la revista Códice

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Año 4, No. 9 / Septiembre 2014

CÓDICE Revista del Centro PEN Guatemala

La literatura maya


—Noticias del Centro PEN Guatemala—

Fallece Roberto Cabrera, renombrado pintor y escultor oberto Cabrera fue pintor, escultor, grabador, crítico de arte e investigador. Estudió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (Enap), de 1953 a 1959. Participó en la fundación, dirección, administración y promoción cultural de la Asociación de Estudiantes de Artes Plásticas, de 1957 a 1962. En 1958 participó por primera vez en una exposición en el extranjero. En 1961 expuso por primera vez su pintura junto a una serie de dibujos en la Enap. Ese año también participó en la Segunda Bienal de París, y empezó su carrera como crítico y ensayista de arte.

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Cabrera fue maestro de arte tanto en la Facultad de Arquitectura de la Usac como en la Escuela de Artes Plásticas en Costa Rica, en donde también trabajó en investigación histórica y antropológica. En la década de los sesenta junto a Élmar René Rojas y Marco Augusto Quiroa fundó el Grupo Vértebra que innovó la pintura en Guatemala. Cabrera también se distinguió por la pintura de personajes de la cosmovisión maya y sobre el conflicto armado que sufrió Guatemala entre 1960-1996. Sus obras no solo han sido expuestas en su país natal sino que también en varios países de América y Europa.

Fallece escritora María del Carmen Escobar aría del Carmen Escobar (1934-2014) falleció el pasado 29 de septiembre de 2014. En 1954, al ser estudiante de la Escuela de Comercio, obtuvo el primer lugar en prosa por Mi fiel amigo, en un certamen organizado por el Día del Árbol. Ese mismo año escribió la novela Corazones en tinieblas, que en 1961 fue llevada a la radio Ciros. En 1986, la adaptación de esta fue transmitida por TGW.

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Como actriz participó en más de 50 obras de teatro. Como escritora ganó segundos lugares en los Juegos Florales Centroamericanos de Quetzaltenango en la rama de cuento: en 1962 con Pobre chucho limosnero y en 1963 con Descansa en paz. Cuatro menciones honoríficas en la rama de teatro en el mismo certamen: en 1961 por Renuncia; en 1962, La gente del palomar; en 1988, Flores de muerto y, en 1989, Herencia social. Recibió mención honorífica en teatro en el Certamen 15 de septiembre, en 1962, por La gente del palomar. Mención honorífica en cuento en la Tipografía Nacional en 1983 por El Santo. Primera mención honorífica en el Premio Guatemalteco de Novela 1983, con 49 centavos de felicidad. El Centro PEN Guatemala lamenta el sensible fallecimiento de tan destacada escritora y amiga de nuestra asociación, quien en varias oportunidades nos acompañó en los almuerzos -tertulias de Casa de Cervantes.

Carta del presidente de PEN Internacional, John Ralston Saul n septiembre estaremos en Biskek, la capital de Kirguistán, a invitación del PEN de Asia Central para el 80º Congreso de PEN. Nos estaremos reuniendo en un momento de creciente violencia en muchas partes del mundo. Cualesquiera sean nuestra opiniones personales, ninguno puede evitar ver lo que está sucediendo en Irak, Siria, Palestina, Rusia, Ucrania, Honduras.

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Como siempre ha sido el caso, cada rompimiento de Estado o de violencia insurgente representa un asalto hacia la libertad de expresión. Los escritores son asesinados o callados. El debate es silenciado o marginalizado. La propaganda florece. Lo que sucede ahora no es ninguna excepción. Debería de añadir que en muchos países el uso de leyes moralizadoras para dividir a las sociedades y limitar la libertad de expresión continua creciendo; el gusto de los gobiernos occidentales por la vigilancia y el secretismo no se ha disminuido; el uso del populismo como herramienta para apuntar contra comunidades en específico y minar el debate civil continúa expandiéndose; y no ha habido mejoría en otras áreas como la impunidad en Latinoamérica o la apertura en China. ***

El 23 de julio de 2014 falleció el artista guatemalteco Roberto Cabrera (1939-2014), uno de los propulsores de la pintura guatemalteca y fundador del grupo Vértebra.

Una muy buena noticia es que ahora está confirmado Carles Torner como nuestro Director Ejecutivo. El asumió la posición interina de esta función en abril. Carles ha realizado una maravillosa tarea en este periodo de transición y su posición se encuentra oficialmente confirmada. Él es un novelista catalán reconocido. Posiblemente lo más importante, es que como presidente del Comité de Traducción y Derechos Lingüísticos lideró el desarrollo de la Declaración Universal de Derechos Lingüísticos.


Presentación

Directorio

E JUNTA DIRECTIVA 2013-2015

Carlos René García Escobar Presidente Karla Olascoaga Dávila Vicepresidenta Dennis Escobar Galicia Tesorero Gustavo Bracamonte Cerón Secretario Eduardo J. Blandón Vocal I Marco Antonio Luna Vocal II Antonio Arana Vocal III CONSEJO EDITORIAL Dennis Escobar Galicia, Director Eduardo Blandón Karla Olascoaga AUTORES DE ESTE NÚMERO

Carlos René García Escobar, Karla Olascoaga Dávila, Jorge Estuardo Molina Loza, Marco Antonio Luna, Rudy Gómez Rivas, Vicente Antonio Vásquez Bonilla, Arturo Molina Loza, Diego Alburez Gutiérrez, María Olga Fernández, Antonio Arana, Dennis Escobar Galicia, Eduardo Blandón. DISEÑO Hernán Guerra Sandoval codicepen@gmail.com centropenguatemala.blogspot.com Editoras Editorial PEN Editora Arizandieta

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INTERNATIONAL

ste número de Códice contiene producción literaria de miembros del Centro PEN Guatemala y de colaboradores que han respondido a la convocatoria y cuyos trabajos han cumplido los requerimientos de nuestras políticas editoriales.

Aprovechamos este espacio para publicar las instrucciones a los autores. Esto lo hacemos con el objetivo de que las colaboraciones se ajusten a los requerimientos y sean evaluadas en el Consejo Editorial. Como ya es costumbre en la revista, este número lo dedicamos a otro genio literario: Julio Cortázar, celebrando el centenario de su natalicio.

Instrucciones a los autores Revista Códice Medio impreso y electrónico en PDF que difunde nacional e internacionalmente los trabajos de creación artística (géneros literarios y periodísticos) de los miembros del Centro PEN Guatemala, así como de colaboradores que de una u otra manera estén vinculados con la organización. La Revista Códice, de distribución gratuita, será el medio de divulgación trimestral que reflejará la creación literaria, el quehacer y la opinión de sucesos coyunturales relacionados con la libertad de expresión y de pensamiento. La Revista incluirá secciones con temas relacionados a la producción literaria, noticias del PEN Guatemala y de otros países, así como del PEN Internacional. Además entrevistas, comentarios o ensayos sobre temas conexos con el arte, el periodismo y la literatura. Los escritos deben ser inéditos y estarán sujetos a un proceso de corrección y edición previo a ser publicados. Los escritos a publicar no deben exceder de mil palabras en tamaño 12. Enviar en formato Word. Se aceptarán propuestas para ilustrar los contenidos, pero las mismas quedarán a total criterio del Consejo Editorial. La revista contendrá las siguientes secciones: • Editorial o presentación: reflejará la opinión institucional sobre hechos trascendentales de la cultura o relacionados con la libertad de expresión. • Análisis político: opinión sobre temas coyunturales de la cultura, especialmente lo literario o relacionados con la libertad de expresión. • Espacio literario: inclusión de narrativa, cuentística, poética, ensayística. • Entrevista: sobre temática literaria o la relacionada con los principios constitutivos del PEN. • Reseñas de libros: preferentemente de literatura y de autores nacionales. • Otros: caricaturas, fotografías, pinturas u otras expresiones artísticas icónicas. Las opiniones vertidas incumben a los autores y al Consejo Editorial.

PEN editores

Apoyamos la reproducción del material publicado en la Revista Códice, siempre y cuando se cite la fuente: Revista Códice del Centro PEN Guatemala.

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Avances de la literatura guatemalteca contemporánea:

La literatura maya* Carlos René García Escobar uego de que la literatura guatemalteca ha recorrido los avatares de su desarrollo escabroso, por medio de generaciones de escritores vanguardistas y conspicuos, rebeldes y conservadores a lo largo del siglo XX, el siglo que ahora comienza sopla con nuevos aires y, los avances de las letras en Guatemala refrescan un ambiente ominoso, tenebroso y sórdido que abarrotó todos los sectores sociales y culturales del país.

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La opresión estatal y oligárquica de todos los tiempos provocó los nacimientos de épocas de escritores comprometidos con su tiempo. A la caída de la dictadura de Manuel Estrada Cabrera en 1921 le acompañó el surgimiento de escritores que se rebelaron contra ella y al tiempo se vieron enaltecidos con el Premio Nóbel 1967 otorgado a Miguel Ángel Asturias. A la dictadura de Jorge Ubico la acompañaron escritores que la Revolución de 1944-1954 hizo destacar como los Tepeu y los de Saker Ti algunos de ellos en el exilio al entrar la “Liberación” que financió la CIA, cuyo apoyo ideológico a escritores se notó con la presencia de Luis Cardoza y Aragón. El largo proceso de conflicto armado interno vivido durante 36 años fue acompañado por una pléyade de escritores comprometidos con la revolución izquierdista, unos exiliados y otros confinados a sus posibilidades dentro de la nación. Así termina

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ellos se encuentran jóvenes y adultos. La mayoría hombres. Intentando una descripción comparativa puede decirse que priva en la mayoría de ellos, cierta juventud generacional que adolece de distintas cosmovisiones. Aquellos son occidentalizados y éstos, los mayas, abogan por la ruptura de la occidentalización y por la resistencia ideológico-político-cultural que se cifra en una literatura más vernácula vinculada a la tradición oral y al propio proceso histórico como sustento sustancial.

el siglo, con unos Acuerdos de Paz incumplidos y aun sin resolverse la crisis social y de todo tipo en que la hundió el conflicto, con todo y un terremoto catastrófico en 1976. En este periodo surgen nuevos escritores que proponen una nueva visión de la historia, que serán en unos pocos años los representantes de una siguiente cuarta época, que los observadores del fenómeno literario guatemalteco aún no han etiquetado. Se trata de escritores jóvenes que aun no presentan una postura histórica sino su rebeldía, injustificada o no, ante el proceso histórico y la toma de posición de sus antecesores y, la de los escritores mayas, aparentemente fuera del contexto. Entre los primeros, las edades oscilan entre los 18 y los 30 años y, entre los segundos, las edades son variadas por lo que entre

Cabe citar a Rafael Gutiérrez quien en el periódico Universidad (No. 120, Noviembre, 2003, Pág. 6) destaca las características del actual movimiento juvenil literario citadino, refiriéndose a los escritores jóvenes mestizo-ladinos: “Varios jóvenes comienzan a crear y publicar agrupados alrededor de proyectos editoriales, impulsados por un espíritu de ruptura y renovación, algunos con cierta solvencia económica que les permite afianzar relativamente sus publicaciones, otros difunden individualmente su obra a través de revistas culturales que abren sus páginas a diversas voces literarias. Es el caso de Editorial X y la revista Tayer, para mencionar dos ejemplos”. También menciona el rechazo de estos jóvenes escritores a las formas literarias precedentes: “De ahí una temática exhibicionista, íntima y por completo ajena a preocupaciones de carácter redentor pero que,


otra vez, resiente el peso de la violencia citadina” refiriéndose al clima de violencia delincuencial que azota al país como nunca antes. En esta marea literaria de nuevo cuño, cabe destacar la aparición de la literatura que escriben jóvenes, hombres y mujeres mayas de distintas edades, quienes después de 1992, cuando se conmemoraba el V Centenario del Descubrimiento de América y surgía en definitiva el movimiento maya guatemalteco, se destacaban por sus distintos escritos de carácter poético y narrativo publicados en su mayoría con cierta dificultad y ennoblecidos por el reconocimiento internacional en casos aislados.

Me refiero a la literatura maya que ha resurgido en las voces nuevas de finales del siglo XX y que a principios del XXI, se perfilan como voces literarias maduras y asentadas en la afirmación de su propia cosmovisión tradicional en las voces de los textos tradicionales vernáculos y, modernos a la vez, uno de sus mayores antecedentes lo constituye el poeta, cuentista y novelista kakchikel, Luis de Lión. Algunos escriben en sus idiomas maternos y luego se traducen a sí mismos al español, otros no conocen idiomas maternos y escriben en español. Y unos pocos escriben en inglés a causa de los procesos migratorios al exterior que el conflicto interno les provocó. La temática de sus asuntos poéticos y narrativos está vinculada profundamente con la naturaleza y las costumbres tradicionales, la mitología local y las creencias cosmogóni-

cas, para lo cual, sus propios idiomas poseen los vocablos y la fonética adecuadas. En otros casos los asuntos están relacionados estrechamente con los procesos de genocidio y etnocidio que el Estado guatemalteco perpetró en las décadas pasadas y que provocó la perdida de familiares y el exilio o desmovilización. Todos estos temas están permeados por un sentimiento de discriminación sociocultural sufrida secularmente en su calidad de grupos humanos en situación de desventaja ante los grupos dominantes y hegemónicos. Su literatura surge pues, con estos denominadores y empieza a alcanzar el reconocimiento nacional e internacional. Enumero algunos casos de escritores que en sus obras reflejan el retorno a sus raíces fundamentadas en el conocimiento del Popol Vuh y otros textos vernáculos, como fuente primordial de acopio. Luis Enrique Sam Colop, quien como antropólogo lingüista creó una versión poética k’iche del Popol Vuh y se dedicó profundamente a los estudios lingüísticos y sociológicos de su cultura k’iche desde los años setenta.

Humberto Ak’abal quien poetizó magistralmente la tradición oral de su pueblo k’iché y ha publicado la mayor parte de sus encuentros poéticos cosmovisionales en idioma español, lo que le ha valido el reconocimiento internacional y nacional, siendo reconocido

Luis Cardoza y Aragón.

como Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias 2003. Luego siguen otros escritores y escritoras mayas de distinta índole étnico cultural, tales como Víctor Montejo, Santos Alfredo García Domingo, y Gaspar Pedro González, kanjobales; Rolando Umul, Leonel Jurakan, y Maya Cu, kachikeles; y David Lux, k’iche, y otros que se están significando en ese proceso de reencuentro con sus raíces ancestrales. Leonel El signo que identifica Jurakan. a los escritores mayas contemporáneos guatemaltecos es precisamente su búsqueda y reencuentro con las raíces culturales ancestrales, como una forma de resistencia idiosincrásica frente a la secular dominación del poder hegemónico de raíz occidental. La literatura guatemalteca en consecuencia, deambula en los reencuentros que se suscitan entre escritores jóvenes, que se alzan presentando una imagen propia de la historia displicentemente aprehendida a partir de la vorágine de desencanto por lo sufrido y los nacientes escritores mayas que en la misma vorágine que aparentemente intentan rescatar sus lazos perdidos desde el pasado. *Ponencia presentada ante el 1er Congreso de Las Américas en el marco del 69 Congreso del Pen Internacional en Ciudad de México, noviembre 2003.

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Los hombres no lloran* Karla Olascoaga Dávila

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one las luces de parqueo, se quita el cinturón de seguridad, saca las llaves y mira por el retrovisor. Walter sale de su fábrica de bolsos típicos y lo espera al lado del Kia. Manuel, apresurado y contento porque le acaban de entregar su nuevo DPI, baja del carro, saluda a Walter, abre la maletera y le dice: -Estos son los güipiles de que le hablé- y abre el paquete para verlos y enseñárselos. Cuando abre la bolsa negra, su olfato percibe ese olor a humo, a leña, a pueblo; ese olor que le acompañó mientras vivió en el altiplano. Le entrega la bolsa a su interlocutor junto con un postit con su número de celular, le da la mano y se despide. Manuel se sube al carro, enciende el motor y empieza a viajar en el tiempo. Recuerda la sala de tribunales y al montón de gente mirándolo con rabia, con odio. Se recuerda a si mismo pasando entre esa multitud y sintiendo ese mismo olor a humo, a leña. Se recuerda saliendo airoso de esa batalla contra la bestialidad humana. Los matones montoneros cobardes no le dan miedo, pero su recuerdo de ese olor ahumado

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como algo familiar y cálido desapareció ese día. No odia porque no sabe odiar, pero no olvida. No olvida que por denunciar a los matones puso en peligro a su familia y se puso en peligro él. Sus recuerdos y su mundo interior han estado plagados de esa memoria olfativa desde siempre. Lo sabe como sabe que el olor de los marcadores de alcohol le recuerdan a su hermana muerta, le recuerdan a esa despedida a medias .Manuel era pequeño, tenía entonces cuatro años. Sus padres invadidos por el dolor ante la irremediable enfermedad de Ana, su hermana mayor, lo apartaron de su lado justo al final. Se recuerda jugando en los orificios de las cerraduras de las puertas, incrustando muñequitos de plástico en los espacios vacíos de esas cerraduras metálicas y se recuerda hablando solo. Recuerda su ansiedad por ver a su hermana. Recuerda la

puerta cerrada de la habitación de Ana. Recuerda su tristeza y el rostro pálido de su madre, perdida en un dolor sin tiempo. Luego de casi una semana, la abuela le permitió estar con su hermana. Ana pintaba ese día en unas hojas grandes. Ella dibujaba increíblemente bien para sus ocho años. Manuel sintió una gran necesidad de abrazarla pero se contuvo al verla con uno de sus ojitos tapados por un parche. Y esa mañana aspiró sin remedio el olor a alcohol que emanaba de los marcadores con que dibujaba su hermana enferma. Ella sonrió mucho al verlo y le hizo un lindo dibujo: alguien que parecía un ángel abría los brazos hacia el cielo mientras que otro personaje (que sin duda era un ángel) le abría los brazos para recibirlo. Ana le entregó orgullosa su dibujo. Manuel lo vio, lo olió, lo abrazó contento y le sonrió a su hermana como un gesto de gratitud, sin saber que esa sería la última vez que la vería. Manuel maneja distraído su Kia, no ve semáforos ni luces, ni gente, sólo ve obstáculos sin color ni nombre, que va sorteando uno a uno. Ya el olor ahumado ha desaparecido del carro y sin perca-


tarse empieza a hablar solo como antes, como cuando era un niño:

pla a su pequeño hijo como un ovillito de su propia existencia. Y sus ojos se iluminan.

-¿Por qué me apartaron? ¿Por qué me quitaron ese preciado tiempo para despedirme de ella? ¿Por qué lo único que me queda de mi hermana es ese olor que me recuerda a la muerte? ¿Por qué todavía la lloro? ¿Por qué?- se dice sin consuelo mientras su vista se obnubila por las lágrimas. - Los hombres no lloran- decía su abuela y lo repetían su madre, sus tías, sus primos. Y vuelve a contestarse en voz alta, metido en el carro sin ver el retrovisor ni las luces, ni las sombras ni la tarde que se va haciendo densa en su corazón atribulado: -Los hombre sí lloran, los hombres sí lloramos porque todo ese río de

Manuel traga saliva, se pasa el antebrazo por delante de esos ojos llorosos y abre todas las ventanillas del Kia para que entre el olor de la calle, el olor a tierra mojada, el olor a vida, a humo de camionetas, a ciudad interminable.

dolor debe ir a parar a alguna parte. No puede quedarse estancado en un perfume sin final- y respira fuerte, profundo. Ha empezado la lluvia, Manuel ha caminado mucho por el mundo. Tiene 34 años y ya se siente viejo. Ama la vida y se aferra a ella. Se siente humano cuando recuerda. Se siente humano cuando ama, cuando vive, cuando llora, cuando contem-

Abre las ventanillas para que entren todas las lágrimas del cielo que esta tarde se empeñan en acompañarle. *Cuento ganador del primer lugar en el TERCER CONCURSO DE ENSAYO, POESÍA, CUENTO CORTO Y CUENTO POLICIACO en homenaje a Juan Fernando Cifuentes, organizado por la Facultad de Humanidades y el Departamento de Letras y Filosofía de la Universidad Rafael Landívar.

SÚPLICA Jorge Estuardo Molina Loza racias por venir. Te pedí un capuchino. Supongo que todavía es tu favorito. Claro, después de seis meses podrían cambiar tus gustos. Imagino que sabrás por qué te he citado. Sí, mi vida se volvió un desastre. Ya no escribo. Sólo trabajo como estúpido. Eso me hace me-nos atractivo para vos, lo sé. La ira de cuando te encontré en nuestra cama con alguien, quedó pequeña ante esta pena, este dolor. Casi la hace desaparecer. Fui un patán, lo sé, pero la vida se me derrumbó. Y ahora, no puedo más. Pensé mucho en dar este paso, pero concluí en que no tenía otra opción. Lo poco que me queda de razón me gritaba que no, que no fuera idiota. “¿Cómo podés ponerte en esa situación ante ella? —me decía—. ¿Cómo podés ponerte

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de entrada en una posición tan débil? ¿De qué te sirven las experiencias anteriores? Acordate de tu relación con Virginia, que te agarró como trapo sucio. Y tu dignidad, ¿dónde está? ¿Y tu autoestima?” La dignidad… la dejé tirada no sé dónde. La autoestima… bajo tierra. Decirte que volvás conmigo sería mucho pedir. Lo sé. Sólo vengo a pedirte cualquier migaja. Lo que me querrás dar. Será suficiente. Estoy seguro. No, no digás nada. No ahora. Pensalo. Necesito terminar mi poemario. A cambio —mirá qué ganga—, prometo escribir todos los poemas para vos. Serán tuyos. Van a ser los mejores, lo sé. Acepto todo. Inclusive que sigás con ella.

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Si grito ¿alguien me escuchará al otro lado de esa niebla? Maco Luna

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a bruma dibuja una silueta: harapos de lágrimas y nostalgias son su ropaje y por manto lleva un escalofrío.

Es la muerte, que en son de suspiro le dice al oído: Te vengo a traer, maestro, pero por ser vos te doy la oportunidad de que escojás cuándo. Eso sí, espero que no lo sepa nadie, mucho menos la fuerza del sino. El artista apenas se vuelve y en medio de un bostezo se levanta y le cede la silla a la fatal visitante: Por fin puedo hablar con usted señora, lo malo es que estoy bien ocupado. Tengo que terminar mi novela porque la editorial ya me puso un ultimátum, además, estoy haciendo el programa de mi próximo concierto. Vos siempre tan ceremonioso e irreverente a la vez. No sé si reírme o sentir pena. Pero tal vez eso me atrae de vos. Eso de que le atraigo me aterra, y estaría jodido que le correspondiera. Podemos, eso sí, ser buenos amigos. Imagínese la fama que ganaría si fuera el primero que platica con la muerte. Por supuesto, nadie me lo creería. ¡Siempre deseando que te admiren! Yo he sido una de tus fanes, de la música y de las letras.

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No le creo… Sí. Muchas veces detuve mi eterno trabajo para verte vivir el rock. Me llegaba un resto cuando cantabas Never Say Die de Black Sabbath ¡era mi rola! A veces hasta te envidiaba. ¡Ah, cómo te aplaudían! Incluso te quería llevar y hacerte mío. ¿No sentiste mi presencia cuando bailaba entre la mara? Nunca yo siempre le di la espalda. Lo mío es la vida. Pues allí estaba con diadema de flores y mis caites de llanta. Me subía al escenario pero nunca me sentí deseada. En cambio vos, tan cercano a mí pero tan inalcanzable. Si no te llevé al castillo de niebla fue porque quería ver el final de la novela, quería verte saltar al abismo, como hacen los artistas en busca de su estrella.

Alguna vez quise hacerlo y dije que ya me había inscrito en la gran carrera de las cajas de pino, pero de eso hace mucho, me sobrepuso el amor. Es más, uno comienza a morir cuando renuncia a sus sueños, todo cuanto se lleva a la boca tiene sabor a nada. El amor y los sueños… ni me toqués esos temas porque entonces pospondría la partida otra vez. A ver, haga-


mos un trato ya, pues me tengo que apurar. ¿Sabías que gracias al tiempo que llevamos platicando se han salvado muchos pelones? Establezcamos un acuerdo, así, de buena onda. ¿En qué mes te querés morir? ¿Te parece enero? No, enero no, porque el año aún está en capullo y yo me he quedado en una nota larga, como si un disco se quedara atascado entre mis fantasmas. Y si no puedo recordar las notas del principio no consigo acabar la melodía de mi sueño. Entonces, ¿febrero?

Okey, te espero para julio. No, por favor, llueve mucho y la gente no iría a mi entierro. ¿Agosto? No, agosto es un lindo mes para nacer, no para morir. En septiembre no hay nada importante, y ya me estás sacando de onda, maese. Septiembre trae viento del norte, y yo tengo mi vela desplegada hacia el sur. Le advierto de que el aire rugirá si me voy en el noveno.

No, no me gusta la ambigüedad del bisiesto. Es humo amarillo que se restriega el hocico en los cristales para lamer los rincones de mi atardecer.

¿Se imagina a la familia, pasar la Navidad entre suspiros y añoranzas? No cabe duda de que para vos cada día es un pretexto para vivir. Eso es bueno para los motivadores, pero no saben que gente como vos me la pone difícil, sin embargo, no puedo tirar al suelo mi reputación de irremediable y no me vas a convencer. Así ha funcionado el mundo desde siempre, y en vista de que no pude llegar a ningún acuerdo, ya desconecté tu guitarra.

Muy bien. ¿En marzo? ¿Por qué me querés arrancar esta primavera que pinta de flores los campos y llega a mí con un brillo de luz y de aire?, es precisamente este florecer el que me lleva a bailar con las musas. De acuerdo, te propongo abril. Lo siento, pero no tengo abril, no sé quién me lo robó. ¿Y mayo? Sería injusto que mi madre derramara crisantemos sobre mi tumba y que el cielo en lugar de zompopos enviara gotas de lamentos. Sabía que te ibas a agarrar de eso. Junio, pues. Jamás: el cielo lloraría más de la cuenta y la lluvia, desesperada, hundiría barquitos de papel en las calles.

Ah, buena, ahora te la llevás de profeta. A ver qué te inventás para octubre. ¿Qué le pasa, doña muerte? Soy revolucionario y ese mes es intocable, ni aunque me lo pintara de azul y le tapara la luna. Mejor ya ni te pregunto… aunque, por curiosidad, ¿qué hay en noviembre? Ni lo piense. Noviembre es mes de muertos y los cementerios se atestan de visitantes. No se puede ni entrar, las almas limpian los cristales del recuerdo y se enredan en el velo inmóvil de la nostalgia. Además, ya no me gustan las aglomeraciones.

Espérese señora, una última molestia :si grito, ¿alguien me escuchará al otro lado de esa niebla? ¡JAJAJAJÁ! Una sombra camina a su lado con sigilo, como si estuviese descalza no se oyen tacones ni sandalias. Un jirón de niebla le roza la mejilla… el quejido del viento aúlla y forma un remolino que con fuerza lanza un platillo de la batería contra la pared y luego lo deja caer al suelo en medio del estruendo como buscando un último ritmo. El címbalo gira y gira hasta que el bamboleo muere en un tenue vibrar… ¿Quién concluirá la novela? ¿Quién vibrará con el fuerte canto del rock?

Bueno –viendo su reloj– Se te acabó el año y llegaste a diciembre.

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I Sentado en la silla recorro una y otra vez mi frente el tiempo se desvanece entre mis dedos asesinos complacientes irreverentes acaricio mi cabello testigo mudo del tiempo. La vida inquebrantable ruta hacia la muerte. La carcajada es más libre. II Intento atrapar las hojas caídas el viento trata de sacarlas de su viaje aletargado el otoño es un fantasma las hojas reiterados fantasmas el viento es un fantasma la flor que nace de la hojarasca es un fantasma. En mí se cristaliza la exacta conjetura de la muerte. III En mí se funde toda la esencia de lo real. Dios es un mito. Creo en la muerte. IV Los úteros lloran la muerte malogra su obra. V Dios trata de exorcizar a la muerte a cambio nos promete un paraíso que hasta ahora nadie ha visto en todo caso la muerte se vale de artimañas para que al final terminemos creyendo en dios como centinela la muerte nos observa y aplaude su victoria de cómo nosotros y dios caemos de culo entre sus brazos.

le arrebato al olvido su resplandor oceánico. Este drama termina cuando muero en los laberintos del espejo. VIII Libros viajeros calcetines olvidados asesinos conDones z ropa p a t o s papeles testigos pequeñas cajas. Todo está en su lugar. Desde la ventana la muerte se contempla mejor. IX ¿Qué es el tiempo ante la esencia nimia de mis huesos y de mis carnes? El vaso ha quedado vacío. X La tarde está gris mi pensamiento aun tiene luz el pentagrama de reiteradas ciudades fantasmales me consume. XI La sangre se bebe el vodka se desperdicia la leche ausente en vasos de papel la pintura nos desdibuja me bebo a sorbos esta muerte.

VI El día se me regala sin medias tintas sin complejos de mercado sin perfumes baratos. El día se me regala dejando a un lado la escuálida conciencia me asalta la alarma de la muerte finjo ser alguien. El llanto en la noche cada vez se hace más fuerte.

XII En esta ciudad polvorienta la risa se esconde se vende al mejor postor. En esta ciudad empobrecida con sus afiladas garras la risa carcome las ganas dibujando rostros caricaturescos. En esta ciudad ausente la risa asesina amaneceres planta abismos multicolores. En esta ciudad desvencijada la risa desconecta realidades improvisa circos. En esta ciudad la risa es polvorienta empobrecida ausente desvencijada.

VII Recojo estrellas mi cómplice la lluvia recorro calles deshabitadas que no llevan a ninguna parte afloran recuerdos fantasmales que nublan la vista

XIII Esta nostalgia de estar vivos de quedarnos sin sabores en la boca. Esta nostalgia de estar vivos de romper fantasmas en reiterados espejos. Esta nostalgia de estar vivos

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Imperecede Rudy Gómez Rivas de derramar fragancias a granel en cuerpos sin vida. Esta nostalgia de estar vivos de corrompernos rutinariamente las sienes los ojos los oídos las manos Esta nostalgia de estar vivos Cristina esta nostalgia de estar vivos. Esta nostalgia de estar vivos. XIV Vagabundos ojos orgásmica esencia de estar vivos boca oceánica que pregona mi desnudez de siglos en mis labios se calcinan palabras por (no) saberme hombre. XV Ante la tv me persigno recojo la sangre derramada en el concreto con ella pinto realidades menos crueles. Las flores se esconden en las heridas de su corteza milenaria. El niño comprende que el llanto no le sirve de nada saca la ametralladora asesina a la inocencia. La puerta se cierra. Las sombras de la noche se ahogan en las charcas dejadas por la lluvia. Los perros sin patas se arrastran lamen mis botas de charol con el control de la tv en mano soy el dueño del mundo iluso creo serlo. XVI Durante el día lucho contra todo y contra todos revelo datos estrecho manos muertas finjo apretadas sonrisas firmo papeles la lluvia cae no me moja traspaso la puerta como experimentado espectro. Sentado a la orilla de la cama la lluvia soy yo. XVII Ríos flores azules despeinados vientos

amigas guitarras


era muerte insospechados labios semillas que cantan ángeles amaneceres ¿Seré un ángel? Niños astronautas planetas pechos que amamantan caminos que desgastan al tiempo besos que te marcan caminos pájaros invisibles que buscan el alba muerte no me confundas mejor abrázame fuerte. XVIII El tiempo se desboca se aniquila se erige construye monumentos El tiempo pájaro valiente que libra batallas El tiempo tormenta desnudez de siglos abundancia ausente grano El tiempo canción de luna estocada de luz anticipada sombra que me esfuma. XIX Tétrica realidad se paga por ver por tener por fingir escuálidos cuerpos fantasmas a medias. Las mariposas alzan el vuelo. XX Cementerios vacíos vacíos vicios vicios aniquilantes aniquilantes ciudades ciudades abundantes abundantes cabelleras cabelleras sedosas sedosas sábanas sábanas compañías compañías noches noches perras perras fieras fieras vaginas vaginas calientes calientes tormentas tormentas de muerte donde se erige mi desnudez. XXI Las calles inmensos circos: domadores equilibristas saltimbanquis

trapecistas que no saben si yacen muertos o vivos en las nimias redes de la vida payasos magos ¿Qué soy? La muerte grita revive lejanos exilios. XXII Hay inquilinos que me habitan las manos con las piedras tallan una y otra vez los tristes fantasmas que somos. El perro como inquilino me observa juega con su cola que por momentos me seduce es su carcajada tormenta espejo. El perro me observa y en su monólogo triste me deja saber que él es perro y que yo soy las cenizas que la lluvia diluye. XXIII Ese es el estereotipo ella es ella, estela elocuente escogida elegante enfermera en espera espectadora enferma escuálida exiliada excomulgada ella es ella, elena esbozo escueto esquelética embudo engañada elenco espectadora enero exposición enhebrada explicación está endosada. Ellas escombros efímera existencia. XXIV Trágicos horizontes sin nombre Luz transparente que siembra palabras en los obscuros surcos de memorias ausentes sin tiempo Pájaros que trasnochan sin luna Mariposas que se destiñen en aguas transparentes Desnuda nostalgia riéndose de la alegría Efímera ensoñación de labios apagados que trasnochan en hogueras llenas de frío.

XXV El amor intenta sobrevivir en medio de esta vorágine social iluso regala caricias que mueren al ritmo de cirios da besos en la boca agria del destiempo intenta aniquilar relojes que le marcan el paso no encuentra el momento preciso para sucumbir a plenitud sin ataduras. Al final de la jornada lo convocamos y nos cubrimos con sus harapos. XXVI Mis dedos cual lámparas modernas de neón buscan mi cuerpo espantados corren y se resguardan detrás de la puerta de mi amarilla infancia. Planean la estrategia de como remendar las múltiples heridas de la efímera jornada. XXVII Las rosas brotan de oscuras piedras que el silencio le roba por instantes a la noche, las rosas labios frescos que el amor hace reventar para mostrarse plenamente, las rosas suspiros alegres que muestran el color del viento, las rosas niños ausentes de madres también ausentes, las rosas efímera ensoñación de la lluvia al despertar el alba, las rosas fuego intenso que emana de la tierra para mostrarnos que tan efímeros somos. XXVIII No pretende ser la esencia fugaz de días apagados no pretendo reducirme a cuatro letras de mi nombre que ya no me nombran no pretendo convertirme en sombra difusa en medio de días también difusos no pretendo ser ave migratoria que se resguarde en la mítica piedad agnóstica no pretendo ser río caudaloso que transite en laberínticas noches sin cauce tan sólo quiero ser polvo entre el polvo efímero entre lo efímero nada entre la nada.

CÓDICE / 11


El certamen literario * Vicente Antonio Vásquez Bonilla

E

l escritor se presentó al concurso mundial de microficción con el cuento: Asombro, cuyo texto completo era:

¡Oh! ¡Y ganó! Cuando el jurado internacional, formado por literatos de renombre dentro del universo de las letras, dio a conocer el resultado, una cortina de incredulidad cubrió al mundo intelectual. Muchos académicos exigían explicaciones. El presidente del jurado pidió calma y procedió a exponer las razones que los llevaron a tomar la colegiada decisión. —Cuando abrimos el folder que presentó el concursante al certamen de microcuentos, encontramos un solo folio que mostraba el título, el seudónimo del autor y, a continuación, en el centro, una sola palabra: ¡Oh! Nos vimos con sorpresa e incredulidad. »Al principio pensamos que se podría tratar de una broma de mal gusto que reñía con la seriedad del evento. Luego, por aquello del peligro de los juicios a priori, buscamos dentro del sobre en que venía el trabajo presentado, por si se habían quedado algunos papeles dentro de él, pero no encontramos nada. »Le dimos vuelta al folio y tampoco había algo al reverso. Inclusive, recordando a artistas que han escrito extensos textos en la cabeza de un alfiler y aunque parezca broma, tomamos una potente lupa y buscamos en los cuatro cantos de la hoja de papel, con resultados negativos. »Íbamos a tirar la hoja a la basura, cuando pensamos que no podía ser que el escritor que acudía a un concurso de tanto prestigio se burlara de nosotros y que debía de haber algo más, que de momento escapaba a nuestra comprensión; así que analizamos el texto.

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»Después de largos debates, llegamos la conclusión de que se trataba de un cuento de contenido implícito, con inicio abierto y con final abierto y de ser factible, si se deseaba, hasta con un posible desarrollo abierto, aunque en ese caso dejaba de ser un microtexto. Algo que no se había hecho antes. Algo que un valiente escritor y libre de complejos, se atrevía a plantear y que de paso estaba señalando un nuevo camino dentro del mundo de la literatura y que podría llegar a formar escuela. »Las posibilidades estaban allí, a la vista, para la libre interpretación de los lectores, cada uno de ellos podría, en su mente, imaginar las acciones previas que dieron motivos para ese expresivo ¡Oh!, y luego seguir con el final abierto, hasta donde se quisiera, sujeto a mil y una interpretaciones. O sea que el autor de Asombro, con inteligencia, hace participar al lector de la actividad creadora y estimula su imaginación lúdica, dramática… según su experiencia de vida o fantasía. »Al descubrir esa riqueza de caminos a seguir y el alcance del escritor para buscar la complicidad creativa del lector, aunada a su asombrosa capacidad de síntesis, nos llevó a darle, por unanimidad, el premio. Ante la explicación del docto jurado, el mundo intelectual maravillado por la profundidad del genial y valiente autor, aceptó el veredicto sin ninguna muestra de desagrado y es más, la alabó. Dado el resultado del acontecimien-


to y la aceptación general del mundo intelectual, el microcuento vino a ser como el detonante para que surgieran múltiples ensayos, tratados y tesis doctorales, analizándose en cada uno de esos trabajos, las consideraciones planteadas por los miembros del tribunal calificador, que de paso, vale decir, alcanzaron fama internacional, en donde se señalaban las posibilidades infinitas a que daba lugar el laureado cuento. Aún hoy, siguen corriendo ríos de tinta, tratando de agotar los múltiples caminos que recorre la imaginación en todas las direcciones del antes y el después del ¡Oh! que virtualmente plantea el sesudo cuento. Debido a la multiplicidad de lectores y del vasto universo de la imaginación, las prehistorias plasmadas por cada uno de ellos, vienen a ser como los rayos de luz provenientes de infinitas estrellas que llegan a converger al famoso punto: ¡Oh! Y luego, después de aprovechar esa maravilla de síntesis, salen con nuevos ímpetus para ingresar por la puerta del final abierto que presenta infinitas bifurcaciones que conducen al desenlace deseado por cada lector. Y como si fuera poco, el ¡Oh! que forma el total del cuerpo del microrrelato, si se desea, por no ser una camisa de fuerza que limite la imaginación creadora, podría pasar a ser el comodín de una historia central, en el que, como lanzadera, se puede desplazar a lo largo del nuevo cuerpo narrativo, ocupando uno o más de los movibles lugares dentro de una variable extensión, tal como se le pueda ocurrir al soñador lector. Esa es la inimaginable riqueza a que da lugar ese milagroso microcuento. No cabe duda que, ante tanta sabiduría literaria implícita, debe de haber sido Ganesha, el dios hindú de las letras y de la sabiduría, quién con su poder ilimitado, iluminó el intelecto del laureado escritor y guió al jurado por los caminos del culto dictamen. Como anécdota, nunca falta alguien que presume de lector y es incapaz de tocar un libro. Así, en una reunión social, en donde se discutían temas literarios, escuchamos a una de estas personas a la que le preguntaron:

—¿Leíste el cuento que ganó el concurso del que hablamos? Y el engreído, dándose aires de intelectual, respondió: —Lo estoy leyendo, pero no lo he terminado. Varias sonrisas burlonas rodearon a su respuesta y ni se dio por enterado. Yo pensé, «éste, irá por el signo de admiración que abre el texto o ya avanzaría hasta la “O”», porque es sabido que algunas personas se toman su tiempo para leer y otras, aunque no viene al caso, para comprender lo leído.

Es del dominio público, que se haga lo que se haga, se diga lo que se diga, siempre habrá algún inconforme y en un concurso literario, con mayor razón. Los resentidos perdedores siempre dirán que su obra era mejor y que debería de haber ganado o que el concurso estaba arreglado y mil cosas más. Así que un fulanito sin mayor talento anda pregonando que su microcuento: Incógnita, cuyo texto era simplemente: ¿Y? Era más corto que el premiado y que abría la misma gama de posibilidades que el del ganador y hasta podría haber llegado a ser considerado como el cuento más corto de la literatura. Sin embargo, las bases del certamen rezaban que la decisión del jurado era inapelable y además, el docto cuerpo calificador, llegó a considerar que el enunciado: ¡Oh! de asombro, tenía mayor riqueza expresiva y peso que la simple supuesta curiosidad que planteaba: ¿Y?, lo que justificó su decisión. El perdedor frustrado, agrega, que ya no podrá presentar su obra en otro concurso, porque ha dejado de ser inédita y como consuelo, añade, que nadie se la podrá plagiar, porque ya es hartamente conocido que él es el autor y que cuenta con los derechos legales y morales que le reconoce la ley de la materia. *Cuento destacado por la Sociedad venezolana de arte internacional.

CÓDICE / 13


Historias vividas Carlos Arturo Molina Loza as mujeres siempre me fascinaron. Mis recuerdos de infancia están poblados de figuras femeninas. Me basta con cerrar los ojos para transportarme a la escuelita de párvulos y sentir la presencia perfumada de la seño Silvia. Era blanca, parecía de porcelana, olía a talco. Usaba unas faldas largas y anchas. Muchas veces nos dejó con la boca abierta al girar en el centro de la clase. A mí, además, me cortaba el aliento. Comenzaba despacito y, poco a poco, aumentaba la velocidad. Con esto las enaguas subían en cámara lenta, milímetro a milímetro, e insinuaban el comienzo de sus muslos.

L

Eso encendía mi fantasía. Un día en que había hecho unos de sus teatrales giros no me contuve y le pregunté: «Seño, ¿con una falda de esas usted podría lanzarse del Cerrito del Carmen y aterrizar como si tuviera un paracaídas?» No sabría decir cuál fue su respuesta, pero sí tengo presente su gesto: sonrió, se aproximó y me pasó la mano por el cabello con cariño. El Cerrito era para mí un Himalaya. Desde sus alturas se dominaba la tierra y lanzarse desde su cima se me antojaba una hazaña sobrehumana. Soñaba con la seño Silvia bajando graciosa hasta el suelo. En la escuela primaria tuve otras profesoras. Muy pronto me di cuenta de que era capaz de llamar su atención e, inclusive, de seducirlas. Me aplicaba en los estudios, me interesaba por las materias, hacía mil preguntas. En quinto de primaria nos dio clases la señorita Mónica. Era morena, de ojos verdes y cabello rizado, tenía decenas de resortitos colgantes que

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Et, quand il arrosa une dernière fois la fleur, et se prépara â la mettre à l’abri sous son globe, il se découvrit l’envie de pleurer. — Adieu, dit-il à la fleur. Le Petit Prince Antoine de Saint-Exupéry se movían todo el tiempo. Me sentaba justo frente a ella para verle las piernas. Usaba faldas talladas y cortas, sus rodillas eran redondas y lisas. Cuando alzaba los brazos y mostraba sus axilas depiladas me hacía perderla concentración. Hubiera querido levantarme y abrazarla. Lo curioso es que no recuerdo haber sentido atracción por ninguna de mis compañeras. Muchas me parecían lindas, pero eso nunca significó que me atrajeran. En quinto curso tuve clases de francéscon mademoiselle Claudette. Era muy bella, me cautivó de in-mediato. El dominio de esa lengua se transformó en mi objetivo principal. Me metí en la cabeza que debía aprenderla cuanto antes. En las clases no me perdía ni uno de sus gestos, me encantaba verla pronunciar la u y la e. Su boca, transformada en un encantador círculo carmesí, emitía aquellos sonidos, mezclas de u con i, de u con e, que para mí eran música. Ella no tardó en percibir mi empeño y celebraba mis progresos. Sus elogios me hacían estremecer. Muchas veces tuve la impresión de que daba la clase para mí. Gracias a ella me interesé por la música francesa. Conocí a Jaques Brel, a Charles Aznavour y, claro, a Edith Piaf. A veces me sorprendía tarareando «La vie en rose»: «Et des que je l’aperçois alors je sens en moi mon cœur qui bat». Por las noches imaginaba mil maneras de abor-

darla. En mis pesadillas el año acababa y nunca más la volvía a ver. No quería perderla. Casi me desmayo un día en que, al terminar la clase, y cuando ya todos los demás alumnos habían salido para el recreo, se aproximó y me entregó un libro: «Tenez, je suis certaine que ce livre va vous intéresser». Sentí el roce de sus dedos en mis manos, se me nubló la vista, casi no consigo decirle nada. Sólo balbuceé un «mercibeaucoup mademoiselle Claudette». Sentía las mejías hervir y las piernas temblar. Pasaron varios segundos antes de que me diera cuenta de cuál era el libro que tenía en las manos: Le Petit Prince, de Antoine de Saint-Exupéry. Esa noche no dormí. Leí sin entender, me contentaba con sentir. «Ya llegará la hora de comprender y saborear su contenido —me repetía— por ahora me basta apreciar el sonido de las palabras». Al leer tenía la impresión de oír a mademoiselle Claudette recitar, una por una, las frases del libro. El Principito aún tiene su voz. La llegada del fin de año —a pesar de que se suponía que debía alegrarme por mis buenas notas, por mi graduación— me provocó una profunda nostalgia. Mi nueva vida, el ingreso a la universidad y el mundo que se abría delante de mí, no podían compensar mi desconsuelo. Sabía que dejaría de ver amademoiselle Claudette. Eso representaba una pérdida irreparable. Mi congoja pasó por un momento de tregua en la fiesta de graduación, pues ella estuvo presente. ¡Cómo me hubiera gustado sacarla a bailar aunque fuera sólouna pieza! Momentos antes de irse se acercó. Tuve la misma sensación que el Principito al despedirse de su Rosa. Mademoiselle Claudette me abrazó y me dijo al oído: «Llevaré en el corazón tu recuerdo. Has sido, Ángela María, más que una buena alumna».


Mis amigos del Death Squad Diego Alburez Gutiérrez

¿

Qué puedo decir? Nunca fui buen estudiante. Después del bachillerato pasé dos años en una universidad privada, pero eso nunca fue lo mío. En general, disfruté de una vida cómoda, empañada únicamente por la posibilidad de ser secuestrado, torturado y amanecer distribuido en pedacitos por la ciudad. Y no es que fuera una persona importante o algo así, simplemente tuve la ocurrencia de nacer y crecer en Guatemala. De niño escuchaba las historias de guerra que contaba mi papá y por las noches soñaba que me desplazaba en una camioneta blanca recolectando comunistas, a quienes imaginaba como monstruos con uñas largas y dientes podridos.

cabo una labor cívica. Por ese entonces comenzamos a explorar la zona 1, que resultó ser ideal para nuestras operaciones. Como nadie conocía el área, las primeras noches fueron verdaderas aventuras. Una noche nos perdimos en la zona 6 y terminamos en el Puente Belice convencidos de estar llegando al puerto. Con el tiempo, llegamos a conocer la ciudad y cada quien se especializó en un área. Yo llegué a ser el coordinador del grupo y casi no salía a las calles. El Gordo se encargó de las relaciones públicas y los trabajos de movilización-desaparición. Estela eligió el trabajo físico. Quién lo hubiera dicho: Estela tan frágil y bella, un as con el revólver.

Pero realmente todo comenzó el día que conocí a mis amigos del Death Squad: el Gordo y Estela. Ellos, como yo, estaban sumamente preocupados por la podredumbre moral de nuestra sociedad. El resto es historia. Desde el inicio nuestra mayor preocupación fue hallar un nombre que nos representara. Estela recordó un cierto Ejército Anticomunista. Lo consideramos, pero en cambio optamos por Death Squad, más moderno y juvenil. La economía siempre fue nuestra mayor limitación. Constantemente hay materiales que adquirir, paquetes que desaparecer: precauciones necesarias. En una ocasión llegamos a necesitar treinta mil billetes al mes. Era algo imposible, hasta que tuvimos nuestra propia gran idea: los auto-secuestros. En pocos días caímos uno a uno en nuestras propias manos hasta que no quedó ya a quien secuestrar. En lo personal, logré negociar con mis padres una herencia adelantada. Tras eso, mi fingida muerte (el rescate había sido in-

—Donde pongo el ojo... —dice con una sonrisa pícara que me vuelve loco. Cuando capturamos a alguien, se entretiene con él por horas en el sótano de nuestra oficina. Después se arregla y salimos a tomar un café a Saúl. No conozco los detalles y no me interesan.

suficiente) fue inevitable. Con el dinero al fin compré la camioneta blanca de mis sueños. El resto lo usamos en varias operaciones precisas: ninguna huella, ninguna sospecha. Aquí no pasó nada. Desde el inicio adoptamos un estricto código de conducta y una lista de acrónimos que nos hizo sentir como en un videojuego. Como en Grand Theft Auto, pero con menos sangre y llevando a

Más allá de cualquier crítica a nuestros métodos, nadie puede negar que en nuestros sectores la gente vive más tranquila. La delincuencia común ha desaparecido junto a los habitantes de la calle: los inmigrantes rurales, los pequeños consumidores de droga y los ladrones organizados. Me complace ver a la gente caminar por nuestras calles limpias, ordenadas. ¡Una verdadera tacita de plata! Creo que tiene mucho que ver con nuestra entrega y nuestra motivación personal. Después de todo, hemos sacrificado todo con la convicción de que los buenos somos más.

CÓDICE / 15


El cuidador de autos María Olga Fernández maneció lloviendo. La alarma en mi teléfono me recordó la cita con el médico a las once de la mañana. Tuve la esperanza de que saliera el sol y dejara de llover para entonces. Odio salir de casa en días como éstos. Me da pánico, malestar de estómago y sufro de una especie de parálisis.

A

sas y tomé la lista de compras. Volví a leerla, y con un bolígrafo empecé a tachar las que no eran prioridad, el dentífrico entre ellas. He decidido lavarme los dientes con sal y bicarbonato. Me lamenté, mientras retumbaba en mi mente la frase de Iliana, mi amiga: «debes ser agradecida». Pero me tiene hasta el copete escuchar esa frase.

Debo de asistir a una terapia dos veces por semana. Desde el accidente que tuve, hace cuatro años, mi espalda aún no se recupera del todo. «Es cosa de paciencia y perseverancia», me repite el médico.

Manejé tranquila hasta la clínica. Estaba parqueando cuando un viejo de aspecto sucio se acercó a la ventanilla. Me asusté y sentí desconfianza. Permanecí dentro simulando buscar algo entre mi bolso. Bajé un poco el vidrio y escuché:« ¿le cuido su carro, seño?» Después de tranquilizarme quité el seguro. Él abrió mi puerta y estiró su mugrienta mano para ayudarme a bajar.

Dejé de conducir por dos años. No podía pensar en subirme a un automóvil. El choque fue terrible, mi auto quedó destrozado. Fue un sábado, debía ir a Totonicapán para reunirme con unos compañeros de trabajo. Salí a las seis de la mañana y tomé la carretera rumbo al occidente. Recuerdo la constante llovizna, la poca visibilidad, el asfalto mojado y el camión frente a mí. La pesadilla aún me persigue. Cada vez que llueve escucho la estridente bocina del camión. Pasé tres meses en el hospital por causa de dos vértebras fracturadas. No tendría que quejarme, estoy con vida, aunque no con la movilidad que quisiera. Mi familia me dice que debería de sentirme afortunada y estar agradecida de no haber quedado en una silla de ruedas. Luego vino la muerte de mi esposo. Parecía una seguidilla de mala racha. En las casas de mis amigas viudas no faltan las pinturas y fotos del difunto, algunas colgando en las paredes y otras sobre alguna mesa de la sala. No fue mi caso, su legado fue una deuda y una hipoteca por la cual, dos años más tarde, perdí mi casa. Me mudé a un barrio más modesto. Mi hermano se compadeció y me dio un trabajo con horario flexible. Además, me proporcionó un carro pequeño de su empresa. Puedo cubrir mis necesidades básicas. Con el seguro social he podido seguir con mi rehabilitación. Ahora tengo pocas amigas, ni siquiera conozco a los vecinos. Tras la ventana observé que se estaba despejando, las manchas azules pronosticaban la salida del sol. Preparé mis co-

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Después de decirle que no estaba tan mal como para necesitar ayuda, agregué tajante: «no gracias, siempre dejo el carro acá, nadie lo cuida.» —No pelee seño, sólo le estaba ofreciendo ayuda —expresó en un tono suave. —Bueno, debo darme prisa, me espera el doctor. Después de recibir mi terapia salí. Allí estaba el harapiento viejo, recostado en mi carro. —Fui clara con usted, no voy a pagarle nada. —No le estoy cobrando. Sólo quería darle este papel. Es mi número de teléfono. —¿Por qué me da su número? Ya le dije que no necesito de un cuidador de autos, tampoco tengo algún trabajo para usted. —No seño, no se enoje. Es para que lo tenga guardado. Si un día se siente sola y triste, la invito a bailar. Los domingos en el parque central hay marimba y es gratis. Entré al carro y arranqué. Entre mi mano y el volante conservé el papel hasta llegar a un alto mientras pensaba: ¿cómo diablos sabe que soy infeliz? Entonces abrí el papel y leí: «Nicolás Patzán». Seguido estaba su número y en otra línea decía: «para bailar y reír.»


Mi ángel Antonio Arana or supuesto que me encolericé y estuve al borde de la ira, en segundos se me desbordó la adrenalina y perdí los estribos, me olvidé de contar y relajarme para volver al equilibrio de mi estado emocional, no era para menos, desde luego que no, ya fue viéndome entrar a la panadería, la dependiente, y sin esperar a que le expusiera el motivo de mi llegada, su apresurada respuesta, que ya me tiene harta: “no hay pan, señora”. Hágame favor, le solicité una explicación, entonces dígame que días y a que hora le traen pan a su tienda, no puedo creer que se termine tan pronto, o es, acaso, que le traen muy poco. / Hasta ahí la cosa, iba muy bien/. Luego vino la gota que derramó el tinaco. Vea, señora, eso a usted no le importa, en lo absoluto, y si no encuentra pan aquí puede buscarlo donde le dé la gana. Ahí, ahí mero, en ese preciso instante sentí que la muy lamida me había proferido una bofetada en pleno rostro, no pude menos que dar la vuelta y volverme a casa, por que no me iba a poner de tú a tú con la doméstica esa, durante el camino me vine mascullando la cólera. Y, no me lo están preguntando, pero cuando salí a la panadería; conste, además, que tampoco es antojo, simple y sencillamente iba a comprar espumillas, yo, no iba por pan, no se porque las espumillas de “El Pan Nuestro” me gustan tanto, son, de suyo, muy sabrosas, pero fue cruzando el umbral de la panadería y otra vez la empleada de mostrador, como si fuera disco rayado: “ya no hay pan, señora”. Sin saber ni preguntarme que quería yo, y la repetición de sus trilladas palabras me cayeron como pedrada en la espinilla y fue donde se originaron los dimes y diretes, lo cual me hicieron olvidar las benditas espumillas, en el camino a casa me temblaban las piernas de la pura cólera al querer quitar llave en la puerta, me costó un triunfo meter el llavín en la ranura, hasta nublado veía, cuando lo logré entré apresurada no sin antes somatar la puerta, tratando de sublimar mi enojo, fui a la cocina

P

y me bebí tres tragos de agua, luego entré a la sala y me desplomé sobre el sofá. Quise apartarme de lo ocurrido pensando en algo diferente empero, lo inmediato del suceso me lo impedía, cuando casi estaba por lograrlo la carota empurrada de la empleada de la panadería me salía al paso: sus ojos saltones, la trompa respingada y su fisonomía de nudo ciego y luego la respuesta sin requerírsela: “no hay pan, señora”. Es que en ese preciso instante hubiera querido retorcerle el pescuezo y por ello mejor di la vuelta y me vine, sí no: yo le digo tal cosa y ella me contesta tal otra y así nos vamos y terminamos como mujeres de mercado y los vecinos: ¡qué no hubieran dicho de mí!, se me cae la cara de la vergüenza de sólo pensarlo, pero a ella: ¡qué!, sí es de esa gentuza que todo se le resbala, y en tanto peleaba yo sola, justificando lo ocurrido y arreglando las cosas a mi manera, poniendo en su lugar al hígado, tranquilizando los nervios y acomodando la adrenalina, sonó el timbre, como si hubiera concluido el raund. Me levanté malhumorada con el semblante aún enojoso, me encaminé a la puerta respirando hondo pensando que al abrirla iba a encontrar a la mujer esa, o a un vendedor de los que pasan vendiendo “ofertas” de puerta en puerta, o algún pedigüeño, o uno de esos que andan comprando papel o botellas y en fracción de segundos la adrenalina se me empezó a subir de nuevo, obviamente sin ningún motivo. No cabe duda que estoy a la defensiva y como que ese día me levanté con el pie izquierdo, pero, vaya usted a saber tamaña sorpresa la que llevé, quien tocaba era la Quiqui, mi sobrina, la hija de Manque, mi hermano mayor, a la que se le quemaron los encanelados para su fiesta de quince años, por estarse besuqueando con Paco, el loro petenero copete amarillo, y que le mordió la punta de la nariz. Bueno, de inmediato la invité a pasar adelante y a que tomáramos un café, pero ella no quiso, me dijo que iba muy apurada para el trabajo y que sólo pasaba a dejarme unas espumillas de las que hizo ayer por la tarde, me las trajo en un barnizado canastito de mimbre envueltas en una panerita de popelina bien almidonada y super blanca, la cual tenía bordada la orilla con sedalina crema a croché y en las esquineras ramitos de flores de durazno en cruceta y rococó, y en una esquina, la palabra jueves.

CÓDICE / 17


¡De película! Dennis Escobar Galicia a sexta avenida de Guatemala, a finales del Siglo XX, se hallaba atiborrada de ventas callejeras que hacían intransitable el paso de los parroquianos. Se ofertaba de todo, desde alimentos frescos hasta el último grito de la moda. Algunos segmentos de las calles se habían convertido en áreas especializadas de mercancías. De esa cuenta había una de ropa deportiva, otra de útiles escolares, una más de jeans importados y otras más de marcas pirateadas. Pero también había un sitio muy especial y que era visitado por expertos. Este era el de la venta de música y películas. Ahí era común encontrar intelectuales y artistas. Todos ellos fisgoneando o indagando por el nombre de una melodía o el título de una película.

L

Fue en esa peculiar área del comercio informal que surgieron famosos personajes, tal el caso de los gemelos, especializados en vender música de autores poco populares en nuestro medio, o el Bucky, entendido en la venta de clásicos del cine. La fama de estos se expandió a todo lo ancho del territorio nacional e incluso allende de nuestras fronteras. Esto también propició el surgimiento de otros competidores, mejorando con ello los títulos y los precios. Dos de ellos fueron sendos jóvenes. Uno se llamaba Oliver y el otro lo apodaban el araña. Oliver era solícito con los compradores, especialmente con sus clientes, a tal punto que si no tenía la película solicitada corría de venta en venta para adquirirla y proporcionársela a su demandante. Cuando no la conseguía apuntaba el nombre y demás datos y prometía tenerla para la próxima semana. Casi siempre era visitado por una guapa adolescente que sentada en un banco mostraba

sus torneadas piernas bajo la falda del uniforme colegial. Ella era, sin dudas, la preferida, que sin regatear siempre se llevaba las mejores películas. Un lunes se notó la ausencia de Oliver en su venta e inmediatamente corrió la noticia: al enterarse que la apuesta muchacha solo lo utilizaba para adquirir películas, el joven enamorado se ahorcó en su dormitorio. Eso había sucedido el sábado anterior, en horas de la noche, y el domingo había sido sepultado. Acaso Oliver pensaría en un título en especial como “El juego del ahorcado”. El araña era inquieto y demasiado servicial. Escuchaba con atención a los clientes que sabían de cine para después él repetir lo aprendido a otros compradores. Conseguía todos los títulos aunque para ello se tardara. Si llegaba un comprador que se identificaba con la pintura le mostraba todos los títulos relacionados con los grandes artistas de esa especialidad, igual lo hacía con la música, la literatura y demás disciplinas del saber. Se ofertaba como el vendedor de “películas basadas en libros”. Cuando quitaron las ventas de la sexta, el araña (así apodado porque en su adolescencia se escapaba de la correccional trepando las paredes) se instaló en El Amate. Se volvió más emprendedor y diversificó su venta, ya no solo ofertó “películas basadas en libros” sino también series televisivas, documentales y estrenos comerciales. Tenía en mente competir con su colega de al lado y crear una página para anunciar sus películas y armar discusión cinéfila. Se veía tan realizado en el negocio que hasta incrementó su prole. Pero un día su salud declinó hasta el punto que ofrecía con desgano su producto; palideció y adelgazó mucho más de la noche a la mañana hasta que por fin cayó desvanecido. Sus colegas de venta llamaron a los bomberos y fue llevado al hospital público. El araña no tardó mucho tiempo en el nosocomio, falleció a causa de un cáncer terminal en el cerebro. Su esposa, otra activa vendedora de El Amate, quedó preñada de nueve meses. El estanquillo de las “películas basadas en libros” desapareció dando lugar al The End.

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En la Feria Internacional del Libro en Guatemala 2014 “Guatemala por la Lectura” En el stand del Benemérito Comité Pro Ciegos y Sordos de Guatemala estuvo en exhibición, en sistema braile, el libro: Los adultos también gatean del escritor guatemalteco Vicente Antonio Vásquez Bonilla.

El autor nos muestra su libro en sistema braille y en su formato tradicional.

Cortázar de la A a la Z: Un álbum biográfico

E

dición a cargo de Aurora Bernárdez y Carles Álvarez Garriga. Diseño Sergio Kern. Ed. Alfaguara. Edición especial: Alfaguara, 50 años de buena literatura 1964- 2014. 2ª edición. Impresa en México. 319 páginas.

¿Por qué un álbum biográfico? Porque no podíamos esperar más, sostiene uno de sus autores en su introducción y añade: “La internacional Cronopia reclamaba ya con demasiada insistencia una nueva aproximación al escritor y al hombre. Frente a tanta tristeza pensamos en la enorme diversión de sus libros-almanaque y decidimos intentar un volumen afín a su espíritu anticonvencional, antisolemne”. Un diccionario biográfico ilustrado: una fotobiografía con apuntes, anécdotas, retratos de todas las épocas, fotos de ediciones de sus libros, cuadros, documentos, cartas, manuscritos inéditos.

Diseñado con un orden alfabético subjetivo y original, datos fascinantes: su segundo nombre (Florencio), su estatura (1.92), su mirada siempre presente, crítica, aguda, inteligente. Edición dedicada a los 100 años del natalicio de Cortázar (26/09/1914) “Que quien mire las imágenes y lea las palabras, sepa –como la invitación que es su obra- cómo fue su vida: un abrir las puertas para jugar”, dirá Álvarez Garriga en la nota justificativa que presenta el libro. Códice comparte con los lectores este pequeño homenaje al genio de la literatura, Julio Cortázar, celebrando un centenario de su natalicio. (KOD). CÓDICE / 19


Un centenario

mágico Eduardo Blandón

l mundo literario celebra con bombos y platillos, no sin merecerlo, el centenario del nacimiento del escritor argentino Julio Cortázar. Un aniversario que se antoja oportuno no solo para disfrutar la magia de la escritura de uno de los máximos representantes del boom latinoamericano, sino para divulgar su lectura en una sociedad que necesita más el cultivo de las letras.

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Cortázar nació en Bruselas el 26 de agosto de 1914. Se trasladó luego a Argentina, a los cuatro años, donde vivió su niñez y adolescencia mayormente en un suburbio de Buenos Aires. Se graduó como profesor en letras y trabajó como docente hasta 1945 por oponerse al peronismo. Casa tomada, uno de sus primeros cuentos, fue publicado en 1946 por Jorge Luis Borges, en esa época secretario de redacción de la revista Los Anales de Buenos Aires. En 1951 ganó una beca y se largó a Francia. En París trabaja como traductor. En 1953 contrajo matrimonio con la argentina Aurora Bernárdez y ambos trabajaron como traductores en la UNESCO. Los que lo conocieron dicen que era delgado, muy alto y de apariencia juvenil. Arrastraba las “erres” y era apasionado del jazz y el boxeo. El mismo escritor recordaba esos años juveniles así: “De 1946 a 1951, vida porteña, solitaria e independiente; convencido de ser un solterón irreductible, amigo de muy poca gente, melómano lector a jornada completa, enamorado del cine, burguesito ciego a todo lo que pasaba más allá de la esfera de lo estético”.

Esa actitud de burguesito cambiaría a partir de su visita a Cuba, lugar donde le nace la conciencia y se enamora de la lucha por la reivindicación de los pobres. Años más tarde, visitó Nicaragua para apoyar con fervor la revolución sandinista. Carlos Fuentes, su amigo y compañero del boom, lo definió como “el Bolívar de la novela latinoamericana”. En 1968 concediendo una entrevista a la revista estadounidense Life, Cortázar decía: “...mi idea del socialismo latinoamericano es profundamente crítica... mi humanismo es socialista... Cuando se me reprocha mi falta de militancia política con respecto a la Argentina, por ejemplo, lo único que podría contestar es, primero, que no soy un militante político y, segundo, que mi compromiso personal e intelectual rebasa nacionalidades y patriotismo para servir a la causa latinoamericana allí donde pueda ser más útil... La terminología de la pasión es más fuerte que la teoría, porque no solamente no soy un teórico sino que jamás he escrito sobre estos temas como no sea incidentalmente, prefiriendo siempre que mi obra de ficción y mi conducta personal mostraran a su manera y respectivamente una concepción del hombre y la praxis tendiente a facilitar su advenimiento”. Cortázar muere en París luego de una breve estancia en su natal Argentina. Tenía 69 años. Evocar su vida, releer su obra e imitar su compromiso político valiente es una de las tareas que legitimaría la fanfarria en este centenario que sin duda también es mágico.


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