El inicio de la explotación agrícola intensiva púnico-turdetana del Bajo Guadalquivir

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El inicio de la explotación agrícola intensiva púnico-turdetana del Bajo Guadalquivir Pedro A. Carretero Poblete1 UNIARQ Centro de Arqueología Universidade de Lisboa 1. Introducción El conocimiento de la Campiña Gaditana por la riqueza de sus tierras de cultivo no es novedoso y menos en estos momentos en que se producen sobre todo vinos tan afamados. Pero no siempre fue así, sino que hasta hace poco más de 30 años, en que hubo una variación en la producción agrícola de la zona buscando una mayor rentabilidad económica, era bastante más abundante el cultivo del olivo en estas tierras que el de la vid, al menos al este del Guadalquivir. El terreno perdido por el olivo, cuya producción fue trasladada a zonas más áridas del noreste de la provincia de Cádiz, fue ocupado por cultivos como la remolacha y la vid. En el período púnico-turdetano que nos concierne en este estudio (siglos V a III a.C.), nos encontrábamos con un paisaje donde abundaban los esteros con aguas constantes y los brazos de río, que hacían que la zona fuera bastante rica en el aspecto agrícola, además de facilitar la salida de la producción en barcazas, y disponer de arcilla para las producciones cerámicas. La Campiña Gaditana está formada en superficie por tierras albarizas, constituidas sobre las conocidas moronitas y arcillas diatomeas, componentes que otorgan ese peculiar tono blanquecino que caracteriza toda la zona hasta Sevilla. Un tipo de suelos que permite retener la humedad con facilidad y durante bastante tiempo, lo que junto a los microorganismos silíceos que la pueblan y el clima característico de la zona hace que desde antiguo abundaran las explotaciones agropecuarias en toda la zona (Ruiz Gil y López Amador 2002), donde no falta agua gracias a los recursos hídricos aportados por los grandes ríos que la recorren, como el Guadalquivir, Guadalete o Majaceite, sin desdeñar a otras corrientes de carácter secundario que pueblan la zona (Gutierrez Mas et alii 1991). La tradición agrícola de carácter local o familiar y con explotaciones agrícolas no centralizadas y extensivas de época púnico turdetana (siglos IV y III a.C.) debieron de sufrir un gran cambio cuando a partir del siglo V a.C. se producen una serie de grandes transformaciones en el entorno económico del entorno. Un empuje que parece venir del mundo púnico y que hace del área gaditana el centro económico del Occidente Mediterráneo, con el auge de las explotaciones agropecuarias en la Campiña Gaditana y de las salazones de pescado en la Bahía. En este momento del siglo IV a.C. en torno a la Campiña Gaditana se reconocen grandes cambios, sobre todo en el registro arqueológico, como es la aparición de cultivos intensivos de olivo, vid y posiblemente cereales, lo que se aprecia en la aparición de una nueva serie de tipos anfóricos, diferentes a todo lo conocido hasta ahora y que han sido estudiados en profundidad desde la década de los años 80 del siglo pasado, nos referimos sobre todo a las formas conocidas como tipos Tiñosa y Carmona. Pero no sólo tenemos tipos anfóricos completamente nuevos y que no son evolución de ninguno anterior, sino que además parece que la aparición de estos nuevos tipos está respondiendo a la necesidad de 1

Becario del Programa de Becas Postdoctorales en el Extranjero del Ministerio de Educación y Ciencia de España.


envasar una explotación intensiva destinada a la exportación y al consumo local, lo que también explica el auge de los grandes centros históricos de la zona y que no creemos dependieran de Gadir, como Asta, Évora, Doña Blanca o Asido. Una serie de asentamientos desde donde se centralizaría toda la producción y que para un mejor control de esta van a crear una red de pequeños asentamientos que pueden controlar de forma visual y que se van a dedicar a la explotación agrícola intensiva antes mencionada (Carretero 2004a). Por el momento, y gracias a los análisis químicos y mineralógicos además de los de contenidos de las ánforas, sabemos que los nuevos tipos se están fabricando en la Campiña Gaditana (Carretero et alii 2004) y no en la Bahía, como ha quedado sobradamente demostrado (Carretero 2004b), y que están envasando para su transporte aceite de oliva de gran pureza que iría en un estado semigelatinoso en los recipientes, con respecto a las ánforas del tipo Tiñosa. Aún nos queda por analizar qué envasaban las ánforas del tipo Carmona de la Campiña Gaditana, ya que las evoluciones de este tipo, que posteriormente se fabrican en San Fernando (Carretero 2004b), intuimos que transportarían salazones por el ámbito de fabricación. 2. Cronología En cuanto a la cronología de estos asentamientos gaditanos, hemos de decir que los centros nucleares, las grandes ciudades mencionadas, son bastante más antiguas que la época tratada en este estudio. En cuanto a Asta, la que parece gran centralizadora de la producción, las escasas excavaciones realizadas nos indican que como poco ya hay un importante núcleo poblacional en la zona desde la Edad del Bronce, si no antes, sobre todo por situarse en una meseta rodeada de mar en la antigüedad y un punto casi obligatorio de paso hacia el interior, además de poseer dominio territorial y visual sobre el entorno y controlar las vías de comunicación hacia Gadir y desde esta al interior (González y Ruiz 1999). Por su parte, Doña Blanca también tiene población en el entorno antes de la llegada de los fenicios, como aparece mencionado en las numerosas intervenciones arqueológicas efectuadas en la zona (Ruiz y Pérez 1995). Asido conoce su auge en época fenicia arcaica, aunque los estudios en esta zona demuestran que tiene ocupación al menos desde el Calcolítico, sobre todo por la importancia de las vías de comunicación que controla (Escacena et alii 1984; Padilla 1991; Padilla 1997, etc.). Y de Évora son pocos los datos que tenemos, pero dada la proximidad del santuario de La Algaida y su situación estratégica en la desembocadura del Guadalquivir, además de controlar amplios territorios agrícolas, creemos que debió ser otro de los centros neurálgicos de la zona (Blanco y Corzo 1983; Barrionuevo 1996; Barrionuevo 1999). Los materiales que hablan de una intensificación agrícola de la zona controlada por estos centros poblacionales no ofrecen dudas: son abundantes las cerámicas griegas del siglo V a.C. que se verán sustituidas a lo largo del IV por la vajilla de barniz rojo gaditano conocida como “tipo Kuass” (Niveau 2000; Niveau 2003) además de la aparición de dos nuevos tipos anfóricos, el tipo Tiñosa (T-8.1.1.2. de Ramón 1995a) y el tipo Carmona (T-8.2.1.1. de Ramón), que se fabrican junto con los tipos conocidos como Mañá-Pascual A4 y con una pasta característica de la Campiña. Los tipos Tiñosa y Carmona, como indican los asentamientos donde han sido estudiados (Carretero et alii 2004), se estarían fabricando en la Campiña Gaditana desde finales del siglo V y hasta finales del III a.C., en que se dejan de producir en estos centros tras su declive económico.


Núcleos centralizadores agropecaurios de época púnico-turdetana en la campiña Gaditana 3. Características del asentamiento rural Por desgracia no se han realizado excavaciones intensivas en los asentamientos centralizadores de esta intensificación agrícola. Por unos u otros motivos no poseemos muchos datos, solo los que nos muestran intervenciones puntuales o prospecciones realizadas en estas zonas, que nos hablan de la riqueza de estas ciudades por su extensión y lo numeroso de los materiales arqueológicos hallados. Vamos a hacer un recorrido desde lo que suponemos, por las escasas intervenciones arqueológicas realizadas, que fueron centros directores de la política agrícola intensiva púnicoturdetana, desde el siglo V a.C., hacia los pequeños asentamientos satélite destinados a controlar la explotación de su entorno y que podemos denominar sin ningún tipo de prejuicios como villas agrícolas. Del mismo modo queremos hacer ver que el inicio de la explotación intensiva del olivo en toda la Campiña Gaditana hasta Sevilla y su extensión posterior hacia el noreste de Andalucía pudo ser el precedente de la conocida industria olearia de la Bética, que tanta fama alcanzó en época imperial romana. 3.1 Évora Haciendo un recorrido de oeste a este por la provincia gaditana este es el primer asentamiento de envergadura que nos interesa. Estaría situado en época púnica a orillas


del río Guadalquivir, muy cerca de la salida a mar abierto y que sería por tanto un punto de paso obligatorio de todas las rutas hacia el interior de este gran río. Por las noticias de las prospecciones realizadas (Barrionuevo 1999) sabemos que entre los siglos IV y III a.C. nos encontramos el auge de un centro denominado Évora 1, que tiene todas las características en cuanto a dimensiones y materiales recogidos en superficie para ser uno de los principales hábitat de la zona del Bajo Guadalquivir. Es muy abundante la vajilla típica púnico-turdetana, con ánforas de producción Campiña Gaditana, cerámica de barniz rojo gaditano, etc. Estuvo situado este asentamiento sobre una meseta que domina las marismas circundantes. Relacionado con Évora tenemos dos noticias interesantes, tanto de las prospecciones efectuadas como de alguna intervención más minuciosa. El primer caso es el de un pequeño asentamiento muy próximo a Évora 1, algo más elevado que éste y de dimensiones más reducidas (Barrionuevo 1999). La abundancia de materiales recogidos en su superficie parece mostrar que estamos ante un centro con características similares a las que ejerce el barrio del Cerro de San Cristóbal con respecto a Doña Blanca, con lo que tendríamos para los siglos IV y III a.C., una zona que pudo ser el centro administrativo y económico asociado a un barrio con carácter industrial, pero fuera del anterior y destinado a la transformación de los productos agropecuarios. Y el segundo punto de interés relacionado con Évora 1 es el conocido santuario de La Algaida, del que tenemos datos por las excavaciones (Blanco y Corzo 1983; Cobos 1993). Se trataría de un antiguo islote en la paleodesembocadura del Guadalquivir, hoy rodeado de tierra, y que se encuentra situado justo enfrente del asentamiento de Évora, por lo que la asociación entre ambos parece lógica. Es un santuario dedicado, según sus excavadores, a Venus, es decir, al lucero de la tarde, que era adorado por los navegantes. Aunque se trata de un santuario con elementos de época arcaica, parece que es a partir del 500 a.C. cuando se hacen más numerosas las ofrendas y por tanto la importancia del mismo, reflejado en el alto número de depósitos votivos encontrados (figura 1). Sobre este primer gran centro y sus áreas relacionadas no solo tenemos la información arqueológica reciente, sino que también Estrabón menciona esos lugares en su Geografía (III, 1, 9). Al describir la costa de Cádiz, concretamente dice “Partiendo de allí [la torre de Cepión, Chipiona] encontramos la corriente del Betis, la ciudad de Ébura y el santuario de la diosa Fósforo, a la que llaman Luz Incierta.” Por lo que la mención a Évora y al santuario de La Algaida es obvia dada su importancia. 3.2. Asta Su extensión (hasta 42 hectáreas en época romana) y la amplia cronología de su ocupación (al menos desde la Edad del Cobre), nos indican que jerárquicamente pudo ser el centro nuclear principal de la Campiña de Cádiz (González y Ruiz 1999, 74), relacionado con una periferia de pequeños asentamientos agrícolas productivos. Situado en una zona estratégica con respecto al resto de centros nucleares mencionados y sobre todo con un control territorial y visual sobre el resto de asentamientos agrícolas vinculados. Además ocupa toda la parte de una meseta rodeada del estero del mismo nombre y que en época fenicia y turdetana sería navegable, junto con el control del camino denominado Cañada Ancha, que sería la principal vía pecuaria en esta época (González y Ruiz 1999, 75). Posee un núcleo significativo desde la Edad del Bronce. Son escasas las intervenciones sistemáticas realizadas en Asta, únicamente las efectuadas por Esteve Guerrero entre los años 1942 y 1956, en cuyas publicaciones


aparecen solo algunos de los hallazgos. Posteriormente se ha completado el estudio de la zona con las prospecciones realizadas por los miembros del Museo de Jerez y que en las diferentes publicaciones señaladas han indicado una serie de pequeños asentamientos y necrópolis relacionados con Asta. Lo que parece claro es que existe ya desde el Bronce Final, incluso antes del impacto colonizador fenicio, un núcleo en Asta que estructura su territorio circundante para el control productivo de los pequeños asentamientos rurales, de forma que el modelo de jerarquización de la zona, aunque con otro sistema productivo al que estudiamos nosotros, parece que ya está en uso con anterioridad a la presencia fenicia. Es en la etapa conocida como púnico-turdetana cuando Mesas de Asta conoce su máximo esplendor, ya que en estos siglos alcanzará la mayor extensión conocida y de esta época son las necrópolis más importantes asociadas y conocidas con el nombre de Rosario. Tanto en las tumbas como en la propia ciudad, abundan las cerámicas griegas, luego sustituidas por las cerámicas de barniz rojo gaditano, las cerámicas pintadas con bandas y las ánforas de todos los tipos, donde las que predominan son las del tipo Mañá-Pascual A4, Carmona de la Campiña y Tiñosa, la gran mayoría de producción local como se ha visto en los estudios de pastas específicos (Carretero et alii 2004).

Figura 1: Localización de Évora 1 y La Algaida (según Barrionuevo 1998, fig. 4) y fotografía de las excavaciones en el santuario (Blanco y Corzo 1983). Situación de Asta en las marismas y los asentamientos turdetanos relacionados (a partir de González et alii 1992, fig. 2). Pero además de una gran necrópolis con diferentes momentos de utilización, Asta tiene asociada al menos otras dos grandes estructuras, una de las cuales parece zona portuaria, conocida como Regajo y lugar del que se recogieron numerosas ánforas en superficie. (González et alii 1993; González et alii 1997; Barrionuevo et alii 1996). Está situado justo en el borde del estero de las Mesas de Asta (Jerez de la Frontera), aunque debido a que no se ha realizado ninguna intervención arqueológica no sabemos nada sobre la posible estructuración de la zona. Es un lugar con abundante agua potable y en el mismo borde de la antigua línea de costa, además de tener una situación estratégica con respecto al acceso a la ciudad de Asta. Es posible que estuviéramos ante el puerto comercial de este importante asentamiento desde donde llegarían y saldrían gran parte de los intercambios comerciales hacia el exterior. También asociado al asentamiento de Asta y situado a menos de 1 km de distancia, aparece un pequeño asentamiento que parece de similares características al de San Cristóbal con respecto a Doña Blanca y que es conocido como Haza de La Torre o


Cortijo de La Torre. No se puede precisar más al respecto de su urbanismo, ya que en este lugar tampoco se ha realizado ninguna intervención arqueólogica, solo prospecciones superficiales (González et alii 1993; González et alii 1997; Barrionuevo et alii 1996), que no obstante han mostrado una gran riqueza en cuanto a materiales púnico-turdetanos, donde los predominantes son las ánforas del tipo Tiñosa y Carmona fabricadas en esta zona, como ha señalado el análisis de pastas realizados a estos materiales. Debió de funcionar como un barrio dependiente de Asta, de carácter transformador y que pudo estar destinado a la recuperación y transformación de los productos agrícolas del área controlado por la ciudad, como el caso del aceite (que transportaban las ánforas Tiñosa), vino y cereales. Como en el caso de Évora, también las fuentes escritas nos hablan de la importancia del asentamiento de Asta, lo que señalan las numerosas referencias en fuentes gracolatinas como Estrabón, Mela, Plinio, Ptolomeo o Marciano de Heraclea. 3.3 Doña Blanca Son numerosas las publicaciones donde aparece recogida la excavación de este lugar por D. Ruiz Mata. La zona cuenta con asentamientos humanos desde antes de la llegada de los fenicios (Ruiz y Pérez 1995). El período mejor estudiado de este asentamiento es precisamente el de los primeros contactos de indígenas con fenicios, del que se han escrito numerosos artículos.

Figura 2: Barrio púnico de Doña Blanca (Ruiz y Pérez 1995) y detalle del lagar con tres piletas para decantación (fotografía P. Carretero). El poblado de Doña Blanca posee una importante fase púnico-turdetana atestiguada en la esquina sudeste del poblado entre los años 1982 y 1983. De esta zona se excavaron unos 1.000 m² (Ruiz Mata 1987) de los que conocemos bastante bien algunos de los materiales documentados y sobre todo los anfóricos (Niveau 1999) donde lo que vemos que predomina, como en el caso de los asentamientos anteriores, son las producciones de la Campiña de Mañá-Pascual A4, Carmona y Tiñosa, además de producciones centro mediterráneas. La zona está perfectamente estructurada en calles con manzanas y espacios abiertos, el mismo tipo de habitaciones y la aparición de un lagar relacionado con el procesado agrícola. El elevado número de materiales arqueológicos documentados nos indica que estamos ante uno de los principales núcleos de la


Campiña Gaditana, y dada su posición estratégica en la misma desembocadura del Guadalete en la época, se trataría de un gran centro productor y redistribuidor de la Campiña y Bahía Gaditana, con fluidos intercambios comerciales con su entorno además de las numerosas exportaciones a todo el Mediterráneo y Atlántico conocido. Asociado a este importante asentamiento se crea a finales del siglo V a.C. o inicios del IV un barrio industrial en lo alto de la denominada Sierra de San Cristóbal, dominando el poblado de Doña Blanca. Se trata de un asentamiento de carácter agropecuario que es importante porque aunque conocemos pocos de sus materiales (Ruiz y Pérez 1995) es el único excavado casi en su totalidad. El asentamiento surge de forma novedosa ahora y en dependencia directa de Doña Blanca, desde donde se dirigiría toda la explotación agropecuaria para darle salida hacia Gadir. El lugar además es un punto estratégico, ya que al tiempo de dominar visualmente gran parte de la Campiña Gaditana, controla la desembocadura del Guadalete y tiene contacto visual con Gadir. La planta del asentamiento presenta las características descritas para este tipo de villas agrícolas, con una superficie excavada de 1.500 m². En este caso el número de dependencias y materiales documentados es más numeroso que en el resto. Son muy abundantes las cerámicas de barniz rojo gaditano, aunque lo que predomina en el asentamiento son las ánforas de tipo Tiñosa y Carmona, además de numerosos ejemplares de Mañá-Pascual A4 (Niveau y Ruiz 2000). En dos de las habitaciones aparecieron sendos lagares, aunque no tenemos del todo claro si sirvieron para decantar vino o algún otro tipo de líquido. Este tipo de poblados industriales satélite de las grandes ciudades pudo surgir como consecuencia del auge de la producción agropecuaria en la zona de la Campiña, lo que motivaría una reorganización de los espacios en los poblados tradicionales, creando para ello barrios nuevos con la función específica de ser un lugar de transformación de estos productos. La disposición de las estructuras es la misma que en Cerro Naranja: un gran patio central en torno al cual se sitúan las habitaciones destinadas a la transformación de productos agrícolas, habitaciones alargadas que sirvieron como almacén de las ánforas y dos estructuras circulares en el patio que pudieron servir tanto para cocer el mosto como de hornos sin cubrición para cocer la cerámica.

Figura 3: Planta del área excavada en San Cristóbal y uno de los lagares documentados (Ruiz y Pérez 1995, p. 110 y 130). 3.4 Cerro Naranja


Al lado contrario de la campiña jerezana tenemos uno de los primeros asentamientos agrícolas excavados en la zona. Aunque no sabemos con exactitud a que centro debió de estar vinculado, este pequeño cerro, con forma de media naranja, se sitúa en los límites de los conocidos Llanos de Caulina, zona que hoy es marisma y que en la antigüedad es posible fuera navegable a través de los esteros, además de dominar la gran llanura aluvial que es atravesada por el arroyo Salado. Este pequeño asentamiento fue excavado en 1985 y las estructuras que se publicaron nos muestran un gran patio central de unos 400 m² con un pavimento de piedras y guijarros de pequeño y mediano tamaño unidos con argamasa de cal, en torno al cual giran el resto de dependencias, compuestas por almacenes de ánforas de forma alargada, zonas de transformación industrial, zonas habitacionales y dos grandes cisternas rectangulares con paredes de mampostería rebocadas con un impermeabilizante, que también tienen paralelos en Ibiza y que serviría para la recogida de agua (González 1987a y 1987b). Los muros de las habitaciones son como los anteriores, de mampostería con unos 60 cm. de espesor y los suelos de éstas son realizados con cal, con algunas remodelaciones. Como en el caso de San Cristóbal, esta villa agrícola creada ex novo posee un solo nivel de habitación y posterior abandono, con una extensión conocida de unos 1.300 m². Al tratarse de un núcleo agrícola de reducidas dimensiones, pensamos que estaría destinado a controlar y recoger la producción de su zona inmediata para transformarla en sus instalaciones y trasladarla desde aquí a otro gran centro redistribuidor de la zona, que posiblemente sería desde donde se controlaba la producción de este enclave. En sus almacenes alargados predominan las ánforas olearias del tipo Tiñosa y las del tipo Carmona, de las que aún desconocemos cual pudo ser su contenido. En los espacios comunes son muy abundantes las cerámicas de barniz rojo gaditano además de las pintadas con bandas rojizas.

Figura 4: Planimetría y cerámica púnico-turdetana de Cerro Naranja (González 1987b) 3.5. Cerro del Berrueco (Medina Sidonia) Asido es un importante núcleo desde época prehistórica. De período púnico turdetano destacan las excavaciones realizadas en el Cerro del Berrueco. Se trata de un asentamiento de grandes proporciones, situado en plena Campiña y con una posición estratégica al dominar los ríos del entorno y estar a medio camino entre la costa y la sierra gaditana. Aunque el origen de su ocupación se puede situar en el Calcolítico (Escacena et alii 1984) parece claro que su población sufrió una gran transformación con el contacto fenicio en la zona, lo que debió de suponer una etapa de florecimiento y cambio socioeconómico hasta desembocar en al expansión económica y comercial de


época púnico-turdetana. Es en este período de los siglo IV a III a.C. cuando se documentan las producciones cerámicas más conocidas de forma abundante: barniz rojo gaditano, decoraciones de bandas rojizas, platos de pie inclinado, cuencos de cuello estrangulado, etc. Aunque lo que predomina y señala la importancia económica del enclave como centro productor y redistribuidor son los numerosos tipos anfóricos de estos siglos: Mañá-Pascual A4, Tiñosa, Carmona, Mañá C2, Grecoitálicas, etc. Con los escasos datos que poseemos de esta y otras excavaciones en Asido, de momento, no podemos avanzar mucho más en la afirmación de este enclave como zona nuclear de concentración de la producción del entorno, aunque parece clara la centralización y redistribución de lo elaborado en la Campiña que domina y su fácil salida al mar en este momento. 3.6 Otros posibles asentamientos agrícolas Más al norte y noreste de los asentamientos mejor documentados, tenemos noticias de la aparición de envases cerámicos para el almacenaje de la producción agrícola de la Campiña. No sabemos si se trata de villas agrícolas como las señaladas ya que las noticias proceden de intervenciones de urgencia o puntuales recogidas de materiales que no han sido publicadas en extensión. Este es el caso de la posible villa agrícola situada cerca del embalse de Guadalcacín (Jerez de la Frontera), desde donde parece claro que se controla un gran terreno de cultivo y con grandes posibilidades ganaderas, prácticamente hasta la serranía gaditana. Los datos que tenemos se deben a las intervenciones de urgencia para construir una presa en la zona (Martí Solano 1995). No obstante son numerosísimos los materiales de este asentamiento depositados en el Museo de Cádiz, con predominio de las formas Mañá-Pascual A4, Tiñosa y Carmona, producidas todas en la Campiña y por tanto anteriores a las producciones de la Bahía, además de la típica vajilla de la época: cerámica de barniz rojo gaditano, alguna importación ática, lebrillos, cuencos decorados con bandas rojizas, etc. Lo que nos parece indicar que estaríamos ante un centro productor y distribuidor de productos agrícolas para toda esta zona de la Campiña Gaditana. Otro lugar con importantes restos de los siglos IV y III a.C. es el asentamiento de Esperilla, en Espera (Cádiz), donde además de varios datos de un asentamiento romano posterior, en esta fértil zona casi lindando con la serranía gaditana, se situaría un asentamiento púnico-turdetano que controla, además de las fértiles tierras, las principales vías de comunicación tanto terrestres como fluviales hacia el interior. No tenemos más datos que la recogida en superficie de vajilla de esta época, como cerámica de barnizo rojo gaditano, cuencos con bandas rojizas o ánforas del tipo Tiñosa y Carmona de las fabricadas en la Campiña. Tampoco tenemos claro si sería un centro productor o un lugar nuclear desde el que se controla toda la producción de villas agrícolas secundarias. Futuras excavaciones darán respuesta a estas y otras muchas preguntas. Y por último debemos mencionar una noticia arqueológica sobre un núcleo agrícola que estaría situado en plena Campiña Gaditana en dirección a Sevilla, se trata del Cerro de las Monjas, en Trebujena (Sevilla), en una de las zonas más fértiles de la Campiña y también con salida casi directa a la paleodesembocadura del Guadalquivir de esta época. Se trata de un terreno muy propicio para el cultivo del olivo, la vid y el cereal y en el


que se han recogido ánforas destinadas a transportar estos productos, como las del tipo Mañá-Pascual A4 y las del tipo Tiñosa olearias. Es posible también que estemos ante uno de los grandes centros nucleares de camino a Sevilla y con salida directa al río, ya que según las noticias se trataría de un asentamiento de unos 1.400 m² (Lavado Florido 2000) situado en la cima y ladera de un cerro que domina una de las entradas y esteros del Guadalquivir. De los materiales documentados en superficie se deduce que al menos estuvo ocupado desde el Bronce Pleno de forma continuada, hasta finales del mundo púnico. Su posición estratégica sobre el mar, las marismas, el Guadiana y las vías terrestres es evidente. 4. Conclusiones Como podemos ver en la planta de las escasas intervenciones realizadas en este tipo de villas agrícolas, se trataría de una serie de asentamientos que siguen todos un mismo patrón, empezando por tratarse de una fundación ex novo, ya que las intervenciones arqueológicas han mostrado que no hay una ocupación anterior o esta es mínima, y siguiendo por poseer todas las mismas características formales y constructivas: giran todas las dependencias en torno a un gran patio central, que podría ser utilizado para el secado y la selección de las cosechas agrícolas. Alrededor de éste se situaban el resto de estancias tanto habitacionales como de carácter industrial: habitaciones que servían como vivienda del grupo que realizaba los cultivos del entorno y que no debió de ser muy numeroso por las dimensiones de los asentamientos; lagares con piletas para la decantación y limpieza de líquidos; zonas destinadas al prensado del aceite y su depuración; grandes cisternas de forma alargada para la recogida del agua fundamental para la vida del asentamiento y para los mismos procesos de transformación de la producción agrícola; y por supuesto grandes estancias alargadas que sirvieron para almacenar las ánforas destinadas a la exportación como último fin observable en esta sociedad. Pensamos que lo más lógico es que hubiera una diversificación (al tiempo que intensificación) de la producción agrícola buscando una mayor rentabilidad, de forma que es muy posible que por el tipo de tierras en el que nos encontramos y por la tradición agrícola posterior de la zona se compatibilizaran en diferentes épocas del año según su estacionalidad el cultivo del olivo (como demuestran las ánforas Tiñosa), la vid y algún tipo de cereal. Se trataría de villas agrícolas dependientes de unos centros sociales donde se desarrollaría una agricultura intensiva siguiendo los métodos púnicos, como demuestra la semejanza de cultivos con los realizados en el área de influencia norteafricana de Cartago y la similitud en el tipo de asentamientos con las propias colonias cartaginesas como por ejemplo las de tradición púnica documentados en Ibiza: Can Corda, Can Sorá, Can Roques (Ramón 1995b; Gómez Bellard 2000); o Malta: Tas-Silg, Mdina, San Pawl Milqi o Ras ir-Raheb (Bonannno 1977; Vidal 2003). Además todo parece indicar que desde los centros señalados se controla toda la cadena de producción y comercialización de los productos obtenidos: se controla lo producido en el campo, se vigila para que sea transformado siguiendo unas directrices o unas normas de calidad que requiere el mercado, se crean los envases destinados para cada producto y que van a servir para que el contenido sea identificado por su calidad en el mercado al que lleguen, además de diferenciarlo de otros productos y establecer una serie de medidas, controlando al mismo tiempo el volumen de la producción, y se dirige la exportación sobre todo hacia otros puntos del sur peninsular y norte de África, donde va a ser consumido. Son puntos estratégicos, Évora, Doña Blanca, Asta y Asido, ya que debieron de controlar todos los productos que iban dirigidos a las poblaciones del interior de Andalucía. Así lo indica la abundancia en estos lugares de cerámica ática,


cerámica de barniz rojo gaditano, producciones itálicas, cerámicas de la Bahía Gaditana y ánforas de todos los tipos conocidos y de todos los centros productores del Mediterráneo Central y Occidental, como las diversas variedades del tipo Mañá-Pascual A4, Mañá C2, Pellicer D, Mañá D, etc. Todos estos datos nos hacen pensar, junto con los materiales recogidos y el sistema productivo que se deduce de ello, que estas villas agrícolas pudieron ser creadas siguiendo una serie de patrones cartagineses, junto con la participación de los centros nucleares señalados de tradición fenicia y turdetana de la propia Campiña. Para el establecimiento de este tipo de explotación agropecuaria pudo influir, además de las necesidades de la zona y de la apertura de los centros principales, la inclusión de colonos norteafricanos (López Pardo y Suárez Padilla 2002) con amplios conocimientos de la producción oleícola y vinícola. Así, los centros nucleares aparecerían como centralizadores de la política económica de explotación agraria intensiva de época turdetana, mientras que el resto de pequeñas villas tendrían un carácter recolector y transformador. Además son explotaciones agrícolas que recuerdan a los fundi, donde un administrador, posiblemente impuesto desde los centros nucleares, controlaría todo lo relacionado con la producción y donde también es posible, como señala el Bronce de Lascuta, que estos trabajadores estuvieran adscritos a la tierra que cultivan (López Castro 1994 y 1995). La organización de los espacios de estos nuevos asentamientos, del tipo de cosechas y la forma de transformar la producción, parecen elementos a partir de unas directrices bien marcadas, con el fin de controlar los recursos obtenidos por parte del órgano centralizador. Al mismo tiempo, la similitud de los recipientes anfóricos y la aparición de dos tipos nuevos de envase (Tiñosa y Carmona) en la Campiña Gaditana (donde se estarían produciendo aunque de momento no han aparecido hornos) también está indicando en esta dirección, mediante la supervisión por parte de los núcleos centralizadores a través del control del envase, con unas medidas y formas establecidas que no varían en muchos años. Bibliografía: - BARRIONUEVO, F.; AGUILAR, L. y GONZÁLEZ, R. (1996): Prospección arqueológica superficial del extremo noroccidental de la Provincia de Cádiz. Campaña 1994, Anuario Arqueológico de Andalucía 1994/II, Sevilla, pp. 33-36. - BARRIONUEVO CONTRERAS, F. (1999): Prospección arqueológica superficial del extremo noroccidental de la provincia de Cádiz. Campaña de 1997, Anuario Arqueológico de Andalucía 1998/II, Sevilla. - BLANCO, A. y CORZO, R. (1983): Monte Algaida. Un santuario púnico en la desembocadura del Guadalquivir, Historia 16 87, Madrid, pp. 123-128. - BONANNO, A. (1977): Distribution of villas and some of the Maltese economy in the Roman period, Journal of the Faculty of Arts 6-4, Malta, pp. 73-81. - CARRETERO POBLETE, P. A. (2004a): Las ánforas tipo “Tiñosa” y la explotación agrícola de la Campiña Gaditana entre los siglos V y III a.C., Tesis Doctoral, Universidad Complutense de Madrid. - CARRETERO POBLETE, P. A. (2004b): Las producciones cerámicas de ánforas tipo “Campamentos Numantinos” en San Fernando. Los hornos de Pery Junquera, B.A.R. International Series 1266, Oxford, pp. 427-440. - CARRETERO P. A.; GARCÍA, R. y FELIÚ Mª D. (2004): Ánforas tipo “Tiñosa”: Análisis de su caracterización químico-mineralógica y su perspectiva histórica, Avances en Arqueometría 2003, Universidad de Cádiz, Cádiz, pp. 183-198.


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