La Reina del Cielo ha recibido adoración de millones de
personas de diferentes pueblos, culturas y épocas. Su
influencia ha sido tal que Jeremías se pronunció contra
ella, y condenó este culto. Siglos después, el apóstol
Pablo tuvo que enfrentarse a los adoradores de la
diosa. Sin embargo, lo más sorprendente es que
todavía hoy se le adora en todos los países del mundo y
particularmente en Latinoamérica. Su nombre ha
cambiado y cambia de país en país y de época en
época, pero su capacidad de confundir y perjudicar a los
ingenuos sigue intacta.