REVISTA DEBATES N° 56

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No. 56

MAYO — AGOSTO/2010

REVISTA

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Nº. 56

Contenido 2

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Cortina de albahaca

Por Óscar Arias

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La convivencia y la participación en la Universidad

Referendo por el Derecho Humano al Agua Carta al Gobierno Colombiano

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El ESTADO DE EMERGENCIA SOCIAL Un análisis de constitucionalidad

Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece que estamos en los sesenta, setenta u ochenta

Por Jhon Jairo Zapata Vasco

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Por Clara María Mira González

Que se lleven sus matanzas a otra parte, que no me dejan ver la telenovela

60

MICHAEL MOORE El capitalismo es la legalización de la codicia

66

Conmemorar, una estrategia cultural

76

EL ALMA EXTRAVIADA DE COLOMBIA ¿Bicentenario de qué?

Por Carlos Monsiváis

24

Una mirada a la belleza

28

Los contenidos procedimentales en la EDUCACIÓN EN CIENCIAS

Por Javier Domínguez Hernández

Por Comité de Transformación Curricular

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Legalidad y legitimidad Por: Beatriz Restrepo Gallego

La idea de naturaleza humana y el consumo de psicoactivos Aceptada, prohibida, castigada... ¿qué es la homosexualidad?

Por Eduardo Domínguez Gómez y María Carolina Cubillos Vergara

Por Fáber Cuervo

82

El guerrero y el Libertador

87

Reflexiones sobre el Bicentenario: el continente de la guayaba

Por Eufrasio Guzmán Mesa

42

Por Silvio Rodríguez

Por Leticia Bernal Villegas*

Por Julián Reyes Vélez

Por Patricia Rodón

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…a propósito del Bicentenario Por Ivannsan Zambrano Gutiérrez

Respuesta al anhelo de estudiantes y profesores de disponer de una publicación que sea canal de expresión de las disposiciones y puntos de vista de los universitarios.

Alberto Uribe Correa, Rector - Luquegi Gil Neira, Secretario General Editor: Alberto González Mascarozf, agonzale@arhuaco.udea.edu.co Correción: Luis Javier Londoño Balbín Diseño original: Saúl Álvarez Diagramación: Juan Camilo Vélez Rodríguez Departamento de Información y Prensa – Secretaría General - Ciudad Universitaria, Bloque 16 oficina 336. Medellín. Teléfonos 2195023 y 2195026. Fax 2331627. E-mail: almamater@arhuaco.udea.edu.co Consulte DEBATES en http://almamater.udea.edu.co/debates El contenido de los artículos que se publican en DEBATES es responsabilidad exclusiva de sus autores y el alcance de sus —1— afirmaciones sólo a ellos compromete.


UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA

Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece que estamos en los sesenta, setenta u ochenta Parece que se nos olvidó que el 9 de noviembre de 1989 pasó algo muy importante, al caer el Muro de Berlín, y que el mundo cambió.

Por Óscar Arias Ex Presidente de Costa Rica

Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el presidente de los Estados Unidos de América, es para pedirle cosas o para reclamarle cosas. Casi siempre, es para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros. No creo que eso sea del todo justo. No podemos olvidar que

Palabras pronunciadas en la Cumbre de las Américas, realizada en Trinidad y Tobago el 18 de abril de 2009.

Nota El título no hace parte del texto, es responsabilidad de Revista DEBATES

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América Latina tuvo universidades antes de que Estados Unidos creara Harvard y William & Mary, que son las primeras universidades de ese país. No podemos olvidar que en este continente, como en el mundo entero, por lo menos hasta 1750 todos los americanos eran más o menos iguales: todos eran pobres. Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países se montan en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y así la Revolución Industrial pasó por América Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta. Ciertamente perdimos la oportunidad. También hay una diferencia muy grande. Leyendo la historia de América Latina, comparada con la historia de Estados Unidos, uno comprende que Latinoamérica no tuvo un John Winthrop español, ni portugués, que viniera con la Biblia en su mano dispuesto a construir “una Ciudad sobre una Colina”, una ciudad que brillara, como fue la pretensión de los peregrinos que llegaron a Estados Unidos. Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, un país como Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy Singapur –en cuestión de 35 ó 40 años– es un país con US$40.000 de ingreso anual por habitante. Bueno, algo hicimos mal los latinoamericanos. ¿Qué hicimos mal? No puedo enumerar todas las cosas que hemos hecho mal. Para comenzar, tenemos una escolaridad de siete años. Esa es la escolaridad promedio de América Latina y no es el caso de la mayoría de los países asiáticos. Ciertamente no es el caso de países como Estados Unidos y Canadá, con la mejor educación del mundo, similar a la de los europeos. De cada diez estudiantes que ingresan a la secundaria en América Latina, en algunos países solo uno termina esa secundaria. Hay países que tienen una mortalidad in—3—

Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, un país como Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy Singapur –en cuestión de 35 ó 40 años– es un país con US$40.000 de ingreso anual por habitante. Bueno, algo hicimos mal los latinoamericanos.


UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece que estamos en los sesenta, setenta u ochenta

fantil de 50 niños por cada mil, cuando el promedio en los países asiáticos más avanzados es de 8, 9 ó 10. Nosotros tenemos países donde la carga tributaria es del 12% del producto interno bruto, y no es responsabilidad de nadie, excepto la nuestra, que no le cobremos dinero a la gente más rica de nuestros países. Nadie tiene la culpa de eso, excepto nosotros mismos. En 1950, cada ciudadano norteamericano era cuatro veces más rico que un ciudadano latinoamericano. Hoy en día, un ciudadano norteamericano es 10, 15 ó 20 veces más rico que un latinoamericano. Eso no es culpa de Estados Unidos, es culpa nuestra. En mi intervención de esta mañana, me referí a un hecho que para mí es grotesco, y que lo único que demuestra es que el sistema de valores del siglo XX, que parece ser el que estamos poniendo en práctica también en el siglo XXI, es un sistema de valores equivocado. Porque no puede ser que el mundo rico dedique 100.000 millones de dólares para aliviar la pobreza del 80% de la población del mundo –en un planeta que tiene 2.500 millones de seres humanos con un ingreso de US$2 por día– y que gaste 13 veces más (US$1.300.000.000.000) en armas y soldados. Como lo dije esta mañana, no puede ser que América Latina se gaste US$50.000 millones en armas y soldados. Yo me pregunto: ¿quién es el enemigo nuestro? El enemigo nuestro, presidente Correa (de Ecuador), de esa desigualdad que usted apunta con mucha razón, es la falta de educación; es el analfabetismo; es que no gastamos en la salud de nuestro pueblo; que no creamos la infraestructura necesaria, los caminos, las carreteras, los puertos, los aeropuertos; que no estamos dedicando los recursos necesarios para detener la degradación del medio ambiente; es la desigualdad que tenemos, que realmente nos avergüenza; es producto, entre muchas cosas, por supuesto, de que no estamos educando a nuestros hijos y a nuestras hijas. Uno va a una universidad latinoamericana y todavía pa—4—

En 1950, cada ciudadano norteamericano era cuatro veces más rico que un ciudadano latinoamericano. Hoy en día, un ciudadano norteamericano es 10, 15 ó 20 veces más rico que un latinoamericano. Eso no es culpa de Estados Unidos, es culpa nuestra.


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rece que estamos en los sesenta, setenta u ochenta. Parece que se nos olvidó que el 9 de noviembre de 1989 pasó algo muy importante, al caer el Muro de Berlín, y que el mundo cambió. Tenemos que aceptar que este es un mundo distinto, y en eso francamente pienso que todos los académicos, que toda la gente de pensamiento, que todos los economistas, que todos los historiadores, casi que coinciden en que el siglo XXI es el siglo de los asiáticos, no de los latinoamericanos. Y yo, lamentablemente, coincido con ellos. Porque mientras nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los “ismos” (¿cuál es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo...), los asiáticos encontraron un “ismo” muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que es el pragmatismo. Para solo citar un ejemplo, recordemos que cuando Deng Xiaoping visitó Singapur y Corea del Sur, después de haberse dado cuenta de que sus propios vecinos se estaban enriqueciendo de una manera muy acelerada, regresó a Pekín y dijo a los viejos camaradas maoístas que lo habían acompañado en la Larga Marcha: “Bueno, la verdad, queridos camaradas, es que a mí no me importa si el gato es blanco o negro, lo único que me interesa es que cace ratones”. Y si hubiera estado vivo Mao, se hubiera muerto de nuevo cuando dijo (Deng) que “la verdad es que enriquecerse es glorioso”. Y mientras los chinos hacen esto, y desde el 79 a hoy crecen a un 11%, 12% o 13% anual, y han sacado a 300 millones de habitantes de la pobreza, nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías que tuvimos que haber enterrado hace mucho tiempo atrás. La buena noticia es que esto lo logró Deng Xioping cuando tenía 74 años. Viendo alrededor, queridos presidentes, no veo a nadie que esté cerca de los 74 años. Por eso sólo les pido que no esperemos a cumplirlos para hacer los cambios que tenemos que hacer. Muchas gracias.

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...no puede ser que América Latina se gaste US$50.000 millones en armas y soldados. Yo me pregunto: ¿quién es el enemigo nuestro? El enemigo nuestro... es la falta de educación; es el analfabetismo; es que no gastamos en la salud de nuestro pueblo...


UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA

La convivencia y la participación en la Universidad Por Jhon Jairo Zapata Vasco Profesor Titular. Facultad de Educación Universidad de Antioquia

Frente al gran reto de la convivencia y la participación a que nos ha convocado la Constitución Nacional, debemos proponernos buscar aquellos espacios diferentes al aula… donde podamos interactuar como sujetos activos en la solución de los problemas que demanda la convivencia en el campus universitario y que muchas veces, por nuestra indiferencia, dejamos que se trasluzcan en actos de violencia…

“Recuerdo una anécdota muy bella y fue que a Sócrates le preguntaron, qué opinaba de un determinado rey y él respondió: ¿Cuál es su paideia? ¿Cuál el sentido que le ha dado a su vida? ¿Para dónde va? ¿Qué es lo que quiere hacer con ella y que es lo quiere de los demás seres que con él conviven? Yo no concibo una sociedad sin universidad pero, especialmente lo digo […] sin una universidad de excelente calidad, lo que ese es un factor que unifica […] tiene que ser una universidad autónoma, una universidad que se rija ella misma, donde las decisiones políticas heterónomas no interfieran su curso y donde el cuerpo docente y el cuerpo dicente convivan, como las primeras universidades medievales, en función de un mismo propósito. Y

Profesor Titular. Ocasional T.C Departamento de Pedagogía. Línea Doctoral Formación Ciudadana Miembro Junta Directiva Asoprudea Oficina 9-106, Ciudad Universitaria, Medellín. Teléfono (4) 2195724 jzapata970@hotmail.com

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ese propósito que nos unifica es la pasión por el conocimiento y el fomento de los valores humanos”1. La convivencia, la participación, la tolerancia y el reconocimiento a las diferencias en equidad y género son valores y derechos en nuestra democracia, son principios constitutivos de la organización del Estado Colombiano. Como parte de la identidad del Estado Nación, estos principios se traducen en el reconocimiento de los derechos y deberes ciudadanos. En este sentido, la Constitución es prolija en enunciados sobre derechos sociales y políticos; así, la participación es considerada como un derecho y un deber; una contribución derivada de la condición de ciudadano, pero, al mismo tiempo, una obligación de ciudadanía. “Cuando se piensa en la Universidad, se piensa casi de manera automática, se asocia el pensamiento de la universidad con la formación de profesionales, que en primer lugar, es la formación de la persona y de la formación de la persona se sigue del ciudadano y de la formación del ciudadano se sigue entonces la formación del profesional”2. La educación es derecho humano y bien público de impacto social. Cuando se piensa en la Universidad, se asocia el quehacer universitario con la formación de profesionales. Sin embargo, a pesar de que desde el discurso retórico se habla de la importancia de la formación integral de los estudiantes, en la práctica académica esto no se hace evidente. De la formación de la persona se sigue la del ciudadano para llegar a la formación del profesional. Frente al gran reto de la convivencia y participación a que nos ha convocado la Constitución Nacional, debemos proponernos buscar aquellos espacios diferentes al aula que posibiliten, primero, poder mirarnos a nosotros mismos como comunidad educativa; segundo, reconocer los espacios que tiene la academia y el campus universitario que nos permitan el diálogo permanente entre la comunidad universitaria, entre estudiantes, profesores, directivas, padres de familia, trabajadores y empleados, donde podamos interactuar como sujetos activos en la solución de los problemas que demanda la convivencia en el campus universitario y que muchas veces, por nuestra indiferencia, dejamos que se trasluzcan en actos de violencia como son los encapuchados para el atraco a mano armada, el tráfico y el consumo sin límites de estupefacientes en las instalaciones de la unidad deportiva, los sonidos estridentes de los equipos de sonidos alrededor de las aulas, el tropel en la calle Barranquilla acompañado de gases lacrimógenos y

La educación es derecho humano y bien público de impacto social. Cuando se piensa en la Universidad, se asocia el quehacer universitario con la formación de profesionales. Sin embargo, a pesar de que desde el discurso retórico se habla de la importancia de la formación integral de los estudiantes, en la práctica académica esto no se hace evidente. De la formación de la persona se sigue la del ciudadano para llegar a la formación del profesional. bombas papas, entre otras muchas situaciones que deben preocupar a toda la comunidad universitaria para emprender acciones, entre todos, que nos permitan la convivencia y la participación hacia una cultura ciudadana por el respeto y el reconocimiento de nuestras diferencias, no sólo en equidad y genero. Espacios compartidos como aquella ágora que nos legaron los griegos, donde todos tienen compromisos e identidad con su territorio, su país y su nación, donde todos los ciudadanos y ciudadanas son importantes y también tienen algo que aportar a la solución de los problemas que muchas veces nos trae la convivencia en aquella cotidianidad que compartimos en el campus universitario. Un proyecto de vida que se llamaba paideia que da el sentido a la vida, preguntarnos para dónde vamos cuando ingresamos a la Universidad y qué esperamos de ella. Reivindicamos el carácter humanista de la Educación Superior, en función del cual ella debe estar orientada a la formación integral de personas, ciudadanos y profesionales, capaces de abordar con responsabilidad ética, social y ambiental los múltiples retos implicados en el desarrollo endógeno y la integración de nuestros países, y participar activa, crítica y constructivamente en la sociedad. Es necesario promover el respeto y la defensa de los derechos humanos, incluyendo: el combate contra toda forma de discriminación, opresión y dominación; la lucha por la igualdad, la justicia social, la equidad de género; la defensa y el enriquecimiento de nuestros patrimonios culturales y ambientales; la seguridad

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UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA La convivencia y la participación en la Universidad

y soberanía alimentaria y la erradicación del hambre y la pobreza; el diálogo intercultural con pleno respeto a las identidades; la promoción de una cultura de paz, tanto como la unidad latinoamericana y caribeña y la cooperación con los pueblos del Mundo. Éstos forman parte de los compromisos vitales de la Educación Superior y han de expresarse en todos los programas de formación, así como en las prioridades de investigación, extensión y cooperación interinstitucional. Las instituciones de Educación Superior deben avanzar en la configuración de una relación más activa con sus contextos. La calidad está vinculada a la pertinencia y la responsabilidad con el desarrollo sostenible de la sociedad. Ello exige impulsar un modelo académico caracterizado por la indagación de los problemas en sus contextos; la producción y transferencia del valor social de los conocimientos; el trabajo conjunto con las comunidades; una investigación científica, tecnológica, humanística y artística fundada en la definición explícita de problemas a atender, de solución fundamental para el desarrollo del país o la región, y el bienestar de la población; una activa labor de divulgación, vinculada a la creación de conciencia ciudadana sustentada en el respeto a los derechos humanos y la diversidad cultural; un trabajo de extensión que enriquezca la formación, colabore en detectar problemas para la agenda de investigación y cree espacios de acción conjunta con distintos actores sociales, especialmente los más postergados3. Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de república unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en

Reivindicamos el carácter humanista de la Educación Superior, en función del cual ella debe estar orientada a la formación integral de personas, ciudadanos y profesionales, capaces de abordar con responsabilidad ética, social y ambiental los múltiples retos implicados en el desarrollo endógeno y la integración de nuestros países, y participar activa, crítica y constructivamente en la sociedad.

el respeto a la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general. La participación y la democracia aparecen como principios constitutivos de la organización del Estado y como parte de su nueva identidad, los principios se traducen en el reconocimiento de un conjunto de derechos y deberes ciudadanos. La Constitución es prolija en el enunciado sobre los derechos sociales y políticos, la participación es considerada como un derecho y como un deber; es entonces una contribución derivada de la condición de ciudadano, pero, es al mismo tiempo una obligación de ciudadanía. En la Constitución de 1991, en su articulado 67 y 69, se reconoce la educación como un derecho de la persona y un servicio público que tiene una función social; la educación formará al colombiano en el respeto a los derechos humanos, a la paz y a la democracia, la participación de la comunidad educativa en la dirección de las instituciones de educación; llama a la ciudadanía a participar de la educación, un gran reto de tomar la cultura de la participación, donde se garantiza la autonomía universitaria, donde el Estado facilitará los mecanismos financieros que hagan posible el acceso de todas las personas aptas a la Educación Superior. Entendiendo la comunidad educativa como aquella que la integran padres de familia, estudiantes, profesores, egresados, directivas y sociedad civil en general, nos preguntamos por su participación y convivencia en el campus universitario. El sistema educativo colombiano debe integrarse alrededor de la formación en competencias ciudadanas desde el preescolar hasta la Universidad, para formar un ciudadano participativo, respetuoso de los derechos de los demás, con criterios claros de respeto a la diferencia no solo de género, también de raza o color político; éste es un reto actual de la educación en Colombia. La formación en competencias ciudadanas que hoy se imparte en la educación básica plantea muchos interrogantes, cuando se deja a criterio de los profesores del área de sociales incluirla en su currículo, salvando responsabilidad alguna las demás aéreas. Problema curricular que actualmente están evaluando directivos y profesores de la educación básica. Muchas veces la práctica ciudadana se ejerce sólo en la elección del personero estudiantil, como mediador en el conflicto y el respeto por los derechos estudiantiles; la ciudadanía se ejerce des-

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El sistema educativo colombiano debe integrarse alrededor de la formación en competencias ciudadanas desde el preescolar hasta la Universidad, para formar un ciudadano participativo, respetuoso de los derechos de los demás, con criterios claros de respeto a la diferencia no solo de género, también de raza o color político; éste es un reto actual de la educación en Colombia. de el aula, donde se requiere de un educador progresista y democrático en su práctica pedagógica. El concepto de ciudadanía se debe entender, parcialmente, en términos pedagógicos, como un proceso de regulación moral y de producción cultural, dentro del cual se estructuran subjetividades particulares en torno a lo que significa el hecho de ser miembro de un Estado nacional. Por ese motivo, el concepto de ciudadanía tiene que ser investigado y entendido como la producción y la inversión que se hace en discursos ideológicos expresados y experimentados por medio de diferentes formas de cultura de masas y en sitios particulares tales como escuelas, el lugar de trabajo y la familia. En síntesis, la formación en ciudadanía es responsabilidad que se comparte desde el hogar cuando se educa al infante a convivir, respetar al otro, reconocer sus diferencias, tener el derecho a la palabra y al dialogo en su familia; podríamos decir que serian los primeros pasos y los más importantes para iniciar su formación ciudadana. Formar profesionales en competencias ciudadanas es un reto actual de las universidades colombianas.

nos hablan de una gran población de jóvenes que ingresan entre los 15 y 18 años a la Universidad y que es en ella donde adquieren la mayoría de edad ciudadana, caso que no ocurre en los países europeos donde el estudiante permanece dos años más en el nivel de la media y se concibe que llega ya un ciudadano formado a la universidad en ejercicio pleno de sus deberes y derechos ciudadanos. En el caso colombiano, la educación desde su legislación4 llama a una formación integral, la cual no podemos entender sin la participación de los padres de familia en la formación de pregrado. Igualmente se habla de un proceso que apoye, fomente y dignifique la educación superior para velar por una mejor formación moral, intelectual y física de los educandos5, para lo cual pensamos que el padre de familia tiene un gran compromiso. En síntesis, la participación de éstos en las instituciones de educación superior es muy precaria, no se tienen normas jurídicas y legales que permitan su intervención, como tampoco se cuenta con los espacios que convoquen a la participación. En este sentido nos hacemos los siguientes interrogantes:

La participación e integración de los padres de familia Existe la creencia en los padres de familia y las instituciones educativas que la responsabilidad de la educación recae en los estudiantes por considerarles que son mayores de edad y ya tienen una formación ciudadana que viene desde la familia y la educación básica. Sin embargo, los datos estadísticos recientes —9—

• ¿Porqué la participación de los padres de familia en la educación superior de sus hijos es muy precaria? • ¿Cómo podría darse la formación integral desde la formación moral o en valores y formación ciudadana con la participación de la comunidad educativa y la sociedad civil? • ¿Cómo se vincula a los padres de familia y la sociedad civil como un ente veedor de la calidad de la Educación Superior en Antioquia? • ¿Cuáles son las políticas públicas que permiten participación de los profesores, estudiantes, egresados y padres de familia en la educación superior desde su misión y visión respectivas? • ¿Cuál es el Ágora universitario donde participan los profesores, estudiantes, padres de familia como veedores de las políticas públicas en educación superior como un derecho ciudadano? • ¿Qué indicadores o espacios denotan una educación participativa y democrática de los padres de familia en las instituciones de educación superior y en la Universidad de Antioquia? • ¿Cómo se está integrando la educación


UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA La convivencia y la participación en la Universidad

superior a los demás niveles de la educación desde el preescolar? • ¿Cómo se participa por parte de los padres de familia en la formación de los educandos?

La academia con sus currículos rígidos no permite muchas veces contribuir a una formación profesional ciudadana activa, participativa e incluyente de los procesos sociales. Muchas veces el ejercicio de la cátedra se hace de manera autoritaria, con modelos pedagógicos instruccioncitas o conductistas, que poco aportan al desarrollo de un pensamiento creativo y critico.

La participación e integración de los estudiantes En términos generales y como muestra de la importancia de formar ciudadanos competentes, en las universidades se forma en ciudadanía desde la cátedra de ciudadanía y constitución; sin embargo, no es a través de una asignatura o cátedra que se logra este fin. Hoy […] los espacios para la formación ciudadana son muy dispersos; en el currículo universitario nos preocupamos más por la enseñanza de los saberes y muy poco por la formación política y por la educabilidad del futuro profesional. El estudiante que llega al pregrado a las universidades no tiene la suficiente formación ciudadana y autonomía en la toma de sus decisiones, lo que trae problemas en la convivencia y la participación activa y democrática. En este sentido valen preguntas tales como: […] • ¿Qué entendemos por una formación integral, articulada al saber específico de los profesionales? • ¿Tenemos un ciudadano formado en valores ciudadanos, ética y civilidad? • ¿Cuáles serian las competencias que está llamada a formar en sus profesionales la Universidad?

Los profesores universitarios, competencias ciudadanas y el ejercicio de la cátedra La academia con sus currículos rígidos no permite muchas veces contribuir a una formación profesional ciudadana activa, participativa e incluyente de los procesos sociales. Muchas veces el ejercicio de la cátedra se hace de manera autoritaria, con modelos pedagógicos instruccioncitas o conductistas, que poco aportan al desarrollo de un pensamiento creativo y critico. Para Freire, al educador democrático también le corresponde enseñar, pero para él o ella enseñar no es ese acto mecánico de transferir a los educandos el perfil del concepto del objeto. Enseñar es sobre todo hacer posible que los educandos, epis-

temológicamente curiosos, se apropien de la significación profunda del objeto de la única manera como aprehendiéndolo, pueden aprenderlo. Para el educador progresista y coherente, enseñar y aprender son momentos del proceso mayor de conocer, por eso mismo implica búsqueda, viva curiosidad, equívoco, acierto, error, serenidad, rigor, sufrimiento, tenacidad, pero también satisfacción, placer, alegría6. La participación de los padres de familia, líderes comunales, sociales, culturales y políticos deben (coherencia de persona) estar comprometidos en la formación integral de los educandos, que la entendemos en su profesionalización científica y también humana. Desarrollo humano que muchas veces olvida la universidad cuando solo se dedica a la enseñanza instruccionista, olvidando a formar en su compromisos y deberes cuando se está en una sociedad donde tenemos grandes desigualdades y altos índices de pobreza. En la Universidad, a partir de 2004 y a raíz de las políticas impuestas por decreto del Ministerio de Educación Nacional, se debe formar en ciudadanía: la cátedra de ciudadanía y constitución es muestra de su importancia; sin embargo, no es a través de una asignatura o cátedra que pueda lograrse este fin plenamente […] La formación ciudadana debe verse en forma trasversal en el currículo, con sus prácticas, su evaluación participativa, con la heteroevaluación y la coevaluación con sentido dirigida al conocimiento para poder transformarlo. […] Bien lo expresaba Humberto Maturana, cuando decía: “No se requiere de una justificación racional para la democracia. No por racional es más perfecto un mundo. La democracia es un deseo, un querer. Y ¿por qué se quiere? Porque uno ha aprendido en la

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infancia a vivir y sentirse en las relaciones de igualdad y no en las relaciones de sometimiento7.

Aprender ciudadanía es aprender a convivir con los demás, en donde con-vivir no es la mera coexistencia en un mismo espacio ni tampoco la existencia coimbricada en relaciones funcionales, puesto que para el ser humano vivir-con es entender que uno hace su vida con los otros y viceversa, formando parte de uno.

La formación ciudadana dentro y fuera del currículo universitario “Las reformas de la enseñanza deben conducir a la reforma del pensamiento y la reforma del pensamiento debe conducir a la reforma de la enseñanza”8. En la Universidad la formación ciudadana que presentamos es responsabilidad de toda la comunidad educativa, los estudiantes, los docentes, los grupos de investigación, los directivos en sus diferentes aéreas del conocimiento dirigidas a la formación de un profesional integral comprometido consigo mismo y con los demás, con su región y su país, dentro de una globalidad que nos exige y que podemos responder sin olvidar nuestra cultura. La influencia de los medios de comunicación y la globalización como efectos: habitamos una aldea global, una casa que todos debemos proteger; tenemos una ciudadanía global o planetaria como la llama el pensador francés Édgar Morin9, quien nos llama a pensar en nuestra nacionalidad, nuestra historia, diversidad y multiculturalidad, que no podemos olvidar y que hace que nos reconozcamos en este mundo global, como Colombianos, en cualquier parte del mundo global, y poder decirlo con orgullo y cierto patriotismo que no podremos olvidar en nuestros orígenes10. El concepto de ciudadanía se debe apartar de las formas de patriotismo designadas para subordinar a los ciudadanos a los estrechos imperativos del Estado. La ciudadanía vista de este modo, se convierte en un proceso de diálogo y compromiso arraigados en una creencia fundamental en la posibilidad de vida pública y en el desarrollo de formas de solidaridad que permitan a la gente reflejar y organizar el poder del Estado, con el fin de criticarlo y restringirlo, así como derrocar relaciones que inhiben e impiden la realización de la humanidad. Desde este concepto se busca desarrollar una forma emancipatoria de ciudadanía que lleve no sólo a la eliminación de las prácticas sociales opresoras sino también a la estructuración de las relaciones sociales no enajenantes, cuya meta sería la de ampliar y fortalecer las posibilidades inherentes a la vida humana.

Formación ciudadana para la convivencia11. Aprender ciudadanía es aprender a convivir con los demás, en donde con-vivir no es la mera coexistencia en un mismo espacio ni tampoco la existencia coimbri-

cada en relaciones funcionales, puesto que para el ser humano vivir-con es entender que uno hace su vida con los otros y viceversa, formando parte de uno. La relación del individuo con la comunidad se comprende dialécticamente en una oposición excluyente que funciona en la medida en que lo individual, lo privado, siga siendo privado, y lo público, la comunidad, sea meramente lo público, un ámbito que ha sufrido un progresivo proceso de formalización y vaciamiento de valores. Vivir en una comunidad, ciudad o nación es siempre un convivir. Si empezamos por los conceptos mínimos, ciudadano es la persona coexistiendo en una sociedad sujeto de unos derechos, que deben estar protegidos por la sociedad, y a quien le es exigida la participación activa y responsable en lo que concierne a esa sociedad. Una sociedad apoyada en el individualismo transforma a los ciudadanos “en monadas activas, egoístas, cuyas reglas solamente sirven, además, para imponer sus propios intereses contra los otros”12. La convivencia no consiste sólo en superar esos conflictos .La convivencia es un valor positivo por el que hay que luchar. José Ortega y Gasset lo expreso de excelente manera: “La forma soberana del vivir es convivir, y una convivencia ciudadana, como se cuida una obra de arte, sería la cima del universo”. No se trata en realidad de una comparación: la convivencia es también ella misma una obra de arte, una tarea creativa y positiva a cuyo cuidado están llamados a participar todos los agentes. La convivencia se realiza en un encuentro entre personas, en una relación interpersonal de comunicación, donde más que comunicar ideas o abstracciones, se

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comunican ellas mismas y lo que ellas portan: inquietudes, valores, posibilidades, aspiraciones. La realidad humana es social, necesariamente vive en un ámbito de comunidad compartida. Como realidad esencialmente social, entonces, no hay vivir humano en aislamiento, eso sólo puede darse como una situación totalmente artificial e insostenible. El ser humano vive y actúa junto con otros. El hombre actúa formando parte de una comunidad, o, lo que es lo mismo, formando parte de una unidad social comunitaria. De ahí que el ser y el vivir con otros lleva a actuar con otros en distintas vinculaciones y relaciones comunitarias o sociales. Así, este ser con otros lleva implicadas una cooperación y participación en una acción común. Cuando tomamos conciencia como individuos de que nuestro destino no es solamente el de mi persona, sino que está ligado al de los demás, surge la solidaridad. Profundizar, por tanto, en la noción de ser humano como realidad esencialmente social nos lleva a justificar la necesaria vinculación y encuentro con el otro como otro yo, asumiendo su irreductibilidad a lo objetivo, sentir al otro y a la comunidad que resulta como algo propio […] La sociedad no puede mantenerse y sobrevivir sin solidaridad, sin que el ciudadano haga suyos los valores y realidades que hacen posible el bien común, (aun dejando en segundo plano los derivados de su comodidad e intereses particulares o egoístas) y los lleve a cabo en su acción. Un requisito necesario, una exigencia básica, para ese convivir es hacerse cargo de la realidad en la que vive, incluso en la realidad del otro con el que convivimos. En esa convivencia, el ciudadano que ha ejercido alguna acción voluntariado logra profundizar en su propia realización como ciudadanos conscientes13. Que el ciudadano asuma valores solidarios no es, por tanto, una actividad complementaria, sino la humanización de la sociedad en la que vive; humanizar la ciudad y el ámbito de convivencia que en ella se da; humanizar el espacio común de convivencia. Unas habilidades comunicativas, desarrollando una ciudadanía cognitiva que le permita tener unas competencias, para argumentar, criticar, proponer, decidir dentro de un modelo pedagógico criticosocial que le permite reconocerse a sí mismo para interactuar con el otro en la transformación social de unas mejores condiciones de vida. Una formación en ciudadanía que le permita interactuar y convivir en su medio social, convivencia que

Hago un llamado entonces, como académico, investigador y gremialista a que los diferentes estamentos de la comunidad educativa nos congreguemos alrededor de la Universidad desde los principios de la convivencia y la participación, los convirtamos en objetos de análisis, de conversación y de investigación, para que nos ayuden a resolver nuestros problemas y salir entre todos y todas de esta situación preocupante de inseguridad y tensión que se ocasionan cuando no respetamos y dejamos que se desconozcan nuestros derechos a convivir, cuando reina la intolerancia y la indiferencia de muchos de nosotros. le lleva a una participación activa en todo aquello que le compete. Una ciudadanía activa y participativa en los espacios que demanda la Constitución Nacional, la Ley 30/92 y los estatutos universitarios para que participe en la toma de las decisiones que le identifican como estudiante universitario. Competencias dirigidas a una formación en la convivencia y con ella la participación, el reconocimiento a las diferencias (género, clase social, política, étnica y cultural), la tolerancia. Una formación humanizadora que le ayude a desarrollar una gran sensibilidad humana frente a las problemáticas sociales de su entorno, que le invite a participar en la solución de las mismas, dirigidas al desarrollo humano.

Formación ciudadana para la participación ¿Cómo podemos visibilizar la participación en el campus universitario? ¿Cómo se entiende en la universidad colombiana la participación de los estudiantes y profesores en las decisiones que a ellos compete? La participación del estudiantado y del profesorado [de la Universidad de Antioquia] en los diferentes comités que reglamenta el Estatuto General de 1994,

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caso de los comités de carrera, facultad, académico y superior, tienen poco peso en las decisiones que aquí se toman por su representación minoritaria en la conformación de los mismo. Bien lo expresaba en la pasada Cátedra Ciudadana Héctor Abad Gómez el profesor Chinchilla de la Facultad de Derecho, al cuestionar la poca participación de estudiantes y profesores en la Universidad: “Paradójicamente, mientras la carta de 199114 eleva la participación ciudadana al rango de valor supremo y principio fundamental de convivencia en todos los ámbitos de la vida, nuestra normatividad legal y estatutaria, en cambio, se limitó a ofrecer, como concesión caritativa, un pobre repertorio de formas puramente representativas de participación estudiantil y profesoral…La representación profesoral y estudiantil, es reducida a su mínima expresión, vuelve insignificante y puramente simbólico el derecho a la participación15. […] La participación referida a la sociedad puede tener cuatro significados principales: tomar parte en la conducción de la sociedad, principalmente en la toma de decisiones de quienes gobiernan; por lo mismo, “participar” es condición necesaria para que exista la democracia; en el plano abstracto, se considera la participación como un valor objetivo y constitutivo de la convivencia democrática, plasmado en las instituciones, que inspira los comportamientos ciudadanos y por ello es también una actitud subjetiva de los ciudadanos basada en conocimientos y vivencias, favorable a los procesos democráticos16. Cómo educar o formar profesionales para la formación ciudadana para la cultura de participación en la sociedad, cuando se restringe y se desconoce desde sus directivas una normatividad autoritaria donde priman las minorías administrativas sobre las grandes mayorías de profesores y estudiantes en el campus universitario. Hago un llamado entonces, como académico, investigador y gremialista a que los diferentes estamentos de la comunidad educativa nos congreguemos alrededor de la Universidad desde los principios de la convivencia y la participación, los convirtamos en objetos de análisis, de conversación y de investigación, para que nos ayuden a resolver nuestros problemas y salir entre todos y todas de esta situación preocupante de inseguridad y tensión que se ocasionan cuando no respetamos y dejamos que se desconozcan nuestros derechos a convivir, cuando reina la intolerancia y la indiferencia de muchos de nosotros.

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Notas 1. Carlos Gaviria.Autonomía Universitaria. En revista Autonomía Universitaria. Federación Nacional de Profesores Universitarios. Serie Documentos 1. Junio de 2008 2. Autonomía Universitaria. Federación Nacional de Profesores Universitarios. Serie de Documentos No 1. Junio de 2008. Pág. 3 3. Conferencia Regional Educación Superior. CRES. Cartagena. 2008 4. Ver ley 115/94 y ley 30 /92 articulo 1. 5. Articulo 32. Ley 30/92 6. Snyder Goerges. La joié á lecole. Paris. Presses Universitaires de France, 1986 7. MATURANA. Humberto. La democracia es una obra de arte. Mesa redonda Magisterio. 1995. Colombia. Pag34 8. MORÍN, Edgar. La cabeza Buen propuesta. Repensar la reforma. Reformar el pensamiento. Nueva Visión. Ediciones Nueva Visión Buenos Aires. 1999. Pág. 21 9. MORÍN, Edgar. La cabeza Buen propuesta. Repensar la reforma. Reformar el pensamiento. Nueva Visión. Ediciones Nueva Visión Buenos Aires. 1999. 10. GARCÍA , G . Prologo en Colombia al filo de la oportunidad. Editorial Mesa magisterio Bogotá. 1998 11. VERGARA. Javier y otros. Formación para la ciudadanía. Un reto de la sociedad educadora. Ariel educación. Barcelona 2007 12. Extracto del debate de J Habermas con J Ratzinger(200), publicado en J.M Barrio Maestre. Antropologia del hecho religioso. Madrid, Rialp, pág. 19 13. VERGARA, Javier y otros. Formación para la ciudadanía. Un reto de la sociedad educadora. Ariel. Educación. Barcelona 2007. Pág. 124 14. Constitución Política de Colombia Art 68 15. Chinchilla, T, Déficit de participación y representación en el estatuto de la Universidad de Antioquia. En. Periódico Alma Mater. Universidad de Antioquia. No 577. Medellín. Junio de 2009 16. LATAPI, Pablo. La participación de la sociedad en la definición de políticas públicas de educación: el caso del observatorio Ciudadano de la educación. En: Revista perfiles educativos. Centro de estudio sobre la Universalidad. Universidad Nacional Autónoma de México. Tercera Época. Volumen XXVII No 107. 2005.


UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA

Que se lleven sus matanzas a otra parte, que no me dejan ver la telenovela Con autorización expresa del director de la revista mexicana “etcétera”, Marco Levario Turcott, la Revista DEBATES ofrece a sus lectores el siguiente texto del escritor Carlos Monsiváis, a quien rendimos un sentido y merecido homenaje tras su muerte el pasado 19 de junio, víctima de una enfermedad en su sistema respiratorio que le mantuvo anclado por doce meses en una cama de hospital. Monsiváis, nacido en Ciudad de México en mayo de 1938, es considerado uno de los más idóneos investigadores de la cultura popular y “quizá uno de los últimos nombres que las multitudes mexicanas sean capaces de reconocer”, según el escritor Adolfo Castañón. En México y en Latinoamérica se le recordará siempre por el aporte en el esclarecimiento de la masacre de estudiantes en Tlatelolco, ocurrida en octubre de 1968.

Que se lleven sus matanzas a otra parte, que no me dejan ver la telenovela, “es una versión corregida por el autor para ‘etcétera’ de la conferencia magistral presentada durante la Conferencia Internacional sobre Medios de Comunicación: Guerra, Terrorismo y Violencia, organizada por el Departamento de Comunicación de la UIA, a través de su Cátedra Unesco”.

La revista “etcétera”, cuya edición en la web es publicada en http://www. etcetera.com.mx, es orientada por el siguiente Consejo Editorial: Enrique Bustamante / José Carreño Carlón / Jorge Carpizo / Bernardo Díaz Nosty / Luis Ángel Fernández Hermana / Néstor García Canclini / Román Gubern / Alfonso Gumucio Dagrón / Pablo Hiriart / José Marqués de Melo / Jesús Martín Barbero / Armand Mattelart / Jorge Medina Viedas / Fernando Mejía Barquera / Carlos Monsiváis / Miquel de Moragas i Spa / Ludolfo Paramio / Antonio Pasquali / Alejandro Piscitelli / Javier Darío Restrepo

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Antes del 11 de septiembre y la invasión a Irak, el término globalización describe de manera más bien borrosa o abstracta el control estadounidense de los extraordinarios cambios tecnológicos y, de manera concomitante, el proceso de eliminación de las alternativas políticas y culturales. Ahora, tras la emergencia de opciones surgidas de la defensa de los derechos humanos, todavía no muy firmes pero en modo alguno irrelevantes, la globalización se ha vuelto también un término abierto que refiere la simultaneidad de experiencias, actitudes, informaciones y modas, pero ya no la homogeneidad de reacciones y acciones. Lo iniciado en Seattle y Milán se amplía y vigoriza por los movimientos antibélicos. A los medios de comunicación se les ha considerado el vocero más importante o influyente del modelo único de la globalización. Al irse clarificando la existencia de alternativas, ­la primera, las coincidencias críticas,­ conviene revisar el papel de los medios y la noción fatalista que los ampara: seamos apocalípticos o seamos integrados, los medios son lo irrefutable, lo que inutiliza a las protestas y devasta la diversidad. El fatalismo organiza sus lugares comunes a modo de santuarios de las ponencias, los artículos y los intercambios de puntos de vista. En estas notas uso como punto de partida la primera entronización del determinismo de los medios: el carácter de “Universidad de las nuevas generaciones”. “Te aseguro que entre gente de la misma edad los delincuentes han visto diez veces más horas-televisión que los aspirantes a la santidad”

Desde mediados de la década de 1960, los medios (la televisión, el cine, la internet, los juegos de video) son objeto de una acusación severísima: someten a sus espectadores, en especial a los niños, al bombardeo de imágenes-shock que constituyen su formación esencial. Antes de concluir la escuela primaria, los niños mexicanos han visto ocho mil asesinatos y cien mil acciones violentas (La Jornada, 3 de julio de 2001), lo que conduce a alegatos como el del profesor Felipe Neri Rivero: “¿Cómo negarles o reprocharles a los niños que jueguen a guerritas, luchitas, a ser los superhéroes de la televisión, a policías y ladrones o nuevos rambos, si las calles, los mercados, las escuelas y sus propios hogares están infestados de armas y violencia en todos los órdenes?” (en Anuario Educativo Mexicano: Visión retrospectiva, UPN/La Jornada, 2002). Si la televisión es como la pedagogía última de la sociedad, el determinismo es la ideología que la explica. ¿Quién discrepa del You’re what you see, del “Eres lo que contemplas, porque cuando no piensas con imágenes te vuelves inarticulado”? De acuerdo con esta lógica sin escapatorias, los egresados de la primaria retienen varios axiomas: a) el que ve televisión compulsivamente (casi todos) extravía su sentido de la ética porque, por ejemplo, los únicos policías honestos a su disposición visual mueren en los primeros cinco minutos del episodio; b) el dilema profundo del homo videns oscila entre la condición de víctima y la de victimario. Nadie prefiere la primera y pocos la segunda, con lo que el homo videns carece orgánicamente de identidad; c) toda representación de la violencia corroe los sistemas valorativos tradicionales. El espectador, o todavía más, la espectadora, viven estupefactos porque ­según Marshall McLuhan, profeta de otra era­, la televisión potencia la simultaneidad, la síntesis y la inmersión participativa, y todo ello con independencia de su mensaje. Así, ante las imágenes de violencia tanto la síntesis disponible como la inmersión participativa son de índole didáctica (“Si el lenguaje de la violencia es natural, el que yo no lo posea me coloca en desventaja”). Pero con todo y alejamiento del mensaje, la creencia da un vuelco radical el 11 de septiembre con las imágenes de las Twin Towers, repetidas obsesivamente y convertidas con rapidez en el símbolo del tránsito de una sociedad confiada a una recelosa y muy inquisitorial. Ante el terrorismo y los bombardeos a las sociedades que han sido las primeras en padecer sus efectos, ¿tiene sentido preguntarse cuántas horas de

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programas violentos ven los niños? Si la violencia es uno de los grandes lenguajes internacionales, ¿cómo ocultar este conocimiento? Sostener que sólo a la mayoría de edad se comprende lo prohibido y lo indeseable es otra de las técnicas para infantilizar la educación. Desde el 11 de septiembre al insistir en el terrorismo, lo que en materia de formación de las personas y las sociedades, reclasifica la violencia. “Si no fuera por la tele, los malhechores no se hubieran enterado de la existencia del delito”

A los medios de comunicación se les ha considerado el vocero más importante o influyente del modelo único de la globalización. Al irse clarificando la existencia de alternativas, ­la primera, las coincidencias críticas,­conviene revisar el papel de los medios y la noción fatalista que los ampara: seamos apocalípticos o seamos integrados, los medios son lo irrefutable, lo que inutiliza a las protestas y devasta la diversidad.

Se insiste: los niños ven televisión en cuanto pueden, con o sin vigilancia de los padres o de las madres solteras, y los medios electrónicos los enfrentan al detalle de los hechos de sangre. “Se les educa para la violencia, esa hija bastarda de la televisión”. Tal creencia, nunca muy segura de sí misma, se aletarga en la energía declamatoria: “¡Fuera la violencia de la pantalla chica!” y se opone a la exhibición de cadáveres. De tarde en tarde, desde los altos niveles burocráticos o desde las organizaciones de la derecha, se promueven en toda América Latina las prohibiciones y los intentos de prohibiciones. En México, en 1993, el grupo Mujer de Blanco, dirigido por César y Maribel Coll, organiza una manifestación frente a la filial de Televisa en Guadalajara. En el clímax, los participantes destruyen a martillazos tres aparatos de televisión porque “difunden el hedonismo y la violencia”. En 1997, a solicitud del presidente de México Ernesto Zedillo, se cancelan dos series diarias de muchísimo éxito que dan noticia estrepitosa de la delincuencia y los brotes de violencia (Fuera de la ley en Televisa y Ciudad desnuda en Televisión Azteca). El Presidente insiste: “Los programas son perniciosos para la niñez y fomentan el delito”. Con esto, Zedillo se añade a la interminable lista de políticos, educadores, clérigos y abogados integristas habilitados de madres de familia que responsabilizan a los medios electrónicos de la promoción de la ilegalidad. Si los niños y los jóvenes son muy maleables, la televisión los habitúa a la “normalidad” de la violencia y por eso ­continúa el sermón­: exhibir actos fuera de la ley es habituarlos a la transgresión de la ley. Las empresas apenas se defienden (“Cumplimos un deber informativo”), se acata la exigencia presidencial, se suspenden los programas y, luego de una brevísima tregua, la nota roja reaparece destacadamente en los noticieros, recuperada por la demanda insaciable.

Desde que Jehová intranquilizó a los primeros lectores del Génesis al informar del homicidio sin atenuantes de Abel, la atención morbosa a los delitos corresponde a la “salud mental”. No sólo se exorciza el crimen ubicándolo como el suceso remoto en la pantalla de televisión, eliminable a golpes de zapping; también, al incorporarlos al flujo del espectáculo, se banalizan los hechos de sangre. De suyo, el morbo es una “técnica de control” de la violencia, y, si el chisme incorpora la intimidad ajena, el culto de la nota roja aleja la desgracia al acecho. “Tan no estoy muerto que contemplo a estos policías explicar cómo hallaron el cadáver”. (Al respecto, es previsible que no se tome en cuenta un genuino despliegue de la barbarie: las corridas de toros, presentadas tristemente como “arte”). Como sea, suprimir estas series o sus equivalentes no disminuye en lo mínimo la frecuencia del delito. ¿Qué se ha conseguido al prohibir en las estaciones de radio los corridos mariguaneros? La promoción del narco no se localiza en versos que nunca lo son al lado de melodías banales, sino en la circulación del dinero, en la dotación de empleos marginales, en el canje de sensaciones y dinero por el tiempo acortado de vida. “Pero el cadáver ay, siguió muriendo” Además de lo precisado por Borges (“La censura es la madre de la metáfora”), las prohibiciones se extinguen en el homenaje involuntario a lo prohibido, y algunas moralejas nacen muertas. Por ejemplo: “Si no se habla del delito o si se triplican las penas, no hay incentivos para la criminalidad”. En rigor, el debate apenas se es-

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boza así se multipliquen las menciones “escalofriantes” y los sermones pro castidad visual. Esto radicaliza la autoridad pedagógica atribuida a los medios. Con todo, el cine sí es una gran influencia en materia de la escenificación de la violencia y de los estilos para ejercerla. El narcotráfico y la delincuencia organizada han contraído con el cine una deuda estilística enorme, y bastan las imágenes y los reportajes disponibles sobre los asaltos y la contrarréplica policiaca para cerciorarse de cuánto aprende el hampa de la gestualidad fílmica. Lo sepan o no, tanto los apóstoles del desorden como los guardianes del orden (papeles intercambiables) extraen del cine la memoria de las actitudes y la clonación de los ademanes y el lenguaje corporal. En el imaginario de un sector, alguien los filma al momento de actuar, transforma sus rasgos y los sustituye desventajosamente con los de Robert de Niro, John Travolta, Al Pacino y Benicio del Toro. ¿En qué momento se le confiere a la violencia el papel de Deus ex machina, de sinónimo fatal del destino urbano? En espacios sobrepoblados se congregan las devastaciones económicas, la creencia en el desplome de las instituciones de justicia, el contagio atmosférico del narcotráfico y el apogeo de la delincuencia organizada y la descomposición policiaca. Si, según diversas estadísticas, en América Latina 90% de los delitos quedan impunes, esto se debe, de acuerdo con la derecha, al abandono de los principios morales (versión de la derecha). O, presento otra versión: se debe a las lecciones del capitalismo salvaje. En efecto, a esta devastación la impulsa la parálisis de un sistema ético, pero las explicaciones generales dejan de lado asuntos básicos. Ni los principios santificados por la derecha han regido nunca en la práctica ni es posible olvidar que un grupo de creyentes compulsivos, junto al de los empresarios, es el del narco. Pagan con largueza misas, bautizos, primeras comuniones, casamientos, entierros y confirmaciones, patrocinan la construcción de seminarios, visitan al nuncio papal (luego de asesinar a un obispo) y le refieren sus problemas de conciencia, organizan lo que la prensa llama narcotours a Tierra Santa, se confiesan para renovar sus deudas de conciencia. Por lo menos no desertan de su fe. ¿Tendría sentido alegar que en materia de ilegalidad y violencia la forma o incluso la indiferencia moral, no son el fondo? Hasta ahora, a la explosión demográfica del delito la defienden la impunidad y su cortejo de supersticiones, la metamorfosis implacable de la policía y los vaivenes de la desesperación económica.

La violencia urbana “Iba para mi casa cuando un señor muy atento me avisó que me estaba asaltando en ese instante” En diversas ciudades del continente, ­las estadounidenses desde luego,­ cunden visiones de la distopía, la utopía negativa, donde la violencia urbana cerca y frena las libertades a la disposición. “Si no te proteges, desapareces, y si dedicas tiempo a protegerte pasas de vivir a sobrevivir”. Megalópolis es ya sinónimo de las formas de la degradación impuestas por los hacinamientos urbanos, sobre todo en un orden económico donde amengua el trabajo formal, sustituido por la automatización, y donde la violencia aumenta al ritmo de la desaparición de los controles internos de las personas. Como sea, en el lenguaje cotidiano la justicia parece ser la mezcla de aplazamientos, impunidades y distribución siempre inequitativa de la ley. No se puede exagerar o minimizar el papel de la violencia urbana, ni su obligada presencia en las películas, las series televisivas y la insistencia noticiosa. La violencia ha recompuesto, y con vandalismo, el mapa de la ciudad transitable, y ha puesto de relieve la desintegración del tejido social. Allí está en las noticias y en la ficción, y su furia empobrece las soluciones al punto de que la cero tolerancia y la mano dura no intimidan en demasía. Ante la violencia, la televisión es un confesor fallido y un maestro hipócrita. La violencia se interioriza en los habitantes de la urbe, no tanto porque cada uno intente desquitarse de la realidad, sino por la energía consumida en la espera de lo irreparable que la

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Con todo, el cine sí es una gran influencia en materia de la escenificación de la violencia y de los estilos para ejercerla. El narcotráfico y la delincuencia organizada han contraído con el cine una deuda estilística enorme, y bastan las imágenes y los reportajes disponibles sobre los asaltos y la contrarréplica policiaca para cerciorarse de cuánto aprende el hampa de la gestualidad fílmica.


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vuelvo a dar limosnas. Así que ya sabes, Diosito”), modifican la intuición hasta volverla depósito de miedos ancestrales, se aterran ante la propia sombra porque no se sabe si el inconsciente va armado y, por último, enarbolan una tesis persuasiva: la ciudad, el antiguo campo de las sensaciones de libertad, es progresivamente de los otros y es cada vez más el reino del otro y de lo otro, aquello que dejó de pertenecernos cuando aceptamos por lo pronto asilarnos en el miedo, ya al tanto de que en las urbes el por lo pronto eterniza sus plazos. En cualquier lugar del mundo sólo tiene conclusiones optimistas en materia de violencia urbana el que, tranquilizado por las declaraciones ante cámaras de los funcionarios, deja abierta la puerta de su casa.

Ante el terrorismo y los bombardeos a las sociedades que han sido las primeras en padecer sus efectos, ¿tiene sentido preguntarse cuántas horas de programas violentos ven los niños? Si la violencia es uno de los grandes lenguajes internacionales, ¿cómo ocultar este conocimiento? Sostener que sólo a la mayoría de edad se comprende lo prohibido y lo indeseable es otra de las técnicas para infantilizar la educación.

El terrorismo y los medios

ciudad impone. Esto no es únicamente psicológico, desde luego. En la medida de las posibilidades y de las posesiones, cada persona aguarda la violencia con el diluvio de cerraduras en las puertas, los dispositivos de seguridad en los automóviles, las armas en la casa, las ganas de disponer de los servicios de una compañía de seguridad privada (tres mil 600 en México), los gadgets innumerables de protección personal a manera de indulgencias medievales, el simple miedo físico a los grupos o los individuos con los que uno se tropieza en horas inconvenientes (se reduce el tiempo de las horas convenientes). Y si los modelos apocalípticos anteriores han sido Nueva York y Los Ángeles, ahora cada ciudad dispone de un espacio privilegiado de terror: la ciudad misma, la interminable vivencia de la angustia. En el París del siglo XIX, Walter Benjamin distingue al flanneur, el que toma la calle como su morada, con esas cuatro paredes de la curiosidad y la vitalidad. En la megalópolis de fines del siglo XX, un sustituto del flanneur es la víctima en potencia, que hace de la desconfianza su instrumento del conocimiento y del recelo su bitácora, y a la que los medios confirman en su encierro y sus recelos. “El náufrago tembloroso anticipa el trabajo de la brújula”, escriben Horkheimer y Adorno en Dialéctica de la ilustración. Los contextos violentos obligan a teatralizar y generalizar las experiencias desagradables o trágicas, aíslan doblemente en las casas, devienen el estado de sitio de los ricos rodeados de guaruras (esos ángeles de la guarda de las previsiones sombrías) y de los pobres cercados por sus experiencias inevitables (“Si me roban otra vez la quincena no

El terrorismo, una de las manifestaciones más trágicas de la irracionalidad, expresa el odio radicado en las causas secuestradas por el fanatismo o por la ebriedad de poder. Un terrorista es un convencido: su libertad exige el derramamiento de sangre. Una bomba en un café, en un supermercado, en un edificio de gobierno, en un complejo habitacional. Mía es la venganza, dijo el Señor. El terrorista, con o sin estas palabras pero con esta actitud, se siente un oficiante ultraterreno. Ofrenda su vida, que retornará como relámpago al triunfo de los suyos, acepta la fusión de sus miembros destrozados con los de sus enemigos. No duda, porque el adoctrinamiento encauza lo ya asumido: la pertenencia a la estirpe vencida, la condición de cadáver social, y la certeza implacable: lo único que reanima la existencia es el terror de los enemigos. A la monstruosidad moral del terrorista la explican su dolor político y su agravio metafísico: me han despojado de sentido, humillan a mi pueblo y a mis reivindicaciones sociales, es apenas justo que despoje a los que pueda de la posibilidad de burlarse de mi desgracia y la de los míos. Los terroristas de Estado se ciñen a una lógica opuesta y complementaria. Tampoco creen en las leyes, ni les corresponde hacerlo si desprecian las legislaciones lentas y mezquinas, tan necesitadas de legajos. Quieren extirpar la cizaña y en su idioma visceral el florecimiento del trigo ampara el asesinato selectivo, compartido no sólo por el enemigo sino ­con frecuencia­ sus familiares, amigos, los vecinos. Unos y otros terroristas coinciden en un credo: no se matan seres humanos sino enemigos de la causa, los

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derechos humanos son para los humanos, no para las ratas (tomo prestado una brillante consigna de Arturo Montiel, gobernador del Estado de México). Sin humanidad adjudicable, las víctimas de los terroristas o de los terroristas de Estado pagan la conversión psicológica del crimen en autoindulgencia. *** El modelo clásico de terrorista (clásico porque domina el imaginario occidental hasta la Segunda Guerra Mundial) o es el radical desolado que asesina a los personajes que reprimen y le cierran el paso a las ideas liberadoras, o es el grupo de conspiradores de Los demonios o Los poseídos de Dostoeivsky. En Los demonios, el angustiado Stefan Trofimovich se permite la ilusión extrema: sus palabras serán profecías, y de allí el discurso agónico donde exalta su ideario, al margen de los daños y los males que arrastre: la ley general de la existencia humana se reduce a que el hombre pueda siempre venerar lo inmensamente grande. Si privamos a los hombres de lo infinitamente grande, se truncará su vida, y morirán sumidos en la desesperación. Lo inmenso y lo infinito le son tan indispensables al hombre como el minúsculo planeta en que habita. Amigos míos, amigos todos: ¡Viva la magna idea! ¡La eterna e inmensa idea! Todo hombre, sea cual fuere, necesita inclinarse ante lo que representa la magna idea. Hasta el más necio de los seres humanos precisa de algo grande, Petrushka... ¡Oh, de qué buena gana volvería a verlos a todos! ¡Ellos ignoran, ignoran, que también en ellos se encierra la misma idea magna y eterna! Shatov, Kirilov, Stovroguin, personajes iluminados por su indistinción entre el bien y el mal, adoptan los métodos cruentos de los hacendados y policías zaristas, convencidos de que a los tibios Dios los arrojará de su boca. A los “puros”, a los justos en el sentido que le otorga al término Albert Camus, todo se les perdona por su condición de portadores de la idea magna y eterna, no intuida siquiera por los necios y los ignorantes. Los terroristas adaptan el sentido mesiánico de los caudillos, bestial casi por necesidad, y lo convierten en el goce de la destrucción que es el ejercicio del mando a su alcance. En Bajo las miradas de Occidente (Under Western Eyes), de Joseph Conrad, el terrorista, Haldin, interviene en el atentado a un ministro y lanza una bomba: Este segundo proyectil hirió al ministro presidente en la espalda mientras estaba inclinado sobre su moribundo criado, y cayendo luego entre los pies de aquel, reventó con terrífica violencia, derribán-

Ni los principios santificados por la derecha han regido nunca en la práctica ni es posible olvidar que un grupo de creyentes compulsivos, junto al de los empresarios, es el del narco. Pagan con largueza misas, bautizos, primeras comuniones, casamientos, entierros y confirmaciones, patrocinan la construcción de seminarios, visitan al nuncio papal (luego de asesinar a un obispo) y le refieren sus problemas de conciencia, organizan lo que la prensa llama narcotours a Tierra Santa, se confiesan para renovar sus deudas de conciencia. Por lo menos no desertan de su fe. dolo muerto, rematando al herido y reduciendo a menudas astillas el trineo, todo ello en un abrir y cerrar de ojos. Con un clamoreo de horror la multitud se dispersó huyendo en todas direcciones, excepto los que cayeron muertos o moribundos muy cerca del ministro, y algunos otros que heridos de muerte se desplomaron a corta distancia. Haldin se presenta en la casa del estudiante Razumov, el antihéroe de la novela, y le confía su credo: usted me supone un terrorista, un destructor de lo existente... Yo y los míos hemos hecho el sacrificio de nuestras vidas; pero, así y todo, necesito escapar, si es posible. No es mi vida la que me importa salvar, sino el poder seguir trabajando por el triunfo de nuestros ideales. No quiero vivir ocioso. ¡Oh!, no. Desengáñese usted, Razumov. Los hombres de mi temple son raros... El terrorista literario suele ser articulado y febril, y desborda tesis que exhortan a los seres humanos a despertar del sueño de iniquidad. En 1914, en Sarajevo, Gavrilo Princip asesina al archiduque y precipita la Gran Guerra. Desde ese momento viene a menos el terrorista de las pesadillas tremolantes y aparece en la literatura y la realidad el desesperado por antonomasia, el que ajusta a su causa (rápi-

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damente deformada y vuelta oficio de guerra) el significado de su vida. Pero este terrorismo queda en las sombras o halla explicaciones o justificaciones al surgir los terrorismos de Estado, los de Hitler y Stalin en primer lugar, que masifican el desprecio a la vida humana, y hacen de los campos de concentración los reinos del calcinamiento de la especie. Y los dictadores por así decirlo menores, refrendan dentro de sus posibilidades las lecciones del exterminio. Recuérdese al generalísimo Trujillo en República Dominicana, los Somoza en Nicaragua, el Khmer Rouge en Camboya, el genocidio en Indonesia, el exterminio de las minorías en Asia y África, Idi Amin que colecciona en el refrigerador las cabezas de sus enemigos, Pinochet. Esto para no hablar del terrorismo económico y los millones de asesinados por el hambre. Del sótano del desprecio a la vida humana, emergen las criaturas de la teratología del poder a cualquier precio, en primer término del poder para extirpar vidas humanas. El cine ennoblece a unos cuantos confiriéndoles una psicología inteligible. Recuérdese Odd Man Out, la obra maestra de Carol Reed, con James Mason en el rol del terrorista irlandés acosado, o más recientemente Juego de lágrimas (The crying game), de Neil Jordan. Pero los hechos son siempre menos literarios y más ominosos que sus recreaciones artísticas, y El día del chacal o cualquiera de las numerosas novelas y películas sobre el terrorismo son, en su falsificación de los hechos, su torpeza y desmesura, más exactos que los intentos de acentuar la compleji-

A lo largo del siglo XX lo más frecuente en América Latina es el terrorismo de Estado: desapariciones, campañas de amedrentamiento, asesinatos sin investigaciones mínimas, golpizas, bombas, destrucción de maquinarias, ametrallamiento de edificios, presos políticos, mutilaciones de presos, cárceles clandestinas...

dad de los caracteres. ¿A qué trasfondo profético responde Carlos o Illich Ramírez, el multiasesino venezolano que aún se da el lujo de proclamarse revolucionario? Sólo es producto del ansia homicida recubierta de frases dogmáticas. El terrorismo, sea de Estado, de grupo o de particulares, no admite y ya ni siquiera pretende justificación alguna.

Terrorismo de secta y terrorismo de Estado En América Latina la demostración más abyecta de terrorismo a nombre de la justicia social ha sido Sendero Luminoso en Perú. El Presidente Gonzalo o Abimael Guzmán, criminal que se declaró “la cuarta espada del marxismo”, ordenó el asesinato de campesinos, de líderes sociales, de médicos, de todo el que se interpusiera en su ruta de “pureza”. Para explicarlo se habla de la crueldad y el racismo de los terratenientes peruanos y la insania del ejército. Esto, muy cierto, no justifica en lo mínimo una sola acción de Sendero Luminoso, como nada le concede la razón a otro ejemplo demoledor, ETA en el País Vasco. A lo largo del siglo XX lo más frecuente en América Latina es el terrorismo de Estado: desapariciones, campañas de amedrentamiento, asesinatos sin investigaciones mínimas, golpizas, bombas, destrucción de maquinarias, ametrallamiento de edificios, presos políticos, mutilaciones de presos, cárceles clandestinas... En Perú, Colombia (nación sometida al horror múltiple del narcotráfico, la guerrilla, los paramilitares y el ejército), Argentina, Uruguay, Cuba, República Dominicana, Haití, Centroamérica (Guatemala y El Salvador especialmente), Bolivia, México, el terrorismo de Estado ha querido en diversas etapas representar al poder con torturas y asesinatos, ha pretendido inhibir el mínimo desarrollo democrático. Terrorismo es todo rechazo salvaje de la aplicación de las leyes. La irracionalidad monstruosa se atiende apenas en los medios. En cada país por las “razones de la seguridad nacional” y por el “respeto al espectador”, se omiten o se quieren omitir las informaciones esenciales, los cadáveres mutilados, los heridos graves, la consternación del vecindario afectado. En los noticieros no se buscan explicaciones. No hay tiempo o el espectador ya está al tanto o un acto terrorista es una entidad autosuficiente, que tiene que ver con el mal casi en abstracto.

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Como tema de suspenso, de intriga, de difusión de atmósferas de la tecnología de punta, el terrorismo es una veta inagotable. Si se quiere ser preciso, podría hablarse más que del género del terrorismo de la teoría de la conspiración. Cientos de filmes y de series de televisión se apegan al mismo esquema: en la conjura contra el mundo libre, el bien se extravía y está a punto de ser derrotado pero en el minuto final vence en medio de una serie de revelaciones estrepitosas. Esta teoría de la conjura, sin embargo, antes del 11 de septiembre culpaba indistintamente a los árabes, los radicales de ultraizquierda o de ultraderecha, la CIA, el FBI, la Casa Blanca misma. Esto se modifica a raíz de las tesis sobre el “Eje del mal”. El centro del tratamiento del terrorismo en la industria del espectáculo ha sido la teoría de la conjura, sustentada en la visión idolátrica de la tecnología. Se necesitó el sacudimiento de Irak para desazolvar la comprensión del terrorismo, ya no más el misterio que está al final de las intrigas y que se traslada de la industria a los espectadores. (En el género, el motivo último de los atentados parece ser el goce de la conspiración.) Ahora ya resulta imposible o muy patético sujetar las visiones del terrorismo a criterios mercadológicos, pero han sido décadas de posponer las explicaciones de un fenómeno límite. Y por eso los mensajes de los gobernantes estadounidenses parecen siempre extraídos de una película sólo requerida de Tom Cruise. Véase la muy reciente declaración del presidente George Bush: “Sólo es cuestión de tiempo para que las fuerzas militares encabezadas por Washington encuentren en Irak armas prohibidas de destrucción masiva. Las encontraremos. No les quepa la menor duda”. Sí, en el siguiente capítulo de Los expedientes X.

Los linchamientos y los medios El 31 de agosto de 1996, en Tatahuicapan, municipio de Playa Vicente, Veracruz, en la zona limítrofe con Oaxaca, un “juicio popular” determina la inmolación de Rodolfo Soler Hernández, de 28 años de edad, acusado de la violación y el asesinato de la señora Ana Borromeo, de 46 años, que lavaba ropa en el río. Soler Hernández huye a Paso del Águila, Oaxaca, donde se le captura, alertada la población por las campanas de la iglesia. (Según una versión, lo atrapan mientras se baña.) Los captores de Soler se niegan a entregarlo a las autoridades, afirmados en sus tradiciones: “A los asesinos se les debe quitar

¿a quién persuaden los teóricos que pretenden encapsular los acontecimientos en el reality show donde el fin de la historia no dispone del rating suficiente como para ser incluido en el horario Triple A?

la vida. Son las leyes aceptadas por todos”. El esposo de la señora Borromeo explicó la sentencia: “Respetamos lo que el pueblo decidiera. Nosotros como familia no somos tampoco jueces. Si el pueblo decide que se linche, que se linche; si el pueblo decide que se mande a presidio, que se mande a presidio. Por eso estamos recabando todas las firmas. Nos dijeron que quieren un acta, que se elabore un acta donde vayan plasmadas las firmas del pueblo”. Los linchamientos son una costumbre de barbarie hoy multiplicada por la certidumbre de la inexistencia del aparato de justicia. En México y en varios países latinoamericanos cada año se produce la cuota de seres destruidos minuciosamente por multitudes revanchistas, y la de los individuos no muy numerosos que salvan su vida. Lo peculiar en el caso de Tatahuicapan es la presencia de una cámara, que, como expresa el video, ni perturba ni intimida a los presentes. La mitad del pueblo se retira, los otros ­con una muchedumbre de niños adjunta­se queda. El único detenido por el crimen es Sergio Madrigal Gómez, el poseedor de la sola cámara de video en el pueblo. En su descargo, alega que lo contrata “alguien de una comisión de derechos humanos”; en el video se escucha a Madrigal incitar a la gente: “¿Qué tipo de justicia quieren?”. El video, de unos 40 minutos de duración, pasa a manos de las autoridades. Lo más llamativo de las imágenes es el aire perceptible de fatiga o indiferencia, lo propio de un día de calma rutinaria con niños y campesinos en pos del pintoresquismo o tal vez convencidos de que asisten en vivo a una serie de horror. La agonía dura cerca de diez minutos, con todo y fuego que se apaga y se activa (“¡Échenle más!”). Atado a un árbol, inconsciente, Soler Hernández es para quienes lo contemplan, ya no un ser humano si alguna vez así lo percibieron. Es un despojo, un

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UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Que se lleven sus matanzas a otra parte, que no me dejan ver la telenovela

montón de carne incinerable. Al final el aullido de dolor del moribundo es la única nota, así sea agónica, de humanidad. Es por lo menos desconcertante la actitud de los que, casi con indolencia observan la escena. ¿Qué importa la hoguera? Son pueblo justiciero no criminales y ­es obvio­, su acción les parece esencialmente virtuosa, al negarse al vacío de justicia en la zona. En Tatahuicapan el linchamiento se describe como la transformación anímica de la comunidad súbitamente poderosa gracias al certificado de licitud del videotape. Las autoridades distribuyen el video a las televisoras. Las de Veracruz lo transmiten menos de un minuto. Televisa y Televisión Azteca pasan cerca de minuto y medio, lo que suponen asimilable por el público. (No les falta razón, me llevó un tiempo enorme atreverme al video completo, y sé que la experiencia es irrepetible.) Y no hay al respecto demasiadas hipótesis en lo tocante a la respuesta del pueblo a la grabación. Tal vez se trate de un reflejo condicionado en cualquier parte del mundo: la cámara representa no a la historia, un concepto privatizado por la política y hecho a un lado por la mercadotecnia, ni a la constancia de la justicia popular por terrible que sea, sino a la televisión misma y su capacidad de regalar ese minuto en que millones se fijan en la imagen de una persona, rescatándola del hacinamiento. Otro suceso similar es la matanza de un grupo de campesinos cerca del poblado de Aguas Blancas, Guerrero en 1992. Los campesinos se dirigen a una manifestación y la policía municipal los detiene y procede a su ejecución minuciosa. Una cámara de video capta la escena, que tiempo después transmite Ricardo Rocha en Televisa. Tampoco estos asesinos se molestan al verse registrados por la cámara. Para ellos, supongo, la cámara es parte de la naturaleza, una forma de inmunidad. Probablemente se les informó que el video no sería visto por nadie, pero la ausencia de recelo me certifica la confianza en las imágenes, algo ­s upongo­ligado a la costumbre de los espectadores que llevan tiempo elevando el umbral de lo soportable, y habituados a escenas antes simplemente intolerables. Hoy ­é sta parece ser la moraleja,­ el espectador ya sabe más, conoce de efectos especiales y ha visto cómo se fabrican las secuencias espeluznantes y voluntaria o involuntariamente, traslada a la realidad esa confianza en la calidad de los trucos ópticos. ¡Ah, la

El centro de las manipulaciones del autoritarismo y el totalitarismo es llevar a las personas a no distinguir entre la realidad y la ficción. Lo que se dice, se promete y se vive resulta lo mismo porque la falta de alternativas borra los matices y los distingos, y genera un campo unificado en donde la impotencia es la gran sensación igualadora.

muerte como un “efecto especial”! Por lo demás, y consúltense los registros de atrocidades del siglo XX, los verdugos no le han hurtado a las cámaras de fotografía o de cine la exhibición de su poder sobre la vida y el dolor ajenos. Allí están, por ejemplo, la foto del mutilado vivo en China, la del vietnamita en el momento de recibir un tiro en el cerebro y, sobre todo, las imágenes de las maquinarias del campo de concentración nazi levantando como basura las pilas de cadáveres. Del lado opuesto están los testimonios electrónicos contra los grandes agravios, el primero de ellos por sus resonancias inmediatas de la golpiza brutal grabada por George Holiday de Rodney King en Los Ángeles. Otros videos importantes, de acuerdo con la lista de Jesse Drew (“Activismo en los medios y democracia radical”) son los surgidos en Bosnia, China, Rumania, la selva amazónica, los territorios de los nativos americanos, Palestina, Haití y Tibet. En Irak, las guerrillas del Kurdistán, en su desafío a Sadam Husein, constituyeron su propio sistema de televisión con tecnología elemental.

La guerra y la destrucción de las reglas En su nuevo libro, Recording the pain of others, Susan Sontag pregunta: “¿Cuál es la evidencia de que ha disminuido el impacto de las fotografías, y de que nuestra cultura neutraliza la fuerza moral de las imágenes de atrocidades?”. En mi respuesta de lector, evoco lo visto y escuchado profusamente desde el inicio de la invasión de Irak. Ha sido

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genuina la reacción ante las imágenes de las víctimas civiles, en especial las de los niños muertos o mutilados. Las tomas televisivas (más numerosas de lo que supone el control estadounidense) y el número amplísimo de fotos comprometen a la ciudadanía global. El padre aferrado a su hija sin pies estremece y cancela al instante cualquier técnica de distanciamiento. Un diario nacional publicó una de estas fotos en primera plana. Un sector se sintió agraviado y lamentó los ultrajes a su “buen gusto”. El periódico recibió muchas cartas de protesta: “¿Cómo se atrevían a perturbar la paz hogareña, tan armada sobre la reticencia y la supresión de lo molesto?”. Al examinar Three Guineas, el ensayo de Virgina Woolf sobre los testimonios gráficos de la guerra civil española, Sontag se acerca a la creencia de Woolf: la respuesta conmovida a esas fotos unirá inevitablemente a los hombres de buena voluntad. No afligirse por estas imágenes, no retroceder alarmado ante ellas, no esforzarse por abolir lo que provoca esta destrucción ­para Woolf, serían las reacciones de un monstruo moral. Y, lo que también está diciendo, no somos monstruos, somos miembros de la clase educada. Fracasó nuestra imaginación, nuestra empatía: fracasamos al no sostener esta realidad en nuestra mente. ¿Quiénes integran el “nosotros” de Virginia Woolf?, se pregunta Sontag. En el caso de las imágenes de Irak los afligidos y alarmados por lo que son y por lo que simbolizan (en ese orden), conocemos muy bien nuestros límites: las protestas y las movilizaciones no perturban el sueño de Rumsfeld, Condoleeza Rice, Bush, Colin Powell, Richard Perle; no modifican un solo discurso de Blair o de Aznar; no alteran el nuevo orden mundial. Pero existen y no dan señas de desvanecerse, y al verterse en comentarios, reflexiones, actitudes y movilizaciones convierten en la prioridad internacional a la defensa de los derechos humanos, causa que ya incluye los derechos económicos y la igualdad ante la ley. Ante esto ¿a quién persuaden los teóricos que pretenden encapsular los acontecimientos en el reality show donde el fin de la historia no dispone del rating suficiente como para ser incluido en el horario triple a?

del espectáculo tiene un costo: el ridículo. Los bombardeos de Bagdad no obtuvieron el hechizo mediático profetizado por videntes como Jean Baudrillard. La invasión de Irak no fue el show de los medios coronado por las muchedumbres jubilosas que aplaudían la liberación (incluso se necesitó montar el derrumbe de la estatua de Sadam Husein), y el diluvio de luces sobre Bagdad no condujo a la repetición de la guerra mediática de 1991. El determinismo ante la televisión se quebranta ante la emergencia de la ciudadanía global, en gran medida todavía un proyecto, sujeta a los vaivenes de las frustraciones y resignaciones, pero ya provista del gran espacio de contienda de internet, y de la posibilidad crecientemente aprovechada de ir construyendo en cadena ­los blogs, las movilizaciones en pos de firmas que son las manifestaciones por acumulación­ de las versiones distintas de lo que ocurre, de interpretación sustentada en los alcances de la resistencia ética y moral. El centro de las manipulaciones del autoritarismo y el totalitarismo es llevar a las personas a no distinguir entre la realidad y la ficción. Lo que se dice, se promete y se vive resulta lo mismo porque la falta de alternativas borra los matices y los distingos, y genera un campo unificado en donde la impotencia es la gran sensación igualadora. Todo da lo mismo o parece dar lo mismo, mientras no afecte lo personal y lo familiar. Pero el fatalismo existe hasta que las alternativas no se producen, y en buena medida el crecimiento desmesurado del público, la ciudadanía global y su defensa de los derechos humanos y la ecología, y las posibilidades de internet atenúan drásticamente los poderes del determinismo. El zapping fue el primer signo de la independencia literalmente a mano, y hoy ante los medios electrónicos, la diversidad es la primera profana de resistencia activa.

Ser la vanguardia de la hiperrealidad a través de interpretaciones delirantes al servicio de la religión —23—


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Una mirada a la belleza Por Javier Domínguez Hernández* Docente Titular. Instituto de Filosofía Universidad de Antioquia.

Reflexión sobre la belleza desde la filosofía y la belleza desde el arte**. Se publica como aporte de la Revista DEBATES a la realización en Medellín –1 al 3 de septiembre de 2010– del VIII Seminario Nacional de Teoría e Historia del Arte:¿Quién le teme a la belleza?, organizado por la Facultad de Artes y el Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia.

“Desde la filosofía, la belleza es un aparecimiento que nos encontramos, que nos cautiva por su esplendor y su brillo; la belleza es un acontecimiento. No podemos ver lo bello sin amarlo”, dice Platón en su diálogo Fedro. En la filosofía antigua y medieval, la belleza pertenecía a la metafísica como idea inteligible, a la cosmología como orden del mundo y de la naturaleza, y a la teología, como el esplendor divino que irradia en sus creaciones. Era una concepción objetiva de la belleza en la que la metafísica de lo bello y la metafísica de

* Doctor en Filosofía de la Universidad de Tübingen, Alemania. Especialista en Filosofía de la Universidad Jagiellonsky, Cracovia, Polonia. Licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, Colombia. ** LA BELLEZA. PREGUNTAS DE ANA MARÍA & JUAN GUILLERMO A JAVIER DOMÍNGUEZ, PARA LA SERIE DE CONCEPTOS FILOSÓFICOS. En este caso letra B, el concepto “belleza”. Serie televisiva, proyecto del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia, semestre 2008-2.

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la luz tenían muchos entrecruzamientos. Pero la belleza no era sólo idea inteligible para el pensamiento, era también realidad sensible. La belleza sensible era una experiencia que nos hacía recodar la belleza ideal, y era como un estímulo para elevarnos a ella. Pero vino un gran cambio con la cultura moderna. En esta cultura, en cuyo centro se colocó el hombre con su pensamiento y su sensibilidad, la belleza se convirtió en un sentimiento, en algo meramente subjetivo. La belleza pasó al dominio del gusto en la estética, y al dominio de las formas en las representaciones del arte. Desde el Renacimiento comenzó a considerarse el arte como el lugar natural de la belleza.

la historia del arte es la mejor galería para reconocer las instrumentalizaciones de la belleza: en lo religioso, en lo político, en la vanidad individualista. A la belleza se la puede instrumentalizar, al igual que a la filosofía o a la religión. La instrumentalización de la belleza es negativa y criticable, cuando el propósito es adoctrinar, embrutecer, reprimir el pensamiento libre y el juicio propio. Lo noble de la belleza es su retórica tan convincente para invitar a lo bueno y a lo verdadero: para invitar, no para obligar a ello.

¿De qué raíces griegas y latinas proviene la palabra belleza? Lo bello se dice en griego to kalón, to kalós, de modo que no sobrevive en el castellano. En latín se dice pulchrum, y aparece en nuestras palabras pulcro, pulcritud, que asociamos más con limpieza, con incontaminación y decencia, y no propiamente con belleza.

¿Existe la posibilidad de una belleza aparente sin una presencia externa? La asociación más usual que nosotros hacemos con lo bello es con lo visual, pero la belleza es también sonora, está en la poesía, en el canto y en la música. Esta belleza ya es menos externa y espacial, y es más interna y temporal. Y también hay representaciones en las cuales hay imágenes íntimamente asociadas a pensamientos o a ideas que también son bellas. En filosofía se conocen como ideas estéticas, y son las representaciones que los artistas plasman en las obras de arte, o las representaciones que los que no somos artistas también tenemos, y gracias a ello, esas ideas estéticas encuentran resonancia en nosotros. Las compartimos los artistas y los que no lo somos, porque ambos tenemos imaginación y pensamiento, y por ello nos podemos entender. En la serie de Botero sobre la violencia en Colombia hay un cuadro que se llama Una madre (óleo sobre lienzo,

1999). Una madre llora sobre el cadáver, posiblemente de un hijo joven, asesinado, que yace en el ataúd. Está sola, amorosamente contenida y contemplativa y sólo la acompañan dos velas encendidas. Es una imagen luminosa sobre un fondo completamente negro. Si uno dijera que esa imagen es bella por su apariencia, uno sería tan cruel como los verdugos. Sin embargo, esa imagen es bella, por los pensamientos y los sentimientos ineludibles que arrancan en nosotros al contemplarla. El artista plasma aquí magistralmente una idea estética, que es la que responde por su belleza, que es interna, pues no es belleza sólo para la retina, sino para nuestro ser humano sensible y pensante.

¿Cuándo se instrumentaliza la belleza? Cuando se la regula y se la pone al servicio de mensajes que nada tienen que ver con lo bello. Esto no es un crimen, pues la historia del arte es la mejor galería para reconocer las instrumentalizaciones de la belleza: en lo religioso, en lo

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UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Una mirada a la belleza

político, en la vanidad individualista. A la belleza se la puede instrumentalizar, al igual que a la filosofía o a la religión. La instrumentalización de la belleza es negativa y criticable, cuando el propósito es adoctrinar, embrutecer, reprimir el pensamiento libre y el juicio propio. Lo noble de la belleza es su retórica tan convincente para invitar a lo bueno y a lo verdadero: para invitar, no para obligar a ello.

La filosofía tiene menos problemas con lo bello que la teoría del arte, y fue desde la teoría del arte, que no funciona sin la crítica de arte, desde donde se desterró la belleza. Las vanguardias de principios del siglo XX, sobre todo las posteriores a la primera guerra europea, fueron las más agresivas con la belleza en el arte, pues darle arte bello a una cultura tan arrogante, que había acabado de cometer tal hecatombe humana, era involucrar el arte en sus barbaridades, era hacerlo cómplice.

¿Existe una belleza perfecta? Estrictamente hablando, “perfecta” es aquí un adjetivo de más. Lo perfecto no tiene que ver con lo estético sino con lo lógico, pues perfecto es algo cuya representación resulta completamente adecuada con su concepto. ¿A qué es adecuada la belleza? La belleza es gratuita, por eso tiene más de logro, que es un acontecimiento y una sorpresa, que de ejemplo, que es un caso de una generalidad. Por eso la belleza puede aparecer en cualquier cosa, en cambio lo perfecto no, ya que de lo perfecto tenemos que contar de antemano con su concepto. En el lenguaje ordinario sí podemos hablar de belleza perfecta, por ejemplo en una clase de formación artística, cuando una tarea es resuelta admirablemente, o al menos satisfactoriamente. En este caso es “belleza perfecta” por la inventiva sorprendente con que el alumno resolvió la tarea que propuso el maestro, y es “perfecta” para recibir la mejor calificación. Lo bello y lo perfecto satisfacen, pero por razones diferentes.

¿Se puede hablar desde la filosofía de un concepto de belleza en la actualidad? No puede haber un concepto filosófico de la belleza, sólo una idea de lo bello, el cual, por ser idea, es algo completamente abierto para el pensamiento, y es algo además que no se puede concretar si no se lo sensibiliza. La belleza no existe sin individualización, que es donde la belleza gana carácter y muestra la riqueza de sus diferencias. La filosofía tiene menos problemas con lo bello que la teoría del arte, y fue

desde la teoría del arte, que no funciona sin la crítica de arte, desde donde se desterró la belleza. Las vanguardias de principios del siglo XX, sobre todo las posteriores a la primera guerra europea, fueron las más agresivas con la belleza en el arte, pues darle arte bello a una cultura tan arrogante, que había acabado de cometer tal hecatombe humana, era involucrar el arte en sus barbaridades, era hacerlo cómplice. Fue un momento para los artistas y el arte en el cual la asociación tradicional entre estética y arte se puso en tela de juicio, pues la estética estaba íntimamente asociada a la belleza, sobre todo al efectismo de la belleza. Esto es un problema de la teoría del arte y de la filosofía del arte, pero dado que la filosofía puede manejar un concepto de arte con más solvencia que la teoría y la crítica de arte, que por fuerza necesitan de representaciones del arte, y dado que la filosofía tiene una idea de la belleza y sabe que no puede tener un concepto, la relación de la filosofía contemporánea con la belleza es reposada. Pocos filósofos contemporáneos se han ocupado de la belleza. Gadamer, por ejemplo,

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en La actualidad de lo bello (1977) y Danto, en El abuso de la belleza (2003). Ninguno de los dos asocia la belleza con el arte de un modo definitorio. Gadamer lo que hace es recordar la doctrina platónica de que lo bello es un puente ontológico entre lo sensible y lo inteligible, y en tal sentido, es un camino para comprender por qué lo bello ha sido y sigue siendo una estrategia tan importante para el arte. Danto ha llamado la atención sobre la necesidad crítica de un juicio responsable sobre la belleza, y se ha cuidado de considerarla factor definitorio de la obra de arte. En su lugar, pone en alerta para dar con la respuesta adecuada a la obra de arte, para reconocer cuándo es necesaria la belleza y cuándo no lo es, pues las obras de arte son significados encarnados, y esa encarnación no reclama belleza en todos los casos.

¿Hay un ideal de la belleza humana en la industria de la cosmética y la cirugía estética? Al menos en el arte sí lo hay, pero no un solo ideal sino muchos. Los mitos, que son la poesía primigenia de los pueblos, y sobre todo la poesía épica y dramática, han determinado la imagen visual que los pueblos se han hecho de sus hombres y sus mujeres, sobre todo en la juventud y la adultez. Estas representaciones mitológicas o poéticas se reflejaron en su pintura, en la escultura, en los relieves. Y no puede ser un solo ideal sino muchos, porque estas representaciones del hombre y la mujer son inseparables de su carácter y de sus acciones ejemplares. Las representaciones del hombre y la mujer del arte griego clásico y helenístico fueron determinantes para el arte de los romanos, y a partir del Renacimiento volvieron a ser ejemplares para el arte europeo, en cuyos desarrollos se fueron perfilando particularidades nuevas. La estética del siglo XVIII, sobre todo la del neoclasicismo replanteó la pregunta por el ideal de belleza humano. Kant, por ejemplo, distinguió entre la “belleza normal” y el ideal de belleza. La “belleza normal” es la media

correcta, y es la representación que todos tenemos de un animal, un hombre, una edad de la vida, una raza. Para los humanos es la “belleza de pasarela” o “de catálogo”, la figura que puede modelar, o la que la industria de la cosmética y los medios imponen, y la cirugía estética promete satisfacer. Es una “belleza” que se juzga por las medidas de la figura y por ello no es propiamente belleza sino una figura que satisface normas de aceptación. En cambio, si debe haber un ideal de belleza, Kant no lo reconocía sino para la figura humana en las representaciones artísticas, y esta belleza ideal humana consistía en el efecto que la moralidad producía en lo externo. La moralidad era como la fuerza anímica que desde lo interno brotaba e irradiaba en la apariencia externa de un personaje, y era lo que le daba “gracia y dignidad”. Quien realmente usa estas palabras para describir la belleza humana es Schiller, un poeta muy kantiano, pero a diferencia de Kant, no le atribuía esta fuerza interna a la moralidad, sino a la libertad; la figura humana bella es la que en su apariencia irradia libertad (es la época de la Revolución Francesa). Los jóvenes románticos anudan en este debate, y para ellos la ley del arte en asuntos de belleza humana no es la belleza, sino el carácter. Creo que nosotros estamos más cerca de los románticos, pero no descartamos la moralidad o la libertad, pues el carácter lo que logra es darles individualidad y concreción, y sobre todo, interés para nosotros. Moralidad y libertad son pensamientos más afines a arquetipos, en cambio, carácter no puede haber sino en individualidades de carne y hueso.

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Los contenidos procedimentales en la EDUCACIÓN EN CIENCIAS Por Comité de Transformación Curricular (*) Facultad de Ciencias Exactas y Naturales Universidad de Antioquia

Si bien se hace necesario distinguir los contenidos conceptuales (el saber) de los procedimentales (el saber hacer) y, unos y otros, de los actitudinales (el ser), se hace igualmente forzoso verlos y tratarlos como parte de un tejido único: el de los contenidos a enseñaraprender en cada materia.

Introducción El fin de la educación es la contribución a la formación plena del ser humano, ideal presente en la cotidianidad de todos los grupos y de todas las culturas si bien su concreción ha pasado y pasará siempre por el prisma de las doctrinas, las ideologías y las creencias. Se alude con él al desarrollo humano en la integralidad de todas sus potencialidades, dígase intelectuales, emocionales, éticas y estéticas regularmente puestas al servicio de la búsqueda del bienestar individual y grupal, de la comprensión y transformación del mundo. “Su contenido –el de la educación, dice un estudioso– es en todos los pueblos aproximadamente el mismo y es, al mismo tiempo, moral y práctico. ... En parte, consiste en una serie de preceptos sobre la moralidad externa y las reglas de prudencia para la vida…; en parte, en la comunicación de conocimientos y habilidades profesionales, cuyo

(*)Autores: María Victoria,

Alzate (Coordinación Comité), José Luis Pérez (Vicedecano), Ana Esperanza Franco (Biología), Nicolás Raigoza (Física), Pablo Cuartas (Astronomía), Raúl Eduardo Velásquez (Matemáticas), Wilson Ruiz (Química), Norbey García (Asesor curricular).

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conjunto, en la medida en que es transmisible, designaron los griegos con la palabra techné” (1). A finales de la edad media se quiso una educación que valorara y atendiera por igual “cabeza, corazón y manos”. En el siglo XX se utilizó reiteradamente una caracterización de los fines educativos descritos rápidamente en términos de conocimientos, habilidades y actitudes, caracterización recogida y re-expresada en el “Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación en el Siglo XXI” (2) como “los cuatro pilares de la educación”: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a vivir juntos. Actualmente se alude a esto mismo en los distintos niveles del sistema educativo, respetando la peculiaridad de cada uno de estos, en términos de ser, saber y saber hacer. El Documento Rector dice claramente “… con esto se trata de definir las características que deben desarrollar las personas que se van a formar, lo cual incluye conocimientos, habilidades, destrezas, valores y actitudes que los preparen para afrontar situaciones impredecibles y complejas en un mundo cambiante.” Luego subraya como una de las metas la “Articulación entre formación científica, humanista, ética y estética” y más amplia y detalladamente lo describe en el aparte titulado “El perfil de formación del estudiante de ciencias” Así, cada programa formativo en la universidad se rige internamente por unas metas educativas comunicadas de un modo general por medio de los llamados “perfiles profesionales”, y que responden a la integralidad de la persona del estudiante, no a alguna dimensión aislada del mismo como podría ser la inteligencia, o la emotividad, o la capacidad teórica, o la capacidad práctica, o la condición profesional, o la condición ciudadana, etc., cualquiera de ellas en forma aislada. En lugar de esto, la generalidad de los programas, en este caso universitarios, procuran brindar una formación que articula el saber, el saber hacer y el ser, vale decir, los conocimientos, las habilidades y las actitudes. Ahora bien, los “contenidos” previstos en cada una de las asignaturas no son otra cosa que los insumos formativos para alcanzar dichas metas, lo que obliga a distinguir, más allá de éstas, entre contenidos concernientes al saber –o conceptuales–, concernientes al saber hacer –o procedimentales- y concernientes al ser –o actitudinales–. A despecho o en contracorriente de una tendencia estrechamente ligada a la tradición educativa consistente en reducir las cosas al primero de los mencio-

En el siglo XX se utilizó reiteradamente una caracterización de los fines educativos descritos rápidamente en términos de conocimientos, habilidades y actitudes, caracterización recogida y re-expresada en el “Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación en el Siglo XXI” (2) como “los cuatro pilares de la educación”: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a vivir juntos. nados o, en todo caso, en conceder ciudadanía de segunda a los otros tipos de contenidos, a partir de los años noventa se demanda con más y más fuerza una mayor atención a los contenidos procedimentales, es decir, a incentivar el “saber hacer” y las habilidades básicas por parte de los estudiantes, de acuerdo con las peculiaridades de cada campo disciplinario. Al tenor de esta demanda el Comité de Transformación Curricular se ha propuesto llamar la atención acerca de la necesidad para cada programa, para cada área, para cada asignatura, de identificar, hacer visibles y atender en el terreno práctico lo pertinente a los contenidos procedimentales. Esto lo procura en concordancia con el Documento Rector y con los perfiles profesionales, y sin que ello signifique mengua alguna en la valoración de los tradicionales contenidos conceptuales, como tampoco de los contenidos actitudinales, respecto de los cuales en particular es enfático el Documento Rector al subrayar como una de las metas la “articulación entre formación científica, humanista, ética y estética”. Es la razón de ser del presente documento, escrito en forma colectiva por el Comité, y puesto a consideración de profesores y estudiantes de la FCEN.

Los contenidos procedimentales son diversos En efecto, el aprendizaje del “saber hacer” es susceptible de desagregarse en al menos tres “tipos”1: Un saber hacer cognitivo que aborda los procedimientos implicados en el razonamiento o, si se quiere, las llamadas habilidades mentales superiores tales

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UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Los contenidos procedimentales en la EDUCACIÓN EN CIENCIAS

como seleccionar, describir, comparar, diferenciar, sistematizar, clasificar, inducir, deducir, explicar, interpretar, organizar jerárquicamente datos e ideas o conceptos, inferir, predecir, argumentar, concluir, diseñar experimentos, modificar y utilizar modelos. Un saber hacer operacional, que abarca desde habilidades manuales simples, hasta la manipulación de algoritmos de diferentes grados de abstracción y complejidad, pasando por la manipulación de instrumentos y de materiales orgánicos, inorgánicos y vivos de diferente complejidad y seguridad, y por acciones de percepción, medición, toma y organización de datos, y diseño de montajes. Un saber hacer de comunicación, de representación y de simulación, que aunque puede también considerarse parte del “saber hacer cognitivo”, se trata de un saber hacer relacionado con la manipulación no sólo del lenguaje natural, sino de la diversidad de lenguajes creados y utilizados por las ciencias en el planteamiento y solución de problemas, y en la simulación de situaciones. Se hace referencia a los términos y a los símbolos propios de cada disciplina científica, términos y símbolos que en algunos casos son reconocidos

...también se habla de procedimientos de un doble componente: motriz e intelectual. En el primer caso, se trata de aquellos procedimientos que implican acciones corporales y que se observan en una conducta externa, v.g.: utilizar con precisión el material de laboratorio. En el segundo caso, se alude a aquéllos que implican acciones internas, con una mayor implicación cognitiva o intelectual, v.g.: interpretar las leyes físicas y su formulación matemática. Esta diferenciación conduce a distinguir entre habilidades motrices y habilidades o estrategias cognitivas.

como verdaderos lenguajes con estructura lingüística: sintáctica y semántica2. La experiencia docente reconoce la diferenciación entre niveles de lenguajes al referirse al razonamiento científico: 1. Intradisciplinar, aquel de manejo exclusivo de un área de las ciencias: biología, química, física, astronomía, matemáticas, estadística. 2. Interdisciplinar, aquel lenguaje compartido entre dos o más áreas de especialización científica, ciencias exactas, ciencias sociales, ciencias económicas. 3. Común o natural, aquel de uso cotidiano al que no pertenecen los tecnicismos ni los conceptos específicos de las ciencias. Estos lenguajes, especialmente el intradisciplinar, son mucho más que símbolos y medios de comunicación, en tanto sirven a la identificación y representación de conceptos, problemas, variables, relaciones, procedimientos y soluciones, y en tanto se constituyen en medios de ayuda al pensamiento3. Solidariamente con lo que acaba de presentarse, se dan otras maneras de tipificar o de categorizar; por ejemplo, también se habla de procedimientos de un doble componente: motriz e intelectual. En el primer caso, se trata de aquellos procedimientos que implican acciones corporales y que se observan en una conducta externa, v.g.: utilizar con precisión el material de laboratorio. En el segundo caso, se alude a aquéllos que implican acciones internas, con una mayor implicación cognitiva o intelectual, v.g.: interpretar las leyes físicas y su formulación matemática. Esta diferenciación conduce a distinguir entre habilidades motrices y habilidades o estrategias cognitivas. En ambos casos se trata de procedimientos, pero de diferente característica y con implicaciones de distinta índole sobre las acciones de los alumnos. Dentro de los procedimientos, habilidades o estrategias cognitivas cabe una diferenciación del tipo: algorítmicos y heurísticos. Los primeros indican un orden y un número de pasos a seguir para resolver un problema, pudiendo ser con frecuencia automatizables. De cumplirse lo indicado los resultados serán idénticos. Ejemplo: copiar, sacar el área de una figura. Los segundos, son procedimientos o estrategias no aplicables de manera automática ni de la misma forma de un problema a otro. Ejemplos: la interpretación de textos; otro: una síntesis en química: grupo de etapas de reacciones químicas que implican el abordaje de conceptos, relaciones, representaciones y procedimientos contextualizados, distintos de una etapa a otra e interconectados de modo lógico. O, de modo ge-

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neral: tratamiento de problemas cuya solución reúne varias etapas o pasos interconectados de modo lógico y que implican el abordaje de conceptos, relaciones, representaciones y procedimientos contextualizados. Sea cual sea el lenguaje genérico utilizado en la caracterización de los contenidos procedimentales, cabe resumir lo dicho hasta aquí en tres o cuatro ideas clave: 1) Existe un “saber hacer” que incumbe a la educación en ciencias en cualquiera de sus ámbitos; 2) Se trata de un “saber hacer” esencialmente intelectual, racional, asentado en el conocimiento disciplinario; 3) No existen fronteras precisas entre un saber hacer y otro, más bien existe una progresión en su complejidad; y 4) Es la traducción y aplicación de ese “saber hacer” lo que otorga sustancia a los “contenidos procedimentales”.

Sea cual sea el lenguaje genérico utilizado en la caracterización de los contenidos procedimentales, cabe resumir lo dicho hasta aquí en tres o cuatro ideas clave: 1) Existe un “saber hacer” que incumbe a la educación en ciencias en cualquiera de sus ámbitos; 2) Se trata de un “saber hacer” esencialmente intelectual, racional, asentado en el conocimiento disciplinario; 3) No existen fronteras precisas entre un saber hacer y otro, más bien existe una progresión en su complejidad; y 4) Es la traducción y aplicación de ese “saber hacer” lo que otorga sustancia a los “contenidos procedimentales”.

Especificación de los contenidos procedimentales Como ocurre siempre que un tema resulta más o menos inédito, se hace imperativo traer ejemplos a colación, así esto acarree sus propios problemas, bien porque cualquier listado puede ser leído como fórmula universal de trabajo, bien porque las descripciones que se hacen con acento de inventario no se cuentan propiamente entre las lecturas más entretenidas. No obstante, el intento de especificación de los contenidos procedimentales viene al caso como elemento ilustrativo conducente a la comprensión adecuada del tema. Sea lo primero reconocer la existencia de procedimientos generales a los que pudiera denominarse transversales, toda vez que se trabajan en varias disciplinas y no en alguna en particular. Por ejemplo, las estrategias para aprender, leer, escribir, argumentar se ponen en juego en cada una de las asignaturas de un programa. En el caso de las ciencias naturales, puesto que las disciplinas que las integran –en su núcleo constitutivo– se construyen a partir de la observación, la medición, la definición, el análisis de las propiedades y la predicción de la actuación de estas últimas respecto de los diferentes fenómenos de la naturaleza, ocupa un lugar fundamental el aprendizaje de dichos procedimientos. Catalóguense de transversales o de generales, se trata siempre de contenidos procedimentales comunes a todas las áreas: la búsqueda de información, su procesamiento (análisis, realización de tablas, gráficas, clasificaciones, etc.) y su comunicación (elaboración de informes, exposiciones, puestas en común, debates, etc.). Incluso integrar y contextualizar saberes y problemas constituyen procedimientos especiales a los que debe otorgarse im-

portancia similar a la de otros tipos de contenido, cualquiera sea el área y la asignatura que se consideren. La matemática en particular resulta visiblemente sugestiva si se acepta que se trata de una ciencia en la que el método predomina claramente sobre el contenido, o mejor, dentro del espíritu de lo que viene tratándose, en la que el método (de ella en cuanto disciplina) se constituye en la parte fundamental de los contenidos formativos. De ahí el interés de la investigación matemática por el estudio de cuestiones colindantes con la psicología cognitiva, referidas, por ejemplo, a los procesos mentales de resolución de problemas. Se habla del abismo entre el empirismo práctico de los agrimensores que parcelaban los campos del antiguo Egipto, y la geometría de los griegos del siglo VI A. C. Aquello fue lo que precedió a las matemáticas; ésto, las matemáticas propiamente dichas; ese abismo lo salva el puente del razonamiento deductivo aplicado en forma consciente y deliberada a las inducciones prácticas de la vida diaria. “La razón principal de existir del matemático es resolver problemas, y por lo tanto en lo que realmente consisten las matemáticas es en problemas y soluciones” (4). Así, lógica, intuición, deducción, inducción, expe-

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rimentación y análisis, forman parte obvia de los contenidos procedimentales en matemáticas y, más allá de esta, en las ciencias naturales. Puede extenderse esta misma alusión a algunos de los elementos planteados por George Polya (5): generalización, especialización, analogía e inducción, y a las tres destrezas que todo matemático debe poseer según el Proyecto Tunning para la Comunidad Europea (6), a saber las de: idear demostraciones, modelizar matemáticamente una situación, y resolver problemas con técnicas matemáticas. El ejemplo de la matemática ilustra muy bien algunas cosas importantes: de una parte muestra que los “contenidos procedimentales” lejos de ser meros agregados a los contenidos generales o ser elementos puramente opcionales en relación con éstos, son contenidos en sí mismos, son parte de la disciplina, por ende, forman parte del saber básico de las asignaturas. De otra parte, permite ilustrar cómo los contenidos procedimentales si bien son diversos en razón de su necesaria especificación por disciplina o campo de conocimiento, muchos de ellos resultan comunes a diferentes áreas, lo que sugiere la posibilidad de desarrollo de proyectos de investigación o de estudio de problemas compartidos entre asignaturas y programas. Finalmente, el ejemplo ilustra el hecho de que son los especialistas de cada saber, y sólo ellos, los indicados para especificar y hacer visibles los contenidos procedimentales en sus respectivas áreas y asignaturas.

Didáctica de los contenidos procedimentales Lo primero que debe tenerse en cuenta es evitar mezclar o confundir los contenidos procedimentales con los procedimientos o las “metodologías” didácticas. Tal como se ha anotado en otro lugar, los contenidos procedimentales son elaboraciones hechas a partir de los procedimientos de las ciencias, adaptados a las condiciones, necesidades y limitaciones de los alumnos, que se incluyen en las asignaturas para ser aprendidos. Por lo tanto los contenidos procedimentales se sitúan fundamentalmente en el plano del “QUÉ” aprender, no propiamente del “CÓMO” aprender, que es objeto del discurso didáctico. En otras palabras, los contenidos procedimentales, por ejemplo, de la física, se desprenden del discurso constituido de la física, que reúne el objeto a ser aprehendido por el estudiante. Cuando aquellos contenidos han sido identificados e incorporados al plan de enseñanza-

En realidad la buena educación en ciencias no es posible sin una profunda convicción y/o vocación en cuanto a la participación, concreción y apropiación del conocimiento por parte del estudiante para su uso. aprendizaje es cuando viene al caso interrogarse por el tipo de mediaciones y procedimientos didácticos que mejor sirven a su aprendizaje. Luego, los contenidos procedimentales son una cosa y los procedimientos didácticos son otra. Lo cual no debe conducir a desconocer la apelación inevitable a la didáctica para el establecimiento de las mediaciones y procedimientos adecuados al buen aprendizaje no sólo de los contenidos procedimentales sino de todos los demás tipos de contenido. Incluso, debe aceptarse la existencia de principios derivados del discurso didáctico con fuerza de generalización suficiente para servir a la enseñanza –aprendizaje de diferentes campos disciplinarios–. Por ejemplo, de entrada hay una afirmación didáctica que debe atenderse: teorías y conceptos, se aprenden o adquieren de manera diferente que procedimientos y actitudes; en consecuencia, sus aprendizajes tampoco se enseñan y evalúan del mismo modo. En lo tocante a la evaluación, lo que se evalúa es un doble aprendizaje: el procedimiento en sí mismo –las acciones que lo componen, el orden en que deben sucederse, las condiciones que deben darse, etc.–, y el uso del procedimiento –la aplicación en situaciones nuevas, por ejemplo–. Una cosa debe resultar clara: aprender un procedimiento supone no sólo asimilar el enunciado de la regla que lo expresa, sino también ponerlo en práctica. De otra parte, en consideración a que la enseñanza de los contenidos procedimentales puede resultar emparentada con la noción de ejercicio, lo que es cierto para la enseñanza de las matemáticas, es dable hacerlo extensivo a los demás campos: con más frecuencia de la deseada su enseñanza ha degenerado en ejercicios de resolución de problemas que pueden desarrollar habilidad formal, pero que no conducen a la comprensión ni a mejorar la autonomía intelectual.

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En esta línea de ideas resulta oportuno mencionar algunas de las conductas que bien vale la pena analizar críticamente en procura de su corrección en el terreno de la educación en ciencias: - Valorar lo conceptual por exclusión de lo procedimental. - Concebir al conocimiento científico solamente como un cuerpo conceptual. - Considerar que el método experimental es el único que se utiliza en la producción de conocimientos científicos. - Creer que sólo con laboratorios bien dotados se pueden realizar experiencias. - Reducir los contenidos procedimentales a la manipulación del instrumental. - Basar la enseñanza en las guías o trabajos prácticos como la única estrategia posible. - Evaluar solamente el aprendizaje de los conceptos. - Pensar que el aprendizaje significativo sólo es atributo del aprendizaje de los contenidos conceptuales. - Actuar como si enseñar ciencias consistiera únicamente en hacer experimentos. - Descalificar la influencia de las teorías previas de los alumnos desde las que éstos observan, manipulan y experimentan, tanto en el diseño del experimento como en la interpretación de los resultados. En realidad la buena educación en ciencias no es posible sin una profunda convicción y/o vocación en cuanto a la participación, concreción y apropiación del conocimiento por parte del estudiante para su uso. Hacer visibles y trabajar sobre los contenidos procedimentales sin desarticularlos de los demás contenidos se constituye curricularmente en una fuerza poderosa en procura de dotar al estudiante de la capacidad para trascender desde los conceptos científicos hasta su aplicación en el marco de las necesidades del mundo actual, bien sea en el sector productivo, el de la innovación, el académico o el científico, al igual que para adaptarse a los cambios científico-tecnológicos y para promover su transferencia a contextos locales, así como para adaptar, innovar y proponer nuevas alternativas de desarrollo, tal como lo ha planteado el Documento Rector para la transformación curricular.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Jaeger, Werner. 1992. Paideia, Fondo de Cultura Económica, Santafé de Bogotá, D.C. P. 19. 2. Unesco, 1997. La educación encierra un tesoro, Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación en el Siglo XXI, México, página 89 y sgtes. 3. Comité de Transformación Curricular. 2009, Documento rector para la transformación curricular, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Universidad de Antioquia, páginas 13 y 31. 4. Paul, R. Halmos en: Newman, J. R. 1997. El mundo de las matemáticas, Sigma Tomos 1 y 5, Editorial Grijalbo, Barcelona, 5. Polya, George. 1966. Matemáticas y razonamiento plausible, Editorial Tecnos, S.A., Madrid. 6. Libro Blanco, Título de grado en Matemáticas, Agencia de la Evaluación y la Acreditación, Proyecto Tunning para la Comunidad Europea, España.

BIBLIOGRAFÍA ADICIONAL: Bell, E. T. 2003. Historia de las matemáticas. 2° ed., Fondo de Cultura Económica, México D.F Courant, Richard y Herbert, R. 2006. ¿Qué son las matemáticas? Conceptos y métodos fundamentales. Fondo de Cultura Económica. México D.F., García, B, S. & Martínez, L. C. 2003. Enseñar a enseñar contenidos procedimentales es difícil. Revista Interuniversitaria de Formación de Profesorado, 17 (1): 79-99 Insausti M. J., Merino, M. 2000. Una Propuesta para el Aprendizaje de Contenidos Procedimentales en el Laboratorio de Física y Química. Investigações em Ensino de Ciências 5, 2, 93-119. Pérez, G. D., De Guzmán O. M. 1993. Enseñanza de las Ciencias y la Matemática: Tendencias e Innovaciones, Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Editorial Popular. Polya, G. 1945. How to solve it? Princeton, University Press.

Notas 1 Para mayor información respecto a clasificaciones de contenidos procedimentales, ver: De Pro Bueno, A. (1998), ¿Se Pueden Enseñar Contenidos Procedimentales en las Clases de Ciencias?, Enseñanza de las Ciencias, 16,1, 21-41. 2 Al respecto, por ejemplo, Jacob reconoce el lenguaje químico como un verdadero lenguaje: Jacob, C. (2001), Analysis and Synthesis, Interdependent Operations in Chemical Language and Practice HYLE - International for Philosophy of Chemistry, 7, 1, 31-50. 3 Para ampliar la idea, ver: Vergnaud, G. (1990), La Théorie des Champs Conceptuels, Recherches en Didactique des Mathématiques, 10, 23, 133-170.


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Legalidad y legitimidad Por Beatriz Restrepo Gallego Ex profesora Instituto de Filosofía Universidad de Antioquia

Texto remitido por Ethos Universitario, boletín electrónico elaborado en la Universidad de Antioquia con la finalidad de “propiciar un ambiente de reflexión sobre la ética entre la comunidad universitaria” y “dinamizar el pensamiento ante situaciones cotidianas de nuestra Alma Máter que evocan disertaciones sobre la ética”. Al Grupo de Estudio sobre la Ética están vinculados: Eufrasio Guzmán Mesa, Director del Instituto de Filosofía; Hernán Mira Fernández, docente de la Facultad de Medicina; María Dolly Cuartas Henao, docente de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas; Fabio Humberto Giraldo Jiménez, Director del Instituto de Estudios Políticos; Carlos Vásquez Tamayo, docente del Instituto de Filosofía; Jaime Obando Cárdenas, Coordinador del Proyecto MECI; Fanny Cristina Hoyos Arroyave, Asesora del Proyecto MECI.

Los colombianos estamos, desde hace tiempo –como dice Luis Jorge Garay– rebasando las fronteras morales, en la medida en que el concepto legalidad-ilegalidad se desdibuja y en que su relación con el de legitimidad-ilegitimidad parece no tener ya sentido. Se tratará, entonces, brevemente, de hacer alguna claridad sobre esta pareja de conceptos, a la vez que mostrar su específica forma de relacionamiento e importancia para la vida política y moral de una sociedad. El concepto legal, legalidad, hace relación a la ley y a la norma y a los comportamientos que de ellas derivan. Cuando éstos se ubican en el campo del Estado y lo jurídico, lo legal hace relación a la política y al derecho. Así decimos que un comportamiento es legal cuando se adecúa a la norma

Quienes deseen recibir el boletín electrónico Ethos Universitario, o participar con su reflexión sobre aspectos éticos de la vida universitaria, o hacer comentarios sobre la publicación, favor hacer uso del correo electrónico ethosuniversitario@gmail.com

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de la cual deriva, que una norma es legal cuando tanto su promulgación como sus contenidos respetan el marco jurídico señalado por la Constitución u otras leyes, que un Estado es legal cuando en su normatividad o actuación (a través del gobierno) se mantiene dentro del marco jurídico señalado anteriormente. Si esto no se cumple, hablamos de ilegalidad en los comportamientos, las normas y los Estados (o el gobierno). Lo legal se impone por la fuerza de la ley, los mecanismos de coacción de que se dispone o por la convicción surgida de la racionalidad y conveniencia de la misma. Por ello se habla de obedecer la ley. Por otro lado, el concepto de legitimidad hace alusión al ámbito de lo moral, de las normas, valores y fines morales que rigen una determinada comunidad o sociedad. Es legítimo el comportamiento que puede fundamentarse o justificarse desde estos criterios y referentes. Justamente se habla de legitimar cuando un comportamiento (personal, colectivo o del gobierno), norma (social o política) o institución (de la sociedad o el Estado mismo) puede mostrar la dimensión moral que subyace en sus actuaciones o contenidos. El concepto de ilegitimidad se aplica entonces cuando esta dimensión moral, que forma parte del talante o cultura de una sociedad o grupo, no es tenida en cuenta o no se descubre. Puede decirse entonces que la legitimidad suscita reconocimiento, adhesión y cumplimiento, no obediencia. Desde los comienzos de la modernidad occidental (s. XVII), la nueva forma de Estado, ya no sustentado en la teocracia, la sangre o la fuerza, sino en un contrato social, fruto de acuerdos entre los ciudadanos, afinca su legalidad en su sometimiento al derecho, a un orden jurídico debidamente promulgado, surgiendo así el concepto de Estado de Derecho que todavía hoy expresa las aspiraciones políticas de la mayoría de los países y pueblos. Sin embargo, este Estado no tenía asegurada su legitimidad y tendría que construirla. Sin ella, no era posible asegurar la adhesión de los ciudadanos, la fuerza del contrato y, en última instancia, su permanencia. Ya Aristóteles había señalado que los regímenes políticos aseguran su estabilidad mediante la justicia y la bondad de las acciones del gobernante. Por ello, uno de los temas centrales de la filosofía y de la ética políticas ha sido en la modernidad, la legitimación del Estado de Derecho. Con ello se ha mostrado la necesaria relación

entre legalidad y legitimidad, si se quiere alcanzar mayores niveles de gobernabilidad que lo legal por sí solo no asegura. Esta relación legalidad-legitimidad y sus posibles (y conflictivas) derivaciones: ilegalidad-legitimidad (cuando una acción es ilegal –incumplimiento de una norma legal– pero legítima –se hace por el cumplimiento de un valor moral–), legalidad-ilegitimidad (cuando una acción es legal –acorde a una norma legal–, pero ilegítima –contraviene una convicción moral–), acarrean profundos conflictos a los ciudadanos como sujetos morales, y a los sujetos morales o personas, en cuanto ciudadanos. No se trata de resolver esta aporética relación (así lo demuestran la historia de la ética y el pensamiento político); se trata al menos de plantearla en términos racionales y de llamar la atención sobre su importancia para la vida política de una sociedad u organización. De momento, vale la pena señalar que la relación poder-Estado-autoridad, la contiene: el poder (legal) del Estado de Derecho se convierte en autoridad (moral), cuando éste logra aunar su legalidad proveniente de su respeto por el derecho con la legitimidad derivada de sus fundamentos morales. Ahora, la pregunta es: ¿cuáles son estos criterios o referentes morales? Sin espacio ya para sustentar la respuesta, sólo cabe mencionar que parece haber un acuerdo generalizado entre los defensores de la democracia y el Estado de Derecho, en que el reconocimiento, respeto y protección de los derechos humanos es el sustrato moral que legitima el ejercicio del poder por parte del Estado y lo reviste de legitimidad. No hay que olvidar que estos derechos como tales, serían legales, pero los derechos humanos de los que hablamos, al ser promulgados por la ONU, que más que una instancia política se espera de ella que sea una instancia moral (sus raíces fueron de esta naturaleza), los revisten de un carácter moral que actúa como criterio legitimador. Para despejar esta duda, hay que remontarse a su fundamento, el concepto de dignidad humana, que habiendo tenido un origen religioso en el cristianismo, fue introducido en el ámbito moral por pensadores como Kant y otros y, puede decirse, se ha convertido hoy, válidamente, en el criterio moral por excelencia legitimador del accionar del Estado y de cualquier organización. Pero este es un tema que, repito, merece ser ampliado y profundizado en otra ocasión.

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La idea de naturaleza humana y el consumo de psicoactivos

Por Eufrasio Guzmán Mesa Director Instituto de Filosofía Universidad de Antioquia

Introduccion Lo primero que hay que señalar es la dificultad semántica para referirnos al tema, por lo menos desde el punto de vista filosófico. La preocupación por la precisión en los términos en todo esfuerzo de esclarecimiento es una forma del pensamiento científico. No es indistinto entonces hablar de drogas, psicotrópicos, enteógenos o psicoactivos En los trabajos del siglo XX se puede constatar la oscilación; palabras como alcohol y drogas, alcohólico y drogadicto, traen consigo una valoración que en ocasiones se confunde con la actitud puritana frente al tema y el fenómeno. Se procede en esos casos en particular, y para evitar

“La máxima de que no hay venenos, sino dosis, se puede aplicar indistintamente a las sustancias químicas y a las obsesiones. Un grado pequeño de obsesión no viene mal, incluso puede resultar beneficioso. En todas las familias debería haber alguien que cerrara la llave del gas dos veces antes de irse a la cama, pues con una no basta (vean, si no, la cantidad de accidentes). Tampoco sobra cultivar unas porciones homeopáticas de paranoia”1 Juan José Millás

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el puritanismo como obstáculo, a hablar mejor de problemas de consumo de alcohol o abusos en el consumo de drogas. Decir que alcohol es etanol o que droga es lo que actúa sobre el psiquismo creando posibilidades de dependencia nos resuelve sólo en parte el problema, es necesario proponer la imperiosa necesidad de seguir profundizando en su estudio y efectos en el organismo humano. Pero no nos podemos escudar en este problema semántico que se manifiesta como diferencias casi insalvables de puntos de vista para afrontar un problema que es real y es el del abuso en el consumo de sustancias, deformaciones en el uso hasta el punto de producir conductas adictivas que tienen un impacto negativo en la calidad de vida, en el buen vivir. Ese impacto no se debe medir de manera individual únicamente sino que es necesario mirar la forma como los mismos servicios de salud reciben un impacto cada vez mayor y lo reciben también las instituciones, los procesos educativos, productivos y la sociedad en general. Guardando las proporciones y respetando las diferencias tenemos algo similar a la “peste” pues los procesos productivos de la droga en nuestra nación en particular han aumentado la dinámica y orientación del conflicto bélico que vivimos. Quiero decir con este ejemplo que el consumo de sustancias psicoactivas ha desbordado la esfera de lo individual y lo privado y no sólo se trata de su consumo público como algo que afecta la salud colectiva, sino de un problema de dimensiones mayores que afecta en nuestra sociedad el proyecto mismo de ella. La pregunta es ¿qué ha pasado que este problema del consumo de sustancias haya tomado la dimensión de una “peste”? Tenemos un conjunto de intelectuales de diferente procedencia que nos dicen que la “peste” es la prohibición y otro que ve la pestilencia en una industria mundial que no solamente disloca nuestra nación sino que puede llegar a amenazar el ajedrez del orden mundial. El termino mismo “peste” tiene el poder de expresar lo apocalíptico y ese término entraña entonces el peligro de que pone nuestros temores en escena de mala manera. Cuando nos situamos en el orden de la persona, cuando miramos al individuo en el plexo de sus derechos, la constitución vigente y el proyecto mismo de la sociedad occidental, parecen todos inclinar la balanza hacia la realización de sus deseos, la búsqueda en ocasiones desaforada del goce individual. Es paradójico que afecte esto al individuo de una manera y a la sociedad de otra. Es por ello

Guardando las proporciones y respetando las diferencias tenemos algo similar a la “peste” pues los procesos productivos de la droga en nuestra nación en particular han aumentado la dinámica y orientación del conflicto bélico que vivimos. Quiero decir con este ejemplo que el consumo de sustancias psicoactivas ha desbordado la esfera de lo individual y lo privado y no sólo se trata de su consumo público como algo que afecta la salud colectiva, sino de un problema de dimensiones mayores que afecta en nuestra sociedad el proyecto mismo de ella. La pregunta es ¿qué ha pasado que este problema del consumo de sustancias haya tomado la dimensión de una “peste”? que se puede afirmar que: “El que una sustancia sea definida como droga se decide por elementos socioculturales más que por sus características farmacológicas. Las sustancias clasificadas como drogas lo son porque la sociedad las ha codificado culturalmente como tales entrando, además, en contacto con ellas y usándolas precisamente para conseguir los efectos que de ellas se esperan”2. El uso de sustancias y técnicas psicoactivas está unido al proceso mismo de la hominización. Somos una especie especialmente dinámica en la manera de interactuar sobre nosotros mismos y podemos ver el chamanismo como una actividad de varios miles de años de antigüedad y estrechamente vinculada a la exploración de toda clase de interacciones con sustancias y fenómenos externos. El chamanismo es anterior a todas las religiones conocidas, es más fuerte y perviviente que todas ellas y es expresión de dos componentes innatos de la naturaleza humana muy fuertes. La búsqueda de conocimientos o conducta exploratoria y

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la búsqueda por el sentido de la vida y la muerte misma. La ciencia como institución es resultado de la primera preprogramación hacia la exploración cuya forma básica es la curiosidad y la religión es el no tan deseable resultado de la humana necesidad de sentido y significado para el vivir y el morir. No es tan deseable pero es una real adaptación, una estrategia de supervivencia y como tal es necesario mirarla.

El impulso hacia el conocimiento En Las puertas de la percepción el escritor inglés Aldous Huxley escribió: “Ser sacudido fuera de las rutas de la percepción ordinaria, ser espectador durante algunas horas sin tiempo del mundo externo e interno, no como se aparecen al animal obsesionado con la supervivencia o al ser humano obsesionado con palabras y nociones, sino como son aprehendidos directa e incondicionalmente por la mente en su totalidad, es una experiencia de inestimable valor para cualquiera y especialmente para el intelectual.”3 Sobre esta misma realidad ha escrito Escohotado: “Estoy convencido que existe una gran riqueza de información en nuestro interior, montones de conocimientos intuitivos acumulados en el material genético de cada una de las células. Una especie de biblioteca que contiene innumerables libros de referencia pero de la que desconocemos la puerta de entrada... Las drogas psicodélicas abren la puerta de este mundo interior. Esta búsqueda de conocimiento ha sido parte de la vida humana desde los primeros momentos de la conciencia... Cada uno de nosotros, en un momento u otro de la vida, nos sentimos extraños

Esa propensión a la vida interior, a la exploración mística o sencillamente la manipulación o alteración de los estados de conciencia por diversos medios es parte constitutiva de nuestro ser. Este singular aspecto es tan variado como la diversidad de la experiencia humana.

en la travesía de la existencia y necesitamos respuestas a las preguntas que surgen del alma. Un buen uso de las sustancias psicodélicas puede ayudar en este viaje”4. Estas dos citas de Huxley y Escohotado lo que quieren es ilustrar que el uso de psicoactivos es parte de una disposición hacia la curiosidad, expresión de un ánimo explorador de nuestra especie que está al igual en seres humanos con algún grado de especialización como los chamanes o en los jóvenes de toda sociedad. Esa curiosidad es previa al nombre mismo, a la asignación de términos y hace parte del permanente interactuar sobre nosotros, es parte del sistema propioceptivo; se puede afirmar en general que el sistema propioceptivo “es aquel que nos proporciona información sobre el funcionamiento armónico de músculos, tendones y articulaciones: participa regulando la dirección y rango de movimiento; permite reacciones y respuestas automáticas, importantes para la sobrevivencia; interviene en el desarrollo del esquema corporal y en la relación con el espacio y sustenta la acción motora planificada. La disfunción de este sistema se expresa en torpeza motriz; dificultad para mantener cabeza y cuerpo erguidos, realizar actividades bimanuales y manejar herramientas. También se observa distractibilidad por inquietud postural, rigidez de tronco y ausencia de noción de peligro. Otras funciones en las que actúa con más autonomía son el control del equilibrio; la coordinación de ambos lados del cuerpo; la manutención del nivel de alerta del sistema nervioso central y la influencia en el desarrollo emocional y del comportamiento”5. No se trata de un problema de prescripción, por supuesto, pero vivimos el momento pendular opuesto, el de la prohibición, y eso nos obnubila en el caso de su uso como una elección de los individuos. La actitud prohibitiva es cultural y desde hace dos siglos es liderada por los sectores política e intelectualmente más influyentes del mundo anglosajón, incluido su capítulo norteamericano.

Sobre el sentido de la búsqueda del éxtasis Al lado de esta preprogramación o impulso cognitivo e integrado a él hay una preprogramación que ha llevado a que uno de los más brillantes etólogos humanos6 hable del ser humano como ani—38—


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mal religioso. Ese impulso se puede definir como la búsqueda del éxtasis o del estado alterado de la conciencia. Esta preprogramación o impulso ha estado vinculada al proceso de la hominización y quizás sea una forma privilegiada o preferente como actuamos sobre nuestro sistema nervioso central para modificarlo y proveerlo de información necesaria para su transformación constante. Esa propensión a la vida interior, a la exploración mística o sencillamente la manipulación o alteración de los estados de conciencia por diversos medios es parte constitutiva de nuestro ser. Este singular aspecto es tan variado como la diversidad de la experiencia humana. “Las drogas lo que hacen es inducir modificaciones químicas que también pueden inducir la soledad, el silencio, la abstinencia, el dolor, el miedo. Químicamente no se puede distinguir a una persona bajo los efectos de una droga, que bajo los efectos del yoga por ejemplo. Químicamente no somos más que un conjunto de reacciones. Lo que pasa es que la sociedad, te dice que, aunque químicamente seas igual, ese ha llegado por el camino bueno y ese por la vía de atrás. La droga más fuerte y más adictiva es dividir lo uno en dos y así provocar su unión. Es decir, la droga más potente e irresistible es el sexo. Si no se hubiesen descubierto los alcaloides, es decir, si las plantas no hubiesen desarrollado defensas contra depredadores de gran tamaño, se hubiesen creado unas defensas ante el segundo impulso, (o el primero), el sexo, que no conocemos, no existen (ej. penes con ácido sulfúrico, vaginas dentadas...) Una frase en tu libro: La verdad se defiende sola, la mentira necesita ayuda del gobierno. Ejemplo: La mentira como modelo: “Las brujas se suben por la noche a unos palos de escoba y viajan a gran velocidad a cualquier lugar que deseen llegar”. Su correlato moderno. “Nuestros hijos y nuestras hijas son inocentes, pero vieron pasar unos polvos de algo y sin querer quedaron inmediatamente enganchados”. Otro ej.: “Los hombres y las mujeres tienen una vocación natural y protegida por la sociedad a la libertad y autonomía, la iniciativa propia. Sin embargo, es necesario que una clase política gobierne permanentemente a todas las sociedades”. Lo que se prohíbe y se reprime ¿se expande? Lo que se prohíbe cobra un valor, de autorrealización personal. La dignidad humana es su libertad y cada vez que algo te lo prohíben y tú no lo cumples estas haciendo un plus de

Se debe reconocer que hay un proceso en el cual puede aparecer una conducta adictiva. Eso nos exige hacer la diferencia entre uso, hábito, abuso y dependencia. Prevenir el abuso y estudiar e investigar los procesos donde se configura la dependencia a los psicoactivos es de importancia fundamental. libertad. Esa es la fascinación de lo prohibido. Es lo que se puede llamar la promoción indirecta.”7 La búsqueda del éxtasis, de la religación tal como se puede entender a partir de lo anterior se enfrenta a la dicotomía entre legalidad y moralidad y a desarrollarse en las entretelas de lo prohibido.

Sobre la legalidad y la moralidad. El horizonte genuino de una expansión de la conciencia humana «De la piel para dentro empieza mi exclusiva jurisdicción. Elijo yo aquello que puede o no cruzar esa frontera. Soy un estado soberano, y las lindes de mi piel me resultan mucho más sagradas que los confines políticos de cualquier país.» Anónimo contemporáneo Esta pareciera ser la línea de la posición del individuo como razón última de la misma sociedad y de la naturaleza y su autonomía y su capacidad de autorregulación se resaltan desde este extremo punto de vista: “la vida es cosa de niños en el sentido de ser para aquellos que la vivan con ingenuidad, no quiere decir que asumirlo así sea ser inmoral”. Hay ahí una moralidad, la de dejarse ser, lo otro es asunto de ley, de legalidad. Y la sociedad nuestra y su cultura entrañan una cantidad de contradicciones que desorientan la rápida y sana percepción del asunto: se desorientan los jóvenes al desatender la evolución de su ser moral para atender de manera externa los requerimientos de la ley. Es muy probable que en ese contexto un joven confunda las emociones implicadas en un in-

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fringimiento del orden legal, fumar públicamente, por ejemplo, con el plexo de sentimientos y emociones derivadas del consumo de ese mismo psicoactivo, en condiciones más propicias para su cabal experimentación. Resalto esta distinción con esta cita:

La prescripción de sustancias psicotrópicas por parte de los profesionales de la salud es parte de su actividad pero el uso de sustancias psicotrópicas es parte del ejercicio de la libertad y del desarrollo de la conciencia de nuestro poder cognitivo. El autoconocimiento y la autonomía son un resultado de la experiencia humana y no se deben limitar ni prescribir como un catecismo o una visión infernal. Es indispensable ampliar la conciencia individual y colectiva sobre el impacto de los estilos de la cultura sobre el comportamiento.

“La ley está hecha para adultos que quieren hacer rápidas y eficaces su relaciones. La ley está dominada por el principio “Pacta sunt servando”, los pactos deben cumplirse, no empeñarás tu palabra en vano. Ese es el principio de la ley. El principio de la moral es otro. Tienes derecho a exaltar tu corazón, tienes derecho a pensar que vales, tienes derecho a honrarte a ti mismo buscando la virtud. La moral es refractaria a todo sistema exterior de que si haces esto te castigo, si haces esto te premio. Allí donde la ley obedece a una moral, la brahmánica, la islámica, la cristiana, la de Wall Street, se hace sectaria. Y allí donde la moral pretende el apoyo de una ley se hace criminal, corrupta. La moral es la esfera interna, la ley es la esfera externa. Esta diferencia entre ley y moral y mantener la diferencia marca el nivel de civilización de una sociedad.”8

A modo de conclusión 1. Podemos señalar algunas conclusiones orientadas a animar la discusión y la reflexión. En primer lugar, desde la idea de que somos portadores de un naturaleza humana que como una partitura se ejecuta en una cultura determinada, debemos decir que es en el terreno mixto de la conciencia moral donde se juega el sentido del problema, aunque eso no excluye el problema social de la prevención. La prevención debe estar enmarcada en la atmósfera propia del deseo de conocer de todos los individuos y no se debe enmarcar dentro de una atmósfera prohibicionista a riesgo de poner en escena los elementos puritanos tan fuertes aún en la cultura antioqueña. 2. Se debe reconocer que hay un proceso en el cual puede aparecer una conducta adictiva. Eso nos exige hacer la diferencia entre uso, hábito, abuso y dependencia. Prevenir el abuso y estudiar e investigar los procesos donde se configura la dependencia a los psicoactivos es de importancia fundamental. 3. No se pueden tratar todas las sustancias psicoactivas de la misma manera porque hay un potencial adictivo diferente en las mismas y hay un proceso de dependencia que merece atención no

sólo de investigadores sino de todos los interesados en el problema. Debemos ineludiblemente desarrollar nuevos conocimientos sobre la base del incremento y mejora de los modelos neurobiológicos de la conducta adictiva. Hay unas bases neurobiológicas de la adicción, pero es innegable el papel de la sociedad y de la cultura local y mundial en la retroalimentación del problema desde esquemas prohibicionistas que son ciegos a la naturaleza y la condición humana. 4. Le corresponde a la investigación transdisicplinar no sólo emprender la clasificación de las sustancias capaces de producir adicción sino el desarrollo de modelos psicológicos y sociales de la conducta adictiva. Es necesario avanzar en el desarrollo de teorías explicativas de las dependencias que tenga en cuenta los diferentes factores de personalidad, culturales y sociales. 5. Es urgente la revisión no sólo de la legislación sino que también es necesario repensar los principios éticos y deontológicos de la actuación sanitaria en los procesos de dependencias. 6. La prescripción de sustancias psicotrópicas

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por parte de los profesionales de la salud es parte de su actividad pero el uso de sustancias psicotrópicas es parte del ejercicio de la libertad y del desarrollo de la conciencia de nuestro poder cognitivo. El autoconocimiento y la autonomía son un resultado de la experiencia humana y no se deben limitar ni prescribir como un catecismo o una visión infernal. Es indispensable ampliar la conciencia individual y colectiva sobre el impacto de los estilos de la cultura sobre el comportamiento. 7. La necesidad de una mayor claridad sobre las diferentes situaciones requiere el diagnóstico interdisciplinario: La comorbilidad de las dependencias con otras enfermedades mentales, por ejemplo, puede muy bien ser entendida por un psiquiatra, pero es el antropólogo o el trabajador social quien está más cerca de los elementos contextuales que desencadena el abuso a partir del uso. 8. Hay unos criterios diagnósticos que deben ser reconocidos para caracterizar la dependencia. En muchos casos son bien diferentes a las creencias y mitos populares. En contextos culturales específicos un modo de consumo determinado no necesariamente es censurado. El mismo término alcoholismo, para poner un ejemplo, tiene una carga de ascetismo, sería preferible epistemológicamente hablar de problemas en el consumo de alcohol. Es claro que hay unos cuestionarios y unos criterios diagnósticos pero al mismo tiempo debe haber una actitud abierta al análisis de los factores que predisponen al alcoholismo y que son derivados de la persona, aspectos biológicos, psicológicos y psicopatológicos que en parte provienen del medio y la cultura y hay que hacer un análisis de los derivados del medio familiar y sociocultural. 9. Resaltar los elementos socioculturales no quiere decir desconocer las diferentes patogenias del daño relacionado con el consumo de sustancias psicoactivas, pero los impactos sociales no pueden dar lugar a limitaciones a la libertad individual. Una paradoja inherente a nuestra sociedad es conservar las libertades y perseverar en la búsqueda del bien común. Si vulneramos en nombre de la justicia o el bien público la libertad debemos ser conscientes de que nos introducimos en el terreno del autoritarismo y dejaríamos en nuestro caso actuar el puritanismo y el conservadurismo propio de nuestra sociedad y cultura antioqueña.

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Notas 1. Juan José Millás. El País, Madrid, Julio 14 de 2006 2. Wilkipedia, artículo sobre el tema droga 3. Huxley, Aldous, The doors of perception and Heven and hell. Perennial Library, NY, USA, 1990. 4. Karina Malpica, página web 5. Pág web Recreación y deporte 6. Thorpe, W. Naturaleza animal, naturaleza humana. Madrid , Alianza editorial, 1989 7. Entrevista con Antonio Escohotado, por Pepa Belmonte 8. Idem


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Aceptada, prohibida, castigada... ¿qué es la homosexualidad? Por Patricia Rodón*

La sanción [en Argentina] al proyecto de ley al casamiento entre personas del mismo sexo reabrió el debate sobre una conducta natural que ha sido considerada una enfermedad o una perversión. Hoy se sabe que es una elección personal.

Antigua como el ser humano, la homosexualidad es la elección de una pareja del mismo sexo. Las causas de esta elección no se conocen con certeza a pesar de las preguntas con que la medicina, la neurología y la psicología la han abordado para tratar de explicarla. Desde que fue nombrada por primera vez en 1869 con el término que hoy conocemos, la homosexualidad ha sido investigada desde múltiples puntos de vista arrojando otras tantas teorías. Pero hoy se sabe que no es una enfermedad ni genética ni hormonal, una deficiencia ni un trastorno fóbico, sino una profunda elección personal. El significado que se le asigna a esta elección siempre tiene que ver con las pautas culturales de la sociedad en la que se vive. Hay culturas y sociedades a lo largo de la historia de la humanidad que han aceptado la homosexualidad como un modo usual de vincularse y otras sociedades que la han considerado como algo

* ARGENPRESS argenpress@gmail.com

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fuera de lo esperable, de lo normal y ha sido marcada como patología, como perversión, como enfermedad. […]

Hacia la búsqueda de la completud “En un momento de la vida de los seres humanos surge el deseo y la necesidad de completarnos como personas a través de la elección de una pareja. Siempre han existido distintas posibilidades de completar esa elección, de satisfacer ese deseo. Lo convencional es que esa elección sea de una pareja del otro sexo, es decir, heterosexual. Pero hay personas que hacen una elección de tipo homosexual. Esto tiene que ver con el deseo y tiene que ver con una elección de tipo privado”, explica el psiquiatra Jorge Barandica. El especialista en psiquiatría infantojuvenil y terapia de familia señala que “a partir de los años ´70, gracias a los grupos que han trabajado el tema de las minorías sexuales y de las minorías de género, se ha ido instalando en el imaginario colectivo que las personas tienen libertad de elección; que la homosexualidad no es punible ni es una enfermedad sino que está dentro de las posibilidades que los seres humanos tienen de ejercer un derecho de acuerdo a su deseo”. Barandica detalla que “el deseo es esa necesidad que surge en todos los humanos de buscar en el entorno aquello que satisfaga algo que está como potencial, como necesidad, como faltante. El deseo es aquello que cuando aparece y se va constituyendo, nos va marcando los momentos evolutivos de nuestras vidas. Cuando uno puede construir el objeto de su deseo, primero en el plano de lo imaginario y luego en el plano de la concreción a lo real, es cuando nos completamos como seres humanos”. El Jefe del Servicio Infanto Juvenil del Hospital El Sauce destaca que la elección de la identidad sexual se constituye desde la totalidad del ser humano. “A

los fines de entender el proceso hacemos esta especie de disección de los distintos aspectos emocionales, pero para los seres humanos los procesos son simultáneos, se imbrican, se cruzan, por ahí alguno toma preeminencia sobre otros y se hace más visible o llamativo, pero todos los procesos se van dando más o menos al mismo tiempo”, dice. Al respecto, puntualiza que “hay un aspecto que tiene que ver con nuestra condición animal. Todos los seres vivos necesitamos cruzarnos, compartir nuestros genes con el fin de sostener nuestra especie sobre la Tierra. Esto lo compartimos con todas las especies, por lo que es evidente que es un mandato de la naturaleza la necesidad de compartir genes con alguien que no tenga mis propios genes. Esto está en el cerebro humano, en una primera parte más nuclear que compartimos con animales muy poco desarrollados evolutivamente como los reptiles. Tienen un cerebro que apunta a satisfacer las necesidades de supervivencia como de subsistencia y de copular, de procrear”. “Sobre ese cerebro, las especies más evolucionadas desarrollan otro cerebro que es más complejo y que presenta algunas instancias de memoria, de reconocimiento, de familiaridad que son las que crean las posibilidades de sociabilidad y organización que tienen los mamíferos superiores. En este grupo surgen otras diferencias que se observan en los animales domésticos, como por ejemplo el afecto. Quieren o no quieren, de acuerdo a sus experiencias de vida y de con quiénes estableció lazos afectivos en su manada”. El psiquiatra aduce que “los únicos animales que podemos poner en juego el deseo somos los seres humanos. Compartimos todas aquellas cosas con las otras especies, pero además nuestra complejidad cerebral nos permite asociar la memoria con el afecto, nos posibilita construir un afecto diferenciado y calificado y entender procesos, otorgar significados a las cosas. Además nos brinda la conciencia de que en la

“En un momento de la vida de los seres humanos surge el deseo y la necesidad de completarnos como personas a través de la elección de una pareja. Siempre han existido distintas posibilidades de completar esa elección, de satisfacer ese deseo. Lo convencional es que esa elección sea de una pareja del otro sexo, es decir, heterosexual. Pero hay personas que hacen una elección de tipo homosexual. Esto tiene que ver con el deseo y tiene que ver con una elección de tipo privado” —43—


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...“el deseo es esa necesidad que surge en todos los humanos de buscar en el entorno aquello que satisfaga algo que está como potencial, como necesidad, como faltante. El deseo es aquello que cuando aparece y se va constituyendo, nos va marcando los momentos evolutivos de nuestras vidas. Cuando uno puede construir el objeto de su deseo, primero en el plano de lo imaginario y luego en el plano de la concreción a lo real, es cuando nos completamos como seres humanos”. búsqueda del otro no está solamente la necesidad de reproducción sino la necesidad de completarme como persona. Es decir, satisfacer un afecto mío que tiene que ver con mi capacidad de amar o mi capacidad de establecer un vínculo. El deseo se instala en ese lugar y obviamente requiere de otro u otra que lo complete”.

Más allá de la identidad sexual Barandica explicita que “la elección sexual tiene que ver con muchas cosas. En un primer momento de la adolescencia la elección tiene que ver con la identidad, pero con mucho más que solamente la identidad sexual. Los grupos de adolescentes se unen por afinidad, porque comparten cosas, porque comparten el discurso. Hoy, en esta época de globalización y de consumismo, comparten formatos particulares de discursos generalizados como los de las tribus urbanas. Esto forma parte de la condición humana, como la necesidad de tener referentes fuera de la familia, cosa que corresponde también al mandato natural de la especie que es la búsqueda de vínculos exogámicos. Salir de los circuitos cerrados de la familia y encontrar en otros aquello que me afirma, que me identifica”. “Cuando empiezan los fenómenos puberales alrededor de los 10 o 11 años, se comparte con los iguales. Los chicos se sienten cómodos y se encuentran y hablan con los chicos y las chicas con las chicas”, explica el especialista. “En esta etapa pueden empezar las fantasías y juegos que son normales en esta edad y que no tienen una connotación de homosexualidad sino de búsqueda de la propia identidad”, agrega. Y continúa: “Después, en la adolescencia, cuando empiezan los procesos identificatorios, en los cuales convergen las historias familiares y los modelos referenciales dentro de la familia, entre otras muchas cosas, empiezan a tomar forma y fuerza en algunos chicos y chicas, ahora de una manera mucho más explícita que en otras generaciones, que el objeto de deseo que ellos eligen para satisfacer su deseo es una persona de su mismo sexo”. Barandica argumenta que “en lugar de seguir lo

que es esperable para el conjunto de la sociedad, es decir, que la elección sea heterosexual y que aspire a la completud a nivel del afecto, del significado como persona y al mismo tiempo de la posibilidad de la perpetuación de la especie, el chico o la chica eligen otra cosa. Y escapa de la tradición cultural de esa sociedad a la que pertenece, como es sostener cuestiones vinculadas al linaje o al parentesco”.

La heterosexualidad es una construcción cultural Para el psiquiatra “la elección heterosexual está impregnada de mandatos culturales. La elección más común, la elección que termina imponiéndose en todo el mundo a lo largo de toda la historia es la elección heterosexual. Pero un grupo minoritario de personas construye una elección sexual diferente, que se aleja del mandato cultural pero no es sólo un mandato cultural. La elección heterosexual tiene mucho de la impronta del mandato cultural. De hecho, por eso es que nosotros estamos impregnados de ese mandato cultural. ¿Qué es lo hace la cultura? La cultura nos enseña a ver la realidad. Si la cultura es heterosexual, patriarcal y tiene determinadas connotaciones, vemos la realidad desde ahí. Esto hace que lo que sea diferente a eso perturbe. Y le busquemos explicaciones”. “Que dos personas se amen, constituyan una pareja, que sean buenos vecinos, que sean personas solidarias, que quieran adoptar un niño y hagan todos los trámites de adopción necesarios y que esto como miembros de la sociedad le signifique derechos a la libre elección, a casarse, a heredar el uno al otro y que todo sea compartido para tener un hijo, si uno lo piensa así, es porque son parte de una cultura, de una sociedad, hacen al funcionamiento global”, expresa Barandica. El psiquiatra subraya que esto sucede “porque nosotros tenemos estructuras de pensamiento que tienen que ver con estos mandatos culturales que necesitamos justificarlo, explicarlo, defenderlo de alguna manera para que el resto lo acepte. Pero es porque hemos

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aprendido a ver la realidad de una determinada manera. Tenemos anteojos que nos dicen que la normalidad es la elección heterosexual, olvidando que sólo es la elección mayoritaria. Hay sociedades que van incorporando una manera de entender el derecho mucho más compleja y completa: el que una persona tenga capacidad para tener una pareja y que esa pareja lo complete”.

La adolescencia, el momento de la elección sexual Según Barandica, “la adolescencia cobra importancia por varias razones. Primero, porque es una etapa de la vida que necesariamente tiene que ser contenida y acompañada porque el modelo de sociedad ha extendido la etapa de dependencia de los padres. Además, es un grupo etario gran consumidor, hay miles de productos dirigidos al adolescente como objeto de consumo. Hay modelos de ropa, de música, hay modelos de comportamiento sexual, hay cientos de cosas más asociadas a la inducción al consumo que a una elección libre. Antes no había toda esta oferta y los patrones de comportamiento eran limitados, más circunscriptos al modelo cultural de la mayoría, más estereotipados”. “La adolescencia es el final de una etapa muy clara y definida que es la infancia y es la transición hacia la juventud. Entonces claro que es una época de definiciones en un montón de órdenes. Y es una época en la que no solamente el adolescente sufre modificaciones sino que los padres, la familia también sufre modificaciones. No es lo mismo ser padres de niños que padres de adolescentes que van a ser jóvenes, o sea que van camino a la autonomía”, razona el especialista. Barandica aclara que entre los procesos de identidad de la adolescencia, destacan fundamentalmente los procesos de identidad como personas, “el de quiénes son ellos,

quiénes son ellos diferentes a sus padres y al mismo tiempo quiénes son ellos parecidos a sus padres, aparece el proceso de identidad en cuanto a sus elecciones de amistades, pero no la elección de lo que estudian ya que no es libre, ya que si lo hacen es por imposición de la familia, por cumplir con determinadas pautas de los padres”. En cuando a la elección de la sexualidad el psiquiatra enuncia que “en la adolescencia lo esperable es que los chicos y las chicas investiguen, prueben, jueguen, se pongan de novios, rompan, se vuelvan a poner de novios con otros en un proceso que es como un aprendizaje. Algunos chicos y algunas chicas en esa búsqueda van descubriendo, van constituyendo una identidad homosexual”. El experto opina que “hoy y sobre todo por cómo los medios de comunicación masivos han ido instalando el tema sistemáticamente a través de telenovelas, comedias, películas, etcétera, se toma a la homosexualidad más naturalmente. Los chicos y las chicas que creen que están haciendo este tipo de elección sexual lo explicitan muy rápidamente. Es tolerado en las escuelas, los amigos los aceptan como son, debe haber alguna broma, más o menos dura, o alguna discriminación, pero en general las escuelas trabajan sobre estos temas para la integración y la no discriminación”. “Las nuevas generaciones se sienten en libertad de expresar lo que piensan, lo que creen y lo que sienten. Y de defender sus elecciones. En las escuelas secundarias uno se encuentra con chicos y chicas que hacen expresa manifestación de su elección sexual diferente y hay que aprender a seguir funcionado con esos jóvenes, que en todos los otros aspectos son como los demás adolescentes”, destaca el especialista. Agrega que “ha habido una modificación de las pautas de comportamiento a diferencia de otras generaciones. Y es posible que en el futuro una persona no

...“la elección sexual tiene que ver con muchas cosas. En un primer momento de la adolescencia la elección tiene que ver con la identidad, pero con mucho más que solamente la identidad sexual. Los grupos de adolescentes se unen por afinidad, porque comparten cosas, porque comparten el discurso. Hoy, en esta época de globalización y de consumismo, comparten formatos particulares de discursos generalizados como los de las tribus urbanas. Esto forma parte de la condición humana, como la necesidad de tener referentes fuera de la familia, cosa que corresponde también al mandato natural de la especie que es la búsqueda de vínculos exogámicos. Salir de los circuitos cerrados de la familia y encontrar en otros aquello que me afirma, que me identifica”. —45—


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descubra tardíamente que es homosexual, porque en esta etapa es cuando se revela. Hoy hay como mucho permiso para serlo. En estas personas que tardíamente descubrieron su homosexualidad se podría pensar que no pudieron hacer los procesos identificatorios adecuados en su adolescencia”.

Biología y homosexualidad Desde el punto de vista médico, biológico –afirma– “no hay nada que haya podido comprobar la medicina respecto de la homosexualidad. Hay chicos y chicas y adultos que tienen disfunciones hormonales pero es una cuestión orgánica que no necesariamente condiciona una conducta sexual. Aquí entraríamos en otro campo relacionado con la perturbación física, incluso con alguna patología, pero no necesariamente está vinculada a la elección del objeto sexual”. “La medicina puede determinar disfunciones a nivel hormonal que pueden incidir en comportamientos, conductas e incluso temas de identidad confusos, pero no tiene que ver con la homosexualidad en el sentido que estamos hablando. La patología no construye una identidad sino una identidad dentro de la patología, pero no con respecto a lo sexual sino la identidad de una persona que se siente enferma respecto de los otros”, arguye el médico. “La psiquiatría tradicional en algún momento hablaba de la homosexualidad genuina o de la homosexualidad propiamente dicha y se asignaba más a los hombres que a las mujeres, refiriéndose a los varones tempranamente muy afeminados. Hoy creo que nadie puede asegurar categóricamente que el aumento de hormonas femeninas en ciertas condiciones incida en la elección sexual de un hombre”. Comenta que “en el espectro de conductas homosexuales están los niños y niñas que en su infancia se peinaban y se vestían como personas del otro sexo, y que jugaban con juguetes que no correspondían a la identidad genital, pero hay otras personas que no han tenido ninguna diferencia en la infancia y que a lo largo del tiempo han hecho una elección homosexual. En esto lo hormonal no tiene sustancia científica porque no hay manera de demostrar que incide en la elección sexual, más allá de que haya algún problema en las gónadas”, enfatiza el psiquiatra.

Homosexualidad, homofobia y miedo Respecto de las reacciones homofóbicas que muestran tanto hombres como mujeres, Barandica afirma que desde la psicología no se puede generalizar. “Una

persona que tiene un perfil de personalidad de fanatismo está convencida de lo que sostiene. Otra, sin llegar a niveles de fanatismo, reacciona desde sus propias convicciones que tienen que ver con los valores que sustenta, con sus creencias religiosas. Cuando se pertenece a un determinado grupo lo que no podemos explicar desde nuestros marcos referenciales lo asignamos a ciertos conceptos defensivos”. “Este tipo de reacciones homofóbicas pueden generarse desde el fanatismo, es decir, la no aceptación de nada que no entre en esa concepción del mundo y de la vida. En otras personas puede ser desde el miedo, incluso desde el miedo de que esto pueda extenderse y de que no haya límites. No hay ningún elemento que permita una deducción así porque si en una familia va a haber chicos y chicas que hagan una elección homosexual, las van a hacer igual, haya o no haya represión. Lo harán de manera manifiesta u oculta, pero van a seguir su elección”, explica el psiquiatra quien considera que “en toda situación de rechazo a todo lo que no puedo entender o lo que no puedo explicar está el miedo, y el miedo hace que lo construya asociado a lo enfermo, a lo demoníaco, a lo peligroso. Estas concepciones se instalan incluso en las leyes que hablan del modo de organización de una sociedad. Y supuestamente para proteger a lo sano, a lo bueno y a lo puro de la contaminación”.

Matrimonio homosexual y familia Respecto […] a la ley del casamiento entre personas del mismo sexo, Barandica opina que “todos conocemos a una persona homosexual, o tenemos conocimiento de una pareja homosexual, y sabemos cómo son como personas, que son buena gente, que trabajan, que no le hacen daño a nadie. Cuando la ley ordena esto poniendo en igualdad de derechos respecto del resto de las personas de la misma sociedad, lo que hace es darle un marco legal a algo que ya ha sido legitimado socialmente”. “La ley acompaña un proceso que se viene dando desde hace mucho tiempo. Esto tiene que ver con que hay personas que consideran que los derechos individuales, mientras no hagan daño al resto, son iguales para todos”, reflexiona. “Es lo mismo que pasó con el divorcio. Se pensaba que el divorcio iba a provocar la disolución de la familia. Y no, lo único que provocó fue que muchas familias blanquearan su situación y legalizaran la situación que de hecho venían sosteniendo. Fue

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“Las nuevas generaciones se sienten en libertad de expresar lo que piensan, lo que creen y lo que sienten. Y de defender sus elecciones. En las escuelas secundarias uno se encuentra con chicos y chicos que hacen expresa manifestación de su elección sexual diferente y hay que aprender a seguir funcionado con esos jóvenes, que en todos los otros aspectos son como los demás adolescentes”, una ley que vino a poner orden sobre una situación que estaba legitimada por el uso social”. Para el especialista, las parejas homosexuales “vienen peleando para que les permitan casarse fundamentalmente como modo de hacer pública y legal la elección que han hecho, porque es una cuestión de derecho y de existir con plenitud de derechos y en igualdad de condiciones que el resto de la sociedad. Las parejas homosexuales necesitan casarse porque están transitando el camino del derecho de ser reconocidos por todos como iguales”. Sobre el debate ante la posibilidad de adopción de parejas homosexuales, afirma: “Nosotros nos movemos con el patrón de la familia burguesa, una familia donde el modelo es de la clase media que tiene determinadas reglas respecto de cómo debe funcionar una familia, que reglamenta el rol de la mujer y el rol del hombre. Pero mucho de eso ha cambiado porque los roles ya no se cumplen de esa manera debido a la lógica del trabajo. También ha cambiado el hecho de que las mujeres eligen postergar su maternidad en función de su desarrollo profesional, incluso muchas eligen no ser madre. Todas estas cosas han ido cambiando la vieja estructura de la familia”. “Pero el núcleo esencial de lo que es una familia no ha cambiado, porque una familia es ese núcleo humano que otorga seguridad, identidad y la posibilidad de emancipación saludable de los hijos llegado el momento. Y esa función se sigue cumpliendo en todas las culturas, independientemente de si ese núcleo era un clan siguiendo un modelo patriarcal o si era un grupo familiar matriarcal. La familia siempre ha sido un lugar de sostén afectivo y emocional, ha nutrido, ha educado, ha transferido a las nuevas generaciones su cultura y ha dado la posibilidad de construir una identidad absolutamente vinculada a los patrones de crianza y a los patrones culturales de la familia y, llegado el momento, ha sido capaz de acompañar a los hijos en su emancipación. Esto es lo mismo que van a hacer estas nuevas familias desde un lugar distinto”.

Homosexualidad y adopción Respecto de la idea de que los hijos adoptados por los matrimonios homosexuales van a identificarse con los padres y madres y van a hacer esa misma elección sexual, Barandica descarta complemente la posibilidad. “Es un prejuicio absurdo”, sentencia. “Lo que hace que una persona se constituya como persona en primer lugar es el reconocimiento del lugar de hijo. Lo que hacen los padres y madres biológicos y lo que hacen los padres y madres adoptivos es adoptar un chico. Si los padres biológicos no adoptan a su hijo, es decir, no le dan reconocimiento de hijo y no lo incorporan a su estatus familiar, ese hijo va a ser abandonado. No habría niños en situación de adopción si la biología fuera fundante del lazo. La biología no es la fundante del lazo sino que es la decisión humana, el reconocimiento de la filiación de que este es mi hijo o de que esta es mi hija. Y esto lo hace tanto un padre biológico como un padre adoptivo. Tiene la misma fuerza. Si el padre biológico no hace el reconocimiento no es padre ni es hijo”, explica. E ironiza: “todas las personas homosexuales vienen de hogares heterosexuales”. “Estos son temas que se están estudiando y hay cantidad de opiniones. En mi experiencia de trabajo terapéutico con hijos de padres homosexuales he visto que no tienen ninguna diferencia con otros chicos de su misma edad. Llegaron al consultorio por padres preocupados, que realmente querían lo mejor para sus hijos y allanarles el camino”, relata el experto. Según Barandica, es posible que estos chicos tengan una tolerancia mayor respecto de la homosexualidad que el resto de los chicos. “Pero puede pasar, debido a que en el desarrollo de la constitución del psiquismo en algún momento uno tiene que confrontar con los padres, que muchos de estos chicos puedan ser homofóbicos como una forma de diferenciarse de sus padres. Están todas las posibilidades de la conducta humana. No van a ser distintos de otros chicos”, finaliza el psiquiatra.

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Cortina de albahaca

Por Silvio Rodríguez Trovador cubano

Un grupo de artistas y escritores españoles ha lanzado una plataforma para democratizar a Cuba [ver recuadro]. Y cuando un cubano opina diferente, decretan que sus argumentos son cortinas de humo de la dictadura que padece y lo comparan con los franquistas. Pero los dioses parecen haberles castigado. Porque, precisamente por haberse atrevido a investigar los crímenes del franquismo, el Consejo General del Poder Judicial acaba de suspender al juez Baltasar Garzón de la Audiencia Nacional de España. Esta sentencia es un golpe durísimo a una democracia desde la que se pretende juzgar o mandar a juzgar los supuestos defectos ajenos, pero ojo con quien toque a los propios. El veto a Garzón, considerado un héroe, ocurre en el mismo país que hace pocos años dio al mundo una verdadera lección de democracia, al votar contra el

Todo lo que se nos haga con asedio y presiones no podremos considerarlo a nuestro favor, sino como un insulto a nuestra autodeterminación, una injerencia inadmisible en nuestras vidas.

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Manifiesto Cuba está soportando una feroz y dolorosa dictadura que mantiene al país en la miseria. Una dictadura que en sus postrimerías se muestra despiadada y sorda a las voces que reclaman libertad y democracia. La cuestión cubana es hoy una cuestión de derechos humanos básicos y esenciales. La elección está, sencillamente, entre democracia o totalitarismo. Los españoles sabemos muy bien que nada puede justificar la falta de libertad. Ayudemos al pueblo cubano para que alcance la democracia lo antes posible. ¡No los dejemos solos! Plataforma de Españoles por la Democratización de Cuba Rosa Montero, Antonio Elorza, Mario Vargas Llosa, Juan José Millás, Antonio Muñoz Molina, Álvaro Pombo, Jorge Semprún, Aitana Sánchez Gijón, Antonio Resines, Victoria Abril, Imanol Arias, Gabino Diego, Juan Echanove, Pedro Almodóvar, Fernando Trueba, Ana Belén, Víctor Manuel, entre otros.

partido gobernante que los metió en una guerra injusta, haciendo oídos sordos a enormes manifestaciones populares. Personalmente no me explico cómo estas personalidades han llegado a la conclusión de que la política hacia Cuba debe ser la del aislamiento y el bloqueo. Es como si desconocieran que hace medio siglo esa misma política no ha logrado mover ni un milímetro la determinación de la mayoría de los cubanos. Por otra parte, los cubanos también queremos cambios, pero consensuados por nosotros. Esas transformaciones ocurrirán más temprano o más tarde y la única política capaz de acelerarlas es el fin del bloqueo. Todo lo que se nos haga con asedio y presiones no podremos considerarlo a nuestro favor, sino como un insulto a nuestra autodeterminación, una injerencia inadmisible

en nuestras vidas. Tantas agresiones y amenazas nos han enseñado que la supervivencia pasa por una sociedad orgánica, íntegra, indivisible. Así hemos salido airosos de embates artificiales y naturales. Pero sabemos que somos el resultado de un apremio, por vivir acosados. No creemos en un gobierno centralizado para siempre. Más bien solemos verlo como un concepto de emergencia, un mal necesario que el camino de la emancipación nacional nos ha impuesto para sobrevivir. El fin del bloqueo nos despejará profundamente, creando condiciones para que avancemos también en el concepto democrático. Subrayo que no quiero decir que sólo sin el bloqueo seremos más democráticos, sino que estoy seguro de que así lo conseguiremos más pronto. La flamante plataforma propone aislar aún más a Cuba y agravar nuestra ya precaria economía. Pretende convencer al mundo de que la asfixia resolverá nuestros problemas. Su hipotético éxito significaría mucho más sufrimiento para nuestro pueblo, que lleva medio siglo enfrentando todo tipo de dificultades. Nuestra larga experiencia en “propuestas” foráneas nos dice que esta acción no es más que un nuevo artilugio para obligarnos a hacer lo que otros consideran que debemos hacer. Partiendo de que se trata de personas bien intencionadas, no sé cómo no entienden la ofensa de pretender que nos volvamos como ellos, con las reservas que despiertan esas democracias de banqueros ladrones y ejércitos ocupantes. Para colmo, cuando respondemos que no estamos de acuerdo, pretenden negarnos el derecho a que se nos escuche, porque todo lo que no razone como ellos –dicen– viene contaminado de dictadura. Capitaneados por un gran escritor peruano con un largo historial reaccionario, ciertos intelectuales españoles han decidido gastar más horas elucubrando cómo hacernos daño que investigando hasta qué punto viven en una democracia. Algunos parecen más preocupados por Orlando Zapata –un hombre que tuvo el valor de escoger su propia muerte y enfrentarla–, que de los más de 100 mil españoles asesinados en la era de Franco. Es triste ver lo poco que les interesa profundizar en la realidad cubana, cuando sus conclusiones son las mismas que las de los peores enemigos de nuestra dignidad. Por eso acabo admitiendo que esta página efectivamente es una cortina, no de humo pero sí de albahaca, contra la fetidez de su pretendida salvación.

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Mayo 15 de 2010


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Referendo por el Derecho Humano al Agua Carta al Gobierno Colombiano

Bogotá D.C. 9 de julio de 2010 Doctor JAIME BERMÚDEZ MERIZALDE Ministro de Relaciones Exteriores Doctor CARLOS COSTA POSADA Ministro del Ambiente Vivienda y Desarrollo Territorial Doctora CLAUDIA BLUM Embajadora Extraordinaria y Plenipotenciaria Representante Permanente de Colombia ante las Naciones Unidas cblum@colombiaun.org Respetados doctores:

Como es de su conocimiento, las Naciones Unidas discutirá en los próximos días una re-

solución en relación con el reconocimiento del acceso al agua y al saneamiento como un derecho humano. Esta resolución propuesta a la Asamblea General reforzaría el reconocimiento actual del derecho al agua en la Observación General 15, y es un paso importante hacia adelante en el reconocimiento del derecho a servicios de saneamiento. El informe del Experto Independiente del Consejo de Derechos Humanos, al pronunciarse sobre las obligaciones relacionadas con el agua potable y el saneamiento, ha declarado que existe un precedente considerable para tratar el derecho al agua y al saneamiento como un elemento integrante del derecho a un nivel de vida adecuado y ha alentado a los Estados a apoyar esta resolución. En el ámbito del derecho internacional, y en particular del derecho humano al agua y el saneamiento la Observación General Nº 15

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del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas, que es el documento más relevante, tiene algunas condiciones bien importantes: en primer lugar, la obligación estatal de proteger el derecho implica que cuando los servicios son suministrados por terceros, los Estados deben impedirles que menoscaben el acceso físico en condiciones de igualdad y a un costo razonable, recursos de agua suficientes, salubres y aceptables (párrafo 24); así mismo, la Observación trata de las obligaciones extraterritoriales de los Estados y de las empresas y enuncia que “Los Estados Partes deben adoptar medidas para impedir que sus propios ciudadanos y empresas violen el derecho al agua potable de las personas y comunidades de otros países” (párr. 33); finalmente, en la Observación se reconoce la responsabilidad de los agentes no-estatales, incluso las instituciones financieras internacionales, nombradamente el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial (párr. 60). Cabe recordar que: al menos 165 Estados han firmado declaraciones que reconocen el derecho al agua. Los 118 miembros del Movimiento de Países No Alineados y los 47 miembros del Consejo de Europa han reconocido el derecho al agua en las declaraciones internacionales. Al menos 106 Estados han firmado declaraciones que reconocen el derecho a servicios de saneamiento (y agua). Esto ocurrió en una serie de recientes declaraciones en el 2006 la Cumbre África- Sur América (ASA), en el 2007 la Cumbre del Agua Asia - Pacífico y en el 2008 la Conferencia de Asia Meridional sobre el Saneamiento. A medida que África, Asia oriental y meridional y América Latina contienen la gran mayoría de las personas que no tienen acceso

a agua y saneamiento básico, es importante para todos los Estados, incluyendo a aquellos en el Norte global, apoyar los esfuerzos hacia el reconocimiento internacional de los derechos al agua y el saneamiento. Tal reconocimiento internacional facilitará la cooperación internacional para apoyar los esfuerzos nacionales para hacer efectivos los derechos de los que se les niega el acceso a agua y saneamiento. 177 Estados reconocieron que el agua y el saneamiento son los componentes del derecho a un nivel de vida adecuado, junto con alimentos, ropa y vivienda. Esto ocurrió en la Conferencia de El Cairo de 1994 sobre Población y Desarrollo, cuya declaración fue apoyada por los 177 Estados miembros de la ONU que asistieron. Una redacción similar generada en el documento final de la Segunda Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Asentamientos Humanos (Hábitat II en 1996), apoyada por los 171 Estados que participaron en dicha conferencia. Por lo tanto, no es un gran salto a la conclusión de que el agua y el saneamiento son derechos humanos en sí mismos. El hecho de la que las Naciones Unidas apruebe en una resolución que el acceso al agua y al saneamiento es un derecho humano fortalece al país frente a los siguientes elementos: Colombia tendrá mejores herramientas para la negociación internacional frente a los otros países, las agencias internacionales y las multinacionales; habrá un mayor interés internacional por el tema del acceso al agua como un bien social y cultural y no como un bien económico; y el país tendrá una mayor capacidad para ejercer su soberanía sobre el agua y los servicios públicos. De 1102 municipios del país tan sólo 248 puedan disponer de agua pura. Estas alarmantes cifras y otras más recogidas por la Defensoría

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Periódico

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del Pueblo en su informe anual sobre la calidad del agua, radiografían muy bien el drama que 21 millones de nacionales viven. Dice el estudio en otro de sus apartes que “los racionamientos serán frecuentes en más de la mitad del país si no se cuidan las fuentes hídricas; en Colombia, uno de los países con mayor potencial hídrico del mundo, más del 50% de su población está en peligro de quedarse sin agua”. Es una obligación del estado colombiano

velar por el bienestar de sus ciudadanos, también a través de la firma de acuerdos internacionales que busquen garantizar los derechos humanos. Invitamos al gobierno colombiano a votar positivamente la declaratoria del derecho humano al agua y al saneamiento. Cordialmente, Organizaciones y personas impulsoras del Referendo por el Derecho Humano al Agua comunicacionesreferendo@yahoo.es

Declaración de la IX Asamblea Nacional del Movimiento en Defensa del Agua y de la Vida en Colombia El pasado 4 de junio de 2010, más de 200 líderes populares de las diversas organizaciones del Movimiento Nacional en Defensa del Agua y la Vida: étnicas, campesinas, juveniles, ambientalistas, de acueductos comunitarios, sindicales, de vocales de control social, de defensores de los servicios públicos y barriales, venidos de todos los rincones de Colombia y con la presencia de delegados internacionales de Uruguay, Argentina, Bélgica, Italia y Francia; se dieron cita en la sede de SINTRAEMSDES BOGOTÁ para participar en la IX Asamblea Nacional en Defensa del Agua y Vida en Colombia. Una vez escuchado el informe del proceso de trámite del Referendo del Agua: Un Derecho Fundamental, presentado por el Vocero del Comité Nacional de Promotores, Rafael Colmenares, quedó claro que el 18 de mayo la mayoría uribista de la Cámara de Representantes negó el texto original del Referendo del Agua, para el cual se recogieron más de dos millones de firmas; de esta forma, el Gobierno de Álvaro Uribe Vélez, la Superintendencia de Servicios Públicos, la Asociación Nacional de Empresas de Servicios Públicos de Colombia ANDESCO y las bancadas uribistas lideradas por Roy Barreras y Bladimiro Cuello, entre otros, continúan negando al pueblo colombiano el derecho humano al acceso universal al agua. Analizadas las condiciones de prestación del servicio de acueducto y alcantarillado, el deterioro de la calidad del preciado líquido y la deficiente conservación de los territorios de las aguas, agravados por el desabastecimiento de más de 220 municipios y por la precaria solución que ofrecen los planes departamentales de agua suscriptos por 31 departamentos y más de 800 municipios cuya finalidad es la privatización del sector agua potable y saneamiento básico, el Movimiento Nacional en Defensa del Agua y la Vida se plantea los siguientes retos: — Continuar avanzando en las etapas formales que existan para que los cinco puntos que componen el Referendo por el Agua puedan ganar el apoyo de más ciudadanos y ciudadanas a través de su firma. En este sentido, adelantar la recolección adicional de firmas que complete el 10% del censo electoral a fin de que el Referendo sea convocado por el Registrador Nacional del Estado Civil y de esta manera se dé cumplimiento al derecho a la participación, violado por el Congreso al negar el Re ferendo. Para ello se adelantan las consultas necesarias a fin de obtener la certeza requerida sobre la viabilidad jurídica de este aspecto establecida en el artículo 32 de la Ley 134 de 1994” — Fortalecer el CNDAV y sus instancias: Comité Nacional de Promotores, Secretaría operativa, Comités territoriales y articulaciones sectoriales que trabajan por la defensa del agua y de la vida. — Continuar fortaleciendo las luchas locales y su articulación con el Movimiento en Defensa del Agua tanto en los ámbitos regionales como en el nacional. —53—


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— Potenciar los procesos juveniles y de mujeres que han mantenido la dinámica del Referendo en los barrios, los pueblos, las universidades, las escuelas y colegios, los campos colombianos, etc., contagiando de alegría y creatividad este movimiento. — Acompañar, cualificar y potenciar la defensa de los acueductos comunitarios, como una expresión concreta. — Fortalecer las estrategias de comunicación, política, investigación y jurídica que garanticen la movilización en torno a la defensa del agua. — Levantar una plataforma de lucha que enfrente integralmente las diferentes formas de privatización expresadas en políticas nacionales de gran impacto como los planes departamentales del agua y el impulso de un modelo de desarrollo extractivista, agenciado fundamentalmente por las transnacionales, que amenaza la permanencia de las fuentes y el acceso de la población al patrimonio hídrico. Finalmente, hacemos un llamado a sumarse en la unidad para continuar construyendo este movimiento, valorando las acciones que se generen desde los sectores, organizaciones, redes y personas que comparten los principios que han posibilitado esta iniciativa de lucha, y les invitamos a continuar construyendo estrategias en defensa del agua y la vida. ¡Viva el Referendo por el Agua! ¡El agua es nuestra! Comité Nacional en Defensa del Agua y de la Vida Referendo por el Derecho Humano al Agua • http://agua.ecofondo.org.co

¿Qué es la campaña del agua? En las anteriores campañas del agua que habíamos denominado “El agua un bien público” se había generado un proceso de confluencia social alrededor del referendo por el agua como derecho fundamental, la política gubernamental también avanzaba a grandes pasos para consolidar el modelo empresarial privatizador. Más de doce millones de personas en las cabeceras municipales siguen recibiendo agua no apta para consumo humano y cada año cientos de miles de familias son desconectadas del servicio por falta de pago y las tarifas siguen subiendo como resultado de la ley 142 de 1994. Entre tanto, las cuencas abastecedoras y los ecosistemas esenciales para el ciclo hídrico sufren el paulatino deterioro generado por equivocados modelos de ocupación y apropiación del territorio. A pesar que en las regiones de Colombia hay una alta sensibilidad sobre el manejo del agua y la ciudadanía cuenta con miles de organizaciones cuya misión de alguna manera tiene que ver con la defensa del agua y/o de los ecosistemas, subsiste un alto grado de desintegración de esfuerzos. En las regiones hay con qué y con quién mover un gran debate público nacional sobre la política del agua, pero las múltiples y diferentes luchas locales sobre asuntos del agua todavía no son bien visibles, ni se han encontrado entre ellas, y la articulación de organizaciones y movimientos sociales es insuficiente para la transformación de las políticas públicas del agua actuales.

La campaña pretende lograr la vigencia del derecho humano al agua en Colombia y el manejo público del agua por parte de entidades del estado y acueductos comunitarios, en un marco de protección y sustentabilidad ambiental a través de la promoción de una gran movilización nacional hacia el análisis profundo de temas estratégicos y estructurales relacionados con el uso, manejo y conservación del agua y el impulso de una articulación de organizaciones y movimientos sociales comprometidos en lograr una reforma constitucional que siente las bases para un modelo integral de gestión pública del agua a partir de propuestas de políticas públicas desarrolladas por experiencias concretas en las regiones. Para ello hemos navegado los seis principales ríos colombianos (Alto Magdalena, Alto Cauca, Meta-Orinoco, Atrato, Sinú y Bogotá) apoyando el referendo, mostrando a la vez la relación entre la problemática de acceso al agua y el estado de los ecosistemas. Se impulsó una propuesta de referendo constitucional que pretende incluir en la carta política el acceso al agua potable como un derecho humano, el mínimo vital gratuito, la obligatoriedad de la prestación de los servicios públicos por entidades del estado y entidades comunitarias sin ánimo de lucro, y la protección a los ecosistemas esenciales para el ciclo hídrico y se han fortalecidos procesos organizativos en defensa del agua a nivel nacional.

¿Cómo me vinculo? En http://agua.ecofondo.org.co encontrará algunas sugerencias para mantenerse informado sobre el avance o estado del referendo en cada momento, y en el caso de que se quiera vincular de manera activa encontrará información de la persona con quien puede hacer contacto dependiendo del lugar o municipio donde usted se encuentre ubicado.

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http://almamater.udea.edu.co almamater@arhuaco.udea.edu.co —55—


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El ESTADO DE EMERGENCIA SOCIAL Un análisis de constitucionalidad

Por Clara María Mira González*

Tal vez una de las grandes constantes en la historia de Colombia es la permanencia de la anormalidad que va asumiendo los rasgos de una normalidad al insertarse tanto en los códigos penales como en las constituciones, a través del uso de prerrogativas presidenciales que permiten concentrar en la rama ejecutiva del poder público y particularmente en el Presidente de la República la función legislativa. (Cfr: Pérez, 1999). Dichas prerrogativas están consagradas en los artículos 212 a 215 de la Constitución Política de Colombia y en la Ley 137 de 1994 que regula los estados de excepción. Si algún instrumento jurídico dentro del ordenamiento colombiano, o lo que queda de éste en épocas de anormalidad constitucional, pone en

...es precisamente la metáfora de la crisis o el miedo que esta genera, la que permite tanto la legitimidad como las prórrogas de las declaratorias de los estados de excepción

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riesgo los principios y elementos del Estado de Derecho, este es el estado de excepción. Ello es así, porque una vez el estado de excepción es aprobado, el Presidente de la República adquiere facultades legales extraordinarias que incluyen: la creación, la modificación y la derogatoria de leyes durante el tiempo en el que éste perdure. Por tanto, si bien la Constitución de 1991 incluye el control de constitucionalidad de los decretos de manera automática y posterior, dichas prerrogativas extraordinarias o excepcionales concedidas en momentos de crisis social, ecológica, económica, guerra externa o conmoción interior, transgreden la estructura del Estado de Derecho al priorizar la seguridad, el orden público y el bien común sobre las libertades y derechos individuales. Al respecto, Tulio Elí Chinchilla señala: “… las situaciones de “anormalidad constitucional”, los estados de excepción y ciertas franjas de “competencias discrecionales” es decir, no regladas de los poderes ejecutivo, administrativos son indudablemente una brecha al principio de legalidad en cuanto sustraen a importantes esferas del ejercicio del poder del reinado del derecho (rule of law) y las pone bajo el mero capricho del gobernante” (Chinchilla, 1988: p. 47) Sin embargo, y lastimosamente, es precisamente la metáfora de la crisis o el miedo que esta genera, la que permite tanto la legitimidad como las prórrogas de las declaratorias de los estados de excepción: “que la administración de justicia no se encuentra funcionando de manera normal y adecuada lo cual atenta contra la estabilidad institucional1”, “que, con base en las falsas expectativas generadas por los inexplicables beneficios ofrecidos, un número importante de ciudadanos ha entregado sumas de dinero a captadores o recaudadores en operaciones no autorizadas, comprometiendo su patrimonio2” “que el crecimiento abrupto y acelerado de la demanda de servicios y medicamentos no incluidos en los planes obligatorios de salud comprometen de manera significativa los recursos destinados al aseguramiento generando un grave deterioro de la liquidez de numerosas entidades promotoras de salud y que finalmente, “frente al referido aumento de los gastos, los ingresos del sistema resultan insuficientes para la atención de la demanda de los servicios y medicamentos incluidos y no incluidos en los planes obligatorios de salud, a lo cual se agrega que el sistema debe, prioritariamente, sostener los niveles de aseguramiento logrados, así como cumplir

¿Existe realmente una crisis en esta última declaratoria o el déficit fiscal del sector de la salud en Colombia por la falta de recursos para asumir las prestaciones del régimen subsidiado ha sido un problema estructural?

con la universalización de la cobertura y con el diseño de un plan de beneficios común a ambos regímenes que comprenda las prioridades básicas de salud, según lo ordenado por la Honorable Corte Constitucional”, son algunos ejemplos de las crisis por las que ha pasado el Estado colombiano de 1991 hasta hoy: crisis de la justicia, crisis sanitaria, crisis económica, crisis económica, crisis vial y para el caso concreto, crisis social y económica del Sistema General de Salud, etc. En este punto habría entonces que preguntarse: ¿existe realmente una crisis en esta última declaratoria o el déficit fiscal del sector de la salud en Colombia por la falta de recursos para asumir las prestaciones del régimen subsidiado ha sido un problema estructural? ¿Puede conjurarse la crisis, en caso de existir, con medidas ordinarias en cabeza del gobierno nacional, como por ejemplo: el aumento de impuestos a la industria y el comercio para financiar las EPS, la reorganización del régimen de transferencias con mayor prioridad al rubro de salud, la restricción de tratamientos de alto costo y, en todo caso, la mejora en la eficacia o efectividad del recaudo de las cotizaciones y la vigilancia efectiva en las afiliaciones al Régimen Subsidiado en Salud por parte de trabajadores? La declaratoria del Estado de Emergencia Social en Salud debe analizarse desde varios principios propuestos por Eduardo Cifuentes Muñoz, ex magistrado de la Corte Constitucional3: a) Principio de taxatividad: hace referencia a que el estado de excepción debe corresponderse

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con circunstancias extraordinarias reguladas en la Constitución Política de Colombia: guerra exterior, conmoción interior o emergencia social, económica y ecológica. No existen estados de excepción por fuera de los consagrados en la Constitución, ni estados de excepción políticos o regulados en tratados internacionales. b) Principio de formalidad: todas y cada una de las declaratorias de excepcionalidad deben llevar la firma de todos los ministros y la del presidente de la República. Este principio busca otorgar publicidad a los decretos, y, esta publicidad permite: a) notificar a la población sobre la situación de anormalidad y, a su vez, b) autorizar al presidente o legitimarlo, si se quiere, para que expida los decretos en aras a conjurar la crisis o la situación anormal y, finalmente, c) poner en alerta a los órganos de control, político o constitucional sobre la declaratoria del gobierno, para que estos ejerzan las atribuciones constitucionales. c) Principio de proporcionalidad: al respecto dice Cifuentes Muñoz que el estado de excepción: “debe comportar el mínimo sacrificio posible, compatible con la situación extraordinaria y la necesidad de conjurarla, del régimen constitucional ordinario. Por consiguiente: (1) no podrán suspenderse los derechos humanos ni las libertades fundamentales; (2) no se interrumpirá el normal funcionamiento de las ramas del poder público; (3) el ejercicio de las facultades será sólo el necesario para enfrentar eficazmente la anormalidad; (4) los decretos-legislativos deben guardar una relación de estricta causalidad con la anormalidad y su resolución; (5) las medidas deben ser proporcionales a la gravedad de los hechos; (6) la duración de los estados está temporalmente definida; (7) el presidente y los ministros, responderán por los abusos que cometan al hacer uso de las facultades excepcionales”. d) Principio democrático: este último busca conservar durante todo el tiempo de las declaratorias las prerrogativas del Congreso de la República respecto a su función legislativa, no obstante, las suspende, sólo en lo que tiene que ver con la materia de la crisis. Esto quiere decir que las facultades legislativas atribuidas al gobierno nacional sólo se refieren a la declaratoria de la excepción, las demás continúan siendo objeto del Congreso.

Lo primero que habría que decir respecto a los decretos es que independientemente de la eficacia de las medidas para afrontar temas como la corrupción, la drogadicción, el comercio de medicamentos, el situado fiscal y la eficiencia en la política criminal, ni los decretos ni su declaratoria, conjuran o atacan el problema que quieren solucionar.

Con base en lo anterior, podemos concluir que frente al primero, el segundo y el cuarto principio no existen razones para declarar la inconstitucionalidad de la declaratoria del estado de emergencia social en salud; el problema resulta de la aplicación del tercer principio donde la inconstitucionalidad es evidente. El gobierno nacional expide varios decretos de emergencia social encaminada a solucionar la crisis financiera coyuntural u ocasional de las entidades prestadoras del servicio de la salud y a mejorar las prestaciones del Sistema de Salud. Por lo tanto introduce las siguientes medidas, entre otras: a) el pago de servicios, por fuera del POS con cesantías y ahorros privados, b) la creación de nuevos impuestos a la cerveza, los licores y los juegos de azar, c) las sanciones de hasta cincuenta 50 salarios mínimos a los médicos que receten tratamientos por fuera del POS, d) la creación de comisiones de investigación para vigilar la actividad médica, e) la modificación de las transferencias a los departamentos para atender tratamientos de alto costo con recursos del gobierno nacional; f) la creación de delitos penales a médicos que se nieguen a prestar un servicio de salud; g) la intervención por parte del gobierno a los precios de los medicamentos; h) la intervención a las EPS que violen las normas del POS; i) el establecimiento de medidas contra la corrupción como por ejemplo las propuestas contra los juegos ilegales de azar j) la generación de nuevos recursos para la prevención del consumo de drogas y las destinadas a la rehabilitación de drogadictos.

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Lo primero que habría que decir respecto a los decretos es que independientemente de la eficacia de las medidas para afrontar temas como la corrupción, la drogadicción, el comercio de medicamentos, el situado fiscal y la eficiencia en la política criminal, ni los decretos ni su declaratoria, conjuran o atacan el problema que quieren solucionar y ello es así porque, tal y como aduce el Procurador General de la Nación, la crisis del Sistema General de Salud en Colombia no es coyuntural sino estructural y por lo tanto: El Régimen de Seguridad Social en Salud adolece de fallas estructurales que se han venido incrementando paulatina y progresivamente, en virtud de problemas de financiación, que valga decir, no están en los recursos sino en el flujo de los mismos; en problemas de gestión; en intermediación; en falta de actualización del pos; en la afiliación estancada para el régimen contributivo; en la falta de mayor inspección, vigilancia y control y en problemas de corrupción, entre otros aspectos. (Pronunciamiento del Procurador General de la Nación) Lo segundo y último, es que el gobierno se desborda en regulaciones innecesarias y desproporcionadas para conjurar la crisis, medidas todas ellas que sugieren los siguientes interrogantes: ¿qué pueden solucionar la emergencia financiera y de eficacia en los tratamientos médicos la creación de delitos penales? ¿al modificar el régimen de transferencias de los departamentos, no se está violando el normal funcionamiento de las ramas del poder público, una de ellas del poder ejecutivo? ¿la financiación de tratamientos médicos con cesantías y ahorros privados acaso no viola derechos laborales en la medida en que las cesantías deben estar encaminadas a cubrir con los gastos del trabajador cesante?, ¿qué tiene que ver el consumo de drogas y la rehabilitación de drogadictos con la crisis financiera de las EPS?

BIBLIOGRAFÍA GOBIERNO NACIONAL. Beneficios de la emergencia social. Versión digital disponible en: http://web.presidencia.gov.co/ sp/2010/febrero/17/18172010.html (marzo de 2010). Presidencia de la República. Decreto 3928 de 2008, por el cual se declara el Estado de Conmoción Interior a raíz del paro de la administración de justicia. Versión digital disponible en: http://www.elabedul.net/Documentos/Leyes/2008/ decreto_3929.pdf (marzo de 2010). Presidencia de la República Decreto 4333 de 2008, por el cual se declara el Estado de Conmoción interior a raíz de la proliferación de captadoras masivas de dinero no autorizadas por la Superintendencia Financiera o la Superintendencia de Economía Solidaria. Versión digital disponible en: http://www.elabedul.net/Articulos/Documentos/ decreto_4333_2008.php. (marzo de 2010) Cifuentes, Eduardo. Los estados de excepción constitucional en Colombia. Revista Ius- et Praxis. Versión digital disponible en: http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S071800122002000100009&script=sci_arttext. (marzo de 2010).

Notas Abogada de la Universidad EAFIT. Especialista en Estudios Internacionales de la Universidad de Antioquia y aspirante a magíster en Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia. Docente e investigadora del Grupo de Estudios Jurídicos de la Universidad CES. *

1. Presidencia de la República. Decreto 3928 de 2008, por el cual se declara el Estado de Conmoción Interior a raíz del paro de la administración de justicia. Versión digital disponible en: http://www.elabedul.net/Documentos/ Leyes/2008/decreto_3929.pdf (marzo de 2010). 2. Presidencia de la República Decreto 4333 de 2008, por el cual se declara el Estado de Conmoción interior a raíz de la proliferación de captadoras masivas de dinero no autorizadas por la Superintendencia Financiera o la Superintendencia de Economía Solidaria. Versión digital disponible en: http://www.elabedul.net/Articulos/Documentos/ decreto_4333_2008.php. (marzo de 2010) 3. Al respecto véase: Cifuentes, Eduardo. Los estados de excepción constitucional en Colombia. Revista Iuset Praxis. Versión digital disponible en: http://www. scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-00122002000100009&script=sci_arttext. (marzo de 2010).

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MICHAEL MOORE

El capitalismo es la legalización de la codicia A continuación, los extractos más importantes del audaz diálogo que protagonizaron el director de cine norteamericano Michael Moore y la autora del best seller anti-capitalista “No Logo”, Naomi Klein, y que fuera publicado, recientemente, en las páginas del diario estadounidense The Nation. En la entrevista, Moore comenta su última película, Capitalismo, una historia de amor, un film mordazmente crítico que se interna en las raíces de la crisis financiera presente e indaga sobre la movilización social y mediática de la ultraderecha contra el gobierno del presidente de Estados Unidos Barack Obama.

— Bueno, la película es estupenda. ¡Enhorabuena! Como mucha gente ya sabe, se trata de una resuelta llamada a la rebelión contra la locura capitalista. Yo espero que tu película sirva de despertador y catalizador para que todo esto cambie. — No sabría decir si todo eso son revueltas en favor del capitalismo o si se trata más Fuente: Nuevo espacio del Informativo Internacional de ATTAC “El Grano de Arena”, destinado a incorporar artículos de interés que por su extensión no pueden ser publicados en el informativo semanal http://attac-info.blogspot.com/ search?updated-min=201001-01T00%3A00%3A00-08%3A00&updated-max=2011-0101T00%3A00%3A00-08%3A00&maxresults=7

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bien de un fenómeno espoleado por dos tipos distintos de agendas políticas. Una de ellas viene del hecho de que un número importante de norteamericanos no acaba de aceptar la presidencia de un afroamericano. No creo que les guste eso a las grandes empresas. Las compañías dedicadas al negocio de la salud y otros intereses empresariales están contribuyendo a encauzar lo que parece un estallido espontáneo de ira ciudadana. Pero el otro componente de esto es lo que siempre he admirado de la derecha: están organizados, trabajan con abnegación, están prontos a librar sus luchas. De nuestro lado, no veo realmente esa clase de compromiso. Cuando se estaban manifestando en los mítines urbanos en agosto, esos mítines estaban abiertos a todo el mundo. ¿Dónde estaban los nuestros? Yo pensaba, ¡Huau! ¡En agosto! ¡Trata tú de organizar algo de izquierda en pleno agosto! — ¿Y no podría deberse eso a que la izquierda, los progresistas, o como quiera que nos llamemos, hemos estado en una suerte de estado de confusión con respecto a la administración Obama? — Sí. Y por eso necesitamos gente para articular el mensaje y ponernos a la cabeza de eso y dirigirlo. Obama, creo yo, se percata ahora de que, fuera lo que fuere lo que intentaba hacer con el bipartidismo, manteniendo en alto la rama de olivo, el otro lado no tiene el menor interés en nada que no sea la total destrucción de cualquier cosa que él proponga o trate de hacer. Así, si (el congresista neoyorquino Anthony) Weiner o cualquier otro miembro del Congreso quiere dar un paso hacia adelante, ahora es el momento de hacerlo. Y yo desde luego estaría en la calle. Estoy en la calle. Quiero decir, que yo aprovecharía este momento,

justo éste, para juntar realmente a la gente, porque creo que la mayoría del país quiere esto. — Volviendo a Wall Street, me gustaría hablar un poco más sobre el extraño momento en que nos encontramos. Toda la rabia contra Wall Street, contra los ejecutivos de la (aseguradora) AIG, cuando la gente se manifestaba, no sé qué pasó con todo eso. Lo que yo siempre temí es que esa enorme rabia que puede verse en tu película, esa especie de insurrección ante el rescate financiero a las elites, contra las gentes que crearon el desastre, si no se canalizaba en un proyecto real para cambiar el sistema, entonces podría fácilmente reorientarse y dirigirse en contra de la gente más vulnerable en nuestra sociedad, quiero decir, los inmigrantes, degenerando en rabia racista. Lo que trato de averiguar es esto: ¿se trata de la misma rabia o crees tú que son dos corrientes completamente distintas de la cultura norteamericana? Las gentes que estaban indignadas con AIG, ¿son las mismas que expresan ahora su indignación contra Obama y el ideal de la reforma del sistema de salud? — No creo que sea eso lo que ha pasado. No estoy nada seguro de que sea la misma gente. Por lo que he podido ver en mis viajes por todo el país cuando filmaba mi película hay algo más que está rugiendo cerca de la superficie. No puedes evitar el estallido de indignación en algún momento cuando una de cada ocho hipotecas ha terminado penalmente o con desahucio, cuando hay un desahucio cada 7,5 segundos y la tasa de desempleo sigue creciendo. Eso tiene su propio punto de saturación. Y lo triste de todo eso es que, históricamente, cuando todo esto ha ocurrido, la derecha ha sido capaz de manipular con éxito a quienes han sido duramente golpeados, sirviéndose de su rabia para apoyar a lo que solían llamar fascismo.

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¿Qué ha pasado desde el crac? Hace un año ya. Yo creo que la gente sintió que, votando por Obama seis semanas después, saldría del sistema, y que Obama sería capaz de encauzar bien las cosas. Y lo cierto es que Obama promete parsimoniosamente hacer bien muchas cosas, pero luego cumple muy poquitas. Bueno, eso no quiere decir que yo no esté muy contento con ciertas cosas que le he visto hacer. Y tal vez sea yo un poco demasiado optimista aquí, pero Obama fue educado por una madre sola y los abuelos, y no creció con dinero. Y aunque fue lo suficientemente afortunado para ir a Harvard y licenciarse, no fue allí para estudiar algo que pudiera hacerles rico y decidió trabajar en los barrios de la ciudad de Chicago. ¡Ah! Y decidió cambiar su nombre, para volver a lo que figuraba en su certificado de nacimiento: Barack. Lo que no es precisamente el paso que daría alguien que pensara en convertirse en político. Así que, creo yo, nos ha mostrado a lo largo de su vida muchas cosas reveladoras de dónde está su corazón, y durante la campaña electoral tuvo el desliz de decirle a Joe el Fontanero, que creía en la distribución equitativa de la riqueza. Obama tendrá que hacer más para destruir lo que ha de ocurrir en este país en términos de participación en su democracia. Así que espero que entienda la carga que lleva sobre sus espaldas y haga lo correcto. — Bien, me gustaría pincharte un poco más al respecto, porque entiendo lo que dices sobre el modo en que Obama ha vivido su vida y, desde luego, sobre el carácter que parece tener. Pero, después de un año, todavía no ha puesto en vereda a Wall Strett. Nombró a (Ben) Bernanke. —Exactamente. — Entonces, lo que me preocupa es esta obsesión por psicoanalizar siempre a Obama y lo que yo oigo decir a menudo es que estos tíos

lo traen engañado. Pero estos tíos los ha elegido él, y por qué no juzgarle por sus acciones y decir: “Esto es cosa de él, no de ellos”. — Estoy de acuerdo. No creo que lo traigan engañado; creo que es más listo que ellos. Cuando acababa de nombrarlos, yo estaba acabando de entrevistar a un ladrón de bancos que no actuaba como tal en la película, pero que es un ladrón de bancos que contratan los grandes bancos como asesor para evitar robos bancarios. Bueno, pues para no caer en una desesperación negra y profunda, esa noche me dije a mí mismo: ¡Eso es lo que está haciendo Obama! ¿Quién mejor que quien lo creó para sacarnos del atolladero? Los ha subido al carro para poner orden en el desastre que ellos mismos causaron. Sí, sí. Eso es. Eso es. Repite conmigo: “Hogar, dulce hogar”. — Y ahora resulta que se les subió al carro para que siguiera el latrocinio. — En efecto. Ahora es Obama quien tiene que mover pieza. — De acuerdo. Hablemos un poco más de la película. Te vi con (Jay) Leno y me llamó la atención que una de las primeras preguntas que te hizo fue para plantearte esta objeción, que lo malo no es el capitalismo, sino la codicia. Y eso es algo que oigo muchas veces, esta idea de que la codicia o la corrupción es una especie de aberración de la lógica del capitalismo y no el motor y la pieza central del capitalismo. Y creo que, probablemente, eso es lo que se oirá a propósito de la soberbia secuencia que se dedica en tu película a los jueces corruptos de Pensilvania que enviaban a chicos a prisiones privadas a cambio de sobornos. Creo que la gente dirá: eso no es

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capitalismo, eso es corrupción. ¿Por qué resulta tan difícil ver la conexión? ¿Qué les dices tú a la gente que te viene con esto? — Bueno, la gente quiere creer que no es el sistema económico lo que está en la base de esto. Ya sabes, la idea de las manzanas podridas. Pero el hecho pertinente que está en la base, como le dije a Jay (Leno), es que el capitalismo es la legalización de esta codicia. La codicia ha estado entre los seres humanos desde siempre. Hay un buen número de cosas en nuestra especie que podrías llamar el lado obscuro, y la codicia es una de ellas. Si no pones por obra determinadas estructuras o restricciones en esas partes de nuestro modo de ser que vienen de ese lado obscuro, entonces se salen de madre. El capitalismo hace lo contrario. No sólo no le pone restricción alguna, sino que la estimula, la recompensa. Me planteo esta cuestión a diario, porque la gente se queda muy sorprendida al final de mi película al oírme decir que hay que eliminarla completamente. “¿Qué hay de malo en ganar dinero? ¿Por qué no puedo abrir una zapatería?”, me dicen. Y me doy cuenta de que, como no se nos enseña economía en el bachillerato, no pueden entender qué significa todo esto. El asunto es que cuando tienes capitalismo, el capitalismo te incentiva para que pienses en formas de ganar dinero o de ganar más dinero. Y los jueces jamás habrían podido llegar a recibir sobornos, si el condado no hubiera antes privatizado la reclusión juvenil. Pero como en los últimos veinte años ha habido tal deriva en la privatización de los servicios públicos, que han sido sacados de nuestras manos y puestos en manos de gentes cuya única preocupación es la responsabilidad fiduciaria contraída con

sus accionistas o con sus propios bolsillos, pues eso lo ha puesto todo patas arriba. — Lo que a mí me resulta más conmovedor de la película es tu muy convincente montaje sobre los puestos de trabajo gobernados democráticamente como alternativa a este capitalismo de ‘saquea y lárgate’. Me pregunto si cuando viajas por ahí constatas interés por esa idea. — A la gente le gusta esta parte de la película. Pero, claro, yo lo he montado en la película como un asunto patriótico. Si crees en la democracia, la democracia no puede consistir en votar cada dos o cuatro años. Tiene que formar parte de cada día de tu vida. Hemos logrado grandes cambios en muchas relaciones e instituciones, porque decidimos que la democracia es un modo mejor de organizar. Pero dedicamos entre ocho y doce horas diarias de nuestras vidas a trabajar, y en el puesto de trabajo no tenemos voz ni voto. Creo que cuando los antropólogos nos excaven dentro de 400 años –si llegamos a tanto–, se dirán: “Mira tú, estos tíos; pensaban que eran libres, decían vivir en democracia, pero se pasaban diez horas al día en una situación totalitaria y permitían que el uno por ciento más rico de la población tuviera más riqueza financiera que la suma de riquezas del 99 por ciento situado en los tramos inferiores”. Se van a reír de nosotros. — Pero una de las mayores resistencias a las cooperativas de trabajadores que yo me he encontrado en mis investigaciones no viene de gobiernos o empresas renuentes, sino de los propios sindicatos. Obviamente, hay excepciones, como el sindicato que aparece en tu película, United Electrical Workers, que se mostraba realmente abierto a la idea de que la fábrica de

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UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA MICHAEL MOORE El capitalismo es la legalización de la codicia

Republic Windows & Doors se convirtiera en una cooperativa, si los trabajadores así lo querían. Pero en la mayoría de los casos, sobre todo en lo que hace a los sindicatos grandes, tienen su guión, y cuando se cierre una fábrica, su labor consiste en que el trabajador reciba una gran indemnización por la pérdida del puesto de trabajo, tan grande como se pueda. Y tienen una dinámica que opera con este postulado: los más poderosos, los que toman las decisiones, son los propietarios. Tú tuviste una sesión de estreno de la película en el congreso de (la mayor federación sindical de los Estados Unidos, la) AFL-CIO. ¿Viste a sus dirigentes receptivos a esta idea? ¿Están abiertos o te dijeron: “Eso es irrealizable”? — La otra noche estaba sentado en un teatro con cerca de 1.500 delegados del congreso de la AFL-CIO y yo estaba un poco nervioso cuando iba acercándose el momento de esta parte de la película. Yo me temía que la gente se quedara un poco fría aquí. Todo lo contrario. Lo festejaron. Un par gritaron: “¡Eso es, exactamente eso es lo que hay que hacer!”. Yo creo que los sindicatos, llegados a este punto, se han visto tan derrotados, que están abiertos a nuevas formas de pensar y a ciertas ideas nuevas. La verdad es que me animó mucho ver eso. — Volviendo al asunto de hace un ratito, a la incapacidad de la gente para comprender teoría económica básica: en tu película hay una gran escena en la que no consigues que nadie, por instruido que sea, pueda explicar lo que es un derivado financiero. — Entonces, la cosa no tiene que ver con instrucción básica. Lo que pasa es que se usa la complejidad como un arma contra el control democrático de la economía. Tal era el ar-

gumento de (Alan) Greenspan: que los derivados financieros eran tan complicados, que los legisladores no podían regularlos. Es casi como si se necesitara de un movimiento en favor de la simplicidad en los asuntos económicos y financieros, algo en lo que Elisabeth Warren, la congresista que encabeza la vigilancia crítica de los procesos de rescate, ha venido insistiendo: la necesidad de simplificar la relaciones de las gentes con los prestamistas. — ¿Que gente como Warren exista, te da esperanzas? — Totalmente. — ¿Puedo sugerir una candidatura presidencial para 2016 o para 2012, si Obama nos falla? Marcy Kaptur (congresista por Ohio) y Elisabeth Warren. Me encanta. Son las heroínas de tu película. Votaría por esa candidatura. Estaba pensando en cómo rotular esta entrevista y lo que voy a sugerirle a mi editor es: “El maestro norteamericano”, porque la película es un increíble modelo de educación popular al viejo estilo. Una de las cosas que cuenta mi colega en The Nation, Bil Greider, es que no se estila más este tipo de educación popular. Los sindicatos destinaban antes una parte de su presupuesto a enseñar este tipo de cosas a sus miembros, para hacerles accesibles la teoría económica y lo que pasa en el mundo. Ya sé que tú te ves a ti mismo como alguien que entretiene y divierte, pero me pregunto si te ves también como un maestro. — Me honra que uses este término. Me gustan los maestros.

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PROYECTO MULTIMEDIAL INTERINSTITUCIONAL EDUCATIVO, ACADÉMICO E INVESTIGATIVO Una iniciativa de: Corporación Canal Universitario de Antioquia –Canal U– Grupo de Investigación Comunicación, Periodismo y Sociedad, Facultad de Comunicaciones, Universidad de Antioquia Grupo de Investigación Patrimonio y Cultura, Facultad de Ciencias Humanas y Económicas, Universidad Nacional Sede Medellín Grupo Investigaciones Jurídicas, Facultad de Derecho Universidad de Medellín • 72 Textos producidos por 72 investigadores de todo el país • 40 Programas de Televisión • 72 Programas de Radio • Un libro que compila 72 ensayos • Una multimedia con vínculos entre los diferentes medios • 40 temas musicales originales • Más de 15 instituciones de Educación Superior de las diferentes regiones del país • Más de 10 instituciones públicas y privadas de Colombia La concepción acerca de la historia que sigue predominando en la población colombiana es aquella narración tediosa, impregnada de fechas, y citas de pié de página, dirigida a especialistas que estudian el pasado porque eligieron ese oficio, ignorando al grueso de la población que no solo es resultado sino participe de la misma. La gran mayoría de la población sigue percibiendo la historia como algo pasado que nos determina de tal manera que se nos hace imposible cambiar nuestro modo de ser y de vivir. Consciente de esta situación, desde el Proyecto Pedagógico Multimedial Conmemoraciones Bicentenarias: Todos Somos Historia se pretende ofrecerle a los colombianos:

• Una visión diferente e incluyente de la historia en la cual TODOS hacemos parte de ella. • Un enfoque cultural y una perspectiva más amplia de la historia de Colombia con representaciones de nuestro pasado ricas en matices, que abarquen los valores y significados de las instituciones, las tradiciones y las creencias, las actividades y los objetos que hicieron parte de la cotidianidad, las formas de comunicarse y de entretenerse. • Generar una conciencia amplia de nuestra nación, caracterizada por la diversidad y la pluralidad, enriquecida por las singularidades culturales, sociales y políticas de distintas regiones. Al proyecto se han sumado entidades como Comfenalco Antioquia, Empresas Públicas de Medellín, El Mundo, Ministerio de Cultura, Universidad de Medellín, Universidad de Antioquia, Universidad Nacional, Sena Regional Antioquia, Universidad Cooperativa de Colombia, Universidad EAFIT, Universidad Pontificia Bolivariana, Universidad San Buenaventura, Institución Universitaria Tecnológico de Antioquia, Universidad del Valle, Universidad Industrial de Santander, Alcaldía de Medellín, Gobernación de Antioquia.

Informes Canal Universitario de Antioquia todossomoshistoria@canalu.com.co —65— direccion@canalu.com.co


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Conmemorar, una estrategia cultural Por Eduardo Domínguez Gómez* María Carolina Cubillos Vergara**

Este artículo hace parte del material escrito del proyecto multimedial TODOS SOMOS HISTORIA. Corresponde a la introducción de un libro que compila 72 ensayos de igual número de investigadores de todo el país, y que verá la luz a fines de 2010. * Historiador de la Universidad de Antioquia. Magíster en Historia de la Universidad Nacional, sede Medellín. Es Profesor Titular en la Universidad de Antioquia y Coordinador del Grupo de Investigación “Comunicación, periodismo y sociedad” de la Facultad de Comunicaciones de la misma universidad. Es Miembro Correspondiente de la Academia Antioqueña de Historia.

Cuando se evoca el pasado, inevitablemente aparece la memoria como recurso que vincula las actuaciones del presente con lo sucedido en épocas anteriores. La memoria comprende un conjunto de hechos reconstruidos selectivamente, basados en los códigos y símbolos que rigen el mundo presente. La memoria, por tanto, no preserva el pasado como tal, sólo se encarga de adaptar ciertas situaciones pasadas para enriquecer o manipular el presente (Barbosa, 2001: 106). La memoria, colectiva o individual, no sólo muestra los rasgos materiales sino también todo el conjunto de las representaciones, ideas, conceptos, símbolos y creencias que se hace de forma selectiva al re-presentar una parte del pasado; es el testimonio del ayer que ha sido retomado por los grupos sociales de acuerdo con

Historiadora de la Universidad de Antioquia. Estudiante de Maestría en Estudios Humanísticos en la Universidad EAFIT. Ganadora del premio a la mejor investigación estudiantil en Ciencias Sociales, Universidad de Antioquia, 2006. Es miembro del Grupo de Investigación “Comunicación, periodismo y sociedad” de la Facultad de Comunicaciones, Universidad de Antioquia. **

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La historiografía colombiana posterior al “Grito de independencia” del 20 de julio de 1810 se construyó –como era costumbre– sobre bases que buscaban reflejar aquellos hechos políticos y económicos que los analistas consideraran más significativos, junto con los personajes destacados que promovieron con sus pensamientos y acciones la idea de la independencia frente a España, y lideraron las decisiones en la construcción de la que después se llamaría República de Colombia. Muchas de esas versiones históricas, conocidas como historia patria, carecieron de pruebas suficientes o estuvieron plagadas de inconsistencias, atendiendo a intereses particulares, enfoques partidistas o simplemente al entusiasmo narrativo y a la buena voluntad de sus autores.3 sus intereses y formas de pensar. En este sentido, el antropólogo francés Maurice Halbwachs argumenta que, aunque los individuos realizan el ejercicio de recordar situaciones importantes de sus vidas, son los grupos sociales los que determinan qué realmente es “memorable” y digno de ser recordado por toda una generación. Es en este punto donde la memoria se convierte en un ejercicio de dialéctica entre el recuerdo y el olvido (Burke, 2000: 66). Ante la coexistencia y pluralidad de memorias colectivas e individuales (personales, familiares, regionales o nacionales), los grupos sociales, entre debates, admiraciones, dolores y subterfugios, desarrollan un filtro que delimita lo que realmente es significativo o “digno de recordarse”, así como las situaciones que pueden ser condenadas al olvido. En este sentido, las conmemoraciones se convierten en un ejercicio efectivo, una estrategia para reactualizar el conocimiento sobre lo que realmente es “merecedor de recuerdo” o memorable; pero también se trata de “hacer memoria” común, es decir, de convocar a los pueblos a enriquecer su pensamiento y sus sentimientos con interpretaciones acerca de los hechos del pasado para contribuir a la comprensión de sus modos de ser actuales. Así, cada conmemoración se puede entender desde una óptica que revela un interés por reafirmar o construir una identidad, y otra que tiene una intención pedagógica (Barbosa, 2001: 105). Gracias a la oportunidad que dan las conmemoraciones, la conciencia de los ciudadanos y de los investigadores también se modifica. Ese “equipaje mental” del que hablaron los historiadores, compuesto por mentalidades, ideologías, representaciones colectivas e imaginarios, se verá interrogado por la información hasta entonces desconocida. Unas veces se empecinará en que los nuevos datos ratifiquen sus convicciones (conservacionistas), otras veces abdica de cualquier costumbre y se apega sin condiciones a las verdades que acaban de ser postuladas (esnobistas), y en otras ocasiones hace una buena reflexión, critica, compara, elige y, por sindéresis, hace síntesis renovadoras para identificar nuevos significados1. Es aquí donde el oficio del historiador se practica en las conmemoraciones como ejercicio que reconoce las herencias del pasado, sin promover la nostalgia y la mirada idolátrica que paraliza a un pueblo y lo convierte en esclavo del ayer; a cambio, busca renovar su lenguaje, sus técnicas, sus relaciones políticas y sus convicciones para desarrollar una mirada prospectiva. El historiador invita a rescatar la capacidad humana de intervenir en el propio destino. Hoy las corrientes posmodernas se empecinan en decir que los estudios históricos son prescindibles, que la humanidad puede abolir sus intentos de relatar en grandes o en pequeñas obras los distintos aspectos del pasado, porque los pueblos viven un presente continuo, engolosinados por la desilusión que les causan los “metarrelatos”, debido a sus falsedades, su inevitable naturaleza ideológica y el uso mitificante y manipulador por parte de los poderosos. Consideran que los hechos hablan por sí mismos y que no necesitan la intervención de la —67—


UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Conmemorar, una estrategia cultural

Hoy las corrientes posmodernas se empecinan en decir que los estudios históricos son prescindibles, que la humanidad puede abolir sus intentos de relatar en grandes o en pequeñas obras los distintos aspectos del pasado, porque los pueblos viven un presente continuo, engolosinados por la desilusión que les causan los “metarrelatos”, debido a sus falsedades, su inevitable naturaleza ideológica y el uso mitificante y manipulador por parte de los poderosos. historia para ser reconstruidos, pues ésta otorga significados y teorías para reafirmar una ideología: “Los criterios de selección y principios de análisis no están determinados de manera científica sino extracientífica, en función de condiciones de poder y opresión dominantes en el presente” (Daniel, 2005: 156-157). Entre los autores más reconocidos que han intentado demostrar el fin de la modernidad, indicando que las sociedades contemporáneas no confían en las grandes o pequeñas narraciones históricas ni las necesitan, y resumiendo su planteamiento en la idea del “relativismo por encima de todo” (“fin de los metarrelatos”), se encuentran Roland Barthes (Francia), Michel Foucault (Francia), Gilles Deleuze (Francia), Jacques Derrida (Francia), J.F. Lyotard (Francia), Jean Baudrillard (Francia), Luce Irigaray (Bélgica), Julia Kristeva (Bulgaria), Gayatri Spivak (India), Judith Butler (Estados Unidos), Ernesto Laclau (Argentina), Chantal Mouffe (Bélgica), Stanley Fish (Estados Unidos), Richard Rorty (Estados Unidos), Hayden White (Estados Unidos), Frank Ankersmit (Estados Unidos), David Harlan (Estados Unidos), Ferenc Feher (Budapest) y Keith Jenkins (Inglaterra). A partir del “reconocimiento de ese saldo neto relativista”, Jenkins propone en su obra Por qué la historia (Jenkins, 2006: 14-15) olvidar la historia en la medida en que no reconstruye el pasado como tal, […] porque el pasado no existe “históricamente” fuera de las apropiaciones textuales y constructivas de los historiadores, por lo cual, habiendo sido hecho por ellos, no tiene independencia propia que le permita resistir a su voluntad interpretativa, en lo particular a nivel del significado. Por irreductible, terco, doloroso, cómico o trágico que pueda haber sido el pasado, sólo llega hasta nosotros mediante dispositivos de ficción que lo dotan de una gama de lecturas altamente selectivas y jerárquicas que “siempre están al servicio de poderes e intereses diversos” [cita a Derrida en su obra La deconstrucción de la actualidad]. En consecuencia, el pasado como historia siempre ha estado y siempre estará necesariamente configurado, envuelto en tropos, figurado en tramas, leído, mitologizado e ideologizado en formas que nos resulten convenientes. Hay, como lo ha dicho Hayden White, “una relatividad inseparable en toda representación de fenómenos históricos”, de modo que uno simplemente tiene que encarar el hecho de que “cuando se trata de aprehender el registro histórico, no hay en el propio registro histórico base alguna para preferir una forma de construir su significado sobre otra” [cita el artículo de White “Historical Employment and the problem of truth”2]. Para los posmodernistas, la historia es un discurso subjetivo, relativo al pasado, interpretado con categorías, conceptos y teorías elaboradas por otros historiadores, para darle un fundamento científico a los textos. Como estos fundamentos pueden ser elaborados según los intereses de cada persona, escribir “la historia” es de por sí una construcción ideológica y no constituye la reconstrucción del pasado como tal. Los criterios de selección y principios de análisis no están determinados de manera científica, sino en función de las condiciones ideológicas y de poder dominantes en el presente desde el cual narra el historiador. Aunque tienen razón en cuanto al carácter subjetivo y hermenéutico de los escritos históricos, varios detalles pueden ser observados en sus argumentos. El pasado es una categoría epistemológica que sirve a filósofos e historiadores, y como tal sólo llega a nosotros a través de sus narraciones. Pero todo ser humano tiene un pasado que llega a través del reconocimiento de su propia creación biológica: la conciencia de un ayer empieza con la —68—


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Condensar parte de esa memoria histórica desde una dimensión temporal que conjuga pasado, presente y futuro permite que el ciudadano común pueda pensar históricamente desde una perspectiva compleja que aborde el presente como producto inacabado de la combinación de procesos con origen en el pasado.

identificación de los ancestros familiares a partir de los padres y de los hermanos mayores, y se remonta hasta donde alcancen los conocimientos genealógicos en las familias. Pero también hace presencia en el lenguaje, la alimentación, los valores y costumbres, transmitidos de generación en generación. Es el pasado vivo entre nosotros, reflejado en los objetos y pensamientos, que nos permite cuestionarnos como seres de razón y de recreación simbólica. En síntesis, el pasado no existe sólo en discursos, sino que se manifiesta encarnado, reificado, entre nosotros; reta constantemente nuestro entendimiento (Domínguez Gómez, 2008: 43-53). Jenkins tiene razón en cuanto a lo inevitable de la multiplicidad de interpretaciones acerca del sentido de algo que sucedió. Pero allí donde ve el inconveniente y la futilidad es donde reside la conveniencia y la importancia para los pueblos. La imposibilidad de interpretación unánime es el dispositivo cultural que mueve a la curiosidad y el encanto con las narraciones; y se convierte en el atractivo ineludible de los pueblos para configurar en sus mentes y en sus corazones la sensación de coherencia y pertenencia a comunidades de origen. Pero Jenkins no tiene razón en el alcance otorgado a su “reconocimiento de ese saldo neto relativista”. El hecho de que exista relatividad cultural no convierte cualquier afirmación acerca del pasado en un aserto imposible de adquirir veracidad. Y aplicarle la lógica del “saldo neto relativista” a la pequeña historia, a la microhistoria, a las biografías, a las historias de lo cotidiano y a las de los objetos, no es más que repetición. Se puede dudar de todo. Pero los pueblos se apegan a sus imaginarios, y como tal degustan las versiones cercanas, las que sienten como sustento de su auto-comprensión, y se mantienen anhelantes de mitos colectivos para atribuirles las razones de existir. Y esta condición psicológica, social e intersubjetiva, es anterior a cualquier disciplina de la historia y a cualquier concepción posmoderna. La gente prefiere los apegos en vez de las explicaciones científicas. Weber señala que esas manifestaciones o procesos culturales sólo pueden ser objeto de interés para un grupo cuando existe un “motivo real” o un “motivo de conocimiento” que tiene un significado cultural entre la multiplicidad de facetas que recrean el pasado (Daniel, 2001: 85). Condensar parte de esa memoria histórica desde una dimensión temporal que conjuga pasado, presente y futuro permite que el ciudadano común pueda pensar históricamente desde una perspectiva compleja que aborde el presente como producto inacabado de la combinación de procesos con origen en el pasado. La conciencia del ayer facilita comprender que el pasado aún pervive entre nosotros a través del lenguaje, los espacios, las formas arquitectónicas, las instituciones y las ideas, y aporta instrumentos necesarios para adquirir una mirada abierta, alejada del “culto hacia el pasado”, que promueva la consulta de las fuentes de investigación disponibles y proponga modelos interpretativos inéditos para agrandar el patrimonio histórico y cultural y ponerlo al servicio de las generaciones actuales y futuras que se proyectan hacia nuevos modos de vivir y de pensar. Estos propósitos se logran si profundizamos en las raíces de nuestros propios modos de ser y estar en el mundo, es decir, si promocionamos la historia cultural.

Vigencia de la(s) historia(s) cultural(es) La memoria y la función de la historia se hacen presentes en los actuales debates en medio de una paradoja: aunque existe un mayor desarrollo tecnológico y crecen las posibilidades para realizar el estudio acerca del pasa—69—


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Ante la coexistencia y pluralidad de memorias colectivas e individuales (personales, familiares, regionales o nacionales), los grupos sociales, entre debates, admiraciones, dolores y subterfugios, desarrollan un filtro que delimita lo que realmente es significativo o “digno de recordarse”, así como las situaciones que pueden ser condenadas al olvido.

do, entre las nuevas generaciones se hace evidente el desconocimiento que las sumerge en un eterno presente, colmado de situaciones que una y otra vez se reemplazan para dar la sensación de actualidad. Una situación de esta magnitud permite la permanencia de la historia oficialista porque si nadie se preocupa por interrogar el pasado, ¿quién renovará la historia plagada de sinsentidos e ideologías que perpetúan la idea de un pasado único, inamovible y grandioso, donde sólo aparecen como protagonistas personas excepcionales, grandes héroes y batallas, o mandatarios ensalzados por quienes detentan el poder o aspiran a alcanzarlo? La historiografía colombiana posterior al “Grito de independencia” del 20 de julio de 1810 se construyó –como era costumbre– sobre bases que buscaban reflejar aquellos hechos políticos y económicos que los analistas consideraran más significativos, junto con los personajes destacados que promovieron con sus pensamientos y acciones la idea de la independencia frente a España, y lideraron las decisiones en la construcción de la que después se llamaría República de Colombia. Muchas de esas versiones históricas, conocidas como historia patria, carecieron de pruebas suficientes o estuvieron plagadas de inconsistencias, atendiendo a intereses particulares, enfoques partidistas o simplemente al entusiasmo narrativo y a la buena voluntad de sus autores.3 Esta realidad, que generó desazón en el mundo académico, fue el punto de inicio para la creación de propuestas y enfoques que buscaban recuperar la memoria a través de estudios relacionados con la cotidianidad, las instituciones, las creaciones artísticas o las tradiciones. Hacia mediados del siglo xx empezó un cambio de orientación conocido como la Nueva Historia, que buscó superar las versiones bélicas, caudillistas y heroicas, en beneficio de una comprensión social y cultural de nuestro pasado. En ese contexto aparecieron investigaciones renovadoras que condujeron a la creación de los estudios profesionales de historia en las universidades y exigió a las academias de historia, fundadas desde la última década del siglo xix, una mayor rigurosidad en sus análisis y elaboraciones. La historia se asumió a partir de entonces como una práctica de investigación que debía nutrirse de las ciencias sociales y a la vez como un recurso para enriquecerlas.4 La historia cultural, como género historiográfico, explora no sólo las manifestaciones “oficiales” o “formales” producidas en una sociedad (artes, literatura, filosofía, etc.), sino además las expresiones populares, episódicas o cotidianas, como las fiestas, las creencias o las tradiciones. Por este motivo, no puede ser considerada como un apartado más de la historia general que indaga sobre determinadas temáticas. La historia cultural estudia hechos, tópicos, ideas o creaciones en una perspectiva diferente a la historia política; lo hace buscando las relaciones entre distintos órdenes de poder (no sólo político-estatales) y los modos en que las personas y las organizaciones a las que pertenecen perciben el mundo en que viven y el mundo (o los mundos) en que creen; entienden su sociedad, interpretan los hechos y construyen sus comprensiones, normas y condiciones de existencia. Así, no prescinde del ambiente subjetivo de opiniones y creencias, temores y saberes, dentro del cual se forman las significaciones que determinan el comportamiento social de las personas (Daniel, 2005: 18-22). Desde la perspectiva del filósofo norteamericano John Dewey, es concebida como una historia de experiencias puestas en situación, cuyos resultados no proporcionan ninguna norma o verdad: [Estos estudios] ponen a su disposición un recurso al que no puede renunciar ninguna sociedad moderna: el de la continuidad histórica, que no es un caso de mera sucesión cronológica ni de enca—70—


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La historia cultural, como género historiográfico, explora no sólo las manifestaciones “oficiales” o “formales” producidas en una sociedad (artes, literatura, filosofía, etc.), sino además las expresiones populares, episódicas o cotidianas, como las fiestas, las creencias o las tradiciones. Por este motivo, no puede ser considerada como un apartado más de la historia general que indaga sobre determinadas temáticas.

denamiento serial de datos, sino un hecho experiencial que se hace realidad cuando, al toparse con el interés de las preguntas de actualidad, las experiencias del pasado cobran significado para quienes se interrogan por las consecuencias del presente, es decir, por el futuro. Además, cuando las circunstancias lo propician, los resultados de los estudios históricos-culturales pueden proporcionar estímulos para hacer más consciente la experimentación con ciertas problemáticas políticas, sociales o culturales al transmitir experiencias situadas en contextos (Daniel, 2005: 73). Como propuesta teórica, la historia cultural no tiene en sí una metodología o una determinada teoría constitutiva que enmarque un rumbo definitivo para afirmar que tiene un estatuto de cientificidad que lo respalde. De ahí que las concepciones trabajadas por académicos como Carlo Ginzburg (noción de cultura popular y concepto de circularidad), Michel Foucault (discurso, juegos de poder, verdad), Robert Chartier (representación), Norman Pounds (cultura material, vida cotidiana), Michel de Certeau (teoría de las microrresistencias), o los actuales estudios de Peter Burke (formas de hacer historia cultural), constituyen diferentes modelos viables de historia cultural que permiten contrastar los símbolos y significados sociales evidentes en el aspecto cultural.5 La propuesta de historia cultural de Carlo Ginzburg parte de dos nociones: la cultura popular y el concepto de circularidad. Dentro de sus trabajos de reflexión relacionados con la hechicería y la herejía de los siglos xv y xvi en Europa, el profesor italiano plantea la posibilidad de estudiar los contrastes y las diferencias existentes dentro de una mentalidad colectiva y define una diferencia sustancial entre la llamada cultura popular y la cultura de las élites. Para él, la cultura popular no sólo se define por oposición a la cultura dominante, sino que además se delimita a sí misma mediante las relaciones establecidas con la cultura erudita, adaptando las prácticas y los valores de ésta a los modos de percibir la existencia y las condiciones de vida de las clases subalternas; a la vez, esta acción es realizada por la cultura erudita, que retoma y filtra los elementos de la cultura popular. Y es en esta dinámica recíproca donde el autor propone el modelo teórico de circularidad, para establecer la permeabilidad de las expresiones culturales, alejándose en cierta medida de las concepciones clasistas que establecían diferencias y límites entre los grupos sociales (Vainfas, 1996: 226). Así, el fenómeno histórico es reconstruido a partir de las relaciones entre las diferentes expresiones de cultura, y desde las señales particulares, que, como rastros, evidencian los vínculos y las ideas existentes en una sociedad. El filósofo, sociólogo e historiador francés Michael Foucault ofrece una historia que elimina conceptos obvios, en especial los que tradicionalmente han servido para crear continuidades históricas. Su propuesta historiográfica parte de tres conceptos esenciales que permiten ahondar sobre temas tan diversos como la sexualidad, la cárcel, los mecanismos coercitivos y de represión, los hospitales y las instituciones educativas: el discurso, el poder y la verdad. El discurso, definido por Foucault como el conjunto de todos los enunciados efectivos, expresa o “murmura” lo invisible e intangible de un objeto, lo constituye y lo transforma. Aún así, no es suficiente analizar el objeto en cuestión para determinar la unidad de un discurso; es necesario ahondar en el “juego de reglas” que posibilitan la aparición de objetos en un periodo y que son delimitados por las medidas discriminatorias y represivas. Este juego de reglas hace referencia no sólo a las expresiones verbales y textuales, sino también a las prácticas cotidianas que sustentan los mecanismos de poder y dominación en una sociedad. El poder entonces sería considerado como algo inmanente a los procesos económicos y sociales, derivado de las prácticas o discursos generados en los usos diarios —71—


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Los diferentes enfoques teóricos propuestos por la historia cultural permiten obtener una perspectiva más amplia de la historia de Colombia, relacionada con los valores y significados de las instituciones, las tradiciones, las actividades y los objetos que hicieron parte de la cotidianidad.

que respaldan la dominación de unos sobre otros. No puede ser localizado específicamente en una institución particular, porque esas prácticas que lo fundamentan se encuentran en todas partes. El poder contiene también los juegos de verdad, que disponen al sujeto a autodefinirse en la medida en que enuncia su verdad sobre sí mismo a partir de la definición del otro (los locos, los enfermos, los presos) (Daniel, 2005: 164-166). A diferencia de Foucault, Michel de Certeau propone una visión que cuestiona la efectividad de los sistemas dominantes impuestos por los poderosos en la sociedad. Su propuesta central, explícita en La invención de lo cotidiano (México, Universidad Iberoamericana, 1999), consiste en esbozar una teoría acerca de las prácticas cotidianas aparentemente dominantes en una sociedad y de la manera como son asimiladas por los grupos e individuos. Certeau argumenta que, mediante el estudio de esas operaciones culturales, se puede dilucidar cómo la multitud anónima crea microrresistencias, formas de apropiación o “maneras de hacer”, a través de las cuales el ciudadano común expresa silenciosamente su inconformidad con el orden impuesto por los modelos de consumo. En la cultura, el orden establecido por los poderosos es deshecho y burlado mediante el “arte” de hacer evidente un estilo de intercambios sociales: invenciones técnicas y de resistencia moral, una producción casi invisible que opera a partir de las maneras de emplear los productos impuestos por el orden económico dominante (La invención de lo cotidiano, tomo i: p. xviii). Los mecanismos de “indisciplina” cotidianos, evidentes en la lectura, el lenguaje y las prácticas de apropiación del espacio interior (la vida privada, la cocina) y del espacio exterior (el trabajo, el vecindario, trayectos, centros de comercio), constituyen los procedimientos a través de los cuales los usuarios se reapropian del espacio y forman la contrapartida a las prácticas sociales y políticas. De los “estilos de acción” o “maneras de hacer”, Certeau propuso un método de análisis de las prácticas culturales organizado en tres niveles: las modalidades de acción, la formalidad de las prácticas y los tipos de operaciones (Giard, 2006: 24). El modelo de historia cultural propuesto por Robert Chartier en El mundo como representación: estudios sobre historia cultural (Barcelona, Gedisa, 1995) elimina las diferencias existentes entre la cultura popular y la cultura erudita (una concepción interclasista heredada de la historia social). El punto de partida para iniciar los estudios culturales es la representación, categoría que permite ver las prácticas sociales que intrínsecamente exhiben las formas simbólicas: los modos como el individuo se apropia de su realidad, las múltiples configuraciones intelectuales construidas por los grupos, y las formas institucionalizadas (colectivas e individuales) que marcan la existencia de un grupo (Vainfas, 1996: 229). De esta forma, las representaciones constituyen todas aquellas creaciones simbólicas que reflejan las posiciones e intereses de determinados grupos, sobre las cuales se construyen los diferentes discursos que legitiman un orden establecido, y las prácticas que sintetizan todo el accionar ideológico. Se identifican en su propuesta la herencia sociológica de Émile Durkheim, Karl Manheim, Maurice Halbwachs y Josetxo Beriain; las teorías del lingüista Teun van Dijk; las enseñanzas filosóficas de la fenomenología, con Edmund Husserl y Marcel Merleau-Ponty, y del existencialismo, con Martin Heidegger; el neokantismo de Ernst Cassirer, y la complejidad de Cornelius Castoriadis y Edgar Morin. Norman Pounds propone estudiar las sociedades preindustriales a través de la cultura material, concepto que comprende los distintos modos como se satisfacen las necesidades humanas elementales de comida, cobijo y vestido (La vida cotidiana: historia de la cultura material, Barcelona, Crítica, 1992). De esta forma, pretende demostrar cómo en el transcurso de la historia, la cultura material se dispersa geográfica y socialmente gracias a la —72—


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El esfuerzo realizado por el Ministerio de Educación Nacional para la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia de Colombia presenta sus frutos en la colección Historia hoy. Aprendiendo con el Bicentenario de la Independencia, donde se incluyen doce tomos temáticos que reúnen extractos de fuentes de la época y estudios contemporáneos de historiadores sobre el arte, la política, los viajeros, la geografía, la producción literaria (poemas, fábulas e historias), el contexto histórico, la religiosidad, las fiestas, las ciencias, la economía, la sociedad y la educación durante el periodo de la Independencia.

inserción de progresos tecnológicos que permiten cambiar las condiciones de la vida cotidiana de los pueblos más primitivos, reflejándose especialmente en la configuración de las ciudades y poblados, en las construcciones, las herramientas usadas en el hogar y en los campos, las condiciones sanitarias, la alimentación y el comercio. Aunque su trabajo se centra específicamente en el aspecto material de la vida cotidiana, no niega el valor de la cultura inmaterial en la evolución de estas sociedades. Por esta razón, plantea dos conceptos de cultura inmaterial que se encuentran ligados necesariamente con el progreso material y la interacción entre el entorno y las situaciones cotidianas: la cultura popular, originaria de la sociedad preindustrial, heterogénea en sus manifestaciones locales y dominada por supersticiones y creencias primitivas, y la cultura de masas, propia de la sociedad moderna, sujeta a la noción de la razón uniforme y difundida ampliamente por bastas zonas del mundo gracias a la palabra impresa, la ampliación de nuevas vías de comunicación y el avance en los medios de transporte. Desde una dimensión más amplia de la historia cultural, basada en los enfoques teóricos de la antropología social y cultural, el historiador inglés Peter Burke acuña el término de nueva historia cultural (Formas de hacer historia cultural, Madrid, Alianza, 2000) para referirse explícitamente a un cambio importante en el concepto tradicional de historia de la cultura utilizado por Johan Huizinga o Jacob Buckhard. De esta forma, el punto de partida es la cultura, entendida como el cúmulo de actividades artísticas, orales y escritas que se encuentran en una sociedad, incluyendo las expresiones propias de las personas ordinarias (cultura popular). La dimensión del objeto de estudio no se reduce a una historia de la cultura elitista o erudita, que presupone un consenso o unidad cultural y la fiel transmisión de modelos entre diferentes épocas o sociedades, olvidándose de las contradicciones sociales y culturales. La idea de tradición no desaparece sino que se integra el término “recepción”, ligera variante de la palabra “reproducción” usada por Althusser y Bourdieu, para hacer alusión a la transformación de las ideas en las pautas vigentes para una sociedad. La tarea de la historia cultural, desde la visión de Burke, consiste en revelar las conexiones entre las distintas actividades culturales (e incluso las representaciones o los imaginarios) y el contexto político y socioeconómico, sin caer en la fragmentación ni tampoco en la idea de homogenización de la sociedad. Esto último determina también otro presupuesto teórico: la concepción de un modelo de encuentro cultural para estudiar los intercambios desde diferentes puntos de vista y no desde una sola dirección, teniendo presente el hecho de que cada grupo se apropia de formas culturales para darles un nuevo significado (Formas de hacer historia cultural, p. 275).

Cambios en la historiografía colombiana Los diferentes enfoques teóricos propuestos por la historia cultural permiten obtener una perspectiva más amplia de la historia de Colombia, relacionada con los valores y significados de las instituciones, las tradiciones, las actividades y los objetos que hicieron parte de la cotidianidad. De esta manera se forman representaciones de nuestro pasado ricas en matices y se genera una conciencia amplia de nuestra nación, enriquecida por las singularidades culturales, sociales y políticas de las distintas regiones. Con base en los modelos planteados por los diferentes exponentes de la historia cultural, desde la última —73—


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década del siglo xix, pero con mayor énfasis entre finales del siglo xx y la primera década del xxi, se han desarrollado nuevas propuestas investigativas que ingresan en campos diferentes a la historia económica, política y social, explorados tradicionalmente por la historiografía colombiana. Algunos de estos estudios constituyen verdaderos relatos anecdóticos, llenos de vacíos históricos y con mayor énfasis en ciertos episodios del periodo colonial y de la Independencia,6 mientras que otros, basados en teorías y visiones generales acerca de la historia, se centraron en la búsqueda de respuestas que relacionaran el sentido y los significados vigentes (representaciones, símbolos, ideas) en una sociedad durante una época determinada. En este último grupo se incluyen algunas obras colectivas, como Manual de Historia de Colombia (Jaime Jaramillo, 1982), La Nueva Historia de Colombia (Álvaro Tirado, coord., 1989) o La Gran Enciclopedia de Colombia (Jorge Orlando Melo, coord., 1991), escritas por especialistas entre los que se encuentran Germán Colmenares, Javier Ocampo López y Jaime Jaramillo Uribe, quienes aplicaron rigurosamente el manejo de las fuentes probatorias y estuvieron al frente de nuevos autores, que agregaron frescura a la obra al plantear temas relacionados con la vida cotidiana, las creencias religiosas, las tradiciones, la literatura o las ciencias. Un ingrediente que en estas obras aporta mayor información para el público general es el diseño gráfico, destacado por la diagramación y el uso de diferentes ilustraciones (fotografías, grabados, obras artísticas, gráficas estadísticas), material valioso que se convierte en soporte visual de las temáticas expuestas por los autores. Otro medio interesante para la divulgación y la fácil adquisición de un bosquejo de la historia colombiana los constituyen los fascículos publicados por casas periodísticas como El Tiempo, El Espectador, El Colombiano o El Mundo; o entidades como el Banco de la República con su Boletín Cultural y Bibliográfico y el Banco de Occidente con Credencial Historia,7 esta última publicada desde 1990 como complemento de la Revista Credencial para la divulgación de la historia, gozando de gran reconocimiento entre el público, gracias a la calidad de sus artículos, escritos por diversos especialistas, como esbozos que representan rasgos del pasado colombiano, abordados sin terminología académica y acompañados de imágenes de gran valor testimonial. El esfuerzo realizado por el Ministerio de Educación Nacional para la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia de Colombia presenta sus frutos en la colección Historia hoy. Aprendiendo con el Bicentenario de la Independencia, donde se incluyen doce tomos temáticos que reúnen extractos de fuentes de la época y estudios contemporáneos de historiadores sobre el arte, la política, los viajeros, la geografía, la producción literaria (poemas, fábulas e historias), el contexto histórico, la religiosidad, las fiestas, las ciencias, la economía, la sociedad y la educación durante el periodo de la Independencia. Más que publicar un libro, el interés primordial de la colección es impulsar la investigación histórica en las aulas escolares, al constituirse en fuentes documentales para explicar algunas de las preguntas más frecuentes de los estudiantes sobre esta materia. Llama especialmente la atención el texto Te cuento la Independencia, resultado del esfuerzo conjunto de académicos como Mauricio Nieto Olarte, Jorge Orlando Melo, María del Pilar López, Pablo Rodríguez, entre otros, quienes escribieron once relatos de personajes anónimos durante el periodo de la Independencia, proporcionándole frescura y dinamismo a la ya conocida historia impartida en los planteles educativos.8 [...]

Notas 1. Eduardo Domínguez Gómez, “El valor de las conmemoraciones hoy”, ponencia de ingreso como Miembro Correspondiente a la Academia Antioqueña de Historia, presentada el 2 de septiembre de 2008 en su sede. Algunos argumentos fueron expuestos en las palabras de apertura al simposio acerca de los doscientosaños de Aguadas, Caldas, pronunciadas el 31 de mayo de 2008, en la sede de la Institución Educativa Marino Gómez (antes Francisco Montoya). Véase: “El valor de las conmemoraciones históricas”, Repertorio Histórico de la Academia Antioqueña de Historia, Medellín, vol. 103, núm. 18, julio-diciembre, 2008, p. 6.; Eduardo Domínguez Gómez (comp.), Historia de las ideologías políticas, Medellín, EAFIT, 2008. 2. Artículo editado por Jenkins en su obra The Posmodern History Reader, Londres, Routledge, 1997, p. 392. 3. Entre los historiadores se incluye a José Manuel Restrepo, quien escribió Historia de la revolución en Colombia (1827 y 1858), y se destacó por narrar el proceso de independencia y de formación del Estado. Dentro de la historiografía posterior

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a la segunda mitad del siglo xix se encuentran dos tendencias. La liberal, que quiso romper radicalmente con la herencia del pasado colonial, en la que se destacaron Antonio Plaza y su libro Memorias para la historia de la Nueva Granada desde antes de su descubrimiento hasta el 20 de julio de 1810 (1850) y José María Samper con Ensayo sobre las revoluciones políticas (1861). La tendencia conservadora, por el contrario, consideró importante rescatar la herencia colonial, la tradición, la Iglesia. Los más importantes representantes fueron: Sergio Arboleda y La República en la América Española (1868-1869); José Manuel Groot y La historia eclesiástica y civil de la Nueva Granada (1869), y Juan Pablo Restrepo con La Iglesia y el Estado en Colombia (1885). A finales del siglo xix y principios del xx surgió una historiografía identificada con las academias de historia, que busca evocar el pasado y los valores de la nacionalidad. En esta concepción “romántico-patriótica” se encuentran Jesús María Henao y Gerardo Arrubla con su obra Historia de Colombia (1910). Véase: Bernardo Tovar Zambrano, “La historiografía colombiana”, en: Nueva Historia de Colombia, vol. 4, Bogotá, Planeta, 1989, pp. 199-204 4. Esta nueva tendencia historiográfica aparece como un intento por renovar los estudios históricos, pretendiendo implementar el rigor y la profundidad en el análisis histórico. Por esta razón, las investigaciones se centraron en analizar el proceso o el conjunto de relaciones en una larga y mediana duración, con el fin de establecer la dimensión significativa de un hecho coyuntural. Entre los autores de esta tendencia se destacan: Indalecio Liévano Aguirre, autor de Los conflictos sociales y económicos en nuestra historia (1964); Gerardo Molina y Las ideas liberales en Colombia (1970-1977); Jaime Jaramillo Uribe y sus obras El pensamiento colombiano en el siglo xix (1964) y Manual de Historia de Colombia (1978); Orlando Fals Borda y los libros Campesinos de los Andes (1955) y El hombre y la tierra en Boyacá (1957); Álvaro López Toro y Migración y cambio social en Antioquia durante el siglo xix (1968). Véase: Bernardo Tovar Zambrano, “La historiografía colombiana”, pp. 207-208. 5. Véase: Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano, Tomos I (El arte de hacer) y II (Habitar, cocinar), México, Universidad Iberoamericana, 1999; Robert Chartier, El mundo como representación: estudios sobre historia cultural, Barcelona, Gedisa, 1995; Norman Pounds, La vida cotidiana: Historia de la Cultura Material, Barcelona, Crítica, 1992; Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, Barcelona, Muchnik Editores, 1986; Michel Foucault, La arqueología del saber, 23ª ed., México, Siglo xxi , 2007 e Historia de la sexualidad, vol. 1 (La voluntad de saber), 13ª ed., México, Siglo xxi , 2001; Burke, Peter, Formas de hacer Historia Cultural, Madrid, Alianza, 2000. 6. En este grupo se incluyen los manuales escolares y libros de historia que circularon o aún circulan en las diferentes instituciones del país, donde se magnifica especialmente el periodo de la Independencia, dando continuidad a la vieja historia oficialista caracterizada por sus vacíos en la consulta de fuentes documentales y en sus reconstrucciones anecdóticas y cronológicas. 7. Estas dos publicaciones también se encuentran disponibles en línea: http://www.lablaa.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/boletin/boleti1/indice.htm y http://www.lablaa.org/blaavirtual/revistas/credencial/cred.htm. Acceso: 17 de febrero de 2010. 8. La colección también incluye la novela El alférez real y los recursos audiovisuales y multimedia “Súper O Histórico”, así como las series televisivas “Crónicas de una generación trágica” y “De amores y delitos”; además, las “Crónicas por Diana Uribe”, “Galería de imágenes” y un atlas histórico de Colombia en forma de folleto.

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EL ALMA EXTRAVIADA DE COLOMBIA ¿Bicentenario de qué? Por Fáber Cuervo Economista egresado Universidad de Antioquia

Si seguimos viendo a Colombia como un país injusto, corrupto, violento, pobre y controlado por una casta política bicentenaria, así seguirá siendo. Si empezamos a verlo –desde prácticas transformadoras– justo, ético, maduro para el conflicto, rico y democrático, creamos una realidad nueva y somos en presente el cambio que esperamos en un inexistente futuro.

El cuento “El pescador y su alma” del escritor Oscar Wilde es un apropiado referente para observar el comportamiento humano en Colombia, país donde una mayoría de la sociedad ha optado, en sus últimas decisiones electorales, por dejar en manos de una casta política –en tela de juicio– la conducción del Estado. Un pescador atrapa en la red a una hermosa sirena; cuando ésta canta, los atunes son atraídos por su bella voz, entonces la red se llena de peces y al pescador le va muy bien. El deslumbrado hombre acaba enamorándose de la sirena y le pide que sea su esposa; la sirena dice que no puede porque él “tiene alma humana (…), si te deshicieras de tu alma, entonces podría amarte ya”. El pescador acu-

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dió donde un sacerdote y le pidió que le ayudara a liberarse de su alma porque ya no la necesitaba. —Estás loco hombre (…) el alma es la porción más noble del hombre –le dijo el cura–. —Padre, atrapé en mis redes una sirena, hija de un rey (…). Por su cuerpo daría yo mi alma y por su amor renunciaría yo al cielo –le contestó el pescador–. —Tu sirena está perdida, y te perderás tú con ella –dijo el cura y lo echó de su casa–. El pescador buscó a una bruja, ésta le explicó que al cortar su sombra alrededor de los pies, quedaría libre su alma, pues la sombra es el cuerpo del alma. El hombre fue a la playa, se puso de espaldas a la luna y con un cuchillo cortó la sombra en la arena tal como le enseñó la bruja. Su alma, que dentro de él vivía, le habló: —No me dejes ahora de tu lado. ¿Qué mal te he hecho? Pero, el pescador no le hizo el menor caso. El alma le rogó que no la dejara ir sin corazón. —El mundo es cruel; dame tu corazón para que lo lleve conmigo –clamó su alma–. —¿Con qué amaré a mi sirena si te doy el corazón? –replicó el pescador–. —¿No tengo que amar yo también? –preguntó el alma–. La sombra se levantó del suelo y se irguió frente a él, le miró y era igual a él. Con terror, el pescador la echó; luego se hundió en el mar con su sirena. Había renunciado a su alma para conquistar un amor. Una vez libre, sin corazón ni razón que la dirigiera, el alma del pescador erró por el mundo. Vio el egoísmo y el odio en diferentes pueblos que visitó; se contagió de ellos, empezó a practicar la maldad y obtuvo todo lo que quiso: el espejo de la sabiduría, el anillo de la riqueza, la más hermosa bailarina. En un encuentro que tuvo en la playa con su amo, el pescador, logró llevarlo hasta donde la bailarina, y en el camino lo involucró en las más abyectas tropelías. El pescador increpó al alma: —Eres mala, me has hecho coger el camino del pecado (…) te arrojaré lejos de mí. —Cuando me abandonaste y me lanzaste al mundo no me diste corazón; así que aprendí a hacer todas esas cosas y me gustaron –contestó el alma–.

Mientras la “seguridad democrática” es ofrecida fundamentalmente como la defensa de los ciudadanos contra la acción de la guerrilla, las ciudades están sitiadas por cientos de peligrosas bandas organizadas, por “conciertos para delinquir” oficiales y no oficiales, por mafias financieras privadas, por mafias importadoras de insumos, por redes tratantes de personas, por tramitadores corruptos. El pescador quiso cortarse otra vez la sombra pero ésta le dijo: —Sólo una vez en su vida, el hombre puede separarse de su alma y el que la recibe de nuevo tiene que conservarla para siempre; ese es su castigo y su premio. El pescador quiso volver con su sirena pero ésta no salía. El alma pensó, “he tentado a mi dueño con el mal, y su amor es más fuerte que yo. Le tentaré ahora con el bien y quizá venga conmigo”. El pescador aceptó que su alma entrara a su corazón, pero “Ay –dijo el alma–, no hallo por dónde entrar: tan lleno está tu corazón de amor”. En esas, salió del mar el cuerpo muerto de la sirena. El pescador la besó y dijo: —Moriré contigo –su corazón se rompió y el alma pudo entrar en él. El mar cubrió al pescador con sus olas–. Como el pescador, la sociedad colombiana (en gran parte) ha renunciado a su alma para obtener un bien muy preciado, la seguridad. En el contexto del cuento “El pescador y su alma” ese bien equivale al amor de la sirena, pero para aquel caso es el amor a la “seguridad democrática”, un bien abstracto que, se presume, puede conducir a otros bienes como la prosperidad y la armonía. Esta joya anhelada, dicen poseerla quienes la han hecho su estandarte y objeto de promoción, le han puesto un precio en el mercado electoral, se

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ha convertido en el “huevo de huevos”, la mercancía invisible más rentable en la forma de hacer política en Colombia. Dicen: “nosotros tenemos la seguridad que ustedes necesitan, somos indispensables para ustedes pues los acechan los peligrosos enemigos ‘terroristas’ y sus auxiliadores vecinos (gobiernos bolivarianos)”. La seguridad ofrecida se parece a la sirena del cuento, promete ríos de leche y miel como los atunes que quedan en la red cuando aquella canta. La sirena acepta ser la esposa del pescador, pero a un alto precio; exige que su alma vague sin rienda alguna, transite sendas de ilegalidad, ilicitud y criminalidad, hasta hacer que el pescador cohoneste todo esto. Colombia vendió su alma –inocentemente como el pescador– por la seguridad, algo que sólo existe en los noticieros y en la retórica utilitarista de los políticos y sus áulicos. Lo único seguro que tenemos los seres humanos es la muerte; todo lo demás está girando permanentemente en el reino del azar, la incertidumbre y la inseguridad. La seguridad es otra ilusión vendida al electorado para mantener una frecuencia de pánico en la población, útil para aumentar el grado de manipulación; se utiliza el miedo para monopolizar el poder, se transa como una mercancía: “tú das el voto por mí, yo te daré seguridad”. Mientras la “seguridad democrática” es ofrecida fundamentalmente como la defensa de los ciudadanos contra la acción de la guerrilla, las ciudades están sitiadas por cientos de peligrosas bandas organizadas, por “conciertos para delinquir” oficiales y no oficiales, por mafias financieras privadas, por mafias importadoras de insumos, por redes tratantes de personas, por tramitadores corruptos. Y los campos, los valles, las sabanas, las cordilleras, las selvas y los páramos están invadidos por multinaciona-

Si las personas no tienen garantizadas las oportunidades para realizar sus capacidades y derechos socioeconómicos, ¿de cuál democracia estamos hablando? ¿Qué tipo de ciudadanía pueden ejercer? Un ciudadano chantajeado por el miedo no es un ciudadano libre para elegir, tampoco lo es un ciudadano agobiado por la pobreza.

les que obligaron a desplazar comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas, para ejecutar un saqueo organizado de los recursos naturales, con el beneplácito de ministerios públicos. La inocencia de la sociedad colombiana ha sido asaltada por las promesas de seguridad contra enemigos internos y externos. Pero, una parte de esa misma sociedad –no inocente– actúa conscientemente porque, en verdad, sí ha obtenido a cambio, ríos de leche y miel; son los jugadores que siempre ganan con los “tres huevos de oro”, la nueva fábula de la felicidad egoísta. Al contrario, la mayoría de quienes reeligen la casta política bicentenaria, son los eternos perdedores, una masa acrítica que, como decía Fiódor Dostoievski, teme perder las cadenas, o como escribiera en memorables versos, Friedrich Hölderlin: ¡Ah! La muchedumbre prefiere lo que se cotiza, Las almas serviles sólo respetan lo violento. Únicamente creen en lo divino Aquellos que también lo son Pero no se trata de desgarrarnos las vestiduras. Otra parte de la sociedad colombiana está cambiando imperceptiblemente nuestra historia; una masa crítica viene creciendo, se expresa en las urnas como voto de opinión libre, hastiada de las maquinarias clientelistas y parapolíticas. Participó en las elecciones presidenciales de 2006 con 2.613.000 votos para Carlos Gaviria Díaz, y en las del 2010 con 3.590.000 votos para Antanas Mockus y 1.331.000 para Gustavo Petro. También, se expresa en los movimientos sociales, en las movilizaciones de los obreros y sectores populares, en las mingas indígenas, en las luchas campesinas por retornar a sus terruños despojados, en los movimientos estudiantiles y profesorales, en las protestas democráticas de los empleados de la salud pública y en la rama judicial, en los movimientos afrodescendiente, artístico y cultural. Desde la elevación de la conciencia están creando una nueva realidad; esta masa crítica junto con los pragmáticos abstencionistas y votantes en blanco, están abriendo el camino para que opere un cambio cualitativo en el devenir colombiano. La sociedad acrítica no consulta a un buen sacerdote (su propia conciencia) para determinar si el trueque de su alma por la seguridad fue un buen negocio. No importan las consecuencias de esa transacción: la corrupción en la contratación pública, la inequidad inducida desde programas estatales que subsidian a los más prósperos, la patente de corso para atropellar al opositor, el exilio

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masivo de nacionales dentro y más allá de las fronteras. Es preferible seguir los consejos de una bruja (el egoísmo) en el afán de lograr la seguridad, erigida ésta como lo más amado por los colombianos; en aras de su obtención, la sociedad entrega lo más sagrado que posee –su alma– y olvida los demás bienes: el reconocimiento y empoderamiento de los ciudadanos, la buena atención en salud, la buena calidad de la educación, el derecho a una vivienda digna, el derecho a unos ingresos mínimos. En Colombia, se vota por miedo y, también, por hambre. Si las familias no tienen un mínimo de ingresos para sobrevivir, los días de elecciones se convierten en una oportunidad para ajustar su canasta de bienes. No van a votar libremente, van a tasar el valor de su “derecho al voto” en el mercado electoral, democracia, dicen algunos. Si las personas no tienen garantizadas las oportunidades para realizar sus capacidades y derechos socioeconómicos, ¿de cuál democracia estamos hablando? ¿Qué tipo de ciudadanía pueden ejercer? Un ciudadano chantajeado por el miedo no es un ciudadano libre para elegir, tampoco lo es un ciudadano agobiado por la pobreza. El alma nos reclama como hizo la del pescador: —¿Qué mal te he hecho? ¡No me dejes ir sin corazón! Un alma extraviada, sin corazón, fácilmente se corrompe y cae en la perversidad. Un corazón sin alma, por mucho amor que lo inunde, termina salpicándose de la abyección de la ausente y descarriada. El alma sin corazón y sin cabeza no puede amar, tampoco puede hacer el bien; sus decisiones se ven oscurecidas por la huída de la sensibilidad inteligente. Un corazón sin alma termina matando lo que más ama y arrastra su propia destrucción como le ocurrió al pescador. El megalómano que sólo tuvo una idea –la seguridad– logró adueñarse del alma de una masa importante de la sociedad; ésta, deslumbrada como el pescador por la belleza y los atunes que atraía la sirena, permitió que su alma se contaminara lentamente, así como un continuo derrame de petróleo va intoxicando un mar entero. Para conquistar un fin se aceptaron todos los medios; al principio, el alma sin corazón y sin cabeza, fue complaciente con las mentiras, la truculencia, las calumnias (al alma que no se entregó); luego fue cómplice de persecuciones, detenciones injustas, espionajes ilegales, ejecuciones extrajudiciales, pago de favores políticos con recursos públicos. Inoculó en el imaginario colectivo una ecuación trinitaria, la fábula del rico epulón, “la gallina de los

La sociedad colombiana debería replantearse qué clase de democracia desea, cuales otros mecanismos –por fuera de las elecciones– puede crear para acelerar los procesos del cambio de paradigma cultural, económico y social; porque el cambio avanza muy lentamente, a pesar de que tenemos todos los recursos naturales y humanos para vivir en inclusión y respeto mutuo.

tres huevos de oro”: seguridad democrática, confianza inversionista, cohesión social. ¡Un cuento de hadas para un alma inocente! La bendita fórmula es apenas una enunciación de tres medios (que los representa a todos) para justificar un sólo fin o propósito: el saqueo organizado. Este saqueo es la explotación a favor de intereses privados minoritarios, de los recursos mineros, energéticos, acuáticos, de hidrocarburos, de monocultivos (necrocombustibles), del ahorro público, de las pensiones, de las telecomunicaciones, de la fuerza de trabajo, de las cotizaciones en salud, de las necesidades de millones de marginados. Es un saqueo que no beneficia ni a la población excluida ni a la trabajadora, contamina el ambiente, genera daño social, prostitución, nuevos focos de violencia, perpetúa la guerra. 1. La seguridad democrática consiste principalmente en el uso de la coerción y la fuerza del Estado para garantizar la ejecución de los tratados de libre comercio; los convenios de explotación del subsuelo con las multinacionales; las grandes concesiones en la administración de parques Naturales, construcción de vías y zonas francas; los derechos de propiedad que exigen los grandes negociados. Si se “limpia” el entorno económico de opositores y argumentos racionales contrarios al saqueo organizado, las multinacionales, las corporaciones, los contratistas y los especuladores financieros, se van a sentir muy estimulados para invertir. 2. La confianza inversionista es un conjunto de medidas neocoloniales que estimulan la llegada de inversionistas al país. La primera de ellas es la “seguridad democrática” (las armas del Estado al servicio de las

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multinacionales); luego siguen una serie de códigos, leyes, tipos de contrataciones, privilegios, garantías de indemnización, aseguramiento de una buena tasa de retorno –vía estabilidad macroeconómica–. La mayoría de estas medidas se tramitan en el Congreso de la República y en los ministerios, verbigracia, el Código Laboral (que privilegia al capital sobre el trabajo); la Ley de Seguridad Social; el nuevo Código Minero (que va a sacar a los pequeños mineros de la explotación de minas); la legislación ambiental (que es letra muerta ante los sobornos de los inversionistas); las exenciones tributarias y subsidios a los potentados agrícolas (Carimagua, Agroingresoseguro); un reforzamiento a la precarización del trabajo a través de la flexibilización laboral, recorte de horas nocturnas, salarios por decreto, contratación a través de cooperativas; leyes que “blindan” (dan inmunidad) a las compañías inversionistas en caso de violaciones a los derechos humanos, daño social, contaminación, corrupción. 3. La cohesión social consiste en cautivar a la población más vulnerable alrededor de las migajas que caen de la mesa del epulón; son los beneficiarios de “Familias en Acción”, “Guardabosques”, “Madres Comunitarias”, “Red de Informantes” y los programas de Acción Social. La “cohesión social” es una parodia del tejido social, pues éste se caracteriza por su autonomía, independencia y autogestión, verdaderos ejes cohesionadores, no las dádivas estatales. Precisamente, el tejido social ha sido saboteado y parcialmente destruido por acción directa de la seguridad democrática para ser sustituido por la cohesión social oficialista. Una sociedad que acepta ser escudera de semejantes “huevitos”, dándole así la espalda a la seguridad social, a la seguridad laboral, a la seguridad ambiental, a la seguridad alimentaria, a la segura salud, es una sociedad que ha perdido el alma. Una comunidad que aplaude la continuación de la guerra y el desplazamiento forzado; también, el aumento de la pobreza, del desempleo y de la informalidad (empleo disfrazado) como principal opción de sobrevivencia, es una comunidad que ha olvidado uno de los principales consejos de nuestros abuelos: “no creer en gallinas que ponen huevos de oro”. Cuando la sombra se irguió, el pescador vio que su alma era él mismo. No nos podemos separar, somos a un mismo tiempo alma, corazón y mente; pero, el pescador creyó que le bastaba el corazón para hundirse “feliz” en el mar con su sirena. Cercenó su alma, inocente de la oscuridad en la cual quedaba; análogamente, una sociedad que entrega su alma, queda sin ojos para poder ver lo evidente, “quien está en el sol

Cobran especial contenido en el contexto colombiano: la libertad para no ser esclavo de los miedos (inducidos por el terrorismo mediático); la igualdad como aumento de las oportunidades para todos, para ejercer objetivamente la ciudadanía con todos sus derechos y deberes; la fraternidad como el reconocimiento y respeto a la vida y proyectos valiosos del otro que es nuestro espejo.

y cierra los ojos, comienza a no saber lo que es el sol (…) qué difícil ser uno mismo y no ver si no lo visible”, diría el poeta Fernando Pessoa. Sin embargo, la masa crítica acudió a las urnas para dejar constancia de que no quiere ver más lo que ha venido viendo, que no acepta más la maquiavélica receta “el fin justifica los medios”. Manifestó que quiere vivir en una comunidad del decoro, de la tolerancia, de la cordialidad, de la elegancia, de la justicia, de la legalidad, del respeto a la vida, de la armonía con la naturaleza, de la paz, del buen uso de los recursos públicos. Pero, ocurre que la vía electoral es un espejismo, un mecanismo de desgaste para intentar cambios estructurales; y es Colombia, tierra donde se hace más evidente aquello que dijera el antipoeta Vicente Huidobro: “la política es el arte de engañar a los pueblos”. La “democracia” es el régimen político de la sociedad capitalista; esta democracia no es democrática, hace creer que los logros económicos y políticos se chorrean como maná del cielo para todos los ciudadanos, y que las decisiones que crearon el modelo económico dominante fueron unánimes. Las elecciones, en Colombia, son un mecanismo para legitimar un orden de inequidad, tiranía, impunidad y corrupción; no para ofrecer opciones a que fuerzas democráticas lleguen a cambiar ese desorden. La sociedad colombiana debería replantearse qué clase de democracia desea, cuáles otros mecanismos –por fuera de las elecciones– puede crear para acelerar los procesos del cambio de paradigma cultural, económico y social; porque el cambio avanza muy

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lentamente, a pesar de que tenemos todos los recursos naturales y humanos para vivir en inclusión y respeto mutuo. El reto consiste en ser nosotros mismos el cambio que queremos ver en el país; convertirnos en esos nuevos hombres y mujeres de otro paradigma civilizatorio; irradiar desde nuestros actos otras posibilidades de relación, amistad y tejido social; construir el cambio desde la renovación de nuestros hábitos y las formas de hacer política; hacer que la coherencia sea un estilo de vida, no delegar nuestro destino, no entregarle nuestro poder a mecanismos de control social; empoderarnos; actuar; encarnar el nuevo país; cambiar la mirada para que cambie el mundo objetivo exterior; creer en el triunfo de la verdad porque las ideas del corazón con alma terminan imponiendo su poderosa frecuencia. Nos vendría bien apagar un poco la razón y permitir que la brújula sea el corazón. Si seguimos viendo a Colombia como un país injusto, corrupto, violento, pobre y controlado por una casta política bicentenaria, así seguirá siendo. Si empezamos a verlo –desde prácticas transformadoras– justo, ético, maduro para el conflicto, rico y democrático, creamos una realidad nueva y somos en presente el cambio que esperamos en un inexistente futuro. La sociedad colombiana puede ejercer poder sin estar en el poder; puede inventar formas alternativas de salud y educación; promover una moneda social propia de las comunidades, para aminorar la opresión de la moneda oficial; practicar el intercambio de saberes y el trueque como variantes de economía solidaria. Los movimientos sociales, los partidos políticos democráticos, los sindicatos, los indígenas, las negritudes, los intelectuales, artistas y escritores pluralistas, los pequeños, medianos empresarios y sectores agropecuarios (golpeados por los TLC y malas relaciones con los países vecinos), las cooperativas, las corporaciones culturales, las organizaciones populares, podrían conformar una coalición contra el modelo de saqueo organizado, con el fin de deliberar y definir unos puntos fundamentales de un programa para desarrollarlos y hacer así contrapeso al proyecto positivista de los ricos epulones. El alma del pescador erró por el mundo; fundamentada en el delito logró el anillo de la riqueza y regresó orgullosa a ofrecerlo a su amo. Este lo rechazó, su corazón estaba ocupado con el amor a la sirena, pero esto no lo eximía de una culpa: ser el causante del extravío de su alma. De modo similar, la sociedad colombiana, como el pescador, ha dejado que su alma –sin corazón ni discernimiento– ande en malos pasos: ha aprobado complaciente la acción ilegal de grupos

de autodefensa y vigilancia gansteril, ha perdido el corazón para sensibilizarse con el dolor ajeno, se ha rendido a la felicidad egoísta del epulón. El cambio de paradigma se acelerará cuando una masa crítica más activa descrea totalmente del proyecto manipulador de la casta política y sus amos opulentos, cuando desde los actos y la elevación de la conciencia, rompamos los cacareados “huevos de oro” para demostrar que sólo son cáscaras vacías, sin yema, ni clara, cuyo único contenido es un ojo de vidrio que perteneció a un famoso pirata del Atlántico. Nos hace falta sacar la política de las urnas para extenderla hacia las calles, hacia el ágora, a nuevos espacios de debate, apelando a las mejores racionalizaciones, intuiciones, sensibilidad y creatividad. Pregonar una política verde para Colombia que contemple devolver los campesinos desterrados a sus tierras, ofrecerles toda la protección, incentivar la agricultura orgánica, regular las extracciones mineras, desincentivar los monocultivos (palma africana, caña); ahorrar energía apelando a fuentes limpias y económicas (bombillas blancas); reciclar concienzudamente; comprar en las tiendas de barrio; apoyar las cooperativas financieras; evitar la banca privada; no comprar botellas de agua, envasar directamente de las canillas; no consumir alimentos transgénicos, ni productos antiecológicos; disminuir el uso de celulares contaminantes; apagar la mayor cantidad de motores. El alma se recuperará, no para matar nuestro corazón, como le ocurrió al pescador, quien nada pudo hacer ante el hechizo del bello canto de la sirena. Se hará para darle vida y discernimiento a la sociedad; para que pueda escoger lo que es sano e indispensable: la libertad, la igualdad y la fraternidad. Estos son los auténticos huevos de oro en los tejidos de otra estirpe de hombres, en el mármol de otro paradigma; los tres huevos que proclamó la revolución francesa, pero que se quedaron a mitad de camino; la tiranía y la codicia los vilipendiaron, el saqueo organizado los lanzó por la borda de un galeón. Cobran especial contenido en el contexto colombiano: la libertad para no ser esclavo de los miedos (inducidos por el terrorismo mediático); la igualdad como aumento de las oportunidades para todos, para ejercer objetivamente la ciudadanía con todos sus derechos y deberes; la fraternidad como el reconocimiento y respeto a la vida y proyectos valiosos del otro que es nuestro espejo. Junio de 2010

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El guerrero y el Libertador Por Leticia Bernal Villegas*

El 30 de mayo de 1828, y mientras en Bucaramanga esperaba el resultado de la convención de Ocaña, Simón Bolívar lo dedicó a la lectura del libro de José Manuel Restrepo, Historia de la revolución de la República de Colombia, que unos días antes le había enviado su autor y que había llegado esa misma mañana en el correo de Santafé. Enfrascado en la lectura, en vano esperaron sus amigos al entonces presidente de Colombia para el paseo habitual de la media tarde; tampoco jugó con ellos al tresillo ni los acompañó en la animada conversación que siguió a la comida. Al día siguiente, cuando en la mañana Perou de Lacroix –biógrafo y testigo del modo como el Libertador vivió aquellas horas lentas que parecían definir el futuro de la república naciente– entró al cuarto, Bolívar continuaba la lectura de la obra que le estaba dedicada. Había avanzado hasta el año de 1813 y su visitante

* Texto introductorio al libro Historia de la revolución de la República de Colombia en la América Meridional de José Manuel Restrepo, publicado por Editorial Universidad de Antioquia en 2009, con edición académica de Leticia Bernal Villegas.

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interrumpió la reflexión suscitada por los avatares de las asambleas legislativas de Tunja e Ibagué, narradas por el historiador en el tomo cuarto de su obra1. Durante los días que siguieron, y entrelazadas con las noticias inquietantes que llegaban de Ocaña, los recuerdos de los combates librados contra los españoles en Nueva Granada y Venezuela, y su percepción de los caracteres de quienes le habían acompañado durante los últimos diez y ocho años de triunfos y derrotas, Bolívar no se privó de expresar abiertamente sus opiniones sobre la obra de Restrepo, quien para entonces fungía como su secretario del interior. Y esas opiniones no eran favorables ni a la obra ni al autor. Con respecto a la primera, valoraba la exactitud cronológica, la rigurosidad en la narración de algunos acontecimientos (en el caso, por ejemplo, del sitio de Cartagena por Bolívar durante la campaña del Magdalena en 18152) y la riqueza de los pormenores históricos; juzgaba sin embargo que era inexacta, trunca y aun equivocada la descripción de los hechos militares; error al parecer insubsanable pues, agregaba el Libertador, «el que no es militar, un doctor, no sabe ni puede describir sucesos de armas»3. Le pareció también irregular en el estilo: falta del tono apropiado a la narración histórica, aquél era en algunos pasajes vivaz y lograba sostener la atención del lector, pero unas páginas más adelante se hacía confuso y suscitaba el fastidio. Si graves eran estas acusaciones, más grave era la crítica que hacía del autor. Era doble: errores de concepto y parcialidad. Los primeros suscitados por lo que Bolívar consideraba el espíritu provinciano y parroquial de su ministro del interior: «La conversación continuó sobre la Historia de Colombia, y S.E. observó que […] no estaba el señor Restrepo bastante libre de todo espíritu de provincialismo y de parroquia. ‘Tales producciones, dijo S.E., no se admiten en la balanza en que se pesan las verdades históricas’»4. Es decir, y si se nos permite glosar sobre una conversación que se detiene en este punto, falto de la necesaria cultura histórica, Restrepo habría escrito su obra sin los conceptos capaces de explicar y arraigar el acontecer humano y, de este modo, trascender el hecho empírico. Una batalla (por importante que ella sea), la instalación del congreso o el establecimiento de una legislación, las pasiones de un hombre, no son más que eso –una batalla, un congreso y una legislación, un hombre y su carácter– si la narración no hace surgir uno o múltiples sentidos capaces de renovar, enriquecer e, incluso, poner en duda los sentidos que hechos similares tienen en el corpus de la historia universal. Tarea por lo

Dos conceptos esenciales al quehacer de la historia, e íntimamente entrelazados, están en juego: la aprehensión de la verdad cuando ésta se refiere al tiempo presente, y la imparcialidad del historiador cuando éste es testigo y partícipe de los acontecimientos historiados.

demás ineludible, pues sólo como parte de la historia del mundo un país alcanza la idea que habrá de representarlo, y los hechos de sus individuos el valor que los acredite. Sin verdad (concepto) no hay historia, y sin ésta el pasado es mudo y el futuro anárquico. Pero todavía hay más: según Bolívar, Restrepo carece de la imparcialidad que debe guiar, inexorablemente, a todo historiador: «S.E. observó que el que se impone el deber de instruir a la posteridad debe situarse primeramente fuera de toda influencia, debe desprenderse de toda prevención […]; que el señor Restrepo nada de todo esto ha hecho, pues el lector ilustrado reconoce que el autor ha escrito bajo dos poderosas influencias: la del poder, de quien espera y teme, y la de sus recuerdos apasionados»5. Lo que para el autor, al dedicar su obra a Bolívar, era una muestra de «justicia, gratitud y admiración»6, se transformó para éste en adulación: Respecto a mí, se ve a las claras la intención de complacerme y el temor que abriga de criticar francamente algunos de mis actos. Se ha dedicado a adularme, y esto porque estoy vivo, porque estoy en el poder, porque me necesita y no quiere indisponerme. Convengo en que puede escribirse la historia aún en vida de sus actores, pero confieso también que no puede escribirla con imparcialidad quien, como el señor Restrepo, se encuentra, con respecto a mí, en una situación política subalterna7. Pruebas a la mano, el entonces presidente de Colombia encuentra vanos, ridículos y del todo fra-

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UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA El guerrero y el Libertador

casados los esfuerzos del historiador por justificar, incluso en contra de su verdadera opinión, algunos de los hechos de aquél en los primeros años de la guerra de independencia8.

Una batalla (por importante que ella sea), la instalación del congreso o el establecimiento de una legislación, las pasiones de un hombre, no son más que eso –una batalla, un congreso y una legislación, un hombre y su carácter– si la narración no hace surgir uno o múltiples sentidos capaces de renovar, enriquecer e, incluso, poner en duda los sentidos que hechos similares tienen en el corpus de la historia universal. Tarea por lo demás ineludible, pues sólo como parte de la historia del mundo un país alcanza la idea que habrá de representarlo, y los hechos de sus individuos el valor que los acredite. Sin verdad (concepto) no hay historia, y sin ésta el pasado es mudo y el futuro anárquico.

Llevados hasta este punto, el camino del lector de la Historia de Colombia se hace espinoso: ¿era sincero Restrepo cuando expresaba su gratitud y admiración hacia Bolívar?, ¿o era sólo, como lo cree éste, un farsante que quería seguir medrando a la sombra del Estado? La respuesta que se dé a estas preguntas, como es obvio, deberá esclarecer un aspecto de los caracteres del guerrero y del historiador (o seudohistoriador) y, como también es obvio, condicionar el juicio (pre-juicio) con el que el lector se disponga a entrar en las páginas de esta historia. El 2 de junio llegó a manos del Libertador, por el correo de Ocaña, un impreso hecho en Cartagena. En él, con palabras duras que pretendían herir mejor que disentir, se atacaba la Historia de Colombia como «mentirosa»9. Al día siguiente, Bolívar escribía a Restrepo: Han crecido mi respeto y estimación para usted con la lectura de la Historia de Colombia. Ésta es una de aquellas obras que producen efecto y que causan rivalidades, pero que refiriéndolas a la posteridad ésta se encarga de lavar las manchas de la calumnia. Yo me coloco allá, y animado del sentimiento de la justicia de que me siento arrebatado, pronuncio: El autor ha procurado acercarse a la verdad y la ha publicado con intrepidez. Si ha sido indulgente alguna vez con sus amigos, no por esto ha sido parcial con sus contrarios; y si se ha engañado, esto es del hombre. Discúlpanle los errores involuntarios en que ha caído, la buena fe con que ha solicitado los hechos y la sagacidad con que los ha juzgado. […] Yo daría este voto con la imparcialidad de amigo reconocido, pues que usted me ha tratado con esta misma imparcialidad benévola. Ambos tenemos hasta cierto grado infinita razón, pues que no nos apartamos la menor parte de los hechos, y si los otros los miran de otro modo no es culpa nuestra10. Bien puede tomarse la carta de Bolívar como un simple gesto de cortesía. Y algo de ésta habrá. ¿Imparcial Restrepo? Ya se ha visto que, según Lacroix, el Libertador asegura todo lo contrario en sus conversaciones y ante numerosos testigos. ¿A quién creerle

entonces? ¿A Lacroix o a Bolívar? Sin duda alguna ambos textos, El Diario de Bucaramanga y la carta de Bolívar, pertenecen a la historia; y ambos comparten su carácter textual (y, en este sentido, obran como documentos) y su carácter subjetivo: a Lacroix se le ha dado como encargo la escritura de todo lo que haga y diga el Libertador durante los días en que éste espera el resultado de la convención de Ocaña; misión que cumple con fidelidad: cada noche en el silencio de su cuarto, posiblemente ayudado con notas que ha tomado apresuradamente durante el día, reproduce con la mayor exactitud posible las palabras de Bolívar. «Con la mayor exactitud posible», pues el sentido de quien habla no se transmite unívocamente a quien escucha. Algo de sí mismo ha de poner éste para que la conversación tenga lugar. Lacroix participa pues de los asuntos que narra en su Diario y, así, es a la vez testigo y partícipe. En calidad de tal, ofrece a la posteridad su testimonio (volveremos sobre el valor que pueda tener una historia testimonial un poco

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más adelante). Por su parte, la carta de Bolívar tiene un antecedente: Restrepo le ha pedido autorización para dedicarle la obra, y Bolívar la ha concedido en nombre de la amistad11. Lo menos que puede hacer, una vez publicado el texto, es agradecerle. Pero dada la contradicción entre lo que, según Lacroix, dice durante la lectura de la obra de Restrepo y lo que expresa en su carta, ¿pueden ser juzgadas sinceras las palabras con las que el Libertador expresa su gratitud al autor de la Historia? Lo que está en juego en esta pregunta es doble. Por un lado –ya lo habíamos anotado antes–, el carácter del hombre que fue Simón Bolívar: ¿era sincero cuando expresaba sus afectos?, ¿era sólo político y cortés?; por el otro, la misma pregunta recurrente pero que esta vez desvía su curso del historiador y lo dirige hacia el guerrero: ¿puede Bolívar ser imparcial en tanto lector de una obra que le está dedicada y en tanto protagonista de muchos de los acontecimientos allí narrados? Días antes de que el libro de Restrepo llegara a sus manos, el Libertador había iniciado la lectura de la Historia secreta de la corte y gabinete de Saint-Cloud, distribuida en cartas escritas en París en el año de 1805 a un lord de Inglaterra, escrita por Louis Goldsmith. Hecho de anécdotas, el libro expresa la opinión profundamente hostil de su autor hacia Napoleón Bonaparte. Poco avanzó Bolívar en la lectura, pues las afirmaciones del autor le indignaron, y ante el asombro de Lacroix, a quien le había leído algunos pasajes, expresó no sólo su admiración hacia el emperador francés, sino también, y sobre todo, las razones que lo llevaban a ocultar sus sentimientos: Usted habrá notado, no hay duda, que en mis conversaciones con los de mi casa, y otras personas, nunca hago el elogio de Napoleón; que, al contrario cuando llego a hablar de él o de sus hechos es más bien para criticarlos que para aprobarlos, y que más de una vez me ha sucedido llamarlo tirano, déspota, como también el haber censurado varias de sus grandes medidas políticas, y algunas de sus operaciones militares. Todo esto ha sido y es aún necesario para mí, aunque mi opinión sea diferente; pero tengo que ocultarla y disfrazarla para evitar que se establezca la opinión de que mi política es imitada de la de Napoleón, que mis miras y proyectos son iguales a los suyos, que como él quiero hacerme emperador o rey, dominar la América del Sur como ha dominado él la Europa;

todo esto lo habrían dicho si hubiera hecho conocer mi admiración y mi entusiasmo por aquel grande hombre12. Es cierto: sólo el silencio resguarda los afectos del hombre que en la justa por el poder ha llegado a ocupar un lugar en el imaginario colectivo. Una vez expresados aquéllos, se hacen ideas encarnadas en actos e intenciones que, en el ejercicio público del poder, cuentan para su bien y para su mal. Bolívar sabe que ocupa un lugar en el imaginario de la nación, sabe que por este hecho es un hombre que pertenece a la historia, y esta conciencia bien puede explicar, al menos en parte, su pudor para expresar abiertamente y ante quienes le escuchaban la opinión que le suscita la lectura de una obra que le está dedicada. Lo anterior no significa sin embargo que Bolívar sea, para sí mismo y de manera secreta, un lector incondicional de la obra de Restrepo. Todo lo contrario: su carta es, en su misma brevedad, una muy sugerente reseña crítica sobre la Historia de Colombia13. Como tal, trasciende el mero valor de la cortesía y pone sobre el tapete la complejidad inherente a toda escritura que pretenda aprehender la verdad de los hechos de los que la misma escritura es contemporánea. Dos conceptos esenciales al quehacer de la historia, e íntimamente entrelazados, están en juego: la aprehensión de la verdad cuando ésta se refiere al tiempo presente, y la imparcialidad del historiador cuando éste es testigo y partícipe de los acontecimientos historiados. Bolívar enuncia el problema de la verdad así: «El autor ha procurado acercarse a la verdad […] y si se ha engañado, esto es del hombre». Unas líneas más adelante define el engaño como un «punto de vista» y propone el modo de luchar contra aquél: escuchar a «la opinión pública y las alegaciones de los resentidos», incluso publicando, si se hace necesario, avisos en los que Restrepo prometa «no responder a nadie, sino con las pruebas de su imparcialidad»14. Ausente de la narración histórica el pasado –forma del tiempo transcurrido en la que lo sucedido muestra a plenitud su aparecer, y convida a hurgar en sus entrañas como fundación y como promesa–, el historiador habrá de usar toda su capacidad de escucha como herramienta de depuración, análisis y crítica. El oído es pues el órgano por excelencia cuando de aprehender el presente histórico se trata. Esta disposición a la escucha exige, sin embargo, una rara habilidad: aquélla capaz de transformar las palabras, propias y ajenas, en documentos, es decir en textos en los que la subjetividad del hablante sea supri-

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mida u objetivada, y esto porque testigo entre testigos, partícipe entre partícipes, el historiador y sus hablantes son todos hechos históricos. Y Restrepo lo sabe. En la Biografía de José Manuel Restrepo escrita por él mismo,15 el autor usa invariablemente el pronombre de tercera persona: «Nació en la parroquia de Envigado […] el 30 de diciembre de 1871. […] Mientras que era niño, José Manuel se crió en la casa de su abuelo […] Restrepo determinó practicar la abogacía por algún tiempo […]. Restrepo emigraba hacia Popayán en los primeros días de abril», y así a lo largo de las 61 páginas por las que discurre esta biografía. Utiliza también este pronombre cuando de juzgarse a sí mismo o de trascribir el juicio que sobre él se hacen sus contemporáneos se trata: «Los servicios que […] prestó Restrepo a la causa de la independencia fueron grandes y oportunos, como se manifiesta a todo hombre imparcial. […] Restrepo presentó al congreso […] su memoria o exposición sobre los negocios de su departamento [el ministerio del interior]. Este documento importante tuvo mucha aceptación […]. Igual favor que en el congreso, hallaron los trabajos de Restrepo […] en el pueblo colombiano». Y no pierde el tono, cuando de su constitución física, su carácter o sus estados emocionales se trata: «concediole la naturaleza un cuerpo alto y siempre delgado, un color blanco entre pálido y rosado; cabellos rubios en la juventud, castaños en la edad media y blancos en la vejez; rostro aguileño, nariz larga y recta, boca regular y barba poblada… un buen estómago y excelente digestión»; «metódico, ordenado; regular en sus actividades»; «En mayo de 1813 sufrió el dolor de perder a su primer hijo […]. Sería harto difícil pintar todas las penas, temores y humillaciones que sufriera Restrepo [durante la reconquista española en 1816], […]. La buena opinión [de sus conciudadanos] le era siempre muy satisfactoria». En algunas ocasiones, sin embargo, se desliza un nosotros casi orgulloso («los patriotas creíamos», «nuestras tropas», «nuestra República»), y en una ocasión asoma su terrible cabeza el yo al evocar la muerte de Úrsula, «nuestra querida hija»; sólo la asoma, porque una línea después se recobra el tono: «Su padre». Inmerso en los acontecimientos de su tiempo, Restrepo hace en su Biografía una representación histórica de sí mismo y, por lo tanto, se hace objeto de esta ciencia. Pero las intromisiones anotadas son significativas: ellas son el reflejo de la lucha que ha de librar el testigo cuando, además, funge de historiador.

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Notas 1. Véase Perou de Lacroix, Jean Louis. Diario de Bucaramanga. Editorial América, Madrid, 1924, días 30 y 31 de mayo. Sobre la edición que entonces leía el Libertador, la de 1827, se hablará más adelante en esta presentación. 2. Véase en esta edición el capítulo VIII de la «Historia de la revolución de la Nueva Granada». 3. Lacroix. Op. cit., día 7 de junio. 4. Ibíd., día 4 de junio. 5. Ibíd., día 4 de junio. 6. Véase la dedicatoria al inicio de la Historia. 7. Lacroix. Op. cit., día 31 de mayo. 8. Ibíd., día 4 de junio. 9. Ibíd., día 2 de junio. 10. Carta trascrita en Zapata, Ramón. Libros que leyó el Libertador Simón Bolívar. Instituto Caro y Cuervo, Santafé de Bogotá, 1997, p. 160. 11. Véase la dedicatoria al inicio de la Historia. 12. Lacroix. Op. cit., día 26 de mayo. 13. Hasta hoy, 182 años después de la aparición de la primera edición, no cuenta el país con un estudio sistemático de la obra de Restrepo. Ésta sólo ha inspirado a los historiadores breves artículos aparecidos en revistas o en reseñas bibliográficas, que por lo general detienen sus miradas más en el autor que en la obra, y su utilización como «fuente primaria» para reescrituras de la historia nacional. Quizá la obra reciente de Sergio Mejía, La revolución en letras: la Historia de la Revolución de Colombia de José Manuel Restrepo (1781-1863), (Uniandes – Eafit, Bogotá, 2007), pueda constituirse en el primer paso en aquella dirección. 14. Zapata. Op. cit., pp. 160-161. 15. Escrita entre 1855 y 1862, permaneció inédita hasta 1957, año en que conoció dos impresiones: la primera en la inolvidable revista Hojas de Cultura Popular Colombiana (Bogotá, N.os 77-79, mayo-julio), y la segunda en la colección Biblioteca de la Presidencia de Colombia, con el título en carátula de Autobiografía. En lo sucesivo se citará por esta última edición.


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Reflexiones sobre el Bicentenario: el continente de la guayaba Por Julián Reyes Vélez M.V, Msc Docente Escuela de Medicina Veterinaria Facultad de Ciencias Agrarias Universidad de Antioquia

El año doscientos de nuestra independencia de la corona española nos sorprende con discusiones y guerritas intestinas, como un eco de las discusiones de Guayaquil, las intrigas de Pasto y los proyectos de federalismo y separación que emergieron una vez cayó el ultimo español al baño, que así le llamaba José María Córdoba, a la decapitación y posterior arrojo del cuerpo al Magdalena en la pacificación de aquella región. El hielo del sueño gran colombiano se resquebrajó bajo los pies del Libertador; este deshielo poco a poco acorraló a cada uno de los leones que se atrevió a soñar la unión de una nación de libertos. Finalmente en su pequeño trozo de agua congelada, que finalmente zozobró, sucumbió Bolívar en Santa Marta, Sucre en Berruecos y sin mencionar a Córdoba desangrándose en una acera de un pueblito del oriente antioqueño. Los ires y venires de la guerra de independencia, puso a los enemigos a muerte en la misma mesa, algunas veces para conferenciar fraternalmente y otras veces para desatar la más temible hipocresía. Años después del decreto de guerra a muerte dictado por Bolívar, se firmaba con Morillo el armisticio entre dos naciones, una naciente y otra en retirada, en procura de la regularización de la guerra y en un llamado a la filantropía: hasta Morillo y Bolívar cenaron juntos.

Hoy ni con el vecino nos hablamos y hasta se nos pasa por la cabeza en reaccionar con violencia a la menor provocación en la fila del banco. Ginés de Pasamonte y los galeotes despojaron de su armadura al Quijote, al otro lado del mundo, los colombianos despojaron de la unión a sus herederos y nos sumieron en países cada vez más pequeños, que tomaron las proporciones de una manzana, o una cuadra de un barrio, o de una oficina de un profesor universitario; fronteras trazadas por el desprecio del prójimo y el enaltecimiento de la pequeñez. Hoy por hoy, nosotros los enanos nos hemos caído de los hombros de los gigantes, las nuevas generaciones ya no honran a sus héroes, simplemente han olvidado donde queda el río Teatinos o quién era Inocencio Chincá, o lo peor, no lo escucharon mencionar ni a sus maestros de escuela, cada vez más acosados por el tedio de la promoción automática o la producción en serie de autómatas. Alguna vez cundió la indignación en una Facultad de Ciencias, por que a uno de los empleados se le ocurrió compararla con una guayaba madura, donde retozaban en pequeña guerra miles de gusanos blancos, guayaba amenazada por problemas más graves. Así, sorprendió Canterac a los peruanos peleando por una presidencia sin soberanía, así sorprendió el siglo veinte a Colombia en el día mil de la guerra, la pérdida de Panamá, así sorprendió el siglo veintiuno a las universidades peleando por más transferencias cuando hace mucho tiempo se había dejado de trabajar. América ha sido una guayaba madura, y esta metáfora aplica para todas y cada una de las federaciones que han eternizado la guerra civil entre hermanos, en un movimiento convulso y disociado marchamos hacia la fortaleza de Giovanni Drogo, a la espera del enemigo con bayoneta calada, pero sin combatirnos a nosotros mismos.

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…a propósito del Bicentenario Al Maestro Alberto Echeverri e Isabel Cristina Vallejo Merino

Por Ivannsan Zambrano Gutiérrez wisdomivannsan@hotmail.com Estudiante Licenciatura en Pedagogía Infantil Universidad de Antioquia

En la contemporaneidad saber de nuestra historia es una necesidad a causa de que ésta nos explica y ayuda a comprender los procesos por los que hemos llagado a ser Colombia con todas y cada una de sus caras, por eso dejo en estas letras la invitación a prepararse, cultivarse y conocerse en la historia; trata de una exclamación que hace poco mas de 200 años se escribió. El grito de la independencia cercenó 300 años llenos de dominación española, fue una exclamación de júbilo para un continente que se asombraba a sí mismo de haberlo podido dar, fue un canto de alegría a la libertad que por las calles latinoamericanas elevaba una sola patria continental, pues “en el año de

…amar las letras que nos labran en la historia, es reconocer que en ellas hemos sido, somos y seremos América…

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1810 empezaron los funerales del imperio español en nuestra América”1 por esos días se escuchaba: Unida por lazos Que el cielo formó, La América toda Existe en nación2. Dicha gritería vino, entre otros por cuenta de un “alfarero de repúblicas” que se llevaría el honor de ser “el libertador”, un hombre a quien la vida le confiere el gusto de ser ídolo, intelectual y luchador, amante obsesionado con sueños utópicos por ver nacer a América “unida”, ¿Quién era?; “yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosamente de en medio de sus ruinas”3, “Que no se trata (solo) de un soñador: que (es) el hijo de la infeliz Caracas (quien) viene profetizando y realizando; es hombre de otros mundos : ¡ya está en Ocaña! En quince días ha limpiado de realistas todo el río Magdalena”4 que no teme a los poderes hegemónicos, por eso le grita a la Iglesia de aquella época “LA NATURALEZA CONSPIRA CON EL DESPOTISMO. PUES BIEN, LUCHAREMOS CONTRA ELLA Y HAREMOS QUE NOS OBEDEZCA”5; es Simón Bolívar nuestro libertador… A él y otros hombres que entregaron su vida a la Nación no se les niega admiración, son éstos merecedores y dadores de inspiración, un Antonio José de Sucre, “el gran mariscal de Ayacucho”, una Manuelita Sáenz, “la Libertadora del Libertador” o Rafael Urdaneta “el hombre de las responsabilidades”6, entre otros; junto al libertador se les debe el respeto de ser evocados a gloria de orgullo en las escuelas, colegios y universidades de la tierra que caminamos; a estos seres que en la actualidad parecen para algunos “héroes muertos y desconocidos” es prioritario traerlos a nuestro presente ya que de esa historia construida años atrás se desprende mucho de lo que pasa en la actualidad, por lo tanto es necesario estudiarlos, no bajo la tediosa memorización, más bien en pro de enaltecer un sentido de pertenencia inspirado en ellos que emancipe y de ejemplo de superación a lo que somos como latinoamericanos. Recordarlos no es citar nombres, guerras o fechas de nacimiento, evocarlos es vivir en plenitud sus hazañas, es transpirar por sus triunfos y sufrir por sus derrotas, es llorarlos tras su muerte, es citarlos al amanecer de la historia patria, es experienciarlos7 a través de sus legados líricos; significa convertirse en Bolívar, Sucre o Manuela, al fin y al cabo se trata de amar nuestro lugar de nacimiento, de leer su vida como si fuera la

nuestra, enamorándonos y excitándonos con sus sueños utópicos, de imposibles, de prohibidos. Volver sobre la historia implica reconocernos, ya que sobre ella somos lo que hemos sido y seremos, por eso ésta no es sino una invitación que de entrada brinda a tus ojos libros portadores del saber histórico, paralelípedos que intentan por estos días de alegría por el festejo bicentenario, ingresar a tu vida para que sea esta la oportunidad en la que reconozcas que ser latinoamericano no es reducirse a ser catalogado como tercermundista, sino por el contrario denunciar nuestra diferencia, nuestras luchas y tradiciones; así para excitar y llenar de adrenalina un sentimiento patriota, dejo algunos libros que como estaderos literarios puedan seducir-nos en la historia, enamorarnos de héroes y tal vez seguir o aprender a amar al continente, a nuestro país y porque no a el mismo Medellín. De Víctor Paz Otero: Bolívar: Delirio y epopeya. Fernando González: Mi Simón Bolívar o Santander. Gabriel García Marquez: El general en su laberinto. Mauricio Vargas Linares: El mariscal que vivió de prisa. …amar las letras que nos labran en la historia, es reconocer que en ellas hemos sido, somos y seremos América…

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Notas 1. Paz, O,V. (2008) Bolívar: delirio y epopeya. P. 175 2. Mijares, A. (1987) El Libertador. Academia Nacional de la Historia; Ediciones de la presidencia de la República. Caracas. P. 202 3. Gonzalez, F.(1994) Santander. Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, 3ra edición, Medellín. P. 101 4. Ibíd. P. 103 5. Ibíd. P. 105 6. Mijares, A. (1987) El Libertador. Academia Nacional de la Historia; Ediciones de la presidencia de la República. Caracas. P 243 7. La experiencia supone, en primer lugar, un acontecimiento o, dicho de otro modo, el pasar de algo que no soy yo. Y “algo que no soy yo” significa también algo que no depende de mi, que no es una proyección de mi mismo, que no es el resultado de mis palabras, ni de mi ideas, ni de mis representaciones, ni de mis sentimientos, ni de mis proyectos, ni de mis intenciones, que no depende de mi saber, ni de mi poder, ni de mi voluntad. “que no soy yo” significa que es “otra cosa que yo”, otra cosa que lo que yo digo, lo que yo sé, lo que yo siento, lo que yo pienso, lo que yo anticipo, lo que yo puedo, lo que yo quiero”. Larrosa., J. (2006) ¿y tú que piensas?; experiencia y aprendizaje. Rev. Educación y Pedagogía. Separata, sep-dic. P. 44


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¿Quién le teme a la belleza?

VIII SEMINARIO NACIONAL TEORÍA E HISTORIA DEL ARTE La Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia, en asocio con el Instituto de Filosofía de la misma institución, realizará del 1 al 3 de septiembre de 2010 en Medellín el VIII Seminario Nacional de Teoría e Historia del Arte, el cual tendrá como tema central “¿Quién le teme a la belleza?”. Este es el único certamen relacionado con la teoría e historia del arte que se organiza de manera continua en Colombia. Desde su creación en 1997 –bajo la dirección del docente Carlos Arturo Fernández Uribe– se han abordado temas en los que el arte ha sido un eje fundamental tanto para la creación de nuevas reflexiones como de propuestas guiadas por grandes ponentes internacionales y nacionales: La muerte del arte (1997), La imagen (1998), La autonomía del arte (2000), El arte y su tiempo (2002), La crítica de arte: entre el multiculturalismo y la globalización

(2004), El Museo y la validación del arte (2006), Moderno / Contemporáneo: un debate de horizontes (2008). En 2010 el tema de reflexión es ¿Quién le teme a la belleza? El propósito no está dirigido a una cosmética de “retorno al orden” ni es una invitación a buscar nuevos valores en el arte del pasado, razones fáciles de invocar por quienes en nombre de la actitud progresista profesan y predican el descarte de la belleza. Más bien el objetivo es cuestionar en el arte el discurso en boga contra ella, que el mismo mundo del arte está comenzando a revisar. No hay que temerle a la belleza: no define al arte, no la puede marginar, lo engrandece. Se trata de prestarle atención a sus modos globales de existencia, a la diversidad de sus arraigos culturales, y al potencial de crítica, rebeldía y afirmación de la vida, gracias al cual han surgido tantas obras de arte.

Informes: Teléfonos (4) 2195887 y 2198887 http://artes.udea.edu.co • seminario.artes@artes.udea.edu.co artes.udea2010@gmail.com • Inscripción: http://reune.udea.edu.co —90—


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