LAS VILLAS AGRÍCOLAS PÚNICO-TURDETANAS DE LA CAMPIÑA GADITANA (CÁDIZ-ESPAÑA)

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III Coloquio del CEFYP (Adra, Almería 2004)


LAS VILLAS AGRÍCOLAS PÚNICO-TURDETANAS DE LA CAMPIÑA GADITANA (CÁDIZ-ESPAÑA) Pedro A. Carretero Poblete Departamento de Historia Antigua, Universidad Complutense de Madrid Avda. Profesor Aranguren S/N, 28040-Madrid I. Introducción: La Campiña Gaditana se sitúa sobre unas tierras de gran riqueza agrícola debidas a las características litológicas de las denominadas “albarizas” que tapizan gran parte de todo el territorio. Las tierras albarizas se sitúan sobe las famosas moronitas, margas y arcillas con diatomeas que ocupan casi toda la Campiña. Su característica principal es que poseen un tono blanquecino y una textura arcillosa que permite retener la humedad. A ello se une que son suelos con gran cantidad de microorganismos silíceos (Gutierrez Mas et al. 1991). Por lo que son las más aptas para los cultivos del olivo, la vid y los cereales, que son los cultivos que tradicionalmente han ocupado sus campos. Se trata de una zona con explotaciones agropecuarias desde época prehistórica (Ruiz Gil y López Amador 2002) por sus recursos agrícolas y acuíferos (ríos Guadalete, Guadalquivir o Majaceite), pero será a partir del siglo V a.C. cuando en esta zona debió de surgir una gran explotación agrícola de forma intensiva, produciéndose una gran expansión y multiplicación de los asentamientos agrícolas asociados a las grandes vías de comunicación y los centros principales centralizadores del momento: Asta, Évora, Doña Blanca y Asido. Se trata de una serie de asentamientos a los que hemos denominado villas agrícolas, ya que tienen el aspecto de tales, todas siguiendo un mismo patrón y creadas de forma novedosa desde el siglo V a.C. o transformando barrios existentes con anterioridad: gran patio central para el secado y selección del producto obtenido del campo, alrededor toda una serie de estancias de las mismas características en todos los asentamientos donde destacan las habitaciones destinadas a vivienda, en algunos casos lagares con piletas para la decantación de líquidos, grandes estancias alargadas para el almacenamiento de las ánforas tanto vacías como llenas a la espera de su comercialización, zonas industriales destinadas al prensado del aceite y su depuración, y grandes cisternas para la recogida de agua de lluvia, tanto para el consumo humano como para el proceso transformador de la producción. Son villas por tanto destinas al cultivo intensivo agrícola y al control de toda la cadena de producción y comercialización de los elementos obtenidos, es decir, se transforma lo recogido del campo, se crean envases adecuados para su diferenciación en los mercados y se exportan en estos envases a otros puntos del sur Peninsular y norte de África, donde van a ser consumidos. Pero como nos muestra la cultura material recogida en estos asentamientos, no solo estamos ante zonas productoras, sino que también son receptoras de otras producciones sobre todo occidentales, además de redistribuidoras, ya que los grandes asentamientos como Asta, Asido o Doña Blanca controlan también las vías de comunicación hacia el interior a través de caminos naturales, esteros y grandes ríos que jalonan la zona. Algo que se aprecia en la abundancia de cerámica tipo Kuass, producciones cerámicas de la Bahía y numerosas ánforas de diferentes lugares de fabricación como los tipos Mañá-Pascual A4, Mañá C2, Carmona, etc.


Figura 1: Principales villas agrícolas púnico-turdetanas de la Campiña Gaditana.

II. Los principales asentamientos agrícolas de la Campiña Gaditana: 1. Cerro Naranja (Jerez de la Frontera, Cádiz): Es un pequeño cerro con forma de media naranja en los límites de los conocidos en la zona como Llanos de Caulina. Domina la gran llanura aluvial que es atravesada por el arroya Salado. El tipo de suelos formado por calizas, arcillas y yesos, además de los cultivos actuales, parecen indicar que desde la antigüedad se tendió al cultivo del olivo y la vid (González y Ruiz 1999). Fue excavado en 1985 y las estructuras publicadas nos muestran un gran patio central en torno al cual giran el resto de dependencias, compuestas por almacenes de ánforas, zonas industriales, una gran pileta para la recogida de agua (González 1987a y 1987b). Al ser un núcleo de reducidas dimensiones pensamos que estaría destinado a recoger la producción agrícola de la zona para transformarla en sus instalaciones y trasladarla desde aquí a los grandes centros redistribuidores de la zona que posiblemente era desde donde se controlaba la producción, en este caso parece depender de Asta. Son muy abundantes en sus depósitos alargados las ánforas olearias del tipo Tiñosa (T8.1.1.2. Ramón 1995) y las del tipo Carmona (T-8.2. de Ramón) que aún no sabemos que pudieron envasar en los asentamientos del interior, ya que parece claro que en los hornos de la Bahía donde se ha documentado su fabricación algo posterior estaban destinadas al envasado de salazones.


Figura 2: Planimetría de Cerro Naranja y materiales anfóricos (según R. González 1987b).

2. San Cristóbal (Puerto de Santa María, Cádiz): Se trata de un asentamiento de carácter industrial, que se crea en el siglo V a.C. en la zona de la Sierra del mismo nombre y que se sitúa a los pies del poblado de Doña Blanca (Ruiz y Pérez 1995). Surge por tanto en dependencia directa de éste último, desde donde suponemos se dirigiría toda la explotación agrícola. El lugar es un punto estratégico, ya que controla toda la zona gaditana de la Campiña, además de la desembocadura y los esteros del río Guadalete. La planta del asentamiento presenta las mismas características que el anterior, aunque su superficie excavada es mucho más amplia (1.500 m²) y por tanto el número de dependencias más numerosa (Niveau y Ruiz 2000, pp. 893-204). Además de los elementos descritos, en dos de las habitaciones aparecieron sendos lagares, lo que no tenemos muy claro es si sirvieron para decantar vino o algún otro tipo de líquido. Pudo surgir como consecuencia del auge de la producción industrial en la zona que motivaría una reorganización de espacios en el Poblado de Doña Blanca, creando para ello un barrio nuevo con la función de ser el lugar de transformación de los productos agrícolas.

Figura 3: Planimetría y materiales cerámicos de las habitaciones con lagares de San Cristóbal (según D. Ruiz y A. Mª Niveau 1999).


3. Doña Blanca (Puerto de Santa María, Cádiz): Debe estudiarse de forma conjunta con el poblado de San Cristóbal, ya que entendemos sería uno de los principales núcleos del área gaditana, como demuestra la importancia de los restos documentados y la singularidad de su localización (Ruiz y Pérez 1995). Posee una fase púnico-turdetana que fue descubierta en la esquina sudeste del poblado en los años 1982 y 1983 y que contó con unos 1.000 m² excavados (Ruiz 1987, pp. 299-314; Niveau 1999b). La zona está perfectamente estructurada en calles con manzanas y espacios abiertos, el mismo tipo de habitacional y de nuevo apareció un lagar. Por la abundancia y riqueza de los materiales arqueológicos documentados no hay duda de que estamos ante uno de los más importantes centros productores y redistribuidores de la Campiña y Bahía gaditanas, con fluidos intercambios comerciales con su entorno inmediato, además de con el Levante Peninsular, Ibiza, Portugal y norte de Marruecos.

Figura 4: Planimetría del área púnico-turdetana excavada en Doña Blanca y diverso material anfórico recogido (según A. Mª Niveau 1999b).

4. Asta (Mesas de Asta, Jerez de la Frontera, Cádiz): Otro de los centros nucleares de la zona que creemos no ha sido considerada hasta el momento su verdadera importancia en el entorno. Por los abundantes materiales recuperados, la gran extensión y barrios satélite que tuvo y su continua alusión en las fuentes escritas creemos que debió ser uno de los más importantes enclaves desde época fenica hasta época romana (González y Ruiz 1999). Está situado en un punto estratégico para el comercio, sobre una meseta que en la época púnico-turdetana estaría rodeada por una serie de esteros que serían navegables, al tiempo de poseer un domino territorial y visual sobre su entorno y de controlar las vías de comunicación desde Cádiz hacia el interior. Las primeras campañas las realizó entre 1942 y 1956 Esteve Guerrero (Esteve Guerrero 1942; idem 1945; idem 1950; idem 1962), con sondeos específicos que aportaron numerosos materiales. En los últimos años se han realizado una serie de prospecciones en toda su zona de influencia que han aportado gran cantidad de información (González et al. 1993, pp. 71-77; González et al. 1997, pp. 245-268). Por las numerosas referencias de las fuentes grecolatinas (Estrabón, Mela, Plinio, Ptolomeo, Marciano de Heraclea) creemos que no se trata solo de un gran centro comercial y agrícola, sino que estaríamos ante un punto de vital importancia político-administrativa.


Figura 5: El asentamiento de Asta y sus centros dependientes (según R. González y D. Ruiz 1999, lám. 30). Ánforas del tipo Tiñosa (dibujos del autor).

6. Regajo (Jerez de la Frontera, Cádiz): Solo conocemos los materiales examinados en el Museo Arqueológico de Jerez y que fueron recogidos en prospección superficial por miembros de dicho museo (González et al. 1993, pp. 71-77; González et al. 1997, pp. 245-268; Barrionuevo et al. 1996, pp. 33-36). No sabemos por tanto mucho sobre la posible estructura urbana del lugar. Al tratarse de un lugar con abundante agua potable y estar en el borde de lo que fue la antigua línea de costa y su posición estratégica con respecto al acceso de la ciudad de Asta, puede que estemos ante el puerto comercial de este importante asentamiento, desde el que se exportaría toda la producción agropecuaria que controlaba Asta. Algo que parece ratificarse por las ánforas y los restos de materiales constructivos documentados en superficie. 7. La Calerilla (Jerez de la Frontera, Cádiz): Se trata de un centro transformador muy próximo y Asta (menos de 1 km.), por lo que pensamos que estamos ante un centro de similares características a Cerro Naranja o San Cristóbal. No podemos precisar más en cuanto a su urbanismo porque las escasas noticias conocidas proceden de prospecciones realizadas (González et al. 1993, pp. 71-77; González et al. 1997, pp. 245-268; Barrionuevo et al. 1996, pp. 3336) y del estudio de los materiales allí localizados. Debió de funcionar como un barrio destinado a la recuperación y transformación de los productos agrícolas del entorno de Asta, como el aceite, vino y cereales. Es muy importante el número de ánforas encontradas en superficie, sobre todo las olearias del tipo Tiñosa.

Figura 6: Ánforas documentadas en superficie en el asentamiento de Regajo (dibujos del autor)


Figura 7: Ánforas documentadas en superficie en el asentamiento de La Calerilla (dibujos del autor).

8. Cerro del Berrueco (Medina Sidonia, Cádiz): Son muy escasos los restos que conocemos de Asido para época púnicoturdetana, aunque también es debido a las pocas intervenciones que se han realizado en el entorno (Escacena et al. 1984). Su situación estratégica dominando las vías de comunicación de la Campiña Gaditana es evidente, controlando además amplias zonas cultivables y la salida a los esteros navegables. El Cerro del Berrueco es el único punto de Asido que por el momento indica ocupación clara en este período, aunque muy destruido por la intervención de una cantera. Su estructura procede al menos desde época fenicia (Padilla Monge 1991), continuando en época púnicoturdetana como demuestran los materiales aparecidos: cerámica tipo Kuass de barniz (Niveau 1998 y 1999a), platos de pie inclinado, cuencos de cuello estrangulado, ánforas Mañá-Pascual A-4 (Series 11 y 12 de Ramón), del tipo Tiñosa (T-8.1.1.2), Carmona (T-8.2.) y Mañá C2 (S-7). Todos estos materiales parecen de fabricación gaditana, entendiendo como tal las zonas de producción de la Bahía y la Campiña. Con los escasos datos conocidos no se puede avanzar mucho más sobre la funcionalidad de este espacio dentro de la importante ciudad que debió de ser Asido en esta época.

Figura 8: Ánforas de época púnico-turdetana del Cerro del Berrueco (según J. L. Escacena et al. 1984).


9. Guadalcacín (Jerez de la Frontera, Cádiz): Es muy posible que se tratara de una nueva villa agrícola de la Campiña al este de Jerez. Controlaría un gran territorio cultivable, prácticamente hasta la serranía. Pocos son los datos que poseemos ya que se hicieron una serie de intervenciones de urgencia ante la inminente construcción de un embalse en esa zona (Martí Solano 1995; Barrionuevo Contreras 1995). Son muy numerosos los materiales depositados en el Museo Provincial de Cádiz de ánforas de época púnico-turdetana (fig. 9), que hablan sin lugar a dudas del centro productor y redistribuidor que debió ser. Abundan ánforas de las Mañá-Pascual A4 (series 11 y 12 de Ramón), olearias del tipo Tiñosa y algunos ejemplares del tipo Carmona fabricadas en la Campiña, además de la típica vajilla de la época: cerámica de barniz rojo tipo Kuass, de importación ática, lebrillos y cuencos decorados, etc.

Figura 9: Ánforas A4 y Tiñosa documentadas en Guadalcacín (dibujos del autor).

10. Esperilla (Espera, Cádiz): Se trata de un cerro situado en el término municipal de Espera, justo en las primeras estribaciones de la serranía gaditana y por tanto controlando un gran territorio cultivable, además de vías de comunicación fluviales y terrestres fundamentales en época púnico-turdetana. Hay noticias sobre las posibilidades agrarias de esta zona en época romana que deben de proceder al menos de su ocupación desde el siglo V a.C. como nos indica la recogida en superficie de un fragmento de ánfora olearia del tipo Tiñosa (T-8.1.1.2.). Lo que nos puede estar indicando que en esta zona habría un centro de explotación agraria importante. 11. Cerro de las Monjas (Trebujena, Cádiz): Se trata del núcleo agrícola productivo situado más al norte de Cádiz, justo en el límite de la Campiña gaditana con la sevillana, ambas con terrenos muy apropiados para el cultivo del olivo, la vid y el cereal, como demuestran los restos anfóricos encontrados. Puede tratarse de una de las muchas villas de carácter secundario que jalonarían la zona, aunque según las noticias que tenemos estaríamos ante un yacimiento de unos 14000 m² de extensión (Lavado Florido 2000, p. 385) situado en la cima y la ladera de un cerro que domina un gran estero del Guadalquivir. De los materiales recogidos en superficie se deduce que al menos estuvo ocupado desde el Bronce Pleno y con ocupación continuada hasta finales de época púnico-turdetana,


como indican las ánforas del tipo Mañá-Pascual A-4 y olearias del tipo Tiñosa documentadas. Su posición estratégica sobre el mar, las marismas, el río Guadiana y las vías terrestres es evidente, además del contacto posiblemente directo que debió tener con Asta.

Figura 10: Localización del Cerro de las Monjas y ánforas documentadas (según Mª L. Lavado 2000).

III. Conclusiones: Como se puede apreciar en el apartado anterior, parece clara la relación existente entre los asentamientos analizados. Unos tendrían un carácter centralizador (caso de Asido, Asta, Doña Blanca o Évora), mientras que otros serían villas agrícolas satélite, creadas ex novo desde el siglo V a.C., para la transformación de los productos agrícolas obtenidos en la Campiña. Esta red de asentamientos no es novedosa, ya que en su estructura vamos a ver que se siguen los patrones impuestos años antes por Cartago en sus colonias de carácter agrícola, destinadas sobre todo al cultivo del olivo, de Malta, Ibiza, Sicilia, Cerdeña y los alrededores de la propia metrópoli. Este es uno de los principales motivos que nos ha hecho pensar que estas villas agrícolas, todas ellas fortificadas o construidas en altura, pudieron ser creadas siguiendo una serie de patrones púnicos y con la misma inclusión de colonos cartagineses (López Pardo y Suárez Padilla 2002). Los centros nucleares aparecen como centralizadores de la política económica de explotación agraria intensiva de época turdetana; mientras que el resto de villas serían de carácter secundario y con claras estructuras de transformación de la producción para su exportación. Se trata de explotaciones agrícolas que recuerdan los fundi, donde un administrador controlaría todo lo relacionado con la producción en el asentamiento y donde posiblemente los trabajadores estarían adscritos a la tierra, como parece indicar el Bronce de Lascuta (López Castro 1994 y 1995). Pudo tratarse de explotaciones agrarias dirigidas bajo unas directrices bien marcadas, como denota la organización de los espacios, además de definidas en cuanto al tipo de cosechas y la transformación de la producción, con el control de los recursos obtenidos por parte del órgano centralizador que serían canalizados a estos grandes núcleos. La similitud en toda la Campiña de los recipientes contenedores en que eran exportados los productos obtenidos puede indicarnos también un control por parte de estas ciudades de toda la producción a través del envase, con unas medidas y forma preestablecidas.


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