OCTUBRE MEDELLÍN 2018
DIRECCIÓN DE COMUNICACIONES
ALMAMATER@UDEA.EDU.CO
@UNIVERSIDADDEANTIOQUIA
@UDEA
VIGILADA MINEDUCACIÓN
ISSN 1657-4303
N.º 680
ESPECIAL: CAMPUS, 50 AÑOS DE UN DESCUBRIMIENTO PERMANENTE
P. 7 INEQUIDAD, CARIES DE LA SALUD BUCAL EN COLOMBIA
P. 2-3 EPILEPSIA Y SONAMBULISMO, UNA RELACIÓN GENÉTICA
P. 5 FINANCIAMIENTO REGIONAL PARA LA UNIVERSIDAD PÚBLICA
P. 22
2
N.º 680 · octubre de 2018 · Universidad de Antioquia
En qué trabajamos, cuánto ganamos y qué consumimos, determinan nuestra salud bucal. Distintas inequidades inciden en que el 92% de los colombianos, de 12 a 79 años haya tenido caries alguna vez.
JUAN DIEGO RESTREPO TORO Periodista juan.restrepo16@udea.edu.co
INFORME
Inequidad, caries de la
salud bucal en Colombia Que las
En Medellín, entre 2008 y 2018, se presentaron 1.048 acciones de tutela por servicios de salud bucal.
Comité editorial: Elmer Gaviria Rivera · Vicerrector General Clemencia Uribe Restrepo · Secretaria General Carlos Mario Guisao Bustamante · Director de Comunicaciones Patricia Nieto Nieto · Profesora de la Facultad de Comunicaciones Diana Carmona Hernández · Profesora de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas
N.º 680 OCTUBRE MEDELLÍN 2018
ISSN 1657-4303
personas de bajo recursos tienen peor salud bucal parece una cuestión de sentido común. Sin embargo, varios salubristas han advertido que el asunto es más complejo de lo que parece: del trabajo y de lo que consume una persona, dependerá su salud bucal —¡y en general toda su salud!—. Si en su trabajo se expone a tóxicos o a situaciones estresantes, si la jornada laboral es de ocho horas o de doce, si cuenta o no con afiliación a alguna entidad prestadora de servicios odontológicos, o si puede sacar el tiempo para lavarse los dientes cuando trabaja. De todo eso depende qué tan bien están sus dientes. Y, hay que advertir, esas circunstancias no siempre se asocian al nivel de ingresos. «Se trata de comprender que la salud bucal no es un problema aislado de los modos de vida de las personas —explica Ángela Franco Cortés, decana de la Facultad de Odontología—. Hay que dejar de explicar esta problemática solo por la falta de cuidado de la gente o simplemente afirmando que ésta no sigue las recomendaciones de cepillar dientes, encías y lengua más de 3 veces al día, o que no visita al odontólogo cada 6 meses». Hay casos de casos, por supuesto: posiblemente exitosos empresarios tengan poco tiempo para dedicar unos minutos a su cuidado bucal. Sin embargo, lo cierto es que los ingresos de las familias son determinantes no solo en la posibilidad de que un obrero pueda comprar cepillos, sedas y cremas dentales —que los publicistas promueven hábilmente—, sino también en qué alimentos puede consumir su familia, y si estos son lo suficientemente nutritivos y favorecen la formación de tejidos saludables en la boca.
ALMAMATER@UDEA.EDU.CO
@UNIVERSIDADDEANTIOQUIA
Foto: cortesía Facultad de Odontología.
El último Estudio Nacional de Salud Bucal – ENSAB 2014, incorporó por primera vez en Colombia la determinación social en salud, novedosa perspectiva de análisis. Según los resultados, el 92% de las personas entre 12 y 79 años ha tenido caries dental en algún momento de su vida. Pasa igual con el 33% de los niños de 1, 3 y 5 años, quienes también han presentado antecedentes de la enfermedad. Además, los distintos grupos poblacionales presentan una baja accesibilidad a los servicios de salud. «No es un asunto de pobreza. Hay distintas inequidades de acuerdo con la forma como cada persona se inserta al proceso productivo. El desafío es cómo mostrar esto en salud bucal, en una época de desestabilización del mundo del trabajo», señala César Abadía, investigador de la Universidad de Connecticut. Para Abadía, la salud bucal está relacionada con estabilidad laboral: si es desempleado, si trabaja de manera informal, si tiene un contrato a término fijo o si le pagan por horas, si su trabajo es urbano o del campo; «cuando analizamos inequidades en Colombia, vemos que obreros y campesinos tienen un alto índice de necesidades básicas insatisfechas».
Carlos Mario Guisao Bustamante Director de Comunicaciones Luz Adriana Ruiz Marín Jefa División de contenidos medios y eventos Luis Javier Londoño Balbín Coordinador de medios impresos
Portada Pedro León Correa Ochoa Diseño: Felipe Uribe Morales Coordinación de edición Fotografías: Museo Universitario, John Sebastián Otálvaro Pérez Colección de Historia, Fondo Corrección de estilo Gracialiano Arcila / Alexander Luisa Santa Monsalve Muñoz Diseño y diagramación Las opiniones expresadas en ALMA MATER son responsabilidad de los autores y solo a ellos compete.
@UDEA DIRECCIÓN DE COMUNICACIONES · Ciudad Universitaria · Calle 67 N.º 53-108, bloque 16, oficina 336, Medellín · Teléfono: (4) 2195026
Tutelas, radiografía que preocupa
Los cálculos del Ministerio de Salud y Protección Social muestran que la cobertura en atención odontológica es baja: alcanza un 7.1% de la población total del país. La cifra contrasta con la de cobertura de aseguramiento al Sistema de Seguridad Social, que fue de 94.8% en el 2017. En Medellín, entre 2008 y 2018, se presentaron 1.048 acciones de tutela por servicios de salud bucal. Esta cifra es evidentemente menor al total de tutelas referentes al sistema de salud, que tan solo en 2017 fue de 11.304 tutelas —2.626 más que en 2016—. Esa diferencia podría dar una pista: muchas personas ni siquiera saben que tienen derecho a la salud bucal y tal vez por eso no interponen tutelas enfocadas a ese servicio. Según la Personería de Medellín, las personas entutelan por falta de citas con odontólogo general, higiene oral, cirugía oral y otros especialistas. Porque las entidades de salud no les responden por las prótesis, o porque el tratamiento y la medicina no es cubierta por el Plan de Beneficios de Salud – PBS, antes conocido como Plan Obligatorio de Salud – POS. Aunque también se conocen casos en los que les han negado tratamientos sí incluidos en el PBS. «No hablamos de tutelas por asuntos estéticos, como la gente suele creer, sino de situaciones de profunda inequidad», explica Diana Guerra Mazo, abogada de la Personería. «Al leer las tutelas encontramos narraciones dolorosas de enfermedades bucales que se agravan porque las personas no tienen acceso a los servicios de salud de manera oportuna o porque les ponen barreras en la atención». Las tutelas ofrecen una radiografía que preocupa: problemas de nutrición, deficiencias de servicios públicos domiciliarios, desplazamiento forzoso y otras violencias; pacientes con movilidad reducida o enfermedades graves, por las cuales no pueden acceder a los servicios. Otros usuarios no disponen del dinero para pagar copagos, cuotas moderadoras y de recuperación. Incluso, hay casos de familias cuyo poder adquisitivo es tan restringido que comparten los cepillos de dientes.
¿Salud o estética?
«¿Qué significa la caries en el proceso vital de una persona? Si entendemos la enfermedad como un proceso crónico, destructivo y acumulativo, podemos observar que la inequidad se va agravando con el tiempo», dice Abadía, quien pone el ejemplo del uso de brackets estéticos o del blanqueamiento dental como marcador de belleza y aceptación, indicadores de la capacidad de consumo.
Abadía señala que el complejo médico industrial, representado por las multinacionales y a través de la publicidad, desarrolla la estrategia de «bio-fármaco-medicalización» de la vida, que hace que el cuidado bucal sea visto como algo estético o que da estatus. La caries, sin embargo, es una enfermedad clásica en la odontología y ha existido desde siempre. «Aunque en el país los indicadores de caries disminuyen —advierte Sandra Zuluaga Salazar— en ellos se enmascaran distintas inequidades de género, culturales, de clase social, etcétera». Para la docente de la Facultad de Odontología, es necesario que los odontólogos tengan en cuenta lo social y lo grupal para mejorar la atención individual, «se trata de comprender quién es esa persona que tengo en el consultorio y qué respuesta le doy en términos de educación y atención».
¿Soluciones? Reorientar el modelo y la formación
Para Diana Guerra, una solución es reorientar el modelo de atención al enfoque familiar, comunitario y territorial. «En el papel eso suena muy bien, pero ¿cómo lograrlo si a duras penas se consigue la cita?». La realidad muestra que los servicios se concentran en las grandes ciudades y a los particulares poco les interesa prestar servicios odontológicos porque no les son rentables, por eso entregan lo básico y ofrecen los demás servicios como estéticos o complementarios. Según la decana Ángela Franco, es necesaria la participación activa de la ciudadanía para que conozca y reclame sus derechos. «Debemos hacer educación para promover el derecho a la salud y cambiar el imaginario de que la odontología es algo por lo que hay que pagar y que no hay nada que exigir más allá de la limpieza o la cita de diagnóstico odontológico». La formación de profesionales también es clave. Sandra Zuluaga indica que la perspectiva de la determinación social es innovadora para la odontología clásica, caracterizada por ser una profesión predominantemente clínica y técnica. Zuluaga también resalta los distintos observatorios en los que participa la Facultad de Odontología de la Universidad de Antioquia, que permiten debatir sobre el tema y hacer seguimiento a los indicadores. El Gobierno Nacional ha realizado cuatro estudios en todo el país: en 1966, 1980, 1998 y en 2014, cuando se aplicó la perspectiva de determinación social. Estos estudios han permitido monitorear la evolución de indicadores de morbilidad oral en 50 años.
«Encontramos narraciones dolorosas de enfermedades bucales porque los usuarios no tienen acceso a los servicios de salud de manera oportuna».
Foto: cortesía Facultad de Odontología.
4
N.º 680 · octubre de 2018 · Universidad de Antioquia
El proceso formativo de Mónica Echeverry Rendón es un claro ejemplo de interdisciplinariedad en la academia ¿A qué se debe el éxito de su experiencia? Conózcalo.
STIVEN ARIAS HENAO Periodista stiven.arias@udea.edu.co
PERFIL
Una científica híbrida Pasaban las once de la noche cuando el grito intempestivo de Mónica interfirió el silencio y el descanso en la casa. «¡¿Qué fue?!», preguntaron confundidos los padres y los hermanos. Entonces, con apuros para arañar palabras —fenómeno rarísimo en ella—, no pudo contener la emoción y expresó el motivo de su inusitado júbilo: ¡Paséeee! ¡Paséeee a la Universidad! Así empezó la historia de una científica híbrida. En el seno de una familia de Envigado, integrada por Óscar y Rubiela, los padres, y sus cuatro hijos, Mónica heredó autosuficiencia y disciplina. Con tres ingenieros en casa, incluido su único hermano varón, parecía inminente para ella la elección. Sin embargo, sintió inundarse de posibilidades: ¿comunicadora, matemática o nutricionista? Al final, se decantó por la ingeniería, el paradigma cuasi genético de los Echeverry Rendón. En los albores de 2001, aquella noche, supo que ingresaría a la Universidad. En su segundo intento sería bioingeniera. Atrás quedó el año de estudios de presentación y animación de radio y televisión en el Politécnico Jaime Isaza Cadavid. Obstinada, rehusó una beca para otra reconocida institución local. «Cuando conocí la UdeA, se me metió entre ojo y ojo. No existían más opciones —su voz se afirma y sus ojos brillan—; fue el día más feliz de mi vida». Con entusiasmo inició su particular proceso de hibridación académica en Bioingeniería, amalgama del pensamiento y el lenguaje entre medicina, ciencias exactas e ingeniería. «No sabíamos a qué facultad pertenecíamos. Éramos como una familia estudiando una carrera que aplica distintos conocimientos alrededor de la ingeniería, para solucionar problemas específicos relacionados con la vida en un espectro muy amplio», recuerda. Mauricio Wilches Zúñiga, mentor, amigo y fundador del pregrado, la contactó en 2003 con el Programa de estudio y control de enfermedades tropicales – Pecet. El rostro afable de la investigadora Sara María Robledo Restrepo, le ofreció el sutil regalo del reconocimiento mutuo. «Vi su energía y me identifiqué», recuerda Mónica.
Para Robledo Restrepo, Mónica es «una chica brillante que no se detiene ante ningún reto» por su habilidad para conectar ideas, tanto que esgrime la experiencia de trabajar con ella como un afortunado legado de la docencia universitaria. Mónica, por su parte, se define como traductora científica, aunque bien le cabe el calificativo de exploradora. Colombia y Argentina fueron las fuentes académicas de las que bebió en el pregrado, del que se graduó en 2007. Durante su maestría en Biología puso a prueba, más que nunca, la plasticidad en el lenguaje y el pensamiento, pues debía ser engranaje entre varios sistemas de pensamiento. Si fuese árbol, sería un bambú. Algo de comunicadora tiene y le sirvió; ya no solo mediaría con el Pecet; el Centro de investigación, innovación y desarrollo de materiales – Cidemat, se sumaba al ruedo para su proyecto de posgrado entre 2009 y 2012. Concluir su tesis, meritoria por demás, la dejó con ganas de más, y conocer en un congreso a Jean Paul Allain, profesor colombo-peruano que trabajaba en Estados Unidos, significó un nuevo impulso. Allain trabajaba en un dispositivo implantable para el tratamiento de aneurismas, recubierto con un material de bacteria celulosa. Mónica era la ficha que le faltaba al puzle, por lo que en enero de 2013 viajó a las universidades de Purdue e Illinois para trabajar con él. También se propuso aprender inglés. Inquieta, como siempre, aspiró al doctorado con doble titulación en Ciencias Médicas en la Universidad de Groninga, Holanda, y en Ingeniería de Materiales en la Universidad de Antioquia. «En Estados Unidos había trabajado con stents, y en Holanda hice buena vibra con el profesor Marco Harmsen que trabajaba lo cardiovascular. Cidemat venía trabajando con magnesio. Uní todas las piezas y pensé… ¡un stent cardiovascular biodegradable de magnesio!». Según Mónica, aquella tarde de noviembre de 2014, la mirada y la risa instantánea de los profesores ante su propuesta para el doctorado parecían insinuar que estaba loca. Pero la siguieron. Pasó año y medio desarrollando materiales en el Cidemat y haciendo pruebas de compatibilidad en el Pecet. Luego se estableció dos años en Groninga para evaluar los materiales. Retornó a Medellín en diciembre de 2017. Este mes de octubre defenderá su tesis y se graduará en Holanda, para hacer lo propio en la UdeA en diciembre. No sorprende que la vivencia de Mónica sea para el coordinador del Cidemat, Félix Echeverría Echeverría, «una experiencia interdisciplinaria tan fuerte como la que nunca había tenido». Hoy, la metódica, idealista, terca y talentosa Mónica procura escribir las páginas que siguen. A lo mejor el método sea pararse de nuevo en la mitad de mundos heterogéneos y girar la cabeza de un lado a otro, una y otra vez, una y otra vez. ¿La academia o la industria? ¿Colombia o el exterior? ¿La docencia o un posdoctorado? ¡O todo en uno, otra vez!
«Uní todas las piezas y pensé… ¡un stent cardiovascular biodegradable de magnesio!».
Mónica Echeverry Rendón. Foto: cortesía archivo personal.
5
N.º 680 · octubre de 2018 · Universidad de Antioquia
ELIZABETH CAÑAS RODRÍGUEZ Periodista elizabeth.canas@udea.edu.co
Científicos de la Universidad de Antioquia caracterizaron y estudiaron las causas de una conexión poco documentada entre el sonambulismo y la epilepsia.
INVESTIGACIÓN
Epilepsia y sonambulismo,
una relación genética Desde la Grecia antigua hasta hoy no se ha podido erradicar la epilepsia, una enfermedad que en Colombia se estima sufren unas 565.000 personas. Lo que sí lograron científicos de la Universidad de Antioquia fue caracterizar tres genes que conectan al tipo de las epilepsias heredadas genéticamente con el sonambulismo. El hallazgo se obtuvo después de cinco años de investigación y de realizar entrevistas, estudios clínicos y genéticos especializados a 71 pacientes diagnosticados con epilepsias generalizadas y genéticas – EGG, es decir, con alteraciones en la corteza cerebral y heredadas. Al incluir análisis similares a la parentela de los casos clínicos iniciales, los investigadores reconocieron 35 casos más. Se trata de un hallazgo importante para la ciencia y también muy significativo para reducir el estigma de quienes padecen epilepsia y, además, presentan sonambulismo y parálisis del sueño. Especialmente, porque estos problemas médicos todavía son parte de creencias y supersticiones, como lo explican los profesores Jaime Carrizosa Moog y Nicolás Pineda Trujillo, de los grupos de investigación que lideraron la investigación, Pediaciencias y Mapeo Genético, respectivamente. Carrizosa Moog, asegura que «en la investigación se detecta que los pacientes y algunos de sus familiares comparten los mismos genotipos, tanto para la epilepsia como para el sonambulismo y la parálisis del sueño, lo que es un valor para el reconocimiento de esa relación». Precisa que el hallazgo solo se detectó en visitas domiciliarias con participación de neurólogos infantiles y biólogos, en las cuales se indagó sobre el sueño. Agrega que «se analizaron también las evaluaciones clínicas de los afectados y de sus familiares sanos, así como Las epilepsias son eventos caracterizados por movimientos involuntarios (crisis convulsivas) o episodios sin movimientos (crisis no convulsivas) originadas en anormalidades funcionales de la corteza cerebral. Su inicio suele ocurrir sin causas aparentes y la finalización de las crisis epilépticas es por su propia cuenta, es decir, se auto-limitan.
Estudiantes de educación avanzada. José Tascón, residente de pediatría; Diana Cornejo, estudiante de doctorado; y Sara Rojas, residente de pediatría. Foto: archivo personal.
los electroencefalogramas, practicados a algunos casos especiales o de diagnóstico dudoso». Por su parte, Pineda Trujillo, dice que encontrar genéticamente la conexión del sonambulismo y de la parálisis del sueño en pacientes con epilepsia, «fue inesperado y la novedad surgió al agregar los sujetos con sonambulismo o parálisis del sueño al esquema de análisis. Así, los investigadores no solo obtuvimos confirmación de la participación de estos genes en el riesgo para desarrollar epilepsias genéticas generalizadas, sino también en los trastornos del sueño estudiados». En la investigación de la relación epilepsia-sonambulismo, los científicos de la Universidad aplicaron técnicas que permitieron caracterizaciones, especiales y exhaustivas, de los tres genes relacionados, secuenciando 12.454 nucleótidos o elementos del material genético. Al evaluar las familias completas se encontraron 39 variaciones de las epilepsias generalizadas y genéticas. Por estos días, los investigadores divulgan el hallazgo en el Congreso Anual de la Sociedad Americana de Genética Humana, en San Diego, Estados Unidos y es, además, motivo de trabajos colaborativos con investigadores de la Universidad de New Castle, Inglaterra.
A nivel mundial son más de 48 tipos de epilepsia, varias de ellas padecidas por un periodo determinado y otras con las cuales el paciente tiene que convivir de por vida. Algunas se manifiestan a distintas edades y por causas diferentes. En Colombia, la frecuencia de epilepsia es de 11 por cada mil habitantes, pero se presume que hay regiones en el país donde es mucho más alta. El tratamiento y medidas especiales a las personas con epilepsia en el país se rige por la Ley 1414 de 2010.
En países desarrollados, la frecuencia de epilepsia es de 6 pacientes por cada mil habitantes. La OMS la considera un problema de salud pública que se presume afecta entre 60 a 80 millones de personas en el mundo, el 80% de las cuales viven en países en vía de desarrollo, quienes en su gran mayoría no reciben ni el diagnóstico, ni el tratamiento adecuado, lo cual genera una carga enorme desde el punto de vista social, clínico y económico.
6
N.º 680 · octubre de 2018 · Universidad de Antioquia
Un estudio del grupo Manejo Eficiente de la Energía alerta al Área Metropolitana sobre la urgencia de replantear medidas para el mejoramiento de la calidad del aire.
JENNIFER RESTREPO DE LA PAVA Periodista jennifer.restrepo@udea.edu.co
ACTUALIDAD Foto: Felipe Uribe Morales.
Aire contaminado, parte del paisaje La contaminación
atmosférica en el Valle de Aburrá es constante. Las condiciones climáticas en marzo y octubre empeoran la situación. Pese a las soluciones temporales, si no se modifican algunas normas y procedimientos, el aire contaminado seguirá siendo parte del paisaje. Falencias en la norma que orienta la revisión técnico-mecánica en los Centros de Diagnóstico Automotriz – CDA y mayor contaminación debido a la mala calibración de automotores, son algunos de los hallazgos del estudio Articulación UniversidadEmpresa-Estado para establecer los factores de emisión reales de fuentes móviles en el Valle de Aburrá, que se hizo con el propósito de tener una radiografía basada en datos reales, sobre las emisiones contaminantes por kilómetro recorrido, de vehículos livianos y motocicletas, en los municipios que integran el Área Metropolitana. Investigadores del grupo Manejo Eficiente de la Energía – Gimel, de la Facultad de Ingeniería, desarrollaron un patrón local de velocidad contra tiempo, llamado ciclo de conducción, que mide con pruebas dinámicas (variables de conducción y carga), las emisiones contaminantes en tiempo real. Dicho estudio, realizado durante el 2017 a solicitud del Área Metropolitana, midió emisiones reales por kilómetro recorrido, en ocho vehículos livianos, cuatro a gasolina y cuatro a diésel, y ocho motocicletas de modelos nuevos y antiguos, de mayor circulación en el Valle de Aburrá. Las pruebas dinámicas tuvieron en cuenta topografía, agresividad al conducir, estado de la malla vial, trancones, carga del automotor y tecnología vehicular. Midiendo monóxido y dióxido de carbono, hidrocarburos totales, óxidos de nitrógeno y material particulado. El director del proyecto y profesor de la Facultad de Ingeniería, John Ramiro Agudelo Santamaría, señaló que el estudio es un soporte técnico para la toma de decisiones y en la incorporación de medidas para la disminución de la contaminación atmosférica. «El ciclo de conducción es novedoso porque abarca condiciones de tráfico de acuerdo con la topografía, según la inclinación de las laderas y carga del vehículo, por ejemplo. Simulamos una subida a Castilla o al Tesoro, eso no lo tiene el ciclo europeo», destacó Agudelo.
CDA, no pasaron la prueba
Según la Resolución 910 de 2008, los CDA miden la emisión de contaminantes con una prueba estática, cuando los automotores están en reposo, sin tener en cuenta ciclos de conducción reales y de carga, como en la prueba dinámica. En las pruebas dinámicas, algunos vehículos emitieron hasta 8 mil partes por millón de hidrocarburos, mientras que, en las
estáticas, aplicadas en los CDA, mostraban emisiones por debajo de 200 partes por millón de hidrocarburos. «Detectamos falencias en la prueba estática. Se subestiman las emisiones de monóxido de carbono y de hidrocarburos totales. No se consideran las emisiones de óxidos de nitrógeno en la estática porque son muy bajas, pero en la dinámica son elevadas y pueden detectar fallas en los catalizadores», señaló el profesor. La aplicación de pruebas dinámicas obligaría a los CDA a incorporar tecnología costosa. Por esto, evalúan alternativas como la prueba ASM (Acceleration Simulation Mode) o modo de simulación de aceleraciones, que imita condiciones de aceleración propias de los ciclos de conducción dinámicos.
Otros hallazgos
La exigencia del cumplimiento de estándares internacionales para el ingreso al país de automotores nuevos debe ser mayor, y los programas de reposición del parque automotor más estrictos. La homologación de vehículos nuevos de acuerdo con la región de circulación es fundamental. Un carro nuevo mal calibrado o mal recalibrado, puede contaminar más que uno viejo bien mantenido. «Una moto mal calibrada, sin importar el cilindraje, puede emitir la misma cantidad de material particulado por kilómetro recorrido que un vehículo liviano, entre nueve y diez miligramos», recalcó el ingeniero. La subdirectora ambiental del Área Metropolitana, María del Pilar Restrepo Mesa, destacó que «el estudio se está dando a conocer al Gobierno Nacional. Algunas recomendaciones hacen parte del Plan En el Valle de Aburrá por cada 3 Integral de Gestión de la Calidad del Aire habitantes hay un carro particular y se están gestionando en la Mesa permao moto. Actualmente, circulan nente de calidad del aire». cerca de un millón 600 mil vehículos: Hasta enero de 2019 se extenderá la 599.121 autos, 62.143 taxis, segunda fase del proyecto, que busca medir 23.048 buses, 34.204 camiones, las emisiones reales por kilómetro recorri16.551 motos 2T y 835.775 do en vehículos pesados. Se han medido motos 4T. Se calcula que para emisiones en 10 vehículos pesados: 4 buses, el 2030, esta cantidad se duplique. 2 volquetas y 4 camiones. Actualmente, En el 2018, solo las emisiones se valoran 14 buses y 2 camiones de la de PM2.5 alcanzarían las 2.402 Universidad de Antioquia, y se planea metoneladas y las emisiones de dir otros 6 camiones. dióxido de carbono, 4 millones La primera fase del estudio se realizó 884 mil toneladas. con la financiación del Área Metropolitana y cofinanciación de la Universidad de Entre 2010 y 2015, en el Valle Antioquia, en sinergia con Ecopetrol, de Aburrá se incrementaron las Renault-Sofasa S.A., Incolmotos-Yamaha y motos en un 153% y los automóviles Auteco. Para la segunda fase, que es la que un 62%. En el 2015, las emisiones está en estudio, se integraron Ecopetrol, contaminantes por fuentes móviles Andemos, TCC, Coordinadora Mercantil, alcanzaron los 3 millones 281 mil UMO y la Secretaría de Infraestructura toneladas, según el AMVA. Física de Medellín.
7
N.º 680 · octubre de 2018 · Universidad de Antioquia
El Campus, 50 años
de un descubrimiento permanente Especial periodístico En 1968 empezó la ocupación del Campus, un momento trascendental en los 215 años de la Alma Mater. Hoy, la Ciudad Universitaria es la comprobación de un proyecto visionario para la educación superior en el país. En las siguientes páginas presentamos trazos sobre su historia, su riqueza arquitectónica y patrimonial, y su valor como escenario de reivindicaciones académicas, culturales, sociales y políticas.
« Sin duda la Universidad de Antioquia es la más grande obra cultural de este bello y querido pedazo del mundo que se llama Antioquia. Ella es parte de mi vida y por más de 33 años, desde los múltiples cargos que ocupé, contribuí a su crecimiento y engrandecimiento». Ignacio Vélez Escobar (1918-2011), principal gestor de la Ciudad Universitaria.
Ignacio Vélez Escobar, 1968. Foto original: Museo Universitario, Colección de Historia, Fondo DIGAR.
8
N.º 680 · octubre de 2018 · Universidad de Antioquia
La gestación, crecimiento y «madurez» del Campus, demuestran que no es un simple lugar de edificios y aulas. Es un territorio vivo, de conquistas e infortunios, en la historia colombiana.
PEDRO CORREA OCHOA Periodista leon.correa@udea.edu.co
Seis décadas Patrimonio para
de transformaciones
la educación JOHN JAIRO ARBOLEDA CÉSPEDES Rector
Nuestra Ciudad Universitaria tiene
un protagonismo arquitectónico innegable en la panorámica de Medellín. Se trata de una obra que cambió el curso de la educación superior en Antioquia. Estudiantes y profesores empezaron a ocuparla en 1968 y, desde entonces, constituye un lugar entrañable en la vida cotidiana de miles de personas que han habitado sus espacios. Fundada en 1803, nuestra Universidad ha sido protagonista y testigo de importantes transformaciones sociales y políticas de Colombia. En 215 años de historia, nuestros profesionales han impulsado grandes desarrollos en la medicina, la ingeniería, las artes, las humanidades y la industria. Sin duda, la Ciudad Universitaria es referente obligado en el estudio de la historia reciente de Antioquia, pues se ha convertido en el epicentro del proyecto educativo, científico y cultural más importante de la región. En el eje articulador de esa relación que construimos todos los días con otros territorios del Departamento, y foco de desarrollo de la zona norte de Medellín. Desde aquí hemos desplegado nuestro potencial académico, científico y social para contribuir al reconocimiento y revaloración de la diversidad. Redescubrir todos sus tesoros nos invita a reflexionar sobre cómo hemos crecido, en un contexto que plantea grandes retos a la educación superior pública, en temas de infraestructura y ampliación de cobertura educativa. Debemos hacer un esfuerzo dinámico y gigantesco por continuar mejorando este Campus, y como sociedad debemos reconocer su invaluable aporte, y fortalecer sin reparos su capacidad para incidir en la vida de los antioqueños. Celebrar 50 años de esta hermosa Ciudadela es también la mejor oportunidad para exaltar la labor de aquellos visionarios que la hicieron posible, y de repasar esas particularidades que la hacen única.
1960
El Campus: un gran hito
En 1968 empezaron a llegar al nuevo Campus estudiantes y profesores que ya cursaban sus carreras en las sedes antiguas de la Universidad. Toda la década de los sesenta constituyó el periodo de gestión y construcción de la Ciudad Universitaria, cuyos costos ascendieron a unos 127 millones de pesos.
1980 Tiempos difíciles
Los reclamos por la educación pública nutrieron una potente movilización universitaria. La agitación laboral y estudiantil estuvo ligada a paros y enfrentamientos. En 1980, el Campus fue cerrado durante un año. Una ola terrorista, en 1985, condujo a otro cierre. Para 1987, en un contexto urbano turbulento, los exilios, amenazas y asesinatos de estudiantes y profesores —entre ellos Héctor Abad Gómez—, marcaron para siempre la memoria universitaria. Esa década, sin embargo, reivindicó el pensamiento crítico como el ethos universitario.
2000 Vocación investigadora
A 200 años de la Alma Mater, conmemorados en el 2003, la institución ya era reconocida por su vocación científica y encabezaba las mediciones de Colciencias. Se crearon nuevos grupos de investigación y se fortalecieron los Centros de Excelencia. A pocas cuadras del Campus se inauguró la Sede de Investigación Universitaria – SIU, uno de los centros de investigación más importantes de Colombia y Latinoamérica. Fuente: Uribe, M. T. (1998). Universidad de Antioquia. Historia y presencia. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia.
1970 Universidad de masas
En 1960 había 1.497 estudiantes. En 1978, con el Campus, sumaban 15.726. Entre 1974 y 1976 se pusieron en marcha 7 nuevos programas de carreras cortas y 15 de carreras largas. La investigadora María Teresa Uribe señaló que los setentas trazaron «los rasgos generales de una universidad de masas», lo que significó nuevos encuentros culturales y toda una reconfiguración de las prácticas sociales.
1990 Redefiniciones institucionales
Los trágicos años anteriores gestaron un movimiento académico que cuestionó el quehacer universitario y promovió una reforma institucional. Los noventa, han señalado algunos, significaron un tránsito de Universidad contestataria a propositiva. Vinieron, entonces, la Constitución de 1991, La Ley 30 de 1992 —de educación superior— y el nuevo Estatuto General, brújula que propuso una visión modernizadora de la estructura académico-administrativa de la Universidad.
El hoy Universidad en las montañas
El Campus es hoy el corazón que irriga conocimiento a toda Antioquia. Aunque el proceso de Regionalización empezó en 1995, en la última década se ha consolidado como uno de los rasgos institucionales más significativos. La presencia regional, con 10 sedes, garantiza que unos 7 mil jóvenes accedan a la educación superior en sus territorios. Y permite que la Universidad despliegue su potencial para reconocer, revalorar y proteger la diversidad territorial.
9
N.º 680 · octubre de 2018 · Universidad de Antioquia
El trasteo desde el centro de Medellín hacia el Campus se hizo progresivamente entre 1968 y 1971. La llegada de estudiantes y profesores trasformó para siempre el entorno.
JUAN DIEGO RESTREPO TORO Periodista juan.restrepo16@udea.edu.co
Construcción del Museo Universitario. Foto: MUUA, Colección de Historia, Fondo Graciliano Arcila.
Cuando llegamos… «En este lote solo había pantanos y tomateras». El recuerdo
es de Bernarda Trujillo, de 93 años de edad. Bernardita —como la llama el afecto— es jubilada de la Universidad y, como pocos, ha sido testigo de la transformación del Campus: ella y su familia vivían en la avenida Juan del Corral, cerca del terreno donde en 1966 comenzó la construcción. Los primeros edificios, entregados en 1968, fueron los del sur de la Ciudadela, esa herradura que se forma entre los bloques 4 y 12. No hubo una fecha exacta de inauguración. Mientras la mitad del Campus estaba lista, la otra seguía en construcción. «Por donde deambularas, en esta misma plazoleta —recuerda Jaime Nieto desde una de las jardineras de la Plazoleta Barrientos—, el espacio estaba lleno de adobes, arena, tejas de barro, piedra, cascajo, gravilla y varillas». Nieto, un lustrabotas que se instaló en el Campus desde la apertura, recuerda que para algunos la nueva sede universitaria resultaba lejana del centro y, en cambio, molestamente cercana al botadero de basura de Moravia y a famosos burdeles ubicados en barrios vecinos. Desde su fundación, en 1803, la Universidad había funcionado en edificios del centro como San Ignacio, la —hoy antigua— Escuela de Derecho y otros como el del Instituto de Estudios Generales, un conjunto de casas y caserones donde antes funcionó la Cárcel de Mujeres y ahora las Torres de Bomboná. Por eso, a medida que iba terminando la construcción de los bloques del nuevo Campus, se fueron trasladando los estudiantes, profesores y empleados. Si bien el mobiliario fue trasladado por la Universidad, los bienes personales fueron responsabilidad de cada profesor y empleado. Para la construcción del Campus se negociaron aproximadamente 314.843 m2 con el Municipio de Medellín. La escritura fue firmada en junio de 1965. Un año después de esa firma empezó la construcción. Primero llegaron los ingenieros que estudiaron
Desde su fundación, en 1803, la Universidad había funcionado en edificios del centro.
los suelos, un terreno enlagunado al que tuvieron que hacerle un relleno y adaptarlo. Con ellos vino el grupo de arquitectos: Juan José Posada, Raúl Fajardo, Ariel Escobar, Augusto González y Édgar Isaza. Isaza, el más joven del grupo, recuerda que Vélez los «tallaba» para no gastar más de lo debido. «El resultado fue una obra limpia y funcional», expresa el arquitecto, quien durante la construcción compartió con los maestros Pedro Nel Gómez y Rodrigo Arenas Betancur, cuyas obras permanecen en el Campus. La llegada de estudiantes y profesores trasformó el entorno. Los vecinos de los barrios El Chagualo y Sevilla comenzaron a vender café, empanadas, bebidas, cuadernos y lápices, cosas que no se conseguían dentro del Campus. En aquel entonces, Barranquilla no era una calle significativa. Jaime Nieto recuerda que en las mañanas se escuchaba, a lo lejos, el sonido que hacía el ferry en su marcha por la vía que antes era del Ferrocarril de Antioquia. En mayo de 1968 se inauguró la primera Bienal Iberoamericana de Pintura en el Campus y en febrero de 1969, el presidente de la República, Carlos Lleras Restrepo, visitó las obras y se comprometió a ayudar con la financiación. Esto sirvió para terminar bloques como el 10, que había quedado suspendido después de hacer las bases y el armazón. La malla del perímetro fue puesta en 1971, cuando se concluyeron, en su mayoría, los trabajos de construcción. Cinco décadas después, Jaime Nieto reivindica la que ha sido su segunda casa: que mucha gente no creía que construir este Campus fuera buena idea, dice; que, incrédulos, se burlaron de don Ignacio Vélez, dice; «que era imposible hacerlo, pero él insistió y vea lo que dejó», dice.
10
N.º 680 · octubre de 2018 · Universidad de Antioquia
El único campus de Colombia declarado Bien de Interés Cultural del Ámbito Nacional es el de la Universidad de Antioquia. A 5 años de esa declaratoria, consultamos qué representa.
PEDRO LEÓN CORREA OCHOA Periodista leon.correa@udea.edu.co
«Es un lugar excepcional»:
Juan Luis Isaza
En el 2013 se declaró al
Campus Bien de Interés Cultural del Ámbito Nacional, la misma valoración que tienen las fortificaciones de Cartagena, el Capitolio Nacional, la Catedral Metropolitana de Medellín y, hasta ahora, otros 1.106 lugares de Colombia. Hablamos con Juan Luis Isaza Londoño, arquitecto y experto en patrimonio cultural iberoamericano, quien como director de la oficina del Patrimonio del Ministerio de Cultura —entre 2009 y 2015—, fue uno de los protagonistas de la declaración.
¿Qué proceso debe cursar un campus para obtener esta declaración? No hay una legislación particular. La Ley General de Cultura determina muy claramente los criterios y ámbitos para declarar un bien de interés cultural de carácter nacional. Los temas de patrimonio están más normados de lo que uno supone. La mayoría de la gente piensa que fue porque alguien lo pidió o porque el bien es muy bonito. Pero realmente hay toda una justificación, análisis e instancias de control. ¿Cómo fue ese proceso para el caso de este Campus? Desde la Dirección de Patrimonio empezamos una serie de ciclos que había que cumplir. Fue el rector Alberto Uribe Correa quien, en 2011, solicitó al Ministerio de Cultura que se emprendiera el proceso. Luego recogimos información sobre la historia, planimetría y titularidad del bien. La misma Universidad ya contaba con un plan supremamente claro de mantenimiento, crecimiento y utilización. Así que tuvimos un acompañamiento muy eficaz, particularmente de la arquitecta Clemencia Wolff. ¿Qué implica la declaratoria para el manejo arquitectónico del campus? No se trata de continuar exactamente con la misma arquitectura, los mismos modelos ni los mismos materiales, pero lo que se haga tiene que ser respetuoso con el entorno. Mientras estuve en la Dirección, por ejemplo, cambiaron una portería. En ese caso la Universidad presentó al Ministerio un proyecto del por qué era mejor demolerla y volver a construirla. Lo que se buscó allí, por ejemplo, fue coherencia con los parámetros originales. A la universidad pública le exigen mayor cobertura educativa. ¿Es posible conciliar la declaratoria con la necesidad de más infraestructura? Entiendo que el crecimiento de la Universidad es por fuera del Campus. Por supuesto que cualquier cambio hay que someterlo a consideración del Ministerio de Cultura, pero no creo que eso sea ni ahora ni a futuro un
problema para el crecimiento y correcto funcionamiento de la Universidad. Lo que no sería posible es decir que, ahora, donde está la Biblioteca, vamos a construir un edificio de 20 pisos en vidrio espejo. Es que la Universidad, no por una imposición del Ministerio, decidió valorar, conservar y proteger ese espacio. Hace 5 años celebramos, orgullosos, la declaratoria. Pero hoy vale preguntar, ¿de qué ha servido? No creo que tenga que haber pasado algo. Hay muchas declaratorias que se hacen justamente para frenar el deterioro o la destrucción de un patrimonio. Pero en este caso había un convencimiento pleno de las directivas de proteger el Campus. Yo más bien le preguntaría a la Universidad para qué le ha servido. Le puede servir para gestionar recursos económicos y según entiendo lo han hecho a través del Museo Universitario. En ocasiones los llamados disturbios afectan el Campus, aunque la declaratoria plantea la protección como deber constitucional. ¿qué pasa allí? La resolución claramente dice que la Universidad no está exenta a esas manifestaciones. Es decir, es un cuerpo vivo, no es un museo ni se pretende contemplar como un museo. ¡Hombre!, habrá que mirar cómo se concilian expresiones políticas con la conservación cultural. La regulación, desde lo patrimonial, no está interfiriendo en contenidos de posturas políticas, religiosas ni de ningún tipo. Probablemente eso implica que, si hay un grafiti, la parte de mantenimiento de la Universidad tendrá que ver cómo maneja el asunto. ¿Hay otros campus sujetos de esta declaratoria? Ningún otro en Colombia. Las sedes de la Universidad Nacional en Bogotá y Medellín tienen edificios declarados, pero no los campus en su totalidad. La Universidad Central de Venezuela, en Caracas, construida en el siglo xx, es Patrimonio Material de la Humanidad. También la Universidad de Coímbra, en Portugal, que está en una ciudad medieval. Así que el Campus de la Universidad de Antioquia es realmente excepcional, me atrevería a decir que en Colombia y casi que en América Latina y el Caribe. Desde una mirada más personal, como arquitecto, ¿qué apreciación tiene del Campus? Me sorprende enormemente la calidad urbanística, ambiental, constructiva, espacial, arquitectónica, paisajística y la cantidad de obras de arte que no solo están asociadas a la arquitectura, sino también que ha adoptado la Universidad como política; en este Campus hay obras de los mejores artistas nacionales. Además, no hay materiales sofisticados ni importados, solo los de este valle o las áreas circunvecinas. Madera, ladrillo, teja, piedra y poco más que eso. Con ello se logró una plasticidad y un sorprendente nivel artístico y arquitectónico.
Juan Luis Isaza, actual director de la Fundación Ferrocarril de Antioquia. Foto: Pedro Correa Ochoa.
11
N.º 680 · octubre de 2018 · Universidad de Antioquia
Territorio de disputas y reivindicaciones, el Campus es un referente espacial de la crítica política y la protesta social en Colombia.
WILLIAM FREDY PÉREZ TORO Director del Instituto de Estudios Políticos – IEP william.perez@udea.edu.co
Condiciones para difamar
un campus Tantas personas
han denostado de tal manera y desde hace tanto tiempo este Campus («caótico», «peligroso», «degradado», «inseguro», «resentido», «revoltoso», «tierra de nadie», «reino del hampa», «olla de vicio»), que da por lo menos pena verlos regresar una y otra vez tras un libro, una conferencia, un concierto, un contrato o un voto. Es difícil saber cómo vuelven aquí sin ofrecer siquiera una rectificación, pero es fácil saber cómo hicieron para enjuiciar tan duramente este lugar. Lo que hicieron fue olvidar que este patrimonio científico, cultural e histórico de la sociedad antioqueña, ha sido también la territorialidad por excelencia de los universitarios de la universidad pública en la región, y un referente espacial de la crítica política y la protesta social en Colombia. Que este lugar fue inaugurado en tiempos intensamente políticos, en pleno declive de la universidad de élite y mientras millones de jóvenes pedían cambios, en calles, plazas y campus del mundo entero. Que unos pocos años antes y unos pocos años después, surgieron en Colombia las organizaciones insurgentes protagonistas de un prolongado conflicto armado nacional. Que esta Ciudadela se puso en funcionamiento durante la vigencia de un régimen político que imponía —también— en la universidad «la paridad excluyente en el cuerpo docente: mitad de profesores conservadores y mitad de liberales»1; que el Campus, como el país, se encontraba en estado de sitio y que los rectores de las universidades públicas recibieron poderes de excepción2. Que en el nuevo Campus se reeditaron, con mayor frecuencia, las viejas irrupciones de ejércitos y cuerpos policiales; y que este Campus soportó desde entonces disputas por el orden que superaron en mucho su naturaleza y jurisdicción; que fue un territorio de impugnaciones violentas del orden local, regional y nacional, y que sobrevivió a decenas de vividores del desorden urbano que lo circundaba. Donde hay tanta historia, ven solo ladrillos pintados los detractores del Campus. No escuchan el eco de las controversias académicas y políticas que aquí se han trenzado, las luchas
Ilustración: Felipe González Giraldo
No escuchan el eco de las controversias académicas y políticas que aquí se han trenzado, las luchas por las libertades o por la democracia. por las libertades o por la democracia. Ni siquiera ven los símbolos y la memoria que hay en cada placa, monumento y grafiti del Campus. Donde hay tanta capacidad crítica, tanto vigor cultural y tantos méritos científicos, solo ven montoneras anárquicas quienes denigran este Campus. Olvidan cosas tan elementales como que la vida universitaria es una experiencia difícilmente limitada al seguimiento de las obligaciones y derechos surgidos de un contrato educativo o de una relación laboral. Que, además, generaciones de universitarios nunca han tenido clara la línea que señala el fin de su territorio, es decir, de un «espacio habitado por la memoria y la experiencia de los pueblos» cuya lectura «puede enseñar mucho sobre cómo resolver los problemas y los conflictos, las dudas y las incertidumbres que enfrentamos»3. Lo saben los maldicientes, porque un día lo vivieron intensamente. Pero lo olvidan, para poder maltratar la imagen de este campus. No quieren recordar las dimensiones relacionales de este territorio, la fluidez y el movimiento que lo caracterizan o que lo hacen y, en cambio, vuelven una y otra vez sobre la envejecida denuncia de una extraterritorialidad que sería la responsable de esa degradación que ellos ven. Al final, no hacen más que insistir en alimentar su
propia creencia de que todavía existe una creencia sobre la extraterritorialidad del campus. No quieren saber tampoco que esta Ciudadela es, hoy, solo parte del complejo institucional y arquitectónico con el cual la universidad se esfuerza por responder a las demandas de crecimiento y cobertura. Que lo que ocurre en la Universidad no ocurre todo en el Campus, pero que él es el gran símbolo. Y que, en medio de tantos aprietos financieros, aquí hay tanta tolerancia y creatividad como para soportar la idea según la cual «hacinamiento no significa que la gente no quepa, sino que los espacios están bien ocupados»4. Este Campus, por último, denostado tan ciegamente por editorialistas, políticos y académicos idos, ha padecido desde su inauguración un entorno violento y voraz. Lo ha sobrevivido, pero ha pagado el costo que implica no perder contacto con esa ciudad, esa región y ese país circundantes. Y no lo ven, o no quieren verlo, esos detractores. Ni al Campus, ni al entorno. No lo ven, pese a que van y vienen tan fácilmente entre un lugar y otro. 1. Tirado, Álvaro (2012 febrero 20). La Universidad rebotada. El Tiempo. Disponible en http://www.eltiempo.com/archivo/ documento/CMS-11245422. 2. Decreto 1259 de 1971, art. 1. 3. Restrepo, Gloria (1999). Aproximación cultural al concepto de territorio. Perspectiva Geográfica, 4, pp.143 – 149. 4. CSU. UdeA (2013 julio 30). Acta 307.
12
Nº 680 · Universidad de Antioquia, octubre de 2018
Descubrir es el verbo por excelencia en aulas y laboratorios. Pero más allá de esos espacios, el Campus conserva maravillosos objetos de ciencia e historia. ¡Una selección para sorprenderse!
NATALIA PIEDRAHITA TAMAYO Periodista natalia.piedrahita@udea.edu.co
Tesoros en el
Campus ↑ Otra manera de medir el tiempo ← Corazón universitario En el fondo patrimonial del Museo Universitario reposa un corazón. Marco Antonio Ochoa, profesor y vicerrector de la Alma Máter hasta 1891, año de su muerte, dejó escrito en su epitafio: «Mi alma a Dios y mi corazón a la Universidad de Antioquia». La familia acató literalmente su decisión.
La escultura Reloj de Sol es una herramienta científica creada por el ingeniero Antonio Bernal, exdirector del Planetario de Medellín. Por tamaño, características y analema —curva que describe la posición del Sol en el cielo—, es la única pieza de medición alternativa del tiempo que se tiene en Antioquia, utilizada para investigaciones en ingeniería y astronomía.
→ Una mosca extraordinaria Su cabeza —prominente línea horizontal con ojos en cada extremo—, mide tres veces más la longitud de su cuerpo. Fue hallada en el 2014 por investigadores de la Universidad en el Santuario de Flora y Fauna de Otún Quimbaya, en Risaralda. La particular hembra integra la sorprendente colección de especies de insectos que reposan en el Laboratorio de Entomología.
← Histórico habitante Lo llaman «Piñón de Oreja», por la forma de sus frutos. Un árbol nativo de 13 metros de alto y vecino del Teatro al Aire Libre. Se dice que hizo parte del «Bosque de la Independencia», creado en 1913 —en la presidencia de Carlos E. Restrepo— para el Centenario de la Independencia de Antioquia. El histórico habitante del Campus es uno de los árboles más longevos en la Universidad.
Ilustraciones: Víctor Hugo Tibanta.
↑ Históricas selfies La fotografía en Colombia inició en 1841, con la introducción del daguerrotipo. Dos daguerrotipos antiguos se conservan en el Campus, parte del archivo personal de Marceliano Vélez, primer egresado con diploma de la Facultad de Derecho y exrector de la Universidad. Son dos retratos: uno de Vélez y otro del también prócer Pedro Justo Berrío. Las fotografías más antiguas de nuestro Archivo Histórico.
13
N.º 680 · octubre de 2018 · Universidad de Antioquia
→ Rocas celestes Ocho piezas de meteoritos hacen parte de la Colección de Ciencias Naturales del Museo Universitario. Entre ellos se destacan el meteorito lunar NWA 11228, una brecha feldespática encontrada en el país de Argelia, el 20 de marzo de 2017, y una condrita ordinaria tipo LL5, hallada en Cheliábinsk, Rusia, el 15 de febrero de 2013. Fragmentos del universo que habitan la Alma Máter.
← Vestigio de un tiburón colosal ↑ El Amor Brujo
En la era Cenozoica existieron tiburones gigantes, depredadores de más de cien toneladas y 18 metros de altura. En el Museo Universitario reposa un colmillo de Megalodón, especie extinta hace 2.6 millones de años, cuyo nombre proviene del griego y significa «diente grande». Se estima que cada individuo podía poseer cerca de 280 dientes enormes en forma de sierra.
Un manuscrito original del ballet El Amor Brujo —letra de María Martínez Sierra y música de Manuel de Falla—, está en el Centro de Documentación de la Facultad de Artes, que contiene 400 partituras clasificadas en músicas para cámara, banda sinfónica y banda. La pieza, del año 1915, marca la entrada del Modernismo a la música española.
← El periódico de la Nueva Granada El Zancudo es uno de los primeros periódicos creados en Colombia. Un ejemplar del 17 de mayo de 1791 reposa en la colección de periódicos de la Biblioteca Carlos Gaviria Díaz. Con cerca de 2.700 títulos es la única colección de su tipo en una universidad del país. Hay prensa nacional del siglo xviii hasta hoy.
↑ Patrimonio biótico de la humanidad En el Herbario Universitario se conserva una muestra de la Pasiflora suberosa, especie de planta herbácea originaria de América. Este histórico ejemplar fue recolectado en Jamaica por miembros del Carnegie Museum, en febrero de 1847. Luego fue donado a la Alma Máter. El Herbario se fundó en 1969, pero en sus 12.000 ejemplares se aprecian archivos anteriores a su inicio.
↑ El mural cerámico más grande del país En 11 módulos —cada uno de 2.85 m2— se narra la Epopeya del Café. El mural fue pintado en 1943 por el maestro Horacio Longas, con esmalte cerámico sobre 3.610 baldosines. Estuvo olvidado, en cajas y en una bodega, durante 50 años. En 1999 la Federación Nacional de Cafeteros lo entregó en comodato para el Campus.
14
N.º 680 · octubre de 2018 · Universidad de Antioquia
Las formas de enseñanza en las aulas y la interacción de las áreas del conocimiento, han variado en el tiempo. Por el Campus han transitado diversos modelos educativos.
LUZ MARINA RESTREPO URIBE JUAN DIEGO RESTREPO TORO Periodistas
Las formas de enseñar La nueva
vida académica que se iniciaba en la Ciudadela Universitaria hace 50 años estaba marcada por la tensión entre una administración instrumental y autoritaria, y una acción colectiva estudiantil, que se comprometía cada vez más con los propósitos revolucionarios de la época. Esta idea, expresada por la profesora e investigadora María Teresa Uribe en el libro Universidad de Antioquia. Historia y Presencia, describe la situación que se vivía en unos años convulsos, que trajeron cambios a la Universidad, después del triunfo de la Revolución Cubana y de los sucesos del Mayo del 68 en Francia. Además de agrupar en el nuevo Campus a las unidades académicas dispersas en el centro de Medellín, las directivas de la Universidad se propusieron transformarla y en 1962 crearon el Instituto de Estudios Generales, una propuesta que tenía el objetivo de centralizar en un solo organismo, los cursos comunes de varias facultades. Allí se encontraban los estudiantes de las distintas carreras para cursar materias básicas de Humanidades, Ciencias Sociales, Matemáticas, Química o Física. Según Ignacio Vélez Escobar, rector entre 1963 y 1965, lo que llamó «Colegio de ciencias» garantizaba formación básica y una sólida cultura general; también ofrecía una orientación eficiente para todos los estudios universitarios y, finalmente, servía de estímulo a la diversificación de la educación. Esto significó un «gran salto hacia adelante», según María Teresa Uribe. A comienzos de la década de los sesenta, pese a las iniciativas modernizantes que se venían implementando, la institución seguía siendo una «típica universidad de élite», porque su población era pequeña (en 1961 había 366 profesores y 1.768 estudiantes), sus alumnos eran reclutados en la clase alta y sus profesores estaban vinculados a la clase dirigente. En un periodo de cinco años, las directivas y un grupo de profesores y decanos impulsaron los estudios generales y la construcción del Campus, iniciativas que seguían las recomendaciones de la Fundación Ford. Esto representó la transformación de un proyecto ilustrado, humanista, tradicionalista y elitista en una universidad moderna y de masas, «con todos los problemas y potencialidades de esta nueva situación […] el traslado a la Ciudadela Universitaria en 1968 haría el resto», explica María Teresa Uribe en su libro. Con la reforma del Instituto de Estudios Generales en 1968, nació la Facultad de Ciencias y Humanidades, que marcaría a los universitarios de la década del 70, caracterizada por el surgimiento de movimientos sociales, entre ellos movimientos estudiantiles con presencia regional. El modelo educativo de la época, fundamentado en la filosofía
En 1962 crearon el Instituto de Estudios Generales, para centralizar en un solo organismo los cursos comunes de varias facultades.
Foto: Museo Universitario, Colección de Historia.
y las humanidades, formó universitarios con espíritu libertario, solidario y comprometido socialmente. Para la profesora Elvia María González, decana de la Facultad de Educación de la Alma Máter, el modelo educativo de los sesenta y setenta permitía una mayor integración del conocimiento, en tanto los cursos generales admitían más interdisciplinariedad. Al desaparecer este tronco común, las asignaturas de Ciencias y Humanidades pasaron a ser responsabilidad de cada facultad, con lo cual se perdió la visión de integralidad que tenía la formación universitaria. El modelo se transformó con el tiempo. En los años ochenta fueron creados institutos de investigación, por ejemplo el de Estudios Políticos, en 1988, o el de Estudios Regionales, en 1989, como unidades académicas que no estaban adscritas a ninguna facultad y tenían autonomía frente a la vieja división de saberes. La década del noventa trajo la Constitución Política de 1991 y, en 1992, la Ley 30 de Educación Superior, lo que implicó una reorganización en lo académico y administrativo para las instituciones de educación superior del país. En 1994 en la Universidad de Antioquia se promulgó el Estatuto General, vigente aun hoy y que promueve la descentralización, la excelencia académica, la interdisciplinariedad, el respeto de la normatividad y la universalidad. En 1997 comenzó la renovación curricular y, desde entonces, se discute el currículo de los pregrados, colonizados poco a poco por la investigación formativa, la interdisciplinariedad, la relación teoría-práctica y la presencia de diversas estrategias didácticas. La decana González resalta la importancia de la renovación curricular de cara a los nuevos desafíos que plantea la cuarta revolución industrial. De modo que la interdisciplinariedad y la trasversalidad de los pénsum, en cualquier área del saber, deben propiciar la formación ética, estética y política, que contribuya a un aprendizaje integrador, donde estudiantes y profesores se piensan como constructores de conocimiento al servicio de una sociedad en transformación.
15
N.º 680 · octubre de 2018 · Universidad de Antioquia
Cartas, documentos, grabaciones, fotografías y todo un legado de pensamiento de importantes personajes del país, se conservan en la Biblioteca Carlos Gaviria Díaz.
JUAN PABLO MUÑOZ PATIÑO NATALIA PIEDRAHITA TAMAYO Periodistas
Legados documentales:
memoria de lo que somos Escudriñar en
ARCHIVOS DEL INVENTARIO PATRIMONIAL 9.476
COLECCIÓN DE AUDIOVISUALES
37.527
PATRIMONIO DOCUMENTAL
22.041
COLECCIÓN ANTIOQUIA
90.700 19 autores
ARCHIVOS PERSONALES
12.616
COLECCIÓN PATRIMONIAL HISTORIA DE LA MEDICINA
219
COLECCIÓN DE VETERINARIA Y ZOOTECNIA
los estantes de la Biblioteca Carlos Gaviria Díaz —ubicada en el corazón del Campus— implica la posibilidad de encontrarse, cara a cara, con buena parte de la historia nacional. Es la reserva de 172.636 documentos patrimoniales —libros, periódicos, cartas, revistas, folletos, películas, grabaciones radiofónicas, fotografías— que evidencian qué es Colombia. Además de la colección Antioquia y la colección de periódicos, residen en ella diecinueve archivos personales de maestros e investigadores del arte, la historia, la política y la literatura, entre ellos los legados intelectuales de Inés Tobón de Viana, Carlos E. Restrepo, Luis López de Mesa, Estanislao Zuleta, Héctor Abad Gómez, Alfonso López Pumarejo y, recientemente, Carlos Gaviria Díaz. Estos archivos personales contienen joyas como el ejemplar, único y original, de la novela Iola, escrito por Luis López de Mesa en 1919, con ilustraciones del artista José Rivera Restrepo. También los diarios personales de Pedro Antonio Restrepo Escovar, escritos entre 1848 y 1899, cuyas anotaciones evidencian, desde lo biográfico, hechos fundamentales que configuraron la historia del país. «En estos legados llegaron las primeras ediciones o las de lujo de colosos de la literatura universal como El Quijote de la Mancha, Cien Años de Soledad o La Divina Comedia, registros de gran valor ya que contienen el germen de lo que luego ha sido declarado clásico», explica José Luis Arboleda, coordinador de las Colecciones Patrimoniales de la Biblioteca. El libro más antiguo es el Codicis Sacratissimi Impertat ivs Ivstinian de 1612, una reunión de códigos que el emperador Justiniano determinó como regentes de la iglesia bizantina. Proviene de la imprenta de los hermanos Landry, en Francia, y está escrito en latín con anotaciones en griego. En sus propios materiales hay poesía: sus hojas se hicieron a base de cereal, las costuras con cáñamo y su pasta con piel de carnero. Los miles de archivos que hay allí nutren consultas e investigaciones académicas. Constituyen buena parte del patrimonio histórico tangible e intangible de Antioquia y de la nación. «En el concepto de patrimonio está implícita cada sociedad, estos legados son el reflejo de lo que ha sido Colombia desde la diversidad de información emitida y recolectada desde el siglo xvii», declara Arboleda. Géneros que han caído en el desuso, como el epistolar, pueden rastrearse desde el legado de la
El libro más antiguo en el Campus es el Codicis Sacratissimi Impertat ivs Ivstinian, de 1612. profesora y relacionista pública Inés Tobón de Viana, quien en sus cartas a familiares y amigas relata las vivencias de las mujeres campesinas que llegaban a Medellín en la primera mitad del siglo xx. Arboleda explica que este legado evidencia la lucha femenina por el reconocimiento de sus derechos fundamentales y la participación en la educación y la política, en una época en que se les restringía al ámbito doméstico. En este patrimonio pervive el material proveniente de los frailes franciscanos fundadores de la Universidad y los libros de la Biblioteca Departamental que funcionó entre 1870 y 1951, en homenaje a Francisco Antonio Zea, y que, para mantener el carácter público de su contenido, entregó sus acervos a la Alma Máter. De estos se destacan los facsimilares de la Real Expedición Botánica y de la Comisión Corográfica del Nuevo Reino de Granada. La colección de periódicos ha recogido los reportes diarios del país desde mayo de 1791, en diferentes periódicos y gacetas. Son más de 2.700 registros que han servido para consultas e investigaciones académicas y han apoyado los trámites de reparación de unos 40 mil casos de víctimas del conflicto armado y del desplazamiento. Este compendio, de carácter público y abierto, constituye una parte formidable de la herencia cultural y científica del país, dispuesta en la Universidad de Antioquia para el mundo.
16
N.º 680 · octubre de 2018 · Universidad de Antioquia
Ruta N, el Parque Explora, el Jardín Botánico, el Hospital San Vicente y el Planetario hacen parte hoy de un núcleo de desarrollo urbano de desarrollo urbano que surgió con el Campus.
FREDY ALONSO RAMÍREZ Periodista alonso.ramirez@udea.edu.co
Foto: Dirección de Comunicaciones Universidad de Antioquia.
Eje del desarrollo urbano de Medellín Edgar Jaime Isaza Isaza es uno de los seis arquitectos que participaron en la construcción del Campus. Hoy, tras 50 años, recuerda cómo en aquella época había una corriente conservadora que decía que la Ciudad Universitaria se debía hacer por fuera de Medellín. «Recomendaban unos terrenos de El Hatillo, en Barbosa, pero Ignacio Vélez Escobar decía que la Institución debía entregarse a la ciudad, ser parte de ella». Finalmente, el Campus de la Universidad de Antioquia se edificó en un terreno que el municipio de Medellín le había vendido al Instituto de Crédito Territorial – ICT para un proyecto de vivienda social. El Instituto, tras varios estudios manifestó que el lugar «era un lodazal que no servía para nada». Pidieron revertir el negocio pero el Municipio no aceptó. Tras un pleito jurídico le devolvieron el dinero al ICT. Sí, eran unos pantaneros pero debajo había un suelo firme, recuerda Isaza. «Nos encontramos con un sitio privilegiado para el campus, óptimo. Lo hicimos convencidos de que iba a ser algo que marcaría a la ciudad. Esta obra rubricó un nuevo derrotero para Medellín». Una de las voces más críticas de la renovación urbana de Medellín es el arquitecto y profesor de la Universidad Nacional, Luis Fernando González. Según él, el hospital y la clínica —el San Vicente y la León xiii— estaban determinando el desarrollo del norte de la ciudad, cuestión que se consolidó con la construcción de la Ciudad Universitaria. «Lo que hace la Universidad es insertarse en una parte que no estaba poblada, que no cumplía una función importante en términos urbanísticos, porque era parte de la antigua
zona de inundación del río Medellín. Se vuelve un epicentro de la ciudad, la fortalece y la convierte en un punto fundamental al transformar las dinámicas con la posterior llegada de la población estudiantil», comenta González. La llegada del Campus fue entonces la punta de lanza para el desarrollo del norte de la ciudad, el centro desde el que se erigió la transformación, en donde comienza a configurarse lo que es hoy el Distrito de Innovación.
El Campus fue punta de lanza para el desarrollo del norte de la ciudad La Ciudad Universitaria llegó en medio de la Medellín industrial, cuando evolucionaba una economía muy artesanal, señala Alejandro Franco Restrepo, director ejecutivo de Ruta N, entidad vecina del Campus e ícono de la llamada «ciudad innovadora». «La Universidad representó la contraparte, dado que contribuyó a que el crecimiento industrial fuera cercano a la formación profesional». Por ello, Franco denomina al Campus «piedra angular del Distrito de Innovación». También ha sido un punto clave del tejido de la conexión urbana con lo intelectual y
cultural de Medellín, así lo manifiesta Andrés Roldán Giraldo, director ejecutivo del Parque Explora, otra institución vecina. «Desde hace más de 100 años se visualizaba una función importante para este sector. El Campus empezó a consolidar un ecosistema académico, cultural y educativo, generó un territorio de intercambio social y de encuentro. De entrada, denotó una condición especial: ser un eje pivotante del desarrollo urbano». Roldán Giraldo también expresa que la Ciudad Universitaria ha sido ejemplo de cómo crear territorio; un lugar en donde todos caben con sus diferentes identidades, procedencias o capacidad económica. «Se convirtió en un sector representativo para ciertas comunidades o grupos sociales, que se han visto marginados de otros espacios. Es un entorno de respeto donde es posible expresar su identidad». Esta Ciudad dentro de la ciudad seguirá siendo polo del desarrollo. Según el director de Ruta N, nada hubiera sido posible si a partir de la segunda mitad del siglo xx, Universidad, Empresa y Estado no se hubieran confabulado para generar este referente latinoamericano de conocimiento. El Campus de la Alma Mater es un experimento social y urbano, creó cohesión y conciencia social, lo público al servicio de lo público. Es ese punto convergente del saber, sociedad, encuentro cívico y urbanismo. Configuró en su entorno una agenda científica, tecnológica, cultural, académica y de innovación. Como afirma Isaza, el lugar parecía escogido a dedo. «Pero si uno piensa ¿dónde pudo haber sido construido?... ¡Esta fue la ubicación perfecta!».
17
N.º 680 · octubre de 2018 · Universidad de Antioquia
¿Cómo se planean los campus hoy? Indagamos con otras universidades colombianas. Flexibilidad, bienestar, modernización tecnológica, integración y sostenibilidad: asuntos claves.
STIVEN ARIAS HENAO Periodista stiven.arias@udea.edu.co
¿Cómo se planean los campus hoy? Concebir hoy
Mapa del Campus de la Universidad de Antioquia.
Varios campus construidos en Colombia en los setenta siguieron el modelo de la Ciudad Universitaria.
un campus universitario en Colombia —y en cualquier país— implica una tarea sustancial: hacer una lectura clara de sus contextos internos y externos. Así lo advierte Dora Luz Delgado Gómez, socióloga con especialización en Planeación Urbano-Regional y coordinadora del programa Campus Vivo de la Universidad de Medellín, quien señala que en un campus es necesario plasmar su propio autorreconocimiento, como actor clave en el desarrollo de las dinámicas sociales y ambientales de la ciudad en la que esté ubicado. «El valor más importante de los campus está asociado a la espacialidad pública, al paisaje y la infraestructura que permita el encuentro», afirma el arquitecto con maestría en Paisaje, Felipe Bernal Henao, jefe del Plan Maestro de la Universidad Pontificia Bolivariana, para quien se deben considerar aspectos como la conexión con los sistemas masivos de transporte. Según Maurix Suárez Rodríguez, arquitecto y gerente del campus de la Universidad de los Andes, en Bogotá, «es clave consolidar espacios de bienestar donde las personas obtengan percepciones y sensaciones que no tienen en sus hogares, oficinas u otros espacios», lo que denomina «experiencia campus». Lo que estos tres profesionales recalcan convoca a una reflexión profunda sobre los cerramientos perimetrales que tienen buena parte de los campus universitarios del país. «¿Construyen una mejor ciudad? Es una pregunta compleja pero necesaria», advierte Bernal Henao.
Por su parte, Joan Ferney Zuleta Gaviria, coordinador de Diseño de la Universidad Nacional sede Medellín, opina que «a futuro los campus deberían ser abiertos a la comunidad para que cualquier persona acceda a determinadas posibilidades educativas y espacios complementarios como bibliotecas o escenarios deportivos, sin necesidad de ser estudiantes activos».
Espacios para la academia
«La educación está evolucionando y ya no está enfocada en el docente frente a 40 estudiantes. Tiene que volcarse al trabajo colaborativo e investigativo, y eso debe reflejarse en la infraestructura. Ya no diseñaremos solo aulas para clases magistrales sino espacios para talleres de trabajo conjunto, coworking y otro tipo de actividades», dice Zuleta Gaviria. En sintonía con Bernal Henao, además de los evidentes retos en materia de renovación de la infraestructura existente —fundamentalmente en relación con la Norma Sismo Resistente nacional, de 2010—, las nuevas dinámicas de enseñanza-aprendizaje involucran procesos de innovación y esquemas virtuales que exigen pensar de otro modo los escenarios de aprendizaje. En el diseño de infraestructura educativa tiene mucha relevancia la articulación e integración de las distintas dinámicas y funciones sustantivas de la universidad, insiste Delgado Gómez. «La investigación, la docencia y la extensión —dice— tienen que estar más articuladas, lo cual también debe pasar por los proyectos educativos institucionales. Si no nos integramos en esas dimensiones sustantivas y disciplinarias, estaremos dando tumbos en el proyecto educativo». Edwin Alexis Úsuga Moreno, jefe de la División de Infraestructura Física de la Universidad de Antioquia, concluye que «en Colombia hay que propender por la conservación y ampliación de los campus en óptimas condiciones para atender la creciente demanda de ampliación de cobertura, pero de calidad».
Un referente Para Raúl Bernal Arango, arquitecto que participó en la planificación, ejecución y puesta en marcha de las edificaciones del Campus de la Universidad de Antioquia, es claro que la construcción tuvo gran repercusión en el desarrollo de otros campus universitarios en el país. «Muchos de los campus que se construyeron en la década de los setenta siguieron, de alguna manera, el modelo de nuestra Ciudad Universitaria», afirma.
Entre estos destaca a la Universidad de Medellín, la Universidad Eafit, y el campus de la Universidad Pontificia Bolivariana, que aunque anterior, «su desarrollo recoge ideas sembradas en el Campus de la Universidad de Antioquia». Hay relación también con los campus como el de la Universidad de la Sabana en Bogotá y el de la Universidad de Córdoba.
El jefe de División de Infraestructura Física de la Alma Máter, Edwin Úsuga Moreno, sostiene que la tipología de sus edificios ha permitido el desarrollo de nuevos espacios universitarios en los últimos 12 años, como el bloque 19 de la Facultad de Ingeniería —construido en 2007—, la Planta de Tratamiento de Residuos —de 2009— y el Coliseo Universitario —de 2012—.
18
N.º 680 · octubre de 2018 · Universidad de Antioquia
El Campus lo habitan diariamente cerca de 25 mil personas. La mayoría puede ver sus texturas, reconocer sus colores y lugares. Otros, de manera sorprendente, pueden percibirlos.
JENNIFER RESTREPO DE LA PAVA Periodista jennifer.restrepo@udea.edu.co
Con otros ojos
Foto: Jennifer Restrepo de la Pava.
Habíamos hablado cuando pactamos nuestra cita por teléfono, pero una vez lo tuve en frente y crucé unas cuantas ideas con él, advertí la primera enseñanza de nuestro encuentro: hay personas que solo creen en lo que ven, pero para él lo que existe es aquello que escucha y puede tocar. No imagina, percibe. Se llama Johan Rodríguez Rodríguez y de niño quiso ser odontólogo pero terminó abogado y filósofo. Nuestra marcha inicia una vez pone su mano firme sobre mi hombro. Caminamos desde la Biblioteca a la Plazoleta Central y me explica que la distribución del Campus es similar a la de un pueblo de antaño; que la Biblioteca es algo así como la catedral, por eso está ubicada en el centro y rodeada de plazoletas; y que los bloques o edificios alrededor son como las casas de los habitantes de este poblado llamado Universidad. «Todo organizado en el sentido de las manecillas del reloj», recalca. Mientras avanzamos escuchamos el agua que emerge de la escultura El hombre creador de energía, rompe la tranquilidad con su algarabía y nos advierte que llegamos a la Plazoleta. Un concierto de gotas icónico de la Alma Máter de los antioqueños. «La fuente para mí es como el corazón de la Universidad—dice Johan—, si está apagada siento que estoy en otra parte». Ese sonido se insertó en su memoria desde la primera vez que recorrió el Campus, en el 2003. Para ese entonces ya habían pasado 12 años desde que su vida cambió por completo. Era 1991, tenía ocho años y estaba en una tienda junto al Aeropuerto Olaya Herrera cuando cerca de él explotó un petardo. Recuerda cada detalle: el impacto, la onda explosiva y la sensación al tocar su rostro cubierto de sangre. Desde entonces sus manos y sus oídos se convirtieron en sus ojos. Pero a pesar de ello, no cree que haya desarrollado más sus otros sentidos, dice que simplemente está más atento a ellos y al entorno. Uno de sus lugares predilectos es la Sala para Invidentes Jorge Luis Borges, en la Biblioteca Carlos Gaviria Díaz. Allí se sintió como en casa desde el primer día que llegó a la Universidad. «Mi hora favorita es cuando hay gente —me cuenta ahora que caminamos por el corredor de la Facultad de Artes— En la Biblioteca
todo el tiempo regañan por la bulla, pero a mí me gusta el murmullo, es la forma en que percibo a los otros, la forma en que sé que existen». De fondo escuchamos los ensayos con un violonchelo. Su oído, dice, compensa esa otra forma de ver el mundo, la misma que le permite identificar las múltiples personalidades del Campus. Cada hora tiene ambientes y sonidos distintos, asegura: en la mañana hay tranquilidad, en la noche una energía pesada. Un olor a marihuana se cruza en nuestro camino. Hay un silencio. Aprovecho el momento y le propongo tres preguntas de golpe. «Pero no piense mucho la respuesta», le advierto: —¿Con qué palabra relaciona a la Universidad? —Amistad. —¿Qué sensación le genera la Universidad? —Seguridad. —¿Qué olor le gusta de la Universidad? —El olor a yerba. Su última respuesta trae una risa maliciosa. La lluvia nos acompaña hasta la estación final del recorrido: su otro lugar favorito, un tranquilo corredor en la parte trasera del bloque 5. Sentado en el piso, me habla de movilidad reducida. Dice que, pese a todo, en el Campus hay lugares de difícil acceso para las personas con movilidad reducida. Espacios como Guayaquilito y Tronquitos carecen de líneas táctiles para orientar a los ciegos. Advierte también que las ventas informales dificultan la movilidad de los discapacitados, pues la mercancía, mesas y electrodomésticos reducen el espacio para transitar. A ello, asegura, se suma la intolerancia de algunos vendedores. «Conozco personas y grupos que hacen muchas cosas por la inclusión, pero no diría que toda la Universidad trabaja por ello, ojalá así fuera», afirma. A pesar de ello, recalca que ama cada rincón del Campus. «La Universidad es como una sonrisa —dice—. Solo el que la tiene sabe por qué se está riendo. Solo quien está aquí y la conoce, sabe lo que produce, lo que significa, lo que representa y lo que es».
«La fuente para mí es el corazón de la Universidad. Si está apagada siento que estoy en otra parte».
19
N.º 680 · octubre de 2018 · Universidad de Antioquia
ELIZABETH CAÑAS RODRÍGUEZ Periodista elizabeth.canas@udea.edu.co
El suelo costero de Antioquia, estratégico en biodiversidad y turismo, es objeto de estudio de investigadores que proponen reducir la erosión en 510 kilómetros.
EXPOINGENIERIA «Parados en la margen de la costa y prácticamente sobre el atrio de una iglesia, los pobladores de la zona nos decían: allá era el cementerio, más allá el hospital…». La descripción recuerda los relatos que escucharon los investigadores cuando llegaron al corregimiento Zapata, municipio de Necoclí, para conocer la realidad de la erosión de las playas y de los terrenos aledaños al mar. El profesor de la Facultad de Ingeniería, Carlos Alberto Palacio Tobón, sostiene que el desgaste del litoral antioqueño es grave, no solo por la pérdida y deterioro permanente de la infraestructura física de las poblaciones, sino por el efecto negativo en las actividades productivas, los cultivos, el turismo, y el mismo ecosistema natural. De ahí —destaca el profesor Palacio— la importancia del estudio «Investigación para la estabilización del proceso de erosión en las costas del mar de Antioquia», el primer análisis con tal integralidad que se realiza en Urabá —incluso en el país—, liderado por Vladimir Toro, docente del programa de Ingeniería Oceanográfica de la Escuela Ambiental de la Facultad de Ingeniería, e investigador del Grupo de Investigación en Ingeniería y Gestión Ambiental – Giga. Palacio Tobón, quien tiene a su cargo la supervisión general del proyecto, explica que el estudio es parte del convenio que tiene la Gobernación de Antioquia con el fin de generar soluciones a la erosión de las playas y de terrenos aledaños, y reducir los efectos nocivos del mar y sus corrientes sobre las costas, de los drenajes no manejados técnicamente, de las lluvias y de los malos usos de la tierra. Los problemas en los 510 kilómetros del litoral antioqueño —el segundo departamento con más costa en el país— «son producto de muchos años de descuido y abandono de los suelos costeros; especialmente de corregimientos y zonas que no necesariamente figuran como atractivos turísticos», afirma Palacio Tobón. Foto: Maria C. Castaño.
El litoral antioqueño,
en riesgo Hasta ahora —agrega—, los análisis señalan como puntos críticos la zona aledaña al volcán de lodo y desembocadura del río Hobo, en Arboletes; Punta de las Vacas, en inmediaciones del aeropuerto de Turbo; el corregimiento de Zapata, en Necoclí, y los corregimientos Uveros y Damaquiel, en San Juan de Urabá. Otros puntos por analizar, que preocupan a los investigadores, son Punta de Sabanillas, en San Juan de Urabá, y Playa Martina, en jurisdicción de Turbo.
El desgaste del litoral antioqueño es producto de muchos años de descuido y abandono. Los investigadores estudian factores como las características del mar Caribe, los flujos y las corrientes, así como el manejo de los sedimentos de los afluentes que llegan al mar, que se han reducido porque aguas arriba se instalan canteras para extraer arena, ocasionando el menoscabo de las playas y efectos desfavorables para la fauna y flora de la región.
«En el análisis se emplean equipos especializados para medir las propiedades básicas del océano, la concentración de sedimentos y el tamaño de las partículas, entre otras características; se determinan las condiciones hidrodinámicas del océano, de los vientos, y se estiman otras múltiples variables, para ofrecer posibles soluciones», dice el supervisor general del estudio. Palacio Tobón precisa que el compromiso de la investigación —que se extiende hasta marzo de 2019—, es entregar los análisis y las posibles soluciones para que se cuantifiquen y puedan ejecutarse por parte de la Gobernación de Antioquia. Y anticipa que se contempla la opción de construir estructuras necesarias para el control de los ecosistemas; concertar obras de mitigación y aprovechar material sobrante de la excavación que se hará para la construcción de puertos en Urabá, para rellenar los suelos afectados por la erosión costera, entre otras medidas. El proyecto también cuenta con el apoyo de docentes e investigadores del programa de Ingeniería Oceanográfica, de Giga, de la Corporación Académica Ambiental, del Grupo Oceánicos de la Universidad Nacional de Colombia - Sede Medellín, y de la Universidad del Norte, así como de egresados, expertos internacionales y estudiantes en formación de los programas de la Sede Ciencias del Mar, en particular de Ingeniería Oceanográfica y de Oceanografía.
EXPOingeniería2018 El estudio de «Investigación para la estabilización del proceso de erosión en las costas del mar de Antioquia» es parte de los proyectos y desarrollos investigativos de EXPOIngeniería2018, evento sectorial que se realizará entre el 16 y 19 de octubre en Medellín. La feria reunirá a las propuestas de desarrollo del sector, investigadores, estudiantes y empresas, en 4 temáticas: energía y ambiente; materiales, química y bioingeniería; infraestructura, logística y movilidad; y tecnologías de la información y las comunicaciones. Participarán 16 expertos de Colombia, España, Alemania, Estados Unidos, Irlanda, Bélgica y Corea del Sur. También se realizará el Congreso Internacional de Ingeniería, la Feria Empresarial y de Negocios, la 12ª Rueda de Innovación y Negocios, Tecnnova, y habrá un pabellón especial para la exposición de desarrollos, investigaciones y experiencias en temas de movilidad.
20
N.º 680 · octubre de 2018 · Universidad de Antioquia
800 madres comunitarias y agentes educativos de 5 departamentos del país, se capacitaron en estilos de vida saludable y atención a la primera infancia, gracias al ICBF y a la Universidad.
JENNIFER RESTREPO DE LA PAVA Periodista jennifer.restrepo@udea.edu.co
FORMACIÓN
Diploma por la primera infancia Alimentarse es
Foto: Unidad de Promoción de la Escuela de Nutrición y Dietética.
De acuerdo con el ICBF, en Colombia hay 69 mil madres comunitarias que atienden en promedio a 1 millón 77 mil niños hasta los 14 años. Con esta estrategia se benefician indirectamente cerca 10 mil niños de 17 municipios del país.
cuestión de vida o muerte. Según el Ministerio de Salud y Protección Social, la supervivencia de los niños entre los cero y cinco años depende directamente de cómo se alimentan. Sin embargo, en Colombia, la nutrición en la primera infancia parece estar en pañales. Según la última Encuesta Nacional de la Situación Nutricional —ENSIN 2015— entre el 2010 y el 2015, en el país, la desnutrición aguda en niños menores de 5 años incrementó, pasando del 0.9% al 2.03%. El exceso de peso en esta población aumentó del 5.2% al 6.3%. Y en contraste, el promedio de lactancia materna exclusiva en menores de 6 meses disminuyó en un 6.7%. Pensando en el bienestar de los más pequeños, la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad de Antioquia se trasladó hasta San Andrés, Córdoba, Magdalena, La Guajira y 4 municipios de Antioquia, con el fin de capacitar a 800 madres comunitarias y agentes educativos (profesores y coordinadores), en entornos y estilos de vida saludables.
Los hogares infantiles son uno de los entornos más cercanos de la primera infancia, allí se atienden niños de los cero a los catorce años, principalmente, de escasos recursos. Por lo anterior, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, busca garantizar el desarrollo integral durante sus primeros años de vida, a través de una alimentación adecuada. «Las “mamás” comunitarias y los agentes son los que atienden a niños y jóvenes, por eso es tan importante capacitarlos en educación alimentaria y nutricional, la cual puede fortalecer y generar cambios significativos en el corto y mediano plazo en los niños y
sus familias, usuarios de Hogares Comunitarios de Bienestar familiar», destacó el coordinador del Programa de Extensión de la Escuela, Sergio Alzate Mejía. Gracias al «Diplomado Cualificación de agentes educativos y madres comunitarias de los servicios de atención a la primera infancia del ICBF en entornos y estilos de vida saludables», estas mamás ahora podrán implementar prácticas saludables en el hogar y en el entorno educativo de los niños. Además, con sus conocimientos en manipulación de alimentos, minimizan los riesgos para la salud de los menores. «Capacitamos en nutrición de la primera infancia, lactancia materna, alimentación complementaria, higiene y manipulación de alimentos, valoración de peso y talla en los niños, ubicación en la curva del crecimiento, hábitos y estilos de vida saludable y lavado de manos», señaló Ángela Franco Castro, líder de la Unidad de Promoción y Prevención de la Escuela de Nutrición y Dietética. Las 800 madres comunitarias ahora tienen competencias para comprender el contexto social, económico y cultural de las familias. Adquirieron habilidades para la concertación de prácticas saludables en términos de alimentación, promoción del juego, la recreación y el ejercicio físico con las familias. Los estudiantes del diplomado, aplaudieron la iniciativa del ICBF de capacitarlos en nutrición y alimentación, porque generalmente su formación está orientada a temas pedagógicos. «Fue una experiencia única, me llevo esta experiencia en el corazón. Fue una etapa y un proceso muy interesante, buscando el bienestar de todos los menores que atendemos, en especial los de la primera infancia», dijo Liliana Fontalvo, madre comunitaria de El Piñón, Magdalena. Los nutricionistas e ingenieros de alimentos que dictaron el diplomado, destacaron la importancia que tiene para la Universidad hacer presencia en regiones apartadas de otros departamentos. «Había sitios en donde debíamos llegar a clases en chalupa, en estas regiones encontramos mucha receptividad. No solo fue un esfuerzo nuestro para llegar a esas zonas, sino también de las mamás, porque muchas de ellas viven en zonas más retiradas y aun así llegaban», agregó Sergio Alzate. La líder de la Unidad de Relaciones con el Entorno de la Escuela de Nutrición y Dietética, Luisa Fernanda Rivera Franco, relató que encontraron, por ejemplo, que las madres comunitarias contaban con buenos equipos antropométricos para medir la talla, el peso, la estatura, masa muscular, masa grasa, entre otros indicadores de nutrición en los niños. «Tenían muy buenos equipos, pero les faltaba capacitación profunda para el manejo», destacó Luisa. Actualmente, la Escuela de Nutrición y Dietética cualifica a cerca de 300 agentes educativos de Medellín, que trabajan con alimentación complementaria y manejo de madres gestantes y lactantes.
21
N.º 680 · octubre de 2018 · Universidad de Antioquia
Se estima que hay más de 15.000 bicicletas en Amalfi, una por cada habitante del casco urbano, convirtiéndolo en un referente de movilidad sostenible y hábitos de vida saludable.
NATALIA PIEDRAHITA TAMAYO Periodista natalia.piedrahita@udea.edu.co
REGIONES
En promedio, cada encuestado recorre 1.785 metros al día en bicicleta, y más del 70% la usa de 3 y 7 días a la semana. Por ser territorio plano y por su clima, Amalfi cuenta con las condiciones óptimas para la actividad, además sus habitantes y las administraciones locales promueven iniciativas como el Festival Rodando en Bicicleta, el Ciclo Parche y BMX a la Calle. Sin embargo, Arias Henao enfatiza en que «deben organizarse señalizaciones y espacios de tránsito y generarse políticas para que la bici continúe siendo el eje central de la movilidad del pueblo y sea un modelo para el país».
Sostenibilidad y movilidad urbana
Foto: Diana Grajales López.
Amalfi en cicla «Es común encontrar gente de 98 años que en Amalfi aun
monta en bici», narra John Jaime Vallejo Ortiz, quien hace parte de un grupo de estudiantes que examinó diferentes aspectos sobre el uso de la bicicleta en este municipio del Nordeste antioqueño, a través de una investigación que abordó a 261 habitantes de su casco urbano. Se trata del trabajo de grado «Uso de la bicicleta en la actividad física de los habitantes de la zona urbana del municipio de Amalfi», realizado por los estudiantes de la Sede Amalfi de la Universidad de Antioquia Brayan Castaño Galeano, Jhon Jaime Vallejo Ortiz y Juan Felipe Berrío, quienes obtuvieron el título de Licenciados en Educación Física. «Fue la oportunidad de documentar los hábitos de vida y deportes que se practican en Amalfi, que aunque ha recibido reconocimientos de parte de la ONU, no cuenta con suficientes publicaciones que diluciden por qué es modelo de sostenibilidad», declara el estudiante Brayan Castaño. Los 261 encuestados reportaron 567 bicicletas, es decir, un promedio de 2 o más bicicletas por hogar. De estos, 210 personas (80%) usan la bicicleta como medio de transporte, 67 (26%) como herramienta de trabajo, 31 (12%) para recreación y 81 (31%) para hacer deporte. En 2014, Amalfi ganó el Premio Colombiano de Sostenibilidad Urbana en la categoría «Municipios de menos de 50.000 habitantes», en el Foro Urbano Mundial de la Organización de las Naciones Unidas. «En este municipio se naturalizó el uso de la bicicleta, pero cuando los usuarios no son conscientes de lo valiosas que son sus prácticas, cambian fácilmente su transporte por motos o carros», advierte el profesor Jorge Iván Ballesteros Toro, cuyo trabajo académico se ha focalizado en la movilidad sostenible.
En otros municipios del Nordeste, como Segovia y Remedios, no abundan las bicicletas sino las motos, generando accidentes de tránsito y enfermedades respiratorias, por ello, esta actividad constituye una propuesta para revitalizar territorios y mejorar la calidad de vida. En Antioquia también se destacan municipios que optan por movilizarse en bicicleta, Chigorodó, en Urabá; y La Ceja, en el Oriente. «Las ciudades del siglo xxi tendrán que ser sostenibles, debemos bajarle al carbón, los carros deben ser usados racionalmente», recuerda Ballesteros Toro, quien asesoró a la Secretaría de Transportes y Tránsito en la construcción del Plan Estratégico de la Bicicleta de Medellín, «Amalfi tiene un mensaje directo para los centros urbanos colombianos, en los que muchos creen que el smog y el cemento son sinónimo de progreso, sin dimensionar el deterioro en la calidad Foto: Festival Rodando en Bicicleta. de vida asociado a ellos». Aunque en países como Holanda hay más de 18 millones de bicicletas para 17 millones de habitantes, convirtiéndose en la modalidad de transporte más importante; en Latinoamérica, y particularmente en Colombia, queda mucho por hacer. «Para reducir el carbono es fundamental la movilidad en bicicleta», explica Ballesteros Toro. Aunque su uso en las ciudades sea cada vez más frecuente, deben impulsarse políticas públicas que promuevan la práctica, para incrementar el bienestar colectivo y, ante todo, reducir el impacto de las acciones humanas en el planeta.
En 2014, Amalfi ganó el Premio Colombiano de Sostenibilidad Urbana en el Foro Urbano Mundial.
22
N.º 680 · octubre de 2018 · Universidad de Antioquia
Urge encontrar mecanismos directos de financiación que permitan al Departamento de Antioquia y al Municipio de Medellín aportar recursos que hagan base presupuestal para el funcionamiento de la Universidad.
RAMÓN JAVIER MESA CALLEJAS Vicerrector Administrativo, profesor de la Facultad de Ciencias Económicas ramon.mesa@udea.edu.co
ANÁLISIS
Financiamiento regional para la universidad pública El desfinanciamiento histórico que
arrastran las instituciones de educación superior – IES, en particular las universidades del Sistema Universitario Estatal – SUE, evidencia la urgencia de un mayor compromiso de las entidades territoriales con el financiamiento de la educación superior pública, pues lo que hoy aportan, por la Ley 30 de 1992, artículo 86, es bastante modesto, insuficiente e incluso inexistente. En el caso de la Universidad de Antioquia, en el presupuesto de los últimos años los aportes del departamento representan, en promedio, el 3,2% de los ingresos totales de la institución, y el 7,9% de los ingresos por concepto de transferencias públicas. El Municipio de Medellín solo contribuye de manera indirecta a través de la estampilla Universidad de Antioquia, creada en 1994. La Nación, por su parte, aporta el 30% de los ingresos totales y el 50% por concepto de las transferencias. Como bien se sabe, el desajuste estructural proviene porque los costos por funcionamiento de la Universidad crecen por encima del 10%, mientras las transferencias de recursos de la Nación apenas lo hacen al ritmo del IPC. Al cierre de agosto de este año, el déficit acumulado por estos conceptos en la UdeA ascendía a $141.504 millones.
Aportes de la Universidad
Los recursos que se están yendo todavía para el tema de defensa, deberían ir a la educación pública.
Pese al complicado escenario financiero, en sus más de 210 años de historia, los aportes de la Universidad son incalculables para el desarrollo del país y de la región. Solo considerando los últimos 24 años, el número de estudiantes de pregrado en Medellín aumentó 128,5%, pasando de 16.300 en 1994 a 37.253 en 2018; en el mismo periodo, la cobertura en regiones pasó de 62 estudiantes a 7.300; los grupos de investigación crecieron 777%; las sedes regionales pasaron de 1 a 12 en este periodo; el número de investigadores (profesores, estudiantes de pregrado y posgrado) subió de 573 a 2.145; el número de estudiantes graduados en pregrado se multiplicó 3,4 veces al pasar de 33.883 a 113.360; el número de proyectos de investigación formulados pasó de 411 a 1.131 y las patentes de 8 a 112. En la actualidad, de los 37.253 estudiantes de la sede de Medellín, cerca de 11.000, equivalente al 28,9%, pagan cero pesos de matrícula y el 51,9%, 18.873 estudiantes, paga entre $200.000 y $400.000. Más aún, en regiones, el 95% de los estudiantes no pagan matrícula.
Los efectos multiplicadores positivos de la formación de capital humano por parte de la Universidad son infinitos para el crecimiento económico, la construcción de ciudadanía, el desarrollo productivo y la edificación de la verdadera paz estable y duradera en nuestros territorios, si se piensa en términos de equidad, innovación, emprendimiento, inclusión, ascenso social y disminución de brechas de ingresos. En tal sentido, resulta imperativo, comprensible y más que justo que la clase política del departamento y la ciudad, nuestros dirigentes, y la sociedad en general, entiendan la realidad financiera por la que atraviesa la Universidad y contribuyan de manera activa y real a fortalecer uno de los patrimonios más valiosos de los antioqueños, la Alma Máter. Por tanto, el Municipio de Medellín no puede seguir indiferente a la financiación de la Universidad, máxime cuando es uno de los mayores beneficiados del valor agregado que genera la Universidad, incluso por encima del Departamento.
Alternativas de financiación
En esa dirección, urge encontrar mecanismos directos de financiación que permitan que el Municipio aporte recursos que hagan base presupuestal para el funcionamiento de la Universidad. Una idea para explorar es la posibilidad de crear una suerte de presupuesto participativo educativo, que tenga como finalidad financiar una parte del costo que representa formar un estudiante en la Universidad de Antioquia. Teniendo en cuenta que el grueso de estudiantes de la Universidad proviene de los barrios de Medellín de los estratos 1, 2 y 3, podría considerarse la posibilidad de que el subsidio de demanda que hoy se otorga a través de las juntas comunales, se convierta en un subsidio de oferta para la Universidad. Desde otra perspectiva, el municipio de Medellín, el Valle de Aburrá y el departamento de Antioquia requieren de un sistema universitario de educación tripartito que garantice la alta calidad, la pertinencia y la articulación entre programas e instituciones. Dicho sistema se debe convertir en el vehículo para el desarrollo del conocimiento, la movilidad estudiantil y profesoral, el nicho de los emprendimientos y la vinculación con el medio empresarial y social; pero, ante todo, debe contribuir a garantizar la sostenibilidad financiera de la educación superior pública en la región. Y con respecto al Departamento, recientemente la Universidad le propuso a la Comisión de Presupuesto de la Asamblea la posibilidad de una ordenanza que incremente los aportes a la Institución, orientados a financiar el 50% de los costos del programa de regionalización, equivalente a $22.500 millones. Confiamos en la sabiduría y visión de nuestros diputados para que apoyen esta iniciativa, lo cual, sin duda, sería un paso importante para la superación de las brechas de inequidad entre los municipios del área metropolitana y las demás regiones de Antioquia. Por la vía del acceso a la educación con calidad, es posible soñar con una sociedad más equitativa, donde las comunidades mejoran su condición de vida y contribuyen a su progreso social y material. Después de todo, ¿qué sería de Medellín y Antioquia sin esta Universidad?
23
N.º 680 · octubre de 2018 · Universidad de Antioquia
JOHN MARIO MUÑOZ LOPERA Presidente de la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia
SERGIO CRISTANCHO MARULANDA Vicerrector de Investigación de la Universidad de Antioquia sergio.cristancho@udea.edu.co
OPINIÓN
Crisis de la universidad pública:
una urgente reforma* La desfinanciación
de las universidades públicas no puede verse como algo circunstancial. La situación obedece más a reglas de juego institucionales y normativas, que les han restado capacidad de funcionamiento y las han asfixiado, por la falta de presupuesto y de una política educativa estructural, que pase de los metarrelatos y el eslogan a una verdadera financiación por parte del Estado. La cifra es cercana a los 16 billones de pesos, sin embargo, en el programa Ser pilo paga se «invierten» 3.7 billones de pesos de recursos públicos, el 90% de los cuales se van para universidades privadas. Así, por ejemplo, mientras a la Universidad de Los Andes le ingresan cerca de 48 mil millones de pesos por 3.366 estudiantes «pilos», a la Universidad de Antioquia le ingresan 9 mil millones de pesos por los 468 matriculados por este programa. Con el dinero de Ser pilo paga, presupuestado para 40.000 estudiantes, las universidades públicas podríamos formar 305.000, dadas las diferencias en el costo de las matrículas. Otro punto desconcertante es que los dineros de la reforma tributaria de 2016, destinados en principio para la educación superior pública, fueron girados de manera inconsulta al Icetex y a Ser pilo paga. El panorama es más preocupante aún, cuando el Gobierno está planteando una reducción presupuestal para educación del orden del 30%.Es claro, pues, que la pérdida histórica y deliberada de los ingresos para las universidades públicas va en contra vía de los lineamientos de política pública para la educación superior. En la iniciativa Acuerdo por lo superior 2034, se propuso invertir 7 puntos del PIB para aumentar en 1.250.000 estudiantes en educación superior, pero a la fecha solo va la mitad. Según el Consejo Académico de la Universidad Nacional de Colombia, en 1993 el 73% de los aportes del Estado destinados a la educación superior eran para funcionamiento, y en 2016 es el 48%; en 2002 se invertía el 0.5% del PIB en educación superior y en 2018 es el 0.4%. En contraste, entre 2000 y 2018 la población estudiantil universitaria creció 124%. Y como siempre, la crisis financiera de las universidades públicas afecta, de manera directa y particular, a los estratos menos favorecidos, que tienen que enfrentar una dura competencia por un cupo, ya que solo el 10% de los aspirantes pasan, y de estos el 85% son de los estratos 1, 2 y 3. Por otro lado, y con los mismos recursos de hace dos décadas, ha sido notorio el aumento de la cualificación docente y de la producción investigativa y de publicaciones. De hecho, 8 de las 10 mejores universidades del país son públicas. La regresión en los salarios de los profesores tampoco es un problema menor. Por efectos de la reforma tributaria de 2016 —artículos 336 y 388 de la Ley 1819— los docentes hemos perdido de 1 a 3 salarios, según cada caso; lo mismo por la reforma al Decreto 1279 de 2002 y la modificación del Publindex, pues al disminuir las revistas clasificadas para publicar se le resta a los profesores posibilidades de incrementar el salario. Mientras todo esto sucede, las universidades públicas sobreviven por el porcentaje de autofinanciación cercano al 50%, lo cual conlleva al deterioro de las instituciones, porque las expone a un mercadeo desaforado que las descentra de su esencia fundamental. Como profesores, estudiantes y administración de las universidades públicas, debemos insistir, persistir y exigir, no solo una adecuada financiación de las universidades públicas, sino un cambio sobre el modelo de estructuración de la educación en el país. Las decisiones en la educación deben ser concertadas, para que la universidad sea dignificada y brille como lo hace, pese a las circunstancias financieras; y se repotencie como polo de desarrollo social, ético y moral de la sociedad.
Ciencia y educación:
una urgencia para transformar el país En medio
del debate nacional por la desfinanciación progresiva de la educación pública superior, el 19 de septiembre se conmemoró en el Capitolio Nacional los 25 años de la Misión de Sabios, que propuso una serie de recomendaciones para enrutar al país por una senda de desarrollo social y crecimiento económico. Una de las recomendaciones era que los gobiernos sucesivos aumentaran, al menos, al 2% del PIB anual para financiar actividades de ciencia, tecnología e innovación —CTeI—. Pero ni esa, ni la mayoría de las encomiendas de la Misión se tuvieron en cuenta. Hoy, Colombia solo invierte el 0.29% del PIB en CTeI, por debajo del promedio latinoamericano (0.70%), y lejos de los países desarrollados. La mayoría de los avances en CTeI es prácticamente atribuible a los grandes esfuerzos que han hecho las universidades, los institutos de investigación y las entidades no gubernamentales. Por eso, la comunidad científica y actores sociales y políticos insisten en la necesidad de destinar más recursos para CTeI y de adelantar iniciativas como la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, para que lidere y coordine el Sistema Nacional de CTeI. Un Ministerio así, con el presupuesto indicado, supone que el país pase de los actuales 10 o 12 dólares per cápita anuales en CTeI a siquiera 100 dólares, lo que implica invertir alrededor de USD5.000 millones. En total, la inversión del país en CTeI debería ser del orden de USD4.000 o 5.000 millones anuales. Tales recursos pueden provenir del Sistema General de Regalías, del sector privado (con beneficios tributarios), de los entes territoriales y del presupuesto general de la Nación. Con la suficiente financiación y la observancia de principios como la meritocracia y la transparencia, el nuevo Ministerio debería crear, fortalecer y articular institutos interdisciplinarios de investigación e innovación alrededor de temas estratégicos para el desarrollo social e industrial del país; crear universidades de investigación distribuidas regionalmente, y transformar las que ya tienen grandes fortalezas en investigación básica y aplicada; formar recurso humano del más alto nivel, así como generar oportunidades en el sector público y privado para repatriar, con mejores condiciones laborales, a los «cerebros fugados» y poner, así, el talento y las capacidades científicas al servicio del país. Colciencias tendría la responsabilidad de fomentar la investigación, mediante la gestión estratégica de recursos de cooperación nacional e internacional y el fortalecimiento del Fondo Caldas. El propósito es configurar un gran ecosistema de ciencia, tecnología e innovación, con todos los actores articulados por el Ministerio. Para lograr el incremento en el presupuesto general de la Nación de recursos destinados a ciencia, tecnología e innovación solo se requiere voluntad política. En un escenario de posconflicto, reorientar para CTeI recursos que antes se utilizaban para defensa (8% del PIB), y procurar una mayor financiación para la educación pública superior, sería un paso inicial para encaminar al país hacia una transformación equitativa y sostenida, y saldar una deuda social e histórica.
El propósito es configurar un gran ecosistema de ciencia, tecnología e innovación, con todos los actores articulados por el Ministerio.
24
N.º 680 · octubre de 2018 · Universidad de Antioquia
En este 2018, el influyente arqueólogo mexicano cumplió 40 años en el liderazgo de la excavación arqueológica del Templo Mayor, recinto sagrado de la antigua Tenochtitlán, en el centro histórico de la Ciudad de México.
JUAN DIEGO RESTREPO TORO Periodista juan.restrepo16@udea.edu.co
CULTURA
«Un libro me llevó a ser arqueólogo»:
Eduardo Matos Moctezuma «Queridos padres: ya sé lo que voy a
estudiar… ¡Voy a ser arqueólogo!» Eduardo Matos Moctezuma había terminado la preparatoria y sus padres le sugerían que estudiara arquitectura, como su hermano, o veterinaria o medicina. Le angustiaba la idea de qué estudiar y no tener una respuesta segura. Pero ese día estaba feliz. Un amigo, Luis Alberto Vargas, le había prestado el libro Dioses, tumbas y sabios, del escritor alemán C. W. Ceram, y estaba impresionado por el capítulo sobre el antiguo Egipto. La historia sobre cómo había sido redescubierto el mundo de los faraones y las momias llevó a Matos Moctezuma a la ciencia por la que sería reconocido como uno de los grandes investigadores de la América prehispánica. «Eduardo, si quieres estudiar arqueología está muy bien, pero…», respondió su madre tras un silencio prolongado, «¿no sería bueno que en las mañanas estudiaras también en la Escuela Bancaria y Comercial, y que en las tardes te dediques a “lo otro”?». Matos Moctezuma interpretó este comentario como una insinuación de que si estudiaba arqueología, «se moriría de hambre». Pero su amigo, Luis Alberto, lo convenció. «A lo mejor sí te mueres de hambre. Pero te vas a morir muy contento porque hiciste lo que tú quisiste». De este modo, en 1959, Eduardo Matos se matriculó en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, donde obtuvo el título de arqueólogo, y años más tarde estudió en la Universidad Nacional Autónoma de México – Unam, que le otorgó el título de maestro de Ciencias Antropológicas. Esta anécdota la compartió durante su visita a la Universidad de Antioquia, previa a la apertura de la 12ª Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín, donde realizó un
conversatorio sobre nacimiento, enfermedad y muerte en el México prehispánico. «En todas las épocas y culturas, el hombre se ha negado a morir y no acepta que llegue lo inevitable. Por eso crea otros lugares a los que irá después de la muerte», explicó Matos, quien hizo un recorrido por el ciclo de vida de pueblos prehispánicos como los aztecas o mexicas, desde el nacimiento, que en sí mismo representaba una batalla entre la vida y la muerte. Pero que en México la muerte es celebrada como una fiesta parece tan verdad como que la Virgen de Guadalupe es mexicana. Pero tanto lo uno como lo otro es discutible. La guadalupana fue venerada primero en Extremadura, España, mucho antes de que se le apareciera a Juan Diego en el cerro de Tepeyac, donde se veneraba a la diosa Tonantzin. «Ahora, pregúntale a un mexicano al que se le acaba de morir un familiar o un amigo, si está de fiesta», dice Matos, para quien detrás de la preponderancia de la muerte en los aztecas, también son importantes las dinámicas relacionadas con la vida. Este tema ha apasionado a Matos Moctezuma a través de los años y a partir de su experiencia arqueológica en lugares como Comalcalco, Bonampak, Tepeapulco, Tlatelolco, Teotihuacán, Cholula y Tula. Sin embargo, el proyecto Templo Mayor de Tenochtitlán es su trabajo de mayor envergadura. Por azar, obreros de la Compañía de Luz y Fuerza encontraron en 1978 una escultura que mide 320 centímetros de diámetro y tiene forma de escudo. Se trata de la figura de Coyolxauhqui, la diosa lunar mexica que fue descuartizada por Huitzilopochtli, dios guerrero. Este hecho desencadenó que se emprendieran los trabajos arqueológicos de la antigua Tenochtitlán, urbe que alcanzó
una población de entre 100 mil y 150 mil personas, es decir, más grande que cualquier ciudad europea de esa época. Los resultados permiten comprender dinámicas sociales de los mexicas como el nacimiento, el parto, la enfermedad, la muerte y la vida después de la muerte. En el libro de Ceram, en el último capítulo, el autor relata la historia de Moctezuma Xocoyotzin, quien reinaba desde la ciudad de Tenochtitlán y quien fue asesinado por Hernán Cortés durante la conquista española. De su madre, Matos Moctezuma heredó el apellido de este gobernante, quien pasó a la historia por ser tlatoani de los mexicas entre 1502 y 1520.
Arriba: Estatua de Coyolxauhqui. Abajo: Eduardo Matos Moctezuma. Foto: Laura Montoya.