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La malla curricular

La educación es una de las funciones fundamentales del Estado y está así descrita en la Constitución Política y ese es el espíritu expresado en la Ley Avelino Siñani, que es la base del nuevo concepto educativo de nuestro Estado, buscando una educación liberadora, soberana y de plena inclusión social.

Por todos es sabido que el desarrollo del conocimiento, de la mano de la tecnología, en este siglo es altamente vertiginoso y quienes no tomen en cuenta este factor corren el evidente riesgo de quedar rezagados y en cierta forma obsoletos.

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Hoy la escuela, y la enseñanza se da en ella, es totalmente diferente de la que se brindaba hace veinte años, a principios de siglo, para no ir más lejos, no solo en contenidos sino en objetivos de estudio y metas de conocimiento. El concepto mismo de conocimiento se ha trastocado y aquel humanismo enciclopedista que se había venido arrastrando desde la llegada misma de los invasores españoles a nuestras tierras ha quedado fuera de lugar.

Los nuevos conceptos apuntan directamente a formar a niños y adolescentes preparados para enfrentar los grandes desafíos del presente y que, con seguridad, serán mucho más exigentes en el futuro inmediato. La forma vertiginosa en que se van superando patrones de trabajo, de estudio, de desenvolvimiento social nos muestra un panorama complicado si como Estado y como sociedad no reaccionamos oportuna y adecuadamente ante estos desafíos.

La actualización de la malla curricular para esta gestión escolar, dispuesta por el Ministerio de Educación, luego de una larga labor de consulta y análisis con los principales actores del proceso educativo, apunta precisamente a eso, aun cuando la línea antes señalada ya viene establecida desde hace varios años y de lo que se trata es simplemente de ir consolidando ciertos aspectos de este proceso que apunten a su mejora constante.

Temas como la Robótica o el manejo más especializado de la tecnología relacionada con la inteligencia artificial y otros aspectos cada vez más necesarios en la cotidianidad no pueden ser considerados una forma de adoctrinamiento, como tampoco se podría decir aquello de desarrollar la práctica del deporte ciencia, el ajedrez, en la escuela, desde muy temprana edad, cuando en realidad no debe existir un padre o madre que no desee que su hijo o hija desarrolle aptitudes en este juego, que hace rato ha dejado de ser considerado solo como eso, para convertirse en una herramienta fundamental en el desarrollo de muchas otras capacidades de nuestros niños.

Ciertos grupos, cada vez más reducidos de profesores agrupados en organizaciones que se suponen ser revolucionarias, en el sentido amplio del término, se han dedicado a politizar en el sentido más deplorable y mezquino del término su labor dirigencial, sindical y docente, con la única finalidad de que nada cambie para seguir manteniendo ciertos privilegios que aún los mantienen en esas posiciones. A ellos se han sumado, como no podía ser de otra manera, dirigentes de agrupaciones políticas de oposición y de otras organizaciones como los comités cívicos, que se oponen sin ningún conocimiento de causa, siguiendo la única consigna que manejan de oponerse a todo lo que haga el Gobierno, sin interesarles de qué se trata, ni mucho menos analizar si es bueno o malo.

Sin embargo, la gran mayoría de la ciudadanía, entre ellos principalmente los padres de familia y el grueso del sector docente, ha comprendido la importancia de continuar con ese proceso educativo, diseñado por bolivianos y para bolivianos, que apunta a formar ciudadanos libres, con altos conocimientos de ciencia y tecnología y con altos valores humanos, de inclusión social, equidad, respeto de género y amor a la patria.

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