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HUGO CHÁVEZ Y LA REVOLUCIÓN ESPIRITUAL
Marcelo Barros Especial Para En Rojo
Hace diez años, el 5 de marzo de 2013, el mundo se despidió de Hugo Chávez Frías, presidente de Venezuela. Agencias internacionales de noticias siempre presentaron a Chávez como un populista de izquierdas, o dictador comunista. No podía ser de otra manera, ya que Chávez fue el líder político latinoamericano que más directamente se enfrentó al imperialismo estadounidense y nunca se doblegó ante las grandes potencias.
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Hugo Chávez incorporó a su vida la propuesta de Simón Bolívar, el venezolano que, a principios del siglo XIX, renunció a sus riquezas, liberó a los esclavos y, con un ejército de negros, indios y pobres, lideró las luchas de liberación de varios países sudamericanos.
Bajo el liderazgo de Chávez, el pueblo venezolano aprobó la nueva Constitución del país y actualizó el bolivarianismo, con tres objetivos
1 – integrar a los países de América del Sur, en una alianza que permita a Nuestra América ser una gran patria.
2 – liberar al continente de todo tipo de imperialismos.
3 – avanzar hacia una economía de inspiración social más justa y desde las culturas latinoamericanas.
Como era de esperar, la guerra mediática que el imperio lanzó contra Venezuela provocó intentos de golpe de Estado y toda clase de calumnias y acusaciones. Sin embargo, en pocos años, Chávez logró eliminar el hambre en el país y acabar con el analfabetismo. Llevó a cabo una reforma agraria que limita el tamaño máximo posible de las propiedades rurales. Llevó a cabo programas de educación, salud popular y vivienda que, en pocos años, cambiaron el país. En marzo de 2013, tras resistir dos años al cáncer, Chávez partió. Durante siete días, millones de venezolanos lloraron ante su cuerpo. Siete países latinoamericanos declararon luto oficial.
Tras la muerte de Chávez, el imperialismo intensificó su guerra contra Venezuela. Se apoderó de los dólares que el gobierno venezolano tenía en bancos internacionales. Intensificó un bloqueo económico que impide el comercio exterior y busca estrangular la economía. Utiliza a las propias elites y comerciantes del país contra el gobierno. Como siempre, son los más pobres los que más sufren. Incluso personas críticas con el actual gobierno dicen admirar al presidente Chávez.
En el VI Foro Social Mundial, celebrado en enero de 2006 en Caracas, fui elegido por los movimientos sociales para coordinar el momento inicial de un encuentro con el presidente Chávez. Debía presentarlo al público de más de 20.000 personas presentes en el estadio Poliedro. Estaba esperando en el pasillo mi turno para entrar en escena cuando un joven soldado venezolano se me acercó y me preguntó: «¿Es usted el sacerdote que ha venido a bendecir nuestra revolución?
Sin mucho pensar, respondí:
– Si nuestra revolución es verdadera revolución, ya es sagrada en sí misma. No necesita ser bendecida. Ella es la que nos bendice a nosotros.
Y añadí: – La verdadera revolución abarca todos los niveles de la liberación humana. Da igualdad de derechos y condiciones a hombres y mujeres, supera las desigualdades sociales y económicas y nos ayuda a todos a ser personas más humanizadas y renovadas.
El joven de 18 o 19 años, negro y con cara de pobre respondió sin dudar: – Esto es lo que vive y nos enseña a hacer el Presidente Chávez.
Conte esta conversación con el soldado cuando, aquella tarde, presenté al Presidente Chávez a militantes de movimientos sociales de todo el mundo. Cuando me despedí de él en aquella ocasión, me sugirió que escribiera un libro sobre cómo vivir una Espiritualidad ecuménica y laical, con visión liberadora para animar a personas y comunidades en el nuevo camino bolivariano. A partir de entonces nos hicimos amigos y hablamos varias veces sobre este tema. Con el Presidente Chávez aprendí que la única motivación posible para cualquier compromiso político es el Amor Social y esto sólo se explica por la adhesión a un proyecto mayor que, como cristianos creemos que es el reinado divino sobre nosotros mismos y sobre el mundo.