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STORYTELLING DE PROPÓSITO: EL LADO AMABLE DE LA NARRATIVA POLÍTICA

Alejandro Arroyo Cabrera Cortesía F. Izquierdo

La Política es una disciplina de combate. Ya sea en el proceso de conquista del Poder o en su ejercicio pleno, el factor conflicto es inherente a ella. En su mejor versión, la Política administra el conflicto. En la peor, lo magnifica. Pero, en cualquier caso, el ingrediente conflicto es la llama que la funda y la aviva. Confrontar perspectivas y luchar para que la propia domine hasta convertirse en la visión hegemónica, es la aspiración natural de quien ejerce el oficio político.

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CON LA DEMOCRACIA hecha sistema el conflicto buscó matizarse, y en algunos casos, hasta suavizarse. Pero la elegancia democrática es un lujo al que pocos tienen acceso. Lo habitual, lo que se anida en la Política es el enfrentamiento, el contraste, el exhibir las diferencias.

Un científico de la Política investiga, estudia y encuentra patrones regulares de comportamiento en esa arena. Sus hallazgos aportan los procesos de solución o intensificación del conflicto.

Por su parte, un técnico de la Política -porque los hay- entiende su operación y trabaja en que sea eficiente. La hace funcionar. Tal vez no profundiza a la manera del científico pero la comprende bien y ubica los terrenos del conflicto. Analiza, visualiza y sugiere dónde, cuándo y cómo actuar. Es la dinámica del asesor y del consultor político.

El político de vocación, en el sentido weberiano del término, es el que por alguna razón que nadie termina por descubrir, posee una voz interna que “llama” e “impulsa” el deseo de Poder y sus ganas de ejercerlo. “Quien no haya conocido la tentación de ser el primero en la ciudad, no comprenderá el juego de la política”, apunta con toda sabiduría Emile Cioran en su célebre ensayo La Escuela del Tirano. Y en esa tentación se perfila lo evidente: el entender que para lograrlo habrá de competir con otros.

No hay Política sin enfrentamiento.

Nació: 1 de septiembre de 1972 en la Ciudad de México.

Vive: Ciudad de México.

Formación: Politólogo, Storyteller y Coach Ejecutivo.

• Fundador del Business Storytelling Lab.

• Estratega Editorial en GS.

• Junto con Julio Salinas Lombard conduce semanalmente el videopodcast “Narramesta: El Lado B de las Historias”.

Política y lenguaje.

Aunque se sabe, siempre es importante recordarlo. Lo que dio origen a la Política fue el lenguaje. La parábola bíblica de la Torre de Babel nos da luces muy claras sobre ello. En el Génesis 11: 1-9 hay dos momentos clave:

1“Luego (los hombres) dijeron: ‘Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. De ese modo nos haremos famosos y evitaremos ser dispersados por toda la tierra’.”

2“(El Señor) se dijo: ‘Todos forman un solo pueblo y hablan un solo idioma; esto es solo el comienzo de sus obras, y todo lo que se propongan lo podrán lograr. Será mejor que bajemos a confundir su idioma, para que ya no se entiendan entre ellos mismos’. De esta manera el Señor los dispersó desde allí por toda la tierra, y por lo tanto dejaron de construir la ciudad (…) el Señor confundió el idioma de toda la gente de la tierra, y (…) los dispersó por todo el mundo”.

La desgracia humana radica en tener que ponerse de acuerdo porque hablamos diferentes idiomas, es decir, tenemos distintas maneras de entender y expresar le mundo. Cada persona representamos una cosmovisión particular, un idioma diferente, que eventualmente entrará en conflicto con otros, es decir, en oposición con diferentes maneras de ver y representar comportamientos y contextos. En ese proceso de interacción es donde nace la Política y en esa diferencia de lenguajes es donde la Política adquiere su sentido.

Idealmente en Política se busca “llegar a acuerdos”. Pero el camino a ese puerto está lleno de piedras.

El propósito como narrativa política.

La Política es confrontación, debate, lucha y combate. Pero, ¿qué hacer para no enviar un mensaje de que la Política es solo un ring burdo o un hilo de tuits estruendosos y hasta léperos?...

Una vertiente que nos ofrece el discurso político es la posibilidad de construir narrativas a partir de contar historias que tengan como núcleo medular el sentido de causa, de propósito; una bandera de “bienestar” por la cual luchar, con la cual la gente se identifique y la haga suya. Se trata de la re-humanización de la Política, en una época en la que esta esfera se encuentra desacreditada, alejada de las personas y con claras evidencias de mancha producto de una desatención notoria de lo que son sus intereses inmediatos.

Una narrativa propositiva tendría que contar con los siguientes aspectos:

1

Un claro señalamiento de un contexto o situación que no debe repetirse.

2

El empleo del lenguaje y el tono emocional de quienes padecen la problemática.

3

Una solución tangible posible al conflicto.

4

Un llamado a la acción que motive a la colaboración.

A partir de esos elementos es posible construir y contar historias que enarbolen propósitos compartidos aunque en el fondo contengan contrastes naturales y obvios con otras propuestas políticas. La diferencia radica en conocer cuál de ellas concentra y traduce puntualmente el sentir de las personas y, sobre todo, resuelve eficazmente las problemáticas de la gente.

En estricto sentido las causas políticas no han cambiado en siglos: Justicia, Paz y Prosperidad son los anhelos por los que las personas luchamos históricamente. Independientemente de que la esencia de la Política sea el conflicto y de que como en toda pelea, “el que pega primero, pega dos veces”, lo relevante hoy es “pegar” de manera clara y eficiente en el ánimo de la gente en cuanto a resolver de manera auténtica sus problemas más inmediatos.

@AlejandroArroyoMx @AlexArroyoMx

En términos de comunicación política, el storytelling de propósito es el recurso más eficiente para conectar con las personas, el que si bien y como se ha dicho, contiene en sí mismo sus dosis intrínseca de contraste, presenta la cara amable de un mundo complejo pero que fue creado para resolver tanto como sea posible los problemas de la Ciudad.

Federico Ovalle Vaquera

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