5 minute read
Nick Drake: el poeta del ocaso
Héctor M. Magaña
Nick Drake tuvo una existencia breve. Su vida en sus últimos años fue tímida y ermitaña. Los últimos años de Nick Drake nos recuerdan a los primeros años de madurez de Lovecraft: ambos cayeron una reclusión que los aisló del mundo moderno. Lo que hacían ambos a puertas cerradas es un misterio para los biógrafos de ambos creadores. Mientras para uno el encierro fue el inicio de su carrera literaria, para el otro fue el fin de su carrera musical. Lovecraft escribe al inicio de su cuento “El extraño”: “Infeliz es aquel a quien sus recuerdos infantiles sólo traen miedo y tristeza. Desgraciado aquel que vuelve la mirada hacia horas solitarias en bastos y lúgubres recintos de cortinados marrones y alucinantes hileras de antiguos volúmenes, o hacia pavorosas vigilias a la sombra de árboles descomunales y grotescos, cargados de enredaderas, que agitan silenciosamente en las alturas sus ramas retorcidas.” Estas inquietantes palabras podrían incluso haber sido pensadas por Nick Drake, y es que los álbumes del cantautor son un recordatorio a las estaciones, al paisaje y a la naturaleza cambiante, solitaria y a veces amenazante. En las fotos de Nick Drake que han sido recuperadas lo podemos ver para frente a un muro de ladrillos; él mira a la calle, a la gente que transita, a los autos, a la ciudad. Es un extraño, un observador. Nick Drake parece participar poco en esta rocambolesca vida de los sesentas. Recientemente redescubierto, Nick Drake es ahora un compositor que ha servido de inspiración para grupos modernos como The Cure o para el cantante Elton John. Se puede decir que los tres álbumes que sacó en vida son un homenaje a la naturaleza inglesa y al ocaso que significa crecer. El álbum Five Leaves Left (1969) es el presagio del inicio del fin. La guitarra acompaña casi siempre todas las creaciones de Nick Drake. En “Day is Done” la guitarra es el instrumento donde Nick Drake nos presenta este fin: el fin de todas las cosas importantes en el desarrollo de una persona: la infancia, la juventud, la inocencia: todas las cosas que se perdieron y jamás podremos recuperar. Nick Drake comparte otra similitud con el autor de Providence: una timidez y un rechazo a presentarse en público como creadores. Para Lovecraft es una muestra de los principios del caballero, un rechazo a la mezquindad, y a los arribistas; para Nick Drake era escapar de los conciertos en vivo, de la presión discográfica e incluso de los estudios de grabación. El autor de Providence creó sus propios dioses, pero en Nick Drake hay una tendencia a buscar lo místico (a la manera de William Blake, autor que leyó mientras estudiaba literatura en la universidad) que yace en la naturaleza, en la visión romántica de los paisajes otoñales e invernales de Inglaterra. ¿Qué es
Advertisement
“River Man”? Es un poema romántico, muy a la manera de Wordsworth o Coleridge. Es Nick Drake en su estado romántico más puro. El álbum Bryter Layter (1970) es una obra que combina el folk con el jazz. La voz de Nick Drake es una mezcla entre inocencia y melancolía; un niño extraviado. “Poor Boy ” es un grito dulce y armónico sobre el crecer, la incomunicación y el ser un adulto incompleto. El álbum Pink Moon (1972) es su despedida, su testamento, tal como lo fue La corrupción de un ángel para Yukio Mishima o Indigno de ser humano para Osamu Dazai. En este álbum no hay acompañamiento, es sólo Nick Drake con su guitarra. La canción homónima es desgarradora, y más si pensamos en los días finales del compositor. La Luna Rosa puede ser la esperanza que sólo es visible para aquellos que yacen en la oscuridad. El álbum cierra con “The Tihng Behind The Sun”, que encierra una tétrica pregunta: ¿qué hay detrás de esa luz? Quizás sólo oscuridad, un horror cósmico, nihilista, nada. Una nulidad negra: “To win the earth just won't seem worth your night or your day/ Who'll hear what I say?” Hay algo más en común entre Lovecraft y Drake: sus obras reflejan poco de la época en que viven. “Pink Moon” podría ser la antítesis de “Here Comes The Sun”. Lo meditabundo y lo metafísico fueron temas en común en los setentas, pero en Nick Drake estos temas tienen un giro desesperanzador. Es este último álbum el que puede resumirse en los siguientes versos del poemario Configuración de la última orilla de Michel Houellebecq: “Cuando muere lo más puro/ cualquier gozo se invalida/ queda el pecho como hueco, / y hay sombras por donde mires. / Basta unos segundos/ para eliminar un mundo.” Donde todo el mundo canta al amor correspondido, a la juventud invencible, los sueños, el amor libre de los sesentas y setentas, y a ese mundo encantado o mágico, Nick Drake nos habla de las cosas siniestras que yacen en esas promesas, del mundo adulto como algo terrible para aquellos que aún somos niños en el fondo, de la inocencia frente al mundo (“Place to Be”), sobre el amor virginal (“Northern Sky”), de la invisibilidad que se sufre en la ciudad (“Parasite”), en fin, para todos aquellos que esperamos mucho de la vida y fuimos traicionados, para quienes deseamos ser felices y sin embargo fracasamos. Para todos aquellos que buscan la inocencia perdida, la música de Nick Drake es un consuelo agridulce. Las canciones del compositor inglés son al fin de cuentas para quienes el mundo fue un muro de piedra y sin puerta alguna, y ahí está Nick Drake quien nos toma de la mano y hace que nuestros gritos sean más sonoros, pero, ¿hay alguien que nos escuche del otro lado?
Héctor M. Magaña (Xalapa, Ver., 1998). Autor de relatos publicados en revistas (Los no letrados, Monolito, Noctunario, Revista Almiar, Elipsis, Diablo Negro, Tintero Blanco, Periódico Poético, Prosa Nostra Mx, Les Escribadores) y reseñas literarias en revistas como Criticismo. Tradujo a autores como el emperador Akihito, la emperatriz Michiko Shoda y a la poetisa Cora Coralina. Ha participado en el taller de creación literaria de Fernanda Melchor. Actualmente se encuentra estudiando en la Facultad de Letras de la Universidad Veracruzana (UV).