2 minute read
“LOS DICTADORES NO SON BIENVENIDOS”:
Desde La Cumbre De La Democracia De Copenhague
frontal y continua ante el público. Precisamente fueron electos para tomar decisiones y hasta no renovar o reelegir al ocupante de la posición en la siguiente elección, presionar al ejecutor de dichas acciones es estorbar al poder democrático. Otros podrían argumentar que las elecciones intermedias para renovar un parlamento -a mitad del cuatrienio en Estados Unidos; a mitad del sexenio, en el caso de la Cámara de Diputados mexicana- es una especie de “llamado a cuentas” al partido del gobernante y, por ende, a este mismo.
Advertisement
Y algunos, como este columnista, creemos que, más allá de estos mecanismos formales de renovación o reafirmación de proyectos políticos, aquellos en el poder deben demostrar consistentemente que sus acciones se alinean con los principios de justicia, equidad y el bienestar de los gobernados.
LEYENDO un ensayo de Tom Butler-Bowdon sobre Lord Acton -historiador y político anglocatólico que vivió entre 1834 y 1902-, me topé con la siguiente frase del primero: “El poder tiene que justificarse continuamente”.
Acton, famoso por su frase de 1887 “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”, creía en la libertad individual y religiosa, un gobierno limitado y vigilado por la separación de poderes, y en la responsabilidad de quienes estaban en el poder público. No obstante, la frase tiene un remate que casi nunca se cita: “Los grandes hombres son casi siempre malos”.
Juntas, ambas partes sugieren que las personas que alcanzan gran poder público -la jefatura de gobiernos, el comando de ejércitos y aparatos de inteligencia, decidir el destino de miles de millones de dólares cotidianamente, o todas- a menudo sucumben a la corrupción y la decadencia moral.
Hilando, pues, se llega a una conclusión un tanto actoniana: el poder tiene que justificar sus acciones continuamente garantizando su alineación a los principios de justicia, equidad y bienestar de los gobernados, ya que los hombres poderosos, casi siempre, desarrollan una vena egoísta que los corrompe y aleja del interés común.
Algunos dirían que el poder, una vez obtenido legítimamente -digamos, tras elecciones justas-, no tiene porqué justificar sus decisiones, o al menos no de forma
HISTORIAL DE ALONSO
• Licenciado en Mercadotecnia, Universidad Iberoamericana, CDMX (2010-2015)
• Curso de Verano: Historia y Relaciones Internacionales, El Colegio de México (2018)
• Maestro en Comunicación Política, Universidad de Glasgow, Reino Unido (2018-2019)
• Maestro en Ciencia Política, London School of Economics, Reino Unido (2020-2021)
El México actual refleja este dilema. Por ejemplo, ¿el haber ganado en 2018 da derecho a López Obrador de intentar desmantelar el INE, sabotear al INAI y atacar a la Suprema Corte? Todas estas posturas afectan los principios de justicia, equidad y bienestar de los gobernados, porque buscan:
1) reducir su capacidad de acceder a cargos de representación si piensan o militan distinto del oficialismo;
2) eliminar su capacidad para enterarse cómo gasta el gobierno sus impuestos; y
3) atacar al Poder facultado para vigilar que no se viole la Constitución.
Algunos consideran legítimo llegar al poder democráticamente y luego tratar de debilitar esa misma democracia. Otros pensamos que ganar el poder no es un cheque en blanco y que López Obrador aún no ha justificado realmente estos tres embates contra entidades diseñadas para limitar su poder—más allá de decir que hay que suprimirlos o acotarlos por “austeridad” y que son órganos “corruptos”, “neoliberales” o “conservadores”—.
@AlonsoTamez
Alonso Tamez
@AlonsoTamez1
A mi juicio, esto se debe a que simplemente no puede hacerlo. No puede explicar de manera práctica, y mucho menos ética, su intento de concentración de poder, por lo que recurre a trampas retóricas y vaguedades. Él sabe que sus acciones son propias de aquellos que Acton describió como “hombres (...) casi siempre malos”.