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L’OSSERVATORE ROMANO EDICIÓN SEMANAL Unicuique suum Año XLVII, número 15 (2.410)
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Ciudad del Vaticano
10 de abril de 2015
Durante las celebraciones pascuales la palabra del Pontífice ante las persecuciones de los cristianos
No mirar hacia otro lado La persecución de los cristianos, un tema afrontado por el Papa Francisco en el tradicional mensaje de Pascua a la ciudad y al mundo desde el balcón central de la basílica vaticana el domingo de Pascua, 5 de abril. Desde allí recordó que los cristianos «son los brotes de otra humanidad». Y esta, reafirmó inmediatamente, «no es debilidad, sino auténtica fuerza». Porque «quien lleva en sí el poder de Dios, de su amor y su justicia, no necesita usar violencia». De aquí la exhortación a pedir «al Señor resucitado la gracia de no ceder al orgullo que fomenta la violencia y las guerras, sino de tener el valor humilde del perdón y de la paz» y a rezar para que se alivien «el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen injustamente las consecuencias de los conflictos» que están desarrollándose. Los cristianos perseguidos estuvieron también presentes en la tradicional oración del Vía crucis en el Coliseo el Viernes santo. Los demás días del Triduo pascual el Santo Padre presidió la misa crismal el Jueves santo por la mañana en la basílica de San Pedro; la misa de la Cena del Señor en el centro penitenciario romano de Rebibbia, donde lavó los pies a doce reclusos; la vigilia pascual en la basílica vaticana, y la misa del Domingo de Resurrección en la plaza de San Pedro.
Familiares de un fallecido en el atentado en la Universidad de Garissa, Kenia (Ansa)
Resurrección y compasión
Todo comenzó en Galilea (de patior, padecer), aceptación del sufrimiento. Esto no es masoquisJesús es la resurrección precisamen- mo, como a menudo se dice del te mientras recorre la tierra. Lo tes- cristianismo, sino un despertar que timonia el relato de la transfigura- permite afrontar la realidad tal y ción donde muestra a los apóstoles como es. Esto sólo es posible partisu cuerpo resplandeciente de luz. A cipando en la resurrección. El sufriPedro, Santiago y Juan se les abrie- miento se ve, se acepta y se afronta ron los ojos, como después de la re- porque está sostenido por un nivel surrección. Ven lo invisible. «No superior de vida. Se vive mientras contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos» (Mateo 17, 9). La resurrección se manifiesta en el tiempo, mientras Jesús vive con sus discípulos, encuentra a las multitudes, llegando a ser desde ese momento en adelante una experiencia viva que comienza a circular, a arraigarse en las células de la humanidad, formando en ella el nivel más avanzado, el culmen. La resurrección ante todo se hace visible en la compasión: Jesús sufre con los que sufren, participa en su dolor. Hay una estrecha relación entre resurrección y redención. La resurrección es fuerza redentora. La humanidad resucitada de Cristo purifica, libera, transfigura. Tintoretto, «La Resurrección» (1578-1581, detalle) La redención requiere pasión ANTONELLA LUMINI
TRIDUO
PASCUAL EN PÁGINAS
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A
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Del cenáculo a la Pascua en san Efrén
Hoy se exprimió el racimo que nos llegó de María MANUEL NIN
EN PÁGINA
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Monseñor Carballo habla del congreso de formadores celebrado Roma
Desafío digital El desafío del ámbito digital, la justicia, la paz, la tutela de la creación: son las nuevas fronteras de la formación. Se debate sobre ello en el congreso internacional convocado en Roma, en el marco del Año de la vida consagrada, del 7 al 11 de abril sobre el tema «Formados para la vida consagrada en el corazón de la Iglesia y del mundo». PÁGINA 15
pasa, pero también resurge cuando lo intentas eliminar de tu vida, huir de él o arrinconarlo. La redención es ese proceso que hace morir la muerte en nosotros, el estado de muerte, la voluntad de muerte. Esa fuerza contraria a la vida que nos domina, ocupa espacio desviando pensamientos y acciones, transformando gran parte de nuestra potencialidad creadora en actividad destructora. La redención brota del poder de la resurrección. Después de mi resurrección os precederé en Galilea, dice Jesús. Galilea representa el inicio de todo. Aquí toma vida el reino de los cielos. Cuando Jesús comienza a manifestarse al mundo, a revelar su humanidad divina, sobre la tierra inicia el nuevo reino. Más toma forma, más se expande atrayendo la humanidad hacia un estado nuevo de vida: estado de gracia, estado de despertar y de resurrección. Galilea es el lugar donde los primeros discípulos, los Doce, los que luego serán enviados, los apóstoles, son tocados por SIGUE EN LA PÁGINA 16
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viernes 10 de abril de 2015, número 15
El Papa Francisco en la misa crismal habla de la fatiga pastoral del sacerdote
Santo cansancio Con olor a oveja y la sonrisa de un papá en medio de la gente Al «cansancio de los sacerdotes» el Papa dedicó la homilía de la misa crismal celebrada el 2 de abril, Jueves santo, por la mañana, en la basílica vaticana. «Pidamos la gracia de aprender a estar cansados» recomendó a los presentes, recordando que «nuestro cansancio es como el incienso que sube silenciosamente al cielo» e invitándoles a evitar tres tentaciones: el cansancio de la gente, de los enemigos y de uno mismo. «Lo sostendrá mi mano y le dará fortaleza mi brazo» (Sal 88, 22). Así piensa el Señor cuando dice para sí: «He encontrado a David mi servidor y con mi aceite santo lo he ungido» (v. 21). Así piensa nuestro Padre cada vez que «encuentra» a un sacerdote. Y agrega más: «Contará con mi amor y mi lealtad. Él me podrá decir: “Tú eres mi padre, el Dios que me protege y que me salva”» (v. 25.27). Es muy hermoso entrar, con el Salmista, en este soliloquio de nuestro Dios. Él habla de nosotros, sus sacerdotes, sus curas; pero no es realmente un soliloquio, no habla solo: es el Padre que le dice a Jesús: «Tus amigos, los que te aman, me podrán decir de una manera especial: Tú eres mi Padre» (cf. Jn 14, 21). Y, si el Señor piensa y se preocupa tanto en cómo podrá ayudarnos, es porque sabe que la tarea de ungir al pueblo fiel no es fácil, es dura; nos lleva al cansancio y a la fatiga. Lo experimentamos en todas sus formas: desde el cansancio habitual de la tarea apostólica cotidiana hasta el de la enfermedad y la muerte, e incluso la consumación en el martirio. El cansancio de los sacerdotes. ¿Sabéis cuántas veces pienso en esto: en el cansancio de todos vosotros? Pienso mucho y ruego a menudo, especialmente cuando el cansado soy yo. Rezo por los que trabajáis en medio del pueblo fiel de Dios que os fue confiado, y muchos en lugares muy abandonados y peligrosos. Y nuestro cansancio, queridos sacerdotes, es como el incienso que sube silenciosamente al cielo (cf. Sal 140, 2; Ap 8, 3-4). Nuestro cansancio va directo al corazón del Padre. Estad seguros que la Virgen María se da cuenta de este cansancio y se lo hace notar enseguida al Señor. Ella, como Madre, sabe comprender cuándo sus hijos están cansados y no se fija en nada más. «¡Bienvenido! Descansa, hijo mío. Después hablaremos... ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?» —nos dirá siempre que nos acerquemos a Ella (cf. Evangelii gaudium, 286). Y a su Hijo le dirá, como en Caná: «No tienen vino» (Jn 2, 3).
Sucede también que, cuando sentimos el peso del trabajo pastoral, nos puede venir la tentación de descansar de cualquier manera, como si el descanso no fuera una cosa de Dios. No caigamos en esta tentación. Nuestra fatiga es preciosa a los ojos de Jesús, que nos acoge y nos pone de pie: «Venid a mí cuando estéis cansados y agobiados, que yo os aliviaré» (Mt 11, 28). Cuando uno sabe que, muerto de cansancio, puede postrarse en adoración, decir: «Basta por hoy, Señor», y rendirse ante el Padre; uno sabe también que no se hunde sino que se renueva porque, al que ha ungido con óleo de alegría al pueblo fiel de Dios, el Señor también lo unge, «le cambia su ceniza en diadema, sus lágrimas en aceite perfumado de alegría, su abatimiento en cánticos» (Is 61, 3). Tengamos bien presente que una clave de la fecundidad sacerdotal está en el modo como descansamos y en cómo sentimos que el Señor trata nuestro cansancio. ¡Qué difícil es aprender a descansar! En esto se juega nuestra confianza y nuestro recordar que también somos ovejas y necesitamos que el Pastor nos ayude.
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GIOVANNI MARIA VIAN director
Giuseppe Fiorentino subdirector
Pueden ayudarnos algunas preguntas a este respecto. ¿Sé descansar recibiendo el amor, la gratitud y todo el cariño que me da el pueblo fiel de Dios? O, luego del trabajo pastoral, ¿busco descansos más refinados, no los de los pobres sino los que ofrece el mundo del consumo? ¿El Espíritu Santo es verdaderamente para mí «descanso en el trabajo» o sólo aquel que me da trabajo? ¿Sé pedir ayuda a algún sacerdote sabio? ¿Sé descansar de mí mismo, de mi auto-exigencia, de mi auto-complacencia, de mi auto-referencialidad? ¿Sé conversar con Jesús, con el Padre, con la Virgen y San José, con mis santos protectores amigos para reposarme en sus exigencias —que son suaves y ligeras—, en sus complacencias —a ellos les agrada estar en mi compañía—, en sus intereses y referencias —a ellos sólo les interesa la mayor gloria de Dios —...? ¿Sé descansar de mis enemigos bajo la protección del Señor? ¿Argumento y maquino yo solo, rumiando una y otra vez mi defensa, o me confío al Espíritu Santo que me enseña lo que tengo que decir en cada ocasión? ¿Me preocupo y me angustio excesivamente o, como Pablo, encuentro descanso diciendo: «Sé en Quién me he confiado» (2 Tm 1, 12)? Repasemos un momento las tareas de los sacerdotes que hoy nos proclama la liturgia: llevar a los pobres la Buena Nueva, anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor. E Isaías agrega: curar a los de corazón quebrantado y consolar a los afligidos. No son tareas fáciles, exteriores, como por ejemplo los trabajos materiales —construir un nuevo salón parroquial, o delinear una cancha de fútbol para los jóvenes del Oratorio...—; las tareas mencionadas por Jesús implican nuestra capacidad de compasión, son tareas en las que
TIPO GRAFIA VATICANA EDITRICE L’OSSERVATORE ROMANO don Sergio Pellini S.D.B. director general
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nuestro corazón es «movido» y conmovido. Nos alegramos con los novios que se casan, reímos con el bebé que traen a bautizar; acompañamos a los jóvenes que se preparan para el matrimonio y a las familias; nos apenamos con el que recibe la unción en la cama del hospital, lloramos con los que entierran a un ser querido... Tantas emociones... Si tenemos el corazón abierto, esta emoción y tanto afecto fatigan el corazón del Pastor. Para nosotros sacerdotes las historias de nuestra gente no son un noticiero: nosotros conocemos a nuestro pueblo, podemos adivinar lo que les está pasando en su corazón; y el nuestro, al compadecernos (al padecer con ellos), se nos va deshilachando, se nos parte en mil pedacitos, se conmueve y hasta parece comido por la gente: «Tomad, comed». Esa es la palabra que musita constantemente el sacerdote de Jesús cuando va atendiendo a su pueblo fiel: «Tomad y comed, tomad y bebed...». Y así nuestra vida sacerdotal se va entregando en el servicio, en la cercanía al pueblo fiel de Dios... que siempre, siempre cansa. Quisiera ahora compartir con vosotros algunos cansancios en los que he meditado. Está el que podemos llamar «el cansancio de la gente, de las multitudes»: para el Señor, como para nosotros, era agotador —lo dice el evangelio—, pero es cansancio del bueno, cansancio lleno de frutos y de alegría. La gente que lo seguía, las familias que le traían sus niños para que los bendijera, los que habían sido curados, que venían con sus amigos, los jóvenes que se entusiasmaban con el Rabí..., no le dejaban tiempo ni para comer. Pero el Señor no se hastiaba de estar con la gente. Al contrario, parecía que se renovaba (cf. Evangelii gaudium, 11). Este cansancio en medio de nuestra actividad suele ser una gracia que está al alcance de la mano de todos nosotros, sacerdotes (cf. ibíd., 279). iQué bueno es esto: la gente ama, quiere y necesita a sus pastores! El pueblo fiel no nos deja sin tarea directa, salvo que uno se esconda en una oficina o ande por la ciudad con vidrios polarizados. Y este cansancio es bueno, es sano. Es el cansancio del sacerdote con olor a oveja..., pero con sonrisa de papá que contempla a sus hijos o a sus nietos pequeños. Nada que ver con esos que huelen a perfume caro y te miran de lejos y desde arriba (cf. ibíd., 97). Somos los amigos del Novio, esa es nuestra alegría. Si Jesús está pastoreando en medio de nosotros, SIGUE EN LA PÁGINA 4
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número 15, viernes 10 de abril de 2015
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En Rebibbia el Pontífice recuerda que Jesús dio su vida por cada ser humano
Con nombre y apellido «Cada uno de nosotros puede decir: “dio su vida por mí”. Por cada uno. Dio la vida por ti, por ti, por ti, por mí, por él, por cada uno, con nombre y apellido». Con estas palabras pronunciadas el 2 de abril, Jueves santo, por la tarde, durante la homilía de la misa «in coena Domini», el Papa Francisco quiso explicar a los detenidos de la cárcel romana de Rebibbia que el amor de Dios es «personal» y que «Él no se cansa de amar, así como no se cansa de perdonar». Este jueves, Jesús estaba en la mesa con los discípulos, celebrando la fiesta de la Pascua. Y el pasaje del Evangelio que hemos escuchado contiene una frase que es precisamente el centro de lo que hizo Jesús por todos nosotros: «Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (Jn 13, 1). Jesús nos amó. Jesús nos ama. Sin límites, siempre, hasta el extremo. El amor de Jesús por nosotros no tiene límites: cada vez más, cada vez más. No se cansa de amar.
A ninguno. Nos ama a todos nosotros, hasta el punto de dar la vida por nosotros. Sí, dar la vida por nosotros; sí, dar la vida por todos nosotros, dar la vida por cada uno de nosotros. Y cada uno puede decir: «Dio la vida por mí». Por cada uno. Ha dado la vida por ti, por ti, por ti, por mí, por él… por cada uno, con nombre y apellido. Su amor es así: personal. El amor de Jesús nunca defrauda, porque Él no se cansa de amar, como no se cansa de perdonar, no se cansa de abrazarnos.
Esta es la primera cosa que quería deciros: Jesús nos amó, a cada uno de nosotros, hasta el extremo. Y luego, hizo lo que los discípulos no comprendieron: lavar los pies. En ese tiempo era habitual, era una costumbre, porque cuando la gente llegaba a una casa tenía los pies sucios por el polvo del camino; no existían los adoquines en ese tiempo… Había polvo por el camino. Y en el ingreso de la casa se lavaban los pies. Pero esto no lo hacía el dueño de casa, lo hacían los esclavos. Era un trabajo de esclavos. Y Jesús lava como esclavo nuestros pies, los pies de los discípulos, y por eso dice: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora —dice a Pedro—, pero lo comprenderás más tarde» (Jn 13, 7). Es tan grande el amor de Jesús que se hizo esclavo para servirnos, para curarnos, para limpiarnos. Y hoy, en esta misa, la Iglesia quiere que el sacerdote lave los pies de doce personas, en memoria de los doce apóstoles. Pero en nuestro corazón debemos tener la certeza, debemos estar seguros de que el Señor, cuando nos lava los pies, nos lava todo, nos purifica, nos hace sentir de nuevo su amor. En la Biblia hay
El apóstol decimotercero Brotan lágrimas del rostro de una mujer detenida. Sus ojos se han cruzado con la mirada sonriente del Papa Francisco que le ha lavado el pie, lo ha acariciado y lo ha besado, y luego ha levantado la mirada para hacerle comprender lo que había dicho en la homilía: «Jesús te ama. Siempre. Hasta el final». Un gesto repetido doce veces, como hizo Jesús con los apóstoles. Ceñido con una toalla, de rodillas, el Pontífice lavó los pies a seis mujeres y seis hombres de diversas nacionalidades detenidos en la cárcel romana de Rebibbia. Doce veces más una. Una de las reclusas, en efecto, una joven nigeriana, llevaba en brazos a su niño: también él —inconscientemente el «apóstol decimotercero»— con su piececito descalzo recibió el gesto de amor del Papa. El abrazo conmovido de la madre parecía transmitir al pequeño toda la esperanza de un futuro diferente. El jueves 2 de abril el Papa Francisco quiso celebrar la misa «in coena Domini» en las nuevas instalaciones de la cárcel de Rebibbia. Con los detenidos, con esa Iglesia que vive y ora detrás de las barras, a menudo ignorada por el resto del mundo. Un gesto importante para quien se siente marginado. El Pontífice llegó a Rebibbia cerca de las 17.15, acogido por el saludo de la gente que lo esperaba detrás de los muros de contención por la calle que lleva al nuevo edificio. El regente de la Prefectura de la Casa pontificia, monseñor Leonar-
do Sapienza, acompañó al Papa hasta llegar a la capilla dedicada al Padrenuestro: «La llamamos así —nos explicó don Spriano, el capellán— porque allí acogemos a todos, incluso a quien es de otra religión». En la explanada le esperaban el director de la cárcel, el comandante de la misma y el capellán; con ellos también el cardenal Agostino Vallini, vicario para la diócesis de Roma, y el arzobispo sustituto de la Secretaría de Estado, Angelo Becciu. La zona ubicada enfrente de la iglesia, espacio verde donde los detenidos pueden recibir a sus familiares dos veces al mes, estaba abarrotada de gente. Por un lado los familiares de los empleados, por otro, cerca de trecientos detenidos muy emocionados. El Papa Francisco se detuvo a saludarlos: los abrazó, se dejó besar por ellos, bendijo los rosarios. Asombrado por el gran afecto, antes de entrar en la iglesia, quiso saludar brevemente: «Agradezco a todos vosotros la acogida tan cálida, ferviente. ¡Muchas gracias!». Con ocasión de la visita los detenidos regalaron al Santo Padre algunos productos de su trabajo diario. Y el Pontífice, como recuerdo, les dio a todos una imagen de la resurrección y el texto del discurso escrito con ocasión de su visita a la cárcel de Poggioreale. Revestido con los ornamentos sagrados, el Papa ingresó en la capilla donde se encontraban otros detenidos, algunos con sus niños. Con él
una frase, del profeta Isaías, muy bella, que dice: «¿Puede una madre olvidar a su hijo? Aunque ella se olvidara de su hijo, yo nunca me olvidaré de ti» (cf. 49, 15). Así es el amor de Dios por nosotros. Y yo lavaré hoy los pies de doce de vosotros, pero en estos hermanos y hermanas estáis todos vosotros, todos, todos. Todos los que viven aquí. Vosotros los representáis a ellos. Y también yo necesito ser lavado por el Señor, y por eso rezad durante esta misa para que el Señor lave también mis suciedades, para que yo llegue a ser un mejor siervo vuestro, un mejor siervo al servicio de la gente, como lo fue Jesús. Ahora comenzaremos esta parte de la celebración.
Almorzando con el Papa
concelebraron el cardenal Vallini, el arzobispo Becciu, los capellanes y una representación de los sacerdotes voluntarios. Posteriormente, durante la homilía, el Pontífice pronunció espontáneamente un mensaje claro y directo a cada persona que tenía delante: tú, precisamente tú, también tú eres amado. Después dio inicio el lavatorio de los pies. Para cada uno el regalo de una mirada tierna y de una sonrisa. Uno de los doce le tomó las manos y las puso sobre su cabeza pidiendo una bendición especial, un gesto que queda como una de las imágenes más intensas de este Jueves santo. Al término de la misa, el Pontífice se detuvo en adoración ante el sagrario, después abrazó nuevamente a los detenidos que al salir de la iglesia lo rodearon junto con el personal de la policía penitenciaria y los voluntarios. (Maurizio Fontana)
Un momento de comunión, el Jueves santo, entre el obispo de Roma y diez sacerdotes de la diócesis comprometidos en la pastoral: según la tradición que se está consolidando, también este año, por tercera vez, el Papa quiso compartir el almuerzo con algunos sacerdotes. Así, al final de la mañana del 2 de abril, después de la celebración eucarística en la basílica vaticana, el Pontífice se dirigió a la casa del arzobispo Angelo Becciu, sustituto de la Secretaría de Estado, donde estuvo cerca de una hora y media con los sacerdotes. En un clima sencillo y cordial, el obispo de Roma quiso así conocer más de cerca la misión de nueve párrocos y del superior de una comunidad de religiosos que viven en un departamento para compartir también de este modo la vida de la gente. El Papa escuchó con gran atención sus testimonios, animándoles en su ministerio. Fue, como sugirió el Papa Francisco mismo en la homilía de la misa crismal, un tiempo común de reposo espiritual para reflexionar sobre el servicio cotidiano a las personas con las que tratan los sacerdotes.
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El cenáculo y la Pascua en los himnos de Efrén el sirio
Hoy se exprimió el racimo que nos llegó de María MANUEL NIN Dos himnos de Efrén el sirio, sobre la crucifixión y el segundo sobre la resurrección de Cristo, nos ayudan a entrar en los misterios que celebramos en los días santos. El primero contempla el cenáculo, lugar que se convierte en prefiguración de la Iglesia misma en la celebración de los misterios, y el segundo presenta a la Iglesia de la tierra y del cielo unidas en la alabanza al Señor. El cenáculo, lugar de la última Cena de Cristo con los discípulos, se presenta casi personificado y el poeta lo ve ya como auténtica Iglesia que celebra los sacramentos, lugar del servicio: «Bienavanturado eres tú, lugar, porque fueron enviados dos de sus discípulos y te prepararon para su cena. Se había elegido la pureza, y en ti la vio, se había elegido la santidad, y dentro de ti la encontró. A tu fidelidad dio abundantemente su bendición, don para tu servicio. Bienavanturado eres tú, lugar del justo, porque en ti nuestro Señor repartió su cuerpo. Un pequeño lugar fue espejo de toda la creación colmada por Él. La gran alianza salió de una pequeña morada y colmó la tierra». Lugar de la entrega del cuerpo y la sangre de Cristo, el cenáculo es el lugar donde Jesús mismo se convierte en sacerdote y víctima: «Bienavanturado eres tú, lugar. De todo lo que en ti sucede está llena toda la creación, y es demasiado pequeña. Bienaventurada tu morada, en la cual fue repartido aquel pan de la bendecida gavilla. En ti fue exprimido el racimo que nos llegó de María, cáliz de la salvación, nuestro Señor, que en ti se convirtió en verdadero altar, sacerdote, pan y cáliz de la salvación, altar y cordero, sacrificio y sacrificador, sacerdote y alimento». Más adelante se presenta el cenáculo como lugar del lavatorio de los pies, y Efrén lo relaciona con la acogida de Abrahán a los tres personajes (llamados por Efrén «vigilantes», que en siríaco significa también «ángeles») bajo la encina de Mambré. La grandeza de la teofanía veterotestamentaria se equipara a la del Hijo que lava los pies, y los lava también al traidor: «Como en ti, aparecía también a Abrahán mientras conducía el carnero a los vigilantes. Los serafines exultaron al ver al Hijo que, llevando atado a la cintura un lino, lavaba en la jofaina los pies, la suciedad del ladrón que lo entregaría». Lavatorio que Efrén presenta como una nueva creación, el bautismo de los doce: «Nuestro Señor purificó el cuerpo de los hermanos en la jofaina que es símbolo de la concordia. En el seno de las aguas Cristo nos formó nuevamente. No somos miembros divididos que no se dan cuenta de luchar contra el amor propio». En el segundo himno sobre la resurrección, Efrén describe la alegría pascual, presentada como una gran liturgia de toda la creación, que une el cielo y la tierra. E inicia con una referencia al puesto central de la cruz que vuelve abrir el paraíso, del cual brota la alabanza de toda la creación: «Y la llave para mí fue tu cruz, fue ella quien abrió el paraíso. Del jardín saqué, recogí y llevé al paraíso flores derramadas durante tu fiesta, en los himnos, sobre la humanidad». Toda la creación, por lo tanto, en la fiesta de Pascua, eleva la alabanza
a Dios, y Efrén menciona a todos los que alaban al Señor redentor, comenzando por los que forman parte de la liturgia de la tierra: «He aquí la fiesta gozosa que es todo bocas y lenguas. Mujeres y hombres castos fueron trombas y cuernos. Niños y niñas fueron en ella arpas y cítaras». El poeta introduce también en esta alabanza litúrgica la imagen del arca y la que se podría casi llamar la liturgia de los animales, recogidos por parejas con sus voces acordes: «En el arca resonaron de forma similar las voces de todas las bocas. Fuera olas terribles, dentro de ella voces deliciosas. Las lenguas, de dos en dos, modulaban en ella simultáneamente, con pureza, y eran prefiguración de nuestra fiesta donde hombres y mujeres vírgenes cantaron el gloria al Señor del arca». Esta dimensión de alabanza litúrgica procede en el himno con una descripción de la liturgia celebrada en la Semana santa. Aquí Efrén presenta toda la jerarquía, de la tierra y del cielo: «Que el gran pastor entrelace como sus flores para vosotros sus interpretaciones, los presbíteros sus buenas obras, los diáconos sus
«Última cena y crucifixión» (siglo XVIII, iglesia de los Santos Sergio y Baco, Maalula, Siria)
lecturas, los jóvenes su aleluya, los niños sus salmos, las mujeres castas sus himnos, los fieles su conducta». En esta estrofa se describe el papel de cada uno: el obispo («gran pastor») que explica la Escritura, los sacerdotes con su obrar, los diáconos que proclaman la Palabra, los jóvenes como cantores y salmistas, los fieles viviendo como cristianos, a quienes se suman «mártires, apóstoles y profetas, cuyas flores son como ellos y coronan nuestra bella fiesta». El himno concluye con una oración por los cristianos dondequiera perseguidos y martirizados, entonces y hoy: «Acepta, nuestro rey, nuestra entrega y danos a cambio la salvación. Pacifica las tierras devastadas, edifica las iglesias incendiadas para que, cuando tenga lugar una gran paz, podamos tejerte una gran corona con flores provenientes de todas las partes, para que sea coronado el Señor de la paz. ¡Bendito quien obró y puede obrar!».
Homilía de la misa crismal VIENE DE LA PÁGINA 2
no podemos ser pastores con cara de vinagre, quejosos ni, lo que es peor, pastores aburridos. Olor a oveja y sonrisa de padres... Sí, bien cansados, pero con la alegría de los que escuchan a su Señor decir: «Venid a mí, benditos de mi Padre» (Mt 25, 34). También se da lo que podemos llamar «el cansancio de los enemigos». El demonio y sus secuaces no duermen y, como sus oídos no soportan la Palabra de Dios, trabajan incansablemente para acallarla o tergiversarla. Aquí el cansancio de enfrentarlos es más arduo. No sólo se trata de hacer el bien, con toda la fatiga que conlleva, sino que hay que defender al rebaño y defenderse uno mismo contra el mal (cf. Evangelii gaudium, 83). El maligno es más astuto que nosotros y es capaz de tirar abajo en un momento lo que construimos con paciencia durante largo tiempo. Aquí necesitamos pedir la gracia de aprender a neutralizar —es un hábito importante: aprender a neutralizar—: neutralizar el mal, no arrancar la cizaña, no pretender defender como superhombres lo que sólo el Señor tiene que defender. Todo esto ayuda a no bajar los brazos ante la espesura de la iniquidad, ante la burla de los malvados. La palabra del Señor para estas situaciones de cansancio es: «No temáis, yo he vencido al mundo» (Jn 16, 33). Y esta palabra nos dará fuerza. Y por último —para que esta homilía no os canse demasiado— está también «el cansancio de uno mismo» (cf. Evangelii gaudium, 277). Es quizás el más peligroso. Porque los otros dos provienen de estar expuestos, de salir de nosotros mismos a ungir y a trabajar (somos los que cuidamos). Este cansancio, en cambio, es más auto-referencial; es la desilusión de uno mismo pero no mirada de frente, con la serena alegría del que se descubre pecador y necesitado de perdón, de ayuda: este pide ayuda y va adelante. Se trata del cansancio que da el «querer y no querer», el haberse jugado todo y después añorar los ajos y las cebollas de Egipto, el jugar con la ilusión de ser otra cosa. A este cansancio, me gusta llamarlo «coquetear con la mundanidad espiritual». Y, cuando uno se queda
solo, se da cuenta de que grandes sectores de la vida quedaron impregnados por esta mundanidad y hasta nos da la impresión de que ningún baño la puede limpiar. Aquí sí puede haber cansancio malo. La palabra del Apocalipsis nos indica la causa de este cansancio: «Has sufrido, has sido perseverante, has trabajado arduamente por amor de mi nombre y no has desmayado. Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor» (2, 3-4). Sólo el amor descansa. Lo que no se ama cansa y, a la larga, cansa mal. La imagen más honda y misteriosa de cómo trata el Señor nuestro cansancio pastoral es aquella del que «habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo» (Jn 13, 1): la escena del lavatorio de los pies. Me gusta contemplarla como el lavatorio del seguimiento. El Señor purifica el seguimiento mismo, él se «involucra» con nosotros (cf. Evangelii gaudium, 24), se encarga en persona de limpiar toda mancha, ese mundano smog untuoso que se nos pegó en el camino que hemos hecho en su nombre. Sabemos que en los pies se puede ver cómo anda todo nuestro cuerpo. En el modo de seguir al Señor se expresa cómo anda nuestro corazón. Las llagas de los pies, las torceduras y el cansancio son signo de cómo lo hemos seguido, por qué caminos nos metimos buscando a sus ovejas perdidas, tratando de llevar el rebaño a las verdes praderas y a las fuentes tranquilas (cf. ibíd. 270). El Señor nos lava y purifica de todo lo que se ha acumulado en nuestros pies por seguirlo. Eso es sagrado. No permite que quede manchado. Así como las heridas de guerra Él las besa, la suciedad del trabajo Él la lava. El seguimiento de Jesús es lavado por el mismo Señor para que nos sintamos con derecho a estar «alegres», «plenos», «sin temores ni culpas» y nos animemos así a salir e ir «hasta los confines del mundo, a todas las periferias», a llevar esta buena noticia a los más abandonados, sabiendo que Él está con nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo. Y, por favor pidamos la gracia de aprender a estar cansados, pero ¡bien cansados!
número 15, viernes 10 de abril de 2015
L’OSSERVATORE ROMANO
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Del «Ecce homo» a los cristianos perseguidos aún hoy en el mundo
Los mártires perfectos El Viernes santo por la tarde, 3 de abril, el Papa Francisco presidió la celebración de la Pasión del Señor en la basílica de San Pedro. Publicamos la homilía del predicador de la Casa pontificia. RANIERO CANTALAMESSA Acabamos de escuchar la historia del proceso de Jesús frente a Pilato. Hay un momento en el que debemos detenernos. «Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a Él, le decían: “¡Salve, rey de los judíos!”. Y le daban bofetadas... Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: “He aquí al hombre”» (Jn 19, 1-5). Entre las numerosas pinturas que tienen por tema el Ecce Homo, hay una que siempre me ha impresionado. Es del pintor flamenco del siglo XVI, Jan Mostaert. Trato de describirla. Servirá para que se nos imprima mejor en la mente el episodio, ya que el pintor describe fielmente con colores los datos del relato evangélico, sobre todo el de Marcos (Mc 15, 16-20). Jesús tiene en la cabeza una corona de espinas. Un ramo de arbustos espinosos que se encontraba en el patio, preparado quizá para encender el fuego, dio a los soldados la idea de esta cruel parodia de su realeza. De la cabeza de Jesús descienden gotas de sangre. Tiene la boca medio abierta, como quien tiene dificultades para respirar. Sobre los hombros ya tiene puesto el manto pesado y desgastado, más parecido al papel de estaño que a una tela. ¡Y son hombros surcados recientemente por los golpes de la flagelación! Tiene las muñecas unidas por una cuerda gruesa; en una mano le han puesto una caña en forma de cetro y en la otra un haz de varas, burlándose de los símbolos de su realeza. Jesús ya no puede ni mover un dedo, es el hombre reducido a la impotencia más total, el prototipo de todos los esposados de la historia. Meditando sobre la Pasión, el filósofo Blaise Pascal escribió un día estas palabras: «Cristo agoniza hasta el fin del mundo: no hay que dormir durante este tiempo» (Pensamientos, «El mistero de Jesús», n. 553). Hay un sentido en el que estas palabras se aplican a la persona misma de Jesús, es decir a la cabeza del cuerpo místico, no sólo a sus miembros. No a pesar de que ahora está resucitado y vivo, sino precisamente porque está resucitado y vivo. Pero dejemos a un lado este significado demasiado misterioso para nosotros y hablemos del sentido más seguro de estas palabras. Jesús agoniza hasta el fin del mundo en cada hombre y mujer sometido a sus mismos tormentos. «¡Conmigo lo hicisteis!» (Mt 25, 40): esta palabra suya, no la ha dicho sólo por los que creen en Él; la ha dicho por cada hombre y mujer hambriento, desnudo, maltratado, encarcelado.
Por una vez no pensemos en las llagas sociales, colectivas: el hambre, la pobreza, la injusticia, la explotación de los débiles. De estas se habla a menudo —aunque si nunca suficiente—, pero existe el riesgo de que se conviertan en abstracto. Categorías, no personas. Pensemos más bien en el sufrimiento de los individuos, de las personas con un nombre y una identidad precisas; en las torturas decididas a sangre fría y realizadas voluntariamente, en este mismo momento, por seres humanos a otros seres humanos, incluso a niños. ¡Cuántos «Ecce homo» en el mundo! ¡Dios mío, cuántos «Ecce homo»! Cuántos prisioneros que se encuentran en las mismas condiciones de Jesús en el pretorio de Pilato: solos, esposados, torturados, a merced de militares violentos y llenos de odios, que se abandonan a todo tipo de crueldad física y psicológica, divirtiéndose al ver sufrir. «¡No hay que dormir, no hay que dejarles solos!». La exclamación «¡Ecce homo!» no se aplica sólo a las víctimas, sino también a los verdugos. Quiere decir: ¡de esto es capaz el hombre! Con temor y temblor, decimos también: ¡de esto somos capaces los hombres! Qué lejos estamos de la marcha inagotable del homo sapiens sapiens, el hombre que, según algunos, debía nacer de la muerte de Dios y tomar su lugar (cf. Friedrich Nietzsche, La gaya ciencia, III, 125). Ciertamente, los cristianos no son las únicas víctimas de la violencia homicida que hay en el mundo, pero no se puede ignorar que en muchos países ellos son las víctimas designadas y más frecuentes. Ayer nos llegó la noticia de 147 cristianos masacrados por la furia yihadista de los extremistas somalíes en un campus universitario de Kenia. A quien le importa la suerte de la propia religión, no puede permanecer indiferente ante todo esto. Jesús dijo un día a sus discípulos: «Llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a
Dios» (Jn 16, 2). Quizá estas palabras nunca encontraron, en la historia, un cumplimiento tan puntual como hoy. Un obispo del siglo III, Dionisio de Alejandría, nos dejó el testimonio de una Pascua celebrada por los cristianos durante la feroz persecución del emperador romano Decio: «Nos exiliaron y, solos entre todos, fuimos perseguidos y asesinados. Pero también entonces celebramos la Pascua. Todo lugar donde se sufría se convertía para nosotros en un lugar para celebrar la fiesta: ya fuera un campo, un desierto, un barco, una posada, una prisión. Los mártires perfectos celebraron las fiestas pascuales más espléndidas, al ser admitidos a la fiesta celestial» (en Eusebio, Historia eclesiástica, VII, 22, 4). Será así para muchos cristianos también la Pascua de este año, el 2015 después de Cristo. Ha habido alguno que ha tenido la valentía de denunciar, en la prensa secular, la inquietante indiferencia de las instituciones mundiales y de la opinión pública frente a todo esto, recordando a qué ha llevado tal indiferencia en el pasado (cf. Ernesto Galli della Loggia, La indiferencia que mata, en «Corriere della sera» 28 de julio de 2014, p. 1). Corremos el riesgo de ser todos, instituciones y
11, 42), debemos creer que ha escuchado también esta última oración de la cruz, y que, por lo tanto, los que crucificaron a Cristo fueron perdonados por Dios (por supuesto, no sin antes estar, de alguna manera, arrepentidos) y están con Él en el paraíso, testimoniando por la eternidad hasta dónde ha sido capaz de llegar el amor de Dios. La ignorancia se verificaba, de por sí, exclusivamente en los soldados. Pero la oración de Jesús no se limita a ellos. La grandeza divina de su perdón consiste en que lo ofrece también a sus más encarnizados enemigos. Justamente en favor de ellos aduce la disculpa de la ignorancia. Aunque hayan obrado con astucia y maldad, en realidad no sabían lo que hacían, ¡no pensaban que estaban poniendo en la cruz a un hombre que era realmente el Mesías e Hijo de Dios! En lugar de acusar a sus adversarios o de perdonar confiando al Padre celestial la tarea de vengarlo, Él los defiende. Su ejemplo propone a los discípulos una generosidad infinita. Perdonar con su misma grandeza de ánimo no puede comportar simplemente una actitud negativa, con la que se renuncia a querer el mal para quien obra el mal; tiene que entenderse en cambio como una voluntad positiva de hacerles el bien, como mínimo con una oración hacia Dios, en favor de ellos. «Rezad por aquellos que os persiguen» (Mt 5, 44). Este perdón no puede encontrar ni siquiera una consolación en la esperanza de un castigo divino. Tiene que estar inspirado por una caridad
personas del mundo occidental, el Pilato que se lava las manos. A nosotros, sin embargo, en este día no se nos consiente hacer ninguna denuncia. Traicionaríamos el misterio que estamos celebrando. Jesús murió gritando: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23, 34). Esta oración no es simplemente murmurada en voz baja; se grita para que se oiga bien. Es más, no es ni siquiera una oración, es una petición perentoria, hecha con la autoridad que le viene de ser el Hijo: «¡Padre, perdónalos!». Y ya que Él mismo ha dicho que el Padre escuchaba cada una de sus oraciones (Jn
que perdona al prójimo, sin cerrar los ojos ante la verdad, sino intentando detener a los malvados de manera que no hagan mayor mal a los demás y a sí mismos. Nos vienen ganas de decir: «¡Señor, nos pides lo imposible!». Nos respondería: «Lo sé, pero yo he muerto para poder dar lo que os pido. No os he dado sólo el mandamiento de perdonar y tampoco sólo un ejemplo heroico de perdón; con mi muerte os he procurado la gracia que os hace capaces de perdonar. Yo no he dejado al mundo sólo una enSIGUE EN LA PÁGINA 6
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viernes 10 de abril de 2015, número 15
Homilía del Viernes santo Entonces, dirá alguno: ¿seguir a Cristo es un volverse pasivo hacia la derrota y la muerte? ¡Al contrario! «Tened valor», Él le dijo a sus apóstoles antes de ir hacia la Pasión: «Yo he vencido al mundo» (Jn 16, 33). Cristo ha vencido al mundo, venciendo el mal del mundo. La victoria definitiva del bien sobre el mal, que se manifestará al final de los tiempos, ya vino, de hecho y de derecho, con la cruz de Cristo. «Ahora —decía— va a ser juzgado el mundo» (Jn 12, 31). Desde aquel día el mal pierde; y más pierde cuanto más parece triunfar. Está ya juzgado y condenado en última instancia, con una sentencia inapelable. Jesús le ha ganado a la violencia no oponiendo a Jan Mostaert, «Ecce homo» (1525) esa una violencia más grande, sino sufriéndola VIENE DE LA PÁGINA 5 y poniendo al desnudo toda su injusticia y su inutilidad. Ha inauguraseñanza sobre la misericordia, como do un nuevo género de victoria que han hecho muchos otros. Yo soy san Agustín recogió en tres palabras: también Dios y con mi muerte he «Victor quia victima —Vencedor porhecho brotar para vosotros ríos de que víctima» (Agustín, Confesiones, misericordia. De ellos pueden llenar- x, 43). Fue «viéndolo morir así», se las manos en el año jubilar de la que el centurión romano exclamó: misericordia que está a punto de «¡Verdaderamente este hombre era abrirse». Hijo de Dios!» (Mc 15, 39). Los de-
más se preguntaban qué significaba el fuerte grito que Jesús emitió al morir (Mc 15, 37). Él que era experto en combatientes y combates, reconoció enseguida que era un grito de victoria (cf. Frank Topping, An impossible God). El problema de la violencia nos acecha, nos escandaliza, hoy que esta ha inventado formas nuevas y horribles de crueldad y de barbarie. Nosotros los cristianos reaccionamos horrorizados ante la idea de que se pueda matar en nombre de Dios. Alguno entre tanto objeta: ¿pero la Biblia no está ella misma llena de historias de violencia? ¿A Dios no se le llama «el Señor de los ejércitos?». ¿No se le atribuye la orden de enviar al exterminio ciudades enteras? ¿No es él quien ordena en la Ley mosaica numerosos casos de pena de muerte? Si hubieran dirigido a Jesús, durante su vida, la misma objeción Él habría respondido lo que respondió sobre el divorcio: «Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no era así» (Mt 19, 8). También a propósito de la violencia «al principio no era así». El primer capítulo del Génesis nos presenta un mundo en el que no es ni siquiera posible pensar en la violencia, ni entre los humanos ni entre los hombres y los animales. Ni siquiera para vengar la muerte de Abel, o sea ni para castigar a un asesino es lícito asesinar (Gn 4, 15).
Misa en el Santo Sepulcro celebrada por el patriarca Twal
Los mártires testigos de la resurrección «Cada día, en Oriente Medio, somos testigos de hechos trágicos que nos hacen aún más contemporáneos del Calvario. Pero nuestra alegría y nuestra fe en el Resucitado nadie nos la puede quitar, porque el Señor nos invita desde hoy, aunque en medio de las dificultades, a gustar las primicias de su Resurrección». Lo afirmó el patriarca de Jerusalén de los latinos, monseñor Fouad Twal, durante la misa del Domingo de Pascua que celebró en el Santo Sepulcro. El patriarca, dirigiéndose a los numerosos fieles, sugirió sepultar en la tumba de Cristo las inclinaciones mundanas, las incoherencias, las divisiones religiosas, la violencia, la falta de fe y los miedos. «De esta tumba salieron la luz y la paz. Y aún hoy, desde aquí, desde esta Tierra Santa tan atormentada, deben brotar de nuevo la luz y la paz». Monseñor Twal exhortó a todos a dotarse «de la fe, la valentía y la alegría de nuestro encuentro con Jesús, para anunciar a todos nuestros hermanos su resurrección y su victoria. Como cristianos estamos llamados, en el corazón de esta región de Oriente Medio, turbada por las guerras y ensangrentada por la violencia, a ser signos de contradicción, signos de esperanza a pesar de todo. Nuestro futuro en esta región y en este mundo es incierto e incluso más oscuro, pero nosotros
no tenemos miedo, Cristo nos ha precedido y está con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo». Luego, el patriarca recordó que los políticos y la comunidad internacional se preocupan muy poco «de nuestra libertad y de nuestra suerte. Los intereses personales aplastan la buena voluntad de quien busca la paz y la justicia. Pero los mártires contemporáneos no dejan de testimoniar la resurrección de Cristo: todo, desde las procesiones y las piedras de Jerusalén a los refugiados iraquíes y sirios, que han perdido todo por su fe, a quienes son prisioneros en el nombre de Cristo, todo testimonia que nuestro Señor está vivo. Siguiéndoles a ellos, con
las beatas Mariam y María Alfonsina que interceden por nosotros, nos convertimos en auténticos testigos». Por último, el patriarca recordó el gran número de los que visitan Tierra Santa «para buscar a Cristo, tratando al mismo tiempo de encontrar o reencontrar las propias raíces. Nuestras raíces están aquí, en el seno de la Iglesia madre, en el Monte Gólgota y en esta tumba vacía. Por eso —concluyó monseñor Twal— nuestra responsabilidad es grande y, a pesar de todas las dificultades y desventuras que nos golpean, seguimos manteniendo firme nuestra esperanza y viva nuestra alegría. Cristo vivo triunfa de todos modos sobre el mal».
El genuino pensamiento de Dios está expresado por el mandamiento «No matar», más que por las excepciones hechas a esto en la Ley, que son concesiones a la «dureza del corazón» y a las costumbres de los hombres. La violencia, después del pecado, lamentablemente forma parte de la vida, y el Antiguo Testamento, que refleja la vida y que tiene que servir a la vida, busca al menos con su legislación y con la pena de muerte, canalizar y contener la violencia para que no degenere en arbitrio personal y no se destruyan mutuamente (cf. René Girard, Acerca de las cosas ocultas desde la fundación del mundo, 1978). Pablo habla de un tiempo caracterizado por la «paciencia» de Dios (Rm 3, 25). Dios tolera la violencia como tolera la poligamia, el divorcio y otras cosas, pero va educando al pueblo hacia un tiempo en el que su plan originario será «recapitulado» y puesto nuevamente en su esplendor, como para una nueva creación. Este tiempo ha llegado con Jesús que, en el monte proclama: «Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”; pero yo os digo no hagáis frente al que os agravia; al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha preséntale también la otra… Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”; pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen» (Mt 5, 38-39; 43-44). El verdadero «Sermón de la montaña» que ha cambiado el mundo no es, sin embargo, el que Jesús pronunció un día en una colina de Galilea, sino aquel que proclama ahora, silenciosamente desde la cruz. En el Calvario Él pronuncia un definitivo «¡no!» a la violencia, oponiendo a ella no simplemente la no-violencia, sino aún más, el perdón, la mansedumbre y el amor. Si existirá aún la violencia esta no podrá, ni siquiera remotamente, invocar a Dios y valerse de su autoridad. Hacerlo significa hacer retroceder la idea de Dios a situaciones primitivas y groseras, superadas por la conciencia religiosa y civil de la humanidad. Los verdaderos mártires de Cristo no mueren con los puños cerrados, sino con las manos juntas. Contamos con numerosos ejemplos recientes. Es Dios quien a los 21 cristianos coptos asesinados por el EI en Libia el 22 de febrero pasado, les ha dado la fuerza de morir bajo los golpes, murmurando el nombre de Jesús. Y también nosotros recemos: «Señor Jesucristo te pedimos por nuestros hermanos en la fe perseguidos, y por todos los Ecce homo que hay en este momento en la faz de la tierra, cristianos y no cristianos. María, al pie de la cruz tú te has unido al Hijo y has murmurado detrás de Él: “¡Padre perdónalos!”: ayúdanos a vencer el mal con el bien, no sólo en el escenario grande del mundo, sino también en la vida cotidiana, dentro de las paredes mismas de nuestra casa. Tú que “sufriendo con tu Hijo que moría en la cruz, has cooperado de manera muy especial a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad” (Lumen gentium, 61), inspira a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo pensamientos de paz, de misericordia y de perdón. Que así sea».
número 15, viernes 10 de abril de 2015
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Al término del Vía crucis en el Coliseo el Papa reza por los cristianos perseguidos ante la mirada indiferente del mundo
Silencio cómplice El Viernes santo, 3 de abril, por la noche, el Papa presidió el Vía crucis en el Coliseo. Publicamos las palabras pronunciadas al término de las catorce estaciones. Oh Cristo crucificado y victorioso, tu Vía Crucis es la síntesis de tu vida; es el icono de tu obediencia a la voluntad del Padre; es la realización de tu infinito amor por nosotros pecadores; es la prueba de tu misión; es la realización definitiva de la revelación y la historia de la salvación. El peso de tu cruz nos libera de todos nuestras cargas. En tu obediencia a la voluntad del Padre, caemos en la cuenta de nuestra rebelión y desobediencia. En ti vendido, traicionado y crucificado por tu gente y por tus seres queridos, vemos nuestras traiciones cotidianas y nuestras usuales infidelidades. En tu inocencia, Cordero inmaculado, vemos nuestra culpa. En tu rostro azotado, escupido y desfigurado, vemos toda la brutalidad de nuestros pecados. En la crueldad de tu Pasión, vemos la crueldad de nuestro corazón y de nuestras acciones. En tu sentirte «abandonado», vemos a todos los abandonados por los familiares, la sociedad, la atención y la solidaridad. En tu cuerpo destrozado, desgarrado y lacerado, vemos los cuerpos de nuestros hermanos abandonados a lo largo de las calles, desfigurados por nuestra negligencia y nuestra indiferencia. En tu sed, Señor, vemos la sed de Tu Padre misericordioso que en
Ti quiso abrazar, perdonar y salvar a toda la humanidad. En Ti, divino amor, vemos también hoy a nuestros hermanos perseguidos, decapitados y crucificados por su fe en Ti, ante nuestros ojos o a menudo con nuestro silencio cómplice. Imprime en nuestro corazón, Señor, sentimientos de fe, esperanza, caridad, de dolor por nuestros pecados y condúcenos a arrepentirnos de nuestros pecados que te han crucificado. Llévanos a transformar nuestra conversión hecha de palabras, en conversión de vida y de obras. Llévanos
Una luz que apela a nuestra indiferencia Viernes santo de oración por los cristianos perseguidos en el mundo. Primero en la basílica vaticana, donde por la tarde el Papa presidió la celebración de la Pasión del Señor, y después en el sugestivo escenario del Coliseo, donde por la noche se rezó el tradicional Vía crucis, resonó la invocación por todos los creyentes víctimas de la violencia en diversas partes del mundo. «En Ti, divino amor, vemos también hoy a nuestros hermanos perseguidos, decapitados y crucificados por su fe en Ti, ante nuestros ojos o a menudo con nuestro silencio cómplice», recalcó con voz severa el Papa Francisco desde la terraza de la colina del Palatino, en uno de los pasos más significativos de la oración pronunciada al término del rito. Una invocación —retomada también en una de las meditaciones propuestas este año por el obispo Renato Corti— que se convirtió en una denuncia de «nuestras traiciones cotidianas» y de «nuestras habituales infidelidades»; de la «brutalidad de
a custodiar en nosotros un recuerdo vivo de tu Rostro desfigurado, para no olvidar nunca el gran precio que has pagado para liberarnos. Jesús crucificado, refuerza en nosotros la fe para que no decaiga ante las tentaciones; reaviva en nosotros la esperanza, que no pierda el camino siguiendo las seducciones del mundo; custodia en nosotros la caridad para que no se deje engañar por la corrupción y la mundanidad. Enséñanos que la Cruz es el camino hacia la Resurrección. Enséñanos que el Viernes santo es camino hacia la Pascua de la luz; enséñanos que Dios nunca olvida a ninguno de sus hijos y nunca se cansa de perdonarnos y abrazarnos con su infinita misericordia. Pero enséñanos también a no cansarnos nunca de pedir perdón y creer en la misericordia sin límites del Padre. Alma de Cristo, santifícanos. Cuerpo de Cristo, sálvanos. Sangre de Cristo, embriáganos. Agua del costado de Cristo, lávanos. Pasión de Cristo, confórtanos. O buen Jesús, óyenos. Dentro de tus llagas, escóndenos. No permitas que nos separemos de ti. Del maligno enemigo defiéndenos. En la hora de nuestra muerte llámanos. Y manda que vengamos a Ti para que te alabemos con tus santos, por los siglos de los siglos. Amén.
Con los pobres de Roma
nuestros pecados», de la «crueldad de nuestro corazón y de nuestras acciones». Una oración que al mismo tiempo se transformó en petición de ayuda para «todos los abandonados por los familiares, la sociedad, la atención y la solidaridad», y por «nuestros hermanos abandonados a lo largo de las calles, desfigurados por nuestra negligencia y por nuestra indiferencia».
A la misma hora en la que el Papa Francisco presidía el Vía crucis en el Coliseo, el limosnero llevaba a los pobres de Roma un signo de cercanía por parte del Pontífice. Por segundo año consecutivo, el Viernes santo por la noche, el arzobispo Krajewski, acompañado por el jefe de oficina monseñor Ravelli, visitó las principales estaciones de trenes de la ciudad, los refugios y dormitorios de los numerosos pobres en las inmediaciones de la plaza de San Pedro, para entregarles el regalo del Papa: «Una pequeña caricia» la definieron, distribuyendo sobres que contenían una tarjeta de felicitación pascual, la imagen del Papa y una suma de dinero a casi trescientos entre mujeres y hombres. Muchos, visiblemente conmovidos, besaron la fotografía de Francisco, pidiendo agradecerle personalmente.
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número 15, viernes 10 de abril de 2015
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En el mensaje a la ciudad y al mundo el Papa recuerda a quienes sufren injustamente las consecuencias de los conflictos
La fuerza de Dios no tiene necesidad de violencia Publicamos el texto del mensaje a la ciudad y al mundo que el Papa Francisco pronunció desde el balcón central de las bendiciones de San Pedro tras presidir la misa de Pascua, el domingo 5 de abril, en el atrio de la basílica vaticana. Queridos hermanos ¡Feliz Pascua!
Durante la vigilia pascual la reflexión sobre cómo entrar en el misterio
Lo que nos enseñan las mujeres Una invitación a «entrar en el misterio» con humildad, siguiendo el ejemplo de las mujeres discípulas de Jesús que «no permanecieron prisioneras del miedo y del dolor», dirigió el Papa Francisco a todos los cristianos durante la vigilia pascual celebrada el Sábado santo, 4 de abril, por la tarde, en la basílica vaticana. Esta noche es noche de vigilia. El Señor no duerme, vela el guardián de su pueblo (cf. Sal 121, 4), para sacarlo de la esclavitud y para abrirle el camino de la libertad. El Señor vela y, con la fuerza de su amor, hace pasar al pueblo a través del Mar Rojo; y hace pasar a Jesús a través del abismo de la muerte y de los infiernos. Esta fue una noche de vela para los discípulos y las discípulas de Jesús. Noche de dolor y de temor. Los hombres permanecieron cerrados en el Cenáculo. Las mujeres, sin embargo, al alba del día siguiente al sábado, fueron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús. Sus corazones estaban llenos de emoción y se preguntaban: «¿Cómo haremos para entrar?, ¿quién nos removerá la piedra de la tumba?...».
Pero he aquí el primer signo del Acontecimiento: la gran piedra ya había sido removida, y la tumba estaba abierta. «Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco» (Mc 16, 5). Las mujeres fueron las primeras que vieron este gran signo: el sepulcro vacío; y fueron las primeras en entrar. «Entraron en el sepulcro». En esta noche de vigilia, nos viene bien detenernos a reflexionar sobre la experiencia de las discípulas de Jesús, que también nos interpela a nosotros. Efectivamente, para eso estamos aquí: para entrar, para entrar en el misterio que Dios ha realizado con su vigilia de amor. No se puede vivir la Pascua sin entrar en el misterio. No es un hecho intelectual, no es sólo conocer, leer... Es más, es mucho más. «Entrar en el misterio» significa capacidad de asombro, de contemplación; capacidad de escuchar el silencio y sentir el susurro de ese hilo de silencio sonoro en el que Dios nos habla (cf. 1 Re 19, 12). Entrar en el misterio nos exige no tener miedo de la realidad: no cerrarse en sí mismos, no huir ante lo que no entendemos, no cerrar los ojos frente a los problemas, no negarlos, no eliminar los interrogantes...
Entrar en el misterio significa ir más allá de las cómodas certezas, más allá de la pereza y la indiferencia que nos frenan, y ponerse en busca de la verdad, la belleza y el amor, buscar un sentido no ya descontado, una respuesta no trivial a las cuestiones que ponen en crisis nuestra fe, nuestra fidelidad y nuestra razón. Para entrar en el misterio se necesita humildad, la humildad de abajarse, de apearse del pedestal de nuestro yo, tan orgulloso, de nuestra presunción; la humildad para redimensionar la propia estima, reconociendo lo que realmente somos: criaturas con virtudes y defectos, pecadores necesitados de perdón. Para entrar en el misterio hace falta este abajamiento, que es impotencia, vaciamiento de las propias idolatrías... adoración. Sin adorar no se puede entrar en el misterio. Todo esto nos enseñan las mujeres discípulas de Jesús. Velaron aquella noche, junto a la Madre. Y ella, la Virgen Madre, les ayudó a no perder la fe y la esperanza. Así, no permanecieron prisioneras del miedo y del dolor, sino que salieron con las primeras luces del alba, llevando en las manos sus ungüentos y con el corazón ungido de amor. Salieron y encontraron la tumba abierta. Y entraron. Velaron, salieron y entraron en el misterio. Aprendamos de ellas a velar con Dios y con María, nuestra Madre, para entrar en el misterio que nos hace pasar de la muerte a la vida.
La Pascua de Francisco
W. Bouguereau, «Las santas mujeres en la tumba» (1890)
Los dramas que afligen al mundo —en especial Siria, Irak, Libia, Yemen, Ucrania, Nigeria, Sudán del Sur y la República democrática del Congo— estuvieron presentes en el mensaje «Urbi et orbi» del Papa Francisco que dirigió a mediodía del domingo 5 de abril desde el balcón central de la basílica vaticana. Un recuerdo especial dedicó a los cristianos perseguidos que también en el día de la resurrección de Jesús sufren y son objeto de discriminaciones; recordó además a los jóvenes asesinados en Kenia. Este momento estuvo precedido por la celebración de la misa del día de Pascua. Tras llegar al altar, ubicado en el atrio de la basílica de San Pedro, el Papa se acercó al icono del Santísimo Redentor para realizar el rito del Resurrexit: antiguo canto que anuncia la resurrección. La celebración de la vigilia pascual tuvo lugar en la basílica e inició a las 20.30 con la solemne ceremonia de la bendición del fuego. Siguió la procesión hasta el altar de la confesión. Durante el rito el Pontífice administró a diez catecúmenos —procedentes de Kenia, Camboya, Portugal, Albania e Italia— los sacramentos de la iniciación cristiana. Concelebraron con el Papa treinta y tres cardenales, numerosos prelados y trecientos cincuenta sacerdotes.
y
hermanas,
¡Jesucristo ha resucitado! El amor ha derrotado al odio, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha disipado la oscuridad. Jesucristo, por amor a nosotros, se despojó de su gloria divina; se vació de sí mismo, asumió la forma de siervo y se humilló hasta la muerte, y muerte de cruz. Por esto Dios lo ha exaltado y le ha hecho Señor del universo. Jesús es el Señor. Con su muerte y resurrección, Jesús muestra a todos la vía de la vida y la felicidad: esta vía es la humildad, que comporta la humillación. Este es el camino que conduce a la gloria. Sólo quien se humilla puede ir hacia los «bienes de allá arriba», a Dios (cf. Col 3, 14). El orgulloso mira «desde arriba hacia abajo», el humilde, «desde abajo hacia arriba». La mañana de Pascua, Pedro y Juan, advertidos por las mujeres, corrieron al sepulcro y lo encontraron abierto y vacío. Entonces, se acercaron y se «inclinaron» para entrar en la tumba. Para entrar en el misterio hay que «inclinarse», abajarse. Sólo quien se abaja comprende la glorificación de Jesús y puede seguirlo en su camino. El mundo propone imponerse a toda costa, competir, hacerse valer... Pero los cristianos, por la gracia de Cristo muerto y resucitado, son los brotes de otra humanidad, en la cual tratamos de vivir al servicio de los demás, de no ser altivos, sino disponibles y respetuosos.
Esto no es debilidad, sino auténtica fuerza. Quien lleva en sí el poder de Dios, de su amor y su justicia, no necesita usar violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de la verdad, de la belleza y del amor. Imploremos hoy al Señor resucitado la gracia de no ceder al orgullo que fo-
menta la violencia y las guerras, sino de tener el valor humilde del perdón y de la paz. Pedimos a Jesús victorioso que alivie el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen injustamente las consecuencias de los conflictos y las violencias que se
Saludo del Pontífice
Justicia y respeto Al término de la misa, el Papa quiso agradecer a los presentes y, en especial, a los viveristas holandeses por el regalo floral. A continuación su saludo. Queridos hermanos y hermanas: Quiero dirigir mis deseos de feliz Pascua a todos vosotros que habéis venido a esta plaza desde diversos países, como también a cuantos están conectados a través de los medios de comunicación social. Llevad a vuestras casas y a cuantos encontréis el alegre anuncio de que el Señor ha resucitado de la vida, trayendo consigo amor, justicia, respeto y perdón. Gracias por vuestra presencia, por vuestra oración y por el entusiasmo de vuestra fe. Un recuerdo especial y agradecido por el regalo de las flores, que también este año provienen de los Países Bajos. ¡Feliz Pascua a todos!
están produciendo, y que son tantas. Pidamos paz ante todo por la amada Siria e Irak, para que cese el fragor de las armas y se restablezca una buena convivencia entre los diferentes grupos que conforman estos amados países. Que la comunidad internacional no permanezca inerte ante la inmensa tragedia humanitaria dentro de estos países y el drama de tantos refugiados. Imploremos la paz para todos los habitantes de Tierra Santa. Que crezca entre israelíes y palestinos la cultura del encuentro y se reanude el proceso de paz, para poner fin a años de sufrimientos y divisiones. Pidamos la paz para Libia, para que se acabe con el absurdo derramamiento de sangre por el que está pasando, así como toda bárbara violencia, y para que cuantos se preocupan por el destino del país se esfuercen en favorecer la reconciliación y edificar una sociedad fraterna que respete la dignidad de la persona. Y esperemos que también en Yemen prevalezca una voluntad común de pacificación, por el bien de toda la población. Al mismo tiempo, encomendemos con esperanza al Señor, que es tan misericordioso, el acuerdo alcanzado en estos días en Lausana, para que sea un paso definitivo hacia un mundo más seguro y fraterno.
Denuncia de las persecuciones contra los cristianos en el Regina caeli del lunes de Pascua
Crimen inaceptable El Papa Francisco, al término del «Regina caeli» del 6 de abril, lunes de Pascua, que rezó con los fieles presentes en la plaza de San Pedro, lanzó un llamamiento para que la comunidad internacional «no permanezca muda e inerte» ante el «inaceptable crimen» de la persecución de los cristianos. Queridos hermanos y hermanas, buenos días y de nuevo ¡Feliz Pascua! Hoy lunes después de la Pascua, el Evangelio (cf. Mt 28, 8-15) nos presenta la narración de las mujeres que, tras ir al sepulcro de Jesús, lo encuentran vacío y ven a un Ángel que les anuncia que Él ha resucitado. Y mientras ellas corren para transmitir la noticia a los discípulos, encuentran a Jesús mismo que les dice: «Id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán» (v. 10). Galilea es la «periferia» donde Jesús había iniciado su predicación; y de allí volverá a partir el Evangelio de la Resurrección, para que sea anunciado a todos, y para que cada uno le pueda encontrar a Él, al Resucitado, presente y operante en la historia. También hoy Él está con nosotros aquí en la plaza. Por lo tanto, éste es el anuncio que la Iglesia repite desde el primer día: «¡Cristo ha resucitado!». Y, en Él, por el Bautismo, también nosotros hemos resucitado, hemos pasado de la muerte a la vida, de la esclavitud del pecado a la libertad del amor. Ésta es la buena noticia que estamos llamados a anunciar a los demás y en todo ambiente, animados por el Espíritu Santo. La fe en la resurrección de Jesús y la esperanza que Él nos ha traído es el don más bonito
que el cristiano puede y debe ofrecer a sus hermanos. A todos y cada uno, entonces, no nos cansemos de repetir: ¡Cristo ha resucitado! Repitámoslo todos juntos, hoy aquí en la plaza: ¡Cristo ha resucitado! Repitámoslo con las palabras, pero sobre todo con el testimonio de nuestra vida. La alegre noticia de la Resurrección debería transparentarse en nuestro rostro, en nuestros sentimientos y actitudes, en el modo con el cual tratamos a los demás. Nosotros anunciamos la resurrección de Cristo cuando su luz ilumina los momentos oscuros de nuestra existencia y podemos compartirla con los demás; cuando sabemos sonreír con quien sonríe y llorar con quien llora; cuando caminamos junto a quien está triste y corre el riesgo de perder la esperanza; cuando transmitimos nuestra experiencia de fe a quien está en búsqueda de sentido y felicidad. Con nuestra actitud, con nuestro testimonio, con nuestra vida decimos: ¡Jesús ha resucitado! Lo decimos con todo el alma. Estamos en los días de la octava de Pascua, durante los cuales nos acompaña el clima gozoso de la Resurrección. Es curioso, la liturgia considera toda la octava como un único día, para ayudarnos a entrar en el misterio, para que su gracia se imprima en nuestro corazón y en nuestra vida. La Pascua es el acontecimiento que ha traído la novedad radical para todo ser humano, para la historia y para el mundo: es el triunfo de la vida sobre la muerte; es la fiesta del renacer y de la regeneración. ¡Dejemos que nuestra SIGUE EN LA PÁGINA 10
Supliquemos al Señor resucitado el don de la paz en Nigeria, Sudán del Sur y diversas regiones del Sudán y de la República Democrática del Congo. Que todas las personas de buena voluntad eleven una oración incesante por aquellos que perdieron su vida —pienso en particular en los jóvenes asesinados el pasado jueves en la Universidad de Garissa, en Kenia—, por los que han sido secuestrados, los que han tenido que abandonar sus hogares y sus seres queridos. Que la resurrección del Señor haga llegar la luz a la amada Ucrania, especialmente a los que han sufrido la violencia del conflicto de los últimos meses. Que el país reencuentre la paz y la esperanza gracias al compromiso de todas las partes implicadas. Pidamos paz y libertad para tantos hombres y mujeres sometidos a nuevas y antiguas formas de esclavitud por parte de personas y organizaciones criminales. Paz y libertad para las víctimas de los traficantes de droga, muchas veces aliados con los poderes que deberían defender la paz y la armonía en la familia humana. E imploremos la paz para este mundo sometido a los traficantes de armas, que se enriquecen con la sangre de hombres y mujeres. Y que a los marginados, los presos, los pobres y los emigrantes, tan a menudo rechazados, maltratados y desechados; a los enfermos y los que sufren; a los niños, especialmente aquellos sometidos a la violencia; a cuantos hoy están de luto; y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, llegue la voz consoladora y curativa del Señor Jesús: «Paz a vosotros» (Lc 24, 36). «No temáis, he resucitado y siempre estaré con vosotros» (cf. Misal Romano, Antífona de entrada del día de Pascua).
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Francisco del Rincón, «La elevación de la cruz» (1604, Valladolid, Colegio de San Gregorio, Museo nacional de escultura)
ANTONIO PELAYO adre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc 23, 34) Son sus primeras palabras desde la cruz. Son palabras de perdón, no de venganza ni de odio o rencor, ni siquiera piden a Dios, juez supremo, que haga justicia ante la tamaña injusticia de la muerte de un inocente. Jesús clavado en la cruz se dirige a Dios como Padre para pedirle que no descargue su látigo castigador sobre esos insensatos que le han crucificado. «No saben lo que hacen —escribe Hans Urs von Balthasar, uno de los grandes teólogos del siglo XX— lo clavan al leño para deshacerse de él definitivamente y así lo clavan para siempre con esta tierra, firmemente. Lo clavan de tal manera que ya no pueda moverse y así ejecutan su voluntad de permanecer siempre con nosotros. Ni la Resurrección ni la Ascensión cambian nada a esto. No es el hombre quien le fuerza a ser fiel a la tierra; es Él mismo el que, con su divina libertad, permanece con nosotros hasta el final y más allá» (Vía crucis en el Vaticano, 1988). «No saben lo que hacen», suspira Jesús mientras sus ojos, oscurecidos por la sangre que a borbotones bro-
«P
En la cruz
Antes el perdón
Quizás, quizás, quizás. Pero Jesús se deshace de todos esos quizás y pide al Padre que perdone a todos sin excepción. Para eso vino al mundo, para perdonar y ese quiere que sea su testamento. El perdón de Jesús es ilimitado y recorre todos los tiempos hasta llegar a nuestros días. Tampoco le impide perdonar la magnitud y la gravedad de nuestros pecados porque también los hombres y mujeres de hoy no saben lo que hacen, no sabemos lo que estamos haciendo. No, no saben lo que hacen esos científicos que juegan con la vida humana como si fuera un objeto, un proPregón de las siete palabras ducto que se puede manipular, transformar, vender Publicamos amplios pasajes del largo Pregón o alquilar; esos sabios que sobre las siete palabras de Cristo en la cruz en sus laboratorios ya pueque el Viernes santo pronunció en la Plaza den clonar al ser humano Mayor de Valladolid (España) don Antonio privándole de su verdadera Pelayo, corresponsal en el Vaticano naturaleza de hombre libre de «Vida Nueva» y de «Antena 3», y de criatura nacida del consejero eclesiástico de la embajada amor entre un hombre y de España ante la Santa Sede. una mujer. Nacido en Valladolid, el predicador de este No, no saben seguraaño recuerda en las palabras iniciales haber mente lo que hacen los que escuchado en el pasado el tradicional trafican con los seres huPregón pronunciado por los cardenales manos, incluso con los niMarcelo González y Antonio María Javierre ños; los que les arrojan en y por José Luis Martín Descalzo, sacerdote, miserables pateras al mar, periodista y poeta. expuestos a todos los peligros con la única esperanza de dejar atrás un pasado de ta de su cabeza coronada de espinas, hambre, de violencia y de muerte; muchos de ellos, demasiados, acabaapenas divisan la horrenda turba que asiste a su ejecución. Quizás no rán en el fondo del mar, convertido sabían lo que hacían los soldados ro- así en el más cruel de todos los cemanos simples ejecutores materiales menterios. No, Señor Jesús, no saben lo que del más horrendo crimen de la historia de la humanidad. Quizás Anás y hacen esos políticos corruptos y coCaifás, y con ellos la casta de sacer- rruptores que anteponen su codicia dotes y escribas corrompidos y co- a la búsqueda del bien común; los rrompedores, eran incapaces de com- que halagan los más bajos instintos prender la magnitud del error que con la demagogia y el populismo olestaban cometiendo. Quizás el go- vidándose de que la verdad no puebernador Poncio Pilato, asaltado por de ser ni tergiversada ni camuflada; sus miedos y su cobardía, pensó que los que sólo buscan el poder para había tomado la decisión «política- servirse de él y no para servir al pueblo del que provienen. mente correcta», aunque estuviese No saben tampoco lo que hacen convencido de la inocencia del Naquienes explotan la tierra como si zareno. Quizás Judas podía justificar fuera su propiedad y no un don que su traición por la decepción que ha- hemos recibido en préstamo para bían sufrido sus ansias de liderar transmitírselo mejorado a las futuras una revuelta contra los invasores ro- generaciones; esos desalmados egoísmanos. Quizás en aquella multitud tas que no respetan las leyes de la vociferante y blasfema no había más naturaleza y que ignoran que no se que sádicos deseos de divertirse con puede jugar impunemente con la la desgracia ajena y de matar la tar- salvaguardia del planeta. No saben de con un espectáculo que no se tampoco, por desgracia, lo que haveía todos los días. cen esos jóvenes desesperanzados
que se entregan a la más cobarde de las fugas refugiándose en las redes del alcohol o de las drogas que matan; jóvenes que han perdido la brújula de su existencia y desconfían de un amor que nunca han conocido y por eso lo minusvaloran; jóvenes de ambos sexos que parecen haber arrojado la toalla antes de comenzar a batallar por sus vidas. No saben lo que hacen —y esto sí que es aún más alarmante—, los clérigos (y yo el primero), cegados por la ambición, la búsqueda del poder y la avaricia del dinero; los que se atreven a violar las conciencias y los cuerpos de niños y adolescentes; los que cargan los hombros de los de-
más con yugos que ellos mismos no son capaces de soportar y se olvidan de la misericordia que debe ser su única norma de comportamiento. Pero Jesús perdona porque el perdón es una forma muy especial y privilegiada del amor que es la quintaesencia de su Evangelio. Un perdón que mana de la cruz como esa sangre que resbala por el cuerpo del crucificado y empapa este nuestro querido mundo terrible. «Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo —dice el Evangelio de Juan— para condenar al mundo sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3, 17). Como nos recordaba recientemente el Papa Francisco, nos cuesta aceptar la «lógica de Dios que con su misericordia abraza y acoge, reintegrando y transfigurando el mal en bien, la condena en salvación y la exclusión en anuncio». En consecuencia —añadía en su discurso a los nuevos cardenales del pasado 15 de febrero—, «el camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que lo piden con corazón sincero». El mismo Papa acaba de anunciar un Año Santo extraordinario. Año santo de la misericordia porque, como repite sin cesar Bergoglio, «Dios perdona siempre, Dios perdona todo, Dios no se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón».
Regina caeli del 6 de abril VIENE DE LA PÁGINA 9
existencia sea conquistada y transformada por la Resurrección! Pidamos a la Virgen Madre, testigo silenciosa de la muerte y de la resurrección de su Hijo, que aumente en nosotros el gozo pascual. Lo haremos ahora con la oración del Regina caeli, que durante el tiempo pascual sustituye la oración del Ángelus. En esta oración, marcada por el Aleluya, nos dirigimos a María invitándola a alegrarse, porque a quien llevó en su vientre ha resucitado como había prometido, y nos encomendamos a su intercesión. En realidad, nuestra alegría es un reflejo de la alegría de María, porque es Ella quien ha custodiado y custodia con fe los eventos de Jesús. Recitemos pues esta oración con los sentimientos de los hijos que están felices porque su Madre está feliz. A continuación, al saludar a los grupos de fieles reunidos, recordó a los cristianos perseguidos en el mundo. En este bonito clima pascual, saludo cordialmente a todos vosotros, queridos peregrinos llegados de Italia y de varias partes del mundo para participar en este momento de oración. En especial, estoy encantado de recibir a la delegación del Movimiento Shalom, que ha llegado a la última etapa de la difusión
solidaria para sensibilizar a la opinión pública sobre las persecuciones de los cristianos en el mundo. Vuestro itinerario en las calles ha terminado, pero debe continuar por parte de todos el camino espiritual de oración intensa, de participación concreta y ayuda tangible en defensa y protección de nuestros hermanos y hermanas, perseguidos, exiliados, asesinados, decapitados, por el solo hecho de ser cristianos. Ellos son nuestros mártires de hoy, y son muchos, podemos decir que son más numerosos que en los primeros siglos. Pido que la comunidad internacional no permanezca muda e inerte frente a tales inaceptables crímenes, que constituyen una preocupante violación de los derechos humanos fundamentales. Pido verdaderamente que la comunidad internacional no mire hacia otro lado. A cada uno de vosotros os deseo que viváis en el gozo y la serenidad esta Semana en la cual se prolonga la alegría de la Resurrección de Cristo. Para vivir más intensamente este periodo —y vuelvo siempre sobre el mismo tema— nos hará bien leer cada día un pasaje del Evangelio en el cual se habla del acontecimiento de la Resurrección. Cada día, un pequeño pasaje. ¡Buena y santa Pascua a todos! Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!
número 15, viernes 10 de abril de 2015
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Firma del Acuerdo entre la Santa Sede y el gobierno de la República italiana en materia fiscal El día 1 de abril de 2015, a las 9.45, en la Secretaría de Estado, se firmó el Acuerdo entre la Santa Sede y el gobierno de la República italiana en materia fiscal. Han firmado, por la Santa Sede, monseñor Paul Richard Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados y, por la República italiana, su excelencia Pier Carlo Padoan, ministro de economía y hacienda, dotado de plenos poderes. Al solemne acto han asistido: por parte de la Santa Sede, monseñor Peter B. Wells, asesor para los Asuntos generales, monseñor Lucio Bonora, oficial de la Sección para los Asuntos generales, monseñor Carlo Alberto Capella, consejero de nunciatura en la Sección para las Relaciones con los Estados, don Piero Gallo, oficial de la Sección para las Relaciones con los Estados, don Carlos Fernando Díaz Paniagua, oficial de la Sección para las Relaciones con los Estados, monseñor Luciano Alimandi, oficial de la Sección para las Relaciones con los Estados y monseñor Walter Erbì, consejero de nunciatura en la representación pontificia en Italia. Por parte de la
República italiana, Amb. Daniele Mancini, embajador de Italia; Roberto Garofoli, jefe de gabinete; Dra. Fabrizia Lapecorella, jefe de departamento de Hacienda; ministro plenipotenciario Michele Quaroni,
consejero diplomático del ministro; Cons. Francesca Quadri, jefe de la oficina legislativa – finanzas; dr. Marco Iuvinale, director de relaciones internacionales – departamento de Hacienda; y primer Secretario
Aún más cercanos PAUL RICHARD GALLAGHER * Con la firma del Acuerdo en materia fiscal la Santa Sede e Italia están aún más cercanas. Al vínculo histórico se suman siempre vínculos institucionales y jurídicos más estables que, tras la quiescencia en los años sucesivos al 1870, han conocido desde los Pactos Lateranense en adelante un crecimiento constante con recíprocos beneficios. La meta representada por este Tratado es en buena parte fruto del amplio compromiso internacional de la Santa Sede en los ámbitos de la transparencia, la vigilancia y la información financiera que, desde el año 2010 en adelante, ha consentido la realización de significativas reformas, acogidas por un amplio consenso por parte de los agentes internacionales. Sobre la base de esta introducción la colaboración entre la Santa Sede e Italia se extiende hoy a la materia fiscal. Este ámbito puede parecer más bien sorprendente a la luz de las que son las Partes contrayentes, ya que ni la Santa Sede ni el Estado de la Ciudad del Vaticano tienen una legislación fiscal en sentido estricto o un sistema tributario que pueda justificar los contenidos tradicionales de los acuerdos fiscales estipulados entre los Estados. Esta disciplina convencional, en efecto, se justifica precisamente a la luz de la especificidad de las relaciones entre la Santa Sede (y el Estado de la Ciudad del Vaticano, en el cual la Santa Sede ejerce la soberanía) y la República italiana, que requieren ante todo una simplificación en el pago de los impuestos
sobre los beneficios producidos por las actividades financieras realizadas en el Estado de la Ciudad del Vaticano. De este modo la Santa Sede y las Instituciones que actúan en el Estado de la Ciudad del Vaticano podrán, por un lado, agilizar las actividades de recaudación de las autoridades fiscales italianas y, por otro, ofrecer un importante servicio a todas las personas (físicas y jurídicas) residentes en Italia y que por motivos de naturaleza eclesial tienen actividades financieras en el territorio vaticano. Este ámbito incluye el complejo universo de los institutos de vida consagrada, las sociedades de vida apostólica, así como a todos los demás entes con personalidad jurídica canónica y que atienden obras de piedad, apostolado o caridad, espiritual o temporal (ex can 114 CIC). Un ámbito no menos importante se refiere luego a la pluralidad de los empleados de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano, así como a todos los jubilados de estas instituciones, que reciben en el Instituto para las Obras de religión el pago de las respectivas retribuciones o pensiones. También para ellos está previsto el acceso a la antes mencionada simplificación tributaria. La parte tal vez más relevante del Tratado consiste en el acuerdo relativo al intercambio de informaciones por petición con fines fiscales, cuya disciplina introduce el complejo articulado del Tratado. Con tal acuerdo se establece que la Santa Sede comunicará al Estado italiano las «informaciones verosímilmente relevantes… para la administración o la aplicación del derecho
interno relativo a los impuestos de cualquier naturaleza o denominación…», sin posibilidad de oponer en sentido contrario algún vínculo de secreto en materia financiera. Las disposiciones se presentan más bien amplias en cuanto que corresponden al standard internacional más acreditado y reciente, como el aprobado por la Organización para la cooperación y el desarrollo económico (O CSE) y adoptado por Italia incluso en los recientes acuerdos con Suiza, Liechtenstein y el Principado de Mónaco. También este contenido, al igual que el precedente, actuará en sentido unilateral, es decir, en función del solo derecho fiscal italiano, considerando que la Santa Sede (y el Estado de la Ciudad del Vaticano) no tienen motivo para pedir informaciones en ausencia de un sistema tributario que pueda justificar la petición. Al respecto hay que evidenciar cómo el acuerdo sobre el intercambio de informaciones realiza un significativo paso de la Santa Sede hacia el objetivo de la máxima transparencia en el campo de las relaciones financieras, demostrando al mismo tiempo la idoneidad en su conjunto del propio sistema institucional y jurídico para sostener de modo eficaz la confrontación con los más altos parámetros internacionales en la materia. Del Acuerdo, por último, se han de apreciar las referencias, breves pero técnicamente puntuales y oportunas, a las disposiciones de los Pactos lateranenses que pueden, en cierto modo, verse afectadas por los contenidos del Acuerdo. En esSIGUE EN LA PÁGINA 14
Raffaella Campanati, embajada de Italia. Las reformas introducidas a partir del 2010 y la creación en la Santa Sede de Instituciones con específicas competencias en materia económica y financiera, consienten hoy la plena cooperación administrativa también con fines fiscales. En el marco de la especial relevancia de las relaciones bilaterales, Italia es el primer país con el cual la Santa Sede firma un acuerdo que regula el intercambio de informaciones. En línea con el proceso en acto hacia la afirmación a escala global de la transparencia en el campo de las relaciones financieras, el Acuerdo recoge el más actualizado standard internacional en materia de intercambio de informaciones (artículo 26 del Modelo O CSE) para regular la cooperación entre las autoridades competentes de las dos partes contrayentes. El intercambio de informaciones concierne a los periodos de impuesto a partir del 1 de enero de 2009. El Acuerdo, a partir de la fecha de entrada en vigor, permitirá el pleno cumplimiento, con modalidades simplificadas, de las obligaciones fiscales relativas a las actividades financieras llevadas a cabo en los organismos que realizan actividades financieras en la Santa Sede, y de algunas personas físicas y jurídicas fiscalmente residentes en Italia. Los mismos sujetos podrán acceder a un procedimiento de regularización de las mismas actividades, con iguales efectos de los establecidos por la ley n. 186/2014. El Acuerdo actúa, además, cuanto previsto por el Tratado de Letrán relativo a la exención de los impuestos para los inmuebles de la Santa Sede indicados en el mismo tratado. Por último, se integra en la Convención el intercambio de notas, desde julio de 2007, entre el Ministerio de Asuntos exteriores y la Secretaría de Estado, que prevé la notificación por vía diplomática de los actos tributarios en organismos de la Santa Sede.
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COMUNICACIONES Colegio episcopal
Iglesias orientales católicas
Mons. Ernesto Romero, vicario apostólico de Tucupita (Venezuela) RENUNCIAS: El Papa ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Makurdi (Nigeria) que monseñor ATHANASIUS ATULE USUH le había presentado en conformidad con el canon 401 § 2 del Código de derecho canónico.
1988. Pasó a ser obispo residencial de dicha sede el 2 de junio de 1989.
Le sucede en el gobierno pastoral de la diócesis el coadjutor, monseñor WILFRED CHIKPA ANAGBE, C.M.F.
Wilfred Chikpa Anagbe, C.M.F., nació en Aondona Village, estado de Benue, diócesis de Makurdi, el 2 de abril de 1965. Ingresó con los Misioneros Hijos del Corazón Inmaculado de María (claretianos), donde recibió la ordenación sacerdotal el 6 de agosto de 1994. El Papa Francisco le nombró obispo coadjutor de Makurdi el 8 de julio de 2014; recibió la ordenación episcopal el 4 de octubre sucesivo.
Athanasius Atule Usuh nació en Mbagen, diócesis de Makurdi, el 2 de mayo de 1942. Recibió la ordenación sacerdotal el 19 de diciembre de 1971. Juan Pablo II le nombró obispo coadjutor de Makurdi el 18 de noviembre de 1987; recibió la ordenación episcopal el 6 de enero de
El Papa ha aceptado la renuncia a la función de auxiliar de Morelia (México) que monseñor O CTAVIO VILLEGAS AGUILAR, obispo titular de Cissita, le había presentado en conformidad con los cánones 411 y 401 § 1 del Código de derecho canónico.
Curia romana El Papa ha nombrado miembro de la administración del Patrimonio de la Sede apostólica al cardenal RAINER MARIA WOELKI, arzobispo de Colonia (Alemania).
Erección de exarcado El Santo Padre ha erigido el nuevo exarcado apostólico de SAN EFRÉN DE KHADKI de los siro-malancares (India).
Audiencias pontificias EL SANTO PADRE HA RECIBID O EN AUDIENCIA:
Jueves 9 de abril —Al presidente de la República Eslovaca, Andrej Kiska, con el séquito. —Al cardenal George Pell, prefecto de la Secretaría de asuntos económicos. —Al cardenal Gualtiero Bassetti, arzobispo de Perugia-Città della Pieve (Italia). —A monseñor Adolfo Tito Yllana, arzobispo titular de Montecorvino, nuncio apostólico en Australia. —A monseñor Giovanni Pietro Dal Toso, secretario del Consejo pontificio «Cor Unum».
Octavio Villegas Aguilar nació en Copándaro, arquidiócesis de Morelia, el 26 de enero de 1940. Recibió la ordenación sacerdotal el 5 de marzo de 1966. Juan Pablo II le nombró obispo de Tula el 27 de abril de 1994; recibió la ordenación episcopal el 25 de mayo sucesivo. Benedicto XVI le nombró obispo titular de Cissita y auxiliar de Morelia el 29 de diciembre de 2005. El Santo Padre ha aceptado la renuncia a la función de administrador apostólico del Ordinariato para los armenios católicos residentes en Grecia que le había presentado monseñor NECHAN KARAKÉHÉYAN en conformidad con el canon 210 § 1 del Código de cánones de la Iglesias orientales. Nechan Karakéhéyan nació en el Pireo, Ordinariato de Grecia para los armenios, el 17 de abril de 1932. Recibió la ordenación sacerdotal el 2 de julio de 1960, como miembro del Instituto del clero patriarcal de Bzommar. Juan Pablo II dio su asentimiento a la elección canónica, realizada por el Sínodo de los obispos de la Iglesia armenia, reunido en Roma del 19 al 27 de septiembre de 2000, del arcipreste mitrado Nechan Karakéhéyan como obispo de Ispahan de los armenios (Irán) el día 27 de dicho mes; recibió la ordenación episcopal el 28 de enero de 2001. Además, el 7 de enero de 2003, fue nombrado administrador apostólico del Ordinariato para los católicos de rito armenio residentes en Grecia. El 2 de abril de 2005 fue nombrado también Ordinario para los armenios católicos de Europa oriental, asignándole la sede titular de Adana de los armenios con título personal de arzobispo «ad persoSIGUE EN LA PÁGINA 14
El Santo Padre Francisco ha reorganizado la Iglesia greco-católica de Hungría y la ha elevado a Iglesia metropolitana «sui iuris», adoptando las siguientes disposiciones: —ha elevado la eparquía de Hajdúdorog para los católicos de rito bizantino a Iglesia metropolitana, con sede en Debrecen, y ha nombrado primer metropolita a monseñor FÜLÖP KO CSIS, hasta ahora obispo eparquial de Hajdúdorog. —ha elevado el exarcado de Miskolc para los católicos de rito bizantino a eparquía, haciéndola sufragánea de la sede metropolitana de Hajdúdorog; y ha nombrado primer obispo eparquial a monseñor ATANÁZ OROSZ, hasta ahora exarca apostólico de Miskolc, transfiriéndole de la sede episcopal titular de Panio. —ha eregido la eparquía de Nyíregyháza para los católicos de rito bizantino, con territorio desmebrado de la eparquía de Hajdúdorog, haciéndola sufragánea de la sede metropolitana de Hajdúdorog; y ha nombrado administrador apostólico «sede vacante» de dicha eparquía a monseñor ATANÁZ OROSZ. Fülöp Kocsis nació en Szeged, eparquía de Hajdúdorog, el 13 de enero de 1963. Recibió la ordenación sacerdotal el 2 de agosto de 1989. Benedicto XVI le nombró obispo de la eparquía de Hajdúdorog y administrador apostólico «ad nutum Sanctae Sedis» del exarcado apostólico de Miskolc (Hungría) el 2 de mayo de 2008; recibió la ordenación episcopal el 30 de junio del mismo año. Atanáz Orosz nació en Nyíregyháza, eparquía de Hajdúdorog, el 11 de mayo de 1960. Recibió la ordenación sacerdotal el 4 de agosto de 1985. Benedicto XVI le nombró obispo titular de Panio y exarca apostólico de Miskolc (Hungría) el 5 de marzo de 2011; recibió la ordenación episcopal el 21 de mayo sucesivo. El Patriarca de Cilicia de los armenios, con el asentimiento del Sínodo de los obispos de la Iglesia patriarcal y tras informar a la Santa Sede, ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la archieparquía de Estambul de los armenios presentada por monseñor HOVHANNES TCHOLAKIAN, en conformidad con el canon 210 § 1 del Código de cánones de la Iglesias orientales. Hovhannes Tcholakian nació en Estambul el 12 de abril de 1919. Recibió la ordenación sacerdotal el 25 de abril de 1943. Fue nombrado arzobispo de Estambul de los armenios el 23 de mayo de 1966; recibió la ordenación episcopal el 5 de marzo de 1967.
El Santo Padre estableció el término de la función de administrador apostólico «sede plena» de la archieparquía de Estambul de los armenios de monseñor LÉVON BO GHOS ZÉKIYAN, arzobispo titular de Amida de los armenios, haciendo de este modo realizable su elección a la función de arzobispo de Estambul realizada por el Sínodo de los obispos de la Iglesia patriarcal armenia. Lévon Boghos Zékiyan nació en Estambul el 21 de octubre de 1943. Recibió la ordenación sacerdotal el 21 de mayo de 1967; y en 1993 se incardinó en el patriarcado de Venecia (Italia). El Papa Francisco le nombró arzobispo titular de Amida de los armenios y administrador apostólico «sede plena» de la archieparquía de Estambul de los armenios el 21 de mayo de 2014; recibió la ordenación episcopal el 13 de septiembre del mismo año.
Lutos en el episcopado —Monseñor ENNIO APPIGNANESI, obispo emérito de Potenza-Muro Lucano-Marsico Nuovo (Italia), falleció el 26 de marzo. Había nacido en Belforte del Chienti, archidiócesis de Camerino-San Severino Marche, el 18 de junio de 1925. Era sacerdote desde el 8 de abril de 1950. El Papa Juan Pablo II le nombró obispo titular de Temisonio y auxiliar de Lucena y San Severino el 20 de diciembre de 1980; recibió la ordenación episcopal el 6 de enero de 1981. El mismo Papa le nombró, sucesivamente, obispo de Castellaneta el 15 de septiembre de 1983; vicegerente de la diócesis de Roma, asignándole la sede titular de Lorium, «pro hac vice» arzobispal, el 3 de julio de 1985; arzobispo de Matera-Irsina el 21 de enero de 1988; y arzobispo de Potenza-Muro Lucano-Marsico Nuovo el 19 de enero de 1993; y aceptó su renuncia al gobierno pastoral de dicha sede el 9 de enero de 2001. —Monseñor JUAN CARLOS MACCARONE, obispo emérito de Santiago del Estero (Argentina), falleció el 29 de marzo. Había nacido en Buenos Aires el 19 de octubre de 1940. Era sacerdote desde el 17 de diciembre de 1968. Juan Pablo II le nombró obispo titular de Mauriana y auxiliar de la diócesis de Lomas de Zamora el 30 de enero de 1993; recibió la ordenación episcopal el 21 de abril sucesivo. El mismo Papa le SIGUE EN LA PÁGINA 14
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Carta del Papa Francisco a los obispos de Nigeria
La valentía de la reconciliación «La paz es el compromiso diario, valiente y auténtico para favorecer la reconciliación, promover experiencias de comunión, construir puentes de diálogo, servir a los más débiles y a los excluidos»: lo escribió el Papa Francisco en una carta dirigida a los obispos de Nigeria en el tiempo cuaresmal.
Queridos hermanos en el episcopado: Mientras recorremos con toda la Iglesia el camino cuaresmal hacia la resurrección del Señor, deseo enviaros a vosotros, queridos arzobispos y obispos, un saludo fraterno, que extiendo a las amadas comunidades cristianas confiadas a vuestro cuidado pastoral. También deseo haceros partícipes de algunas reflexiones sobre la situación que se vive actualmente en vuestro país. Nigeria, conocida como el «gigante de África», con más de 160 millones de habitantes, está destinada a desempeñar un papel de primer plano no sólo en ese continente, sino también en todo el mundo. Durante estos últimos años ha experimentado un fuerte crecimiento en el plano económico y se ha presentado en el escenario internacional como un mercado de gran interés tanto por sus recursos naturales como por sus potencialidades comerciales. Ya es considerada oficialmente la mayor economía africana. Además, se ha distinguido como interlocutora política por el gran empeño en la resolución de situaciones de crisis en el continente. Al mismo tiempo, vuestra nación ha debido afrontar graves dificultades, entre las cuales, nuevas y violentas formas de extremismo y fundamentalismo de tipo étnico, social y religioso. Muchos nigerianos fueron asesinados, heridos y mutilados, secuestrados y privados de todo: de sus propios seres queridos, de su propia tierra, de los medios de subsistencia, de su dignidad, y de sus derechos. Muchos ya no han podido volver a sus casas. Creyentes, tanto cristianos como musulmanes, estuvieron unidos en un trágico fin a manos de personas que se proclaman religiosas, pero que abusan de la religión convirtiéndola en una ideología al servicio de sus propios intereses de vejación y muerte. Quiero aseguraros que estoy cercano a vosotros y a cuantos sufren. Cada día os tengo presentes en la oración, y repito aquí, para confortaros y alentaros, las consoladoras palabras del Señor Jesús, que siempre deben resonar en nuestro corazón: «La paz os dejo, mi paz os doy» (Jn 14, 27). La paz —como sabéis bien— no es sólo la ausencia de conflictos o el resultado de alguna componenda polí-
tica, o fatalismo resignado. La paz, para nosotros, es un don que viene de lo alto, es Jesucristo mismo, Príncipe de la paz, Aquel que de los dos pueblos hizo uno (cf. Ef 2, 14). Y sólo quien tiene la paz de Cristo en el corazón, como horizonte y estilo de vida, puede llegar a ser un constructor de paz (cf. Mt 5, 9). Al mismo tiempo, la paz es compromiso diario, valiente y auténtico para favorecer la reconciliación, promover experiencias de comunión, construir puentes de diálogo, servir a los más débiles y a los excluidos. En una palabra, la paz consiste en construir una «cultura del encuentro». Por eso quiero expresaros aquí un sincero agradecimiento, porque en medio de tantas pruebas y sufrimientos, la Iglesia en Nigeria no deja de testimoniar la acogida, la misericordia y el perdón. ¿Cómo no recordar a los sacerdotes, los religiosos y religiosas, los misioneros y los catequistas que, incluso con sacrificios indecibles, no han abandonado a su propio rebaño, sino que han permanecido a su servicio, anunciadores buenos y fieles del Evangelio? A ellos, en especial, quiero expresarles mi cercanía y decirles: ¡No os canséis de hacer el bien! Por ellos damos gracias al Señor, así como por muchas personas de toda extracción social, cultural y religiosa que, con gran determinación,
Bruce Onobrakpeya, «La Verónica enjuga el rostro a Jesús» (1969, Nigeria)
se comprometen concretamente contra todas las formas de violencia y en favor de un futuro más seguro y más justo para todos. Nos dan testimonios conmovedores de que, como nos recordó el Papa Benedicto XVI al final del Sínodo para África, muestran «el poder del Espíritu Santo que transforma los corazones de las víctimas y de sus verdugos para restablecer la fraternidad» (Africae munus, 20). Queridos hermanos en el episcopado: Con perseverancia y sin desaliento seguid por el camino de la paz (cf. Lc 1, 79). Acompañad a las víctimas. Socorred a los pobres. Educad a los jóvenes. Sed promoto-
res de una sociedad más justa y solidaria. De corazón os imparto la bendición apostólica y os pido que hagáis partícipes de ella a sacerdotes, religiosos y religiosas, misioneros, catequistas, fieles laicos y, sobre todo, a los miembros del Cuerpo de Cristo que sufren. Que la resurrección del Señor suscite conversión, reconciliación y paz para todo el pueblo de Nigeria. Os encomiendo a María, Reina de África. Rezad también por mí. Vaticano, 2 de marzo de 2015 FRANCISCO
Visita del cardenal Filoni a Irak
Peregrinación entre los refugiados Desde Erbil, la ciudad que acoge al mayor número de refugiados, el cardenal Fernando Filoni, prefecto de la Congregación para la evangelización de los pueblos, continuó con la misión en Irak dirigiéndose hacia las antiquísimas ciudades asirias de Shaqlawa, Alqosh y Aqrah, pasando la mayor parte de su tiempo sobre todo con los refugiados en los poblados de la zona. Como signo de comunión, el cardenal llevó como regalo seis mil dulces pascuales italianos con forma de paloma donados por la diócesis de Roma. El Jueves santo, 2 de abril, el cardenal Fernando Filoni presidió en la catedral de Duhok, en la zona norte del país, la misa «in coena Domini», con el rito del lavatorio de los pies con un grupo de refugiados. La vigilia de Pascua en una tienda en Erbil y la misa de Pascua en Suleimaniya fueron las últimas etapas de la
visita a Irak. El prefecto de la Congregación para la evangelización de los pueblos concluyó su misión en tierra iraquí llevando la solidaridad del Papa Francisco a las poblaciones locales y en especial a los desplazados de Mosul y la Planicie de Nínive. «Una auténtica peregrinación —la definió— entre los cristianos perseguidos; una peregrinación que me hizo un gran bien espiritual». En Suleimaniya el purpurado celebró el domingo por la mañana la misa de Pascua alentando a las más de cuatrocientas familias que encuentran un refugio en ese lugar. En un clima bastante distendido, gracias también al compromiso en la acogida asegurado por las autoridades locales, los desplazados pueden incluso cultivar la esperanza de regresar en breve a sus aldeas. Más complicada en cambio es la situación en el gran campo de Erbil, donde el cardenal Filoni concelebró la vigilia pascual junto con el patriarca de Babilonia de los caldeos Louis Raphaël Sako y el arzobispo de Erbil de los caldeos, Bashar Warda, en una tienda de grandes dimensiones preparada en el barrio «109» de la capital del Kurdistán iraquí. Más de cinco mil cristianos participaron en la ceremonia, la mayor parte de los cuales eran refugiados en el campo. Después de la homilía del patriarca Sako, el cardenal Filoni dirigió su saludo en italiano con la traducción en árabe. El purpurado visitó también el sector de acogida para estas personas donde desgraciadamente los servicios y el ambiente no son de los mejores. Las autoridades del Gobierno autónomo aseguraron al prefecto de Propaganda Fide que en breve los refugiados serán trasladados a un centro equipado con caravanas y contenedores.
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COMUNICACIONES Colegio episcopal VIENE DE LA PÁGINA 12
nam», cargo al que renunció el 6 de enero de 2010. EL PAPA
HA NOMBRAD O:
—Obispo de Kalemie-Kirungu (República democrática del Congo) al padre CHRISTOPHE AMADE, M.AFR. Christophe Amade, M.AFR., nació en Mune el 18 de enero de 1961. Recibió la ordenación sacerdotal el 25 de agosto de 1990. Se doctoró en filosofía en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha sido docente, rector de un centro educativo y superior provincial en su congregación en África central. —Exarca del nuevo exarcado apostólico de San Efrén de Khadki de los siro-malankares (India) a monseñor THOMAS ANTHONIOS VALIYAVILAYIL, O.I.C., hasta ahora obispo titular de Igilgili y obispo de curia de Trivandrum de los siro-malankares. Thomas Anthonios Valiyavilayil, nació en Adoor, archieparquía de Trivandrum de los siro-malanka-
O.I.C.,
Lutos en el episcopado VIENE DE LA PÁGINA 12
nombró obispo de Chascomús el 3 de julio de 1996; y le trasladó a Santiago del Estero el 18 de febrero de 1999. Benedicto XVI aceptó su renuncia al gobierno pastoral de dicha sede el 19 de agosto de 2005. —Monseñor ALBERTO RICARD O DA SILVA, obispo emérito de Díli (Timor oriental), falleció el 2 de abril. Había nacido en Aileu, diócesis de Díli, el 24 de abril de 1943. Era sacerdote desde el 15 de agosto de 1972. Juan Pablo II le nombró obispo Díli el 27 de febrero de 2004; recibió la ordenación episcopal el 2 de mayo sucesivo. El Papa Francisco aceptó su renuncia al gobierno pastoral de dicha sede el 9 de febrero de 2015. —Monseñor WILLIAM BENEDICT FRIEND, obispo emérito de Shreveport (Estados Unidos), falleció el 2 de abril. Había nacido en Miami el 22 de octubre de 1931. Era sacerdote desde el 7 de mayo de 1959. Juan Pablo II le nombró obispo titular de Pomaria y auxiliar de Alexandria-Shreveport el 31 de agosto de 1979; recibió la ordenación episcopal el 30 de octubre sucesivo. El mismo Papa le nombró obispo de dicha diócesis el 17 de noviembre de 1982. El 16 de junio de 1986, con la división de la citada circunscripción eclesiástica en dos diócesis, el Santo Padre le nombró obispo de Shreveport. Benedicto XVI aceptó su renuncia al gobierno pastoral de la sede Shreveport el 20 de diciembre de 2006.
res, el 21 de noviembre de 1955. Recibió la ordenación sacerdotal el 27 de diciembre de 1980. Benedicto XVI le nombró obispo titular de Igilgili y obispo de curia de Trivandrum de los siro-malankares el 25 de enero de 2010; recibió la ordenación episcopal el 13 de marzo del mismo año. —Obispo titular de Summula y auxiliar de São Luís do Maranhão (Brasil) a monseñor ESMERALD O BARRETO DE FARIAS, hasta ahora arzobispo de Porto Velho. Esmeraldo Barreto de Farias nació en Santo Antônio de Jesus, diócesis de Amargosa, el 4 de julio de 1949. Recibió la ordenación sacerdotal el 9 de enero de 1977. Juan Pablo II le nombró obispo de Paulo Afonso el 22 de marzo de 2000; recibió la ordenación episcopal el 11 de junio del mismo año. Benedicto XVI le trasladó a la diócesis de Santarem el 28 de febrero de 2007 y le promovió a arzobispo de Porto Velho el 30 de noviembre de 2011. —Obispo titular de Kearney y auxiliar de Washington (Estados Unidos) al presbítero MARIO EDUARD O D ORSONVILLE-RODRÍGUEZ. Mario Eduardo Dorsonville-Rodríguez nació Bogotá (Colombia), el 31 de octubre de 1960. Recibió la ordenación sacerdotal el 23 de noviembre de 1985, incardinado en la arquidiócesis de Bogotá y posteriormente en Washington. Se doctoró en teología en la Universidad católica de América en Washington. Ha sido vicario parroquial en diversas parroquias, párroco, docente, miembro del consejo presbiteral y del colegio de consultores. —Obispo de titular de Novabarbara y auxiliar de Xai-Xai (Mozambique) al padre ALBERTO VERA ARÉJULA, O. DE M.
Alberto Vera Aréjula, O. DE M., nació en Aguilar del Río Alhama, diócesis de Calahorra y La CalzadaLogroño (España), el 8 de abril de 1957. Ingresó en la Orden de la Virgen María de la Merced el 22 de agosto de 1981. Ha sido vicario parroquial, párroco, promotor vocacional, formador, superior y consejero provincial en su Orden. En último período era delegado provincial en Mozambique. —Obispo titular Bizacena y auxiliar de Kinshasa (República democrática del Congo) al padre D ONATIEN BAFUIDINSONI, S.J. Donatien Bafuidinsoni, S.J., nació en Mai Ndombe (Bandundu) el 11 de diciembre de 1962. Ingresó en la Compañía de Jesús, donde recibió la ordenación sacerdotal el 18 de julio de 1993. Obtuvo la licenciatura en filosofía en la Universidad de Lubumbashi y el doctorado en derecho canónico en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. En su ministerio ha sido delegado provincial de la Compañía, vicario judicial de la archidiócesis de Kinshasa, consultor y superior de comunidad. —Obispo titular Naratcata y auxiliar de Kinshasa (República democrática del Congo) a monseñor JEAN-PIERRE KWAMBAMBA MASI. Jean-Pierre Kwambamba Masi, nació en Ngi, provincia de Bandundu, el 19 de agosto de 1960. Recibió la ordenación sacerdotal el 17 de agosto de 1986. Se doctoró en liturgia en el Pontificio Instituto litúrgico San Anselmo de Roma. En su ministerio ha sido docente, vicario general y rector de un seminario mayor. Desde 2003 presta servicio en la Santa Sede como oficial en la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos y como ceremoniero pontificio.
Audiencia al presidente de Eslovaquia El jueves 9 de abril, por la mañana, el Papa Francisco recibió en audiencia, en el palacio apostólico, al presidente de la República eslovaca, Andrej Kiska, quien sucesivamente se reunió, en la Secretaría de Estado, con monseñor Antoine Camilleri, subsecretario para las Relaciones con los Estados. Durante los cordiales coloquios, que se realizaron en la celebración del 25° aniversario de la reanudación de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la entonces República federativa Checa y Eslovaca que se llevó a cabo el 19 de abril de 1990 después del viaje de Juan Pablo II al país, se expresó una viva satisfacción por las buenas relaciones bilaterales, ratificados por los Acuerdos vigentes y el diálogo proficuo entre la Iglesia y las autoridades civiles. Después se centraron en el actual contexto internacional, con especial atención a los desafíos que interesan a algunas zonas del mundo, especialmente Oriente Medio, y en la importancia de la tutela de la dignidad de la persona humana.
—Obispo titular de Novasparsa y vicario apostólico de Tucupita (Venezuela) al padre ERNESTO JOSÉ ROMERO RIVAS O.F.M.CAP. Ernesto
José Romero Rivas nació en Machiques (Venezuela) el 19 de abril de 1960. Ingresó en la Orden franciscana de Frailes Menores Capuchinos, donde recibió la ordenación sacerdotal el 2 de agosto de 1990. Obtuvo la licenciatura en catequética en la Pontificia Universidad Salesiana de Roma. Ha desempeñado su ministerio como administrador parroquial, párroco, maestro del post-noviciado, consejero y ministro viceprovincial, ecónomo y superior en su congregación. En el último período era pro vicario de dicho vicariato apostólico. O.F.M.CAP.,
El Santo Padre ha nombrado administrador apostólico del Ordinariato para los armenios católicos residentes en Grecia, sin carácter episcopal, al presbítero HOVSEP BEZAZIAN, actualmente párroco en Alepo (Siria).
Colaboración entre la Santa Sede e Italia en materia fiscal VIENE DE LA PÁGINA 11
pecial: la exclusión de toda modificación al régimen de exención establecido en el artículo 17 del Tratado de Letrán con referencias a las retribuciones correspondientes a los empleados de la Santa Sede; así como la exclusión de los entes centrales de la Iglesia católica, de lo cual en el artículo 11 del Tratado, desde la aplicación de las disposiciones más estrechamente fiscales del Acuerdo concernientes al intercambio de informaciones y el pago de impuestos sobre los beneficios financieros. El orden fundamental del Tratado está, por último, no sólo confirmado, sino también orientado a su realización en relación al régimen fiscal peculiar de los inmuebles situados en las zonas así llamadas extraterritoriales, sobre lo cual el Acuerdo confirma la exención de toda obligación que había sido recientemente objeto de incertidumbres jurisprudenciales. Como conclusión, el Acuerdo en materia fiscal está destinado a marcar una etapa importante en la cooperación entre Italia y Santa Sede, que confirma cómo estas realidades, unidas por la historia, saben proceder juntas y sostenerse recíprocamente, conservando y consolidando vínculos peculiares y característicos, también en un contexto internacional cada vez más articulado y global. *Secretario para las Relaciones con los Estados
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El arzobispo José Rodríguez Carballo presenta el congreso internacional sobre la formación de los consagrados celebrado en Roma
Desafío digital NICOLA GORI El desafío del ámbito digital, la justicia, la paz, la tutela de la creación: son las nuevas fronteras de la formación de los consagrados. Se debate sobre ello en el congreso internacional convocado en Roma del 7 al 11 de abril sobre el tema «Formados para la vida consagrada en el corazón de la Iglesia y del mundo». Habla sobre el tema el arzobispo José Rodríguez Carballo, secretario de la Congregación para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, en vísperas del inicio del congreso. ¿Por qué un congreso internacional sobre la formación? La emergencia educativa y formativa es una prioridad para la vida consagrada. De la formación que recibimos y ofrecemos depende en gran parte el presente y el futuro de la vida consagrada. No hay fidelidad creativa, no hay posibilidad de vivir el presente con pasión y abrazar el futuro con esperanza —objetivos del Año de la vida consagrada— sin una formación de calidad y adecuada a nuestro tiempo. Por otra parte, para nosotros consagrados la formación es una urgencia tal que ya no acostumbramos a distinguir la formación inicial de la permanente, como se hacía anteriormente, sino que ahora sentimos la necesidad de hablar de formación continua. Por otro lado sentimos la urgencia de la formación de los formadores. He aquí el porqué de este congreso, que prevé la presencia de 1500 participantes, con diversas intervenciones de especialistas en el ámbito formativo y más de treinta laboratorios. Tendrá lugar también un foro interdicasterial y una mesa redonda para compartir experiencias. ¿Existen formas de colaboración con los demás dicasterios en materia de formación? Existe una buena colaboración entre los dicasterios, en especial entre el nuestro y el del clero y el de la educación católica, porque muchos religiosos son sacerdotes y también porque gran parte de los religiosos y las religiosas de todo el mundo estudian en las Universidades pontificias que dependen de la Congregación para la educación católica. Numerosos son los documentos escritos por estos dicasterios sobre el tema de la formación. Es una relación que queremos potenciar con este congreso. ¿Cómo afrontan los religiosos el desafío de la comunicación digital? Formar para un adecuado uso de los medios de comunicación es un gran desafío que tenemos ante nosotros. Los medios de comunicación digitales no son neutrales, sino que modifican la organización de nuestro cerebro, que es un órgano extremamente elástico. Numerosos estudios científicos demuestran que en la organización de las redes neuronales juega un papel decisivo nuestra actividad diaria. Un lugar de especial relieve tiene el lenguaje, que influencia de modo determinante la organización y el funcionamiento de la
mente y, como consecuencia, las tecnologías relacionadas con la comunicación. El uso de los medios de comunicación presenta algunos problemas a los cuales se debe prestar atención. El uso de internet favorece la resolución rápida de los problemas, pero no facilita el pensamiento profundo y hace más difícil la memoria a largo plazo. Este modo de interactuar podría tener consecuencias negativas sobre la disposición de los consagrados al estudio, a la meditación de la Palabra, a la introspección y a la reflexión profunda, al discernimiento. Otro problema al que no se le puede restar importancia es el del uso del tiempo. Un religioso necesita regular su vida según prioridades bien precisas. La oración, el estudio, el trabajo, la escucha de las personas, la vida fraterna en comunidad requieren gran cantidad de tiempo y de energías y sobre todo la presencia física e intelectual. Un uso insensato de los medios de telecomunicación digital podría perjudicar de modo significativo algunas de estas actividades y comprimir la vida del religioso a un nivel más virtual que real. ¿Qué se puede hacer en este ámbito? De lo dicho emerge la urgencia de una educación-formación a la responsabilidad. Somos conscientes de que también nosotros consagrados debemos enfrentarnos a un mundo que bajo el aspecto de la comunicación ya ha cambiado profundamente. Por lo que respecta a la formación ofrecida a los consagrados que quieren gestionar el desafío de la era digital considero que tanto el modelo legalista (o sea un rígido rechazo del ámbito digital) como el modelo laxista (o sea un fluido aplastamiento y un simple uniformarse con el mundo) se deben evitar. Propongo, por eso, a todos los formadores que eduquen para un uso responsable de estos medios teniendo como guía el pleno respeto de la identidad del estado de vida religiosa. No todo lo que es posible es lícito. Esto es válido para todo cristiano y, a fortiori, para el consagrado. ¿Por qué se habla de los pobres como agentes de la formación? He aquí otro gran desafío que tenemos ante nosotros: dejarnos for-
sin justicia y no hay justicia sin perdón. El mismo discurso es válido para la ecología.
mar por los pobres mismos. Ellos tienen mucho que enseñarnos, principalmente a ser solidarios, a confiar en la Providencia y a contentarnos con lo esencial. Asistir a la escuela de los pobres con corazón disponible y mente abierta, con actitud de profunda escucha, nos ayudará mucho a asimilar estos valores profundamente evangélicos. ¿Qué lugar ocupan en el ámbito formativo temas como la justicia, la paz y la tutela de la creación? Como el ámbito formativo se refiere a todo el hombre, cada tema se puede afrontar con gran interés. Sin lugar a dudas los temas de la justicia, la paz y el respeto de la creación son temas de gran actualidad. Decía Platón que el mal más grande para el hombre es cometer una injusticia y que el bien mayor es ser justos. Sócrates llega a decir que es mucho mejor sufrir una injusticia antes que cometerla. Si estas cosas podían brotar de la recta razón de un filósofo pre-cristiano, mucho más debería estar en el corazón de quien ha recibido la revelación, o sea, de cada cristiano, y aún más de los consagrados, que deben ser formados para testimoniar con la vida que no hay paz
En lo que refiere al respeto de la creación considero que se trate de un tema importantísimo en la formación de los consagrados. El hombre, en cuanto ser creado a imagen de Dios, debe recordar que es un simple administrador de la creación y no un dueño libre de usurpar y destruir el medio ambiente. El administrador debe rendir cuentas de su gestión y el Señor juzgará sus acciones. La legitimidad moral y la eficacia de los medios empleados por el administrador constituyen los criterios de dicho juicio. Ni la ciencia ni la técnica son un fin en sí mismas; lo que es técnicamente posible no es necesariamente también razonable o ético. La ciencia y la tecnología se deben poner al servicio del proyecto divino para la creación y para todas las criaturas en su conjunto, y nunca deben disminuir la identidad del hombre creado a imagen de Dios ni alterar y deslucir su altísima dignidad. Y no podemos olvidar que la creación es «signo» del Dios creador, como destacaba san Francisco da Asís en el Cántico de las criaturas. ¿Existe también en este proceso una atención especial al diálogo ecuménico y entre las religiones? En cuanto persona creada a imagen de Dios, el ser humano es capaz de tejer relaciones de comunión con el Padre y con otras personas. Pienso que una buena formación humana y espiritual es la base segura para un diálogo respetuoso con las diferencias culturales y religiosas. Jesús dialogó y se relacionó con todo tipo de personas, creyente, no creyente, judío, samaritano, pagano. Y nos mandó a predicar la buena noticia hasta los confines de la tierra sobre todo con la vida y no sólo con las palabras. Precisamente porque la formación tiende a la identificación con Cristo, con sus sentimientos, entonces uno de los objetivos de la formación es preparar a los hombres y a las mujeres del siglo XXI a ser testigos del Evangelio con las obras, para que los demás vean y den gloria a Dios. Así, pues, el diálogo ecuménico e interreligioso deberían formar parte de cada proyecto formativo normal que quiera estar en la línea del Concilio Vaticano II y dar respuestas a los desafíos del momento actual. Diálogo debe ser una palabra y una actitud fundamentales en la vida del consagrado. Por lo tanto, diálogo ecuménico e interreligioso no pueden faltar en una formación integral del consagrado. En este campo creo que aún debemos dar pasos importantes.
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En la audiencia general del miércoles 8 de abril el Papa habla del sufrimiento de los pequeños
Los niños no son un error Su grito es una acusación del sistema de los adultos A los niños «rechazados, abandonados, a quienes se les roba su infancia y su futuro», el Papa Francisco dedicó la catequesis de la audiencia general del miércoles 8 de abril, en la plaza de San Pedro. Completando la reflexión sobre la infancia iniciada el 18 de marzo pasado, el Pontífice recordó que el sufrimiento de los niños es «un grito que se eleva a Dios y que acusa al sistema que nosotros adultos hemos construido». Queridos hermanos ¡buenos días!
y
hermanas,
En las catequesis sobre la familia completamos hoy la reflexión sobre los niños, que son el fruto más bonito de la bendición que el Creador ha dado al hombre y a la mujer. Ya hemos hablado del gran don que son los niños, hoy tenemos que hablar lamentablemente de las «historias de pasión» que viven muchos de ellos. Numerosos niños desde el inicio son rechazados, abandonados, les roban su infancia y su futuro. Alguno se atreve a decir, casi para justificarse, que fue un error hacer que vinieran al mundo. ¡Esto es vergonzoso! No descarguemos sobre los niños nuestras culpas, ¡por favor! Los niños nunca son «un error». Su hambre no es un error, como no lo es su
pobreza, su fragilidad, su abandono —tantos niños abandonados en las calles; y no lo es tampoco su ignorancia o su incapacidad—; son tantos los niños que no saben lo que es una escuela. Si acaso, estos son motivos para amarlos más, con mayor generosidad. ¿Qué hacemos con las solemnes declaraciones de los derechos humanos o de los derechos del niño, si luego castigamos a los niños por los errores de los adultos? Quienes tienen la tarea de gobernar, de educar, pero diría todos los adultos, somos responsables de los niños y de hacer cada uno lo que puede para cambiar esta situación. Me refiero a la «pasión» de los niños. Cada niño marginado, abandonado, que vive en la calle mendigando y con todo tipo de expedientes, sin escuela, sin atenciones médicas, es un grito que se eleva a Dios y que acusa al sistema que nosotros adultos hemos construido. Y, lamentablemente, estos niños son presa de los delincuentes, que los explotan para vergonzosos tráficos o comercios, o adiestrándolos para la guerra y la violencia. Pero también en los países así llamados ricos muchos niños viven dramas que los marcan de modo significativo, a causa de la crisis de la familia, de los vacíos educativos y de condiciones de vida a veces inhu-
Todo comenzó en Galilea VIENE DE LA PÁGINA 1
el amor de Jesús y que tras apenas conocerlo, dejaron todo para seguirlo. Es el lugar del enamoramiento que da origen a la primera realidad de comunión, al cuerpo místico. Esta conexión entre Galilea y la resurrección quiere significar que, apenas Jesús, al iniciar la vida pública, da a conocer su humanidad divina, revela a la vez su resurrección, el estado de plenitud en el cual humanidad y divinidad están intrínsecamente unidas. Precisamente allí, en Galilea, los apóstoles, los discípulos, habiendo vivido con Jesús, comenzaron a participar en esta plenitud humana, constitu-
yendo la célula viva del primer núcleo de comunión. Piedra fundacional de un estado de relación entre seres humanos en los que circula el amor. Este primer núcleo es la Iglesia, la nueva asamblea que reunirá hombres y mujeres de diversas razas, pueblos, religiones, o sea ya no unidos por vínculos de sangre y cuyo cuerpo tendrá que distinguirse en el seno del tejido social por mostrarse ajeno a relaciones de posesión, dependencia y violencia. Esta comunión se convierte inmediatamente en un fuego vivo que atrae, expande el Espíritu, el amor de Jesús que obra en ella, pero sabemos también cuánta humana pesadez asume con el pasar de los siglos y de los milenios.
manas. En cada caso son infancias violadas en el cuerpo y en el alma. ¡Pero a ninguno de estos niños los olvida el Padre que está en los cielos! ¡Ninguna de sus lágrimas se pierde! Como tampoco se pierde nuestra responsabilidad, la responsabilidad social de las personas, de cada uno de nosotros, y de los países. En una ocasión Jesús reprendió a sus discípulos porque alejaban a los niños que los padres le llevaban para que los bendijera. Es conmovedora la narración evangélica: «Entonces le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: “Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos”. Les impuso las manos y se marchó de allí» (Mt 19, 13-15). Qué bonita esa confianza de los padres, y esa respuesta de Jesús. ¡Cuánto quisiera que esta página se convirtiera en la historia normal de todos los niños! Es verdad que gracias a Dios los niños con graves dificultades encuentran con mucha frecuencia padres extraordinarios, dispuestos a todo tipo de sacrificios y a toda generosidad. ¡Pero estos padres no deberían ser dejados solos! Deberíamos acompañar su fatiga, pero también ofrecerles momentos de alegría compartida y de alegría sin preocupaciones, para que no se vean ocupados sólo en la routine terapéutica. Cuando se trata de los niños, en todo caso, no se deberían oír esas fórmulas de defensa legal profesionales, como: «después de todo, nosotros no somos una entidad de beneficencia»; o también: «en su privacidad, cada uno es libre de hacer lo que quiere»; o incluso: «lo sentimos, no podemos hacer nada». Estas palabras no sirven cuando se trata de los niños. Con demasiada frecuencia caen sobre los niños las consecuencias de vidas desgastadas por un trabajo precario y mal pagado, por horarios
insostenibles, por transportes ineficientes... Pero los niños pagan también el precio de uniones inmaduras y de separaciones irresponsables: ellos son las primeras víctimas, sufren los resultados de la cultura de los derechos subjetivos agudizados, y se convierten luego en los hijos más precoces. A menudo absorben violencias que no son capaces de «digerir», y ante los ojos de los grandes se ven obligados a acostumbrarse a la degradación. También en esta época nuestra, como en el pasado, la Iglesia pone su maternidad al servicio de los niños y de sus familias. A los padres y a los hijos de este mundo nuestro les da la bendición de Dios, la ternura maternal, la reprensión firme y la condena determinada. Con los niños no se juega. Pensad lo que sería una sociedad que decidiese, una vez por todas, establecer este principio: «Es verdad que no somos perfectos y que cometemos muchos errores. Pero cuando se trata de los niños que vienen al mundo, ningún sacrificio de los adultos será considerado demasiado costoso o demasiado grande, con tal de evitar que un niño piense que es un error, que no vale nada y que ha sido abandonado a las heridas de la vida y a la prepotencia de los hombres». ¡Qué bella sería una sociedad así! Digo que a esta sociedad mucho se le perdonaría de sus innumerables errores. Mucho, de verdad. El Señor juzga nuestra vida escuchando lo que le refieren los ángeles de los niños, ángeles que «están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial» (cf. Mt 18, 10). Preguntémonos siempre: ¿qué le contarán a Dios de nosotros esos ángeles de los niños?
Los tuits en @Pontifex_es 2 ABR [12.00 PM] Jesús lava los pies a los apóstoles. ¿Estamos dispuestos a servir también nosotros así a los demás? 3 ABR [12.00 PM] La Cruz de Cristo no es una derrota: la Cruz es amor y misericordia 5 ABR [10.10 AM] ¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo vive y camina con nosotros! 6 ABR [11.11 AM] Señor, ayúdanos a vivir la virtud de la magnanimidad, para poder amar sin límites 9 ABR [11.09 AM] Señor, concédenos la gracia de las lágrimas, para llorar por nuestros pecados y recibir tu perdón