EDI C IONE S POLY M I T A
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MARAVILLAS
del patrimonio arquitect贸nico cubano Alicia Garc铆a Santana Fotograf铆a
Julio A. Larramendi
Corporaci贸n Financiera Habana, S.A. y Banco Popular de Ahorro
Las primeras villas de Cuba, Matanzas, la Atenas de Cuba, Urbanismo y arquitectura de La Habana Vieja, siglos xvi al xviii y Trinidad de Cuba, un don del cielo; en coautoría, el catálogo de la provincia de Matanzas para la Guía de arquitectura de la región central de Cuba.
Alicia García Santana Graduada de Licenciatura en Letras en la Universidad Central de Las Villas en 1971, entre esa fecha y 1982 dirigió las investigaciones sobre el Centro Histórico Urbano de Trinidad, y de 1979 a 1982, las acciones de conservación y restauración realizadas en la propia ciudad. A partir de 1982 trabajó en la Dirección de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura, en la que atendió la realización del Inventario Nacional de Monumentos. Fue la redactora principal del texto presentado a la UNESCO para la declaración de Trinidad como Patrimonio de la Humanidad. En 1986 obtuvo el grado de Doctora en Ciencias de Arte, en la Universidad de Oriente, bajo la tutoría del Profesor Emérito Dr. Francisco Prat Puig. En 1987 pasó a trabajar al Equipo de Patrimonio de la ciudad de Matanzas. En 1989 la Academia de Ciencias de Cuba le otorgó la categoría de Investigadora Titular. Entre sus libros se cuentan: Trinidad de Cuba, en colaboración con Teresita Angelbello y Víctor Echenagusía; Contrapunteo cubano del arco y el horcón; La Habana, historia y arquitectura de una ciudad romántica, en colaboración con María Luisa Lobo y Zoila Lapique; Arquitectura de la casa cubana, en colaboración con varios autores; Por la conservación de nuestro patrimonio cultural y natural, Trinidad de Cuba, ciudad, plazas, casas y valle, y Arquitectura de la casa cubana, colonia y eclecticismo, en colaboración con colectivo de autores. Con fotografía de Julio Larramendi ha publicado
Profesora adjunta de la Facultad de Construcciones de la Universidad Central de Las Villas, es conferencista invitada del habanero Colegio Universitario San Gerónimo, y profesora de la Maestría en Estudios Históricos Regionales y Locales del Instituto de Historia de Cuba y de la Maestría sobre Historia de la Arquitectura y del Urbanismo Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Tucumán, Argentina. Ha ofrecido cursos, conferencias y clases en centros y universidades de Hispanoamérica, Estados Unidos y España. Ha sido asesora para la conservación de Centros Históricos en ciudades latinoamericanas y cubanas, y participado en numerosos eventos nacionales e internacionales. En 1995 la John Simon Guggenheim Memorial Foundation le concedió una beca para estudiar la casa de filiación hispánica en el Caribe, y fue Guest Scholar del Getty Conservation Institute de Los Ángeles (2003), con la finalidad de ampliar los estudios bibliográficos sobre este tema. Es miembro del Comité Cubano de ICOMOS, de la UNEAC, de la Comisión Nacional de Monumentos, de la Cátedra de Arquitectura Vernácula Gonzalo de Cárdenas y Miembro Correspondiente de la Academia de Historia de Cuba. Le han sido conferidas las medallas XX Aniversario de la Academia de Ciencias de Cuba y XX Aniversario de la Universidad de Matanzas; la Medalla al Mérito de la Universidad Tadeo Lozano de Cartagena de Indias, la distinción Por la Cultura Nacional, el Premio Nacional de Investigación de la Academia de Ciencias de Cuba, el Premio de Publicaciones del Salón Nacional de Arquitectura 2008 y el Premio Único de las Artes otorgado por la Asamblea Municipal de Poder Popular de Trinidad; mereció el Reconocimiento a la Obra de Toda la Vida, del Comité Cubano del Consejo Internacional de Museos (ICOM), y el Premio Anual del CITMA de Matanzas. Fue nombrada Hija Adoptiva de Matanzas en 2007, y en 2012 la Asamblea Municipal del Poder Popular le entregó el Símbolo de la Ciudad.
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MARAVILLAS
Con especial agradecimiento a Corporaci贸n Financiera Habana, S.A. y al Banco popular de ahorro, por su apoyo a este proyecto
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MARAVILLAS
del patrimonio arquitectónico cubano Alicia García Santana F o t o g r af í a
Julio A. Larramendi
E D I C I O N E S P O LY M I TA ciudad de guatemal a , 2012
dirección editorial: Julio A. Larramendi edición: Silvana Garriga diseño: Pepe Nieto procesamiento digital: Paola Larramendi copyright:
© Alicia García Santana, 2012 © Julio A. Larramendi, 2012 sobre la presente edición:
© Ediciones Polymita, 2012 isbn: 978-9929-8078-4-6
Ediciones Polymita S.A. Ciudad de Guatemala, Guatemala edpolymita@gmail.com producido por: Sucar Caribe S.L. Madrid, España
Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, así como su trasmisión por cualquier medio o mediante cualquier soporte sin la autorización escrita de la editorial.
A la memoria de Fernando López Castañeda, maestro y amigo
A Zoila Lapique Becali, maestra, mentora y amiga
«…los lugares son más fuertes que las personas, el escenario más que el acontecimiento. Esa posibilidad de permanencia es lo único que hace al paisaje o a las cosas construidas superiores a las personas». Aldo Rossi: Autobiografía científica, 1981
SUMARIO 7 pRESENTACIÓN Eusebio Leal Spengler
133 trece
Plaza e iglesia de San Francisco
8
Introducción Alicia García Santana
145 catorce
Iglesia de Santa María del Rosario
A modo de prólogo Alberto Nicolini
154 quince
Plaza Vieja
165 dieciséis
Casa de la Obrapía
174 diecisiete
Plaza de Armas y palacio de los Capitanes Generales
184 dieciocho
Catedral de La Habana
195 diecinueve
Casa natal de Ignacio Agramonte
205 viente
Casa natal de José Martí
12
15 uno
Sitio arqueológico «Los Buchillones»
24 dos
Fuerte-morada del Adelantado Diego Velázquez de Cuéllar
32 tres
Castillo de los Tres Reyes del Morro
42 cuatro
Iglesia y Convento de Santa Clara
212 veintiuno
Casa natal de Carlos Manuel de Céspedes
53 cinco
Iglesia Parroquial Mayor de Sancti Spíritus
220 veintidós
Palacio Cantero
62 seis
Iglesia Parroquial de Remedios
230 veintitrés
Palacio Valle-Iznaga o de las Cien Puertas
72 siete
Trazado urbano de Matanzas
241 veinticuatro Palacio Aldama 250 veinticinco
Plaza Mayor
262 veintiséis
Casa O’Farrill
82 ocho
Casa de Gaspar Riberos de Vasconcelos
92 nueve
Casa de Teniente Rey y Aguiar
283 veintiocho
Farmacia Sarrá
102 diez
Calle San José
292 veintinueve
Casas de Madera
112 once
Casa de Santo Tomás 352 esquina a Trinidad
303 treinta
Casa Du Pont
123 doce
Castillo de Nuestra Señora de los Ángeles de Jagua
315
Bibliografía
272 veintisiete Obras de Daniel Dall’Aglio
PRESENTACIÓN
A
modo de epígrafe dedico estas líneas a una obra que promueve el conocimiento del patrimonio arquitectónico cubano, del cual, con certeza, se han escogido 30 maravillas. De tal suerte, quienes posean el volumen podrán tener una visión nítida de aquello que reconocemos como distintivo de identidad y cubanía en el legado construido por sucesivas generaciones. Con sumo tacto, Alicia García Santana ha seleccionado las perlas de un más amplio y conmovedor tesoro, en cuyo ámbito está contenido el espíritu y el ansia de trascendencia del pueblo cubano. Para alcanzar sus objetivos, encuentra la mano extendida de un artista que tiene el raro privilegio de traspasar con aguda mirada los muros pétreos, escuchar el canto de las criaturas del monte e imbricar arquitectura y paisaje en un diálogo fecundo. La dedicatoria es más bien consagración a dos personalidades con quienes he tenido el privilegio de interactuar en el ya largo decursar de mi propia vida: Zoila Lapique Becali —cuyo fraternal aprecio disfruto cotidianamente—, depositaria de una sabiduría que ha cultivado con la paciencia y el esmero del orfebre, y Fernando López Castañeda, a quien conocí en los días iniciales de mi bregar y cuyo recuerdo conservo, inspirado siempre en su pasión por nuestra arquitectura. Es mi recomendación última dejarse llevar de las manos de Alicia, maestra paciente y delicada, y de Julio, quien tiene el privilegio de mirar las cosas a través del prisma del tiempo.
Eusebio Leal Spengler La Habana, 3 de octubre de 2012
INTRODUCCIÓN
E
n la casa de los O’Farrill, de Madruga, destinada en la primera mitad del siglo xx a escuela pública, hice el kindergarten con una maestra inolvidable: Onelia Miguel. Con esta confesión quisiera enfatizar el hecho de que, en la selección de los monumentos y espacios que se incluyen en el presente libro, hay una gran carga subjetiva, pues han sido escogidos, sin traicionar el valor cultural que sin dudas poseen, por razones de identidad, de apego al espacio físico y espiritual que constituye el marco de nuestras vidas. Ese apego comienza por el inevitable vínculo con la «patria chica», que poco a poco se ha ido haciendo «grande» en virtud del reconocimiento de valores culturales en exponentes de cualquiera de los rincones del país y que sentimos nos pertenecen. Cuando utilizamos la palabra «maravilla» no aludimos a lo extraordinario, noción que puede esconderse tras ella, sino a lo extraordinariamente valioso a los efectos de nuestra definición cultural, de nuestro ser histórico. De esta suerte, maravillas son un modesto bohío y la espléndida catedral de La Habana; el excepcionalísimo fuerte-morada del adelantado Diego Velázquez en Santiago de Cuba y la sencilla residencia de campo de la familia O’Farrill en Madruga. Con los monumentos seleccionados hay un vínculo afectivo imposible de disimular. La escogencia no ha sido lo balanceada que hubiéramos deseado. Hay mucho de La Habana Vieja y eso merece una breve explicación: si se aspira ofrecer una visión diacrónica del proceso de consolidación de la arquitectura y el urbanismo en Cuba, no se puede evadir el altísimo significado de paradigmas que tienen los ejemplos habaneros. Tal vez en trabajos futuros nos libremos de lo que hemos creído una inevitable necesidad, y 8
brindemos merecida atención a valiosos edificios y espacios del resto del país. Otro límite de la selección ha sido cronológico. En un principio nos propusimos incluir edificios del siglo xx, al menos de las primeras décadas, pero razones de espacio lo impidieron. Es deuda también. El único caso de la pasada centuria es un ejemplo del neocolonial, expuesto con la intención de darle cierre a un período histórico, marcar la apertura a otro y alertar de que lo tradicional constituye una fuente permanente de inspiración para la arquitectura contemporánea. Por último, hubo un obvio tope cuantitativo: solo treinta de las muchas «maravillas» posibles. Un texto del arquitecto Alberto Nicolini, autoridad hispanoamericana en la materia, hace las veces de prólogo, y en él analiza los fundamentos científicos de la valoración del patrimonio arquitectónico y urbano. Queremos expresarle nuestro profundo agradecimiento por enriquecer este libro más allá de sus propósitos, con una reflexión antológica sobre el tema. Muchos de los edificios estudiados han llegado a nuestros días gracias a la labor de restauración realizada en La Habana Vieja bajo la dirección de Eusebio Leal Spengler, a quien tributamos permanente admiración y gratitud por una obra que ha posibilitado la pervivencia de importantísimos exponentes de la cultura cubana. Del resto del país hemos seleccionado monumentos y sitios en los que también se reconoce la devoción y esfuerzos de numerosos colegas; si bien resulta imposible relacionarlos a todos, creemos imprescindible mencionar a Alejandro Hartmann (Baracoa), Omar López (Santiago de Cuba), Lourdes Carbonell (Bayamo), José Rodríguez Banera y Lourdes Gómez Consuegra (Camagüey), María Antonieta Jiménez Margo-
lles (Sancti Spíritus), Teresita Angelbello y Víctor Echenagusía (Trinidad), Reinaldo Mendoza (Remedios), Irán Millán (Cienfuegos), Ramón Recondo y Ercilio Vento (Matanzas) y Adrián García Lebroc (Ciego de Ávila). También agradecemos a los mencionados las facilidades brindadas para la toma de fotos y búsqueda de datos sobre las ciudades bajo sus cuidados. En los planos que ilustran los edificios analizados, en su mayoría tomados del fondo del Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología (CENCREM), y cuya autoría se indica, se podrá constatar el aporte de numerosos profesionales de todo el país al estudio y conservación de nuestro patrimonio arquitectónico. Por necesidad de otorgarles unidad de formato, fueron elaboradas versiones que estuvieron a cargo del arquitecto David Moscoso García, cuya contribución reconocemos. Como en otras ocasiones, este libro es el resultado del trabajo conjunto con Julio Larramendi, a cargo de las fotos, y José Nieto, del diseño. Hace años tuve el privilegio de ser parte del equipo que formamos en Trinidad con Teresita Angelbello y Víctor Echenagusía, experiencia que creí irrepetible. La vida me ha concedido la oportunidad de modificar esa convicción, al permitirme una armónica integración con Larramendi y Nieto, cuyos aportes, bajo el liderazgo del primero, van mucho más allá de sus respectivas especialidades. Mi tributo de admiración y profundo respeto hacia ambos, por la oportunidad única de trabajar con tan relevantes profesionales. En esta ocasión hemos contado con Silvana Garriga en la edición de los textos, lo que ha sido, además de un placer, un honor, por lo riguroso de su labor. Es obligado mencionar la contribución y facilidades brindadas por los especialistas del Archivo Nacional de Cuba, en
particular Jorge Macle, jefe del departamento de Mapas y Planos; de los departamentos de Arte y Colección Cubana de la Biblioteca Nacional José Martí, del Museo Nacional de Bellas Artes, del archivo y biblioteca de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, del Archivo Histórico de Trinidad, del Archivo Histórico de Matanzas, y los del Centro de Información del CENCREM, a quienes debemos el arduo trabajo de copia de planos, en el que participaron Roxana Fragoso, Estela Coffiñy y Daniela Díaz. Igualmente nuestro agradecimiento a los que nos permitieron estudiar y fotografiar los monumentos incluidos: directores y especialistas de museos y de patrimonio, directores de entidades públicas, autoridades eclesiásticas y propietarios de viviendas. A la delegada del CITMA de Matanzas, Marysol Gil Gil, y a todos los colegas de esa entidad, reitero las gracias por el respaldo y la confianza. Pareja gratitud para Juan Antonio Martín e Íñigo Arnaiz, directivos de la Corporación Financiera Habana, por la publicación de este libro y por su interés en dar a conocer los valores del patrimonio cubano. Por los mismos motivos, a la Corporación Financiera Habana y al Banco Popular de Ahorro. Por último, es justo reconocer el importante papel de nuestras familias en el desempeño de este y otros esfuerzos. El libro está dedicado a dos grandes figuras de la cultura cubana: Fernando López Castañeda y Zoila Lapique Becali, en expresión de deuda permanente por la desinteresada orientación y el pertinente consejo; por ser ambos ejemplo e inspiración. Alicia García Santana Madruga, 20 de julio de 2012 9
prólogo LOS JUICIOS DE VALOR EN LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA 1. Las diferentes actividades desde las que se valora la arquitectura La valoración de los resultados de las acciones del proyecto o de la construcción de la arquitectura se ha venido realizando desde las disciplinas Historia y Teoría de la Arquitectura, como también desde la práctica de la crítica periodística, la docencia universitaria y los inventarios del patrimonio. A pesar de las diferentes finalidades de estas distintas perspectivas, en todos los casos la actividad reflexiva se ha visto en la necesidad de emitir juicios de valor, ha debido pronunciarse discriminando en la producción arquitectónica «lo valioso» y «lo no valioso». Los historiadores de la arquitectura han ido seleccionando en lenta decantación a través del tiempo un conjunto de obras acerca del cual han creído útil ejercitar la descripción y el análisis y, a veces, arriesgar el juicio crítico. Una evidencia de esa decantación la tenemos en la revaloración sucesiva de los períodos «malditos», aquellos que aún hoy se identifican por medio de adjetivos que en su origen fueron peyorativos como gótico, barroco y manierista. Hasta puede medirse el ajuste progresivo de la valoración; un ejemplo: Sir Banister Fletcher, en la decimocuarta edición de 1948 de su libro, dedicaba noventa veces más palabras al Partenón que a San Carlo alle Quattro Fontane; en la edición de 1961, la relación fue de doce a uno.1 La Teoría de la Arquitectura ha utilizado el repertorio de la Historia de la Arquitectura para proponer paradigmas, seleccionando elementos de arquitectura, composiciones y tipologías estilísticas, utilitarias y constructivas. Sus juicios de valor derivaron en recomendaciones operativas para las decisiones de diseño. El deber ser, la norma fijada por la teoría estableció las pautas para el hacer. Por otra parte, la crítica periodística especializada y la docencia universitaria han enfrentado la urgente tarea de evaluar con escasa perspectiva temporal la producción de sus contemporáneos. Finalmente, los conservadores del patrimonio construido han elaborado multitud de registros o inventarios en los que han debido establecer prioridades valorativas con consecuencias prácticas y legales. 2. ¿Por qué cierta arquitectura es valiosa? La reflexión sobre la arquitectura ha intentado constituirse en saber arquitectónico y, gracias a ello, situarse entre las ciencias nomotéticas —las que buscan leyes, pretenden generalizaciones—, emergiendo así de las disciplinas idiográficas, que se ocupan, de manera empírica, del contenido individual de los fenómenos. Sin embargo, del panorama de la tarea crítica que hemos resumido, se constata que en casi la totalidad de las situaciones, si bien podemos señalar qué edificios se consideraron más valiosos, no podemos precisar tan rápidamente por qué los consideraron más valiosos; no resulta sencillo deducir
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los criterios de valoración usados, puesto que tales criterios no fueron explicitados de manera inequívoca y, en la mayor parte de los casos, no lo fueron de ninguna manera. Y de esta carencia no se excluyen las más recientes obras o ensayos de los más conspicuos historiadores de la arquitectura.2 Una situación extrema puede verificarse —fuera de nuestro tema— consultando los principales documentos internacionales sobre protección del patrimonio arquitectónico o urbanístico: en todos se da por supuesto que el sitio o monumento ya ha sido valorado, y las preocupaciones esenciales de los redactores han apuntado a las tareas técnicas o a los mecanismos legales para protegerlos. Es cierto que también es posible rescatar algunos autores que han explicitado los valores según los cuales analizan a la arquitectura en general, como Broadbent en 1972,3 o Gómez Crespo, que en 1983 define valores patrimoniales para la ciudad de Mar del Plata en Argentina.4 3. Por qué se ha juzgado valiosa cierta arquitectura nacional argentina Hoy podemos, retrospectivamente, descifrar con cierto grado de claridad cuáles fueron los criterios críticos de la historiografía nacional argentina. Así, resultan evidentes las preferencias por el «colonial» que guiaron, en la década del ’20, a los primeros historiadores, tanto a los extranjeros —Kronfuss fascinado por su descubrimiento de la arquitectura colonial—, como a los nativos —Noel y Guido embanderados en el Movimiento de la Restauración Nacionalista. A las décadas «sin historia», herederas de la iconoclastia del Movimiento Moderno, les sucedió la del ’60; por entonces se produjo una novedad en la crítica: el arquitecto Mario J. Buschiazzo preparó, para la Academia N acional de la Historia, su capítulo sobre la arquitectura argentina entre 1810 y 1930, publicado en 1966. Significativamente, en ese mismo año Martini y Peña publicaron su primer tomo de La ornamentación en la arquitectura de Buenos Aires y en el año siguiente el segundo tomo. Completaron el cambio Ortiz, Mantero, Gutiérrez, Levaggi y De Paula, de quienes en 1968 apareció La arquitectura del Liberalismo en la Argentina. A partir de entonces comenzó la revaloración de la arquitectura del siglo xix y, con ello, el divortium aquarum de la crítica. Treinta años después, en Hispanoamérica ha sido aceptada una ampliación del campo de lo valioso: hoy ya no creemos que algún período histórico en su conjunto, ni programa arquitectónico en su globalidad, puedan ser considerados disvaliosos; también pensamos que a la valoración de los edificios aislados debe sumarse e integrarse la de los espacios urbanos en sus diferentes escalas. Como consecuencia, las decisiones críticas se han dificultado ante un campo posible de lo valioso que se ha ampliado enormemente; de ahí que se haya vuelto urgente la necesidad de echar un poco de luz en estas cuestiones de cómo valorar. El pensamiento actual sobre el particular ha explicitado una serie de problemas pendientes que intentaremos comentar someramente.
4. Sobre las escalas y las jerarquías de valores Los juicios de valor significan preferencias, asignan cargas positivas o negativas a los bienes que, de esa manera, quedan ordenados a través de una escala de valores. Además, se han establecido jerarquías entre los distintos tipos de valores, y otorgado a algunos de ellos mayor relevancia.5 En nuestra disciplina, bien conocido es el caso del equilibrio jerárquico vitrubiano entre utilitas, firmitas y venustas, y el desequilibrio que —según Robert Venturi— habría postulado «Gropius (o quizá sólo sus discípulos)»6 en perjuicio de la venustas. Una interesante discriminación entre las características de las tres virtudes vitrubianas se puede encontrar en Quaroni, cuando afirma que «…la venustas no se comporta exactamente como las otras dos componentes que son más analizables en sí mismas» y agrega que «…la posibilidad de autonomía para el juicio sobre la utilitas y la firmitas debe tomarse a beneficio de inventario ya que ambas están destinadas durante la manipulación proyectual a perder las connotaciones autónomas que tenían en la fase inicial».7 5. Sobre la autonomía de la obra de arquitectura como obra de arte Las tres condiciones principales para el reconocimiento de un hacer artístico específico son las siguientes: En primer término, es indispensable que el arte llegue a ser valorado y justificado positivamente en sí mismo, y no con respecto a otro fin. En otras palabras, que no sea entendido como una producción de cosas, cuyo destino consiste en servir a un fin ulterior, y así sucesivamente, de tal manera que todas las actividades productivas queden sometidas a una jerarquía que las inferioriza, porque no les ofrece un acceso a un valor propio superior. Se necesita la justificación del arte como una producción de «valores autónomos», rigurosos, centrados en sí mismos.8
Esta definición de Ricoeur plantea una dificultad para la arquitectura como arte útil, puesto que si es útil «sirve» para otra cosa, para un fin fuera de sí mismo. «…la arquitectura le plantea un problema inmediato a la teoría filosófica general del interés estético. Por sus cualidades impersonales y al mismo tiempo funcionales, la arquitectura ocupa un lugar aparte entre las artes y parece exigir unas actitudes bastante peculiares no sólo para crearla, sino también para disfrutar de ella».9 De esta manera, la autonomía de la obra de arte que es la arquitectura quedaría cuestionada, al menos parcialmente. Salvo que se afirme que la arquitectura, precisamente como arte útil, alcanza su máximo valor cuando es capaz de satisfacer, a la vez, a la valoración artística, a la finalidad utilitaria y a la óptima resolución técnica; en definitiva, al trípode vitrubiano. 6. Descripción de un proceso valorativo Toda valoración se inicia en el momento del descubrimiento, de la percepción que se tiene de la calidad del bien al fijar la atención en él por primera vez. Pero para llegar a explicitar la valoración y verificar la intuición primera, se hace necesario realizar previamente un prolijo análisis que enumere todos los datos posibles de la obra y de su contexto. El análisis tiene como finalidad inmediata lograr una experiencia profunda de la obra y realizar un diagnóstico que describa el conjunto de
esos datos como una estructura significativa, estableciendo las relaciones necesarias entre ellos, para lograr la máxima comprensión de la obra como un todo. En rigor, tanto en el análisis como en el diagnóstico, aunque no nos lo propongamos, se deslizarán inevitablemente selecciones de datos y esquemas de comprensión que implicarán decisiones selectivas, esto es, valorativas. El paso final de la valoración destacará aquellos aspectos relevantes en sí, para mí y en mi sociedad hoy. Aquí el experto, poniendo en juego toda su madura experiencia y su conocimiento de la historia y de la teoría de la arquitectura y aun sus afectos, ejercitará su intuición y descubrirá los valores esenciales en un típico proceso de caja negra. Las informaciones provenientes del análisis y del diagnóstico previos constituyen las cajas transparentes que, junto con la experiencia del especialista en el interior de la caja negra, le otorgan la máxima seguridad de decisión que es posible en este campo, el campo de los valores, en el que es dable mostrar pero no demostrar. 7. La valoración por el experto y por el pueblo El experto posee su conocimiento científico, su experiencia comparativa, su capacidad de análisis cuidadoso, su ajenidad a la propiedad y al uso (no es necesariamente un «usuario») del patrimonio, y su neutralidad afectiva. El pueblo, en cambio, aporta su convivencia con el objeto por valorar, su implicación afectiva, su consustanciación cultural con el patrimonio, su pertenencia a él y su carácter de usuario pasado, presente y futuro. Los perfiles antagónicos de los dos actores fundamentales son necesarios, complementarios, pero ninguno suficiente. Un clásico caso es el del trabajo de Kevin Lynch sobre Boston, apoyado con el método de la encuesta a los usuarios. Así determinó nodos, mojones, bordes y barrios, integrando función y forma urbana en la percepción, la experiencia y la ¿valoración?10 8. La complejidad creciente del problema La complejidad del problema se ha venido acrecentando históricamente al haber aumentado en forma constante los aspectos para tener en cuenta y los criterios en los que se han fundamentado los juicios. Los datos relevantes en los que se sustenta el juicio de valor sobre la arquitectura han venido enriqueciéndose desde Winckelmann hasta hoy. Las tres vertientes del análisis clásico, originadas en el equilibrio vitrubiano entre utilitas-firmitas-venustas, han sido ampliadas, en particular por los aportes de la crítica contemporánea. Así, han aparecido el énfasis en la función, la preocupación por el espacio interior, las cuestiones relativas al significado, la relación con el «medio» cultural, la valoración realizada por los usuarios, la inserción en el contexto urbano, etcétera. La valoración es acumulativa y la complejidad creciente; se manifiesta un progreso general sobre las culturas más antiguas debido al número inmenso de valores integrados a nuestra cultura pluralista planetaria.11 Además, esta es una situación deseable puesto que «...si vamos a ver el análisis del objeto del interés arquitectónico como un medio de esclarecer la naturaleza de la apreciación, tendremos que considerar el objeto únicamente bajo la descripción más amplia que pueda darse de él».12
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9. Si los valores dependen del juicio subjetivo… Por otro lado, es obvio que caben interpretaciones diferentes de la misma obra; estas transmiten la misma obra, pero son diferentes.13 Una primera hipótesis afirmaría la relatividad de los valores dada su no existencia objetiva. Si los valores fuesen relativos en el tiempo y en el espacio y, en el mejor de los casos, compartidos solo por algunas personas que tuviesen en común una misma escala y una misma jerarquía de valores asumidos previamente, entonces los juicios de valor serían solo materia opinable; en el extremo, cada juicio equivaldría a la mera afirmación de un solo individuo y equivalente a no más que: «esta obra me gusta». Sin duda, nuestra época se caracteriza por un aceptado pluralismo ideológico y, por lo tanto, es natural que exista un muy amplio espectro de opiniones sobre lo que ha de ser la arquitectura. Por ejemplo: de un reportaje colectivo realizado por el diario Clarín de Buenos Aires en 1993 a cuarenta arquitectos, citaremos tres opiniones. Jorge Peralta Urquiza, definía: Una circunferencia inscripta en un cuadrado, la trama invisible de un tejido que genera estructura, la intersección de dos planos oblicuos conformando un paisaje geométrico y abstracto, el diseño de una Función que se desliza con velocidad de vaselina entre la Forma. El laser de la imaginación —en fracción de segundos— corta y suelda estructuras, interpone planos transparentes u opacos; todo esto en el límite finito del tablero, o en la servilleta de un bar o croquizando a pie de obra. Difícil es explicar el enorme placer intelectual de proyectar y construir… Pocos comprenden lo que significa ser arquitecto.
En ese mismo reportaje, Juan Carlos López afirmaba que «Nuestros valores están entrando en la balanza profesional tales como la rapidez de la respuesta, el conocimiento integral del mercado, la economía operativa de un edificio y su valorización como “producto” que se vende...». Finalmente, Rodolfo Sorondo sostenía: «…la arquitectura es la creación de espacios para uso de la gente, en función social y en un marco de significado cultural».14 10. Si los valores tienen existencia objetiva… Y sin embargo, hablar de valores o afirmar que «esta obra es valiosa» es una aseveración que pretende validez universal y permanencia en el tiempo dando por supuesto que es compartida. Por ello, intentamos una segunda hipótesis respecto al problema de los orígenes partiendo del supuesto de que los valores no se crean o se inventan, sino que se descubren del mismo modo que las verdades científicas y, como ellas, tienen existencia objetiva aunque no sean percibidos como existentes hasta que una época los descubre y difunde.15 Si esto ocurre y la difusión llega a ser suficientemente amplia y persistente en el tiempo, logrará suficiente consenso y, como consecuencia, los valores de un bien, de un objeto o de una obra no desaparecerán más y se incorporarán definitivamente al patrimonio de una cultura o de la humanidad toda. Pero los valores, a diferencia de las verdades científicas, no son demostrables; lo más que puede hacerse con ellos para difundirlos una vez que han sido descubiertos, es des-velarlos, mostrarlos, enunciándolos y proclamando e iluminando su existen-
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cia. Si bien admitimos un carácter objetivo en los valores, también es cierto que pueden permanecer no percibidos como existentes a menos que alguien los descubra, en cuyo caso esos valores serán —sin duda— proclamados y difundidos por el descubridor, y el éxito de esta difusión se verificará con su incorporación al patrimonio de una cultura o, mejor aún, al de la humanidad toda. Habrán llegado así a ser valores para todos nosotros, habrán obtenido consenso en cuanto a su valor. Y como «todo valor entraña un “debería”», de aquí se deriva el «carácter normativo del valor»,16 cuestión palmariamente demostrada en el caso de la valoración del arte clásico, convertido luego en norma durante veinticinco siglos. 11. Sobre el consenso y sus caminos Los caminos por los que se ha obtenido el consenso han sido diversos: ha habido obras que resultaron exitosas apenas fueron creadas y luego mantuvieron su valoración de manera constante —o al menos latente—, a pesar de que avatares en el transcurso de los siglos hicieron difícil o imposible hasta el acceso a ellas, como los templos clásicos de Grecia. Otras, reconocidas en su tiempo, fueron consideradas por la crítica posterior bárbaras, primitivas —como las iglesias góticas— o decadentes —como las obras barrocas—, y fue menester un polémico proceso reivindicativo para que alcanzaran la revaloración. Hubo, finalmente, obras de «vanguardia» que, incomprendidas por sus contemporáneos —como la pintura impresionista—, solo la crítica de las generaciones siguientes las valoró por vez primera. El tiempo, el transcurrir de un cierto tiempo hasta obtener el consenso parece haber sido la clave de la validez definitiva de los juicios de valor. Hace treinta años se sostenía que el Movimiento Moderno era la perfección por fin alcanzada y el Historicismo de fines del siglo xix la abominación suprema; hace cincuenta años, los «manieristas» eran tenidos por meros copistas mediocres de los maestros renacentistas; a fines del siglo xix, el «barroco» aún era una tergiversación bizarra del arte clásico, y a fines del xviii, los templos de Paestum se calificaban como «primitivos» o «arcaicos» y el «gótico» era la arquitectura de los bárbaros que habían asolado Roma. En el caso de la valoración del gótico, resulta sorprendente la coincidencia de la opinión de un coetáneo con la de la crítica actual; Villard d’ Honnecourt se admiraba frente a tres trozos de las catedrales francesas del siglo xiii que hoy seguimos considerando memorables: las torres gemelas de Laon, el rosetón oeste de Chartres y las ventanas de tracería del deambulatorio de Reims.17 En la historia de los procesos de análisis y valoración se ha evidenciado que el consenso se logra después de un lapso mayor o menor durante el cual la apreciación del experto se confronta con la de otros especialistas y aun con la de los usuarios no expertos. De dicha confrontación emerge más o menos matizada, más o menos recortada o más o menos complementada. Para Giedion, la Ville Savoye era un paradigma de racionalismo; para Venturi, es compleja y contradictoria. 12. Los descubridores como reivindicadores En los casos de las épocas oscurecidas por la crítica posterior, fue necesario que apareciera un descubridor, un iluminado que con fuerza
profética anunciara la buena nueva de lo recién hallado. Son conocidos —pero no suficientemente destacados— los «descubridores críticos» como Pugin respecto del gótico, Wölfflin y su reivindicación del barroco, Noel y Guido y el colonial hispanoamericano, Zevi y la arquitectura orgánica, Jencks y Portoghesi, promotores de la arquitectura postmoderna, todos ellos «mostradores» polémicos y apologéticos de la particular parcela temporal de la creación arquitectónica de la que se enamoraron y lograron revalorizar. 13. Conclusiones 1. La valoración cambia con el paso del tiempo y se ha enriquecido con nuevos aspectos para considerar, nuevas perspectivas y nuevos juicios críticos. Puede afirmarse que la acumulación crítica ha resultado en un afinamiento de los juicios de valor y una mayor capacidad de aspirar a la universalidad. 2. Las cualidades clásicas vitrubianas han sido ampliadas —entre otros aportes contemporáneos— por el énfasis en la función, la preocupación por el espacio interior, las cuestiones relativas al significado, la relación con el «medio» cultural, la valoración realizada por los usuarios, la inserción en el contexto urbano, etcétera. 3. Establecer niveles en la escala de valores sigue siendo problemático hoy a pesar de nuestra larga experiencia, la que nos ha permitido un evidente progreso. Más complicado aún resulta intentar ordenar de manera jerárquica los distintos tipos de valores. 4. La valoración negativa de algunas etapas de la arquitectura —gótico, manierismo, barroco, colonial, eclecticismo— oscurecidas habitualmente por los críticos de las vanguardias de la generación siguiente, dejó paso luego a valoraciones positivas: no existen las épocas disvaliosas. 5. Los procesos de «descubrimiento» de las obras o los períodos valiosos se han acumulado, incluyendo cada vez más parcelas de la historia de la creación arquitectónica. 6. El papel del crítico como «descubridor» de lo valioso ha resultado esencial para «mostrar» los valores. 7. El descubrimiento acerca de la existencia de nuevos valores se comunica, se difunde, se contagia, se generaliza y puede llegar a tener el peso de una norma, de un «deber ser». 8. La oscilación «negativo-positivo» en la valoración tiende a alcanzar un punto de equilibrio cuando, transcurrido el tiempo suficiente, se obtiene consenso. 9. La hipótesis sobre la validez universal de los juicios de valor y de su permanencia en el tiempo a partir del consenso es la única que nos permite intentar establecer ciertas pautas, caminos, indicaciones, métodos, etcétera para lograr, racionalmente, juicios de valor compartidos. De otra manera: si el juicio de valor fuese solo materia opinable, su relatividad sería absoluta y toda especulación inútil. 10. Parece evidente la necesidad, y también la posibilidad, de optimizar la situación, excesivamente empírica, con que en la actualidad elaboramos, emitimos, afirmamos y consagramos nuestros juicios de valor.
Si el papel del crítico ha sido históricamente el de «descubridor» que «muestra» los valores, Alicia García Santana nos «muestra» en este libro, con las habitualmente excelentes fotografías de Julio Larramendi, sus 30 «maravillas», así calificadas por ser extraordinariamente valiosas para el ser histórico cubano. La autora reafirma valores consensuados. Pero a 30 de ellos los «descubre», exaltándolos al nivel de maravillas, aunque lo haga —como ella misma dice— con una gran carga subjetiva, con un vínculo afectivo imposible de disimular. Y no hay por qué disimular: todos los descubridores históricos fueron radicalmente polémicos, profetizaron su revelación crítica desde su subjetividad y abrieron el debate… A su tiempo, el consenso estuvo de su parte. Arq. Alberto Nicolini Profesor Consulto Universidad Nacional de Tucumán
N o ta s 1 Sir Banister Fletcher: A History of the Architecture on the Comparative
Method, Batsford, London, 1948.
2 William J. R. Curtis: Modern Architecture since 1900, Phaidon Press
Limited, Third edition, London, 1996.
3 Geoffrey Broadbent: «Las estructuras profundas de la arquitectura»,
en Simposio de Castelldefels, Barcelona, 1972. El autor enumera: el edificio como contenedor de actividades humanas, como modificador del clima dado, como símbolo cultural, como consumidor de recursos.
4 Raúl A. Gómez Crespo y Julio A. Vita: Patrimonio arquitectónico
marplatense, Ediciones Arx, Mar del Plata, 1983. Los autores enumeran: valor histórico, simbólico, estético, didáctico, paisajístico, de agrupamiento, visual, de rareza, económico, estado de conservación y grado de riesgo.
5 Max Scheler: El formalismo en la ética y la ética material de los valores,
Revista de Occidente, Madrid, 1941.
6 Robert Venturi, Steven Izenour y Denise Scott Brown: Aprendiendo de
Las Vegas, G. Gili, Barcelona, 1978, p. 166 y fig. 118.
7 Ludovico Quaroni: Proyectar un edificio, ocho lecciones de arquitectura,
Xarait Ediciones S. A., Madrid, 1980, p. 191.
8 Luis Juan Guerrero: Estética operatoria en sus tres direcciones.
II Creación y ejecución de la obra de arte, Losada, Buenos Aires, 1956, pp. 13-14.
9 Roger Scruton: La estética de la arquitectura, Alianza Forma, Madrid,
1979, p. 14.
10 Kevin Lynch: The Image of the City, MIT Press, Cambridge MA, 1960. 11 Raymond Ruyer: La filosofía del valor, F.C.E., México, 1969, pp. 23-25. 12 Roger Scruton: Ob. cit., p. 13. 13 Alfonso López Quintás: Estética de la creatividad, Ediciones Cátedra,
Madrid, 1977, p. 133.
14 Ana de Brea y Marta Graciela Falco, productoras: «La fiesta de los
arquitectos», Clarín Arquitectura, Buenos Aires, 26 de junio de 1993, pp. 2-3.
15 Manuel García Morente: Lecciones preliminares de filosofía,
Universidad Nacional de Tucumán, 1938, pp. 373-378.
16 Raymond Ruyer: Ob. cit, p. 57. 17 Roland Bechmann: Villard de Honnecourt. La pensée technique au
xiiie siècle et sa communication, Picard Éditeur, Paris, 1991.
13
uno
SITIO ARQUEOLÓGICO LOS BUCHILLONES PUNTA ALEGRE, CIEGO DE ÁVILA …en la dicha isla Española, que antes se llamaba Haití, y así la llaman los habitantes de ella; y aquella y las otras Islas las llamaban Bohío. Fray Ramón Pané: Relación acerca de las antigüedades de los indios, 1498
L
as investigaciones de campo realizadas en el sitio arqueológico Los Buchillones (ILUS. 1.1), iniciadas en 1983 y aún en curso —dirigidas por los arqueólogos Juan Jardines Macías y Jorge Calvera Rosés, con la colaboración de científicos canadienses—, han puesto al descubierto importantes evidencias de construcciones circulares semejantes a las viviendas descritas por los cronistas de Indias (ILUS. 1.2) , disposición que coincide con la que en la actualidad es utilizada en territorios venezolanos y colombianos por descendientes de los arahuacos, cultura a la que se considera pertenecieron los pobladores de la aldea taína de Los Buchillones. Según los fechados de Carbono 14 a las piezas sometidas a examen, la ocupación del sitio se prolongó desde 1220 d. C., aproximadamente, hasta el período histórico del contacto indo-hispánico (ILUS. 1.3 a 1.10) .1
1.1. Sitio arqueológico Los Buchillones, Punta Alegre, Ciego de Ávila
1.2. Reconstrucción de viviendascaneyes de Los Buchillones, tomada de: Juan Jardines Macías y Jorge Calvera Rosés: «Estructuras de viviendas aborígenes en Los Buchillones», pp. 44-52
1.3 a 1.10. Evidencias arqueológicas procedentes del sitio Los Buchillones
Estas evidencias vienen a ratificar las encontradas en la década del 70 del siglo pasado en el sitio El Convento, cercano al río Arimao, provincia de Cienfuegos, como resultado de las excavaciones realizadas bajo la dirección del arqueólogo Alfredo Rankin Santander, también coincidentes con el patrón cultural taíno de viviendas circulares o elípticas. En El Convento se localizaron nueve montículos que corresponden, al parecer, a igual número de viviendas ordenadas en forma de herradura.2 La certidumbre de la naturaleza circular de este tipo de viviendas motivó al arqueólogo José Guarch a la reconstrucción de un sitio de habitación taíno (Ilus. 1.11) integrado por construcciones dispuestas de este modo, en la proximidad de los hallazgos funerarios del sitio Chorro de Maita, en Holguín. Sobre la forma de las aldeas aborígenes en las islas de las Antillas, Bartolomé de las Casas afirmó: «En esta isla Española y en la de Cuba y en la de Sant Juan y Jamaica y las de los Lucayos había infinitos pueblos, juntas las casas, y de muchos vecinos juntos de diversos linajes […]».3 Y más adelante añadió: Los pueblos destas islas no los tenían ordenados por sus calles, mas de que la casa del rey ó señor del pueblo estaba en el mejor lugar y asiento, y ante la casa real estaba en todos una plaza grande más barrida y más llana, más luenga que cuadrada, que llamaban en lengua destas islas batey […] que quiere decir el juego de la pelota […]. También había casas cercanas de la dicha plaza, y si era el pueblo muy grande, había otras plazas ó juegos de pelota menores que la principal. […].4
En cuanto a la forma de las viviendas, Gonzalo Fernández de Oviedo fue quien nos dejó la más completa descripción: Vivían los indios […] en las costas ó riberas de los ríos ó cerca de la mar ó en asientos que mas les agradaban […] assi en lugares altos, como en los llanos ó en valles é florestas […] é junto á sus lugares tenían sus labranças é conucos (que assi llaman a sus heredamientos) de maizales é yuca, é arboledas de fructales. […]. …las casas en que moraban […] llaman buhio en estas islas todas [que quiere decir casa ó morada] […] son en una de dos maneras […]. Hincaban muchos postes á la redonda de buena madera, y de la groseza [cada uno] conviniente, y en circuyto á quatro ó cinco passos el un poste del otro, ó en el espacio que querían que oviesse de poste á poste: é sobre ellos, depues de hincados en tierra, por ençima de las cabeças, en lo alto pónenles sus soleras, é sobre aquellas ponen en torno la varaçon […]
1.11. Aldea taína, Chorro de Maita, Holguín
las cabezas ó grueso de las varas sobre las soleras que es dicho, é lo delgado para arriba, donde todas las puntas de las varas se juntan é resumen en punta, a manera de pabellón. E sobre las varas ponen de través canas […] é sobre aquesto cubren de paja delgada é luenga […] otros con hojas de palmas. En la baxo, en lugar de paredes desde la solera á tierra, de poste á poste, ponen canas hincadas en tierra, someras é tan juntas, como los dedos de la mano juntos; é una á par de otra hacen pared, é átanlas muy bien con bexucos […]. El buhio ó casa de tal manera fecho, llámasse caney.
17
Esta manera de casa ó caney (ILUS. 1.12) , para que sea fuerte é bien trabada la obra […] ha de tener en medio un poste ó mástel de la groseza que convenga, é que se fixe en tierra quatro ó cinco palmos hondo, é que alcançe hasta la punta ó capitel más alto del buhio; al qual se ha de atar todas las puntas de las varas. […]. Otras casas o buhios hacen assi mismo los indios, y con los mesnos materiales; pero son de otra façion y mejores en la vista, y de mas apossentos, é para los hombres más principales é caçiques; hechas á dos aguas y luengas (ILUS. 1.13) ,
como las de los chripstianos, é assi de postes é paredes de canas y maderas, como
esta dicho. […]. Los chripstianos hacen ya estas casas en la Tierra-Firme son sobrados é quartos altos é ventanas, porque como tienen clavaçon é hacen muy buenas talbas, y lo saben mejor edificar que los indios. […].5
1.12. Caney, copia del grabado de Venecia, del año 1562, por M. Gio Batista Ramvsio «Della navigatioi ni el Viaggi», tomado de: Félix Ramos y Duarte: «Diccionario Yucayo etimológico histórico e ilustrado con mil doscientos grabados de pueblos de indios, lugares indígenas de aborígenes antillanos célebres, mapas de la isla con sus cacicazgos, dibujos de objetos de alfarería de minerales, plantas, frutas i animales con sus colores naturales, sus nombres indios i clarificación científica etc.»
1.14 y 1.15. Dibujos idealizados de aldeas aborígenes cubanas, realizados por Félix Ramos y Duarte
Oviedo distingue claramente entre el caney, vivienda circular utilizada por la mayoría de los pobladores aborígenes, y las dispuestas en forma rectangular usadas por los jefes de las tribus y asumidas por los «cristianos», en tanto era la forma familiar a estos (ILUS. 1.14 y 1.15) . A ambos tipos los llama casas o bohíos, término que ha servido para identificar las viviendas vernáculas de la región construidas con materiales vegetales mantenidos por los españoles para las cubiertas, en las que también usaron las tejas, y modificadas en cuanto a los muros, donde rápidamente utilizaron tablas de madera, provenientes preferiblemente de las abundantes palmas de la región. 1.13. Babeque, tipo de choza Pero en los inicios la palabra bohío solo fue usada para tosca rústica definida por identificar las viviendas peculiares de los indios, hechas con Félix Ramos Duarte como de: materiales vegetales sin elaboración. Las de los españoles ‘dos puertas, una de entrada al frente i otra de salida en fueron llamadas casas de madera y guano, para cuya fabrila culata’, característica que cación se utilizaron instrumentos apropiados para el corte de han mantenido nuestros más antiguos «bohíos»
1.16. Conjunto las maderas, y clavos de hierro de bohíos de un para la sujeción de las tablas. poblado de la Los cronistas de Indias de los provincia de Pinar del Río a principios siglos xvi y xvii usan el término del siglo xx . Cortesía según la distinción aludida. de Juan de las En el caso de Cuba aparecen Cuevas Toraya referencias muy tempranas sobre el empleo de tablas de madera de palmas. En 1540 los procuradores de las villas cubanas argumentan ante el rey que a los encomenderos no les será posible cumplir la orden de fabricar casas de piedra, pues no tienen condiciones para ello, y la mayoría han hecho sus casas «…de madera y texa a fuer de las montañas y Vizcaya y cerradas de tablazón de palma, que es arto [sic] mejor y más seguras para el fuego que la tablazón con que cierran las casas en las montañas […]».6 La compartimentación de los espacios —noción de los europeos del siglo xvi desconocida por los aborígenes cubanos— puede constatarse en numerosos testimonios documentales, como la descripción de 1576 sobre una casa por construir: «…en el qual dicho solar tengo de hazer a mi costa una casa que tengo tapiada en el dicho solar, cubierta de guano y clauada toda la madera, con dos aposentos de tablas y dos ventanas y dos puertas, una para la calle y otras para el corral […]»,7 documento en extremo sugerente por hacer alusión a las tapias, los clavos para ensamblar las maderas, la cubierta de guano, las ventanas y las puertas correspondientes para la calle, al frente, y el corral, al fondo. Era, sin dudas, una vivienda de una sola crujía de factura similar a las de su tipo que hoy subsisten en el medio rural, pero a las que entonces se les identificaba como «casas de tabla y guano», no como bohíos, término exclusivamente usado para las viviendas «pajizas» de la población autóctona. Estas casas de madera y guano fueron predominantes en los primeros estadios de desarrollo de todas las poblaciones de la Isla (ILUS. 1.16 y 1.17) y, en las más importantes, coexistieron por mucho tiempo con las fabricadas con materiales nobles. También fue muy común hacer sus paredes de embarrado, término castizo que identifica a los muros de tierra cruda amasada con elementos vegetales y sostenidos por un entramado adintelado de horconaduras y palos atravesados (ILUS. 1.18 y 1.19) . El embarrado —llamado bahareque en el norte de Sur América y quincha en el cono sur— ha sido vinculado a las tradiciones de fabricación prehispánicas, a pesar de que las cons-
1.17. Bohío de madera de palma, poblado San Pedro de Palmarejo, Valle de los Ingenios, Trinidad
1.18. Bohío de embarrado, poblado de San Pedro de Palmarejo, Valle de los Ingenios, Trinidad
trucciones con tierra se remontan a los orígenes de las civilizaciones y, por ende, fueron conocidas por todos los pueblos que participaron en nuestra historia. En Cuba, sin embargo, no se cuenta con reportes arqueológicos de la utilización de la tierra por nuestros aborígenes, pero es probable que dicha tradición haya sido trasmitida por los numerosos indios traídos desde las zonas continentales cercanas —desde Yucatán hasta el norte de Venezuela e islas de las Antillas— en condición de esclavos. En la documentación de la época se encuentran numerosas referencias sobre el traslado de indios cautivos de una tierra a otra. Una particularmente clara es la ofrecida por Hernán Cortés en la primera carta de relación enviada a la reina Juana y su hijo Carlos, firmada el 10 de julio de 1519 en la Villa Rica de Veracruz, en la que da cuenta de «…como es costumbre en esta islas que en nombre de vuestras majestades están pobladas de españoles, de ir por indios á las islas que no están pobladas de españoles, para se servir dellos […]».8 La vivienda de madera o embarrado con techos de guano se utilizó tanto en las ciudades como en el campo. Su presencia en el medio rural fue incrementándose lentamente en la medida en que se transformaban las formas de apropiación territorial extensiva de los primeros siglos a la de los minifundios agrícolas, entre los que sobresalen las vegas y molinos de tabaco, fomentados desde tiempos inmemoriales en las cercanías de los ríos. Este tipo de vivienda fue convirtiéndose en la campesina por excelencia, aunque no se denominaría bohío hasta avanzado el siglo xix. Sus características y forma de construirse fueron descritas por Cirilo Villaverde —quien las llama «casas de campo»— en ese extraordinario testimonio antropológico que constituye su libro Excursión a Vueltabajo: Sobre un cuadrilongo perfecto que demarcan cuatro durmientes por lo regular de yaba y en bruto, levantan ocho horcones, lo mismo que para ahorrar muescas donde sostener las obras, buscan entre el monte aquellos palos cuya horqueta, supla en todo la mano de obra y el clavo. En pie los horcones y cruzadas las soleras, pasan a echar encima las vigas o tijeras, las varas, los cujes y cumbreras, todo lo cual sostienen y atan con bejucos, que llaman de tortuga o colorado; hasta que está a punto de recibir el guano o la cobija, para lo cual convidan a todos los vecinos, y acabada esta operación, la celebran con un lechón tostado o cosa semejante. Luego pasan a las comparticiones. Con dos durmientes más dividen el cuadrilongo en tres partes, de las cuales la del centro, que es cuadrada, compone la sala, y las de los lados los cuartos, o dormitorios. Después hay que aforrarlos. Para esto se valen de yaguas, del cuje, o la tea de la palma. Si de lo primero, la operación se reduce a dos días, y es lo que casi todos prefieren; si lo segundo, requiere barro además, y es más dilatada, por lo que pocos la practican; si lo tercero, se necesitan clavos, y es de lo que todos huyen. Pero de cualquier modo que sea el aforro, la casa no tiene otros resolladeros que las dos puertas exteriores, por lo común de yaguas, que atadas por arriba se abren horizontalmente, suspendiéndoles sobre una horqueta, que también sirve de 1.19. Bohío de embarrado, poblado de San Pedro de Palmarejo, Valle de los Ingenios, Trinidad
noche para atrancarlas por dentro. ¿Qué otra cosa hacían los indios? La única diferencia está, en que ellos le daban una forma cónica a sus chozas, y nuestros guajiros cuadrada.9
En relación con la vivienda de los esclavos, el propio Villaverde establece dos importantes distinciones. La primera era que los esclavos de las haciendas rurales —inclusive de los trapiches primitivos o de los pequeños ingenios del siglo xix con dotaciones poco numerosas— no tenían casa, sino que vivían anexos en la de los amos: Cuanto llevamos dicho es por lo que hace a la vivienda o posada de los dueños. Aquel lugar destinado para la cocina, granero, dormitorios de los esclavos, juntamente con los perros y los caballos, es muy distinto. Es una fábrica larga y angosta […], exenta y atravesada a la principal, por cuya razón ambos planos figuran una cruz perfecta. Y están unidas de tal manera, la culata
20
1.20. Vara en tierra
de una con el costado de la otra, que una misma canal, regularmente hecha de la mitad de una palma, recibe cuando llueve ambas goteras. Como todo el aparato de cocina se reduce a cuatro piedras o tres hojas de machete clavadas en el suelo, no cubren otra cosa, como para que el viento no se lleve la lumbre, que un tercio de dicha casa por la culata opuesta, y esto hasta la mitad de la altura de los horcones. Aquí, en este reducido y desabrigado cuartucho, sobre una tabla, o revueltos con la ceniza del fogón, duermen los domésticos y algunos perros; por los rincones las cazuelas, los pocos platos de madera y loza, la batea de lavar y las jícaras. En el promedio de la larga casa hay una escalera que conduce a la barbacoa, donde se encuentran el maíz y el arroz cosechados, cuyo ascenso guarda y defiende un perrazo que duerme al pie, día y noche, atado a su tramojo. […].10
La disposición en cruz era obligatoria para procurar el desagüe de las cubiertas, ya que una estructura y otra se encontraban yuxtapuestas. La precariedad del recinto descrito es evidente, así como su carácter polifuncional. La segunda consideración es que de tener los negros un habitáculo independiente, este habitualmente consistía en el llamado «bohío de vara en tierra» o de «vara en cuadro», choza pajiza muy elemental (ILUS.1.20 y 1.21) . El uso del «vara en tierra» ha pervivido para guardar los aperos de labranza y otros trastes e, inclusive, como refugio contra ciclones. Con el boom azucarero y cafetalero de fines del siglo xviii y primera mitad del xix, el campo cubano se pobló de plantaciones, estructuras complejas conformadas por las instalaciones fabriles y de vivienda de amos, administradores y esclavos. Las de los amos fueron abandonando el modesto aspecto anterior para transformarse, en ocasiones, en lujosas residencias; las de los administradores asumieron las formas de las casas de campo tradicionales que, según casos, podrían contar con paredes de madera, de embarrado y aun de mampostería y techos de guano o tejas.
1.21. Campesino levantando un vara en tierra
21
Las viviendas de los esclavos dejaron de ser «varas en tierra» y fueron también de madera, embarrado y aun mampostería, con lo que el término bohío modificó su contenido semántico. Ya no estaba restringido a su primera acepción de vivienda pajiza de los indios, o a la segunda de vivienda pajiza de los negros, sino a vivienda de los negros (ILUS. 1.22) . Muchos documentos expresan que las dotaciones vivían en rancherías configuradas por determinado número de bohíos e inclusive se habla de barracones integrados por bohíos (ILUS. 1.23) , en cuyo caso la palabra barracón alude al conjunto constructivo donde moran los esclavos, noción que es la base de la definición que Esteban Pichardo ofrece de dicha palabra: Cabaña o casa rústica unida con otras, o una sola grande con divisiones, donde se depositaban los Negros recién llegados de África para realizar sus primeras ventas. 1.22. «Bohío de negros libertos», tomado de: La Ilustración Cubana, 1885
También en las fincas de campo, Ingenios y Cafetales, suele darse este nombre a las habitaciones de los esclavos y Asiáticos, distinguiéndose de los Bojíos que son reducidos y aislados.11
1.23. Detalle del grabado «Ingenio Intrépido», Cárdenas, tomado de: Los ingenios. Colección de vistas de los principales ingenios de azúcar de la Isla de Cuba, el texto redactado por Justo G. Cantero con láminas del natural y litografiadas por de Eduardo Laplante
En el Censo de 1846 se define al bujío o bojío como corrupción de la palabra bohío, de origen indígena, choza de paja o yaguas que es ‘el alojamiento común de la esclavitud en los campos y fincas rurales’.12 Al desintegrarse a mediados del siglo xix la estructura plantacionista cubana sustentada en el trabajo esclavo, la casa campesina —con independencia de sus formas constructivas o la procedencia racial de sus moradores— comenzó a ser llamada bohío, aun cuando se sustituyera el techo de guano por el de teja. Y si ese tipo de casa era parte de un conglomerado urbano, también fue identificado bajo el mismo término. Los bohíos son estructuras simples, configuradas a partir de una o dos crujías paralelas, a las que se les añaden o no otras en sentido perpendicular y pueden tener o no portales, con lo cual se originan diferentes soluciones planimétricas (Ilus. 1.24 a 1.26) . Su disposición rectangular tiene marcada semejanza con la de las chozas de los mayas, e inclusive con la de otras culturas aborígenes de las
1.24. Bohío de tablas con techo de tejas
1.25. Bohío de cujes cordilleras centro y sudy techo de guano americanas que posiblemente respondan a modelos muy antiguos. El corte en chaflán de las culatas de algunos ejemplares, como los de Jiguaní, así como la colocación de una puerta en el costado tiene también lejanos antecedentes. Nuestros bohíos son iguales, por no decir idénticos, a los que subsisten en las Antillas, particularmente a los de República Dominicana. Las cubiertas pajizas fueron solución compartida en la amplia región geográfica comprendida entre los Trópicos de Cáncer y de Capricornio. El uso de la tierra fue asimismo común en la región, como parte de una ruta que se extiende desde el norte al sur de América. En una palabra, el modesto bohío es la primera expresión constructiva de integración cultural del área, el primer ejemplo de «casa Caribe», entendido este como una región cultural de encuentros de pueblos. El bohío es una expresión de identidad que a pasos acelerados desaparece, suplantado por estructuras diferentes debido a los cambios en los rituales de vida que le dieron origen. En el Atlas etnográfico cubano. Cultura popular tradicional, versión digital elaborada por el Centro de Antropología, el Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello y el Centro de Informática y Sistemas Aplicados a la Cultura, se ofrece el acercamiento más completo hasta el momento realizado sobre un tema de enorme trascendencia para la cultura nacional.
1.26. Bohío y vara en tierra, de tablas con techos de guano, Pinar del Río
N o ta s 1 Juan Jardines Macías y Jorge Calvera
Rosés: «Estructuras de viviendas aborígenes en Los Buchillones», pp. 44-52. 2 Alfredo Rankin Santander: «Informe
presentado en la II Jornada de Arqueología Aborigen». 3 Bartolomé de las Casas: Apologética
Cuba prehispánica ha sido objeto de numerosas investigaciones desde mediados del siglo xix a nuestros días, pues pese a la desaparición casi total de la población aborigen ante el impacto de la conquista, las huellas de los primeros pobladores de la Isla están vivas en la toponimia, las viviendas vernáculas, las costumbres culinarias, los rituales de trabajo rural, las creencias y mitos, el lenguaje, y en la sangre del pueblo cubano, mezclada con la de europeos y africanos, y casi «pura» en comunidades de las provincias orientales y otras zonas del país. Para los aborígenes la palabra bohío era más que vivienda, era algo así como «la casa grande», lo que para nosotros sería el término patria. Y con el sentido de reverencia que tal palabra suscita deberíamos enfrentar decididamente la conservación de ejemplos relevantes de un hábitat que ostenta linaje tan remoto.
historia de las Indias, p. 120. 4 Ibíd., p. 121. 5 Real Academia de la Historia: Historia
general y natural de las Indias, Islas y Tierra-Firme del mar oceáno por el capitán Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, primer cronista del Nuevo Mundo, cotejada por D. José Amador de los Ríos, t. I, pp. 163-164. 6 «Los procuradores de la ciudad
y villas informan a S. M. de las necesidades: entre ellas refrenar a los indios alzados para lo cual y continuar la obra del baluarte conviene prorrogar la sisa, y que se declaren esclavos los que se cogieren en los montes; llevar a la isla otros libre de derechos y esclavas negras pues la isla disminuye en toda cada día por la riqueza de las comarcas vecinas; bajar el quinto que pagan del oro de minas; consentir la construcción de casas de tabla y teja», año 1540, marzo 17, Santiago de Cuba. En: Real Academia de la Historia: Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de Ultramar. Isla de Cuba, t. III, p. 101. 7 «Escritura de junio 26 de 1579». En:
María Teresa de Rojas: Índice y extractos del Archivo de Protocolos de la Habana, 1578-1585, t. I, p. 150. 8 «Cartas de relación de Fernando
Cortés sobre el descubrimiento y conquista de la Nueva. España. Carta Primera». En: Historiadores primitivos de Indias, Biblioteca de Autores Españoles desde la formación del lenguaje hasta nuestros días. Tomo Vigésimo Segundo. Colección dirigida e ilustrada por D. Enrique de Vedia, t. 1, p. 1. 9 Cirilo Villaverde: Excursión a
Vueltabajo, pp. 39-40. 10 Ídem. 11 Esteban Pichardo: Diccionario
provincial casi razonado de vozes y frases cubanas. 12 Cuadro estadístico de la siempre
fiel Isla de Cuba correspondiente al año de 1846.
23
dos
FUERTE-MORADA DEL ADELANTADO DIEGO VELÁZQUEZ DE CUÉLLAR SANTIAGO DE CUBA
…restaurar bien equivale a rescatar para la cultura histórica cubana positivos valores de la misma […] hasta ahora ignorados e incluso insospechados […]. Francisco Prat Puig: La casa de Diego Velázquez y el Museo de Ambiente Histórico Cubano, 1972
2.1. Plaza Mayor de Santiago de Cuba; al fondo, casa del Museo de Ambiente Histórico Cubano en la esquina de Santo Tomás y Aguilera
L
a conquista y colonización de Cuba fue una prolongación de la operada en La Española, en cuya ciudad-capital, receptora y distribuidora de todos los que de España llegaron en los primeros momentos, se levantaron imponentes edificios de piedra, traslados literales a nuestras tierras de la arquitectura cristiana española de la época. En Santiago de Cuba también se construyeron edificaciones de piedra desde el primer momento. La más antigua de ellas es la que descubriera el esclarecido maestro, doctor Francisco Prat Puig, escondida detrás de las transformaciones que los siglos habían provocado en un edificio situado en la plaza Mayor de Santiago de Cuba y que Prat consideró que había sido la morada del adelantado Diego Velázquez de Cuéllar (ILUS. 2.1) .
2.2. «Plano de Santiago En un plano de Santiago de Cuba de 1733 se observa de Cuba, 1733», en el solar de esquina de las calles de la Marina (Aguilera) Archivo del Centro y Santo Tomás (Félix Pena) una estructura dispuesta en Geográfico del Ejército, Madrid: Cuba 292, una sola crujía, con la fachada hacia la calle de la Maritomado de: Omar López na, de costado a la plaza (ILUS. 2.2) , como fue común en Rodríguez: La cartografía tiempos primitivos cuando las ciudades estaban orientade Santiago de Cuba. Una fuente inagotable das al norte, con las calles reales dispuestas en sentido este-oeste. Dicha crujía es de sólida cantería plateresca y tiene entrada por la calle de la Marina, situada al costado y a la que se accede por alto pretorio, cortado con posterioridad, pero sin dudas uno de los primeros de la ciudad (ILUS. 2.3 y 2.4) . Por entonces, los frentes de los edificios daban preferentemente al norte y al sur, inclusive los ubicados en las esquinas a las plazas. Con posterioridad, la subdivisión de los lotes originarios daría lugar a edificaciones con frentes al este y al oeste. Las iglesias, también de costado a sus respectivas plazas, prefirieron, salvo excepciones, la disposición litúrgica que determinaba que el presbiterio quedara orientado al este.
2.3. Detalle de la puerta de entrada original y del pretorio
2.4. Vista interior de la puerta de entrada por la calle de la Marina
El investigador santiaguero Leo Miranda ha publicado documentos que prueban que la casa de Gonzalo de Guzmán, sucesor de Velázquez, se hallaba en «la calle que descendía de la plaza de esta ciudad para el puerto» esquina a la «calle real»,1 es decir, en el cruce de las calles Marina y Santo Tomas, estructura erigida en tiempos del primer gobernador hacia 1520. Como argumentara Prat, un edificio fortificado —y este lo es por la tronera (ILUS. 2.5) , orientada hacia la bahía, ubicada en la pared del costado de la segunda planta— solo podía pertenecer al jefe de la conquista. El edificio fue por tanto una morada fortificada a la manera de las construidas en La Española y en Puerto Rico por individuos de similar jerarquía. La fábrica primitiva sería ampliada con posterioridad y las evidencias de la transformación de la estructura originaria fueron dejadas a la vista por Prat. Además de mantenerse la entrada de la calle de la Marina puede constatarse el cierre parcial de la ventana al patio (ILUS. 2.6 y 2.7) , al construirse la galería en arcos que hoy corre paralela a la calle de Santo Tomás (ILUS. 2.8) , hacia donde giró la fachada principal y por donde fueron abiertas nuevas entradas (Ilus. 2.9 a 2.11) . 2.5. Tronera, en la segunda planta, orientada hacia la bahía
2.6. Ventana cegada por la cara interior
2.8. Galería en arcos sobre pilares 2.7. Ventana cegada por el apoyo del arco de la galería
En el plano de 1733 el solar de fondo de la estructura originaria aparece vacío, por lo que necesariamente la ampliación de la casa tuvo lugar después de esa fecha. Prat también dejó a vista los pies derechos empotrados en los muros de las galerías y en otros puntos de la estructura. Ello sugiere que el edificio sufrió dos remodelaciones: una primera a la manera tradicional, que trajo consigo la nueva orientación de la fachada hacia la plaza de la iglesia, y una segunda intervención que asimiló las estructuras madereras dentro de galerías construidas en arcos sobre pilares. La hipótesis de que la vivienda sufrió dos intervenciones encuentra sostén en tres imágenes precedentes del edificio. La primera consiste en un dibujo anónimo y no fechado donde aparece la vivienda en dos plantas con balcones madereros en planta alta y pequeñas ventanas cuadradas al ras del muro en la baja (ILUS. 2.12) ; la segunda es otro dibujo similar fechado en 1799 y publicado por Emilio Bacardí, en el que se aprecia la fachada por la calle Santo Tomás con balcones madereros a todo el ancho de esta; la tercera es una foto de principios del siglo xx en la que se aprecia la desaparición de los balcones madereros y la adquisición de una expresión fachadista neoclásica (ILUS. 2.13) .
2.9. Fachada por la calle Santo Tomás
Los datos disponibles para establecer una hipótesis sobre la datación de esas remodelaciones son incompletos, aunque de ser seguidos en los archivos de Santiago de Cuba podrían despejar definitivamente la historia de la casa, al menos en los siglos xviii y xix. En 1791 el regidor alguacil mayor don Pedro Sánchez Carmona solicita permiso para «…la venta de una casa de mi propiedad situada en la calle de San Juan que linda por el Norte con casa de Da. Ana María Vandera; por el sur calle de por medio con otra del señor coronel D. Juan Gennin y Lleonart; por el Leste con la Plaza de la Santa Iglesia catedral y por el oeste con casas de Dn Nicolás Eulogio Pardo con su solar correspondiente […]», al doctor don Nicolás Ocaña, lo que le autorizan. La venta se efectuó en 5 000 pesos, cantidad considerable para la época.2 Sánchez Carmona adquirió la vivienda a su vez de Félix Ferrer y Castro, ambos representantes de la oligarquía local.3
2.10. Entrada al centro de la fachada, por la calle Santo Tomás
2.11. Entrada lateral por la calle Santo Tomás
De Ocaña, el inmueble pasa al regidor Miguel Vidal, de origen catalán, procedencia de un grupo de individuos que hacia finales del siglo xviii fueron desplazando en lo económico a los miembros de los viejos troncos criollos. En 1823 se establece una demanda por parte de los herederos de Vidal representados por José Antonio Poveda,4 contra el también regidor Francisco Javier Fernández, por haber construido este una pared sobre el caño que servía de desagüe al tejado de la casa de Vidal. Por los documentos relacionados con esa demanda hemos podido conocer valiosos datos sobre la vivienda. Cuando Vidal la compró ya era de dos plantas, pues en testimonio aportado por Fernández y fechado en 1807, se expresa:
2.12. Dibujo de los edificios del Ayuntamiento y de la casa en la esquina de las calles Santo Tomás y Marina, tomado de: María Elena Orozco: «La desruralización en Santiago de Cuba: génesis de una ciudad moderna (1788-1868)»
2.14. Doctor Francisco Prat Puig (19061997), impartiendo clases en el Museo de Ambiente Histórico Cubano. Cortesía de Lilian Martín Brito
…que haviendo comprado el caballero Regidor Alferez Real […] Don Miguel Vidal las casas de alto que se hayan en la Plaza pública de la Santa Iglesia Catedral de esta predicha ciudad comenzó aquel su reparación y entre las piezas que de ella necesitavan entro una pared o tapia de cal y canto que es limitrose con la arca o fondo de la de la propiedad del que expone constituyendo aguas, que […] por la forma […] ofenderle, dandose una servidumbre sin haber obtenido el debido permiso […] en cuya novedad como la estima irregular y perturbadora a sus derechos y persona ocurrió al Señor Gobernador actual Coronel Dn Sebastián Kindelán […].5
La construcción del canal de desagüe tuvo lugar en 1807, según testimonio del albañil Manuel Collaso, ratificado por Miguel Ploutin, quien expresó que el caño se hizo poco antes de la muerte del regidor Miguel Vidal.6 De estos documentos podemos deducir que Miguel Vidal compra después de 1791, en fecha por precisar, una casa de dos plantas, y que entre dicho año y 1807 efectúa una remodelación de la vivienda calificada de «reedificación» en el documento comentado, lo que induce a considerar que fue una intervención de gran alcance. Bajo la dirección del maestro Prat (ILUS. 2.14) y la asistencia técnica del arquitecto Walter Betancourt, el singular edificio fue restaurado, y el 30 de noviembre de 1970 abierto al público como sede del Museo de Ambiente Histórico Cubano (ILUS. 2.15 a 2.17) . 30
2.13. Foto del ayuntamiento de Santiago de Cuba a principios del siglo XX ; al fondo, la casa de Diego Velázquez con la fisonomía que adquirió en el xix . Cortesía de Juan de las Cuevas Toraya
Francisco Prat Puig nació en el poblado de Lillet, Pirineos Catalanes. Se graduó de Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad de Barcelona en 1929. Casado con una cubana, llegó a la Isla en 1939. Fundador de la Universidad de Oriente en 1947, se desempeñó como docente hasta su muerte. Su amplísimo espectro de trabajo incluyó investigaciones arqueológicas y arquitectónicas del patrimonio cubano y su restauración, así como la creación y montaje de numerosos museos, a lo que se añaden sus muchas publicaciones. En 1947 apareció su clásico texto: El prebarroco en Cuba. Una escuela criolla de arquitectura morisca, en el que defiende las tesis de la existencia de una arquitectura anterior a los ejemplos barrocos, el carácter popular y anónimo de esta y su filiación morisca, y la adecuación de los modelos trasladados a las nuevas condiciones geográficas y sociales del país. El Consejo de Estado de la República de Cuba le confirió el grado científico de doctor en Ciencias de Arte. Fue galardonado con las órdenes y distinciones nacionales: 50 Años de la Educación, Orden de la Alfabetización, Distinción por la Cultura Nacional, Laureado de la Cultura Frank País, Medalla Alejo Carpentier y Orden Félix Varela. En l992 el Estado español le concedió la Orden Isabel la Católica.
2.15 a 2.17. Salas del Museo de Ambiente Histórico Cubano
Santiago de Cuba es una de las pocas ciudades hispanoamericanas anteriores a la conquista de México que conserva el trazado en retícula regular, organizado en torno a una plaza mayor central. En el último tercio del siglo xviii, su arquitectura retoma elementos provenientes de la tradición constructiva hispano-mudéjar, reinterpretados a tenor de la renovación estilística que propicia el neoclasicismo y matizados por la adopción de peculiares soluciones madereras extendidas por el Caribe, para dar lugar a una de las expresiones arquitectónicas más singulares y pintorescas de Cuba y de la región.
N o ta s 1 Sierra Maestra, 25 de noviembre de 1972. 2 «Dn. José Antonio Poveda contra Dn. Francisco
Xavier Fernández», Archivo Nacional de Cuba (ANC), 1823. Audiencia de Santiago de Cuba, leg. 712, núms. 16 y 191, 1823. 3 Ibíd. 4 Poveda era sobrino de Vidal y se casa con su
viuda, Micaela Serrano. 5 ANC, documento citado. 6 Ibíd.
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tres
CASTILLO DE LOS TRES REYES DEL MORRO La Habana En La Habana, por ser puerto tan importante y que por esto conviene que esté muy guardado, se ha de hacer un fuerte en el Morro, en la parte que está designada en la traza, con sus cisternas y unos traveses bajos que cojan el puerto. Al otro lado frontero de dicho Morro se ha de hacer un fuertecillo que se ha de llamar el fuerte del Salvador como así mismo está designado en la traza y la trinchea [sic] que va a rematar en el bosque […]. Habeis de procurar que el agua de la Chorrera se lleve a puerto […]. Yo, el Rey. Real Cédula, Madrid, 23 de noviembre de 1588
C
3.2. Escudo concedido por Felipe II a La Habana. En la orla del escudo se lee: «Timbre y blason concedida a la villa de Sn Cristobal de La Habana con el titulo de Ciudad por el Rey Felipe II en 20 de Diciembre del ano de 1593». A los pies: «Acuerdo especial que tomó el Cabildo de Madrid en el 17 de agosto de 1774»
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onsiderado uno de los monumentos militares más notables de Hispanoamérica, el castillo del Morro de La Habana (ILUS. 3.1) formó parte de un ambicioso programa de defensa continental ordenado por Felipe II para la protección del imperio colonial de España en América, y la de la Flota de Indias, con su precioso cargamento de oro, plata y otros valores extraídos de nuestras tierras. El Caribe fue el teatro principal de las contradicciones entre las naciones europeas por el dominio de América y sus riquezas, y Cuba, llamada la «Llave del Nuevo Mundo y Antemural de las Indias Occidentales» (ILUS. 3.2) , estuvo considerada como una posición estratégica de enorme importancia, en tanto la rada habanera era el lugar de reunión de los buques de la flota para enrumbar hacia la Península, unidos y protegidos por barcos artillados. La imponente tarea de fortificar el Caribe se le encomendó al insigne ingeniero militar italiano Bautista Antonelli (15471616), miembro de una familia vinculada a este tipo de actividad. Bautista sentó las bases de lo que pudiera considerarse
3.1. Castillo de los Tres Reyes del Morro (15891630/1767/1845)
3.3. «Morro y entrada al puerto la Habana», dibujado por Federico Mialhe, tomado de: Paseo pintoresco por la isla de Cuba, 1841
3.4. Costado del Morro hacia el canal de entrada de la bahía
una «escuela», sustentada en los ideales de defensa preconizados por el Renacimiento —con algún que otro resabio medievalista— y en su indudable talento. El repertorio de obras comprendió las de Puerto Rico, Santo Domingo, La Florida, La Habana, Cartagena de Indias, Santa Marta, Nombre de Dios, Portobelo, Panamá, Río Chagre y el fuerte de San Juan de Ulúa. El más completo examen sobre estas ha sido realizado por Graziano Gasparini en su libro Los Antonelli. Arquitectos militares al servicio de la Corona de España en España, África y América, 1559-1649, publicado en 2007. Antonelli estudia las características geográficas de La Habana y decide la construcción de dos castillos —El Morro y La Punta— a cada lado de la entrada de la bahía (ILUS. 3.3) , de modo que el fuego cruzado entre ambos convirtiera a la ciudad en una plaza inexpugnable. Desde el siglo xvi, el peñasco escarpado del Morro se usó como atalaya para avistar a los barcos de corsarios y piratas, y La Punta como lugar de observación de la entrada del puerto. Entre el 20 de noviembre de 1589 y mediados de febrero de 1590, Antonelli colocó «…las piedras maestras del fuerte de los Tres Reyes».1 En 1591 envió al monarca los planos de ambas fortalezas y el modo en que podría colocarse una cadena a la entrada del puerto para su mayor resguardo. A fines de marzo de dicho año, el gobernador Tejeda informó que la fortificación estaba en defensa «por la parte de tierra», afirmación desmentida por su sucesor Juan Maldonado, quien consideró que «…no es defensa donde cuatro cañonazos la arrasan. La falta que esta plaza tiene para no estar en defensa es no tener foso ni terrapleno […]».2 Antonelli fue enviado a otras ciudades del Caribe y sustituido por su sobrino Cristóbal de Roda Antonelli (1560-1631), quien comenzó a trabajar junto a su tío en 1591. El 18 de junio de 1594, Antonelli le informó al rey que la fortaleza del Morro está «…puesta en defensa la frente del campo en diez y ocho y veynte pies de alto y echos los contrafuertes y terraplenados detrás en los muros y se ha acabado una cisterna o alfiue […] y antes que me baya dexare elexidas todas las murallas del sitio que toma esta plaza […]»3 (ILUS. 3.4 Y 3.5) . Roda estuvo al frente de la edificación del Morro hasta 1608, en que pasó a Cartagena de Indias, donde vivió y trabajó hasta el fin de sus días. A su partida había terminado la famosa plataforma de doce cañones (ILUS. 3.6) , bautizada como de los
3.5. Morro a la entrada de la bahía 3.6. Batería de los «Doce Apóstoles»
3.7. «El Morro», Juan de la Torre, 1612. AGI. Santo Domingo, 27, tomado de: La Habana Vieja, mapas y planos en los archivos de España
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3.8 a 3.10. Fosos del castillo
«Doce Apóstoles». Cristóbal de Roda Antonelli fue sustituido por el maestro aparejador Juan de la Torre (1554-1615) y, como se aprecia en el plano elaborado por este en 1612 (ILUS. 3.7 a 3.10) , en esa fecha el castillo del Morro estaba concluido en lo fundamental, aunque las obras no se dieron por terminadas hasta 1630. Según Gasparini, Antonelli se formó al lado de Vespasiano Gonzaga, duque de Sabbioneta, virrey de Valencia y notable en la corte de Felipe II, considerado un experto en el arte militar, e imbuido de las ideas preconizadas por Sangallo, Sanmicheli, Cataneo y otros. En El Morro, el incansable italiano empleó recursos que sentaron precedente, como los dos enormes baluartes del frente de tierra, el impresionante foso, el aprovechamiento de la roca de sustentación como elemento de defensa y el escalonamiento en terrazas de una compleja construcción diseñada como un po lí gono irregular, solución que re pitió en el castillo de La Punta, terminado entre 1599 y 1610 (ILUS. 3.11 a 3.13) . Los baluartes, uno de los aportes más significativos del período, fueron usados por vez primera en el también habanero castillo de La Real Fuerza (1558-1577), iniciado por el ingeniero militar Bartolomé Sánchez y concluido por el maestro de obras Fran mericanas cisco de Calona (ILUS. 3.14) , y se integraron a las fortificaciones a hasta bien avanzado el siglo xviii (ILUS. 3.15) . Al genio de Antonelli se deben, además, las solu3.13. Patio ciones definitivas para la interior del castillo de San conducción y trazado de Salvador de La la Zanja Real, una de las Punta obras de ingeniería civil más sobresalientes del siglo xvi, que posibilitó traer el agua del río de la Chorrera al puerto y ciudad de La Habana. Cristóbal de Roda fue asimismo un experimentado ingeniero militar. En 1603, en informe enviado al rey sobre sus servicios, se señala que trabajó junto con el mayor de sus tíos, Juan Bautista Antonelli (1527-1588), «…sacando todas las plantas 3.11. Cristóbal de Roda, 1595. AGI. Santo Domingo, 16, tomado de: La Habana Vieja, mapas y planos en los archivos de España
3.12. Castillo de San Salvador de La Punta
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y perspectivas de los lugares, Castillos y casa fuertes de Portugal […] que de trece años a esta parte ha servido en la Ysla de Cuba, sirviendo a su cargo las fortificaciones de la Habana […]». 4 Fue además el autor del plano director y de ensanche de La Habana de 1603. Formó familia en Cuba al casarse con Francisca de Monte Orellana, hija del regidor habanero Hernando de Orellana, descendiente de primeros vecinos de Bayamo y Puerto Príncipe, después radicados en La Habana, y de Ana de Sotolongo, hija de Diego de Soto, uno de los fundadores de la capital del país. La ejecución de los castillos del Morro y de La Punta estuvo desde los inicios de sus respectivas fabricaciones a cargo del aparejador Juan de la Torre, figura revalorizada por los estudios de Pedro Herrera López.5 El aparejador, término que con flexibilidad usaríamos como sinónimo de arquitecto, tenía bajo su responsabilidad la distribución de los trabajos y la realización de las plantillas para los cortes y el replanteo de las obras, es decir, el trabajo a pie de obra y el más duro de cualquier fábrica. De origen hidalgo, De la Torre estuvo casado con Juana de Orellana, cuñada de Roda, y es el ancestro de la familia de este apellido, entre cuyos miembros se distinguieron el ingeniero Antonio María de la Torre y Cárdenas, proyectista de El Templete (1828), y el historiador José María de la Torre y de la Torre, autor del clásico texto La Habana antigua y moderna o Lo que fuimos y lo que somos (1857).6
3.14. Castillo de La Real Fuerza Destruida La Habana por el corsario francés Jacques de Sores en 1555, la Corona española decide erigir una fortaleza perdurable en sustitución del primitivo e inútil torreón conocido como La Fuerza Vieja. En 1558 el ingeniero militar español Bartolomé Sánchez comienza la construcción del castillo de La Real Fuerza. En 1560 las obras pasan a ser dirigidas por el maestro cantero sevillano Francisco de Calona (1528-1607), quien las concluye en 1577. Primera fortificación abaluartada de América, La Fuerza responde a los modelos geométricos propugnados por los tratadistas del Renacimiento, de planta cuadrada con baluartes en cada esquina, rodeado por un foso y un pequeño patio al centro. La nueva fortificación no tuvo un feliz emplazamiento, fabricada muy dentro de la boca de la bahía, en un terreno llano y poco protegido, en uno de los ángulos de la plaza que, en virtud de la presencia del castillo, se convirtió en Plaza de Armas. Estuvo destinada a albergar la guarnición de la plaza, servir de residencia de los gobernadores y custodiar los cargamentos de oro y plata de la Flota de Indias. La torrecilla cilíndrica que le sirve de atalaya fue construida en 1632 durante el gobierno de Juan Bitrián de Viamontes (1630-1634). En su remate se colocó una veleta de bronce, con figura de mujer, llamada Giraldilla, obra del habanero Jerónimo Martín Pinzón Solís (16071649). Desde su torre, que dominaba la ciudad, la Giraldilla señalaba la entrada del puerto y el estado del tiempo a los marinos y vecinos. Su figura se ha convertido, a través de los siglos, en uno de los símbolos más representativos de La Habana. El castillo fue restaurado en 1963 bajo la dirección del doctor Francisco Prat Puig y el arquitecto Fernando López Castañeda. En la actualidad está destinado a museo
El castillo del Morro mantuvo lejos a los enemigos de España hasta 1762, cuando los ingleses, con una poderosa flota al mando del conde de Albermale y en el curso de un prolongado sitio, lograron rendir la fortaleza haciéndose fuertes en el cerro de La Cabaña, peligro advertido por Bautista Antonelli (ILUS. 3.16) . En la toma del Morro murió el 31 de julio de 1762 su heroico jefe, el capitán de navío de la Real Armada don Luis de Velasco e Isla, cuya valentía fue honrada a su muerte por los propios enemigos y para la posteridad mediante la erección de su estatua en la abadía de Westminster. La Habana fue finalmente ocupada por los ingleses, lo que provocó un fuerte rechazo por parte de sus pobladores y de los cubanos en general e hizo emerger las primeras manifestaciones de un sentimiento patrio, reflejado en el amoroso lamento que una habanera ilustre, Beatriz Agustina de Jústiz (1733-1807), marquesa de Jústiz de Santa Ana, escribiera en forma de poema titulado «Dolorosa métrica espreción del Sitio, y entrega de la Havana…», del que copiamos un significativo fragmento:
3.15. Fortaleza de San Pedro de la Roca del Morro, Santiago de Cuba Según proyecto de Juan Bautista Antonelli (1585-1649), hijo del constructor del Morro de La Habana, se levantó a partir de 1637 el primer fuerte del Morro santiaguero durante la gobernación de Pedro de la Roca (1633-1643). Definitivamente terminado durante el gobierno de Pedro de Bayona (1654-1659), fue destruido por los ingleses en 1662. Para su reparación y la ejecución de un sistema defensivo más eficiente fue enviado el ingeniero militar Juan de Císcara (o Síscara) (?-1690), quien incluyó las fortificaciones de La Punta, La Estrella, Santa Catalina y San Francisco. Hacia 1674 se terminó la plataforma baja. Entre 1690 y 1693 se levantaron las murallas del recinto de la fortaleza, con su foso, revellín y parapeto externo. En los siglos siguientes se le hicieron ampliaciones. Afincado sobre el alto peñón de la entrada de la bahía que le sirve de base, El Morro, como afirmara Francisco Prat Puig, tiene dos caras, como Jano: una hacia el lado de tierra, según los principios modernos de las fortificaciones abaluartadas antecedidas por el correspondiente foso; otra en terrazas escalonadas de complejo trazado, que desde lo alto descienden hasta el nivel del mar y dan lugar al impresionante efecto que esta extraordinaria fábrica provoca en conjunción con el bellísimo paisaje que le sirve de marco geográfico. San Pedro de la Roca del Morro fue restaurado por Francisco Prat Puig y en 1997 la UNESCO lo declaró Patrimonio de la Humanidad
Tu Havana Capitulada? tu en llanto? tu en exterminio? tu yá en extraño dominio? Que dolor! O patria amada!
3.16. Toma del Morro por los ingleses, pintado por Dominic Serres, 1762, tomado de: Biblioteca Nacional José Martí, Mapoteca
Por no verte enagenada quantos se sacrificaron? y cuantos mas enbidiaron tan feliz honrosa suerte, de que con sangre en la muerte, tus exequias rubricaron? 7
Recuperada la ciudad en virtud del Pacto de Versalles (1763), fueron enviados los ingenieros militares Silvestre Abarca y Agustín Crame para la reparación de las fortificaciones dañadas, entre ellas El Morro y La Punta, y la construcción de un sistema defensivo moderno que transformara a La Habana en una plaza inexpugnable. Bajo la dirección de Abarca y Crame, los trabajos de reparación estuvieron a cargo del ingeniero Antonio 39
Fernández Trevejos, habanero que dejó honda huella en las edificaciones del último tercio del siglo xviii. Entre 1844 y 1845 una antigua torre colocada en 1824 en sustitución de otra anterior fue reemplazada por el moderno fanal de 42 varas de altura que hoy identifica al Morro, devenido símbolo de la ciudad. En 1982 el castillo de los Tres Reyes del Morro fue declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad junto con el resto del sistema defensivo habanero y el centro histórico de la vieja población y su área de ensanche inmediata. En la actualidad es parte del complejo cultural denominado Morro-Cabaña (ILUS. 3.17 a 3.21) , importante enclave turístico y cultural que, entre otras muchas funciones, sirve de sede a la Feria Internacional del Libro.
3.17. Fortaleza de San Carlos de La Cabaña, 1767-1774. La toma del Morro por los ingleses desde la loma de La Cabaña obligó a la construcción de la más formidable fortaleza erigida por España en América, la de San Carlos, inspirada en los principios defensivos sustentados por el marqués de Vauban, de defensa interrelacionada y cruzada, cuya eficacia fue complementada con la erección de los castillos del Príncipe y de Atarés
3.18. Puente y portada de ingreso a la fortaleza
La Habana es, al unísono con sus hermanas del Caribe pertenecientes a la «república marítima de las fortificaciones», ejemplo notable del ideario urbano que inspiró las Leyes de Población de 1573. En las últimas décadas se ha ejecutado un ambicioso programa de restauración, conservación y revitalización que le ha devuelto a la ciudad la centralidad que tuviera en sus inicios, prueba de que los viejos núcleos urbanos pueden convertirse en las áreas más «modernas» para el disfrute de todos los que la viven, transitan o visitan. 3.19 y 3.20. Calles de La Cabaña
N o ta s 1 Irene Wright: Historia documentada de San
Cristóbal de La Habana en el siglo xvi, t. I, p. 132. 2 Ibíd., p. 150. 3 Ibíd., t. II, p. 194. 4 Archivo de Indias. Ingenieros cubanos, siglos
xvi, xvii y xviii. Noticias históricas extractadas por el capitán de Ingenieros Don Benito León y Canales con notas histórico-biográficas por el Dr. Manuel Pérez-Beato, historiador oficial de la provincia de La Habana, p. 14. 5 El destacado investigador Pedro Herrera López
3.21. Frente de mar hacia la bahía del complejo Morro-Cabaña
(1926-2009) dejó una extensa obra en la que se incluyen tres libros: uno sobre el palacio de Aldama, otro relativo a los maestros constructores de La Habana en el siglo xvi y un tercero acerca del convento de Santa Clara. También dejó conclusa una obra sobre el castillo de La Real Fuerza, texto cuyas primicias han sido conocidas por publicaciones parciales en las revistas Palabra Nueva y Opus Habana, en las cuales dio a la luz, además, decenas de artículos sobre edificios de La Habana y su natal Guanabacoa. En el Centro de Información y Documentación del Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología (CENCREM) que lleva su nombre están archivados en expedientes estudios inéditos realizados por Herrera sobre numerosos monumentos habaneros. 6 Pedro Herrera López: Tres personajes de la
Noble Habana, p. 75. 7 «Dolorosa métrica espreción del Sitio, y entrega
de la Havana, dirigida a N. C. monarca el señor Don Carlos Tercero qe. Gue.». En: José Lezama Lima: Antología de la poesía cubana, t. I, p. 156.
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cuatro
IGLESIA Y CONVENTO DE SANTA CLARA La Habana Porque la necesidad de que se haga este convento es muy grande para el remedio de muchas doncellas principales, cuyos padres con las quiebras que han tenido por la asistencia que el enemigo ha hecho estos años sobre el puerto de la dicha Ciudad han menoscabado sus caudales de manera que les falta el necesario para casarlas conforme a su estado y calidad, demás que se malogran los buenos deseos de muchas doncellas virtuosas que apetecen mas el estado de la religión que el matrimonio, siendo la dicha Ciudad de pocos vecinos […] y entrando en el puerto de ella continuamente armadas y flotas con gente moza y lucida, tienen mayor riesgo las doncellas y mujeres mozas […] se me ha suplicado fuese servido de concederle licencia para fundar el dicho convento […] he tenido por bien dar la presente, por lo cual doy licencia y facultad a la dicha ciudad de La Habana para que funde en ella un convento de monjas […]. Real Cédula dictada por Felipe V en Madrid, 20 de diciembre de 1632
D
elimitando cuatro manzanas del centro histórico de La Habana Vieja, rodeadas por las calles Cuba, Sol, Habana y Luz, se levantan las tapias del convento de Santa Clara, uno de los edificios más antiguos de Cuba, resultado de un centenario proceso de crecimientos, asimilaciones, transformaciones y renovaciones. Fue Santa Clara la primera estructura no militar de gran escala de la villa (ILUS. 4.1 y 4.2) . Después de un gran incendio que en 1622 destruyó los bohíos existentes en el barrio de Campeche, ubicado al sur del actual emplazamiento del convento de Santa Clara, se inicia la reconstrucción del sitio y en un punto cercano al ramal de la Zanja Real, en la proximidad de donde antaño estuviera el matadero, se emplazó el largamente deseado convento de monjas. La casa de las clarisas fue, por tanto, el edificio puente entre el área norte de La Habana Vieja ya constituida y el sector sur por reurbanizar. En cabildo de 4 de abril de 1636 se expresa «...que el sitio que mas a propósito […] es dos cuadras questan por delante del matadero […] se tasen […] y se tome posesión y porque entre una y otra Cuadra hay calle en medio y es fuerza con la fabrica del dicho convento que se cierre […]».1 El sitio, por tanto, es el correspondiente a dos solares situados frente a la calle Cuba, costado a la de Sol, y otra vía sin nombre que fue incluida posteriormente dentro del recinto conventual, parcialmente construida pero de la que aún quedan vestigios. La existente entre los dos solares y que fuera cerrada era parte 4.1. Galerías del de la identificada como «cerrada de Santa Clara», orientada en sentido primer claustro este-oeste. Téngase en cuenta que, como ya hemos apuntado, esta zona del convento, era excéntrica con respecto al núcleo urbanizado de La Habana y estaplanta baja 42
ba «desdibujada» por los efectos del incendio de 1622 y por haber sido ocupada por bohíos que servían de alojamientos a los pasajeros de la Flota de Indias en los largos de meses que debían esperar para poder zarpar hacia España. Las calles que hoy integran el sector sur de La Habana Vieja se definieron, precisamente, a partir de la inserción del convento de Santa Clara. Como se puede observar en el plano elaborado por Cristóbal de Roda en 1603 (ILUS. 4.3) , el monasterio se ubicó en la intersección de lo que ahora son las calles Santa Clara y Sol con la de Cuba (ILUS. 4.4) , en un área fuera del recinto originario que quedó incluida en el proyecto de ensanche propuesto por Roda, en situación periférica con respecto a la población.
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4.3. Plano de La Habana elaborado por Cristóbal de Roda, 1603. AGI. Santo Domingo, 20, tomado de: La Habana Vieja, mapas y planos en los archivos de España En la leyenda se lee: 1. Plaza de Armas. 2. Iglesia Mayor. 3. Santo Domingo. 4. Hospital Viejo. 5. Casa del Gobernador. 6. San Francisco. 7. Cárcel. 8. Aduana. 9. Plaza Nueva. 10. Hospital Nuevo. 11. Cuarteles. 12. Cerca Vieja. 13. Cerca Nueva. 14. Puertas. 15. Real Fuerza
4.4. Convento de Santa Clara, 5 de marzo de 1930. Fondo del Ministerio de Obras Públicas. Cortesía de Juan de las Cuevas Toraya
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4.2. Convento de Santa Clara, costado por la calle Sol, con puertas de acceso a la iglesia
La construcción del monasterio comenzó por la de la iglesia. En cabildo de 29 de octubre de 1638 se propone que «...se ponga su cruz donde ha ser el altar mayor de su iglesia, vendiciendose el dicho sitio y poniendose en el la primera piedra pa su fundacion […] para este lunes que viene en la tarde, dia de todos los Santos primero de Noviembre deste año de mil y seiscientos y treinta y ocho […]».2 La iglesia se dispuso tal como aparece en el plano elaborado por el maestro mayor Andrés Valero en 1624: de costado a la plazuela que le sirve de compás en la calle Cuba esquina a Sol, con la entrada o portería del convento inmediata a esta, por la calle Sol, disposición común en los conventos de monjas clarisas. Según reza en leyenda inscrita en el estribado del coro alto y firmada por el maestro mayor Juan de Salas y Arguello, la iglesia se terminó en 1643. La torre le fue añadida a fines del siglo xvii (ILUS. 4.5) , encargada al maestro alarife canario Pedro Hernández de Santiago, quien se comprometió —por escritura pública de 12 de mayo de 1698 otorgada ante el escribano Juan Uribe Ozeta— a la «Fabrica de una torre que se ha de hacer entre el coro y la puerta del compás de este dicho convento, de seis baras de ancho en cuadro ó de latitud y veinte y cuatro de alto, repartida en tres cuerpos. […]».3 Al unísono con la edificación de la iglesia, desde 1638 se inició la de los «cuartos y cerca del dicho sitio»,4 en disposición que en realidad desconocemos pero que no parece haberse ajustado al diseño claustral ortodoxo elaborado por el maestro Valero, de quien no se han encontrado referencias que lo vinculen a la edificación del convento y que además muere en 1645. Hacia 1648, en las actas capitulares se hace referencia a la irregularidad del lugar, que fue creciendo orgánicamente.5 En 1676 las monjas piden que se lleve a efecto la merced que en 1643 le había hecho el cabildo de los terrenos donde estuvo el Matadero Viejo. En ese momento se incorporan los solares del segundo claustro que extienden el convento hasta la calle Luz y se levantan las tapias del circuito del monasterio. A mediados del siglo xviii, el obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz afirmó que el «Convento parece una ciudad abreviada»,6 lo que sugiere la existencia de estructuras sin unidad arquitectónica. Ejemplos de conventos de clarisas llegados a nuestros días casi sin modificaciones, como el de Arequipa, Chile, y el segundo claustro del convento habanero, inducen a considerar que, por entonces, el monasterio estaba integrado por la sucesión en arrimo de celdas construidas individualmente por las familias de las profesas, como si fueran viviendas individuales, en las que las monjas residían asistidas por sus esclavas. Vale recordar que las monjas eran miembros de familias encumbradas que debían aportar una dote significativa para la entrada en el convento, y una vez dentro mantuvieron los rituales de vida a los que estaban acostumbradas. La configuración «irregular» a modo de «ciudad abreviada» del convento de Santa Clara se refrenda por los numerosos contratos de fabricación de sus celdas localizados en el Archivo de Protocolos de La Habana, en particular uno de ellos en el que se expresa:
4.5. Postal del convento de Santa Clara donde se aprecia la torre añadida, tomada de: CICENCREM, Fototeca
En la ciudad de la Habana en quince de abril de este ano de mil setecientos y diez y nueve […] Melchor Pérez Calderón vecino de esta Ciudad ha ofrecido fabricar una Celda en dho convento para la habitación de Clara de San Francisco de Paula su hija y de Da. Agustina de Ortega, religiosa […] y cuando llegue el caso […] para las demás sus Hijas y parientas asi de dicho Melchor Pérez como de la dha Da. Agustina su muger q entraren Religiosas para cuyo fin se le ha seña-
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lado un sitio de dies y seis varas de hueco lindando con la sacristia de dho monasterio y celdas de las MM Sor Juana de Sto Tomas y Agustina del Espiritu Santo […]. Y hacen gracia y donación del referido sitio al dicho Melchor Pérez con la circunstancia de que en lo bajo ha de fabricar una Bodega de Seis Varas de Hueco para que el dicho convento las ocupe en lo que le pareciere mas conveniente por las dies varas restantes para el cumplimiento de las diez y seis del sitio que por el dho monasterio se ha concedido a la Ma. San José Valentin monja profesa= Y en lo alto ha de fabricar el dicho Melchor Perez Calderon celda para las dichas sus hijas y demas parientes suyas y de la dha Sa. Agustina de Ortega que fueren religiosas de su voluntad, La Cual dha donación hacen graciosamente […] y se obligan y a los que le sucedieren en sus oficios y cargos […].7
Las monjas «mercedaban» solares del ámbito del monasterio, tal como los Cabildos lo hacían en las ciudades; la propiedad de estos y de las celdas era de la profesa de la familia en cuestión, y además, de los parientes y descendientes del que sufragaba los gastos de su edificación. Resultaban construcciones de propiedad privada dentro del seno del monasterio. Las celdas-viviendas se adosaban a las estructuras preexistentes y el convento crecía paulatinamente por adiciones sucesivas. La facultad de tener bienes privados no fue una condición común a los conventos, ya fueran masculinos o femeninos, sino un privilegio otorgado a las clarisas en 1263 por el papa Urbano IV, que las autorizó a poseer rentas, razón por la cual, como ha afirmado Pedro Herrera, se les conoce como clarisas urbanistas.8 Hacia 1766, el padre fray Juan José Crespo hizo un informe sobre tal situación en el convento de Santa Clara en el que expresa: Los padres de las monjas continúan en fabricarles celdas, comprarlas o reedificar las antiguas haciéndose propietarias por cualquiera de estos motivos y pasando por derecho de sangre a las parientas de cuyo vicio provienen otros y son que en saliendo del primer claustro en los otros dos que tiene el convento se hallan apiñadas todas las celdas y separadas unas de otras de suerte que se sirven de diversas escaleras como que han sido edificadas con caudal de cada una.9
4.6. Muros de tapiales
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Para entonces, el único claustro fabricado con regularidad era el primero, pero no contamos con noticias suficientes sobre sus características tempranas. El viejo edificio requiere de estudios arqueo-arquitectónicos que pudieran esclarecer numerosas incógnitas. A la espera de ellos, puede adelantarse, con las reservas del caso, que es probable que las primeras crujías en configurarse fueran las paralelas a las calles Sol y Cuba, con galerías sostenidas en horcones y zapatas de madera. No existe referencia documental ni testimonio físico que permita suponer que en el siglo xvii existieran en La Habana patios o claustros de arcos sobre columnas, elementos que se integraron a sus construcciones a partir del xviii por la vía del barroco. Y si hubo algún remedo de claustro, este debió de corresponderse con las soluciones constructivas moriscas de la etapa. Dichas crujías presentan en sus dos niveles evidencias de gran antigüedad, como las enormes paredes de tapiales (ILUS. 4.6) , los techos de armadura de la iglesia (ILUS. 4.7 y 4.8) y algunos de la planta alta de la crujía norte, que ostentan la factura de los del siglo xvii (ILUS. 4.9) . En el espacio inicialmente destinado a la sacristía se aprecian tres arcos sostenidos por columnas ochavadas mudéjares de antigua data (ILUS. 4. 10) , sobre bases de piedra, inicialmente por debajo del nivel del piso actual. El techo de alfarje de este ámbito es de finales del xvii o principios del xviii.
En 1751 se construyó el aljibe, y ello sugiere la fecha a partir de la cual se edificó la crujía del lado oeste, límite entre el primer claustro y el tercero, fabricado en la segunda mitad del siglo xviii. En el plano levantado por Bruno Caballero en 1730, los terrenos de dicho claustro ya eran parte del monasterio. En el tercer claustro fueron ubicados la cocina, despensas y el comedor. En este período también se incorporaron los terrenos de la huerta donde se erigió una pequeña iglesia. Según se deduce de un informe presentado por fray Juan Manuel Estévez, superior de los franciscanos, en 1783 el convento aún carecía de unidad arquitectónica:
4.7 y 4.8. Techos de armadura del coro de la iglesia
Ensanchando para mucha comodidad las pare des del claustro hasta ocupar en fondo y diá me tro ocho cuadras enteras de la ciudad y fabricándose cada una en su particular, celdas cómodas y relajadas y por consiguiente, dislocarse, barajarse, confundirse con el tiempo considerable de las fábricas y con ellas mismas, toda la bella consonancia interior del retiro […] hasta quedarse cada señora en su propia celda con su menaje aparte, sus arbitrios y granjerías.10
4.9. Techos de armadura de habitaciones correspondientes a la crujía alta, lado norte, paralela a la calle Sol
4.11. Planta baja de las galerías del primer claustro 4.10. Arcos de la sacristía
Y precisamente en 1783, Carlos III emite una real cédula que ratifica lo ya ordenado anteriormente, por la cual se obligaba a las religiosas a guardar vida en comunidad, sin las diferenciaciones creadas por rangos y explicitadas por la forma constructiva de sus habitaciones. Para conferirle, precisamente, la armonía arquitectónica requerida a los efectos de la aplicación de las nuevas reglas, tuvo lugar a fines del siglo xviii y principios del xix una profunda reforma del monasterio, que lo dotó de la configuración y aspecto con que, en lo esencial, ha llegado a nuestros días. En dicho período el primer claustro adquirió su forma con galerías bajas en arcos sobre columnas y las altas en pies derechos de madera 4.12. Planta alta de (ILUS. 4.11 y 4.12) . Las palas galerías del primer claustro redes del segundo nivel 48
fueron elevadas en más de un metro, transformación de la que quedan evidencias en todas las crujías e inclusive en las paredes del ámbito de la iglesia (ILUS. 4.13) .11 En ese momento fue erigida la crujía transversal del lado sur (ILUS. 4.14) , divisoria con el segundo, a la que se incorporaron estructuras anteriores cubiertas con techos de armadura del siglo xviii, significados con realces barrocos o con motivos geométricos en cintas quebradas (ILUS. 4.15) . Todos los vanos de puertas y ventanas fueron elevados. Originariamen te los pisos de la galería baja del primer claustro eran de losas de piedra, de las llamadas de San Miguel. La factura de los pies derechos, techos de colgadizo, entrepisos y balaustradas de hierro de las galerías altas es decimonónica (ILUS. 4.16) .
4.13. Ámbito de la iglesia 4.14. Crujía transversal entre el primero y segundo claustros
4.15. Techos de armadura con realces decorativos en forma de cartelas, habitaciones altas de la crujía sur del primer claustro
A consecuencia de la reforma, el segundo (ILUS. 4.17 y 4.18) y tercer claustros también fueron regularizados, destruidos los elementos independientes y enlazadas las construcciones del mejor modo en que se pudo, aunque las evidencias de la primitiva irregularidad aún están a la vista. La vivienda situada al centro de este claustro, llamada popularmente «la Casa del Marino», tiene la factura de las levantadas en las primeras décadas del siglo xviii. El acceso lateral y galería 49
de su costado le fueron añadidos en el siguiente (ILUS. 4.19) . En la primera mitad del xix, las altas y cerradas fachadas del monasterio fueron realzadas con elementos de filiación neoclásica. Tan larga historia dota al convento de Santa Clara de una enorme significación arqueológica y arquitectónica. Su edificación fue «escuela de arquitectura», por la contribución de numerosos artífices que sentaron las pautas de las construcciones de tapiales y, sobre todo, de las cubiertas a modo de armaduras de madera. El más completo muestrario de este tipo de techos de los siglos xvii, xviii y primeros años del xix de Cuba —casi me atrevería a decir que de América— cubre sus espacios; los más altos muros de tapial protegen sus claustros. La sillería
4.16. Plano del primer claustro, versión elaborada a partir del original tomado de: Centro de Información y Documentación Pedro Herrera López del CENCREM (en lo adelante CICENCREM), Fondo Planos, núm. 03-04-0944, arquitecto Daniel Taboada, julio de 1984
4.18. Segundo claustro
4.17. Plano de planta del segundo claustro, versión elaborada a partir del original tomado de: CICENCREM, Fondo Planos, núm. 03-04-0944, arquitecto Daniel Taboada, julio de 1984
4.19. Exteriores de también tiene su representación en la airosa torre herreriana la llamada Casa del de su iglesia. Marino La renovación fachadista decimonónica completa el rico repertorio de formas arquitectónicas que ofrece el edificio, en las que podemos reconocer la incidencia del mudejarismo renacentista, del barroco y del neoclasicismo en elementos diversos que ilustran la dilatada estratigrafía del monumento. Contó también con valiosas muestras de mobiliario de época, de las que aún restan algunos exponentes. Por siglos Santa Clara se mantuvo cerrado. Al disponer las religiosas la construcción de un nuevo convento en una zona que les garantizara mayor privacidad, decidieron venderlo a una compañía urbanizadora que lo demolería para levantar edificios nuevos. En 1922 fue utilizado como sede del VI Congreso Médico Latinoamericano y la Exposición Nacional de Higiene y de la Industria y Comercio. Abierto al público, fue visitado por una asombrada concurrencia que quedó sobrecogida ante la belleza de sus patios, techos y arquitectura. La apertura del convento conmovió a la ciudadanía. Verlo caer era perder un pedazo del alma de Cuba. Los habaneros se resistieron a la idea de su demolición. Por presiones ciudadanas, el edificio fue comprado por el Estado cubano en 1925 y salvado de ser destruido; se destinó en el siguiente año a sede de la Secretaría de Obras Públicas, entidad que introdujo nuevas modificaciones en las dependencias del convento, entre otras, el acceso abierto al frente de la calle de Aguiar, ventanas a la calle en los pisos inferiores y construcciones en el ámbito de la huerta. En la década del 80 del siglo pasado el convento fue restaurado por la Dirección Nacional de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura, bajo la dirección del arquitecto Daniel Taboada, para sede del Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología (CENCREM), entidad cuya creación fue auspiciada por el PNUD-UNESCO, proyecto Cuba 81-017. Entre 1981 y 2012 el CENCREM brindó un relevante e insustituible servicio a la causa de la conservación del patrimonio cultural cubano y a la formación de los especialistas dedicados a esa finalidad. El cese de esta institución cierra un largo y prestigioso trabajo por la conservación patrimonial, que ha merecido reconocimiento a nivel nacional e internacional.
El convento de Santa Clara asombra por sus dimensiones. Sus inmensos espacios tienen una inexplicable «mística» que actúa sobre todos los que han unido sus vidas a estas viejas y amadas tapias. Su hermoso claustro principal es remanso inesperado en medio de la compactación urbana. Las calles interiores, testimonios de su complejo proceso de configuración. Deambular por el segundo claustro es cruzar la barrera del tiempo en viaje hacia los inicios de la villa, con su arquitectura y urbanismo orgánicos, actos de vida ajenos a códigos y academias. Traspasar sus altos muros es penetrar en un mundo finito en sí mismo, memoria excepcional de nuestros orígenes.
N o ta s 1 Archivo Histórico de la Oficina del Historiador
de La Habana (AHHH). Fondo Actas Capitulares de La Habana, 6 de abril de 1636, f. 393. 2 AHHH. Fondo Actas Capitulares de La Habana,
cabildo de 29 de octubre de 1638, f. 513v-514. 3 Arturo G. Lavín: El arquitecto Pedro Hernández
de Santiago, su vida en las escribanías, pp. 51-53. 4 Cabildo de 29 de octubre de 1638, documento
citado. 5 AHHH. Fondo Actas Capitulares de La Habana,
cabildo de 2 de octubre de 1648, f. 497. 6 La visita eclesiástica, p. 16. 7 ANC. Protocolos de Bernardo del Junco,
escritura del 15 de abril de 1719, f. 238v. 8 Pedro Herrera López: El convento de Santa
Clara de la Habana Vieja, p. 74. 9 Ibíd., p. 114. El destacado en negritas es
nuestro. 10 Citado por Herrera, ob. cit., p. 117. 11 Es probable también que los entrepisos entre
el primero y el segundo nivel hayan sido elevados, al menos en 30 centímetros, para darles la elevación necesaria a los arcos, cosa que habría que comprobar con las calas adecuadas.
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5.1. Iglesia parroquial mayor de Sancti SpĂritus
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cinco
IGLESIA PARROQUIAL MAYOR DE SANCTI SPÍRITUS La iglesia de este pueblo está bien adornada, es de una nave que corre del Sur al Norte, tiene unos quince o veinte altares, y detrás su buena sacristía con vivienda para los ministros. […]. La construcción del pueblo es muy regular, hay sólo cuatro calles, que tienen rectitud, las demás son muy desiguales y las casas están disparadas. Lo que tiene de ventaja […] es que todas las más de sus casas son de ladrillo y teja, el vecindario es numeroso, y junto el del pueblo con su partido pasan de veinte mil almas. […]. «Visita pastoral del obispo Díaz de Espada en 1804, según el relato de fray Hipólito Sánchez Rangel»
L
as iglesias parroquiales están vinculadas a la fundación de los asientos urbanos. Como consta en antiguos documentos, el primer acto de fundación consistía en clavar la cruz donde debía erigirse la iglesia, centro de la futura población cuyos solares se mercedaban a partir de dicho punto y cuya jurisdicción se determinaba por el radio establecido desde ese lugar. Las primeras iglesias cubanas eran bohíos, y la suplantación de tales estructuras por otras de materiales más perdurables constituyó un proceso paulatino subordinado al de la consolidación territorial y económica de las poblaciones, fenómeno que, en general, tuvo lugar a partir del siglo xvii. Las parroquiales fueron los primeros edificios perdurables de las villas primitivas y las «escuelas» por donde penetraron las soluciones constructivas hispano-moriscas. Dentro del grupo de esas iglesias tempranas se destaca la de Sancti Spíritus, una de las más antiguas y mejor conservadas del país (ILUS. 5.1 y 5.2) . La villa de Sancti Spíritus fue la cuarta de las fundadas por Diego Velázquez, establecida entre abril y junio de 1514 en un asiento cercano al río Tuinicú, trasladado hacia 1520 a la vera del río Yayabo. Desde muy temprano las referencias documentales sobre esta iglesia aluden a
5.2. Detalle de los vanos del cuerpo alto de la fachada de la iglesia
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que era «la mejor». Cuando el gobernador Gonzalo de Guzmán visitó a la villa en 1534 encontró a sus vecinos mejor dispuestos que los de Trinidad porque, entre otros motivos, «…tenían una buena iglesia […]»,1 afirmación repetida en 1569 por el obispo Juan del Castillo, quien afirmó que era «…la más rica de toda la Isla».2 Sin embargo, aún era un bohío, pues en 1612 el obispo fray Alonso Enríquez de Armendáriz afirma que la «hizo y reedificó» y que quedó «…muy buena y bastante para aquella villa».3 No obstante, según el arquitecto Joaquín E. Weiss, la iglesia fue construida «…entre los años de 1675 y 1680 en sustitución […] de la anterior de 1620 y aprovechando probablemente una parte de sus cimientos y muros […]»,4 opinión mejor precisada por Jorge Le Roy y Cassá al afirmar que se reedificó bajo los auspicios del obispo Juan de Santo Mathia, quien «…se esforzó en atender a los reparos de una iglesia que su antecesor don Nicolás de la Torre había fabricado y fue arruinada cuando el incendio de dicha villa por el filibustero francés Pedro Legrand […] hecho consumado el 16 de diciembre de 1665 […]».5 El francés incendió la villa de un modo devastador, lo que marcó un hito en la historia arquitectónica de Sancti Spíritus, pues sus más viejas edificaciones fueron construidas o reconstruidas a partir de ese momento. El proceso de reedificación del templo espirituano sería relatado en 1692 por el fraile Francisco Romero: Los vecinos de la ciudad de Trinidad acabaron un suntuoso templo que hacía 28 años se había comenzado […] hasta llegarle a estrenar el día del grandioso apóstol San Pedro de este año 1692. En esta emulación que justamente se creó en las demás villas, se empeñó la de Sancti Spiritus en mejorar su templo echándole toda la techumbre de cedro […] sin que los acobardase el costo de más de 15 000 pesos que podría costar la obra […].6
5.3. Planta de la iglesia según levantamiento realizado por Francisco Prat Puig, tomado de: El prebarroco en Cuba. Una escuela de arquitectura morisca
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A esta etapa —último tercio del siglo xvii— corresponden las dos capillas anexas: la de planta hexagonal denominada «de la Humildad y Paciencia» (ILUS. 5.3 a 5.5) y la funeraria de la influyente familia Pérez de Corcha llamada «de El Rosario». Pero la torre no estaba construida aún, pues el padre Romero no alude a ella. Es de inferir, por tanto, que fue fabricada después de 1692 y antes de 1754, año de la visita del obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, quien la reporta como construida.7 Para Morell, el templo se encontraba «en estado deplorable» por haberse rendido «el Arco toral que era de madera» —solución frecuente en las iglesias primitivas—, que fue reconstruido por orden del ilustrado obispo. El arco triunfal de esta iglesia es el único de su tipo que ha llegado a nuestros días (ILUS. 5.6) .
5.4. Exterior de la capilla «de la Humildad y Paciencia»
5.5. Altar de la capilla La iglesia espiritua«de la Humildad y na es de una sola nave Paciencia» con presbiterio a continuación y sacristía al fondo, cubierta con techos de madera, y torre de planta cuadrada a un costado, descendiente del tipo mudéjar que desde el siglo xiii se consolida en los territorios españoles reconquistados a los musulmanes como parte de su cristianización. Aquellas iglesias utilizaron realces románicos, gótico-isabelinos o herrerianos según sus momentos de construcción, pero en esencia responden al esquema popular del rectángulo alargado cubierto con techos de madera, con torre a un costado. Las nuestras emplearon formas morisco-herrerianas con reminiscencias anacrónicas, en algunos casos del gótico, y sus mayores diferencias con respecto a las españolas, en lo que a la planimetría se refiere, radica en las soluciones más simples de las cabeceras. Pero, en general, los templos cubanos primitivos, como demostrara Francisco Prat Puig, perpetúan tradiciones mudéjares de abolengo medieval, en lo que tiene que ver con la planta, los alzados y las soluciones constructivas.
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La de Sancti Spíritus es «muy pura» en relación con los tipos de referencia. La techumbre es de armadura de madera, rematada centralmente por un harneruelo, y se arriostraba por medio de series de tirantes reforzados en los ángulos esquineros con cuadrales (ILUS. 5.7) . Sobre el presbiterio destaca el techo octogonal, con cuadrales realzados con lacerías (ILUS. 5.8) . La fachada, de frontón triangular, se abre en tres huecos sobre la puerta principal (ILUS. 5.9) , remedo de viejísimas soluciones almohades que tan profundo calaran en las edificaciones civiles del mudejarismo español. Remates apiramidados de raíz gótica y el típico recuadramiento a modo de arrabá de los monumentos del período isabelino son claros indicios del linaje del templo espirituano. En el interior, exhibe valiosos altares, imágenes, óleos y objetos del culto (ILUS. 5.10 a 5.13) . La torre, por su altura —30 metros— y factura de ladrillo, es también un elemento notable que domina el paisaje urbano de la ciudad (ILUS. 5.14 y 5.15) . La cúpula fue reconstruida alrededor de 1819 por el maestro José de Jesús Legón y vuelta a reparar hacia 1860, cuando por «…causa del estado ruinoso en que quedo a consecuencias de las descargas eléctricas […]. Quedo la torre afeada en gran manera, falta de un complemento tan necesario, abierta por su parte superior y expuesta en lo interior de ella a los inconvenientes de la intemperie […]».8 Sobre esta Prat Puig expresó: 56
5.6. Arco triunfal de madera entre la nave y el presbiterio
5.7. Techo de la nave principal 5.8. Techo octogonal del presbiterio
…su exterior ha sido reformado y da una pobre idea de su fisonomía primi5.9. Fachada
tiva, en cambio el interior de la misma refleja la sabia técnica de construcción empleada en su fabricación. Está construida toda ella de ladrillo […]. Constaba originariamente de cuatro cuerpos superpuestos de planta cuadrada; a su vez el inferior estaba dividido funcionalmente en dos. La parte baja está cubierta por una bóveda de rincón de claustro […]. El otro recinto que se integraba al primer cuerpo se halla superpuesto al descrito y contiguo al antiguo coro por el que, y a través de aquél debía penetrarse al campanario […]. Encima del cuerpo superior se levanta una cúpula ochavada sobre linterna octogonal que tiene en los cuatro costados paralelos a la torre un arco cuyo perfil le proporciona aspecto entre ojival y túmido apuntado (ILUS. 5.16) .9
La torre de la iglesia parroquial marca el punto central del círculo de media legua que establece el límite de los ejidos de la villa, lo que es índice de su antiguo emplazamiento en este lugar. El templo está ubicado de costado a su plaza, como fue común en los siglos tempranos (ILUS. 5.17) . Este espacio es, ciertamente, resto de uno de mayor tamaño progresivamente urbanizado, al igual que los solares del entorno de la iglesia, que ha quedado inmersa dentro de las construcciones erigidas a sus costados y fondo (ILUS. 5.18) . La definitiva conformación del área tuvo lugar cuando en 1690 los franciscanos fundaron la ermita de la Vera Cruz, al norte de la parroquial, con lo cual se originó una nueva plaza devenida el actual parque Serafín Sánchez, centro principal de la villa. A su lado, hacia 1716, edificaron el correspondiente convento. Ello también establece el sentido de crecimiento urbano en dirección, primero, a la plaza
5.10. Altar Mayor
5.11. Cuadro del Sagrado Coraz贸n de Jes煤s
5.12. Virgen de la Caridad del Cobre
5.13. Cuadro del Sagrado Coraz贸n de Jes煤s
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5.14. Vista de la ciudad desde la torre
5.15. Dibujo de la torre realizado por Francisco Prat Puig, tomado de: El prebarroco en Cuba. Una escuela de arquitectura morisca
5.16. Interior de la cúpula de la torre 5.17. Parque y estatua de Rudesindo García, al costado de la parroquial mayor
del convento de San Francisco y, seguidamente, a la ermita de La Caridad, fundada hacia 1717; se definió de esta manera el ámbito de la villa de los españoles, cuyo límite por el este, a mediados del siglo xviii , estuvo representado por la calle Gutiérrez, hoy José Martí, donde en 1721 se erige la desaparecida ermita de Santa Ana. Las calles Real y de San Francisco comunicaron la parroquial con la iglesia y convento de San Francisco, y así se configuraron los ejes estructurantes de la ciudad. La iglesia parroquial cuenta también con un ámbito abierto en su frente, en el que desembocan cinco calles, lo que origina un área de planta semicircular, disposición poco común. Al frente de dicho espacio, transformado en el siglo xx, se conservan antiguas viviendas, algunas dispuestas de lado a la plaza y otras con airosos portales. La fachada de la iglesia se encima sobre la calle que da acceso al río Yayabo como un impresionante telón de fondo. En las primeras décadas del siglo xx se realizaron algunas transformaciones que dañaron a la iglesia en lo estructural y en su autenticidad histórica. Entre otras, se demolió el coro original ubicado a los pies de la nave y se construyó otro de hormigón armado, se colocó un nuevo pavimento y se sustitu5.18. La iglesia envuelta yeron los tirantes y cuadrales por tensores de acero, interen las construcciones vención que afectó la estabilidad física del edificio, pues erigidas en la manzana los tensores no fueron capaces de contrarrestar los empujes de su emplazamiento, versión elaborada a partir del techo, lo que provocó el desplazamiento de los muros del plano original tomado laterales. Hacia 1950 el edificio se encontraba en muy mal de: CICENCREM, Fondo estado y se pidió consejo al arquitecto Joaquín E. Weiss, de Planos, levantamiento realizado bajo la origen espirituano, quien recomendó el restablecimiento dirección del arquitecto de los arcos cegados de la torre, la reposición de los de la Roberto Villoch, 1988 techumbre, la reconstrucción del coro en su forma original y otros detalles.10 Los estudios para la restauración de la iglesia comenzaron en 1981 bajo la dirección del arquitecto Enrique Capablanca, quien contó con la asistencia de los arquitectos Fernando Rodríguez y Bismarck González. Las obras se iniciaron en 1985, y en 1987 se realizaron excavaciones arqueológicas dirigidas por Alfredo Rankin Santander. Los trabajos de restauración concluyeron en 1989.
La iglesia parroquial es el hito que enlaza y separa dos patrones urbanos: el de la «villa de los españoles», integrada por calles casi paralelas que nacen de la parroquial y se extienden hasta la iglesia de La Caridad, y el irregular de la «aldea aborigen» en la proximidad del río, barrio ocupado después por la población libre de color. Ello dota a Sancti Spíritus de un altísimo significado urbano y patrimonial.
N o ta s 1 «El gobernador Manuel de Rojas da cuenta
a S.M. de haber hecho la visita de la tierra y del estado en que encontro las poblaciones de Trinidad, Santi-Spiritus, Puerto Príncipe, San Salvador, el pueblo de experiencia de indios libres y las minas de oro. […]», 1534. En: Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de Ultramar. Isla de Cuba, t. IV, pp. 332-353. 2 «Testimonio de la visita que hizo a su diócesis
Juan del Castillo, Obispo de Cuba. 2 de agosto 1569 a 13 de abril de 1570». En: Joaquín Llaverías: Papeles existentes en el Archivo General de Indias relativos a Cuba y muy particularmente a La Habana, pp. 217-228. 3 Hortensia Pichardo: «Noticias de Cuba»,
pp. 7-44. 4 «Recomendaciones formuladas al comité
gestor de la restauración de la iglesia Parroquial Mayor de la ciudad de de Sancti Spíritus por el arq. Joaquín E. Weiss», pp. 381-388. 5 Jorge Le Roy y Cassá: Historia del hospital de
San Francisco de Paula, pp. 37-38. 6 Fray Francisco Romero: «Llanto sagrado de la
América meridional». En: Leví Marrero: Cuba: economía y sociedad, vol. 5, pp. 99-100. 7 Véase: La visita eclesiástica, p. 47 8 ANC. Gobierno Superior Civil, leg. 772,
núm. 26555, 1860. 9 Francisco Prat Puig: El prebarroco en Cuba.
Una escuela criolla de arquitectura morisca, pp. 170-171. 10 Joaquín E. Weiss: Ob. cit.
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IGLESIA PARROQUIAL DE REMEDIOS …en nuestra primera escuela constructiva predominan los caracteres derivados de la arquitectura mudéjar, en su modalidad más evolucionada desarrollada por los moriscos. […]. No obstante […] en bastantes detalles decorativos […] se reconocen influencias herrerianas […]. Francisco Prat Puig: El prebarroco en Cuba. Una escuela criolla de arquitectura morisca, 1947
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a iglesia de Remedios es, como las del resto de las villas primitivas cubanas, un templo mudéjar-renacentista que conserva la más espléndida armadura de par y nudillo del país, comparable, sin desdoro, con las mejores del género en Hispanoamérica. Hacia mediados del siglo xviii, el obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz describió las transformaciones que se estaban realizando en el templo: La Iglesia Parrochial que avia, sobre reducida era viexa: En el año de 36 se delineo a su costado siniestro, cuya fábrica no se principio hasta el 41: Continuanse con gran lentitud por falta de medios: La antigua llegó a sentirse de tal modo, que fue preciso sacar de ella a la Magestad Sacramentada y depositarla en la Hermita del Buen Viaje: Esta diligencia se practicó por Julio de 52: Sobre fines de Noviembre del mismo año se arruinó totalmente la Iglesia. Estos incidentes hicieron avivar la obra iniciada y construir lo preciso para que pudiese servir: Efectivamente se avilitó la mitad, poniéndola por división un tablado: No hubo tiempo de enladrillar el suelo: pero sin esta circunstancia, se trasladó a ella el Señor sobre el mes próximo siguiente de Diziembre: Desde entonces se celebraron allí los Divinos Oficios: Manejase por las dos puertas laterales […]. La otra mitad del Templo se alla descuvierta y las paredes para enrrasarse sin mucha dilación y costo: La fachada principal tiene tres puertas con sus pilares y nichos en la parte interior ha de quedarse el Chorro alto y a la exterior izquierda la torre. Corre de Oriente a Poniente: consta de tres Naves con su arqueria primorosa […]. Toda la Obra es de ladrillo y texa con sus molduras de maderas, pulidamente travaxadas. […].1
Por esta descripción se infiere que la iglesia fue ampliada en el sentido de la profundidad a partir de un edificio más antiguo y que en ese momento adquirió la fisonomía con que ha llegado a nuestros días (ILUS. 6.1) . Al retirarse el repello de los muros de la fachada principal se pudo apreciar que el paramento original era distinto al actual y diferente a los de las otras parroquiales cubanas tempranas (ILUS. 6.2) . La mayoría de las iglesias cubanas primitivas tienen la fachada triangular a manera de frontón, forma ideal detrás de cuyas vertientes se desarrollan los tejados. Pero la de Remedios tuvo un frontis rectangular coronado con espadaña (ILUS. 6.3) , solución que, al crite62
6.1. Iglesia parroquial de Remedios
6.3. Reconstrucción de la fachada original de la iglesia de Remedios realizada por Francisco Prat Puig, tomada de su libro: El prebarroco en Cuba. Una escuela criolla de arquitectura morisca
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rio de Francisco Prat Puig, es «…la forma típica de las fachadas mudéjares […] especialmente de las toledanas, y lo es también el remate horizontal de las mismas por medio de fuertes cornisas […]».2 La fachada «estandarte» posee remotos orígenes en ejemplos de arquitectura prerománica y pervivió a lo largo de las centurias, en expresiones diversas, hasta ser una de las formas preferidas del plateresco. Fue, además, el antecedente obvio de las dispuestas en retablo, de gran repercusión en Hispanoamérica. La composición rectangular apunta a una ma6.2. Muros sin yor antigüedad, certidumbre que encuentra sosrepellos de la tén documental en la afirmación del obispo fray iglesia de Remedios, Alonso Enríquez de Armendáriz, quien en 1620 la tomados de: Aquiles de la Maza: Eutimio consideró «…muy antigua y se cayó; hase reedifiFalla Bonet. Su obra cado».3 Según Manuel Martínez Escobar el templo filantrópica y la fue construido en el solar donde hoy se encuentra arquitectura cuando la villa se asentó en su actual emplazamiento a mediados del siglo xvi. Y, como todos los primitivos, está colocado de costado a su plaza (ILUS. 6.4) . En 1693 se afirma que la iglesia parroquial vale más de veinte mil pesos, y que sus vecinos en su reedificación habían gastado «de dos años a esta parte», más de cuatro mil pesos.4 De acuerdo con las investigaciones arqueológicas realizadas por Aquiles de la Maza,5 fue, desde los inicios, de tres naves, criterio compartido por Prat Puig.6 La población que terminó por llamarse San Juan de los Remedios venía de un antiguo asiento, establecido por Vasco Porcallo de Figueroa (1494-1550) frente a cayo Conuco, lo que dio origen al nombre de la Sabana del Cayo, en fecha también muy discutida. En 1527 el bachiller Alonso de Parada informó al rey que en Cuba existían siete pueblos,7 por lo que se infiere que el surgimiento del poblado es posterior a esa fecha. Sin embargo, cuando el obispo Diego Sarmiento visitó el lugar en 1544 expresó que «Hay 20 casas bohíos, aposentos de indios y españoles. La iglesia y capellán letrado, que ha 20 años es su capellán y doctrina los indios y esclavos […]»,8 es decir, ubica la existencia del asiento en 1524. A la espera de documentos más concluyentes puede con 6.4. Detalle del siderarse que El Cayo fue fundado en el entorno de «Plano topográfico, la expedición comandada por Pánfilo de Narváez a histórico y La Florida en 1527, de la que Vasco Porcallo de Fiestadístico de la villa de S. Juan gueroa fue el principal proveedor, por lo que requede los Remedios», ría de una salida al mar por la costa norte cubana. levantado por D. No fue Remedios una población sometida a la Estratón Bausá y dibujado por Rafael jurisdicción de los gobernadores de la Isla cuya Rodríguez, 1841, en autoridad estuviera representada por los funcioel que se aprecia narios correspondientes. Por el contrario, era una la ubicación de la excepcional villa «de señorío», cuya institución en iglesia con respecto a su plaza y la América intentó evitar la Corona española, fundapoblación, tomado da por el individuo de mayor linaje de los que vide Biblioteca nieron con Diego Velázquez, por ser pariente de los Nacional José Martí. Mapoteca duques de Feria.
Porcallo, natural de Cáceres, fue fundador y vecino de Trinidad y, en la primera mitad del siglo xvi, el verdadero dueño del país por la preeminencia que alcanzó en Puerto Príncipe, Sancti Spíritus, Remedios y Trinidad. Numerosos documentos hacen referencia a la opulencia de que se rodeó —el propio Sarmiento habla de «lo cumplida» de su casona— y también a la crueldad con que trató a los aborígenes. Cabría suponer que la iglesia de una villa «feudal», de un conspicuo personaje, ostentara una estirpe arquitectónica acorde con el rango de su señor, y que fuera, a su vez, el modelo de la fabricada en la segunda mitad del siglo xvi en el asiento definitivo de Remedios. O que a este lugar de intenso tráfico marítimo —que al decir de Fernando Ortiz estuvo poblado por gente de disímil condición: conversos, cristianos nuevos, judíos, moriscos, y según el obispo fray Enríquez de Armendáriz, «mulatos, mestizos y portugueses, que cuando se les antoja, apalean a su cura»— arribara un alarife «letrado». Entre 1735 y 1757 se efectúa la gran reconstrucción a la que alude el obispo Morell, durante la cual fue alargada, añadido el presbiterio y las capillas laterales y se elevó el puntal de la iglesia (ILUS. 6.5) . La fachada se modificó al construirse los aletones de unión de la nave central con las laterales, de modo que los tejados, al ser elevados, quedaran ocultos. En grabados del siglo xix y en fotos antiguas se aprecia que los aletones estuvieron dispuestos en chaflán recto, sin el perfil ondulado «barroco» incorporado posteriormente (ILUS. 6.6 Y 6.7) . La espadaña quedó embebida en el 6.6. Fotografía antigua de la parroquial. Cortesía del arquitecto Reynaldo Mendoza muro (ILUS. 6.8) , pues entonces se fabricó una torre
6.7. «Vista de la iglesia mayor y de la ermita del Buen Viaje», publicada en Álbum pintoresco de la isla de Cuba, ca. 1855
6.5. Planta de la iglesia, con la indicación de los estudios realizados por Maza, tomada de: Aquiles de la Maza: Eutimio Falla Bonet. Su obra filantrópica y la arquitectura
6.8. Espadaña 6.9. Torre
que se derrumbó entre 1782 y 1793 y sería nuevamente levantada entre 1848 y 1850, de acuerdo con el elegante y esbelto proyecto realizado por el maestro de obras francés Luis Rollans (ILUS. 6.9 a 6.11) . En la forma en que la tenemos a la vista, la techumbre de la nave principal (ILUS. 6.12) —que sin dudas conserva partes de la antecedente del siglo xvii— fue armada hacia 1752-1757, y como ello coincide con la erección de la parroquial del Buen Viaje en Santa Clara (1746-1765), con la que guarda grandes semejanzas, es muy probable que también haya sido fabricada y decorada bajo la dirección del maestro José Santoyo, reconocido artífice de la villaclareña. Esta extraordinaria armadura de par y nudillo fue descubierta al retirarse el cielo raso de lona que la ocultaba en el curso de la restauración efectuada en los años 40, dirigida por el arquitecto Aquiles de la Maza con la asesoría del doctor Francisco Prat Puig y el financiamiento del benefactor Eutimio Falla Bonet, de origen remediano.9 La armadura había sido encalada pero se veían debajo de la pintura las huellas de las rosáceas de ocho pétalos que cubrían la superficie del harneruelo. Al ser removidas las capas de pintura, se pudieron observar los motivos en forma de flores de cuatro pétalos en tonos claros y el resto, oscuros; cada pétalo pintado de un solo color, plano. Los colores eran el negro para el silueteado, y blanco, azul, amarillo y rojo 66
6.10. Torre
6.11. Campana de la torre
6.12. Armadura de la nave principal
6.13. Techo del presbiterio
para el relleno (ILUS. 6.13) . Las rosáceas están enmarcadas en estelas de follajes continuos, de temas renacentistas, pintados en negro. Los tirantes, cuadrales, estribados y tabicas inmediatas muestran también decoraciones con motivos geométricos en roleo, en tintes negros sobre el fondo rojizo de la madera. La techumbre de la iglesia de Remedios es nuestra «Capilla Sixtina», al igual que la de la catedral de Teruel lo es a los efectos de España. Y del mismo modo que esta, salvando distancias cronológicas y de ejecución, la de Remedios se distingue del resto de las cubanas de su estirpe por una decoración (ILUS. 6.14 a 6.19) que, a más de cubrir casi la totalidad de la armadura, utiliza tanto los típicos motivos vegetales de inspiración mudéjar descritos, como representaciones de escenas de la vida cotidiana, alusiones a frutas del país, animales domésticos 68
6.14 a 6.19. Decoraciones pictóricas de los techos
y actividades de trabajo al modo occidental, en sorprendente testimonio de época y de pertenencia a un lugar. Según el marqués de Lozoya, los temas «costumbristas» penetraron las decoraciones de los techos mudéjares en el siglo xiv, cuando «…juntamente con la tradición musulmana, más absorbente en los motivos ornamentales, se combinan asuntos y estelas venidas de Francia o de Italia y se casa, entre atauriques y lazos, un mundo de elegantes figurillas que luchan, cazan, se divierten […]».10 La iglesia posee, además, valiosas imágenes y altares colocados cuando su restauración entre 1944 y 1955 (ILUS. 6.20 a 6.24) .
6.20 a 6.24. Altares e imágenes religiosas de la parroquial de Remedios
Remedios, una de las primeras villas, pese a los avatares de su existencia —incendiada en 1691 y en 1819—, ha conservado el ambiente colonial y las edificaciones de época. La armadura de madera de su iglesia parroquial tiene un lugar cimero en la historia de la arquitectura cubana del período colonial y en la de los techos pertenecientes a la familia derivada de los mudéjares, perpetuados en Hispanoamérica.
N o ta s 1 La visita eclesiástica, p. 63. 2 Francisco Prat Puig:
El prebarroco en Cuba. Una escuela de arquitectura morisca, p. 149. 3 «Relación de lo espiritual
y temporal del obispado de Cuba, vida y costumbres de todos sus eclesiásticos, escrita de orden del rey D. Felipe III por Fray Alonso Enríquez de Armendáriz, obispo de Cuba», La Habana, 1620. En: Hortensia Pichardo: «Noticias de Cuba», pp. 7-44. 4 «Petición de M. P. S. delo
Capitán D. Bartolomé del Castillo, vecino de la Villa de San Juan de los Remedios del Cayo en su nombre y de los vecinos del Cayo», 1693. En: José A. Martínez-Fortún y Foyo: Anales y efemérides de San Juan de los Remedios y su jurisdicción, t. I, pp. 57-59. 5 Véase: Aquiles de la Maza:
Eutimio Falla Bonet. Su obra filantrópica y la arquitectura, pp. 28-32. 6 Francisco Prat Puig: Ob. cit.,
pp. 47-54. 7 «Relación del estado
en que se hallan las islas Española, Fernandina y Santiago, presentada al Consejo de Indias por el bachiller Alonso de parada, con propuesta de acudir a su remedio introduciendo negros esclavos». En: Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de Ultramar. Isla de Cuba, t. I, p. 428. 8 «Carta del Obispo al
Emperador dando cuenta de la visita hecha á las villas é iglesias, y del estado en que se hallan», 1544. En: Hortensia Pichardo: Documentos para la historia de Cuba, t. I, pp. 96-101. 9 Véase Aquiles de la Maza:
Ob. cit. 10 Juan de Contreras, marqués
de Lozoya: Historia del arte hispánico, t. II, p. 257.
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siete
TRAZADO URBANO DE MATANZAS En carta del 12 de Sett e del año pas do de 1681 dais quenta de que los corsarios franceses y Yngleses hicieron en dho año varias hostilidades en esas costas […] proponeis que en dho Puerto de Matanzas se aga un castillo […]; que al abrigo de este castillo se puede formar un lugar […] que es sitio fértil y ameno por la pureza de los aires y buen temperamento, dando principio a la población con treinta familias que se lleven de Canarias […] resuelvo se egecute la fortificación en la forma y en el parage que referis […] y para que se pueda ejecutar la población que se propone ordeno al Gov or de Canaria que […] remita las treinta familias […]. Real cédula de 14 de abril de 1682
E
n el último tercio del siglo xvii, al mismo tiempo que en las primitivas villas centrales tenía lugar la consolidación arquitectónica de sus iglesias parroquiales en expresión de estabilidad de los asientos urbanos, en el dilatado y apenas poblado territorio occidental extendido desde Pinar del Río hasta el centro de la Isla y perteneciente a la jurisdicción de La Habana, se procedía a la fundación de una nueva ciudad, la de San Carlos y San Severino de Matanzas, a la vera de la formidable bahía situada en el emboque de los canales Viejo y Nuevo de Bahamas, rutas marítimas por donde transitaban los buques. Desde muy temprano el lugar fue conocido, pues la elevación llamada Pan de Matanzas servía de orientación a la navegación (ILUS. 7.1) . Matanzas es la primera ciudad fundada en Cuba por interés explícito del Estado español. En los finales del siglo xvii era necesario levantar un bastión defensivo en su bahía para alejar las pretensiones de los enemigos del reino, a lo que se añadían los beneficios que recibirían los dueños de los hatos y corrales del territorio, pues bajo el amparo de la nueva fortaleza cesarían «…las perdidas qe oy esperimentan por acosados de los Piratas qe tan frecuentemente Infestan aquellos parages […]».1 72
7.1. Vista aĂŠrea de la ciudad de Matanzas
El establecimiento de la ciudad fue aprobado por Carlos II el 14 de abril de 1682. Por escritura del 6 de mayo de 1693, la Real Hacienda compró al monasterio de Santa Clara 4 caballerías de tierras y el corral Matanzas, territorio destinado para la erección del castillo y el asentamiento de la ciudad, cuya fundación se llevó a cabo entre el 10 y el 30 de octubre de 1693. Los pormenores del proceso quedaron recogidos en un acta levantada por el escribano Juan Uribe Ozeta, quien fungió como tal y, a la vez, como 7.2. Plano de agrimensor del deslinde de solares y tierras. Uribe fundación de la se atuvo a lo establecido en un «mapa» elaborado ciudad de Matanzas por el ingeniero militar Juan Herrera Sotomayor y elaborado por el ingeniero militar fechado el 18 de octubre de 1693, excepcional doJuan Herrera y cumento que ha llegado a nuestros días gracias Sotomayor en a la restauración realizada por el historiador ma1693, tomado de la colección del Museo tancero José A. Treserra (ILUS. 7.2) . Provincial Palacio de Matanzas fue emplazada al fondo de su bahía, Junco entre los ríos San Juan y Yumurí (ILUS. 7.3) . Como se aprecia en el plano de Herrera Sotomayor, debido al límite natural que representó la extensa área 7.3. Vista del solar de la ciénaga del río Yumurí, la traza asume la fundacional de la ciudad de Matanzas forma de un triángulo, con el vértice superior del lado de la rada, a modo de una retícula ortogonal de manzanas rectangulares cuyo número va en aumento en la medida en que se penetra hacia el fondo del territorio, en 7 filas con una octava en ciernes: la primera fila con 3 manzanas, la segunda con 3 ½, la tercera con 5, la cuarta con 6 ½, la quinta con 8 ½, la sexta con 9 ½ y la séptima con 10, para un total de 41 manzanas completas y 9 incompletas. Cada manzana completa contaba con 8 solares, de 30 varas de frente por 40 de fondo, con fachadas orientadas al norte y al sur, de cara a los ejes longitudinales dispuestos en sentido este-oeste. Sumaron 312 solares, más 20 destinados a dos plazas: una, al lado de la bahía, de forma irregular (ILUS. 7.4) , vértice del triángulo, y, otra, de figura rectangular, en la tercera fila de manzanas, enfrente de la iglesia (ILUS. 7.5 y 7.6) , edificio principal de las fundaciones españolas que, por vez primera, se concibe con la fachada orientada hacia su plaza. 75
7.4. Plaza fundacional o de La Vigía
7.5. Plaza de la iglesia parroquial, hoy catedral de Matanzas, postal tomada de la colección del Museo Provincial Palacio de Junco
Este esquema urbano tuvo como soporte las prescripciones contenidas en las «Nuevas ordenanzas de descubrimiento, población y pacificación de las Indias» —también denominadas Leyes de Población—, dictadas ciento veinte años antes por Felipe II el 13 de julio de 1573: La plaza mayor de donde se ha de comenzar la población siendo en costa de mar se debe hacer al desembarcadero del puerto […]. La plaza será en cuadro prolongada, que por lo menos tenga de largo una vez y media de su ancho,
7.6. Vista actual de la plaza de la iglesia parroquial
porque este tamaño es el mejor para las fiestas a caballo y cualquier otras que se hayan de hacer. […].
Las calles se prosigan desde la plaza mayor, de manera que aunque la población venga en mucho crecimiento no venga a dar en algún inconveniente que sea causa de afear lo que se hubiere reedificado, o perjudique su defensa y comodidad. […]. A trechos de la población se vayan formando plazas menores, en buena proporción, a donde se han de edificar los templos de la iglesia mayor, parroquias y monasterios, de manera que todo se reparta en busca de proporción por la doctrina. […]. En la plaza no se den solares para particulares […]. Los demás solares se repartan por suerte a los pobladores continuándolos a los que corresponden a la plaza mayor. Y los que restaren queden para Nos hacer merced de ellos a los que después fueren a poblar […]. Y para que se acierte mejor llévese siempre hecha la planta de la población que se hubiere de hacer. […]. Dispongan los solares y edificios que en ellos hicieren, de manera que en la habitación de ellos se pueda gozar de los aires de mediodía y del norte por ser los mejores. Dispónganse los edificios de las casas de toda la población generalmente, de manera que sirvan de defensa y fuerza contra los que quisieren estorbar o infectar la población. […] en las tierras de labor repartidas […] siembren los pobladores todas las semillas […].2
Tradición urbanística que hunde sus raíces en los inicios de las ciudades de la Antigüedad, en particular las griegas y romanas. Pero hubo diferencias en el modo en que los romanos reinterpretaron el legado griego. Según León Bautista Alberti, cuya doctrina se apoya en el estudio de las «obras antiguas», los «…Griegos hazian la plaça cuadrada, y la rodeauan con portales grandiSsimos y doblados, adornauan la con columnas, y architraues de piedra, y encima de los cobertizos hazian pasSeaderos. […]».3 Los italianos, por el contrario, preferían las plazas cuya «…anchura […] tenia dos tercios de la longura, y porque por vieja ordenança se mirauan de alli los juegos de la esgrima, se ponia en el portal las columnas algo raras, y al derredor del portal se ponian las tiendas de plateria, y encima de los sobrados enmaderados se aparejauan las cosas que seuian para las rentas públicas. […]».4 Alberti propone que «…nos tambien aprouaremos la plaça cuya area cumpla dos quadrados, y conuiene que el portal, y las casas que a la redonda se pusieron en ciertas medidas corresponda con la area descubierta, para que ni parezca muy demasiado de grande si los edificios de la redonda estuuieren bajos […] ni tampoco muy estrecha con estar cercado de amontonamiento de edificios muy altos […]».5 De estas propuestas, y de su obra en sentido general, derivan, como afirma José María de Azcárate, «…unos principios que son una reelaboración del clasicismo […]»,6 savia nutricia del ideario urbano preconizado por el humanismo renacentista. En el caso de Matanzas, las instrucciones del código filipino se cumplieron con algunos ajustes, como era de esperar. En primer lugar, la plaza de La Vigía no tuvo la forma sugerida, sino quedó como un espacio irregular determinado por el borde marítimo (ILUS. 7.7) . La plaza de la iglesia parroquial fue la que quedó dispuesta en forma rectangular, como todas las manzanas de la población. Para entonces, las manzanas rectangulares eran una novedad, pues al dictarse las Leyes de Población ya habían sido fundadas la mayoría de las ciudades hispanoamericanas sobre la base de la manzana cuadrada, módulo típico de las urbes en «cuadrícula».7
7.7. Calle Medio desde la plaza de La Vigía
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7.8. «Plano de la ciudad de Matanzas», 1797. ANC. Junta de Fomento, leg. 71, núm. 2751
78
Por supuesto que en España existían antes de la conquista de América ciudades regulares con manzanas rectangulares, y en México se distinguen la propia capital de los aztecas y Cholula, considerada como ejemplo de ciudad ortogonal prehispánica en rectángulo, modelo de la de Puebla (1531).8 Pero lo de Matanzas es una asunción de aliento renacentista (ILUS. 7.8) que se contrapone al cuadrado griego retomado por la ciudad ideal del monje franciscano Eiximenis (ca. 1383) y repetido hasta la monotonía en las de la América del Sur, preferencia que tal vez tuvo que ver con la enorme injerencia de la orden franciscana en la sociedad colonial. Lo importante es que la asunción de una forma u otra origina ciudades muy distintas: las de plaza cuadrada poseen una poderosa fuerza gravitacional hacia dicho espacio, de lo que Santiago de Cuba es un buen ejemplo. Las que cuentan con varias plazas ostentan una uniformidad morfológica que las acerca al plan de la ciudad de Mileto (siglo v a. C.), modelo del cual deriva el urbanismo regular. En segundo lugar, en la plaza de la iglesia, como remedo tal vez del urbanismo de principios del siglo xvi, se ubicaron el edificio religioso y el del Cabildo, mientras la aduana —importante función en las ciudades-puertos— y la casa del corregidor o gobernador se situaron en la plaza de Armas (o de La Vigía). Ninguna de las plazas matanceras contó con «…cuatro calles principales, una por medio de cada costado de la plaza y dos calles por cada esquina de la plaza […]»,9 disposición que tuvo poca repercusión en el urbanismo indiano, salvo el proyecto de 1673 para la nueva fundación de la ciudad de Panamá y el de 1683 para la de Santa Clara, en Cuba, aparte de otras eruditas propuestas del xix. Por contraste, el cerco de portales en el entorno de los espacios públicos devino uno de los rasgos más representativos del urbanismo hispanoamericano, y su ausencia en las plazas matanceras —salvo excepciones— es difícil de explicar, aunque no debe pasarse por alto que en los siglos iniciales solo los vecinos muy pudientes contaron con este elemento en los frentes de sus viviendas, y no era el caso de la mayoría de los pobladores de Matanzas, cuyas moradas consistieron en sencillas fábricas. Cuando la riqueza tocó a las puertas de la ciudad en la decimonovena centuria y estuvieron en condiciones de levantar edificios sólidos, ya se habían definido las líneas de las fachadas, por lo que la inserción de portales hubiera trastornado el eje geométrico del trazado de la urbe. Por su parte, ese templo, como ya dijimos, fue el primero en Cuba en proyectarse con la fachada principal orientada hacia su plaza. Hasta entonces, y aun con posterioridad, los edificios religiosos se disponían de costado hacia estas, acorde con una vieja tradición que se remonta al medioevo español, por lo que el caso matancero era sumamente novedoso. Para Jaime Salcedo, el cambio de orientación tuvo que ver con la nueva sensibilidad aportada por el humanismo renacentista, que podría expresarse en que «…la fachada de un edificio debe verse desde la plaza».10 Con mayor acierto, Alberto Nicolini considera que uno «…de los factores decisivos del cambio hubo de ser el conjunto de prescripciones teóricas surgidas de la gran reforma en materia religiosa y litúrgica impulsada por el Concilio de Trento. […]
7.9. Huellas de los horcones de la primitiva iglesia parroquial puestos al descubierto por las excavaciones realizadas en el lugar originario dirigidas por Leonel Orozco
7.10. Catedral de San Carlos de Matanzas
en especial, el decreto de 3 de diciembre de 1563 [que dispuso]: Por el frente levántense las entradas de la iglesia […]».11 Pero los primeros vecinos de Matanzas no supieron apreciar esta primicia, y cuando el templo fue destruido en 1730 por un huracán (ILUS. 7.9) , de nuevo fue levantado en el solar frontero, dentro del espacio previsto para su plaza, por lo que quedó de lado, como era costumbre (ILUS. 7.10) . No obstante, llevó consigo a su nuevo emplazamiento el espíritu renacentista con que fuera concebido, al repetir casi exactamente las dimensiones que le fueron dadas en el acto de su fundación: «…su longitud 44 varas su latitud en el Crucero 23 ý en el resto 11 […] la Sacristía á espaldas, con 8 baras de largo, seis de ancho ý cinco de alto […] las Campanas quedan al lado diéstro de la Puerta Principal pendientes de una horca […]».12
El proceso fundacional concluyó en el mes siguiente: el 9 de noviembre de 1693, el gobernador Severino de Manzaneda estableció la jurisdicción de la nueva población a partir del centro de la puerta principal de la iglesia parroquial en un radio de 6 leguas. La ciudad de Matanzas entraba en la historia (ILUS. 7.11) . 7.11. Gobierno de España. Ministerio de Cultura. AGI. Santo Domingo, 681-Matanzas, Jurisdicción, 1808
7.12. Castillo de San Severino
Al unísono con la traza de la población se inició la construcción del castillo de San Severino (1693-1746/1772-1789), según los proyectos elaborados por Juan de Císcara y definitivamente concluidos por Juan de Herrera Sotomayor (ILUS. 7.12 y 7.13) . Erigido para defender la capital del país y la custodia de las haciendas del dilatado territorio de su jurisdicción, San Severino merece ser incluido dentro de las fortificaciones del sistema defensivo de La Habana, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Matanzas es la ciudad del ideario urbano preconizado por Felipe II, el de las Leyes de Población de 1573, lo que dota a su trazado de altísima excepcionalidad, en comparación con los del resto de las ciudades hispanoamericanas fundadas por España. Mantuvo el plan urbano originario gracias al celo permanente de sus pobladores por el cuidado de la traza fundacional y el decoro de los edificios, según los planos reguladores y las «reglas del arte», lo que permitió la erección de una de las ciudades más coherentes y bellas de Cuba. 80
7.13. Galería del castillo de San Severino
N o ta s 1 «Autos seguidos sobre la fundación de la Población de Matanzas»,
1791. ANC. Escribanía de Varios, leg. 617, núm. 9974. 2 «Nuevas ordenanzas de descubrimiento, población y pacificación
de las Indias, Bosque de Balsaín, 13 de julio, 1573». En: Francisco de Solano: Normas y leyes de la ciudad hispanoamericana (1492-1600), t. I, pp. 194-218. 3 León Baptista Alberto: Los diez libros de arquitectura, p. 249. 4 Ídem. 5 Ídem. 6 José María Azcárate: «Prólogo». En: León Baptista Alberto:
Ob. cit., pp. 11-25. 7 Alberto Nicolini y Marta Silva: «La ciudad cuadricular».
En: Documentos para una historia de la arquitectura argentina. 8 Graziano Gasparini: Formación urbana de Venezuela, siglo xvi. 9 «Nuevas ordenanzas…», cit., p. 212. 10 Véase: Jaime Salcedo Salcedo: Urbanismo hispano-americano.
Siglos xvi, xvii y xviii. El modelo urbano aplicado a la América española, su génesis y su desarrollo teórico y práctico, p. 32. 11 Alberto Nicolini: La relación de la iglesia con el espacio urbano
en Hispanoamérica. Siglos xvi y xvii. Copia digital facilitada por el autor, sin paginación. 12 «Relacion de la Visita Eucaristica de la Ciudad de la Havana, y
su partido en la Ysla de Cuva, hecha, y remitida á S.M.C. (que Dios guarde) en su Real y supremo consejo de Yndias. Por El Licenciado Dn. Pedro Agustin Morél de San Cruz, Obispo de la Santa Iglesia Catedral de la Ciudad de Santiago de la misma Ysla». Documento localizado en el Archivo Nacional de Madrid, sin clasificar, por doña Carmen Gavira, y facilitado por ella a la autora.
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ocho
CASA DE GASPAR RIBEROS DE VASCONCELOS La Habana La localización de esta casa próxima a las plazas de Armas, Nueva, de San Francisco, y de la Ciénaga luego de la Catedral, le dan una privilegiada situación en el área de fundación de la villa, quedando en el perímetro defensivo para la primitiva empalizada de madera construida en 1586, ante la amenaza del corsario inglés Francis Drake y también dentro de la proyectada muralla pétrea diseñada por el ingeniero militar italiano Cristóbal de Roda en 1603, por lo que los solares que conforman esta manzana fueron indiscutiblemente de los primeros repartidos por el Cabildo. Leandro Romero Estébanez: «Casa de Riberos Vasconcelos», 1982
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a casa de don Gaspar Riberos de Vasconcelos (ILUS. 8.1) ha atraído la atención de numerosos investigadores, arqueólogos y arquitectos. Pero el estudio histórico más completo y definitivo sobre este importante y antiguo monumento fue realizado por Leandro Romero1 y se encuentra inédito en el Centro de Documentación de la Dirección de Arquitectura Patrimonial de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. Según Romero, a principios del siglo xvii existió en la calle de la Obrapía una casa de «tapias y tejas», propiedad de Joaquín Estrada. Por escritura de 27 de noviembre de 1630 ante el escribano Nicolás Gielisati,2 Gaspar Riberos de Vasconcelos, hidalgo portugués radicado en La Habana a principios del siglo xvii, compró a Estrada, quien era su suegro, «…unas casas de tapias y texas […] que lindan por una pte con casas y esquina que dio en dote al dho capn gaspar riveros con doña maria de Estrada y por la otra con casas del contor Juan Lopez de tapia». Hacia 1650, en su testamento declara que: «…reedifica la vivienda Aque al tpo y quando yo me casse con la dha […] Beatris de farias mi segunda muger junte al matriz […] por bienes capitales m[…] las cassas que oy son de mi morad[…] pr que despues de cassados fabrique la de mi morada en la forma que hoy estan […]».3 Riberos se había casado en segundas nupcias con Beatriz Fernández de Farias el 8 de diciembre de 1637, fecha en cuyo entorno las casas precedentes fueron reedificadas y unidas en un solo inmueble. En diferentes mandas que establecen sobre este, se aclara que era de dos plantas y que la esquina estaba destinada a tienda. Riberos murió en 1650 y en el testamento declara «…las cassas principales de vivienda altas y vaxas de Rafas tapias […] haciendo esquina a dos calles Rs con todo lo […] asesorio […] y declaro por mas mis bienes una cassa de rafas Tapias y texas […] lindando con las de mi morada […]».4 82
Página opuesta: 8.1. Casa de don Gaspar Riberos de Vasconcelos, Obrapía esquina a San Ignacio; posteriormente de los Núñez de Castilla, marqueses de San Felipe y Santiago
8.2. «Plantas altas y bajas de la casa de Gaspar Riberos de Vasconcelos», versión elaborada a partir del original, tomada de: CICRENCREM, Fondo Planos, 0304-1.3.0583, enero-1980, dibujado por Balbina Rodríguez
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Página Cuando Beatriz muere, ese mismo año, sus bienes pasan a su hijo, el caopuesta: pitán Esteban Riberos de Vasconcelos y Farias, casado con Catalina Cordero 8.3. Patio de Esquivel y fallecido el 12 de noviembre de 1700. Al año siguiente, el 23 de febrero de 1701, la viuda le vende la casa al teniente Juan Núñez de Castilla (1660-1725) ante el escribano Antonio Fernández de Velasco. La vivienda estuvo en poder de los Núñez de Castilla desde entonces hasta las primeras décadas del siglo xix. Según el genealogista Francisco Javier de Santa Cruz y Mallen, conde de Jaruco, la familia Núñez de Castilla era oriunda del pueblo de Almuñécar, Granada, y llegaron a Cuba a fines del siglo xvii. Juan Núñez de Castilla fundó en 1711 la ciudad de Bejucal, por lo que le fue concedido el título nobiliario de marqués de San Felipe y Santiago, bajo cuya advocación nació esa ciudad.5 La casa de Obrapía y San Ignacio deriva del esquema planimétrico denominado por Vicente Lamperez «a la castellana», caracterizado por el acceso principal enfrentado a un patio, con uno, dos, tres o todos sus lados perimetrados por galerías sostenidas por horcones de madera (ILUS. 8.2) ; tipo de gran trascendencia cultural por ser resultado del contacto entre las culturas cristianas y musulmanas, por el dilatado tiempo de su vida útil y por el inmenso ámbito territorial de su expansión. Obviamente, el amplio marco cronológico trajo consigo diferencias de fisonomías, pero la concepción distributiva y funcional que le es distintiva se mantuvo sin apenas modificaciones a lo largo de siglos y territorios distintos. Se trata de la casa hispano-mudéjar6 nacida en el corazón histórico y geográfico de España, que fue tomando forma entre los siglos xiii y xv, cuando consolidó sus características esenciales a partir de complejos procesos acaecidos en centros claves, como Toledo, donde el modelo fraguó inicialmente muy imbuido de lo musulmán. Sin embargo, al tiempo que la Reconquista avanzaba hacia el sur, por el oriente entraba una influencia diferente y cristiana: la del románico, en cuyos conventos se refugió la antigua tradición grecolatina de los patios claustrales, modelo utilizado en las residencias de los reyes y de la nobleza una vez que abandonaran los castillos rurales para establecerse en las ciudades al calor del auge alcanzado por la vida urbana a partir del siglo xiii. El mudéjar, que tuvo su mejor momento en el siglo xv durante el período denominado gótico-isabelino, sustituyó la columna por el pie derecho de madera con su correspondiente zapata, y en las cubiertas se generalizaron las techumbres de armadura de par y nudillo; desechó la entrada acodada preferida por los musulmanes e impuso el acceso enfrentado al patio, de abolengo grecolatino; en los muros se emplearon preferentemente la mampostería, el ladrillo y el tapial, tradiciones constructivas bien dominadas por los musulmanes. Como parte del proceso de castellanización de los territorios conquistados a los moros, el tipo se expandió en el centro y sur de la Península en las viviendas de los hidalgos y, también, en las de los comerciantes y artesanos acaudalados. Y en Granada, último reducto musulmán, tuvo lugar un proceso de suplantación de la arquitectura musulmana nazarí por las formas mudéjares castellanas, expresadas en el rico acervo de las viviendas moriscas del siglo xvi. Como consecuencia de la expansión atlántica de España, el modelo fue llevado primero a las Canarias y después a Hispanoamérica, donde se constituyó en punto de partida del proceso de evolución de la arquitectura doméstica. Por supuesto que, en las nuevas tierras, según épocas y lugares, adquirió «sabores locales». La casa de los Riberos de Vasconcelos es un excelente exponente de la manera en que este tipo de vivienda fuera asimilado en La Habana del siglo xvii. Cuenta con dos plantas, tienda de esquina con entresuelo y está dispuesta alrededor de un patio rectangular con galerías en ambos pisos, sostenidas por horcones de madera con zapatas (ILUS. 8.3) . Una hilera de habitaciones accesorias ocupa el martillo lateral por el costado de la calle San Ignacio. La tienda esquinera esta ligeramente más elevada que el resto del edificio, a modo de torre (ilus. 8.4) .
8.4. Vista desde el fondo del ángulo esquinero de la vivienda, en la que se aprecia su mayor altura con respecto al resto de las cubiertas
El acceso es por un «zaguán» que más bien parece «fauces» de recibo que cochera propiamente dicha. El zaguán fue privativo de las muy contadas viviendas cuyos dueños poseyeron «carrozas tiradas por mulas», transporte del que se encuentran escasísimas alusiones en documentos de fines del xvi y primera mitad del xvii —en este último fue más frecuente el uso de las «sillas» de mano por parte de los miembros de las clases adineradas, o simplemente del caballo. Uno de sus principales elementos distintivos, en comparación con sus ancestros y homólogos españoles, es la tienda esquinera. Ciudad mercantil por excelencia al transformarse su puerto en el resguardo de la Flota de Indias, La Habana se sostuvo en dos actividades económicas básicas: el comercio y el alojamiento de los pasajeros de la Flota. Ambas marcaron su arquitectura de un modo peculiar. En los bajos se comenzaron a disponer habitaciones accesorias para el alquiler, y en las esquinas, y aun en la medianía de las cuadras, espacios destinados a la venta de mercancías, tabernas, bodegas y otros fines similares. Hay alusiones a casas-tiendas desde los albores del siglo xvi. Pero la más completa referencia documental sobre una casa de este tipo data de 1579, por lo que puede afirmarse que esta estructura característica de la arquitectura doméstica de filiación hispánica en Hispanoamérica aparece desde muy temprano momento. Y dado el carácter intercontinental de la rada habanera, no es desdeñable la hipótesis de que en La Habana se construyeron las primeras tiendas-esquineras de América.7
La tienda fue un componente común de la vivienda grecolatina. En la casa griega temprana ya aparece situada al frente. La casa-tienda o taller subsiste en la España medieval, tanto en versiones cristianas como musulmanas, pero la ubicación de la tienda en la esquina es un rasgo netamente hispanoamericano. En los siglos tempranos, en el ángulo de la esquina se colocaron pilares de cantería, tal como lo tienen las viviendas de las ciudades colombianas (ILUS. 8.5) y aparece en casas de una sola planta de ciudades guatemaltecas, en el ángulo de la ventana esquinera (ILUS. 8.6) . De manera un tanto semejante, el pilar de esquina se aprecia en el ángulo de ventanas-balcones de la segunda planta de casas señoriales peruanas y españolas del siglo xvi (ILUS. 8.7) , donde también se encuentran ejemplos de balcones en esquina, sin el pilar. En un documento de 1585 referido a un inmueble en La Habana, se contrata la fábrica de una casa de planta baja en la que es «…condiçión que la esquina de las dos calles á de formar una puerta por esquina con su mármol o pilar en medio […]»,8 clara alusión a este tipo de solución 8.5. Casa de Villa que fue común, y así puede constatarse en los vestigios que de Leyva, Colombia. han sobrevivido, como las huellas de un pilar empotrado en Cortesía de Carlos la esquina de la antigua casa de los Torres, en Obispo y MerGarcía Santana caderes (ILUS. 8.8) , datada de la segunda mitad del siglo xvi, en otros ejemplos de los que hablaremos más adelante y en la reproducción que el inglés Elías Durnford hizo en 1762 de la casa-tienda que existiera en la esquina de San Ignacio y Muralla. 8.8. Casa de Obispo y Mercaderes, La Habana
8.6. Casa de Antigua, Guatemala
8.7. Casa en Córdoba, España. Cortesía de Francisco Gómez
La tienda esquinera con puertas a cada calle es uno de los principales elementos de identidad de la casa hispanoamericana en comparación con las españolas (ILUS. 8.9 y 8.10) . La de la casa de los Riberos de Vasconcelos no tiene pilar en la esquina, pero ello podría ser una modificación realizada hacia la segunda mitad del siglo xviii. Cuenta con e ntresuelo, y en
8.9. Casa en Salamanca, España. Foto de Alicia García Santana
la planta alta, el balcón maderero de esquina reconstruido según el grabado que publicó Manuel Pérez Beato (ilus. 8.11) en su libro Habana antigua.9 El balcón corrido que tiene el cuerpo principal de la vivienda es una modificación del siglo xix, pues lo más probable es que, como se aprecia en el grabado, los vanos solo contaran con balcones-tribunas. En la segunda mitad del siglo xviii, Juan Francisco Núñez de Castilla (1725-?), III marqués de San Felipe y Santiago, realizó una importante remodelación de la vivienda. En ese momento demolió «…la antigua tapia que cerraba el patio, construyendo en su lugar, y en parte del solar del fondo, una arquería con una puerta cochera para la calle San Ignacio […] así como un traspatio lateral que servía de caballeriza […]»10 (ILUS. 8.12) . En el siglo xix el balcón maderero, en muy mal estado, fue sustituido por otro con barandas de hierro, sin tejadillo, al igual que las ventanas en las que el hierro desplazó a la madera. La escalera es reconstruida. A finales del siglo xviii o principios del xix corresponden los restos de de8.12. Galerías de coraciones murales de algunas de sus arcos sobre columnas de la crujía de fondo paredes (ILUS. 8.13) . 8.10. Tienda esquinera de Compostela y Obrapía, La Habana
8.11. «Esquina de la casa núm. 20 de la calle de la Obrapía. Hoy modificada», tomada de: Habana antigua. Apuntes históricos por el Dr. Manuel Pérez-Beato, t. I.
8.13. Decoraciones murales
8.14 y 8.15. Techos de armadura de la estancia esquinera
Esta casa también es típica en cuanto a la presencia de las ya mencionadas habitaciones accesorias por el lado de la calle San Ignacio. Conserva en la planta alta techos de armadura montados sobre dobles estribados con cuadrales sobre canes «platerescos» en rollo (ILUS. 8.14 y 8.15) . Los techos estuvieron decorados «a mano alzada» con trazos geométricos. El patio, insistimos, tiene galerías en horcones por el lado menor y mayor, como sus ancestros «a la castellana», y, en los altos, las galerías están cerra das con barandajes de madera torneada (ILUS. 8.16) . Se aprecian puertas de cuarterones, bajas y anchas, con dibujos geométricos, en diagonal (ILUS. 8.17) . Y, finalmente, según los estudios realizados por Francisco Pérez de la Riva, el escudo de la portada es el de los Riberos 89
La casa de los Riberos de Vasconcelos es exponente precioso para la comprensión de los orígenes de la arquitectura doméstica cubana, ejemplo venerable de casa hidalga a la manera de Castilla, heredera de la tradición constructiva mudéjar española y punto de partida del proceso de evolución que da lugar a la formación de la casa cubana.
N o ta s 1 Romero trabajó por muchos años en
el Museo de la Ciudad de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, y fue el primer director del Gabinete de Arqueología de la institución. Su temprano fallecimiento fue una muy lamentable pérdida. 2 También llamado Guilisasti. 3 ANC. Protocolos de Nicolás Regueira,
escritura de 19 de agosto de 1650, f. 646-656. 4 ANC. Protocolos de Antonio de Salina de
1688, f. 1-3v.
8.16. Galerías del patio
8.17. Puertas de cuarterones 8.18. Portada
de Vasconcelos. La portada consiste en dos semicolumnas —apoyadas sobre basas altas a cada lado de un vano de acceso de baja elevación— que sostienen un sencillo entablamento dórico, similares a las que aparecen en grabados de residencias mexicanas de finales del siglo xvi (ILUS. 8.18) . La restauración de este inmueble, muy dañado por los estragos causados por un ciclón, estuvo a cargo del arquitecto Oscar Jaime Rodríguez, quien decidió acertadamente recuperar el balcón originario. Se restituyeron, además, partes perdidas, de acuerdo con la descripción del inmueble realizada por Francisco Prat Puig en 1947. Los trabajos fueron terminados en 1986. 11
5 Francisco Javier de Santa Cruz y Mallen,
conde de Jaruco: Historia de las familias cubanas, t. IV, pp. 249-257. 6 Sobre el mudejarismo español existe una
bibliografía sumamente extensa. Un texto de gran utilidad por su seriedad y capacidad de síntesis es: El mudéjar iberoamericano, del Islam al Nuevo Mundo, Lunwerg Editores, S.A., Barcelona-Madrid, 1995. 7 Sobre la vivienda habanera temprana véase:
Alicia García Santana: Urbanismo y arquitectura de La Habana Vieja. Siglos xvi al xviii. 8 «Contrato de fabricación entre Gaspar
Pérez Borroto y Luis Hernández, albañil, para hacer una casa junto a la ciénaga de esta villa de La Habana», en protocolo de Martín Calvo de la Puerta, año 1585, f. 24-26. Citado por Francisco Prat Puig: El prebarroco en Cuba. Una escuela criolla de arquitectura morisca, pp. 297-298. 9 Habana antigua. Apuntes históricos por el
Dr. Manuel Pérez-Beato, t. I, p. 97. 10 Francisco Pérez de la Riva: «Panoramas
de ayer. Una casa cubana del siglo xvii», pp. 412-414. 11 Ídem.
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nueve
CASA DE TENIENTE REY Y AGUIAR La Habana El sugestivo panorama que ofrece nuestra arquitectura primitiva de naturaleza morisco-herreriana, se caracteriza por sus masas tratadas con la simplicidad de la arquitectura popular y por el habilidoso y profuso empleo de maderas […] al que se une una sensación de intimidad que evocan sus recogidos interiores de abolengo mudéjar medieval. Nuestra primera escuela arquitectónica constituye el factor determinante de la cubanidad. […]. Por la aportación morisca nace nuestra arquitectura. Francisco Prat Puig: El prebarroco en Cuba. Una escuela criolla de arquitectura morisca, 1947
A
fines del siglo XVII llega a La Habana un nuevo tipo planimétrico, de indudable parentesco con la casa del sur de España y otras zonas relacionadas con el complejo proceso del mudejarismo peninsular. Se trata de la vivienda con acceso acodado, de la que se tiene un ejemplar en buen estado de conservación tipológica: la casa de Teniente Rey y Aguiar (ILUS. 9.1) . Esta vivienda fue descubierta y estudiada por Francisco Prat Puig (ILUS. 9.2) y representó el principal argumento de su tesis sobre la relación de nuestra arquitectura doméstica con la tradición constructiva morisca española.1 Teresa Pérez Higuera describe la vivienda hispano-mudéjar de los antiguos reinos de Castilla y León del modo siguiente: En el trazado de la planta se sigue la organización islámica: pequeño zaguán de entrada que sirve de acceso al patio cuya puerta nunca está enfilada con la del exterior, según la disposición en quiebro habitual en la arquitectura musulmana. El patio generalmente descentrado del eje de la fachada, mantiene en algunos casos la tipología de planta rectangular que marca el énfasis en los lados menores, aunque en la mayoría se prefiere la planta cuadrada de influencia gótica; para las habitaciones, cubiertas siempre con techumbres de madera, se usa el modelo de sala rectangular muy alargada, con pequeñas alcobas cuadradas en los extremos. […].2
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9.1. Casa de Teniente Rey y Aguiar
9.2. Fotos tomadas en los años 40 por el maestro Prat de la casa de Teniente Rey y Aguiar. Colección Prat Puig. Cortesía de Luisa Prat
Con el término morisco se distinguen las viviendas erigidas después del bautismo forzoso de los musulmanes, y se considera que entre las propiamente musulmanas y estas existen diferencias importantes …en cuanto a la estructura y planificación de sus espacios, además del repertorio decorativo que recubre sus muros o sus elementos constructivos. Mientras que las casas árabes se organizan en torno de un patio rectangular con pórticos enfrentados en sus lados menores, centrado por una alberca o acequia, las moriscas presentan patio cuadrangular y una mayor riqueza de soluciones en la disposición de sus peristilos (enfrentados, en L, con uno solo…). A pesar de sus diferencias, comparten algunas similitudes, en primer lugar, la composición de sus fachadas exteriores, a partir de la valoración del paño ciego y la disposición irregular de los escasos y pequeños vanos que existan. En segundo, la concentración del repertorio figurativo en las interiores. Por último, la misma concepción en cuanto a la relación del ingreso con la calle, a menudo realizado a través de un zaguán en recodo. Los estudiosos han sugerido la posibilidad de una contaminación tipológica y estilística entre los modelos castellanos y los musulmanes como hipótesis explicativa de la génesis de la vivienda morisca.3
La casa de Teniente Rey y Aguiar consiste en una estructura de una sola planta que posee una tienda esquinera en dos niveles, con balcón de esquina y entresuelo (ILUS. 9.3) . El acceso tiene lugar por una puerta situada a un costado de la fachada, en eje acodado con respecto al patio (ILUS. 9.4) , carente de galerías en los lados mayores y con estas en los menores. Una crujía intermedia divide el patio del traspatio (ILUS. 9.5) . A los efectos del patrimonio habanero, el acceso acodado fue una novedad que tuvo larga repercusión en el proceso de evolución de la arquitectura doméstica, al punto de dar origen a una variante tipológica diferente de las que caracterizan al resto de las poblaciones cubanas, con la excepción de aquellas derivadas de la propia Habana, como La Habana extramuros y Matanzas. El estudio documental realizado sobre esta casa ha arrojado nuevas luces acerca de su conformación histórica.4 Inicialmente fue de tapias y guano, de un solo nivel de muy bajo puntal, y pertenecía en 1637 a los bienes de Diego de Sotolongo. En 1678 pasa a Pedro de Valdespino, quien la construye de «rafas, 5 9.4. Patio restaurado tapias y tejas». Valdespino era oriundo de la ciudad de Granada,6 lo que pudiera explicar la preferencia por el esquema planimétrico acodado de las viviendas hispanomusulmanas granadinas para la reconstrucción de su casa. En 1702 es descrita como «…de tapias, rafas y teja que hace esquina a dos calles Reales»,7 lo que sugiere que aún era de un solo piso. En 1703 es comprada por el comerciante José Martínez de Oropesa como «…cassas vajas de rafas, tapias y texa hasiendo esquina a dos calles […]»,8 y en 1704 este solicita un préstamo e impone «…sobre las casas de su morada de tapias y tejas, y con su alto en la esquina en la calle
9.3. Elevación, fachada principal, versión elaborada a partir del original tomado de: CICENCREM. Fondo Planos, sin clasificación, arquitecto Enrique Capablanca, 19-12-1985
9.5. Planta, elaborada a partir del original tomado de: CICENCREM. Fondo Planos, sin clasificación, arquitecto Enrique Capablanca, 19-12-1985
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9.6. Techos del cuarto alto
9.8. Puertas de cuarterones
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que va de la plaza nueva al convento de Santa Teresa y a la que cruza y va de las celdas del de Santa Clara a San Felipe de Nery […]»,9 lo que significa que fue él quien edificó la tienda esquinera adosada a la estructura de una planta. En este documento no se alude a los balcones, pero en 1720 Martínez de Oropesa efectúa otra imposición, sobre «…las casas de su morada de rafas, tapias y tejas, bajos y altos en la esquina y balcones […]»,10 lo que i nduce a considerar que los balcones fueron construidos entre una y otra fechas. El nuevo tipo surgió por adiciones sucesivas. Inicialmente solo contaba con las construcciones de la primera crujía, la galería adosada a esta, el pequeño martillo a su derecha y la tienda esquinera con su cuarto alto. La escalera de acceso al cuarto alto, desaparecida, estuvo ubicada posiblemente en el pequeño martillo aludido. El cuarto alto, de bajo puntal, cuenta con techo de armadura, en doble estribado, canes en pico de loro y tirantes pareados (ILUS. 9.6) . El balcón de esquina descansa sobre canes dobles, cubierto con tejadillo y protegido por barandajes de madera y tablas guarda sa9.7. Balcón, yas (ILUS. 9.7) . Las puertas, de cuarterones (ILUS. 9.8) . La tienda esquinera reconstruido tuvo «barbacoa», es decir, entresuelo, y en la esquina un pilar de cantería, como era usual en las viviendas tempranas (ILUS. 9.9) . El martillo derecho propiamente dicho —destinado en un principio a accesorias, después transformadas en almacenes— resultó un crecimiento posterior en fecha que no hemos podido precisar, pero hay motivos para considerar que fue fabricado entre los mediados y la segunda mitad del siglo xviii, dado el tipo de solución constructiva de sus muros de mamposteado con verdugadas de ladrillo en doble camada (ILUS. 9.10) . Las paredes más antiguas son de tapiales y sillares (ILUS. 9.11) . Este martillo cubrió el pozo que existiera en el patio de la casa del siglo xvii, no tuvo comunicación con ese patio y consiste en la actualidad en un espacio continuo dividido a tramos por arcos de grandes luces que
se inician desde la tienda pero, según una tasación efectuada a la vivienda en 1870,11 tuvo los tabiques divisorios correspondientes (ILUS. 9.12) , lo cual también indica que en el último tercio del siglo xix el área de la tienda y el martillo por la calle de Aguiar fueron modificados. Tiene tres puertas que lo comunican de modo directo con Aguiar. Sobre este espacio se levantaron
9.9. Restos del pilar de esquina y huellas del dintel de los vanos originales a cada calle
9.10. Muros de mampuesto con hiladas de ladrillo
habitaciones descritas en la mencionada tasación, posteriormente demolidas. El muro de la pared de fondo de la crujía intermedia, de tapial, era el de cierre de la edificación, área en la que fuera construida una crujía intermedia entre patio y traspatio, que ocupó el solar de una casa de guano existente a su fondo. Por el lado del patio principal se adosó a la crujía intermedia una galería similar a la de la crujía delantera, con lo que quedó configurada la planimetría básica de la vivienda en el siglo xviii. El elemento distintivo más relevante de nuestras casas en comparación con las hispanomusulmanas medievales es la importancia de la fachada, pues desde los inicios de nuestra historia arquitectónica, los frentes se configuraron al modo en que fueron tomando forma en los territorios cristianos. Pero en las viviendas tempranas, las fachadas fueron muy simples, elementales. La de Teniente Rey y Aguiar era de un bajísimo puntal, apenas unos tres metros, lisa, sin destaques arquitectónicos. La portada con entablamento de la puerta del zaguán (ILUS. 9.13) y las cornisas se añadie9.11. Muros de tapiales ron en la primera mitad del siglo xix, cuando la casa,
9.12. Martillo
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9.13. Portada
9.16. En esta foto del patio se aprecian los jabalcones de sostén del volado alero. Colección Prat Puig. Cortesía de Luisa Prat
erteneciente entonces a la familia de José Díez de Bulnes, sufrió una imporp tante remodelación que elevó el puntal de toda la vivienda. Ello se aprecia claramente por la superposición de los sillares sobre el muro primitivo, y en numerosos vestigios, entre otros, el calzo de madera procedente de viejos techos para elevar los pies derechos de la galería principal (ILUS. 9.14) y las huellas de los primitivos dinteles de los vanos, muy por debajo de sus alturas actuales (ILUS. 9.15) . El arco con dobles volutas colgantes del zaguán también se corresponde al momento en que fuera elevado el puntal de la vivienda. Los tres vanos a la calle, originariamente de ventanas, contaron con rejas de madera y puertas de tableros protegidas con hojas de persianas, a la manera decimonónica. La planta baja se destinaba a vivienda doméstica, con la sala en la primera crujía entre el zaguán y un aposento, dividido de la tienda esquinera por un tabique. El comedor se hallaba en la galería que en el siglo xix estuvo cerrada con persianas, de lo que quedan las bases de piedra que sirvieron de apoyo a los pies derechos que armaban su estructura. Los cuartos de habitación de la familia se ubicaban en el martillo izquierdo. En el fondo de la casa están el fogón de bóvedas de la 9.14. Tocón de madera procedente de una cocina —en la cercanía de «un solera u otra parte de un techo antiguo poyo con dos piedras de San Miutilizado para calzar el horcón de madera de la galería principal guel que hacen de lebrillo de fregadero»—, la atarjea de desagüe al sumidero, el excusado y cuartos de desahogo. Los pavimentos fueron de losas de Hamburgo, de San Miguel, de hormigón, de ladrillos y de tierra. Los lados mayores del patio contaron con aleros muy volados soportados en jabalcones (ILUS. 9.16) , también protegidos en dobles techos; el inferior, plano, con una muy ligera caída, y el exterior a vertientes. Los muros laterales y del fondo cuentan con decoraciones murales a modo de paisajes, de la primera mitad del siglo xix (ILUS.9.17) . En la tasación de 1870 se menciona «…la escalera subida á las poseciones altas con 2 idas, 18 pasos, meseta, varanda de valaustres, cartabón de lo mismo y porton de una hoja […]»,12 en lo que llaman «cuarto de la escalera».13 La casa de Teniente Rey y Aguiar era una propuesta nueva a los efectos de La Habana de entonces, en respuesta a los cambios económicos y sociales que propiciaron el ascenso de grupos intermedios relacionados con la administración o el comercio, no pertenecientes a la oligarquía «de la sangre», pero que contaban con los recursos nece9.15. Evidencias de la elevación en altura de los vanos y muros de la vivienda sarios para la construcción de viviendas sólidas.
Es la casa «burguesa» de la época. Y a partir de ella —y tal vez de otras similares que no llegaron a nuestros días— se generaliza el esquema planimétrico caracterizado por la puertacochera de acceso situada a un costado de la fachada, en eje acodado con respecto a un patio rectangular con galerías en los lados menores y sin ellas en los mayores. En ubicación de esquina aparece con el cuarto alto sobre la tienda, tipo que, a juzgar por las numerosas referencias a casas dispuestas de este modo localizadas en escrituras de mediados del siglo xviii, es de colegir que se consolida hacia entonces14 (ILUS. 9.18) . Dicho esquema se constituye en la disposición típica de la vivienda habanera de una planta y coexiste con el modelo en patio claustral adoptado por la «nobleza de la sangre». En las villas del interior del país, por el contrario, el esquema predominante es el enfrentado al patio comunicante directamente con la sala, que La Habana tuvo en los siglos tempranos pero fue desechado precisamente por el del zaguán a un costado de la fachada y puerta en recodo con respecto al patio. El esquema acodado pervive en la capital hasta las primeras décadas del siglo xx. Sobre el zaguán se ubicó frecuentemente un cuarto alto y también en algunas de las crujías al patio fue frecuente colocar una segunda planta. La Habana tuvo,
y también perdió, muchos ejemplares así concebidos, de los cuales quedan vestigios importantes. En el interior del país la solución del cuarto alto sobre la puerta de entrada fue preferida por las viviendas camagüeyanas, aunque se aprecia en casi todas las villas primitivas. El tipo asume en el último cuarto del siglo xviii los destaques derivados del barroco, en el xix los relacionados con el neoclasicismo y en el xx con el eclecticismo, pero, en lo fundamental, siguió siendo el mismo en tan largo período de tiempo. Casa típica de una planta que adquirió entidad literaria en la novela Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde, al presentarse la de los Gamboa, en su disposición espacial, destino de las dependencias y ubicación de los muebles, en descripción de alto valor testimonial:
9.17. Decoraciones murales
En el barrio de San Francisco y en una de sus calles menos torcidas […] había, entre otras, una casa de azotea, que se distinguía por el piso alto sobre el arco de la puerta, y balconcito al poniente. La entrada general, como la de casi todas las casas del país […] era por el zaguán; especie de casapuerta o cochera, que conducía al comedor, patio y cuartos escritorios.
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Llamaban bajo este último nombre los que se veían a la derecha, a continuación del zaguán, ocupados, el primero por una carpeta doble de comerciante, con dos banquillos altos de madera, uno a cada frente, y debajo una caja pequeña de hierro, cuadrada […]. En el lado opuesto de la casa se veía la hilera de cuartos bajos para la familia, con entrada común por la sala, puerta y ventana al comedor y al patio. Éste formaba un cuadrilátero, en cuyo centro sobresalía el brocal de piedra azul de un aljibe o cisterna, donde, por medio de canales de hoja de lata y cañerías enterradas en el suelo, se vertían las aguas llovedizas de los tejados. Una tapia de dos varas de elevación, con un arco hacia el extremo de la derecha, separaba el patio de la cocina, caballeriza, letrina, cuarto de los caleseros y demás dependencias de la casa. Entre el zaguán y los cuartos llamados escritorios, descendía al comedor, apoyada en la pared divisoria, una escalera de piedra tosca con pasamanos de cedro, sin meseta ni más descanso que la vuelta violenta que hacían los últimos escalones casi al pie. Esa escalera comunicaba con las habitaciones altas, compuestas de dos piezas: la primera que hacía de antesala, tan grande como el zaguán; la segunda, todavía mayor, como que tenía las mismas dimensiones que los escritorios sobre los cuales estaba construida y servía de dormitorio y estudio. […]. Abajo, en el comedor había una mesa de alas de caoba, capaz para doce cubiertos, hasta seis butacas en dos hileras frente a la puerta del aposento; en el ángulo el indispensable jarrero, mueble sui generis en el país, y para proporcionar sombrío a la pieza y protegerla contra la reverberación del sol en el patio, había dos grandes cortinas de cañamazo, que se arrollaban y desarrollaban lo mismo que los telones de teatro. En la pared medianera entre el zaguán y la sala, había una reja de hierro, y para dar paso a la luz exterior en esta última, dos ventanas de lo mismo voladizas, que desde el nivel del piso de la calle subían hasta el alero del techo. De la viga principal colgaba por sus cadenas una bomba de cristal; de la pared del costado dos retratos al 9.18. Casas de una planta con tienda en la esquina y cuarto alto. Cortesía de Juan de las Cuevas Toraya
óleo […]; debajo de éstos un sofá, y en dirección perpendicular al mismo, en dos filas, hasta seis sillones con asiento y respaldo de marroquí rojo; en los cuatro ángulos, rinconeras de caoba, adornadas con guardabrisas de cristal o floreros de china. En la pared, entre ventanas, una mesa alta con pies dorados y encima un espejo cuadrilongo; llenando los huecos intermedios, sillas con profusión. Era de notarse la cortina de muselina blanca, con fleco de algodón, que pendía de los dinteles de las puertas y ventanas de los cuartos […]. En resumen, la casa aquella, peculiarmente habanera […], respiraba por todas partes aseo […] y… lujo […].15
Este modelo influyó en las viviendas de ciudades de nueva fundación como La Habana extramural, Matanzas, Cárdenas y Sagua, y también sobre las villas primitivas de Remedios y Sancti Spíritus. Las de Matanzas constituyen los ejemplos mejor conservados (ILUS. 9.19 a 9.21) . En las de Santa Clara la contaminación de ambos esquemas, el enfrentado y el acodado, dio origen a nuevas soluciones que, a su vez, actuaron sobre las poblaciones del centro de la Isla. En el siglo xx, la casa de Teniente Rey y Aguiar devino una ciudadela, en muy mal estado de conservación. Los trabajos de restauración se comenzaron en 2004 y estuvieron bajo la dirección de la arquitecta Ayleen Robainas Barcia. Por la significación de este inmueble para la historia de la arquitectura doméstica cubana, su recuperación ha sido un inestimable aporte a la comprensión del patrimonio arquitectónico nacional. 100
La casa de Teniente Rey y Aguiar es testimonio único de las organizadas a la manera de la Granada nazarí y morisca, en su enlace con la tradición constructiva mudéjar española. Junto a la de los Riberos de Vasconcelos, representa el punto de partida del proceso de evolución que dio lugar a la formación de la casa cubana.
N o ta s 1 Véase: Francisco Prat Puig: El prebarroco en
Cuba. Una escuela criolla de arquitectura morisca. 2 Teresa Pérez Higuera: «Arquitectura mudéjar en
los antiguos reinos de Castilla y León», pp. 67-75. 3 Eduardo Martín Martín y Nicolás Torices
Abarca: Granada. Guía de arquitectura. An Architectural Guide, pp. 58-59. 4 El primer acercamiento documental a esta
9.19 a 9.21. Patio, planta y fachada de una casa matancera (Medio 93), de acceso acodado con respecto al patio, tomadas de: Alicia García Santana, Matanzas, la Atenas de Cuba. Fotografía de Julio Larramendi
vivienda fue realizado por la investigadora Rosalía Oliva, del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, quien puso en claro su relación con José Martínez de Oropesa, y a partir de este, con sus descendientes. 5 ANC. Protocolos de Cayetano Pontón, escritura
del 16 de febrero de 1678 ante Andrés Sánchez, f. 94. 6 Francisco Javier de Santa Cruz y Mallen, conde de
Jaruco: Historia de las familias cubanas, t. V. p. 378. 7 ANC. Protocolos de Bernardo del Junco,
escritura del 1.º de noviembre de 1701, f. 380. 8 ANC. Protocolos de Bernardo del Junco,
escritura del 9 de junio de 1703 ante Dionisio de Soto, f. 285v. 9 Registro de la Propiedad 5, finca 3269, l. 519,
t. 228, orden 3, citado por Rosalía Oliva: «Estudio histórico de la casa del Teniente Rey #25», inédito. Véase también ANC. Libro 3 de la Anotaduría de Hipotecas, f. 1. 10 Ibíd. 11 Véase: «Incidente al intestado de Dn José
Crucet para asegurar el haber de sus menores hijos». ANC. Escribanía de Galletti, legajo 541, núm. 11, f. 76-86. 12 Ibíd. 13 Ibíd. 14 Véase: ANC. Protocolos de Bernardo del Junco,
1750. 15 Cirilo Villaverde: Cecilia Valdés o La Loma del
Ángel, t. I, pp. 171-175.
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diez
CALLE SAN JOSÉ Trinidad Compónese [Trinidad] al presente de 698 casas, 58 de texa y las restantes de paxa: forman 264 quadras desordenadas y 31 calles y callejuelas: 792 Familias y 5 840 personas […]. Pedro Agustín Morell de Santa Cruz: La visita eclesiástica, 1755
L
a calle San José es una de las más antiguas de Trinidad (ILUS. 10.1) , al borde del núcleo fundacional donde estuvieran la primitiva parroquial mayor y el Cabildo. En documentos tempranos no se le da nombre, y se alude a ella por el de sus vecinos. Entre otras denominaciones se la señaló como la «calle que cruza de la Contaduría a la calle de la Amargura», pues el edificio donde radicó la primitiva Contaduría o aduana estuvo ubicado en el fondo de la casa del delegado de la Real Hacienda, Pedro de Villa y Goicochea, en San José esquina a Encarnación. También se le llamó calle «de Las Flores». A mediados del siglo xviii, la cuadra entre Real del Jigüe y Amargura se nombraba «de San José», patrono de la familia y la buena muerte, por la fiesta que los Rodríguez de Aranaz —cuya morada estaba en esta calle esquina a la de la Amargura— celebraban en honor del santo el 19 de marzo. Finalmente, fue llamada de San José en toda su extensión. Como se aprecia en la primera representación planimétrica de la ciudad, de 1725 (ILUS. 10.2) , de la plaza de la iglesia parroquial nacía un sendero que llegaba hasta el embarcadero ubicado en el río Guaurabo, vía dispuesta en sentido este-oeste que fuera la columna vertebral de la villa y de la cual queda alguna huella en la calle que 102
10.1. Calle San JosĂŠ
10.2. Detalle tomado de la «Carta geohidrographica y geographica de Trinidad», 1725. ANC. Fondo Mapas y Planos, núm. 2567 10.3. Calle Cristo en dirección a la de San José
hoy identificamos como la del Cristo, cuya prolongación en dirección al occidente nos lleva al punto donde estuvo el paso del río (ILUS. 10.3) . Ese acceso tuvo lugar en parte del derrotero de lo que en el presente identificamos como la calle de San José y era, además, el que comunicaba con el camino real en dirección a los lavaderos de oro establecidos en los ríos existentes entre Trinidad y Cienfuegos. Por este sendero entró Hernán Cortes a la villa a fines de 1518; también fue el acceso por el que penetraron los piratas que asaltaron la ciudad en los siglos xvi, xvii y primeros años del xviii. Paralelas a esta vía estructurante del núcleo primitivo, se dispusieron las calles reales —del Jigüe y de la Amargura— a las que daban las fachadas de las viviendas orientadas al norte y al sur, remanente de la disposición ortogonal originaria. En la calle San José, en el tramo cercano a la Plaza Mayor, se fabricaron algunas de las casonas de mayor envergadura de mediados del siglo xviii, unidad urbano-arquitectónica que ha mantenido hasta nuestros días, para dar lugar a un excepcional conjunto de época. Entre ellas se destacan:
CASA DEL TENIENTE PEDRO DE VILLA Y GOICOCHEA Real del Jigüe 95 esquina a San José, con fondo a la calle de la Encarnación De esta edificación se tienen datos a partir de 1750, cuando Villa y Goicochea se la compra a Juan Marín. Era entonces una de las viviendas más sobresalientes, de la cual existen referencias muy anteriores; de alto puntal y fachada de casi treinta metros de ancho, estaba rematada con los tradicionales aleros de sardineles (ILUS. 10.4) . CASA DEL VÍNCULO DE OSORIO Real del Jigüe esquina a San José, con fondo también a Encarnación Una de las pocas de dos plantas de la primera mitad del siglo xviii, llamada del Vínculo de Osorio en honor a la obra pía que dejara su propietario, José González de Osorio, para dote de jóvenes casaderas. Según disposición testamentaria de 22 de abril de 1752, Osorio ordenó que las casas de su morada, de rafa y teja de alto y bajo, que lindan unas con otras en la calle del Jigüe, «se vinculen reedificándolas». De estas estructuras lo único que ha llegado a nuestros días son los «colgadizos de teja y rafa en lo interior del solar», adjuntos a la casona, con la tienda de esquina más antigua de la ciudad (ILUS. 10.5 Y 10.6) .
10.4. Casa de Pedro de Villa y Goicochea, Real del Jigüe esquina a San José
10.5. Solar donde estuvo la casa del Vínculo de Osorio, Real del Jigüe esquina a San José. Archivo Histórico de Trinidad (AHT). Colección de fotos
CASA DE MARTÍN ALTUNAGA DE AGUSTÍN-ABONA Y ANTONIA HERNÁNDEZ DE RIVERA VILLA Y GOICOCHEA San José 251-255-257 y 259 esquina a Real del Jigüe Entre las más antiguas de la ciudad, perteneció inicialmente a Felipa Ponce de León, cuando estaba formada por dos viviendas: una de mampostería y teja con frente a la calle San José, y otra, anexa, de «paja». La de «paja» fue la unidad primera, sin dudas del siglo xvii, orientada con el frente hacia la calle Real, como era común en los siglos tempranos, cuando los lotes se emplazaron al norte o al sur de los ejes dispuestos en sentido este-oeste.
10.6. Tienda esquinera del colgadizo de la casa del Vínculo de Osorio, San José esquina a Encarnación
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10.7. Casa de Martín Altunaga y Antonia Hernández de Rivera, San José esquina a Real del Jigüe
Al voltear su fachada a San José, interrumpió el derrotero de la calle de San Francisco o Cristo hacia el occidente y obligó a la de San José a variar su orientación oeste al suroeste. En 1809 la vivienda fue comprada por Bernardo de AgustínAbona, casado con Antonia Hernández de Rivera Villa y Goicochea. A su muerte, Antonia contrajo matrimonio con el vizcaíno Martín Altunaga de Agustín-Abona (1792-1858), pariente de su primer esposo. Vale destacar que en su proceso de evolución esta vivienda arrastró el bajísimo puntal de las construidas antes de 1730, con el correspondiente techo de armadura de par y nudillo, billetería y tirante con lazos. En tiempos recientes los patios han sufrido lamentables transformaciones (ILUS. 10.7) .
CASA DE JUAN GONZÁLEZ DE IGLESIAS San José 261-263-267 y 269 En su solar existió en 1747 una casa de guano, madera y embarrados, «vieja y deteriorada», con un colgadizo de teja, comprada por Carlos Merlín, quien edifica en este solar una de las viviendas más espléndidas de mediados del siglo xviii, con alto puntal, vanos de baja altura, y triple alero de tejaroz como remate de la fachada, y se la vende en 1764 a Juan González de Iglesias (ILUS. 10.8) .
10.8. Casa de Juan González de Iglesias, San José 261-263-267 y 269
10.9. Casa de Pedro Rodríguez de Aranaz y María López del Castillo, San José 271, 273 y 275 esquina a Amargura
CASA DE PEDRO RODRÍGUEZ DE ARANAZ Y MARÍA LÓPEZ DEL CASTILLO San José 271, 273 y 275 esquina a Amargura La referencia más antigua sobre esta morada corresponde a 1749, cuando Pedro Rodríguez de Aranaz —casado con María López del Castillo y dueño del ingenio San Isidro el Labrador, en tierras del corral Manacas— contrata a Carlos Merlín para que le haga una «casa de rafa y texa» de 21 varas de largo y 7 de ancho, con sala y dos aposentos, comedor y su cuarto, y cuatro ventanas «Voleadas». Es decir, que el núcleo originario de esta vivienda fue su parte delantera, compuesta de sala y aposentos en la primera crujía y el comedor en la galería adosada a esta (ILUS. 10.9) . CASA DEL REGIDOR FRANCISCO PRESTO DE ACOSTA San José 274 esquina a Amargura Se tienen noticias a partir de 1741 de esta espléndida vivienda que cuenta con unos de los techos de armadura más notables de la ciudad, decorados con trazos geométricos y fechados el 14 de abril de 1745 (ILUS. 10.10) .
CASA DE GERTRUDIS JOSEFA HERNÁNDEZ Y PEDRO RODRÍGUEZ DE ARANAZ San José esquina a Convento Fue construida en un solar de muy vieja data que perteneciera a Nicolás Hernández Ugalde; su nieta Gertrudis Josefa Hernández Rodríguez de Aranaz —hija de Rita y José, y casada con Pedro Rodríguez de Aranaz— edifica de nueva planta esta vivienda a finales del siglo xviii (ILUS. 10.11) . Por estas casas de San José y algunas otras ubicadas en las calles Real del Jigüe y Amargura podemos conocer cómo fueron las viviendas a mediados del siglo xviii en el interior del país. En Trinidad, las más antiguas casas de mampostería y tejas datan precisamente de 1725, edificaciones que se insertan dentro de la tradición criolla prebarroca o morisca, como la llamara Francisco Prat Puig. Pero, en realidad, el primer edificio «prebarroco» trinitario, al igual que en el resto 10.10. Casa de Francisco Presto de Acosta, de las villas fundacionales, fue religioso: el de la San José 274 esquina a Amargura parroquial terminada en 1692 y demolida a principios del siglo xix. A juzgar por la descripción que nos dejara el obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, el templo era similar a los de Sancti Spíritus y Remedios: una estructura rectangular, con torre al costado y techos de armadura de madera, como continuidad de la antigua tradición de templos mudéjares levantados en el territorio español en la medida que avanzaba la Reconquista, de los que Ignacio Henares Cuéllar afirmara: «...la estructura con faldones será sustituida por una cubierta corrida con armadura de par y nudillo en forma de artesa, con lazo y tirantes. Desde el siglo xiii hasta el xvii esta solución aparecerá en innumerables iglesias mudéjares, góticas o renacentistas, utilizándose también en las salas altas de palacios y construcciones civiles. […]».1 Las primeras casas de mampostería y tejas están distribuidas según el esquema de las viviendas habaneras tempranas, con la crujía principal, alta o baja, integrada por la secuencia sala-aposento, seguida de una galería. Los ejemplos de la calle San José —Real del Jigüe y San José; San José 251, 255, 257 y 259 esquina a Real del Jigüe; San José 261, 263, 267 y 269; San José 271, 273 y 275 esquina a Amargura; San José 274 esquina a Amargura— se disponen a partir de una primera crujía, con sala y aposentos a uno o dos lados (ILUS. 10. 12 a 10.14) , a la que le sigue una galería. En las más desarrolladas, un martillo se extiende hasta el fondo del solar, flanqueado por la galería correspondiente.2
10.11. Casa de Gertrudis Josefa Hernández y Pedro Rodríguez de Aranaz, San José esquina a Convento
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Uno de los rasgos que las identifica es que la comunicación de la primera crujía con la galería se establece a través de un vano adintelado, cerrado por una gran puerta, y que siempre el acceso principal está enfrentado al patio, ubicado al centro de la fachada y comunicante de modo directo con la sala. En Trinidad, y en las casas del mismo período del resto de las villas primitivas del interior del país, el zaguán se incorpora tardíamente, y cuando aparece es solamente cochera, pues el acceso principal se mantiene al centro de la fachada en la posición tradicional. El trasiego de las bestias se efectuaba por las puertas llamadas del «cercado», es decir, las abiertas en la tapia que rodeaba el solar, al fondo o a un costado. También resultó frecuente la existencia de callejones —algunos transformados después en zaguanes propiamente— utilizados como entradas secundarias. Y, si nada de ello era posible, los animales domésticos entraban por la puerta principal y atravesaban la sala en su paso hacia el patio. La convivencia con animales de labor, comestibles y domésticos, fue algo muy natural en los siglos coloniales, tal como sobrevive en zonas rurales. En este período tuvo lugar una importante transformación espacial que consistió en cerrar la galería con muro, lo que determinó el surgimiento de un nuevo esquema planimétrico para las dependencias delanteras, dispuestas a partir de entonces en dos crujías paralelas a la calle. Dicho esquema se reconoce en ejemplos muy antiguos, como la casa de Amargura 20, 22 y 26 esquina a San Patricio (ILUS. 10.15) , de la que contamos con una detallada descripción de 1742. A continuación de las dos crujías, por lo general, se inserta una galería, y el vano adintelado de comunicación entre la primera crujía y la galería se transforma en un arco. Las alcobas dan a la calle. Son casas de grandes espacios y pocas habitaciones. Sus moradores no tenían nuestro sentido de la privacidad. Si se trataba de familias pudientes, en la alcoba principal dormía el matrimonio en cama junto a los numerosos hijos que se acostaban en catres, abiertos en la noche y colocados detrás de los armarios por el día. También las recámaras se utilizaron como dormitorios para miembros adultos de la familia. Los esclavos, pocos en número, se ubicaban en los colgadizos y dependencias construidas en el solar o aledañas a la vivienda principal. Convivían padres, hijos, parientes cercanos, clientela y servidumbre. No fueron empleadas estas viviendas como almacenes; los productos de las haciendas se guardaban en construcciones insertadas dentro del patio-solar. Resultó poco frecuente el inquilinato.
10.12 a 10.14. Plantas de las casas de la calle San José, tomadas de: Alicia García Santana: Trinidad de Cuba, un don del cielo. Fotografía de Julio Larramendi
10.15. Planta de la casa de Amargura esquina a San Patricio, tomada de ídem
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10.16. Estructura aislada en el patio de la antigua casa de Amargura 28
10.17. Rejas de barrotes de madera de casas del siglo XVIII
10.18. Puerta «a la española» de la casa de los Rodríguez de Aranaz
En ninguna de las casas estudiadas se ha podido determinar la utilización de una estancia como lugar para cocinar. Aún en la actualidad, carecen propiamente de cocina, y se ha adecuado un lugar para tal destino en lo que fuera el comedor, en las galerías o en una de las recámaras. Sin embargo, la cocina es mencionada en documentos antiguos, y en repetidos casos como un elemento fundamental para la valoración de la casa. En todas las ventas o en cualquier tipo de contrato que haga referencia a una vivienda, sea cual fuere su importancia, si contaba con cocina se indicaba su presencia. Podríamos citar numerosas informaciones que aclaran por qué no se ha encontrado un lugar para cocinar en las casas de la primera mitad del siglo xviii: la cocina no estaba ubicada en la estructura principal o delantera; existía como tal
10.19. Aleros
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10.20. Techos de la casa de Francisco Presto de Acosta, San José 274 esquina a Amargura
10.21. Puerta de cuarterones
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una dependencia localizada en un «caidizo» —colgadizo— construido en el patio, e independiente del cuadro delantero (ILUS. 10.16) . En la actualidad, estos colgadizos han desaparecido o fueron asimilados en el ulterior crecimiento de los inmuebles. En los documentos mencionados, y en muchos más, se habla de otra u otras casas de guano o teja fabricadas en el patio, o en un costado del edificio principal. Esta solución o modo de comprender la habitación no fue excepcional, sino lo generalizado y común en todo tipo de residencias, aun en las más modestas. En un primer momento, la habitación familiar estuvo compuesta por la asociación de estructuras independientes. Acorde con sus fachadas, las viviendas tempranas se distinguen por sus muros lisos, acusadamente apaisados, bajos en las más antiguas y sorprendentemente altos en las de mediados del siglo xviii, crecimiento en la altura que es también el de los vanos de puertas y ventanas, protegidas por rejas con barrotes de madera (ILUS. 10.17) . Lo característico en Cuba y en gran parte de Hispanoamérica es que los vanos de puertas y ventanas de las fachadas tengan una dimensión uniforme y una composición simétrica, lo que los diferencia de los ejemplos de arquitectura popular españoles y los vincula a los modelos cultos peninsulares. Otro elemento caracterizador de una fachada colonial es el enorme vano de acceso a la vivienda, cerrado con puertas a la española (ILUS. 10.18) . Los muros se remataban con aleros de tejaroz o sardinel o la combinación de ambos (ILUS. 10.19) . En cuanto a los materiales empleados en la construcción, se ha hablado de casas de rafas y tejas, de mampostería, de aspado y de embarrado. Casi todas las viviendas erigidas con materiales sólidos en la primera mitad del siglo xviii, y que aún subsisten, son de mampostería. Fue muy frecuente fabricar los muros de carga de mampuesto, y los divisorios de embarro. En estos casos, el muro medianero, por lo general, 10.22. Puerta arranca de mampuesto en ambos lados, y solo en el centro es de embarrade cuarterones do, lo que garantiza un tranque muy seguro. evolucionados En los pisos se utilizó, también, el hormigón o torta y, excepcionalmente, se han localizado pavimentos con pequeñas chinas pelonas, llamadas enmorrillados, cuya cronología, en el caso de las viviendas cubanas, no está bien determinada. Los techos son exponentes evolucionados de los de armadura de par y nudillo o par y cumbrera. Los lazos constituyen los realces decorativos fundamentales de estas techumbres y se presentan tanto romboidales sobre la base de triángulos, como los que combinan formas triangulares o romboidales con rectangulares o cuadrangulares. Los primeros fueron muy frecuentes en la región central de la Isla, y se logró una notable variabilidad a partir del mismo tema. En algunos, la lacería vuela hacia los lados exteriores del tirante; en otros se limita al espacio existente entre las vigas. La mayoría fueron decoradas con trazos geométricos, abstractos o naturalistas, inspirados en elementos de la flora (ILUS. 10.20) .
Otro elemento de gran importancia funcional y decorativa resultan las puertas, entre las que podemos distinguir las llamadas a la española y las de tableros. Las primeras se emplean preferentemente en los vanos de acceso desde la calle y desde el patio, y las segundas, en los tránsitos de comunicación interior y en los vanos de ventanas. Por la forma de combinarse los tableros, se originan las llamadas de cuarterón, de cuarterón evolucionado o paineles, de tablero largo, de tablero largo y cuarterón, y de tableros lisos. Los tableros se destacan por tallas decorativas, que transitan desde motivos geométricos hasta las versiones lobuladas en media luna, de barroca inspiración (ILUS. 10.21 y 10.22) . Las casonas de la calle San José nos permiten imaginar el aspecto emergente y desigual, entre lo «rural» y lo «urbano», de las poblaciones cubanas del siglo xviii, en las que fueron surgiendo construcciones sólidas de considerable envergadura que progresivamente se fueron apropiando del suelo urbano, y con su presencia transformaron el entorno, integrado mayoritariamente por bohíos colocados en los bordes de calles sin pavimentar y con una fuerte incidencia de los solarespatios destinados a crianza de animales y siembra de árboles frutales y plantas ornamentales (ILUS. 10.23 y 10.24) .
10.23. «Plano de la Bahía de Cazilda y Ciudad de Trinidad», 1725. Biblioteca del Congreso de Washington, Geography and Map Division, 91-680867
Las casas de la calle San José son ejemplos notables de las versiones en una planta del tipo prebarroco temprano y de la consolidación socioeconómica del asiento urbano de Trinidad, definitivamente arraigado en uno de los emplazamientos más hermosos de Cuba, entre mares y montanas.
N o ta s 1 Ignacio Henares Cuéllar:
«Perspectiva historiográfica finisecular del mudéjar en la Península, archipiélagos atlánticos e Iberoamérica», pp. 17-33. 2 Sobre la ciudad de Trinidad y sus
10.24. La ciudad de Trinidad hacia las montanas
casas véase: Alicia García Santana: Trinidad de Cuba, un don del cielo. Fotografía de Julio Larramendi
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once
CASA DE SANTO TOMAS 352 ESQUINA A TRINIDAD SANTIAGO DE CUBA
A partir de los criterios divergentes con la Real Academia de San Fernando sobre la construcción de la nueva catedral, en el año 1791 el gobernador Juan Bautista Vaillant eleva un informe donde expone cómo construir en madera, teniendo en cuenta las necesidades locales. Los puntos de referencia son cuatro variables que hacen a las construcciones baratas, resistentes, perdurables y ventiladas. […]. María Elena Orozco Melgar: «La desruralización en Santiago de Cuba: génesis de una ciudad moderna (1788-1868)», 1994
11.1. Casa de Santo Tomás 352 esquina a Trinidad
L
11.2 y 11.3. Detalle tomado del «Plano ydrográfico y topo[gráphico] de la ciu[dad] puerto y baya de Santia[go de Cuba] situada [en] 20 grados de latitud y 313 grados 5 minutos de longitud», 1712, José del Monte y Mesa. AGI. Santo Domingo, 121, tomado de: Omar López Rodríguez: La cartografía de Santiago de Cuba. Una fuente inagotable En la leyenda se lee: A. Yglecia Cathedral. B. Conv to de s n Fransizco. C. Yglecia de s to thome. D. Ospital de s n Juan de Dies. E. Ermita de s ta Ana. F. Ermita de s ta Luzia. G. sta Catharina. H. Castillo de s n Fran co . Y. Cuerpo de Guardia principal i carzel. J. Plaza de Armas. K. Muelle. L. Carneseria. M. Matadero. N. Castillo del Morro. O. Sauana nueva de Yaruio. P. Playon.
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a casa de Santo Tomás 352 es un exponente bien conservado del grupo de edificaciones prebarrocas cubanas (ILUS. 11.1) . Pertenece a la familia común pero ofrece las peculiaridades locales que le otorgan a esta vivienda, y, por extensión, a sus similares, un muy marcado sentido de tiempo y de lugar. La calle Santo Tomás es de las originarias, del perímetro que circunvala la plaza fundacional o de la Catedral —en la actualidad parque Céspedes—, y, en su prolongación, una de las arterias estructurantes de la ciudad en el eje norte-sur. En la esquina con la de la Marina se construyó, como ya hemos comentado, el fuerte morada de Diego Velázquez y también, con el frente a la plaza por la calle de la Marina, el edificio del Gobierno. Por el bellísimo plano de José del Monte y Mesa, de 1712 (ILUS. 11.2 Y 11.3) , se puede apreciar que el límite de la villa por el norte estaba representado por la recién abierta de plaza de Santo Tomé, donde por esos años se estableció el templo (ILUS. 11.4 y 11.5) bajo esta advocación que también le dio nombre a la calle. A partir del nuevo centro representado por esta plaza, la ciudad se expandió cubriendo los espacios existentes entre la plaza de la iglesia de Santo Tomás y el centro ocupado por la parroquial. El área urbana entre uno y otro edificios, ambos en la misma calle, fue rellenándose con construcciones relevantes como las iglesias de San Francisco (1745/1790), del Carmen (1796) y de la Santísima Trinidad (1730/1787). La preeminencia urbana que tuvo la calle Santo Tomás desde la fundación de la ciudad en 1515 se ha mantenido hasta nuestros días. Por sus características tipológicas, la casa de Santo Tomás 352 esquina a Trinidad debe corresponder a los finales del siglo xviii o primeras décadas del xix. No es una vivienda antigua, pero fue construida de acuerdo con un tipo muy viejo. Se trata de una casa de cuje, de una sola planta, muros lisos sin aditamentos arquitectónicos, ventanas de barrotes de made ra al ras del muro o de «rompe nariz», corredor adosado al frente y costado con barandas de hierro con el motivo en rombo del estilo Luis XVI utilizado a fines del xviii y principios del xix, y gran puerta de acceso «a la española». En los interiores se destacan los techos de armadura de par y cumbrera con lazos ciegos, canes en rollo, montados sobre estribado simple (ILUS. 11.6) , reforzado en las esquinas con los correspondientes cuadrales; división maderera entre sala y comedor en perfil de arco mixtilíneo (ILUS. 11.7) ; puertas de tableros evolucionados con motivos rococós o del Luis XVI. Por los costados laterales, martillos. Planimétricamente es similar a las trinitarias dispuestas en dos crujías delanteras y martillos, con la entrada al frente de la fachada. En Santiago no hemos podido localizar la disposición temprana en crujía-galería que caracteriza a las viviendas más antiguas de otras villas. Tiene el frente hacia Santo Tomás y el costado hacia la plaza, al modo en que fuera común en los tiempos iniciales, cuando iglesias y casas se emplazaban de lado a sus plazas. Concep tualmente es pariente de sus homólogas, pero las ventanas empotradas, los muros de cuje, los lazos ciegos, los canes en rollo, el corredor con horcones de madera y barandas de hierro, las divisiones interiores de madera y el relativamente bajo puntal, no tienen nada que ver, por ejemplo, con las imponentes casas de mampostería de la calle San José, en Trinidad.
11.4 y 11.5. Iglesia de Santo Tomás, exterior e interior
11.6. Armadura de madera de par y cumbrera, tirantes realzados con lacería «ciega»
El maestro Prat Puig defendió la idea de que Santiago de Cuba fue la cuna de lo morisco cubano, y ello pudiera ser una de las explicaciones de las diferencias. En realidad, la influencia de las prácticas constructivas de abolengo mudéjar o morisco se sintió en todas las villas primitivas, más o menos al mismo tiempo. La generalización de estos usos de herencia hispano-mudéjar no es difícil de explicar dado su afianzamiento en lo que bien podría denominarse arquitectura de la cristianización de las tierras conquistadas a los musulmanes, tradición que, a partir del siglo xiii, había penetrado amplios sectores constructivos en España, inclusive en las expresiones cultas. Al momento del descubrimiento de América constituían soluciones de carácter popular de hondo arraigo. Las vías de la penetración en Hispanoamérica fueron múltiples. La primera, ya aludida, fue la fábrica de las iglesias parroquiales, primeras «escuelas» de mudejarismo. Y la de Santiago de Cuba, iniciada su edificación en 1528 fue, sin discusión, el primer templo levantado en Cuba de piedra y teja, ubicado de costado a la Plaza Mayor, con el frente hacia la calle de Santo Tomás, hasta principios del siglo xix cuando, al ser reconstruida, la fachada se orientó a la plaza. Hacia 1679 se comenzó la fabricación de un nuevo templo terminado en 1690, al decir de Morell de Santa Cruz, de mayor capacidad y fortaleza. Según el ilustrado obispo …Fundose el Edificio sobre quarenta, y quatro horcones de Guayacan […]. Los Veinte, y dos del Cuerpo del templo, enlasaronse con lla-
11.7. Arco entre sala y comedor
ves dobles de cedro, y una de Acana sostenida de Curvas y pernos de hierro, por descansar en ellas un falso, que se hiso para darle a quella parte, compuesta de tres lumbres, el nombre de Capilla maior. Pusieronsele sus soleras y sobresoleras, que communicaron Vna Vara mas de elevación al techo. El interior de este, se hermoseó con obra de arrocado, de Cedro, sus pendolas y sintas de lo mismo, y el exterior se cubrió de Tejas. […]. El Grueso de las murallas, se redujo al de Vna Vara por que los horcones sirven de descanso al peso de la obra […].1
Descripción que responde a la filosofía del sistema constructivo hispano-mudéjar, fundamento de la arquitectura tradicional de Santiago de Cuba. Otras de las vías de la penetración del mudejarismo fue la de los franciscanos, quienes en España representaron, junto a los dominicos, la avanzada de la cristianización de las tierras tomadas a los infieles y en Hispanoamérica desempeñaron el mismo papel. El transformado y perdido convento e iglesia de los franciscos santiagueros fue un relevante ejemplo del mudejarismo de que eran portadores estos frailes, afanados en la terminación de sus templos y conventos, carentes de pretensiones arquitectónicas (ILUS. 11.8) . En resumen, no es posible desechar del todo la propuesta de Prat en cuanto a que lo hispano-mudéjar comenzó muy tempranamente en Santiago. Las viviendas iniciales consistieron en fábricas configuradas por una sola crujía, situadas en las partes delanteras de solares 116
11.8. «Plano del castillo de San Francisco y sus contornos en Santiago de Cuba», 1729, AGI. Santo Domingo, 155. Cortesía de Javier Aguilera y Carlos Baztan
inmensos, destinados a la siembra de frutales y la crianza de animales domésticos. Así las describe el Fidalgo de Elvas cuando su estancia en Santiago en 1538 como parte de la comitiva del adelantado Hernando de Soto. En el siglo xvii esta estructura elemental fue mayoritariamente de «colgadizo» (ILUS. 11.9 y 11.10) . Las de mayor porte crecieron mediante la adición de una galería que terminó por cerrarse para dar lugar a un nuevo esquema planimétrico configurado por dos crujías paralelas a la calle, sin construcciones en los lados del patio, similar al de las casas trinitarias dispuestas de este modo. Pero si en Santiago es muy probable que esta transformación tuviera lugar en el siglo xvii, en Trinidad ocurrió a mediados del xviii. En dichos espacios se ubicaron la sala y el comedor al centro, y a ambos lados de cada una de estas estancias, las alcobas y recámaras. En el patio se levantaba un colgadizo utilizado como cocina y se situaban también las letrinas. La similitud de este esquema planimétrico con el de las viviendas de la cercana ciudad de Santo Domingo —descritas por E. W. Palm en su notable estudio Los monumentos arquitectónicos de La Española, con una introducción a América— es sumamente acusada. En Santiago de Cuba la puerta de entrada aparece indistintamente a un costado o al centro de las fachadas. En el primer caso, en la primera crujía se sitúa la sala con una alcoba, y en el segundo, la sala al centro de dos cuartos laterales. Los v anos exteriores no se disponen de modo simétrico en el muro, y el remate está formado por el saliente de las vigas de los techos, que terminan a modo de canes y sostienen un tablón volado en función de alero (ILUS. 11.11 y 11.12) . Las rejas muestran barrotes de madera (ILUS. 11.13) . Estos rasgos se mantienen por mucho tiempo. Si Santiago de Cuba fue o no la cuna del mudejarismo es pregunta que, por ahora, puede quedar sin respuesta, pero sin lugar a dudas es la más « mudéjar» de las ciudades
11.9 y 11.10. Casas «colgadizo» santiagueras del siglo derivadas de un tipo formulado en el XVII
11.11 y 11.12. Aleros en vigas y tablazón, y remate en perfil de can
XIX ,
cubanas primitivas, en tanto la tradición temprana se prolongó hasta bien avanzado el siglo xix. Es la maderera y adintelada por excelencia (ILUS. 11.14 Y 11.15) . La otra circunstancia que vino a reforzar el mudejarismo santiaguero y, por tanto, su peculiar identidad, fue el terremoto que devastó a la población el 11 de junio de 1766, y condujo —como ha demostrado María Elena Orozco— a la toma de disposiciones que obligaban a la reutilización de técnicas de construcción tradicionales. Según Orozco, el gobernador Juan Bautista Vaillant presentó un informe en 1789 en que explicaba que el terremoto «…arruinó enteramente la Ciudad», por «…haver olvidado las pre cauciones con que fabricaban los que habían experimentado el del año 78 del siglo pasado […]».2 En 1791, el gobernador expuso resueltamente su criterio a favor de las soluciones constructivas tradicionales: Todos los edificios civiles terminan su fábrica por lo regular con sus techos, aquí es al contrario: primero se concluye el techo y sucesivamente siguen á terminarlos, cerrándolos con paredes. Esto lo ha ensenado la experiencia después de haber experimentdo dos horrorosos y espan-
11.14. Sistemas constructivos adintelados de las viviendas
tosos terremotos. Para asegurar […] van clavando en la Tierra con toda precaucion y buscando maor firmesa, unas vigas (que aquí lla11.13. Rejas de balaustres de madera, de «rompe nariz»
man horcones) de una madera de consistencia […]. Aseguran sobre estas pilas ú horcones, los techos de un genero de estribadura que aquí llaman Arrocado o medio Arrocado, colocando los malbates y almizates en otra diversa forma que la hace al mismo tiempo robusta que de agradable a la vista.3
11.15. Sistemas constructivos adintelados de las iglesias
Las construcciones montadas sobre un entramado de madera eran, sin dudas, menos vulnerables a los terremotos que las de mampostería o sillares. El «cuje» (ILUS. 11.16) santiaguero es una solución similar a las utilizadas en poblaciones de Castilla, y en Santiago persistió hasta avanzado el siglo xix. Sus ventajas y características se exponen con claridad en el testimonio siguiente: …por temor a los temblores se ha creído necesario construir sustentando y entrelazando con maderos, tanto las paredes como los lienzos y demás pormenores de los edificios, de modo que las casas de la Ciudad están formadas por un esqueleto combustible y a mayor abundamiento por la escasez y carestía del yeso, y por miedo a la poca estabilidad que tendrían sus tabiques para resistir las sacudidas de la tierra, se hacen las divisiones interiores con lo que se llama cuje que no es otra cosa sino una malla de ramas o palitos de una pulgada de grueso poco más o menos. Ese esqueleto de madera se reviste luego de mampostería que empotra y encierra los maderos […].4
De una o dos plantas, las viviendas prebarrocas santiagueras son (predominante aunque no exclusivamente) de «cuje», material que no permite la inserción de aditamentos arquitectónicos, lo cual explica también la lisura y carencia de ornamentación de los muros; además, por el temor a los terremotos, predominaron las casas de una sola planta hasta finales del siglo xviii. A partir de la segunda mitad del xviii se incorporó un nuevo elemento a las fachadas: el corredor, solución que aparece en la casa de Santo Tomas y Trinidad, y que en este caso pudiera responder a la costumbre de colocar portales en las edificaciones del entorno de las plazas. Pero el corredor santiaguero aparece no solo en las situadas en las plazas, sino que se extendió en los frentes de las construidas en la calles, posiblemente por causa de la accidentada topografía de la ciudad; fue, además, una inserción urbana que modificó la predominante colocación de las casas al ras de las estrechas vías de las poblaciones primitivas, salvo casos como el de Trinidad, asentada también sobre un terreno quebrado. Son soluciones funcionales de arquitectura popular frecuentes asimismo en ciudades españolas con semejantes dificultades en el suelo de sus asentamientos (ILUS. 11.17) . Originalmente fue llamado altozano y por mucho tiempo estuvo prohibido por el Cabildo, hasta que la expansión de la ciudad por encima de sus elevaciones hizo de esta solución una necesidad. Su inserción a los frentes se comporta sin ajustarse a normas. Estas estructuras no son de uso público, no es el pórtico corrido que se generalizó a partir de mediados del siglo xix en casi todas las ciudades cubanas. Es un «balcón» alto y privado, con acceso desde la calle por escaleras, adosado al frente de casas de una sola planta. Cada dueño ajustó su balcón-corredor al modo en que le acomodaba, respetando o no la alineación de casas y calles. Aprovechando las terrazas escalonadas sobre las que Santiago de Cuba se asienta, cada propietario quiso tener su «balcón» para contemplar el fenomenal paisaje que circunda a la ciudad. Esta base tipológica ya de suyo distintiva es la que sirve para la posterior evolución de la vivienda en el xix, cuando crecen en el sentido de la profundidad y rodean al patio (ILUS. 11.18) , su centro organizativo, con galerías por uno, dos, tres y hasta cuatro lados. Incorporan la cocina y letrinas al final del martillo. También es el momento en que se generalizan las casas de dos plantas (ILUS. 11.19) y las dispuestas en un solo nivel en la parte delantera y en dos a cada lado del patio. En las de rango se abre una entrada lateral, a modo de zaguán, para el coche.
11.16. Estructuras montadas en cujes
11.17. Casas con corredores en sus frentes
11.18. Patio
Sobre la base de estas soluciones firmemente enraizadas se asimilan las nuevas influencias estilísticas extendidas por el neoclasicismo, que originan las expresiones únicas caracterizadoras del conjunto urbano santiaguero, en el que se aprecian balcones madereros cubiertos con tejadillos y sostenidos en canes a la manera tradicional, con barandajes de hierro al modo del siglo xix; pies derechos columnares rematados con zapatas «jonico-mudéjares»; aleros de tejaroz coronados por cornisas; portadas «barrocas» con rejas de hierro y remates en tejaroz y cornisa; portadas neoclásicas y remates en tejaroz… En fin, es como si en Santiago de Cuba el tiempo perdiera su secuencia histórica para darse al unísono procesos que, en otras partes, siguieron un lógico decurso (Ilus. 11.20) . Si todo quedara en este punto, ya sería la vivienda santiaguera un caso muy especial. Pero hay más. La casa adopta elementos derivados de 11.19. Casas de la interpretación maderera norteamericana de temas neoclásicos o eclécdos plantas ticos, que penetran con los nuevos tipos arquitectónicos asentados en la ciudad en virtud de la oleada de franceses prófugos de la revolución haitiana, o llegan directamente desde las islas inglesas con las que Santiago tenía un fuerte intercambio, y que, finalmente, arriban desde el Caribe al cual, sin dudas, pertenece Santiago de Cuba. Se generalizan, entonces, los arcos triunfales (Ilus. 11.21) , los cielos rasos de madera, la persianería que cierra balcones (ILUS. 11.22) , los pretiles de hojalata ciega 120
11.20. Balcón sobre canes, con columnas de apoyo de tejadillo de alfardas terminadas en cortes a modo de can, y barandas de hierro
11.21. Arcos triunfales entre sala y comedor
11.22. Balcón cerrado con persianas, apoyado en columnas terminadas en zapatas «jónico-mudéjares», de sostén de una cornisa y pretil neoclásicos, elaborados en hojalata
o troquelada que rematan portales y balcones, insertados de manera adintelada a las fachadas; las buhardillas, los muros de listones de madera clavados a cara y cara de la horconadura de apoyo y empañetados con yeso, al modo que en la época se llamó «a la americana»; las estelas de maderas caladas que, en algunos casos, adoptan diseños art noveau, elementos emparentados con soluciones propias de la casa caribeña cuya incidencia se concilia con la bien definida tradición hispano-criolla local y dan por resultado la fisonomía singular que caracteriza a la arquitectura doméstica tradicional de Santiago de Cuba. Difícil reto el de esta hermosa ciudad que tal vez sea mejor disfrutarla que intentar explicarla.
La conjunción mestiza de elementos representativos de épocas distintas, contextualizados con otros propiamente de su tiempo y procedentes de culturas diversas, otorga a la arquitectura doméstica santiaguera un extraordinario valor de identidad local.
N o ta s 1 La visita eclesiástica, pp. 153-154. 2 «Carta de Juan Bautista Vaillant a Antonio
Valdés», Santiago de Cuba, 17 de febrero de 1789. AGI. Ultramar, 83. Citada por María Elena Orozco: «La desruralización en Santiago de Cuba: génesis de una ciudad moderna (1788-1868)». 3 «Informe de Juan Bautista Vaillant», Santiago
de Cuba, 12 de marzo de 1791. Archivo Histórico Nacional de Madrid. Consejo de Indias, leg. 21401. Citado en ibíd. 4 «Arrendamiento del edificio que sirve de
Aduana». ANC. Intendencia General de Hacienda, leg. 469, núm. 11845.
121
doce
CASTILLO DE NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES DE JAGUA Cienfuegos
…referis que en la costa del sur de esa Ysla doce leguas del Puerto de la Trinidad, está situada la vahia de Jagua, costa brava y limpia de vajos, describis por menor su situacion, longitud y latitud fondo que tiene y Rios que salen de ella, […] y ponderais las grandes conveniencias que se seguirían de poblarla. Carta del rey a Severino de Manzaneda, de 4 de septiembre de 1690
12.1. Bahía de Jagua
L
as bondades de la zona de Jagua para el establecimiento de una población fueron apreciadas desde los inicios de la colonización de la Isla (ilus. 12.1) . A principios de 1514, el adelantado Diego Velázquez llegó al puerto de Jagua, al que consideró muy provechoso para el tráfico con Tierra Firme y desde donde ordenó explorar el territorio en el que encontraron «grandes ríos, arroyos y minas de oro». Decidió fundar la tercera villa cubana, la de Trinidad, a la vera del río Arimao, lo que debió de efectuarse en el mes de enero de 1514. Trasladada Trinidad hacia su actual emplazamiento en el propio año 1514, quedó latente la intención de establecer una población en la inmediatez de una rada de excelente configuración —con un canal de entrada estrecho, fácilmente defendible por ambos lados, abierto al interior en amplia y profunda bahía. En más de una ocasión se intentó el retorno de Trinidad a Jagua. A principios del siglo xvii, la oportuna intervención del obispo fray Juan de las Cabezas Altamirano impidió su mudanza, al afirmar que en Trinidad …no se hacen ningunos rescates y toda aquella tierra está segura […]. Los hatos que allá hay son de ganado menor y es el recurso de las Armadas Reales y las Flotas […]. Allí cuando se pueden hacer 800 cueros es todo lo del mundo […]. Es un exceso de celo del servicio de V. M. darle arbitrio que aquel pueblo se pasase a otra parte, o demasiada pasión y poca cristiandad, y esto digo a Dios y en mi conciencia […].1
En 1664 el teniente gobernador Luis Coronado alerta sobre la «…necesidad de poblar la bahía de Jagua» porque «…a los Puertos del Sur desta isla an llegado algunos Bajeles […] los pobladores destos lugares son labradores y criadores de ganados faceles de ser engañados de los navegantes […]».2 En 1665, el capitán Sebastián Fernández Gamboa recomienda el establecimiento de un astillero en la bahía de Jagua puesto que Efte paraje es abundante de todo ganado mayor, y menor, con muy buenas monterías, y tiene mucha cosecha de legumbres, y tabaco, fértil para el maiz, yuca y plantonares, y fu mar cofiolas pefquerias, hafta de tortuga; del ganado de cerda, es mucha abundancia y por efta razon mucha lo cofecha de manteca para el abafto comun, tiene fértiles vegas para arboledas, y frutales dela tierra y extremadas porciones de terreno para formar pueblo, que precisamente ha de ayer, y tengo por fin duda que acudiran los vecinos de la Trinidad, y los que habitan en las haziendas del campo a poblar por la contratación, y seguridad por que no la tiene la Trinidad, pues el enemigo la imbade todas las vezes que quiere: y A V. Mageftad le acrecienta vn puerto muy bueno para qualefquiera accidentes, como para lof auifos que fe comunican dela Habana a las Provincias de Tierrafirme, y a los Galeones, y flotas, efcufando los riefgos del Batauano […]. Es indubitable la multitud de maderas para la fabrica de baxeles de todo porte […]. Y efto no fe podra conseguir en Cartagena, Habana, Campeche, Santo Domingo, ni en otro ningun Puerto delas Indias; porque aunque fe confidere que en ello aura seguridad dela fabrica, no ay abundancia de maderas […].3
La explotación de las maderas de una región virgen fue uno de los motivos principales para proponer la constitución de una ciudad en Jagua, argumento manejado por el gobernador de la Isla, el maestre de campo Juan de Salamanca (1658-1629), que defendió con denuedo no la creación de una nueva población, sino el traslado de la de Trinidad. Tales criterios serían refrendados por el capitán de navío Ambrosio Gatica por ser el …puerto y bahía por su grandeza y mucho fondo muy capaz de reunir grandes armadas […] y […] a su abrigo se podría constituir la población de la Trinidad […]. Este sitio tiene cuanto es
124
necesario para un pueblo […] porque le asisten aires, aguas y tierras nunca labradas que son las mejores para el tabaco […] [y] hay en este puerto mas comodidad que en ninguno de las Indias para fabricas galeones, por haber mucha madera […].4
Argumentos plenamente asumidos por el gobernador maestre de campo Severino de Manzaneda (1689-1695), quien insistió en el peligro representado por las ambiciones de los ingleses en cuanto a Cuba y los del comercio de contrabando efectuado con estos: Al tiempo que entre en la posesión deste Gouierno tuve entendido como mi antecesor hauia embiado alos lugares de la tierra adentro a Don Diego de Penaluer […] con comisión de que pesquisasse los naturales de la Trinidad y sancti Spiritus […] traiendome en su retorno diferentes reos […] pues no conocen Sor. en la obediencia tratando y contratando en Jamahica con la mayor disolucion […] que el motivo excepcial de estos escessos y que se mantengan los estrangeros en la isla de Santo Domingo y las demas circumbecinas es el abrigo y correspondencia que hallan en los mismos españoles para tratar y contratar respecto de la retardación que experimentan en los registros que se envían de Espana, tal que faltándoles esta prouivencia de rropa para atajar su falta y desnudez la precissa buscarlos por este medio sirviendoles esta mal onestada disculpa de ceuo para en partidas de mucha quantia cuyas consequencias son de calidad […]. Porque la conveniencia que hallan del retorno de sus frutos en tan grado que una piel de corambre se la compran los estrangeros por dos pesos y medio y tres pesos y los españoles las pagan a medio pesso cuya diferencia en este y otros frutos acarrean los ynconbenientes y fraudes refferidos asegurando a Vuestra Magestad que en el corto tiempo que estube en Santo Domingo llegue a inquerir ser los franceses ser dueños de la mitad de la Ysla […]. Y por lo que toca a esta Ysla, he hallado en ella dos lugares crecidos de población nombrados el uno el Puerto del Principe y el otro el Bayamo distantes de esta ciudad 150 leguas paresidissimos en sus costumbres al Pays de Liejar pues no conocen […] la obediencia tratando y contratando en Jamahica con la mayor disolucion […].5
Manzaneda evaluó certeramente las causas que hicieron necesario el comercio de contrabando, pero su adhesión a la política de mudar de sitio a las poblaciones, a manera de remedio, resultó nefasta, como quedó demostrado en La Española, donde a la postre los franceses se apoderaron del territorio abandonado por los peninsulares, lo que dio lugar al surgimiento de Saint Domingue. En el caso cubano, ordenó el arrasamiento de la villa de San Juan de los Remedios para obligar a sus vecinos a mudarse a la de Santa Clara, desastre que provocó la airada protesta de los remedianos y, en consecuencia, el cese de su gobierno, trasladado a La Española en 1695 para que se enfrentara a los franceses. La triste experiencia de Remedios impidió que en Trinidad se repitiera la misma historia, y la vieja villa quedó en paz en el bello e insuperable lugar que le sirvió de abrigo desde su temprana fundación. Con respecto a Jagua, se mantuvo el interés de fundar una población a la vera de la bahía, y se insistió reiteradamente en la necesidad de erigir una fortaleza en la entrada del puerto. En 1682, en tiempos del gobernador José Fernández de Córdoba, se intentó mudar el poblado de San Luis de los Caneyes —en las afueras de la ciudad de Santiago de Cuba— para Juraguá, en el lado oeste de la bahía de Jagua.6 En 1727 se consideró la propuesta de García Barreras y compañía …de construir en la gola de la bahía de Jagua jurisdicción de trinidad a la Costa del Sur una fortaleza con veinte y cuatro cañones de fierro montados y de poblar una ciudad en el parage mas conveniente de la orilla de dicha bahia, con ciento o mas familias en la forma siguiente= Que a su costa haran construir una fortificación en el mencionado parage a satisfaccion
125
12.2. «Plano de la bahía de Jagua y situación de la nueva villa de la Fernandina», Félix Bouyon, 1826. ANC. Planos, 2190
del Gob. e Ingeniero de la Habana según corresponda para la mayor ventajas de la situación en que se hubiere de construir con sus Almacenes, Cuarteles, Hermita, Casa, pozo, siendo de fierro de a doce y ocho libras de bala montados en su cureña de manera que pueda impedir la entrada de cualquier enemigos […]. Segundo Que asimismo traeran a su costa de las Islas Canarias ciento o más familias las que V. M. fuere servido de Conceder para la formación de tal Ciudad […]. Que mantendran a su costa en dho parage según uso y costumbre de los campos a estas familias hasta tanto que por si cojan frutos y para traerlas se les haga de conceder por V. M. los despachos que pidieron, a fin que en las Islas no se les ponga embarazo a los que quisieran pasar a poblar en virtud de las capitulaciones ventajosas que por parte de la Compania se le hiciese a cada familia […]. Cuarta que a este oficial se le haya de dar orden por V. M. para que a cada familia de las que fueren llegando les reparta dos caballerías de tierras realengas alrededor de dicha bahia […]. Que en los terrenos que hubiese comprar la compania inmediatos a los sitios que se la señalasen siendo despoblados y sin cultivos se obligue a sus dueños a que los vendan por justa tasación del valor de hoy […].7
12.3. «Planta del castillo de Jagua», versión elaborada a partir del original tomado de: CICENCREM. Fondo Planos, sin clasificar, 13 de noviembre de 1972
126
Las excesivas prebendas solicitadas para proceder a la fundación —entre otras el correspondiente título de Castilla—, dieron al traste con el intento. En 1765 se presentó otra propuesta de José Laguardia para fundar una ciudad llamada San José de Juraguá, lo que tampoco fue aprobado.8 Pero si la fundación de la ciudad no fue aceptada, el temor de un desembarco de los ingleses eliminó las dilaciones en cuanto a la necesidad de construir una fortificación en Jagua. En 1734 el coronel de ingenieros en jefe de la plaza de La Habana, José Tantete Dubruiller, elaboró un plano para la erección de un fuerte, cuya ejecución se efectuó entre 1742 y 1745 con algunos ajustes (ILUS.12.2 Y 12.3) . La batería de costa de Jagua quedó emplazada en el lado oeste del canal de entrada de la bahía, en un pequeño recodo, frente a la punta de Pasa Caballos (ILUS. 12.4 Y 12.5) , dotada de diez cañones colocados sobre una plataforma semicircular con garitas en cada extremo. La fortificación está rodeada por un foso seco y se accede a ella por el correspondiente puente levadizo. En su momento, el castillo de Jagua fue considerado el mejor de su tipo, después de los de La Habana, Santiago de Cuba y Matanzas (ILUS. 12.6 a 12.9) .
12.4. Castillo de Jagua 12.5. En 1972, antes de su restauraci贸n, tomado de: CICENCREM. Fototeca
12.6. Portada 12.7. Detalle de la cruz de remate de la portada de ingreso
12.8. Patio
12.9. Fosos
Según el genealogista Francisco de Santa Cruz Mallen, conde de Jaruco, Tantete Dubruiller, nacido en Orchies, Flandes, era miembro de una encumbrada familia: en 1754 se casó con la habanera María Altagracia de Armenteros y Guzmán Pita de Figueroa, prima del fundador de la familia de este apellido en Trinidad, don Pedro de Armenteros Guzmán y Poveda, radicado en dicha ciudad en la primera mitad del siglo xviii. Vale recordar que el territorio donde se construyó el castillo de Jagua era parte de la jurisdicción de Trinidad. El primer comandante de la fortificación, don Juan de Castilla Cabeza de Vaca y Quirós, fomentó uno de los primeros ingenios de fabricar azúcar de la zona, el Nuestra Señora de la Candelaria, en el hato Caunao, del que era condueño; sus descendientes, Antonia Guerrero Hernández y su esposo Agustín de Santa Cruz y Cabeza de Vaca (1784-1841), donaron parte de esas tierras para la fundación (1819) de la ciudad de Fernandina de Jagua, más tarde denominada Cienfuegos (Ilus. 12.10) . En pocas décadas, Cienfuegos se transformó en una moderna ciudad de magnífica arquitectura, lo que fuera reconocido por la UNESCO, que en 2005 declaró a su centro histórico Patrimonio de la Humanidad (ILUS. 12.11 a 12.15) .
12.10. «Plano General de la Jurisdicción de Cienfuegos», José M. Saine Rueda y José Nadal, 1847. ANC. Fondo Planos
130
12.11 a 12.13. Dibujos de los edificios de la iglesia catedral (derecha), la aduana (abajo izquierda) y la calle Argüelles (abajo derecha), tomados de La Ilustración Cubana, 1885
El castillo de Jagua desalentó de forma terminante las pretensiones de los ingleses radicados en Jamaica de hacerse fuertes en el centro del territorio centro-sur de Cuba; la fortificación de la bahía resultó, a la postre, acicate para el surgimiento de Cienfuegos en el territorio donde fue fundada Trinidad. Ambas ciudades están de nuevo entrelazadas por la condición que la UNESCO les otorgara a cada una de Patrimonio de la Humanidad.
12.14. Plaza Mayor con monumento a José Martí
N o ta s 1 «Relación del Obispo Fray Juan de las
Cabezas Altamirano al Rey», La Habana, 22-IX-1608. Citada en: Leví Marrero: Cuba: economía y sociedad, t. 1, p. 6. 2 «Carta del teniente gobernador Luis
12.15. Iglesia catedral Purísima Concepción, 1833-1845, construida según proyecto del ingeniero norteamericano Santiago Murray
Coronado a S. M. sobre residencia, necesidad de poblar la bahía de Jagua y otros particulares», 17 de octubre de 1664. ANC. Academia de la Historia, caja 89, núm. 528. 3 «Memorial del capitán Sebastián
Fernández Gamboa recomendando se estableciese un astillero en la bahía de Jagua», 1665. AGI. Santo Domingo, 61. En: César García del Pino y Alicia Melis Cappa: Documentos para la historia colonial de Cuba, pp. 141-148. 4 Citado en Leví Marrero: Ob. cit., p. 77. 5 «Carta del Gobernador Severino de
Manzaneda a S. M. acerca del contrabando en Trinidad, Sancti Spiritus, Bayamo y Puerto Príncipe y otros particulares», 25 de marzo de 1690. ANC. Academia de la Historia, caja 90, núm. 667. 6 «Estado en que se hayan las diligencias
practicadas de oficio a consecuencia del recurso promovido por Dn José Anastasio García Menocal informando la oportunidad de establecer […] la defensa de la Ysla de Cuba con la población de Ciudad plaza de armas confinantes en la bahía de Jagua donde en su entrada se haya el castillo de los Ángeles, 1765». ANC. Gobierno Superior Civil, leg. 690, núm. 19887. 7 Ibíd. 8 Ibíd.
131
trece
PLAZA E IGLESIA DE SAN FRANCISCO La Habana El templo de San Francisco fue por muchos años la iglesia más elegante de La Habana, la iglesia de moda, así como era entonces y aún lo es hoy la fábrica colonial de su género que reúne en el más alto grado las cualidades de solidez, propiedad y majestad. Joaquín E. Weiss: La arquitectura colonial cubana, edición 2002
L
13.1. Plaza e iglesia de San Francisco
a iglesia y convento de San Francisco (ILUS. 13.1) que llegó a nuestros días no es el templo primitivo, sino el que fuera construido en las primeras décadas del siglo xviii sobre el solar en el que los franciscanos asentaron su casa en la segunda mitad del xvi. Las primeras gestiones para la construcción de la casa de los franciscos en La Habana datan de 1574, tal vez de un poco antes, cuando el fraile de la orden Francisco Jiménez expone ante el Cabildo que «…en esta villa e vecinos de della ha mandado cantidad de limosnas para edificar el monasterio […] e para ello tienen ya sitio […]».1 Jiménez sería el encargado de «…la fundación y fábrica de dicho monasterio […]».2 El Cabildo le había mercedado un solar a los franciscanos situado en el barrio de Campeche,3 pero posiblemente por estar lejos del centro de la villa prefirieron comprar las casas y solares de Mateo Sánchez «…que lindan con la mar y enbarcadero de Ambrosio Hernández, y por las otras dos partes las calles rreales […]»,4 sitio del cual, en nombre del convento, tomó posesión el reverendo fray Francisco de la Cruz en singular ceremonia en la que «…se paseó por el dicho solar».5
13.3. Fachada de la iglesia y convento de San Francisco por la calle de los Oficios, tomada de: CICENCREM. Fondo Planos, dibujo realizado por B. Curi, septiembre de 1959, exp. 03-04-16-0952
La casa sería un lugar de «recogimiento» para «…los frailes de la dicha orden que pasan por esta villa e vienen de diversas partes destas Indias, porque dichos frailes e religiosos no tienen casa para recogerse y pasan meses en tabernas e posadas indecentes e no conformes a su religión y hábitos […]».6 La real cédula de aprobación para la fundación del convento, ya iniciado, fue presentada por fray Gabriel de Sotomayor, quien solicitó le dieran «…la posesión de la casa y solar […]», lo que le fue aprobado.7 El principal enclave de los franciscanos en el área estuvo en México, y La Habana fue, durante buena parte de los siglos xvi y xvii, el lugar de estadía entre España e His13.2. Detalle de la Iglesia y convento de San Francisco, tomado de: «Plano del Cuerpo de la panoamérica de los monjes de esta orden. Guardia» (Plaza de San Francisco), atribuido a Hacia 1689, según los dibujos realizados por el Juan de Císcara, 1689, publicado en: La Habana ingeniero militar Juan de Císcara, el conjunto de Vieja, mapas y planos en los archivos de España los edificios de los franciscanos estaba integrado por la iglesia, dos claustros y un espacio destinado a la erección de la capilla de la Orden Tercera (ILUS. 13.2) . El monasterio y su iglesia eran del tipo hispano-mudéjar, con los claustros dispuestos en dos niveles con horcones de madera en ambos pisos y, por los exteriores, austeros muros, sin destaques arquitectónicos; las cubiertas eran de techos a vertientes, protegidos por tejas. Mostraba un pequeño balcón de esquina con balaustres torneados cubierto con tejadillo en la fachada hacia el mar, en cuyo lado también se aprecian colgadizos prolongados hasta el borde marítimo, sin dudas usados para el servicio de embarcaciones. Según Joaquín E. Weiss, hacia finales del siglo xvii el templo y el convento fueron dañados por huracanes. En 1701 se contrató al alarife Pedro Hernández de Santiago para la reconstrucción de la fachada y de la torre, trabajos que no se ejecutaron por el fallecimiento de este. En 1719 la capilla mayor amenazaba ruina y se decidió labrar «un crucero de bóveda». Dada
la coherencia estilística de las edificaciones que han llegado a nuestros días, puede inferirse que la iglesia y el convento fueron obra de un mismo constructor o en su ejecución se respetó una traza previa elaborada a los efectos (ILUS.13.3) . Lamentablemente, como ocurre con otras importantes edificaciones coloniales, no sabemos quién fue el atrevido constructor de este formidable templo y su convento. Cabría investigar si alguno de los ingenieros militares que entonces estuvieron a cargo de la plaza —Bruno Caballero o Antonio de Arredondo— 134
participó de algún modo en el proyecto o ejecución de la iglesia y convento de San Francisco, inaugurados en diciembre de 1737.8 El nuevo templo era un edificio impresionante e inédito para La Habana de entonces, de sillería, de un barroco moderado, clásico, con fachada en retablo configurada por semicolumnas toscanas sobre basas altas —de flanqueo de los correspondientes nichos para las imágenes—, y perfiles quebrados de remate (ILUS. 13.4 a 13.7) . La puerta principal estaba exornada por un gran arco abocinado en concha (ILUS. 13.8 y 13.9) , de considerable espesor, pues sobre el cuerpo principal del edificio fue erigida, al centro, una impresionante torre campanario de 42 metros de altura, que constituyó, por siglos, el punto más elevado de la ciudad (ILUS. 13.10) ; torre ya construida en tiempos de Morell de Santa Cruz, quien expresó: «La fachada principal […] consta de tres Puertas […]. Adornanlas 5 arcos y sobre el mayor de ellos se levanta una torre primorosamente construida y tan elevada que señorea con conocida ventaja las restantes de la Ciudad […]».9 Como bien afirma Weiss, por «…la reciedumbre y sencillez de su torre, tratada con recuadros planos y remates en forma de obeliscos (ILUS. 13.11) , como los que Juan de Herrera introdujo en El Escorial, la iglesia de San Francisco diríase de abolengo herreriano. […]».10 Tal vez en ella quedó alguna huella del proyecto que a principios de siglo hiciera Hernández de Santiago, sin dudas diferente al ejecutado en cuanto a disposición (adosada al
13.4. Fachada por Oficios
13.5. Detalle de la fachada por Oficios
13.6. Portada por la calle de los Oficios enfrentada a la de Teniente Rey
13.7. Remate mixtilĂneo sobre una de las naves laterales
13.9. Desembocadura de la calle Oficios a la plaza de San Francisco
13.8. Puerta de acceso principal de la iglesia de San Francisco
13.10. Torre
13.12. Torre de la iglesia de San Francisco, Trinidad
13.11. Detalles de la torre, tomados de: CICENCREM. Fondo Planos, dibujo realizado por B. Curi, septiembre de 1959, exp. 03-04-16-0952
cuerpo del edificio, no encima del mismo) y dimensiones (de 5 varas de ancho por 20 de altura). Con la iglesia de San Francisco penetró el nuevo modelo «franciscano» del período barroco, con torre única al centro de la fachada, disposición de muy difícil ejecución, que no obstante fuera imitada en otros edificios de la orden (ILUS. 13.12) . No se tienen datos fehacientes sobre su constructor, salvo la alusión aportada por Joaquín E. Weiss de que fue realizada por el maestro de obras José Arce.11 El templo consta de tres naves ( ILUS. 13.13 Y 13.14) ; la central con bóvedas de cañón, sostenidas por poderosos pilares cruciformes, iluminada por lunetos con sus correspondientes óculos flanqueados por recuadramientos. La planta es en cruz latina y el crucero estuvo cubierto por una cúpula ochavada (ILUS. 13.15) . Las naves laterales están cubiertas con bóvedas por arista.
13.13. Planta del conjunto franciscano con la iglesia, los dos claustros y el espacio donde estuvo la iglesia de la Orden Tercera, versión elaborada a partir del original tomado de: CICENCREM. Fondo Planos, dibujo realizado por B. Curi, septiembre de 1959, exp. 03-04-16-0952
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Como la iglesia se fabricó en el mismo solar de la primitiva, mantuvo la disposición de costado a la plaza, y la nave lateral en toda su extensión queda a la vista con su pretil de balaustres en columnas y el perfil ondulado de los lunetos de iluminación. Una puerta con su correspondiente portada, en frontón quebrado, permite el acceso al templo desde la plaza. Hacia mediados del siglo xviii estaba concluido el primer claustro, por terminar el segundo y la iglesia de la Orden Tercera aún sin techar. Como afirmara Morell, el primer claustro «…hace consonancia en su Fabrica a la del Templo. […]».12 El segundo claustro cuenta con una hermosa portada, cuyo diseño se ajusta al de la fachada principal del templo, por lo que es lógico inferir que fue obra del mismo tracista. Los claustros tienen tres niveles (ILUS. 13.16 a 13.18) y en sus crujías existieron 111 celdas, lo que da idea de la envergadura del monasterio. La relevancia urbana de la plaza seleccionada por los franciscanos para la ubicación de su templo y convento data de mediados del siglo xvi. En 1609 se construyó el muelle y el sitio fue el embarcadero de la ciudad. La plaza quedó configurada propiamente hacia 1628, cuando el síndico procurador general Bartolomé de Ávila propone a nombre del gobernador Lorenzo de Cabrera, «…aderesar la calle del convento de San Francisco […] y alli haser como una plazoleta y por quanto […] en aquel sitio aderesan las pipas en que hacen la aguada las dichas armadas y flotas […]».13 En esta plaza desembocó en 1591 un ramal de la Zanja Real y en ella existió la primera fuente de agua de abasto de la ciudad. En su proximidad hubo pequeños astilleros hasta que en 1724 fue ubicado el Real Arsenal fuera del recinto amurallado. Por la calle de los Oficios se comunicaba con la plaza de la iglesia parroquial, arteria en la que se construyeron las más importantes residencias de la época, una de ellas, la comprada a fines del siglo a Francisca de Acebedo, viuda del contador Francisco de Moncaya, sita en Oficios y Amargura, para destinarla a sede del Cabildo y del Gobierno. Dicha casa fue de gran envergadura: de dos plantas, con muros de tapiales, techos de azotea —de terrado—, balcones hacia la calle y portales bajos. Como se aprecia en el dibujo de Císcara, estaba organizada en torno a un patio central con galerías en horcones de madera.14 Hubo otras notables viviendas en la calle Oficios. La marcada con el número 6 era del platero canario avecindado en La Habana Jerónimo de Espellosa, a cuya muerte la viuda, Francisca de Aguado, la vendió al obispo Compostela, en 1688. En su lindero norte existía otra residencia, con la fachada hacia Oficios y el costado hacia Obispo —disposición que puede observarse en el plano de la plaza de Armas atribuido también a Císcara y realizado más o menos en la misma fecha que el de la plaza del Cuerpo de Guardia—, adquirida posteriormente por la iglesia y refundida con la anterior en la última década del siglo xviii para originar la casa que hoy se conoce como La Mina. La parte que fuera de Jerónimo de Espellosa conserva significativas huellas de la fisonomía primitiva. Compostela compró, en 1688, la aledaña a esta, en Oficios 8, a los capitanes Hilario Página opuesta: de Estrada y Juan Bautista Barona. Finalmente, la de Oficios 12 —en la ac13.14. Nave tualidad restaurante El Árabe— fue adquirida asimismo por el mencionado principal del obispo en 1689. convento
13.15. «Plaza de Sn Francisco», grabado de Federico Mialhe, tomado de: Paseo pintoresco por la isla de Cuba, 1841
139
13.16. Primer claustro 13.17. Segundo claustro
13.18. Vano abocinado y trilobulado de comunicación entre el primer y segundo claustros
13.19. «Plan general de la distribución de la Plaza de San Francisco y demuestra el establecimiento de el mercado», Arsenio Lavarriere Latour, 8 de diciembre de 1821. ANC. Intendencia General de Hacienda, leg. 465, núm. 22
A fines del siglo xvii, la plaza del Cuerpo de la Guardia o de San Francisco era el principal espacio civil de la ciudad. Planos de la época confirman la importancia funcional y arquitectónica del sitio y la ocupación del área de su entorno por edificaciones sólidas, algunas con franco aspecto castrense, como lo que resta de la antigua casa de los Pedroso, cuya torre bien pudo pertenecer a la aduana primitiva. Como se aprecia en el aludido dibujo de Císcara, la mayoría de las viviendas del siglo xvii no tuvieron balcones, solo las muy notables, pues el balcón constituía entonces expresión de relevancia social. Las fachadas eran austeras, cerradas, con muros lisos, y balcones tribunas en los vanos superiores. La plaza fue rectangular, con uno de sus lados directamente delimitado por el mar (ILUS. 13.19) . No se conoce que se diseñara expresamente, pero es muy probable que fuera definiéndose al influjo de la llamada entonces Plaza Nueva —hoy Vieja—, dispuesta en su cercanía, de muy temprana, novedosa y moderna concepción. A partir de la capilla de la Orden Tercera se establecieron los ejes que en dirección este-oeste comunicaban el edificio de los franciscanos con una ermita humilladero o Calvario, después denominada del Santo Cristo del Buen Viaje, final de las procesiones de la Semana Santa. La calle de la Amargura, al centro de dichos ejes, moría frente de la ermita del Buen Viaje. Se modificó la orientación del crecimiento de la ciudad, que se proyectó a partir de entonces en dirección al oeste, y la calle de la Amargura cobró un protagonismo urbano fundamental. La significación de la calle de la Amargura o de las Cruces se acusa del mismo modo en otras poblaciones cubanas y sugiere la necesidad de estudiar la incidencia de los franciscanos en el ordenamiento temprano de nuestras poblaciones, a partir del derrotero de las procesiones de la Semana Santa. Vale recordar que en las ciudades cubanas, los conventos no estaban en las periferias urbanas, sino en los espacios del centro, dado que no se destinaron a la evangelización de los indígenas. Durante los siglos xviii, xix y la primera mitad del xx, los edificios de la plaza y esta en sí misma experimentaron sucesivas transformaciones. Posiblemente el único resto antiguo del que algo queda sea la casa que perteneció a José Benedit Horrouytiner, individuo de gran relevancia en San Agustín de La Florida, y que fuera baja en un inicio, luego de dos niveles y reconstruida después del huracán de 1846 (ilus. 13.20) . Los cambios comienzan por los sufridos por la propia iglesia, que perdió el crucero y la cúpula, y en una mal entendida «restauración» efectuada en la década del 40 del siglo xx bajo la dirección del arquitecto Julio Alemañy, le fueron retirados los repellos originales para dejar los sillares a vista. El inmueble era entonces propiedad del Estado cubano, que la había comprado en 190715 y estaba destinada, junto con el convento, a sede de las oficinas de la Dirección General de Comunicaciones, el centro telegráfico de La Habana y el centro telefónico oficial. El Cabildo se mantuvo en la vivienda de Moncaya hasta finales del siglo xviii, una casa remodelada a la que le fueron adosados portales en arcos sobre columnas, pero en las primeras décadas del siglo xx fue demolida y fabricado en su solar un nuevo edificio. En la esquina de Oficios y Amargura se conserva algo de lo que fuera el palacio del III marqués de San Felipe y Santiago, del último tercio del siglo xviii, pero transformado, y al que se le añadió un piso en 141
el siglo xx. A su lado, un edificio a lo «neocolonial». En 1836 a la plaza le fue colocada en su centro la Fuente de los leones, realizada por el escultor italiano Giusepe Gagini y donada por el intendente de Hacienda Claudio Martínez de Pinillo, conde de Villanueva. Ocho años después fue llevada para el paseo de Isabel II y, tras sufrir otros traslados, devuelta a su sitio en 1963 (ILUS. 13.21) . Por el lado norte, la plaza está presidida por el bello edificio de la Lonja del Comercio (ilus. 13.22) , construido en 1909 en el solar donde estuvo el de Armona (ILUS. 13.23) , de los bienes del mayorazgo de Antón Recio. La lonja fue diseñada por el ingeniero Tomas Mur y ejecutada por la firma de Purdy and Henderson; recientemente se restauró bajo la dirección del arquitecto Orestes del Castillo. Los solares del lado del mar fueron ocupados en 1914 por los edificios de la aduana (ILUS. 13.24) , considerados en su momento entre los mejor equipados del mundo y fabricados por la casa de Port of Havana Docks Company. Se trata de una edificación muy extensa que cubre el espacio entre la Plaza de San Francisco y el muelle de Luz, de tres niveles, interrumpidos a tramos con elevadas torres. Hacia el mar cuenta con los correspondientes espigones 13.20. Casa de para el acceso de las embarcaciones. La José Benedit Plaza de San Francisco fue el principal Horrouytiner, centro comercial de la ciudad colonial y alcalde ordinario de La Habana republicana.
13.21. Fuente de los Leones
La plaza de San Francisco es hito inevitable y magnífico de La Habana Vieja, dominada por el templo que le da nombre, uno de los primeros ejemplos del sobrio barroco habanero, movido tan solo por el perfil mixtilíneo de los remates y la compleja disposición de los cornisamentos interiores. Su torre es el alarde arquitectónico más relevante del período colonial. N o ta s 1 «Acta del 3 de septiembre de
1574». En: Actas capitulares del ayuntamiento de La Habana, 1566-1574, t. II, p. 328.
13.22. Lonja del Comercio
2 Ibíd. 3 «Acta del 23 de octubre de 1574».
En: Ibíd., p. 331.
El conjunto franciscano se restauró según el proyecto elaborado por el arquitecto Enrique Capablanca; el templo ha sido destinado a sala de conciertos y en los claustros del convento se desarrollan diversas actividades culturales bajo los auspicios de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
4 Escritura de 11 de junio de 1579.
En: María Teresa de Rojas: Índice y extractos del archivo de protocolos de La Habana, 1578-1585, p. 131.
5 Ibíd. 6 «Acta del 10 de diciembre de
1574». En: Actas capitulares del ayuntamiento…, cit., pp. 335-336.
7 «Acta del 4 de enero de 1576». En:
Actas capitulares del ayuntamiento de La Habana. 1575-1578, t. III, p. 64.
13.23. Edificio Armona. AHT. Colección de fotos
8 Joaquín E. Weiss: La arquitectura
13.24. Aduana
colonial cubana, p. 241.
9 Pedro Agustín Morell de Santa
Cruz: La visita eclesiástica, p. 12.
10 Joaquín E. Weiss: Ob. cit., p. 241. 11 Joaquín E. Weiss: «La Catedral
de La Habana. Proceso históricoarquitectónico de su construcción y consideraciones sobre su posible autor», f. 44-74.
12 La visita eclesiástica, p. 12. 13 AHHH. Libro de Cabildo de 1628,
acta del 2 de junio de 1628, f. 233v.
14 AHHH. Actas capitulares de
La Habana de 1601, cabildo del 8 de octubre, f. 595 (trasuntadas).
15 Desde 1841 la iglesia había
sido desalojada para el culto y el convento dedicado a almacenes de la aduana.
143
14.1. Iglesia de Santa MarĂa del Rosario
catorce
IGLESIA DE SANTA MARÍA DEL ROSARIO La Habana Engarzada en un marco de soberbia naturaleza en la falda de una loma y conservando en su aspecto el viejo y típico sabor criollo que penetra y conmueve, se descubre Santa María del Rosario […]. Se detiene el visitante ante la iglesia centenaria […]. Estamos […] quizás [ante] el más bello trono religioso que conserva Cuba, y que no en balde llaman sus feligreses «La Catedral de los Campos Cubanos». […]. Leonor Barraqué: «Santa María del Rosario y sus valores artísticos», 1932
L
a iglesia de Santa María del Rosario (1760-1766) pertenece a la familia de templos habaneros del siglo xviii bajo la influencia de un barroco moderado (ILUS. 14.1) . El tipo es básicamente el heredado de la etapa anterior: planta rectangular en forma de cruz latina, con la torre campanario a un costado (ILUS. 14.2) . Pero son templos «modernos», en tanto sus fachadas adoptan la disposición en retablo, frecuente en Hispanoamérica. Las primeras iglesias habaneras con fachadas que responden a este tipo fueron la de San Francisco, cuyos fundadores estaban vinculados a los de México, y la del convento de Belén (ILUS. 14.3) , instituida por monjes procedentes de Guatemala. La similitud entre los frontis de las iglesias de los mercedarios de Antigua y La Habana es evidente, así como en general, la composición dispuesta por la superposición de órdenes de semicolumnas de flanqueo de los huecos abiertos en forma de nichos para las imágenes. A ello se añaden los remates mixtilíneos que el Barroco hace suyos y la preferencia por el tema de la concha y los aletones en volutas. Las iglesias guatemaltecas son más pesadas que las habaneras y más elaboradas, pero, en lo esencial, responden al mismo patrón (ILUS. 14.4) . También forma parte de esta familia la de San Francisco de Paula (ILUS. 14.5) , distinguida por la pervivencia de la espadaña en el remate, solución que en Hispanoamérica fue abandonada, salvo excepciones, en el siglo xviii. Tampoco se conoce el nombre del constructor de este templo que, al igual que San Francisco y Belén, es de sillería y cuenta con cúpula sobre el crucero, soluciones que transformaron el paisaje urbano citadino, dominado por las cubiertas de los techos tradicionales de madera en vertientes revestidos con tejas. Karen Lugo y Sonia Menéndez aluden a una escritura de 25 de septiembre de 1736, en la que se les encarga la reedificación de la iglesia a «…Andres Portillo y Juan de Dios Ximénes, Maestros
14.2. Planta de la iglesia de Santa María del Rosario, copiada de plano antiguo, versión elaborada a partir del original tomado de: CICENCREM, Fondo Planos, dibujado por Balbina Rodríguez, 26-2-1976, sin clasificación
145
14.3. Iglesia del convento de Belén, La Habana
14.4. Iglesia de La Merced, Antigua, Guatemala
de Albañiles y Carpinteros, Alarifes de esta Ciudad […]»,1 quienes posiblemente, como afirma Luis Bay Sevilla, procedieron a construir «…una nave de bóveda, la capilla mayor y las laterales, con cúpulas y linternas […]».2 Fuera del recinto de La Habana, pertenecen a esta familia las iglesias de San Francisco y de Santo Domingo (1714-1721) en Guanabacoa, sin dudas, los modelos inmediatos de la de Santa María del Rosario (ILUS. 14.6 y 14.7) . La construcción de la iglesia de Santo Domingo se comenzó en 1730 y se terminó en 1748, por el arquitecto Lorenzo Camacho, en disposición de tres naves y carente de torre. La de 14.6. Iglesia de San Francisco, antiguamente bajo San Francisco, Guanabacoa la advocación de San Antonio y en la actualidad del Sagrado Corazón de Jesús, se inició en 1720 y concluyó en 1820; la iglesia primitiva era de una sola nave y hacia 1788 se le añadió una lateral, cuyo proyecto y el de la remodelación de la fachada estuvieron a cargo del arquitecto José Perera, también constructor de la de Santa María del Rosario, lo que explica la similitud entre estos templos. La sobria composición de ambas fachadas se inspira en los patrones popularizados por el tratado de arquitectura de Vignola.3 146
14.5. Iglesia de San Francisco de Paula, La Habana
14.7. Iglesia de Santo Domingo, Guanabacoa
En el plano bajo de la fachada de Santa María las columnas se duplican, reforzando su impresión de reciedumbre, aligerada por el tretalobulado de remate del frontón mixtilíneo, con los aletones ondulados, que a partir del templo del Jesu en Roma, en variantes cultas o populares, acompañaron a numerosas iglesias hispanoamericanas (ILUS. 14.8 y 14.9) . Al centro, en el s egundo nivel, está la correspondiente puerta del coro, elemento que derivado de ellos, sustituye los arquillos de evocación medieval. La torre, sobria y herreriana, tiene, no obstante, mayor porte y volumen que sus antecesoras del siglo xvii (ILUS. 14.10) . A diferencia de los ejemplos barrocos de La Habana Vieja, en 14.8 y 14.9. Detalles del remate mixtilíneo las cubiertas de las iglesias guacon aletones del cuerpo superior nabacoenses (ILUS. 14.11) y en la de Santa María persisten las armaduras de madera tradicionales. La nave principal de la última está cubierta con un techo de armadura de tres faldones y harneruelo, con cinco tirantes, triple el central y dobles los restantes (ILUS. 14.12) . El tirante cercano al presbiterio es el único que cuenta con lacerías. La armadura de la capilla mayor muestra cuatro faldones, harneruelo y cuadrales dobles, y se encuentra profusamente decorada. Sobre el crucero se levanta un techo de ocho faldones y las alfardas de las calles centrales se disponen a espina de pez, de manera similar a la solución de cubierta del crucero de la iglesia de Santo Domingo, en Guanabacoa. Como otros monumentos de similar factura y época, es de lamentar que en la restauración que se llevara a efecto en la primera mitad del siglo xx, le fueran retirados los enlucidos, con lo que los sillares han quedado a la vista. Pero la iglesia de Santa María es distintiva, sobre todo, por sus altares, las pinturas de estos y las de las pechinas del crucero, realizadas por Nicolás José de Escalera (1734-1804), el pintor cubano más sobresaliente del siglo xviii (ILUS. 14.13) . Según Guillermo Sánchez, Escalera era hijo de Agustín Escalera Ostos, natural de Ecija, Andalucía, y de la habanera Manuela Domínguez de los Diezes.4 Se ha considerado, además, que pudo haber sido el autor de los altares, asunto no dilucidado definitivamente, en tanto otros investigadores, como Pedro Herrera, estiman que pudieron haber sido realizados por el escultor habanero José Valentín Sánchez, autor de las dos esculturas de piedra de la casa de la Obrapía, entre otras obras.5
14.10. Torre
Sea o no el autor de los altares, es apreciable la unidad de concepción entre el retablo del altar mayor y los planos destinados a la inserción de las tablas pintadas (ILUS. 14.14) , pues la «…representación del santo en un espacio arquitectónico ficticio (el nicho) y la incorporación del arco de concha polilobulada —recurrentemente empleadas por Escalera— […] tributan al juego espacial entre la realidad bidimensional de la pintura y […] una mayor profundidad y movimiento del conjunto. […]».6 La concha es un tema repetitivo en la iglesia de Santa María. Por otra parte, los 14.12. Techos de la nave elementos iconográficos utilizados en la reproprincipal de Santa ducción de las imágenes de los santos (ILUS. 14.15) María del Rosario
14.11. Techos de la iglesia de Santo Domingo, Guanabacoa
14.13. Crucero con las pechinas
14.14. Retablo
«…guardan correspondencia con soluciones aportadas por las escuelas virreinales […] dentro de la mayor tradición del barroco iberoamericano».7 Consideración aplicable a la reproducción de San Miguel Arcángel que remata el retablo, uno de los temas religiosos preferidos en Sudamérica. La composición del retablo, en columnas salomónicas, con envolventes guirnaldas vegetales, cubierto en pan de oro y decorado en azul lapislázuli, está dentro de la mejor tradición de un barroco pleno, lejos aún de los excesos a los que llegara el churrigueresco, de los que tenemos dos buenas muestras: el altar de la iglesia 14.15. Imagen del altar mayor parroquial de Remedios y el de la capilla de Dolores de la parroquial de Bayamo, atribuido a Manuel del Socorro Rodríguez (1758-1818), natural de esa ciudad.
Las pechinas consisten en enormes lienzos de 4 x 3,95 metros, en la forma triangular correspondiente. Fueron cuatro, una para cada esquina, denominadas La glorificación de Santo Domingo (en proceso de restauración), La donación de la Santa Virgen al glorioso Santo Domingo (ILUS. 14.16) , La rosaleda y Santo Domingo y la noble familia de Casa Bayona —han sido restauradas bajo la dirección de Zaida Sarol y colocadas en su lugar originario. La rosaleda (ILUS. 14.17 Y 14.18) es la mejor lograda, concebida en dos planos: arriba la virgen con el Niño, rodeada de ángeles, y debajo Santo Domingo recibe de sus manos el rosario, al pie de una rosaleda cuyas grandes espinas contrastan con la belleza de las espléndidas flores, alegoría al benéfico efecto del rosa rio sobre las tristezas y debilidades hu manas; Santo Domingo y la noble familia de 149
14.16. Donación de la Virgen a Santo Domingo
14.18. Especialistas del CENCREM en el proceso de montaje de La rosaleda, en la iglesia de Santa María del Rosario. De izquierda a derecha: María Mercedes García Santana, directora del CENCREM; Eriel de Armas Sánchez; Orelvis Rodríguez, especialista; Zaida Sarol, especialista principal del Taller de Restauración de Pintura del CENCREM, y un ayudante de la localidad
150
14.17. La rosaleda
Casa Bayona (ILUS. 14.19) es la más famosa, por estar dedicada a la representación de los miembros de la familia Bayona-Chacón, fundadores de la ciudad de Santa María del Rosario y mecenas de la iglesia y de la obra de Escalera. En este lienzo, que revela las dotes del pintor para el retrato, aparece por vez primera en la pintura cubana la figura de un negro, según la tradición, el que le hiciera ver al conde las virtudes de las aguas medicinales del lugar para la curación de sus dolencias. Orelvis Rodríguez Morales considera que la figura situada en el centro, a la izquierda, detrás de los miembros femeninos de la familia Chacón, es el propio José Nicolás de Escalera.8 La alusión a Santo Domingo en las pechinas de Santa María tuvo que ver, sin dudas, con la devoción de los condes de Bayona a este santo. Los primeros condes, que murieron sin descendencia directa, donaron a los dominicos grandes sumas de dinero, calculadas en ochocientos mil pesos fuertes.9 José Bayona y Chacón (1676-1757), I conde de Casa Bayona, no solo costeó la fábrica de una primera iglesia en Santa María —sustituida por la que ha llegado a nuestros días, construida por su primo el coronel Francisco Chacón y Torres (1712-1779), II conde de Bayona—, sino también concibió la erección de un convento de Santo Domingo adjunto a esta, lo que no le fue posible llevar a cabo pero es dato que evidencia los fuertes lazos que lo unieron a dicha orden. Es de sospechar, por tanto, que Escalera fuera formado por los dominicos, cuya universidad —fundada el 5 de enero de 1728— fue parte del convento de Santo Domingo, y, además, que de ello derivara el vínculo del artista con la familia Bayona-Chacón. Cuando Escalera se ocupa de las pinturas de Santa María ya tenía a su haber una obra notable, etapa a la que corresponden los cuadros realizados para la iglesia de San Francisco —Regina Angelorum— y la de la Candelaria de Guanabacoa: San José con el niño dormido y
14.19. Santo Domingo y la noble familia de Casa Bayona, restaurada en el CENCREM
14.20. Interiores de la iglesia de Santa María del Rosario
La coronación de la Virgen por la Santísima Trinidad.10 A Escalera se le encargó el diseño de los uniformes del cuerpo de milicias de La Habana, y al final de su vida realizó numerosos retratos de personajes habaneros, como los del gobernador Luis de las Casas y de Luis de Peñalver, ambos en el Museo de Bellas Artes, y otras muchas obras de tema religioso, algunas destruidas y otras conservadas, entre ellas las del templo de Guanabacoa atribuidas a él. En relación con la iglesia de Santa María, es de significar también la calidad de factura de los altares laterales y del púlpito (ILUS. 14.20 a 14.23) , elaborados en el mismo período, así como la del mobiliario eclesiástico, en particular los confesionarios (ILUS. 14.24) , y la de los muebles de la sacristía, donde permanece uno de los armarios (ILUS. 14.25) con puertas de cuarterones de mejor factura del país, entre otras piezas de valor. Los vínculos de la familia Bayona-Chacón con el territorio datan de la existencia del ingenio Quiebra Hacha, en tierras del corral Jiriaco de la propiedad de José Bayona y Chacón. El 19 de agosto de 1721 se sublevó su dotación, integrada por 300 esclavos, lo que causó la ruina del ingenio. Bayona solicitó que se le autorizara la fundación de una ciudad para incrementar la población blanca y vigilar la zona. Pese a que las Leyes de Indias contemplaban el surgimiento de poblaciones a modo de «colonias», la Corona española fue remisa en aprobarlas, dado el poder que adquirían los fundadores tanto en el orden social —concesiones de títulos nobiliarios— como en el material. Al momento de la petición de Bayona, en Cuba solo existía una población de señorío, la mencionada de San 151
14.21 y 14.22. Altares
Felipe y Santiago del Bejucal. No obstante, le fue aceptada en 1721 la fundación de la ciudad de Santa María del Rosario. Con posterioridad se autorizaron la de San Juan de Jaruco en 1767, la de Guisa en 1774 y la de San Antonio Abad o de los Baños en 1794. Hacia el segundo cuarto del siglo xix los señoríos por juro de heredad fueron anulados y todas estas poblaciones pasaron a la administración del gobierno de la Isla. El procedimiento de fundación en todos los casos fue similar. No tenemos los datos de la concesión de Santa María, pero se dispone de los de Bejucal: 1.a Que la población ha de tener título de ciudad sufragánea, y como tal ha de gozar de los fueros, y privilegios, términos y jurisdicción que a tales ciudades les son concedidas. […]. 2.a […]Y respecto que se espera de que una ermita de campo […] se trasladará a la dicha población […].
14.23. Detalle de los altares
3.a Que para la población […] daré yo dicho fundador 4 caballerías de tierra, planas […]. 4.a Que han de ir 30 pobladores con sus familias […]. 5.a Que ha de dar, precisamente á cada uno de dichos 30 pobladores y fundadores, un solar con 28 varas de frente y 40 de fondo, sin gravamen alguno. 6.a Que me obligo yo, el dicho fundador, a dar a censo a cada uno de los dichos 30 pobladores, una caballería de tierra en monte firme por precio de 250 ps. Fs. De que pagarán el rédito corriente en cada ano, excepto los dos anos primeros, que no han de pagar rédito alguno; pues en dicho tiempo, han de desmontarlas y hacer en ellas sus fábricas y labranzas. 7.a Hago gracia y donación para todos los vecinos y bien común de dicha ciudad, de una caballería de tierra […] para leña, piedra y otros materiales para sus menesteres. 8.a Que cada uno de los pobladores ha de tener dentro del término que se asignare para la población de dicha ciudad, una yunta de bueyes, 6 gallinas y un gallo; y por lo que toca a ovejas […] se omite esta condición […]. 9.a Que la de demás caballerías de tierra, después de entregadas las de los dichos 30 pobladores, he de poder venderlas 14.24. Confesionario
152
por el precio y en la forma que ajustare con los compradores.
14.25. Armario de sacristía
10.a Que asimismo he de poder vender, después de haber entregado los dichos 30 solares para los dichos 30 pobladores, los demás que me quedaren por el valor y el precio y en la forma en que ajustare con los compradores; respecto a ser tierras mías propias. 11.a Que para que tenga propios la dicha ciudad, del valor y precios en que vendiere los solares, de ellos asigno la mitad de dichos precios y la otra para mi como dueño que soy de dichos solares. 12.a Que de las dichas 4 caballerías de tierra, asignadas para la dicha población y situación, ha de quedar siempre caballería y media para egidos y he de tener facultad de repartir fuera de los 30 dichos solares, los demas que hubiere hasta cumplimiento de las 2 ½ caballerías para fabricar casas; y mientras llega este caso sirva todo de egido […]. 13.a Que ha de fundar en dicha ciudad una iglesia parroquial […] para cuyo efecto he de nombrar yo por esta primera vez sacerdote […] dejando libre en adelante el real patronato de S. M. […].11
Otras condiciones tratan sobre la dotación de la iglesia y el espacio para esta y su plaza, también donados por el fundador, así como el correspondiente a conventos que pudieran ser fabricados; Bayona concede asimismo los solares para los edificios del Cabildo, gobierno, carnicería y corral. La planta de la ciudad de Bejucal le fue encargada al ingeniero Pedro de Menéndez Márquez, quien debía trazar «…6 calles con 10 varas de ancho».12 Finalmente, al fundador se le deben tributar las «…honras, privilegios, franquezas, exenciones, preeminencias, libertades y jurisdicciones que por primer fundador y más principal fundador, me fueren concedidas por derecho de ley, privilegio y costumbre».13 Al estar dirigida la explotación del territorio al cultivo de productos de gran demanda, como el tabaco y el azúcar, y la parcelación y venta de las fincas urbanas constituir una de las mayores fuentes de riqueza de la época, el establecimiento de estas poblaciones era empresa capitalista encubierta en los privilegios feudales aún vigentes en la legislación que le sirviera de cobertura, contenida en el libro 4 de la Recopilación de las Leyes de Indias, de 1680. En sentido urbano, las nuevas ciudades se fundaron según un plano previo, ortogonal, en el que la iglesia quedó incluida dentro del espacio-plaza, nueva propuesta del urbanismo del siglo xviii, 14.26. Plano de Santa María y los lotes tendentes al rectángulo, en combinaciones diversas del Rosario, tomado de: dentro de las manzanas, preferentemente cuadradas, de gran CICENCREM, Fondo Planos, ingeniosidad y belleza. Sin embargo, sobre Santa María no tesin clasificar nemos datos referentes a su plano primigenio, y su trazado no devino regular (ILUS. 14.26) , sino que sigue el serpenteo de viejos caminos a cuya vera se asentó la población. El conjunto urbano, consolidado en el siglo xix, es buen ejemplo de los que adosaron portales a los frentes de casas predominantemente de una planta, de anchas fachadas, dilatados fondos, en los cuales el verde de árboles y plantas brinda sombra, fresco y cobijo a las viviendas) .
El excepcional estado de conservación de la arquitectura y del ambiente interior de la iglesia de Santa María del Rosario la convierte en el monumento eclesiástico cubano del período colonial de mayor autenticidad en relación con su época. La restauración de las pechinas elaboradas por el pintor Escalera es un notable aporte a la cultura nacional.
N o ta s 1 Karen Mahé Lugo Romera y
Sonia Menéndez Castro: Barrio de Campeche: tres estudios arqueológicos, p. 85.
2 Luis Bay Sevilla: «El hospital de
Paula», pp. 6-10.
3 Véase: Tratado práctico elemental
de arquitectura o estudio de los cinco ordenes según J. B. de Viñola.
4 Guillermo Sánchez Martínez: «Un
pintor cubano del siglo xviii: José Nicolás de la Escalera Domínguez».
5 Pedro A. Herrera López: «De los
orígenes de la ciudad y de la iglesia de Santa María del Rosario», pp. 14-16.
6 «José Nicolás de la Escalera
Domínguez».
7 Ibíd. 8 Orelvis Rodríguez Morales:
«Acercamiento a la posible identificación de los personajes de la obra Santo Domingo y la familia Chacón del pintor José Nicolás de la Escalera Domínguez. Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Rosario» (inédito).
9 Francisco Xavier Santa Cruz y
Mallen, conde de Jaruco: «Real Pontificia Universidad de San Jerónimo de La Habana».
10 «José Nicolás de la Escalera
Domínguez».
11 Jacobo de la Pezuela: Diccionario
geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba, pp. 178-179.
12 Ibíd. 13 Ibíd.
153
quince
Plaza Vieja La Habana La trayectoria urbana de la Plaza Vieja demostraba que la renovación no había constituido un accidente externo, sino una circunstancia inscrita dentro de su propio devenir […]. Su arquitectura no se podía identificar del todo con una imagen histórica precisa y representaba más bien una síntesis de la simultaneidad de los tiempos tan propia de la cultura caribeña. En este mensaje de convivencia y tolerancia, tanto social como cultural, se encuentra su significado más valioso […]. Carlos Venegas Fornias: «La Plaza Vieja, patrimonio y renovación», 2011
15.1. Plaza Vieja
L
a Plaza Vieja (ILUS. 15.1) es un excepcional espacio urbano-arquitectónico de La Habana y de Hispanoamérica. Ha sido objeto de sustanciosos estudios como los realizados por Joaquín E. Weiss en su valioso e imprescindible texto sobre La arquitectura colonial cubana;1 pero los aportes más relevantes acerca de su configuración histórica y valoración urbanística son los ofrecidos por Pedro Herrera López y Carlos Venegas Fornias.2 La Plaza Vieja —que al surgir llamaran Nueva— fue un hito crucial en el proceso de conformación urbana de la vieja Habana, cuyo emplazamiento definitivo en el borde oeste de la bahía de Carenas tuvo un fundamento militar, dado el rol que el Caribe y, dentro de este, La Habana tuvieron en la batalla sostenida entre España y otras naciones europeas por los territorios y riquezas americanas. Según Manuel Pérez Beato,3 el sitio del asentamiento definitivo de la ciudad —inicialmente fundada en la costa sur y después trasladada al norte, a la vera del río de La Chorrera o Almendares— lo eligió el adelantado de La Florida y gobernador de La Habana Hernando de Soto, al disponer la construcción del primer castillo de La Fuerza (1538-1540).4 La conversión de La Habana en plaza fuerte se inició en la segunda mitad del siglo xvi. El proceso urbano del período estuvo bajo el influjo del ideario español del Renacimiento, nutrido de su propia experiencia regular y de los principios derivados del redescubrimiento de Vitruvio y las especulaciones de los tratadistas. Al tiempo que se conquistaba América con las herramientas definidas en el transcurso secular de la Reconquista española, las tropas de Carlos V entraban en contacto con las más renovadoras teorías urbanas al continuar las contiendas iniciadas por los aragoneses, en las que los territorios italianos fueron causa de grandes disputas. Las obras de defensa realizadas bajo dominio español en ciudades italianas —particularmente en Nápoles— durante la primera mitad del siglo xvi constituyeron un importante antecedente teórico-práctico de la legislación indiana.5 La erección del nuevo castillo hizo necesaria la apertura de una nueva plaza destinada a mercado y fiestas, tarea que se le encargó al ingeniero Bartolomé Sánchez, constructor del castillo de La Real Fuerza. Sánchez trazó una planta rectangular, forma recomendada por Vitruvio, para quien la plaza ideal era aquella en que «…el ancho será dos tercias partes del largo, y así será su forma más larga, y su disposición provechosa para los espectáculos».6 Para el arquitecto de Augusto, la media y extrema razón era una proporción en la que de la parte pequeña a la parte grande debe existir la misma relación que de la grande al todo, fundamento de la Regla de Oro o razón áurea,7 ampliamente estudiada durante el Renacimiento. El rectángulo áureo, considerado como canon de belleza, responde a una proporción derivada del número áureo, Φ.8 Por lo general, el ideario precede a su sanción jurídica, y la forma rectangular de esta plaza funcionó como un elemento de modulación del entorno urbano inmediato. Hacia 1618, el regidor Diego de Soto afirmó que era «…una de las plazas más importantes desta dicha Ciudad y en ella se celebran las fiestas de muchos Santos […]».9 Su proceso de consolidación arquitectónica fue peculiar, pues en su entorno solo se dispusieron edificaciones domésticas. Numerosas peticiones presentadas al Cabildo en la segunda mitad del siglo xvii permiten inferir que en ese período se generalizaron los portales y los balcones, a todo el ancho de las fachadas, y que ambas soluciones surgieron precisamente en las casas de la Plaza Vieja, dado su destino para las celebraciones públicas y el uso de los balcones como miradores y los portales para el mercadeo. Como bien afirmara Joaquín E. Weiss, por «…el número de estas solicitudes y la calidad social de los vecinos que las formularon, se deduce que fue la plaza Nueva un importante campo de experimentación de la arquitectura doméstica criolla; siendo evidente que allí alcanzó su pleno desarrollo el tipo de casa de 156
15.2. Elías Durnford: «A View of the Market Place in the City of the Havana», tomado de: AHHH. Fondo Mapas y Planos
“dos altos”, con balcones de madera y cubierta de tejas, introducido en las últimas décadas del siglo xvii […]».10 En 1675, Pedro Alegre, cuya casa estuvo en Muralla 103-105, expone que compró a Magdalena de Guzmán …unas casas altas y baxas que tenia en la plaza nueva ynmediatas a las de su morada y que pretende hacerle portales en la conformidad segun y de la manera que los tienen dhas sus casas y qe pa ello necessita de que Su Sria. […] le conceda licencia para hacer dhos portales que coxan toda la fronttera de dhas casas attento a que resulta en beneficio y adorno desta República […]. Y que a su imitacion los circunvencinos iran haciendo lo mismo […].11
15.3. Detalle de la casa de Beatriz de Santa Cruz, tomado del grabado realizado por Durnford
15.4. Casa de los condes de Jaruco, Muralla y San Ignacio
Esta solicitud fue aprobada. Poco después, en 1685, el capitán Martín de Sotomayor solicitó construir «…portales que tengan toda la frontera de dhas casas altas […]»,12 lo que se le concede con «…calidad que cada y quando que haya fiesta o necesite la zidd de ocuparle a de acudir a dhos balcones,13 reservando […] la propiedad del suelo para usar de ella como le conviniere por no poderse ttransferrir dha propiedad […]».14 El espacio de los portales de las casas de la Plaza Vieja era propiedad de la ciudad. Como se puede apreciar en el grabado de la plaza (ILUS. 15.2) que hiciera Elías Durnford en 1762, sus casas tempranas fueron del tipo morisco criollo, en su mayoría de dos plantas, con portales sostenidos por pies derechos de madera en los bajos y en la planta alta, y balcones cubiertos con tejadillos, como la que fuera de Beatriz de Santa Cruz (ILUS. 15.3) .15 Otras, como la de Pedro Beltrán de Santa Cruz, en San Ignacio y Teniente Rey, llegaron a los mediados del siglo xviii sin portales. Pero, por el mismo grabado, puede constatarse que hacia entonces se operaba una suplantación del tipo prebarroco por uno de nueva adopción, cualificado por las logias en altos y los soportales en bajos, en arcos sobre columnas, y en sus plantas altas los correspondientes balcones madereros cubiertos con tejadillos. Según el obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, la plaza se distinguía: «…no sólo por su título de Nueva, si también por los portales, valcones y Casas mui costosas y bellas que la circunvalan. […]».16 Uno de los primeros ejemplos del nuevo tipo de casa señorial o almacén es la que construyó Gabriel Beltrán de Santa Cruz, padre del futuro conde de Jaruco, en la esquina de Muralla y San Ignacio (ILUS. 15.4) . El 5 de junio de 1732, Santa Cruz contrató a Diego de Salazar para la fabricación de una casa «…alta y baja en la esquina de la plaza nueva […]».17 Por este documento se sabe que la vivienda fue construida según un plano, de autor desconocido. Santa Cruz fue el contratista del castillo de San Severino de Matanzas y de otras obras importantes de la época, por lo que estuvo en contacto con constructores de valía. Al año siguiente, solicitó permiso para edificar portales: «…así por mí ser de los principales vecinos de esta ciudad y que así por mí como por mis antepasados hemos servido en ello a su majestad. […] suplico se sirva concederme licencia […]».18 La presencia del portal era indicio de prestigio social. La casa se termina hacia 1737 y estuvo en poder de los Santa Cruz, condes de Jaruco y más adelante de Mopox, hasta mediados del siglo xix.19 157
15.5 y 15.6. Plantas baja y alta de la casa de los condes de Jaruco, versión elaborada a partir del original tomado de: CICENCREM. Fondo Planos, dibujado por H. N., 24 de febrero y 2 de abril de 1972, exp. 03.04-1-3-0531
15.7. Patio de la casa de los condes de Jaruco
158
El nuevo tipo, dispuesto en dos niveles con entresuelo, se relaciona con la renovación que en el siglo xviii tuvo lugar al calor de una nueva influencia: la del Barroco, y se caracteriza por el patio claustral rodeado de arcos sostenidos en columnas en ambas plantas y con puerta enfrentada a este (ILUS. 15.5 a 15.7) . Es una casa que adquiere un rango y fisonomía de palacete sin precedentes. Tiene filiación con las casas-almacenes gaditanas y de otras ciudades del sur de España, pero, sobre todo, un estrechísimo vínculo con las homólogas de las ciudades de Veracruz y Cartagena de Indias, que junto con La Habana constituyen el trío fundamental de la ruta de la Flota de Indias. Fuerte parentesco que encuentra explicación en el hecho de que nuestras versiones, en lo planimétrico, no derivan directamente de las españolas sino de la reinterpretación que tuvo lugar en México, durante el siglo xvii, de los modelos señoriales españoles del xvi. En lo estilístico la influencia es, sin discusión, andaluza, pero también mexicana. En la fachada mostraba logia en el piso alto (ILUS. 15.8) , inicialmente protegida con balcones madereros cubiertos con tejadillos —elementos perdidos en las remodelaciones de estas viviendas en el siglo xix— y portales también en arcos sobre columnas, soluciones del Renacimiento italiano que llegan a las Antillas en temprano siglo xvi con la construcción del palacio de Diego Colón en Santo Domingo (ILUS. 15.9 y 15.10) . El portal y la logia fueron factores de prestigio repetidos con posterioridad en el palacio de Hernán Cortés y en otros de similar rango. En La Habana las logias y los portales se
apoderan de las casas construidas en los entornos de 15.8. Logia del sus principales plazas (ILUS. 15.11) . Las puertas de acceso se realzan con piso alto de la portadas de barrocos quiebros (ILUS. 15.12 y 15.13) . La escalera adquiere un casa de los condes rango desconocido hasta entonces, ubicada en cajón al costado del pade Jaruco tio o a partir de la galería paralela a la primera crujía, pero realzada con los correspondientes balaustres y con una cancela que independiza la planta noble del entresuelo y la planta baja. Funcionalmente, los bajos estuvieron destinados a almacenes, los entresuelos a las oficinas y los altos a la vivienda propiamente dicha. Cuando la casa señorial o almacén no se encuentra frente a una plaza, elimina los portales y las logias pero mantiene la planimetría y disposición que le es propia, con la puerta de entrada enfrentada a un patio rodeado, en ambos pisos, por galerías en arcos sobre columnas
15.9. Casa Franchi-Alfaro, Mercaderes y Muralla
y el característico entresuelo insertado en el piso inferior (ILUS. 15.14) . Al frente, el balcón maderero cubierto con tejadillo ocupa todo el ancho de las fachadas (ILUS. 15.15) . Y del mismo modo que ocurre en iglesias como la de Santa María del Rosario y otras, en estos palacetes se concilian las nuevas influencias con la tradición constructiva anterior para brindarnos un pintoresco contrapunto entre muros de cantería con techos de armadura de par y nudillo (ILUS. 15.16) , puertas a la española o de clavos con guarniciones barrocas, arcos lobulados y mixtilíneos y columnas florentinas, logias y balcones madereros cubiertos con los tradicionales tejadillos. Palacetes que fueron una opción exclusiva de los miembros de la oligarquía local, mientras que en las viviendas de menos recursos perduraron hasta bien avanzado el siglo xviii las soluciones comunes a la etapa anterior, con la salvedad de la adopción de algunos temas barrocos para el adorno de las puertas o algún arco mixtilíneo que da luces a las galerías menores.
15.10. Casa del conde de Lombillo, San Ignacio 364
15.11. Palacio de los condes de Santovenia, Plaza de Armas
15.12. Guarnici贸n de la casa de los condes de Jaruco
15.13. Guarnici贸n de la casa de los condes de Lombillo
15.14. Patio del palacio de la familia Pedroso, Cuba 64
15.15. Palacio de la familia Pedroso, Cuba 64
A escala nacional, la casa-almacén es un modelo exclusivamente habanero, dado que sus rasgos están asociados a condicionantes socio-económicas y culturales propias del despegue social de la «nobleza de la sangre» criolla de la capital del país, proceso relacionado con el desarrollo de las plantaciones de tabaco y azúcar, luego almacenados en los bajos de estas residencias para su embarque por el puerto habanero. Casas de dos plantas se erigen en el resto de la Isla y por su rango social son expresiones «señoriales», pero las características planimétricas y funcionales de la casa-almacén habanera son exclusivas de una época y de una ciudad. Cuando las razones que le dieron vida dejaron de tener vigencia, la c asa-almacén desapareció. En el siglo xix, al calor de los nuevos ideales artísticos preconizados por el neoclasicismo, los palacetes de la Plaza Vieja se modernizan, desaparecen los balcones cubiertos con tejadillos, suplantados por los corridos con barandas de hierro (ILUS. 15.17) . Las logias desechan los viejos toldos y se protegen de la lluvia y el sol con espléndidos mediopuntos de cristales de colores y puertas persianas «francesas» (ILUS. 15.18 a 15.20) ; 15.16. Techo de armadura de par y cumbrera, con tirantes realzados con lazos volados, casa de los condes de Jaruco
15.18. Casas de San Ignacio 360 15.17. Barandas de hierro del balcón de la casa de los condes de Jaruco
15.19. San Ignacio 368 (Casa de Laureano Torres)
15.21. Decoraciones murales de la casa del conde de Lombillo
15.23. Azulejo colocado en la casa de la Obrapía, en el que se reproduce un grabado de la plaza en el siglo XIX , con las casillas para la venta de comestibles. La plaza se presenta desde la calle de Muralla hacia la de Teniente Rey
162
la pintura mural se apodera de muros exteriores y fachadas (ILUS. 15.21) , entre otras renovaciones que modifican el aspecto de la mayoría de las viviendas construidas en el xviii, al tiempo que se insertan moradas de nueva planta (ILUS. 15.22) . En el xx la plaza se enriquece con aportaciones del eclecticismo que la dotan de la unidad en la variedad que la caracteriza; unidad proveniente de los pórticos que, con pocas excepciones, enlazan todas las construcciones de su entorno (ILUS. 15.23 y 15.24) , y variedad derivada de los volúmenes distintos y de los detalles formales diferentes que configuran uno de los conjuntos arquitectónicos más sobresalientes del país y del Caribe.
15.20. San Ignacio 364 (Casa del conde de Lombillo)
15.23. Portales de la Plaza Vieja
N o ta s 1 Joaquín E. Weiss: La arquitectura colonial cubana. Siglos xvi al xix. 2 Ambos investigadores trabajaron en el Departamento de
Investigaciones del CENCREM, en cuyo Centro de Información se encuentran los expedientes elaborados sobre cada uno de los inmuebles de la plaza, a más de las publicaciones de los autores relacionadas con el tema, entre las que se destaca el estudio realizado por Venegas, en coautoría con Lilian Peraza, bajo el título de «Plaza Vieja: historia e identidad», publicado en la revista Islas, núm. 70, La Habana, septiembre-diciembre, 1981. Acerca de las casas de la Plaza Vieja y otros monumentos habaneros hay expedientes preparados por Martha Alfaro y Juan Manuel Moreno. 3 En su clásico texto sobre La Habana, Pérez Beato afirma
15.24. Plaza Vieja a principios del siglo tomada de: CICENCREM. Fototeca
XX ,
En los últimos años, bajo la dirección de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, se le ha devuelto el esplendor que antaño tuviera y el lugar que ocupa en la vida de los habaneros, cubanos y visitantes, mediante un largo y esforzado trabajo de restauración de los inmuebles de su entorno y la recuperación del espacio de la plaza (ILUS. 15.25) , presidido por su histórica fuente.20
repetidamente que el sitio definitivo de asentamiento fue elegido por Hernando de Soto, lo que es muy sugerente dado el significado que tuvo la primera Fuerza construida por orden de este. Véase: Habana antigua. Apuntes históricos por el Dr. Manuel Pérez-Beato, t. I. 4 De acuerdo con Pedro Herrera, esta torre primitiva estuvo ubicada
en los terrenos que hoy ocupa la capilla de Nuestra Señora del Loreto, en la catedral de La Habana, y el área aledaña a las calles San Ignacio y Tejadillo. Véase: «Castillo de la Real Fuerza», pp. 26-33. 5 Véase: Vito Cardone: Pedro Luis Escrivá. Ingegnere militare del
Regno di Napoli. 6 Marco Lucio Vitruvio Polión: Los diez libros de arquitectura,
versión española José Luis Oliver Domingo, p. 66. 7 La relación entre la traza rectangular de la Plaza Vieja y el
rectángulo áureo, así como la definitiva fecha del surgimiento de esta plaza, fueron señaladas por Carlos Venegas en: Plazas de intramuro. 8 Φ tiene un valor de 1,61803399… Un rectángulo áureo se subdivide
en un cuadrado y otro rectángulo menor. Para los pitagóricos, el pentágono estrellado representa el número áureo multitud de veces. Para ampliar sobre el rectángulo áureo véase: «Pitágoras de Samos», «Golden Section or Golden Mean, Modulor, Square Root or Two», «The Golden Section» y «La razón áurea», y, además, Giorgio Bezoari y otros: Estudio de los trazos reguladores en edificios religiosos de la región centro-oriental de Cuba con la ayuda de la fotogrametría. 9 AHHH. Libro de Cabildo de 1618, acta del 6 de julio, f. 62. 10 Joaquín E. Weiss: Ob. cit., p. 210. 11 AHHH. Libro de Cabildo de 1675, acta del 8 de febrero de 1675, f. 101. 12 AHHH. Libro de Cabildo de 1685, acta del 11 de agosto, f. 72v.
15.25. La plaza restaurada
13 En la época también se llamó portales a los balcones. 14 Ibíd. 15 Casa desaparecida y asimilada en parte por las que posteriormente
La Plaza Vieja es la primera en América en ser diseñada acorde con los modernos conceptos renacentistas de la proporción áurea, acogidos con posterioridad en la legislación indiana. En el siglo xviii en su entorno se construyeron relevantes palacetes caracterizados por portales en arcos sobre columnas, logias en el piso noble, y patios también rodeados con los mismos elementos, resonancia tardía de los modelos señoriales consolidados durante el Renacimiento y extendidos por el Barroco.
fueran establecidas en San Ignacio 360 y parte de la 356. Véase: ANC. Protocolos de Bernardo del Junco, escritura de 16 de enero de 1751, f. 52. 16 Pedro Agustín Morell de Santa Cruz: La visita eclesiástica, p. 25. 17 Arturo G. Lavín: «El palacio de los condes de San Juan de Jaruco,
Muralla 109», pp. 45-70. 18 Ibíd. 19 Sobre la trayectoria histórica de esta vivienda, véase: «Muralla
107-109. Antiguo no. 11. Casa Conde Jaruco», elaborado por Martha Alfaro Rondón. 20 Sobre la recuperación de la Plaza Vieja y sus inmuebles véase:
La plaza Vieja de La Habana, proceso de recuperación.
163
16.1. Casa de la ObrapĂa
dieciséis
CASA DE LA OBRAPÍA La Habana La toma de la Habana por los ingleses despertó a nuestra capital […] introduciendo, como escribiera Arango y Parreño, «una verdadera época de renovación» […]. La Habana aprovechó esta resurrección económica para embellecerse, comenzando nuestras principales familias a construir sus casas con mayor lujo […]. Quiso también el Marqués de Monte Hermoso embellecer su casa y es a nuestro juicio de esa época su bella y monumental portada del más puro estilo barroco […]. Francisco Pérez de la Riva: «Panoramas de ayer. La casa de la Obrapía», 1944
L
a conformación de la casa de la Obrapía (ILUS. 16.1) fue compleja, pues se trata de una morada del siglo xvii, ampliada y transformada en la siguiente centuria, hecho aceptado por todos los que la han estudiado. Pero no ha habido consenso en cuanto a la fecha en que fue colocada la famosa portada de la calle de la Obrapía y, por consecuencia, el momento de su remodelación. En 1648 María de León, viuda del gobernador Francisco Núñez Milián, vendió en 16 000 pesos —cifra muy considerable para la época— al escribano del Cabildo y procurador general Martín Calvo de la Puerta y Arrieta (1614-1669) «…unas casas principales que el dicho mi marido durante nuestro matrimonio hizo y fabricó […]».1 La vivienda estaba ubicada en la esquina de Mercaderes y Obrapía (entonces llamada calle de la Carnicería), con la fachada principal hacia Mercaderes (ILUS. 16.2) . En 1659 Calvo de la Puerta compró a sus vecinos del fondo «un pedazo de solar». La morada contaba con dos cuartos altos sobre una tienda esquinera, entresuelo en esta, mirador y techos de azotea, de terrado; el resto era de una planta, y gran parte del solar, protegido por «altas tapias», no estaba fabricado. El abuelo de Martín Calvo de la Puerta y Arrieta había arribado a La Habana a fines del siglo xvi, «...provisto de Cédula real para poder llevar dos criados armados de espada, daga y arcabuz para la custodia y defensa de su persona»,2 y de una carta firmada por el rey Felipe III en la que recomendaba al gobernador Gabriel de Luxán que «...lo ocupara en oficios y cargos del Real servicio […]».3 Según Francisco Pérez de la Riva, el padre de Martín, Sebastián Calvo de la Puerta y Pérez de Borroto, habitó en esta casa junto con su primera esposa, Catalina de Arrieta, y, tras las muerte de esta, con su segunda mujer, Antonia Recio y Sotolongo, apellidos que ilustran el abolengo de esta familia en La Habana de finales del siglo xvii.
16.2. Esquina de Mercaderes y Obrapía
14.2. Planta de la iglesia de Santa María del Rosario, copiada de plano antiguo, versión elaborada a partir del original tomado de: CICENCREM, Fondo Planos, dibujado por Balbina Rodríguez, 26-2-1976, sin clasificación
En su testamento de 1669, Martín Calvo de la Puerta y Arrieta impuso una «obra pía» de 102 000 pesos de tributo para, de sus réditos anuales al 5%, otorgar dotes a doncellas huérfanas o pobres para matrimonio o entrada a un convento, hecho que le dio nombre a la morada y a la calle. Dejó por sucesor a su pariente Nicolás Castellón y Pereira (1628-1686), quien fuera el primer patrono de la Obrapía.4 En 1685 Castellón declaró en su testamento que había encargado «... una portada labrada y ajustada p(ara la) casa de mi morada y [...] está en Cádiz para (remitir)seme en la primera ocasión [...]»,5 testimonio que ha dado lugar a considerar que la guarnición que hoy realza la puerta de acceso abierta por la calle de Obrapía es la aludida por Castellón. Sin embargo, ni la factura de la portada ni las evidencias documentales validan esa posibilidad. La portada de la Obrapía se corresponde con la transformación experimentada por la vivienda en el último tercio del siglo xviii y 16.3. Planta de la fue labrada con la piedra de cantería típica de primera planta antes de la restauración las construcciones habaneras coloniales. del inmueble, versión A principios del xviii, la casa de la Obraelaborada a partir de pía era un edificio sobresaliente de referencia los originales tomados de: CICENCREM. Fondo ciudadana, como se desprende de testimonios Planos, exp. 03.04como el siguiente: «Félix Cabello carga sobre 1.3.0579, arquitecto las casas de su morada bajas de rafas, tapia y Daniel Taboada, 22-11-1977 teja que estan en la calle que ba de la Carnicería a la Iglesia del SSor San Phelipe Neri, hazdo frente a las casas grandes altas de la obrapía de Martín Calbo […]».6 Pero la vivienda primitiva, entonces similar a la de los Riberos de Vasconcelos, vino a ser transformada en palacio mucho después, cuando perteneció a Gabriel María de Cárdenas y Santa Cruz (1759-1815), II marqués de Cárdenas de Monte Hermoso. La modificaciones del inmueble tuvieron lugar hacia finales de la década de 1770 o princi16.4. Casa de la Obrapía, foto pios de 1780, con fondos del patronato de la tomada de: Habana antigua. 7 Apuntes históricos por el Obrapía, lo que provocó que las autoridades Dr. Manuel P érez-Beato, t. I. obligaran al II marqués de Cárdenas de Monte Hermoso, por auto del 24 de mayo de 1786, a imponer sobre todos sus bienes y en particular «…en las accesorias y fabrica de dos altos que añadió por su propia comodidad y magnificencia en […] la casa»8 (vinculada a la Obrapía), los 11 863 pesos y 6 reales que costara la remodelación.9 La ampliación consistió en una transformación total de la vivienda, que creció en el sentido de la profundidad en dos niveles con entresuelo (ILUS. 16.3 Y 16.4) . Por el lado de la calle de la Obrapía se abrió un nuevo acceso, exor nado con la relevante portada que distingue a esta vivienda, originariamente decorada con pinturas aplicadas en imitación de mármoles, de lo que quedan algunas huellas (ILUS. 16.5) . Los trabajos incluyeron la transformación de las crujías delanteras, la inserción de un 16.5. Portada de la patio claustral en arcos sobre columnas por tres de sus casa de la Obrapía, lados (ILUS. 16.6 y 16.7) , la construcción de una escalepor la calle del mismo nombre ra monumental claustral (ILUS. 16.8 Y 16.9) , la inclusión
16.6. GalerĂas altas
16.7. Patio con galerĂas en arcos sobre columnas en ambas plantas, por tres de sus lados
16.8. Escalera
16.9. Galerías del patio hacia el arranque de la escalera
16.10. Arco lobulado del zaguán de entrada por la calle Obrapía
de una crujía intermedia entre patio y traspatio y edificaciones en la azotea, a modo de ático las que dan hacia la calle y a manera de oficina las de la parte posterior. El arco lobulado del zaguán de la entrada por la calle de la Obrapía (ILUS. 16.10) , la guarnición del arranque de la escalera (ILUS. 16.11) , las de los vanos trilobulados que dan a la galería alta (ILUS. 16.12) y las ménsulas de apoyo de los arcos de las galerías (ILUS. 16.13) son de barroca composición y notable unidad estilística, concebidos por un mismo artífice. De igual manera, si se comparan los elementos de composición de la portada con los utilizados en los interiores,
podrá comprobarse que unos y otros responden a una misma concepción, por lo que tanto la portada como los realces interiores fueron hechos simultáneamente, concebidos y ejecutados por la misma persona, cuyos conocimientos de la estereotomía de la piedra son evidentes por la factura de los sillares de la parte ampliada (ILUS. 16.14 a 16.18) . Pedro Herrera sugiere que la portada pudo haber sido elaborada por el escultor José Valentín Sánchez, quien realizó las dos figuras (ILUS. 16.19) que se encuentran en la galería alta, en el desemboque de la escalera: una, con el escudo de los Castellón y, otra, con el de los Cárdenas, fechadas en 1781.10 Pero la portada de la casa de la Obrapía no es obra de un escultor, sino de un arquitecto o maestro cantero, como en la época se les llamaba. Y en el momento en que tienen lugar las transformaciones que convirtieron el viejo caserón mudéjar en moderno palacete barroco, la personalidad artística más poderosa y relevante que actuaba en la ciudad era el gaditano «Maestro Arquitecto y cantero»11 Pedro de Medina (1738-1796), quien
16.11. Guarnición del vano del arranque de la escalera
16.12. Guarnición de los vanos trilobulados de la galería alta
16.13. Ménsula del arranque de los arcos
16.15 a 16.18. Detalles de la portada de la Obrapía
16.14. Reproducción de la portada de la Obrapía, tomada de: CICENCREM. Fondo Planos, exp. 03.04-1.3.0579
llegó en 1763 con el ingeniero Silvestre Abarca para la reconstrucción de los castillos destruidos por los ingleses y la fabricación de las nuevas fortificaciones. Es marcada la similitud entre la composición y elementos constitutivos de la portada de la Obrapía y las utilizadas por Medina en sus obras, particularmente en la cornisa con que se rematan el primero y segundo cuerpos de la catedral de La Habana, los recuadramientos de los vanos del Palacio de los Capitanes Generales y el remate de la capilla de la fortaleza de La Cabaña, entre otras obras del destacado gaditano. Los mixtilíneos de un barroco final, los acodamientos, las volutas estriadas, las ménsulas en forma de copas, el quiebro arremolinado del entablamento con la correspondiente «peineta» son temas que Medina introdujo en La Habana del último tercio del siglo xviii. Baste comparar el remate del piso inferior de la catedral habanera con el de la portada de la Obrapía para convencernos de que fueron trazados por la misma mano (ILUS. 16.20 y 16.21) . También fue el arquitecto que generalizó el uso de los techos de azotea, en «losa por tabla», novedad aplicada en la casa de la Obrapía, con la salvedad de las construcciones levantadas sobre la azotea, cubiertas con techos de madera. 170
16.19. Esculturas realizadas por José Valentín Sánchez en 1781
16.20. Remate del piso inferior de la catedral de La Habana
En cuanto al escudo (ILUS. 16.22) , como afirmara Pérez de la Riva, es el de los Castellón, pues los patronos de la Obrapía estaban obligados a utilizar ese apellido. La corona que lo remata es la correspondiente al título del marquesado de Cárdenas de Monte Hermoso. Además de la remodelación de esta preciosa casa, se recuerda a don Gabriel de Cárdenas por la fundación de la villa de señorío de San Antonio Abad, o de los Baños, a fines del siglo xviii. La distribución funcional originaria respondía a la de las grandes mansiones de la nobleza hispanoamericana, en cuyas moradas se destinaban espacios para la capilla, para salón de las damas o estrado y para salón de los caballeros o de las sillas. Desvaídos por las transformaciones, en este palacio se aprecian rezagos de lo que pudo ser el salón de las damas y el de los caballeros, en la actualidad unidos en uno solo a través de dos columnas colocadas en el siglo xx. Las decoraciones murales, en consonancia con los destaques arquitectónicos de los arcos lobulados, portadas y otros elementos, presentan motivos del rococó (ILUS. 16.23 a 16.25) , lo que podría ubicarlas también en los finales del siglo xviii. El cuarto alto del tercer piso fue, sin dudas, un gabinete de trabajo, destinado a biblioteca, decorado con temas similares, ya tendentes al Luis XVI (ilus. 16.26 y 16.27) . Los paneles de las puertas responden al mismo estilo y período —calificado por el maestro Prat Puig el «Luis de las Casas»—, de factura semejante a los de las puertas de los palacios del Segundo Cabo y de los Capitanes Generales (ILUS. 16.28 y 16.29) . Las habitaciones del ático estuvieron destinadas a la servidumbre (ILUS. 16.30) .
16.21. Remate de la portada de la Obrapía
16.22. Escudo de los Castellón, portada de la Obrapía
16.23 a 16.25. Decoraciones murales rococós
16.26 y 16.27. Decoraciones murales Luis XVI
Hacia 1858, el alarife Faustino Lardier y el maestro carpintero Domingo Zarza prepararon un presupuesto para la reparación de la vivienda, cuya relación ilustra las modificaciones a que fueron sometidas casi todas las casas antiguas en el siglo xix. Entre otros arreglos, se propone, en cuanto a la albañilería: • Colocación de losas de San Miguel en la puerta principal, zaguán, galería y patio. • Colocación de losas de mármol en la galería y comedores (es de suponer que sean los de la planta alta). • Colocación de losetas finas de Marsella en la sala y en los cuartos. • Reparación del pretil de la azotea del frente de la cocina. • Colocación de losas de Hamburgo en la galería de la cocina y en el lavadero. • Composición del fogón, de las hornillas (no habla de campana). • Dar lechada a la cocina y pintura rosada al temple en el techo. • Colocación de pisos de Hamburgo en la cocina. • Recorrido de las azoteas de las galerías. • Reponer el enrajonado y solado con losa francesa en la azotea frente a la cocina. 16.28 y 16.29. Puertas y ventanas de tableros con motivos decorativos fileteados en junquillos
La casa de la Obrapía es el palacio urbano barroco más sobresaliente de La Habana Vieja. Sus extraordinarios destaques arquitectónicos fueron obra de un relevante artífice, y están a la altura de los que ostentan las magníficas edificaciones religiosas y civiles del último tercio del siglo xviii, familia a la que pertenece esta hermosa mansión.
N o ta s 1 Citado por Joaquín E. Weiss en: La arquitectura
16.30. Habitaciones para la servidumbre construidas en la azotea
colonial cubana, p. 111. 2 Francisco Pérez de la Riva: «Panoramas de ayer.
La casa de la Obrapía», pp. 321-328.
En cuanto a la carpintería: • Reponer los pasamanos de caoba de todos los balcones a la calle. • Colocar barandas de hierro con cenefas y pilarotes. • Colocar barandas de hierro lisas en los balcones del traspatio. • Entablar los pisos de los balcones a la calle y corredores de la cocina. • Correr las puertas de los balcones para colocar seis hojas de persianas. • Hacer de nuevo «la mampara de romana» del arco del comedor al patio (romanas les llamaron a las persianas francesas que en arcos asumen la forma que denominamos persianas en abanico). • Componer y entablar las puertas del almacén (se deduce de esta descripción que el almacén y una tienda de ferretería estuvieron ubicados en la crujía paralela a la calle Mercaderes). • Colocar canales y bombas de lata y pintarlas. • Componer y pintar las vigas.12 Como hemos ya afirmado, en las primeras décadas del siglo xx la sala fue comunicada con el salón lateral por medio de dos columnas, lo que dio lugar a los salones two parlor impuestos por la moda francesa desde finales del xviii y perpetuados por la casa cubana hasta las primeras décadas del xx. Dicha transformación y la eliminación de los entresuelos y elevación de la altura de los vanos de la planta baja pudieron haber sido realizadas por el arquitecto Rafael de Cárdenas y Culmell, último patrono de la Obrapía, cuando los bajos de este inmueble se destinaron a almacenes y los altos al inquilinato. La restauración de la casa de la Obrapía, iniciada en la década de 1960 y dirigida por el arquitecto Daniel Taboada, planteó difíciles problemas, dado el deterioro y las profundas modificaciones practicadas en la vivienda, descritas y discutidas por Joaquín E. Weiss en su libro La arquitectura colonial cubana.13 En la actualidad es parte de las instalaciones de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y en ella se exhiben valiosas muestras del mobiliario y ambientes domésticos de las viviendas coloniales.
3 Ibíd. 4 Sobre las relaciones de Calvo de la Puerta con
Castellón, otros detalles familiares y la casa de la Obrapía, véase: María Teresa Cornide: De La Havana, de siglos y de familias, pp. 94-103. 5 Francisco Pérez de la Riva: Ob. cit. 6 ANC. Libro 3 de la Anotaduría de Hipotecas, f. 155. 7 Pedro A. Herrera López: «La casa de la Obrapía»,
pp. 40-42. 8 «Parte del Auto de Visita de la Obrapía, fundada por
el Gobernador Dn Martín Calvo de la Puerta, efectuada por el Ilmo., Sr. obispo Dn Felipe José Trespalacios a 1ro. de agosto de 1792, donde entre otras cosas se trata de las obras que hizo en la referida casa Dn Gabriel María Castellón de Cárdenas y Santa Cruz, Marqués de Cárdenas de Monte Hermoso, Patrono de la Obrapía». ANC. Escribanía de Varios, leg. 55, núm. 894, tomado de: CICENCREM. Exp. 03-04-1.3-0579 sobre la casa de la Obrapía, elaborado por Pedro Herrera López, 12 de enero de 1967. 9 Según María Teresa Cornide, el II marqués de
Cárdenas de Monte Hermoso fue el primero de esta familia que habitó la casa de la Obrapía. Véase: Ob. cit. 10 Pedro A. Herrera López: Ob. cit. 11 Así firmaba Medina los documentos relacionados
con sus obras y con asuntos personales. Véase: ANC. Anotaduría de Hipotecas, t. 19, f. 783v. 12 «Presupuesto de las obras de reedificación que se
han de hacer en la casa de la Obrapía formado por el alarife de albañilería Faustino Lardier por mandato del Alcalde Mayor primero, con fecha de 29 de abril de 1858». ANC. Escribanía de Blanco, leg. 14, núm. 1, tomado de: CICENCREM, exp. citado. 13 Joaquín E. Weiss: Ob. cit., pp. 111-116.
173
diecisiete
PLAZA DE ARMAS Y PALACIO DE LOS CAPITANES GENERALES La Habana De ahí que […] esa edificación que hoy es el Museo de la Ciudad […] simbolice el deseo raigal que nos ha animado en la lucha por salvaguardar el patrimonio histórico de La Habana Vieja y, por extensión, el de Cuba. Eusebio Leal Spengler: Legado y memoria, 2009
E
17.1. «Plaza de Armas», copia en colores del grabado de Federico Mialhe publicado en Paseo pintoresco por la isla de Cuba, 1841
174
l Palacio de los Capitanes Generales (ILUS. 17.1 Y 17.2) se construyó en la segunda mitad del siglo xviii y modificó la disposición de la plaza fundacional o de Armas, reiteradamente reconfigurada desde el xvi. Por su importancia se le ha concedido mucha atención a este espacio, y entre los muchos y valiosos esfuerzos realizados por comprender su proceso de conformación histórica, urbana y arquitectónica es de destacar la interpretación que, a modo de síntesis de los aportes anteriores, realizó el arquitecto Francisco Bedoya Pereda, basada en los planos y documentos de época e ilustrada con sus excelentes dibujos.1 El plano más antiguo de La Habana Vieja, considerado de 1576, fue levantado para mostrar la ubicación de la manzana que se debía demoler para destinar ese espacio a la plaza de armas del castillo de La Real Fuerza (ILUS. 17.3 y 17.4) . En esa manzana se encontraba la casa del gobernador, utilizada para las reuniones del Cabildo hasta 1582, cuando fue derribada.2 El castillo estaba casi enfrentado a la iglesia parroquial, centro de una agrupación de viviendas dispuestas con un cierto orden. La manzana demolida para plaza de armas era la ubicada al sur de la iglesia.3 La parroquial era el edificio más importante de la comunidad. Inicialmente de guano, estaba situada en el solar donde después se construyera el palacio de la Intendencia. Con posterioridad al ataque de Jacques de Sores en 1555 fue reedificada un
17.2. Palacio de los Capitanes Generales, Plaza de Armas
17.3. «Plano del puerto de La Habana que muestra la villa y el castillo de la Fuerza», anónimo, atribuido a Francisco Calvillo, ca. 1576. AGI. Santo Domingo, 4, tomado de: La Habana Vieja, mapas y planos en los archivos de España
17.4. Parque Céspedes, en la Plaza de Armas
17.5. «Plaza de Armas en la segunda mitad del siglo XVII », tomado de: Francisco Bedoya Pereda: La Habana desaparecida
176
poco más al oeste, de cal y canto, y concluida en 1574. Según se observa en un plano de fines del siglo xvi, se reconstruyó con la fachada principal hacia la calle de los Mercaderes, el fondo hacia la plaza de armas, un costado mayor del lado de la calle Obispo y el otro hacia un espacio a modo de atrio vinculado al de la plaza (ILUS. 17.5) . Como todas las iglesias tempranas, la parroquial de La Habana se situaba de costado con respecto a su plaza. El arquitecto Alberto Nicolini sostiene la tesis de que tal dispo sición se origina en el proceso de la Reconquista española, al transformarse las mezquitas en iglesias y mantenerse la entrada por el lado mayor, como era costumbre en los tem-
plos de los musulmanes.4 En 1665 se recomienda la reconstrucción de la parroquial en otro sitio, y si ello no fuera posible, al menos orientar su entrada principal al Oriente, es decir, girar la fachada, que daba a la calle del fondo, hacia la plaza.5 Es el primer indicio de reconocimiento del espacio público de la plaza, que hasta entonces no había sido asumido como ámbito de representación. Hacia 1666 se amplió la iglesia y se construyó finalmente su torre; los edificios anexos ocuparon parte del espacio lateral que existiera por el lado de la calle de O’Reilly, con lo que la Plaza de Armas fue adquiriendo mayor protagonismo. En el plano del área de fines del siglo xvii, atribuido al ingeniero
Juan de Císcara, se observa el ámbito de la plaza presidido por la horca y por una ceiba, bajo la cual la tradición refiere que se efectuó la misa de fundación de la villa de San Cristóbal (ILUS. 17.6) . Los edificios relacionados con la Plaza de Armas en el siglo xvii eran de muy modesta factura: talleres y oficinas de menestrales, significados por sus correspondientes colgadizos exteriores a modo de portales, y también tiendas o bodegas. Los vecinos pudientes prefirieron ubicar sus habitaciones en las calles cercanas a la parroquial. En el tramo de la calle Obispo entre Oficios y Mercaderes se conservan algunas de las casas de los más encumbrados personajes de la época. También quedan restos de gran antigüedad y prestancia 17.6. «Plaza de Armas y sus alrededores en el tramo de la calle de los Oficios entre Obispo y Obrapía realizado por Juan de (ILUS. 17.7) , y, como hemos visto, en la de de este nombre, enCíscara, 1691». AGI. tre Mercaderes y San Ignacio. Santo Domingo, 96, tomado de: La Habana A espaldas de la iglesia parroquial estuvo el convento de Vieja, mapas y planos San Juan de Letrán, originado por la donación que hiciera en los archivos de en su testamento el presbítero Andrés Denis, de la iglesia de España Nuestra Señora de la Consolación, fallecido en Guatemala.6 Según Manuel Pérez Beato, la iglesia y el convento tomaron forma propiamente en el siglo xviii7 (ILUS. 17.8) , ocuparon la manzana rodeada por las calles Obispo, Mercaderes, O’Reilly y San Ignacio, y constituyeron una de las estructuras más sobresalientes relacionadas con la Plaza de Armas, desde donde se accedía a la entrada lateral de la iglesia. En 1917 existían dos de los tres claustros del convento: «…Ambos tenían la forma cuadrangular, aunque de distinta construcción; el primero y el segundo que aún se conservan tienen dos cuerpos: planta baja y alta de mampostería y arcos uno, de madera, incluso las columnas, el otro. El tercero de estos claustros […] contaba con tres pisos».8 En la iglesia se encontró una lápida destinada a la sepultura de Cristóbal de Roda y su esposa, por lo que J. Saiz de la Mora consideró con fundamento que Roda pudo haber sido el autor de las primeras estructuras del convento de los dominicos, pues era costumbre en la época que los constructores de edificios religiosos tuvieran ese privilegio. Roda, sin embargo, no murió en La Habana, sino posiblemente en Cartagena de Indias, hacia donde partió en 1609.9 Al regreso de La Habana a la Corona española en 1763 fue necesario mejorar su estructura de gobierno, administrativa, económica y social. Se impuso la modernización de la ciudad, tarea enfrentada por destacados gobernantes que trasladaron a la Isla los presupuestos del Iluminismo español. Una serie de acontecimientos propiciará la remodelación de la Plaza de Armas. En 1768 los capitulares tienen que abandonar la vieja casa del Cabildo establecida
17.7. Fachada, Oficios 12
17.8. «Plano de la manza limitada por las calles Obispo, S. Ignacio, Mercaderes y O’Reilly», archivo de Luis García Nattes, expediente en: CICENCREM. Centro de Información y Documentación, sin clasificar
177
17.9. «Plaza de Armas con el proyecto de remodelación propuesto por el marqués de la Torre en 1773», tomado de: Francisco Bedoya Pereda: La Habana desaparecida
17.10. Palacio del Segundo Cabo, Plaza de Armas
178
en la Plaza de San Francisco por su estado de ruina. Se intenta su reconstrucción en el mismo sitio, lo que no fue posible porque el edificio proyectado por el ingeniero Silvestre Abarca (1707-1784) era de mayor porte que el que permitía el espacio ocupado por la vieja sede del gobierno habanero. El problema de la nueva sede coincide con la aprobación en 1772 del traslado de la parroquial para la inconclusa iglesia de los jesuitas, en la Plaza de la Ciénaga. Se decidió la demolición de la parroquial para en parte de sus terrenos construir las casas capitulares, del gobernador y la cárcel, edificio que dotaría de mayor rango urbano al espacio primado de la población. La decisión de remodelar la plaza fue tomada por el mariscal de campo Felipe Fondesviela, marqués de la Torre, quien ocupó la gobernación de la Isla entre 1771 y 1776. El ingeniero Ramón Ignacio de Yoldi elaboró un ambicioso proyecto en 1773, inspirado en las ideas del propio gobernador. Para darle un aspecto regular a la plaza, se retiró la línea de fachada que tuvo la parroquial mayor en eje con la calle Obispo. En su solar y otros que fueron adquiridos hasta completar la manzana perimetrada por las calles Obispo, O’Reilly y Mercaderes, se levantaría el palacio de gobierno, cabildo y cárcel, con portales a su frente, continuados por el resto de los lados de la plaza —tal como se estaba ejecutando en la Plaza Vieja y en la de la Catedral—, incluido el pequeño tramo de casas de la esquina de Obispo y Oficios que quedó, entonces, comprendido dentro del ámbito de la plaza propiamente dicha, y no a la esquina, como fuera originaria mente (ILUS. 17.9) . Los portales serían todos iguales, de columnas sobre arcos. Por el costado sur, calle de Obispo, se demolerían las viejas construcciones para darles paso a otras nuevas, significadas por los portales mencionados. Del mismo modo, por el lado este y en su confluencia con la calle O’Reilly se construirían cuarteles para las tropas, con los correspondientes pórticos. A la plaza se accedería por las calles O’Reilly, Obispo, Tacón, Oficios, Baratillo y al este dos ejes a lado y lado de la casa que fuera de Lorenza Carvajal. Desde el mar, una sola y amplia entrada en el eje del castillo de La Fuerza. De este ambicioso plan urbano solo se llegaría a construir el Palacio de la Intendencia y el de los Capitanes Generales. El Palacio de Correos o de la Intendencia y finalmente del Segundo Cabo (ILUS. 17.10) , terminado en 1773, fue construido según el proyecto elaborado por el ingeniero Silvestre Abarca,10 quien diseñó un elegante edificio que repite la disposición de los palacetes construidos en la Plaza Vieja, con planta baja, entresuelo y planta noble, soportales al frente y patio claustral destacado con galerías en arcos sobre columnas apoyadas en altos pedestales. La escala se magnifica, con lo cual adquiere el inmueble sobresaliente prestancia. El proyecto inicial se complementaba con un jardín —que no llegó a construirse— situado a su costado y que, en gran medida, anunciaba las transformaciones del espacio público operadas en la siguiente centuria. Con este edificio llegaron a La Habana importantes novedades, que dieron lugar a uno de los conjuntos más notables del último tercio del siglo xviii en Hispanoamérica. Un barroco final revuelve los vanos en rebuscados acodados (ILUS. 17.11) , provenientes tal vez de Cádiz,
17.11. Portada acodada, Palacio del Segundo Cabo
17.12. Arco lobulado, Palacio del Segundo Cabo
pero extendidos de tal modo y acogidos con tanta fuerza en la ciudad, que con justicia se denomina a esta ornamentación «jamba habanera». Se generalizan los arcos lobulados y mixtilíneos (ILUS. 17.12) . La escalera se dispuso en el eje con la puerta de entrada, en fuga espacial de notables efectos. No se utilizan las logias que distinguen las casas «Plaza Vieja» y desaparecen los balcones madereros para darles paso a las clasicistas versiones descubiertas, con sus respectivas barandas de hierro, las primeras utilizadas en Cuba, traídas de España, al igual que las rejas de las ventanas inferiores. Remates piramidales sobre pretiles sustituyen las modestas cornisas. La construcción del Palacio de los Capitanes Generales fue iniciada en 1776, años después de que Silvestre Abarca abandonara el país,11 pero es lógico considerar que el proyecto elaborado por este notable ingeniero en 1768 para casa de gobierno, ayuntamiento y cárcel sirvió de antecedente al que fuera ejecutado por el ingeniero habanero Antonio Fernández de Trevejos en el nuevo solar destinado al edificio. En su fábrica participó como maestro cantero Pedro de Medina, quien intervino en la realización de otras importantes obras de la época. Al igual que el de Correos o de la Intendencia, responde al tipo «señorial», dispuesto en dos plantas con entresuelo (ILUS. 17.13 a 17.15) y organizado en torno a un patio claustral, rodeado por galerías en arcos sobre columnas (ILUS. 17.16) , similar a los de la Plaza Vieja,
17.13 a 17.15. Plantas del piso bajo, el entresuelo y el primer piso del Palacio de los Capitanes Generales, tomadas de: CICENCREM. Fondo Planos, sin clasificar, 1969
179
17.16. Patio del Palacio de los Capitanes Generales
pero es un edificio que cabalga en la transición del barroco que muere y el neoclasicismo que nace (ILUS. 17.17 y 17.18) . Las columnas se truecan por pilares (ILUS. 17.19) , el pretil se abre en balaustradas y el hierro se enseñorea de balcones interiores y exteriores. La fachada del piso superior está cerrada, sin logias, con regulares vanos de comunicación con los balconajes. El palacio fue terminado en 1791 bajo la gobernación de Luis de las Casas (1790-1796). En 1834, el gobernador Miguel Tacón trasladó a los presos para La Cabaña e hizo obras de ampliación en el palacio bajo la dirección del ingeniero Miguel Pastor. Es el momento en que se le coloca la monumental portada de mármol de Carrara en la entrada principal (ILUS. 17.20) . En 1862 fue ubicada una estatua de Cristóbal Colón en el centro de su patio. En 1920 se trasladaron las oficinas de la presidencia y el palacio continuó funcionando como sede del Ayuntamiento de La Habana. En la década de 1930 se realizaron obras de restauración bajo la dirección de los arquitectos Evelio Govantes y Félix Cabarrocas, quienes le dieron la unidad arquitectónica que hoy tiene el patio y, lamentablemente, retiraron los repellos originales, con lo que quedaron las piedras al descubierto, criterio de restauración manejado por una mal entendida «nobleza de la piedra». 180
17.17 y 17.18. Detalles de los acodados de vanos del Palacio de los Capitanes Generales. Fachada
En 1967 el Palacio de los Capitanes Generales se restaura y destina a Museo de la Ciudad bajo la dirección de Eusebio Leal Spengler, quien se propuso ...no sólo respetar, sino justipreciar el valor histórico del propio inmueble como testigo de momentos cruciales […]. Con la ayuda de grabados, periódicos y fotografías de las distintas etapas históricas del edificio, logramos restituir el sentido original de las escaleras y las divisiones primitivas de los espacios, incluido el Salón del Trono […]. […] Y a la par de ese esfuerzo restaurador, continuaba la búsqueda de los restos de la Parroquial Mayor y de toda evidencia arqueológica sobre esa Habana desconocida que teníamos debajo de los pies, además de no cejar en nuestro empeño de recuperar las pertenencias de Emilito, cuyo despacho reconstruimos paulatinamente en el entresuelo del Palacio.12
En el Museo de la Ciudad se custodian las reliquias de la antigua parroquial mayor, el salón de los capitulares habaneros con las mazas del Cabildo y las llaves de la ciudad; los salones de los capitanes generales, el salón del trono de los reyes de España, los exponentes pertenecientes a los próceres de la nación y la historia de las guerras de independencia, junto a numerosos objetos, documentos y obras de arte relacionadas con el pasado de la ciudad y la nación (ILUS 17.21 a 17.23) . A pesar de quedar inconcluso el proyecto de la Plaza de Armas, la erección de estos palacios representó una intervención altamente cualificadora de un espacio que adquirió el rango urbano de primer orden y el decoro que merecía por su antigua historia.13 Se inició entonces el proceso de pavimentación de sus calles con adoquines de madera. Hacia 1813 se trazó un parque de recreo en el espacio de la plaza, sucesivamente mejorado, en especial durante el mandato del general Miguel Tacón (1834-1838), quien llevó a cabo intervenciones urbanas de gran trascendencia que transformaron a La Habana en una ciudad moderna. En 1828 la plaza se embellece con el edificio de El Templete (ILUS. 17.24) , monumento levantado junto a la columna conmemorativa que el gobernador Cagigal de la Vega construyó en 1754 para perpetuar el lugar en que, según la tradición, se efectuara la misa de fundación de la ciudad. El Templete, uno de los primeros y más destacados edificios neoclásicos de la urbe, fue realizado por el coronel de Ingenieros habanero Antonio María de la Torre y Cárdenas.
17.19. Fachadas del Palacio de los Capitanes Generales
17.20. Portada
181
17.21 a 17.23. Muestras de las colecciones de artes decorativas y mobiliario del Museo de la Ciudad
El sentido de la cita a que la Plaza de Armas convoca se ha transformado; el sitio es testimonio del paso del tiempo, pero la recuperación física y espiritual de una zona diseñada a escala humana, rodeada de edificaciones de alto valor simbólico, cultural e histórico y el carácter altamente participativo de las actividades que allí se desarrollan, con el encuentro entre numerosas personas —del lugar, del resto de la ciudad, del país y del extranjero— hacen que este antiguo espacio se haya convertido en el más «moderno» de la ciudad de La Habana.
N o ta s En sentido histórico y cultural la Plaza de Armas tiene un alto significado para la ciudad y el país, por haber sido el punto de inicio del proceso de crecimiento y expansión de la capital de Cuba, custodia de su bahía y sede de las oficinas del gobierno de la Isla y de La Habana. En las últimas décadas los edificios de su entorno han sido restaurados por la Oficina del Historiador con diversos destinos culturales, recreativos, gastronómicos, turísticos y otros, lo que unido al uso peatonal de las calles aledañas y la realización de espectáculos, obras de teatro, conciertos, retretas y bailes tradicionales en los espacios públicos, ha propiciado la recuperación del sentido de foro comunal que tuviera en tiempos antiguos, cuando las más importantes decisiones de la población se tomaban a cabildo abierto en las naves de su parroquial mayor, bajo el amparo de los cañones de La Real Fuerza.
1 Véase: Francisco Bedoya Pereda: La Habana
desaparecida. 2 Sobre las andanzas tempranas de la sede del
Cabildo habanero véase: José Manuel Ximeno: «Casas capitulares de la Habana de los siglos xvi y xvii». 3 «Carta al Rey de 27 de febrero de 1582». Citada en:
Leandro Romero: La Habana arqueológica y otros ensayos, p. 23. 4 Véase: Alberto Nicolini: La relación de la iglesia con
el espacio urbano en Hispanoamérica. Siglos xvi y xvii. 5 Diego Angulo Íñiguez: Planos de monumentos
arquitectónicos de América y Filipinas existentes en el Archivo de Indias, p. 49. 6 Manuel Pérez Beato: «La iglesia y convento de Santo
Domingo», pp. 233-253. 7 Según Luis Bay y Sevilla, por la generosidad de los
17.24. El Templete, Plaza de Armas
condes de Casa Bayona. 8 J. Saiz de la Mora: «El convento de San Juan de
Letrán o de Santo Domingo», pp. 170-185. 9 Archivo de Indias. Ingenieros cubanos, siglos xvi,
xvii y xviii. Noticias históricas extractadas por el capitán de Ingenieros Don Benito León y Canales con notas histórico-biográficas por el Dr. Manuel Pérez Beato, historiador oficial de la provincia de La Habana, p. 113. 10 Véase: María Sánchez-Agusti: Los edificios públicos
de La Habana en el siglo xviii. 11 Abarca abandona la Isla en 1773. Véase: Jacobo de
la Pezuela: Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba, t. I, p. 217. 12 Eusebio Leal Spengler: Legado y memoria, p. 40. 13 Sobre la Plaza de Armas véase: Emilio Roig de
Leuchsenring: La plaza de Armas Carlos Manuel de Céspedes de La Habana.
183
dieciocho
CATEDRAL DE LA HABANA [La fachada de la catedral de La Habana] ocupa uno de los lados de la pequeña plaza que se abre al frente. Un espacio urbano definido, íntimo y en perfecta escala con el conjunto catedralicio: uno de los «salones» más bellos de América. Graziano Gasparini: América, barroco y arquitectura, 1972
L
a catedral de La Habana ha sido considerada el monumento cubano barroco más relevante y atractivo (ilus. 18.1 y 18.2) . Autoridades en la materia como Joaquín E. Weiss y Francisco Prat Puig, entre los del patio, y George Kubler y Graziano Gasparini, entre los extranjeros, le han dedicado pormenorizados análisis formales, a los que se deben añadir los de c arácter histórico realizados por Abel Fernández, Manuel Pérez Beato y Emilio Roig de Leuchsenring, entre otros. Todos coinciden en que en la fachada de la catedral se reconocen dos momentos sobre la base de un plan inicial: una primera etapa, en la que se levantan los principales muros, parte de la propia fachada y de las torres, y un segundo momento en el que se concluyen la fachada, las cubiertas y las torres. El autor del proyecto de base no ha sido identificado, pero, con fundamento, le ha sido atribuida al gaditano Pedro de Medina la terminación del templo, en el que, en palabras de Kubler, es evidente …a conflict between different architectural schemes. The background is Vignolan, and the surface is Borrominesque. The centre portion or two storey flanked by lateral volutes over the aisle portals survives from the first intention of the Jesuits […]. Later on, perhaps when Medina arrived, curved wall portion flanking the central door were built, and columns were diagonally at the edges of the curved wall. The ground-floor entablature curvets at each break in asymmetrical rococo profiles. These join in a central flourish of broken spirals over the main doorway. In the upper storey the Rococo curves disappear. Complicated cornice breaks correspond to the continuations of the four diagonal columns through the pediment.1
184
18.1. Iglesia catedral de La Habana
18.2. Iglesia catedral de La Habana
Inicialmente este templo estuvo destinado para iglesia de los jesuitas, orden cuyo establecimiento en La Habana fue aprobado por real cédula de 19 de diciembre 1721, después de muchas dilaciones. Según José Martín Félix de Arrate, «Fabricose una iglesia con las puertas al Sur, para que sirviese interinamente a sus funciones, hasta que con más fondos se pudiese emprender otra más grande […]»,2 en tierras donadas por el obispo Diego Evelino de Compostela a fines del siglo xvii que no resultaron suficientes, por lo que los padres compraron más al fondo de las concedidas.3 Entre 1728 y 1730 edificaron una iglesia y colegio provisionales, y continuaron tratando de aumentar su terreno, pues el que disponían no alcanzaba para la fábrica que querían construir. En 1732 solicitan al cabildo la franja «de la marina», lo que se les concede al año siguiente «…para la erección del Colegio de la Compañía de Jesús de ella y permite se continúe la obra empezada para su perfección»;4 es decir, se había iniciado entonces la edificación del colegio y convento pero no les alcanzaba aún para la de la iglesia definitiva, cuya primera piedra se colocó en 1748. En consecuencia, Pedro Antonio de Lucena, rector del Colegio de los Jesuitas, expuso ante el cabildo: …están delineándose los fundamentos de la iglesia qe ha de tener el expresado Colegio […] a la imperfección del sitio que nos alcanzó al tiempo de fundarnos, para cuio remedio no ha vastado estrechar la fábrica de viviendas y clases, y por evitar mayor desproporción, se ha deliberado a consulta de personas inteligentes y con reconocimto hecho por el Thnte. Coronel Dn Anto de Arredondo […] mudar, aunqe con pequeño movimiento la situación, perdiendo de nuestro terreno por los menos sien baras en favor de la calle qe baxa de Tejadillo y antiguos quarteles á la Plazuela de la sienaga para ocupar en ella sesenta á ochenta que necesita el quadrado, sapata de las torres y molduras del frente […].5
186
Solicitud concedida que permite inferir, como ha señalado Weiss, que al colocarse la primera piedra para la construcción del templo y del colegio se partía de un proyecto previamente elaborado para ambos;6 que el de la iglesia contaba con «molduras al frente» y torres a ambos lados, y que el edificio del colegio tuvo que achicarse y adaptarse a las condiciones del terreno disponible. La planta del templo es del tipo jesuítico, consistente en un rectángulo interiormente organizado en cruz latina: tres naves con capillas laterales, crucero y capillas en la cabecera a cada lado del presbiterio (ILUS. 18.3) . Hacia la tercera década del siglo xviii este esquema había sido el utilizado en los proyectos elaborados para la reconstrucción de la iglesia parroquial, entre los que vale destacar los del ingeniero Bruno Caballero de 1730 y 1735; en particular este último estaba concebido con un cuerpo central compartimentado en tres secciones, con torres a cada lado. Pero las autoridades que han estudiado este templo coinciden en que es muy probable que el proyecto fuera elaborado por alguno de los monjes, cuya casa matriz radicaba en México. En trabajo inédito archivado en el Centro de Información del CENCREM, el investigador Alfredo Gómez Llorens consideró la posibilidad de que el padre José Javier Alaña, natural de Palermo, Sicilia, incorporado a la orden en 1722, fuera el autor del proyecto de la iglesia de los jesuitas en La Habana. Alaña se destacó por sus conocimientos humanísticos y matemáticos, por lo que esta atribución es digna de tenerse en cuenta. Fue profesor de Filosofía y Teología del colegio durante 26 años hasta su muerte, acaecida en 1767, cuando los de su orden fueran expulsados de los dominios españoles y quedaron paralizadas las obras de la iglesia.7 Al momento de la expulsión el colegio estaba terminado (ILUS. 18.4 a 18.7) y, como bien deduce Weiss, de la iglesia tenían «…la cabecera (cruceros, presbiterio y capillas anexas) […] llegando a cubrirla aunque con un techo más bajo que el actual —quizá temporal— y estableciendo capillas en los brazos del crucero. Harían también la cimentación del resto de la Iglesia y hasta comenzarían a elevar los pilares de las naves, cuya base es suficientemente semejante a las del crucero para considerarlos de la misma época. […]».8 En 1772 la inconclusa iglesia de los jesuitas fue destinada a parro quial mayor y se comienzan los esfuerzos por su terminación. En las palabras de elogio pronunciadas por Tomás Romay con motivo del fallecimiento de Pedro de Medina en 1796, afirmó: «No se limitan sus conocimientos a la arquitectura militar. La Santa Iglesia Catedral, la Casa de Gobierno y Consistoriales, la reparación de las enfermerías de Belén, el Coliseo y de la Casa de Correos; el cuartel de Milicias, el puente del Calabazar, el empedrado de nuestras calles recomendarían su inteligencia e igualmente su interés, tan digno de elogiarse».9 Medina vino a La Habana a petición del ingeniero Silvestre Abarca. Nacido en 1738 en el Puerto de Santa María, en 1756 era el maestro de obras de los pabellones de la puerta de tierra de Cádiz, donde entró en contacto con Abarca, entonces director de las obras de fortifica ción de esa ciudad.10 El gaditano introdujo los elementos del barroco final florecientes en la segunda mitad del siglo xviii en Cádiz y la Andalucía occidental, donde ya había penetrado la influencia borrominesca en obras como la del maestro Vicente Acero y Arebo, autor del proyecto no ejecutado de la catedral de Cádiz y el de la de Guadix, Granada (1754-1760),11 cuya fachada tiene indudable parentesco con la de La Habana.
18.3. Planta, versión elaborada a partir del original tomado de: CICENCREM. Fondo Planos, sin clasificar
187
18.4. Claustro y escalera del Seminario de San Carlos y San Ambrosio 18.5. Portada de ingreso al Seminario
18.6. Vano abocinado de la escalera
18.7. Elementos de madera del tercer piso del claustro
18.8. Portada de la capilla del Loreto
18.9. Fachada de la catedral: puertas de acceso a las naves laterales
18.11. Remate arremolinado de la cornisa entre los niveles primero y segundo de la fachada
18.10. Columnas en quiebre de la portada principal
Medina modificó la concepción inicial ¿del padre Alaña? —reposada, tal como se evidencia en la portada de la capilla del Loreto (ILUS. 18.8) construida por Lorenzo Camacho, y en las puertas de las naves laterales (ILUS. 18.9) de la fachada principal—, por la movida composición en quiebre de las columnas de la portada principal (ILUS. 18.10) , exornada con una guarnición acodada mixtilínea, y el arremolinado cornisamento del primer nivel (ILUS. 18.11) , realzada dicha portada por una empinada peineta flanqueada por volutas rococós, coronadas con copas de estriadas lenguas de fuego. Si por la composición apaisada y el movimiento cóncavo-convexo del muro la fachada de la iglesia habanera se asemeja a la de Guadix, se aleja de ella por los ingredientes francamente anticlásicos relacionados. Los acodados, la peineta, el arremolinamiento de los elementos de encuadre, las copas flamígeras son soluciones que se repiten en las obras del destacado gaditano, quien le otorgara sello distintivo a las construcciones habaneras del último tercio del siglo xviii (ilus. 18.12 a 18.15) . Prat Puig consideró que más que con la de Guadix, la fachada del templo habanero se relaciona con la de la catedral de Murcia, dirigida por el arquitecto holandés Jaime Bot entre 1737 y 1752,
18.13. Palacio del marqués de San Felipe y Santiago
18.12. Cuartel de Milicias
pues ambas «…iglesias tienen tres portadas adinteladas y con guarnición acodada y en las dos es mucho mayor la central que las laterales. Las dos catedrales tienen tres cuerpos dispuestos en forma apiramidada. […].»12 También, al igual que Weiss, llamó la atención sobre la desigualdad de las torres, que, más que una intención, parece un indeseable resultado debido a la estrechez del terreno. La iglesia fue elevada a catedral en 1777 y para su terminación se dispuso de escasos fondos. Ello podría explicar, como apunta Prat, que el remate final de la fachada parezca concluido con apresuramiento en comparación con el resto del frontis, y que este no fuera terminado con el enlucido correspondiente, lo que tal vez originó la creencia de que las piedras se dejaban a vista, criterio erróneo que ha modificado en lo estético el aspecto de los monumentos coloniales y ha provocado daños irreparables a las piedras. A principios del siglo xix, el obispo Juan Díaz de Espada realizó una gran reforma que, entre otras intervenciones, sustituyó los altares barrocos por otros neoclásicos, puso pavimentos de mármol y decoró el templo con pinturas realizadas por el artista francés Juan Bautista Vermay. Entre 1947 y 1950 fue de nuevo objeto de una gran transformación (ILUS. 18.16 a 18.18) , enjuiciada duramente por Prat Puig,13 pero por la que podemos comprender su fisonomía primitiva: 18.15. Portada de la capilla de la fortaleza de La Cabaña
18.14. Casa del marqués de Casa Calderón, Oficios esquina Santa Clara
18.16. Altar mayor
Con anterioridad a la arbitraria reforma que, so pretexto de restauración, padeció el interior de la Catedral durante los años de 1947 a 1950 […] la Iglesia formaba un conjunto de tres naves, con cruceros y un profundo espacio rectangular, prolongando más allá del mismo el ámbito de la nave central. En elevación, la nave central era mucho más alta que las laterales y en la intersección con las del crucero se elevaba un cimborio ochavado, sobre pechinas, sin tambor y con cuatro ventanas penetradas en los sectores esquinados de la cúpula. Cinco recios pilares compuestos por cada costado conforman las tres naves y soportan las bóvedas central y laterales. Otros cinco en los costados externos de cada nave lateral se adosan a los muros exteriores, perimetrando espacios para altares poco profundos. Una serie de arcos carpaneles unen los pilares de la nave central con los extremos […] para recibir bóvedas, probablemente de aristas. Las bóvedas de la central eran antes de la restauración de madera, soportada por nervaduras góticas de madera dura, con claves, terceletes y ligaduras. […]. El entablamento se caracteriza por lo volado de su cornisa, sobre modillones cúbicos muy acusados. En las aristas de estos pilares compuestos apuntan otras pilastras esquineras que se proyectan en las molduras de las aristas de los arcos. La bóveda formaba una especie de lunetos que tenían sendas ventadas con guarniciones tripartitas, parecidas a las de la antigua Casa de Gobierno (actual Ayuntamiento) y distintas de las que coronan los huecos de la fachada.
El altar mayor estaba en el crucero, delante del coro, que ocupaba el espacio del fondo de la nave central. Contiguo al coro y en el costado de la Epístola había la sacristía. Al lado opuesto se halla una antigua capilla, que puede haber sido el primitivo oratorio que erigieron los jesuitas. En las naves laterales se habían levantado muros transversales que dificultaban el tránsito por las mismas, con el fin de aumentar e independizar los espacios destinados a las capillas. A los pies de la nave central un arco carpanel, muy rebajado, sostenía el coro, 18.17. Cúpula del crucero
18.18. Crucero
con un bello órgano, como casi todo lo demás víctima de los estragos remozadores aludidos. Este interior aparecía púdicamente repellado, en razón de su defectuosísima cantería y adornado con pinturas que si no eran las originales, estaban mucho más en armonía con lo que seguramente hubieran hecho los constructores primitivos de haberla terminado: estucarla, imitando ricos mármoles y bellos grutescos. Hoy este interior exhibe, erróneamente, un desnudo conjunto de simulada piedra de cantería […] los bellos frescos del coro, los únicos de prestancia que podían verse en Cuba, han sido dañados, hasta su casi total destrucción y […] el altar, ha sido equivocadamente corrido para el fondo, destruyendo su hechura neoclásica para adaptarlos a una valla marmórea, deslumbrada por dos arbitrarias ventanas en contra luz, con acaramelados vidrios, propios de dependencias poco honorables.14
La iglesia de los jesuitas —acorde con el ideario de la Contrarreforma del que los monjes de esta orden eran principales abanderados— fue el primer edificio religioso que volteó la fachada hacia su plaza, que es un espacio cerrado, rodeado de notables residencias de los siglos xviii y xix (ilus. 18.19 a 18.21) .
N o ta s 1 George Kubler y Martín Soria:
Art and Architecture in Spain and Portugal and their American dominions 1500 to 1800, p. 68. 2 José Martín Félix de Arrate: Llave
del Nuevo Mundo, antemural de las Indias Occidentales. La Habana descripta: noticias de su fundación, aumentos y estados, p. 200. 3 AHHH. Libro de Cabildo de 1732,
acta del 4 de julio. 4 «Real Cédula fecha en San
Ildefonso a 19 de septiembre del año 1733 en que Su Majestad
18.19. «Vista de la Catedral», grabado de Federico Mialhe, tomado de: Paseo pintoresco por la isla de Cuba, 1841
aprueba la merced del pedazo de mar intermedio que concedió el gobernador de esta ciudad para la erección del Colegio de la Compañía de Jesús de ella y permite se
18.20. Planta de la Plaza de la Catedral, tomada de: CICENCREM. Fondo Planos, sin clasificar
18.21. Plaza de la Catedral
La fachada de la catedral de La Habana, de indiscutible belleza, es símbolo de la ciudad y uno de los pocos exponentes plenamente barrocos del periodo colonial. Tuvo y tiene un fuerte impacto por el atrevido ritmo de sus elementos componentes y por dar, por vez primera, el frente a su recoleta plaza. A pesar de ser una excepción, este frontis ha sido considerado como la más completa representación de «lo cubano», tal vez más por su espíritu que por su repercusión arquitectónica.
continúe la obra empezada para su perfección». ANC. Bienes del Estado, leg. 1, núm. 27. 5 «Diligencias seguidas por el
Rector del Colegio de la Compañía de Jesús solicitando licencia para delinear la iglesia del colegio de esta ciudad [Habana]», pp. 241-264. 6 Joaquín E. Weiss: «La Catedral
de la Habana. Proceso históricoarquitectónico de su construcción y consideraciones sobre su posible autor», pp. 44-74. 7 Sobre los jesuitas y su expulsión
véase: ANC. Bienes del Estado, legs. 1 al 37. 8 Joaquín E. Weiss: Ob. cit. 9 Citado por Weiss, op. cit. 10 María Sánchez Agusti:
Edificios públicos de La Habana en el siglo xviii. 11 Véase, Antonio Bonet y Correa:
Andalucía barroca. Arquitectura y urbanismo, p. 134. 12 Francisco Prat Puig: «La
catedral de La Habana. Bosquejo de un estudio e interpretación del monumento», pp. 36-59. 13 Los trabajos realizados en
la catedral fueron fuertemente criticados en la prensa de la época. Véase los artículos publicados en Bohemia por Gerardo Álvarez Gallego. 14 Francisco Prat Puig: Ob. cit.
193
19.1. Casa natal del mayor general Ignacio Agramonte y Loynaz
diecinueve
CASA NATAL DE IGNACIO AGRAMONTE CAMAGÜEY V. ama la patria y la ama con delirio; y yo también, V. aspira a su completa dicha […] y yo sueño con ella […] V. trabaja para obtener el triunfo de la justicia sobre intereses ilegítimos […] y yo deseo ese triunfo con todo el fuego de mi alma. […]. Ignacio Agramonte y Loynaz, en un álbum de don Nicolás Azcárate, 1866
E
l 23 de diciembre de 1841 nació en la casona de la calle Soledad núm. 5 esquina a Candelaria (ILUS. 19.1) Ignacio Agramonte Loynaz (ILUS. 19.2) , quien sería una de las figuras más veneradas entre las que dedicaron su vida a la independencia del país, y cuya temprana caída en combate el 11 de mayo de 1873 causó imperecedero dolor. Un poema popular, escrito por Pedro Mendoza Guerra —que aún recitan los niños camagüeyanos—, recogió la consternación provocada por la muerte del mayor general, que ha pasado a la historia cubana como El Mayor: Cuba tuvo un Agramonte un hijo del Camagüey que fue a combatir al monte a los soldados del Rey. Cayó en su puesto de honor el hijo del Camagüey y el muerto causó pavor a los soldados del Rey. Y su cadáver augusto quemaron en Camagüey porque el muerto daba susto a los soldados del Rey.
Sus cenizas impregnaron a la ciudad de manera indeleble: Agramonte es allí una presencia constante. La casa natal del Mayor está al costado de uno de los monumentos más extraordinarios del período colonial, la iglesia de La Merced, que preside una antigua plazoleta vinculada desde sus orígenes en el siglo xvii al templo, inicialmente muy modesto (ILUS. 19.3) . La plazoleta de La Merced es parte del sistema de espacios públicos no regulares que caracterizan el trazado «en plato roto» de la antigua Puerto Príncipe (ILUS. 19.4) , fundada en 1515 y trasladada a su actual emplazamiento en 1528.
19.2. Estatua ecuestre de Ignacio Agramonte y Loynaz, en el parque que lleva su nombre
19.3. Iglesia de La Merced
19.4. Plano de Puerto Príncipe (Camagüey) realizado por Francisco Lavallee en 1827. En la leyenda se indica con el número 10 la iglesia de La Merced, y con el 20, la plazoleta de dicho templo. Tomado de: Biblioteca Nacional José Martí, Mapoteca
19.6. Detalle de la bóveda de cañón
19.5. Nave principal en bóveda de cañón
No ha sido posible precisar con exactitud la fecha de construcción del templo actual, considerado de la segunda mitad del siglo xviii. Al igual que el de San Francisco, en La Habana, cuenta con una torre única al centro de la fachada, proyectada ligeramente hacia afuera, lo que hace suponer que la torre y la estructura rectangular frontera que la soporta fueron fabricadas con posterioridad al resto de la nave principal, en bóveda de ladrillo de cañón, con cúpula sobre el crucero (ILUS. 19.5 a 19.7) . Esto explicaría que el coro y el sotocoro no se encuentren inmediatos a la entrada de la iglesia. La Merced es un excepcional monumento
19.7. Cúpula sobre el crucero
dentro del valioso conjunto eclesiástico con que cuenta Camagüey y en relación con el resto de sus contemporáneos en la Isla. Compite, además, con cualquiera de los mejores ejemplos hispanoamericanos dentro de las tendencias de los finales del Renacimiento y su evolución hacia el manierismo. La casa natal pertenece a 19.9. Tinajones en la familia de casonas «barrocas», cuya extensión y persistencia en el el patio de la casa tiempo caracterizan al centro histórico urbano de Camagüey, integrado natal de Ignacio mayoritariamente por viviendas de un solo nivel (ILUS. 19.8) . La imporAgramonte tancia patrimonial de este núcleo fue reconocida por la UNESCO, que en 2008 lo declaró Patrimonio de la Humanidad. La casa del Mayor es de dos niveles con entresuelo, cuya presencia es excepcional en el interior del país, realzada con un balconaje que se extiende a lo ancho de la fachada principal y en parte de la del costado. Tiene gran portón de entrada con la correspondiente guarnición, y en la esquina, la tienda. La casona se organiza en torno a un patio, presidido por los típicos tinajones camagüeyanos (ILUS. 19.9) . El piso noble estuvo destinado a vivienda propiamente dicha y se dispone en crujía-galería, martillo lateral y de fondo. En la primera crujía se encuentran la sala y el aposento principal, en la segunda la recámara y el comedor, habitaciones en el martillo y la cocina en la crujía del fondo (ILUS. 19.10 a 19.12) . La primera crujía está cubierta con techo de armadura en par y cumbrera con tirantes realzados con lacerías (ILUS. 19.13) , y en los tableros de las puertas aparecen motivos decorativos barrocos. Pese a su aspecto tradicional, esta casona fue construida en los primeros años del siglo xix. Los límites temporales de las tendencias arquitectónicas son muy diferentes según localidades y niveles sociales. Cuando La Habana se moderniza a principios del siglo xix
19.8. Casas de una sola planta de la Plaza de San Juan de Dios
19.10 a 19.12. Plantas del piso bajo, entresuelo y el alto, versión elaborada a partir del original tomado de: CICEMCREM. Fondo Planos, sin clasificar, 12-12-1972
197
19.13. Techos de la sala principal
19.14. Iglesia de La Soledad
al influjo del neoclasicismo, en Camagüey persisten las soluciones vinculadas a ese barroquismo de corte popular que domina su arquitectura desde el último tercio del siglo xviii y que, en cierta medida, se explica por la influencia que ejerciera la iglesia de La Soledad (1757-1778) sobre la tradición prebarroca antecedente (ILUS. 19.14) . Con la iglesia de La Soledad se incorpora a la arquitectura local un elemento que ha servido, entre otros, para caracterizar su versión doméstica: el alero de tornapuntas que, en un inicio —como se observa en viejas fotos de la iglesia (ILUS. 19.15) — fue usado solamente para la protección de la puerta de acceso, resabio evolucionado de antiguo abolengo derivado de los elementos madereros usados para el mismo fin por la arquitectura almohade española. El tornapuntas, bautizado de ese modo por Francisco Prat Puig 19.15. Iglesia de La Soledad a fines del y denominado «guarsiglo XIX . Cortesía dapolvo» en docude Marcos Tamames mentos de época, consiste en una especie de pie de amigo de madera, sostenido por un balaustre con zapata, sobre el que descansa un tejado volado hacia la calle (ILUS. 19.16 y 19.17) . Es, a no dudarlo, 198
una solución adecuada a nuestro clima, soleado y lluvioso, que posibilitaba una mejor protección de los muros. Visto con mirada neoclásica que rechazó el claroscuro y persiguió las superficies despejadas y limpias, fue calificado de feo armatoste a mediados del siglo xix. Para la mirada actual constituye una solución de arquitectura popular de gran calidez ambiental que subraya la identidad de Camagüey, donde posiblemente nació y desde donde se extendió al resto de las poblaciones del centro de la Isla. En el momento en que el tornapuntas se apodera de las viviendas camagüeyanas, el esquema planimétrico inicial dispuesto en crujía-galería en la parte delantera, se transforma mediante el cierre de la galería y, por consecuencia, la vivienda se dispone preferiblemente en dos crujías delanteras, sin martillos. La disposición de los espacios es distinta a lo común en el resto de las villas primitivas, pues carece de simetría bilateral: la primera crujía, como ocurre en la casa del Mayor, aparece compartida en sala y un solo aposento; en la segunda se ubica una recámara con acceso por puerta desde la sala, modalidad exclusiva de la versión local. Esto obliga a que los arcos de comunicación entre sala y comedor no aparezcan al centro del lienzo de la pared, sino que se desplacen a un costado. En la segunda crujía puede o no insertarse otra recámara, pero la tendencia predominante es ubicar una sola en el lado correspondiente a la sala. Esta circunstancia explica lo reducido del espacio del comedor y la imposibilidad de colocar las alacenas en los muros transversales, como es usual. En consecuencia, las alacenas se emplazan en una de las esquinas del comedor (ILUS. 19.18) , ubicación que se hace común aun cuando se modifique la disposición de los vanos que comunican las crujías delanteras. Arcos lobulados o de mediopunto enlazan la sala y el comedor apoyados sobre capiteles (ILUS. 19.19 a 19.21) . Tallas barrocas realzan los tableros de las puertas (ILUS. 19.22) . A un costado de la vivienda se dispone un acceso lateral para facilitar
19.16 y 19.17. Aleros de tornapuntas
19.18. Comedor de la casa natal, con la alacena en la esquina
199
19.19 a 19.21. Arcos lobulados
el paso de las bestias al patio, a modo de cochera, no propiamente zaguanes, espacio que se consolida en las primeras décadas del siglo xix. Un colgadizo se adosa a la segunda crujía y, en casos, un pequeño martillo da inicio al flanqueo lateral del patio. Los techos son de armaduras de madera, a dos aguas o de colgadizo con maderos rollizos, según el rango social o la disponibilidad económica de los moradores. En muchas casas se utilizaron tablas de palma para la techumbre. Los exteriores se distinguen por los arcos conopiales, lobulados y carpaneles en las puertas de acceso, el uso de los aleros de tornapuntas en toda la extensión de las fachadas (ILUS. 19.23) , la reiterada presencia de las pilastras truncadas y las ventanas de barrotes de madera sobre opulentos poyos. Finalmente, aunque con demora, el neoclasicismo llega a la casa camagüeyana. En la Gaceta de Puerto Príncipe de 10 de noviembre de 1840 se dice: «…Cada día vemos mejorarse los balcones y ventanas de los nuevos edificios, y de los antiguos que se reparan, adoptándose el hierro, en lugar de la deforme balaustrada de madera. […]». En efecto, la nueva tendencia trajo consigo la introducción de las rejas de hierro, se abandonan los tornapuntas por aleros en gola o al modo de prolongaciones de los tejados con las vigas a vista. En ejemplos muy relevantes se utilizan los pretiles y alguna composición arquitectónica de las fachadas. Pero no se modifica la disposición tradicional: a diferencia de otras poblaciones, en Camagüey no se emplearon los grandes arcos de mediopunto entre sala y saleta que vincularon estos espacios. Hacia mediados del siglo xix se consolida la versión doméstica por excelencia de Camagüey, en la que se combinan de modo singular y feliz formas tradicionales con las propiciadas por el neoclasicismo (ILUS. 19.24) . Los exponentes de rango se distinguen por un altísimo puntal, aprovechado para ubicar el cuarto alto sobre el acceso lateral, ya transformado en zaguán: el altillo cubierto con tejadillo y dotado de un balcón de control sobre la calle. La puerta de acceso se realza con pilastras truncadas o con portadas de inspiración neoclásica. Las rejas de hierro alcanzan una factura opulenta con estelas decorativas. Estas casas anteceden en pocos años o coexisten con las que a partir de las Ordenanzas Municipales de 1856 responden a un neoclasicismo de academia, impuesto por decisión oficial. Las ordenanzas prohibieron definitivamente los aleros de tornapuntas y, a instancias del gobernador, los ingenieros militares establecieron reglas de construcción que propiciaron el uso de pretiles resaltados con dibujos en losange, pilastras adosadas a los muros, capiteles jónicos, entablamentos con imitación de triglifos y metopas, columnas en lugar de pies derechos de madera y arcos sostenidos por columnas exentas como los utilizados en el zaguán del Cuartel de Caballería. En los interiores los tirantes de techos asumen formas derivadas del imperio francés, como la flor de lis para el adorno de los plafones. Otra novedad son las cocinas que se insertan en las viviendas como un espacio diferenciado.
Pero a pesar de las ordenanzas y de los ingenieros militares y sus reglas, Camagüey no estaba dispuesta a renunciar a los arcos lobulados (ILUS. 19.25) , tan suyos que aun en modestísimas viviendas de colgadizo se utilizan un tanto ajenos al contexto que los circunda. Y al modo de los correctos mediopuntos sostenidos por neoclásicas columnas exentas, coloca altísimos y complejos arcos lobulados —que desafían el equilibrio— sobre los soportes toscanos, en un diálogo sorprendente por su antítesis conceptual. La contradictoria sociedad camagüeyana de mediados del siglo xix quedó reflejada cumplidamente en estas bellísimas soluciones arquitectónicas. La casa crece en el sentido de la profundidad y abraza al patio rodeado por galerías en uno o varios lados, en las que se ofrecen curiosas soluciones para los apoyos: columnas toscanas que sostienen directamente las soleras o los arcos; raras columnas barrigonas formadas por la adición de semicolumnas 19.22. Puerta al pilar de apoyo; en fin, con motivos columnas hexagonales más barrocos en los tableros estrechas en lo alto que en
la base. Por último, en el enorme patio, pulmón de la casa, los tinajones se despliegan en batería (ILUS. 19.26 y 19.27) . Son, en resumen, estas viviendas expresión del profundo tradicionalismo camagüeyano en contrapunto con los esfuerzos de sus hijos más ilustrados por modernizar las viejas costumbres. Ambos
19.23. Fachada con arco conopial en puerta de ingreso, aleros de tornapuntas y pilastras truncadas
extremos otorgan identidad peculiar a esta espléndida ciudad que posee el conjunto urbano de fines del siglo xviii y principios del xix más coherente del país, conservado con un excepcional estado de integridad ambiental gracias al apego de sus hijos a la patria chica y al trabajo realizado por su Oficina del Historiador. La casa natal de Agramonte está también vinculada al arquitecto Fernando López Castañeda (ILUS. 19.28) , quien dirigió su restauración entre 1970 y 1973. El museo fue inaugurado el 11 de mayo de 1973 en conmemoración del centenario de caída en combate del Mayor, y en él se exhiben objetos personales del héroe y de su familia, muebles y objetos decorativos de época, (ILUS. 19.29 y 19.30) . 19.24. La casa «hidalga» 19.25. Arco lobulado, mediados del siglo XIX
19.26 y 19.27. Patios
19.28. Fernando López Castañeda (1930-2010) Fernando López Castañeda se graduó de arquitecto en la Universidad de La Habana en 1961, y desde los inicios de su carrera se vinculó al trabajo relacionado con la protección de los monumentos. Entre 1963 y 1971 fue el secretario de la Comisión Nacional de Monumentos, responsabilidad desde la que realizó un encomiable esfuerzo por la conservación del patrimonio cultural cubano. Entre sus innumerables aportes se destaca el haber firmado en nombre de Cuba la «Carta de Venecia», en 1964, y en lo que atañe a la restauración de edificios y a la construcción de obras memoriales, deben mencionarse, entre otras, las restauraciones del castillo de La Real Fuerza, de la Casa Natal de Ignacio Agramonte, del Museo Numismático del Banco Nacional de Cuba, de la casa del marqués de Avilés, destinada a sede del Instituto de Amistad con los Pueblos, y del Museo de la Revolución; el proyecto y ejecución del Monumento a La Demajagua, su participación en el equipo ganador del concurso Memorial a Julio Antonio Mella, obra de la que fue director ejecutivo; su presencia en el equipo del proyecto del Palacio de las Convenciones y en el concurso para el monumento a las víctimas de la Reconcentración, en
19.29 y 19.30. Ambientes del museo Casa del Mayor Ignacio Agramonte, montaje y restauración del arquitecto Fernando López Castañeda
el que obtuvo Mención Especial; junto con el escultor Tomás Lara ganó el concurso para el conjunto monumentario en homenaje a los Ejércitos Libertador y Rebelde, y fue proyectista del mausoleo que guarda los restos de Compay Segundo, en el cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba. Discípulo de Joaquín E. Weiss, tuvo a su cargo la edición de la obra del maestro La arquitectura colonial cubana, publicada con numerosas ilustraciones en 2002. También realizó, con fotografía de Julio Larramendi y Liborio Noval, el bellísimo libro Solo detalles (2004). Fue profesor adjunto de la cátedra de Historia de la Arquitectura del IPSJAE y recibió numerosos reconocimientos, entre los que sobresalen la Distinción por la Cultura Nacional y el Premio Nacional de Arquitectura 2003
Camagüey es la villa cubana más rica en la creación de soluciones distintivas, dada una interpretación muy localista que ignoró la secuencia establecida en el proceso de evolución de la arquitectura. Sus notables casonas «hidalgas» —resultado del apego a la tradición en diálogo con los elementos de renovación aportados por el siglo xix— constituyen una de las expresiones mejor logradas de la arquitectura cubana del período colonial. 203
veinte
CASA NATAL DE JOSÉ MARTÍ La Habana …Donde esté mi deber mayor […] allí estaré yo. […]. José Martí: «Carta a Federico Henríquez y Carvajal», Montecristi, 25 de marzo de 1895
P
reciada por haber sido el lugar donde naciera José Martí Pérez (1853-1898), Apóstol de la independencia de Cuba (ILUS. 20.1 y 20.2) y uno de los cubanos más ilustres de la historia patria, la casa de la calle Leonor Pérez (antes Paula) número 314 es también significativa por ser muestra casi única de la persistencia en la decimonovena centuria de un tipo originado en tiempos muy remotos, del que apenas que20.1. José Martí, dan huellas por el dinámico proceso constructivo creyón por Díaz de la ciudad en el transcurso del tiempo. Salinero, tomado de: El solar donde se erigió fue parte de los terre El libro de Cuba nos de la huerta perteneciente al prominente vecino Diego de Soto, de la que existen noticias documentales desde 1552 (ILUS. 20.3) , y que ocupaba un considerable terreno de lo que posteriormente serán los barrios de Campeche y Campechuelo, denominación esta última de la calle de Paula antes de la construcción de la iglesia y hospital de ese nombre a principios del siglo xviii. Estos terrenos fueron paulatinamente desintegrados: parte de ellos los ocuparon las mu20.2. Casa natal rallas de tierra cuya fabricación se inició en 1673 de José Martí, bajo la dirección del ingeniero militar Juan de Císcalle Leonor Pérez cara, y en 1762 fueron separados en dos porciones número 314, La Habana Vieja delimitadas por las propias murallas (ILUS. 20.4) ; 205
20.3. Plano del crecimiento urbano de La Habana por el ingeniero Abel Fernández donde se observan los terrenos de la huerta de Diego de Soto, tomado de: Biblioteca Nacional José Martí. Mapoteca
20.4. Restos de las Murallas por la calle Egido
la parte correspondiente al interior de estas quedó en propiedad de los monjes del convento de Santo Domingo.1 Un año después el conde de Ricla determinó la división de la ciudad en cuatro barrios, circunscritos en sentido este-oeste por las calles Acosta, Amargura y O’Reilly, paso inicial para el fraccionamiento establecido en 1769 por el que La Habana resultó organizada en dos cuarteles denominados de Campeche y de La Punta, cuyo límite este-oeste fue la calle de la Amargura, e integrados cada uno por cuatro barrios: para el primero los de San Isidro, Paula, Santa Teresa y San Francisco de Asís, y para el segundo, los de La Estrella, Monserrate, Dragones y Santo Ángel,2 nombres que con sus variantes son reconocidos en nuestros días.
Nació entonces el barrio de San Isidro —así llamado y también de Paula—, donde pasara su infancia el Apóstol (ILUS. 20.5) , y que debe la primera denominación al establecimiento en una de sus huertas del hospicio de este nombre hacia los primeros años del siglo xviii. En 1733 el solar de la casa natal de Martí no había sido ocupado, lo que no parece haber ocurrido hasta los primeros años del siglo xix. Según las investigaciones realizadas por Armando O. Caballero, las primeras noticias registradas sobre la existencia de este inmueble corresponden a los años 1810-1812, cuando en documentos relacionados con las propiedades de los padres dominicos se alude a «… cuatro casas vivienda de dos plantas de numeración sucesiva, sitas en el Barrio de Paula, Intramuros.[…]».3 Dichas viviendas fueron expropiadas por la Real Hacienda en virtud de la legislación relacionada con los bienes de las congregaciones religiosas, y en 1842 la Junta de la Moneda procedió a su subasta. Juan Matías Cabeza de Vaca adquirió la que fuera ocupada posteriormente por la familia del Apóstol,4 entonces alquilada por Carlos Martín; este, a su vez, subarrendó la planta alta a los Martí, que vivieron en ella hasta 1855, cuando se mudaron para Merced número 10. Se trataba de una vivienda pequeña, de apenas ocho metros de fachada, dispuesta en dos plantas, con dos puertas de ingreso en bajos y los correspondientes balcones con antepechos de barandas de hierro en los altos, muros lisos y cubierta de madera en colgadizo hacia la calle y hacia el solar del fondo, espacio que, en los inicios, no tuvo edificaciones en el costado (ILUS. 20.6) . La casa natal de Martí responde a un tipo muy antiguo de los que en México denominaron de «taza y plato», con los bajos destinados a actividades comerciales o artesanales y los altos a viviendas; estos inmuebles podían ubicarse en la medianería de las cuadras o en las esquinas, en cuyo caso contaron con puertas para cada una de las calles, y derivan de ancestros medievales de similares características existentes tanto en las ciudades cristianas como en las musulmanas, con la diferencia de que en España no contaron con las dobles puertas de esquina que singularizaron a las construcciones hispanoamericanas ubicadas en ese lugar. Estas casas se identifican por el aspecto desnudo de los muros, la ausencia de balcones madereros, la presencia de balcones-tribunas y el bajo puntal. La escalera, sin importancia, se colocaba por dentro, a dos tramos de ida y vuelta, o se adosaba por el exterior, como es el caso de la de Paula. En las del siglo xvii, los techos fueron preferiblemente planos, de terrado, uso que se desestimó por el fuerte régimen de aguas de nuestro clima, sustituidos por los de madera cubiertos con tejas. La fachada de una casa de este grupo, aunque de mayor rango que la de Martí y constituida con patio, es la que aparece en el grabado de Elías Durnford sobre la Plaza Vieja (1762), en la esquina de San Ignacio y Teniente Rey (ILUS. 20.7) , perteneciente en la segunda mitad de dicha centuria a Pedro Beltrán de Santa Cruz.5 Restos de otras muy antiguas y similares han llegado a nuestros días muy transformados y mutilados, pero la mayoría de las numerosas viviendas de este tipo que existieron en La Habana Vieja fueron
20.5. Detalle del «Plano de La Habana y sus barrios extramuros», anónimo, 1829. AGI. Santo Domingo, 795. Tomado de: La Habana Vieja, mapas y planos en los archivos de España
20.6. «Planos de las plantas alta y baja de la casa natal», 12 de diciembre de 1973, versión elaborada a partir del original tomado de: CICENCREM. Fondo Planos, sin clasificar
207
20.7. Detalle del grabado de la Plaza Vieja realizado por Elías Durnford en 1762, en el que se aprecia la casa de Pedro Beltrán de San Cruz en San Ignacio y Teniente Rey, tomado de: AHHH. Fondo Mapas y Planos
suplantadas por otros edificios en los siglos xviii, xix y xx. La de Martí es un ejemplo excepcional que ha sobrevivido precisamente por su vínculo con una figura tan relevante de nuestra historia. En 1900 se le colocó una tarja conmemorativa (ILUS. 20.8) donada 20.8. Tarja de la por la emigración cubana radicada en Cayo Hueso, primer homenafachada je rendido a la vivienda natal. En ese mismo año quedó constituida la Asociación de Señoras y Caballeros por Martí, que logró adquirir la casa en 1901 y entregársela a doña Leonor Pérez Cabrera, madre del Apóstol. A la muerte de doña Leonor se destinó al inquilinato, por lo que se hicieron gestiones para transformarla en museo y proceder a su debida restauración. Se constituyó a los efectos un patronato cuyos miembros lograron reunir los fondos necesarios para instalar el museo, inaugurado el 28 de enero de 1925. En 1973 se efectuó una nueva restauración del inmueble, pero la casa natal ha mantenido su función como museo, en homenaje a la memoria de José Martí, presente en cada pedazo de la Isla y en el corazón de todo cubano de bien (ILUS. 20.9 a 20.15) .
20.9. Arranque de la escalera
20.10. Primera crujía, piso alto
20.11. Habitaciones en el piso bajo
20.12. La casa desde el patio 20.13. Patio 20.14. Habitaciones en el piso bajo
La unidad urbanoarquitectónica de La Habana Vieja deriva de las intervenciones que se hicieron a partir del último tercio del siglo xviii. Con anterioridad, la ciudad se caracterizaba por la desigualdad de sus edificaciones. De esos tiempos lejanos quedan pocos testimonios; sobresale el de la casa natal de José Martí en su doble significación histórica y arquitectónica.
20.15. Pequeño corredor adjunto a la segunda crujia, piso alto
N o ta s 1 Sobre la larga historia de la
huerta de Diego de Soto, véase: Habana antigua. Apuntes históricos por el Dr. Manuel Pérez-Beato, t. 1, pp. 384-392. 2 Acerca de la organización
urbana de La Habana, véase: Abel Fernández: «Evolución urbana de la ciudad de La Habana durante su época colonial», pp. 438-577. 3 Armando O. Caballero: La casa
natal de José Martí. Breve historia del inmueble y del museo, p. 9. 4 ANC. Protocolos de Francisco
Valerio, escritura de 22 de julio de 1848. 5 La casa que hoy existe en este
solar fue posteriormente construida. Véase: Pedro A. Herrera López y Carlos Venegas Fornias: «Estudio de la casa San Ignacio nos. 352-354, entre Teniente Rey y Muralla».
211
veintiuno
CASA NATAL DE CARLOS MANUEL DE CÉSPEDES PLAZA MAYOR, BAYAMO Y vine a Cuba y en Bayamo vime, y parecióme la creación mas bella, […] Quise ser el apóstol de la nueva religión del trabajo y del ruido, y ya lanzado a la tremenda prueba a un pueblo quise despertar dormido, y ponerlo en la senda con presteza de virtud, de la ciencia y la riqueza. Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo: «Contestación», 1852
21.1. Escultura de Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo, parque Céspedes, Bayamo
E
l corazón actual de la ciudad de Bayamo es el parque Carlos Manuel de Céspedes, construido en el espacio de la que fuera la Plaza Mayor o del Ayuntamiento, en uno de cuyos lados se encuentra la casa natal del prócer recordado como Padre de la Patria (ILUS. 21.1 y 21.2) . Es un espacio reconfigurado a lo largo del tiempo, de difícil interpretación y que no parece haber sido el fundacional de la segunda villa cubana, establecida en 1513. En el plano levantado por Baltazar Díaz de Priego (ILUS. 21.3) en 1753, el primero conocido de Bayamo, se aprecian las huellas urbanas de tres zonas claramente distinguibles: en los extremos, los irregulares barrios indígenas —de los Caneyes Arriba y los Caneyes Abajo— y, en el centro, el poblado de los españoles, de relativa regularidad. Angosta la ciudad por los extremos, ancha por el centro. Y la zona del Bayamo-centro no coincide con el lugar donde está el parque Carlos Manuel de Céspedes, con su apéndice de la Plaza del Himno y la iglesia parroquial. El centro geográfico de lo que pudiera haber sido la primitiva villa se localiza en el cruce casi perpendicular, Página opuesta: a manera de cardus y decumanus, de las calles San José (actual 21.2. Casa natal Perucho Figueredo), en la orientación este-oeste, con la de San de Carlos Manuel de Céspedes Juan (actual José Martí), en sentido norte-sur.
21.3. «Plano de la villa de San Salvador de Bayamo echo de orden del señor Don Alonso de Arcos y Moreno, de la orden de Santiago, mariscal de campo de los reales ejércitos de Su majestad, gobernador y capitán general de la ciudad de Cuba y su partido», realizado por Baltazar Díaz de Priego, 1753, tomado de: Joaquín E. Weiss: La arquitectura colonial cubana
21.4. Iglesia parroquial mayor
Cabe considerar que la iglesia de San José, próxima a la intersección de las mencionadas calles, ocupó el lugar de la primitiva parroquial, destruida en 1551 por un terremoto, y que la actual, fabricada entre 1609 y 1613 (ILUS. 21.4) , fue ubicada más al noroeste, con el consiguiente traslado del núcleo de la villa hacia la proximidad del río Bayamo y en la cercanía al convento de San Francisco, fundado en 1582. La irregular configuración del área podría explicarse por el crecimiento rápido y desmedido de Bayamo a fines del siglo xvi y principios del xvii, cuando fue la población más opulenta de Cuba, con más de mil quinientos habitantes, cifra enorme para la época. La disposición actual de la parroquial con respecto a la Plaza del Ayuntamiento es excepcional. Y es la iglesia uno de los edificios más relevantes del entorno de la casa natal de Carlos Manuel de Céspedes (1819-1874). Templo que, pese a las transformaciones sufridas a lo largo del tiempo, se mantiene en lo fundamental como fuera erigido bajo la influencia de las tradiciones constructi vas mudéjares españolas del final de la Edad Media. Este tipo, a más de su disposición en una o tres naves, con la torre a un costado y cubiertas de armaduras de madera, se distingue por la disposición triangular de la fachada principal. En 1766 un terremoto destruyó casi todas las iglesias de la ciudad y más de cuatrocientas viviendas. La parroquial sufrió grandes daños. En el proceso de su reparación hacia 1797 se le añadió un pórtico de un solo nivel con un arco de mediopunto al centro y dos vanos en arco a cada lado. Detrás de este se dispuso un curioso pretil de balaustres rectangulares esquinados, solo vistos aquí y en viviendas de Camagüey, Sancti Spíritus y algunos edificios de La Habana. Sobre el pórtico, una azotea. Por detrás se acusaban las vertientes de los faldones de la cubierta. El pórtico, abierto en tres arcos, remarcado unos centímetros por fuera del ras del muro y coronado con un frontón a modo de templete (ILUS. 21.5) , fue uno los primeros monumentos neoclásicos del país. En 1919 se remodeló de nuevo la iglesia mediante la erección de otro nivel con la intención de ocultar los tejados, pero se modificó la composición neoclásica anterior, de muy bien logradas proporciones; la torre fue elevada. La capilla de
Nuestra Señora de los Dolores, construida entre 1738 y 1740 a un lado de la parroquial mayor y uno de los pocos monumentos que sobrevivió casi intacto al incendio, es uno de los edificios religiosos más bellos de Cuba y testimonio fehaciente de la opulencia temprana de la villa (ILUS. 21.6) . Preside el arco del presbiterio de la parroquial un mural de grandes proporciones realizado en 1918 por el artista dominicano Luis Desengles, en el que se reproduce el momento en que fuera bendecida la bandera enarbolada por Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo al encabezar el movimiento libertario que daría inicio a la guerra de 1868 contra el poder colonial español, y se entonara por primera vez de manera oficial La bayamesa, más tarde devenida Himno Nacional de Cuba, hecho ocurrido el 8 de noviembre 21.5. Foto de la de 1868 (ILUS. 21.7 y 21.8) .1 parroquial mayor y de Si Agramonte es Camagüey, Céspedes es Bayamo. Y la capilla de Dolores la casa natal representa un tributo al Padre de la Patria, antes de la reforma de 1919, tomada de en el que se exhiben relevantes testimonios de su geneJoaquín E. Weiss: rosa contribución a la historia de Cuba. La vivienda es el La arquitectura colonial resultado de sucesivas ampliaciones, lo que la hace atícubana pica. Inicialmente de una sola planta, hacia mediados del siglo xix sufrió una gran remodelación, le fue añadido un segundo piso, y el viejo inmueble adquirió una apariencia más moderna, con elementos arquitectónicos inspirados en el neoclasicismo (ILUS. 21.9) . El 12 de enero de 1869 la ciudad fue incendiada por los bayameses, que prefirieron destruirla antes que entregarla al enemigo, acción que afectó a este y a todos los edificios del entorno de la plaza y la ciudad.
21.6. Altar de la capilla de Dolores
21.7 y 21.8. Bendición de la bandera, iglesia parroquial mayor
El incendio de Bayamo fue relatado por José Maceo Verdecia con emocionadas palabras: El incendio arrasó con toda la población. Cursadas las órdenes el día 11, a las 11 de la noche, comenzó el día 12, a las 5 de la mañana. Iniciado frente al parque, por Pedro Maceo Chamorro, al prender las llamas en su propio hogar, a las 6 de la mañana ya ardía la población por los cuatro extremos, de Norte a Sur y de Este a Oeste. El acuerdo de los patriotas fue cumplido con rigurosa exactitud. A las 10 de la mañana, regados con petróleo los edificios, el fuego había avanzado notablemente hacia el centro de la ciudad. La conflagración, a esa hora, era absoluta. ¡Patético y conmovedor espectáculo el que ofrecía aquel conjunto llameante ante la impasibilidad del cielo congestionado de asombro! Una sola casa de las tres mil y tantas que se componía el pueblo, no quedó en condiciones habitables. Ni una sola alma en sus calles, ni el más leve indicio de vida en sus desolados hogares […]. El conde de Valmaseda, sobrecogido de estupor, no se había atrevido a iniciar la más mínima tarea, la más simple labor exterminadora del incendio […]. El 16, todavía era insoportable la atmósfera. El 18 en la mañana empezaron las tropas a penetrar en la ciudad en busca de aloja21.9. Casa natal hacia mediados del siglo XIX , tomada de la exposición del Museo Casa Natal de Carlos Manuel de Céspedes
21.10 a 21.14. Interiores de la casa natal
miento […]. Desde la entrada del pueblo hasta el parque desolado, un promontorio de escombros era la ciudad. ¡Un promontorio de escombros por encima de los cuales volaba, trazando círculos en el aire, sin atreverse a posar en ellos, una bandada interminable de palomas […]. ¡Símbolo de la pureza […] aquel era el símbolo viviente del sacrificio de Bayamo!2
En el último tercio del siglo xix la casa fue reconstruida (ILUS. 21.10 a 21.14) y adquirió la fisonomía con que ha llegado a nuestros días: la fachada regulariza los vanos, de dimensiones iguales y en simétrica disposición los de la planta baja con los del piso superior, en el que se coloca un balcón con barandas de hierro protegido por volado guardapolvo rematado con
guardamalletas de madera aplantillada, elementos característicos de la arquitectura finisecular. De remate final, un pretil de barandas de hierro entre pilarotes de mampostería. Los vanos inferiores se destacan con platabandas resaltadas y los superiores con guardapolvos. La restauración de la casa y el montaje del museo fueron realizados bajo la dirección del doctor Francisco Prat Puig (ILUS. 21.15 y 21.16) . El museo fue inaugurado el 30 de septiembre de 1968. Por causa del incendio es poco lo que quedó del Bayamo colonial que en ese momento mantenía rasgos antiguos de su opulento desarrollo en los primeros siglos. Bayamo exportaba tabaco, velas de cebo, añil, yarey, casabe y viandas diversas, lo que fue la base de su prosperidad hasta mediados del siglo xviii. Según el padrón de 1775, en la jurisdicción vivían 12 260 habitantes y contaba con 9 iglesias y 4 conventos, número de establecimientos religiosos solo superado por La Habana y que da la medida de la riqueza temprana de una villa que por entonces era relativamente grande, con 1 810 casas, 626 de tejas —de ellas, 8 de dos pisos— y 1 184 de paja. Pero hacia fines del siglo xviii era evidente la decadencia de la región. En 1778 fueron habilitados algunos puertos del país, pero extensas zonas de la Isla quedaron lejos de los puntos de embarque, como es el caso de Bayamo, con el consiguiente encarecimiento de los productos, dado su difícil o imposible traslado por malos o inexistentes caminos; con ello se fortalecían el regionalismo, la búsqueda de soluciones independientes, las pugnas entre las diferentes poblaciones beneficiadas o afectadas por las medidas de control comercial… en definitiva, el desarrollo desigual. Cuba era una colonia que dependía 21.15 y 21.16. Salas y piezas del Museo Casa del comercio y, por otra parte, en la primera mitad del siNatal de Carlos Manuel de Céspedes glo xix el azúcar se transformó en el principal factor de la riqueza de la Isla y la zona oriental quedó al margen del boom azucarero, precisamente por no disponer del capital necesario para el fomento de ingenios modernos. Los productos de la zona, sin salida, se destinaron al consumo interno, lo que provocó su despoblamiento paulatino. Hacia 1846 su caserío estaba compuesto por 1 811 viviendas, de las que 746 eran de ladrillo o mampostería, cifras muy deprimidas en comparación con el resto de las poblaciones del centro de la Isla, excepto Remedios: Puerto Príncipe contaba con 19 168 habitantes y 2 955 casas de mampostería y tejas, 4 de madera y 123 de embarrado y guano; Sancti Spíritus tenía 7 424 vecinos, con 1 146 casas de ladrillo o mampostería, 2 de madera y 248 de embarrado y guano; Trinidad, 13 222 habitantes y 929 casas de mampostería y tejas, 1 047 de embarrado y guano, y 14 de tabla y tejas; Remedios, la última en desarrollarse, 4 106 habitantes y 128 casas de mampostería y tejas, 17 de madera y 761 de embarrado y guano.3 218
El tipo de vivienda mayoritario en Bayamo era el llamado «de colgadizo», de una sola planta, con techos de rollizos de muy bajo puntal, muros de ladrillo y horcones de madera. Las fachadas lisas, con las puertas de entrada al centro, por lo general adinteladas, y las ventanas de barrotes de madera embutidas en los muros. Los remates, en rollizos. No tenían zaguanes. Algunas viviendas de mayor rango contaron con techos de armadura, y en este caso sus remates fueron los tradicionales aleros de tejaroz o sardinel, solución que se extiende hasta principios del siglo xix. En esa misma centuria se eleva un poco el puntal y se sustituyen las rejas de barrotes de madera por las de hierro. Fue frecuente combinar muros de ladrillo con embarro, en cuyo caso el arco de mediopunto de comunicación entre sala y saleta se construye en madera. Persisten los techos de rollizo con las cabezas terminadas a modo de canes, las puertas a la española, las tallas barrocas en los tableros de las puertas interiores y los pavimentos de barro. Hacia 1850 penetra propiamente el neoclasicismo en Bayamo, y casas notables se realzan con guarniciones de semicolumnas sobre poyos, un tanto pasadas de moda. Las rejas se coronan con guardapolvos de mampostería y en los remates se generalizan las cornisas y filetes (ILUS. 21.17) . En la plaza se construyó un parque de recreo a mediados del siglo xix con una fuente en el centro, e incluía en uno de sus costados el edificio del teatro y Sociedad Filarmónica, cuya demolición extendió su ámbito hasta la actual calle Maceo. El parque fue remozado y se le colocaron las estatuas de Carlos Manuel de Céspedes y Perucho Figueredo (ILUS. 21.18) . Con la excepción de la casa natal de Céspedes y del antiguo hotel Senado, donde se formó la primera alcaldía municipal, los edificios que rodean este espacio corresponden al siglo xx. Entre otros se destaca el del Correo Municipal (1954-1958), construido en el solar donde estuviera la casa de Perucho Figueredo. En las últimas décadas se ha realizado una amplia labor de restauración y conservación del centro histórico urbano, en el que aún están a la vista las huellas de su heroica inmolación.
21.17. Casa donde viviera Carlos Manuel de Céspedes
21.18. Parque Céspedes
Pese a sus pérdidas, Bayamo mantiene la escala, el ambiente y el «aire» que tuviera en el siglo xviii. Aunque las construcciones sobrevivientes no correspondan a esa época, en ellas pervivió el tipo definido en el momento de mayor esplendor de la población, que era el de colgadizo con techos de rollizos de muy bajo puntal, muros de ladrillo y horcones de madera.
N o ta s 1 Véase: Eusebio Leal Spengler:
Legado y memoria, p. 228. 2 José Maceo Verdecia: Bayamo,
p. 46. 3 Véase: Cuadro estadístico
de la siempre fiel Isla de Cuba correspondiente al año de 1846 formado bajo la dirección y protección del Escmo. Sr. Gobernador y Capitán General don Leopoldo O’Donnell, por una comisión de oficiales y empleados particulares.
219
veintidós
PALACIO DE CANTERO TRINIDAD Trinidad es bellísima y pintoresca: la pendiente de sus calles empedradas las conserva limpias y el caserío es generalmente aseado y vistoso. Descuellan en él, de un modo notable y hasta sorprendente, varias habitaciones de familias pudientes en las cuales se nota, además de la belleza de las construcciones, la ostentación de un lujo que pasa á prodigalidad en una población pequeña. No es dable describir, al que no las haya visto, la elegancia de aquellas moradas […]. Ramón de la Sagra: Historia física, económico-política, intelectual y moral de la Isla de Cuba, 1861
E
22.1. Palacio de Cantero
220
l palacio de Cantero (ILUS.22.1 y 22.2) es uno de los inmuebles más vistosos de Trinidad y del país. Junto con el desaparecido palacio de Béquer y el de Iznaga, construidos en el mismo período, es representativo del auge económico alcanzado por la ciudad hacia la tercera década del siglo xix. Constituye también ejemplo sobresaliente de las transformaciones que tienen lugar en la arquitectura doméstica de las ciudades relacionadas con las villas fundacionales o derivadas de estas, con la excepción de La Habana. Las casas trinitarias, y en general las cubanas del interior del país, son mayoritariamente de una sola planta, y su disposición se inspira en la de la planta noble de las dispuestas en dos niveles, que es la propiamente utilizada como habitación familiar. Hacia finales del siglo xviii se había definido un esquema planimétrico que, al cerrar la galería adosada a la primera crujía, dio origen a uno nuevo organizado en dos crujías paralelas a la calle que, en casas mayor porte, contaban con uno y hasta dos martillos por los laterales del patio, a los cuales también se les adosaban galerías en los lados menores y mayores. Estas casas tienen la puerta situada al centro de la fachada, e nfrentada
22.2. Palacio de Cantero
al patio y, por lo general, carecen de zaguán. Es el tipo planimétrico predominante en los asientos cubanos primitivos y en las ciudades derivadas de estos durante los siglos xvii y xviii, a diferencia de La Habana, donde en el siglo xviii se generaliza, en ejemplos de una sola planta, el esquema acodado con la puerta de acceso a un costado de la fachada, introducido por casas como la de Teniente Rey y Aguiar, que desplaza el enfrentado que también se utilizó, pero desaparece desde entonces de las viviendas medias y modestas y es exclusivo de las señoriales. Hacia 1826, cuando se inicia la construcción del palacio de Pedro Iznaga y Borrell, tiene lugar un cambio trascendente en la evolución de la vivienda concebida con el acceso enfrentado al patio.1 El monumental palacio de Iznaga (ILUS. 22.3) , de dos plantas, ofrece en su piso noble una sustancial transformación de la casa criolla, señalada con asombro por todos los que visitaron la ciudad. En palabras del norteamericano Samuel Hazard, la novedad consistía en que Las casas de Trinidad se diferencian de las de la Habana en que no tienen paredes medianeras que separan el comedor del salón, pero en su lugar hay generalmente unos arcos abiertos de piedra que, separando de cierta manera los distintos departamentos contribuyen a una mayor belleza y comodidad, por permitir la libre circulación del aire, a la vez que ofrecen una más en22.3. Palacio Iznaga. Fotografía de Rigoberto Romero
cantadora perspectiva los suelos de mármol blanco, las pulidas arcadas y los ricos muebles de las habitaciones.2
22.5. Planta alta del palacio Iznaga, plano tomado de: Alicia García Santana: Trinidad de Cuba, un don del cielo. Fotografía de Julio Larramendi
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En efecto, la construcción de arcos de medio punto en el muro que antaño dividía la sala del comedor originó la principal transformación reconocible en la parte delantera de la casa cubana colonial: el comedor 22.4. Arcos de comunicación se desplazó hacia las galerías y aparece en su lugar un nuevo entre sala y saleta, palacio espacio, la saleta; sala y saleta, comunicadas por los grandes arIznaga. Fotografía de cos, dieron lugar a un gran salón de recibo. Transformación asuRigoberto Romero mida por las otras villas primitivas y por las ciudades de nueva fundación (ILUS. 22.4 y 22.5) . La relación de un ámbito de recibo de boato seguido y comunicado con otro para el íntimo, o destinado a comedor, función que adquiere enorme importancia en el s iglo xix, se reconoce en las mansiones urbanas y en las de plantación del territorio norteamericano colonizado por franceses y españoles, lo que indica su posible origen (ILUS. 22.6 a 22.8) . En los cafetales orientales construidos por los franceses, en las viviendas decimonónicas de Baracoa, Santiago de Cuba y Guantánamo, áreas fuertemente influidas por la emigración francesa, es solución común el arco triunfal maderero o, como se ve en Guantánamo, los arcos de medio
punto en versiones madereras entre la sala y la saleta. El two parlor tiene antecedentes franceses reconocidos y fue una solución adoptada por la casa norteamericana del siglo xix en un amplio escenario geográfico que comprende desde Charleston hasta Nueva Orleans. Sin dudas, es esta una solución que vino del norte, presumiblemente de la mano del notable constructor de origen escocés Vitruvio Steegers, nombrado alarife mayor de Trinidad en 1828 y después reconocido arquitecto e ingeniero vinculado a las plantaciones azucareras del Occidente cubano. Si así fuera, posiblemente se deban también a Steegers la contemporánea torre del ingenio Manacas-Iznaga (ILUS. 22.9) y el palacio de Cantero. El palacio de Iznaga —en la actualidad en espera de su res22.6 a 22.8. Arcos triunfales de tauración— fue uno de los primecomunicación entre dos salones, casas ros inmuebles en utilizar el alero del siglo XIX de los Estados Unidos que habría de imponerse en la región central en la primera mitad del siglo xix: el llamado en gola (ILUS. 22.10) , usado en CastillaLa Mancha, en Aragón, en provincias francesas como Saboya y en diversas ciudades europeas en un amplio ámbito geográfico. En España se ofrece como una solución popular que podría derivar de la interpretación mudéjar de las cornisas renacentistas. El primer exponente de alero en gola trinitario fue el que existiera en la demolida casa del norteamericano Robert Steward, terminada en 1825 y fabricada en la calle de la Gloria. También estuvo Iznaga entre los primeros edificios en usar el hierro para protección de ventanas y balcones. Pionero, además, en adoptar esa bella solución —venida de Norteamérica,3 trinitaria por su reiteración—, de las persianas en abanico para proteger la galería-comedor de los ardores del sol tropical (ILUS. 22.11) . Del mismo modo, los muros divisorios de la planta alta están resueltos con «empa22.9. Torre del ñetados a la americana», ligera estructura que cubre horcones de madera ingenio Manacascon listones del mismo material recubiertos en yeso. Sus paredes de ladriIznaga, Valle de los Ingenios llos, a perfecto plomo pese a todos los pesares por los que ha transitado
22.10. Alero en gola del palacio de Cantero
22.11. Persianas en abanico de los arcos, galería del palacio de Cantero
este monumento, son sugerentes de la mano de aquellos constructores de origen británico que desde fines del siglo xviii transformaron las ciudades del este de los Estados Unidos en imponentes moles levantadas con ladrillos a vista. El palacio de Iznaga fue, finalmente, uno de los más importantes modelos de la transformación decorativa que se advierte en los tirantes de techos, donde se abandonan las lacerías y se imponen tablones lisos con plafones de clásico diseño (ILUS.22.12) . Resultó de igual manera ejemplo del extendido uso de las guarniciones de madera de los vanos principales (ILUS. 22.13) , ambas soluciones popularizadas por los manuales de arquitectura publicados en los Estados Unidos a principios del siglo xix y ampliamente aplicadas en las residencias decimonónicas de ese país (ILUS. 22.14) . 22.12. Techos del palacio de Cantero
Casi enfrente a este palacio, un hacendado sumamente rico, José Mariano Borrell y Padrón, tío de Pedro José Iznaga y Borrell, levanta el llamado palacio de Cantero, situado en la intersección de las calles Desengaño y Peña, actual Museo Municipal. Construido entre 1827 —fecha en que su ingenio Guáimaro hiciera la zafra más alta del mundo en su época— y 1829, a la muerte del propietario pasó a su hijo José Mariano Borrell y Lemus, marqués de Guáimaro. En 1841 fue comprado por María del Monserrate Fernández de Lara y Borrell, viuda de Pedro Iznaga y Borrell y casada en segundas nupcias con Justo Germán Cantero y Anderson, por cuyo nombre sería conocido el palacio, símbolo de la opulencia y el refinamiento alcanzados por la arquitectura trinitaria en la primera mitad del siglo xix, al calor del boom azucarero del Valle de los Ingenios. El palacio de Cantero es de una sola planta (ILUS. 22.15 y 22.16) , con elevada torre, una de las referencias visuales del conjunto urbano (ILUS. 22.17) . Está dispuesto al modo tradicional, con sala y dos aposentos, saleta y dos recámaras. Flanqueando las dos primeras crujías, el zaguán desemboca en una galería en arcos sobre pilares que se continúa por los cuatro lados del patio (ILUS. 22.18) . En el martillo izquierdo, hacia el fondo, la cocina y los excusados. En el patio, el brocal del aljibe y una fuente. Grandes arcos comunican la sala con la saleta (ILUS. 22.19) . Los pisos de las habitaciones principales son de mármol en combinación de gris, blanco y negro. Los de las dependencias interiores tienen losas bremesas y las galerías cuentan con ladrillos colocados de canto. Los techos de la primera crujía son a cuatro aguas y tirante decorado con plafones neoclásicos;
22.15. Palacio de Cantero, dibujo de sus fachadas realizado por Evelio Rodríguez, tomado de: CICENCREM. Fondo Mapas y Planos, sin clasificar
el resto, de azotea. Las puertas mantienen las tallas rococós, fileteadas con junquillos, y no tienen guarniciones de madera como sería de esperar dada la generalización de estas en la Trinidad de la primera mitad del siglo xix. En las fachadas, enormes pilastras flanquean los vanos y sostienen un pintado entablamento con triglifos y metopas (ILUS. 22.20) . Por encima vuela un enorme alero en gola. La puerta principal da acceso a la sala y, en un costado, la del zaguán permite el paso directo a la galería. Las ventanas estuvieron protegidas con puertas de persianas, colocadas además en los arcos del patio, con los típicos mediopuntos de persianas en abanicos. Las inmensas rejas de las ventanas, de vuelo rectangular, se coronan con guardapolvos conopiales, de mampostería, y descansan en grandes poyos.
22.13. Guarniciones de madera a modo de pilastras molduradas con redondeles en las esquinas que simulan las páteras, palacio de Iznaga
22.14. Guarniciones de madera, Francis Saltus House, Charleston, ca. 1820
22.16. Planta del palacio de Cantero, tomada de: Alicia García Santana: Trinidad de Cuba, un don del cielo. Fotografía de Julio Larramendi
225
22.17. Torre 22.19. Arcos entre sala y saleta 22.18. Patio
22.20. Detalle del entablamento, fachada principal
22.21 a 22.24. Pinturas murales del palacio de Cantero
228
Hacia 1839 el edificio fue decorado por Daniel Dall’Aglio Graude, quien dejó en sus paredes un extraordinario muestrario de pinturas murales neoclásicas (ILUS. 22.21 a 22.24) . Sobre Dall’Aglio conocemos poco. Nacido en Roma en 1804, se radicó en Cuba en 1838. Junto con su compatriota Joaquín Albe, trabajó en importantes edificaciones de La Habana, y solo, en algunas de las más relevantes de Matanzas. En Trinidad también realizó las decoraciones de la casa del marqués de Guáimaro en Media Luna esquina a Galdós y las del ingenio de este nombre, del mismo propietario (ILUS. 22.25 a 22.27) . Una casa del rango del palacio de Cantero contaba con un amoblamiento suntuoso, como el que se describe en un inventario realizado en 1896. No obstante corresponder a la época de ruina de los herederos de Justo Germán y Monserrate, la relación es de gran interés: un reloj dorado, con fanal que representa la iglesia de Nuestra Señora de París; otro reloj; un reloj de mesa con figuras de metal, dos jarrones de Sèvres; cuatro figuras de alabastro, en sus fanales de cristal; seis jarrones de mármol para mesas, otros dos mayores también de mesa, un frutero de mármol, cinco lámparas para gas, seis espejos, cuatro consolas con piedra de mármol, dos retratos al óleo; tres cuadros al óleo, uno de ellos con figuras de busto; cuatro cuadros con cristales, un aparador con mesa de mármol, una pajarera con pájaros
22.25. Decoraciones murales de la casa de vivienda del ingenio Guáimaro
22.28. Pajarera realizada por Juan Cristóbal Gundlach para Monserrate de Lara
disecados (ILUS. 22.28) , una bola espejo; un espejo cuerpo entero, con marco dorado; una mesa de extensión, con cinco tablas; tres escaparates de caoba, un cuadro al óleo de San Ambrosio, once de varias imágenes, un escaparate de caoba, dos armarios grandes de cedro que contienen libros y papeles sueltos, un estante de madera con 110 volúmenes de lectura en varios idiomas; 42 libros de cuentas relativos a los bienes de Justo G. Cantero, y cartas correspondientes a los ingenios San Francisco y Güinía.4 Con el palacio de Cantero, la casa trinitaria alcanzó su mayoría de edad y es el referente de las numerosas viviendas construidas entre 1830 y 1839, en los años de esplendor económico, urbano y arquitectónico de la ciudad.
22.26 y 22.27. Decoraciones murales de la casa del marqués de Guáimaro
N o ta s 1 Sobre la ciudad de Trinidad y sus
edificaciones, véase: Alicia García Santana: Trinidad, un don del cielo. Fotografía de Julio Larramendi. 2 Samuel Hazard: Cuba a pluma
y lápiz, pp. 266-267. 3 Véase: Asher Benjamin:
The American Builder’s Companion; or, A System of Architecture, Particularly Adapted to the Present Style of Building. 4 «Incidente de impugnación
Trinidad se distingue por el conjunto de casas de una sola planta. La presencia recurrente de un tipo arquitectónico bien definido le otorga singular coherencia ambiental, fuerte unidad expresiva y un marcado sentido de tiempo y de lugar.
de las cuentas presentadas por el Admon. Judicial Sr. Julio Vila Quintana en la testamentaría de la Sra. María de Monserrate de Lara promovido por Ygnacio R. Medinilla en representación del D. Francisco de P. Iznaga», 23 de octubre de 1923. AHT. Juzgado de Primera Instancia, leg. 214.
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veintitrés
PALACIO VALLE IZNAGA O DE LAS CIEN PUERTAS Sancti Spíritus El que más vale no vale tanto como Valle vale Lema del escudo de la familia Valle
L
a hermosa casona conocida como el palacio Valle Iznaga es ejemplo de la compleja estratigrafía arquitectónica que se advierte en las edificaciones de Sancti Spíritus, donde fue habitual construir nuevo sobre viejo, lo que dio por resultado un rico perfil de edades superpuestas (ILUS. 23.1) . Las noticias más antiguas que hemos podido localizar sobre esta vivienda datan de 1759, cuando don José del Castillo Reyes impone 100 pesos sobre …la casa de tejas y balcón de mampostería y ladrillo y el solar de su fondo que tiene en el barrio que media entre la Parroquial Mayor y el río Llallabo, en la calle de la Amargura con quien linda por la parte del Este, por el Norte con la de Don Jacinto Castillo y Reyes (mi hermano) con arrimo para el Oeste con la de Doña Josefa Valdivia y para el sur con la de don Pedro González, un callejón de por medio que tiene de valor más de 5000 pesos […].1
Era una casa de dos plantas, de envergadura dado su valor, que Castillo había adquirido de Luisa González, viuda del teniente Agustín Jiménez,2 el que, a su vez, la obtuvo por deudas de Antonio Armenteros Guzmán, radicados algunos de los miembros de esta familia en Trinidad. Hacia mediados del siglo xviii existieron en Sancti Spíritus notables casonas de mampostería o ladrillo y tejas, cubiertas con espléndidas armaduras de madera, decoradas a mano y, algunas, fechadas. Según el obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz: «…De treinta años a esta parte […] fabricadose Casas de ladrillo y texa […] allanse existentes 555, las 452 de paxa y las 103 de ladrillo y texa; las quatro de ellas son altas […]»;3 una de estas fue la de don José y Jacinto Castillo, hermanos naturales de las Islas Canarias y radicados en Sancti Spíritus a principios del siglo xviii.4 230
23.1. Palacio Valle Iznaga
23.2. Fernando Alfonso del Valle Lorente, óleo de la colección del Museo de Arte Colonial de Sancti Spíritus
23.3. Planta, versión elaborada a partir del dibujo tomado de: ANC. Fondo Valle Iznaga, tomo dedicado al palacio de San Gonzalo, sin clasificar
232
Las viviendas iniciales sufrieron a lo largo del tiempo sucesivas y constantes modificaciones y adiciones, de lo que quedan evidentes huellas en la casona. En 1764 Jacinto del Castillo compró a María López «…veinte varas de solar de frente y por el fondo veinte y tres que tengo mio propio situado en el barrio de la iglesia Mayor […] en la calle de la Amargura que linda por un costado con una casita mia propia y por el otro con casa y solar de Don Juan Barrera calle por el medio […] y se lo vendo […] en precio y cantidad de Doscientos y treinta pesos […]».5 En su testamento, de 30 de noviembre de 1797, don Jacinto declaró por sus bienes la «…casa en que de presente vive compuesta de alto y bajo y cuartos accesorios que se componen de dos todo de texa y ladrillo […]».6 Para esta fecha la vivienda había sido ampliada en sentido lateral y hacia la profundidad, y la propiedad era compartida por ambos hermanos, por lo que fue heredada por los hijos de cada uno. La hija de Jacinto, Ana, se casó en 1784 con el habanero Fernando del Valle Lorente (17571834), fundador de la familia de este apellido en Sancti Spíritus (ILUS. 23.2) , y de notable preeminencia económica y social por sus aportes ciudadanos. En 1826 Mónica del Castillo, hija de José, le vendió a su primo Antonio Modesto del Valle Castillo «…la mitad que me corresponde en la casa de alto que he poseído siempre en la calle de la Amargura cuyo dominio me recayó por herencia […] por precio de 1,406 pesos, 5 reales […]».7 Don Fernando Valle falleció sin otorgar testamento y el monto de sus bienes —ascendente a 324 620 pesos— fue heredado por su viuda y por sus hijos, Antonio Modesto y Francisca.8 La casa pasó a Francisca, viuda de José Antonio Borrell e Iznaga y casada en segundas nupcias con Roque Fernández de Lara en 1846, año en que el matrimonio realizó una profunda remodelación de la vivienda —según contrato convenido con el maestro de obras trinitario Felipe Martín por valor de 1 900 pesos— y que consistió en la construcción o reparación de: • Una puerta de cedro con guarniciones en las mochetas y guarnición de caoba por dentro. • Otra de cedro de la sala al comedor de libro con guarnición por dentro y fuera de caoba. • Otra de cedro en la misma pared de libro con guarnición de caoba a ambos lados. • Dos de cedro del comedor al aposento y patio con guarnición de caoba a la parte del comedor, de libro dichas puertas, como las anteriores. • Una alacena de caoba en el comedor con puerta de vidriera y guarnición. • Tres puertas de comunicación en los aposentos, inclusa la de la recámara del segundo comedor en su testera. • Cinco puertas de la despensa y recámara que caen al segundo comedor con sus guarniciones de caoba. • Dos persianas de medio punto de vidriera en la entrada y salida del segundo comedor. • Dos alacenas forradas con guarnición de caoba. • Dos alacenas forradas mayores en la despensa y recámara, sin guarnición. • Zócalos de caoba en la sala y primer comedor de una tercia de ancho. • Un guardapolvo corrido, al frente que cae al patio principal. • Otro guardapolvo que cubre la persiana del traspatio, con desahogo. • Dos cielos rasos de madera en la sala y primer comedor, bien enyesados con tres florones y cuatro esquineros cada uno. • Forrar las ventanas de la sala y cuartos corridos en los umbrales, los de la sala y comedor, imitando los cielos, y ponerles herrajes a todas. • Cuatro guarniciones de caoba en las ventanas que caen a la sala y comedor. • Recorrer y poner molduras nuevas a todas las ventanas. • Una escalera, piso, pilares y pasamano de caoba, de tres piezas que forman dos mesetas, los balaustres serán de hierro y se le facilitarán por el dueño de las dimensiones que señalare, siendo de cargo colocarlos.
EN LA CASA DE ALTO • Poner el piso de madera al cuerpo principal y el del comedor en la parte de la azotea; arreglar la pieza en que ha de colocarse el barandaje de hierro en dicho punto. • Cuatro tabiques de madera para formar cuatro piezas y un pasadizo en el medio; forro doble. • Cuatro puertas en dichos tabiques. • Dos puertas de comunicación en los aposentos. • Guarnecer la luz del medio. • Tres puertas que salen al corredor con mediopuntos de vidriera. • Otra ventana que cae al tejado vecino con postigos de vidriera. • Cinco persianas de salida al balcón de la calle. • Recorrerá las ventanas nuevas y les pondrá herraje. • Los mediopuntos de vidriera serán de ramillete de colores vivos. • Los demás vidrios uniformes, blancos, de buenas clase, excepto los de la alacena del primer comedor que serán de azul o amarillo bajo. • Es a cargo del expresado Martín toda la mano de obra y los vidrios.9
23.4. Primer patio
23.5. Segundo patio
En 1846, por tanto, la casa adquirió las características con que ha llegado, en lo fundamental, a nuestros días (ILUS. 23.3 a 23.6) . Vale subrayar la cons23.6. Cocina trucción de puertas de paineles (ILUS. 23.7) , algunas de corredera, la incorporación de las guarniciones de madera en los vanos (ILUS. 23.8 y 23.9) , y la colocación de las persianas, los mediopuntos de cristales de colores (ILUS. 23.10 y 23.11) y los cielos rasos (ILUS. 23.12) . Sobre la pintura de la casa hemos localizado documentos que por su importancia transcribimos literalmente, pues nos dan la pauta de cómo fue el tratamiento del color de una casa criolla a mediados del siglo xix, 233
23.8 y 23.9. Guarniciones de madera de los vanos
Página apuesta: 23.7. Puertas de paineles
asunto por lo general muy mal solucionado a la hora de restaurarlas. El primer documento es una contrata por valor de 900 pesos, de fecha 18 de septiembre de 1853, en la que se estipula: Conste por este simple documento […] como yo D. Roque de Lara […] y Manuel Gómez de oficio pintor […] hemos convenido […] lo siguiente: [… se pintarán] cuarenta y cinco huecos teniendo algunos de ellos percianas, tres techos en el Cuerpo principal o alto, cinco suelos de madera, los tabiques de la misma clase y las persianas corridas qe. miran al patio. […] los cuatro suelos de los cuartos corridos figurando lozas de mármol blanco y azul, igualmente todos los zócalos de la casa, los guardapolvos del interior, horcones, enverjado del patio […] entendiendo qe. estas y todo lo que pertenece a la clase de madera ira pintado de blanco al oleo excepto los dos techos de la sala y comedor principal qe con los otros de las azoteas y en los cuales los ladrillos hacen las veces de tablas qe iran pintados al temple. Las puertas, ventanas,
23.10 y 23.11. Persianas y mediopuntos de cristales de colores
23.13. Dibujo para la construcción del alero elaborado por el maestro Pablo Iznaga, tomado de: ANC. Fondo Valle Iznaga, tomo dedicado al palacio de San Gonzalo, sin clasificar
persianas y techos y demas […] iran fileteados con oro o de pintura azul como mejor le acomode a dicho Sr. debiendo poner el oro en la parte exterior o a la intemperie de modo que no sufra corrupción y en lo interior lo haré con papel dorado. […].
23.12. Cielo raso
El segundo documento es un presupuesto realizado por el maestro Salustiano Torres, de fecha 17 de septiembre de 1855: …entendiéndose que las maderas van blancas con filetes do-
rados, los emberjados negros y su reverso blanco perla […]. Por 45 huecos en el interior que algunos tienen sus persianas al frente y con la misma clase de pintura […] los techos de las salas principales de abajo pintados al temple con sus cordones y florones dorados, el cielo de la escalera [….] cinco techos de vigas pintadas estas al oleo y los ladrillos que hacen por tabla al temple, el techo de la pieza de la Sra. al oleo con los cordones de la llave dorados […] los cuatro suelos figurando losas de mármol blanco y azul igualmente todos los zócalos de la casa, los guardapolvos del interior. […].10
Además de describirse el modo en que puertas y ventanas fueron pintadas, se aprecia que también los pisos de madera se pintaban para imitar mármol. En 1856 se contrata en 150 pesos al maestro José María Zamora la construcción de un pozo en el traspatio bajo las condiciones siguientes: «…de dos y cuarto varas de diámetro, de dentro a dentro, con su zapata de mampostería de dos tercias de ancho pr. tres cuartas de alto o mas si asi lo ecsijiere el terreno, cubierta esta de madera dura, debiendo ser cavado perfectamente a plomo en toda su circunferencia y profundidad hasta dejarlo en abundante y permanente agua».11 Finalmente, en 1862 se realizan grandes reparaciones en la vivienda, entre otras la construcción del alero en gola (ILUS. 23.13 Y 23.14) con su entablamento, obra por valor de 24 onzas españolas realizada por el maestro Carlos García según la traza dibujada por «dn Pablo Iznaga».12 La modificación de las rejas de la fachada (ILUS. 23.15) y la colocación del barandaje de hierro fundido (ILUS. 23.16) del balcón también datan de ese momento, cuando Roque de Lara ordena la construcción del «floreo para las coronas de las ventanas y el balcón».13 Rejas de factura similar se colocan en los interiores (ILUS. 23.17) . 236
23.14. Alero
En 1865 se vuelve a retocar la pintura de la vivienda, según contrato por valor de 900 pesos pactado el 1.º de mayo de 1865 con Salustiano Torres, en el que se acuerda: Dará a todo, menos a la ultima citada [la escalera] y los suelos color blanco […] con las manos necesarias y el correspondiente varniz en todo lo que no esté a la intemperie […]. La parte exterior será pintada al oleo, raspándole la pintura vieja, en cuanto sea necesario y lijándolas debiendo llevar sus filetes de oro de bronce fino. Recorrerá todas las partes doradas del interior, dejando limpia la que se encuentre en buen estado y reponiendo toda la que falta o no se encuentre bien. A los cielos razos del cuerpo principal y pasadizo de escalera, le pondrá sus óvalos o florones dorados con oro pan o de libro de la mejor clase, como asimismo sus ovalillos donde les correspondan, poniendo a dos cielos filete de papel dorado en la media caña de su remate. Los zócalos todos al oleo barnizados del mismo color plata, con sus filetes de papel dorado, dejando limpio el que se
23.17. Rejas del interior de la vivienda
23.15. Rejas de las ventanas 23.16. Barandajes de hierro del balcón
encuentre en buen estado […]. Los techos de vigas que son ocho, con inclusión del de el Zaguán serán pintados al oleo las vigas y al temple los ladrillos. El techo del cuarto de cuatro aguas lo mismo que la llave del mismo también al oleo barnizado con sus filetes de papel dorado en la forma que queda espresada, poniendo también filete al soleron. Los cinco suelos, incluso el de madera, serán pintados al oleo con las manos necesarias barnizados en cuadros blanco plata y azul oscuro de buen color. El tabique de madera, sus estantes y alacenas, escalera interior, barandage, división y reja, al oleo del mismo flanco, sin filetes de papel dorado la guarnición o marcos de la puerta sin hojas y sus ovalillos dorados como los demás marcos a uno y otro lado. Los corredores del cuarto del tabique de madera y comedor como también el guardapolvo del patio principal serán pintados al oleo del color blanco indicado. Las canales lo serán de la misma manera el interior y azul oscuro el exterior. A todas las paredes interiores de las piezas que se pinten les dará sus correspondientes lechadas de manera que no suelten la caliza. Es de cuenta de Torres quitar y poner las celosías de las ventanas.14
La vivienda fue reparada en 1925, 1949 y 1953.15 En la década del 60 fue restaurada para destinarla a Museo de Arte Colonial, inaugurado el 10 de octubre de 1967, en el que se exhibe una de las colecciones de muebles y objetos más valiosa del país, gran parte procedente de los bienes de la familia Valle Iznaga (ILUS. 23.18 a 23.21) . 23.18. Salas del museo: comedor
El palacio Valle Iznaga es una típica residencia espirituana, configurada a través de crecimientos y adaptaciones. Tanto por su arquitectura como por las colecciones del museo, es uno de los exponentes más destacados del país.
N o ta s
23.19. Salón pequeño
1 ANC. Fondo Valle Iznaga, tomo
sin clasificar sobre el palacio de San Gonzalo, leg. 1.
2 Archivo Histórico Provincial de Sancti
Spíritus (AHPSS). Protocolos de José María Echemendía, 1754, f. 134 (dato facilitado por Javier León Valdés).
3 La visita eclesiástica, pp. 48-49. 4 AHPSS. Protocolos de Francisco
María Cañizares. Testamento de Jacinto del Castillo y Reyes, escritura de 30 de noviembre de 1797.
5 AHPSS. Protocolos de Juan Gabriel
Márquez de 1764, escritura de 19 de septiembre.
6 Ibíd. 7 ANC. Fondo Valle Iznaga, documento
citado: escritura de venta de Mónica del Castillo a Modesto del Valle, 16 de junio de 1826.
8 ANC. Fondo Valle Iznaga, documento
23.20. Habitación 23.21. Sala
citado: escritura de partición de bienes al fallecimiento de Fernando Alfonso del Valle, 22 de agosto de 1840, ante José María Serrano.
9 ANC. Fondo Valle Iznaga, documento
citado: «Obligación de obras de la casa de San Gonzalo», 25 de febrero de 1846.
10 ANC. Fondo Valle Iznaga, documento
citado.
11 Ibíd. 12 Ibíd. 13 Ibíd. 14 Ibíd. 15 La documentación existente
en el citado fondo Valle Iznaga del Archivo Nacional de Cuba sobre las transformaciones y reparaciones de la vivienda es en extremo prolija e imposible de comentar en toda su riqueza. Para más información véase dicho fondo.
239
veinticuatro
PALACIO ALDAMA La Habana …la casa como era de esperarse, ha quedado soberbia, capaz de competir con cualquiera de París o Londres cuanto á magnificencia […]. Carta de Miguel Aldama a Domingo del Monte, 8 de septiembre de 1844
E
Página opuesta: 24.1. Palacio Aldama
l palacio Aldama (ILUS. 24.1) , situado frente a la actual Plaza de la Fraternidad, ha sido considerado la residencia más notable del período colonial, expresión genuina de una nueva era de la arquitectura criolla, iniciada en el siglo xix. A finales de la anterior centuria aparecieron las primeras muestras de inconformidad con la arquitectura «barroca» o «tradicional»: los balcones de madera se vieron como miserables andamios, las portadas barrocas como elementos de pésimo gusto, la otrora elogiada habilidad del artesanado negro como una rémora al progreso del arte de construir con decoro, y los palacios de gobierno como expresivos de confusas ideas de grandeza.1 Opiniones que representaban un radical cambio en la orientación del gusto, abierto a la nueva corriente que desde el último cuarto del xviii se había apoderado de la arquitectura europea: el neoclasicismo, nacido en el alborear de los tiempos modernos al toque de campana de la Revolución Francesa. El neoclasicismo fue un movimiento artístico ilustrado, racional, que negó la duda barroca con la certidumbre reflejada en la simetría, el orden y la armonía de la composición. En un primer momento resultó vehículo de expresión de los ideales políticos más avanzados de la etapa. En Cuba se asocia al proceso de renovación ideológica gestado desde las aulas del Seminario de San Carlos y San Ambrosio bajo la conducción de esa notable personalidad de la época que fue el obispo Juan José Díaz de Espada Fernández y Landa (1756-1832) y los profesores del mencionado seminario, entre los que sobresale la inmensa figura del presbítero Félix Varela Morales (1788-1853). 241
24.2. Patio de la casa de Joaquín Gómez, actual hotel Florida, Obispo y Cuba
242
Otro factor de enorme trascendencia fue el arribo de numerosos artistas e individuos relacionados con la construcción, procedentes de distintos países, que renovaron el panorama artístico y arquitectónico insular. Los puertos cubanos se abrieron al mundo en 1818. Cuba estabiliza el importante intercambio comercial que desde la centuria anterior realizaba con los Estados Unidos, lo que unido al establecimiento en la Isla de comerciantes procedentes de ese país propició la entrada de las interpretaciones madereras de temas neoclásicos, propias de la arquitectura norteamericana desde fines del siglo xviii. Los tipos son los heredados de esa centuria, que se ofrecen según los rangos sociales: el «señorial» de dos plantas con entresuelo para las viviendas, reservado a las clases adineradas (ILUS. 24.2) ; el de una planta con zaguán para los sectores medios, y el de una planta sin zaguán, habitado por los de menos recursos. Dentro de este contexto se erige el palacio de Domingo Aldama Aréchaga, rico hacendado que tuviera numerosas propiedades e intereses en Matanzas y que se propuso fabricar la residencia más lujosa y moderna de su época. En 1838 su yerno Domingo del Monte le escribe a su concuño José Luis Alfonso para darle noticias sobre la adquisición de un terreno frente al Campo de Marte, en La Habana extramuros, donde «…ntro. padre político […] piensa hacer una casita de sencilla y elegante arquitectura, que si la hace p.r los planos que yo le he proporcionado será la mejor, la única de la Habana en la que se vean siquiera intenciones y barruntos de respeto y amor a las bellezas del Arte».2 Al año siguiente, el 1.º de marzo le confiaba: «…El plan de mi amo. [amigo] el ingeniero ha sufrido modificaciones p.r su costo…»3 —el ingeniero era Manuel José de Carrera, empleado del clan Aldama-Alfonso para la construcción de las líneas del ferrocarril de los ingenios de la jurisdicción de Cárdenas perteneciente a dicha familia. Sin embargo, en otra misiva, del 26 de mayo, Del Monte habla de unos libros regalados al ingeniero por la esposa de Aldama «…en retribución de unos elegantes planos que trazó p.a la casa de el Campo de Marte, aunque no se llevarán a cabo por su costo».4 Aldama tuvo la licencia de fabricación a finales del mes de enero de 1840. De inmediato se comenzó la construcción del edificio. Pero, a más de lo afirmado por Del Monte de que los planos realizados por Carrera se habían desechado por su costo, no se ha encontrado evidencia que lo vincule con la ejecución de la fábrica. La única relación entre el palacio de Aldama y la obra de Carrera es la similitud existente entre el portal de la estación del ferrocarril de Sabanilla, construida por él en la calzada de Tirry en Matanzas en 1850, y el del palacio habanero. Como afirmara Emilio Roig de Leuchsenring, es evidente que «…otra mano, la de un personaje afamado por su cultura y su gusto refinado intervino en el proyecto. […]».5 Pedro Herrera consideró los nombres de Francisco de Céspedes, concuño de Aldama, o el propio Miguel Aldama.6 El asunto queda dilucidado por los documentos —en copia facsimilar— donados por Rachel Filloux, nieta del arquitecto francés Julio Sagebien (1796-1867) al archivo de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, en los que se evidencia que fue su abuelo el director de la fábrica del palacio Aldama (ILUS. 24.3) .
En la primera mitad del siglo xix, Sagebien había alcanzado merecido renombre en Matanzas, donde se radicó en 1818 y en la que había construido sus edificaciones civiles más relevantes y sus afamados puentes (ILUS. 24.4 a 24.6) .7 El primer indicio del vínculo de Sagebien con el palacio Aldama se deduce de una carta fechada en La Habana en enero 1842 y dirigida a su madre, donde le dice «…en attendant je suis toujours […] très ocuppé et maintenant je me trouve à la Habana, je dirige la construction d´une maison considérable qui sera la plus belle de la ville […]».8 Su participación en la fábrica del palacio queda confirmada por una carta que José Luis Alfonso le enviara el 22 de abril de 1843, donde le expresa: Muy Señor mío: al regreso a la Habana el día 18 del corriente, supe con sorpresa y sobrado disgusto que todavía permanecía U. en Santiago de Cuba, a pesar de haberme dicho antes de irse, que su ausencia no pasaría de un mes. Del disgusto y la sorpresa pasé a otro sen24.3. Óleo de Julio Sagebein realizado por Leloup, tomado de: exposición «Jules Sagebien, un ingeniero francés en Cuba», Casa Víctor Hugo, 2009
timiento, que U. concebirá fácilmente con la lectura de la carta que dirigió U. a mi suegro en 1º del corriente y que mi cuñado abrió en la Habana y no se atrevió a mandar a su padre por no aumentar los sinsabores que recientemente
ha experimentado. En efecto, en su referida carta hace U. mismo su acusación en estas palabras que copio: «U. sabrá sin duda de que me he encargado de la construcción del ferro-carril de Cuba, y como también lo estoy de la construcción de su casa, me hallo con dos obras a la vez, que no puedo dirijir en persona, y no se hasta que punto le podrá convenir esto». Después de esta confesión, en vano trata U. de explicar ni disculpar su conducta […] con razones desnudas de todo fundamento, pues el compromiso que en alguna manera tenía U. anteriormente, era el de ir a trazar el camino como fue U., y no el de construirlo. La 2a razón que da U. es cabalmente contraproducente, pues por lo mismo que está la fábrica de mi suegro en vísperas de concluirse,
24.4 a 24.6. Edificaciones civiles construidas por Sagebien en Matanzas, tomadas de: Alicia García Santana: Matanzas, la Atenas de Cuba. Fotografía de Julio Larramendi
necesita más que nunca de la constante presencia y dirección de U.; porque son muchos, muy variados y muy delicados los trabajos que quedan por hacer. Así es que D. J. Lambden espera por U. […].9
En carta de 1.º de julio de 1843, Joaquín Arrieta le hace conocer que, a su criterio, el diferendo con Aldama no tenía solución, por lo que le recomienda que no regrese a La Habana: Mi estimado amigo: al momento de mi llegada a ésta, le remití a su esposa la carta que se sirvió U. darme para ella; en el vapor Villanueva y negros de la propiedad de U. que han sido espulsados por D. Domingo Aldama de su fábrica: con este tube una sección bastante larga sobre U. y sus ideas de dar una vuelta; pero lo hallé tan irritado, que por mas reflecsiones que le hice, no me fue posible calmarlo, diciendo que lo había U. engañado, con otras palabras todas ofensivas: traté pues de hacerle entender que el compromiso de U. para con el particular, por consiguiente que ninguna falta había U. cometido [roto] en la fábrica y tanto en la parte esterior como interior, he visto que continúan los trabajos con bastante regularidad y sin interrupción pues hay porción de piezas revestidas con gusto a mi ver, así es que por ahora no hay que pensar en viage para ésta, pues según observo y la predisposición que noto, seria a mi ver mas para irritar que para calmar los ánimos, continúe U. pues mi buen amigo en delante de los trabajos del Camino con la eficacia y asiduidad que acostumbra.10
24.7. Hojas de persianas de las galerías superiores
24.8. Mediopuntos de cristales
Arrieta, propulsor del ferrocarril de las minas del Cobre, tenía interés en que Sagebien permaneciera en Oriente. No tenemos noticias de si, en efecto, el laborioso francés regresó en ese momento a La Habana. Pero su presencia ya no era imprescindible, pues, para la fecha, el palacio estaba en fase de terminación.11 Por la documentación del riquísimo fondo Sagebien conocemos además que la carpintería le fue contratada a Juan Lambden y los pavimentos y mármoles a Francisco Bertolidi.12 El primero se comprometió a efectuar su trabajo al mismo precio y con igual calidad al que hiciera para la casa de Joaquín Gómez. Entre las obras por ejecutar relaciona: los pisos de las azoteas, las puertas de los balcones de cuatro hojas de tablero
24.9 a 24.11. Decoraciones murales de los cielos rasos
«…con sus romanas13 por la parte de afuera, mediopunto de cristal arriba, sus pilastras por la parte de a dentro formando un cajón donde se ocultan las hojas […]», «las romanas» de los arcos del patio y las pilastras con sus cornisas de los vanos (ILUS. 24.7) . Finalmente el contrato establece que «…en circunstancias de proponerse el Sr. Aldama emplear cristales de colores en la fábrica, si los pusiere, habrá que rebajarse del precio convenido el valor de los que yo había de colocar según este contrato, pero siempre será de mi cuenta la colocación en sus respectivos lugares de los que el espresado Sr. proporcione […]»,14 aclaración que inclina a considerar que los cristales de colores comenzaban a sustituir a los blancos o transparentes usados hasta entonces. No obstante, los mediopuntos del palacio Aldama tienen cristales transparentes: no fue variado el plan inicial en cuanto a estos (ILUS. 24.8) . Por su parte, el marmolista Bertolidi se comprometió a «…traer de Italia u otros países los mármoles que se necesitaren para hacer las dos escaleras y los suelos de la casa que está construyendo D. Domingo de Aldama en La Habana […]», a lo que añade: «Es también mi obligación labrar, cortar, pulir, asentar y colocar en su lugar con arreglo a las formas, dimensiones, clase y colores indicados por escrito en tres planos hechos por el Arquitecto director de la obra […]».15 No queda duda de que la carpintería —incluidos los mediopuntos de cristales de colores y las guarniciones de los vanos— y los pavimentos del palacio Aldama fueron ejecutados según proyectos elaborados por Julio Sagebien. Se ha intentado también identificar al autor de las decoraciones murales de la mansión, las de mayor realce del período colonial. Herrera considera con fundamento que fue el italiano Joaquín Albe,16 con la colaboración de su compatriota Daniel Dall’Aglio, y se realizaron con posterioridad a la conclusión de la fábrica entre 1844 y 1846 (ILUS. 24.9 a 24.11) , lo que explicaría la ausencia de información sobre ellas en los prolijos papeles de Sagebien. 245
24.12. Almacenes San José
24.13. Fachada interior del palacio Aldama
En 1847 Sagebien fue nombrado maestro de obras de fortificación del Departamento Occidental,17 y se radica en La Habana, donde construyó importantes edificaciones, entre otras, los almacenes de Casa Blanca (1845), el puente de Arroyo Arenas (1848), la torre del reloj de la iglesia de Guanabacoa (1851), la impresionante mole de los almacenes San José (1855-1858) (ILUS. 24.12) , el observatorio meteorológico (1858) y la remodelación del teatro Tacón (1859). Su obra inmensa en la construcción de las principales líneas del ferrocarril del país excede las posibilidades de esta breve reseña. Tal como se lo propuso su dueño, el palacio Aldama es un notabilísimo edificio. Concebido según el plan de la casa señorial (ILUS. 24.13 y 24.14) , está integrado por dos palacetes, vinculados por la fachada única, antecedida por el portal con columnas de sostén de un entablamento. A ello se suman, como factores de renovación, las portadas de clásica composición con frontones o entablamentos sobre pilastras, los guardapolvos sobre ménsulas en los vanos, los recuadramientos de los lienzos de pared con platabandas o pilastras, las voladas cornisas y el invariable pretil de coronamiento con sus copas de barro vidriado u otros materiales, y los balcones descubiertos sostenidos por grandes piezas de canto proyectadas hacia la calle (ILUS. 24.15) . En los interiores se evitan aristas tortuosas o contrastantes en aras de lograr un armónico, fluido y brillante conjunto. La impresión primera es
24.14. Planta baja del palacio Aldama, versión elaborada a partir del original tomado de: CICENCREM. Fondo Planos, sin clasificar, 19-02-75
de una fuerte luminosidad, lograda por la imponente escala y la expansión de la luz, sustituidos lo antiguos techos de armadura por cubiertas planas de vigas de madera, llamadas de «losa por tabla», muchas veces revestidas con cielos rasos. Planas, también, las puertas que rechazan las tallas del siglo xviii y se ofrecen en paneles rectangulares. Brillantes los pisos de mármol que desplazan los oscuros pavimentos de barro.
24.16 a 24.18. Triunfo del hierro
24.15. Elementos Triunfo del hierro que se ensede composición ñorea en ventanas, escaleras y arquitectónica de corredores interiores (ILUS. 24.16 las fachadas a 24.19) . Y, finalmente, el patio se transforma en el principal factor del ornato de la casa, con sus fuentes, esculturas, bancos y canteros de flores (ILUS. 24.20 a 24.22) . Es otra esta casa, aunque apenas modifica la disposición planimétrica de sus antecesoras. En resumen, mansión de auténtica y señorial elegancia, acusada en la época por un fastuoso amoblamiento.
24.19. Reja
N o ta s 1 Véase: Papel Periódico de la Havana,
55 y 56, julio, 1792. 2 Citado en: Pedro Herrera López:
El palacio Aldama. Una joya de la arquitectura habanera, p. 21. Sobre la historia del edificio y la familia véase este mismo libro. 3 Ibíd., p. 22. 4 Ibíd. 5 Emilio Roig de Leuchsenring:
La Habana. Apuntes históricos, p. 258. 6 Pedro Herrera López: Ob. cit.,
pp. 31 y 32. 7 Sobre la obra de Sagebien en
Matanzas y la arquitectura y el urbanismo de esa ciudad, véase: Alicia García Santana: Matanzas, la Atenas de Cuba. Fotografía de Julio Larramendi. 8 «Carta de Julio Sagebien a la madre
desde La Habana. Enero de 1842». AHHH. Fondo Sagebien, leg. 114, exp. 1. 9 «Carta (dos) a Julio Sagebien por
José L. Alfonso y J. de Arrieta sobre la construcción del ferrocarril de Cuba y el palacio Aldama», 1843. Los subrayados son del original. Ibíd., leg. 195, exp. 15. 10 Ibíd. 11 En diciembre de 1843 la familia
Aldama estaba viviendo en el palacio. Véase: Pedro Herrera López: Ob. cit., pp. 35-36. 12 «Contrata entre Juan Lambden y
24.20 a 24.22. Patio
Fue el palacio Aldama uno de los últimos exponentes de casona señorial-almacén, de factura similar a la de los palacetes de La Habana Vieja. Y es a la vez el principio de una diferenciación dada por la inserción del portal arquitrabado de sostén de entablamento. A partir de mediados del siglo xix, el portal corrido a lo largo de las calzadas de La Habana extramural será un importante factor de renovación urbano-arquitectónica, cuando el tipo de residencia con entresuelo es sustituido por nuevas propuestas más acordes con la época.
Miguel Aldama sobre la construcción de la casa de este ultimo frente a la plaza de Armas de extramuros, en cuanto a lo referente a las obras de carpintería. La Habana 22-10-1839. Se incluye además un plano de una edificación no identificada». AHHH. Fondo Sagebien, leg. 114, exp. 27. 13 Se llamó inicialmente «romanas» a
las persianas que después reconocemos como «francesas», por la participación de los de esa nacionalidad en su introducción y generalización en el país. 14 AHHH. Fondo Sagebien, leg. 114,
exp. 27, documento citado. 15 «Contrata con el marmolista
Francisco Bertolidi y Ca. Para los pavimentos del Palacio de Aldama». Ibíd., leg. 193, exp. 12. 16 Pedro Herrera López: Ob. cit., p. 47. 18 «Nombramiento de Julio Sagebien
como maestro de obras de fortificación del Departamento occidental por Mariano Carrillo de Albornoz», 1847. AHHH. Fondo Sagebien, leg. 193, exp. 21.
249
veinticinco
PLAZA MAYOR trinidad
[Trinidad es…] una bonita ciudad, irregular y quebrada, de unos quince mil habitantes, situada al lado del monte La Vigía y a unos cuatrocientos pies sobre el nivel del mar […]. Expuesta a las brisas de mar y tierra, con el clima más delicioso, se la reputa la más saludable ciudad de la Isla, en tanto que, por su hermosa posición en una zona rica y fértil, por sus grandes y dilatados panoramas, la belleza de sus queridas mujeres y la común hospitalidad de sus habitantes, sería —si hubiera siquiera un buen hotel— la ciudad más atractiva de la Isla para temporada […]. Samuel Hazard: Cuba a pluma y lápiz, 1873
25.1. Plaza Mayor
24.1. Palacio Aldama
L
25.2. «Plano topográfico, histórico y estadístico de la ciudad de Trinidad […] que levantaron […] los Agrimensores Dn Franco Lavallee y Dn Rafael Febles […] por Dn Rafael Rodríguez quien lo arregló y dibujó». Biblioteca Nacional José Martí. Mapoteca.
25.3. «Recuadro del Plano del puerto de Casilda, Masío y demás fondeaderos adyacentes a la ciudad de Trinidad comprendidos desde el Río de Guaurabo hasta punta Agabama situados en la parte meridional de la Ysla de Cuba construido de orden del Excmo. Sr. Príncipe de la Paz, Generalísimo de Mar y Tierra por el Capitán de Fragata de la Real Armada D. Juan del Río Cossa», año 1803. Museo Naval, Madrid, Sección Cartografía, Sig: XVIII-C-7. Fotocopia tomada por la autora en 1984
252
a plaza de la iglesia parroquial o Plaza Mayor de Trinidad ha llegado a nuestros días tal cual fuera en el siglo xix (ILUS. 25.1) . En el plano de 1842 se señala como Plaza Mayor el espacio situado enfrente de la parroquial, entonces en proceso de construcción.1 Dicho espacio tiene una rara configuración, difícilmente comprensible por comparación con modelos teóricos y solo explicable por ser el resultado de una praxis urbana centenaria (ILUS. 25.2) . La historia de la formación de esta plaza ilustra fehacientemente la falta de programa urbano previo que caracteriza a la zona más antigua de la ciudad. La disposición «medieval» de Trinidad, con un núcleo en forma de «media luna», en el que confluyen calles de distinto ancho, sin paralelismo y sin respeto por el lógico eje de esquina, no es una traición al orden regular que predomina en las ciudades hispanoamericanas, ni la adopción consciente del modelo irregular, sino la lógica consecuencia de su peculiar desarrollo histórico. La carencia de un plano de fundación, el carácter secundario de una población que no mereció la protección de fortificaciones —cuya filosofía militar se encuentra unida al trazado regular— y la ausencia, por tanto, de la figura de los ingenieros militares, responsables directos de la ortogonalidad de las ciudades del Caribe, explican la disposición irregular de sus calles, plazas y plazoletas. En tiempos primitivos, la fachada de la iglesia no estaba orientada hacia la plaza, sino de costado, con el eje mayor en sentido casi paralelo a esta (ILUS. 25.3) . El lugar donde hoy existe un parque era una escabrosa colina poco propicia para ser utilizada como plaza pública. En realidad, la plaza no era tal, y no solo la iglesia estaba de lado: las viviendas de su entorno, salvo las situadas al sur, también estaban de costado, con las fachadas de ingreso hacia las calles que conducen a la plaza. Esta plaza, por otra parte, no es la fundacional y, por tanto, no fue la Mayor, espacio primero de la ciudad desde donde crecería la población. Surge como la plaza de la nueva iglesia parroquial, edificio cuya construcción se inició a mediados del siglo xvii. En documentos del xviii se la denomina plaza de la iglesia parroquial, y solo en el xix se le da el calificativo de Mayor, con un nuevo significado alusivo a su carácter de plaza principal. A principios del siglo xix se demuele la antigua parroquial y, en su mismo solar, pero con la fachada hacia la plaza, se construye una nueva iglesia. Las calles de San Francisco y de la Soledad se unen bajo la nueva denominación de del Convento o San Francisco para el tramo entre San José y la plaza, y de la Veracruz o Santo Cristo entre la plaza y su prolongación hasta la plazoleta de Segarte. Al empedrarse las calles que circundan la plaza quedó definida su forma: un espacio trapezoidal, delimitado por las calles Real del Jigüe, Desengaño, Cristo y calle sin nombre frente a la casona conocida como de las Sánchez Iznaga, con una plazoleta triangular adjunta, hacia el lado de las calles del Cristo y Rosario (ILUS. 25.4) . En 1827 la pavimentación de las calles que rodeaban la plaza estaba casi terminada, gracias a la generosidad de José Mariano Borrell
y Padrón, quien fuera el principal mecenas que ayudó a la reconstrucción de la iglesia. En tiempos primitivos existió en la plaza una enorme cruz. En 1812 se erigió una estatua de la justicia y se le llamó Plaza de la Constitución. Restablecido el absolutismo en España, la estatua fue retirada. En 1834, a propuesta de Luis Brunet, se aprueba por real decreto la colocación de un busto de la reina Isabel II. En 1836 el conde de Brunet, hermano del proponente, solicita al Cabildo el cumplimiento de la disposición. No hay noticias de que se llegara a realizar la estatua. El 19 de septiembre de 1856 se inició la construcción de una «plaza de recreo en la plaza mayor», según el proyecto trazado por el ingeniero Julio Sagebien y Delgado, con la asistencia del trinitario Julio Bastida y Tardío, bajo los auspicios del gobernador Luis M. Serrano. Fue terminada en 1857 (ILUS. 25.5) . Para la construcción del parquecito se tuvo que salvar un desnivel considerable con respecto a la calle Real del Jigüe, aprovechado en 1868 para la construcción de aljibes públicos. La planta del parque responde a lo común en la época para los de su tipo: dos calles se cortan perpendicularmente y en su centro se origina un espacio circular. Un paseo perimetral permite la circulación por los cuatro lados exteriores. Entre los paseos se ubican jardines limitados por verjas de hierro, en los que se destacan las palmas reales. En un principio las verjas contaron con sus correspondientes farolas para alumbrado de aceite, lo que fue modificado cuando se instala el alumbrado de gas, inaugurado el 29 de diciembre de 1859, en honor de la visita de la trinitaria Antonia Domínguez de Guevara y Borrell y su esposo el capitán general
25.4. Plano de fuente desconocida, tomado de: CICENCREM. Fototeca. Este curioso levantamiento de la ciudad debe de corresponder a los mediados del siglo XIX , aproximadamente hacia 1859, cuando fuera erigido el parque de recreo, pues se aprecian este y la iglesia en construcción con la fachada hacia la plaza, pero no es el templo definitivo, sino uno anterior inconcluso. Lo interesante del plano es que representa en detalle la reestructuración urbana del área
25.5. Parque Serrano, Plaza Mayor
Francisco Serrano y Domínguez. Se ubicaron, entonces, farolas de pie. El pavimento es de losas bremesas. Los pilares que custodian las calles y bordes soportan copas de barro vidriado. En 1925 se colocó un busto de José Martí sobre el pedestal donde estuviera la estatua de Terpsícore. En 1980 se trasladó el busto del Apóstol hacia la Plaza de Carrillo y se repuso a Terpsícore en su lugar. El «parquecito», como se le llama, constituye el conjunto urbano colonial mejor conservado y más coherente del país. Entre los edificios que le rodean se destacan:
25.6. Iglesia parroquial Santísima Trinidad
25.7. Interiores de la iglesia
254
IGLESIA SANTÍSIMA TRINIDAD En 1817 se demolió la antigua iglesia parroquial y se inició el largo proceso de erección de una nueva, proyecto que no se enfrentó de modo definitivo hasta 1865, cuando el obispo fray Jacinto María Martínez Sáez se hizo cargo de la diócesis. La construcción del nuevo edificio estuvo bajo la dirección de Emilio Echeverría y Besada, maestro de obras del Cuerpo de Ingenieros de Trinidad (ILUS. 25.6) . En 1869 estaban casi terminadas las bóvedas, cuyas cerchas se deben al maestro carpintero Pedro Mora y Estepa. El 8 de febrero de 1870 el Banco Español le hizo entrega a Guillermo Schmidt, en calidad de depositario, de 19 047, 1 pesos, correspondientes a la donación realizada por José Mariano Borrell y Lemus, marqués de Guáimaro, para la construcción de la parroquial mayor. El obispo dio la suma de 2 000 pesos para la erección del nuevo pórtico. El 21 de noviembre de 1883 en el periódico El Telégrafo se dice que la fachada está casi concluida, y solo faltan el entablamento y el tímpano del frontón. Ese año murió el padre Francisco Leza, quien atendió por más de veinte años la construcción del edificio. Los trabajos decaen y, a la muerte de Echeverría en 1888, se paralizan. Era, además, un período de profunda depresión económica. El 10 de abril de 1890 fue nombrado párroco el padre Manuel González Cuer25.8. Detalle de la imagen vo, quien, a fuerza de tesón, renovó los del Cristo de la Vera Cruz trabajos. En 1891 el pintor Antonio Herr, con la asistencia de José Manso y Palacios, realizó el lienzo de la Santísima Trinidad que presidió el presbiterio. Ese mismo año se emplazó una cruz de mármol, adquirida por el general Narciso López para la iglesia de la Santa Cruz; se colocaron las barandas y escaleras de hierro de los púlpitos, donadas por Monserrate de Lara, y Guillermo Cacho y esposa donaron un altar de mármol dedicado a la virgen del Carmen. A principios de 1892 se puso el piso de mosaicos, novedad en la época, cuyo costo fue sufragado por el Estado; 6 bancos de mármol donados por Domingo Caballero, procedentes de la Quinta de Cantero, y el altar de mármol que originalmente tuvo la iglesia, contribución del obispo Manuel Santander y Frutos; se situó, además, una gran campana al lado de una de las torres, obsequio de Bárbara Iznaga. El costo del edificio sobrepasó los cien mil pesos.
La iglesia fue consagrada el 15 de febrero de 1892 por el obispo Manuel Santander, después de 75 años de construcción. Quedaron pendientes las torres. La Santísima Trinidad, uno de los templos mayores del país (ILUS. 25.7) , sobrepasa en mucho la escala de su plaza. En los interiores se destacan imágenes procedentes de la primitiva parroquial mayor, de la iglesia de San Francisco y de familias de la localidad (ILUS. 25.8) .
25.9. Casa de María de Olivera, Real del Jigüe y Desengaño
25.10. Palacio Ortiz, Real del Jigüe y Desengaño
25.11. Casa de José Mariano Borrell y Padrón, Real del Jigüe 33
CASA DE MARÍA DE OLIVERA Real del Jigüe 45 esquina a Desengaño En temprano siglo xviii los solares donde están las casas de Real del Jigüe 45, 47 y 51 pertenecieron a Martín de Olivera, uno de los jefes de las milicias organizadas para combatir a los ingleses de Jamaica. El enorme terreno fue desmembrado en partes. La número 45 se estaba fabricando «de tejas sobre horcones» en 1750, en medio solar que María de Olivera adquirió de su padre. En 1803 el inmueble de María de Olivera (ILUS. 25.9) pertenecía a María de los Dolores Jiménez. En 1827 era de Antonia Nicado, quien la aumentó en dos piezas de mampostería y teja a la izquierda del fondo de la casa. Recientemente ha sido restaurada por el arquitecto Lázaro Morgado, su actual propietario. PALACIO DEL REGIDOR JOSÉ RAFAEL ORTIZ Real del Jigüe y Desengaño. Galería de Arte Benito Ortiz En 1800 el regidor José Rafael Ortiz, casado con María del Carmen Campos, solicitó permiso al Cabildo para hacer un portal en la casa que intentaba erigir en la plaza de la parroquial. Los capitulares accedieron a la solicitud, «sin perjuicio del tránsito común». Sin embargo, no se construyeron portales a la casona de dos plantas, terminada en 1809 (ILUS. 25.10) . Ortiz la dejó a beneficio de la comunidad, y a la muerte de su heredera y viuda se alquilaron la casa y sus accesorias para diversos establecimientos; lo recaudado se empleó en los fines píos dispuestos por su dueño. Al crearse la Beneficencia, los alquileres se destinaron al sostenimiento de la institución y, posteriormente, al del hospital General Wood. En subasta efectuada en 1920 por el hospital, Saturnino Sánchez adquirió la vivienda de Ortiz en 6 000 pesos. La casona se distingue por el hermoso balcón de madera, cubierto con tejadillo, que recorre la fachada principal y parte de la del costado. Es, también, una de las pocas viviendas que cuentan con un entresuelo, solución común de la casa señorial habanera pero muy excepcional en el interior del país. No obstante, el entresuelo no se proyecta a la calle. Lo más llamativo son las extraordinarias pinturas murales, en el espíritu del rococó y del estilo Luis XVI. CASA DE JOSÉ MARIANO BORRELL Y PADRÓN Real del Jigüe 33 En 1812 Borrell compra una vieja casa de embarro y la demuele para edificar una nueva planta (ILUS. 25.11) , cuya tasación en 1826 ascendió a 10 503,2 pesos. La casa resulta un tanto atípica por ser una de las pri255
meras viviendas con el comedor abierto en arcos al patio. La sala se cubre con un hermoso techo de armadura, muy decorado. En la fachada, el alero de tornapuntas persiste y el acceso principal se destaca con una portada resaltada, de diseño similar a la de la capilla del ingenio Guáimaro, propiedad también de Borrell. PALACIO DE JUAN GUILLERMO BÉQUER Real del Jigüe s.n. Escuela-taller de la Oficina del Historiador de Trinidad y el Valle de los Ingenios El palacio del norteamericano Juan Guillermo Béquer ocupó solares donde existieron viviendas muy antiguas de las que no quedó huella alguna. Hacia 1831, Béquer construyó un nuevo edificio que fue considerado como uno de los mejores de su época en el país. Los herederos de Béquer se encontraron endeudados con la sociedad mercantil de Araoz y compañía, que en 1873 se adueña del inmueble. En 1909 Miguel de Araoz y Ledesma vende el palacio Béquer a la sociedad de Rovira y Hermanos, quienes, con la excusa de que estaba ruinoso y la promesa de levantar dos viviendas en el solar, demolieron la mansión. En 1915 Saturnino Sánchez Iznaga compró a Rovira y Hermano el solar donde estuvo uno de los edificios más sobresalientes de la ciudad y del país (ILUS. 25.12) . En la actualidad se ha adecuado el sitio para escuelataller de la Oficina del Conservador de Trinidad y el Valle de los Ingenios.
25.12. Grabado del palacio Béquer. Cortesía de Isabel Béquer
25.14. Patio de la casa de las Sánchez Iznaga
CASA DE LAS SÁNCHEZ IZNAGA Plaza Mayor. Museo de Arquitectura El núcleo más antiguo de esta vivienda consiste en lo que hoy es el martillo, inicialmente un colgadizo con la fachada hacia la calle de la Soledad, asumida en el espacio que en la actualidad llamamos Plazoleta de la Sacristía. El padrón de 1767 registra en el número 1 de la calle de la Soledad la casa del alférez real Manuel Antonio de Sotolongo. Entre la mencionada fecha y 1789 el inmueble crece hacia delante, donde se construye una estructura en 25.13. Casa de las crujía-galería, con la fachada hacia la plaza, y el colgadizo originaSánchez Iznaga rio es asimilado a manera de martillo. En 1789 el alférez real le adosa un portal, y es muy probable que en ese mismo año levantara la casa aledaña a la principal, destinada a alojamiento de la servidumbre esclava.
Sotolongo muere en 1795 y su esposa, María de la Caridad Martínez, le sobrevive hasta 1802, cuando se procede al avalúo de sus bienes. Ambas casas fueron tasadas en más de once mil pesos. Sin embargo, los pleitos familiares causaron grandes pérdidas económicas a sus herederos, lo que redujo la influencia de esta familia en la vida de la población. En 1819 Pedro Leonardo de Sotolongo y Martínez vendió a María
del Carmen Borrell y Padrón una casa de tapia y teja, situada en la plaza de la iglesia mayor, con el solar y sus accesorias en 8 000 pesos. La otra casita, construida en la esquina de la calle Real del Jigüe, pasó, por deudas de la familia, al párroco colector de capellanías Juan Francisco Ramírez, y este la vendió a María del Carmen, también en 1819. María del Carmen Borrell y Padrón era representante de una de las fortunas más sólidas de entonces. Hija de Pablo Borrell y Soler y de Ángela Josefa Padrón y Jiménez de Valdespino, en 1786 se casó con Pedro José Iznaga y Pérez de Vargas. En 1886 las dos viviendas pasaron a su nieta Concepción Iznaga y del Valle (ILUS. 25.13 y 25.14) . Entre esa fecha y 1900 fueron refundidas y remodeladas en la forma en que han llegado a nuestros días. En la fachada de la ubicada en la esquina de la calle Real del Jigüe, el acceso de entrada se transformó en ventana, las gradas de acceso en un jardincillo de esquina, y se le adosó un portal de similar factura al de la casa principal. Las rejas de barrotes de madera de ambas viviendas se sustituyeron por las de hierro y se colocaron barandas de este mismo material en el portal. La casa se pintó de azul. Se añadió una galería en horcones por el lado del patio a todo lo ancho de la nueva vivienda. Se construyó la cocina propiamente dicha al costado izquierdo del patio. En el lado opuesto se fabricaron cuartos para inodoros y un baño con ducha, gracias a lo cual se convirtió en una de las primeras residencias de la ciudad que contó con esas novedades de fin de siglo. Se instaló una planta de gas de carburo, por el cese del alumbrado público. María de la Concepción, Gloria y María de las Mercedes —llamadas «las Sánchez Iznaga» aunque eran en realidad Sánchez y Sánchez— vendieron la casa a la dirección del Sectorial de Cultura y Arte del Poder Popular Municipal por escritura del 21 de noviembre de 1978. Al año siguiente se procedió a su restauración bajo la dirección de Alicia García Santana, Teresita Angelbello y Víctor Echenagusía, quienes también atendieron el montaje del museo de Arquitectura, cuyo proyecto estuvo a cargo de Lorenzo Urbistondo. El museo fue inaugurado el 3 de noviembre de 1979.
25.15. Casa Padrón
CASA DE ÁNGELA BORRELL Y PADRÓN Desengaño 457 esquina a Real del Jigüe. Museo de Arqueología Esta vistosa casa es un antiguo inmueble transformado en el siglo xix (ILUS. 25.15) . A principios de esa centuria pertenecía a Ángela Borrell y Padrón, hija de Pablo Borrell y Ángela Padrón y Jiménez de Valdespino. En 1835 Ángela Borrell estableció un contrato con Manuel Burín y Francisco de Aramendi para la reedificación de la casa. La remodelación consistió en orientar la fachada hacia la plaza, para lo cual se aumentó una crujía por el lado de la calle del Desengaño, donde se colocó la puerta de entrada y se adosó un portal, con techo de azotea. Se construyeron las dependencias altas y, 257
en los bajos, la cocina. El derrotero de la calle del Desengaño y el ámbito de la plaza fueron alterados. Poco después, en 1839, Ángela compró a José Luis Pacheco una casa de embarro, tapia y tejas situada en un solar en la calle del Desengaño —lindando con la vivienda de la compradora—, que Pacheco había fabricado a sus expensas en terreno mercedado por el Ayuntamiento el 12 de septiembre de 1835. Al morir Ángela Borrell y Padrón en 1854, la casa pasó a su sobrina-nieta Nicolasa Sánchez Iznaga, y de esta a los hijos de su hermano Saturnino Sánchez Iznaga y María de la Concepción Iznaga y del Valle. En las primeras décadas del siglo xx la casa fue alquilada para un colegio religioso. Su restauración y el montaje del Museo de Arqueología se efectuó en la década del 70, dirigida por el arqueólogo Alfredo Rankin Santander.
25.16. Casa de los Armenteros
CASA DEL ALCALDE MAYOR PROVINCIAL PEDRO DE ARMENTEROS Y GUZMÁN Cristo 49, 51 y 53 esquina a Desengaño. Casa natal de José María Sánchez Iznaga Entre 1753 y 1759 Pedro de Armenteros fabricó en el solar que fuera de Carlos Sorí una vivienda que en 1847 pertenecía a sus descendientes. En 1853 Rita de Armenteros la vendió a Ana Belén Sánchez, quien la adquirió para su sobrina Nicolasa, y esta la legó a María del Carmen Malibrán y Sánchez; de ella pasó a Saturnino Sánchez Iznaga, hermano de José María. Esta casa es la única que se mantiene de costado a la plaza (ILUS. 25.16) . Remodelada en el siglo xix, ha sufrido grandes transformaciones interiores en el xx.
CASA DE CONCEPCIÓN IZNAGA DEL VALLE Cristo 54 A principios del siglo xix la casa de mampostería y tejas existente en este solar pertenecía a Ángela Padrón, viuda de Pablo Borrell; pasó por herencia a su hija María del Carmen, y de esta a Bárbara Iznaga Borrell, casada con Pedro Gabriel Sánchez, de quienes, a su vez, la heredó Nicolasa Sánchez Iznaga y la donó a sus sobrinos. En 1859 Pedro Gabriel Sánchez declaró 258
que los herederos habían acordado adjudicar la casa a Saturnino, casado con Concha Iznaga del Valle, quien dispuso su modernización mediante la elevación de los puntales, la reconstrucción de la galería en arcos sobre pilares cerrados con mediopuntos, la ampliación de un zaguán al costado de la vivienda y la incorporación de la casa del fondo con salida a la calle del Desengaño a modo de cochera (ILUS. 25.17 y 25.18) . En esta morada residió hasta su muerte el historiador Carlos Joaquín Zerquera y Fernández de Lara. 25.17. Casa de Concha Iznaga 25.18. Galería con mediopuntos de la casa de Concha Iznaga
PALACIO DE LOS CONDES DE BRUNET Cristo y Desengaño. Museo Romántico El palacio Brunet (ILUS. 25.19) preside por el norte la plaza principal de la ciudad y es uno de los edificios más vistosos del conjunto, fabricado en el siglo xix en sustitución de una antigua vivienda. En 25.19. Palacio 1807 José Mariano Borrell y Padrón comBrunet
pró la vieja casa de una sola planta que perteneciera al presbítero José Antonio de Silva. En ese mismo año Borrell se dirige al Cabildo para solicitar «…licencia para la formación de un portal al frente de la casa que está construyendo en la plazoleta de la Iglesia Mayor», lo que le conceden con tal que no afecte el tránsito y anchura de la calle. En 1830 José Mariano declaró en su testamento la casa de «…alto y bajo haciendo esquina a la propia Plaza en las calles del Desengaño y del Convento»; heredó la residencia su hija Ángela Borrell y Lemus, quien en ese mismo año se casó con Nicolás Brunet y Muñoz, por cuyo apellido sería conocida. En el siglo xx el edificio fue adquirido por Antonio Frías. Este lo vendió el 10 de enero de 1947 a la asociación Pro-Trinidad para destinarlo a museo, y el 21 de abril de 1959 pasó a la propiedad del Estado cubano. El palacio Brunet fue restaurado bajo la asesoría del arquitecto Daniel Taboada y la dirección del historiador de Trinidad, Carlos J. Zerquera, responsable también del montaje del Museo Romántico, abierto al público el 26 de mayo de 1974 (ILUS. 25.20) . Dado el excepcional estado de conservación de la ciudad, cuya formulación histórico-arquitectónica está unida a la actividad azucarera desarrollada en el valle de San Luis, el 8 de diciembre de 1988 la UNESCO le concedió a Trinidad y a su Valle de los Ingenios la categoría de Patrimonio de la Humanidad (ILUS. 25.21 y 25.22) .
25.20. Patio interior del palacio Brunet 25.21. Plaza Mayor
25.22. Vista de la ciudad hacia las montañas
En la Plaza Mayor de Trinidad nos despojamos de la pesada carga de los apuros. Como si su conservado ambiente no solo provocara el inevitable asombro y deleite que deriva de introducirnos, sin rupturas, en el pasado, sino también que desde ese pasado nos llegaran, además de sus evidencias físicas, modos de vida desaparecidos.
N o ta 1 Sobre la Plaza Mayor y la ciudad
de Trinidad, véase: Alicia García Santana: Trinidad de Cuba, un don del cielo. Fotografía de Julio Larramendi.
261
veintiséis
CASA O’FARRILL MADRUGA ¿Conoces tú mi región / do alto el Copey se mece / con melodiosa canción…, / y donde esbelto florece / con belleza y profusión? // ¿Donde brotan rumorosos / virtuosos manantiales, / que se muestran generosos / curando múltiples males / desde tiempos nebulosos…?// […] // ¿Donde la cima se eleva / de la loma de la Gloria / que en su dulce seno lleva / los hijos de la victoria / como una gentil manceba. // […] // Es aquí donde yo anhelo / luchar, amar y vivir / a la vera de este suelo / quiero dejar de existir / como un último consuelo. // […]. Julio Leiva Cepero: «Madruga, mi región», 1933
C
onstruida como vivienda de veraneo para los miembros de la poderosa familia O’Farrill, es ejemplo del tipo arquitectónico doméstico que caracteriza el conjunto urbano de Madruga en los mediados del siglo xix, con los cambios que tuvieron lugar en el último tercio de esa centuria (ILUS. 26.1 y 26.2) . Madruga fue fundada en tierras del hato de Santo Domingo o el Quabal, perteneciente a la hacienda Macuriges, propiedad a mediados del siglo xviii de Lorenzo Montalvo y Alarcón, primer conde de Macuriges. Dividido el hato de Santo Domingo entre muchos particioneros, porciones considerables eran de los Hernández Madruga, radicados en Guanabacoa,1 y de sus parientes, los hermanos Bernardo, Teodoro y Andrés Sardiñas, los que el 9 de enero 1792 le encargan al agrimensor Juan Borroto: …medir y deslindar una caballería de tierra que unánimes y conformes cedieron y donaron […] para la Iglesia […] en el asiento de la hacienda el Quabal de Madruga […] que la población de gentes que alli se han aumentado en San Francisco, Cangre, San Blas, el Itabo, Pipián, Cayajabos, El Jobo, Las Vegas exige este socorro espiritual que dista cerca de varias leguas de Macuriges […]. Que el sitio que lleva referido es abundante de aguas, sano y a propósito para formar un Pueblo, a que concurrirán las gentes que anualmente van a tomar los baños […].2
La cesión de esa caballería para la construcción de la iglesia fue el origen del pueblo, en el centro de tierras propias para plantaciones de café y azúcar, y que contaba con un recurso muy apreciado en la época: aguas sulfurosas, ponderadas por sus bondades curativas (ILUS. 26.3) . En 1800 las aguas de Madruga aliviaron los dolores del sobrino del capitán general 262
26.1 y 26.2. Casa O’Farrill
26.3. «Plano don Luis Alejandro de Basdemostrativo de la secourt, conde de Santa jvrisdiccion de la Clara, a cargo del trazado Havana en la Ysla de Cuba», 1801. Cortesía del camino real entre La HaEmilio Cueto bana y Matanzas. Agradecido, intercedió para que se aprobara la fundación de un poblado a la vera del camino, en las tierras donadas por los Sardiñas, en las que se había comenzado la construcción de una modesta iglesia, a cuya fábrica también contribuyó. En los primeros meses de 1803 el templo fue inaugurado. En 1810 se le encomienda al agrimensor Ángel Alberto Salens el plano de la población, lo que llevó a cabo sobre la base de un trazado de ocho calles de norte a sur y otras tantas de este a oeste organizadas en cuadrícula, integrado por manzanas cuadradas, compartimentadas en seis lotes rectangulares orientados al norte, salvo los de los lados este y oeste de la Plaza Mayor, dispuestos en ese sentido y único espacio libre de la traza (ILUS. 26.4) . En el entorno de la plaza se previó la ubicación del ayuntamiento, no así de la iglesia, ya establecida. Sin embargo, ocurrió que la primitiva desapareció y fue necesario construir un nuevo templo, para lo que fue utilizado un lote no ocupado de una manzana próxima a la plaza (ILUS. 26.5) . El pueblo descansa sobre una pendiente suave, al sur de la loma de la Gloria, rodeado de pintorescos paisajes de montes cubiertos de palmas reales. Los lotes, cuya propiedad fue dividida entre los donantes, fueron vendidos a censo. El perímetro de la población no era rectangular, como hubiera sido de esperarse, sino triangular, pues quedaron fuera los terrenos pertenecientes a los O’Farrill, en los que se encontraban los baños de la Paila, finalmente cedidos a la ciudad por dicha familia, según inscripción grabada en un tarja puesta en sus paredes con el texto siguiente: «En Junio de 1820 hizo donación al público de esta casa de baños el Ecmo. Sr. Brigadier D. José Ricardo O’Farrill. […]».3 Sin embargo, el trazado concebido por Salens tardó mucho tiempo en consolidarse, puesto que la población consistía en un agrupamiento de bohíos provisionales, levantados en el período de verano y des26.5. Iglesia de truidos al término de la tempoMadruga, óleo, rada de los baños. Según el tescolección del timonio de J. Wurdermann, en Museo Municipal de Madruga 1841 «…la enjalbegada iglesia
264
26.4. «Plano demostrativo del terreno separado para el Pueblo del cuabal de S. Luis de Madruga dividido en manzanas y solares según y como se manifesta» (copia hecha por José Díaz Báez), tomado de: ANC. Escribanía de Hacienda, leg. 110, núm. 1988
de Madruga [estaba] posada sobre una alta loma y unas pocas casas de la aldea […]»,4 es decir, no había un conjunto urbano propiamente dicho. En el censo de 1846 se da cuenta de la existencia de 107 viviendas, 63 de guano, 7 de madera y tejas, y 37 de mampostería y tejas.5 Las cosas comenzaron a cambiar a raíz del ascenso económico de la jurisdicción vinculado a sus ingenios —Industria (de Guillermo González), Santa Rita (de Juan José Núñez), San Miguel (de P. Montalvo), San Antonio (de Rafaela O’Farrill), San Juan Nepomuceno (de Francisco Córdova), Concordia, La Esperanza y Cayajabos (de José Ricardo O’Farrill)—6 y la llegada del ferrocarril a El Roble —zona rural— en 1859 y a la población en 1861 (ILUS. 26.6) . Precisamente en 1859, el ayudante de caballería Enrique Morales argumenta ante el Ayuntamiento de Güines la necesidad de realizar un nuevo plano, pues …Que notando el considerable incremento qe debe esperarse en este Pueblo, ya por la afluencia de forasteros á disfrutar sus aguas medicinales como también por la construcción y pronta terminación de las nuevas líneas férreas […]. El Pueblo posee el plano levantado por el agrimensor en la repartición primitiva de solares […] con el transcurso del tiempo, pasando a poder de nuevos dueños por herencias o intestados no terminados y borradas las señales sensibles que indicaban su primitiva posición, es de imperiosa necesidad levantar un nuevo plano, arreglado a la época actual, en que consten los solares fabricados, los que tienen sus dueños conocidos y presentes, los que teniéndolos viven ausentes y no se cuidan de ellos, los que no son velados por ningún poseedor […].7
26.6. Estación de ferrocarril de Madruga, foto antigua tomada del «Álbum» de Julio Leiva
En un «Álbum» confeccionado por el educador madruguero Julio Leiva, se inserta una copia del plano elaborado por Salens y acotado por Morales (ILUS. 26.7) , por cuya leyenda se aclara el proceso de formación urbana de la población: Las manzanas que corren de E. a O. tienen 81 varas; y los seis solares que hay en cada una tienen 27 vrs de frente y cuta de fondo. Las que corren de N. a S. tienen 80 varas y los seis solares de ellas 30 vs 2/3 a frente y 40 ½ de fondo. Las calles tienen diez seis varas de ancho. Las manzanas que van señaladas en perfil obscuro y en los angulos una pinta negra, son que pertenecen a los herederos de D. Bernardo Sardiña que son siete, los que se le han señalado del modo siguiente= A D José Sardiña con la letra Jh- A D Juan con Jn = A D Pedro con P = a D. Antonio con A = a Dn Nicolas Sard con N= A Da Rosa con R= y a Da Josefa con B. Que son asignados a dichos herederos 100 solares, quince para cada uno, procurando todo lo posible en su asignación que cada uno le sufre [sic] igual porción de los de varias calidades de los heredados de D. Teodoro y D. Jacinto Sardiña. Cuabal de Madruga, y Junio treinta de mil ochocientos diez años, Ángel Alberto Salens.
Las acotaciones de Morales son las siguientes: con una cruz marcó los solares de la iglesia antigua y su cementerio, ubicada en la manzana frente a donde en la actualidad se encuentra el convento de las Hermanas de la Caridad. Los solares destinados a la escuela y a los baños de aguas medicinales de La Paila, El Templado, Castilla, El Tigre y el solar de la escuela están sombreados en rojo. Con orla amarilla destacó los solares de los herederos de D. Bernardo
26.7. Plano de Madruga elaborado por Ángel Alberto Salens con las acotaciones realizadas por Enrique Morales, en «Álbum» de Julio Leiva. Cortesía de Enrique Rivero
265
26.8. Plano de la ampliación en el baño Templado, elaborado por Teodoro Dod, tomado de: «Expediente sobre reparaciones y construcción de casas de los baños en Madruga», 1859. ANC. Gobierno General, leg. 110, núm. 5089
Sardiñas; con orla azul, los de Josefa del mismo apellido; los de fondo verde, los que José Ricardo O’Farrill repartiera en 1827, y los que se indican en verde con trazos en plumilla son los pertenecientes a los herederos de este. El terreno de fondo rosado, que es el faltante para que el poblado tenga un perímetro rectangular, le correspondió a Jacinto Sardiñas, cedido a Martín Aróstegui, quien también lo parceló en lotes. El recinto urbano entonces configurado constituye el núcleo del centro histórico urbano de Madruga. En ese mismo año 1859 se propone la reconstrucción de los balnearios, en virtud del favorable informe elaborado por Álvaro Reynoso sobre las bondades de las aguas medicinales. El proyecto de las edificaciones adecuadas para estos se le encargó al ingeniero norteamericano Teodoro Dod, empleado en el ingenio Amistad, de Güines. Dod realizó un concienzudo estudio del estado de los balnearios y elaboró excelentes propuestas que dan la medida de la creciente importancia del poblado (ILUS. 26.8 a 26.15) . Sus proyectos resultan bellos testimonios de la temprana introducción del nuevo tipo constructivo de madera que, proveniente de los Estados Unidos de Norteamérica, se generaliza en la segunda mitad del siglo xix y primeras décadas del xx.8
26.9 a 26.11. Planos de la casa de baño del Copey, Madruga, elaborados por Teodoro Dod, tomados de ídem
26.12. Plano de la ampliación en el baño de la Paila, elaborado por Teodoro Dod, tomado de ídem
266
26.13 a 26.15. Planos de la casa de baño del Tigre, Madruga, elaborados por Teodoro Dod, tomados de ídem
En 1866 se mejoraron los baños de la Paila, reconstruidos en 1895 según las recomendaciones del ingeniero Dod (ILUS. 26.16) de: …madera sobre zócalo de cantería. Hay pabellón de señoras y de caballeros. En ambos existen
casetas
para
cada bañista, locales separados para bañaderas y departamentos destinados á recibir la instalación hidroterápica. En el de caballeros hay un salón que se destinaba á sala de pulverizaciones y duchas nasales y auriculares. Piscina de señoras […]. Piscina de caballeros […]. Manantial de agua potable. Baños de aseo.9
26.16. Baño de la Paila, 1912. Cortesía de Eladio Miguel Suárez Castillo
Los del Tigre fueron levantados de mampostería y teja en 1867, con los correspondientes departamentos para damas y caballeros. Como se advierte en un plano de 1861, la casa de los O’Farrill fue construida en un lote de la propiedad de Teodoro Sardiñas (ILUS. 26.17) . Según descripción fechada en ese año, tal vez el de su fabricación, la vivienda de José Ricardo O’Farrill y O’Farrill contaba con 58 varas de solera, 14 horcones de júcuma, 45 varas de cielo raso, 6 puertas, cocina y colgadizo de guano, 6 llaves de jaba, 42 tijeras de tornapunta, 24 péndulas y 2 104 tejas,10 descripción de la que se deduce que la casa estaba dispuesta en una crujía con galería adosada y una habitación al costado derecho de esta, sin poder imaginar la distribución de sus vanos dado el escaso 267
26.17. Plano de Madruga, 1861, tomado de: ANC. Escribanía de Hacienda, leg. 110, núm. 1988
número de puertas que se relacionan; techos de armadura de madera, sostenida con tijeras, cubiertos con cielos rasos; galería y portal en horcones de madera; cocina al fondo del solar en colgadizo cubierto con guano. Es probable que la vivienda fuera fabricada precisamente por José Ricardo O’Farrill y O’Farrill (1816-1882), hijo de Rafael O’Farrill Herrera (?-1845) y de María Luisa O’Farrill y Arredondo, su sobrina, uno de los herederos de su hermano José Ricardo O’Farrill Herrera (1749-1842), mayorazgo de esta familia. Como ya se apuntó, José Ricardo fue de dueño de 3 de los 8 ingenios de la jurisdicción. Su residencia permanente fue el bellísimo palacete habanero de la calle Cuba esquina a Chacón, construido por su padre hacia 1833.11 A fines del siglo xix la casa madruguera de los O’Farrill estaba en muy mal estado de conservación como consecuencia de la ruina de esta otrora riquísima familia.12 En 1882 la hereda Rafael O’Farrill y Montalvo, hijo de José Ricardo, y en 1889 la vende a José Lavín Cano, comerciante radicado en Güines.13 Lavín y Cano reconstruyó la vivienda y la amplió hacia la profundidad del solar, con lo que adquirió 26.18 y 26.19. Elevación y corte de la casa de OFarrill, la fisonomía con que ha llegado a versión elaborada a partir nuestros días (ILUS. 26.18 a 26.22) . Es de los originales tomados de: el momento en que se sustituyen CICENCREM. Fondo Planos, proyectado por el arquitecto los apoyos de madera del portal por Jorge Toledo, mayo de 1981, las columnas de ladrillos aplantisin clasificar llados (ILUS. 26.23) . Como se aprecia en un plano fechado en 1893, el lote correspondiente a la casa de los O’Farrill estaba completamente ocupado (ILUS. 26.24) .
26.20. El patio y sus galerías
26.22. Horcón de las galerías del patio
26.23. Detalle de los ladrillos aplantillados de las columnas del portal 26.21. Vista del patio desde la galería hacia el fondo 26.24. «Planos topográficos de las poblaciones del término municipal de Madruga por Facundo Cañada López y Severo Gómez Núñez». Biblioteca Nacional José Martí. Mapoteca
26.25. Glorieta del parque de Madruga
En ese plano se indican en color rojo las edificaciones construidas y en rosado las que estaban en proceso de fabricación. En la última década del siglo xix la población consolidó su estructura urbana y arquitectónica, en torno al centro-ciudad representado por la Plaza Mayor. En 1907 se dispuso la construcción de un parque de recreo en la plaza, bautizada como de la Independencia, con paseos arbolados y bancos. Entre 1926 y 1927 el arquitecto Gerardo Velaz construyó la glorieta (ILUS. 26.25) , orgullo de los madrugueros, y en la que por muchos años tocara la orquesta dirigida por el maestro José Urfé, una de las glorias musicales de Cuba. En la primera mitad del siglo xx la casa O’Farrill fue destinada a escuela pública de varones; en la actualidad es sede del Museo Municipal de Madruga, en el que se exhibe una valiosa colección de muebles y objetos de época (ILUS. 26.26 a 26.31) , gran parte de los cuales procede de la casa de vivienda del ingenio El Rosario, en Aguacate.
26.26. Dormitorio 26.27. Sala
N o ta s 1 Véase: ANC. Protocolos de Ortega, escritura de
10 de noviembre de 1759, f. 1082; Libro 11 de la Anotaduría de Hipotecas, f. 137v., y Protocolos de Salinas, escritura de 25 de abril de 1795, f. 624v.
2 «Expediente de la cesión que hacen los señores
Bernardo Sardiñas y hermanos de una caballería de tierra de las de la hacienda titulada Santo Domingo del Quabal para la fundación de una iglesia en el partido de Macuriges», 1792. ANC. Fondo Realengos, leg. 98, núm. 2.
3 Madruga. Memoria sobre sus aguas minero-
medicinales, p. 15.
4 John G. Wurdemann. Notas sobre Cuba, p. 128. 5 Véase Cuadro estadístico de la siempre fiel
Isla de Cuba correspondiente al año de 1846 formado bajo la dirección y protección del Escmo. Sr. Gobernador y Capitán General don Leopoldo O-Donnell, por una comisión de oficiales y empleados particulares, p. 99.
6 Carlos Rebello: «Estados relativos a la
26.28. Comedor 26.31. Alacena
producción azucarera de la Isla de Cuba». En: Luis Miguel García Mora y Antonio Santamaría García, editores: Los ingenios. Colección de vistas de los principales ingenios de azúcar de la Isla de Cuba, el texto redactado por Justo G. Cantero con láminas del natural y litografiadas por Eduardo Laplante, p. 320.
7 ANC. Gobierno Superior Civil, leg. 1124,
núm. 41730.
8 «Expediente sobre reparaciones y construcción
de casas de los baños en Madruga», 1859. ANC. Gobierno General, leg. 110, núm. 5089.
9 Madruga. Memoria…, cit. p. 15. El edificio
descrito, con sus hermosos jardines, fue demolido sin razón en la década del 60. En el lugar ha sido construida una instalación para fisioterapia.
26.30. Retrato de José Ricardo O’Farrill
10 «Padrón de la riqueza urbana, jurisdicción
de Güines». ANC. Gobierno General, leg. 434, núm. 21053.
26.29. Despacho
11 ANC. Escribanía de Guerra, leg. 44, núm. 38. 12 José Ricardo O’Farrill y O’Farrill fue uno de
Como todas las poblaciones cubanas consolidadas en la segunda mitad del siglo xix y primeras décadas de la centuria siguiente, las casas con portales en sus frentes otorgan identidad a Madruga, pueblito que, como tantos otros similares del resto del país, también tiene valores patrimoniales.
los individuos más ricos del siglo xix. Su ruina fue estudiada por Roland T. Ely en su libro Cuando reinaba su majestad el azúcar, al que remitimos al lector. No obstante, calcúlese que para la refacción de sus ingenios (sumados a los madrugueros poseía otros dos, intereses en un tercero y trece establecimientos ganaderos) solicitó un préstamo de más de medio millón de pesos, otorgado de una sola vez. Como afirma Ely fue «…el adelanto más grande que se hizo a un hacendado cubano en el siglo xix». Pero los intereses de una deuda tan descabellada, unidos a un estilo de vida de grandes dispendios, provocó el colapso económico de esta familia a favor de la Casa Drake, de la propiedad de don Tomás Terry.
13 Véase Carlos Suárez Sardiñas y Tania
Hernández León: «Historia de la casa de los O’Farrill», trabajo inédito facilitado por Lourdes Moleiro, directora del Museo Municipal de Madruga.
271
veintisiete
OBRAS DE DANIEL DALL’AGLIO Matanzas
Cuando la triste soledad sombría, En esta plaza por doquier reinaba, Yo recuerdo, Daniel, que te encontraba, Como una estatua silenciosa y fría. Sobre las piedras meditar te veía, Porque tu mente espléndida creaba El digno monumento que soñaba, Como soberbio alcázar de Talía. Nadie pudo alcanzar el pensamiento, Que guardabas altivo en tu memoria, De perpetuar en el cubano asiento, Escrita en piedra, tu brillante historia, Y hoy exclama tu propio monumento, ¡Tuya la inspiración, tuya la gloria! Rafael Otero: «Soneto», 1863
L
a presencia del arquitecto italiano Daniel Dall’Aglio1 en Matanzas está relacionada con tres obras muy relevantes: el teatro Esteban (Sauto) (ILUS. 27.1) , la iglesia de San Pedro, en el barrio de Versalles (ILUS. 27.2) , y la fachada de la iglesia de San Juan, en Pueblo Nuevo (ILUS. 27.3) . El italiano dejó una imperecedera huella en una de las ciudades cubanas más opulentas en la centuria decimonónica, en virtud del desarrollo azucarero de su jurisdicción. Hacia mediados del siglo xix, Matanzas era considerada una de las urbes mejor trazadas y construidas de la época, por la erección de obras muy complejas, como fueran las relevantes edificaciones civiles levantadas según los proyectos del francés Julio Sagebien, los modernos proyectos para los puentes de sus ríos o las obras asociadas al indetenible avance de las líneas del ferrocarril.
27.1. Teatro Sauto
27.2. Iglesia de San Pedro 27.3. Iglesia de San Juan
En pocas décadas, en Matanzas surgieron espléndidas construcciones públicas y privadas, a las que se sumaron las de Dall’Aglio, notables por el equilibrio de la composición y la nobleza de su factura. En su época Jacobo de la Pezuela calificó al teatro «…digno de cualquier capital europea, es entre todos los de su clase en los dominios españoles, el segundo en buen gusto, el tercero en riqueza arquitectónica y el cuarto en extensión y riqueza de obra».2 La construcción del teatro matancero fue un proyecto de la comunidad. Para poder llevar a cabo este propósito tuvo lugar una primera junta e1 1.º de octubre de 1858, en la que se acordó la creación de una sociedad anónima.3 El 29 de enero de 1860 se dio a conocer el decreto del gobernador superior civil de 17 de noviembre de 1859, en que se aprobada la formación de la sociedad anónima. Electos los integrantes de su dirección administrativa, fue nombrado presidente el mencionado gobernador, y en tal condición facultado para designar a los demás miembros: Jaime Fonrodona, vicepresidente; José Miguel Angulo, director, y los vocales Ambrosio C. Sauto, Kose Serrate, Pedro Hernández Morejón y Ramón Brufau. La sociedad estaba constituida por 276 accionistas que representaban 1 551 acciones de 100 pesos cada una. Para la elaboración del proyecto arquitectónico se convocó a un concurso4 en el que participaron Francisco Piqué, José Borrell, Francisco Sosa, Carlos Bosh y Romañach, Mr. Reynolds5 y Daniel Dall’Aglio. Borrell se había distinguido por la construcción de la morada del gobernador Oña, después destinada a hotel Louvre; Sosa habría del alcanzar relevancia por su participación en la construcción de la iglesia de Versalles y el cementerio; Piqué estaba al frente de los ferrocarriles; Bosh, «nombrado por S. M.» arquitecto municipal de Matanzas a fines de 1860 —de lo cual puede inferirse que era graduado de la Escuela de San Fernando—, fue trasladado a La Habana el 8 de febrero de 1861 por disposición del capitán general, y sustituido por el agrimensor Andrés del Portillo;6 Dall’Aglio había trabajado con Joaquín Albe en las decoraciones del teatro Tacón, del palacio Aldama en La Habana y en las decoraciones murales de los edificios trinitarios de la propiedad de José Mariano Borrell y Lemus, marqués de Guáimaro, a los que ya hemos hecho referencia. La junta directiva del teatro, en sesión celebrada el 13 de febrero de 1860, acordó pasar los proyectos recibidos al teniente coronel de Ingenieros Francisco de Albear y Lara «…para que se sirviese informar acerca del que con-
siderase más adaptable en vista de las instrucciones que se le remitían conjuntamente. […]».7 El 1.º de mayo se dio lectura al informe de Albear que indicaba como aceptables las propuestas de Piqué y Dall’Aglio, «…si bien consideraba que en uno y otro se hacían necesarias ciertas modificaciones para la perfección de los mismos y habiendo dejado a la Junta la elección del que más en consonancia estuviese con sus recursos y conveniencias, la Directiva eligió el del Sr. Dalaglio, por una mayoría de tres votos contra uno […]».8 La piedra de ceremonia se colocó el día 15 de octubre de 1860. El teatro fue ubicado al centro de la plaza de La Vigía, exenta su inmensa mole, lo que le otorga una airosa perspectiva, con todas sus fachadas libres (ILUS. 27.4) . Ocupa un área de 38 070 pies, con …130 pies de frente, 216 de extensión, 66 de alto por el frente y 78 por el fondo. Cuenta con dos órdenes de palcos que contienen 40 de aquellos, sin contar con el de la Autoridad ni con el que la Junta general, en demostración de aprecio y gratitud ha
27.4. Postal del teatro Sauto, 1910. Colección del Museo Provincial Palacio Junco 27.5. «Teatro Esteban. Matanzas». ANC. Fondo Mapas y Planos, núm. 7928
consignado al Dr. Ambrosio Sauto y además tiene 172 asientos delanteros entre los que se comprenden los de tertulia y cazuela y 406 elegantísimas lunetas o sillones de hierro y rejilla que ocupan el patio divididos en dos secciones a las que se entra por una puerta de frente y dos laterales […]. Consta de 400 luces inclusas las de la araña que son 78.9
La sala de espectáculos está aislada del exterior por medio de vestíbulos en el frente y galerías en los costados. En el vestíbulo principal se colocaron dos enormes espejos. En el interior, el teatro se abre según el plan en herradura típico de los coliseos del siglo xix (ILUS. 27.5) , realzado por las decoraciones pictóricas, también de la autoría de Dall’Aglio (ILUS. 27.6 a 27.13) . Entre los que ejecutaron el teatro se destacan los nombres del carpintero principal Sebastián Estapé y el de José María González, maestro de albañilería hasta marzo de 1862, cuando fuera sustituido por Antonio Collado. La maquina del piso fue traída por la Clark, Sands and Cia.; la herrería estuvo a cargo de Manuel Carús; la ferretería, de Labayen y Cía. y Maderas Rovira y Nunell; la farolería fue responsabilidad de Ortiz y Cía.; los efectos se encargaron a J. Dufau; los pararrayos, a C. Drescher; los balaustres de losa, a Beltrán y Cía.; los ladrillos y losas, a Vicente Ramón; las losas, a Carlos Uhrbach; las puertas, a José Vila, y la lucerna, a Menier y Cía.10 Joaquín E. Weiss consideró que el contraste entre las altas arcadas almohadilladas del pórtico del piso bajo y el tratamiento del piso principal, con pilastras jónicas adosadas y ventanas cornisamentadas, «…recuerda las obras del célebre arquitecto veronés San Michele, conocidas seguramente por su compatriota Dall’Aglio».11 Si hubiéramos conservado el edificio originario de 275
27.6 a 27.9. Interiores del teatro
27.10 a 27.13. Decoraciones pictóricas
la aduana de Sagebien, tendríamos enfrentados dos ejemplos de clasicismo «a lo romano», con la lógica distancia derivada del momento en que fueron concebidos uno y otro, comparación que favorece al Sauto, con su limpio y proporcionado volumen, y el estudiado tratamiento de sus cuatro fachadas, la principal adelantada con respecto al cuerpo del edificio. Como ha sido advertido, el teatro era una enorme «caja de resonancia». El parque de recreo a su fondo era una propuesta novedosa que facilitaba el acceso funcional al establecimiento y contribuía a elevar el decoro urbano.
El teatro Sauto fue la referencia de los también notables coliseos construidos en Santa Clara y Cienfuegos. El primero, conocido como teatro La Caridad (ILUS. 27.14 a 27.16) , se edificó bajo los auspicios de la benefactora santaclareña Marta Abreu de Estévez en un solar situado al costado de la plaza
27.14 a 27.16. Teatro La Caridad, Santa Clara, interiores y fachada. Cortesía de Tomás García Santana
27.17. Teatro Terry, Cienfuegos
278
principal, donde antaño estuvo una antigua ermita. Fue inaugurado en 1885, según el proyecto del ingeniero Herminio C. Leiva, y decorado por el filipino Camilo Salaya. Como todos los de su estirpe, se trata de un gran rectángulo con el centro dispuesto en herradura, para la platea, rodeada de palcos en diferentes niveles, orientados en dirección al escenario, al frente. La fachada muestra el típico pórtico, en tres arcos, que avanza a modo de ingreso. El segundo, un poco posterior, es conocido como teatro Terry (ILUS. 27.17) , levantado entre 1887 y 1890 según el proyecto del coronel de Ingenieros Lino Sánchez Mármol, y auspiciado por la familia del hacendado y comerciante Tomás Terry y Adans. El proyecto para el coliseo cienfueguero fue objeto de concurso, al igual que el del Sauto, y como los anteriores, se dispone en herradura, con un pórtico configurado por cinco arcos en la fachada principal. La otra obra de Dall’Aglio en Matanzas fue la de la iglesia de San Pedro, en Versalles, una aspiración de los vecinos desde que el barrio comenzó a fomentarse a principios del siglo xix.12 Hacia 1849 se retoma la idea y el ingeniero Carlos Benítez elabora los planos a que hemos aludido. Pero se consideró necesario darle «…mayor ensanche al plano capaz de contener únicamente de 600 a 800 personas [o] que se proponga por dicha Junta el punto que más convenga para construir otra iglesia […]».13 El 19 de junio de 1853 el brigadier jefe de Ingenieros de Matanzas Joaquín Morales de Rada se dirige al subinspector de Ingenieros Mariano Carrillo de Albornoz y le dice que tiene
…el honor de pasar a su superiores manos dos hojas de dibujos, una memoria y un presupuesto relativos al proyecto de Iglesia para el Barrio de Versalles de Matanzas, mandado a formar por el antecesor de V. E en 18 de agosto de año pasado y confiado al Comandante de Ingenieros de Matanzas el Teniente Coronel D. Antonio Montenegro […]. La capacidad de 1000 personas asignada es un tanto exagerada, el presente proyecto es de una capacidad masima para 400 personas.14
El proyecto de Montenegro, que no conocemos, tampoco se llevó a cabo, posiblemente por falta de recursos. En 1857 se crea una junta para promover la fábrica de la iglesia, integrada por el gobernador Esteban, el ya entonces obispo Jacinto María Martínez y los señores José Serrate, Lorenzo García, Francisco Vega y Lozano, Juan Francisco Michelena, Francisco Domingo García y Esteban de Cárdenas. La fábrica de esta iglesia quedó bajo el auspicio del obispo Martínez, quien, cual Espada de la segunda mitad del siglo xix, impulsó proyectos de un severo academicismo. En la búsqueda de la perfección formal se eligió al constructor del teatro para la iglesia de Versalles, considerada por Weiss «…la obra religiosa más importante del siglo xix en toda la Isla. […]».15 Fue inaugurada el 15 de mayo de 1870 (ILUS. 27.18 y 27.19) , y el elevado costo de su fábrica se pudo completar gracias a un cuantioso legado hecho por Josefa Santa Cruz de Oviedo. Al decir del padre Silvano Castelli, la iglesia
27.18 y 27.19. Iglesia de Versalles, fachada e interiores
27.20. Proyecto para la fachada de la iglesia de San Juan, de Pueblo Nuevo, elaborado por Daniel Dall’Aglio, localizado en los archivos del Arzobispado de Matanzas y facilitado por cortesía de Raúl Toboso
27.21. Firma de Daniel Dall’Aglio a los pies del documento
280
matancera es una réplica a escala reducida —en su distribución interior— de su homóloga de Roma. En los interiores se destacan el altar mayor del escultor Timoteo García y el cuadro del pintor habanero Florentino Martínez, inspirado en el tema de San Pedro recibiendo las llaves del cielo de manos de Jesús. La ejecución de la iglesia de Versalles, a cargo del maestro José Bartolomé Borrell, estuvo bajo la dirección facultativa de otra de las figuras que dejaron profunda huella en Matanzas: el español Pedro Celestino del Pandal. Finalmente, es obra de Dall’Aglio el frontis de la iglesia de Pueblo Nuevo, renovado hacia 1869 (ILUS. 27.20 y 27.21) . Esta iglesia era el centro de un nuevo barrio cuya pujante urbanización comenzó a principios del siglo xix a partir de la parcelación en solares de predios rurales, y cuyo plan urbano fue configurándose por adiciones sucesivas, en la medida en que se iban transformando las fincas rurales en urbanas (ILUS. 27.22) . El patrón urbano siguió el modelo de las manzanas rectangulares del solar fundacional. Para la iglesia se tomaron parte de los solares de una céntrica manzana cuyos terrenos fueron de la propiedad de la familia Sotolongo y que constituían el corazón del nuevo barrio. Las gestiones para la fabricación de una iglesia en Pueblo Nuevo se iniciaron en 1827, cuando don Norberto García, don Manuel de Sotolongo y don Juan Dulzaides donaron los solares 101, 102, 110 y 111 para esa finalidad. La iglesia fue ubicada dentro de la manzana, no al frente de un espacio libre destinado a plaza, como era lo usual, aunque este emplazamiento exento dentro de una manzana tiene antecedentes en ciudades de nueva fundación del siglo xviii. En 1828 se aprueba la propuesta y para 1832 ya estaba terminado un modesto templo de una sola nave, sin torre, con la fachada hacia la calle Santa Rita, el fondo al ras de la calle San Rafael y a ambos costados espacios libres flanqueados por las calles San Vicente y San Ambrosio. Con posterioridad, el espacio libre se 27.22. «Plano detallado de transformará en parque. Este primer templo fue construido la Ciudad de Matanzas y sus por José Hernández, elegido por el entonces párroco de MaBarrios Extrapuentes publicado por J. J. Romero, año de 1837». tanzas, el padre Manuel Francisco García, y no conocemos las Biblioteca Nacional de Madrid. características de su fachada, que posiblemente consistiera Mapas, m. 26v en un simple frontis triangular como en muchas de las iglesitas rurales o periféricas de la época. Hacia mediados del siglo, se intenta mejorar su aspecto y construir una torre. Se le encargó la remodelación de la fachada al coronel José Cortés, quien elaboró una propuesta que no llegó a ejecutarse. Más tarde, aprovechando la presencia de Dall’Aglio en la ciudad, se le pidió una solución de mayor porte, y fue la que, finalmente, se llevó a cabo.
N o ta s 1 Sobre Dall’Aglio se sabe muy poco;
ni siquiera hay certeza de que fuera arquitecto. Pero si no lo fue de título, lo fue, sin dudas, de obra. 2 Jacobo de la Pezuela: Diccionario
geográfico, estadístico, histórico de la isla de Cuba, t. IV, p. 37. 3 «Estado General Demostrativo del
Costo Ingreso Productos Deudas, Ganancias Perdidas, y Situación del Teatro Esteban, que presenta la Junta Directiva del mismo a la General de Accionista que debe verificarse el día 29 del presente año, conforme a lo prevenido por el Reglamento de la Empresa», 1864. ANC. Fondo Gobierno General, leg. 386, núm. 18468. 4 Hubo un primer concurso celebrado
en 1858 en el que resultó ganador un proyecto presentado por el ingeniero Francisco Piqué, pero aún el propósito de la construcción del teatro estaba en los inicios de su organización. 5 No hemos podido encontrar
información sobre este individuo. 6 Archivo Histórico Provincial de
Matanzas. Libro de cabildo de 1860, acta del 22 de diciembre, s.f.; Libro de cabildo de 1861, acta del 8 de febrero, f. 20. 7 Ibíd.
27.23. Iglesia Dall’Aglio antepuso una estructura rectangular a la nave existende San Juan, te, de soporte de una torre única colocada al centro. El cuerpo bajo Pueblo Nuevo está configurado con puerta de entrada al centro, flanqueada por mediopuntos de iluminación, que se corresponden con los vanos abiertos en la parte superior, ubicados a cada lado del cuerpo central sobre el que se eleva la torre campanario, en el que fue colocado un pequeño óculo de iluminación. La composición de la fachada es de factura clásica, con pilastras y una guarnición en arco rebajado para el acceso único, sobre la que descansa la cruz. La torre es de sencilla composición, coronada con apuntada cúpula en la que se abren grandes óculos y realzada con pilastras (ILUS. 27.23) .
8 Ibíd. 9 Ibíd. 10 «Estado General Demostrativo
del Costo Ingreso Productos Deudas, Ganancias Perdidas, y Situación del Teatro Esteban…», 1864, cit. 11 Joaquín E. Weiss: La arquitectura
colonial cubana, p. 430. 12 «Expediente sobre construir
una iglesia en el partido de Yumury jurisdicción de Matanzas», 1819. ANC. Fondo Gobierno Superior Civil, leg. 862, núm. 29182. 13 Ibíd. 14 Ibíd.
Hacia la década del 60 del siglo xix, los matanceros habitaron una ciudad pautada por entablamentos, frontones, cornisas, capiteles, pilastras, columnas, guardapolvos, ménsulas, mútulos, mediopuntos y demás elementos similares, configurantes de una fuerte unidad arquitectónica. Era una sinfonía visual «neoclásica» que encontró su cenit en dos de los edificios más sobresalientes del patrimonio decimonónico cubano: el teatro Esteban (Sauto) y la iglesia de San Pedro, en Versalles.
15 Joaquín E. Weiss: Ob. cit., p. 429. 16 «Sobre necesidad de un iglesia en
Pueblo Nuevo jurisdicción de Matanzas con el nombre de San Juan», 1853/1856. ANC. Gobierno Superior Civil, leg. 768, núm. 26380. 17 Martha Sara López García y Manuel
Marrero Ávila: «La iglesia de Pueblo Nuevo», p. 3.
281
veintiocho
FARMACIA SARRÁ La Habana La mayor y más antigua droguería y farmacia, laboratorio de especialidades farmacéuticas, biológicas y opoterápicas, almacén de ferretería, tienda por departamentos, fábrica de jabón, perfumes, insecticidas y desinfectantes, locería y cristalería, juguetería, almacén de suministros para lecherías, de materias primas para dulcerías y panaderías y de instrumental quirúrgico […]. Guillermo Jiménez: Las empresas de Cuba, 1958, 2004
L
a farmacia La Reunión, uno de los más importantes establecimientos de su tipo en Cuba (ILUS. 28.1 y 28.2) , fue fundada en 1853 por José Sarrá Catalá (1821-1877) y su primo Valenti Catalá. Sarrá había nacido en Vilanova de Palafolls, antiguo nombre de la villa de Malgrat de Mar, un poblado costero al norte de Barcelona. Era graduado en Farmacia y su botica se hizo famosa por la calidad de sus productos y por traer de la prestigiosa casa francesa Le Perdriel-Reboulleou medicamentos puestos de moda, como el emplasto de Thapsia, contra la bronquitis, dolores, reumatismos, lumbagos y angina; el Carbonato Citrato de Lithina
28.1. Interior de la farmacia Sarrá
283
28.2. efervescente, contra la ciática, los dolores Farmacia reumáticos y el mal de piedra, junto con la Sarrá oferta de medicamentos homeopáticos,1 considerados entonces los más eficaces contra todo tipo de males. La farmacopea comenzó a tener fundamento científico en Cuba a partir del primer tercio del siglo xix, a instancias de entidades como la Sociedad de Amigos del País y la Junta de Fomento, que propiciaron los estudios botánicos y naturalistas, en los que sobresalió muy tempranamente el químico José Estévez Cantal, creador de varios productos farmacéuticos que llevaron su nombre. También se destacaron los aportes de Tranquilino Sandalio de Noda, José Luis Casaseca Silván, Pedro Alejandro Auber Sánchez, Ramón de La Sagra Peris y José María Dau García. Fue una etapa de grandes motivaciones científicas apoyadas en el estudio de las ciencias naturales y aplicadas. Sin embargo, hacia 1860 La Habana contaba con solo tres farmacéuticos y tres boticas,2 lo que es muestra de que la actividad daba los primeros pasos en nuestra historia y les otorga a los señores Sarrá y Catalá el carácter de pioneros de esta. A la muerte del fundador, el establecimiento pasó a su sobrino José Sarrá Valldejulí (ILUS. 28.3) ,3 graduado de Farmacia en la Universidad de La Habana en 1862 y casado con Celia Hernández Buchó, natural de Guanabacoa, con la que tuvo tres hijos: Ernesto, María Teresa y Celia. Bajo el nuevo dueño la farmacia floreció con la venta de productos propios debidamente patentados que se hicieron muy populares, como la magnesia Sarrá, que alcanzó premio de plata en la feria de Matanzas 28.3. Óleo de José de 1881 (ILUS. 28.4) , y el aceite de hígado de bacalao, apropiado Sarrá Valldejulí para combatir el raquitismo y las afecciones pulmonares. También importaba medicinas de Estados Unidos y Europa. Sarrá Valldejulí, que había otorgado testamento el 15 de abril de 1891 ante el notario José Salustiano Barrera, falleció el 15 de octubre de 1898 en Barcelona. En el inventario de sus bienes de 31 de diciembre de 1898 fueron relacionadas, entre otras muchas propiedades: la casa-ciudadela del callejón de Santa Teresa, conformada por dos crujías cubiertas de azotea y separadas por un callejón central al descubierto en el lado sur de ese callejón, entre las calles Habana y Compostela, comprada por escritura ante Joaquín Abenza el 26 de enero de 1882;4 la casa de Teniente Rey 41, a la que se incorporaron las de Compostela números 835 y 85,6 también unidas a una cuartería (adquiridas igualmente en 1882 al hacerse cargo
284
28.4. Premio de la Exposición de Matanzas, 1881
28.5. Vidrieras emplomadas
28.6 y 28.7. Mediopuntos emplomados
de la Casa de Sarrá y Cía.)7 situada en el lado norte del callejón de Santa Teresa, y que originaron la vivienda número 45 de la calle Teniente Rey, y la cuartería número 95 ½ o 95-A de Compostela, adquirida por escritura de 4 de julio de 1888 ante Joaquín Lancís.8 En resumen, a finales del siglo xix La Reunión había ganado celebridad por sus productos, pero aún no había sido construido el formidable edificio que ha llegado a nuestros días y que fuera fabricado entre 1912 y 1914 por Ernesto Sarrá Hernández, hijo y heredero de José Sarrá Valldejulí. El nuevo inmueble fue inaugurado el 20 de mayo, adornado con las fulgurantes vidrieras que lo caracterizan (ILUS. 28.5 a 28.8) ; en 2004 la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana lo restauró para destinarlo a Farmacia Habanera, con carácter de museo-dispensario (ILUS. 28.9) .
Pรกgina opuesta 28.8. Mamparas y mediopuntos emplomados
28.9. Montaje de la famarcia-museodispensario
28.10 y 28.11. Techos planos decorados
El sobresaliente edificio responde al ideario arquitectónico clasicista de finales del siglo xix y primeras décadas del xx, en la versión neorenacentista (ILUS. 28.10 a 28.13) que tanto arraigo alcanzara entonces, con pinceladas del estilo art noveau en los complementos decorativos. Notables son asimismo el mobiliario, los inmensos estantes para los medicamentos, así como los instrumentos de laboratorio, los frascos, las etiquetas… un complejo instrumental asociado a la actividad. Muestras auténticas de gran valor también se han conservado en otra farmacia contemporánea de La Reunión, la Triolet, de Matanzas (ILUS. 28.14 a 28.19) , establecimiento de Emilio Triolet Lelievre y Juan Fermín Figueroa —llamado el rey de las boticas de Cuba—, que fue abierto al público el 1.º de enero de 1882 y alcanzó rápidamente merecida fama por establecer intercambios con los más afamados del país y del extranjero, entre ellos el de Sarrá.
28.12 y 28.13. Cielos rasos
28.14 a 28.19. Fachada e interiores de la farmacia Triolet, Matanzas
En la segunda mitad del siglo xix el proyecto de construcción de los edificios públicos toma en cuenta las funciones a las que estarían destinados, tendencia plenamente desarrollada en el xx. Es el inicio de la arquitectura propiamente civil, de la que la farmacia Sarrá es un exponente, a más de hermoso, paradigmático.
28.20. Edificaciones de la farmacia Sarrá
N o ta s 1 Se entiende por homeopatía
el sistema curativo ideado por Samuel Hahnemann (1755-1843) por el que la curación deriva de la aplicación en dosis mínimas de las mismas sustancias que en mayores cantidades producirían a la persona sana síntomas semejantes a los que se quiere combatir. Véase: Diccionario enciclopédico hispanoamericano de literatura, ciencias, artes, etc., t. XI. 2 Jacobo de la Pezuela: Dicccionario
geográfico, estadístico, histórico, de la isla de Cuba, t. III, pp. 371 y 372. 3 ANC. Protocolos de Joaquín
Mesa y Molina, escrituras de 6 de diciembre de 1878 y de 26 de enero de 1882. 4 Registro de la Propiedad de La
Habana Vieja, t. 112, f. 87, finca 767. 5 Registro de la Propiedad de La
Habana Vieja, t. 70, f. 233, finca 252. 6 Registro de la Propiedad de La
La relevancia de la farmacia Sarrá se vio refrendada por la autorización que el Congreso de la República le concediera el 10 de julio de 1930 para colocar el escudo de Cuba en las etiquetas de los envases de sus productos. Hacia esa fecha, contaba con 600 empleados y más de quinientos productos, entre elaboraciones farmacéuticas, cosméticos, inyectables y perfumería, lo que la situaba entre las primeras a nivel mundial (ILUS. 28.20) .
Habana Vieja, t. 70, f. 253, finca 238. 7 Registro de la Propiedad de La
Habana Vieja, t. 112, f. 92, finca 768. 8 Registro de la Propiedad de
La Habana Vieja, t. 272, f. 136, finca 1580.
291
veintinueve
CASAS DE MADERA Baracoa
La arquitectura vernácula en madera […] dota a Baracoa de un valioso patrimonio construido porque en ella quedan expresados sentimientos, gestos, emociones, formas y colores que identifican a su pueblo. […]. José Enrique Floirián Floirián y Fabián Quintero Machado: Baracoa, a través de su historia urbana y arquitectónica, 2010
B
aracoa, fundada en 1511, fue la primera villa establecida en Cuba. Pero su arquitectura, con la salvedad de las fortificaciones, la iglesia y algunas viviendas, es del siglo xx. En ese sentido es la más «moderna» de las villas primitivas cubanas y, por su posición en el extremo oriental de la Isla, la más «Caribe». Sus casas, predominantemente de madera (ILUS. 29.1) , constituyen exponentes del profundo mestizaje cultural que caracteriza a la región. 29.1. Casa de madera, con corredor al frente en columnas eclécticas, ventanas carentes de rejas protegidas con persianas, acceso principal al frente y entrada por el lateral
29.2 a 29.4. Corte lateral, planta y elevación de la fachada de la casa de la familia Pérez Urgellé, calle José Martí 114 esquina a Maraví, versión elaborada a partir del original facilitado por José Enrique Floirián
Son viviendas de patio con galerías y, en los frentes, corredores a lo largo de las cuadras, o al modo de balcones bajos, con accesos por los costados (ILUS. 29.2 a 29.6) . En los interiores los típicos arcos triunfales dividen las salas de las saletas (ILUS 29.7) , y diversos elementos madereros las complementan en lo decorativo y lo funcional (ILUS. 29.8 a 29.14) . En los techos, madera y tejas, y también cinc (ILUS. 29.15) . En lo decorativo, soluciones que derivan del neoclasicismo y del eclecticismo. Es una casa similar, pero diferente, a las de origen hispánico y a las de madera a modo de chalé, que provenientes de los Estados Unidos de América, comenzaban a penetrar nuestro territorio a partir de mediados del siglo xix. Se trata de un tipo de transición en el que se funden elementos provenientes de unas y otras, y que tiene ejemplos paradigmáticos en ciudades como Ponce y San Germán, en Puerto Rico; Puerto Plata, en República Dominicana, y Baracoa, en Cuba (ILUS. 29.16 y 29.17) .
29.5. Corredor de la casa Pérez Urgellé. Cortesía de Tomás García Santana
29.6. Fachada de la casa Pérez Urgellé. Cortesía de Tomás García Santana
29.8 a 29.14. Elementos complementarios de madera
29.7. Arco triunfal entre sala y saleta de la casa de Martí 20 esquina a Duany
29.15. Casa de Baracoa con cubiertas de cinc
Hacia la segunda mitad del siglo xvi comienzan a insertarse en nuestras tierras ejemplos inspirados en la tradición constructiva española. Esta primera impronta tiene acento castellano. España traslada al Caribe el modelo de casa de patio, en expresión del ideal hidalgo, bajo cuyo imperio se efectuó la colonización de la América hispana. Las primeras residencias construidas resultan bastante asombrosas para la época y circunstancias. Son los palacios-fortalezas levantados en Santo Domingo (ILUS. 29.18) , que se caracterizan por las fachadas sin aditamentos arquitectónicos, salvo en las portadas; por los huecos pequeños, la carencia de balcones madereros, los techos planos, la ausencia de armaduras de madera y los muros de cantos. Continúan en América las imponentes estructuras de los palacios urbanos castellanos, con sus torres de esquinas y resaltadas portadas. Las galerías en arcos sobre columnas en fachadas y en patios resultan elementos distintivos (ILUS. 29.19 y 29.20) de estas tempranas y soberbias edificaciones.
29.16 y 29.17. Casas de San Germán, Puerto Rico
29.18. Casas Reales, Santo Domingo. Cortesía de Tomás García Santana
Su importancia es que insertaron en nuestras tierras un modelo dispuesto en un cuerpo central con un espacio rectangular al centro, flanqueado por aposentos en cada lado, que habría de tener gran repercusión en tiempos posteriores. Y, sobre todo, con estos edificios llegan tempranamente al Nuevo Mundo los portales y logias en solución
29.19. Patio, Casas Reales, Santo Domingo. Cortesía de Tomás García Santana
29.20. Casa de de vínculo entre el espavivienda del ingenio cio privado y el público. El Engombe, Santo portal y, en menor medida, Domingo. Cortesía de Tomás García Santana las logias alcanzarán amplísima extensión y diversa interpretación en la arquitectura colonial que entre los trópicos de Cáncer y de Capricornio acompañó el nacimiento de las naciones modernas, desde América a Filipinas, desde África a la India.
29.21. Detalle del balcón de la casa Pedroso, Cuba 64, La Habana Vieja
29.24. Foto aérea del centro histórico urbano de Matanzas
El balcón maderero es otro de los aportes fundamentales de la tradición hispano-criolla a la arquitectura de la región. Su origen es tema controvertido. Pero todo induce a considerar que se trata de una versión mudéjar de modelos cultos cristianos (ILUS. 29.21) que, en un primer momento, asume el cierre característico de los ajimeces musulmanes. Contribución significativa de la tradición hispano-criolla es también el patio rodeado de galerías, espacio central de la casa a donde confluyen las vertientes de los tejados para recoger las aguas llovedizas en aljibes. En horcones de madera, en columnas, en pilares, adintelada o en arcos, la galería-corredor es un elemento consustancial de la casa criolla en la región (ILUS. 29.22 y 29.23) . Como ya hemos comentado, sus orígenes están claros: en España la tradición de casa de patio de base grecolatina se relaciona con la musulmana, de lo que se derivan las versiones hispano-mudéjares castellanas trasladadas a nuestras tierras. El siglo xviii le otorga una presencia barroca, de marcado acento andaluz, a las casas de la región. En el xix, el repertorio formal se moderniza bajo la influencia del neoclasicismo. Los españoles trasladaron a América una cultura arquitectónica de carácter urbano refrendada por la naturaleza del trazado de nuestras ciudades y la persistencia de la construcción en arrimo. Las ciudades
29.22 y 29.23. Galerías de los patios de la Casa de los Leones, Antigua, Guatemala
29.25. Foto aérea del centro histórico urbano de San Agustín de La Florida
29.27. Casa de madera de San Agustín de La Florida
298
españolas se distinguen por la unidad arquitectónica que configura calles y manzanas, en un continuo coherente donde predomina lo construido por encima de los espacios vacíos, reservados para el patio interior y privado (ILUS. 29.24) . Es esta la principal diferencia entre las poblaciones de los españoles en comparación con las de franceses y anglosajones, de marcado acento rural y en las que se erigen viviendas compactas, carentes de patio interior, separadas unas de las otras, construidas dentro de una parcela —frecuentemente al fondo de esta (ILUS. 29.25) . Lo interesante es el proceso de contaminación del cottage de los ingleses y el chateaux de los franceses con los elementos de naturaleza española. En San Agustín de la Florida, una vez que se retiran los españoles, los ingleses construyen una vivienda compacta, con dos pisos, de planta básicamente rectangular o cuadrangular. Veinte años después, en 1783, San Agustín vuelve a manos de los peninsulares, que al recibir el legado anglosajón les adicionan a las viviendas balcones hacia la fachada, el fondo y, en casos, por el costado. También les añadieron los martillos, con las correspondientes galerías. Nace entonces una casa originada por cruce de aportes españoles e ingleses, bautizada por el investigador norteamericano Albert Manucy1 como «tipo San Agustín», que representa, sin dudas, una nueva casa, criolla (ILUS. 29.26) . Pero la historia no termina ahí. Los balcones galerías rodearon la estructura rectangular por sus cuatro lados, en ambas plantas, para dar lugar a la llama-
da casa vernácula norteamericana 29.26. Casa XiménezFatio, San Agustín de que, en su interpretación maderera, La Florida será uno de los tipos más extendidos en los propios Estados Unidos y en todo el Caribe (ILUS. 29.27) . Al mismo tiempo, por las tierras de la Luisiana las tradiciones constructivas francesas se estaban consolidando. El chalé galo es más o menos semejante al anglosajón, pero puede tener una galería posterior por el lado del fondo. Ejemplos de antiguos chateaux en Nueva Orleans se distinguen por el característico sistema constructivo denominado «postes entre ladrillos» (ILUS. 29.28) . Este tipo básico de vivienda rural de los franceses se contamina con elementos provenientes de la tradición hispánica mucho antes
de la fundación de Nueva O rleans,2 pues se inicia propiamente a mediados del xvi, con la ocupación francesa del lado oeste y norte de Santo Domingo y la isla de la Tortuga. Para sus residencias rurales, los franceses toman de los españoles el circuir con portales el rectángulo central que conforma la casa propiamente dicha, en versiones de una o de dos plantas (ILUS. 29.29 y 29.30) . La similitud entre los pies derechos de galerías y balcones de las casas hispanoamericanas y los de las galerías de las casas de plantación es evidente. Del contacto entre españoles y franceses, por tanto, emergió un nuevo tipo que es el ancestro de las «casas grandes» de las plantaciones, versiones de gran calibre que adoptan las proposiciones del neoclasicismo en escala monumental (ILUS. 29.31) .
29.31. Destrehan Plantation, Luisiana
29.29 y 29.30. Fachada principal y posterior de la casa de plantación, Luisiana
29.28. Chateaux francés, Nueva Orleans
29.32 a 29.34. Chalés de madera con balcones, corredores y portales, Nueva Orleans
En las ciudades, los chateaux mantuvieron su independencia, separados unos de otros, con o sin corredores o balcones delanteros. Desde el punto de vista decorativo adoptan inicialmente los elementos del neoclasicismo, al que le sucede el eclecticismo, cuya versión victoriana tiene especial apego por la madera, en virtud de su capacidad de explicitar la enorme fantasía ornamental del nuevo gusto (ILUS. 29.32 a 29.34) . La casa de madera adquiere mayoría de edad. Soluciones constructivas como el ballom frame facilitan su construcción y transportación. Los catálogos propagan sus bondades.
Estas influencias actúan sobre Cuba de modo general. Pero en Baracoa coinciden con un momento de despegue económico favorecido por el desarrollo de las plantaciones de banano, lo que trajo consigo la sustitución de modestos bohíos por casas de madera, separadas una de otras (ILUS. 29.35) , que configuran el tipo distintivo de esta ciudad y que son exponentes del mestizaje cultural, fundamento de la identidad regional del Caribe (ILUS 29.36) .
29.35. Baracoa a principios del siglo XX . Cortesía de Alejandro Hartmann
29.36. Casa de Martí y Duany, Baracoa
El chalé aportalado de madera representa la casa «Caribe» por excelencia. En su definición histórica todos participamos y, por tanto, a todos nos pertenece.
N o ta s 1 Véase: Albert Manucy: The Houses
of St. Augustine 1565-1821. 2 Véase: Jay Edwards: «The
Complex Origins of the American Domestic Piazza-Veranda-Gallery», pp. 3-57.
301
treinta
CASA DU PONT Varadero Nuestro «necolonial» es una flor tardía de exquisito perfume. Joaquín E. Weiss: «La catedral de La Habana», 1931
L
a casa Du Pont (ILUS. 30.1) es uno de los exponentes más notables del «neocolonial», tendencia estilística de la arquitectura que floreció hacia la tercera década del siglo xx, caracterizada por acudir a formas típicas de la tradición constructiva anterior. Presentamos un ejemplo representativo de esta para enfatizar la idea de que el legado arquitectónico no es solo un hecho cultural, sino un presente reutilizable y fuente de inspiración permanente.
30.1. Casa Du Pont
30.2. Residencia de Juan Pedro Baró y Catalina Lasa, El Vedado
304
Las primeras décadas del siglo xx fueron «…un momento crucial para las naciones americanas en la definición de un pensamiento y una praxis tendiente a cristalizar una “identidad nacional”, a la vez que sentar las bases para una comprensión identitaria del carácter americano».1 En arquitectura lo «nacional» se identificó con elementos formales hispánicos, lo que condujo inevitablemente a reconsiderar el pasado colonial. Este fenómeno, por paradoja, tuvo lugar a partir del eclecticismo, tendencia estilística caracterizada por su carencia de aprecio a identidades específicas. En Hispanoamérica, la vuelta a las raíces se facilitó por la disminución de los rencores incubados durante las guerras de independencia contra España. El reclamo de progreso afincado en valores propios, virtud y elevación de los conocimientos sin utilitarismo del Ariel de José Enrique Rodó, se constituyó en la esperanza de un futuro mejor, y en arquitectura la utopía «euríndica» de Ricardo Rojas, pese a su artificio, fue tomando la fuerza de un ideal.2 Pero lo hispánico también fue asumido por los Estados Unidos de Norteamérica, donde tuvo lugar a fines del siglo xix y principios del xx un acercamiento a formas españolas —el neoplate resco—, de lo que se derivó hacia el denominado Mediterranean Style, síntesis de lo español, lo italiano y de otras culturas de la cuenca del mar Mediterráneo. Del contacto con lo hispano-mexicano surgieron el Californiano, Mission Style o Spanish Co lonial, y finalmente los estilos llamados Puebla, Territorial y Monterrey Revival. El período ecléctico preparó el camino al adiestrar a los profesionales cubanos en el dominio de programas arquitectónicos complejos y dirigir la atención hacia la tradición constructiva del país. La obra de Evelio Govantes y Félix Cabarrocas es representativa de la búsqueda consciente de lo nacional a partir de los recursos estéticos brindados por el eclecticismo, el proto-racionalismo art déco y el movimiento moderno. Y dentro del eclecticismo, fueron tal vez los más destacados exponentes del neocolonial. Hacia mediados de la década del 20 estaba sólidamente establecida la sociedad Govantes y Cabarrocas: participan en el concurso para la erección del Capitolio Nacional, a cuyo proyecto aportaron soluciones definitivas, y entre 1922 y 1930 construyen algunas de las más sobresalientes residencias habaneras. Entre otras, vale destacar la de Juan Pedro Baró, acaudalado hacendado, y la de Orestes Ferrara, importante político de origen italiano (ILUS. 30.2 y 30.3) . La residencia de Juan Pedro Baró y Catalina Lasa es «un palacio del renacimiento» cuya construcción se inició en 1922; en el transcurso de su fabricación se fueron incorporando las novedades de lo que con posterioridad se denominaría art déco, traídas por esta pareja de París en 1925. El palacio quedó terminado hacia 1927, y sorprende la conjunción de estos dos lenguajes en un mismo edificio, sin dudas pionero en acoger la novedosa corriente; por primera vez Govantes y Cabarrocas se pusieron en contacto con la nueva tendencia, bajo cuya
inspiración construyeron destacadas obras entre 1930 y 1940. Es de notar el eclecticismo intelectual de los arquitectos de este período, para quienes los elementos de forma constituían un repertorio a mano para el acabado de los edificios, no un programa arquitectónico. El programa estaba fundamentado en los principios del academicismo: simetría, respeto al canon establecido por los órdenes, armonía, elegancia y monumentalidad, receta que, en las residencias, se concilia con el patrón volumétrico heredado de las villas de delicias surgidas en Francia a mediados del siglo xviii, entre las cuales, como afirma Peter Collins, la de madame Du Barry, construida por C. N. Ledoux en Louveciennes (1771), es el paradigma de «…mansión aristocrática […] que inicia el modelo característico de la arquitectura doméstica del s. xix».3 El contacto de Govantes y Cabarrocas con la arquitectura cubana colonial tenía lugar por esos mismos años, al estar al frente de la restauración de tres importantes edificios civiles: el palacio de los Capitanes Generales, el del Segundo Cabo y el Templete, experiencia que deja profundas huellas en sus concepciones arquitectónicas. Se trataba de los primeros rescates de monumentos, triunfo alcanzado por un intenso movimiento intelectual que, desde los inicios de la República, comenzó a perfilarse en pro de la conservación y estudio del pasado, liderado por numerosos intelectuales y arquitectos, entre los que vale mencionar a Silvio Acosta, Ezequiel García Enseñat, Pedro Martínez Inclán, Ramiro Cabrera, Manuel Pérez Beato, Luis de Soto, Joaquín E. Weiss, Martha de Castro, Anita Arroyo, Luis Bay Sevilla, José María Bens Arrarte, Emilio Roig de Leuchsenring, Abel Fernández Simón y el propio Evelio Govantes, quien abogó por la declaración de monumentos nacionales de los edificios de las plazas de Armas y de la Catedral de La Habana, y por la organización de comisiones de historia, ornato y urbanismo para el estudio de los monumentos en todos los municipios del país.4 Los palacios del Segundo Cabo y el de los Capitanes Generales han ejercido una permanente influencia sobre la conciencia cultural acerca de «lo cubano». Elementos como las guarniciones de sus vanos fueron asumidos por Govantes y Cabarrocas, quienes, no obstante, enriquecieron el repertorio barroco con la reproducción de formas copiadas de ejemplos mexicanos, como se observa en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen (1927), diseñada por Cabarrocas (ILUS. 30.4) , y en la escuela industrial de Rancho Boyeros, después de un viaje de Cabarrocas a Yucatán, de donde trajo lo barroco y lo precolombino, otra de las fuentes identitarias de la etapa. La inspiración de lo cubano la encontraron en la arquitectura colonial, en la que reconocieron la existencia de …una tradición bien definida en sus construcciones que más que a las grandezas del arte responde a las necesidades del clima […] no se puede negar […] la noble distribución de las
30.3. Residencia de Orestes Ferrara
masas, cierta tendencia a lo majestuoso, a las proporciones imponentes y unido a todo esto la elegancia de sus rejas y barandas hechas con maderas preciosas por la falta de hierros. Estos detalles en realidad me entusiasman pues en ellos encuentro cierta orientación que me hace todavía conservar la esperanza de llegar a formar un estilo nuestro, genuinamente cubano.
305
Ya mi compañero el señor Cabarrocas y yo venimos trabajando en ese sentido y lo demuestra el proyecto de la casa Cuba en Sevilla, en la cual hemos reproducido detalles de la casa del Marqués de Arcos y de la del Marqués de Almendares.5
Govantes recomendó enfáticamente a las escuelas de ingenieros y arquitectos de la Universidad de La Habana que estudiaran los edificios «genuinamente cubanos» para la «creación de un estilo nacional».6 La preocupación por la adaptación de la arquitectura al clima fue uno de los argumentos fundamentales manejados por el Californiano o Mission Style. En el libro Spanish Influence on American Architecture and Decoration de R. W. Sexton, procedente de la biblioteca de Evelio Govantes y archivado en la del Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología, el autor expresa: There is evolving today a new type of architecture in this country based on the Spanish style. It is considered especially appropriate to those localities in which a semi-tropical climate prevails because the Spanish house is primarily designed as one in which the occupant may enjoy outdoor life to the almost, providing a maximum of light, air and sunshine while affording at the same time a desirable privacy. In adapting ideas of Spanish architecture to climate country, certain details have of necessity been profoundly modified by American common sense, good taste and insis30.4. Iglesia Nuestra Señora del Carmen
30.5. Pabellón Cuba de Sevilla. Cortesía de Héctor Garrido
306
tence on comfort and convenience.7
Es curioso constatar que el Californiano, a diferencia del neocolonial cubano, asume el patio como un espacio principalísimo, considerado justamente uno de los aportes de la tradición española, conclusión a la que arriban por vía erudita mediante el estudio de las haciendas: «The peasant dwelling, or farmhouse of Spain, offers, perhaps, most for adaptation to American needs».8 Armados de esta filosofía y recursos, Evelio Govantes y Félix Cabarrocas construyen el tríptico de oro del neocolonial cubano: el Pabellón Cuba de la Exposición Iberoamericana de Sevilla (1929) y, en Varadero, Xanadú (1930) y la casa de Teodoro Johnson, lamentablemente demolida. El Pabellón Cuba (ILUS. 30.5 a 30.7) y la casa Du Pont, bautizada como Xanadú (ILUS. 30.8 y 30.9) , son edificios muy similares, con dos plantas y torre mirador al centro de la composición. Lo colonial está sugerido por el tratamiento de los muros, sin revocos, y la carpintería de techos, escaleras, puertas y balcones que remeda las soluciones tradicionales (ILUS. 30.10 a 3.14) .
30.6 y 30.7. Plantas del Pabellón Cuba de Sevilla, versión a partir de los originales procedentes de: ANC. Fondo Planos, núms. 14135, 14136 y 14137
30.8. Casa Du Pont
30.9. Estudio para la residencia de Du Pont, versión a partir del plano original procedente de: ANC. Fondo Planos, núm. 20913
307
30.10. Guardapolvo sobre la puerta de acceso
30.11. Escaleras
30.12. Sal贸n
308
30.13. Techos del salón principal
30.14. Techos de la torre-mirador
Tanto en uno como en la otra se retoman elementos barrocos y neoclásicos, más enfáticos los primeros en el Pabellón Cuba, y más fuertes los segundos en Xanadú. El cornisón de remate de la torre de ambos edificios es «renacentista español», sin antecedente colonial. Uno de los referentes más obvios fue el convento de Santa Clara. Los techos de Santa Clara inspiraron los neocoloniales dispuestos en vertientes. Otro importante tema tomado del convento habanero fue el de los diseños de los balaustres y los pies derechos de sus escaleras para componer los de los balcones madereros. El balcón neocolonial toma la composición general de los tempranos cubiertos con tejadillos, pero se inserta, como los de tribuna, delante de los vanos principales de las plantas superiores (ILUS. 30.15) , peculiaridad diferente en comparación con la manera en que el balcón se integra a las 30.15. Balcón viviendas del siglo xviii. En el caso de la colonia se trata de edificios construidos en arrimo, asomados solo por el frente a las calles, lo que explica el balcón corrido a todo su ancho; en el siglo xx son estructuras compactas al centro de un jardín, lo que justifica la presencia de balcones en todas las fachadas y, por razones funcionales, independientes según ámbitos. Los balaustres y pies derechos de los balcones neocoloniales y los utilizados en otras posiciones están, como 309
los techos, sobredimensionados, en reafirmación de su barroca vocación. Las columnas en opulentos carreteles rematadas con grandes zapatas constituyen una personal interpretación (ILUS. 30.16 Y 30.17) , así como la expresión adintelada de los tejadillos y la reproducción de los canes a modo de ménsulas de clásica factura (ILUS. 30.18 y 30.19) . Las rejas son también un resultado ecléctico: asumen los barrotes de madera de los ejemplares correspondientes al siglo xviii y primeras décadas del xix, pero se cubren con guardapolvos conopiales y descansan sobre repisas rectangulares, similares a los que se generalizan con el neoclasicismo (ILUS. 30.20) . El neocolonial cubano rechazó el hierro preponderante en el siglo xix y muy utilizado por el eclecticismo, tal vez agotado como fuente de inspiración por este motivo. La madera era más «colonial», pintoresca y «cubana». Por otra parte, cuando Evelio Govantes alude a los palacios de los marqueses de Arcos y de Almendares como fuentes de inspiración, se está refiriendo a dos edificios muy diferentes, solo coincidentes por la adopción de portales, también adosados a sus frentes de manera distinta. El de Arcos es la resonancia del tipo renacentista de palacete con logia en el piso alto y portal en columnas, que aparece en las principales plazas habaneras a partir del primer tercio del siglo xviii. El de Almendares es una residencia distinguida por el soportal en arcos sobre pilares en bajos y gran galería de arcos con columnas de apoyo de factura palladiana adosadas a los vanos de la planta alta, cuya remodelación a mediados del xix estuvo a cargo 30.16. Columnas a modo de balaustres torneados
310
30.17. Pies derechos a modo de balaustres torneados de los balcones
del arquitecto Ciriaco Rodríguez. Las dos residencias cuentan con balcón de barandas de hierro a todo lo ancho de sus fachadas. Salvo por la presencia del portal, nada relaciona a los aludidos palacetes con el Pabellón Cuba o con la casa Du Pont, cuya composición volumétrica se asemeja a las residencias carentes de patios interiores, como las de Juan Pedro Baró, la condesa de Buena Vista (ILUS. 30.21) o Carlos Miguel de Céspedes (ILUS. 30.22) , caracterizadas por el portal de techo plano, de un solo nivel, adosado a un volumen de dos plantas, de modo que la azotea hace las veces de terraza de las habitaciones del segundo piso. El modelo es neoclásico, con columnas o pilares sobre basas, sostenedoras de arcos de medio punto, terminada la fachada en pretiles abalaustrados con copas de remate. Pero lo más peculiar del Pabellón Cuba y de Xanadú es el tercer nivel a modo de torre-mirador. Heredada de los castillos medievales, la torre es una silueta familiar de los monumentos españoles, pero se ubica preferentemente en los extremos de los edificios. El paseador abierto en toda la extensión del último piso es también una solución común en la arquitectura española. En Cuba y en el Caribe la torre-mirador se integra desde muy temprano a las viviendas de las ciudades portuarias para avistar el mar, por donde llegaba todo lo bueno y lo malo: barcos con vituallas, noticias
30.18 y 30.19. Canes
30.20. Rejas de madera
311
30.21. Casa de la condesa de Buena Vista
y piratas. En las viviendas antiguas se expresan hacia la fachada, pero las casas señoriales prefirieron ubicar las torres-miradores en las crujías del fondo. En las casas de las haciendas azucareras son frecuentes las torres-miradores situadas en las esquinas, con excepción de las vinculadas a individuos de origen franco-haitiano o franco-americano. En estos casos el mirador se ubica al centro, como en las casas de las plantaciones del sur de los Estados Unidos, solución que puede venir por el lado del neoclásico anglosajón, que tanto apreció la elevación en altura de los puntos centrales de los edificios. Tampoco debe pasarse por alto la relación de Govantes y Cabarrocas con la obra de los arquitectos norteamericanos Addison Mizner, Richad Kiehnel y John Elliot, entre otros. Mizner ha sido considerado el introductor del Spanish Style en la arquitectura de La Florida, donde construyera relevantes residencias, en particular las de Palm Beach.9 Kiehnel y Elliot, a quienes se les atribuye la identidad arquitectónica de Miami, establecieron una sociedad similar a la de los cubanos y se iniciaron con obras en el Mission Style, pero evolucionaron hacia el Mediterranean Style, de donde puede venir el eco de las torres-miradores o pisos altos al centro de los edificios, frecuentes en los cottages a lo «toscano», a los que les cuelgan las balconadas «españolas». Otros notables arquitectos norteamericanos representativos de las tendencias vinculadas a lo hispánico o a lo mediterráneo acuden a soluciones parecidas, como es el caso, entre otros muchos, de Bradley Delehanty.10 El aporte del eclecticismo descan-
só en su capacidad para crear algo nuevo a partir de un repertorio formal viejo, mediante combinaciones libres, sin subordinación a coherencias estilísticas ortodoxas. 30.22. Casa de A partir de estas experimentaciones, se creó una escuela neocolonial, caCarlos Miguel racterizada por los muros de piedra a vista, portales de madera con columnas de Céspedes en carreteles, balcones madereros, puertas acuarteronadas, arcos lobulados, perfiles mixtilíneos, acodados barrocos, techos de vertientes cubiertos con tejas, que en Varadero dio lugar a un tipo local de prolongada influencia (ILUS. 30.23) . También se utilizaron otros elementos relacionados con la arquitectura colonial o con la española: mediopuntos de cristales transparentes —comunes en los Estados Unidos a diferencia de las versiones cubanas, distinguidas por las hermosas vidrieras de colores—, persianerías francesas, puertas acuarteronadas de inspiración erudita renacentista, pavimentos en ajedrezado en blanco y negro, mármol blanco o imitación de olambrillas, azulejos «sevillanos» y encalado de paredes a la manera andaluza, cuando los muros están revocados. 312
Lo novedoso en la interpretación neocolonial de Evelio Govantes y Félix Cabarrocas fue que, a diferencia de manifestaciones similares en el ámbito hispanoamericano en las que la fuente principal de lo hispánico se redujo a la esfera del barroco, asimilaron y revalorizaron propuestas que abarcan un amplio espectro —desde las prebarrocas a las neoclásicas—, con un desenfado ecléctico que les otorgó singularidad a sus obras y, más allá de ellos, a los exponentes del neocolonial en Cuba. A esto se suma el obvio contacto de los cubanos con las realizaciones contemporáneas de los arquitectos norteamericanos, cuyas búsquedas incluyeron entornos culturales más amplios que el hispánico. Ello dotó a las obras construidas en nuestro país de una franca modernidad apoyada en lo tradicional, antecedente de las especulaciones que en la misma dirección haría la generación siguiente dentro del marco del ideario preconizado por el movimiento moderno. Fue, por tanto, el neocolonial, un punto de giro en la historia de la arquitectura cubana del siglo xx. A la pregunta de qué éramos —efectuada por Govantes, Cabarrocas y otros muchos arquitectos, artistas e intelectuales cubanos e hispanoamericanos—, un sabio cubano, Don Fernando Ortiz, propuso una respuesta de imperecedera vigencia: Acaso se piense que la cubanidad haya que buscarla en esa salsa de nueva y sintética suculencia formada por la fusión de los linajes humanos desleídos en Cuba; pero, no, la cubanidad no está solamente en el resultado sino también en el mismo proceso complejo de su formación, desintegrativo e integrativo, en los elementos sustanciales entrados en su acción, en el ambiente en que se opera y en las vicisitudes de su transcurso.11
30.23. Casa Du Pont
N o ta s 1 Rodrigo Gutiérrez Viñuales:
«El hispanismo como factor de mestizaje en el arte americano (1900-1930)». 2 Véase: Rodrigo Gutiérrez
Viñuales: «El neoprehispanismo en la arquitectura. Auge y decadencia de un estilo decorativo 1921/1945». 3 Peter Collins: Los ideales de la
arquitectura moderna; su evolución (1750-1950), p. 61. 4 Evelio Govantes: «La tradición en
el ornato y la arquitectura cubana», pp. 9-14. 5 Ibíd. 6 Ibíd. 7 R. W. Sexton: Spanish Influence
on American Architecture and Decoration, p. 9. 8 Ibíd. 9 Véase: Donald W. Curl:
Mizner’s Florida. American Resort Architecture.
Si bien en el neocolonial lo nacional quedó reducido al empleo de formas tipificadas como «cubanas», el empeño por apresar lo propio puso de manifiesto que las peculiaridades identitarias de una cultura se definen a lo largo de un complejo proceso, nunca concluso. Parte sustancial de este quedó expresado en esa pequeña joya que es la casa Du Pont.
10 Véase: Sexton: Ob. cit., y A
Monograph of the Florida Work of Kiehnel & Elliott, Architects. 11 Fernando Ortiz: «Los factores
humanos de la cubanidad», pp. 73-78.
313
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F o t o : L i ss e tt e S o l ó r z a n o
Bendita sea la tierra de Baracoa y Lepidópteros de Cuba.
Julio A. Larramendi Graduado de técnico medio en Química en 1975 en la Unión Soviética y de licenciado en Química en la Universidad de La Habana en 1980, obtuvo el doctorado en Ciencias en 1994. Se inició en la fotografía en 1969 y expuso por vez primera en 1985. Comenzó su vida laboral en 1975, en un laboratorio especializado en fotografía técnica y científica, que dirigió a partir de 1983. Desde 1997 se dedica por completo a la fotografía. Imparte habitualmente conferencias, cursos y talleres sobre temas fotográficos en Cuba y en el extranjero, y participa como organizador y jurado en eventos y concursos internacionales de fotografía y publicidad. Ha trabajado como fotógrafo y director para diversas publicaciones y producciones comerciales, también como editor de libros. Es director editorial de Ediciones Polymita, fundada en 2007. Sus fotografías se han publicado en revistas dentro y fuera de su país, y en más de treinta y cinco libros, entre los que se destacan: La tierra más hermosa, Para no olvidar, 500 años de arquitectura en la sociedad cubana, Arquitectura colonial cubana, Las aves de Cuba, Anfibios y reptiles de Cuba, Las orquídeas de Cuba, Baracoa. Ciudad Primada de Cuba, Un canto a la vida, Biodiversidad de Cuba, Las primeras villas de Cuba, Moluscos terrestres de Cuba, Matanzas, la Atenas de Cuba, Urbanismo y arquitectura de La Habana Vieja, siglos xvi al xviii, Trinidad de Cuba, un don del cielo,
Ha expuesto su obra en varias ciudades de Cuba y en Alemania, Andorra, Argentina, Bélgica, Chile, Costa Rica, España, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Guatemala, Italia, México, Perú, Sudáfrica, Suecia, Uruguay y Zimbabwe, en más de setenta muestras personales y cincuenta colectivas. En el año 2003 se inauguró en el hotel Conde de Villanueva, en el Centro Histórico de La Habana, la galería Julio Larramendi. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), de la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales, de la Sociedad Cubana de Zoología, de la Federación Internacional del Arte Fotográfico, de la Sociedad Cubana de Espeleología y de la Sociedad Civil Patrimonio, Comunidad y Medio Ambiente, es Investigador Asociado del Museo Nacional de Historia Natural de Cuba y Miembro Distinguido de la Cátedra de Arquitectura Vernácula Gonzalo de Cárdenas, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. Fue fundador y primer presidente de la Cátedra de Fotografía Latinoamericana del Instituto Internacional de Periodismo José Martí. En 1990 obtuvo el premio Fotocaza Internacional; en 2003 los premios nacionales Espacio, de campaña publicitaria, por «Habaguanex S.A.», y de fotografía, por la «Iconografía de Compay Segundo»; en 2004 el premio Tocororo por su trabajo publicitario, el premio Academia por el libro Anfibios y reptiles de Cuba, y el premio nacional Espacio de fotografía por el libro Solo detalles; en 2005 el premio nacional Giros de campaña publicitaria y el Gran Premio a la Compañía Brascuba en la Feria de La Habana; en 2006, el Premio de la Crítica de Ciencia y Técnica y el premio Felipe Poey por el libro Aves acuáticas en los humedales de Cuba; en 2007 el premio Felipe Poey por Biodiversidad de Cuba y en 2009 el mismo galardón por Moluscos terrestres de Cuba.