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La Salada

Una feria, un millón de sonrisas El paseo de compras Punta Mogotes, catalogado como la feria de economía informal más grande del mundo, surgió en el año 1991 como una posibilidad de desarrollo laboral para aquellos que no tenían acceso a un empleo formal. Desde su irrupción hasta la actualidad ha tenido un crecimiento en forma exponencial. Miles de ciudadanos argentinos, uruguayos, peruanos, paraguayos y bolivianos se trasladan durante más de 20 horas para llegar a comprar al por mayor a La Salada y posteriormente revender en sus lugares de origen, trasladando lo que en un principio era un fenómeno local, a una situación que supera fronteras.


Pavón, 62 años, argentino, hincha de Boca, no recuerda cuando fue la última vez que estuvo en la cancha. Casado, padre de tres hijos y abuelo de Francisco y Valentina. Vende café y sanguches desde hace 16 años en La Salada y está eternamente agradecido

Cada domingo, Lucas se levanta a las 4:00 AM para llegar a la feria a las 8:00 en punto. Las ensaladas de frutas que prepara su madre cuestan 20 pesos, a veces 15 y cuando las ventas vienen muy mal, 10. Su cumpleaños es el 14 de julio, y para el próximo espera una pelota.

con la feria; su trabajo le da de comer a los siete integrantes de la familia. Servicial, bondadoso, humilde y buena gente. La sonrisa que se le dibuja a José Luis en su rostro, es producto de la comodidad y el amor que siente por su lugar de trabajo.

Su ídolo es Fernando Cavenaghi, obviamente es hincha de River Plate y sueña con gritar un gol desde las tribunas del estadio Monumental, el cual solo conoce por la tele. Tiene 9 años y hace cuatro trabaja en la feria; su sonrisa simple e ingenua le permite seguir soñando.


Saliou era su nombre hasta que llegó a puerto argentino proveniente de Senegal. Hace tres años que este africano, dueño de un español casi perfecto, se hace llamar Alex. Los relojes, los cinturones y las gafas son su medio de subsistencia. En el 2015 volverá a su país de origen a visitar a su familia; quiere que sus hermanos vengan con él a la Argentina

Dos veces por semana, desde Balcarce, una localidad de la provincia de Buenos Aires ubicada a 416 kilómetros de la Capital Federal del país, parten alrededor de 20 combis con destino a La Salada. En el primer asiento del lado izquierdo, junto a su amiga Daniela, se encuentra Camila, una empleada municipal, soltera, sin hijos y con muchas ganas de casarse.

y está ahorrando para que eso pueda suceder. Vive en Once, Capital Federal, le gusta la cumbia, el fútbol, las empanadas y las mujeres argentinas. La sonrisa amplia y contagiosa de Saliou se trasladó más de 10 mil kilómetros en búsqueda de tranquilidad.

Esta mujer viaja durante seis horas cada 45 días, más o menos, y gasta cerca de 3 mil pesos en cada visita. Las botas, las carteras y los jeans son su debilidad. La sonrisa de Camila, después de haberse gastado hasta el último centavo que poseía, se asemeja a la sonrisa de un niño cuando en su día recibe ese juguete tan anhelado.


Walter confecciona y diseña remeras; cuando era un niño soñaba con ser profesor, pero la necesidad de trabajar y el primer embarazo de la mujer que por ese entonces era su novia, hoy su esposa, interrumpieron con su aspiración. Desde principios del 2014 empezó a dictar cursos de diseño y confección en los Talleres de La Salada, 10 meses después cuenta con más de 100 alumnos.

Cuando tenía 39 años, José Luis llegó a la feria en búsqueda de un mejor futuro económico; las deudas lo ahogaban y sus hijos demandaban calidad de vida, los chicos tenían seis y ocho años. La década del 90 no había sido próspera para este hombre oriundo de Morón. 16 años después, José Luis es dueño de uno de los locales más grandes de La Salada, fabrica y diseña jeans para hombre y mujer.

Hace dos meses, fue padre nuevamente. Lejos de Perú, su patria, Walter renovó sus sueños: ahora quiere construir su propia casa. La sonrisa de Walter, un hombre que se encuentra enamorado de su vida y su familia invita a fantasear, a ilusionarse y perseverar.

Hace dos meses, fue padre nuevamente. Lejos de Perú, su patria, Walter renovó sus sueños: ahora quiere construir su propia casa. La sonrisa de Walter, un hombre que se encuentra enamorado de su vida y su familia invita a fantasear, a ilusionarse y perseverar.


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