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Desinformación y economía

La oposición política boliviana, mostrando una vez más sus limitaciones que la tornan incapaz de formular propuestas alternativas de gobierno, que sean aplicables, reales y de beneficio para el país, acude al recurso ya usado y abusado hasta el cansancio, el de la desinformación económica como herramienta de acción política.

Con el apoyo de la corporación mediática, cuyo activismo político es totalmente evidente, fuera de cualquier principio de ética comunicacional, esa oposición mediocre se ha lanzado a la labor de generar información falsa o distorsionada malintencionadamente sobre la economía del país, con las consecuencias que este tipo de acciones generan no en el Gobierno ni en los niveles de decisión empresarial, sino en la población en general, donde el tema económico verdaderamente genera confusión, para decir lo menos.

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Se ha visto la agenda informativa de esa corporación mediática, como lo había hecho en su momento con los temas políticos en las circunstancias más duras de la crisis política generada por la oposición política atrincherada en el Comité Cívico cruceño, y una vez superada la crisis con evidentes síntomas de derrota en sus filas ha pasado a poner en portada temas de carácter económico.

Noticias relacionadas con las reservas internacionales, la inflación, la inversión pública y los precios de los productos de primera necesidad y varios otros temas similares son ahora la portada de los diarios y la apertura de noticieros y revistas de radio y televisión. Este hecho que podría no tener mayor trascendencia, pero cobra particular interés debido a que las noticias y las opiniones de conocidos analistas con muy claras posiciones partidarias son, para decir lo menos, inexactas y, en muchos casos, totalmente falsas.

Más allá de obligar a las autoridades del Gobierno a salir a acla- rar sobre los datos de la economía que informan esos medios y sus analistas, de la falta de ética y de responsabilidad profesional de los medios de comunicación y de sus operadores mal llamados periodistas, lo que más debe preocupar de este nuevo ámbito de enfrentamiento que puede afectar, seguramente ese sea su objetivo, generar una situación de incertidumbre y preocupación en la gente, en el ciudadano de a pie, en quienes tienen ingreso fijo o en aquellos que salen diariamente a generar sus ingresos.

La desinformación económica, que puede incluso llegar a considerarse como terrorismo económico o financiero, de acuerdo a sus características, sobrepasa el carácter netamente noticioso y se constituye en un atentado contra el Estado y contra los ciudadanos al generar climas de inestabilidad y confusión, caldo de cultivo para desastres en este terreno.

Por ello mismo el Estado no puede dejar de informar adecuada y oportunamente sobre todos los aspectos de nuestra economía, mucho más si el modelo y sus resultados son ampliamente destacados y reconocidos en ambientes académicos, estatales y financieros en el ámbito mundial, sin descuidar la actitud irresponsable y delincuencial de los medios y sus voceros cuando hablan de economía.

Tenemos la obligación, Estado y ciudadanos, de cuidar y proteger nuestra economía, nuestras empresas e instituciones y no permitir que la confusión, las mentiras, las noticias falsas generen condiciones para desestabilizar, generar caos y afectar seriamente nuestro modelo económico. Hay que combatir esta nueva forma de lucha desde todos los ámbitos, para así como se lo hizo en el terreno de la desestabilización política, también los derrotemos en este otro campo de batalla, donde tenemos todas las opciones de ganar porque tenemos la verdad y los resultados evidentemente positivos de nuestro lado.

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