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FEDELUCD a 33 años lucha contra las drogas

Enrique Bejo, más conocido como Enriquillo, fue un noble taíno que se alzó en rebelión contra las autoridades españolas de la isla Española, convirtiéndose en cacique de Bahoruco, y convertiría en cacique de Boyá.

En 1519 iniciaría su alzamiento en la sierra de Bahoruco que perduraría hasta 1533. Se pudo prolongar tanto tiempo porque durante años apenas causó inquietud. Durante aquellos años siguió con sus costumbres españolas y religiosas. En 1533 puso fin a su rebelión tras aceptar la paz de los españoles, siendo reconocido por la corona española con el título de don -ostentado sólo por la nobleza-, desde entonces fue llamado como don Enrique.

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Nació a orillas del lago Jaragua (actualmente Lago Enriquillo), fue educado en un convento por frailes de la Orden Franciscana. Mostró desde un inicio que sería católico apostólico romano y preservaría la fe. Sabía leer, escribir y hablaba muy bien la lengua española.

Tiempo después, Enrique Bejo, recibiría el sacramento del matrimonio junto con la mestiza Mencía de Guevara, hija del español Hernando de Guevara y de Ana de Guevara (Higuemota), hija de la cacique Anacaona.

Estaría soportando los agravios hasta que determinó empezar su alzamiento en 1519, yéndose al monte y la sierra de Bahoruco con un grupo de indios. Durante su rebelión el salió de través algunas veces a los caminos con sus indios y mató algunos españoles, robándoles en el proceso y tomó algunos millares de pesos de oro, también causaría daños en pueblos y en los campos. El estado de cosas se pudo prolongar tanto en el tiempo porque durante años apenas causaron inquietud. Él y sus indios estaban huidos como tantos otros, pero apenas dañaban los intereses hispanos.

La certidumbre de todo este manojo de historia y en el escenario del Parque Enriquillo, nombre de ese valeroso y fiel representante de su raza aborigen, en la capital de Santo Domingo, República Dominicana. La Federación Dominicana de Luchas contra las Drogas, Inc. (FEDELUCD), en el Decreto 40-91, del Poder Ejecutivo en un 26 de junio de los años 1990. En su treinta y tres (33) años de fundación mantiene su dedicación a orientar, informar y educar a las familias dominicanas para prevenir del daño que causan las sustancias alucinógenas.

Su ideólogo, fundador, presidente y jurisconsulto, doctor Francisco Núñez Cáceres. Por ello hacemos, el tradicional encuentro anual en el Parque Enriquillo: Semana Santa sin Drogas,

Navidad sin Drogas, con más de cinco años -somos la primera institución- con esa decisión cívicosocial en el país. Esta jornada la unimos a la Defensa Civil Dominicana, Cruz Roja Dominicana, Centro de Operaciones de Emergencias (COE), indica el líder social nacional, Núñez Cáceres.

FEDELUCD, lucha contra el tráfico de productos químicos, estupefacientes que afectan la calidad de vida de las personas drogodependientes, en la precaución integral, reducción de ofertas y la demanda de las sustancias dañinas para la salud, niveles de prevención al daño que causa el indebido de las drogas narcóticas, así como de las enfermedades que se relacionan con el reparto vicio, como el SIDA, Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, tuberculosis, y la adicción del drogodependiente.

En este trigésimo tercero (XXXIII) aniversario, Federación Dominicana de Luchas contra las Drogas, Inc. (FEDELUCD), es catalogada como una institución que busca ser líder en la lucha contra el consumo de drogas a nivel del país y con proyección internacional, rescatando los valores éticos y morales para fortalecer a cada ciudadano para hacerlo libre y digno de la dominicanidad, reflexiona el doctor Francisco Núñez Cáceres, presidente.

Coordinar con personas líderes, autoridades públicas y privadas la integración de los esfuerzos en la lucha contra el tráfico de drogas grandes o micros. Promover reuniones nacionales y extranjeras, y crear estrategias ante el tráfico de drogas. Justamente, con el poder de luchar contra el tráfico de drogas. FEDELUCD nace para dinamizar con acciones sociales y eficaces al desarrollo general de la juventud, la sociedad y sus nuevas generaciones de la Republica Dominicana.

Era de tardecita. Y había que empezar la primera clase de Redacción. La primera clase del primer semestre.

Entre los nombres de aquel grupito, muchachitos todos, tan selecto, que me enviaron, yo no podía pedir sentirme más cómodo. Esos muchachos con esos ojos tan abiertos parece que escogieron la mejor carrera. El mejor oficio. Me sentía contento.

La Universidad Católica Santo Domingo no podía pedir más. El profesor de Redacción I, tampoco.

Allí estaban Salvador Tavarez, con la bocaza llena de risa. Estaba Ruth Herrera, sana, castiza. Estaba José Monegro, con una palmita que reflejaba el Oratorio Don Bosco. Estaba Elvira Lora, Elvirita la hormiguita vivaracha. Había más talento. Estaba, allí, Leonora Ramírez, quien llegó desde San Juan de la Maguana. Nuevecita, envuelta en flores de frijoles en su olor. Había otros, pero no eran muchos, hasta del Opus

Dei, me remitieron una. Y la mujer de un banquero que marchó adelante, Y un estudiante de cura. ¿Estabas, ahí, Olivo de León? ¿Y Jochy?

Todos constituían el futuro del periodismo. No podíamos pedir más. Todos han sido unos jefes.

Ahora, en la adultez del oficio, empiezan a marcharse. ¿Por qué tiene que marcharse la gente útil?

Tal vez, quienes estamos contando las fechas con premura, porque ya caminamos lerdos, sabemos que la gente tiene que irse. Y para siempre.

A mi Leonora, la paz. Allí, junto al Altísimo. Ojalá pueda encontrarme contigo de nuevo, que podría ser pronto. Pero que sea como el primer día de la clase de Redacción, en la Universidad Católica. Caminando hacia el éxito.

Seguro que allí estaría también Nelson Marrero, Marien Aristy, y don Bienvenido Álvarez Vega. Es que todos tomamos el mismo vuelo.

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