos, que, a causa de su edad, reciben cada vez menos atención de la medicina curativa y a menudo permanecen abandonados. El abandono es la «enfermedad» más grave del anciano, y también la injusticia más grande que puede sufrir: quienes nos han ayudado a crecer no deben ser abandonados cuando tienen necesidad de nuestra ayuda, nuestro amor y nuestra ternura. Por lo tanto, aprecio vuestro compromiso científico y cultural para garantizar que los cuidados paliativos puedan llegar a todos los que los necesitan. Animo a los profesionales y a los estudiantes a especializarse en este tipo de asistencia, que no tiene menos valor por el hecho de que «no salva la vida». Los cuidados paliativos realizan algo igualmente importante: valoran a la persona. A todos los que, de diferentes modos, están comprometidos en el campo de los cuidados paliativos, los exhorto a poner en práctica este compromiso, conservando íntegro el espíritu de servicio y recordando que el conocimiento médico es verdaderamente ciencia, en su significado más noble, sólo si se considera un auxilio con vistas al bien del hombre, un bien que jamás se alcanza «contra» su vida y su dignidad. Esta capacidad de servicio a la vida y a la dignidad de la persona enferma, aunque sea anciana, mide el verdadero progreso de la medicina y de toda la sociedad. Repito la exhortación de Juan Pablo II: «¡Respeta, defiende, ama y sirve a la vida, a toda vida humana! ¡Sólo siguiendo este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad!» (ibídem, n. 5). Deseo que continuéis el estudio y la investigación, para que la obra de promoción y defensa de la vida sea cada vez más eficaz y fecunda. Que os proteja la Virgen Madre, Madre de la vida, y os acompañe mi bendición. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.


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El punto de vista de Magallanes VIENE DE LA PÁGINA 2

cristo… ¡y lo hicieron Papa! ¿Entonces qué me queda para mí? Así que no… ¡Adelante! ¿Usted tiene cerca a personas que no están de acuerdo con usted? Sí, por supuesto. ¿Cómo se comporta con ellas? A mí nunca me fue mal con escuchar a las personas. Cada vez que las escucho, siempre me va bien. Las veces que no las escuché me fue mal. Porque aunque no estés de acuerdo, siempre, siempre te van a dar algo o te van a poner en una situación en la cual vos tenés que repensar tus cosas. Y eso te enriquece. Es la manera de comportarse con los que no estamos de acuerdo. Ahora, si yo no estoy de acuerdo con aquel y dejo de saludarlo, le cierro la puerta en la cara o no le dejo hablar, no le pregunto nada, es evidente que me anulo a mí mismo. Esta es la riqueza del diálogo. Dialogando, escuchando, uno se enriquece. La moda de hoy empuja a los jóvenes hacia las relaciones virtuales. En la villa también pasa eso. ¿Cómo se puede hacer para que salgan de su mundo de fantasía y ayudarlos a vivir la reali-

dad y las relaciones verdaderas? Yo distinguiría entre el mundo de la fantasía y las relaciones virtuales. A veces las relaciones virtuales no son de fantasía, son concretas, son de cosas reales y muy concretas. Pero evidentemente lo deseable es la relación no virtual, es decir la relación física, afectiva, la relación en el tiempo y en el contacto con las personas. Y creo que el peligro que nosotros corremos ahora es el de tener una capacidad de información muy grande, de poder movernos virtualmente dentro de toda una serie de cosas que nos puede llevar a convertirnos en jóvenes-museo. Un jovenmuseo está muy bien informado, ¿pero qué hace con todo lo que tiene? La manera de ser fecundo en la vida no pasa por acumular información o mantener solamente comunicaciones virtuales sino por cambiar lo concreto de la existencia. En última instancia quiere decir amar. Vos podés amar a otra persona, pero si no le estrechás la mano, no le das un abrazo, no es amor; si amás a alguien como para casarte, es decir con el deseo de entregarte completamente, y no le abrazás, no le das un beso, no es verdadero amor. El amor virtual no existe. Existe la declaración de amor virtual, pero el verdadero amor prevee el contacto físico, concreto. Vayamos

Más ancianos, más preciados VIENE DE LA PÁGINA 3

dijo que los ancianos no son ajenos. Y no son tampoco un «optional». Son personas que siguen siendo tales, con toda su dignidad, hasta el último instante de sus vidas. Y nosotros, como Iglesia y como sociedad, debemos ser capaces de acompañarles, de estar a su lado, sobre todo en la fase final de su existencia. ¿Por qué ciertas políticas inspiradas en lo que el Papa Francisco llama «cultura del descarte» tienden a identificar al anciano con el enfermo? Esto nace esencialmente del hecho que la sociedad no está preparada para el aumento del número de los ancianos. Al no saber cómo afrontar la cuestión, con frecuencia identifica al anciano con el enfermo. Ciertamente hay ancianos enfermos, pero incluso antes de los ancianos enfermos, sería necesario hablar de los ancianos que sufren. Muchos ancianos comienzan a sufrir mucho antes que, como es inevitable, sobrevenga la enfermedad. Sufren por las violencias que cada vez con mayor frecuencia padecen; sufren por el desprecio del que son objeto; sufren porque son abandonados. Pero aquí entra en juego el discurso acerca del papel de la familia. Hasta cuando sea posible el anciano debe ser acompañado por su familia, a la cual se entregó por entero durante su vida y que ahora está llamada a acompañarlo en la fase final de la existencia.

¿Usted se refiere también a la fase terminal de la enfermedad? Sí. Es el momento en el que hay más necesidad de amor, calor y cercanía. Pero ha llegado el momento en el que en torno a las personas que sufren se contraponen diversas visiones de la medicina y de la vida. Es el momento en el que se encienden infinitas y continuas polémicas. Polémicas que atacan la cuestión de la oportunidad de los cuidados, de los gastos considerados inútiles. Es el momento en el que se proponen insinuaciones inspiradas en la cultura de la muerte, desde hace años denunciada por la Iglesia, que busca camuflar la eutanasia con una presunta muerte dulce. La muerte dulce es sólo la natural. Es la realización de una vida que se apaga entre gente que ama, que se hace cargo del sufrimiento, consciente de la inutilidad de continuar suministrando medicinas que hoy en día se revelan ineficaces o de intervenir con otros medios también inútiles. Y que busca sólo aliviar el sufrimiento con cuidados paliativos y sin hacer que falte, además del afecto, el alimento necesario del cuerpo así como del alma. La eutanasia no alivia los sufrimientos. Anticipa la muerte provocándola. ¿Cuál puede ser el mensaje de vuestro seminario? Uno solo: nunca olvidar a la persona anciana, su dignidad, su preciosidad.

El padre Pepe delante de la iglesia de la Villa 21

a lo esencial de la vida. Y lo esencial es eso. Entonces, no jóvenes-museo que solamente estén informados de las cosas virtualmente, sino jóvenes que sientan y que con sus propias manos —acá está lo concreto— lleven adelante su vida. Me gusta hablar de los tres lenguajes: el lenguaje de la cabeza, el lenguaje del corazón y el lenguaje de las manos. Tiene que haber armonía entre los tres. De tal manera que vos pienses lo que sentís y lo que hacés, sientas lo que pensás y lo que hacés, y hagas lo que sentís y lo que pensás. Eso es lo concreto. Quedarte solamente en el plano de lo virtual es como vivir en una cabeza sin cuerpo. ¿Hay algo que quiera sugerirle a los gobernantes argentinos en un año de elecciones? Primero, una plataforma electoral clara. Que cada uno diga: nosotros, si somos gobierno, vamos a hacer «esto». Bien concreto. La plataforma electoral es muy sana, y ayuda a la gente a ver lo que piensa cada uno. En una de las elecciones de hace muchos años, hubo una anécdota importante sobre lo que hicieron unos periodistas vivos. Más o menos a la misma hora se encontraron con tres candidatos. No recuerdo si eran candidatos a diputados o a intendentes. Y le preguntaron a cada uno: ¿qué piensa usted sobre tal cosa? Cada uno dió su propia respuesta, y a uno de ellos un periodista le dijo: «pero lo que usted piensa no es lo mismo que lo que piensa el Partido que usted representa. Vea la plataforma electoral de su Partido…». A veces los mismos candidatos no conocen la plataforma electoral. Un candidato tiene que presentarse a la sociedad con una plataforma electoral clara, bien estudiada, diciendo explícitamente: «Si yo salgo elegido diputado, intendente, gobernador, voy a hacer “esto”, porque pienso que “esto” es lo que hay que hacer». Segundo, honestidad en la presentación de la propia postura. Y tercero —es una de las cosas que tenemos que lograr, ojalá la podamos lograr— una campaña electoral de tipo gratuito, no financiada. Porque en las financiaciones de las campañas electorales entran muchos intereses que después «te pasan factura». Entonces, hay que ser independientes de cualquiera que me pueda financiar

una campaña electoral. Es un ideal, evidentemente, porque siempre hace falta dinero para los afiches, para la televisión. Pero en todo caso que la financiación sea pública. De este modo yo, ciudadano, sé que financio a este candidato con esta determinada cantidad de dinero. Que sea todo transparente y limpio. ¿Cuándo viene a la Argentina? En principio, en el ’16, pero todavía no hay nada seguro porque hay que armar con otros viajes, con otros países. Escuchamos por televisión noticias que nos duelen, que hay fanáticos que lo quieren matar. ¿No tiene miedo? Y nosotros que lo queremos, ¿qué podemos hacer? Mirá, la vida está en manos de Dios. Yo le dije al Señor: Vos cuidame. Pero si tu voluntad es que yo me muera o que me hagan algo, te pido un solo favor: que no me duela. Porque yo soy muy cobarde para el dolor físico.

Confiadas al obispo Corti

Las meditaciones del Vía crucis del Papa en el Coliseo Será monseñor Renato Corti, obispo emérito de Novara, el autor de los textos de las meditaciones para el Vía crucis que cada año se reza en el Coliseo el Viernes santo por la noche. El esquema seguido por el prelado será el clásico tradicional con catorce estaciones. Después de monseñor Giancarlo Maria Bregantini, arzobispo de Campobasso-Boiano, autor de las meditaciones del año pasado, la elección del Papa Francisco cayó por segunda vez en un obispo italiano. Por lo demás, monseñor Corti hace exactamente diez años, en febrero de 2005, predicó los ejercicios espirituales para la Curia romana en los últimos días del pontificado de Juan Pablo II.


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Homilía del Pontífice en la parroquia romana de Todos los Santos

Liturgia y vida Cincuenta años después de la primera misa celebrada por Pablo VI en italiano «La liturgia no es algo extraño» o «lejano»: debe existir, en cambio, «correspondencia entre liturgia y vida». Lo recordó el Papa Francisco en la homilía de la misa que celebró el sábado 7 de marzo, por la tarde, en la parroquia romana de Todos los Santos. El Pontífice quiso volver, exactamente después de cincuenta años, a la iglesia donde Pablo VI celebró por primera vez en italiano según las renovadas normas litúrgicas establecidas por el Concilio Vaticano II. Con ocasión de la fiesta de la Pascua judía, Jesús va a Jerusalén. Al llegar al templo, no encuentra gente que busca a Dios, sino gente que hace sus propios negocios: los mercaderes de animales para la ofrenda de los sacrificios; los cambistas, quienes cambian dinero «impuro» que llevan la imagen del emperador con monedas aprobadas por la autoridad religiosa para pagar el impuesto anual del templo. ¿Qué encontramos nosotros cuando visitamos, cuando vamos a nuestros templos? Dejo la pregunta. El indigno comercio, fuente de ricas ganancias, provo-

Pablo

VI

ca la enérgica reacción de Jesús. Él volcó los bancos y esparció el dinero por el piso, echó a los vendedores diciéndoles: «No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre» (Jn 2, 16). Esta expresión no se refiere sólo a los negocios que se realizaban en los patios del templo. Se refiere más bien a un tipo de religiosidad. El gesto de Jesús es un gesto de «limpieza», de purificación, y la actitud que Él desautoriza se la puede sacar de los textos proféticos, según los cuales Dios no soporta un culto exterior hecho de sacrificios materiales y basado en el interés personal (cf. Is 1, 11-17; Jer 7, 2-11). Este gesto es la llamada al culto auténtico, a la correspondencia entre liturgia y vida; una llamada válida para todos los tiempos y también hoy para nosotros. Esa correspondencia entre liturgia y vida. La liturgia no es algo extraño, allá, lejano, y mientras se celebra yo pienso en muchas cosas, o rezo el rosario. No, no. Hay una correspondencia con la celebración litúrgica que luego llevo a mi vida; y en esto se debe aún ir más adelante, se debe

en la iglesia de Todos los Santos el 7 de marzo de 1965

aún recorrer mucho camino. La constitución conciliar Sacrosanctum Concilium define la liturgia como «la primera y más necesaria fuente en la que los fieles beben el espíritu verdaderamente cristiano» (n. 14). Esto significa reafirmar el vínculo esencial que une la vida del discípulo de Jesús y el culto litúrgico. Esto no es ante todo una doctrina que se debe comprender, o un rito que hay que cumplir; es naturalmente también esto pero de otra forma, es esencialmente distinto: es una fuente de vida y de luz para nuestro camino de fe. Por lo tanto, la Iglesia nos llama a tener y promover una vida litúrgica auténtica, a fin de que pueda haber sintonía entre lo que la liturgia celebra y lo que nosotros vivimos en nuestra existencia. Se trata de expresar en la vida lo que hemos recibido mediante la fe y lo que hemos celebrado (cf. Sacrosanctum Concilium, 10). El discípulo de Jesús no va a la iglesia sólo para cumplir un precepto, para sentirse bien con un Dios que luego no tiene que «molestar» demasiado. «Pero yo, Señor, voy todos los domingos, cumplo..., tú no te metas en mi vida, no me molestes». Esta es la actitud de muchos católicos, muchos. El discípulo de Jesús va a la iglesia para encontrarse con el Señor y encontrar en su gracia, operante en los sacramentos, la fuerza para pensar y obrar según el Evangelio. Por lo que no podemos ilusionarnos con entrar en la casa del Señor y «encubrir», con oraciones y prácticas de devoción, comportamientos contrarios a las exigencias de la justicia, la honradez o la caridad hacia el prójimo. No podemos sustituir con «honores religio-

El Papa Montini y la celebración eucarística en la lengua del pueblo

Para llevar a Cristo a todos GIUSEPPE MIDILI* «¿Qué estamos haciendo? (…) Nosotros estamos actuando una realidad (…) Se inaugura, hoy, la nueva forma de la Liturgia en todas las parroquias e iglesias del mundo». Estas palabras llenas de emoción pronunciadas por el Papa Pablo VI durante la primera misa en italiano celebrada el 7 de marzo de 1965 en la parroquia romana de Todos los Santos —a la que el vicariato de Roma dedicó el viernes 27 de febrero un congreso: «Unidos en la acción de gracias»— revelan una atención hacia el pueblo de Dios, que exigía un especial cuidado pastoral para hacer renacer la vida espiritual. El paso del latín a la lengua viva fue uno de los signos más evidentes del cambio introducido por el Vaticano II y testimonia que el criterio pastoral animó todos los

trabajos del Concilio y caracterizó la reforma litúrgica. «Es un gran acontecimiento que se deberá recordar como principio de una lozana vida espiritual, como un compromiso nuevo en la correspondencia al gran diálogo entre Dios y el hombre». Pablo VI el 7 de marzo de 1965 también durante el Ángelus quiso recordar el sentido de este cambio: la Iglesia consideraba necesario introducir la lengua de los fieles en la oración, para hacerla comprensible. Se sacrificaba así el latín y «la unidad de lenguaje en los diversos pueblos en honor de esta mayor universalidad, para llegar a todos». Se grababa de este modo «una fecha memorable en la historia espiritual de la Iglesia». Cuando los padres conciliares empezaron a reflexionar sobre la reforma y promoción de la liturgia, entendieron «adaptar mejor a las

necesidades de nuestro tiempo las instituciones que están sujetas a cambio» (Sacrosanctum Concilium, 1). La participación plena, activa y consciente de los fieles en la liturgia tiene su fundamento en el don del bautismo y constituye uno de los pilares de la reforma y un criterio de revisión de los ritos y los textos. Cuando en la asamblea conciliar se llegó a tratar el uso del latín en la liturgia, se estableció que la lengua viva —siendo que puede ser de gran utilidad para el pueblo— encontrase un espacio más amplio en las celebraciones litúrgicas. En los años inmediatamente sucesivos, comisiones especiales estudiaron la posibilidad de introducir en la práctica de la celebración los principios teológicos surgidos durante el Concilio. Pablo VI decidió aproSIGUE EN LA PÁGINA 13

sos» lo que debemos dar al prójimo, postergando una verdadera conversión. El culto, las celebraciones litúrgicas, son el ámbito privilegiado para escuchar la voz del Señor, que guía por el camino de la rectitud y de la perfección cristiana. Se trata de realizar un itinerario de conversión y de penitencia, para quitar de nuestra vida las escorias del pecado, como hizo Jesús, limpiando el templo de intereses mezquinos. Y la Cuaresma es el tiempo favorable para todo esto, es el tiempo de la renovación interior, de la remisión de los pecados, el tiempo en el que somos llamados a redescubrir el sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación, que nos hace pasar de las tinieblas del pecado a la luz de la gracia y de la amistad con Jesús. No hay que olvidar la gran fuerza que tiene este sacramento para la vida cristiana: nos hace crecer en la unión con Dios, nos hace reconquistar la alegría perdida y experimentar el consuelo de sentirnos personalmente acogidos por el abrazo misericordioso de Dios. Queridos hermanos y hermanas, este templo fue construido gracias al celo apostólico de san Luis Orione. Precisamente aquí, hace cincuenta años, el beato Pablo VI inauguró, en cierto sentido, la reforma litúrgica con la celebración de la misa en la lengua hablada por la gente. Os deseo que esta circunstancia reavive en todos vosotros el amor por la casa de Dios. En ella encontráis una gran ayuda espiritual. Aquí podéis experimentar, cada vez que queráis, el poder regenerador de la oración personal y de la oración comunitaria. La escucha de la Palabra de Dios, proclamada en la asamblea litúrgica, os sostiene en el camino de vuestra vida cristiana. Os encontráis entre estos muros no como extraños, sino como hermanos, capaces de darse la mano con gusto, porque os congrega el amor a Cristo, fundamento de la esperanza y del compromiso de cada creyente. A Él, Jesucristo, Piedra angular, nos estrechamos confiados en esta santa misa, renovando el propósito de comprometernos en favor de la purificación y la limpieza interior de la Iglesia edificio espiritual, del cual cada uno de nosotros es parte viva en virtud del Bautismo. Así sea.


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El Pontífice al Camino Neocatecumenal

Despertad la fe «Despertad la fe» llevando nuevamente el anuncio evangélico a muchos «no cristianos» que hoy, a causa de la secularización, han olvidado quién es Jesús. Fue la invitación que el Papa Francisco dirigió a los miles de miembros del Camino Neocatecumenal que abarrotaron el aula Pablo VI el viernes 6 de marzo por la mañana. Queridos hermanos y hermanas: ¡Buenos días a todos! Y gracias, muchas gracias por haber venido a este encuentro. La tarea del Papa, la tarea de Pedro, es la de confirmar a los hermanos en la fe. Así, vosotros también habéis querido con este gesto pedir al Sucesor de Pedro que confirme vuestra llamada, que sostenga vuestra misión y bendiga vuestro carisma. Y hoy confirmo vuestra llamada, sostengo vuestra misión y bendigo vuestro carisma. Lo hago no porque él [señala a Kiko] me pagó, !no! Lo hago porque quiero hacerlo. Iréis en nombre de Cristo a todo el mundo a llevar su Evangelio: Que Cristo os preceda, que Cristo os acompañe, que Cristo lleve a su realización la salvación de la que sois portadores. Junto a vosotros saludo a todos los cardenales y obispos que os acompañan hoy y que en sus diócesis apoyan vuestra misión. En especial saludo a los iniciadores del Camino Neocatecumenal, Kiko Argüello y Carmen Hernández, junto con el padre Mario Pezzi: también a ellos expreso mi aprecio y mi aliento

por todo lo que, a través del Camino, están haciendo en beneficio de la Iglesia. Yo digo siempre que el Camino Neocatecumenal hace un gran bien en la Iglesia. Como dijo Kiko, nuestro encuentro de hoy es un envío misionero, en obediencia a lo que Cristo nos pidió y escuchamos en el Evangelio. Y estoy particularmente contento de que esta misión vuestra se lleve a cabo gracias a familias cristianas que, reunidas en una comunidad, tienen la misión de entregar los signos de la fe que atraen a los hombres hacia la belleza del Evangelio, según las palabras de Cristo: «Amaos como yo os he amado; de este amor conocerán que sois mis discípulos» (cf. Jn 13, 34-35), y «sean todos uno y el mundo creerá» (cf. Jn 17, 21). Estas comunidades, llamadas por los obispos, están formadas por un presbítero y cuatro o cinco familias, con hijos incluso mayores, y constituyen una «missio ad gentes», con un mandato de evangelizar a los no cristianos. Los no cristianos que jamás escucharon hablar de Jesucristo, y muchos no cristianos que olvidaron quién era Jesucristo, quién es Jesucristo: no cristianos bautizados, a quienes la secularización, la mundanidad y muchas otras cosas les hicieron olvidar la fe. ¡Despertad esa fe! Por lo tanto, incluso antes que con la palabra, es con vuestro testimonio de vida como manifestáis el corazón de la revelación de Cristo: que Dios ama al hombre hasta entregarse a la muerte por él y que fue resucitado por el Padre para darnos la gracia de dar nuestra vida a los demás. El mundo de hoy tiene extrema necesidad de es este gran mensaje. Cuánta soledad, cuánto sufrimiento, cuánta lejanía de Dios en tantas periferias de Europa y América y en muchas ciudades de Asia. Cuánta necesidad tiene el hombre de hoy, en todo lugar, de sentir que Dios lo ama y que el amor es posible. Estas comunidades cristianas, gracias a vosotros, familias misioneras, tienen la tarea esencial de hacer visible este mensaje. Y ¿cuál es el mensaje? «¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo vive! ¡Cristo está vivo entre nosotros!». Vosotros habéis recibido la fuerza de dejar todo y partir hacia tierras lejanas gracias a un camino de iniciación cris-

tiana, vivido en pequeñas comunidades, donde habéis descubierto de nuevo las inmensas riquezas de vuestro bautismo. Este es el Camino Neocatecumenal, un auténtico don de la Providencia a la Iglesia de nuestros tiempos, como ya afirmaron mis predecesores; sobre todo san Juan Pablo II cuando os dijo: «Reconozco el Camino Neocatecumenal como un itinerario de formación católica, válida para la sociedad y para los tiem-

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pos de hoy» (Carta Ogniqualvolta, 30 de agosto de 1990). El Camino se basa en esas tres dimensiones de la Iglesia que son la Palabra, la Liturgia y la Comunidad. Por ello, la escucha obediente y constante de la Palabra de Dios, la celebración eucarística en pequeñas comunidades después de las primeras Vísperas del domingo, la celebración de Laudes en familia en el día domingo con todos los hijos, y el compartir la propia fe con los demás hermanos están en el origen de tantos dones que el Señor os prodigó, así como las numerosas vocaciones al presbiterado y a la vida consagrada. Ver todo esto es un consuelo, porque confirma que el Espíritu de Dios está vivo y operante en su Iglesia, también hoy, y que responde a las necesidades del hombre moderno. En diversas ocasiones insistí sobre la necesidad que la Iglesia tiene de pasar de una pastoral de simple conservación a una pastoral decididamente misionera (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 15). Cuántas veces, en la Iglesia, tenemos a Jesús dentro y no lo dejamos salir... ¡Cuántas veces! Esto es lo más importante que hay que hacer si no queremos que las aguas se estanquen en la Iglesia. El Camino desde hace años está realizando estas missio ad gentes entre los no cristianos, para una implantatio Ecclesiae, una nueva presencia de Iglesia, allí donde la Iglesia no existe y ya no es capaz de llegar a las personas. «¡Cuánta alegría nos dais con vuestra presencia y con vuestra actividad!», os dijo el beato Papa Pablo VI en su primera audiencia con vosotros (8 de mayo de 1974). Yo también hago mías estas palabras y os aliento a seguir adelante, confiándoos a la santísima Virgen María que inspiró el Camino Neocatecumenal. Ella intercede por vosotros ante su Hijo divino. Queridísimos, que el Señor os acompañe. ¡Id con mi bendición!

Audiencia a los reyes de Bélgica El Papa, el lunes 9 de marzo, por la mañana, recibió en audiencia, en el palacio apostólico, al rey de los belgas, su majestad Felipe y la reina Matilde, quienes sucesivamente se reunieron con el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, acompañado por el arzobispo Paul Richard Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados. Durante los cordiales coloquios, se destacaron las buenas relaciones bilaterales entre Bélgica y la Santa Sede. Se centraron luego en cuestiones de común interés, como la cohesión social, la educación de los jóvenes, el fenómeno de las migraciones y la importancia

del diálogo intercultural e interreligioso. Se trató también sobre algunas problemáticas de carácter internacional, con especial referencia a las perspectivas futuras del continente europeo.


número 11, viernes 13 de marzo de 2015

L’OSSERVATORE ROMANO

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El Papa al movimiento Comunión y Liberación

Como la flor del almendro A los diez años de la muerte del fundador don Luigi Giussani, el movimiento Comunión y Liberación fue recibido por el Papa Francisco el sábado 7 de marzo, por la mañana, en la plaza de San Pedro. Retomando cuanto don Giussani decía sobre la centralidad del encuentro con Cristo, «encuentro no con una idea, sino con una Persona», el Papa recordó a los presentes que Jesús nos precede siempre: «Él es como la flor del almendro: es la que florece primero y anuncia la primavera». El Pontífice también invitó a todos a «rechazar la autorreferencialidad» y a «ser brazos, manos, pies, mente y corazón de una Iglesia “en salida”» para ir «a buscar a los lejanos». Queridos hermanos y hermanas: ¡Buenos días! Os doy la bienvenida a todos y os agradezco vuestro afecto caluroso. Dirijo mi saludo cordial a los cardenales y obispos. Saludo a don Julián Carrón, presidente de vuestra fraternidad, y le agradezco las palabras que me ha dirigido en nombre de todos; y también le agradezco, don Julián, la hermosa carta que usted escribió a todos, invitándolos a venir. Muchas gracias. Mi primer pensamiento se dirige a vuestro fundador, monseñor Luigi Giussani, recordando el décimo aniversario de su nacimiento al cielo. Estoy agradecido a don Giussani por varias razones. La primera, más personal, es el bien que este hombre me hizo a mí y a mi vida sacerdotal a través de la lectura de sus libros y de sus artículos. La otra razón es que su pensamiento es profundamente humano y llega hasta lo más íntimo del anhelo del hombre. Sabéis cuán importante era para don Giussani la experiencia del encuentro: encuentro no con una idea, sino con una Persona, con Jesucristo. Así, él educó en la libertad, guiando al encuentro con Cristo, porque Cristo nos da la verdadera libertad. Hablando del encuentro, me viene a la memoria «La vocación de Mateo», ese Caravaggio ante el cual me detenía largamente en San Luis de los Franceses cada vez que venía a Roma. Ninguno de los que estaban allí, incluido Mateo, ávido de dinero, podía creer en el mensaje de ese dedo que lo indicaba, en el mensaje de esos ojos que lo miraban con misericordia y lo elegían para el seguimiento. Sentía el estupor del encuentro. Así es el encuentro con Cristo, que viene y nos invita. Todo en nuestra vida, hoy como en tiempos de Jesús, comienza con un encuentro. Un encuentro con este hombre, el carpintero de Nazaret, un hombre como todos y, al mismo tiempo, diverso. Pensemos en el evangelio de san Juan, allí donde relata el primer encuentro de los discípulos con Jesús (cf. 1, 35-42). Andrés, Juan y Simón: se sintieron mirados en lo más profundo, conocidos íntimamente, y esto suscitó en ellos una sorpresa, un estupor que, inmediatamente, los hizo sentirse unidos a Él… O cuando, después de la resurrección, Jesús le pregunta a Pedro: «¿Me amas?» (Jn 21, 15), y Pedro le responde: «Sí»; ese sí no era el resultado de la fuerza de voluntad, no venía sólo de la decisión del hombre Simón: venía ante todo de la gracia, era el «primerear», el preceder de la gracia. Ese fue el descubrimiento decisivo para san Pablo, para san Agustín, y para tantos otros santos: Jesucristo siempre es el primero, nos primerea, nos espera, Jesu-

cristo nos precede siempre; y cuando nosotros llegamos, Él ya nos estaba esperando. Él es como la flor del almendro: es la que florece primero y anuncia la primavera. Y no se puede comprender esta dinámica del encuentro que suscita el estupor y la adhesión sin la misericordia. Sólo quien ha sido acariciado por la ternura de la misericordia conoce verdaderamente al Señor. El lugar privilegiado del encuentro es la caricia de la misericordia de Jesucristo a mi pecado. Y por eso, algunas veces, me habéis oído decir que el puesto, el lugar privilegiado del encuentro con Jesucristo es mi pecado. Gracias a este abrazo de misericordia vienen ganas de responder y cambiar, y puede brotar una vida diversa. La moral cristiana no es el esfuerzo titánico, voluntarista de quien decide ser coherente y lo logra, una especie de desafío solitario ante el mundo. No. Esta no es la moral

Caravaggio, «Vocación de san Mateo»

cristiana, es otra cosa. La moral cristiana es respuesta, es la respuesta conmovida ante una misericordia sorprendente, imprevisible, incluso «injusta» según los criterios humanos, de uno que me conoce, conoce mis traiciones y me quiere lo mismo, me estima, me abraza, me llama de nuevo, espera en mí, espera de mí. La moral cristiana no es no caer jamás, sino levantarse siempre, gracias a su mano que nos toma. Y el camino de la Iglesia es también este: dejar que se manifieste la gran misericordia de Dios. Decía días pasados a los nuevos cardenales: «El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero; el camino de la Iglesia es precisamente el de salir del propio recinto

para ir a buscar a los lejanos en las “periferias” esenciales de la existencia; es el de adoptar integralmente la lógica de Dios», que es la de la misericordia (Homilía, 15 de febrero de 2015: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de febrero de 2015, p. 10). También la Iglesia debe sentir el impulso gozoso de convertirse en flor de almendro, es decir, en primavera como Jesús, para toda la humanidad. Hoy recordáis también los sesenta años del comienzo de vuestro Movimiento, «que no nació en la Iglesia —como os dijo Benedicto XVI— de una voluntad organizativa de la jerarquía, sino que se originó de un encuentro renovado con Cristo y así, podemos decir, de un impulso derivado, en definitiva, del Espíritu Santo» (Discurso a la peregrinación de Comunión y Liberación, 24 de marzo de 2007: : L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 30 de marzo de 2007, p. 6). Después de sesenta años el carisma originario no ha perdido su lozanía y vitalidad. Pero recordad que el centro no es el carisma, el centro es uno solo, es Jesús, Jesucristo. Cuando pongo en el centro mi método espiritual, mi camino espiritual, mi modo de actuarlo, me salgo del camino. To(1600) da la espiritualidad, todos los carismas en la Iglesia deben ser «descentrados»: en el centro está sólo el Señor. Por eso, cuando Pablo en la primera Carta a los Corintios habla de los carismas, de esta realidad tan hermosa de la Iglesia, del Cuerpo místico, termina hablando del amor, es decir, de lo que viene de Dios, de lo que es propio de Dios, y que nos permite imitarlo. No os olvidéis nunca de esto, de ser descentrados. Y tampoco el carisma se conserva en una botella de agua destilada. Fidelidad al carisma no quiere decir «petrificarlo», es el diablo quien «petrifica», no os olvidéis. Fidelidad al carisma no quiere decir escribirlo en un pergamino y ponerlo en un cuadro. La referencia a la herencia que os ha dejado don Giussani no puede reducirse a un museo de recuerdos, de decisiones tomadas, de

normas de conducta. Comporta ciertamente fidelidad a la tradición, pero fidelidad a la tradición —decía Mahler— «significa mantener vivo el fuego y no adorar las cenizas». Don Giussani no os perdonaría jamás que perdierais la libertad y os transformarais en guías de museo o en adoradores de cenizas. Mantened vivo el fuego de la memoria del primer encuentro y sed libres. Así, centrados en Cristo y en el Evangelio, podéis ser brazos, manos, pies, mente y corazón de una Iglesia «en salida». El camino de la Iglesia es salir para ir a buscar a los lejanos en las periferias, para servir a Jesús en cada persona marginada, abandonada, sin fe, desilusionada de la Iglesia, prisionera de su propio egoísmo. «Salir» también significa rechazar la autorreferencialidad en todas sus formas, significa saber escuchar a quien no es como nosotros, aprendiendo de todos, con humildad sincera. Cuando somos esclavos de la autorreferencialidad, terminamos por cultivar una «espiritualidad de etiqueta»: «Yo soy CL». Esta es la etiqueta. Y luego caemos en las mil trampas que nos presenta la complacencia autorreferencial, el mirarnos en el espejo que nos lleva a desorientarnos y a transformarnos en meros empresarios de una ONG. Queridos amigos: Quiero terminar con dos citas muy significativas de don Giussani, una de los comienzos y la otra del final de su vida. La primera: «El cristianismo no se realiza jamás en la historia como fijación de posiciones que hay que defender, que se relacionan con lo nuevo como pura antítesis; el cristianismo es principio de redención, que asume lo nuevo, salvándolo» (Porta la speranza. Primi scritti, Génova 1967, p. 119). Esta será en torno a 1967. La segunda, de 2004: «No sólo nunca pretendí “fundar” nada, sino que creo que el genio del movimiento que he visto nacer consiste en haber sentido la urgencia de proclamar la necesidad de volver a los aspectos elementales del cristianismo, es decir, la pasión por el hecho cristiano como tal, en sus elementos originales y nada más» (Carta a Juan Pablo II, 26 de enero de 2004, con ocasión del 50° aniversario de Comunión y Liberación). Que el Señor os bendiga y la Virgen os proteja. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.


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número 11, viernes 13 de marzo de 2015

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El Papa Francisco en la parroquia romana de Santa María Madre del Redentor

Con el látigo de la misericordia

«¿Sabéis cuál es el látigo de Jesús para limpiar nuestra alma? La misericordia. Y si abrimos nuestro corazón a la misericordia de Jesús, para que limpie nuestro corazón, nuestra alma, Jesús se fiará de nosotros». Así, el Papa Francisco comentó el Evangelio del tercer domingo de Cuaresma —tomado del capítulo 2 de san Juan (13-25)— en la misa celebrada el 8 de marzo, por la tarde, en la parroquia romana de Santa María Madre del Redentor en Tor Bella Monaca. Publicamos la traducción de la homilía que el Pontífice pronunció espontáneamente.

En este pasaje del Evangelio que hemos escuchado, hay dos cosas que me impresionan: una imagen y una palabra. La imagen es la de Jesús con el látigo en la mano que echa fuera a todos los que aprovechaban el Templo para hacer negocios. Estos comerciantes que vendían los animales para los sacrificios, cambiaban las monedas... Estaba lo sagrado —el templo, sagrado— y esto sucio, afuera. Esta es la imagen. Y Jesús toma el látigo y procede, para limpiar un poco el Templo. Y la frase, la palabra, está ahí donde se dice que mucha gente creía en Él, una frase terrible: «Pero Jesús no se confiaba a ellos, porque los conocía a todos, y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque Él sabía lo que hay dentro de cada hombre» (Jn 2, 24-25). Nosotros no podemos engañar a Jesús: Él nos conoce por dentro. No se fiaba. Él, Jesús, no se fiaba. Y esta puede ser una buena pregunta en la mitad de la Cuaresma: ¿Puede fiarse Jesús de mí? ¿Puede fiarse Jesús de mí, o tengo una doble cara? ¿Me presento como católico, como uno cercano a la Iglesia, y luego vivo como un pagano? «Pero Jesús no lo sabe, nadie va a contárselo». Él lo sabe. «Él no tenía necesidad de que alguien diese testimonio; Él, en efecto, conocía lo que había en el hombre». Jesús conoce todo lo que está dentro de nuestro corazón: no podemos engañar a Jesús. No podemos, ante Él, aparentar ser santos, y cerrar los ojos, actuar así, y luego llevar una vida que no es la que Él quiere. Y Él lo sabe. Y todos sabemos el nombre que Jesús daba a estos con doble cara: hipócritas.

Nos hará bien, hoy, entrar en nuestro corazón y mirar a Jesús. Decirle: «Señor, mira, hay cosas buenas, pero también hay cosas no buenas. Jesús, ¿te fías de mí? Soy pecador...». Esto no asusta a Jesús. Si tú le dices: «Soy un pecador», no se asusta. Lo que a Él lo aleja es la doble cara: mostrarse justo para cubrir el pecado oculto. «Pero yo voy a la iglesia, todos los domingos, y yo...». Sí, podemos decir todo esto. Pero si tu corazón no es justo, si tú no vives la justicia, si tú no amas a los que necesitan amor, si tú no vives según el espíritu de las bienaventuranzas, no eres católico. Eres hipócrita. Primero: ¿Puede Jesús fiarse de mí? En la oración, preguntémosle: Señor, ¿Tú te fías de mí? Segundo, el gesto. Cuando entramos en nuestro corazón, encontramos cosas que no funcionan, que no están bien,

Ángelus del 8 de marzo en la plaza de San Pedro

Sin mujeres un mundo estéril Una invitación a dejar entrar a Jesús en el corazón para permitir que «haga limpieza» y «expulse a los ídolos» dirigió el Papa Francisco a los fieles presentes en la plaza de San Pedro durante el Ángelus del domingo 8 de marzo. Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En diálogo con los jóvenes Tres preguntas, formuladas por voces femeninas de la parroquia, iniciaron el diálogo del Papa con los jóvenes durante el encuentro en el campo de deportes. Una niña, una scout y una joven le preguntaron qué experimentó cuando fue elegido, cómo es qué existe el infierno y cómo vivir cristianamente la sexualidad. El Papa Francisco definió «muy importante», la pregunta sobre el infierno, recordando «el ángel muy orgulloso e inteligente» que «tenía envidia de Dios» y «quería ocupar su lugar». Si bien Dios hubiese «querido perdonarlo —continuó— él decía: “Yo no necesito el perdón, yo me basto a mí mismo”». Como consecuencia, el infierno es «decir a Dios: “Arréglate tú, que yo me las arreglo solo”. Al infierno —aclaró— no te mandan: vas tú, porque tú eliges estar allí. El infierno es querer alejarse de Dios, porque yo no quiero el amor de Dios». Por ello «el diablo está en el infierno, porque él lo quiso». El Papa Francisco pidió que se pensara «en un gran pecador, con todos los pecados del mundo», que al ser condenado «a la pena de muerte» y encontrarse en el patíbulo, siguiera blasfemando e insultando, pero luego, inmediatamente antes de morir, mira al

cielo y dice: «¡Señor!». En ese caso, dijo, «se salva». Precisamente como el ladrón, que fue «crucificado cerca de Jesús». Así, pues, a un cierto punto, recordó el Papa, «algo se movió dentro y dijo: “Señor, ten piedad de mí”». Y Jesús le respondió: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso». En efecto, «va al infierno sólo quien dice a Dios: “No te necesito, me arreglo solo”, como hizo el diablo, el único de quien estamos seguros que está en el infierno». Sobre el tema moral, el Papa Francisco explicó que «vivir moralmente, es una gracia, es una respuesta al amor que Dios te da en primer lugar. Si no eres consciente que Él te ama, no puedes hacer nada. Y el modo moral de vivir es una respuesta a ese encuentro con Jesús. Si no habrás encontrado a Jesús, jamás podrás vivir una vida cristiana. Y es Jesús quien ayuda a seguir adelante, y si caes Él te levanta y hace continuar y caminar. Pero si piensas que la vida moral es sólo “hacer esto, no hacer esto”, eso no es cristiano. Es una filosofía moral, pero no es cristiano. Cristiano es el amor de Jesús que nos ama Él primero». Por eso, «cuando tengamos tentaciones de envidia, celos, debemos «mirar a Jesús y decir: “Señor, no me dejes solo”». Y si luego

«caes, levántate», añadió citando un canto de los alpinos según el cual «en el arte de subir a los montes, lo importante no es no caer, sino no permanecer» en el suelo. En efecto, concluyó, «la moralidad cristiana es esto: ¿Tú caes? Levántate inmediatamente y adelante. Pero siempre con Jesús». Porque sin Él «no podrás hacer nada». Por último, a la pregunta sobre la elección el Papa Francisco respondió

como Jesús encontró en el Templo esa suciedad del comercio, de los vendedores. También dentro de nosotros hay suciedad, hay pecados de egoísmo, de soberbia, de orgullo, de codicia, de envidia, de celos... ¡tantos pecados! Podemos incluso continuar el diálogo con Jesús: «Jesús, ¿Tú te fías de mí? Yo quiero que Tú te fíes de mí. Entonces te abro la puerta y tú limpia mi alma». Y pedir al Señor que así como limpió el Templo, venga a limpiar el alma. E imaginamos que Él viene con un látigo de cuerdas... No, con eso no limpia el alma. ¿Vosotros sabéis cuál es el látigo de Jesús para limpiar nuestra alma? La misericordia. Abrid el corazón a la misericordia de Jesús. Decid: «Jesús, mira cuánta suciedad. Ven, limpia. Limpia con tu misericordia, con tus palabras dulces; limpia con tus caricias». Y si abrimos nuestro corazón a la misericordia de Jesús, para que limpie nuestro corazón, nuestra alma, Jesús se fiará de nosotros.

sonriendo: «Me han cambiado de diócesis. Yo era feliz en una diócesis y ahora soy feliz en otra». Así, pues, concluyó resumiendo sus palabras en una triple enseñanza: «Nunca caminar sin Jesús. Nunca buscar la salvación sin Dios, de este modo no vamos al infierno. Y nunca lamentarse cuando la vida te cambia de sitio».

El Evangelio de hoy (Jn 2, 13-25) nos presenta el episodio de la expulsión de los vendedores del templo. Jesús «hizo un látigo con cuerdas, los echó a todos del Templo, con ovejas y bueyes» (v. 15), el dinero, todo. Tal gesto suscitó una fuerte impresión en la gente y en los discípulos. Aparece claramente como un gesto profético, tanto que algunos de los presentes le preguntaron a Jesús: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?» (v. 18), ¿quién eres para hacer estas cosas? Muéstranos una señal de que tienes realmente autoridad para hacerlas. Buscaban una señal divina, prodigiosa, que acreditara a Jesús como enviado de Dios. Y Él les respondió: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré» (v. 19). Le replicaron: «Cuarenta y seis años se ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?» (v. 20). No habían comprendido que el Señor se refería al templo vivo de su cuerpo, que sería destruido con la muerte en la cruz, pero que resucitaría al tercer día. Por eso, «en tres días». «Cuando resucitó de entre los muertos —comenta el evangelista—, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús» (v. 22). En efecto, este gesto de Jesús y su mensaje profético se comprenden plenamente a la luz de su Pascua. Según el evangelista Juan, este es el primer anuncio de la muerte y resurrección de Cristo: su cuerpo, destruido en la cruz por la violencia del pecado, se converti-

rá con la Resurrección en lugar de la cita universal entre Dios y los hombres. Cristo resucitado es precisamente el lugar de la cita universal —de todos— entre Dios y los hombres. Por eso su humanidad es el verdadero templo en el que Dios se revela, habla, se lo puede encontrar; y los verdaderos adoradores de Dios no son los custodios del templo material, los detentadores del poder o del saber religioso, sino los que adoran a Dios «en espíritu y verdad» (Jn 4, 23). En este tiempo de Cuaresma nos estamos preparando para la celebración de la Pascua, en la que renovaremos las promesas de nuestro bautismo. Caminemos en el mundo como Jesús y hagamos de toda nuestra existencia un signo de su amor para nuestros hermanos, especialmente para los más débiles y los más pobres, construyamos para Dios un templo en nuestra vida. Y así lo hacemos «encontrable» para muchas personas que encontramos en nuestro camino. Si somos testigos de este Cristo vivo, mucha gente encontrará a Jesús en nosotros, en nuestro testimonio. Pero —nos preguntamos, y cada uno de nosotros puede preguntarse—, ¿se siente el Señor verdaderamente como en su casa en mi vida? ¿Le permitimos que haga «limpieza» en nuestro corazón y expulse a los ídolos, es decir, las actitudes de codicia, celos, mundanidad, envidia, odio, la costumbre de murmurar y «despellejar» a los demás? ¿Le permito que haga limpieza de todos los comportamientos contra Dios, contra el prójimo y contra nosotros mismos, como hemos escuchado hoy en la primera lectura? Cada uno puede responder a sí mismo, en silencio, en su corazón. «¿Permito que Jesús haga un poco de limpieza en mi corazón?». «Oh padre, tengo miedo de que me reprenda». Pero Jesús no reprende jamás. Jesús hará limpieza con ternura, con misericordia, con amor. La misericordia es su modo

de hacer limpieza. Dejemos —cada uno de nosotros—, dejemos que el Señor entre con su misericordia —no con el látigo, no, sino con su misericordia— para hacer limpieza en nuestros corazones. El látigo de Jesús para nosotros es su misericordia. Abrámosle la puerta, para que haga un poco de limpieza. Cada Eucaristía que celebramos con fe nos hace crecer como templo vivo del Señor, gracias a la comunión con su Cuerpo crucificado y resucitado. Jesús conoce lo que hay en cada uno de nosotros, y también conoce nuestro deseo más ardiente: el de ser habitados por Él, sólo por Él. Dejémoslo entrar en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestro corazón. Que María santísima,

Johannes Vermeer Van Delft «La joven de la perla» (1660 - 1665)

morada privilegiada del Hijo de Dios, nos acompañe y nos sostenga en el itinerario cuaresmal, para que redescubramos la belleza del encuentro con Cristo, que nos libera y nos salva. Al término de la oración mariana el Pontífice saludó de manera especial «a todas las mujeres», recordando que «un mundo donde las mujeres son marginadas es un mundo estéril». Queridos hermanos y hermanas: Doy una cordial bienvenida a los fieles de Roma y a todos los peregrinos provenientes de varias partes del mundo. Durante esta Cuaresma tratemos de estar más cerca de las personas que están viviendo momentos de dificultad: cercanos con el afecto, con la oración, con la solidaridad. Hoy, 8 de marzo, un saludo a todas las mujeres. Todas las mujeres que cada día tratan de construir una sociedad más humana y acogedora. Y también un gracias fraterno a las que de mil modos testimonian el Evangelio y trabajan en la Iglesia. Y esta es para nosotros una ocasión para reafirmar la importancia y la necesidad de su presencia en la vida. Un mundo donde las mujeres son marginadas es un mundo estéril, porque las mujeres no sólo traen la vida sino que también nos transmiten la capacidad de ver más allá —ven más allá de ellas—, nos transmiten la capacidad de comprender el mundo con ojos diversos, de sentir las cosas con corazón más creativo, más paciente, más tierno. Una oración y una bendición particular para todas las mujeres presentes aquí, en la plaza, y para todas las mujeres. Un saludo. A todos os deseo un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!


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Misa del Santo Padre en Santa Marta Sin nombre Ser mundanos significa perder el propio nombre hasta tener los ojos del alma «oscurecidos», anestesiados, hasta el punto de ya no ver a las personas que nos rodean. Sobre este «pecado» el Papa Francisco puso en guardia en la misa que celebró el jueves 5 de marzo, por la mañana, en Santa Marta. «La liturgia cuaresmal de hoy nos propone dos historias, dos juicios y tres nombres», destacó inmediatamente el Papa Francisco. Las «dos historias» son las de la parábola del rico y del mendigo Lázaro, narrada por san Lucas (16, 19-31). En especial, afirmó el Papa, la primera historia es «la del hombre rico que vestía de púrpura y de lino finísimo» y «se concedía placeres», en tal medida que «banqueteaba cada día». En realidad el texto, precisó el Papa Francisco, «no dice que haya sido malo»: más bien «era un hombre de vida acomodada, se daba a la buena vida». En el fondo «el Evangelio no dice que se divirtiera en abundancia»; su vida era más bien «una vida tranquila, con los amigos». Tal vez «si tenía a los padres, seguramente les enviaba bienes para que tuviesen lo necesario para vivir». Y quizá «era también un hombre religioso, a su estilo. Recitaba, tal vez, alguna oración; y dos o tres veces al año seguramente iba al templo para ofrecer los sacrificios y daba grandes donativos a los sacerdotes». Y «ellos, con esa pusilanimidad clerical le agradecían y le hacían tomar asiento en el sitio de honor». Esto era «socialmente» el sistema de vida del hombre rico presentado por san Lucas. Está luego «la segunda historia, la de Lázaro», el pobre mendigo que estaba ante la puerta del rico. ¿Cómo es posible que ese hombre no se diese cuenta que debajo de su casa estaba Lázaro, pobre y hambriento? Las llagas de las que habla el Evangelio, destacó el Papa, son «un símbolo de las numerosas necesidades que tenía». En cambio, «cuando el rico salía de casa, tal vez el coche con el que salía tenía los cristales oscuros para no ver hacia fuera». Pero «seguramente su alma, los ojos de su alma estaban oscurecidos para no ver». Y así el rico «veía sólo su vida y no se daba cuenta de lo que sucedía» a Lázaro. Al fin de cuentas, afirmó el Papa Francisco, «el rico no era malo, estaba enfermo: enfermo de mundanidad». Y «la mundanidad transforma las almas, hace perder la conciencia de la realidad: viven en un mundo artificial, construido por ellos». La mundanidad «anestesia el alma». Y «por eso, ese hombre mundano no era capaz de ver la realidad». Por ello, explicó el Papa, «la segunda historia es clara»: hay «muchas personas que conducen su vida de forma difícil», pero «si yo tengo el corazón mundano, jamás comprenderé esto». Por lo demás, «con el corazón mundano» no se pueden comprender «la carencia y la necesidad de los demás. Con el corazón mundano se puede ir a la iglesia, se puede rezar, se pueden hacer muchas cosas». Pero Jesús, en la ora-

ción de la última Cena, ¿qué pidió? «Por favor, Padre, cuida a estos discípulos», de modo «que no caigan en el mundo, no caigan en la mundanidad». Y la mundanidad «es un pecado sutil, es más que un pecado: es un estado pecaminoso del alma». «Estas son las dos historias» presentadas por la liturgia, resumió el Pontífice. En cambio, «los dos juicios» son «una maldición y una bendición». En la primera lectura, tomada de Jeremías (17, 5-10) se lee: «Maldito quien confía en el hombre, y busca apoyo en las criaturas, apartando su corazón del Señor». Pero esto, puntualizó el Papa Francisco, es precisamente el perfil del «mundano que hemos visto» en el hombre rico. Y «al final, ¿cómo será» este hombre? La Escritura lo define «como un cardo en la estepa: no verá llegar el bien, “habitará en un árido desierto” —su alma es desierta— “en una tierra salobre, donde nadie puede vivir”». Y todo esto «porque los mundanos, en verdad, están solos con su egoísmo». En el texto de Jeremías está luego también la bendición: «Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua»,

«Jesús predica en la sinagoga» (siglo

mientras que el otro «era como un cardo en la estepa». Y, luego, he aquí «el juicio final: nada es más falso y enfermo que el corazón y difícilmente se cura: ese hombre tenía el corazón enfermo, tan apegado a este modo de vivir mundano que difícilmente podía curarse». Después de las «dos historias» y los «dos juicios» el Papa Francisco volvió a proponer también «los tres nombres» sugeridos en el Evangelio: «son los del pobre, Lázaro, Abrahán y Moisés». Con una ulterior clave de lectura: el rico «no tenía nombre, porque los mundanos pierden el nombre». Son sólo un elemento «de la multitud acomodada que no necesita nada». En cambio un nombre lo tienen «Abrahán, nuestro padre, Lázaro, el hombre que lucha por ser bueno y pobre y carga con numerosos dolores, y Moisés, quien nos da la ley». Pero «los mundanos no tienen nombre. No han escuchado a Moisés», porque sólo necesitan manifestaciones extraordinarias. «En la Iglesia —continuó el Pontífice— todo está claro, Jesús habló

claramente: ese es el camino». Pero «al final hay una palabra de consuelo: cuando ese pobre hombre mundano, en los tormentos, pidió que mandasen a Lázaro con un poco de agua para ayudarle», Abrahán, que es la figura de Dios Padre, responde: «Hijo, recuerda...». Así, pues, «los mundanos han perdido el nombre» y «también nosotros, si tenemos el corazón mundano, hemos perdido el nombre». Pero «no somos huérfanos. Hasta el final, hasta el último momento existe la seguridad de que tenemos un Padre que nos espera. Encomendémonos a Él». Y el Padre se dirige a nosotros diciéndonos «hijo», incluso «en medio de esa mundanidad: hijo». Y esto significa que «no somos huérfanos». «En la oración al inicio de la misa —dijo por último el Papa Francisco— hemos pedido al Señor la gracia de orientar nuestro corazón hacia Él, que es Padre». Y así, concluyó, «continuamos la celebración de la misa pensando en estas dos historias, en estos dos juicios, en los tres nombres; pero, sobre todo, en la hermosa palabra que siempre se pronunciará hasta el último momento: hijo».

XIV,

monasterio de Dečani, Kosovo)

Nada de espectáculo El estilo de Dios es la «sencillez»: inútil buscarlo en el «espectáculo mundano». También en nuestra vida Él obra siempre «en la humildad, en el silencio, en las cosas pequeñas». Esta es la reflexión cuaresmal que el Papa Francisco quiso proponer en la homilía de la misa celebrada en Santa Marta el lunes 9 de marzo. Como de costumbre, el Pontífice partió de la liturgia de la palabra en la que, observó, «existe una palabra común» en las dos lecturas: «la ira; la indignación». En el Evangelio de san Lucas (4, 24-30) se narra el episodio donde «Jesús vuelve a Nazaret, va a la sinagoga y comienza a hablar». En un primer momento «toda la gente lo escuchaba con amor, feliz» y estaba asombrada de las palabras de Jesús: «estaban contentos». Pero Jesús prosigue con su discurso «y reprende la falta de fe de su pueblo; recuerda cómo esta falta es también histórica» haciendo

referencia al tiempo de Elías (cuando —recordó el Papa— «había tantas viudas», pero Dios envió al profeta «a un viuda de un país pagano») y a la purificación de Naamán el sirio, narrada en la primera lectura tomada del segundo libro de los Reyes (5, 1-15). Inicia así la dinámica entre las expectativas de la gente y la respuesta de Dios que estuvo en el centro de la homilía del Pontífice. En efecto, explicó el Papa Francisco, mientras la gente «escuchaba con gusto lo que decía Jesús», a alguien «no le gustó lo que decía» y «quizá algún hablador se alzó y dijo: ¿pero este de qué viene a hablarnos? ¿Dónde estudió para que nos diga estas cosas? Que nos haga ver su licenciatura. ¿En qué universidad estudió? Este es el hijo del carpintero y lo conocemos bien». Explotan así «la furia» y «la violencia»: se lee en el Evangelio que «lo echaron fuera de la ciudad y lo llevaron hasta un precipicio del monte» para despeñarlo. Pero, se preguntó el Pontífice, «la admiración, el estupor» ¿cómo pasaron «a la ira, a la furia, a la violencia?». Es lo que sucede también al general sirio de quien se escribe en el segundo libro de los Reyes: «Este hombre tenía fe, sabía que el Señor lo curaría. Pero cuando el profeta le dice “ve, báñate”, se indigna». Tenía otras expectativas, explicó el Papa, y en efecto pensaba en Eliseo: «Al estar de pie, invocará el nombre del Señor su Dios, agitará su mano hacia la parte enferma y me quitará la lepra... Pero nosotros tenemos ríos más hermosos que el Jordán». Y así se marcha. Sin embargo, «los amigos le hacen entrar en razón» y, tras regresar, se cumple el milagro. Dos experiencias distantes en el tiempo pero muy similares: «¿Qué quería esta gente, estos de la sinagoga, y este sirio?» preguntó el Papa Francisco. Por una parte «a los de la sinagoga Jesús les reprende la falta de fe», tanto que el Evangelio subraya cómo «Jesús allí, en ese lugar, no hizo milagros, por la falta de fe». Por otro, Naamán «tenía fe, pero una fe especial». En cualquier caso, destacó el Papa Francisco, todos buscaban lo mismo: «Querían el espectáculo». Pero «el estilo del buen Dios no es hacer espectáculo: Dios actúa en la humildad, en el silencio, en las cosas pequeñas». No por casualidad, al sirio, «la noticia de la posible curación le llega de una esclava, una joven, que era la criada de su mujer, de una humilde jovencita». Al respecto comentó el Papa: «Así va el Señor: por la humildad. Y si vemos toda la historia de la salvación, encontraremos que siempre el Señor obra así, siempre, con las cosas sencillas». Para hacer comprender mejor este concepto, el Pontífice hizo referencia a otros diversos episodios de las Escrituras. Por ejemplo, observó, «en la narración de la creación no se dice que el Señor cogiera la varita mágica», no dijo: «Hagamos al hombre» y el hombre fue creado. Dios, en cambio, «lo hizo con el barro y su trabajo, sencillamente». Y, así, «cuando quiso liberar a su pueblo, lo liberó a través de la fe y la confianza de un hombre, Moisés». Del mismo modo, «cuando quiso hacer


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Corazones petrificados

caer la poderosa ciudad de Jericó, lo hizo a través de una prostituta». Y «también para la conversión de los samaritanos, pidió el trabajo de otra pecadora». En realidad, el Señor desplaza siempre al hombre. Cuando «invitó a David a luchar contra Goliat, parecía una locura: el pequeño David ante aquel gigante, que tenía una espada, tenía muchas cosas, y David solamente la honda y las piedras». Lo mismo sucede «cuando dijo a los Magos que había nacido precisamente el rey, el gran rey». ¿Qué encontraron? «Un niño, un establo». Por lo tanto, destacó el obispo de Roma, «las cosas simples, la humildad de Dios, este es el estilo divino, nunca el espectáculo». Por lo demás, explicó, la del «espectáculo» fue precisamente «una de las tres tentaciones de Jesús en el desierto». Satanás le dijo, en efecto: «Ven conmigo, subamos al alero del templo; tú te tiras y todos verán el milagro y creerán en ti». El Señor, en cambio, se revela «en la sencillez, en la humildad». Entonces, concluyó el Papa Francisco, «nos hará bien en esta Cuaresma pensar en nuestra vida sobre cómo el Señor nos ayudó, cómo el Señor nos hizo seguir adelante, y encontraremos que siempre lo hizo con cosas sencillas». Incluso podrá parecernos que todo sucedió «como si fuera una casualidad». Porque «el Señor hace las cosas sencillamente. Te habla silenciosamente al corazón». Resultará útil, por lo tanto, en este período recordar «las numerosas veces» que en nuestra vida «el Señor nos visitó con su gracia» y hemos entendido que la humildad y la sencillez son su «estilo». Esto, explicó el Papa, vale no solamente en la vida diaria, sino también «en la celebración litúrgica, en los sacramentos», en los cuales «es bello que se manifieste la humildad de Dios y no el espectáculo mundano».

Puerta abierta «Pedir perdón no es un simple pedir disculpas». No es fácil, así como «no es fácil recibir el perdón de Dios: no porque Él no quiera dárnoslo, sino porque nosotros cerramos la puerta no perdonando» a los demás. En la homilía de la misa en Santa Marta del martes 10 de marzo, el Papa Francisco añadió una tesela a la reflexión sobre el camino penitencial que caracteriza la Cuaresma: el tema del perdón.

La reflexión partió del pasaje de la primera lectura, tomada del libro del profeta Daniel (3, 25.34-43), donde se lee que el profeta Azarías «pasaba un momento de prueba y recordó la prueba de su pueblo, que era esclavo». Pero, puntualizó el Pontífice, el pueblo «no era esclavo por casualidad: era esclavo porque había abandonado la ley del Señor, porque había pecado». Por ello Azarías reza así: «Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia... Ahora, Señor, somos el más pequeño de todos los pueblos; hoy estamos humillados por toda la tierra a causa de nuestros pecados. Hoy pedimos misericordia». Es decir, Azarías «se arrepiente. Pide perdón por el pecado de su pueblo». Así, pues, el profeta «no se lamenta ante Dios en la prueba», no dice: «Pero tú eres injusto con nosotros, mira lo que sucede ahora...». Él, en cambio, afirma: «Hoy estamos humillados por toda la tierra a causa de nuestros pecados y nos merecemos esto». He aquí el detalle fundamental: Azarías «tenía conciencia de pecado». El Papa hizo notar luego también que Azarías no dice al Señor: «Disculpa, nos hemos equivocado». En efecto, «pedir perdón es otro cosa, es algo distinto que pedir disculpas». Se trata de dos actitudes diferentes: el primero se limita a pedir disculpas, el segundo implica el reconocimiento de haber pecado. El pecado, en efecto, «no es un simple error. El pecado es idolatría», es adorar a los «numerosos ídolos que tenemos»: el orgullo, la vanidad, el dinero, el «yo mismo», el bienestar. He aquí porqué Azarías no pide simplemente disculpas, sino que «pide perdón». El pasaje del evangelio de san Mateo (18, 21-35) llevó al Papa Francisco a afrontar la otra cara del perdón: del perdón que se pide a Dios al perdón que se ofrece a los hermanos. Pedro plantea una pregunta a Jesús: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo?». En el Evangelio «no son muchos los momentos en los que una persona pide perdón», explicó el Papa, recordando algunos de estos episodios. Está, por ejemplo, «la pecadora que llora sobre los pies de Jesús, lava los pies con sus lágrimas y los seca con sus cabellos»: en ese caso, dijo el Pontífice, «la mujer había pecado mucho, había amado mucho y pide perdón». Luego se podría recordar el episodio en el que Pedro, «tras la pesca milagrosa, dice a Jesús: “Aléjate de mí, que soy un pecador”»: allí él «se da cuenta de que no se había equivocado, que había otra cosa dentro de

él». También, se puede volver a pensar en el momento en el que «Pedro llora, la noche del Jueves santo, cuando Jesús lo mira». En todo caso, son «pocos los momentos en los que se pide perdón». Pero en el pasaje propuesto por la liturgia Pedro pregunta al Señor cuál debe ser la medida de nuestro perdón: «¿Sólo siete veces?». Jesús responde al apóstol «con un juego de palabras que significa “siempre”: setenta veces siete, es decir, tú debes perdonar siempre». Aquí, subrayó el Papa Francisco, se habla de «perdonar», no simplemente de pedir disculpas por un error: perdonar «a quien me ha ofendido, a quien me hizo mal, a quien con su maldad hirió mi vida, mi corazón». He aquí entonces la pregunta para cada uno de nosotros: «¿Cuál es la medida de mi perdón?». La respuesta puede venir de la parábola relatada por Jesús, la del hombre «a quien se le perdonó mucho, mucho, mucho, mucho dinero, mucho, millones», y que luego, bien «contento» con su perdón, salió y «encontró a un compañero que tal vez tenía una deuda de 5 euros y lo mandó a la cárcel». El ejemplo es claro: «Si yo no soy capaz de perdonar, no soy capaz de pedir perdón». Por ello «Jesús nos enseña a rezar así al Padre: “Perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”». ¿Qué significa en concreto? El Papa Francisco respondió imaginando el diálogo con un penitente: «Pero, padre, yo me confieso, voy a confesarme... —¿Y qué haces primero de confesarte? —Pienso en las cosas que hice mal. —Está bien. —Luego pido perdón al Señor y prometo no volver hacerlo... —Bien. ¿Y luego vas al sacerdote?». Pero antes «te falta una cosa: ¿has perdonado a los que te han hecho mal?». Si la oración que se nos ha sugerido es: «Perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los demás», sabemos que «el perdón que Dios te dará» requiere «el perdón que tú das a los demás». Como conclusión, el Papa Francisco resumió así la meditación: ante todo, «pedir perdón no es un simple pedir disculpas» sino que «es ser consciente del pecado, de la idolatría que construí, de las muchas idolatrías»; en segundo lugar, «Dios siempre perdona, siempre», pero pide que también yo perdone, porque «si yo no perdono», en cierto sentido es como si cerrase «la puerta al perdón de Dios». Una puerta, en cambio, que debemos mantener abierta: dejemos entrar el perdón de Dios a fin de que podamos perdonar a los demás.

Ninguna componenda: o nos dejamos amar «por la misericordia de Dios» o elegimos el camino «de la hipocresía» y hacemos lo que queremos dejando que nuestro corazón «se endurezca» cada vez más. Es la historia de la relación entre Dios y el hombre, desde los tiempos de Abel hasta nuestros días, en el centro de la reflexión propuesta por el Papa Francisco durante la misa en Santa Marta el jueves 12 de marzo. El Pontífice partió de la oración del salmo responsorial —«No endurezcáis vuestro corazón»— y se preguntó: «¿Por qué sucede esto?». Para comprenderlo hizo referencia ante todo a la primera lectura tomada del libro del profeta Jeremías (7, 23-28) donde está, por decirlo así, sintetizada la «historia de Dios». Y nos podríamos preguntar: ¿Cómo, «Dios tiene una historia?». ¿Cómo es posible visto que «Dios es eterno»? Es verdad, explicó el Papa Francisco, «pero desde el momento en que Dios entró en diálogo con su pueblo, entró en la historia». Y la historia de Dios con su pueblo «es una historia triste» porque «Dios lo dio todo» y a cambio «sólo recibió cosas malas». El Señor había dicho: «Escuchad mi voz. Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo. Seguid el camino que os señalo, y todo os irá bien». Ese era el «camino» hacia la felicidad. «Pero ellos no escucharon ni hicieron caso» y, es más, «caminaron según sus ideas, según la maldad de su obstinado corazón»: es decir, no querían «escuchar la Palabra de Dios». Esta opción, explicó el Papa, caracterizó toda la historia del pueblo de Dios: «pensemos en el asesinato, en la muerte de Abel, asesinado por su hermano, corazón malvado de envidia». Sin embargo, a pesar de que el pueblo haya continuamente «dado la espalda» al Señor, Él afirma: «Yo no me he cansado». Y envía «con asidua atención» a los profetas. Aun así, sin embargo, los hombres no lo escucharon. Es más, se lee en la Escritura, «endurecieron la cerviz y fueron peores que sus padres». Y «la situación del pueblo de Dios empeoró, a través de las generaciones». El Señor dijo a Jeremías: «Ya puedes repetirles este discurso, seguro que no te escucharán; ya puedes gritarles, seguro que no te responderán. Aún así les dirás: “Esta es la gente que no escucha la voz del Señor, su Dios, y no quiso escarmentar». Y luego, destacó el Papa, añadió una palabra «terrible: “Ha desaparecido la fidelidad... Vosotros no sois un pueblo fiel”». Aquí, comentó el Papa Francisco, parece que Dios llorase: «Te he amado tanto, te he dado tanto y tú... todo en contra de mí». Un llanto que recuerda el de Jesús «contemplando Jerusalén». Por lo demás, explicó el Pontífice, «en el corazón de Jesús estaba toda esta historia, donde la fidelidad había desaparecido». Una historia de infidelidad que atañe «nuestra histoSIGUE EN LA PÁGINA 15


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COMUNICACIONES Colegio episcopal RENUNCIAS: El Papa ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la archidiócesis de Sens (Francia) y de la prelatura territorial de la «Mission de France» o Pontigny que monseñor YVES PATENÔTRE, le había presentado en conformidad con el canon 401 § 1 del Código de derecho canónico.

Yves Patenôtre nació en Troyes el 23 de enero de 1940. Recibió la ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1965. Juan Pablo II le nombró obispo de Saint-Claude el 1 de diciembre de 1994; recibió la ordenación episcopal el 29 de enero de 1995. El mismo Papa le promovió a arzobispo coadjutor de Sens y prelado coadjutor de la prelatura territorial de la «Mission de France» o

Audiencias pontificias EL SANTO PADRE HA RECIBID O EN AUDIENCIA: Jueves 5 de marzo —Al cardenal Beniamino Stella, prefecto de la Congregación para el clero. —A monseñor Thomas Yeh Sheng-nan, arzobispo titular de Leptis Magna, nuncio apostólico en Argelia y en Túnez. —A monseñor Eugene Martin Nugent, arzobispo titular de Domnach Sechnaill, nunció apostólico en Haití. —A monseñor Marek Solczyński, arzobispo titular de Cesarea de Mauritania, nuncio apostólico en Georgia, en Armenia y en Azerbaiyán. Viernes, día 6 —Al cardenal Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe. —Al presidente de la República de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, con su esposa y el séquito. —A monseñor Fernando Natalio Chomalí Garib, arzobispo de Concepción, administrador apostólico «sede vacante» de Orsono (Chile). Sábado, día 7 —Al cardenal Marc Oullet, P.S.S., prefecto de la Congregación para los obispos. Lunes, día 9 —A sus majestades el rey Felipe y la reina Matilde de Bélgica, con el séquito. A los obispos de la Conferencia episcopal de Corea, en visita «ad limina Apostolorum»: —Cardenal Andrew Yeom Soojung, arzobispo de Seúl y administrador apostólico «sede vacante et ad nutum Sanctae Sedis» de P’yŏug-yang, con los auxiliares: monseñor Basil Cho Kyu-man, obispo titular de Elefantaria di Protoconsolare; monseñor Timothy Yu Gyoung-chon, obispo titular de

Puppi; y monseñor Peter Chung Soon-taek, obispo titular de Tamazuca. —Monseñor Hyginus Kim Heejoong, arzobispo de Gwangju, con el auxiliar: monseñor Simon Ok Hyun-jin, obispo titular de Pererodiana. —Monseñor Peter Kang U-il, obispo de Cheju. —Monseñor Vincent Ri Pyungho, obispo de Jeonju. —Monseñor Luke Kim Woonhoe, obispo de Ch’unch,ŏn, administrador apostólico «sede vacante et ad nutum Sanctae Sedis» de Hamhŭng. —Monseñor Lazzaro You Heung-sik, obispo de Daejón, con el auxiliar: monseñor Augustinus Kim Jong-soo, obispo titular de Sufasar. —Monseñor Boniface Choi Kisan, obispo de Incheon, con el auxiliar: monseñor John Baptist Jung Shin-chul, obispo titular de Cuicul. —Dom Blasio Park Hyun-dong, administrador apostólico «ad nutum Sanctae Sedis» de la abadía de Tŏkwon.

O.S.B.,

Representación pontificia El Santo Padre ha nombrado nuncio apostólico en Honduras a monseñor NOVATUS RUGAMBWA, arzobispo titular de Tagaria, hasta ahora nuncio apostólico en Angola y en Santo Tomé y Príncipe. Novatus Rugambwa nació en Bukoba (Tanzania) el 8 de octubre de 1957. Recibió la ordenación sacerdotal el 6 de julio de 1986. Benedicto XVI le nombró arzobispo titular de Tagaria y nuncio apostólico en Angola y en Santo Tomé y Príncipe el 6 de febrero de 2010; recibió la ordenación episcopal el 18 de marzo sucesivo.

Pontigny el 30 de julio de 2004. Pasó a ser arzobispo residencial de dicha sede el 31 de diciembre sucesivo.

—Obispo de Waterford y Lismore (Irlanda) al presbítero ALPHONSUS CULLINAN.

El Papa ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Díli (Timor oriental) que monseñor ALBERTO RICARD O DA SILVA, le había presentado en conformidad con el canon 401 § 2 del Código de derecho canónico.

Alphonsus Cullinan nació en el condado de Clare el 7 de mayo de 1959. Recibió la ordenación sacerdotal el 12 de junio de 1994, incardinado en la diócesis de Limerick. Obtuvo el doctorado en teología moral en la Academia Alfonsiana de Roma. Ha sido docente, vicario parroquial y párroco.

Alberto Ricardo da Silva nació en Aileu, diócesis de Díli, el 24 de abril de 1943. Recibió la ordenación sacerdotal el 15 de agosto de 1972. Juan Pablo II le nombró obispo de Díli el 27 de febrero de 2004; recibió la ordenación episcopal el 2 de mayo del mismo año. El Papa ha aceptado la renuncia a la función de auxiliar de Roma (Italia) que monseñor PAOLO SCHIAVON, obispo titular de Trevi, le había presentado en conformidad con los cánones 411 y 401 § 1 del Código de derecho canónico. Paolo Schiavon nació en Padua el 1 de septiembre de 1939. Recibió la ordenación sacerdotal el 5 de julio de 1964. Juan Pablo II lo nombró obispo titular de Trevi y auxiliar de Roma el 18 de julio de 2002; recibió la ordenación episcopal el 21 de septiembre del mismo año. EL PAPA

HA NOMBRAD O:

— Arzobispo de Sens (Francia) y prelado de la prelatura territorial de la «Mission de France» o Pontigny a monseñor HERVÉ GIRAUD, hasta ahora obispo de Soisson. Hervé Giraud nació en Tournon, diócesis de Viviers, el 26 de febrero de 1957. Recibió la ordenación sacerdotal el 22 de septiembre de 1985. Juan Pablo II le nombró obispo titular de Silli y auxiliar de la archidiócesis de Lyon el 15 de abril de 2003; recibió la ordenación episcopal el 25 de mayo sucesivo. Benedicto XVI le nombró obispo coadjutor de Soissons el 13 de noviembre de 2007. Pasó a ser obispo de dicha diócesis el 22 de febrero de 2008. —Arzobispo metropolitano de Malta a monseñor CHARLES JUDE SCICLUNA, hasta ahora obispo titular de San León y administrador apostólico de dicha archidiócesis. Charles Jude Scicluna nació en Toronto (Canadá) el 15 de mayo de 1959. Recibió la ordenación sacerdotal el 11 de julio de 1986, incardinado en la archidiócesis de Malta. Benedicto XVI le nombró obispo titular de San León y auxiliar de la archidiócesis de Malta el 6 de octubre de 2012; recibió la ordenación episcopal el 24 de noviembre sucesivo. Desde octubre de 2014 era administrador apostólico de la archidiócesis de Malta.

—Obispo de Shinyanga (Tanzania) a monseñor LIBERATUS SANGU, hasta ahora oficial en la Congregación para la evangelización de los pueblos. Liberatus Sangu nació en Mwazye, diócesis de Sumbawanga, el 19 de febrero de 1963. Recibió la ordenación sacerdotal el 9 de julio de 1994. Se licenció en teología sacramental en el Pontificio Ateneo San Anselmo de Roma. En su ministerio ha sido, entre otras cosas, formador en el seminario menor, párroco, director diocesano para las vocaciones y responsable de la pastoral juvenil. Desde 2008 presta servicio en la Santa Sede como oficial en la Congregación para la evangelización de los pueblos. —Obispo de Wewak (Papúa Nueva Guinea) al padre JÓZEF ROSZYNSKI, S.V.D. Józef Roszynski, S.V.D., nació Nidzica, diócesis de Warmia (Polonia), el 18 de agosto de 1962. Ingresó en la Sociedad del Verbo Divino, donde recibió la ordenación sacerdotal el 30 de abril de 1989. Como misionero en Papúa Nueva Guinea ha desempeñado su ministerio como vicario parroquial y párroco en diversas SIGUE EN LA PÁGINA 14

Nombramientos pontificios El Santo Padre ha confirmado presidente del Comité pontificio para los Congresos eucarísticos internacionales a monseñor PIERO MARINI, arzobispo titular de Martirano. Su Santidad, además, ha nombrado miembros de dicho Comité a los cardenales: STANISŁAW RYŁKO, presidente del Consejo pontificio para los laicos; ROBERT SARAH, prefecto de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos; y BENIAMINO STELLA, prefecto de la Congregación para el clero; y al padre JUAN JAVIER FLORES ARCAS, O.S.B. (España), rector magnífico del Pontificio Ateneo San Anselmo de Roma.


número 11, viernes 13 de marzo de 2015

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Cien años de la facultad teológica de la Universidad católica argentina

En la presencia del Papa Francisco

Estudiosos de frontera

El juramento del cardenal camarlengo

Con ocasión de los cien años de la facultad de teología de la Universidad católica, el Papa Francisco envió una carta al gran canciller, el cardenal arzobispo de Buenos Aires, Aurelio Poli, en la que recuerda: «teología significa vivir en una frontera, esa en la que el Evangelio encuentra las necesidades de las personas a las que se anuncia, de manera comprensible y significativa».

Al estimado hermano cardenal MARIO AURELIO POLI Gran canciller de la Universidad católica argentina Querido hermano: La celebración de los 100 años de la facultad de teología de la Universidad católica es un momento importante para la Iglesia en Argentina. El aniversario coincide con el de los cincuenta años de la clausura del Concilio Vaticano II, que ha sido una puesta al día, una relectura del Evangelio en la perspectiva de la cultura contemporánea. Ha producido un movimiento irreversible de renovación que viene del Evangelio. Y ahora es preciso seguir adelante. Pero, ¿cómo seguir adelante? Enseñar y estudiar teología significa vivir en una frontera, esa en la que el Evangelio encuentra las necesidades de las personas a las que se anuncia, de manera comprensible y significativa. Debemos guardarnos de una teología que se agota en la disputa académica o que contempla la humanidad desde un castillo de cristal. Se aprende para vivir: teología y santidad son un binomio inseparable. Por tanto, la teología que desarrollan ha de estar basada en la Revelación, en la Tradición, pero también debe acompañar los procesos culturales y sociales, especialmente las transiciones difíciles. En este tiempo, la teología también debe hacerse cargo de los conflictos: no sólo de los que experimentamos dentro de la Iglesia, sino también de los que afectan a todo el mundo y que se viven por las calles de Latinoamérica. No se conformen con una teología de despacho. Que el lu-

gar de sus reflexiones sean las fronteras. Y no caigan en la tentación de pintarlas, perfumarlas, acomodarlas un poco y domesticarlas. También los buenos teólogos, como los buenos pastores, huelen a pueblo y a calle y, con su reflexión, derraman ungüento y vino en las heridas de los hombres. Que la teología sea expresión de una Iglesia que es «hospital de campo», que vive su misión de salvación y curación en el mundo. La misericordia no es sólo una actitud pastoral, sino la sustancia misma del Evangelio de Jesús. Les animo a que estudien cómo, en las diferentes disciplinas —dogmática, moral, espiritualidad, derecho, etc.—, se puede reflejar la centralidad de la misericordia. Sin misericordia, nuestra teología, nuestro derecho, nuestra pastoral, corren el riesgo de caer en la mezquindad burocrática o en la ideología, que por su propia naturaleza quiere domesticar el misterio. Comprender la teología es comprender a Dios, que es amor. ¿Quién es entonces el estudiante de teología que la U.C.A. está llamada a formar? Ciertamente no un teólogo «de museo», que acumula datos e información sobre la Revelación, pero sin saber muy bien qué hacer con ello. Y tampoco un «balconero» de la historia. El teólogo formado en la U.C.A. ha de ser una persona capaz de construir en torno a sí la humanidad, de transmitir la divina verdad cristiana en una dimensión verdaderamente humana, y no un intelectual sin talento, un eticista sin bondad o un burócrata de lo sagrado. Pido a la Virgen María Sede de la Sabiduría y Madre de la Divina Gracia, que nos acompañe en la celebración de este centenario. Te pido que saludes a los alumnos, los empleados, profesores y autoridades de la facultad y, por favor, que no se olviden rezar por mí. Que Jesús te bendiga y la Virgen Santa te cuide. Fraternalmente, Vaticano, 3 de marzo de 2015

El Papa Francisco recibió del cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Consejo pontificio para el diálogo interreligioso, el juramente del cargo de camarlengo de la santa Iglesia romana. El mismo tuvo lugar en la capilla de Urbano VIII del palacio apostólico, el lunes 9 de marzo, por la mañana. Al término del juramento, el cardenal Tauran dirigió un breve saludo al Pontífice, dándole las gracias por haberlo nombrado camarlengo: signo —dijo— de «una ulterior manifestación de confianza por parte de vuestra Santidad». El purpurado le aseguró en nombre de los miembros de la Cámara apostólica, «prelados que tienen como única ambición servir a la Iglesia», la intención de comprometerse «en respetar el derecho, obrar con sobriedad y colaborar con todos los miembros de la Curia romana». «Todos —continuó estamos dispuestos a dar lo mejor de nosotros mismos, para que en cada circunstancia los derechos de la Santa Sede sean tutelados», manteniendo siempre la consciencia «de los deberes que nos incumben hoy y mañana. Recemos para que nuestra inteligencia nunca oculte la imagen y el testimonio de esta Sede apostólica, esta Iglesia de Roma que preside en la caridad». El purpurado, por último, afirmó su convicción de

que «Ubi Petrus, ibi Ecclesia». Al término, el Papa Francisco invitó a la asamblea a recitar un Avemaría. Estuvieron presentes, entre otros, el arzobispo Giampiero Gloder, vicecamarlengo, el obispo Giuseppe Sciacca, auditor general, y monseñor Assunto Scotti, decano de la Cámara apostólica. El rito lo dirigió monseñor Guido Marini, maestro de la celebraciones litúrgicas pontificias. El Pontífice había llegado a la capilla Urbano VIII acompañado por el arzobispo Georg Gänswein, prefecto de la Casa pontificia.

Para llevar a Cristo a todos VIENE DE LA PÁGINA 5

bar una primera aplicación de la reforma, que ya era posible traducir en la práctica sin tener que esperar los nuevos libros litúrgicos, como por ejemplo el uso de la lengua viva. En estos cincuenta años los principios teológicos y los criterios pastorales contenidos en la Sacrosanctum Concilium han sido el alma que guió la reforma, pero todo lo establecido no siempre se puso en práctica. Traducir a la lengua hablada las fórmulas o los textos de la Sagrada Escritura fue el inicio de un largo itinerario. Queda todavía un gran trabajo por realizar: ayudar a los fieles a entrar más profundamente en la experiencia del encuentro con Cristo, que se realiza en la liturgia. Partiendo de una auténtica propuesta de fe y conversión, es necesario desarrollar un proyecto de pastoral litúrgica que encarne en la celebración de la vida diaria la teología y la pastoral que surgieron del Vaticano II, dirigiéndose principalmente a las comunidades parroquiales.

La celebración pierde fuerza comunicativa si usa un lenguaje y algunos signos que no son claros para los hombres de hoy o que no se explican. Por ello el Papa Francisco en la Evangelii gaudium escribe que «la Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia» (24). Pastores y bautizados entrarán en la experiencia litúrgica de la Iglesia para redescubrir la verdadera fuente de la vida cristiana e identificar en las propuestas de los nuevos libros litúrgicos un camino idóneo para una participación plena en el misterio pascual de Cristo. Un itinerario de pastoral litúrgica confirmará el sentido de la reforma, en continuidad con lo que proféticamente declaró Pablo VI en el Ángelus del 7 de marzo de 1965: «Esto es para vosotros, fieles, para que podáis uniros mejor a la oración de la Iglesia, para que podáis pasar de un estado de simples espectadores al de fieles partícipes y activos». *Director de la Oficina litúrgica del vicariato de Roma


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viernes 13 de marzo de 2015, número 11

Fue arzobispo de Nueva York del 2000 al 2009

La muerte del cardenal Egan El cardenal Edward Michael Egan, arzobispo emérito de Nueva York, falleció el juves 5 de marzo, por la tarde, en el hospital universitario Langone Medical Center. En menos de un mes habría cumplido 83 años. Nueva York tributa un ferviente homenaje al pastor que, aún más tras el atentado a las torres gemelas del 11 de septiembre de 2001, se convirtió en el guía espiritual y punto de referencia no sólo para los católicos de Estados Unidos. «Quisiera ser recordado como un sacerdote que cuidó bien el pueblo de Dios, al menos en lo que podía, y como pastor, por transcurrir el mayor tiempo posible en las parroquias», dijo en una ocasión. Y no por casualidad, también como arzobispo emérito, permaneció en Manhattan, precisamente para continuar su relación directa con la gente. Su concreta atención a las personas, caracterizada por la acogida y la caridad —especialmente con los pobres e inmigrantes—, surgía de una fe recibida en su familia profundamente católica. El purpurado nació en Oak Park, archidiócesis de Chicago, el 2 de abril de 1932. Tras conseguir el diploma en filosofía en el Saint Mary of the Lake seminary, fue enviado a Roma en 1954 a completar sus estudios. En 1958 obtuvo la li-

Pésame del Papa El Santo Padre Francisco apenas tuvo noticia de la muerte del cardenal Edward Michael Egan, se recogió en oración. Después envió al cardenal Timothy M. Dolan, arzobispo de Nueva York, el telegrama de pésame en inglés del que publicamos la siguiente traducción. Al recibir con tristeza la noticia de la muerte del cardenal Edward M. Egan, arzobispo emérito de Nueva York, doy mi más sentido pésame a usted y a los fieles de la archidiócesis. Me uno a vosotros al encomendar la noble alma del difunto cardenal a Dios, Padre de misericordia, con gratitud por los años de ministerio episcopal en medio del rebaño de Cristo en Bridgeport y en Nueva York, por su eminente servicio a la Sede apostólica y su experta contribución en la revisión del derecho de la Iglesia en los años sucesivos al Concilio Vaticano II. A todas las personas reunidas en la catedral de San Patricio, con ocasión de la misa de funeral, y a todos los que lloran al cardenal Egan con la esperanza cierta de la Resurrección, imparto de corazón mi bendición apostólica como prenda de consuelo y de paz en el Señor.

cenciatura en teología en la Pontificia Universidad Gregoriana. Después de su ordenación sacerdotal en Roma, el 15 de diciembre de 1957, regresó a Estados Unidos donde, por un breve período, fue vicario de la catedral del Santo Nombre y secretario del cardenal Albert Gregory Meyer. En 1960 fue nombrado vicerrector de la facultad de teología y

derecho canónico en el Pontificio Colegio Norteamericano. En 1964, inmediatamente después de obtener la licenciatura en derecho canónico en la Pontificia Universidad Gregoriana, regresó a Estados Unidos, donde se le encomendó el cargo de secretario del cardenal John Cody. En 1971 volvió a Roma como juez del Tribunal de la Rota romana, función que desempeñó hasta su

Colegio episcopal VIENE DE LA PÁGINA 12

parroquias, miembro del consejo provincial de los misioneros verbitas, superior de un distrito, superior provincial y miembro de la comisión para la gestión financiera y pastoral de la sede vacante de Wewak. —Obispo de Luz (Brasil) al presbítero JOSÉ ARISTEU VIEIRA. José Aristeu Vieira nació en Rio Vermelho, diócesis de Guanhães, el 14 de julio de 1952. Recibió la ordenación sacerdotal el 13 de octubre de 1979, incardinado en la archidiócesis de Diamantina. En su ministerio ha sido, entre otras cosas, administrador y vicario parroquial, párroco en diversas parroquias, formador en el seminario diocesano y coordinador de la pastoral vocacional y de las obras para las vocaciones de Diamantina. —Obispo de Três Lagoas (Brasil) al presbítero LUIZ GONÇALVES KNUPP. Luiz Gonçalves Knupp nació en Mandaguari, archidiócesis de Maringá, el 29 de noviembre de 1967. Recibió la ordenación sacerdotal el 24 de abril de 1999. En su ministerio ha desempeñado los siguientes cargos: administrador parroquial, párroco en diversas parroquias y formador en diversos seminarios de la archidiócesis de Maringá. —Obispo de Colatina (Brasil) a monseñor JOAQUIM WLADIMIR LOPES DIAS, hasta ahora obispo titular de Sita y auxiliar de Vitória.

Joaquim Wladimir Lopes Dias nació en Cafelândia, diócesis de Lins, el 23 de octubre de 1957. Recibió la ordenación sacerdotal el 12 de diciembre de 1997, incardinado en la diócesis de Jundiaí. Benedicto XVI le nombró obispo titular de Sita y auxiliar de la archidiócesis de Vitória el 21 de diciembre de 2011; recibió la ordenación episcopal el 4 de marzo de 2012. —Obispo titular de Legia y auxiliar de Onitsha (Nigeria) a monseñor DENIS CHIDI ISIZOH, hasta ahora oficial del Consejo pontificio para el diálogo interreligioso. Denis Chidi Isizoh nació en Ogbunike, archidiócesis de Onitsha, el 24 de enero de 1956. Recibió la ordenación sacerdotal el 28 de septiembre de 1985. Obtuvo el doctorado en teología bíblica en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. En su ministerio ha sido formador en el seminario menor, vicario parroquial, capellán, secretario y asistente del cardenal Francis Arinze. Desde 1995 presta servicio en la Santa Sede como oficial del Consejo pontificio para el diálogo interreligioso. —Obispo titular de Ressiana y auxiliar de Liubliana (Eslovenia) a monseñor FRANC ŠUŠTAR. Franc Šuštar nació en Liubliana el 27 de abril de 1959. Recibió la ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1985. Se doctoró en teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha desempeñado su ministerio como vicario parroquial y párroco en diversas parroquias,

rector del seminario mayor, miembro del consejo presbiteral, del colegio de consultores, del consejo pastoral y de la comisión de personal. —Obispo titular de Regie y auxiliar de Campo Grande (Brasil) al padre JANUSZ DANECKI, O.F.M.CONV. Janusz Danecki, O.F.M.CONV., nació en Sochaczew, diócesis de Łowicz (Polonia), el 8 de septiembre de 1951. Ingresó en la Orden de Frailes Menores Conventuales, donde recibió la ordenación sacerdotal el 19 de junio de 1977. Antes de su misión en Brasil desempeñó su ministerio sacerdotal en diversas parroquias franciscanas de Polonia. En Brasil ha sido formador de postulantes y superior de una comunidad, rector de un seminario franciscano, guardián en diversos conventos, vicario provincial y párroco en diversas parroquias. —Obispo titular de Lentini y auxiliar de Łodź (Polonia) a monseñor MAREK MARCZAK. Marek Marczak nació en Piotrków Trybunalski, el 17 de febrero de 1969. Recibió la ordenación sacerdotal el 11 de junio de 1994. Obtuvo el doctorado en teología dogmática en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. En su ministerio ha sido vicario parroquial; docente y, más tarde, rector en el seminario mayor de Łodź; presidente de la comisión para el apostolado de los laicos; visitador para la catequesis; colaborador pastoral y miembro del consejo presbiteral.

nombramiento como obispo titular de Allegheny y auxiliar de Nueva York el 1 de abril de 1985; recibió la ordenación episcopal el 22 de mayo sucesivo. Como auxiliar de Nueva York, el cardenal arzobispo John J. O’Connor le encomendó la tarea de vicario para la educación. Tres años después fue nombrado obispo de Bridgeport, el 5 de noviembre de 1988; y el 11 de mayo de 2000, fue promovido a arzobispo de Nueva York. Juan Pablo II le creó cardenal, del título de los santos Juan y Pablo, en el consistorio del 21 de febrero de 2001. En julio del mismo año el Santo Padre le nombró relator general de la décima asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos, en programa del 30 de septiembre al 27 de octubre sobre el tema del obispo «servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo», pero a causa del atentado a las torres gemelas, prefirió volver a Nueva York antes de la conclusión del Sínodo. Su trabajo en el ámbito de la asamblea fue desempeñado por el cardenal Bergolio, a quien el Papa le encomendó la función de relator general adjunto el 4 de octubre. Defensor de los derechos de los inmigrantes, durante el episcopado en Nueva York fue artífice de numerosas iniciativas en el ámbito de la formación, la caridad, la educación escolar y sanitaria. Se comprometió también en el campo de las comunicaciones sociales, dando un nuevo empuje a la prensa diocesana y al apostolado a través de la televisión. Por último, el 23 de febrero de 2009, Benedicto XVI aceptó su renuncia al gobierno pastoral de la archidiócesis de Nueva York . Fue, además, miembro del Consejo de cardenales para el estudio y la organización de los asuntos económicos de la Santa Sede; del Tribunal supremo de la Signatura apostólica; de la Congregación para las Iglesias orientales; de la Prefectura para los asuntos económicos de la Santa Sede; del Consejo pontificio para la familia y de la Comisión permanente para la protección del patrimonio histórico y artístico de la Santa Sede.


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número 11, viernes 13 de marzo de 2015

En dos años de pontificado

El bien que todos pueden realizar MAURIZIO GRONCHI El segundo aniversario de la elección del Papa suscita muchos pensamientos de gratitud al Señor por haber dado a la Iglesia y al mundo un providencial signo de confianza y esperanza, en un momento histórico surcado por crisis y miedos globales. Sin embargo, es precisamente gracias a este período complejo en el que debemos leer como signo del cielo el nuevo tiempo que vivimos. Época nueva, cargada de contradicciones, densa de expectativas, ansiosa de ponerse en marcha hacia la estación primaveral, pero también un tiempo amenazado por repentinos temporales y desórdenes. En la vida de la Iglesia, las sucesiones a la sede de Pedro tienen siempre el doble rostro de la continuidad y la novedad. El cambio suscita al mismo tiempo temores y esperanzas, la incerteza de nuevos caminos y el deseo de conservar todo lo bueno que tenemos a nuestras espaldas. Por lo tanto, tomar conciencia de esta ambivalencia, constitutiva de la rotación, puede ayudar a valorar de modo más equilibrado lo que estamos viviendo. El Papa Francisco es un hombre lleno de vigor, que lleva sobre sus hombros una vida entregada sin reservas, en nombre de Cristo, entre la gente, especialmente pobre y creyente, que en Argentina como en toda América Latina es la mayoría. Él se encontró, sin alguna voluntad propia, viviendo un trasplante radical, que leyó como voluntad de Dios. Por esa razón se encomendó con serenidad y profunda confianza a Aquel que lo llamó a guiar a su pueblo. Esta sencilla constatación se podría hacer con cada Papa, imaginando sus sentimientos más íntimos. Sin embargo, lo que la hace real, en Francisco, es su transparencia: quienquiera que se lo encuentre de cerca o a través de los medios de comunicación es capaz de percibir la transparencia de los sentimientos. Se podrá hablar de estilo comunicativo, de inmediatez, de espontaneidad. En todo caso tenemos delante a un hombre desarmado, que no se esconde. Todo esto podría confirmar la verdad efectiva que marca la existencia de cada Papa: la soledad. En cambio, paradójicamente, el hombre que se presenta sin protecciones aparece como el más cercano a cada uno. A esto debemos estar atentos, para tratar de comprender algo no sólo de la persona, sino también del actual gobierno de la Iglesia. ¿Qué sorprende verdaderamente de la figura de Francisco? La atención planetaria a cada uno de sus gestos y a cada una de sus expresiones habla de la profunda necesidad de escuchar que el Papa tiene comportamientos normales, cotidianos. En efecto, si el Papa se comporta como yo, significa que yo puedo comportarme como él. Nada más sorprendente y eficaz para entablar familiaridad y confianza, estimulando a cada uno a ser mejor. Cuando las palabras resultan coherentes con los gestos, ya no se está ante actos de deber y frases de circunstancia, sino ante la autoridad de quien alienta a hacer lo que se debe hacer. En una palabra, se trata del buen ejemplo. Y no es poco.

Necesitamos del buen ejemplo, del Evangelio practicable, hecho de fe sencilla, de esperanza cotidiana, de caridad de todos los días. Esto es lo que el Papa Francisco hace posible, y es también lo que desconcierta, en la Iglesia y en la sociedad civil, porque la escala está invertida. El que está más arriba ha acortado la distancia respecto a quien está más abajo, no con el populismo del lamento, que para cambiarse a sí mismo espera la transformación del mundo, sino con la banalidad del bien: el bien que todos pueden realizar. Dos años como Papa no son sólo el preámbulo de un pontificado, sino también la intensidad de una vida y la quinta esencia de un amor derramado en el corazón de esta Iglesia que, al elegir a un sucesor de Pedro que optó por llamarse Francisco, está caminando con el lento paso de la acogida, la compañía y la misericordia. Por el camino de Jesús Señor, miserando atque eligendo.

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Audiencia al presidente de Azerbaiyán El viernes 6 de marzo, por la mañana, el presidente de la República de Azerbiyán, Ilham Aliyev, con la esposa, fue recibido en audiencia por el Papa Francisco. Sucesivamente se reunió con el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, que estaba acompañado por el subsecretario para las Relaciones con los Estados, monseñor Antoine Camilleri. En los cordiales coloquios se expresó satisfacción por el desarrollo de las relaciones bilaterales. En especial, se centraron en temas referidos a la vida de la comunidad católica en el país y a algunas iniciativas en ámbito cultural, destacando el valor, en el mundo contemporáneo, del diálogo intercultural e interreligioso para favorecer la paz. Se hizo luego referencia a la actualidad regional e internacional, afirmando la importancia de las negociaciones en la resolución de los conflictos, así como la educación para promover las bases de una convivencia pacífica entre las poblaciones y los diversos grupos religiosos.

Misa Santa Marta VIENE DE LA PÁGINA 11

ria personal», porque «nosotros hacemos nuestra voluntad. Pero haciendo esto, en el camino de la vida seguimos una senda de endurecimiento: el corazón se endurece, se petrifica. La palabra del Señor no entra. El pueblo se aleja». Por ello, dijo el Papa, «hoy, en este día cuaresmal, podemos preguntarnos: ¿Escucho la voz del Señor, o hago lo que yo quiero, lo que me gusta?». El consejo del salmo responsorial –«No endurezcáis vuestro corazón»– se vuelve a encontrar «muchas veces en la Biblia» donde, para explicar la «infidelidad del pueblo», se usa a menudo «la figura de la adúltera». El Papa Francisco recordó, por ejemplo, el pasaje famoso de Ezequiel 16: «Toda una historia de adulterio, es la tuya. Tú, pueblo, no fuiste fiel a mí, eres un pueblo adúltero». O también las muchas veces en que Jesús «reprochaba a los discípulos ese corazón endurecido», como hizo con los de Emaús: «¡Qué necios y torpes sois!». El corazón malvado –explicó el Pontífice al recordar que «todos tenemos un pedacito»– «no nos deja entender el amor de Dios. Nosotros queremos ser libres», pero «con una libertad que al final nos hace esclavos, y no con la libertad del amor que nos ofrece el Señor». Esto, subrayó el Papa, sucede también en las «instituciones»: por ejemplo, «Jesús cura a una persona, pero el corazón de estos doctores de la ley, de estos sacerdotes, de este sistema legal era muy duro, siempre buscaban excusas». Y, así, le dicen: «Pero, tú arrojas a los demonios en nombre del demonio». Tú eres un brujo demoníaco. Son los legalistas «que creen que la vi-

da de la fe se regula solamente por las leyes que hacen ellos». Para ellos «Jesús usa esa palabra: hipócritas, sepulcros blanqueados, muy hermosos por fuera pero por dentro llenos de podredumbre y de hipocresía». Lamentablemente, dijo el Papa Francisco, lo mismo «ocurrió en la historia de la Iglesia». Pensemos «en la pobre Juana de Arco: hoy es santa. Pobrecita: estos doctores la quemaron viva, porque decían que era herética». O incluso más cercano en el tiempo, pensemos

Paul David Bond, «Corazones de piedra con cuerdas»

«en el beato Rosmini: todos sus libros al Índice. No se podían leer, era pecado leerlos. Hoy es beato». Al respecto el Pontífice destacó que así como «en la historia de Dios con su pueblo, el Señor enviaba a los profetas para decir que amaba a su pueblo», así «en la Iglesia, el Señor envía a los santos». Son ellos «los que llevan adelante la vida de la Iglesia: son los santos. No son los poderosos, no son los hipócritas». Son «el hombre santo, la mujer santa, el

niño, el joven santo, el sacerdote santo, la religiosa santa, el obispo santo...»: es decir, los «que no tienen el corazón endurecido», sino «siempre abierto a la palabra de amor del Señor», los que «no tienen miedo de dejarse acariciar por la misericordia de Dios. Por eso los santos son hombres y mujeres que comprenden tantas miserias, tantas miserias humanas, y acompañan al pueblo de cerca. No desprecian al pueblo». Con este pueblo que «perdió la fidelidad» el Señor es claro: «El que no está conmigo, está contra mí». Alguien podría preguntar: «¿Pero no existirá otro camino de componenda, un poco de aquí y un poco de allá?». No, dijo el Pontífice, «o estás en la senda del amor, o estás en la senda de la hipocresía. O te dejas amar por la misericordia de Dios, o haces lo que quieres según tu corazón, que se endurece cada vez más por esta senda». No existe, afirmó, «una tercera senda posible: o eres santo, o vas por el otro camino». Y quien «no recoge» con el Señor, no sólo «deja las cosas», sino «peor: desparrama, arruina. Es un corruptor. Es un corrupto, que corrompe». Por esta infidelidad «Jesús llora por Jerusalén» y «por cada uno de nosotros». En el capítulo 23 de san Mateo, recordó el Papa concluyendo, se lee una maldición «terrible» contra los «dirigentes que tienen el corazón endurecido y quieren endurecer el corazón del pueblo». Dice Jesús: «Así recaerá sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel. Serán culpables de tanta sangre inocente, derramada por su maldad, su hipocresía, su corazón corrupto, endurecido, petrificado».


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Jan van’t Hoff, «Simeón y Ana»

Continuando la catequesis iniciada el miércoles anterior, el Papa Francisco, en la audiencia general del 11 de marzo en la plaza de San Pedro, habló del papel de los abuelos en la familia. Siguiendo el ejemplo de Simeón y Ana —fue la invitación del Pontífice— descubrimos «una nueva fuerza, para una nueva tarea» y «llegamos a ser también nosotros un poco poetas de la oración». Queridos hermanos ¡buenos días!

y

hermanas,

En la catequesis de hoy continuamos la reflexión sobre los abuelos, considerando el valor y la importancia de su papel en la familia. Lo hago identificándome con estas personas, porque también yo pertenezco a esta franja de edad. Cuando estuve en Filipinas, el pueblo filipino me saludaba diciendo: «Lolo Kiko» —es decir, abuelo Francisco—, «Lolo Kiko», decían. Una primera cosa es importante subrayar: es verdad que la sociedad tiende a descartarnos, pero ciertamente el Señor no. El Señor no nos descarta nunca. Él nos llama a seguirlo en cada edad de la vida, y también la ancianidad contiene una gracia y una misión, una verdadera vocación del Señor. La ancianidad es una vocación. No es aún el momento de «abandonar los remos en la barca». Este período de la vida es distinto de los anteriores, no cabe duda; debemos también un poco «inventárnoslo», porque nuestras sociedades no están preparadas, espiritual y moralmente, a dar al mismo, a este momento de la vida, su valor pleno. Una vez, en efecto, no era tan normal tener tiempo a disposición; hoy lo es mucho más. E incluso la espiritualidad cristiana fue pillada un poco de sorpresa, y se trata de delinear una espiritualidad de las personas ancianas. Pero gracias a Dios no faltan los testimonios de santos y santas ancianos. Me emocionó mucho la «Jornada para los ancianos» que realizamos aquí en la plaza de San Pedro el año pasado, la plaza estaba llena. Escuché historias de ancianos que se entregan por los demás, y también historias de parejas de esposos, que de-

Los tuits en @Pontifex_es 5 MAR [9.30 AM] Si estamos demasiado apegados a las riquezas, no somos libres. Somos esclavos 7 MAR [11.00 AM] Construyamos nuestra vida de fe sobre la roca, que es Cristo 9 MAR [12.00 PM] La humildad salva al hombre; la soberbia le hace errar el camino 10 MAR [10.00 am] En los momentos más terribles, recordad: Dios es nuestro Padre; Dios no abandona a sus hijos

El Papa Francisco habla del papel de los abuelos en la familia

Poetas de la oración cían: «Cumplimos 50 años de matrimonio, cumplimos 60 años de matrimonio». Es importante hacerlo ver a los jóvenes que se cansan enseguida; es importante el testimonio de los ancianos en la fidelidad. Y en esta plaza había muchos ese día. Es una reflexión que hay que continuar, en ámbito tanto eclesial como civil. El Evangelio viene a nuestro encuentro con una imagen muy hermosa, conmovedora y alentadora. Es la imagen de Simeón y Ana, de quienes se habla en el Evangelio de la infancia de Jesús escrito por san Lucas. Eran ciertamente ancianos, el «viejo» Simeón y la «profetisa» Ana que tenía 84 años. Esta mujer no escondía su edad. El Evangelio dice que esperaba la venida de Dios cada día, con gran fidelidad, desde hacía largos años. Querían precisamente verlo ese día, captar los signos, intuir el inicio. Tal vez estaban un poco resignados, a este punto, a morir antes: esa larga espera continuaba ocupando toda su vida, no tenían compromisos más importantes que este: esperar al Señor y rezar. Y, cuando María y José llegaron al templo para cumplir las disposiciones de la Ley, Simeón y Ana se movieron por impulso, animados por el Espíritu Santo (cf. Lc 2, 27). El peso de la edad y de la espera desapareció en un momento. Ellos reconocieron al Niño, y descubrieron una nueva fuerza, para una nueva tarea: dar gracias y dar testimonio por este signo de Dios. Simeón improvisó un bellísimo himno de júbilo (cf. Lc 2, 29-32) —fue un poeta en ese momento— y Ana se convirtió en la primera predicadora de Jesús: «hablaba del niño a todos lo que aguardaban la liberación de Jerusalén» (Lc 2, 38). Queridos abuelos, queridos ancianos, pongámonos en la senda de estos ancianos extraordinarios. Convirtámonos también nosotros un poco en poetas de la oración: cultivemos el gusto de buscar palabras nuestras, volvamos a apropiarnos de las que nos enseña la Palabra de Dios. La oración de los abuelos y los ancianos es un gran don para la Iglesia. La oración de los ancianos y los abuelos es don para la Iglesia, es una riqueza. Una gran inyección de sabiduría también para toda la sociedad humana: sobre todo para la que está demasiado atareada, demasiado ocu-

pada, demasiado distraída. Alguien debe incluso cantar, también por ellos, cantar los signos de Dios, proclamar los signos de Dios, rezar por ellos. Miremos a Benedicto XVI, quien eligió pasar en la oración y en la escucha de Dios el último período de su vida. ¡Es hermoso esto! Un gran creyente del siglo pasado, de tradición ortodoxa, Olivier Clément, decía: «Una civilización donde ya no se reza es una civilización donde la vejez ya no tiene sentido. Y esto es aterrador, nosotros necesitamos ante todo ancianos que recen, porque la vejez se nos dio para esto». Necesitamos ancianos que recen porque la vejez se nos dio precisamente para esto. La oración de los ancianos es algo hermoso. Podemos dar gracias al Señor por los beneficios recibidos y llenar el vacío de la ingratitud que lo rodea. Podemos interceder por las expectati-

vas de las nuevas generaciones y dar dignidad a la memoria y a los sacrificios de las generaciones pasadas. Podemos recordar a los jóvenes ambiciosos que una vida sin amor es una vida árida. Podemos decir a los jóvenes miedosos que la angustia del futuro se puede vencer. Podemos enseñar a los jóvenes demasiado enamorados de sí mismos que hay más alegría en dar que en recibir. Los abuelos y las abuelas forman el «coro» permanente de un gran santuario espiritual, donde la oración de súplica y el canto de alabanza sostienen a la comunidad que trabaja y lucha en el campo de la vida. La oración, por último, purifica incesantemente el corazón. La alabanza y la súplica a Dios previenen el endurecimiento del corazón en el resentimiento y en el egoísmo. Cuán feo es el cinismo de un anciano que perdió el sentido de su testimonio, desprecia a los jóvenes y no comunica una sabiduría de vida. En cambio, cuán hermoso es el aliento que el anciano logra transmitir al joven que busca el sentido de la fe y de la vida. Es verdaderamente la misión de los abuelos, la vocación de los ancianos. Las palabras de los abuelos tienen algo especial para los jóvenes. Y ellos lo saben. Las palabras que mi abuela me entregó por escrito el día de mi ordenación sacerdotal aún las llevo conmigo, siempre en el breviario, y las leo a menudo y me hace bien. ¡Cuánto quisiera una Iglesia que desafía la cultura del descarte con la alegría desbordante de un nuevo abrazo entre los jóvenes y los ancianos! Y esto es lo que hoy pido al Señor, este abrazo.

El Pontífice en la cárcel de Rebibbia para la misa «in cena Domini» El Papa Francisco visitará la cárcel romana de Rebibbia el Jueves santo, 2 de abril, por la tarde. El Pontífice irá al centro penitenciario «Nuevo complejo Rebibbia» para mantener un encuentro con los detenidos. Luego, a las 17.30, en la iglesia «Padre nuestro» celebrará la misa «in cena Domini», durante la cual lavará los pies a algunos detenidos y algunas detenidas del cercano centro penitenciario femenino. Continúa para el Papa Bergoglio la tradición de celebrar el Jueves santo en una realidad con especiales dificultades de la diócesis de Roma: en 2013 fue entre los jóvenes detenidos en el centro de menores de Casal del Marmo y el año pasado entre los discapacitados asistidos por la fundación Don Gnocchi.


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