La cenicienta

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LA CENICIENTA Hace mucho, mucho tiempo, un hombre que había perdido a su mujer vivía con su hijita Arroz Partido.25 23 Volvió a casarse, pero la nueva esposa era malvada. La niña se dio cuenta al día siguiente de la boda: había un banquete y venían muchos invitados, pero la madrastra la encerró en una habitación, y luego la niña tuvo que irse a la cama sin cenar. Tiempo después, la madrastra tuvo una hija a la que llamaron Paja de Arroz, porque tenía la piel morena. A partir de entonces, las cosas se pusieron peor aún para la pobre Arroz Partido: la madrastra contó a su esposo tantas mentiras sobre ella que él ya no quiso saber de su hija. - ¡Vé y quédate en la cocina y apáñatelas sola, niña revoltosa! - le dijo la madrasta, y luego la obligó a estar en un mísero rincón, y ahí era donde tenía que vivir y trabajar. Por la noche, la madrastra le daba una estera rota y una sábana hecha jirones. La niña tenía que fregar el suelo, cortar la leña, dar de comer a los animales, hacer la comida, lavar los platos y muchas cosas más. Le salían en la manos unas ampollas enormes, pero no se quejaba. La madrastra la mandaba al bosque a buscar leña esperando que las alimañas dieran cuenta de ella, y a buscar agua a sitios muy peligrosos para que se ahogase algún día. La pobre Arroz Partido trabajaba y trabajaba, y se le pusieron la piel renegrida y el pelo enredado. A veces, al verse reflejada en el agua, se asustaba de lo fea y lo oscura que era, y se lavaba y se peinaba con los dedos, y entonces sí que se veía guapa. Cuando se dio cuenta la madrastra de lo guapa que podía estar Arroz Partido, le tuvo más inquina que nunca y quiso hacerle más daño aún. Un día les dijo a ella y a su propia hija Paja de Arroz que fueran a pescar en el estanque del pueblo. - Sacad tantos peces como podáis. Si traéis pocos, estaréis castigadas y os iréis a la cama sin cenar. Arroz Partido sabía que lo decía por ella, porque a Paja de Arroz, que era la niña de sus ojos, no la iba a castigar, pero a ella siempre la castigaba todo lo que podía. En el estanque, Arroz Partido se aplicó a la tarea, y al atardecer tenía una cesta llena de peces. Pero Paja de Arroz se había pasado el día revolcándose en la hierba, tomando el sol, recogiendo flores silvestres, cantando y bailando. Cuando se dio cuenta de que se ponía el sol y tenía la cesta vacía, le dijo a Arroz Partido: - ¡Hermana, hermana!: ¡tienes el pelo lleno de barro! ¿Por qué no te das un chapuzón y te lo lavas? Si no, Madre te va a castigar. Arroz Partido le hizo caso, y Paja de Arroz aprovechó para cambiar de cesta los peces y volvió a casa a todo correr. Cuando se dio cuenta Arroz Partido, empezó a llorar llena de amargura. De repente, el cielo se hizo más limpio y las nubes más blancas, y en frente de ella se apareció, sonriente y vestido de azul, con una preciosa rama de sauce en la mano, el espíritu de la compasión.26


- ¿Qué te pasa, querida niña? - le dijo el espíritu con una voz muy dulce. Arroz Partido le contó sus penas y después le dijo: - ¿Qué voy a hacer cuando llegue esta noche a casa? Estoy muerta de miedo: mi madrastra me va a castigar mucho, mucho. El espíritu le contestó: - Tu mala suerte se acabará pronto. Fíate de mí y alégrate. Ahora, mira en la cesta por si queda algo. Arroz Partido miró en la cesta y dio un gritito de sorpresa al ver un pececito con ojos dorados y aletas rojas. El espíritu le dijo que se llevara el pez a casa, que lo pusiera en el estanque que había detrás y que le diera de comer tres veces al día con lo que pudiera guardar de lo suyo. Arroz Partido dio las gracias al espíritu y le hizo caso. Cada vez que iba al estanque, el pez salía a la superficie para saludarla; pero si llegaba alguien más, no. La madrastra espiaba a la niña, y se dio cuenta de su extraño comportamiento. Se acercó al estanque para ver al pez, pero éste se fue a lo más hondo. Entonces mandó a la niña a buscar agua a una fuente muy lejana, se puso las ropas más harapientas de ella, fue al estanque y, al asomarse el pez, lo capturó, lo mató, se lo llevó a casa y se puso a guisarlo. Cuando volvió Arroz Partido, se acercó al estanque y llamó a su amigo. Llamaba y llamaba, pero solo se veía la superficie del agua lisa y ensangrentada. La niña agachó la cabeza y se puso a derramar lágrimas en el estanque. Entonces se le volvió a aparecer el espíritu de la compasión, y le dijo: - No llores, niña. Tu madrastra ha matado al pez, pero has de buscar las espinas y enterrarlas donde pones la estera para dormir. Cuando quieras algo, pídeselo a las espinas y lo tendrás. Arroz Partido le hizo caso y se puso a buscar las espinas por todas partes, pero no las encontraba. - ¡Co, co, co! - le dijo una gallina -. Dáme un poco de arroz entero y te diré dónde están las espinas. La niña le dio un puñado de arroz. La gallina se comió el arroz y luego le dijo: - ¡Co, co, co! Ven conmigo, que te llevo. La niña fue detrás. Llegaron al corral y la gallina se puso a escarbar en un montón de hojas nuevas, y allí estaban las espinas. La niña se alegró mucho, recogió los restos de su amigo y se los llevó para enterrarlos donde le había dicho el espíritu. Poco tiempo después, Arroz Partido tenía oro, joyas y vestidos tan bonitos como hubiera hecho falta para alegrar el corazón de cualquier muchacha. Cuando llegó el Festival de Otoño, la madrastra mezcló las judías pintas y las blancas que tenía separadas en dos cestos y obligó a la niña a quedarse para separarlas otra vez. - Mientras no hayas terminado de separarlas, ni se te ocurra ir a la fiesta.


Entonces, la madrastra y su hija se pusieron sus más ricos vestidos y se fueron. Cuando se hubieron alejado, Arroz Partido pidió ayuda al espíritu, que se le apareció al instante, y con la rama de sauce convirtió a unas mosquitas en gorriones que inmediatamente se pusieron a separar las judías. Al poco tiempo, el trabajo estaba hecho. Arroz Partido se secó las lágrimas y se puso un vestido azul brillante y plateado. Ahora estaba tan hermosa como una princesa, y se fue al festival. Allí, la vio Paja de Arroz y empezó a hablarle al oído a su madre: - Esa dama tan ricamente vestida ¿no te extraña que se parezca tanto a mi hermanita Arroz Partido? La recién llegada, al darse cuenta de que la estaban mirando las dos con insistencia, echó a correr con tanta prisa que se dejó un zapato por el camino. Los guardias recogieron la prenda y se la llevaron al rey. El rey miró y remiró el zapato y dijo que jamás había visto obra de arte como ésa. Luego hizo probárselo a todas las mujeres de palacio, pero el zapato era demasiado chico hasta para las que tenían los pies más chicos. Entonces el rey mandó que se lo probaran todas las mujeres de la nobleza, pero a ninguna le calzaba. Al final, se hizo saber que la que pudiera llevarlo se convertiría en la primera esposa del rey, y, por tanto, en reina. Cuando se lo probó Arroz Partido, al instante apareció en el otro pie el otro zapato, y al mismo tiempo se la pudo ver con su vestido azul brillante y plateado, toda ella de una hermosura deslumbrante. Entonces fue llevada a la corte con una nutrida escolta y convertida en reina, y a partir de entonces fue muy feliz. La madrastra y Paja de Arroz no soportaban verla tan feliz, y la hubieran matado de no ser por su temor al rey. El día del cumpleaños de su padre, Arroz Partido fue a casa de su familia para celebrarlo con ella. Por entonces era costumbre portarse con los padres como un hijo obediente por muchos años que se tuviera y por muy alto que fuera el puesto que se tuviera en la sociedad. La astuta madrastra quiso aprovecharse de eso, y pidió a Arroz Partido que se subiera a una areca y trajera nueces para los invitados. La que ahora era reina podría haberse negado, pero, buena hija, obediente y deseosa de ayudar, se subió al árbol. Cuando ya estaba arriba, el árbol empezó a bambolearse. - ¿Qué estás haciendo? - preguntó Arroz Partido a su madrastra. - Espantar a las hormigas para que no te piquen. Pero la madrastra estaba dando golpes con una hoz grande, y siguió cortando el árbol hasta que se cayó, y con él cayó Arroz Partido, que murió al instante. - ¡Por fin nos hemos librado de ella! - clamó la madrastra -, y nunca volverá. Le diremos al rey que ha muerto por accidente y mi querida hija Paja de Arroz será la reina en lugar de ella. Y, dicho y hecho, Paja de Arroz se convirtió en la primera esposa del rey. Pero el alma pura e inocente de Arroz Partido no encontraba descanso, y se convirtió en un ruiseñor que empezó a frecuentar el jardín del rey, y allí entonaba melodiosas canciones.


Un día, una sirviente estaba tendiendo la vestimenta real que llevaba bordado el dragón, y el ruiseñor empezó a cantar, y decía así: - ¡Ten cuidado con las ropas de mi señor imperial y no las rasgues poniéndolas en una planta con espinas! Y siguió cantando de una manera tan triste que al rey se le saltaban las lágrimas. El ruiseñor siguió cantando de tal manera que conmovió a todos cuantos lo oían. Entonces dijo el rey: - Delicioso ruiseñor: si de verdad eres el alma de mi amada, haz el favor de posarte aquí, en una de mis mangas. El pájaro fue derecho a una de las mangas, se posó en ella y frotó la cabeza en la mano del rey. Pusieron al pájaro en una jaula dorada cerca de los aposentos del rey, que se aficionó tanto a los hermosos y melancólicos cantos que pasaba el día junto a la jaula, se le humedecían los ojos, y el pájaro cantaba mejor que nunca. Paja de Arroz se puso celosa y pidió consejo a su madre. Habiéndolo recibido, aprovechó un día en que el rey tenía reunión con sus ministros para matar al ruiseñor, lo guisó para comer y esparció las plumas por el jardín imperial. - ¿Qué significa esto? - dijo el rey cuando volvió al palacio y vio vacía la jaula. Hubo una gran confusión, y todo el mundo se puso a buscar al pájaro, pero nadie lo encontraba. - Puede que se aburriera y se haya escapado al bosque - decía Paja de Arroz. El rey estaba muy triste, y como nada podía hacer, se resignaba. Pero una vez más, el alma sin descanso de Arroz Partido tomó forma material, y esta vez la de un árbol espléndido que sólo dio un fruto, pero ¡qué fruto!: era redondo, grande y dorado, y con un aroma muy dulce y delicioso. Pasaba por allí una vieja y, al ver un fruto tan hermoso, dijo: - Fruta de oro, fruta de oro, cáete aquí, en la bolsa de esta vieja, que te guardará y con gusto te olerá, pero nunca te comerá. Entonces el fruto cayó en la bolsa de la vieja, que se lo llevó a casa y lo puso en la mesa para disfrutar de su dulce aroma. Al día siguiente, al volver a casa después de sus andanzas, la vieja quedó asombrada viendo que estaba todo limpio y en orden, y que había una deliciosa comida caliente esperándola. Luego, ya de mañana, salió de casa, pero poco después volvió a hurtadillas para ver lo que estaba pasando, se escondió detrás de la puerta y se puso a vigilar. Al poco, vio una dama esbelta y hermosa que salía del fruto y que en seguida empezaba a hacer las tareas de la casa. La vieja corrió hasta la mesa y peló el fruto para que ya no pudiera esconderse en él la dama, que a partir de ese momento tuvo que quedarse allí y considerar a la vieja como si fuera su madre. 27 Un día, estando de cacería, el rey se perdió. Empezó a oscurecer, las nubes se cerraron y cuando ya empezaba a verse poco acertó a distinguir la casa de la vieja y se acercó a ella buscando cobijo. Como era costumbre, la vieja le ofreció té y betel.28 El rey se fijó en la delicada manera en que estaban preparadas las hojas de betel, y entonces hizo esta pregunta:


- ¿Quién ha preparado este betel, que parece igual que el que preparaba mi amada reina? - Hijo del cielo: lo ha preparado mi humilde hija. Entonces el rey mandó que viniera la hija a su presencia. Ella se presentó ante él y se inclinó, y el rey se dio cuenta de que era su querida Arroz Partido, y los dos lloraron por el tiempo que habían estado separados. La reina fue llevada a la ciudad imperial, donde se le restituyó su rango, y Paja de arroz fue desdeñada por el rey. Entonces, Paja de Arroz pensó que de ser ella tan guapa como su hermana paterna se habría de ganar el corazón del rey, y le hizo esta pregunta a Arroz Partido: - Queridísima hermana: ¿qué he de hacer para ser tan blanca como tú? - Eso es muy fácil - le respondió la reina -: sólo tienes que bañarte en agua hirviendo y te pondrás muy blanca. Paja de Arroz le hizo caso, y murió escaldada.29 30


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