Osservatore Romano. Edición en español del 22-5-15

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L’OSSERVATORE ROMANO EDICIÓN SEMANAL Unicuique suum Año XLVII, número 21 (2.416)

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22 de mayo de 2015

Cuatro mujeres canonizadas por el Papa Francisco que lanza un llamamiento por la paz en Burundi y en Tierra Santa

El secreto de los santos

«Permanecer en Cristo, unidos a Él como los sarmientos a la vid, para dar mucho fruto»: este es «el secreto de los santos» que el Papa Francisco indicó a los fieles que, el domingo 17 de mayo en la plaza de San Pedro, participaron en la misa de canoniza-

Dios y en su amor, para anunciar con la palabra y con la vida la resurrección de Jesús, testimoniando la unidad entre nosotros y la caridad con todos». Su «luminoso ejemplo también interpela nuestra vida cristiana», recordó a los fieles durante la ce-

El Pontífice a los consagrados de Roma

Mujeres en tensión LUCETTA SCARAFFIA ¿Cómo «es posible valorar la presencia de la mujer, y en especial de la mujer consagrada, en la Iglesia»? Con estas palabras dirigidas a los consagrados —donde, como él mismo destacó, las mujeres constituyen el ochenta por ciento— el Papa Francisco una vez más da a entender con su habitual franqueza qué importante es para él definir de modo innovador el papel de las mujeres en la vida de la Iglesia. De ello habla en casi todas de sus intervenciones y, poco a poco, su idea al respecto se revela de una manera cada vez más clara. Se trata de un pensamiento revolucionario que no debe nada a las ideologías que se consolidaron en el mundo laico, sino que desciende directamente de la tradición cristiana, incluso motivada indudablemente por los cambios ocurridos en la sociedad occidental, donde hoy las mujeres gozan de los mismos derechos y las mismas posibilidades que los hombres. Es un tema que Bergoglio ya había puesto sobre la mesa al inicio de su pontificado, diciendo que se necesitaba profundizar una teología de la mujer. Así, dejaba claro inmediatamente que no tenía intención de leer la cuestión en términos de poder, sino de cambio profundo del sentir de la Iglesia. Un cambio que tenía que llegar hasta las raíces del pensamiento teológico, y tenía que llegar a transformar totalmente la percepción de la mujer en el mundo clerical, algunas veces incluso entre las mujeres mismas. En el diálogo con las religiosas y los religiosos de Roma, esta posición surgió nuevamente, mucho más en concreto: «Cuando me dicen: “¡No! En la Iglesia las mujeres deben ser jefes de

dicasterio, por ejemplo”. Sí, pueden, en algunos dicasterios pueden; pero esto que pides es un simple funcionalismo. Eso no es redescubrir el papel de la mujer en la Iglesia. Es más profundo y va por este camino. Sí, que haga estas cosas, que se les promueva —ahora en Roma hay una que es rectora de una universidad, y eso es bueno—; pero esto no es el triunfo. No, no. Esto es una gran cosa, es una cosa funcional; pero lo esencial del papel de la mujer —lo diré en términos no teológicos— es hacer que ella exprese su genio femenino». Esta es la transformación que el Papa

Las nubes, los muros, el mundo

ción de cuatro mujeres: Juana Emilia de Villeneuve, fundadora de la congregación de las Hermanas de la Inmaculada Concepción de Castres; María Cristina de la Inmaculada Concepción, fundadora de la congregación de las Hermanas Víctimas Expiadoras de Jesús Sacramentado; María Alfonsina Danil Ghattas, fundadora de la congregación de las Hermanas del Santísimo Rosario de Jerusalén, y María de Jesús Crucificado, religiosa profesa de la Orden de las Carmelitas Descalzas. En la homilía el Pontífice volvió a proponer sintéticamente las figuras y los carismas de las cuatro nuevas santas, especificando el hilo conductor en la voluntad de «permanecer en

lebración, antes de lanzar un llamamiento por «el amado pueblo de Burundi, que está viviendo un momento delicado». Que el Señor —deseó al introducir la oración del Regina caeli al término de la misa— ayude a todos a huir de la violencia y a actuar responsablemente por el bien del país». PÁGINAS 8

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Detectar los objetivos y la presión que oprime

Para que nuestra vida no sea una caricatura PABLO D’ORS

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A la Conferencia episcopal italiana

Con las escuelas italianas

Con voz clara contra la corrupción

Construyamos la paz

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DISCURSO

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pide para las mujeres y que tiene como consecuencia considerar finalmente interesante, importante, lo que las mujeres piensan, dicen, escriben. Bergoglio propone, en esencia, que la Iglesia, hasta ahora dirigida y pensada sólo por los hombres, comience finalmente a respirar con sus dos pulmones, es decir, escuchando y dando importancia al punto de vista de las mujeres. Y es obvio que las primeras que tienen que ser valoradas son las religiosas, que —lo recuerda— son «figura» de la Iglesia. SIGUE EN LA PÁGINA 3


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viernes 22 de mayo de 2015, número 21

Detectar los objetivos y la presión que oprime

Para que nuestra vida no sea una caricatura PABLO D’ORS Las principales amenazas a la vida interior son el afán de rendimiento y la comparación con los demás. Me atrevería a decir que éstas son las principales causas por las que sufrimos: pensar que no somos dignos sin rendir y tender a comparar lo propio con lo ajeno. Por lo que se refiere a la tendencia a compararse, debo decir está mucho más extendida de lo que estamos dispuestos a confesar. Admitir celos o la envidia es siempre muy difícil, pues revela dos sentimientos lamentables. Uno: que no estás contento contigo mismo. Y dos: que te alegras con el mal ajeno. Casi nadie admite que algo así le sucede, pero todos, de un modo u otro, estamos aquejados por estos males. Quien ama, en cambio, se alegra necesariamente del bien del ser amado. La ausencia de esta alegría revela —es así de sencillo— la falta de ese amor. ¿Y cómo se vence la tendencia a compararse? Esta es una buena pregunta. Y la respuesta es: estando en

Eugène Delacroix, «El buen samaritano» (1849)

el presente. Si estás en el presente, no te compararás. El presente es lo suficientemente rico y entretenido como para impedir que uno se distraiga con tonterías. En cuanto te estás comparando, has salido del presente. La meditación o trabajo interior es una escuela para estar en el aquí y ahora, esto es, en la Presencia. No estoy diciendo que no sea necesario y bueno auto-superarse, es decir, ponerse metas para el futuro. La auto-superación nos infunde un necesario dinamismo para el crecimiento. El afán de rendimiento, en cambio, es pernicioso porque exalta el valor de la utilidad en detrimento del de la gratuidad, y porque somete

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al hombre a una auto-presión que, con frecuencia, llega a cotas intolerables. Desde este planteamiento, no es raro escuchar que el hombre está en este mundo para producir. Que tanto valemos cuanto producimos. Que el ser sólo tiene valor en razón de la cantidad y calidad de lo que produce. La interiorización de esta forma de pensar ha devastado enteros campos de felicidad. Millones de hombres y de mujeres se definen en razón de sus logros o fracasos, lo que resulta terrible y devastador. La presión del rendimiento es perniciosa porque, al estar tan centrado en la meta que se quiere conseguir, todo lo demás va perdiendo su importancia hasta casi dejar de existir. Es así como una ambición personal —inicialmente legítima— hace de nosotros seres monstruosos, completamente ajenos al drama de los demás. Tener una meta personal es importante, desde luego; pero vivir exclusivamente para esa meta, obsesionado con su consecución, termina por hacer de nuestra vida una caricatura de lo que debería ser. La consecuencia es clara: hemos de protegernos de nuestras propias metas. Hay que introducir al otro en la propia vida, aunque sólo sea como higiene personal. Sin confrontarnos con el mundo, el yo se engolfa y acaba perdido. La vida sana está en el equilibrio. La vida es un arte precisamente porque requiere conjugar varios factores. El espíritu humano se entristece y hasta se envilece si vive para una sola cosa. Es lo que viene a contarnos la parábola del buen samaritano (Lc 10, 30-37). Lo que sucede al sacerdote que bajaba de Jerusalén a Jericó es que, bajo la presión del rendimiento a la que estaba sometido, no vio al hombre molido a palos que, en el camino, reclamaba su ayuda. Le vio externamente, claro, pero no internamente, pues no se puso en su lugar. Lo mismo le sucedió al segundo transeúnte, pero no al tercero, el samaritano. ¿Por qué? ¿No estaba ese tercer hombre sometido a la presión del rendimiento? ¿Lo estaba pero su presión era menos que la de los dos anteriores? ¡Dejémonos de cuentos chinos! Su presión era igual que la de cualquier otro, pero estaba entrenado para no dejarse vencer por ella. De ahí que se parase, atendiese al necesitado, le llevase a un lugar donde cuidaran de él y luego, no antes, prosiguiera su camino con sus presiones. El problema de las presiones internas es que no vemos verdaderamente el mundo; sólo vemos realmente mediante el olvido de sí. Ese olvido, esa desconexión de uno mismo, no es fácil. Pero no hay amor que no pase por ahí. Si queremos vivir para el amor no hay otro camino, que yo sepa, que el de la negación de uno mismo o el olvido de sí. Toda aventura interior auténtica conduce a ese fin.

GIOVANNI MARIA VIAN director

Giuseppe Fiorentino subdirector

Concierto en el aula Pablo

VI

para sostener la caridad del Papa

Los últimos en primera fila Refugiados, sin techo, ancianos, discapacitados: jueves 14 de mayo, las primerísimas filas del aula Pablo VI fueron todas para ellos. Precisamente los lugares normalmente reservados a las autoridades fueron, en efecto, asignados a un «pueblo» —dos mil personas— emocionado y feliz por este nuevo regalo del Papa: una entrada para el concierto organizado, justamen-

El saludo a los organizadores

Sembrar alegría El miércoles 13 de mayo, por la mañana, el Papa recibió en audiencia a los organizadores del concierto para los pobres que tuvo lugar el jueves 14 de mayo. Buenos días a todos y os agradezco esta visita. Doy gracias por todo lo que habéis hecho, hacéis y haréis por este concierto que nos une. La música tiene esta capacidad de unir las almas y unirnos con el Señor, siempre nos transporta... es horizontal y también vertical, va hacia lo alto y nos libera de las angustias. Incluso la música triste, pensemos en esos adagios de lamentación, también esta nos ayuda en los momentos de dificultad. Os agradezco mucho porque nos hará bien a todos un poco de espíritu en medio a la especulación material que siempre nos rodea y empequeñece, nos quita la alegría. Y como creyentes tenemos la alegría de un Padre que nos ama a todos y la alegría de poder crear comunión fraterna con todos. Pero esta alegría vosotros la sembráis ahora con este concierto. Será un concierto para sembrar alegría, no una alegría divertida de un momento, no: la semilla permanecerá allí, en el alma de todos, y hará mucho bien a todos. Os doy las gracias por el bien que hacéis, muchas gracias, de corazón.

TIPO GRAFIA VATICANA EDITRICE L’OSSERVATORE ROMANO don Sergio Pellini S.D.B. director general

Marta Lago

Servicio fotográfico photo@ossrom.va

redactor jefe de la edición

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te, para sostener las obras de solidaridad del Papa Francisco. Si bien el ingreso fue gratuito para todos, en los asientos de las filas ubicadas más atrás, los espectadores encontraron un sobre blanco con la inscripción «donativo», que después entregaron al arzobispo limosnero Konrad Krajewski, presente junto con el jefe de oficina de la Limosnería, monseñor Diego Giovanni Ravelli. De fragmentos de la «Divina Comedia» (un homenaje a Dante Alighieri por los 750 años de su nacimiento) a los cantos pascuales, la orquesta filarmónica salernitana Giuseppe Verdi, dirigida por el maestro israelí Daniel Oren, y el coro de la diócesis de Roma, conducido por monseñor Marco Frisina, propusieron dos horas de gran música: «con los pobres y para los pobres».

Nuevo presidente del CELAM El cardenal Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá, guiará los próximos cuatro años (20152019) el Consejo episcopal latinoamericano (CELAM). Las elecciones tuvieron lugar durante la trigésima quinta asamblea ordinaria, que concluyó el viernes 15 de mayo en Santo Domingo. Son veintidós las Conferencias episcopales que integran el CELAM. El cardenal Salazar Gómez, sucede a monseñor Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Tlalnepantla (México). La asamblea del Consejo episcopal latinoamericano designó además primer vicepresidente a monseñor Carlos María Collazzi Irazábal, obispo de Mercedes (Uruguay), y segundo vicepresidente a monseñor José Belisário da Silva, arzobispo de São Luis do Maranhão (Brasil). Durante los trabajos se afrontaron numerosos temas: en especial, el balance del último cuatrienio, las prioridades pastorales para el continente de 2015 a 2019 y el fenómeno de la emigración.

Tarifas de suscripción: Italia - Vaticano: € 58.00; Europa (España + IVA): € 100.00 - $ 148.00; América Latina, África, Asia: € 110.00 - $ 160.00; América del Norte, Oceanía: € 162.00 - $ 240.00. Administración: 00120 Ciudad del Vaticano, teléfono + 39 06 698 99 480, fax + 39 06 698 85 164, e-mail: suscripciones@ossrom.va. En México: Arquidiócesis primada de México. Dirección de Comunicación Social. San Juan de Dios, 222-C. Col. Villa Lázaro Cárdenas. CP 14370. Del. Tlalpan. México, D.F.; teléfono + 52 55 5594 11 25, + 52 55 5518 40 99; e-mail: losservatore@prodigy.net.mx, or.mexico@ossrom.va. En Argentina: Arzobispado de Mercedes-Luján; calle 24, 735, 6600 Mercedes (B), Argentina; teléfono y fax + 2324 428 102/432 412; e-mail: osservatoreargentina@yahoo.com. En Perú: Editorial salesiana, Avenida Brasil 220, Lima 5, Perú; teléfono + 51 42 357 82; fax + 51 431 67 82; e-mail: editorial@salesianos.edu.pe.


número 21, viernes 22 de mayo de 2015

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Diálogo del Pontífice con los consagrados de la diócesis de Roma

Las nubes, los muros, el mundo Publicamos la traducción de las respuestas del Papa Francisco a las preguntas que le presentaron el sábado 16 de mayo, al mediodía, en el aula Pablo VI, durante el encuentro con los consagrados y consagradas de la diócesis de Roma. La primera pregunta la presentó la hermana Fulvia Sieni, agustina del monasterio de los Santos Cuatro Coronados: «Los monasterios viven un delicado equilibrio entre vida oculta y visibilidad, clausura y participación en la vida diocesana, silencio orante y Palabra que anuncia. ¿De qué modo un monasterio urbano puede enriquecerse y dejarse enriquecer por la vida espiritual de la diócesis y por otras formas de vida consagrada manteniéndose firme en sus normas monásticas? Usted habla de un delicado equilibrio entre vida oculta y visibilidad. Yo diré algo más: una tensión entre vida oculta y visibilidad. La vocación monástica es esta tensión, tensión en el sentido vital, tensión de fidelidad. El equilibrio se puede entender cómo «equilibramos, tanto de esta parte como de la otra...». En cambio, la tensión es la llamada de Dios hacia la vida oculta y la llamada de Dios a hacerse visibles de un cierto modo. ¿Pero cómo debe ser esa visibilidad y cómo debe ser esa vida oculta? Es la tensión que vosotras vivís en vuestra alma. Y esta es vuestra vocación: sois mujeres «en tensión»: en tensión entre esta actitud de buscar al Señor y ocultarse en el Señor, y esta llamada a dar un signo. Los muros del monasterio no son suficientes para dar ese signo. Recibí una carta, hace 6-7 meses, de una religiosa de clausura que había comenzado a trabajar con los pobres, en la portería; y luego salió a trabajar afuera con los pobres; y luego siguió adelante, más y más, y al final dijo: «Mi clausura es el mundo». Yo le respondí: «Dime, querida, ¿tú tienes reja portátil?». Esto es un error. Otro error es no querer percibir nada, ver nada. «Padre, ¿pueden entrar las noticias en el monasterio?». ¡Deben! Pero no las noticias —digamos— de los medios de comunicación «de cotilleo»; las noticias de lo que sucede en el mundo, las noticias —por ejemplo— de las guerras, de las enfermedades, del sufrimiento de la gente. Por ello una de las cosas que nunca, nunca, debéis dejar es un tiempo para escuchar a la gente. Incluso en las horas de contemplación, de silencio... Algunos monasterios tienen la secretaría telefónica y la gente llama, pide oración por esto, por lo otro: esa conexión con el mundo es importante. En algunos monasterios se mira el telediario; no lo sé, esto es discernimiento de cada monasterio, según la regla. A otros llega el periódico, se lee; en otros se se hace esta conexión de otra forma. Pero siempre es importante la conexión con el mundo: saber qué sucede. Porque vuestra vocación no es un refugio; es ir precisamente al campo de batalla, es lucha, es llamar al corazón del Señor en favor de esa ciudad. Es como Moisés, que mantenía las manos elevadas, rezando,

mientras que el pueblo combatía (cf. Ex 17, 8-13). Numerosas gracias llegan del Señor en esta tensión entre la vida oculta, la oración y estar atentos a las noticias de la gente. En esto la prudencia, el discernimiento, os hará comprender cuánto tiempo se dedica a una cosa y cuánto tiempo a otra. Hay también monasterios que ocupan media hora al día, una hora al día, para dar de comer a quienes se acercan a pedirlo; y esto no va contra la vida oculta en Dios. Es un servicio, es una sonrisa. La sonrisa de las religiosas de clausura abre el corazón. La sonrisa de las religiosas de clausura alimenta más que el pan a quienes acuden a ellas. Esta semana te toca a ti dar de comer durante esa media hora a los pobres que piden también un bocadillo. Quien esto, quien lo otro: esta semana te toca a ti sonreír a los necesitados. No os olvidéis de esto. A una religiosa que no sabe sonreír le falta algo. En el monasterio hay problemas, luchas —como en toda familia—, pequeñas luchas, algún celo, esto, lo otro... Y esto nos hace entender cuánto sufre la gente en las familias, las luchas en las familias; cuando discuten marido y mujer y cuando hay celos; cuando se separan las familias... Cuando también vosotros tenéis este tipo de prueba —siempre están estas cosas—, percibir que ese no es el camino y ofrecer al Señor, buscando una senda de paz, dentro del monasterio, para que el Señor construya la paz en las familias, entre la gente. «Pero, dígame Padre, nosotros leemos a menudo que en el mundo, en la ciudad, hay corrupción, ¿también en los monasterios puede haber corrupción?». Sí, cuando se pierde la memoria. Cuando se pierde la memoria. La memoria de la vocación, del primer encuentro con Dios, del carisma que fundó el monasterio. Cuando se pierde esta memoria y el espíritu comienza a ser mundano, piensa cosas mundanas y se pierde el celo de la oración de intercesión por la gente. Tú has dicho una palabra bella, bella, bella: «El monasterio está presente en la ciudad, Dios está en la ciudad y nosotros percibimos el bullicio de la ciudad». Estos ruidos, que son ruidos de vida, rumores de los problemas, rumores de mucha gente que va a trabajar, que regresa del trabajo, que piensa estas cosas, que ama...; este bullicio os debe impulsar a todos a luchar con Dios, con la valentía que tenía Moisés. Acuérdate cuando Moisés estaba triste porque el pueblo iba por un camino equivocado. El Señor perdió la paciencia y dijo a Moisés: «Destruiré a este pueblo. Pero tú permanece tranquilo, te haré jefe de otro pueblo». ¿Qué dijo Moisés? ¿Qué dijo? «¡No! Si tú destruyes a este pueblo, me destruyes también a mí» (cf. Ex 32, 9-14). Este vínculo con tu pueblo es la ciudad. Decir al Señor: «Esta es mi ciudad, es mi pueblo. Son mis hermanos y mis hermanas». Esto quiere decir dar la vida por el pueblo. Este delicado equilibrio, esta delicada tensión significa todo esto. No sé como lo hacéis vosotras agustinas de los Santos Cuatro Co-

ronados: ¿existe la posibilidad de recibir personas en el locutorio...? ¿Cuántas rejas tenéis? ¿Cuatro o cinco? O ya no existe la reja... Es verdad que se puede deslizar hacia algunas imprudencias, dejar tanto tiempo para hablar —santa Teresa dice muchas cosas sobre esto—, pero ver vuestra alegría, ver el compromiso de la oración, de la intercesión, hace mucho bien a la gente. Y vosotras, tras una media hora de conversación, volvéis al Señor. Esto es muy importante, muy importante. Porque la clausura siempre necesita esta conexión humana. Esto es muy importante. La pregunta final es: ¿cómo puede un monasterio enriquecer y dejarse enriquecer por la vida espiritual de la diócesis y de las demás formas de vida consagrada, manteniéndose firme en sus normas monásticas? Sí, la diócesis: rezar por el obispo, los obispos auxiliares y los sacerdotes. Hay buenos confesores por todos lados. Algunos no tan buenos... Pero los hay buenos. Yo sé de sacerdotes que van a los monasterios a escuchar qué dice una religiosa, y hacéis mucho bien a los sacerdotes. Rezad por los sacerdotes. En este delicado equilibrio, en esta delicada tensión

Mujeres en tensión VIENE DE LA PÁGINA 1

Mujeres que el Pontífice describe con una expresión nueva, jamás aplicada hasta ahora a las monjas o a las religiosas, a quienes se les prefiere pensar obedientes y sumisas: mujeres «en tensión». Y el Papa Francisco les abre un camino que —si bien no es nuevo— ha sido siempre poco o nada reconocido: el de directora espiritual. Sabemos que en la historia de la Iglesia son muchas las mujeres que lo ejercieron, comenzando por santas como Hildegarda, Catalina y Teresa. Pero se prefirió siempre pensar que los religiosos vinculados a ellas por una relación espiritual se limitaran a escuchar a través de sus palabras el mensaje de Dios. Como si fueran sólo un canal de transmisión, carente de pensamiento y voluntad. Bergoglio, en cambio, se refiere a la experiencia de ellas, a su sabiduría: cualidades personales que crecieron con el tiempo, en el curso de un camino espiritual personal. Se trata de otra novedad —no por descontada— que el Papa Francisco propone para la reflexión y ofrece como brújula para un cambio cada vez más necesario y urgente.

está también la oración por los sacerdotes. Pensad en santa Teresa del Niño Jesús... Rezar por los sacerdotes, pero también escuchar a los sacerdotes, escucharlos cuando se acercan, en esos minutos en el locutorio. Escuchar. Yo conozco muchos, muchos sacerdotes que —permitidme la palabra— se desahogan hablando con una religiosa de clausura. Y luego la sonrisa, la palabrita y la seguridad de la oración de la religiosa los renueva y vuelven a la parroquia felices. No sé si he respondido... La segunda pregunta la hizo Iwona Langa, del Ordo virginum, Casa-familia Ain Karim: «El matrimonio y la virginidad cristiana son dos modos para realizar la vocación al amor. Fidelidad, perseverancia, unidad del corazón, son compromisos y desafíos tanto para los esposos cristianos como para nosotros consagrados: ¿cómo iluminar el camino los unos de los otros, los unos para los otros, y caminar juntos hacia el Reino?». Mientras que la primera religiosa, hermana Fulvia Sieni, estaba —digamos— «en la cárcel», esta otra religiosa está... «en el camino». Las dos llevan la Palabra de Dios a la ciudad. Usted planteaba una hermosa pregunta: «El amor en el matrimonio y el amor en la vida consagrada, ¿es el mismo amor?». ¿Cuenta con las cualidades de perseverancia, de fidelidad, de unidad, de corazón? ¿Hay compromisos y desafíos? Por ello a las consagradas se las llama esposas del Señor. Se casan con el Señor. Yo tenía un tío cuya hija se hizo religiosa y decía: «Ahora yo soy suegro del Señor. Mi hija se casó con el Señor». En la consagración femenina hay una dimensión esponsal. En la consagración masculina también: al obispo se le llama «esposo de la Iglesia», porque ocupa el lugar de Jesús, esposo de la Iglesia. Pero esta dimensión femenina —voy un poco fuera de la pregunta, para luego volver a ella— en las mujeres es muy importante. Las religiosas son el icono de la Iglesia y de la Virgen. No olvidéis que la Iglesia es femenina: no es el Iglesia, es la Iglesia. Y por ello la Iglesia es esposa de Jesús. Muchas veces olvidamos esto; y olvidamos este amor maternal de la religiosa, porque el amor de la Iglesia es maternal; este amor maternal de la religiosa, porque el amor de la Virgen es maternal. La fidelidad, la expresión del amor de la mujer consagrada, debe —pero no como un deber, sino por connaturalidad— reflejar la fidelidad, el amor, SIGUE EN LA PÁGINA 4


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Diálogo con los consagrados de la diócesis de Roma VIENE DE LA PÁGINA 3

la ternura de la Madre Iglesia y de la Madre María. Una mujer que no entra, para consagrarse, por este camino, al final se equivoca. La maternidad de la mujer consagrada. Pensar mucho en esto. Cómo es maternal María y cómo es maternal la Iglesia. Y tú preguntabas: ¿cómo iluminar el camino los unos de los otros, los unos para los otros, y caminar hacia el Reino? El amor de María y el amor de la Iglesia es un amor concreto. La realidad concreta es la calidad de esta maternidad de las mujeres, de las religiosas. Amor concreto. Cuando una religiosa comienza con las ideas, demasiadas ideas, demasiadas ideas... ¿Qué hacía santa Teresa? ¿Qué consejo daba santa Teresa, la grande, a la superiora? «Le dé un bistec y luego hablamos». Hacer que baje a la realidad. La realidad concreta. Y la realidad concreta del amor es muy difícil. Es muy difícil. Y aún más cuando se vive en comunidad, porque los problemas de la comunidad todos los conocemos: los celos, las habladurías; que esta superiora es esto, que la otra es lo otro... Estas cosas son cosas concretas, pero no son buenas. La realidad concreta de la bondad, del amor, que perdona todo. Si tiene que decir una verdad, que la diga de frente, pero con amor; reza antes de hacer una corrección y luego pide al Señor que siga adelante con la corrección. ¡Es el amor concreto! Una religiosa no puede permitirse un amor sobre las nubes; no, el amor es concreto. Y, ¿cómo es la realidad concreta de la mujer consagrada? ¿Cómo es? Puedes encontrarla en dos pasajes del Evangelio. En las Bienaventuranzas: te dicen lo que tienes que hacer. Jesús, el programa de Jesús, es concreto. Muchas veces pienso que las Bienaventuranzas son la primera encíclica de la Iglesia. Es verdad, porque todo el programa está ahí. Y luego lo concreto lo encuentras en el protocolo a partir del cual todos nosotros seremos juzgados: Mateo 25. La realidad concreta de la mujer consagrada está ahí. Con estos dos pasajes tú puedes vivir toda la vida consagrada; con estas dos reglas, con estas dos cosas concretas, haciendo estas cosas concretas. Y haciendo estas cosas concretas puedes llegar también a un grado, a un nivel de santidad y oración muy grande. Pero lo concreto es necesario: el amor es concreto. Y vuestro amor de mujeres es un amor maternal concreto. Una mamá jamás habla mal de los hijos. Pero si tú eres una consagrada, en un convento o en una comunidad laical, tú tienes esta consagración maternal y no te es lícito criticar a las demás consagradas. No. Disculparlas siempre, siempre. Es hermoso ese pasaje de la autobiografía de santa Teresa del Niño Jesús, cuando encontraba a la hermana que la odiaba. ¿Qué hacía? Sonreía y seguía adelante. Una sonrisa de amor. ¿Y qué hacía cuando tenía que acompañar a la hermana que siempre estaba descontenta, porque cojeaba de las dos piernas y la pobre estaba enferma? ¿Qué hacía? ¡Hacía lo mejor! La acompañaba bien y luego le cortaba también el pan, le hacía algo de más. Pero ja-

más la crítica oculta. Eso destruye la maternidad. Una mamá que critica, que habla mal de sus hijos no es madre. Creo que se dice «matrigna» en italiano... No es madre. Yo te diré esto: el amor —y tú ves que es también conyugal, es la misma figura, la figura de la maternidad en la Iglesia— es la realidad concreta. La realidad concreta. Os aconsejo hacer este ejercicio: leer con frecuencia las Bienaventuranzas y Mateo 25, el protocolo del juicio. Esto hace mucho bien para hacer concreto el Evangelio. No lo sé, ¿terminamos aquí?

to, vuelve a casa y haz fiesta. Haz fiesta e invita a los que no tienen familia, invita a los esclavos, a los que no son libres, también invita al vecino a la fiesta... La fiesta es una categoría teológica de la vida. Y no se puede vivir la vida consagrada sin esta dimensión festiva. Se hace fiesta. Pero hacer fiesta no es lo mismo que hacer ruido, bullicio... Hacer fiesta es lo que dice el pasaje que cité. Recordadlo: Deuteronomio 26. Al final hay una oración: es la alegría de recordar todo lo que el Señor hizo por nosotros; todo lo que me dio; también el fruto por el cual trabajé y hago fiesta. En las comunidades, también en las parroquias coLa tercera pregunta la presentó el pa- mo en tu caso, donde no se hace dre Gaetano Saracino, misionero esca- fiesta —cuando se tiene ocasión de labriniano, párroco del Santísimo Re- hacerla— falta algo. Son demasiado dentor: ¿Cómo poner en común y hacer rígidos: «Nos hará bien a la disciplifructificar los dones de los cuales son na». Todo ordenado: los niños haportadores los diversos carismas en esta cen la Comunión, bellísima, se da Iglesia local tan rica de talentos? A una buena catequesis... Pero falta almenudo es difícil incluso sólo la comu- go: ¡falta ruido, falta sonido, falta nicación de los diversos itinerarios, so- fiesta! Falta el corazón festivo de mos incapaces de aunar fuerzas entre una comunidad. La fiesta. Algunos congregaciones, parroquias, otros orga- escritores espirituales dicen que tamnismos pastorales, asociaciones y movi- bién la Eucaristía, la celebración de mientos laicales, casi como si hubiese la Eucaristía es una fiesta: sí, tiene competitividad en lugar de servicio una dimensión festiva al conmemocompartido. A veces, además, nosotros rar la muerte y la resurrección del Señor. Esto no he querido dejarlo pasar, porque no estaba precisamente en tu pregunta, sino en tu reflexión interior. Y luego hablas de la competitividad entre esta parroquia y la otra, esta congregación y esa otra... Una de las cosas más difíciles para un obispo es crear armonía en la diócesis. Y tú dices: «Para el obispo, ¿los religiosos son tapa agujeros?». Algunas veces puede ser que sí... Pero yo te hago otra pregunta: Cuando te nombren obispo a ti, por ejemplo —ponte en el sitio del obispo—, tienes una parroquia, con un buen párroco religioso; tres años después viene el provincial y te dice: «A este lo cambio y en su lugar te envío a otro». También los obispos sufren por esa actitud. Muchas veIvan Kramskoy «La oración de Moisés» (1861) ces —no siempre, porque hay religiosos que entran en consagrados nos sentimos como “tapa diálogo con el obispo— nosotros tenemos que hacer nuestra parte. «Heagujeros”. ¿Cómo “caminar juntos”?». mos tenido un capítulo y el capítulo Yo estuve en esa parroquia y co- decidió esto...». Muchas religiosas y nozco lo que hace este sacerdote re- religiosos se pasan la vida si no es volucionario: trabaja bien. Trabaja en capítulos, en versículos... Pero se bien. Tú has comenzado a hablar de la pasan siempre así. Yo me tomo la la fiesta. Es una de las cosas que no- libertad de hablar así porque soy sotros cristianos olvidamos: la fiesta. obispo y soy religioso. Y comprendo Y la fiesta es una categoría teológi- a ambas partes, y entiendo los proca, está también en la Biblia. Cuan- blemas. Es verdad: la unidad entre do volváis a casa, leed Deuterono- los diversos carismas, la unidad del mio 26. Allí Moisés, en nombre del presbiterio, la unidad con el obisSeñor, dice lo que deben hacer los po... Y esto no es fácil encontrarlo: campesinos cada año: llevar los pri- cada uno tira hacia su interés, no dimeros frutos de la cosecha al tem- go siempre, pero existe esa tendenplo. Dice así: «Ve al templo, lleva el cia, es humana... Y hay algo de pecesto con los primeros frutos para cado detrás, pero es así. Es así. Por ofrecerlos al Señor como acción de eso la Iglesia, en este momento, está gracias». ¿Y luego? Primero, haz pensando en ofrecer un antiguo domemoria. Y hace que reciten un bre- cumento, hay que retomarlo, sobre ve credo: «Mi padre era un arameo las relaciones entre el religioso y el errante, Dios lo llamó; fuimos escla- obispo. El Sínodo del ’94 había pevos en Egipto, pero el Señor nos li- dido reformarlo, el Mutuae relationes beró y nos dio esta tierra...» (cf. Dt (14 de mayo de 1978). Han pasado 26, 5-9). Primero, la memoria. Se- muchos años y no se ha hecho. No gundo, dar el cesto al encargado. es fácil la relación de los religiosos Tercero, da gracias al Señor. Y cuar- con el obispo, con la diócesis o con

los sacerdotes no religiosos. Pero hay que comprometerse en el trabajo común. En las prefecturas, ¿cómo se trabaja a nivel pastoral en este barrio, todos juntos? Así se hace en la Iglesia. El obispo no debe usar a los religiosos como tapa agujeros, pero los religiosos no tienen que usar al obispo como si fuese el dueño de una empresa que da trabajo. No lo sé... Pero la fiesta, quiero volver al tema principal: cuando hay comunidad, sin intereses propios, siempre hay espíritu de fiesta. He visto tu parroquia y es verdad, tú sabes hacerlo. Gracias. La cuarta pregunta la presentó el padre Gaetano Greco, terciario capuchino de la Dolorosa, capellán de la cárcel de menores de Casal del Marmo: «La vida consagrada es un don de Dios a la Iglesia, un don de Dios a su pueblo. No siempre, sin embargo, este don es apreciado y valorado en su identidad y en su especificidad. A menudo las comunidades, sobre todo femeninas, en nuestra Iglesia local tienen dificultades para encontrar serios acompañantes, formadores, directores espirituales, confesores. ¿Cómo redescubrir esta riqueza? La vida consagrada para el 80% tiene un rostro femenino. ¿Cómo se puede valorizar la presencia de la mujer y en particular de la mujer consagrada en la Iglesia? El padre Gaetano en su reflexión, mientras contaba su historia, habló de la «sustitución de 2-3 semanas» que tenía que hacer en la cárcel de menores. Y está allí desde hace 45 años, creo. Lo hizo por obediencia. «Tu lugar está allí», le dijo el superior. Y con gran pesar obedeció. Luego vio que ese acto de obediencia, lo que le había pedido el superior, era voluntad de Dios. Me permito, antes de responder a la pregunta, decir una palabra acerca de la obediencia. Cuando Pablo quiere anunciarnos el misterio de Jesucristo usa esta palabra; cuando quiere comunicarnos cómo fue la fecundidad de Jesucristo, usa esta palabra: «Se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz» (cf. Flp 2, 8). Se humilló a sí mismo. Obedeció. El misterio de Cristo es un misterio de obediencia, y la obediencia es fecunda. Es verdad que como toda virtud, como cada espacio teológico, puede ser tentada de convertirse en una actitud disciplinar. Pero la obediencia en la vida consagrada es un misterio. Y así como dije que la mujer consagrada es icono de María y de la Iglesia, podemos decir que la obediencia es icono del camino de Jesús. Cuando Jesús se encarnó por obediencia, se hizo hombre por obediencia, hasta la cruz y la muerte. El misterio de la obediencia no se comprende si no es a la luz de este camino de Jesús. El misterio de la obediencia es un asemejarse a Jesús en el camino que Él quiso recorrer. Y los frutos se ven. Y doy las gracias al padre Gaetano por su testimonio en este punto, porque se dicen muchas palabras acerca de la obediencia —el diálogo previo, sí todas estas cosas son buenas, no son malas— pero, ¿qué es la obediencia? Consultad la Carta de san Pablo a los Filipenses, capítulo 2: es el misterio de Jesús. Sólo allí podemos comprender SIGUE EN LA PÁGINA 10


número 21, viernes 22 de mayo de 2015

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Apertura de la asamblea general de la Conferencia episcopal italiana

Con voz clara contra la corrupción El lunes 18 de mayo, por la tarde, el Papa Francisco abrió los trabajos de la 68ª asamblea general de la Conferencia episcopal italiana, que se extendieron hasta el jueves 21 sobre el tema «Verificación de la recepción de la exhortación apostólica Evangelii gaudium». Al aula del Sínodo, en el Vaticano, el Pontífice llegó sobre las 16.30 y, tras presidir un momento de oración comunitario, dirigió a los prelados el discurso que publicamos traducido al español y participó en el sucesivo debate que se prolongó durante casi dos horas. Queridos hermanos, ¡buenas tardes! Os saludo a todos y saludo a los nuevos nombrados tras la última Asamblea, y también a los dos nuevos cardenales, creados después de la última Asamblea. Cuando escucho este pasaje del Evangelio de san Marcos, pienso: ¡pero este san Marcos insiste con la Magdalena! Porque hasta el último momento nos recuerda que ella tenía siete demonios. Pero luego pienso: ¿cuántos he tenido yo? Y hago silencio. Quisiera ante todo expresar mi agradecimiento por este encuentro, y por el tema que habéis elegido: la exhortación apostólica Evangelii gaudium.

Bendecida por el Pontífice

La imagen de la Virgen del silencio

Que la Virgen María interceda ante el Señor, para que todos los que entran en el palacio apostólico puedan tener siempre las palabras justas. Es la intención que el Papa Francisco confió a la Virgen del silencio. La imagen, situada entre los dos ascensores en la entrada principal del palacio apostólico, en el patio de san Dámaso, fue bendecida por el Pontífice el lunes 18 de mayo por la mañana.

La alegría del Evangelio. En este momento histórico donde a menudo nos vemos bombardeados por noticias desalentadoras, por situaciones locales e internacionales que nos hacen experimentar aflicción y tribulación —en este marco realísticamente poco confortador—, nuestra vocación cristiana y episcopal es la de ir a contracorriente: o sea, ser testigos gozosos del Cristo Resucitado para transmitir alegría y esperanza a los demás. Nuestra vocación es escuchar lo que el Señor nos pide: «Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios» (Is 40, 1). En efecto, a nosotros se nos pide consolar, ayudar, alentar, sin distinción alguna, a todos nuestros hermanos oprimidos bajo el peso de sus cruces, acompañándolos, sin cansarnos jamás de trabajar para aliviarlos con la fuerza que viene sólo de Dios. También Jesús nos dice: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente» (Mt 5, 13). Es tan desagradable encontrar a un consagrado abatido, desmotivado o apagado: él es como un pozo seco donde la gente no encuentra agua para saciar su sed. Por ello hoy, al saber que habéis elegido como tema de este encuentro la exhortación Evangelii gaudium, quisiera escuchar vuestras ideas, vuestras preguntas, y compartir con vosotros algunas de mis preguntas y reflexiones. Mis interrogantes y mis preocupaciones nacen de una visión global —no sólo de Italia, global— y sobre todo de los inmumerables encuentros que he tenido en estos dos años con las Conferencias episcopales, donde he notado la importancia de lo que se puede definir la sensibilidad eclesial: o sea apropiarse de los sentimientos mismos de Cristo, de humildad, compasión, misericordia, concreción —la caridad de Cristo es concreta— y sabiduría. La sensibilidad eclesial que comporta también no ser tímidos o irrelevantes a la hora de denunciar y luchar contra una mentalidad generalizada de corrupción pública y privada que logró empobrecer, sin vergüenza alguna, a familias, jubilados, trabajadores honestos, comunidades cristianas, descartando a los jóvenes, sistemáticamente privados de todo tipo de esperanza para su futuro, y sobre todo marginando a los débiles y necesitados. Sensibilidad eclesial que, como buenos pastores, nos hace ir al encuentro del pueblo de Dios para defenderlo de las colonizaciones ideológicas que les quitan la identidad y la dignidad humanas. La sensibilidad eclesial se manifiesta también en las decisiones pastorales y en la elaboración de los Documentos —los nuestros—, donde no debe prevalecer el aspecto teorético-doctrinal abstracto, como si nuestras orientaciones no estuviesen destinadas a nuestro pueblo o a nuestro país —sino sólo a algunos estudiosos y especialistas—, en cambio, debemos perseguir el esfuerzo de traducirlas en propuestas concretas y comprensibles.

La sensibilidad eclesial y pastoral se hace concreta también al reforzar el papel indispensable de los laicos dispuestos a asumir las responsabilidades que a ellos competen. En realidad, los laicos que tienen una formación cristiana auténtica, no deberían tener necesidad del obispopiloto, o del monseñor-piloto o de un input clerical para asumir sus propias responsabilidades en todos los niveles, desde lo político a lo social, de lo económico a lo legislativo. En cambio, todos tienen necesidad del obispo pastor. Por último, la sensibilidad eclesial se revela concretamente en la colegialidad y en la comunión entre los obispos y sus sacerdotes; en la comunión entre los obispos mismos; entre las diócesis ricas —material y vocacionalmente— y la que tienen dificultades; entre las periferias y el centro; entre las conferencias episcopales y los obispos con el sucesor de Pedro. Se nota en algunas partes del mundo un generalizado debilitamiento de la colegialidad, tanto en la determinación de los planes pastorales como en compartir los compromisos programáticos económicofinancieros. Falta el hábito de verificar la recepción de programas y la realización de los proyectos, por ejemplo: se organiza un congreso o un evento que, poniendo en evidencia las conocidas voces, narcotiza a las comunidades, homologando opciones, opiniones y personas. En lugar de dejarnos transportar hacia los horizontes donde nos pide ir el Espíritu Santo. Otro ejemplo de falta de sensibilidad eclesial: ¿por qué se dejan envejecer tanto los institutos religiosos, monasterios, congregaciones, en tal medida que ya casi no son testimonios evangélicos fieles al carisma fundacional? ¿Por qué no se ponen

medios para fusionarlos antes de que sea tarde desde muchos puntos de vista? Y esto es una cuestión mundial. Me detengo aquí, después de haber querido ofrecer sólo algunos ejemplos acerca de la sensibilidad eclesial debilitada a causa de la continua confrontación con los enormes problemas mundiales y de la crisis que no ha escatimado ni siquiera la misma identidad cristiana y eclesial. Que el Señor —durante el Jubileo de la misericordia que iniciará el próximo 8 de diciembre— nos conceda «la alegría para redescubrir y hacer fecunda la misericordia de Dios, con la cual todos estamos llamados a dar consuelo a cada hombre y a cada mujer de nuestro tiempo... Encomendemos desde ahora este Año a la Madre de la misericordia, para que dirija su mirada sobre nosotros y vele sobre nuestro camino» (Homilía 13 de marzo de 2015). Esto es sólo una introducción. Ahora dejo a vosotros el tiempo para proponer vuestras reflexiones, vuestras ideas, vuestras preguntas acerca de la Evangelii gaudium y todo lo que queráis preguntar. ¡Os agradezco mucho!

El cardenal Tagle presidente de Caritas internationalis

En nombre de todos los pobres «Gracias por vuestra confianza. Mis capacidades son limitadas pero junto a vosotros, con el amor que Jesús derramó en nuestros corazones y en nombre de todos los pobres del mundo, acepto este encargo. Juntos consolidaremos la Iglesia de los pobres de modo que nuestro testimonio ayude a guiarnos hacia un mundo de justicia comprensiva, libertad auténtica y paz». Son las primeras palabras —pronunciadas por teléfono— del cardenal arzobispo de Manila, Luis Antonio Tagle, elegido, el jueves 14 de mayo, nuevo presidente de Caritas internationalis por la asamblea general que tuvo lugar en Roma. Sucede al cardenal arzobispo de Tegucigalpa, Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, que deja la presi-

dencia después de dos mandatos cuatrienales consecutivos. La vida de la Iglesia, prosiguió Tagle, se rige por tres pilares: la Palabra de Dios, los sacramentos y el servicio de la caridad. Las Cáritas pueden «colaborar juntas para ser estratégicamente más eficaces y productivas en la prevención de los desastres y estar preparadas para responder a las graves catástrofes». Los efectos del clima en los desastres naturales y el aumento del hambre en el mundo, junto a la emergencia de la pobreza y las numerosas guerras que ensangrientan el mundo, estuvieron en el centro de la asamblea de Caritas internationalis (el tema: «Una sola familia humana, cuidar la creación»), llamada a definir estrategias y programas para los próximos cuatro años.


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viernes 22 de mayo de 2015, número 21

El Papa Francisco dialoga con siete mil niños y jóvenes de las escuelas italianas

Construyamos la paz El Papa Francisco recibió en el aula Pablo VI, el lunes 11 de mayo por la mañana, a siete mil niños y jóvenes de las escuelas italianas que se sumaron a la iniciativa «La fábrica de la paz». Durante la festiva audiencia el Pontífice respondió espontáneamente a una serie de preguntas. Al inicio del encuentro Matteo habló en nombre de todos y expuso sus razones con estas palabras: «Queremos ayudarte a construir la paz en el mundo». Publicamos la traducción del diálogo del Papa con sus jovencísimos interlocutores. Queridos niños, ¡buenos días! Y queridos no-niños, ¡buenos días! He escuchado las preguntas que me habéis presentado. Las escribí aquí. Son 13. ¡Habéis sido geniales formulando las preguntas! Hablaré a partir de las preguntas que me habéis hecho. Chiara: «Peleo a menudo con mi hermana. ¿Tú has peleado con tu familia?».

Es una pregunta real. Me veo tentado de hacer esta pregunta: Levante la mano quien nunca ha peleado con un hermano o con alguien de la familia, pero nunca... Todos lo hemos hecho. Forma parte de la vida, porque «yo quiero hacer un juego», el otro quiere hacer otro juego, y luego peleamos. Pero al final lo importante es construir la paz. Sí, peleamos, pero no terminar el día sin hacer las paces. Tener siempre esto en la mente. A veces yo tengo razón, el otro se ha equivocado, ¿cómo voy a pedir disculpas? No pido disculpas, pero realizo un gesto, y la amistad continúa. Esto es posible: no permitir que el hecho de haber peleado se extienda hasta el día siguiente. Esto es feo. No acabar el día sin hacer las paces. También yo he peleado muchas veces, también ahora. Me altero un poco, pero busco siempre hacer las paces juntos. Es humano pelear. Lo importante es que no se persista, que después haya paz. ¿Entendido?

Segunda: «Quisiera recitar una poesía al Papa. El título de la poesía es “La paz se construye”». Es verdad, la paz se construye cada día. No quiere decir que no existan guerras. Con dolor existirán las guerras... Pensemos que un día no habrá guerras, ¿y luego?, para no caer en otra guerra se construye la paz cada día. La paz no es un producto industrial: la paz es un producto artesanal. Se construye cada día con nuestro trabajo, con nuestra vida, con nuestro amor, con nuestra cercanía, con nuestro querernos mutuamente. ¿Entendido? ¡La paz se construye cada día! «Santidad, ¿no se cansa de estar en medio de tanta gente? ¿No quisiera un poco de paz?». Yo, muchas veces, quisiera un poco de tranquilidad, descansar un poco más. Esto es verdad. Pero estar con la gente no quita la paz. Sí, hay ruido, bullicio, hay movimiento. Pero esto no quita la paz. Lo que quita la paz es el hecho de no querernos. ¡Eso quita la paz! Lo que quita la paz son los celos, las envidias, la

Discurso preparado por el Santo Padre para el encuentro

Quien da el primer paso «El verdadero constructor de la paz es el que da el primer paso hacia el otro». Lo escribió el Papa Francisco en su discurso preparado para la audiencia. Queridos jóvenes: Os agradezco la invitación que me hicisteis de trabajar con vosotros en la «fábrica de la paz». Es un buen lugar de trabajo, porque se trata de construir una sociedad sin injusticias ni violencias, en el que cada niño y cada joven pueda ser escuchado y crecer en el amor. Hay mucha necesidad de fábricas de la paz, porque lamentablemente las fábricas de guerra no faltan. La guerra es fruto del odio, del egoísmo, de querer poseer cada vez más y predominar sobre los demás. Y vosotros para contrarrestarla os comprometéis a difundir la cultura de la inclusión, de la reconciliación y del encuentro. En este proyecto estáis implicados en gran número: vosotros alumnos de las es-

cuelas, pertenecientes a diversas etnias y religiones; la fundación «La Fábrica de la paz», que ha promovido este proyecto educativo; los profesores y los padres; el Ministerio de educación y la Conferencia episcopal italiana. Es un hermoso camino, que requiere valentía y trabajo, para que todos comprendan la necesidad de un cambio de mentalidad para garantizar la seguridad a los niños del planeta, en especial a los que viven en zonas de guerra y persecución. Tomando en cuenta

vuestras preguntas, quisiera daros algunas sugerencias para trabajar bien en esta fábrica de la paz. Comienzo precisamente por la expresión «fábrica de la paz». El término «fábrica» nos dice que la paz es algo que hay que hacer, que hay construir con sabiduría y tenacidad. Pero para construir un mundo de paz hay que comenzar desde nuestro «mundo», o sea desde los ambientes donde vivimos todos los días: la familia, la escuela, el patio, el gimnasio, el oratorio... Y es importante trabajar junto con las personas que viven a nuestro lado: los amigos, compañeros de escuela, padres y educadores. Se necesita la ayuda de todos para construir un futuro mejor. A los adultos, también a las instituciones, les compete estimularos, sosteneros y educaros en los valores auténticos. Y vosotros, os pido, jamás os rindáis, ni siquiera ante las dificultades y las incomprensiones. Cada acción y cada gesto vuestro hacia el prójimo puede construir la paz. Por ejemplo, si os sucede que peleáis con un compañero, hacer inmediatamente las paces; o pedir disculpas a los padres y a los amigos, cuando se faltó en algo. El auténtico constructor de la paz es el que da el primer SIGUE EN LA PÁGINA 7

avaricia, tomar las cosas de los demás: eso quita la paz. Pero estar con la gente es hermoso, no quita la paz. Cansa un poco porque uno se cansa, yo no soy un jovencito... Pero no quita la paz. Cuarta pregunta, de un niño egipcio. «Querido Papa, nosotros venimos de países pobres y con guerras. La escuela nos ayuda mucho. ¿Por qué las personas poderosas no ayudan a la escuela?». ¿Por qué las personas poderosas no ayudan a la escuela? Se puede incluso hacer la pregunta un poco más amplia: ¿por qué tantas personas poderosas no quieren la paz? ¡Porque viven de las guerras! La industria de las armas: ¡esto es grave! Los poderosos, algunos poderosos, obtienen beneficios con la fabricación de armas, y venden las armas a este país que está contra aquel otro, y luego las venden al otro que es contrario a este... Es la industria de la muerte. Y tienen ganancias. Vosotros sabéis que la avaricia nos hace mucho mal: el deseo de tener más, más, más dinero. Cuando vemos que todo gira alrededor del dinero —el sistema económico gira en torno al dinero y no en torno a la persona, al hombre, a la mujer, sino al dinero— se sacrifica mucho y se declara la guerra por defender el dinero. Y por eso mucha gente no quiere la paz. Se gana más con la guerra. Se gana dinero, pero se pierden vidas, se pierde la cultura, se pierde la educación, se pierden muchas cosas. Es por esto que no la quieren. Un sacerdote anciano que conocí hace años decía esto: el diablo entra a través de la billetera. Por la codicia. Y por eso no quieren la paz. Rafael, me ha conmovido mucho lo que has dicho (lo dice en español). Me sentí conmovido. Tu pregunta la hiciste en español. QuisieSIGUE EN LA PÁGINA 7

Los tuits en @Pontifex_es 14 MAY [11.14 AM] Queridos padres y madres, hay que tener mucha paciencia y perdonar de corazón 16 MAY [10.45 AM] Es mejor una Iglesia herida, pero que hace camino, que una Iglesia enferma porque se cierra en sí misma 19 MAY [11.19 AM] Dios siempre nos espera, siempre nos comprende, siempre nos perdona


número 21, viernes 22 de mayo de 2015

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A los jóvenes y niños de las escuelas italianas ras saber: «¿Existe alguna razón por la cual un niño, sin hacer nada malo, pueda venir al mundo, nacer, con los problemas que yo he tenido? ¿Qué me sugiere que puedo hacer a fin de que los niños como yo no sufran?». Esta pregunta es una de las más difíciles de responder. ¡No hay respuesta! Hubo un gran escritor ruso, Dostoyevski, que había planteado la misma pregunta: ¿por qué sufren los niños? Sólo se puede elevar los ojos al cielo y esperar respuestas que no se encuentran. No hay respuestas para esto, Rafael. En cambio, sí existen para la segunda parte: «¿Qué puedo hacer yo para que un niño no sufra o sufra menos?». Estar cerca de él. Que la sociedad trate de tener centros de atención, de curación, centros también de ayuda paliativa para que no sufran los niños; que desarrolle la educación de los niños con enfermedades. Se debe trabajar mucho. A mí no me gusta decir —por ejemplo— que un niño es discapacitado. ¡No!

a muerte, encerrándolo en cadena perpetua... El trabajo debe ser siempre el de reintegrar, no permanecer «caídos». Esta es una hermosa pregunta: «Y si una persona no quiere hacer las paces contigo, ¿tú qué harías?». Ante todo el respeto por la libertad de la persona. Si esta persona no quiere hablar conmigo, no quiere hacer las paces conmigo, tiene dentro de sí, no digo odio, pero un sentimiento en contra de mí... ¡Respetar! Rezar, pero nunca, nunca, vengarse. ¡Jamás! Respeto. Tú no quieres hacer las paces conmigo, yo hice todo lo posible por hacerlo, pero respeto esta elección tuya. Debemos aprender el respeto. En el trabajo artesanal de construir la paz, el respeto hacia las personas está siempre, siempre, en el primer lugar. ¿Entendido? ¡El respeto! Y un joven detenido en Casal del Marmo hace esta pregunta: «La respuesta a los jóvenes como yo a menudo es la cárcel. ¿Usted está de acuerdo?».

Este niño tiene una habilidad diferente, una habilidad diferente. No es discapacitado. Todos tenemos habilidad, todos. Todos tienen la capacidad de darnos algo, de hacer algo. A la primera pregunta no respondí; a la segunda sí. «Querido Papa, ¿hay posibilidad de perdón para quién ha hecho cosas malas?». Escuchad bien esto: ¡Dios perdona todo! ¿Entendido? Somos nosotros los que no sabemos perdonar. Somos nosotros los que no encontramos caminos de perdón, muchas veces por incapacidad o porque —la niña que hizo esta pregunta tiene al papá en la cárcel— es más fácil llenar las cárceles que ayudar a seguir adelante a quien se ha equivocado en la vida. ¿El camino más fácil? Vamos a la cárcel. Y no hay perdón. El perdón, ¿qué significa? ¿Has caído? ¡Levántate! Yo te ayudaré a levantarte, a reinsertarte en la sociedad. Siempre está el perdón y nosotros debemos aprender a perdonar, pero así: ayudando a reinsertar a quien se equivocó. Hay una hermosa canción que cantan los Alpinos. Dice más o menos así: «En el arte de subir, la victoria no está en no caer, sino en no permanecer caído». Todos caemos, todos nos equivocamos. Pero nuestra victoria ante nosotros mismos y ante los demás —para nosotros mismos— es no permanecer «caídos» y ayudar a los demás a no permanecer «caídos». Y esto es un trabajo muy difícil, porque es más fácil descartar de la sociedad a una persona que ha cometido un gran error y condenarlo

No. No estoy de acuerdo. Repito lo que he dicho: es la ayuda a levantarte de nuevo, a reinsertarte, con la educación, con el amor, con la cercanía. Pero la solución de la cárcel es lo más cómodo para olvidar a los que sufren. Os doy un consejo: cuando os dicen que alguien está en la cárcel, que ese otro está en la cárcel, que otro también está en la cárcel, decios a vosotros mismos: «También yo puedo cometer los mismos errores que cometió él». Todos podemos cometer los errores más graves. ¡No condenar jamás! Ayudar siempre a levantarse de nuevo y a reinsertarse en la sociedad. «Querido Papa, tengo nueve años y siempre escucho hablar de la paz. Pero, ¿qué es la paz? ¿Me lo puedes explicar? Aprovecho para decirte que en septiembre iré a Lourdes con UNITALSI. ¿Por qué no vienes y conduces el tren, así no llegamos con retraso?». Has estado genial. ¡Genial! La paz es ante todo que no haya guerras, pero también que haya alegría, amistad entre todos, que cada día se dé un paso hacia adelante en favor de la justicia, para que no haya niños que pasen hambre, para que no haya niños enfermos que no tengan la posibilidad de ser ayudados en su salud... Hacer todo esto es construir la paz. La paz es un trabajo, no es una forma de estar tranquilos... ¡No, no! La paz auténtica es trabajar para que todos encuentren solución a los problemas, a las necesidades, que tienen en su tierra, en su patria, en su familia,

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en su sociedad. Así se construye la paz —como he dicho— «artesanal». Tú: «Querido Papa, ¿cómo puede ayudarnos la religión en la vida?». La religión nos ayuda porque nos hace caminar en presencia de Dios; nos ayuda porque nos da los Mandamientos, las Bienaventuranzas; sobre todo nos ayuda —todas las religiones, porque todos tienen un mandamiento que es común— a amar al prójimo. Y este «amar al prójimo» nos ayuda a todos para la paz. Nos ayuda a todos a construir la paz, a seguir adelante en la paz. Nos ayuda a todos. «Papa, según tu opinión, ¿seremos un día todos iguales?». A esta pregunta se puede responder de dos formas: todos somos iguales —¡todos!—, pero no nos reconocen esta verdad, no nos reconocen esta igualdad, y por ello algunos son más —digamos la palabras, pero entre comillas— felices que los demás. ¡Pero esto no es un derecho! ¡Todos tenemos los mismos derechos! Cuando no se ve esto, esa sociedad es injusta. No vive según la justicia. Y donde no hay justicia, no puede estar presente la paz. ¿Entendido? Lo decimos juntos, veamos si sois capaces, me gustaría repetirlo juntos más de una vez... Estad atentos, es así: «¡Donde no hay justicia, no hay paz!»... ¡Todos! [lo repiten más veces: «¡Donde no hay justicia, no hay paz!»] Muy bien. ¡Aprended bien esto! Y la última pregunta, la décimo tercera: «¿Cambia de verdad algo después de este encuentro?». ¡Siempre! Cuando hacemos algo juntos, algo bello, algo bueno, todos cambian. Todos cambian algo. Y esto nos hace bien. Seguir adelante con este encuentro nos hace bien. Nos hace mucho bien. Todos nosotros, hoy, tenemos que salir de este encuentro un poco cambiados: ¿mejores o peores? Niños: ¡Mejores! ¿Habéis dicho peores? Niños: ¡Mejores! Un poco cambiados para bien. Queridos niños y niñas, muchas gracias por vuestras preguntas. ¡Han sido geniales! Muchas gracias y rezad por mí. Después de la proyección de un documental con mensajes y saludos, y la bendición, el Papa añadió: ¡Trabajad por la paz! ¿Entendido? Niños: ¡Sí! ¿Cómo era la otra frase? ¡Donde no hay justicia, no hay paz! ¿Cómo era? Niños: ¡Donde no hay justicia, no hay paz! Otra vez... Niños: ¡Donde no hay justicia, no hay paz! Otra vez... Niños: ¡Donde no hay justicia, no hay paz!

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Quien da el primer paso VIENE DE LA PÁGINA 6

paso hacia el otro. Y esto no es debilidad, sino fuerza, la fuerza de la paz. ¿Cómo pueden acabar las guerras en el mundo, si no somos capaces de superar nuestras pequeñas incomprensiones y nuestras riñas? Nuestros actos de diálogo, de perdón, de reconciliación, son «ladrillos» que sirven para construir el edificio de la paz. Otra cosa muy hermosa de vuestra «fábrica» es que no tiene fronteras: se respira un clima de acogida y de encuentro sin barreras o exclusiones. Ante personas que provienen de países o etnias diferentes, que tienen otras tradiciones y religiones, vuestra actitud es la del conocimiento y del diálogo, para la inclusión de todos, respetando las leyes del Estado. Y luego habéis comprendido que para construir un mundo de paz es indispensable interesarse por las necesidades de los más pobres, de los que más sufren y son abandonados, incluso los alejados. Pienso en muchos de vuestros coetáneos que sólo por el hecho de ser cristianos fueron expulsados de sus casas, de sus países, y alguno fue asesinado porque tenía la Biblia en la mano. Y así, el trabajo de vuestra «fábrica» se convierte verdaderamente en una obra de amor. Amar a los demás, especialmente a los más desfavorecidos, significa testimoniar que cada persona es un don de Dios. ¡Cada persona! Pero precisamente la paz misma es un don de Dios, un don que hay que pedir con confianza en la oración. Por eso es importante no sólo ser testimonios de paz y de amor, sino también testimonios de oración. La oración es hablar con Dios, nuestro Padre que está en los cielos, y confiarle los deseos, las alegrías, los disgustos. La oración es pedirle perdón cada vez que uno se equivoca y comete algún pecado, con la certeza de que Él perdona siempre. Su bondad hacia nosotros nos impulsa a ser, también nosotros, misericordiosos hacia nuestros hermanos, perdonándolos de corazón cuando nos ofenden o nos hacen el mal. Y, por último, la paz tiene un rostro y un corazón: el rostro y el corazón de Jesús, el Hijo de Dios, que murió en la cruz y resucitó precisamente para dar la paz a cada hombre y a toda la humanidad. Jesús es «nuestra paz» (Ef 2, 14), porque derribó el muro del odio que separa a los hombres entre sí. Esto es, queridos jóvenes, y queridos amigos, lo que quería deciros. Os agradezco de nuevo por haberme involucrado en la «fábrica de la paz». Trabajemos juntos en esta gran fábrica. Os pido, por favor, que no os olvidéis de rezar por mí. Por mi parte, os recuerdo con afecto, rezo por vosotros y os bendigo.


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número 21, viernes 22 de mayo de 2015

«Permanecer en Cristo, unidos a Él como los sarmientos a la vid, para dar mucho fruto»: este es «el secreto de los santos» indicado por el Papa Francisco a los fieles que el domingo 17 de mayo, por la mañana, en la plaza de San Pedro, participaron en la misa de canonización de Juana Emilia de Villeneuve, María Cristina Brando, María Baouardy y María Alfonsina Danil Ghattas. Los Hechos de los Apóstoles nos han presentado la Iglesia naciente en el momento en que elige a aquel que Dios llamó a ocupar el lugar de Judas en el colegio de los Apóstoles. No se trata de asumir un cargo, sino un servicio. Y en efecto, Matías, sobre quien recae la elección, recibe una misión que Pedro define así: «Es necesario que […] uno se asocie a nosotros, testigo de su resurrección» —de la resurrección de Cristo— (Hch 1, 21-22). Con estas palabras, él resume qué significa formar parte de los Doce: significa ser testigo de la resurrección de Jesús. El hecho de que diga «se asocie a nosotros», permite comprender que la misión de anunciar a Cristo resucitado no es una tarea individual: hay que vivirla de modo comunitario, con el colegio apostólico y con la comunidad. Los Apóstoles vivieron la experiencia directa y estupenda de la Resurrección; son testigos oculares de tal acontecimiento. Gracias a su testimonio autorizado, muchos creye-

Juana Emilia de Villeneuve

Cuatro mujeres canonizadas por el Papa Francisco

El secreto de los santos ron; y de la fe en Cristo resucitado han nacido y nacen continuamente las comunidades cristianas. También nosotros, hoy, fundamos nuestra fe en el Señor resucitado en el testimonio de los Apóstoles, que llegó hasta nosotros mediante la misión de la Iglesia. Nuestra fe está unida firmemente a su testimonio como a una cadena ininterrumpida desplegada a lo largo de los siglos no sólo por los sucesores de los Apóstoles, sino también por generaciones y generaciones de cristianos. En efecto, a imitación de los Apóstoles cada discípulo de Cristo está llamado a convertirse en testigo de su resurrección, sobre todo en los ambientes humanos donde es más fuerte el olvido de Dios y el extravío del hombre. Para que esto se realice, es necesario permanecer en Cristo resucitado y en su amor, como nos ha recordado la primera Carta de san Juan: «Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en Él» (1 Jn 4, 16). Jesús lo había repetido con insistencia a sus discípulos: «Permaneced en mí… Permaneced en mi amor» (Jn 15, 4. 9). Este es el secreto de los santos: permanecer en Cristo, unidos a Él como los sarmien-

El deseo del Pontífice en una audiencia a religiosas

Paz entre los pueblos Una invitación a orar por la paz entre los pueblos dirigió el Papa a las religiosas carmelitas, que llegaron de Belén y de Oriente Medio, y a las Hermanas del Rosario que participaron en la canonización. El Pontífice las recibió en audiencia el lunes 18 de mayo, por la mañana, en la sala Clementina. ¡Buenos días y muchas gracias por la visita! Estoy muy contento de esta peregrinación de las religiosas con ocasión de la canonización de las nuevas santas. El presidente del Estado de Palestina me dijo que de Jordania partió un avión lleno de religiosas. Pobre piloto... ¡Muchas gracias! Os doy una misión: orar a las dos nuevas santas por la paz en vuestra tierra, para que acabe esta guerra interminable y haya paz entre los pueblos. Y orar por los cristianos perseguidos, expulsados de sus casas, de su tierra y víctimas de la persecución «con guante blanco»: es oculta, pero se hace. Persecución «con guante blanco» y terrorismo «con guante blanco». Orad mucho por la paz. Ahora cada una de vosotras, en su lengua, rece el Avemaría conmigo.

tos a la vid, para dar mucho fruto (cf. Jn 15, 1-8). Y este fruto no es otra cosa que el amor. Este amor resplandece en el testimonio de la hermana Juana Emilia de Villeneuve, que consagró su vida a Dios y a los pobres, a los enfermos, los presos, los explotados, convirtiéndose para ellos y para todos en signo concreto del amor misericordioso del Señor. La relación con Jesús resucitado es, por decirlo así, la «atmósfera» en la que vive el cristiano y en la cual encuentra la fuerza para permanecer fiel al Evangelio, incluso en medio de los obstáculos y las incomprensiones. «Permaneced en el amor»: esto es lo que hizo también la hermana María Cristina Brando. La conquistó completamente el amor ardiente al Señor; y de la oración, del encuentro de corazón a corazón con Jesús resucitado, presente en la Eucaristía, recibía la fuerza para soportar los sufrimientos y entregarse como pan partido a muchas personas alejadas de Dios y hambrientas de amor auténtico. Un aspecto esencial cuando se da testimonio del Señor resucitado es la unidad entre nosotros, sus discípulos, a imagen de la que subsiste entre Él y el Padre. También hoy ha resonado en el Evangelio la oración de Jesús la víspera de la Pasión: «Que sean uno, como nosotros» (Jn 17, 11). De este amor eterno entre el Padre y el Hijo, que se derrama en nosotros por medio del Espíritu Santo (cf. Rm 5, 5), toman fuerza nuestra misión y nuestra comunión fraterna; de él brota siempre de nuevo la alegría de seguir al Señor en el camino de su pobreza, su virginidad y su obediencia; y ese mismo amor llama a cultivar la oración contemplativa. Lo experimentó de modo eminente la hermana María Baouardy quien, humilde y analfabeta, supo dar consejo y explicaciones teológicas con extrema claridad, fruto del diálogo continuo con el Espíritu Santo. La docilidad al Espíritu Santo también hizo de ella un instrumento de encuentro y comunión con el mundo musulmán. De igual modo, la hermana María Alfonsina Danil Ghattas comprendió bien qué significa irradiar el amor de Dios en el apostolado, convirtiéndose en testigo de mansedumbre y unidad. Ella nos da un claro ejemplo de lo importante que es ser responsables los unos de los otros, vivir al servicio el uno del otro. Permanecer en Dios y en su amor, para anunciar con la palabra y con la vida la resurrección de Jesús, testimoniando la unidad entre nosotros y la caridad con todos. Esto es lo que hicieron las cuatro santas proclamadas hoy. Su luminoso ejemplo también interpela nuestra vida cristiana: ¿de qué modo soy testimonio de Cristo resucitado? Es una pregunta que debemos plantearnos. ¿Cómo permanezco en Él, cómo permanezco en su amor? ¿Soy capaz de «sembrar» en la familia, en el ambiente de trabajo, en mi comunidad, la semilla de la unidad que Él nos ha dado, haciéndonos partícipes de la vida trinitaria? Al volver hoy a casa, llevemos la alegría de este encuentro con el Señor resucitado; cultivemos en el corazón el compromiso de permanecer en el amor de Dios, estando unidos a Él y entre nosotros, y siguiendo las huellas de estas cuatro mujeres, modelos de santidad, que la Iglesia nos invita a imitar.

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tomado el nombre de Congregación del Santo Rosario. En julio de 1880 algunas jóvenes Hijas de María, bajo la guía de don Tannous, comenzaron la vida común que, según cuanto había sido inspirado por la Virgen, adoptó el nombre de Instituto de las Hermanas del Santo Rosario. Tras obtener del Santo Padre en 1880 la dispensa del voto de obediencia, que había emitido en la congregación de la Hermanas de San José, entró a formar parte de la congregación de las Hermanas del Santo Rosario y el 6 de octubre tomó el hábito (manteniendo el nombre religioso de hermana María Alfonsina). Emitió la profesión religiosa el 7 de marzo de 1885. El 2 de noviembre de 1887 fue aprobada la Regla de las Hermanas del

Nació en Tolosa (Francia) el 9 de marzo de 1811, tercera hija del conde Jean Baptiste M. Louis de Villeneuve y de Jeanne Gabrielle Rosalie d’Avessens. Fue bautizada el 11 de marzo. Emilia creció en un ambiente de fe profunda; le inculcaron desde los primeros años de la infancia un fuerte sentido del deber y de responsabilidad, así como apertura a las necesidades de los demás. La formación que le dio su madre, la actividad del padre, que dirigía el trabajo agrícola de la hacienda, la cercanía de Hauterive en Castres, donde la industria comenzaba a desarrollarse causando miseria y graves malestares a las familias, la condujo a abrir su espíritu a su futura misión: salir al encuentro de las pobrezas materiales y espirituales. En 1836 realizó su profundo deseo de consagración total a Dios y a los her-

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sitio estaba junto al sagrario para entregarse, con Jesús Hostia, víctima de reparación y de expiación perenne. Gran ayuda y consuelo recibió de san Ludovico de Casoria y del siervo de Dios Michelangelo Longo de Marigliano. El 22 de noviembre de 1884, por invitación del Prepósito de Casoria, el canónigo Domenico Maglione (hermano del cardenal Luigi Maglione, secretario de Estado de Pío XII), la hermana María

María de Jesús Crucificado Baouardy

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María Alfonsina Danil Ghattas Llamamiento en el Regina caeli

Por el fin de la violencia en Burundi El Pontífice, en el Regina caeli al término de la misa, lanzó un llamamiento para pedir el fin de la violencia en Burundi. Al término de esta celebración, deseo saludaros a todos vosotros que habéis venido a rendir homenaje a las nuevas santas, de manera especial a las delegaciones oficiales de Palestina, Francia, Italia, Israel y Jordania. Saludo con afecto a los cardenales, obispos y sacerdotes, así como a las hijas espirituales de las

cuatro santas. Que el Señor conceda por su intercesión un nuevo impulso misionero a los respectivos países de origen. Que al inspirarse en su ejemplo de misericordia, caridad y reconciliación, los cristianos de estas tierras miren al futuro con esperanza, continuando por el camino de la solidaridad y la convivencia fraterna. Hago extensivo mi saludo a las familias, grupos parroquiales, asociaciones y escuelas presentes, en especial a los confirmandos de la archidiócesis de Génova. Dirijo un recuerdo especial a los fieles de la República Checa, reunidos en el santuario de Svaty Kopećek, en la inmediaciones de Olomouc, que hoy conmemoran los veinte años de la visita de san Juan Pablo II. Ayer, en Venecia fue proclamado beato el sacerdote Luis Caburlotto, párroco, educador y fundador de las Hijas de San José. Damos gracias a Dios por este Pastor ejemplar, que condujo una intensa vida espiritual y apostólica, dedicada por completo al bien de las almas. Quisiera también invitar a rezar por el querido pueblo de Burundi, que está viviendo un momento delicado: que el Señor ayude a todos a huir de la violencia y obrar responsablemente por el bien del país. Nos dirigimos ahora con amor filial a la Virgen María, Madre de la Iglesia, Reina de los santos y modelo de todos los cristianos.

manos. Al inicio, el ámbito de su misión fue su ciudad. Al emitir los votos religiosos especificó su opción de entregar todas sus energías para la salvación de las almas más pobres. Emilia puso la nueva congregación bajo la protección de la Inmaculada. El proyecto de fundación en tierras de misión se hizo realidad en diciembre de 1847. La aspiración fundamental de Emilia de SIGUE EN LA PÁGINA 10

María Cristina de la Inmaculada Concepción En el siglo Adelaide Brando, nació en Nápoles (Italia) el 1 de mayo de 1856. Fue bautizada el mismo día en la iglesia de San Liborio. Recibió la Primera Comunión el 8 de diciembre de 1864 y el 25 de diciembre de 1868, a la edad de casi doce años, hizo voto de virginidad perpetua. Su aspiración era ser víctima consagrada totalmente al Señor, así como reparadora. Sintió la vocación a la vida consagrada y expresó el deseo de entrar entre las Sacramentinas de Nápoles. En 1856 tomó el hábito religioso con el nombre de hermana María Cristina de la Inmaculada Concepción. Ella veía en Jesús eucarístico la víctima perennemente sacrificada al Padre en reparación y expiación, y sentía que su

Nació en Jerusalén el 4 de octubre de 1843 en una familia que le dio una buena formación cristiana. Fue bautizada el 19 de noviembre con el nombre de Soultaneh María. Tras madurar su vocación a la vida consagrada, en 1858 entró en el instituto de las Hermanas de San José de la Aparición. El 30 de junio de 1860 tomó el hábito religioso con el nombre de hermana María Alfonsina; y en 1863 emitió la profesión religiosa. El 6 de enero de 1874, en Belén, se le apareció por primera vez la Virgen María; a distancia de un año exacto, tuvo lugar una segunda aparición y la Virgen la invitó a dar vida a una nueva familia religiosa, que habría

Nació en Abellin (Nazaret) el 5 de enero de 1846 en una familia greco-católica. Fue bautizada con el nombre de Mariam. Quedó huérfana a los dos años y la adoptó el tío, con quien, en 1854, se trasladó a Alejandría de Egipto. Comprometida a los doce años con desconocimiento por su parte, para anular el matrimonio se cortó el cabello, suscitando la ira de los tíos que la relegaron a la servidumbre. A un ex empleado que, al enterarse de los maltratos que sufría por parte de los parientes, la invitó a rechazar la fe, inmediatamente declaró: «Soy hija de la Iglesia católica, apostólica, romana». La reacción fue un golpe de sable en la garganta. Luego, totalmente debilitada y envuelta en una sábana, la abandonaron en la calle. Se despertó en una gruta, atendida por una religiosa vestida de azul —Mariam decía que fue la Virgen— que le profetizó su futuro. Curada, a los trece años peregrinó como criada a Alejandría, Jerusalén y Beirut. En 1863 con la familia Naggiar se trasladó a Marsella, donde sintió la llamada a la vida consagrada. En 1865 entró entre las Hermanas de San José de la Aparición, pero no la admitieron a la profesión, asustadas por los fenómenos extraordinarios que Mariam consideraba una enfermedad: raptos, visiones y, desde el 29 de marzo de 1867, los estigSIGUE EN LA PÁGINA 10


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Las nubes, los muros, el mundo

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la obediencia. No en los capítulos generales o provinciales: allí se podrá profundizar, pero comprenderla, sólo en el misterio de Jesús. Ahora pasemos a la pregunta: la vida consagrada es un don, un don de Dios a la Iglesia. Es verdad. Es un don de Dios. Vosotros habláis de la profecía: es un don de profecía. Es Dios presente, Dios que quiere hacerse presente con un don: elige hombres y mujeres, pero es un don, un don gratuito. También la vocación es un don, no es un reclutamiento de gente que quiere seguir ese camino. No, es el don al corazón de una persona; el don a una congregación; y también esa congregación es un don. No siempre, sin embargo, este don es apreciado y valorado en su identidad y en su especificidad. Esto es verdad. Existe la tentación de homologar a los consagrados, como si fuesen todos la misma cosa. En el Vaticano II se hizo una propuesta de ese tipo, de homologar a los consagrados. No, es un don con una identidad especial, que llega a través del don carismático que Dios hace a un hombre o a una mujer para formar una familia religiosa. Y luego un problema: la cuestión de cómo se acompaña a los religiosos. A menudo las comunidades, sobre todo femeninas, en nuestra Iglesia local tienen inconvenientes para encontrar serios acompañantes, formadores, padres espirituales y confesores. O porque no comprenden lo que es la vida consagrada, o porque quieren entremeterse en el carisma y dar interpretaciones que hacen mal al corazón de la religiosa... Estamos

hablando de las religiosas que encuentran este inconveniente, pero también los hombres los tienen. Y no es fácil acompañar. No es fácil encontrar un confesor, un padre espiritual. No es fácil encontrar un hombre con rectitud de intención; y que la dirección espiritual, la confesión, no sea una conversación entre amigos pero sin profundidad; o encontrar a los rígidos, que no comprenden bien dónde está el problema, porque no entienden la vida religiosa... Yo, en la otra diócesis que tenía, aconsejaba siempre a las religiosas que venían a pedir consejo: «Dime, en tu comunidad o en tu congregación, ¿no hay una hermana sabia, una hermana que viva bien el carisma, una buena religiosa con experiencia? Haz la dirección espiritual con ella» —«Pero es mujer»—. «Es un carisma de los laicos». La dirección espiritual no es un carisma exclusivo de los presbíteros: es un carisma de los laicos. En el monacato primitivo los laicos eran los grandes directores. Ahora estoy leyendo la doctrina, precisamente sobre la obediencia, de san Silvano, un monje del Monte Athos. Era un carpintero, su profesión era carpintero, luego fue ecónomo, pero no era ni siquiera diácono; era un gran director espiritual. Es un carisma de los laicos. Y los superiores, cuando ven que un hombre o una mujer en la congregación o en la provincia tiene el carisma de padre espiritual, se debe tratar de ayudar a que se forme, para prestar ese servicio. No es fácil. Una cosa es el director espiritual y otra es el confesor. Al confesor voy,

le digo mis pecados, escucho el bastonazo; luego me perdona todo y sigo adelante. Pero al director espiritual le tengo que decir lo que sucede en mi corazón. El examen de conciencia no es el mismo para la confesión y para la dirección espiritual. Para la confesión, debes buscar dónde has faltado, si has perdido la paciencia, si has tenido codicia: esas cosas, cosas concretas, que son pecaminosas. Pero para la dirección espiritual debes hacer un examen acerca de lo que ha sucedido en el corazón; qué moción del espíritu, si tuve desolación, si tuve consolación, si estoy cansado, por qué estoy triste: estas son las cosas que debo hablar con el director o la directora espiritual. Estas son las cosas. Los superiores tienen la responsabilidad de buscar quién, en la comunidad, en la congregación, en la provincia tiene este carisma, dar esta misión y formarlos, ayudarles en esto. Acompañar en el camino es ir paso a paso con el hermano o con la hermana consagrada. Creo que en esto aún somos inmaduros. No somos maduros en esto, porque la dirección espiritual viene del discernimiento. Pero cuando te encuentras ante hombres y mujeres consagrados que no saben discernir lo que sucede en su corazón, que no saben discernir una decisión, es una falta de dirección espiritual. Y esto sólo un hombre sabio, una mujer sabia puede hacerlo. Pero también formados. Hoy no se puede ir sólo con la buena voluntad: hoy el mundo es muy complejo y también las ciencias humanas nos ayudan, sin caer en el psicologismo, pero nos ayudan a ver

Canonización de cuatro nuevas santas Juana Emilia VIENE DE LA PÁGINA 9

trabajar por la salvación de los más pobres se hizo realidad el 22 de julio de 1846, cuando la nueva santa abrió en Castres el primer Refugio. Durante el capítulo general, el 6 de septiembre de 1853, pidió y obtuvo, no sin dificultad, ser reemplazada en el cargo de superiora general. A finales de agosto de 1854 la epidemia de cólera, que ya invadía Francia, hizo su primera aparición en Castres. Emilia la enfrentó con las armas de siempre: oración y caridad. El 27 de septiembre tuvo los primeros síntomas del mal que la llevó a la muerte el 2 de octubre sucesivo, siendo ella la última víctima de la enfermedad en Castres. Fue beatificada en Castres el 5 de julio de 2009.

María Cristina VIENE DE LA PÁGINA 9

Cristina Brando se trasladó a Casoria con sus hermanas de comunidad, junto a la propiedad Maglione, y luego a la actual casa madre en la calle G. D’Anna, donde cons-

truyó un maravilloso templo eucarístico de estilo neo gótico. El 16 de agosto de 1903 el instituto adoptó oficialmente el nombre de «Víctimas Expiadoras de Jesús Sacramentado». La finalidad de la obra por ella fundada es la adoración perpetua y promoción del culto divino, formación de las jóvenes de las clases más humildes, enseñanza catequística y escolar, asistencia a la infancia y otras obras asistenciales. Falleció el 20 de enero de 1906, por la mañana, tras recibir los sacramentos. Juan Pablo II la beatificó el 27 de abril de 2003.

María Alfonsina VIENE DE LA PÁGINA 9

Santo Rosario, quienes, dos años después, obtuvieron la deseada aprobación diocesana. Siendo ya religiosa, el 4 de octubre de 1890, vísperas de la fiesta de Santa María del Rosario, fue admitida en la Tercera Orden dominica en el convento de los Predicadores en Jerusalén. El 25 de marzo de 1927 regresó a la casa del Padre. El 22 de noviembre de 2009 se celebró el rito de beatificación en la basílica de la Anunciación en Nazaret.

Las hermanas de la Congregación del Santo Rosario, están actualmente presentes en Tierra Santa, Líbano, Egipto, Siria, Kuwait, en algunos emiratos del Golfo Pérsico (Abu Dhabi, Shariqah) y en Roma.

María Baouardy VIENE DE LA PÁGINA 9

mas. El 14 de junio de 1867 entró en el Carmelo de Pau donde el 27 de julio tomó el hábito con el nombre de María de Jesús Crucificado. En 1870 partió hacia Mangalore para la fundación de un monasterio, pero dos años después regresó a Pau por incomprensiones que, juntamente con una dolorosa infestación diabólica, constituyeron su gran purificación. En 1872 la hermana María confió a sus superiores que el Señor quería un Carmelo en Belén, donde llegó el 11 de septiembre de 1875 con la colaboración generosa de Berta Dartigaux. Arquitecta y directora de los trabajos, el 22 de agosto de 1878 sufrió una caída, fracturándose un brazo que luego se convirtió en gangrena. El 26 de agosto murió santamente. Juan Pablo II la beatificó el 13 de noviembre de 1983.

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el camino. Formarlos con la lectura de los grandes, de los grandes directores y directoras espirituales, sobre todo del monacato. No sé si tenéis contacto con las obras del monacato primitivo: ¡cuánta sabiduría de dirección espiritual había allí! Es importante formarlos con esto. ¿Cómo redescubrir esta riqueza? La vida consagrada para el 80% tiene un rostro femenino: es verdad, hay más mujeres consagradas que hombres. ¿Cómo es posible valorar la presencia de la mujer, y en especial de la mujer consagrada, en la Iglesia? Me repito un poco en lo que estoy por decir: dar a la mujer consagrada también esta función que muchos creen que es sólo de los sacerdotes; y también hacer concreto el hecho de que la mujer consagrada es el rostro de la Madre Iglesia y de la Madre María, es decir, seguir adelante por el camino de la maternidad, y maternidad no es sólo tener hijos. La maternidad es acompañar en el crecimiento; la maternidad es pasar las horas junto a un enfermo, al hijo enfermo, al hermano enfermo; es entregar la vida en el amor, con el amor de ternura y de maternidad. Por este camino encontraremos aún más el papel de la mujer en la Iglesia. El padre Gaetano trató varios temas, por esto se me hace difícil responder... Pero cuando me dicen: «¡No! En la Iglesia las mujeres deben ser jefes de dicasterio, por ejemplo». Sí, pueden, en algunos dicasterios pueden; pero esto que pides es un simple funcionalismo. Eso no es redescubrir el papel de la mujer en la Iglesia. Es más profundo y va por este camino. Sí, que haga estas cosas, que se las promueva —ahora en Roma hay una que es rectora de una universidad, y eso es bueno—; pero esto no es el triunfo. No, no. Esto es una gran cosa, es una cosa funcional; pero lo esencial del papel de la mujer tiene que ver —lo diré en términos no teológicos— con hacer que ella exprese su genio femenino. Cuando tratamos un problema entre hombres llegamos a una conclusión, pero si tratamos el mismo problema con las mujeres, la conclusión será distinta. Irá por el mismo camino, pero más rica, más fuerte, más intuitiva. Por eso la mujer en la Iglesia debe tener este papel; se debe explicitar, ayudar a explicitar de muchas formas el genio femenino. Creo que con esto he respondido como he podido a las preguntas y a a la tuya. Y a propósito de genio femenino, he hablado de sonrisa, he hablado de paciencia en la vida de comunidad, y quisiera decir una palabra a esta hermana que he saludado de 97 años: tiene 97 años... Está allí, la veo bien. Levante la mano, para que todos la vean... He intercambiado con ella dos o tres palabras, me miraba con ojos transparentes, me miraba con esa sonrisa de hermana, de mamá y de abuela. En ella quiero rendir homenaje a la perseverancia en la vida consagrada. Algunos creen que la vida consagrada es el paraíso en la tierra. ¡No! Tal vez el Purgatorio... Pero no el Paraíso. No es fácil seguir adelante. Y cuando veo a una persona que ha entregado su vida, doy gracias al Señor. A través de usted, hermana, doy las gracias a todas, y a todos los consagrados. ¡Muchas gracias!


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«Juventud y paz», obra del artista mozambiqueño Malangatana Valente Ngwenya

Invertir en la educación de los jóvenes «para contrastar prepotencias y desigualdades» en Mozambique. Lo indicó el Papa a los obispos del país africano al recibirlos en audiencia el sábado 9 de mayo con ocasión de la visita «ad limina». En el discurso a los prelados, el Pontífice recordó «las tensiones y los conflictos» que han minado el tejido social mozambiqueño. Amados hermanos en el episcopado: Sed bienvenidos ad limina Apostolorum, meta de la visita que estáis realizando en estos días para celebrar y estrechar aún más, con vuestras diócesis en el corazón, los vínculos entre vosotros y con la Iglesia de Roma que preside en la caridad. Somos un único pueblo, con una sola alma, llamados por el Señor que nos ama y sostiene. Con alegría fraterna os acojo y saludo, extendiendo mi saludo a los cardenales Alexandre y Júlio, a los obispos eméritos, al clero diocesano y misionero, a los consagrados y consagradas y a todos los fieles laicos de Mozambique, sobre todo a los catequistas y animadores de las pequeñas comunidades cristianas. Agradezco a monseñor Lúcio Muandula las palabras que me ha dirigido en nombre de toda la Conferencia episcopal, compartiendo las alegrías y esperanzas, dificultades y preocupaciones de vuestro pueblo. Os expreso mi gratitud por el generoso trabajo pastoral que lleváis adelante en vuestras comunidades diocesanas y os aseguro mi constante unión y solidaridad espiritual. Por mi parte, os pido que no os olvidéis de rezar por mí, para que pueda ayudar a la Iglesia en lo que el Señor desea que le ayude. «¿Me amas?», le pregunta el Señor a Pedro, y la pregunta sigue resonando en el corazón de sus sucesores. Y, ante mi respuesta afirmativa, me pide: «Apacienta mis ovejas» (cf. Jn 21, 15-17). Y lo mismo —estoy seguro de ello— os sucedió a vosotros. El Señor se hace mendigo de amor y nos interroga sobre la única cuestión verdaderamente esencial para apacentar sus ovejas, su Iglesia. Jesús es el sumo Pastor de la Iglesia y en su nombre y por su mandato tenemos la tarea de custodiar su rebaño con plena disponibilidad, hasta la entrega total de nuestra vida. Dejemos de lado toda importancia eventual y las falsas presunciones, para inclinarnos a «lavar los pies» de los que el Señor nos ha confiado. En vuestra solicitud pastoral reserváis un lugar particular, muy particular, a vuestros sacerdotes. Dios nos manda amar al prójimo, y el primer prójimo del obispo son sus sacerdotes, colaboradores indispensables, de los cuales buscáis el consejo y la ayuda, de quienes os preocupáis como padres, hermanos y amigos. Que vuestro corazón, vuestra mano y vuestra puerta permanezcan siempre abiertos para ellos. El tiempo que se pasa con ellos jamás es tiempo perdido. Entre vuestros primeros deberes, está el cuidado espiritual del presbiterio, pero no olvidéis las necesidades humanas de cada sacerdote, sobre todo en los momentos más delicados e importantes de su ministerio y de su vida.

El Pontífice a los obispos de Mozambique en visita «ad limina»

Invertir en educación La fecundidad de nuestra misión, amados hermanos en el sacerdocio, no la asegura el número de los colaboradores ni el prestigio de la institución, y ni siquiera la cantidad de los recursos disponibles. Lo que cuenta es estar impregnados del amor de Cristo, dejarse guiar por el Espíritu Santo e introducir la propia existencia en el árbol de la vida, que es la cruz del Señor. Y de la cruz, supremo acto de misericordia y amor, se renace como «nueva criatura» (Gál 6, 15). Querido sacerdote, ¡eres alter Christus! De san Pablo, insuperable modelo de misionero cristiano, sabemos que trató de configurarse con Jesús en su muerte para participar en su resurrección (cf. Flp 3, 10-11). En su ministerio, experimentó el sufrimiento, la debilidad y la derrota, pero también la alegría y el consuelo. Este es el misterio pascual de Jesús: misterio de muerte y resurrección. El misterio pascual es el corazón palpitante de la misión de la Iglesia. Si permanecéis dentro de este misterio, estaréis protegidos tanto de una visión mundana y triunfalista de la misión, como del desaliento que puede nacer ante las pruebas y los fracasos. Pero, ¿existirán aún hoy misioneros de la misma madera de Pablo, hombres y mujeres agarrados a la cruz de Cristo, casados con Cristo, despojados de todo para abrazar al Todo? Sí, y alegrémonos por estos hombres y mujeres consagrados totalmente a Cristo, inmolados e identificados con Cristo, que pueden afirmar: «No soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí» (Gál 2, 20). Que en este Año de la vida consagrada se eleven a Dios acciones de gracias y alabanzas de vuestras comunidades cristianas por el testimonio de fe y servicio que los religiosos y religiosas ofrecen en los diversos ámbitos de la vida eclesial y social, sobre todo en la atención y solicitud por los pobres y por todas las miserias humanas, materiales, morales y espirituales. Pienso en la gran cantidad de escuelas comunitarias, gestionadas por las diversas familias religiosas, así como en los diversos centros de acogida, en los orfanatos, en las casas-familia, donde viven y crecen tantos niños y jóvenes abandonados; también deseo señalar la heroica entrega de numerosos enfermeros y médicos, religiosas y sacerdotes. Amados hermanos obispos: Mostraos agradecidos por la presencia y el servicio que las consagradas y los consagrados prestan en Mozambique; es importante la justa inserción diocesana de las comunidades religiosas; no son un mero material de reserva para las diócesis, sino

carismas que las enriquecen. Pero esto no puede dejarse al azar, a la improvisación; exige el compromiso de las diversas fuerzas y experiencias vividas en un proyecto común, para que no se dispersen en muchas cosas secundarias o superfluas, sino que se concentren en esa realidad fundamental que es el encuentro con Cristo, con su misericordia, con su amor, y amen a los hermanos como Él los amó. Vuestro ser pastores os impone la obligación de unir, armonizar y racionalizar las fuerzas eclesiales de la diócesis. Sé que ya lo estáis haciendo, pero que nadie se encierre en su propio recinto o se queje por lo que no tiene; hacedlo para imprimir un renovado impulso apostólico a las comunidades cristianas, para conferirles la dinámica misionera de la salida para acompañar a las personas —como hizo Jesús con los discípulos de Emaús—, despertando en ellas la esperanza, inflamando su corazón y suscitando el deseo de volver a casa, al seno de la familia, a la Iglesia, donde se encuentran nuestras fuentes: la Sagrada Escritura, la catequesis, los sacramentos, la comunidad, la amistad del Señor, María y los Apóstoles. Que este clima de «familia», el ambiente sereno y cordial entre todos, favorezca el buen entendimiento y la colaboración responsable en el seno de la Iglesia que peregrina en Mozambique, invitando a los obispos a la comunión entre ellos y a la solicitud por la Iglesia universal. Esta solicitud y esta comunión se ven en el funcionamiento real y fecundo de la Conferencia episcopal, en la generosa colaboración entre diócesis cercanas o de la misma provincia eclesiástica, que se ponen de acuerdo para ofrecer servicios y soluciones de interés común. Amados hermanos en el episcopado: Bajad en medio de vuestros fieles, incluso en las periferias de vuestras diócesis y en todas las «periferias existenciales» donde hay sufrimiento, soledad, degradación humana. Un obispo que vive en medio de sus fieles tiene los oídos abiertos para escuchar «lo que el Espíritu dice a las Iglesias» (Ap 2, 7) y la «voz de las ovejas», incluso a través de los organismos diocesanos que tienen la tarea de aconsejaros y ayudaros, promoviendo un diálogo leal y constructivo: consejo presbiteral, consejo pastoral, consejo de asuntos económicos. No se puede pensar en un obispo que no tenga estos organismos diocesanos. También esto significa estar con el pueblo. Aquí pienso en vuestro deber de residir en la diócesis; lo pide el pueblo mismo, que quiere ver a su obispo, caminar con

él, estar cerca de él; tiene necesidad de esta presencia para vivir y, en cierto modo, para respirar. Sois esposos de vuestras comunidades diocesanas, unidos profundamente a ellas. Todos recibimos el agua del Bautismo, compartimos la misma Eucaristía, poseemos el mismo y único Espíritu Santo, que nos recuerda lo que Jesús nos enseñó. ¡Pues bien! La primera cosa que Jesús nos enseña es esta: encontrarse y, encontrando, ayudar. El encuentro con el otro ensancha el corazón, multiplica la capacidad de amar. Los pastores y los fieles de Mozambique tienen necesidad de desarrollar más la cultura del encuentro. Jesús sólo os pide una cosa: que vayáis, busquéis y encontréis a los más necesitados. ¿Cómo no pensar aquí en las víctimas de las calamidades naturales? Estas no dejan de sembrar destrucción, sufrimiento y muerte —algo de lo que hace poco, por desgracia, fuimos testigos—, aumentando el número de desplazados y refugiados. Esas personas tienen necesidad de que compartamos su dolor, sus ansias, sus problemas. Tienen necesidad de que las miremos con amor: es necesario ir a su encuentro, como hacía Jesús. Por último, ampliando la mirada a todo el país, vemos que los desafíos actuales de Mozambique exigen que se promueva en mayor medida la cultura del encuentro. Las tensiones y los conflictos han minado el tejido social, han destruido familias y, sobre todo, el futuro de miles de jóvenes. El camino más eficaz para contrastar la mentalidad de la prepotencia y las desigualdades, así como las divisiones sociales, es invertir en el campo de «una educación que enseñe [a los jóvenes] a pensar críticamente y que ofrezca un camino de maduración en valores» (Evangelii gaudium, 64). Queridos obispos: Seguid sosteniendo a vuestra juventud, sobre todo a través de la creación de espacios de formación humana y profesional. Con este fin, es oportuno sensibilizar al mundo de los responsables de la sociedad y reavivar la pastoral en las universidades y escuelas, conjugando la tarea educativa con el anuncio del Evangelio (cf. Evangelii gaudium, 132-134). Las exigencias son tan grandes que no hay modo de satisfacerlas con las meras posibilidades de la iniciativa individual y de la unión de personas formadas en el individualismo. A los problemas sociales se responde con redes comunitarias. Es necesario unir las fuerzas y seguir una ruta única: y la Conferencia episcopal ayuda a hacerlo. Entre sus funciones se menciona «el diálogo unitario con la autoridad política común a todo el territorio» (Directorio para el ministerio pastoral de los obispos, 28). En este sentido, os animo a un decidido desarrollo de las buenas relaciones con el Gobierno, no de dependencia, sino de sana colaboración —en los términos del Acuerdo firmado el 7 de diciembre de 2011 entre la Santa Sede y la República de Mozambique—, interesándose especialmente por las leyes que se aprueban en el ParlaSIGUE EN LA PÁGINA 13


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viernes 22 de mayo de 2015, número 21

COMUNICACIONES Colegio episcopal Mons. Celso Morga Iruzubieta, arzobispo de Mérida-Badajoz (España) RENUNCIAS:

EL PAPA

El Papa ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la archidiócesis de Mérida-Badajoz (España) que monseñor SANTIAGO GARCÍA ARACIL le había presentado en conformidad con el canon 401 § 1 del Código de derecho canónico.

—Obispo de União da Vitória (Brasil) a monseñor AGENOR GIRARDI, M.S.C., hasta ahora obispo titular de Fornos maggiore y auxiliar de Porto Alegre.

Le sucede en el gobierno pastoral de la archidiócesis el coadjutor, monseñor CELSO MORGA IRUZUBIETA. Santiago García Aracil nació en Valencia el 8 de mayo de 1940. Recibió la ordenación sacerdotal el 21 de septiembre de 1963. Juan Pablo II le nombró obispo titular de Croe y auxiliar de Valencia el 20 de noviembre de 1984; recibió la ordenación episcopal el 27 de diciembre sucesivo. El mismo Papa le nombró obispo de Jaén el 31 de mayo de 1988, y le promovió a arzobispo de Mérida-Badajoz el 9 de julio de 2004. Celso Morga Iruzubieta nació en Huércanos, diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño, el 28 de enero de 1948. Recibió la ordenación sacerdotal el 24 de junio de 1972. Benedicto XVI le nombró arzobispo titular de Alba marittima y secretario de la Congregación para el clero el 29 de diciembre de 2010; recibió la ordenación episcopal el 5 de febrero de 2011. El Papa Francisco le nombró arzobispo coadjutor de Mérida-Badajoz el 8 de octubre de 2014. El Papa ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Santos (Brasil) que monseñor JACYR FRANCISCO BRAID O, C.S., le había presentado en conformidad con el canon 401 § 1 del Código de derecho canónico. Le sucede en el gobierno pastoral de la diócesis el coadjutor, monseñor TARCÍSIO SCARAMUSSA, S.D.B. Jacyr Francisco Braido, C.S., nació en Roca Sales, archidiócesis de Porto Alegre, el 17 de abril de 1940. Recibió la ordenación sacerdotal el 22 de febrero de 1970. Juan Pablo II le nombró obispo coadjutor de Santos el 22 de febrero de 1995; recibió la ordenación episcopal el 30 de abril del mismo año. Pasó a ser obispo de dicha sede el 26 de julio de 2000. Tarcísio Scaramussa, S.D.B., nació en Prosperidade, diócesis de Cachoeiro do Itapemirim, el 19 de septiembre de 1950. Ingresó en la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco, donde recibió la ordenación sacerdotal el 11 de diciembre de 1977. Benedicto XVI le nombró obispo titular de Segia y auxiliar de São Paulo el 23 de enero de 2008; recibió la ordenación episcopal el 19 de abril sucesivo. El Papa Francisco le nombró obispo coadjutor de Santos el 16 de julio de 2014.

HA NOMBRAD O:

Agenor Girardi, M.S.C., nació en Orleans, diócesis de Tubarão, el 2 de febrero de 1952. Ingresó en la congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón, donde recibió la ordenación sacerdotal el 5 de septiembre de 1982. Benedicto XVI le nombró obispo titular de Fornos maggiore y auxiliar de la archidiócesis de Porto Alegre el 22 de diciembre de 2010; recibió la ordenación episcopal el 25 de marzo de 2011. —Obispo de Kole (República democrática del Congo) al padre EMERY KIBAL MANSONG’LO O, C.P. Emery Kibal Mansong’loo, C.P., nació en Kimputu, diócesis de Idiofa, el 28 de junio de 1969. Ingresó en la Congregación de los padres pasionistas, donde recibió la ordenación sacerdotal el 2 de agosto de 1998. Obtuvo la licenciatura en liturgia en el Pontificio Instituto litúrgico San Anselmo de Roma. En su ministerio ha sido vicario parroquial, párroco, docente, superior de su provincia religiosa y miembro del consejo de administración de la Universidad católica del Congo. —Obispo titular de Bapara y vicario apostólico de Bontoc-Lagawe (Filipinas) al presbítero VALENTIN CABBIGAT DIMO C. Valentin Cabbigat Dimoc nació en Lagawe, Ifugao, el 14 de febrero de 1969. Recibió la ordenación sacerdotal el 19 de mayo de 1998, incardinado en el vicariato apostólico de Bontoc-Lagawe. Obtuvo un máster en arts in development managment en el Instituto asiático de administración en Makati City, Filipinas. Ha desempeñado su ministerio como rector en diversas misiones del vicariato y director del centro para la acción social y el desarrollo del vicariato. —Obispo titular de Barica y auxiliar de Varsovia (Polonia) a monseñor MICHAŁ JANO CHA. Michał Janocha nació en Varsovia el 27 de octubre de 1959. Recibió la ordenación sacerdotal el 28 de mayo de 1987. Obtuvo el doctorado en historia e historia del arte en la Academia de teología católica de Varsovia. En su ministerio ha sido vicario parroquial, docente, director espiritual del seminario mayor de Varsovia, miembro de la comisión diocesana para el arte y la arquitectura y director de la biblioteca del seminario mayor diocesano.

Audiencias pontificias EL SANTO PADRE

HA RECIBID O:

Viernes 15 de mayo —Al presidente de la República de Rumanía, Klaus Werner Tohannis, con el séquito.

Sábado, día 16 —Al cardenal Angelo Bagnasco, arzobispo de Génova, presidente de la Conferencia episcopal italiana.

—Al cardenal Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la doctrina de le fe.

—Al cardenal Mauro Piacenza, penitenciario mayor, con el regente de la Penitenciería apostólica, monseñor Krzysztof J. Nykiel.

—Al embajador de Uruguay ante la Santa Sede, Daniel Ramada Piendibene, en visita de despedida.

—Al presidente del Estado de Palestina, Mahmoud Abbas, con el séquito.

A los obispos de la Conferencia episcopal de la República controafricana, en visita «ad limina»: —Monseñor Dieudonné Nzapalainga, arzobispo de Bangui. —Monseñor Jean Zerbo, arzobispo de Bamako. —Monseñor Cyr-Nestor Yapaupa, obispo de Alindao, con el obispo emérito, monseñor Peter Marzinkowski, C.S.SP. —Monseñor Edouard Mathos, obispo de Bambari. —Monseñor Dennis Kofi Agbenyadzi, S.M.A., obispo de Berbérati. —Monseñor Nestor-Désiré Nongo-aziagbia, S.M.A., obispo de Bossangoa. —Monseñor Armando U. Gianni, O.F.M.CAP., obispo de Bouar. —Monseñor Albert Vanbuel, S.D.B., obispo de Kaga-Bandoro, con el obispo coadjutor, monseñor Tadeusz Kusy, O.F.M. —Monseñor Guerrino obispo de Mbaïki

Perin,

M.C.C.J.,

—A monseñor Alberto Bottari de Castello, arzobispo titular de Oderzo, nuncio apostólico en Hungría. —A monseñor Nicola Girasoli, arzobispo titular de Egnazia Appula, nuncio apostólico en Trinidad y Tobago, Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Dominica, Jamaica, Granada, República Cooperativa de Guyana, Saint Kitts y Nevis, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Surinam; y delegado apostólico en las Antillas. —Al presidente del Consejo de superintendencia del Instituto para las Obras de religión, Jean-Baptiste de Franssu.

Curia romana El Santo Padre ha nombrado miembros de la Congregación para la doctrina de la fe a los monseñores ROLAND MINNERATH, arzobispo de Dijon (Francia), y ANTHONY COLIN FISHER, O.P., arzobispo de Sydney (Australia).

Lutos en el episcopado —Monseñor THOMAS JOSEPH CONNOLLY, obispo emérito de Baker (Estados Unidos) falleció el 24 de abril. Había nacido en Tonopah, diócesis de Las Vegas (Estados Unidos), el 18 de julio de 1922. Era sacerdote desde el 8 de abril de 1947. Pablo VI le nombró obispo de Baker el 26 de abril de 1971; recibió la ordenación episcopal el 30 de junio del mismo año. Juan Pablo II aceptó su renuncia al gobierno pastoral de dicha sede el 19 de noviembre de 1999. —Monseñor SYMPHORIAN THOMAS KEEPRATH, O.F.M.CAP., obispo emérito de Jullundur (India), falleció el 3 de mayo. Había nacido en Koodalloor, eparquía de Palai, el 22 de abril de 1931. Era sacerdote desde el 22 de marzo de 1958. Pablo VI le nombró primer obispo

de Jullundur el 6 de diciembre de 1971; recibió la ordenación episcopal el 18 de marzo de 1972. Benedicto XVI aceptó su renuncia al gobierno pastoral de dicha diócesis el 24 de febrero de 2007. —Monseñor VICENTE JOAQUIM ZICO, C.M., arzobispo emérito de Belém do Pará (Brasil), falleció el 4 de mayo. Había nacido en Luz el 27 de enero de 1927. Era sacerdote desde el 22 de octubre de 1950. Juan Pablo II le nombró arzobispo coadjutor de Belém do Pará el 5 de diciembre de 1980; recibió la ordenación episcopal el 6 de enero de 1981. Pasó a ser arzobispo de dicha sede metropolitana el 4 de julio de 1990. El mismo Papa aceptó su renuncia al gobierno pastoral de la archidiócesis el 13 de octubre de 2004.


número 21, viernes 22 de mayo de 2015

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A los obispos de Malí el Papa pide oponerse a la intolerancia y exclusión

Espíritu de diálogo Agradecimiento por el compromiso en favor del diálogo entre las religiones y contra toda forma de intolerancia y exclusión, expresó el Papa Francisco a los prelados de la Conferencia episcopal de Malí, a quienes recibió en audiencia el jueves 7 de mayo, por la mañana, con ocasión de la visita «ad limina Apostolorum». Queridos hermanos en el episcopado: Mi alegría es grande al recibiros y saludaros afectuosamente a cada uno de vosotros, con ocasión de vuestra visita ad limina Apostolorum. Esta peregrinación a las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo os permite reafirmar vuestros vínculos de comunión con la Sede apostólica, entre vosotros y con los obispos de todo el mundo. Habéis venido aquí para renovar vuestras energías con vistas a un compromiso cada vez más inspirado por el modelo de estos apóstoles, al servicio del pueblo de Dios que se os ha encomendado. El discurso pronunciado en nombre de todos vosotros por monseñor JeanBaptiste Tiama, presidente de vuestra Conferencia episcopal, no sólo expresa vuestros sentimientos de comunión fiel con el sucesor de Pedro, sino que constituye también un marco elocuente de la realidad de la Iglesia en Malí. Le agradezco vivamente por esto y doy las gracias a cada uno de vosotros. A través de vosotros, mi recuerdo llega a todo el pueblo maliense y también a vuestras comunidades diocesanas. A ellos expreso, como a vosotros, mi aliento cordial. Hacia la persona misma de Cristo quisiera orientar vuestras miradas en la situación delicada que, desde algunos años, atraviesa vuestro país, que se encuentra ante dificultades relacionadas con la seguridad, entre muchas. Esta situación ha perjudicado algunas veces la convivencia entre los diversos componentes de la sociedad, rompiendo la armonía entre los hombres y mujeres de las diversas religiones presentes en la tierra de Malí, rica de un glorioso pasado y sinónimo de admirables tradiciones, entre ellas la tolerancia y la unión. Doy las gracias a vuestra Conferencia episcopal por haber sabido, en este delicado contexto, preservar el espíritu del diálogo interreligioso: el compromiso común de los cristianos y musulmanes para la salvaguarda de los tesoros culturales de Malí, especialmente las grandes bibliotecas de Tombuctú, patrimonio de la humanidad, es un ejemplo elocuente de ello. A vuestro regreso quisiera que llevárais a vuestros fieles, pero también a vuestros conciudadanos de todas las categorías sociales y de todas las religiones, hombres y mujeres de buena voluntad comprometidos en la lucha contra la intolerancia y la exclusión, la seguridad de mi cercanía. De hecho, en estos momentos difíciles cada uno está llamado a superarse, alzando la mirada más allá del horizonte del egoísmo y los intereses particulares, para volver a buscar el bien común (cf. Evangelii gaudium, n. 221 y ss.). En esta situación, las comunidades cristianas y sus pastores están

llamados a dar un testimonio de fe aún más incisivo, fundado en una adhesión sin reservas a los valores del Evangelio. Vosotros estáis ya recorriendo este camino a través de la traducción de la Biblia en lenguas locales, puesto que vivir de la Palabra de Dios y testimoniarla fielmente requiere sobre todo conocerla, acudir a ella asiduamente y asimilarla. En este sentido, hay que rendir homenaje a los esfuerzos realizados en vuestras diócesis para la elaboración de nuevos manuales de catequesis; a través de una formación sólida, los fieles arraigan mayormente su vida en la fe, y serán más fuertes para resistir a todo lo que la amenaza. Con este propósito, quisiera saludar calurosamente a los catequistas por el importante papel que desempeñan con generosidad en la obra evangelizadora. Así, a pesar de los graves problemas que debe afrontar, la Iglesia en Malí muestra un buen dinamismo en su obra de evangelización, tenien-

do al mismo tiempo un profundo respeto de las conciencias. Los discípulos de Cristo están creciendo en número y en fervor. Pero el testimonio cristiano a nivel familiar tiene aún necesidad de mayor coherencia: en vuestro contexto socio-cultural marcado también por el divorcio y la poligamia, los católicos están llamados a anunciar concretamente, con su testimonio, el Evangelio de la vida y la familia. Os animo igualmente a proseguir vuestra acción pastoral dirigiendo una atención especial a la condición femenina: promover el sitio de la mujer en la sociedad y combatir cualquier abuso o violencia contra ella, es también una forma de anuncio del Evangelio de Jesucristo que quiso nacer de una mujer, la Virgen María. Al dar gracias a Dios por lo que os permite realizar, no dejéis de proseguir vuestros esfuerzos con vistas al discernimiento de las vocaciones sacerdotales: la mies es abundante, pero los trabajadores son pocos. Mis

oraciones no dejan de elevarse al Señor, junto con las vuestras, para que mande obreros a su mies. El acompañamiento paciente y paternal de los sacerdotes es otra obra hacia la cual no debería disminuir vuestra atención. Sed para ellos, en especial para los más débiles, padres, hermanos y amigos que saben sostenerlos y alentarlos. El ministerio episcopal, lejos de ser una responsabilidad que se asume con espíritu solitario, constituye una misión de comunión y al servicio de la comunión que vivís de modo particular con vuestros sacerdotes. Este espíritu de comunión os llama también, como pastores, a reservar un lugar privilegiado en vuestro corazón y en vuestra acción pastoral a los religiosos y religiosas: también ellos tienen necesidad de experimentar vuestra solicitud paternal, que permitirá a cada instituto o congregación expresar mejor su carisma al servicio de toda la comunidad. Si en cada Iglesia particular es necesaria una sinergia inspirada por la caridad para asegurar su credibilidad, en vuestro contexto, la caridad y la unidad vividas en el seno de la Iglesia forman parte de las garantías más importantes para un diálogo fecundo con las demás religiones, como expresión de un testimonio cristiano auténtico (cf. Nostra aetate, n. 5). Al respecto, Tertuliano nos dejó este testimonio sorprendente sobre los cristianos de parte de los paganos de su tiempo, que debería inspirarnos siempre: «Mirad cómo se aman, se aman de verdad» (Apologético, 39, 7). Es de esperar que aun hoy se puedan multiplicar símiles testimonios sobre nuestras comunidades cristianas por parte de los miembros de las demás religiones. Queridos hermanos en el episcopado, confío esta aspiración a vuestra solicitud pastoral. Es el Evangelio vivido en su dimensión de amor auténtico hacia el prójimo el que debe inspirar la pastoral social: la Iglesia en Malí está muy presente en el ámbito de la educación a la paz, y vuestras comunidades cristianas contribuyen activamente a promover una auténtica reconciliación nacional. Al complacerme con vosotros por vuestra sensibilidad pastoral en el ámbito de la promoción humana, sin consideraciones éticas o religiosas, quisiera rendir homenaje a los numerosos cristianos que difunden la cultura de la solidaridad y la acogida, especialmente para afrontar las violencias de estos últimos años. Queridos hermanos en el episcopado, seguro de la promesa del Señor de permanecer con los suyos hasta el final de los tiempos (cf. Mt 28, 20), estoy convencido que, a pesar de las dificultades presentes en el camino, la Iglesia en Malí seguirá siendo un testimonio de esperanza y de paz. Os exhorto, por lo tanto, a perseverar en el camino del Evangelio, conservando la prioridad acordada a la juventud en vuestra acción pastoral: los jóvenes deben ser au-

ténticos constructores de paz y reconciliación. Que se sientan cada vez más sostenidos por sus pastores, para permanecer unidos a Cristo, reconociendo su presencia viva en nuestro mundo, sobre todo a través de los más débiles y pobres. Para concluir este encuentro, quisiera una vez más dirigir mi recuerdo a las comunidades cristianas confiadas a vuestra atención pastoral: a ellos dirijo mis oraciones y mi aliento; haceos intérpretes de mi afectuosa cercanía a los sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas, novicios, catequistas y fieles laicos, especialmente a las personas que sufren y que son probadas. Al pediros que continuéis rezando por mí y que hagáis rezar por mi ministerio, invoco sobre vosotros el consuelo del Señor resucitado, vencedor del mal y de la muerte, y de todo corazón os imparto la bendición apostólica que extiendo de buen grado a todos vuestros diocesanos.

Invertir en educación VIENE DE LA PÁGINA 11

mento. Amados obispos: No ahorréis esfuerzos para sostener a la familia y defender la vida desde su concepción hasta la muerte natural. Con este propósito, recordad las opciones propias de un discípulo de Cristo y la belleza de ser una madre acompañada por el apoyo de la familia y de la comunidad local. Que la familia sea defendida siempre como fuente privilegiada de fraternidad, respeto por los demás y camino principal de la paz. Querida Iglesia de Dios que peregrinas en la tierra de Mozambique, amados hermanos en el episcopado: Jesús no os dice: «¡Id! ¡Arregláoslas!», sino «Id (…), yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos» (Mt 28, 19-20). Esta es nuestra fuerza, nuestro consuelo: cuando salimos a llevar el Evangelio con verdadero espíritu apostólico, Él camina con nosotros, nos precede. Para nosotros, esto es fundamental: Dios nos precede siempre. Cuando debemos ir a una periferia extrema, a veces nos asalta el miedo; pero no hay motivo. En realidad, Jesús ya está allí; nos espera en el corazón del hermano, en su carne herida, en su vida oprimida, en su alma sin fe. Jesús está allí en el hermano. Nos precede siempre; ¡sigámoslo! Debemos tener la audacia de abrir nuevos caminos para el anuncio del Evangelio. Encomiendo a la santísima Virgen María, Madre de la Iglesia, vuestras esperanzas y preocupaciones, el camino de vuestras diócesis y el progreso de vuestra patria, mientras invoco la bendición del Señor sobre todo el pueblo de Dios que peregrina con sus pastores en la amada nación mozambiqueña.


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Sin miedo Miedo y tristeza enferman a las personas y también a la Iglesia, porque paralizan, hacen egocéntrico y acaban por viciar el aire de las comunidades que sobre la puerta exponen el cartel de «prohibido» porque tienen miedo de todo. Sin embargo, es la alegría, que en el dolor llega a ser paz, la actitud valiente del cristiano, sostenido por el temor de Dios y el Espíritu Santo. Es lo que dijo el Papa en la misa celebrada, el viernes 15 de mayo, en la capilla de la Casa Santa Marta. En la liturgia de la Palabra, el Papa Francisco observó inmediatamente, al comentar las lecturas del día, que «existen dos palabras fuertes que la Iglesia nos hace meditar: miedo y alegría». Y, así, —se lee en los Hechos de los apóstoles (18, 9-18)— el Señor dice a Pablo: «no tengas miedo; sigue hablando». «El miedo —explicó el Papa— es una actitud que nos hace mal, nos debilita, nos empequeñece, e incluso nos paraliza». En tal medida que «una persona con temor no hace nada, no sabe qué hacer: es medrosa, miedosa, concentrada en sí misma para que no le suceda algo malo, algo feo». Por lo tanto «el miedo lleva a un egocentrismo egoísta y paraliza». Precisamente «por eso Jesús dice a Pablo: no tengas miedo, sigue hablando». El miedo, en efecto, «no es una actitud cristiana», sino «una actitud, podemos decir, de un alma encarcelada, sin libertad, que no tiene libertad de mirar adelante, de crear algo, de hacer el bien». Y, así, quien tiene miedo continúa repitiendo: «No, está este peligro, está este otro y ese otro», y así sucesivamente. «¡Qué lástima, el miedo hace mal!» comentó de nuevo el Papa Francisco. El miedo, sin embargo, «hay que diferenciarlo del temor de Dios, con el que no tiene nada que ver». El temor de Dios, afirmó el Pontífice, «es santo, es el temor de la adoración ante el Señor; y el temor de Dios es una virtud». Esto, en efecto, «no empequeñece, no debilita, no paraliza»; por el contrario, «lleva adelante hacia la misión que el Señor nos da». Y al respecto el Pontífice añadió: «El Señor, en el capítulo 18 del Evangelio de san Lucas, habla de un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres, y hacía lo que quería». Esto «es un pecado: la falta de temor de Dios y también la autosuficiencia», porque «aleja de la relación con Dios y también de la adoración». Por ello, dijo el Papa Francisco, «una cosa es el temor de Dios, que es bueno; pero otra es el miedo». Y «un cristiano miedoso es poca cosa: es una persona que no ha entendido cuál es el mensaje de Jesús». La «otra palabra» propuesta por la liturgia, «después de la Ascensión del Señor», es «alegría». En el pasaje del Evangelio de san Juan (16, 2023), «el Señor habla del paso de la tristeza a la alegría», preparando a los discípulos «para el momento de la pasión: “Vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría”». Jesús sugiere «el ejemplo de la mujer en el momento del parto, que tiene muchos dolores pero después, tras nacer el niño, se olvida

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viernes 22 de mayo de 2015, número 21

Misa del Pontífice en Santa Marta

bajo, lo que realizó: “No he omitido por miedo nada de cuanto os pudiera aprovechar, predicando y enseñando en público y en privado”». Así, pues, «les recuerda cómo ha trabajado, pero no se enaltece». Es, precisamente, un recuerdo: «Esta fue mi vida entre vosotros». Luego, añadió: «Y ahora, mirad, me dirijo a Jerusalén, encadenado por el Espíritu». Pablo «se va», explicó el Papa, con «una despedida que es un poco dramática». Especifica, de hecho, que no sabe «lo que le pasará allí, salvo que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, le da testimonio de que le aguardan cadenas y tribulaciones. Pero a él no le importa la vida, sino completar la carrera y consumar el ministerio que recibió del Señor». Y, «así, ser testigo del Evangelio de la gracia de Dios». Pablo luego «pronuncia un discurso un poco largo, fraternal, y cuando termina comienza a llorar». Y dijo: «Y ahora, mirad: sé que ninguno de vosotros volverá a ver mi rostro, pero sé también que no veré más el vuestro». Luego «todos llorando se dirigen a la playa, se arrodillan, rezan llorando y se despiden de Pablo» acompañándolo «hasta la nave». En definitiva, resumió el Papa haciendo referencia a las dos lecturas, «Jesús se despide, Pablo se despide; y esto nos ayudará a reflexionar sobre nuestras despedidas». De hecho «en nuestra vida hay tantas despedidas: hay muchas y pequeñas despedidas —se sabe que vuelvo, hoy o mañana— y hay grandes despedidas y no se sabe cómo acabará este viaje». El Papa Francisco reconoció que hace «bien pensar en esto», porque «la vida está llena de despedidas» y «hay mucho sufrimiento, muchas lágrimas» en algunas situaciones. E invitó a pensar «en esos pobres rohingya de Myanmar. En el momento que dejaron su tierra para huir de las persecuciones no sabían qué les ocurriría. Desde hace meses están en barcazas, allí... llegaron a una ciudad donde, tras haberles dado agua y comida, les dijeron: “marchaos”: es una despedida». Y luego recordó «la despedida de los cristianos y los yazidíes que previeron no volver a su tierra porque fueron expulsados de sus casas. ¡Hoy!». El Pontífice recordó, por lo tanto, que «hay también pequeñas, y a su vez grandes despedidas en la vida: pienso en la despedida de la madre que dice adiós, da el último abrazo al hijo que se va a la guerra, y todos los días se levanta con el temor de que venga un oficial a anunciarle: “Agradecemos mucho la generosidad de su hijo que dio la vida por la patria”». Porque «no se sabe cómo acabarán estas grandes despedidas». Y luego «está también el último adiós, que todos debemos hacer, cuando el Señor nos llama a la otra orilla: pienso en esto». «Estas grandes despedidas de la vida, también la última, no son las despedidas» que se resuelven diciendo «hasta luego, hasta pronto, adiós». Despedidas, en definitiva, «en las que uno sabe que regresa o inmediatamente o después de una semana». En las grandes despedidas, en cambio, «no se sabe ni cuándo ni cómo» tendrá lugar el regreso. Y precisamente «esa última despedida

del dolor» para dejar espacio a la alegría. «Y nadie os quitará vuestra alegría» asegura el Señor. Pero «la alegría cristiana —advirtió el Papa— no es una simple diversión, no es una alegría pasajera». Más bien, «la alegría cristiana es un don del Espíritu Santo: es tener el corazón siempre alegre porque el Señor ha vencido, el Señor reina, el Señor está a la derecha del Padre, el Señor me miró a mí, me envió, me dio su gracia y me hizo hijo del Padre». He aquí lo que de verdad es «la alegría cristiana». Un cristiano, por lo tanto, «vive en la alegría». Pero, se preguntó el Papa Francisco, «¿dónde está esta alegría en los momentos más tristes, en los momentos de dolor? Pensemos en Jesús en la Cruz, ¿tenía alegría? ¡Pues, no! En cambio, ¡sí, tenía paz!». En efecto, explicó el Papa,

munidad; la falta de valentía enferma a una comunidad». Pero «también una comunidad sin alegría es una comunidad enferma, porque donde no hay alegría hay vacío. No, más bien lo que hay diversión». Y así, al final de cuentas, «será una bonita comunidad divertida pero mundana, enferma de mundanidad porque no tiene la alegría de Jesucristo». Y «un efecto, entre otros, de la mundanidad alertó el Pontífice es hablar mal de los demás». Por lo tanto, «cuando la Iglesia tiene miedo y cuando la Iglesia no recibe la alegría del Espíritu Santo, la Iglesia se enferma, las comunidades se enferman, los fieles se enferman». En la oración al inicio de la misa, recordó el Papa «hemos pedido al Señor la gracia de elevarnos hacia el Cristo sentado a la derecha del Padre». Precisamente «la contemplación de Cristo sentado a la derecha del Padre, afirmó, nos dará la valentía, nos dará la alegría, nos quitará el miedo y nos ayudará también a no caer en una vida superficial y de diversión». «Con esta intención de elevar nuestro espíritu hacia Cristo sentado a la derecha del Padre —concluyó el Papa Francisco— continuamos nuestra celebración pidiendo al Señor: eleva nuestro espíritu, quítanos todo miedo y danos la alegría y la paz».

La importancia de decir adiós

«la alegría, en el momento del dolor, de la prueba, se convierte en paz». En cambio, «la sola diversión en el momento del dolor se convierte en oscuridad, se hace tiniebla». He aquí la razón de por qué «un cristiano sin alegría no es cristiano; un cristiano que vive continuamente en la tristeza no es cristiano». A «un cristiano que pierde la paz, en el momento de las pruebas, de las enfermedades, de tantas dificultades, le falta algo». El Papa Francisco invitó a «no tener miedo y a tener alegría», y explicó: «No tener miedo es pedir la gracia del valor, el valor del Espíritu Santo; y tener alegría es pedir el don del Espíritu Santo, también en los momentos más difíciles, con la paz que nos da el Señor». Es lo que «sucede en los cristianos, sucede en las comunidades, en toda la Iglesia, en las parroquias, en tantas comunidades cristianas». En efecto, «existen comunidades miedosas, que van siempre a lo seguro: “No, no, no hagamos esto... No, no, esto no se puede, esto no se puede”». Hasta el punto que «parece que sobre la puerta de entrada hayan escrito “prohibido”: todo está prohibido por miedo». Así, «cuando se entra en esa comunidad el aire esta viciado, porque la comunidad está enferma: el miedo enferma a una co-

El Papa Francisco recordó los sufrimientos de los rohingya de Myanmar, abandonados en medio del mar y rechazados, y de los refugiados cristianos y yazidíes «expulsados de sus casas» en Irak: tragedias que están sucediendo hoy ante los ojos de todos. Al celebrar la misa el martes 19 de mayo, en la capilla de la Casa Santa Marta, el Pontífice propuso una reflexión sobre el sentido último que tiene cada despedida, grande o pequeña, con la palabra «adiós» que expresa siempre un acto de confianza al Padre. Y recordó el dolor y la preocupación de todas las mamás que ven partir a su hijo para afrontar la guerra. Por lo demás, observó inmediatamente el Papa, «el clima en estos últimos días del tiempo pascual es un clima de despedida». Y «la Iglesia en la liturgia toma el discurso de Jesús en la última Cena, donde se despedía antes de la Pasión, y lo vuelve a leer: Jesús se despide para ir al Padre y mandarnos al Espíritu Santo» (Jn 17, 1-11). Hoy, afirmó de nuevo el Papa Francisco, «este clima de despedida se concentra también en la primera lectura, una de esas hermosas páginas de los Hechos de los apóstoles: la despedida de Pablo» (20, 17-27). Él «estaba en Mileto» y «mandó a llamar a Éfeso a los presbíteros de la Iglesia» para «una reunión de pequeñas iglesias, grandes como parroquias». Y, así, «comienza el discurso que terminará en la liturgia de mañana, donde Pablo recuerda su tra-

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número 21, viernes 22 de mayo de 2015

Misa del Papa VIENE DE LA PÁGINA 14

la representa también el arte, en las canciones, por ejemplo». Y, al respecto, el Papa Francisco recordó el tradicional canto de los alpinos, El testamento del capitán, que narra «cuando ese capitán se despide de sus soldados». Así, planteó esta pregunta: «¿Pienso en la gran despedida, en mi gran despedida», es decir, «no cuando debo decir “hasta luego”, “hasta pronto”, “hasta ahora”, sino “adiós”?». Los dos textos de la liturgia de hoy «dicen la palabra “adiós”: Pablo confía a los suyos a Dios, y Jesús confía al Padre a sus discípulos, que permanecen en el mundo». Pero precisamente «confiar al Padre, confiar a Dios es el origen de la palabra “adiós”». En efecto, «nosotros decimos “adiós” solamente en las grandes despedidas, ya sea en las de la vida, ya sea en la última». Frente a la imagen «de Pablo que llora de rodillas en la playa» y la imagen de «Jesús triste porque se dirigía a la Pasión, con sus discípulos, llorando en su corazón», el Pontífice invitó a «reflexionar sobre nosotros mismos: nos hará bien». Y a preguntarnos «¿quién será la persona que cerrará mis ojos? ¿Qué dejo?». El Papa evidenció, en efecto, que «Pablo y Jesús, los dos, en estos pasajes realizan una especie de examen de conciencia: “Yo he hecho esto, esto, esto”». De la misma manera es bueno preguntarse a sí mismo, como una especie de examen de conciencia: «¿Yo qué he hecho?». Consciente de que «me hace bien imaginarme en ese momento, que no se sabe cuándo será, en el que el “nos vemos”, “hasta pronto”, “hasta mañana” “hasta la vista” se convertirá en un “adiós”». Y, por consiguiente, preguntó invitando de nuevo a reflexionar, «¿estoy preparado para confiar a Dios a todos los míos? ¿Para confiarme yo mismo a Dios? ¿Para decir esa palabra que es la palabra de la confianza del hijo al Padre?». El Papa Francisco propuso también un consejo «si tenéis un poco de tiempo hoy, y si no lo tenéis, ¡buscadlo!»: leer el capítulo 16 del Evangelio de san Juan o el capítulo 19 de los Hechos de los apóstoles, o sea «la despedida de Jesús y la despedida de Pablo». Precisamente a la luz de estos textos, es importante «pensar que un día yo también tendré que decir esa palabra: “adiós”». Sí, añadió, «a Dios confío mi alma; a Dios confío mi historia; a Dios confío a los míos; a Dios confío todo». «Ahora —concluyó el Papa— celebremos el memorial del adiós de Jesús, de la muerte de Jesús». Y deseó «que Jesús muerto y resucitado, nos envíe el Espíritu Santo para que aprendamos esa palabra, la aprendamos a decir existencialmente, con toda su fuerza: la última palabra, “adiós”».

L’OSSERVATORE ROMANO

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Mensaje al seminario del Consejo pontificio para los laicos

El buen entrenador En el deporte los entrenadores están llamados a ser «buenos educadores» al servicio de los «auténticos valores del deporte». Lo escribe el Papa en el mensaje enviado al cardenal Ryłko para el seminario internacional organizado por el Consejo pontificio para los laicos los días 14 y 15 de mayo.

Al venerado hermano Cardenal STANISŁAW RYŁKO Presidente del Consejo pontificio para los laicos Dirijo mi cordial saludo a usted y a todos los participantes en el seminario internacional de estudio sobre el tema «Entrenadores: educadores de personas», organizado por la sección Iglesia y deporte del Consejo pontificio para los laicos. Continuando con vuestro itinerario de reflexión y promoción de los valores humanos y cristianos en la actividad deportiva, en este cuarto seminario habéis tenido debidamente en cuenta la figura del entrenador, con énfasis en su papel como educador, tanto en el ámbito profesional como amateur. Todos nosotros, en la vida, necesitamos educadores, personas maduran, sabias y equilibradas que nos ayudan a crecer en la familia, en el estudio, en el trabajo y en la fe. Educadores que nos animan a dar los primeros pasos en una nueva actividad sin miedo a los obstáculos y desafíos que se deben afrontar; que nos instan a superar los momentos de dificultad; que nos exhortan a confiar en nosotros mismos y en nuestros com-

pañeros; que están a nuestro lado tanto en los momentos de decepción y desconcierto como en los de alegría y éxito. Pues bien, también el entrenador deportivo, sobre todo en los ambientes católicos del deporte amateur, puede llegar a ser para muchos chicos y jóvenes uno de estos buenos educadores, tan importantes para el desarrollo de una personalidad madura, armoniosa y completa. La presencia de un buen entrenador-educador resulta providencial sobre todo en los años de la adolescencia y la primera juventud, cuando la personalidad está en pleno desarrollo y busca modelos de referencia e identificación; cuando se experimenta una fuerte necesidad de aprecio y estima no sólo de los coetáneos sino también de los adultos; cuando es más real el peligro de extraviarse detrás de los malos ejemplos y en la búsqueda de la falsa felicidad. En esta delicada etapa de la vida, es grande la responsabilidad de un entrenador, que a menudo tiene el privilegio de pasar muchas horas a la semana con los jóvenes y tener una gran influencia sobre ellos con su conducta y personalidad. La influencia de un educador, especialmente para los jóvenes, depende más de lo que él es como persona y cómo vive, que de lo que dice. ¡Qué importante es que un entrenador sea ejemplo de integridad, coherencia, juicio justo, imparcialidad, así como de alegría de vivir, paciencia, capacidad de estima y benevolencia hacia todos, especialmente hacia los más desfavorecidos! ¡Y cómo es importante que sea un ejemplo de fe! La fe, de hecho, siempre nos ayuda a elevar la mirada hacia Dios, para no absolutizar alguna de nues-

Audiencia al presidente del Estado de Palestina

Diálogo camino para la paz El sábado 16 de mayo, por la mañana, el Papa Francisco recibió en audiencia al señor Mahmoud Abbas, presidente del Estado de Palestina, quien sucesivamente se reunió con el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, acompañado por el arzobispo Paul Gallagher, secretario

para las Relaciones con los Estados. El presidente Abbas participó el domingo 17 en la canonización de dos beatas palestinas, por lo cual dio las gracias al Pontífice. Durante los cordiales coloquios se manifestó gran satisfacción por el Acuerdo global entre las partes sobre algunos aspectos esenciales de la vida y la actividad de la Iglesia católica en Palestina, que se firmará en un futuro próximo. Sucesivamente, se habló del proceso de paz con Israel, expresando el deseo de que se puedan reanudar las negociaciones entre las partes para encontrar una solución justa y duradera al conflicto. Con este objetivo se reafirmó el deseo de que, con el apoyo de la comunidad internacional, israelíes y palestinos tomen con determinación decisiones valientes en favor de la paz. Por último, al hacer referencia a los conflictos que afligen a Oriente Medio y al reafirmar la importancia de combatir el terrorismo, se destacó la necesidad del diálogo interreligioso.

Luca Grippa, «Deportes juveniles» (2008)

tras actividades, incluyendo la deportiva, ya sea amateur o agonística, y así tener el justo desprendimiento y la sabiduría para relativizar tanto las derrotas como los éxitos. La fe nos da esa mirada de bondad hacia los demás que nos hace superar la tentación de la rivalidad demasiado encendida y la agresividad, nos hace comprender la dignidad de toda persona, también de la menos dotada y desfavorecida. El entrenador, en este sentido, puede hacer una contribución muy valiosa para la creación de un clima de solidaridad e inclusión de los jóvenes marginados y en situación de riesgo de la deriva social, encontrando modos y medios adecuados para acercarlos también a ellos a la práctica deportiva y a experiencias de socialización. Si tiene equilibrio humano y espiritual sabrá también preservar los valores auténticos del deporte y su naturaleza fundamental de juego y actividad de socialización, evitando que este se deforme bajo la presión de muchos intereses, sobre todo económicos, hoy cada vez más presentes. El entrenador puede ser, por lo tanto, un válido formador de los jóvenes, junto a los padres, maestros, sacerdotes y catequistas. Pero todo buen formador debe recibir una formación sólida. Es necesario formar a los formadores. Es apropiado por esto que vuestro seminario haga un llamamiento a todas las organizaciones que trabajan en el campo del deporte, las federaciones internacionales y nacionales, asociaciones deportivas laicas y eclesiales, a prestar la debida atención e invertir los recursos necesarios para la formación profesional, humana y espiritual de los entrenadores. ¡Qué bello sería si en todos los deportes y en todos los niveles, desde las grandes competiciones internacionales hasta los torneos de los oratorios parroquiales, los jóvenes encontrasen en sus entrenadores testigos auténticos de vida y de fe vivida! Pido al Señor, por intercesión de la santísima Virgen, para que vuestro trabajo de estos días sea fructífero para la pastoral del deporte, y porque se continúe promoviendo la santidad cristiana también en este ambiente, en el que muchas vidas jóvenes pueden ser alcanzadas y transformadas por testigos gozosos del Evangelio. Os pido, por favor, que recéis por mí y os bendigo con afecto. Vaticano, 14 de mayo de 2015 Fiesta de san Matías Apóstol


L’OSSERVATORE ROMANO

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viernes 22 de mayo de 2015, número 21

El Papa Francisco en la audiencia general pide que los padres retomen plenamente el papel educativo «Los padres corren el riesgo de autoexcluirse de la vida de sus hijos. ¡Y esto es gravísimo!». Lo dijo el Papa Francisco en la audiencia general del miércoles 20 de mayo, por la mañana, en la plaza de San Pedro. Continuando con las reflexiones sobre la familia, el Pontífice habló de la misión educativa de la misma. Hoy, queridos hermanos y hermanas, quiero daros la bienvenida porque he visto entre vosotros a numerosas familias, ¡buenos días a todas las familias! Seguimos reflexionando sobre la familia. Hoy nos detenemos a reflexionar sobre una característica esencial de la familia, o sea su natural vocación a educar a los hijos para que crezcan en la responsabilidad de sí mismos y de los demás. Lo que hemos escuchado del apóstol Pablo, al inicio, es muy bonito: «Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso agrada al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan el ánimo» (Col 3, 2021). Esta es una regla sabia: el hijo educado en la escucha y obediencia a los padres, quienes no tienen que mandar de mala manera, para no desanimar a los hijos. Los hijos, en efecto, deben crecer sin desalentarse, paso a paso. Si vosotros padres decís a los hijos: «Subamos por aquella escalera» y los tomáis de la mano y paso a paso los hacéis subir, las cosas irán bien. Pero si vosotros decís: «¡Vamos, sube!» — «Pero no puedo» — «¡Sigue!», esto se llama exasperar a los hijos, pedir a los hijos lo que no son capaces de hacer. Por ello, la relación entre padres e hijos debe ser de una sabiduría y un equilibrio muy grande. Hijos, obedeced a los padres, esto quiere Dios. Y vosotros padres, no exasperéis a los hijos, pidiéndoles cosas que no pueden hacer. Y esto hay que hacerlo para que los hijos crezcan en la responsabilidad de sí mismo y de los demás. Parecería una constatación obvia, sin embargo, incluso en nuestro tiempo, no faltan dificultades. Es difícil para los padres educar a los hijos que sólo ven por la noche, cuando regresan a casa cansados del trabajo. ¡Los que tienen la suerte de tener trabajo! Es aún más difícil para los padres separados, que cargan el peso de su condición: pobres, tuvieron dificultades, se separaron y muchas veces toman al hijo como rehén, y el papá le habla mal de la mamá y la mamá le habla mal del papá, y se hace mucho mal. A los padres separados les digo: jamás, jamás, jamás tomar el hijo como rehén. Os habéis separado por muchas dificultades y motivos, la vida os ha dado esta prueba, pero que no sean los hijos quienes carguen el peso de esta separación, que no sean usados como rehenes contra el otro cónyuge, que crezcan escuchando que la mamá habla bien del papá, aunque no estén juntos, y que el papá habla bien de la mamá. Para los padres separados esto es muy importante y muy difícil, pero pueden hacerlo. Pero, sobre todo, la pregunta: ¿cómo educar? ¿Qué tradición tenemos hoy para transmitir a nuestros hijos? Intelectuales «críticos» de todo tipo han acallado a los padres de mil formas, para defender a las jóvenes generaciones de los daños —verdaderos o presuntos— de la educación fa-

Regreso del exilio miliar. La familia ha sido acusada, entre otras cosas, de autoritarismo, favoritismo, conformismo y represión afectiva que genera conflictos. De hecho, se ha abierto una brecha entre familia y sociedad, entre familia y escuela, el pacto educativo hoy se ha roto; y así, la alianza educativa de la sociedad con la familia ha entrado en crisis porque se ha

visto socavada la confianza mutua. Los síntomas son muchos. Por ejemplo, en la escuela se han fracturado las relaciones entre los padres y los profesores. A veces hay tensiones y desconfianza mutua; y las consecuencias naturalmente recaen en los hijos. Por otra parte, se han multiplicado los así llamados «expertos», que han ocupado el papel de los padres, incluso en los aspectos más íntimos de la educación. En relación a la vida afectiva, la personalidad y el desarrollo, los derechos y los deberes, los «expertos» lo saben todo: objetivos, motivaciones, técnicas. Y los padres sólo deben escuchar, aprender y adaptarse. Privados de su papel, a menudo llegan a ser excesivamente aprensivos y posesivos con

sus hijos, hasta no corregirlos nunca: «Tú no puedes corregir al hijo». Tienden a confiarlos cada vez más a los «expertos», incluso en los aspectos más delicados y personales de su vida, ubicándose ellos mismos en un rincón; y así los padres hoy corren el riesgo de autoexcluirse de la vida de sus hijos. Y esto es gravísimo. Hoy existen casos de este tipo. No digo que suceda siempre, pero se da. La maestra en la escuela reprende al niño y escribe una nota a los padres. Recuerdo una anécdota personal. Una vez, cuando estaba en cuarto grado dije una mala palabra a la maestra y la maestra, una buena mujer, mandó llamar a mi mamá. Ella fue al día siguiente, hablaron entre ellas y luego me llamaron. Y mi mamá delante de la maestra me explicó que lo que yo había hecho era algo malo, que no se debe hacer; pero mi madre lo hizo con mucha dulzura y me dijo que pidiese perdón a la maestra delante de ella. Lo hice y me quedé contento porque dije: acabó bien la historia. Pero ese era el primer capítulo. Cuando regresé a casa, comenzó el segundo capítulo... Imaginad vosotros, hoy, si la maestra hace algo por el estilo, al día siguiente se encuentra con los dos padres o uno de los dos para reprenderla, porque los «expertos» dicen que a los niños no se les debe regañar así. Han cambiado las cosas. Por lo tanto, los padres no tienen que autoexcluirse de la educación de los hijos. Es evidente que este planteamiento no es bueno: no es armónico, no es dialógico, y en lugar de favorecer la colaboración entre la familia y las demás entidades educativas, las escuelas, los gimnasios... las enfrenta. ¿Cómo hemos llegado a esto? No cabe duda de que los padres, o más bien, ciertos modelos educativos del pasado tenían algunas limitaciones,

En los saludos a los fieles

La cercanía del Santo Padre El Papa volvió a denunciar las persecuciones contra los cristianos al recordar la iniciativa de oración promovida por la Conferencia episcopal italiana para la vigilia de Pentecostés: «Deseo que ese momento de oración aumente la conciencia de que la libertad religiosa es un derecho humano inalienable, aumente la sensibilización acerca del drama de los cristianos perseguidos en nuestro tiempo y que se ponga fin a ese inaceptable crimen». Además, recordó a la Iglesia en China: «El 24 de mayo, los católicos en China rezarán con devoción a la bienaventurada Virgen María auxilio de los cristianos, venerada en el santuario de Sheshan... También nosotros pediremos a María que ayude a los católicos en China a ser siempre testigos creíbles de este amor misericordioso en medio de su pueblo y a vivir espiritualmente unidos a la roca de Pedro sobre la cual está construida la Iglesia». En lengua española, entre otros saludos, se dirigió al nuevo presidente del CELAM: «En primer lugar, quiero saludar al nuevo presidente del CELAM, el cardenal de Bogotá, recientemente electo en la Asamblea. ¡Buen trabajo!».

no hay duda. Pero también es verdad que hay errores que sólo los padres están autorizados a cometer, porque pueden compensarlos de un modo que es imposible a cualquier otra persona. Por otra parte, como bien sabemos, la vida se ha vuelto tacaña con el tiempo para hablar, reflexionar, discutir. Muchos padres se ven «secuestrados» por el trabajo —papá y mamá deben trabajar— y otras preocupaciones, molestos por las nuevas exigencias de los hijos y por la complejidad de la vida actual —es así y debemos aceptarla como es—, y se encuentran como paralizados por el temor a equivocarse. El problema, sin embargo, no está sólo en hablar. Es más, un «dialoguismo» superficial no conduce a un verdadero encuentro de la mente y el corazón. Más bien preguntémonos: ¿Intentamos comprender «dónde» están los hijos realmente en su camino? ¿Dónde está realmente su alma, lo sabemos? Y, sobre todo, ¿queremos saberlo? ¿Estamos convencidos de que ellos, en realidad, no esperan otra cosa? Las comunidades cristianas están llamadas a ofrecer su apoyo a la misión educativa de las familias, y lo hacen ante todo con la luz de la Palabra de Dios. El apóstol Pablo recuerda la reciprocidad de los deberes entre padres e hijos: «Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso agrada al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan el ánimo» (Col 3, 20-21). En la base de todo está el amor, el amor que Dios nos da, que «no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal... Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Cor 13, 5-7). Incluso en las mejores familias hay que soportarse, y se necesita mucha paciencia para soportarse. Pero la vida es así. La vida no se construye en un laboratorio, se hace en la realidad. Jesús mismo pasó por la educación familiar. También en este caso, la gracia del amor de Cristo conduce a su realización lo que está escrito en la naturaleza humana. ¡Cuántos ejemplos estupendos tenemos de padres cristianos llenos de sabiduría humana! Ellos muestran que la buena educación familiar es la columna vertebral del humanismo. Su irradiación social es el recurso que permite compensar las lagunas, las heridas, los vacíos de paternidad y maternidad que tocan a los hijos menos afortunados. Esta irradiación puede obrar auténticos milagros. Y en la Iglesia suceden cada día estos milagros. Deseo que el Señor done a las familias cristianas la fe, la libertad y la valentía necesarias para su misión. Si la educación familiar vuelve a encontrar el orgullo de su protagonismo, muchas cosas cambiarán para mejor, para los padres inciertos y para los hijos decepcionados. Es hora de que los padres y las madres vuelvan de su exilio —porque se han autoexiliado de la educación de los hijos— y vuelvan a asumir plenamente su función educativa. Esperamos que el Señor done a los padres esta gracia: de no autoexiliarse de la educación de los hijos. Y esto sólo puede hacerlo el amor, la ternura y la paciencia.


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