Osservatore Romano. Edición en español del 29-5-15

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L’OSSERVATORE ROMANO EDICIÓN SEMANAL Unicuique suum Año XLVII, número 22 (2.417)

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Ciudad del Vaticano

29 de mayo de 2015

El Papa recuerda a los beatos Irene Stefani y Oscar Romero, y pide por su intercesión ser testigos valientes del Evangelio

Para ir al encuentro de quien sufre aquella puerta mantenida cerrada durante cincuenta días, finalmente se abre de par en par, y la primera comunidad cristiana no permanece más replegada sobre sí misma, sino que comienza a hablar a la muchedumbre de diversa procedencia de las grandes cosas que Dios ha hecho Queridos hermanos y hermanas, (cf. v. 11), es decir, de la Resurrec¡buenos días! ción de Jesús, que había sido crucifiLa fiesta de Pentecostés nos hace cado. Y cada uno de los presentes revivir los inicios de la Iglesia. El liescucha hablar a los discípulos en su bro de los Hechos de los Apóstoles propia lengua. El don del Espíritu narra que, cincuenta días después de restablece la armonía de las lenguas la Pascua, en la casa donde se enque se había perdido en Babel y contraban los discípulos de Jesús, prefigura la dimensión universal de «de repente se produjo desde el ciela misión de los Apóstoles. La Iglelo un estruendo, como de viento que sia no nace aislada, nace universal, Familias iraquíes huyen del Estado islámico, en un campamento en Faluya (AFP) soplaba fuertemente... y se llenaron una, católica, con una identidad precisa, abierta a todos, no cerrada, una todos de Espíritu Santo» (2, 1-2). Esta efusión transformó completamente a los dis- en la historia, guiada por la fuerza del Espíritu identidad que abraza al mundo entero, sin excluir cípulos: el miedo es remplazado por la valentía, la Santo. a nadie. A nadie la madre Iglesia cierra la puerta cerrazón cede el lugar al anuncio y toda duda es Ese evento, que cambia el corazón y la vida de en la cara, ¡a nadie! Ni siquiera al más pecador, ¡a expulsada por la fe llena de amor. Es el «bautis- los Apóstoles y de los demás discípulos, repercute SIGUE EN LA PÁGINA 3 mo» de la Iglesia, que así comenzaba su camino inmediatamente fuera del Cenáculo. En efecto, También a los cristianos de hoy Dios les da «la lengua del Evangelio» y «el fuego del Espíritu» para anunciar a Cristo al mundo. Lo recordó el Papa en el «Regina caeli» recitado en la plaza de San Pedro al término de la misa de Pentecostés.

En Pentecostés el Pontífice pide no pactar con pecado y corrupción

Mensaje para la Jornada mundial de las misiones de 2015

Según el Espíritu

Gramática de la vida consagrada

El mundo necesita hombres y mujeres abiertos a la presencia del Espíritu. Lo dijo el Pontífice en la homilía de la misa de Pentecostés que presidió el domingo 24 de mayo en la basílica vaticana, invitando a los creyentes a «luchar, sin concesión alguna, contra el pecado» y «contra la corrupción que, día tras día, se extiende cada vez más en el mundo». Al describir la obra del Paráclito el Pontífice hizo referencia a tres verbos —«guía, renueva y da fruto»— tomados de la Sagrada Escritura. «A los Apóstoles, incapaces de soportar el escándalo de la pasión de su Maestro, el Espíritu les dará una nueva clave de lectura para in-

troducirles en la verdad y en la belleza del evento de la salvación», recordó haciendo referencia al primer verbo. En un primer momento «asustados y paralizados», gracias al Espíritu Santo estos hombres «ya no se avergonzarán de ser discípulos de Cristo, ya no temblarán ante los tribunales humanos». Y comprenderán «toda la verdad», convirtiéndose en testigos de la «Buena Noticia que se debe anunciar a todos». El mundo, en cambio, concluyó, «tiene necesidad del valor, de la esperanza, de la fe y de la perseverancia de los discípulos de Cristo». PÁGINA 3

«Si todo bautizado está llamado a dar testimonio del Señor Jesús proclamando la fe recibida como un don, esto es particularmente válido para la persona consagrada, porque entre la vida consagrada y la misión subsiste un fuerte vínculo». Lo escribe el Papa Francisco en el mensaje para la 89ª Jornada mundial de las misiones, que se celebrará el 18 de octubre de 2015. Con fecha del domingo 24 de mayo, solemnidad de Pentecostés, el mensaje destaca cómo «la dimensión misionera, al pertenecer a la naturaleza misma de la Iglesia», es «intrínseca a toda forma de vida consagrada, y no puede ser descuidada sin que deje un vacío que desfigure el carisma». En efecto, explica el Papa, «la misión no es proselitismo o mera estrategia; la misión es parte de la “gramática” de la fe, algo imprescindible para los que escuchan la voz del Espíritu que susurra “ven” y “ve”. Quien sigue a Cristo se convierte necesariamente en misionero». Sucesivamente el Pontífice recuerda el 50° aniversario del decreto conciliar Ad gentes, e indica como modelo de referencia, «la figura de santa Teresa del Niño Jesús, paFra Eric, «El Espíritu Santo» trona de las misiones, co(Iglesia de la Reconciliación, Taizé) mo inspiradora del vínculo íntimo de la vida contemplativa con la misión. Para muchas congregaciones religiosas de vida activa —aclara el Papa— el anhelo misionero que surgió del Concilio Vaticano II se puso en marcha con una apertura extraordinaria a la misión ad gentes, a menudo acompañada por la acogida de hermanos y hermanas provenientes de tierras y culturas encontradas durante la evangelización, una interculturalidad generalizada en la vida consagrada». PÁGINA 8


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En los tres secretos de Fátima

La situación es seria Como repite a menudo el Papa Francisco, la Iglesia hoy es Iglesia de mártires, de esos cristianos que, inermes, son diariamente asesinados sólo por odio a su inquebrantable fe en Nuestro Señor Jesucristo. El mensaje de Fátima de modo visionario evoca este drama, levantando el velo sobre las concretas vicisitudes históricas, donde, a la benévola Providencia de Dios se opone la maléfi-

de hacer pública la tercera parte del secreto, confiando el contenido y una primera interpretación a la Congregación para la doctrina de la fe. En un comentario, el entonces cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, afirmaba que Fátima nos ayuda «a comprender los signos de los tiempos y a encontrar para los mismos la respuesta justa en la fe». A

Carisma y profecía «Cuando era secretario de la Congregación para la doctrina de la fe tuve el privilegio de tener entre las manos y leer los manuscritos originales de los secretos de Fátima y su mensaje. Los medité ampliamente porque dan una luz de fe y esperanza acerca de los tristísimos hechos del siglo pasado y no sólo». Es la premisa de la intervención, de la que publicamos la traducción de amplios pasajes, con la cual el cardenal Angelo Amato, S.D.B., prefecto de la Congregación para las causas de los santos, abrió a inicios del mes de mayo, en el «Antonianum» de Roma, el congreso: «El mensaje de Fátima entre carisma y profecía». En el sitio web del periódico (www.osservatoreromano.va) se puede consultar el texto completo en italiano.

ca voluntad de mal por parte del enemigo del bien, que, igual que se atrevió a tentar a Jesús, así sigue aún hoy tentando a su Iglesia santa, infundiendo en el corazón de los hombres sentimientos de enemistad y muerte. Fátima, con su famoso secreto, es sin lugar a dudas la más profética de las apariciones modernas, con las concretas alusiones a guerras, divisiones, tragedias. El secreto está formado por tres partes. Digo inmediatamente que no hay un cuarto secreto ni tampoco hay otros secretos ocultos. Las dos primeras partes fueron escritas por sor Lucía, una de las videntes, en 1941 (con algunos añadidos realizados en 1951). Estas partes fueron publicadas y conocidas. La tercera parte del secreto, escrita también por sor Lucía, el 3 de enero de 1944, «por orden del obispo de Leiría y de la Santísima Madre», no fue publicada. Por deseo de sor Lucía esa parte se podía abrir sólo después del año 1960, porque entonces se podría comprender mejor. El Papa Juan Pablo II, tras el atentado del 13 de mayo de 1981, pidió y leyó la tercera parte del secreto. El 13 de mayo de 2000 el Pontífice, a través del cardenal Angelo Sodano, manifestaba la voluntad

propósito de la visión del Papa que es asesinado por el camino de los mártires, el cardenal Ratzinger se pregunta: «Cuando el Santo Padre, tras el atentado del 13 de mayo de 1981, hizo que le llevasen el texto de la tercera parte del “secreto”, ¿no tenía que reconocer en ello su propio destino?». La mano maternal, que desvió la bala sin matar al Papa, indica que no existe un destino inmutable y que la potencia de la fe y de la oración puede influir en la histo-

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Los tres pastorcitos de Fátima

GIOVANNI MARIA VIAN director

Giuseppe Fiorentino subdirector

ria: la oración es más fuerte que los proyectiles. Dos consideraciones sobre la visión. Ante todo el secreto de Fátima abre el telón sobre la real contraposición, sobre el proyecto del ser y del obrar, entre María, la toda santa y cooperadora eficaz de Cristo, y el enemigo del bien, la serpiente, el dragón rojo, Satanás, el diablo, el anticristo. El fallecido Stefano De Fiores, en un escrito suyo póstumo sobre el misterio del mal en relación a María, afirmaba: «La situación es seria: en el tiempo favorable a los ídolos se necesita vigilancia, sobriedad, fortaleza y juntamente con los primeros cristianos combatir a Satanás en todas las formas en las que se manifiesta». La segunda consideración se refiere a los llamamientos que contiene el mensaje de Fátima. Sor Lucía nos ayuda ofreciéndonos una lista de los mismos. Ella, en efecto, ve en la visión una pluralidad de llamamientos, todos convergentes a obrar el bien. Está también el llamamiento a la fe, a la adoración de Dios, a la esperanza, al amor de Dios, al perdón, a la oración, al sacrificio, a la participación en la Eucaristía, a la intimidad con Dios Trinidad, a la oración diaria del rosario, a la devoción al Corazón Inmaculado de María, a la meditación sobre la vida eterna, al apostolado, a la perseverancia en el bien, a dejar de ofender a Dios, a la santificación de la familia, a la perfección de la vida cristiana, a la vida de plena consagración a Dios, a la santidad, a seguir el camino del cielo. Elijo dos llamamientos, que parecen de actualidad y que se refieren al perdón y a la santidad. «El perdón —dice sor Lucía— nos conduce a pedir a Dios el perdón para nuestros hermanos y también para nosotros». La vidente sabe que el perdón requiere sacrificio y mortificación continua. Por ello exhorta a hacer callar el grito de rebelión del amor propio. El segundo llamamiento, válido sobre todo para los consagrados, se refiere a la santidad. En las apariciones marianas hay siempre un llamamiento a la penitencia, a la oración, a la misericordia, y también a la santidad. Sor Lucía añade que esto vale de modo particular para las personas consagradas que «deben elevarse a un nivel más alto a causa de la santidad del estado de vida que abrazan. Con el desapego de las cosas de la tierra, optaron por un grado de especial disponibilidad para corresponder a la acción de la gracia de Dios en ellos». La visión de Fátima levanta el velo sobre el infierno que existe en la tierra, pero ofrece también la consoladora profecía de la patria celestial. Fátima es un mensaje de paraíso.

TIPO GRAFIA VATICANA EDITRICE L’OSSERVATORE ROMANO don Sergio Pellini S.D.B. director general

Marta Lago

Servicio fotográfico photo@ossrom.va

redactor jefe de la edición

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viernes 29 de mayo de 2015, número 22

El barroco en las reducciones jesuíticas «La magia de la música en las reducciones jesuíticas de América del Sur (1609-1767)» es el tema en torno al cual se ha elaborado el programa del concierto que tendrá lugar el 2 de junio en el Instituto pontificio de música sacra de Roma. Promovido por la Comisión pontificia para América Latina en colaboración con las embajadas ante la Santa Sede de Bolivia, Ecuador y Paraguay en vísperas del viaje apostólico del Papa Francisco en esos países, la velada inicia con la emoción que suscita la película Mission, que se centra precisamente en la historia de las

Retrato de Domenico Zipoli

reducciones. Una obra que focaliza la atención, entre otras cosas, en los aspectos culturales y musicales del fenómeno. Este y otros conciertos han sido posibles por el descubrimiento en Bolivia de 5.000 manuscritos de piezas musicales. Sólo después de este hallazgo fue posible pasar de un conocimiento teórico y genérico a una escucha de canciones efectivamente escritas e interpretadas en las Reducciones. Ahora, por lo tanto, se puede investigar el nivel de conocimiento de la música barroca europea alcanzado por los habitantes de América del Sur gracias a las enseñanzas de los misioneros jesuitas que llegaron desde Europa. La ejecución estará a cargo del «Domenico Zipoli Ensemble», nacido en 1990 precisamente para estudiar, transcribir, realizar y difundir estas partituras. Las veladas en las que participa el grupo se presentan generalmente en forma de charla-concierto y los instrumentos utilizados son modernos, ya que los construidos por los guaraníes utilizando el material disponible en el lugar fueron destruidos.

Tarifas de suscripción: Italia - Vaticano: € 58.00; Europa (España + IVA): € 100.00 - $ 148.00; América Latina, África, Asia: € 110.00 - $ 160.00; América del Norte, Oceanía: € 162.00 - $ 240.00. Administración: 00120 Ciudad del Vaticano, teléfono + 39 06 698 99 480, fax + 39 06 698 85 164, e-mail: suscripciones@ossrom.va. En México: Arquidiócesis primada de México. Dirección de Comunicación Social. San Juan de Dios, 222-C. Col. Villa Lázaro Cárdenas. CP 14370. Del. Tlalpan. México, D.F.; teléfono + 52 55 5594 11 25, + 52 55 5518 40 99; e-mail: losservatore@prodigy.net.mx, or.mexico@ossrom.va. En Argentina: Arzobispado de Mercedes-Luján; calle 24, 735, 6600 Mercedes (B), Argentina; teléfono y fax + 2324 428 102/432 412; e-mail: osservatoreargentina@yahoo.com. En Perú: Editorial salesiana, Avenida Brasil 220, Lima 5, Perú; teléfono + 51 42 357 82; fax + 51 431 67 82; e-mail: editorial@salesianos.edu.pe.


número 22, viernes 29 de mayo de 2015

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En la misa de Pentecostés el Papa pide luchar sin concesión contra el pecado y la corrupción

Según el Espíritu El mundo necesita hombres y mujeres abiertos a la presencia del Espíritu: lo dijo el Papa Francisco en la homilía de la misa de Pentecostés que presidió el domingo 24 de mayo, por la mañana, en la basílica vaticana. «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo... recibid el Espíritu Santo» (Jn 20, 21.22), así dice Jesús. La efusión que se dio en la tarde de la Resurrección se repite en el día de Pentecostés, reforzada por extraordinarias manifestaciones exteriores. La tarde de Pascua Jesús se aparece a sus discípulos y sopla sobre ellos su Espíritu (cf. Jn 20, 22); en la mañana de Pentecostés la efusión se produce de manera fragorosa, como un viento que se abate impetuoso sobre la casa e irrumpe en las mentes y en los corazones de los Apóstoles. En consecuencia reciben una energía tal que los empuja a anunciar en diversos idiomas el evento de la resurrección de Cristo: «Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas» (Hch 2, 4). Junto a ellos estaba María, la Madre de Jesús, la primera discípula, y allí Madre de la Iglesia naciente. Con su paz, con su sonrisa, con su maternidad, acompañaba el gozo de la joven Esposa, la Iglesia de Jesús. La Palabra de Dios, hoy de modo especial, nos dice que el Espíritu actúa, en las personas y en las comunidades que están colmadas de él, las

hace capaces de recibir a Dios «capax Dei», dicen los santos Padres. Y ¿qué es lo que hace el Espíritu Santo mediante esta nueva capacidad que nos da? Guía hasta la verdad plena (Jn 16, 13), renueva la tierra (Sal 103) y da sus frutos (Ga 5, 2223). Guía, renueva y fructifica. En el Evangelio, Jesús promete a sus discípulos que, cuando Él haya regresado al Padre, vendrá el Espíritu Santo que los «guiará hasta la verdad plena» (Jn 16, 13). Lo llama precisamente «Espíritu de la verdad» y les explica que su acción será la de introducirles cada vez más en

la comprensión de aquello que Él, el Mesías, ha dicho y hecho, de modo particular de su muerte y de su resurrección. A los Apóstoles, incapaces de soportar el escándalo de la pasión de su Maestro, el Espíritu les dará una nueva clave de lectura para introducirles en la verdad y en la belleza del evento de la salvación. Estos hombres, antes asustados y paralizados, encerrados en el cenáculo para evitar las consecuencias del Viernes santo, ya no se avergonzarán de ser discípulos de Cristo, ya no temblarán ante los tribunales humanos. Gracias al Espíritu Santo del cual están llenos, ellos comprenden

Regina caeli del domingo 24 de mayo VIENE DE LA PÁGINA 1

nadie! Y esto por la fuerza, por la gracia del Espíritu Santo. La madre Iglesia abre, abre de par en par sus puertas a todos porque es madre. El Espíritu Santo, infundido en Pentecostés en el corazón de los discípulos, es el inicio de una nueva época: la época del testimonio y la fraternidad. Es un tiempo que viene de lo alto, viene de Dios, como las llamas de fuego que se posaron sobre la cabeza de cada discípulo. Era la llama del amor que quema toda aspereza; era la lengua del Evangelio que traspasa los límites puestos por los hombres y toca los corazones de la muchedumbre, sin distinción de lengua, raza o nacionalidad. Como ese día de Pentecostés, el Espíritu Santo es derramado continuamente también hoy sobre la Iglesia y sobre cada uno de nosotros para que salgamos de nuestras mediocridades y de nuestras cerrazones y comuniquemos a todo el mundo el amor misericordioso del Señor. Comunicar el amor misericordioso del Señor: ¡esta es nuestra misión! También a nosotros se nos da como don la «lengua» del Evangelio y el «fuego» del Espíritu Santo, para que mientras anunciamos a Jesús resucitado, vivo y presente entre nosotros, enardezcamos nuestro corazón y también el corazón de los pueblos acercándolos a Él, camino, verdad y vida.

Nos encomendamos a la maternal intercesión de María santísima, que estaba presente como Madre en medio de los discípulos en el Cenáculo: es la madre de la Iglesia, la madre de Jesús convertida en madre de la Iglesia. Nos encomendamos a Ella a fin de que el Espíritu Santo descienda abundantemente sobre la Iglesia de nuestro tiempo, colme los corazones de todos los fieles y encienda en ellos el fuego de su amor. Al término de la oración mariana el Pontífice lanzó un nuevo llamamiento en favor de la acogida de los refugiados y recordó la «masacre inútil» de la gran guerra. Queridos hermanos y hermanas: Estoy siguiendo con viva preocupación y dolor en el corazón los acontecimientos de los numerosos refugiados en el Golfo de Bengala y en el mar de Andamán. Expreso mi reconocimiento por los esfuerzos realizados por los países que han dado su disponibilidad para recibir a estas personas que están afrontando graves sufrimientos y peligros. Animo a la comunidad internacional a proveerles de asistencia humanitaria. Hace cien años, un día como hoy, Italia entró en la Gran guerra, esa «masacre inútil»: recemos por

las víctimas, pidiendo al Espíritu Santo el don de la paz. Ayer, en El Salvador y en Kenia, fueron proclamados beatos un obispo y una religiosa. El primero es monseñor Oscar Romero, arzobispo de San Salvador, asesinado por odio a la fe mientras estaba celebrando la Eucaristía. Este diligente pastor, siguiendo el ejemplo de Jesús, eligió estar en medio de su pueblo, especialmente de los pobres y los oprimidos, incluso a costa de su vida. La religiosa es la hermana Irene Stefani, italiana, de las Misioneras de la Consolata, que sirvió a la población keniana con alegría, misericordia y tierna compasión. Que el ejemplo heroico de estos beatos suscite en cada uno de nosotros el vivo deseo de testimoniar el Evangelio con valentía y abnegación. Os saludo a todos vosotros, queridos romanos y peregrinos: a las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones. Hoy, en la fiesta de María Auxiliadora, saludo a la comunidad salesiana: que el Señor les de la fuerza para continuar el espíritu de san Juan Bosco. Y a todos vosotros os deseo un feliz domingo de Pentecostés. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!

«toda la verdad», esto es: que la muerte de Jesús no es su derrota, sino la expresión extrema del amor de Dios. Amor que en la Resurrección vence a la muerte y exalta a Jesús como el Viviente, el Señor, el Redentor del hombre, el Señor de la historia y del mundo. Y esta realidad, de la cual ellos son testigos, se convierte en Buena Noticia que se debe anunciar a todos. El Espíritu Santo también renueva —guía y renueva—, renueva la tierra. El Salmo dice: «Envías tu espíritu... y repueblas la faz tierra» (Sal 103, 30). El relato de los Hechos de los Apóstoles sobre el nacimiento de la Iglesia encuentra una correspondencia significativa en este salmo, que es una gran alabanza a Dios Creador. El Espíritu Santo que Cristo ha mandado de junto al Padre, y el Espíritu Creador que ha dado vida a cada cosa, son uno y el mismo. Por eso, el respeto de la creación es una exigencia de nuestra fe: el «jardín» en el cual vivimos no se nos ha confiado para que abusemos de él, sino para que lo cultivemos y lo custodiemos con respeto (cf. Gn 2, 15). Pero esto es posible solamente si Adán —el hombre formado con tierra— se deja a su vez renovar por el Espíritu Santo, si se deja reformar por el Padre según el modelo de Cristo, nuevo Adán. Entonces sí, renovados por el Espíritu, podemos vivir la libertad de los hijos en armonía con toda la creación y en cada criatura podemos reconocer un reflejo de la gloria del Creador, como afirma otro salmo: «¡Señor, Dios nuestro, que admirable es tu nombre en toda la tierra!» (Sal 8, 2.10). Guía, renueva y da, da fruto. En la carta a los Gálatas, san Pablo quiere mostrar cuál es el «fruto» que se manifiesta en la vida de aquellos que caminan según el Espíritu (cf. 5, 22). Por un lado está la «carne», acompañada por sus vicios que el Apóstol nombra, y que son las obras del hombre egoísta, cerrado a la acción de la gracia de Dios. En cambio, en el hombre que con fe deja que el Espíritu de Dios irrumpa en él, florecen los dones divinos, resumidos en las nueve virtudes gozosas que Pablo llama «fruto del Espíritu». De aquí la llamada, repetida al inicio y en la conclusión, como un programa de vida: «Caminad según el Espíritu» (Ga 5, 16.25). El mundo tiene necesidad de hombres y mujeres no cerrados, sino llenos de Espíritu Santo. El estar cerrados al Espíritu Santo no es solamente falta de libertad, sino también pecado. Existen muchos modos de cerrarse al Espíritu Santo: en el egoísmo del propio interés, en el legalismo rígido —como la actitud de los doctores de la ley que Jesús llama hipócritas—, en la falta de memoria de todo aquello que Jesús ha enseñado, en el vivir la vida cristiana no como servicio sino como interés personal, entre otras cosas. En cambio, el mundo tiene necesidad del valor, de la esperanza, de la fe y de la perseverancia de los discípulos de SIGUE EN LA PÁGINA 15


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viernes 29 de mayo de 2015, número 22

La misa de cada día con el Papa La unidad no se hace con pegamento La unidad de la Iglesia estuvo en el centro de la reflexión del Papa Francisco en la misa del jueves 21 de mayo. Al releer el pasaje del Evangelio (Jn 17, 20-26) propuesto por la liturgia del día, el Pontífice destacó ante todo cómo «consuela escuchar esta palabra: “No sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos”». Es lo que dijo Jesús al despedirse de los apóstoles. En ese momento Jesús ora al Padre por los discípulos y «ora también por nosotros». El Papa Francisco hizo notar que «Jesús rezó por nosotros, en ese momento, y lo sigue haciendo». Se lee, en efecto, en el Evangelio: «Padre, ruego por ellos pero también por los muchos otros que vendrán». Un detalle no irrelevante hacia el cual, tal vez, no estamos lo suficientemente atentos. Y sin embargo, reafirmó el Papa, «Jesús rezó por mí» y esto «es precisamente fuente de confianza». Podríamos imaginar a «Jesús ante el Padre, en el cielo», que ruega por nosotros. Y «¿qué ve el Padre? Las llagas», o sea el precio que Jesús «ha pagado por nosotros». Con esta imagen el Pontífice entró en el corazón de su reflexión. En efecto, se preguntó, «¿qué pide Jesús al Padre en esta oración?». «¿Dice acaso: Ruego por ellos para que la vida sea buena, para que tengan dinero, para que sean todos felices, para que no les falte nada?..». No, Jesús «ruega para que todos sean uno: “Como tú, Padre, en mí, y yo en ti”». En ese momento Él ruega «por nuestra unidad. Por la unidad de su pueblo, por la unidad de su Iglesia». Jesús, explicó el Papa Francisco, sabe bien que «el espíritu del mundo, que es precisamente el espíritu del padre de la división, es un espíritu de división, de guerra, de envidias, de celos», y que esto está presente «también en las familias, incluso en las familias religiosas, en las diócesis, en toda la Iglesia: es la gran tentación». Por ello «la gran oración de Jesús» es «asemejarse» al Padre: o sea, «como tú, Padre, en mí, y yo en ti», en la «unidad que Él tiene con el Padre». Alguien podría decir entonces: «Pero, padre, con esta oración de Jesús si queremos ser fieles, ¿no podemos hablar mal del otro? O bien: «¿No podemos etiquetar a este de..., este es así, este es...?». ¿Y «ese otro, que fue tachado como revolucionario...?». La respuesta del Papa fue clara: «No». Porque, añadió, «debemos ser uno, uno solo, como Jesús y el Padre son uno». Y este es precisamente «el desafío de todos nosotros los cristianos: no dar lugar a la división entre nosotros, no dejar que el espíritu de división, el padre de la mentira entre en nosotros». Debemos, insistió el Papa, «buscar siempre la unidad». Cada uno, naturalmente, «es como es», pero debe buscar vivir en la unidad: «¿Jesús te ha perdonado? Perdona a todos». El Señor rogó para que lográramos esto. Explicó el Pontífice: «La Iglesia tiene mucha necesidad de es-

ta oración de unidad, no sólo la de Jesús; también nosotros tenemos que unirnos a esta oración». Por lo demás, desde los orígenes la Iglesia manifestó esta necesidad: «Si comenzamos a leer el libro de los Hechos de los Apóstoles desde el inicio –dijo el Papa Francisco– veremos que ahí empiezan las riñas, también los engaños. Uno quiere engañar al otro, pensad en Ananías y Safira...». Ya durante los primeros años existían las divisiones, los intereses personales, los egoísmos. Crear la unidad fue y es una auténtica «lucha». Es necesario darse cuenta que «solos no podemos» conseguir la unidad: esta, en efecto, «es una gracia». Por ello, destacó el Pontífice, «Jesús reza, rezó en aquel momento, reza por la Iglesia, rezó por mí, por la Iglesia, para que yo vaya por este camino». La unidad es tan importante que, destacó el Papa, «en el pasaje que hemos leído» esta palabra se repite «cuatro veces en seis versículos». Una unidad que «no se construye con pegamento». No existe, en efecto, «la Iglesia construida con pegamento»: la Iglesia se hace una con el Espíritu. He aquí, entonces, que «debemos hacer espacio al Espíritu, para que nos transforme como el Padre está en el Hijo, en uno solo». Para alcanzar ese objetivo, añadió el Papa Francisco, existe un consejo dado por el mismo Jesús: «Permaneced en mí». También esta es una

«¿Cómo me mira hoy Jesús?». La pregunta sugerida por el Papa Francisco llega e interpela directamente a cada cristiano con la misma fuerza de las «tres miradas que el Señor tuvo hacia Pedro». Miradas que relatan «el entusiasmo de la vocación, el arrepentimiento y la misión», explicó el Papa en la misa que celebró el 22 de mayo, en la capilla de la Casa Santa Marta. El pasaje que relata el diálogo entre Jesús y Pedro, destacó el Pontífice, «está casi al final del Evangelio de san Juan» (21, 15-19) «Recordemos siempre —continuó— la historia de aquella noche de pesca», cuando «los discípulos no pescaron nada, nada». Y por eso «estaban un poco enfadados». Por ese motivo «cuando se acercaron a la orilla» y escucharon que un hombre les preguntaba si tenían «algo para comer», he aquí que «ellos enfadados» respondieron: «¡No!». Porque de verdad «no tenían nada». Pero ese hombre les dijo que tirasen las redes hacia la otra parte: los discípulos lo hicieron «y la red se llenó de peces». Es «Juan, el amigo más cercano, quien reconoce al Señor». Por su parte «Pedro, el entusiasta, se lanza al mar para llegar antes que el Se-

gracia. En su oración Jesús pide: «Padre, este es mi deseo: que los que me has dado están conmigo donde yo estoy» para que «contemplen mi gloria». De esta meditación emerge un consejo: el de releer los versículos 20-26 del capítulo 17 del Evangelio de san Juan y pensar: «Jesús ruega, ruega por mí, rogó y aún ruega por mí. Ruega con sus llagas, delante del Padre». Y lo hace «para que todos nosotros seamos uno solo, como Él es con el Padre, por la unidad». Esto «nos debe empujar a no hacer juicios», a no hacer «cosas que van contra la unidad», y a seguir el consejo de Jesús «de permanecer en Él en esta vida para que podamos permanecer con Él en la eternidad». Estas enseñanzas, concluyó el Papa, se encuentran en el discurso de Jesús durante la Última cena. En la misa «nosotros revivimos» esa cena y Jesús nos repite esas palabras. Durante la Eucaristía «dejamos espacio para que las palabras de Jesús entren en nuestro corazón y todos nosotros seamos capaces de ser testigos de unidad en la Iglesia y de alegría en la esperanza de la cotemplación de la gloria de Jesús».

lio, pero no sabemos qué se dijeron». Y así, lo narrado en la liturgia de hoy «es una tercera mirada: la confirmación de la misión; pero también la mirada con la que Jesús pide confirmación del amor de Pedro». De hecho, «tres veces —¡tres veces!— Pedro había renegado»; y ahora el Señor «tres veces le pide la manifestación de su amor». Y «cuando Pedro, cada vez, dice que sí, que le quiere, que lo ama, Él le confía la misión: “Apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas”». Y más aún, a la tercera pregunta —«Simón, hijo de Jonás, ¿me quieres?»— Pedro «se entristeció, casi llora». Y disgustado porque «por tercera vez» el Señor «le preguntaba “¿me quieres?”», él le respondió: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero». Y de vuelta Jesús: «Pastorea mis ovejas». He aquí, «la tercera mirada: la mirada de la misión». El Papa Francisco, luego volvió a proponer la esencia de las «tres miradas» del Señor sobre Pedro: «La primera, la mirada de la elección, con el entusiasmo de seguir a Jesús; la segunda, la mirada del arrepentimiento en el momento del pecado tan grave de haber renegado a Jesús; la tercera es la mirada de la misión:

Tres miradas

ñor». Esto fue de verdad «una pesca milagrosa», indicó el Papa Francisco, pero «al llegar —aquí comienza el pasaje del Evangelio de hoy— encontraron que Jesús había preparado el desayuno: sobre la parrilla estaba el pescado». Y comieron juntos. Luego «tras comer, comenzó el diálogo entre Jesús y Pedro». «Hoy en la oración —confesó el Papa— surgía en mi corazón, se me hacía presente cómo era la mirada de Jesús hacia Pedro». Y en el Evangelio, añadió, «encontré tres miradas diferentes de Jesús hacia Pedro». «La primera mirada», destacó el Papa Francisco, se encuentra «al inicio del Evangelio de san Juan, cuando Andrés fue a su hermano Pedro y le dijo: “Hemos encontrado al Mesías”». Y «lo llevó al encuentro de Jesús», quien «fijó su mirada en él y dijo: “Tú eres Simón, hijo de Jonás. Te llamarás Pedro”». Es «la primera mirada, la mirada de la misión que, más adelante, en Cesarea de Filipo, explica la misión: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”: esta será tu misión». «Mientras tanto —afirmó el Pontífice— Pedro se había convertido en un entusiasta de Jesús: seguía a Jesús. Recordemos el pasaje del sexto capítulo del Evangelio de san Juan, cuando Jesús habla de comer su cuerpo y muchos discípulos en ese momento decían: “Es duro este lenguaje”». En tal medida que «comenzaron a marcharse». Entonces «Jesús miró a los discípulos y dijo: “¿También vosotros queréis marcharos?». Y «es el entusiasmo de Pedro que responde: “¡No! ¿Dónde iremos? Tú sólo tienes palabras de vida eterna”». Por lo tanto, explicó el Papa Francisco, «está la primera mirada: la vocación y un primer anuncio de la misión». Y «¿cómo se muestra el espíritu de Pedro en esa primera mirada? Entusiasta». Es «el primer tiempo del camino con el Señor». Luego, añadió el Papa, «he pensado en la segunda mirada». La encontramos «ya tarde la noche del Jueves santo, cuando Pedro quiso seguir a Jesús y se acercó al sitio donde estaba Él, en la casa del sacerdote, en prisión, pero lo reconocen: “No, no lo conozco”». Lo niega «tres veces». Luego «escucha el canto del gallo y se acuerda: ha negado al Señor. Lo perdió todo. Perdió a su amor». Precisamente «en ese momento a Jesús lo llevaron a otra sala, atravesando el patio, y fijó la mirada en Pedro». El Evangelio de san Lucas dice que «Pedro lloró amargamente». Así, «el entusiasmo de seguir a Jesús se convirtió en llanto, porque él había pecado, había negado a Jesús». Pero «esa mirada cambió el corazón de Pedro, más que al comienzo». Así, pues, «el primer cambio fue el cambio de nombre y también de vocación». Por el contrario, «esta segunda mirada es una mirada que cambia el corazón y es un cambio de conversión al amor». «No sabemos cómo fue la mirada en ese encuentro, estando solos, tras la resurrección» afirmó el Papa Francisco. «Sabemos que Jesús se encontró con Pedro, dice el EvangeSIGUE EN LA PÁGINA 6


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número 22, viernes 29 de mayo de 2015

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El Pontífice con ocasión de la beatificación de monseñor Romero

Constructor de paz Es el tiempo favorable para una auténtica reconciliación nacional «Construyó la paz con la fuerza del amor» dando «testimonio de la fe con su vida entregada hasta el extremo»: así recuerda el Papa Francisco a Óscar Arnulfo Romero Galdámez, beatificado el sábado 23 de mayo en San Salvador. Publicamos la carta papal enviada al arzobispo de la capital salvadoreña, monseñor José Luis Escobar Alas, con ocasión de la ceremonia presidida por el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las causas de los santos.

Mons. JOSÉ LUIS ESCOBAR ALAS Arzobispo de San Salvador Presidente de la Conferencia episcopal de El Salvador Querido hermano: La beatificación de monseñor Óscar Arnulfo Romero Galdámez, que fue Pastor de esa querida Arquidiócesis, es motivo de gran alegría para los salvadoreños y para cuantos gozamos con el ejemplo de los mejores hijos de la Iglesia. Monseñor Romero, que construyó la paz con la fuerza del amor, dio testimonio de la fe con su vida entregada hasta el extremo. El Señor nunca abandona a su pueblo en las dificultades, y se muestra siempre solícito con sus ne-

cesidades. Él ve la opresión, oye los gritos de dolor de sus hijos, y acude en su ayuda para librarlos de la opresión y llevarlos a una nueva tierra, fértil y espaciosa, que «mana leche y miel» (cf. Ex 3, 7-8). Igual que un día eligió a Moisés para que, en su nombre, guiara a su pueblo, sigue suscitando pastores según su corazón, que apacienten con ciencia y prudencia su rebaño (cf. Jer 3, 15). En ese hermoso país centroamericano, bañado por el Océano Pacífico, el Señor concedió a su Iglesia un Obispo celoso que, amando a Dios y sirviendo a los hermanos, se convirtió en imagen de Cristo Buen Pastor. En tiempos de difícil convivencia, monseñor Romero supo guiar, defender y proteger a su rebaño, permaneciendo fiel al Evangelio y en comunión con toda la Iglesia. Su ministerio se distinguió por una particular atención a los más pobres y marginados. Y en el momento de su muerte, mientras celebraba el Santo Sacrificio del amor y de la reconciliación, recibió la gracia de identificarse plenamente con Aquel que dio la vida por sus ovejas. En este día de fiesta para la Nación salvadoreña, y también para los países hermanos latinoamericanos,

damos gracias a Dios porque concedió al obispo mártir la capacidad de ver y oír el sufrimiento de su pueblo, y fue moldeando su corazón para que, en su nombre, lo orientara e iluminara, hasta hacer de su obrar un ejercicio pleno de caridad cristiana. La voz del nuevo Beato sigue resonando hoy para recordarnos que la Iglesia, convocación de hermanos entorno a su Señor, es familia de Dios, en la que no puede haber ninguna división. La fe en Jesucristo, cuando se entiende bien y se asume hasta sus últimas consecuencias, genera comunidades artífices de paz y

En San Salvador el rito presidido por el cardenal Amato

Con mi nada y con mi todo Oscar Romero es «luz de las naciones y sal de la tierra. Si sus perseguidores desaparecieron en la sombra del olvido y de la muerte, la memoria de Romero en cambio sigue estando viva y dando consuelo a todos los desamparados y marginados de la tierra». Partiendo de las lecturas del día, el cardenal Amato eligió esta imagen para describir la actualidad del mensaje del arzobispo mártir, beatificado el sábado 23 de mayo en la capital salvadoreña, en presencia de miles de fieles. En la homilía el purpurado recordó —con las palabras del Papa Francisco de la carta apostólica escrita como es habitual con ocasión de las ceremonias de beatificación— que el arzobispo Romero amó a sus fieles y a sus sacerdotes hasta el martirio, entregando su vida como don de reconciliación y de paz. El celebrante hizo referencia especial a la oración diaria del nuevo beato, que era la misma que Jesús dirigía al Padre, para que proteja a sus discípulos, como nos dice el evangelista Juan. En los últimos difíciles años de su vida, hasta el 24 de marzo de 1980, «cuando una bala traidora lo golpeó de muerte durante la celebración eucarística y su sangre se mezcló con la sangre redentora de Cristo», esta oración lo acompañó cada día. ¿Quién era Romero? ¿Cómo pudo afrontar el martirio? Al responder a estos interrogantes, el cardenal destacó que fue «un sacerdote bueno y un obispo sabio». Pero sobre todo «un hombre virtuoso». En efecto, «amaba a Jesús, lo adoraba en la Eucaristía, amaba a

la Iglesia, veneraba a la bienaventurada Virgen María, amaba a su pueblo». Precisamente por esto, el martirio «no fue una improvisación, sino que tuvo una larga preparación. Romero, en efecto, era, como Abrahán, un hombre de fe profunda y de esperanza inquebrantable». Estando en Roma como joven seminarista, poco antes de la ordenación sacerdotal, escribió: «Este año haré mi gran entrega a Dios. Dios mío, ayúdame, prepárame. Tú eres todo, yo soy nada. Y, sin embargo, tu amor quiere que yo sea mucho. ¡Ánimo! Con Tu todo y con mi nada haremos mucho». Un hecho sacudió al «pastor humilde y casi tímido» que era Romero: el asesinato del padre Rutilio Grande, sacerdote jesuita salvadoreño, que «había dejado la enseñanza universitaria para ser párroco de los campesinos, oprimidos y marginados». Desde ese día, su lenguaje «se hizo más explícito al defender al pueblo oprimido y a los sacerdotes perseguidos, despreocupado por las amenazas que recibía cada día». Por otro lado, la caridad pastoral «le infundía una fortaleza extraordinaria». Un día, explicó el purpurado, a un sacerdote «contó que estaba continuamente amenazado de muerte», pero esto no lo desanimaba, es más se sentía más impulsado a actuar sin guardar rencor. Por ello Romero no es un «símbolo de división, sino de paz, de concordia, de hermandad. Damos gracias al Señor —concluyó— por este siervo fiel, que a la Iglesia donó su santidad y a la humanidad su bondad y su mansedumbre».

de solidaridad. A esto es a lo que está llamada hoy la Iglesia en El Salvador, en América y en el mundo entero: a ser rica en misericordia, a convertirse en levadura de reconciliación para la sociedad. Monseñor Romero nos invita a la cordura y a la reflexión, al respeto a la vida y a la concordia. Es necesario renunciar a «la violencia de la espada, la del odio», y vivir «la violencia del amor, la que dejó a Cristo clavado en una cruz, la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan crueles entre nosotros». Él supo ver y experimentó en su propia carne «el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance a los demás». Y, con corazón de padre, se preocupó de «las mayorías pobres», pidiendo a los poderosos que convirtiesen «las armas en hoces para el trabajo». Quienes tengan a monseñor Romero como amigo en la fe, quienes lo invoquen como protector e intercesor, quienes admiren su figura, encuentren en él fuerza y ánimo para construir el reino de Dios, para comprometerse por un orden social más equitativo y digno. Es momento favorable para una verdadera y propia reconciliación nacional ante los desafíos que hoy se afrontan. El Papa participa de sus esperanzas, se une a sus oraciones para que florezca la semilla del martirio y se afiancen por los verdaderos senderos a los hijos e hijas de esa Nación, que se precia de llevar el nombre del divino Salvador del mundo. Querido hermano, te pido, por favor, que reces y hagas rezar por mí, a la vez que imparto la bendición apostólica a todos los que se unen de diversas maneras a la celebración del nuevo Beato. Fraternamente, FRANCISCO Vaticano, 23 de mayo de 2015


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“Pastorea mis ovejas”». Pero «no termina ahí. Jesús va más allá: tú haces todo esto por amor y después, ¿serás coronado rey? No». Es más, el Señor afirma con claridad: «Te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieres». Como diciendo: «También tú, como yo, estarás en aquel patio en el cual yo fijé mi mirada sobre ti: cerca de la cruz». Precisamente sobre esto el Papa propuso un examen de conciencia. «Nosotros también podemos pensar: ¿cuál es hoy la mirada de Jesús sobre mí? ¿Cómo me mira Jesús? ¿Con una llamada? ¿Con un perdón? ¿Con una misión?». Estamos seguros de que «en el camino que Él ha hecho, todos estamos bajo la mirada de Jesús: Él siempre nos mira con amor, nos pide algo, nos perdona algo y nos da una misión». Antes de proseguir con la celebración —«ahora Jesús viene sobre el altar» recordó — el Papá invitó a rezar: «Señor, tú estás aquí, entre nosotros. Fija tu mirada sobre mí y dime qué debo hacer; de qué forma debo llorar mis errores y mis pecados; con qué valor debo ir hacia adelante por el camino que primero tú hiciste». Y «durante este sacrificio eucarístico», es oportuno «que tenga lugar este nuestro diálogo con Jesús». A continuación, concluyó, «nos hará bien pensar durante todo el día en la mirada de Jesús sobre mí».

Encantados por la serpiente Ilusión de felicidad y de poder, falta de horizontes y de esperanza. La difícil relación del hombre con la riqueza estuvo en el centro de la reflexión del Papa Francisco durante la misa que celebró en Santa Marta el lunes 25 de mayo. La liturgia del día proponía el pasaje evangélico de san Marcos (10, 17-27) que se refiere al joven rico, un episodio que —dijo el Pontífice— podría llevar por título: «El itinerario desde la alegría y la esperanza a la tristeza y la cerrazón en sí mismo». Ese joven, en efecto, «quería seguir a Jesús y al verlo fue a su encuentro, entusiasmado, para plantearle la pregunta: “¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”». A quien el Señor, tras la invitación a vivir los mandamientos, exhorta: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo». Y el joven, «frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico». Del entusiasmo a la tristeza: «Quería seguir a Jesús y se marchó por otro camino». ¿El motivo? «Estaba apegado a sus bienes. Tenía muchos bienes. Y en el balance vencieron los bienes». El Papa Francisco destacó la actitud clara de Jesús ante tal reacción: «Dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!”». En efecto —explicó— «hay un misterio en la posesión de las riquezas. Las riquezas tienen la capacidad de seducir,

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La misa en Santa Marta

¡qué difícil es entrar en el reino de Dios. Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios”». Y he aquí el pasaje evangélico de la liturgia, con Pedro que asegura a Jesús: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Como si dijese: «Y a nosotros, ¿qué? ¿Cuál será nuestro salario? Lo hemos dejado todo». En pocas palabras, «los ricos que no han dejado nada —el joven que no quería dejar sus riquezas— no entrarán en el reino de Dio, y para nosotros ¿cuál será la ganancia?». La cuestión, destacó el Papa Francisco, es que «los discípulos entendían a Jesús a medias, porque el conocimiento de Jesús, plenamente, tiene lugar con la venida del Espíritu Santo». Y, en efecto, Jesús les responde: «En verdad os digo que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más, con persecuciones». En realidad, «Jesús responde indicando otra dirección» y no promete «las mismas riquezas que tenía el joven». Precisamente «el hecho de tener muchos hermanos, hermanas, madres, padres, bienes es la herencia del reino, pero con la persecución, con la cruz. Y esto cambia». He aquí porqué, explicó el Papa, «cuando un cristiano está apegado a los bienes, hace el mal papel de un cristiano que quiere tener dos cosas: el cielo y la tierra». Y «el punto de confrontación es precisamente lo que dice Jesús: la cruz, las persecuciones, quiere decir negarse a sí mismo, sufrir la cruz cada día». Por su parte, «los discípulos tenían esta tentación: seguir a Jesús, ¿pero cuál será el final de este buen negocio?». Y, añadió el Pontífice, «pensemos en la madre de Santiago y Juan cuando pidió a Jesús un sitio para sus hijos: “Ah, a este nómbralo primer ministro y a este ministro de economía”». Era «el interés mundano en el seguimiento de Jesús»: pero luego «el corazón de estos discípulos fue purificado, purificado, purificado hasta Pentecostés, cuando lo comprendieron todo». «La gratuidad en el seguimiento de Jesús es la respuesta a la gratuidad del amor y salvación que nos da Él», recordó el Papa. «Cuando se quiere estar con Jesús y con el mundo, con la pobreza y con la riqueza», surge «un cristianismo a medias, que busca la ganancia material: es el espíritu de la mundanidad». Y «ese cristiano, decía el profeta Elías, “cojea con ambas piernas”», pues «no sabe lo que quiere». Así, sugirió el Papa Francisco, «la clave para comprender este discurso de Jesús —cien veces más, pero con la cruz— es la última expresión: “Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros”». Y «esto es lo que dice del servicio: “Quien se cree o quien es el más grande entre vosotros, que sea servidor: el más pequeño». No por casualidad, recordó el Papa, al decir estas palabras Jesús «tomó un niño y lo mostró». «Seguir a Jesús desde el punto de vista humano no es un buen negocio: se trata de servir», insistió el Pontífice. Por lo demás, es exacta-

de conducirnos hacia la seducción y hacernos creer que estamos en un paraíso terrestre». Al respecto el Papa presentó también un ejemplo: «Recuerdo que en los años setenta vi por primera vez un barrio cercado, de gente pudiente; estaba cerrado para defenderse de los ladrones, para estar seguros». Había también gente buena, pero se habían encerrado en esa especie de «paraíso terrestre». Esto sucede, dijo, «cuando existe la cerrazón para defender los bienes»: se pierde «el horizonte». Y «es triste una vida sin horizonte». En este punto el Pontífice entró aún más en profundidad: hay que considerar, recordó, que «las cosas cerradas se estropean, se corrompen, entran en descomposición. El apego a las riquezas es el inicio de todo tipo de corrupción, por doquier: corrupción personal, corrupción en los negocios, incluso la pequeña corrupción comercial —como la practicada, explicó el Papa, por quienes restan algún gramo al peso justo de una mercadería—, corrupción política, corrupción en la educación...». Cuantos «viven apegados al propio poder, a las propias riquezas, se creen en el paraíso. Son cerrados, no tienen horizonte, no tienen esperanza. Al final tendrán que dejarlo todo». Para hacer comprender mejor este concepto, el Pontífice hizo referencia también a la parábola en la que Jesús habla del hombre que con traje elegante «todos los días tenía grandes banquetes»: este hombre «estaba tan encerrado en sí mismo que ya no veía más allá de su nariz: no veía que allí, en la puerta de su casa había un hombre que tenía hambre y también estaba enfermo, con llagas». Lo mismo nos sucede a nosotros: «el apego a las riquezas nos hace creer que todo está bien, que hay un paraíso terrestre, pero nos quita la esperanza y nos quita el horizonte. Y vivir sin horizonte es una vida esté-

ril, vivir sin esperanza es una vida triste». Pero, quiso precisar el Papa Francisco, aquí se está criticando el «apego» y no el hecho de «administrar bien las riquezas». Las riquezas, en efecto, «son para el bien común, para todos», y si el Señor se las concede a alguien, es «para el bien de todos, no para sí mismo, no para que las encierre en su corazón, que luego así se convierte en corrupto y triste». Jesús usa una expresión fuerte: «¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!». Las riquezas, dijo el Papa, «son como la serpiente en el paraíso terrestre, encantan, engañan, nos ha-

cen creer que somo poderosos, como Dios. Y al final nos quitan lo mejor, la esperanza, y nos lanzan en lo peor, en la corrupción». Por ello Jesús afirma: «Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de los cielos». De esto deriva un consejo válido para cada uno: quien posee riquezas debe orientarse «a la primera bienaventuranza: “Felices los pobres de espíritu”; es decir tomar distancia de este apego y hacer que las riquezas que el Señor le ha dado sean para el bien común». La «única forma» de obrar es «abrir la mano, abrir el corazón, abrir el horizonte». Si, en cambio, «tienes tu mano cerrada, tienes el corazón cerrado como el del hombre que organizaba banquetes y llevaba vestidos lujosos, no tienes horizontes, no ves a los demás que pasan necesidad y terminarás como ese hombre: lejos de Dios». Lo mismo sucedió al joven rico: «contaba con la senda de la felicidad, la buscaba y... lo pierde todo». Por su apego a las riquezas «termina como un derrotado». Debemos, por lo tanto, concluyó el Pontífice, pedir a Jesús la gracia «de no apegarnos a las riquezas» para no correr el peligro «de la cerrazón del corazón, la corrupción y la esterilidad».

El salario de Jesús El «salario» del cristiano es «asemejarse a Jesús»: no hay una recompensa en dinero o en poder para quien sigue de verdad al Señor, porque el camino es sólo el del servicio y en la gratuidad. Buscando en cambio un «buen negocio» mundano, con «la riqueza, la vanidad y el orgullo», se «nos sube a la cabeza» y se produce también un «contra-testimonio» en la Iglesia. De esta tentación puso en guardia el Papa durante la misa que celebró el martes 26 de mayo. El «diálogo entre Pedro y Jesús» inspiró la meditación del Pontífice, que partió precisamente del pasaje evangélico de san Marcos (10, 28-31) propuesto por la liturgia del día. Un diálogo, explicó, que tiene lugar tras el encuentro con «el joven que quería seguir a Jesús: era bueno, Jesús lo amó», como relata el Evangelio. Pero el Señor «le dijo que le faltaba una cosa: vender todo lo que tenía» para darlo «a los pobres: “tendrás un tesoro en el cielo”». Pero «ante estas palabras —afirmó el Papa— el joven frunció el ceño y se marchó triste». Así, pues, «Jesús retomó el discurso y dijo a los discípulos: “¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!”». Y «los discípulos quedaron desconcertados por sus palabras». Pero «Jesús retomó el discurso y les dijo: “Hijos,

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A los obispos de Togo en visita «ad limina»

Por la justicia y la reconciliación El Papa expresó gratitud por el compromiso de la Iglesia en Togo en favor de la justicia y la reconciliación a los obispos del país africano recibidos en audiencia el lunes 11 de mayo por la mañana, con ocasión de la visita «ad limina Apostolorum». A continuación publicamos una traducción nuestra del discurso que el Pontífice les entregó en francés. Queridos hermanos obispos: Os doy la bienvenida con ocasión de vuestra visita ad limina. Saludo a monseñor Benoît Alowonou, presidente de vuestra Conferencia, a quien agradezco las palabras que acaba de dirigirme en vuestro nombre. También saludo, a través de vosotros, a los sacerdotes, los religiosos y las religiosas, a todos los fieles de vuestras diócesis, así como a todos los habitantes de Togo. Expreso el deseo de que, con ocasión de este regreso a las fuentes espirituales ante las tumbas de los Apóstoles, encontréis todas las gracias necesarias para la realización de vuestro ministerio pastoral. Nuestro encuentro de hoy manifiesta mi cercanía y la preocupación que siento por vuestras diócesis, asegurándoos el apoyo fraterno de la Iglesia universal, en la unidad de la fe y en el amor. Pero este encuentro también muestra el interés que cada uno de vosotros tiene por las demás Iglesias particulares, naturalmente por las de vuestra Conferencia episcopal, que viven situaciones semejantes y afrontan desafíos comunes, pero también por las de todo el mundo y, en particular, por la Iglesia de Roma que preside en la comunión. Al respecto, os estoy agradecido porque rezáis por mí y por mi ministerio de Sucesor de Pedro. Sé que vivís concretamente esta solicitud haciendo participar a vuestras diócesis en las reflexiones preparatorias del Sínodo de los obispos sobre la familia, que se reunirá el próximo mes de octubre en Roma. Es importante que se expresen y comprendan los aspectos positivos de la familia que se viven en África. En particular, la familia africana es acogedora con la vida, respeta y tiene en cuenta a las personas ancianas. Por lo tanto, esta herencia debe conservarse y servir de ejemplo y aliento a los demás. El sacramento del matrimonio es una realidad pastoral bien acogida en vuestro país, aunque todavía subsisten obstáculos de orden cultural y legal, impidiendo a algunas parejas realizar su deseo de fundar su propia vida conyugal en la fe en Cristo. Os animo a perseverar en vuestros esfuerzos por sostener a las familias en sus dificultades, sobre todo a través de la educación y las obras sociales, y a preparar a las parejas para los compromisos, exigentes pero magníficos, del matrimonio cristiano. Togo no está exento de ataques ideológicos y mediáticos, hoy difundidos por doquier, que proponen modelos de unión y familia incompatibles con la fe cristiana. Conozco la vigilancia que demostráis en este ámbito, así como los esfuerzos que realizáis, en

particular en el campo de los medios de comunicación. Pero una de las claves que deben permitir afrontar los desafíos que se presentan a vuestras comunidades y a vuestras sociedades es, ciertamente, la formación de la juventud. La «Iglesia-Familia de Dios» en Togo ha elegido estar junto a los niños y los jóvenes, que se benefician de una buena formación, humana y religiosa, a través de numerosos proyectos e iniciativas. No ignoro los considerables esfuerzos, tanto humanos como materiales, que esto comporta en todos los niveles. Doy cordialmente las gracias a todos los que trabajan en esta obra educativa, tan importante para el futuro —pienso, en particular, en los catequistas, cuyo compromiso es considerable—; que encuentren siempre en vosotros el aliento y los estímulos necesarios. Es fundamental que los jóvenes aprendan a vivir de modo coherente su fe, para poder testimoniarla con autenticidad y contribuir a una sociedad más justa y más solidaria. Los religiosos y religiosas tienen un papel insustituible en el anuncio y la transmisión de la fe en Togo. Son «una ayuda necesaria y preciosa para la actividad pastoral, pero también una manifestación de la naturaleza íntima de la vocación cristiana» (Africae munus, 118). Los institutos, tanto autóctonos como misioneros, son numerosos; su apostolado de cercanía a las poblaciones es apreciado por todos y se ejerce mediante un buen entendimiento con vosotros. En este Año de la vida consagrada, tengo que agradecerles su compromiso desinteresado y generoso al servicio de Cristo y de la Iglesia, así como de toda la población que se beneficia de su entrega. Expreso el deseo de que las personas consagradas aprovechen este Año de regreso a las fuentes y de reflexión para unirse cada vez más a Cristo resucitado y servirlo con perseverancia y valentía. Os invito a manifestar siempre vuestra solicitud paterna a los diversos institutos. El número de sus miembros está creciendo rápidamente, y es oportuno que su desarrollo esté bien acompañado y se cuide la formación de los más jóve-

nes, en particular para evitar amalgamas a nivel de la fe y la inculturación. También tengo que expresar mi gratitud y mi aliento más afectuoso a todos vuestros sacerdotes diocesanos. Su tarea es inmensa, y responden con un compromiso entusiástico y generoso. Os invito a estar siempre cerca de ellos, a suscitar en el presbyterium un verdadero espíritu de familia que favorezca la solidaridad y la fraternidad sacerdotales, al servicio de una misión común. Las vocaciones son numerosas en Togo, y los seminaristas reciben una buena formación en vuestros seminarios. Es necesario que los futuros sacerdotes se arraiguen «en los valores evangélicos para reforzar su compromiso, en fidelidad y lealtad a Cristo» (Africae munus, 121). Esto debe ayudarlos, a continuación, a luchar contra la ambición, el arribismo, los celos, la mundanidad, la seducción del dinero y de los bienes de este mundo, en un celibato sincero y vivido gozosamente. Os recomiendo estar particularmente atentos al acompañamiento espiritual y pastoral de los jóvenes sacerdotes, y estar disponibles a la escucha de lo que viven. Queridos hermanos: La sociedad togolesa ha hecho durante estos últimos años notables progresos en el campo político y social. La Iglesia católica ha contribuido ampliamente a ellos, no sólo con sus obras de evangelización y promoción humana, sino también con su compromiso por la justicia y la reconciliación. Os agradezco muy cordialmente los esfuerzos que habéis hecho en este campo, en particular los trabajos de la «Comisión nacional verdad, justicia y reconciliación». Os aliento a seguir esforzándoos para que la Iglesia ocupe el lugar que le corresponde en el proceso de reformas institucionales en curso. En efecto, «la Iglesia en África debe ayudar a construir la sociedad en colaboración con las autoridades gubernamentales e instituciones públicas y privadas que participan en la construcción del bien común» (Africae

munus, 81). Pero es necesario vigilar para no entrar directamente en el debate y tampoco en las disputas políticas, preocupándose por formar, alentar y acompañar a los laicos —que tienen precisamente esta función—, capaces de comprometerse en el nivel más alto al servicio de la nación y asumir responsabilidades. Me alegro de que este servicio prestado a la sociedad togolesa también sea la ocasión de acciones comunes con las demás comunidades cristianas, como testimonian algunos llamamientos que habéis hecho conjuntamente a la nación. Del mismo modo, en materia de diálogo interreligioso conviene favorecer siempre, e incluso desarrollar más, la cultura del diálogo y del encuentro, mientras vivís en una cohabitación pacífica, sobre todo con el islam, cohabitación que es oportuno preservar, teniendo en cuenta el contexto actual en África occidental. El «diálogo interreligioso es una condición necesaria para la paz en el mundo, y por lo tanto es un deber para los cristianos, así como para otras comunidades religiosas» (Evangelii gaudium, 250). En este sentido, es particularmente necesario que los jóvenes sacerdotes reciban una sólida formación. Queridos hermanos: Los esfuerzos de evangelización que realizáis en vuestro ministerio pastoral dan numerosos frutos. Os invito a dar gracias por esto, y a renovar la entrega de vosotros mismos a Cristo y al pueblo que se os ha confiado. Os encomiendo a todos vosotros, así como a vuestras diócesis, a la intercesión de los santos patronos de la Iglesia en Togo, Juan Pablo II y Juan XXIII, y a la protección materna de la Virgen María. Os imparto a todos, de corazón, la bendición apostólica.

La misa de cada día con el Papa VIENE DE LA PÁGINA 6

mente lo que «hizo Él: y si el Señor te da la posibilidad de ser el primero, tú debes comportarte como el último, es decir, con actitud de servicio. Y si el Señor te da la posibilidad de tener bienes, te debes comportar con actitud de servicio, es decir, para los demás». «Son tres cosas, tres escalones, los que nos alejan de Jesús: las riquezas, la vanidad y el orgullo», afirmó el Papa. «Por ello —explicó— las riquezas son tan peligrosas: te llevan inmediatamente a la vanidad y te crees importante»; pero «cuando te crees importante, se te sube a la cabeza y te pierdes». Es por ello que Jesús nos recuerda el camino: «Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros, y quien es el primero entre vosotros que sea el servidor de todos». Es «un camino de abajamiento», el mismo camino «recorrido por Él».

A «Jesús este trabajo de catequesis a los discípulos le costó mucho, mucho tiempo porque no entendían bien». Así hoy, recomendó el Papa Francisco, «también nosotros tenemos que pedir a Él que nos enseñe este camino, esta ciencia del servicio, esta ciencia de la humildad, esta ciencia de ser los últimos para servir a los hermanos y a las hermanas de la Iglesia». Para el Pontífice «no es algo bueno ver a un cristiano —laico, consagrado, sacerdote, obispo— que quiera las dos cosas: seguir a Jesús y los bienes, seguir a Jesús y la mundanidad». Es «un contra-testimonio que aleja a la gente de Jesús». Antes de continuar con la celebración de la Eucaristía, el Papa invitó a pensar de nuevo en la pregunta de Pedro: «Lo hemos dejado todo, ¿cómo nos pagarás?». Y a tener bien presente la respuesta de Jesús, porque «el precio que Él nos dará será asemejarnos a Él: este será el “salario”». Y «asemejarse a Jesús», concluyó, es un «gran salario».


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número 22, viernes 29 de mayo de 2015

A la relación entre la vida consagrada y la misión está dedicado el mensaje del Papa para 89ª Jornada mundial de las misiones, que se celebrará el 18 de octubre de 2015.

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Mensaje para la Jornada mundial de las misiones de 2015

Gramática de la vida consagrada

timonio de la vida; y de forma especial se pide a los consagrados que escuchen la voz del Espíritu, que los llama a ir a las grandes periferias de la misión, entre las personas a las que aún no ha llegado el Evangelio. El quincuagésimo aniversario del decreto conciliar Ad gentes nos invita a releer y meditar este documento que suscitó un fuerte impulso misionero en los institutos de vida consagrada. En las comunidades contemplativas retomó luz y Queridos hermanos y hermanas: elocuencia la figura de santa Teresa del La Jornada mundial de las misiones Niño Jesús, patrona de las misiones, 2015 tiene lugar en el contexto del Año como inspiradora del vínculo íntimo de de la vida consagrada, y recibe de ello la vida contemplativa con la misión. un estímulo para la oración y la refle- Para muchas congregaciones religiosas de vida activa el anhelo misionero que xión. De hecho, si todo bautizado está surgió del Concilio Vaticano II se puso llamado a dar testimonio del Señor Jeen marcha con una apertura extraordisús proclamando la fe que ha recibido naria a la misión ad gentes, a menudo como un don, esto es particularmente acompañada por la acogida de hermaválido para la persona consagrada, por- nos y hermanas provenientes de tierras que entre la vida consagrada y la misión y culturas encontradas durante la evansubsiste un fuerte vínculo. El segui- gelización, por lo que hoy en día se miento de Jesús, que ha dado lugar a puede hablar de una interculturalidad la aparición de la vida consagrada en la generalizada en la vida consagrada. Iglesia, responde a la llamada a tomar Precisamente por esta razón, es urgente la cruz e ir tras Él, a imitar su dedica- volver a proponer el ideal de la misión ción al Padre y sus gestos de servicio y en su centro: Jesucristo, y en su exigende amor, a perder la vida para encon- cia: la donación total de sí mismo a la trarla. Y dado que toda la existencia de proclamación del Evangelio. No puede Cristo tiene un carácter misionero, los haber ninguna concesión sobre esto: hombres y las mujeres que le siguen quién, por la gracia de Dios, recibe la mimás de cerca asumen plenamente este sión, está llamado a vivir la misión. Para mismo carácter. estas personas, el anuncio de Cristo, en las diversas periferias del mundo, se convierte en la manera de vivir el seLa misión es parte de la «gramática» guimiento de Él y recompensa los muchos esfuerde la fe, es algo imprescindible para aquellos zos y privaciones. Cualque escuchan la voz del Espíritu quier tendencia a desviarque susurra «ven» y «ve» se de esta vocación, aunque sea acompañada por nobles motivos relacionados con la muchas neceLa dimensión misionera, al pertene- sidades pastorales, eclesiales o humanicer a la naturaleza misma de la Iglesia, tarias, no está en consonancia con el es también intrínseca a toda forma de vi- llamamiento personal del Señor al serda consagrada, y no puede ser descuida- vicio del Evangelio. En los institutos mida sin que deje un vacío que desfigure sioneros los formadores están llamados el carisma. La misión no es proselitis- tanto a indicar clara y honestamente esmo o mera estrategia; la misión es parte ta perspectiva de vida y de acción code la «gramática» de la fe, es algo im- mo a actuar con autoridad en el discerprescindible para aquellos que escu- nimiento de las vocaciones misioneras chan la voz del Espíritu que susurra auténticas. Me dirijo especialmente a «ven» y «ve». Quién sigue a Cristo se los jóvenes, que siguen siendo capaces convierte necesariamente en misionero, de dar testimonios valientes y de realiy sabe que Jesús «camina con él, habla zar hazañas generosas a veces contra con él, respira con él. Percibe a Jesús corriente: no dejéis que os roben el sueño vivo con él en medio de la tarea misio- de una misión auténtica, de un seguinera» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, miento de Jesús que implique la dona266). ción total de sí mismo. En el secreto de La misión es una pasión por Jesús pe- vuestra conciencia, preguntaos cuál es ro, al mismo tiempo, es una pasión por la razón por la que habéis elegido la visu pueblo. Cuando nos detenemos ante da religiosa misionera y medid la disJesús crucificado, reconocemos todo su posición a aceptarla por lo que es: un amor que nos dignifica y nos sostiene; don de amor al servicio del anuncio del y en ese mismo momento percibimos Evangelio, recordando que, antes de ser que ese amor, que nace de su corazón una necesidad para aquellos que no lo traspasado, se extiende a todo el pue- conocen, el anuncio del Evangelio es blo de Dios y a la humanidad entera. una necesidad para los que aman al Así redescubrimos que Él nos quiere Maestro. tomar como instrumentos para llegar Hoy, la misión se enfrenta al reto de cada vez más cerca de su pueblo ama- respetar la necesidad de todos los puedo (cf. ibid., 268) y de todos aquellos blos de partir de sus propias raíces y de que lo buscan con corazón sincero. En salvaguardar los valores de las respectivas el mandato de Jesús: «id» están presen- culturas. Se trata de conocer y respetar tes los escenarios y los desafíos siempre otras tradiciones y sistemas filosóficos, nuevos de la misión evangelizadora de y reconocer a cada pueblo y cultura el la Iglesia. En ella todos están llamados derecho de hacerse ayudar por su proa anunciar el Evangelio a través del tes- pia tradición en la inteligencia del mis-

Para vivir el testimonio cristiano y los signos del amor del Padre entre los pequeños y los pobres, las personas consagradas están llamadas a promover, en el servicio de la misión, la presencia de los fieles laicos. Ya el Concilio Ecuménico Vaticano II afirmaba: «Los laicos cooperan a la obra de evangelización de la Iglesia y participan de su misión salvífica a la vez como testigos y como instrumentos vivos» (Ad gentes, 41). Es necesario que los misioneros consagrados se abran cada vez con mayor valentía a aquellos que están dis-

compromiso misionero de los consagrados, pero también, los consagrados, necesitan una estructura de servicio, expresión de la preocupación del obispo de Roma para asegurar la koinonía, de forma que la colaboración y la sinergia sean una parte integral del testimonio misionero. Jesús ha puesto la unidad de los discípulos, como condición para que el mundo crea (cf. Jn 17, 21). Esta convergencia no equivale a una sumisión jurídico-organizativa a organizaciones institucionales, o a una mortificación de la fantasía del Espíritu que suscita la diversidad, sino que significa dar más eficacia al mensaje del Siendo que toda la existencia de Cristo Evangelio y promover aquella unidad de propótiene un carácter misionero, sito que es también fruto los hombres y las mujeres que le siguen más del Espíritu. de cerca asumen plenamente ese carácter La obra misionera del sucesor de Pedro tiene un horizonte apostólico universal. Por ello tampuestos a colaborar con ellos, aunque bién necesita de los múltiples carismas sea por un tiempo limitado, para una de la vida consagrada, para abordar al experiencia sobre el terreno. Son her- vasto horizonte de la evangelización y manos y hermanas que quieren compar- para poder garantizar una adecuada tir la vocación misionera inherente al presencia en las fronteras y territorios Bautismo. Las casas y las estructuras de alcanzados. las misiones son lugares naturales para Queridos hermanos y hermanas, la su acogida y su apoyo humano, espiri- pasión del misionero es el Evangelio. tual y apostólico. San Pablo podía afirmar: «¡Ay de mí si Las instituciones y obras misioneras de no anuncio el Evangelio!» (1 Cor 9, la Iglesia están totalmente al servicio de 16). El Evangelio es fuente de alegría, los que no conocen el Evangelio de Je- de liberación y de salvación para todos sús. Para lograr eficazmente este objeti- los hombres. La Iglesia es consciente vo, estas necesitan los carismas y el de este don, por lo tanto, no se cansa

de proclamar sin cesar a todos «lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos» (1 Jn 1, 1). La misión de los servidores de la Palabra —obispos, sacerdotes, religiosos y laicos— es la de poner a todos, sin excepción, en una relación personal con Cristo. En el inmenso campo de la acción misionera de la Iglesia, todo bautizado está llamado a vivir lo mejor posible su compromiso, según su situación personal. Una respuesta generosa a esta vocación universal la pueden ofrecer los consagrados y las consagradas, a través de una intensa

vida de oración y de unión con el Señor y con su sacrificio redentor. Mientras encomiendo a María, Madre de la Iglesia y modelo misionero, a todos aquellos que, ad gentes o en su propio territorio, en todos los estados de vida cooperan al anuncio del Evangelio, os envío de todo corazón mi bendición apostólica. Vaticano, 24 de mayo de 2015 Solemnidad de Pentecostés

Urgencia de la formación JEAN YAWOVI ATTILA*

terio de Dios y en la acogida del Evangelio de Jesús, que es luz para las culturas y fuerza transformadora de las mismas. Dentro de esta compleja dinámica, nos preguntamos: «¿Quiénes son los destinatarios privilegiados del anuncio evangélico?». La respuesta es clara y la encontramos en el mismo Evangelio: los pobres, los pequeños, los enfermos, aquellos que a menudo son despreciados y olvidados, aquellos que no tienen como pagarte (cf. Lc 14, 13-14). La evangelización, dirigida preferentemente a ellos, es signo del Reino que Jesús ha venido a traer: «Existe un vínculo

inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 48). Esto debe estar claro especialmente para las personas que abrazan la vida consagrada misionera: con el voto de pobreza se escoge seguir a Cristo en esta preferencia suya, no ideológicamente, sino como Él, identificándose con los pobres, viviendo como ellos en la precariedad de la vida cotidiana y en la renuncia de todo poder para convertirse en hermanos y hermanas de los últimos, llevándoles el testimonio de la alegría del Evangelio y la expresión de la caridad de Dios.

Frente a diversas dificultades relacionadas con el anuncio del Evangelio, como secularismo creciente, relativismo, sincretismo religioso, debilitamiento de la fe, además del extremismo de ciertas religiones, se comprueba que «la misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse» (Redemptoris missio, 1). Esta, con independencia del tiempo y el espacio, tiene el grave deber de evangelizar a todos los pueblos hasta los confines de la tierra, sobre todo en el actual mundo globalizado y altamente tecnificado. Para contrarrestar estos problemas, perjudiciales para la missio ad gentes, a todos los christifideles, de acuerdo con su estado jurídico, se les pide «salir a las periferias». Para la evangelización de los pueblos, el uso de esa expresión requiere de dos elementos muy importantes: recursos humanos y medios financieros adecuados (cf. Codex iuris canonici, 786), necesarios para llevar a cabo la proclamación del Evangelio. Con relación al primer elemento, la Iglesia siempre tiene necesidad de pastores, religiosos, laicos formados, o sea misioneros preparados para la missio ad gentes. De hecho, todo hombre regenerado en la Iglesia o recibido en ella, es miembro del pueblo de Dios y se convierte en discípulo misionero, en virtud de su incorporación a Jesucristo. Como resultado, «cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la

Para la «missio ad gentes» Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones» (Evangelii gaudium, 120). Manteniéndose firme este deber, «la nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados» (ib., 120). En la comunidad «todos somos llamados a ofrecer a los demás el testimonio explícito del amor salvífico del Señor, que más allá de nuestras imperfecciones nos ofrece su cercanía, su Palabra, su fuerza, y le da un sentido a nuestra vida» (ib., 121); pero no todo el mundo puede hacer los mismos servicios y, sobre todo, dedicarse a tiempo completo, dejando a su familia para ir a los otros pueblos. En estas circunstancias, pero siempre valorando el papel del sacerdocio común de los fieles, se debe promover principalmente e incansablemente las vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras. En efecto, aunque hoy en muchos lugares, especialmente en Europa, escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, afortunadamente las jóvenes Iglesias en África, Asia y América Latina siempre tienen necesidad de construir nuevos centros para la forma-

ción. Dando gracias a Dios por estas diversas llamadas, para que al pueblo de Dios no le falten trabajadores para su mies, los responsables tienen obligaciones inderogables, tales como un mejor discernimiento en la elección donde existen las llamadas y una promoción de las mismas con iniciativas concretas atrayentes, allí donde faltan. En este sentido, teniendo en cuenta la urgencia de la calidad de los mensajeros, sobre todo en nuestro tiempo, las autoridades tienen deberes en la materia. Deben estar atentos al juicio de las vocaciones, para purificar las ideas erróneas y los proyectos equivocados. El segundo elemento inherente a la expresión «salir a las periferias», consiste en la búsqueda de recursos económicos. En efecto, la Iglesia como sociedad, para perseguir sus objetivos, necesita de los bienes temporales, importantes en esta vida terrena para la continua búsqueda de los eternos. De hecho, tanto la construcción de estructuras para la formación de los jóvenes elegidos, como su sustentación y el envío de misioneros, además del gobierno general de la diócesis, requieren medios económicos. En este sentido, la Congregación para la evangelización de los pueblos, a través de sus obras misioneras, asigna anualmente ayudas ordinarias y extraordinarias para apoyar la acción

misionera en las diócesis que se encuentran bajo su jurisdicción. Estas ayudas, sin embargo, ante el aumento de las solicitudes debido a la creación de nuevas diócesis y al actual declive de los donativos, ya no consiguen cubrir todas las peticiones que se les formula. Frente a estos déficits, los responsables de cada Iglesia particular, tienen obligaciones, con el fin de completar los subsidios externos con los donativos de los fieles autóctonos y proveer para el buen funcionamiento del gobierno de la Iglesia local. Para lograr tal objetivo económico, los obispos deben emprender compromisos en dos niveles: los de la diócesis y los de la Conferencia episcopal. Desde el punto de vista legislativo, los pastores de la comunidad tienen, cada uno en su territorio, la tarea no sólo de defender la unidad de la Iglesia universal promoviendo la disciplina común, sino también de establecer normas para sus fieles. Además, ellos, al ser los sucesores de los apóstoles, cuyo oficio es evangelizar, tienen a su vez el deber de apoyar la acción misionera en comunión con los demás y con el Romano Pontífice, para que el servicio del anuncio de la Palabra, bien regulado, llegue a los pueblos. En consecuencia el derecho misionero nace para la missio ad gentes. *Presbítero de la diócesis de Lomé (Togo) y profesor en la Pontificia Universidad Urbaniana de Roma


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viernes 29 de mayo de 2015, número 22

Audiencia a la Asociación cristiana de trabajadores italianos

El trabajo según el Papa Francisco Libre, creativo, participativo, solidario

Ante las desigualdades en el mundo global hay que «proponer alternativas equitativas y solidarias que sean realmente praticables», lo dijo el Papa Francisco al hablar a los casi siete mil representantes de las Asociaciones cristianas de trabajadores italianos (ACLI), el sábado 23 de mayo. Queridos hermanos y hermanas: Os saludo con afecto con ocasión del 70° aniversario de la fundación de las Asociaciones cristianas de trabajadores italianos, y agradezco al presidente sus palabras tan amables. Este aniversario es una ocasión importante para reflexionar sobre vuestro «espíritu» asociativo y las razones fundamentales que os han impulsado y os impulsan aún hoy a vivirlo con compromiso y pasión. A las puertas de vuestra Asociación hoy llegan nuevas cuestiones, que requieren nuevas y calificadas respuestas. Lo que ha cambiado en el mundo global no son tanto los problemas, como su dimensión y urgencia. Inéditas son la amplitud y la velocidad de reproducción de las desigualdades. Pero esto no podemos permitirlo. Tenemos que proponer alternativas equitativas y solidarias que sean realmente practicables. La extensión de la precariedad, del trabajo en negro y el secuestro en el ámbito de la criminalidad hace experimentar, sobre todo entre las jóvenes generaciones, que la falta de trabajo quita dignidad, impide la plenitud de la vida humana y reclama una respuesta solícita y vigorosa. Respuesta solícita y vigorosa contra este sistema económico mundial donde en el centro no están el hombre y la mujer: hay un ídolo, el diosdinero. ¡Es este quien manda! Y este dios-dinero destruye, y provoca la cultura del descarte: se descartan los niños, porque no se engendran: se explotan o se matan antes de nacer; se descartan los ancianos, porque no cuentan con un cuidado digno, no tienen las medicinas, tienen pensiones miserables... Y ahora, se descartan a los jóvenes. Pensad, en esta tierra tan generosa, pensad en ese 40 por ciento, o un poco más, de jóvenes de 25 años hacia abajo que no tienen trabajo: son material de descarte, pero son también el sacrificio que esta sociedad, mundana y egoísta, ofrece al dios-dinero, que está en el centro de nuestro sistema económico mundial. Ante esta cultura del descarte, os invito a realizar un sueño que vuela más alto. Debemos hacer lo posible para que, a través de nuestro trabajo —el «trabajo libre, creativo, participativo y solidario» (cf. Evangelii

gaudium, 192)—, el ser humano exprese y aumente la dignidad de su vida. Quisiera decir algo sobre estas cuatro características del trabajo. El trabajo libre. La auténtica libertad del trabajo significa que el hombre, continuando la obra del Creador, haga lo posible para volver a encontrar su meta: ser obra de Dios que, en el trabajo realizado, encarna y prolonga la imagen de su presencia en la creación y en la historia del hombre. Con demasiada frecuencia, en cambio, el trabajo es víctima de opresiones a diversos niveles: del hombre sobre otro hombre; de nuevas organizaciones de esclavitud que oprimen a los más pobres; en especial, muchos niños y muchas mujeres sufren una economía que obliga a un trabajo indigno que contradice la creación en su belleza y armonía. Tenemos que hacer lo posible para que el trabajo no sea instrumento de alienación, sino de esperanza y vida nueva. Es decir, que el trabajo sea libre. Segundo: el trabajo creativo. Cada hombre lleva en sí una original y única capacidad para sacar de sí y

bio, está destinada a toda la humanidad, para que todos puedan beneficiarse de ella. Y cuarto, el trabajo solidario. Cada día vosotros encontráis personas que han perdido el trabajo —esto hace llorar—, o que buscan ocupación. Y aceptan lo que se presenta. Hace algunos meses, una señora me decía que había perdido el trabajo, 10/11 horas, en negro, a 600 euros al mes. Y cuando dijo: «Pero, ¿nada más?». —«Ah, si no le gusta se puede marchar. Mire la fila que hay detrás suyo». Cuántas personas que buscan ocupación, personas que quieren llevar el pan a casa: no sólo comer, sino llevar de comer, esto es la dignidad. El pan para su familia. A estas personas hay que darles una respuesta. En primer lugar, es un deber ofrecer la propia cercanía, la propia solidaridad. Los numerosos «círculos» de las ACLI, que hoy vosotros representáis aquí, pueden ser sitios de acogida y encuentro. Pero luego hay que dar también instrumentos y oportunidades adecuadas. Es necesario el compromiso de vuestra Asociación y de vuestros servicios para contribuir a ofrecer estas oportunidades de trabajo y de nuevos itinerarios de empleo y profesionalidad. O sea: libertad, creatividad, participación y solidaridad. Estas caracte-

Además, vuestras Asociación está afrontando el tema de la lucha contra la pobreza y el empobrecimiento de la clase media. La propuesta de un apoyo no sólo económico a las personas que están por debajo del nivel de pobreza absoluta, que también en Italia han aumentado en los últimos años, puede ser beneficiosa para toda la sociedad. Al mismo tiempo se debe evitar que caigan en la pobreza quienes hasta ayer vivían una vida digna. Nosotros, en las parroquias, en Cáritas parroquial, vemos esto todos los días: hombres y mujeres que se acercan un poco a escondidas a buscar el alimento para comer... Un poco a escondidas porque se han convertido en pobres de un mes al otro. Y tienen vergüenza. Y esto pasa, pasa, pasa... Hasta ayer vivían una vida digna... Basta poco hoy para convertirse en un pobre: la pérdida del trabajo, un anciano que ya no es autosuficiente, una enfermedad en la familia, incluso —pensad en la terrible paradoja— el nacimiento de un hijo: te puede traer tantos problemas, si estás sin trabajo. Es una importante batalla cultural, la batalla de considerar la asistencia social una infraestructura del desarrollo y no un coste. Vosotros podéis actuar como medio de coordinación y motor de la «Alianza

de las personas que trabajan con él el bien que Dios depositó en su corazón. Cada hombre y mujer es «poeta», capaz de dejar espacio a la creatividad. Poeta quiere decir esto. Pero eso se puede dar cuando se permite al hombre expresar en libertad y creatividad algunas formas de empresa, de trabajo en colaboración realizado en comunidad que permita a él y a otras personas un pleno desarrollo económico y social. No podemos cortar las alas a quienes, en especial jóvenes, tienen mucho para dar con su inteligencia y capacidad; se los debe liberar de los pesos que les oprimen y les impiden entrar con pleno derecho y cuanto antes en el mundo del trabajo. Tercero: el trabajo participativo. Para poder incidir en la realidad, el hombre está llamado a expresar el trabajo según la lógica más apropiada a su realidad, la relacional. La lógica relacional, es decir ver siempre en el fin del trabajo el rostro del otro y la colaboración responsable con otras personas. Allí donde, a causa de una visión economicista, como la que mencioné antes, se piensa en el hombre en clave egoística y a los demás como medios y no como fines, el trabajo pierde su sentido primario de continuación de la obra de Dios, y por ello es obra de un ídolo; la obra de Dios, en cam-

rísticas forman parte de la historia de las ACLI. Hoy más que nunca estáis llamados a ponerlas en juego, sin ahorrar nada, al servicio de una vida digna para todos. Y para motivar esta actitud, pensad en los niños explotados, descartados; pensad en los ancianos descartados, que tienen una pensión mínima y no se los atiende; y pensad en los jóvenes descartados del trabajo: ¿qué hacen? No saben qué hacer, y están en peligro de caer en las dependencias, caer en la criminalidad, o marcharse en busca de horizontes de guerra, como mercenarios. Esto es lo que provoca la falta de trabajo. Quisiera tratar brevemente también tres aspectos —es un poco largo este discurso, disculpadme—. El primero: vuestra presencia fuera de Italia. Inició tras la emigración italiana, también más allá del oceáno, y es un valor muy actual. Hoy muchos jóvenes se desplazan para buscar un trabajo adecuado a los propios estudios o para vivir una experiencia diferente de profesionalidad: os aliento a acogerlos, a sostenerlos en su camino, a ofrecer vuestro apoyo para su inserción. En sus ojos podéis encontrar un reflejo de la mirada de vuestros padres o abuelos que se marcharon lejos para trabajar. Que podáis ser para ellos un buen punto de referencia.

nueva contra la pobreza», que se propone desarrollar un plan nacional para el trabajo decente y digno. Y por último, pero no en importancia, que vuestro compromiso tenga siempre su principio y su coronación en lo que vosotros llamáis inspiración cristiana, y que remite a la constante fidelidad a Jesucristo y a la Palabra de Dios, a estudiar y aplicar la doctrina social de la Iglesia para hacer frente a los nuevos desafíos del mundo contemporáneo. La inspiración cristiana y la dimensión popular determinan el modo de entender y volver a actualizar la histórica triple fidelidad de las ACLI a los trabajadores, la democracia y la Iglesia. En el sentido que en el contexto actual, en cierto modo, se podría decir que vuestras tres históricas fidelidades —a los trabajadores, a la democracia y a la Iglesia— se resumen en una nueva y siempre actual: la fidelidad a los pobres. Os agradezco este encuentro, y os bendigo a vosotros y vuestro trabajo. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí, lo necesito. Ahora, antes de dar la bendición, os invito a rezar a la Virgen: la Virgen que es tan fiel a los pobres, porque ella era pobre. Dios te salve, María...


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número 22, viernes 29 de mayo de 2015

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El Pontífice condena discriminaciones y violencias

Nuevo llamamiento al ecumenismo de la sangre

Voz a las mujeres

La unidad no es trabajo de teólogos Con ocasión de la jornada de diálogo organizada el sábado 23 de mayo por la diócesis estadounidense de Phoenix, en colaboración con pastores evangelistas de orientación pentecostal, entre los cuales Giovanni Traettino, el Papa envió un videomensaje en lengua española y pronunció las palabras introductorias de saludo y la bendición final en inglés. Hermanos y hermanas, que la paz de Cristo esté con ustedes.

«Dar voz a las instancias promovidas por el universo católico femenino en los procesos internacionales». Es la tarea confiada por el Papa a los participantes en la segunda Conferencia internacional sobre la mujer, celebrada en Roma. A continuación publicamos la traducción de la carta papal enviada en inglés al purpurado que preside el dicasterio organizador.

Al cardenal PETER KODWO APPIAH TURKSON Presidente del Consejo pontificio Justicia y paz Señor cardenal: Tengo el placer de transmitir mi saludo y mi aliento a los participantes en la segunda Conferencia internacional sobre la mujer, que se celebra en estos días en Roma, organizada por el Consejo pontificio Justicia y paz, en colaboración con la Unión mundial de organizaciones femeninas católicas y con la World Women’s Alliance for Life and Family, con el tema «Mujeres hacia la agenda para el desarrollo post-2015. ¿Cuáles son los desafíos de los Objetivos de desarrollo sostenible (OSS)?». Deseo expresar mi profunda satisfacción por la iniciativa, que tiene como objetivo dar voz a las instancias promovidas por el universo católico femenino en los procesos internacionales que están llevando a la configuración, a nivel de las Naciones Unidas, de un nueva nueva Agenda para el desarrollo post-2015. A este documento desean contribuir muchas mujeres y hombres comprometidos con la defensa y promoción de la vida y la lucha contra la pobreza, la esclavitud y las injusticias que, por desgracia, todavía demasiado a menudo sufren principalmente las mujeres de todas las edades y de cualquier parte del mundo. En diversas partes del planeta las mujeres se enfrentan a diferentes problemas y desafíos. En el mundo occidental todavía sufren, a veces, la discriminación en el campo laboral; a menudo se ven obligadas a elegir entre trabajo y familia; su vida de novias, esposas, madres, hermanas, abuelas, no pocas veces conoce, por desgracia, la violencia. En los países en vías de desarrollo y en los más pobres son las mujeres las que llevan sobre sus hombros el mayor peso;

ellas son las que recorren kilómetros al día en busca de agua; las que muy a menudo mueren al dar a luz a un hijo; las que son secuestradas para fines de explotación sexual u obligadas a casarse en edad demasiado joven o en contra de su voluntad; a veces incluso se les niega el derecho a la vida sólo por ser mujeres. Todas estas problemáticas se reflejan en las propuestas de los «Objetivos para el desarrollo sostenible» que actualmente se están discutiendo en las Naciones Unidas. Los temas relacionados con la vida están intrínsecamente vinculados a lo social; cuando defendemos el derecho a la vida, lo hacemos para que esa vida pueda, desde su concepción hasta su fin natural, ser una vida digna, que no conozca las heridas del hambre y la pobreza, la violencia y la persecución. El Papa Benedicto XVI, en su encíclica Caritas in veritate, subrayaba que la Iglesia propone «con fuerza esta relación entre ética de la vida y ética social, consciente de que no puede tener bases sólidas, una sociedad que —mientras afirma valores como la dignidad de la persona, la justicia y la paz— se contradice radicalmente aceptando y tolerando las más variadas formas de menosprecio y violación de la vida humana, sobre todo si es débil y marginada» (n. 15). A vosotros que estáis comprometidos con la defensa de la dignidad de las mujeres y la promoción de sus derechos, os pido que os dejéis guiar por el espíritu de humanidad y compasión en el servicio al prójimo. Que la competencia profesional sea la primera cualidad esencial, pero sin individualismo, sin mero activismo, sino con compromiso generoso. Así haréis que emerjan los dones inconmensurables con los que Dios ha enriquecido a la mujer, haciéndola capaz de comprensión y diálogo para conciliar los conflictos grandes y pequeños, de sensibilidad para sanar las heridas y cuidar de cada vida, incluso a nivel social, y de misericordia y ternura para mantener unidas a las personas. Estos aspectos, junto con otros, son parte del «genio femenino» que es necesario que se pueda manifestar plenamente en beneficio de toda la sociedad. Con estos deseos, unidos a sentimientos de gratitud, renuevo mi agradecimiento por haber promovido y organizado la presente conferencia sobre un tema tan importante y urgente. Os aseguro a todos un recuerdo especial en la oración por el éxito de vuestro trabajo y, al tiempo que os pido un recuerdo al Señor también por mí y mi ministerio, os envío de corazón una especial bendición apostólica.

Discúlpenme por hablar en español, pero mi inglés no es suficientemente bueno para explicarme. Hablo español pero, sobre todo, hablo la lengua del corazón. Tengo en mis manos esta celebración de Unidad cristiana que ustedes me han enviado, esta jornada de la reconciliación. Y desde aquí me quiero asociar a ustedes. «Padre, que sean uno en nosotros para que el mundo crea que tú me has enviado»: es el eslogan, el lema de este encuentro; la oración de Cristo para que el Padre conceda la gracia de la unidad. Este sábado 23 de mayo, desde las 9 de la mañana hasta las 5 de la tarde voy a estar con ustedes, espiritualmente, con todo mi corazón. Buscando juntos, pidiendo juntos la gracia de la unidad. La unidad que está germinando en nosotros, la unidad que comienza sellada por un solo Bautismo y que todos tenemos. La unidad que vamos buscando juntos en el camino. La unidad espiritual de la oración, los unos por los otros. La unidad del trabajo conjunto en la ayuda de los hermanos, de los que creen en la soberanía de Cristo. Queridos hermanos, la desunión es una herida en el cuerpo de la Iglesia de Cristo. Y nosotros no queremos que esa herida permanezca. La desunión es obra del padre de la mentira, del padre de la discordia, que siempre busca que los hermanos estén divididos. Hoy reunidos, yo desde Roma y ustedes allí, pediremos para que el Padre envíe el Espíritu de Jesús, el Espíritu Santo, y nos de la gracia de que todos sean uno, «para que el mundo crea». Y me viene a la mente decir algo que puede ser una insensatez, o quizás una herejía, no sé. Pero hay alguien que «sabe» que, pese a las diferencias,

somos uno. Y es el que nos persigue. El que persigue hoy día a los cristianos, el que nos unge con el martirio, sabe que los cristianos son discípulos de Cristo: ¡que son uno, que son hermanos! No le interesa si son evangélicos, ortodoxos, luteranos, católicos, apostólicos… ¡no le interesa! Son cristianos. Y esa sangre se junta. Hoy estamos viviendo, queridos hermanos, el «ecumenismo de la sangre». Esto nos tiene que animar a hacer lo que estamos haciendo hoy: orar, hablar entre nosotros, acortar distancias, hermanarnos cada vez más. Yo estoy convencido de que la unidad entre nosotros no la van a hacer los teólogos. Los teólogos nos ayudan, la ciencia de los teólogos nos va a ayudar, pero si esperamos que los teólogos se pongan de acuerdo, la unidad recién se va a lograr al día siguiente del día del juicio final. La unidad la hace el Espíritu Santo, los teólogos nos ayudan, ¡pero nos ayudan las buenas voluntades de todos nosotros en el camino y el corazón abierto al Espíritu Santo! Con toda humildad, me uno a ustedes como uno más en esta jornada de oración, de amistad, de cercanía, de reflexión. Con la certeza de que tenemos un solo Señor: Jesús es el Señor. Con la certeza de que este Señor está vivo: Jesús vive, vive el Señor en cada uno de nosotros. Con la certeza de que nos ha enviado el Espíritu que prometió para que realizara esa «armonía» entre todos sus discípulos. Queridos hermanos, les mando un saludo muy grande, un abrazo. Rezo por ustedes, rezo junto a ustedes. Y por favor, les pido que recen por mí. Porque lo necesito, para ser fiel a lo que el Señor quiere de mi ministerio. Dios los bendiga. Que Dios nos bendiga a todos nosotros.

Vaticano, 22 de mayo de 2015 FRANCISCO

Pietro Perugino «Entrega de las llaves a san Pedro», Capilla Sixtina


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viernes 29 de mayo de 2015, número 22

COMUNICACIONES Colegio episcopal RENUNCIAS: El Papa ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Viviers (Francia) que monseñor FRANÇOIS BLONDEL le había presentado en conformidad con el canon 401 § 1 del Código de derecho canónico. François Blondel nació en Limoges el 24 de marzo de 1940. Recibió la ordenación sacerdotal el 27 de junio de 1965. Juan Pablo II le nombró obispo de Viviers el 15 de noviembre de 1999; recibió la ordenación episcopal el 9 de enero de 2000. El Papa ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de

Santo André (Brasil) que monseñor NELSON WESTRUPP, S.C.I., le había presentado en conformidad con el canon 401 § 1 del Código de derecho canónico. Nelson Westrupp, S.C.I., nació en Imaruí, diócesis de Tubarão, el 11 de septiembre de 1939. Ingresó en la congregación religiosa de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús, donde recibió la ordenación sacerdotal el 28 de junio de 1964. Juan Pablo II le nombró obispo de São José dos Campos el 11 de mayo de 1991; recibió la ordenación episcopal el 20 de julio del mismo año. El Papa le trasladó a la sede de Santo André el 1 de octubre de 2003. EL PAPA

Enviado especial El Santo Padre ha nombrado enviado especial suyo para las celebraciones del 600º aniversario de la muerte de Jan Hus, que tendrán lugar en Praga el 5 y 6 de julio de 2015, al cardenal MILOSLAV VLK, arzobispo emérito de Praga (República Checa).

Representaciones pontificias El Papa ha nombrado nuncio apostólico en Malta a monseñor MARIO ROBERTO CASSARI, arzobispo titular de Tronto, hasta ahora nuncio apostólico en Sudáfrica, Botsuana, Lesotho, Namibia y Suazilandia. Mario Roberto Cassari nació en Ghilarza, archidiócesis de Oristano (Italia), el 27 de agosto de 1943. Recibió la ordenación sacerdotal el 27 de diciembre de 1969. Se doctoró en teología. Entró en el servicio diplomático de la Santa Sede el 5 de marzo de 1977. Juan Pablo II le nombró arzobispo titular de Tronto y nuncio apostólico en la República del Congo y en Gabón el 3 de agosto de 1999; recibió la ordenación episcopal el 16 de octubre de dicho año. El Santo Padre le nombró representante pontificio en Costa de Marfil y Burkina Faso el 31 de julio de 2004; y en Níger el 8 de septiembre sucesivo. Benedicto XVI lo nombró nuncio apostólico en Croacia el 14 de febrero de 2008; luego representante pontificio en Sudáfrica, Botsuana, Namibia y Suazilandia el 10 de marzo de 2012 y también en Lesotho el 17 de marzo sucesivo.

HA NOMBRAD O:

—Obispo de Viviers (Francia) al presbítero JEAN LOUIS BALSA. Jean Louis Balsa nació en Niza el 17 de marzo de 1957. Se licenció en teología en el Instituto católico de París. Recibió la ordenación sacerdotal el 9 de septiembre de 1984. En su ministerio ha sido coordinador de asistencia pastoral en colegios de Cannes, párroco, profesor en el seminario, vicario episcopal para la pastoral juvenil, secretario general del Sínodo diocesano y vicario general de Niza. —Obispo de Santo André (Brasil) a monseñor PEDRO CARLOS CIPOLINI, hasta ahora obispo de Amparo. Pedro Carlos Cipolini nació en Caconde, diócesis de São João da Boa Vista, el 4 de mayo de 1952. Recibió la ordenación sacerdotal el 25 de febrero de 1978. Benedicto XVI le nombró obispo de la diócesis de Amparo el 14 de julio de 2010; recibió la ordenación episcopal el 12 de octubre sucesivo. —Obispo de Ariano Irpino-Lacedonia (Italia) a monseñor SERGIO MELILLO. Sergio Melillo nació en Avellino el 16 de noviembre de 1955. Se licenció en teología dogmática en el seminario interregional campano de Posillipo. Recibió la ordenación sacerdotal el 9 de septiembre de 1989. En su ministerio ha desempeñado, entre otros, los siguientes cargos: párroco; subdirector de Cáritas diocesana; responsable de la formación del voluntariado, del servicio civil y de los centros de escucha; miembro de la comisión del ámbito internacional de Cáritas italiana; profesor en el Instituto de ciencias religiosas de Avellino; vicario parroquial de la catedral; profesor de cultura religiosa en la Universidad de la tercera edad de Avellino. En el último período era párroco de la catedral y vicario general de la diócesis.

Audiencias pontificias EL SANTO PADRE

—Al cardenal Carlo Caffarra, arzobispo de Bolonia (Italia).

Jueves 21 de mayo —A la nueva embajadora de Zimbabue ante la Santa Sede, señora Rudo Mabel Chitiga, con ocasión de la presentación de las cartas credenciales.

—Al cardenal Domenique Mamberti, prefecto del Tribunal supremo de la Signatura apostólica.

HA RECIBID O EN AUDIENCIA:

—Al nuevo embajador de Suazilandia ante la Santa Sede, Joel Musa Nhleko, con ocasión de la presentación de las cartas credenciales. —Al cardenal Fernando Filoni, prefecto de la Congregación para la evangelización de los pueblos.

—A monseñor Héctor Rubén Aguer, arzobispo de La Plata (Argentina). —A monseñor Juan Rubén Martinez, obispo de Posadas (Argentina). Sábado, día 23 —Al cardenal Marc Ouellet, P.S.S., prefecto de la Congregación para los obispos. —Al primer ministro de Bulgaria, Boiko Borisov, con el séquito.

Nombramiento pontificio El Santo Padre ha nombrado consultor del Consejo pontificio Justicia y paz al padre TIMOTHY RAD CLIFFE, O.P., director de «Las Casas Institute of Blackfriars» en Oxford, para los estudios sobre justicia social y derechos humanos (Inglaterra).

—Al presidente del Gobierno de la ex República Yugoslava de Macedonia, Nikola Gruevski, con su esposa y el séquito. Martes, día 26 —Al cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo de los obispos, con el subsecretario, monseñor Fabio Fabene, obispo titular de Acquapendente.

Lutos en el episcopado —Monseñor JÓZEF PAZDUR, obispo titular de Dulcigno, auxiliar emérito de Wrocław (Polonia), falleció el 7 de mayo. Había nacido en Woła Skrzydlańska, diócesis de Tarnów, el 22 de noviembre de 1924. Era sacerdote desde el 23 de diciembre de 1951. Juan Pablo II le nombró obispo titular de Dulcigno y auxiliar de Wrocław el 18 de diciembre de 1984; recibió la ordenación episcopal el 12 de enero de 1985. El Santo Padre aceptó su renuncia a la función de obispo auxiliar de Wrocław el 16 de noviembre de 2000. —Monseñor NICOLAS HUYNH VAN NGHI, obispo emérito de Phan Thiêt (Vietnam), falleció el 7 de mayo. Había nacido en Vinh Hôi, archidiócesis de Thành-Phô Hô Chí Ninh, el 1 de mayo de 1927. Era sacerdote desde el 29 de junio de 1953. Pablo VI le nombró obispo titular de Selsea y auxiliar del arzobispo de Saigón el 1 de julio de 1974; recibió la ordenación episcopal el 11 de agosto de dicho año. El mismo Papa le nombró administrador apostólico «ad nutum Sanctae Sedis» de Phan Thiêt en 1975. Juan Pablo II le nombró obispo de esa sede el 6 de diciembre de 1979. El mismo Papa aceptó su renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Phan Thiêt el 1 de abril de 2005. —Monseñor GERALD O MAJELA DE CASTRO, O.PRAEM., arzobispo emé-

rito de Montes Claros (Brasil), falleció el 14 de mayo. Había nacido en Montes Claros el 24 de junio de 1930. Era sacerdote desde el 8 de diciembre de 1953. Juan Pablo II le nombró obispo coadjutor de Montes Claros el 15 de junio de 1982; recibió la ordenación episcopal el 8 de septiembre sucesivo. Pasó a ser obispo de dicha sede el 1 de junio de 1988. El mismo Papa, tras elevar dicha circunscripción eclesiástica a sede metropolitana, le nombró arzobispo el 25 de abril de 2001. Benedicto XVI aceptó su renuncia al gobierno pastoral de la archidiócesis el 7 de febrero de 2007. —Monseñor ANDRÉ LACRAMPE, arzobispo emérito de Besançon (Francia), falleció el 15 de mayo. Había nacido en Agos-Vidalos, diócesis de Tarbes y Lourdes, el 17 de diciembre de 1941. Era sacerdote desde el 31 de diciembre de 1967. Juan Pablo II le nombró obispo titular de Legia y auxiliar de Reims el 13 de julio de 1983; recibió la ordenación episcopal el 16 de octubre del mismo año. El Santo Padre le nombró obispo prelado de la prelatura territorial de la «Misión de Francia» o Pontigny el 1 de octubre de 1988; obispo de Ajaccio el 5 de enero de 1995 y le promovió a arzobispo de Besançon el 13 de agosto de 2003. El Papa Francisco aceptó su renuncia al gobierno pastoral de dicha archidiócesis el 25 de abril de 2013.


número 22, viernes 29 de mayo de 2015

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A los obispos de la República Centroafricana el Papa les indica el camino del perdón y de la reconciliación

Cómo se responde al odio y a la violencia Cuando el odio y la violencia se desencadenan, «estamos llamados a responder con el perdón y el amor». Lo recordó el Papa Francisco en el discurso entregado en francés a los obispos de la República Centroafricana durante la audiencia del viernes 15 de mayo por la mañana, con ocasión de la visita «ad limina Apostolorum».

Es una gran alegría acogeros con ocasión de vuestra visita ad limina, acogida por mi parte aún más fraterna y afectuosa dado que vuestro país y vuestras comunidades viven, desde hace muchos meses, una situación difícil y dolorosa. Nuestro encuentro es la ocasión para reforzar aún más los vínculos de comunión que existen entre vuestras Iglesias locales y la Iglesia de Roma, y deseo que sepáis lo atento que estoy a los acontecimientos que vivís, y cuánto os acompañan mi oración personal y la oración de la Iglesia universal. Agradezco muy sinceramente a monseñor Dieudonné Nzapalainga, presidente de vuestra Conferencia, las palabras y el testimonio que me ha dirigido en vuestro nombre. Expreso el deseo de que esta peregrinación a las fuentes de la fe os dé consuelo y aliento para proseguir vuestro ministerio pastoral. Que la intercesión de san Pedro y san Pablo os obtenga las gracias necesarias para reunir y guiar la grey que el Señor os ha confiado. Quiero que transmitáis a todo el pueblo de la República Centroafricana la seguridad de mi cercanía. Conozco los sufrimientos que ha vivido y vive todavía, así como los innumerables testimonios de fe y fidelidad a Cristo resucitado que los cristianos han dado en múltiples ocasiones. Soy particularmente sensible a todo lo que vuestras comunidades han hecho en favor de las per-

habéis vivido, es signo de que el Evangelio aún no ha penetrado por doquier y a fondo en el corazón del pueblo de Dios, a tal punto de cambiar sus reacciones y sus comportamientos. Vuestras Iglesias son de reciente evangelización, y vuestra misión principal es proseguir la obra apenas comenzada. Por tanto, no debéis sentiros descorazonados en la tormenta que estáis atravesando, sino que, al contrario, debéis encontrar en ella, mediante la fe y la esperanza, la fuente de un entusiasmo y un dinamismo renovados. A vosotros se dirige hoy esta exhortación del apóstol san Pablo a Timoteo: «Soporta los padecimientos, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio» (2 Tm 4, 5). Por consiguiente, la formación cristiana y la profundización de la fe en todos los niveles son para vosotros objetivos prioritarios, para que el Evangelio impregne verdaderamente la vida de los bautizados, no sólo para el bien de las comunidades cristianas, sino también para el de toda la sociedad de la República Centroafricana. Son muchos los protagonistas implicados en esta obra educativa, y quiero rendir homenaje al papel indispensable garantizado por los catequistas, que ofrecen generosamente su tiempo y a menudo sus recursos. La parte significativa de la misión garantizada por los sacerdotes fidei donum también merece ser destacada. Hay que agradecerles cordialmente el hecho de que com-

sonas víctimas de la violencia y de los refugiados. Vuestra tarea es difícil, pero concierne al misterio mismo de Jesucristo muerto y resucitado. Cuando el mal y la muerte parecen triunfar, surge la esperanza de una renovación fundada en Cristo. Cuando el odio y la violencia se desencadenan, estamos llamados —y encontramos la fuerza para hacerlo a través del poder de la cruz y la gracia del Bautismo— a responder con el perdón y el amor. Si, por desgracia, no siempre fue así en los hechos recientes que

partan el ministerio en condiciones tan difíciles. Pero vosotros, hermanos obispos, debéis desempeñar, en el proceso de transición institucional en curso, un papel profético insustituible, al recordar y testimoniar los valores fundamentales de justicia, verdad e integridad que son la base de toda renovación, promoviendo el diálogo y la cohabitación pacífica entre los miembros de las diversas religiones y etnias, favoreciendo así la reconciliación y la cohesión social que es una clave para el futuro. Aprecio de mo-

Queridos hermanos obispos:

do particular vuestro esfuerzo en ese ámbito, y os invito a continuar en esta dirección, poniendo atención en cultivar cada vez más entre vosotros la unidad de pensamiento y de acción. Estáis llamados a formar la conciencia de los fieles; y también la de todo el pueblo, puesto que vuestra voz es escuchada y respetada por todos. Para vosotros este es el modo más adecuado de ocupar el lugar que os corresponde en los cambios actuales, evitando entrar directamente en las disputas políticas. Pero, formando y alentando a los laicos, convencidos de la fe y sólidamente formados en la doctrina social de la Iglesia, a asumir responsabilidades —este es su papel—, transformaréis poco a poco la sociedad según el Evangelio y prepararéis un futuro feliz para vuestro pueblo. Para retomar y proseguir el anuncio del Evangelio, es necesario que os preocupéis por cuidar y fortalecer a vuestros sacerdotes, para los cuales debéis ser padres atentos. La cercanía del obispo a sus sacerdotes es importante, porque permite dialogar con ellos en la verdad, proveer de lo que es más apropiado para cada uno, prevenir y poner remedio a las faltas. A veces una sanción es ciertamente necesaria, pero es el último recurso, y siempre debe dejar la puerta abierta a la misericordia. La formación inicial en el seminario y el discernimiento vocacional son determinantes. Además de la formación intelectual, espiritual y comunitaria, hay que dirigir una atención del todo especial a la formación humana y afectiva, para que los futuros sacerdotes sean capaces de vivir su compromiso con el celibato, en el que no se puede aceptar ninguna componenda. Hay que agradecer a los responsables del seminario el trabajo realizado. También os exhorto a promover la unidad del presbyterium en torno a vosotros, y a favorecer, en particular entre los más jóvenes, la oración, la formación permanente y el acompañamiento espiritual. Sed vosotros mismos para vuestros sacerdotes modelos de unidad y perfección en la práctica de las virtudes sacerdotales. Agradezco a los sacerdotes de la República Centroafricana la dedicación y el testimonio que dan, en situaciones a menudo difíciles. Los exhorto a renovar valientemente su entrega a Cristo de modo radical, huyendo de las tentaciones del mundo y permaneciendo fieles a sus compromisos.

También quiero dar las gracias a las personas consagradas, que permanecen al lado de las poblaciones afligidas; su entrega es digna de elogio e insustituible. ¡Cuántas obras de caridad realizadas por las numerosas congregaciones religiosas, tanto en el campo de la educación como del cuidado y la promoción humana, cuando las necesidades son inmensas! Rezo para que los religiosos y religiosas encuentren en este Año de la vida consagrada un auténtico consuelo espiritual y la ocasión de una profundización de su vocación y de su unión a Cristo. Es bueno favorecer siempre la armonía entre los institutos y las instancias diocesanas, para dar al mundo el mejor testimonio de unidad y amor. En fin, mi atención se dirige a las familias, que son las primeras víctimas de la violencia y muy a menudo son desestabilizadas o destruidas a causa del alejamiento de un miembro, de un luto, de la pobreza, de discordias y separaciones. Les expreso mi cercanía y mi afecto. Las familias no sólo son el lugar privilegiado del anuncio de la fe y de la práctica de las virtudes cristianas, la cuna de numerosas vocaciones sacerdotales y religiosas, sino también «el lugar propicio para aprender y practicar la cultura del perdón, de la paz y la reconciliación» (Africae munus, 43), de la que vuestro país tiene tanta necesidad. Es fundamental que la familia sea protegida y defendida «para que preste ese servicio que la sociedad misma espera de ella, es decir, ofrecer hombres y mujeres capaces de construir un entramado social de paz y armonía» (ibídem). No puedo menos de alentaros a prestar a la pastoral del matrimonio toda la atención que merece, y a no desanimaros ante la resistencia provocada por las tradiciones culturales, por la debilidad humana o por las nuevas colonizaciones ideológicas que se están difundiendo por doquier. También os agradezco la participación en los trabajos del Sínodo que se celebrará en Roma el próximo mes de octubre, y, en este sentido, os pido vuestras oraciones. Queridos hermanos en el episcopado: Os encomiendo a todos vosotros, así como a los sacerdotes, las personas consagradas, los catequistas y los fieles laicos de vuestras diócesis a la protección de la Virgen María, Madre de la Iglesia y Reina de la paz, y os imparto de todo corazón la bendición apostólica.


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L’OSSERVATORE ROMANO

viernes 29 de mayo de 2015, número 22

Entrevista del Papa al diario argentino «La voz del pueblo»

Añoro caminar por las calles

JUAN BARRETTA Solo con el Papa Francisco en su residencia de Santa Marta, en el Vaticano. Un histórico encuentro cara a cara, en el que una de las personalidades más importantes del mundo habló de su vida personal. Quiero que me recuerden «como un buen tipo», y desde lo profundo del corazón admite: «La gente me hace bien». En un pequeño y sencillo salón de la residencia de Santa Marta, en el Vaticano, el Papa Francisco recibió a «La voz del pueblo» sin presencia de terceros y una sola condición: «Lo único que te pido es que me juegues limpio», dijo antes de que el grabador entrara en acción. Luego, durante los 45 minutos que se extendió el encuentro, confesaría que en otros tiempos le tenía «pánico a los periodistas». Queda claro que es un trauma superado. Jorge Bergoglio se animó a pasear por su intimidad, a contestar con ganas y gestos cuando la pregunta lo entusiasmaba, y también a hacerlo seco y tajante ante una consulta que, según su respuesta, podía generar mucho ruido fronteras afuera de la Santa Sede. La soledad, la pizza, el miedo al dolor físico, su magnetismo, las cosas que lo hacen llorar, la presión, la televisión, el valor de las utopías… Esos fueron algunos de los puntos que recorrió durante la charla, que tuvo como punto de partida su nombramiento.

die pensaba en mí. En las casas de apuestas de Londres estaba en el número 46 (se ríe con ganas). Yo tampoco pensaba en mí, ni se me ocurría. ¿A pesar de que en 2005 fue el segundo más votado luego de Ratzinger? Esas son cosas que se dicen. Lo cierto es que al menos en la otra elección estaba en los diarios, aparecía entre los papables. Adentro era claro que tenía que ser Benedicto y hubo casi unanimidad por él y eso a mí me gustó mucho. Era clara su candidatura, en la segunda no había ningún candidato claro. Había varios posibles, pero ninguno fuerte. Por eso me vine a Roma con lo puesto y con pasaje para volver el sábado a la noche y poder estar en Buenos Aires el Domingo de Ramos. Incluso dejé hecha mi homilía sobre el escritorio. Nunca pensé que iba a pasar.

¿Disfruta de la audiencia pública?

¿Acá recorre la ciudad?

Sí, lo disfruto en un sentido humano y espiritual, las dos cosas. La gente me hace bien, me tira buena onda, como se dice. Es como que mi vida se va involucrando en la gente. Yo, psicológicamente, no puedo vivir sin gente, no sirvo para monje, por eso me quedé a vivir acá en esta casa (en la residencia de Santa Marta). Esta es una casa de huéspedes, hay 210 piezas, vivimos 40 personas que trabajamos en la Santa Sede y los otros son huéspedes, obispos, curas, laicos, que pasan y se hospedan acá.

Noooo, (otra vez se ríe con ganas). Voy a las parroquias… Pero no puedo salir. Imaginate que yo salgo ahí (por la calle) y se arma. Un día salí en el auto sólo con el chofer y me olvidé de cerrar la ventanilla, estaba abierta y no me di cuenta. Y se armó un lío… Yo iba en el asiento del acompañante, teníamos que ir ahí nomás, pero la gente no dejaba avanzar el auto. Claro, que el Papa esté por la calle…

¿Y lo asumió enseguida? Me llevaron a la sacristía, me cambiaron la sotana, y a la cancha. Y ahí dije lo que me vino. Fue algo natural entonces. Sí, sentí mucha paz y dije lo que me vino del corazón. ¿Reconoce el magnetismo que genera en la gente? Lo digo por el plus que le da su figura a la investidura papal. Y, sí… Sé que la gente… (duda, hace silencio) Primero no entendía por qué ocurría eso. Y me cuentan algunos cardenales que la gente dice «le entendemos». Claro, yo trato de ser plástico en las audiencias, en las cosas que hablo, como hoy (por la audiencia pública del miércoles) que conté una anécdota de cuando estaba en cuarto grado. Entonces es como que la gente entiende lo que quiero decir. Como cuando hablé del caso de los padres separados, que usan de rehenes a los hijos, algo muy triste, los victimizan, el papá le habla mal de la mamá, o al revés, y al pobre chico se le arma un corso a contramano en la cabeza. Trato de

Eso tiene que ver con su forma de ser. Es verdad que acá tengo el apelativo de indisciplinado, el protocolo mucho no lo sigo. El protocolo es muy frío, aunque hay cosas oficiales a las que me atengo totalmente. ¿De noche puede descansar, se desconecta?

Antes de la elección definitoria sentí mucha paz. «Si Dios lo quiere…», pensé. Y me quedé en paz. Mientras que se hacían los escrutinios, que son eternos, yo rezaba el rosario, tranquilo. Tenía a mi lado a mi amigo el cardenal Claudio Hummes, que en una votación anterior a la definitiva me decía, «no te preocupes eh, que así obra el Espíritu Santo…» (vuelve a reírse).

¡Nunca! Tampoco con ser presidente de la República o general del Ejército. Viste que hay algunos pibes que sueñan con eso. Yo no.

Después de que estuve 15 años en puestos de mando en los que me fueron poniendo, volví al llano, a ser confesor, cura… La vida de un religioso, de un jesuita, va cambiando según las necesidades. Y con respecto a la posibilidad, yo estaba en la lista de los papables en el otro cónclave… Pero esta vez, la segunda, por la edad, 76 años, y porque además había gente más valiosa ciertamente… Así que a mí nadie me nombraba, nadie. Además decían que era un «kingmaker» (o hacedor de reyes, como se denomina aquellos cardenales que debido a su experiencia y autoridad son más capaces que otros para pesar en el resultado electoral), que podía influir en los cardenales latinoamericanos para que votaran. Tanto era el asunto que ni una foto mía salió en los diarios, na-

plo, me costaría mucho… No, Tres Arroyos no es tan chico, sí podría vivir ahí. En el campo no podría vivir.

¿Y cuando fue elegido qué sintió?

¿Soñaba con ser Papa?

¿Pero avanzando en el servicio episcopal tampoco fantaseó con esa posibilidad?

ser concreto y eso que vos llamás magnetismo, ciertos cardenales me dicen que tiene que ver con que la gente me entiende.

Yo tengo un sueño tan profundo que me tiro en la cama y me quedo dormido. Duermo seis horas. Normalmente a las nueve estoy en la cama y leo hasta casi las diez, cuando me empieza a lagrimear un ojo apago la luz y ahí quedé hasta las cuatro que me despierto solo, es el reloj biológico. Eso sí, después necesito la siesta. Tengo que dormir de 40 minutos a una hora, ahí me saco los zapatos y me tiro en la cama. Y también duermo profundamente, y también me despierto solo. Los días que no duermo la siesta lo siento. Y eso a mí me hace muy bien. Venir aquí, comer en el comedor, donde está toda la gente, tener la misa ésa donde cuatro días a la semana viene gente de afuera, de las parroquias… Me gusta mucho eso. Yo me hice cura para estar con la gente. Doy gracias a Dios que eso no se me haya ido. ¿Qué añora de su vida previa al papado? Salir a la calle. Eso sí lo añoro, la tranquilidad de caminar por las calles. O ir a una pizzería a comer una buena pizza (se ríe). Puede pedir un delivery al Vaticano. Sí, pero no es lo mismo, la cuestión es ir allí. Yo siempre fui callejero. De cardenal me encantaba caminar por la calle, ir en colectivo, subte. La ciudad me encanta, soy ciudadano de alma. No podría vivir en una ciudad como la tuya por ejem-

¿Qué lee antes de dormirse? Ahora estoy leyendo sobre san Silvano del Monte Athos, un gran maestro espiritual. En la visita que realizó a Manila en el verano, habló de la importancia de llorar. ¿Usted llora? Cuando veo dramas humanos. Como el otro día al ver lo que ocurre con los del pueblo rohingya, que andan arriba de esos barcones en aguas tailandesas y cuando se acercan a tierra les dan un poco de comida, agua y los echan otra vez al mar. Eso me conmueve profundamente, ese tipo de dramas. Después, los chicos enfermos. Cuando veo lo que acá llaman «enfermedades raras», que son producidas por descuido del ambiente, se me revuelve todo. Cuando veo a esas criaturas le digo al Señor: «Por qué ellos y no yo». Cuando voy a la cárcel también me conmuevo. De los tres Jueves


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número 22, viernes 29 de mayo de 2015

No, no, me dije esto «no es para mí». ¿No ve los partidos de San Lorenzo? No veo nada. ¿Cómo se entera de los resultados? Hay un guardia suizo que todas las semanas me deja los resultados y cómo va en la tabla. Usted, entre los Papas, ¿sería un Messi o un Mascherano? santos que tuve, dos fui a cárceles, una vez a una de menores y la otra a la de Rebibbia. Y después en otras ciudades de Italia que visité fui a la cárcel, almorcé con ellos, y cuando estaba charlando me venía a la cabeza: «Pensar que yo podría estar aquí». Es decir, ninguno de nosotros está seguro de que nunca va a cometer un crimen, una cosa digna de ser encarcelado. Entonces me digo por qué Dios permitió que yo no esté aquí. Y siento dolor por ellos y le agradezco a Dios no estar, pero a la vez siento que ese agradecimiento es de conveniencia también, porque ellos no tuvieron la oportunidad que tuve yo de no hacer una macana digna de estar encarcelado. Eso me lleva al llanto interior. Eso lo siento mucho. ¿Pero llega a llorar con lágrimas? Públicamente no lloro. Me pasó dos veces que estuve al límite, pero me pude frenar a tiempo. Estaba demasiado conmovido, incluso hubo algunas lágrimas que se escaparon, pero me hice el tonto y después de un rato me pasé la mano por la cara. ¿Por qué no quería que lo vieran llorar? No sé, me pareció que tenía que seguir adelante.

Según el Espíritu VIENE DE LA PÁGINA 3

Cristo. El mundo necesita los frutos, los dones del Espíritu Santo, como enumera san Pablo: «amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí» (Ga 5, 22). El don del Espíritu Santo ha sido dado en abundancia a la Iglesia y a cada uno de nosotros, para que podamos vivir con fe genuina y caridad operante, para que podamos difundir la semilla de la reconciliación y de la paz. Reforzados por el Espíritu Santo —que guía, nos guía a la verdad, que nos renueva a nosotros y a toda la tierra, y que nos da los frutos—, reforzados en el espíritu y por estos múltiples dones, llegamos a ser capaces de luchar, sin concesión alguna, contra el pecado, de luchar, sin concesión alguna, contra la corrupción que, día tras día, se extiende cada vez más en el mundo, y de dedicarnos con paciente perseverancia a las obras de la justicia y de la paz.

¿Cuáles fueron esas situaciones? Recuerdo una, la otra no. La que me acuerdo tuvo que ver con la persecución de los cristianos en Irak. Estaba hablando de eso y me conmoví profundamente. Pensar en los chicos… ¿A qué le tiene miedo? En general no tengo miedo. Soy más bien temerario, me mando sin medir consecuencias. Eso a veces me da dolores de cabeza porque por ahí se me va una palabra de más (otra vez se ríe con intensidad). En cuanto a los atentados, yo estoy en manos de Dios y en mi oración le hablé al Señor y le dije: «Mirá, si eso tiene que ser, que sea, solamente te pido una gracia, que no me duela» (se ríe), porque soy cobarde al dolor físico. El dolor moral lo aguanto, pero el físico, no. Soy muy cobarde en eso, no es que le tenga miedo a una inyección, pero prefiero no tener problemas con el dolor físico. Soy muy intolerante, lo asumo como algo que me quedó de la operación de pulmón que me realizaron cuando tenía 19 años.

No sabría decirte porque no sé distinguir el estilo de los dos porque no veo fútbol. Messi vino dos veces acá y nada más, no lo he visto. ¿Navega por Internet? Nada. Y dar entrevistas jamás, ahora se me ha dado, es el estado de gracia. Antes enfrentarme a un periodista me daba pánico. ¿Cómo ve a la Argentina desde el Vaticano? Como un país de muchas posibilidades y de tantas oportunidades perdidas. Como decía el cardenal

¿Siente presión? Las presiones existen. Toda persona de gobierno siente presiones. En este momento lo que más me cuesta es la intensidad que hay de trabajo. Estoy llevando un ritmo de trabajo muy fuerte, es el síndrome del fin del año escolar, que acá termina a fin de junio. Y entonces se juntan mil cosas, y problemas hay... Y después están los problemas que te arman, con que dije o no dije… Los medios de comunicación también toman una palabra y por ahí la descontextualizan. El otro día en la parroquia de Ostia, cerca de Roma, voy saludando a la gente, y habían puesto a los ancianos y a los enfermos en el gimnasio. Estaban sentados y yo pasaba y los saludaba. Entonces dije: «Miren qué divertido, acá donde jugaban los chicos están los ancianos y los enfermos. Yo los comprendo a ustedes porque también soy anciano y también tengo mis achaques, soy un poco enfermo». Al otro día salió en los diarios: «El Papa confesó que estaba enfermo». Contra ese enemigo no podés. ¿Y está encima de todo lo que se publica? No, no. Diario leo solamente uno, «La Repubblica», que es un diario para sectores medios. Lo hago a la mañana y no me lleva más de 10 minutos hojearlo. Televisión no veo desde el año 1990 (se toma el tiempo para responder). Es una promesa que le hice a la Virgen del Carmen en la noche del 15 de julio de 1990. ¿Por un motivo en particular?

Quarracino. Y es verdad. Somos un país que ha perdido tantas oportunidades a lo largo de la historia. Algo pasa, con toda la riqueza que tenemos. Como el cuento de los embajadores de los países que se fueron a quejar a Dios porque a los argentinos le habían dado tantas riquezas y a ellos solamente una, o la agricultura o la minería. Dios los escuchó y les contestó: «No, perdón, para balancear les di los argentinos». ¿Sigue la evolución de la política en Argentina? No, para nada, corté acá la recepción de políticos porque me di cuenta de que algunos usaban eso y mi foto, aunque también es cierto que algún otro ni dijo que había estado conmigo y ni se sacó la foto. Pero para evitar eso, los políticos en audiencia privada, no. Si vienen van a las audiencias generales, los saludo. Pero no sé cómo van las elecciones ni quiénes son los candidatos. Me imagino quiénes deben ser los principales, pero no sé tampoco cómo van las tensiones. Sé que en las PASO de Buenos Aires ganó el PRO porque lo vi en el diario, salió hasta en «La Repubblica». ¿Le gusta que lo cataloguen como el Papa pobre?

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Si ponen después otra palabra, sí. «Pobre tipo», por ejemplo… (se vuelve a reír con ganas). La pobreza es el centro del Evangelio. Jesús vino a predicar a los pobres, si vos sacás la pobreza del Evangelio no entendés nada, le sacás la médula. ¿No es utópico pensar en que se puede erradicar la pobreza? Sí, pero las utopías nos tiran para adelante. Sería triste que un joven o una joven no las tuviera. Hay tres cosas que tenemos que tener todos en la vida: memoria, capacidad de ver el presente y utopía para el futuro. La memoria no hay que perderla. Cuando los pueblos pierden su memoria está el gran drama de descuidar a los ancianos. Capacidad de hermenéutica frente al presente, interpretarlo y saber por dónde hay que ir con esa memoria, con esas raíces que traigo, cómo la juego en el presente, y ahí está la vida de los jóvenes y adultos. Y el futuro, ahí está la de los jóvenes sobre todo y la de los niños. Con memoria, con capacidad de gestión en el presente, de discernimiento y la utopía hacia el futuro, que ahí se involucran los jóvenes. Por eso el futuro de un pueblo se manifiesta en el cuidado de los ancianos, que son la memoria, y de los niños y jóvenes, que son los que van a llevarla adelante. Los adultos tenemos que recibir esa memoria, trabajarla en el futuro y darla a los hijos. Una vez leí algo muy lindo: «El presente, el mundo que hemos recibido, no es sólo una herencia de los mayores sino más bien un préstamo que nos hacen nuestros hijos para que se lo devolvamos mejor». Si yo corto mis raíces y me desmemorizo me va a pasar lo que le pasa a toda planta, me voy a morir; si yo vivo solamente un presente sin mirar la previsión a futuro, me va a pasar lo que le pasa a todo mal administrador que no sabe proyectar. La contaminación ambiental es un fenómeno de ese estilo. Tienen que ir las tres juntas, cuando falta alguna un pueblo empieza a decaer. ¿Cuáles son los peores males que aquejan al mundo hoy? Pobreza, corrupción, trata de personas… Me puedo equivocar en la estadística, pero qué me decís si te pregunto ¿qué ítem viene en gasto en el mundo después de alimentación, vestido y medicina? El cuarto son los cosméticos y el quinto las mascotas. Es grave eso, eh. El cuidado de las mascotas es como el amor un poco programado, es decir, yo puedo programar la respuesta amorosa de un perro o de una gatita, y ya no necesito tener la experiencia de un amor de reciprocidad humana. Estoy exagerando, que no se tome textual, pero es para preocuparse. ¿Por qué siempre repite «recen por mí»? Porque lo necesito. Yo necesito que me sostenga la oración del pueblo. Es una necesidad interior, tengo que estar sostenido por la oración del pueblo. ¿Cómo le gustaría que lo recuerden? Como un buen tipo. Que digan: «Este era un buen tipo que trató de hacer el bien». No tengo otra pretensión.


L’OSSERVATORE ROMANO

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viernes 29 de mayo de 2015, número 22

En la audiencia general el Papa habla del noviazgo como tiempo para conocerse y compartir

Un buen trabajo El noviazgo es «el tiempo en el cual los dos están llamados a hacer un buen trabajo sobre el amor, un trabajo partícipe y compartido». Lo dijo el Papa en la audiencia general del miércoles 27 de mayo, en la plaza de San Pedro. Queridos hermanos ¡buenos días!

y

hermanas,

Continuando estas catequesis sobre la familia, hoy quiero hablar del noviazgo. El noviazgo (en italiano «fidanzamento») —se lo percibe en la palabra— tiene relación con la confianza, la familiaridad, la fiabilidad. Familiaridad con la vocación que Dios dona, porque el matrimonio es ante todo el descubrimiento de una llamada de Dios. Ciertamente es algo hermoso que hoy los jóvenes puedan elegir casarse partiendo de un amor mutuo. Pero precisamente la libertad del vínculo requiere una consciente armonía de la decisión, no sólo un simple acuerdo de

la atracción o del sentimiento, de un momento, de un tiempo breve... requiere un camino. El noviazgo, en otros términos, es el tiempo en el cual los dos están llamados a realizar un buen trabajo sobre el amor, un trabajo partícipe y compartido, que va a la profundidad. Ambos se descubren despacio, mutuamente, es decir, el hombre «conoce» a la mujer conociendo a esta mujer, su novia; y la mujer «conoce» al hombre conociendo a este hombre, su novio. No subestimemos la importancia de este aprendizaje: es un bonito compromiso, y el amor mismo lo requiere, porque no es sólo una felicidad despreocupada, una emoción encantada... El relato bíblico habla de toda la creación como de un hermoso trabajo del amor de Dios; el libro del Génesis dice que «Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno» (Gn 1, 31). Sólo al final, Dios «descansó». De esta imagen comprendemos que el amor de Dios, que dio origen al mundo, no fue una decisión improvisada. ¡No! Fue un trabajo hermoso. El amor de Dios creó las condiciones concretas de una alianza irrevocable, sólida, destinada a durar. La alianza de amor entre el hombre y la mujer, alianza por la vida, no se improvisa, no se hace de un día para el otro. No existe el matrimo-

nio express: es necesario trabajar en el amor, es necesario caminar. La alianza del amor del hombre y la mujer se aprende y se afina. Me permito decir que se trata de una alianza artesanal. Hacer de dos vida una vida sola, es incluso casi un milagro, un milagro de la libertad y del corazón, confiado a la fe. Tal vez deberíamos comprometernos más en este punto, porque nuestras «coordenadas sentimentales» están un poco confusas. Quien pretende querer todo y enseguida, luego cede también en todo —y enseguida— ante la primera dificultad (o ante la primera ocasión). No hay esperanza para la confianza y la fidelidad del don de sí, si prevalece la costumbre de consumir el amor como una especie de «complemento» del bienestar psicofísico. No es esto el amor. El noviazgo fortalece la voluntad de custodiar juntos algo que jamás deberá ser comprado o vendido, traicionado o abandonado, por más atractiva que

sea la oferta. También Dios, cuando habla de la alianza con su pueblo, lo hace algunas veces en términos de noviazgo. En el libro de Jeremías, al hablar al pueblo que se había alejado de Él, le recuerda cuando el pueblo era la «novia» de Dios y dice así: «Recuerdo tu cariño juvenil, el amor que me tenías de novia» (2, 2). Y Dios hizo este itinerario de noviazgo; luego hace también una promesa: lo hemos escuchado al inicio de la audiencia, en el libro de Oseas: «Me desposaré contigo para siempre, me desposaré contigo en justicia y en derecho, en misericordia y en ternura, me desposaré contigo en fidelidad y conocerás al Señor» (2, 21-22). Es un largo camino el que

el Señor recorre con su pueblo en este itinerario de noviazgo. Al final Dios se desposa con su pueblo en Jesucristo: en Jesús se desposa con la Iglesia. El pueblo de Dios es la esposa de Jesús. ¡Cuánto camino! Y vosotros italianos, en vuestra literatura tenéis una obra maestra sobre el noviazgo [«I promessi sposi» - Los novios]. Es necesario que los jóvenes la conozcan, que la lean; es una obra maestra donde se cuenta la historia de los novios que sufrieron mucho, recorrieron un camino con muchas dificultades hasta llegar al final, al matrimonio. No dejéis a un lado esta obra maestra sobre el noviazgo que la literatura italiana os ofrece precisamente a vosotros. Seguid adelante, leedlo y veréis la belleza, el sufrimiento, pero también la fidelidad de los novios. La Iglesia, en su sabiduría, custodia la distinción entre ser novios y ser esposos —no es lo mismo— precisamente en vista de la delicadeza y la profundidad de esta realidad. Estemos atentos a no despreciar con ligereza esta sabia enseñanza, que se nutre también de la experiencia del amor conyugal felizmente vivido. Los símbolos fuertes del cuerpo poseen las llaves del alma: no podemos tratar los vínculos de la carne con ligereza, sin abrir alguna herida duradera en el espíritu (1 Cor 6, 15-20). Cierto, la cultura y la sociedad actual se han vuelto más bien indiferentes a la delicadeza y a la seriedad de este pasaje. Y, por otra parte, no se puede decir que sean generosas con los jóvenes que tienen serias intenciones de formar una familia y traer hijos al mundo. Es más, a menudo presentan mil obstáculos, mentales y prácticos. El noviazgo es un itinerario de vida que debe madurar como la fruta, es un camino de maduración en el amor, hasta el momento que se convierte en matrimonio. Los cursos prematrimoniales son una expresión especial de la preparación. Y vemos muchas parejas que tal vez llegan al curso con un poco de desgana: «¡Estos curas nos hacen hacer un curso! ¿Por qué? Nosotros sabemos»... y van con desgana. Pero luego están contentos y agradecen, porque, en efecto, encontraron allí la ocasión —a menudo la única— para reflexionar sobre su experiencia en términos no banales. Sí, muchas parejas están juntas mucho tiempo, tal vez también en la intimidad, a veces conviviendo, pero no se conocen de

Los tuits en @pontifex_es 21 MAY [11.45 AM] Hay silencios de Dios que sólo se pueden entender mirando a Cristo en la cruz 22 MAY [13.00 PM] Envía, Señor, tu Espíritu Santo a consolar y confortar a los cristianos perseguidos. #free2pray 23 MAY [12.45 PM] Invoquemos todos los días al Espíritu Santo. Es Él quien nos guía por el camino de los discípulos de Cristo 26 MAY [10.30 AM] Practiquemos el cuarto mandamiento visitando con cariño a nuestros padres ancianos

verdad. Parece extraño, pero la experiencia demuestra que es así. Por ello se debe revaluar el noviazgo como tiempo de conocimiento mutuo y de compartir un proyecto. El camino de preparación al matrimonio se debe plantear en esta perspectiva, valiéndose incluso del testimonio sencillo pero intenso de cónyuges cristianos. Y centrándose también aquí en lo esencial: la Biblia, para redescubrir juntos, de forma consciente; la oración, en su dimensión litúrgica, pero también en la «oración doméstica», que se vive en familia; los sacramentos, la vida sacramental, la Confesión... a través de los cuales el Señor viene a morar en los novios y los prepara para acogerse de verdad uno al otro «con la gracia de Cristo»; y la fraternidad con los pobres, y con los necesitados, que nos invitan a la sobriedad y a compartir. Los novios que se comprometen en esto crecen los dos y todo esto conduce a preparar una bonita celebración del Matrimonio de modo diverso, no mundano sino con estilo cristiano. Pensemos en estas palabras de Dios que hemos escuchado cuando Él habla a su pueblo como el novio a la novia: «Me desposaré contigo para siempre, me desposaré contigo en justicia y en derecho, en misericordia y en ternura, me desposaré contigo en fidelidad y conocerás al Señor» (Os 2, 2122). Que cada pareja de novios piense en esto y uno le diga al otro: «Te convertiré en mi esposa, te convertiré en mi esposo». Esperar ese momento; es un momento, es un itinerario que va lentamente hacia adelante, pero es un itinerario de maduración. Las etapas del camino no se deben quemar. La maduración se hace así, paso a paso. El tiempo del noviazgo puede convertirse de verdad en un tiempo de iniciación. ¿A qué? ¡A la sorpresa! A la sorpresa de los dones espirituales con los cuales el Señor, a través de la Iglesia, enriquece el horizonte de la nueva familia que se dispone a vivir en su bendición. Ahora os invito a rezar a la Sagrada Familia de Nazaret: Jesús, José y María. Rezar para que la familia recorra este camino de preparación; a rezar por los novios. Recemos todos juntos a la Virgen, un Avemaría por todos los novios, para que puedan comprender la belleza de este camino hacia el Matrimonio. [Ave María...]. Y a los novios que están en la plaza: «¡Feliz camino de noviazgo!».


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