LA MANZANA POÉTICA NÚMERO CINCUENTA

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Jorge Díaz Martínez ∙ Ana Patricia Moya ∙ Corina Kerst

N.º 50 . 2018

Revista de literatura

TROZOS, TRIZAS, TANTEOS Y OTROS VISLUMBRES


La Manzana Poética Apartado de Correos, 3199 14080 Córdoba Depósito Legal: 1663-2002 ISSN: 1887-7184 lamanzana@lamanzanapoetica.info www.lamanzanapoetica.es

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Ediciones La Manzana

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Maquetación Rafael Ruiz

Ediciones La Manzana Poética y el Comité Asesor de esta revista no se hacen responsables de las opiniones y pensamiento expresados por sus colaboradores.




· Revista de literatura ·

N.º 50 . 2018

Septiembre - Diciembre


Delegaciรณn de Cultura

Esta publicaciรณn estรก subvencionada por el Excmo. Ayuntamiento de Cรณrdoba. Delegaciรณn de Cultura.


TROZOS, TRIZAS, TANTEOS Y OTROS VISLUMBRES Jorge Díaz Martínez Ana Patricia Moya Corina Kerst

| N.º 50



SUMARIO ANTOLOGÍA LA MANZANA Jorge DÍAZ MARTÍNEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 Bibliografía del autor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 La Poesía de Jorge Díaz Martínez: Una mirada en movimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 Poemas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33 INÉDITOS. 3 poemas, 3 relatos Ana Patricia MOYA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39 – Poemas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43 – Relatos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47 Notas sobre Píldoras de papel, de Ana Patricia Moya Por José Ángel BARRUECO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51 POEMAS INÉDITOS Corina KERST . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55 JORGE LUIS BORGES: ROMPECABEZAS José de María ROMERO BAREA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67 – Otras inquisiciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69 – Ficciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71 – Rompecabezas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72 7


LIBROS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75 CIUDAD CORVINA Francisco FERRER LERÍN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77 DE CUNA Y SEPULTURA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89

Javier SÁNCHEZ MENÉNDEZ .

MANHATTAN CANI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93

NoLita RUIZ .

EL BAILE DEL DIABLO

Javier SÁNCHEZ MENÉNDEZ .

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97

Conviene tener un sitio donde ir Emmanuel CARRÈRE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101 CAMPO ABIERTO Max AUB . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105 LAS RAZONES DEL AGUA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109

Francisco Javier GUERRERO .

AUTORES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113

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ANTOLOGÍA LA MANZANA JORGE DÍAZ MARTÍNEZ Introducción EDUARDO CHIVITE TORTOSA

Doctor por la Universidad de Córdoba y Prof. Literatura Dramática ESAD de Sevilla



Jorge Díaz Martínez

BIBLIOGRAFÍA DEL AUTOR POESÍA: DÍAZ MARTÍNEZ, Jorge, Transbordo. Poemas del metro de Barcelona, Barcelona, La Garúa, 2012. –––– Técnica mixta sobre zona erógena, Granada, Poesía para peatones, 2010. –––– Almizcle y tabaco, Valencia, Pre-Textos, 2006. –––– Cómplices, Cuadernos del Laurel, Granada, Ayto. de La Zubia, 2006. –––– La piel de la memoria, Madrid, Visor, 2005. CRÍTICA: –––– Teorías sistémicas de la literatura. Polisistema, campo, semiótica del texto y sistemas integrados, Universidad de Granada [repositorio de tesis], 2014. DÍAZ MARTÍNEZ, Jorge y Hakob SIMONYAN: Voces del nuevo siglo. Poesía española contemporánea, Ereván, Armenia, 2014. DÍAZ MARTÍNEZ, Jorge y Ana Isabel ALVEA SÁNCHEZ: La vida por delante. Antología de jóvenes poetas andaluces, Sevilla, Ediciones En Huida, 2012. ADAPTACIONES CINEMATOGRÁFICAS DE LA OBRA DE J. DÍAZ MARTÍNEZ: DIARTÍNEZ, Pablo y Erik PARYS, Album / Window (From the Pages of Album. Última actualización: 2016), en http://www.fromthepagesofalbum.com. 11



Jorge Díaz Martínez

LA POESÍA DE JORGE DÍAZ MARTÍNEZ: UNA MIRADA EN MOVIMIENTO ABSTRACT: The aim of this paper is to offer a panoramic and brief analysis of the poetic work of Jorge Díaz Martínez (Córdoba, 1977), emphasizing the flow or evolution of his writing and taking into account the whole of his already published writing, underlining its relationship, on the one hand, with the personality of the author, and on the other, with the work of other contemporary poets, as a mark or trail in the current Spanish poetry field, and as an example of vitalism on literature. RESUMEN: En el presente artículo se ofrece una panorámica y somero análisis de la trayectoria poética de Jorge Díaz Martínez (Córdoba, 1977), haciendo hincapié en el flujo o la evolución de su escritura a lo largo del tiempo y deteniéndose en su relación, por una parte, con la personalidad del autor, y por otra, con la obra de otros poetas contemporáneos, como marca o huella dentro de la poesía española actual y ejemplo de un posicionamiento vitalista ante la literatura.

Hace ya más de veinte años que algunos de los entonces jóvenes poetas cordobeses pudimos fijarnos en cómo Jorge Díaz Martínez nos miraba. Corría el verano de 1996, en Romero Barros, una histórica taberna cordobesa en cuyo patio los jóvenes poetas gastábamos las noches de verano. Como anécdota, decir que aún se conserva una cinta VHS de alguna de aquellas reuniones, precisamente esa en la que Eduardo García nos recitó su poesía, hasta entonces desconocida para nosotros. Aquella noche, recogidos en la frescura del antiguo patio, Eduardo nos enseñó algo fundamental: nos 13


N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 decía que lo importante era que el truco, el artefacto o la métrica no se notasen. Jorge Díaz estaba silencioso en aquella reunión. Quería ver, es de suponer, si aquellos nuevos poetas, poco mayores que él, tenían algo que ofrecerle. Era aún casi adolescente, pero con la suficiente seriedad como para que nuestras locuras de jóvenes universitarios le chocaran y le hiciesen sonreírse tanto como las suyas propias. A veces, cuando algo le sorprendía, abría mucho los ojos, cosa rara –ahora lo sabemos–, pues su mirada pocas veces se perturba; no obstante, si lo hace, abre mucho los ojos y luego, como un acto mecánico, los entorna y niega bajando el rostro para volver a fijarse con la mirada limpia. Algo aprendió el entonces joven poeta de aquellas noches de versos y amistad. En 2004 le fue otorgado el IV Premio Vicente Núñez por su primer libro, La piel de la memoria (Visor, 2005), y, al año siguiente, el Premio Arcipreste de Hita por el que, a nuestro juicio, sigue siendo su mejor obra: Almizcle y tabaco (Pre-Textos, 2006). Seis años pasarían hasta su siguiente título: Transbordo. Poemas del metro de Barcelona (La Garúa, 2012). A ello habría que sumar su labor como crítico y antólogo, publicando en 2012, en colaboración con Ana Isabel Alvea Sánchez, La vida por delante. Antología de jóvenes poetas andaluces (Ediciones en Huida, 2012), además de su faceta como teórico de la literatura y lector en distintas universidades. En una entrevista aparecida en Diario Córdoba con motivo de su primer libro, en relación a los poemas que lo componen, afirma: Los preparé después de conocer la poesía que se escribe hoy en día. Antes de esto no conocía nada más allá de Cántico o de la Generación del 27 y de golpe aprendí, sobre el año 1996, toda la obra poética que se había ido escribiendo a lo largo de este último medio siglo y, al mismo tiempo, conocí a los poetas que están edificando la poesía ahora en Córdoba. Estos detalles me impactaron tanto que cambió mi forma de escribir.1 Pero no su forma de mirar, Jorge Díaz siempre tuvo su propia mirada: hay una voz en off en su cabeza; le hablas, pero él está pendiente de otra

1.

14

Alejandro G. Cubeiro, «Jorge Díaz Martínez autor del poemario La piel de la memoria» (Diario Córdoba, 28/12/2004), en http://www.diariocordoba.com/noticias/cultura/jorge-diaz-martinez-autor-poemario-la-piel-memoria-mi-libro-pretende-unir-conciencia-estetica-experiencia-cotidiana_161979.html (26/12/2017, 18:33).


Jorge Díaz Martínez

cosa; no es cuestión de detalles, sino de qué detalle, de con qué lo relaciona, de cómo lo verbaliza en su interior. En este libro, La piel de la memoria, se incluyen también algunos versos que corresponden a aquellos primeros años de educación poética y que ya habían aparecido, en parte, en 1998, como una plaquette dentro del ciclo Las noches del Can-Can que organizaba Raúl Alonso. Bajo el título, entonces, de Álbum, esos poemas reflejaban, de cierta manera, la influencia del «realismo directo» de Pablo García Casado. Y es que la formación poética de Jorge Díaz Martínez y de toda una generación comenzó en aquella Córdoba donde El Poema de Jane era referencia obligada.2 La cita de cabecera de esta plaquette es significativa de ello, a la vez que de la mirada como símbolo de poética: miras por el espejo retrovisor Pablo García Casado

Como ya se ha dicho, los poemas de esta plaquette constituyen el primer bloque de La piel de la memoria, esta vez bajo el subtítulo de «Fotos en un cajón» y precedidos por otra cita, esta vez de Ricardo Molina. Aunque, en realidad, al contrario que en las fotos, Jorge Díaz no acostumbra a detener la mirada. Tal vez sea, sin embargo, el poema «Ventana. Álbum» el que mejor evidencia la soterrada influencia de García Casado, como se aprecia en el marcado ritmo visual y la ausencia de signos de puntuación. VENTANA. ÁLBUM Quizá días tardes como ésta apurando los últimos cigarros del invierno los primeros del verano quizá días tardes igual que ésta un paisaje detenido nubes grises flores secas 2.

Pablo García Casado, Las Afueras, Barcelona, DVD, 1997. Este libro incluye una parte titulada «El poema de Jane», que se publicó a modo suelto pocos meses antes por el Ateneo Obrero de Gijón.

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N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 vientos un cielo quebradizo las cortinas en mi rostro arrugado de vejez prematura de adolescencia inmóvil sobre fotos blanco y negro poca luz ese viaje las montañas Pirineos blancos de luna y nieve caras caras borrosas a lo lejos hace años desenfocadas sin memoria sin flash que despierte las pupilas heladas las tardes heladas Pirineo Aragonés las tardes como ésta mirando los últimos escombros de la edad y un poema cargado de recuerdos –déjame que invente esta tarde sin ti– cualquier tarde cualquier tiempo y es curioso las fotos sin ti no sales nunca en ellas y quién sabe si estuviste nunca en alguien si estuviste en ti en las tardes monótonas de julio hojas secas grises desenfocadas igual que esta tarde quebradizas igual quizá como en tardes como ésta sin ti. Tal y como el autor ha declarado en varios medios, La piel de la memoria es un libro de largo recorrido, de poemas esparcidos en el tiempo y a los que, a posteriori, intentó dar coherencia bajo la metáfora de esa «piel» que somos y que a la vez se muda. Pero, sin duda, no se trata tampoco de un libro desvaído o incoherente en cuanto a estética. El poema anterior probablemente sea la excepción en un conjunto marcado por la que durante aquellos años de aprendizaje era la tendencia dominante en el panorama 16


Jorge Díaz Martínez

nacional, la poesía de la experiencia. Este tipo de esquejes estilísticos se perdonan si pensamos que la obra de un joven escritor va surtiéndose de diversas lecturas, de tentativas eclécticas, experiencias y hechos señalados de su vida. En la entrevista antes mencionada, Jorge Díaz señala: «Mi libro pretende unir la conciencia estética con la experiencia cotidiana». Se sobreentiende, además, que la experiencia cotidiana de nuestro autor pasa por esa lectura que le hace mirar, un poco quijotescamente, el mundo desde los libros. Él tiene, a nuestro juicio, casi siempre, una mirada poética de la vida. Esto, lejos de lo que cabe imaginar, no es necesariamente maravilloso. Requiere dedicar tiempo, tu vida, tu día a día, a unas cosas distintas a las comunes: hacer de cada lectura parte de ti mismo, tener la sensación, a menudo, de que has estado mirando el mundo por una ventana de tu habitación. Pero lo cierto es que no es bastante; si no caminas por la calle, si no te acercas a aquello de lo que los libros hablan, quizá sirva de poco. En ese sentido, nos llama poderosamente la atención la experiencia vital de Jorge Díaz Martínez, que él mismo se encarga de resumir en su blog. Así pues, tras una primera educación poética en aquella Córdoba de encuentros, talleres y ciclos de poesía, y a partir de 1998, Jorge Díaz va a entablar amistad en Granada con un grupo muy cercano a la poesía de la experiencia, unos jóvenes poetas entre los que se encontraban Rafael Espejo, Juan Carlos Abril, Andrés Neuman, Erika Martínez y Luis Melgarejo. A ello habría que añadir la influencia de profesores como Luis García Montero y Antonio Carvajal, y la del poeta Luis Muñoz. Tal ambiente poético, sin duda, contribuiría a dar forma a los versos de aquel primer libro, unos versos a veces demasiado apegado a los tópicos de dicha escuela, pero a los que Jorge Díaz Martínez logra dar su toque personal, como sucede, por ejemplo, en esta pequeña composición, dedicada al tan manido binomio sobre literatura y vida, una elección que marca como escritor, pero también como persona. ESTANTERÍAS No soy un hombre libre según cualquier budista. Les asigno su sitio y me gusta mirarlos, es un vicio pequeño 17


N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 para que en su niñez los vayan descubriendo, uno a uno, mis hijos y les surja de pronto tras de cualquier palabra un vago amor oscuro por la literatura y que después lo olviden por otro de la vida. En la entrevista de Estela Puyuelo para Ronda Somontano,3 Jorge Díaz Martínez diserta sobre la poesía como un tipo de comunicación que cabría calificar de artística según su funcionamiento, señalando dos visiones estándar del mismo: la del arte como aquello que circula por las vías de lo socialmente aceptado como artístico y la del arte como aquello que está construido para generar un tipo de comunicación especial, que vincula con un «rito, individual o colectivo, como interacción con la realidad».4 La idea del poema como algo construido, que requiere de una tradición, de versos, palabras o ideas prestadas, podría resultar poco original, pero la verdad es que el oficio de poeta pasa por no engañarse a sí mismo a este respecto, como veremos en el poema que se recoge más abajo. Jorge Díaz es irónico en este sentido, moviéndose de una poética a otra según le convenga, como orfebre, sincero a la par que insolente, ¡genial! En el por algún tiempo blog de referencia Las afinidades electivas deja entrever este eclecticismo: Comunicación, ficción, elipsis, culturalismo, vanguardia, objetivización…, en fin, debates que me parecen muy interesantes, pero que por desgracia suelen comportar en su propia sintaxis una carga innecesaria de asertividad y categorización, cuando no de partidismo. Y aquí volvemos al problema de antes: cuando las convicciones ideológicas conllevan una determinada orientación de la poesía (o de la estética) que se resuelve en decreto, me parece estar viviendo todavía en la Grecia clásica. Va a ser eso.5

3.

4. 5.

18

Estela Puyuelo, «Jorge Díaz Martínez: “La poesía es comunicación artística”» [en línea] (Ronda Somontano, revista digital del Somontano de Barbastro. Última actualización: 27/03/2013 19:44), en http://www.rondasomontano.com/revista/67873/ (27/12/2017, 17:44). Ídem. Jorge Díaz Martínez, «Poética» [en línea] (Las afinidades electivas. Última actualización: 16/01/2008), en http://lasafinidadeselectivas.blogspot.com.es/2008/01/jorge-daz.html (27/12/2017, 20:02).


Jorge Díaz Martínez

Así pues, el siguiente poema, perteneciente todavía a La piel de la memoria, puede servir como ejemplo de esa reflexión sobre la tradición frente a la identidad u originalidad propia, tanto en materia poética como personal. Una búsqueda que va a eclosionar de una manera muy personal en su siguiente libro, como luego veremos. A SOLAS La luz debilitada de una bombilla ensucia las paredes de mi cuarto alquilado, nubla la habitación. La luz vaga, vaguea, ebria de soledad la luz vaguea (como un atardecer) y me acuerdo de todos los poetas que han hablado de la falta de luz, de la ausencia y de ti. Soy poco original, escribo a oscuras lo que otros ya han escrito, palabras que me sobran, nada nuevo. Esa transformación poética que palpita como anhelo en los citados versos, la encontramos definitivamente en su segundo libro, Almizcle y tabaco. Una apertura que no puede entenderse, tampoco, plenamente, sin la transformación vital por la que atravesó el autor. En su blog personal, Jorge Díaz, como de pasada, apunta: «Abandoné la carrera, recogí aceitunas y viví durante medio año en una cueva del Sacromonte».6 Algunas de tales experiencias quedarán reflejadas en este poemario. Pero, más allá de la peripecia vital, desde el principio, y pese a lo aparentemente improvisado 6.

Jorge Díaz Martínez, «Bio» (ob. cit.).

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N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 de su escritura, este libro tenía ya ecos prestados, y el autor una idea muy clara o, al menos, un boceto, de lo que deseaba: Mi segundo libro, Almizcle y tabaco, no tiene nada que ver [con su poética anterior], fue mi intento de escribir una poesía otra y de vivir un universo otro: quería la plasticidad pop de J.C. Reche, la dureza de Pablo García Casado, el realismo cortocircuitado de un Duchamp, la espontaneidad outsider de los Beat… y quería usarlos para hablar de una vida, la que me rodeaba por entonces, que se parecía mucho a esos ideales.7 En este sentido, el poema que da inicio a la lectura, a continuación, puede servir de ejemplo de lo arriba citado. BARRANCO DE LOS NARANJOS Tiene dieciocho años, sus rastas son rubias como la miel, siempre anda descalza. Está lejos, muy lejos de la casa de sus padres, de su tierra, de su país. No habla español, pero sí algo de inglés. Sentada en una piedra, frente a la cueva de Jorg, no dice nada, sólo mira el paisaje, sólo sonríe y mira cómo Jorg vacía la madera blanda de las pitas con las que fabrica didgeridoos. Hace ya algunos años, en 2007, en un artículo escrito con motivo de los últimos libros de Jorge Díaz, Juan Carlos Reche y Rafael Antúnez, comentábamos que:

7.

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Estela Puyuelo, «Jorge Díaz Martínez… (ob. cit.).


Jorge Díaz Martínez

La temática «beat» no resulta aquí una mirada literaria al tema americano, refiere en verdad un modo de vida que en los últimos años se ha vuelto de nuevo habitual en la sociedad europea, ese decadentismo posmoderno de raigambre seudo-intelectual, musical y naturalista, realidad cultural que en sí conlleva desde su propio entorno un activismo de preocupación social, que de algún modo se transpira en los poemas en un sentido «comunitario» u «okupista», que el poeta nos ofrece, sin ánimo político alguno, desde lo vital.8 Pero, además de estos referentes relativamente contemporáneos, el libro parte de la base de una tradición poética muy anterior, es decir, de la tradición propiamente «malditista» y «bohemia» de los poetas del novecentismo francés, encabezados por la figura de Charles Baudelaire, cuya cita se incorpora en un poema, dando título también al conjunto del libro. Y como Baudelaire, Jorge Díaz se dedica a retratar los aspectos y personajes marginales y sórdidos de la ciudad que habita, desde de una mirada, al mismo tiempo, cruda y romantizada. Más allá del análisis de las influencias estético-ideológicas, lo que de verdad hace que siempre nos inquiete la lectura de este libro es que su yo-poético coincida tan intensamente con la biografía del autor. Jorge Díaz ha vivido verdaderamente y experimentado lo que cuenta, escribe desde el recuerdo pero nos lo relata como si lo viviera en directo, fijándose en detalles que van construyendo un todo, un paisaje en movimiento, una imagen que va de la mente de un personaje a la de otro, de las sensaciones externas a las íntimas y viceversa, como si intentara recuperar o rescatar del olvido algo importante para sí mismo. De ahí la plasticidad de la palabra, la sencillez con que se cuenta, el interés por la historia del poema, el vitalismo real de los personajes, lo innecesario de la presencia lingüística o emotiva del «yo-personaje lírico». Incluso, cuando el poeta-narrador se vuelve protagonista en «Abismo (Dragon’s Festival)» no se trata de sí mismo, sino de «ella», a veces en estilo directo, otras vista desde fuera, transformando los ojos de la voz poética en un lugar desde el que lector puede contemplarla.9 8.

9.

Eduardo Chivite Tortosa, «Tres autores de la reciente poesía cordobesa o la juventud es una enfermedad que se cura con los años», Paseo cultural, núm. 16, 2007, pp. 35-47. También puede encontrarse digitalizado en http://lasnochesdelcangrejo.blogspot.com/2008/10/tres-autores-de-la-reciente-poesa_20.html. Ídem.

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N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 Tal vez el siguiente ejemplo se pueda ilustrar mejor esa idea de cómo evoluciona y crece el poema a lo largo de sí mismo: ABISMO (DRAGON´S FESTIVAL) Después de dos noches sin dormir se había cogido de mi cintura mientras paseábamos paralelos al río. Estaba amaneciendo y me dijo: a veces tenía miedo de tocarte o sólo de acercarme a ti porque me temblaba todo el cuerpo. Supongo que sería verdad, cualquiera sabe. Dos días antes habíamos saltado a una furgoneta, sin pensárnoslo dos veces, justo cuando arrancaba y nada más entrar nos metieron en la boca media pasti, desde entonces soñábamos despiertos. Se había cogido de mi cintura y estaba amaneciendo, hablábamos despacio, me miraba despacio, se puso a tiritar, respiraba entre dientes y abrázame, me dijo, y me abrazó como quien sujeta su propio cuerpo para no caer al vacío gritó, 22


Jorge Díaz Martínez

gritó . . . al amanecer tirados como cantos en un valle en un cauce redondo me dijo ¡qué verde! ¿ves qué verde? En el ya mencionado blog, Las afinidades electivas, al final de su peculiar poética, Díaz Martínez añade: «Quizá por mis maestros, he intentado escribir una poesía que no fuera elevada y no por ello fuera peor (¿socialismo?), y también he intentado llevar hasta mis versos el lenguaje de los voluntariamente marginados».10 En línea con esta idea, hemos referido también, en la ya citada reseña, al peligro de ver los recursos técnicos, la desnudez lingüística o el lirismo constante de este libro, como algo que pudiese «alejarnos del sentido verdadero, que cabría decir social, meditabundo, en ocasiones abstracto».11 Es decir, cuando quieres abarcar la vida desde la literatura, tienes que mirar el poema como algo que merece cierta fidelidad a lo vivido, a veces incorporando una tosquedad real o un lenguaje auténticamente crudo, como en los siguientes versos, extraídos de distintos poemas del libro: «y dos maderos ahí al fondo mirando», «lo veo: / todo costra, / con una botella de whisky debajo del brazo, / le faltaban piños». Aunque también, en otras ocasiones, como la propia vida, Jorge Díaz se entrega a un retrato lírico y sentimental: CUANDO BRÍGIDA CANTA Cuando Brígida canta su voz toca en las montañas del Valle de Valparaiso. Brigi deja su djambé y deja su guitarra para tocar el valle. 10. Jorge Díaz Martínez, «Poética» (ob. cit.). 11. Eduardo Chivite Tortosa, «Tres autores de la… (ob. cit.).

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N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 Brigi como una diosa levanta en sus manos el cielo del barranco y con su voz colorea el aire. Brigi llena de luz, brilla una estrella. Los gallos y las yeguas enmudecen, los gitanos escuchan. Y en el azul el sol se guarda un poco. Experimentar también con una vida fuera de lo convencional, cercana a la naturaleza e, incluso, al placer de dejarse llevar por la evasión de los paraísos artificiales, puede que haga que uno se replantee las cosas desde una tranquilidad de espíritu diferente. De hecho, 6 años después, nos encontramos con que el autor ha dado otra vuelta de tuerca, un nuevo giro de poética y de vida, como si lo anterior hubiera sido una parada en el trayecto, la espera de un transbordo con retraso intencionado, queriendo llenar su mochila de experiencias. Así, su tercer libro, escrito desde su nueva perspectiva vital, más cercana a lo intelectual, es una ilustración de su estancia en Barcelona. Bajo el título de Transbordo. Poemas del metro de Barcelona (La Garúa, 2012),12 sale a la luz un libro que juega con la idea del viaje, con el transbordo de pasajeros de un poema a otro. Elvira Ramos, sobre este asunto, ha señalado que: «nos va llevando por las líneas del suburbano como quien queda con nosotros en cualquier andén de una estación»13 y Ana M. Caballero insiste, de nuevo, en esta imagen: «Los poemas de Díaz se detienen en las paradas de Diagonal, Verdaguer, Sants Estació, Drassanes, el Liceu…».14 Pues, efectivamen12. Los poemas de Transbordo, a diferencia de La piel de la memoria y Almizcle y tabaco, siguen la norma ortográfica de no acentuar la palabra «solo», cuando equivale a «solamente», o los pronombres demostrativos cuando actúan como pronombres, dado que dicha edición, por motivos cronológicos, se acoge a la recomendación de la RAE de la fecha de impresión. Mientras que las otras dos, algo anteriores, aún se regían por la norma tradicional, pues la RAE no se había inclinado todavía por una frente a otra, admitiéndose entonces la doble ortografía de dichos términos. El artículo, por su parte, sigue la norma vigente hoy en día, que actualmente requiere ya la no acentuación, pero respetará la acentuación propia de las ediciones en el caso de los textos poéticos. (Esta decisión de compromiso se toma de convenio con el autor.-no es necesario decirlo) 13. Elvira Ramos, «Crítica literaria: Trasbordo. Poemas del metro de Barcelona, Jorge Díaz Martínez» [en línea] (Ronda Somontano, revista digital del Somontano de Barbastro. Última actualización: 16/02/2013 10:36), en http://www.rondasomontano.com/revista/66149/ (05/01/2018, 13:01). 14. Ana M. Caballero, «Transbordo. Poemas del metro de Barcelona, de Jorge Díaz» [en línea] (Culturamas. La revista de información cultural en internet. Última actualización: 07/11/2012), en http://www.culturamas.es/

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te, hay un juego incorporado en el poemario, un viaje factible a través del metro de Barcelona que obedece al orden de los poemas y cuyo trayecto traza una espiral que comienza en la Barceloneta y finaliza concéntrica en Plaza de Cataluña. Sin embargo, en opinión de Juan Andrés García Román, en la propia contraportada del libro, estos… … poemas no hablan del metro de Barcelona, aunque sí se enroscan igual que él como la raíz de una maceta, como la raíz de una ciudad que de repente, desde la tiniebla, se antoja más que eso. Aquí la prisa del metro es un pretexto para no llegar o llegar de otra manera, quizás utópica si la utopía pudiera decirse con palabras pequeñas.15 En cierto modo ambas afirmaciones son ciertas, en la ya citada entrevista, Jorge Díaz nos indica que, si en un primer momento, este libro fue el fruto de una serie de poemas dedicados expresamente al metro de Barcelona, más tarde fue añadiendo otros, manteniendo una continuidad de estilo. En otro lugar, sobre esta obra, hemos indicado que hay también un viaje por las lecturas del metro,16 es decir, por la métrica (metrum) de los poemas de Barcelona: «¿Cuántas veces, leyendo, no nos hemos saltado la salida, no nos ha devuelto el iris una forma distinta a la esperada?». Ver, a medio camino entre el recuerdo, lo visto y lo leído; a medio camino entre un detalle que te lleva a otro momento, que está dentro y fuera del poeta, que está en ese mundo subterráneo y arriba al mismo tiempo, que es Barcelona y que no lo es; a medio camino entre ecos prestados de lecturas y la vida alrededor (la multitud, por ejemplo, que se mueve en una misma dirección, al mismo paso), como planos subjetivos de un film que nos cuenta una historia, una ciudad, una persona. Y aquí también, de nuevo, nos encontramos, de una manera muy distinta a la de aquel temprano poema de La piel de la memoria, con otra reflexión poética dedicada a esa dificultosa relación entre identidad y tradición, precisamente bajo el título de Liceu, que, además de ser una de las estaciones del metro de Barcelona, como todo el mundo sabe, significa

blog/2012/11/07/transbordo-poemas-del-metro-de-barcelona-de-jorge-diaz/ (05/01/2018, 14:22). 15. Juan Andrés García Román, [«Texto de la contraportada del libro»], en Jorge Díaz Martínez, Trasbordo. Poemas del metro de Barcelona, Barcelona, La Garúa, 2012. 16. Cf. Eduardo Chivite Tortosa, «Jorge Díaz Martínez, Transbordo. Poemas del metro de Barcelona» (Culturamas. La revista de información cultural en internet. Última actualización: 06/03/2013), en http://www.culturamas. es/blog/2013/03/06/transbordo-poemas-del-metro-de-barcelona/.

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N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 «instituto» o «escuela», es decir, lo instituido, la tradición, la norma que a la vez nos conforma y sujeta, nos da nuestra identidad y nos la roba: LICEU Ese es mi mal RUBÉN DARÍO

Solo un signo nos suma, referencias, igual que sobre otras pisadas pisar sin confundirse o la voz que uno imita sin ser uno y siéndolo a la vez. La camisa raída delata su latido. Paradoja también para la poesía la multitudinaria soledad en el metro. Sobre este libro, Agustín García Calvo añade, además, otro apunte certero: Un viaje en el metro de Barcelona puede ser un recorrido excepcional, se trataría de ver pequeñas situaciones extraordinarias en una traslación espacio-temporal que miles de personas, habitualmente, realizan ensimismadas y sin prestar atención […] Las vivencias descritas en sus poemas no se transcriben tal cual fueron, sino transformadas, metamorfoseadas, transbordadas al lenguaje poético y siempre alejándonos, felizmente, de los lugares comunes. […] metáfora de la traslación entre realidad y poesía. […] no importa dónde nos encontremos, no importa el continente, la estética de la mundialización ha conseguido igualar lugares en todo el planeta; […] se va desvaneciendo o desdibujando entre buses turísticos, nueva burguesía rusa y hordas de supporters británicos o centroeuropeos. Jorge hace de esa circunstancia una reflexión 26


Jorge Díaz Martínez

sobre la soledad en medio de las multitudes; también sobre su identidad, sobre su individualidad.17 Sobre la génesis del poemario, de nuevo en la completísima entrevista con Estela Puyuelo, Jorge Díaz afirma que la lectura de Echado a perder, de Carlos Pardo,18 le animó a seguir el proyecto de escritura de este libro en concreto. Lo cierto es que la poética de Carlos Pardo ha marcado buena parte de la mejor poesía de la actualidad. No nos referimos solo a una cuestión de tendencias, sino a cómo esta se ha revelado como un revulsivo o empuje para otras poéticas, no necesariamente imitativas. La inclinación a cierto juego intelectual, metapoético y premeditado en Transbordo tiene concomitancias con la poética lúdica, entre la ironía reflexiva y una crudeza confesional de Carlos Pardo. Esta premeditación se percibe, por ejemplo, en el frecuente uso de breves sintagmas que parecen agruparse en conjuntos de emociones «donde el silencio y la pausa son esenciales y que construyen estampas antes que un discurso hilvanado. Por otro lado, en varias piezas, se cruza otra voz».19 Esta voz generalmente se marca en cursiva, con la intención de denotar, ya sea la cita interna de otro poeta o, más frecuentemente, otras voces y tonos poéticos, ligeras variaciones y disgregaciones de identidad, como «esa voz que uno imita sin ser uno y siéndolo a la vez», porque también estamos en nuestras lecturas, en la elección de un tono o un estilo, así como en ese diálogo intertextual con la tradición. Díaz Martínez, añade: «Me gustaba el juego de utilizar una poética “modernista” […] Destacaría, en ese sentido, cómo una poética puede ser entendida simplemente como una forma más, elegida entre otras muchas opciones posibles».20 Así lo vemos, desde el primer verso, en el siguiente poema, donde, de nuevo, Díaz Martínez enlaza con la obra de Rubén Darío. Y es que, como ya nos ha indicado, la elección de una poética u otra puede ser, en ocasiones, simplemente un juego en sí mismo, pero un juego significativo, un recurso intencionado y siempre artificioso, hasta el punto de la ironía. Sirva de ejemplo: 17. Agustín Calvo Galán, Transbordo de Jorge Díaz Martínez [en línea] (Revista de letras. Última actualización: 12/11/2012), en http://revistadeletras.net/transbordo-de-jorge-diaz-martinez/ (03/01/2018, 19:32). 18. Carlos Pardo, Echado a perder, Madrid, Visor, 2007 (XI Premio de Poesía Generación del 27). 19. Alberto García-Teresa, «Transbordo. Poemas del metro de Barcelona, de Jorge Díaz Martínez» [en línea] (La República Cultural. Última actualización: 08/12/2012, 13:45), en https://larepublicacultural.es/article6439. html (06/01/2018, 09:35). 20. Estela Puyuelo, «Jorge Díaz Martínez… (ob. cit.).

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N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 CARRIL BICI Es el Otoño y vengo de un Versalles doliente pero es junio y voy a una playa de ensueño pronosticado, pero agradable. Los amigos son suaves y los días se decoran de turismo extranjero, ligeros pasan entre el trabajo y la ciudad saboreada poco a poco. vienen,

Pasan,

vengo de una lógica a un súbito asomarse hasta el filo de las inclinaciones y ver las filipinas repartiendo massage, doradas blancanieves y un coro paquistaní dando la lata. Poéticas playeras, constitución, tapujos, melanina.

Un contraste tras otro es esta arena. Su toalla celeste y anaranjada dos hermanos escurren, una madre los llama. Ya viene la gaviota 28

voy,


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y del puerto los músicos se esfuman. No hay tiempo que perder. A mi karma, benévolo, subir, aplicarme y volver a aprender a querer en mallorquín. Molinero de acentos. Francisco Onieva, en la reseña que le dedica, afirma que Transbordo es un poemario aparentemente sencillo pero con un andamiaje estético ambicioso, dado que en poesía solo el lenguaje es la única verdad que le da forma.21 Y, por su parte, Daniel García Florindo, nos ofrece algunas pistas en el camino de este andamiaje que, como Eduardo García nos enseñó, es tanto más eficaz cuanto menos se nota. el libro incorpora la cita intertextual ejercida por el poema de Ezra Pound «In a Station of the Metro» con la que el autor nos proporciona […] una importante influencia en el procedimiento creativo del poema que practicó Pound. Nos referimos, claro está, al poema imaginista. […] Una emoción puede convertirse en un poema tras la form(ul) ación de las reglas del Imaginismo, si se intenta conseguir un efecto de inmediatez semejante al que admiraba en los ideogramas chinos por medio de la disposición tipográfica y prosódica de las ideas según su «significado» poético. […] La intención es conseguir un máximo de efecto lírico (y efecto de shock) sin recurrir a adornos superfluos ni a un sentimentalismo exagerado, lo que no supone dejar de emplear la palabra en su máximo esplendor, en su máxima plurisiginificación a través de figuras retóricas tan conceptistas como la disemia o la dilogía, por ejemplo («La besaba en la boca del metro»).22 21. Cf. Francisco Onieva, «Las raíces de la realidad» (Cuadernos del Sur, 12/01/2013. Digitalizado por el Diario Córdoba), en http://www.diariocordoba.com/noticias/cuadernos-del-sur/raices-realidad_774312.html (07/01/2018, 14:10). 22. Daniel García Florindo, «Transbordo. Poemas del metro de Barcelona» [en línea] (Aula Poemátika. Última actualización: 24/12/2013), en https://aulapoematica.wordpress.com/tag/jorge-diaz-martinez/ (06/01/2018, 14:44).

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N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 Buena parte de los recursos mencionados en la cita anterior, pueden verse ejemplificados en el siguiente poema: CUBETA Solo turnos de luz. Tu mirada bailando con mi cuerpo sobre un suelo adherente de envoltorios y vidrios. La música encharcada, una medusa vista a través de unas gafas de bucear. a) El aire comprimido. b) Una pala de plástico. Tal y como mencionábamos en otro lugar, este poema permite una gran amplitud interpretativa, pues puede verse, por ejemplo, como una tarde de playa o como un momento en el metro («suelo adherente / de envoltorios y vidrios») o bien leyendo un poema donde se hable de medusas; quizás un charco en el andén de la estación lleve la mente del poeta a un recuerdo reciente o de la infancia: la playa, una cubeta, bucear bajo el agua cubierto por la luz contemplando una medusa… Quizá todo sea ficción bien ensamblada. Pero podemos ver la luz llenando la oscuridad de los túneles o atravesando el agua. Alguien que mira lo que oye y lo que ve.23 O tal vez esté bailando en una noche cualquiera, mientras su subconsciente engarza diferentes asociaciones sensoriales y lingüísticas.

23. Cf. Eduardo Chivite Tortosa, «Jorge Díaz Martínez, Transbordo… (ob. cit.).

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BIBLIOGRAFÍA CABALLERO, Ana M.: «Transbordo. Poemas del metro de Barcelona, de Jorge Díaz» [en línea] (Culturamas. La revista de información cultural en internet. Última actualización: 07/11/2012), en http://www.culturamas. es/blog/2012/11/07/transbordo-poemas-del-metro-de-barcelona-de-jorge-diaz/. CALVO GALÁN, Agustín: Transbordo de Jorge Díaz Martínez [en línea] (Revista de letras. ÚltIma actualización: 12/11/2012), en http://revistadeletras.net/ transbordo-de-jorge-diaz-martinez/. CUBEIRO, Alejandro G.: «Jorge Díaz Martínez autor del poemario La piel de la memoria» (Diario Córdoba, 28/12/2004), en http://www.diariocordoba.com/noticias/cultura/jorge-diaz-martinez-autor-poemario-la-piel-memoria-mi-libro-pretende-unir-conciencia-estetica-experiencia-cotidiana_161979.html. CHIVITE TORTOSA, Eduardo: «Tres autores de la reciente poesía cordobesa o la juventud es una enfermedad que se cura con los años», Paseo cultural, núm. 16, 2007, pp. 35-47. También puede encontrarse digitalizado en http://lasnochesdelcangrejo.blogspot.com/2008/10/tres-autores-de-la-reciente-poesa_20.html. –––– «Jorge Díaz Martínez, Transbordo. Poemas del metro de Barcelona» (Culturamas. La revista de información cultural en internet. Última actualización: 06/03/2013), en http://www.culturamas.es/blog/2013/03/06/transbordo-poemas-del-metro-de-barcelona/. GARCÍA CASADO, Pablo: Las Afueras, Barcelona, DVD, 1997. DÍAZ MARTÍNEZ, Jorge: «Poética» [en línea] (Las afinidades electivas. Última actualización: 16/01/2008), en http://lasafinidadeselectivas.blogspot.com. es/2008/01/jorge-daz.html. GARCÍA FLORINDO, Daniel: «Transbordo. Poemas del metro de Barcelona» [en línea] (Aula Poemátika. Última actualización: 24/12/2013), en https://aulapoematica.wordpress.com/tag/jorge-diaz-martinez/. GARCÍA ROMÁN, Juan Andrés: [«Texto de la contraportada del libro»], en Jorge Díaz Martínez, Trasbordo. Poemas del metro de Barcelona, Barcelona, La Garúa, 2012. GARCÍA-TERESA, Alberto: «Transbordo. Poemas del metro de Barcelona, de Jorge Díaz Martínez» [en línea] (La República Cultural. Última actualización: 08/12/2012, 13:45), en https://larepublicacultural.es/article6439.html.

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N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 ONIEVA, Francisco: «Las raíces de la realidad» (Cuadernos del Sur, 12/01/2013. Digitalizado por el Diario Córdoba), en http://www.diariocordoba.com/ noticias/cuadernos-del-sur/raices-realidad_774312.html. PARDO, Carlos: Echado a perder, Madrid, Visor, 2007. PUYUELO, Estela: «Jorge Díaz Martínez: “La poesía es comunicación artística”» [en línea] (Ronda Somontano, revista digital del Somontano de Barbastro. Última actualización: 27/03/2013 19:44), en http://www.rondasomontano.com/revista/67873/. RAMOS, Elvira: «Crítica literaria: Trasbordo. Poemas del metro de Barcelona, Jorge Díaz Martínez» [en línea] (Ronda Somontano, revista digital del Somontano de Barbastro. Última actualización: 16/02/2013 10:36), en http:// www.rondasomontano.com/revista/66149/.

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Poemas COLADA Algo importa si sufres esas pinzas, la cuerda que sostiene el margen de tu cielo, cómo limpia piel muerta de la piel, el viento que voló tu ropa de la cuerda. Importa dónde caes. De La piel de la memoria (2005).

NÓMADAS Sueñan con Córdoba y Antequera, con unos campos inmensos de opio silvestre y con las plantaciones de la Bayer, allí las flores son así de grandes, como un puño. Saben que un gramo se paga a 100.000 liras, por ejemplo, en el Pistoia Blues o en cualquier parte. Les hablan de Granada,

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N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 del Sacromonte y las cuevas, de San José y de San Pedro, de los Caños de Meca, de Santa Fe y la Alpujarra y atraviesan Europa con lo puesto. Como pueden se cuelan en los trenes y llenan los vagones de humo y perros. Y sueñan con ahorrar, con hacer una buena temporada, lo suficiente para una furgoneta.

VALENTINA, EL INVIERNO Serán más de las nueve de un domingo. La gente entra y sale de las cafeterías o desayuna al sol en las terrazas, pero Valentina duerme, duerme tranquila. ¿Que si trabajé… Trabajé en un montón de sitios! Yo tenía que cuidar de mi hermano y tenía que comprarle la ropa y las cosas del colegio, los cuadernos, los lápices, los libros, la ropa… todo. Yo era la que traía el dinero a casa y cuidaba de mi madre también, que estaba siempre bebiendo… y yo era sólo una niña! Valentina amanece en el suelo, en la esquina de Reyes Católicos con Calle Elvira. Sus perros, como ángeles, la arropan. No la despierta el humo ni el ruido de los tubos de escape, no la despiertan los pasos ni el sol

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que en los labios hinchados ya la besa. Una rasta rubia le cae en la mejilla. Su sueño será espeso y pegajoso. De Almizcle y tabaco (2006).

ENTENÇA Cascos y lectores. Impulsos y pulpos. Cáscaras de máscaras. Sed de aire, aire. EGRESIÓN De la mano del cielo, apresurados hacia un aula repleta de legañas lavadas y ejercicios. Eran nuestros abrigos colgando en la pared como dobles vacíos.

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N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 A UNA BICICLETA sólo de movimiento fue su alma PABLO NERUDA

En su habla, venir era igual a salir, era igual a llegar. Una larga caricia, Barcelona. Pretéritos modernos, ya nebulosas estampas. Era un aire suave, de pausados giros. Y era la tierra calurosa un infinito círculo … No importa. Era una bicicleta. Y era mía. El ejemplo de lana de una nube o descender, sin voluntad, las Ramblas, el Carrer d´Avinyó. Dejar que mis sentidos tornen a ser infantiles. Silbar Verano azul. En el puerto nos fotografiaban y era normal: la luz, la simetría

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o las ocasionales prendidas pasajeras éramos una intertextualidad más en equilibrio, temeraria prudencia, retina, sol naciente: impresión. Fue al salir de una biblioteca. Solo metáforas deshechas. Si alguna vez tuve alas fue en Barcelona. De Transbordo. Poemas del metro de Barcelona (2012).

INÉDITO: A Eduardo García, In Memoriam

Vendrá ahora el tiempo de los homenajes y una edición completa de tu poesía. Serás la excusa de las conversaciones y aumentarán tus íntimos amigos. Lo imprevisible ha sido tu despedida precipitada, ausente, a la francesa… Si pudiera llamar al otro lado para escucharte otra vez pulsaría tu nombre que de mi agenda no puedo borrar. Te gustaría ese soneto, Eduardo, en el que duplicáramos tal diálogo: yo aquí y tú donde quiera que yerres con tu misma voz de siempre, alegre.

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N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 Te agradezco que siempre me supieras sonreír y tus consejos. Estabas ya de vuelta de las animadversidades de la literatura y leíste mis inéditos y me prestaste tu libro inencontrable para fotocopiarlo. En muchas ocasiones sólo estar a tu lado era un alivio. No sé por qué me vino una conversación en el Can-Can. Me miraste a los ojos recordando en silencio tu propia ingenuidad que ya habías olvidado. Tengo recuerdos muy vivos de ti.

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INÉDITOS 3 poemas, 3 relatos ANA PATRICIA MOYA Y Notas sobre Píldoras de papel su último libro por José Ángel Barrueco



Ana Patricia Moya

ANA PATRICIA MOYA (Córdoba, España, 1982). Estudió Relaciones Laborales y es Licenciada en Humanidades por la Universidad de Córdoba (España). Postgrado en Community Manager y Máster en Textos, Documentación e Intervención Cultural. Ha trabajado como arqueóloga, bibliotecaria, documentalista, diseñadora gráfica, archivera, correctora ortotipográfica, etc. Autora del poemario Píldoras de Papel (Huerga & Fierro Editores, 2016). Dirige secciones de poesía y narrativa española contemporánea en distintas revistas literarias (No es país para viejóvenes y Palabra de Argonauta en Odisea Cultural; Que la vida iba en serio y El sótano del Ornitorrinco en Revista Liberoamérica). Sus poemas y relatos han aparecido en distintas publicaciones, digitales e impresas, europeas e hispanoamericanas. Ha sido incluida en diversas antologías literarias. También ha obtenido algunas menciones por sus textos y ha sido traducida parcialmente a seis idiomas. Actualmente, dirige Editorial Groenlandia (proyecto cultural sin ánimo de lucro especializado en publicaciones digitales) y es una de las editoras de la plataforma internacional Editorial Liberoamérica. También estudia un Máster Europeo en Biblioteconomía y prepara la publicación de su nuevo libro de poesía La casa Rota, bajo el sello de Editorial Versátiles.

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Ana Patricia Moya

Poemas LA BALADA DE LA SOLTERA I PLANES Imaginaba los treinta con nómina mensual fija, una hipoteca que sustentara un techo compartido, con las habitaciones a rebosar de fotos de viajes y con una biblioteca en constante crecimiento, y aquí estoy, con la sombra de los cuarenta sobre mi nuca, llorando frente al espejito mientras me quito pegotes de cera y cavilo en cómo ocupar el lunes (quizás repase la cocina, quizás me entretenga con el temario de oposiciones o quizás salga a la calle a caminar sin rumbo), aquí estoy, resistiendo a la precariedad, a los embistes de hombres y mujeres sólo dispuestos al placer puntual, en la misma casa familiar, con las mismas fotografías y con mis estanterías quedándose vacías, porque nadie nos preparó para el fracaso, nadie, porque nadie nos explicó qué hacer con la vida –ese chiste de mal gusto– cuando se nos escapa por el sumidero.

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N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 II LANGOSTA “Comenzó a huir sin saber a dónde dirigirse. Pero se dirigía hacia nosotros. Éste era el principio de su nueva vida. Entonces aún no era consciente de lo que duele estar solo.” (FRAGMENTO DE LA PELÍCULA “LOBSTER”, DE YORGOS LANTHIMOS).

“Amor es lo esencial. Sexo, mero accidente. Puede ser igual o diferente. El hombre no es un animal: es carne inteligente, aunque algunas veces enferma”. (FERNANDO PESSOA)

No quiero ser sastre para zurcir vuestras heridas sensibles al frío no quiero ser cómo la madre pájaro que os cobije en un nido cálido no quiero ser el contenedor de basura para que arrojéis vuestros despojos emocionales no quiero caballeros ni damas de alma reversible os quiero completos con el corazón intacto invicto sólo quiero desprenderme de esta maldita cáscara exponerme en carne viva para que no me envenenen los aguijones de los hijos pródigos y su pánico a la soledad.

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III ESPECIE SUPERIOR “Estemos preparados. Quedémonos desnudos con lo que somos, pero quememos, no pudramos lo que somos. Andamos. Respiremos sin miedo. Despertemos a la gran realidad de estar naciendo ahora, y en la última hora.” GONZALO ROJAS

Sobreviviremos a la melancolía del asfalto con sus peatones más pendientes de las pantallas que de las gotas de lluvia, a comparar precios, meticulosamente, para invertir los céntimos sobrantes en pan integral o leche desnatada, a saciar el estómago con la única compañía del televisor a todo volumen en la sala de estar a interminables sesiones de sillón, manta y películas añorando la proximidad de otro cuerpo, a mendigar el afecto de amantes vagabundos y su abandono cuando cumplen con sexo perezoso, a la tentativa de requerir cita con un psiquiatra que te auxilie con prodigios encapsulados, sí, ten por seguro que sobreviviremos al ocaso de la civilización, a las escasas ofertas del supermercado, a las habitaciones vacías, al dogma de los fornicadores apáticos, estamos más que adaptadas a este infierno terrenal.

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Relatos TODO SE RESUELVE CON UNAS OPOSICIONES De madrugada, te abraza la sombra de la hipoteca, y luego, tu chica, con esas ojeras que son idénticas a las tuyas: las huellas de la incertidumbre. El desayuno se te atraganta –sólo galletas de un paquete caducado y pan tostado con mantequilla– por las confidencias en la ridícula cocina: se plantea la necesidad de formalizar burocráticamente que os queréis desde hace años en un juzgado –tu madre, tan tradicional, anhela como testigo de la unión un cura–, pero no hay dinero, no hay tiempo, no hay ganas. Tu pareja refunfuña al revisar el teléfono móvil: le toca lidiar con su empleo –fregar suelos para familias que racanean con su salario–, y tú te adosarás a un escritorio repasando temarios –para este año, ampliados para joder aún más la voluntad y el bolsillo–, durante horas, sólo interrumpidas por las ganas de ir al baño o para beber refrescos energéticos o café para aguantar. Todo lo memorizado se agolpa en tu cabeza y te provoca una migraña que combates con pastillas; luego, tu estómago te avisa de que tienes cuarenta minutos exactos para almorzar algo, ducharte, arreglarte y volar hacia el bar donde haces equilibrios con la bandeja a cambio de unos euros y soportas las amenazas del propietario del negocio –“la cosa está muy mala”: su pretexto favorito–. A las doce y media de la noche, con dolor de huesos –te ha tocado atender a los gañanes que han ido a ver el penúltimo partido de fútbol de la temporada– regresas al cubículo que llamas hogar y allí está tu novia, acurrada en el sillón, sollozando. Tembláis con la confesión “tengo un retraso”. Y te cagas en los muertos de los condones baratos de los chinos y te vuelves creyente de todo el santoral, los mismos santos que adornan las estampitas que te regala la devota de tu abuela para que te ayuden a conseguir esa plaza de una puta vez. El disgusto os quita las ganas de cenar –tampoco hay gran cosa en la nevera– y os acostáis deprimidos, 47


N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 sin ganas de amor. La derrotada mujer con la que compartes cama desde la adolescencia, a tu lado, se duerme entre lágrimas; tú le agarras la mano con firmeza, y la calidez te hace sentir un poco más humano. El miedo te lleva al insomnio, y del insomnio, a la reflexión: ¿vale la pena luchar? “Si quieres prosperar en la vida, estudia oposiciones”. La gran frase de los progenitores. Pero, como bien sabes desde que terminaste la licenciatura, no siempre los padres tienen razón.

PROMESAS A los que nos hacen desperdiciar lo más valioso que tenemos

El recién llegado encendió un cigarrillo y se paseó por el apartamento: las copas de cristal y la botella de vino en la terraza; la mesa de la cocina, con su elegante mantel rojo, platos y cubiertos perfectamente colocados para dos comensales; la habitación de matrimonio, ordenada; sobre la cama, una cajita azul en cuyo interior había un precioso anillo de oro blanco. Al regresar al salón, se aproximó al mueble con adornos, portafotos de buenos momentos, un calendario que marcaba, con un enorme círculo en rojo, un día del mes, y un reloj con un viejo marco de plata. Suspiró. Pasó los dedos por la superficie de la madera y el tacto del polvo acumulado le hizo recordar que el mundo se detuvo el día dieciséis de junio del 2015, exactamente a las diez y cuarto, hora que marcaba permanentemente las manecillas de aquel reloj sin pilas. Ella, a pesar de las promesas, no aparecía, y él, aunque llevaba dos años esperando a que llamara a la puerta, no perdía la esperanza. Se hacía tarde: cerró las ventanas, aplastó lo que quedaba del cuarto cigarro en un cenicero, tomó el abrigo y la bufanda del perchero y se marchó. “Quizás mañana regrese”, pensó al abandonar el portal del edificio. “Quizás”.

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Ana Patricia Moya

LOS OJOS DEL PESCADO MUERTO Me prometí hacer vida sana, comenzando por la dieta: por eso, después de concluir mi sesión maratoniana de estudio en la biblioteca, fui a la nueva pescadería del barrio que, según las chismosas de mis vecinas, tiene buenos precios. Cuando llegó mi turno y la pescadera me preguntó qué deseaba, yo permanecía indecisa por la variedad y frescura de lo expuesto en el mostrador; sin embargo, al contemplar los ojos del besugo, sentí un temblor inexplicable que recorrió toda mi espina dorsal. Al final, me inventé una excusa tonta para marcharme de allí con las manos vacías. Ahora, en casa, mientras aliño una ensalada y planifico las salidas al parque para hacer ejercicio, reconozco la mirada del pescado muerto, idéntica a la de aquella mujer que me suplicó que no la abandonara aunque, al final, la dejé porque mi futuro depende de unas malditas oposiciones y no de su afecto.

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Ana Patricia Moya

NOTAS SOBRE PÍLDORAS DE PAPEL, DE ANA PATRICIA MOYA Por José Ángel Barrueco

Si hubiera algo de justicia poética en el entorno literario de nuestro país, este poemario de Ana Patricia Moya (Córdoba, 1982), Píldoras de papel, estaría cosechando el éxito que se merece. En tiempos en los que, cada vez con mayor frecuencia, la nueva poesía se está alojando en el campo de lo cursi y en el postureo fotográfico, apoyado éste en miles de selfies que los propios autores se toman para satisfacer a sus fans, y en los que se vuelven virales algunos versos sonrojantes, es un alivio comprobar que aún se sigue publicando a poetas capaces de mordernos el corazón, capaces de conseguir que cada texto se nos clave y nos pese sobre los hombros, como si la carga de quien ha vivido lo que cuenta nos doblegara también a nosotros. Píldoras de papel está editado por Huerga & Fierro, así que en principio y en teoría no creo que haya problemas en encontrarlo en las librerías de calidad. Ana Patricia está flanqueada por otras dos autoras de armas tomar: Ana Vega escribe el prólogo y Layla Martínez escribe el epílogo. Son tres mujeres que, por suerte, nunca se van a conformar con las migajas que les lanza el sistema a modo de señuelo: ellas conocen las injusticias del entramado editorial y la protesta suele ser su bandera. No se callan… y aplaudimos que no se callen. Ana Patricia Moya nos ofrece un libro dividido en cuatro partes, de las que me interesa ir dando algunas pinceladas: En “Sonámbula” hay un recorrido amargo por los años de sometimiento a la farmacopea para obtener una “felicidad ficticia”, las noches de 51


N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 insomnio y los sueños que se van escapando por las grietas de la realidad, la angustia y las lágrimas en solitario… pero siempre plantando cara a las adversidades, como confirman estos versos del poema “1998”: hay que encararse a puñetazos con la vida reírte de ella con sorna domarla con las manos desnudas escarbar en sus recovecos En “Peter Pan y sus fantasmas” Ana se propone desarticular los cuentos que Disney y sus acólitos nos vendieron en la infancia: esa recua de princesas, caballeros sonrientes, grandes dosis de felicidad y promesas de un futuro rico en alegrías y riquezas que cada niño se traga a pies juntillas hasta que, ya adulto, comprueba que todo son fórmulas para entretener, que cuando uno crece empiezan a volar las hostias, que hay más hijos de perra que príncipes y más cabronas que princesas, y que los vicios y las enfermedades y la locura y la rabia y la mala suerte nos van acorralando contra un rincón. Pese a la ferocidad de los poemas de este tramo del libro, a la furia con la que la autora derriba a sus ídolos de infancia, entre líneas asoma cierto humor, ese humor negro de quien da un puñetazo a un dibujo animado y lo arrastra por el barro. El final es demoledor, por si no ha quedado claro que Ana Patricia Moya no es una princesita en apuros, sino una mujer luchadora y superviviente: Cierro el libro del cuento de mi vida. He obviado que hubo y hay más gorrinos, pero yo ya estoy hasta el coño: que se queden encerrados en sus fábulas. En “Eso extraño que llaman amor” sólo hay ocho poemas en los que se consignan las falsas promesas de los amantes ocasionales y cómo en la mayoría de los casos todas esas relaciones terminan en una palabra que siempre nos envejece cuando nos toca: decepción. No faltan los mazazos en cada página. Un ejemplo: Ser la otra te posiciona en dos categorías: la superior, cuando eres la novedad, la inferior, cuando eres comodín. No sé si me valoro lo suficiente o me siento muy sola. 52


Ana Patricia Moya

En “Mi corazón es una tundra”, la última parte, se regresa a algunos de los temas contenidos en las partes previas (los traumas ocasionados por los cuentos, la depresión amenazando con volver, el desamor y las mentiras, el vacío de los días iguales), aunque con variantes y un dardo brutal para esos poetas que sólo piensan en obtener premios y menciones aunque sea a costa de venderse y de comerciar con falsedades. ¿Qué puede hacer una poeta que se niega a hacer de su imagen un personaje “vendible” para los medios, que sufre noche tras noche las pedradas del infortunio, las promesas rotas y los múltiples tropiezos que nos va ofreciendo la sociedad? Ésta es la respuesta: Sólo nos queda escribir testamentos únicos de supervivencia para escapar de la locura, para dar sentido a tanto dolor.

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POEMAS INÉDITOS CORINA KERST



Corina Kerst

CORINA KERST nació en Buenos Aires, en 1988. Comenzó sus estudios de sociología en la Universidad de Buenos Aires. En 2010, continuó sus estudios en París, donde los finalizó en la Universidad de la Sorbona en 2011. Residió en la Ciudad Luz durante seis años habiendo comenzado una carrera de educación que la hizo viajar después a Londres, donde reside hace 4 años como docente en Hackney.

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Corina Kerst

MAGNETISMO 17.09.2016

La cama fue el santuario en el cual fuimos desatando dudas en una lucha de ingenios y burlas. Un remolino de placeres descorchados y de polos opuestos. La habitación mimetizaba el consciente colectivo de nuestro uno más uno. Lo fuimos armando entre pausas de sudor vaporoso y cálido. Espacio suspendido en un tiempo de candor y de dos cuerpos que fueron la encarnación de sensaciones metafísicas y de crudeza. Fluidificación. Cataratas. Deseo. Vos. Yo.

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N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 COPY THAT 18.09.2016

El día tiene gusto ácido. O será el café que baja despacio dejando su trazo punzante. Los dedos del deseo. Tu voluntad oprimiendo la mía. El plomo de darse cuenta. Tenemos miedo.

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Corina Kerst

MUDACIONES 1.12.2018

Desármate de una vez botando todo por las calles como las serpientes. Quítate la mugre de las uñas y sopla las telarañas de las esquinas de tu carne. No dejes que el aire se atrape en las burbujas de mentira que tu boca sopló desde que habló por vez primera Ya la catarata de agua helada me la echaron antes de ti. Ahora es tibia porque sé que lo inherente de tu sexo es ser humo tóxico. Y tu te quedas a oscuras en el bar con mi copa de vino vacía anunciándole al mundo mi ausencia en tu vida. Tan repentina. Como el simple tragar del sorbo seco y ácido. Desármate de una vez botando todo por las calles. Adiós. Hasta la próxima.

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N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 METTA BHAVANA 01.03.2018

Soy pie. Soy hombro. Estoy en el ángulo del dorso. Soy porque siento y siento porque soy cosquilla; oxígeno llenando células. Estoy presente en la luz que entra por la ventana y se mezcla con mi consciencia de estar, con mi cuerpo. Estoy en el burbujeo del agua y en el latido de venas. En la sonrisa del extraño que dejo entrar. Estoy en el abrazo que doy y en la presencia del otro. Soy en el somos y estoy porque soy parte de todo.

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Corina Kerst

HUECO 30.05.2017

Todo lo que tengo para darte es la certeza de no tener nada. Tal vez este trocito de angustia estacionado en mi mano. Te lo estrecho en mi palma abierta. Te lo doy con la mejor sonrisa que puedo darte ahora. A sabiendas que estaré sola por la mañana mientras tueste el pan y llene el aire con el olor del café; Viendo como duermes entre mis sábanas.

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N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 ¡PUCHA, CHE! 13.09.2017

No hacía falta la florecita esa. No hacía falta el sapito; Ni el pedacito de tela verde. Estaba todo tan ordenado y liso. Todo con sus etiquetas, en su lugar y sus cronogramas. ¿Por qué traer esa florecita que llenó todo de olores silvestres? ¿Para qué el sapito que comenzó a saltar y a desordenar todo, a mover las figuritas y los libros? No hacía falta todo eso. ¡Pucha, che!

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Corina Kerst

ESTO NUEVO 01.04.2017

Lo acepto aunque me deje lana amarga en la boca. El tiempo hace lo mismo: deja surcos, arando con palas de metal agudo y dulce. Lo acepto porque es necesario. Porque de lo contrario todo sería gris, todo tan húmedo, tan pegajoso. Las aguas tranquilas entienden que es inevitable la piedra, la hoja, el viento, los pájaros. Y por eso su calma se estanca tan fuerte en el pecho. Se estaciona tirando de adentro. Porque este momento; ahora. Porque mañana no se sabe. Lo acepto Y punto.

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JORGE LUIS BORGES: rompecabezas JOSÉ DE MARÍA ROMERO BAREA



Jorge Luis Borges

Me pregunto si no será la disponibilidad de una ingente cantidad, cada vez mayor, de literatura en Internet la que nos impide imaginar algo original. La desaparición de la frontera entre la esfera pública, democrática por definición, y la mente privada y reflexiva, ¿no habrá limitado la capacidad evocadora que informaba nuestro compromiso sostenido con la narración? Hoy que nos enfrentamos a la inmaterialidad de un mundo virtual cada vez más real, al tiempo que nos asola una materialidad aterradora, volvemos a algunos autores por su capacidad de explorar, en su obra, una contradicción: creada con la premisa de contener la vida material (cuerpos, espacio y tiempo), una colección inmaterial de palabras sobre una página. Sigue siendo la literatura de Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899-Ginebra, 1986) un vehículo ideal para capturar, no sólo la vida del siglo XX, sino la del XXI. Sus cuentos celebran la capacidad de la ficción para socavarse sin perder nada de su poder. Sus ensayos logran capturar los aspectos menos definibles de nuestra experiencia. Capaz de evocar la experiencia de vivir el momento, sus escritos mantienen, al mismo tiempo, la forma fluida del esquema y la trama temporal fija. Frente a la contradicción entre el deseo de pertenencia colectiva y la lucha por el espacio individual, surge su ejemplo y complejidad.

OTRAS INQUISICIONES De adolescentes, nos acercamos a algunos libros sin saber si sería procedente volver a leerlos. Hubo autores que nos curaron de esa falta de propósito. La pregunta qué leer era y sigue siendo obvia: debemos releer todos los libros que hemos amado y leer todos los que creemos poder amar. En el trigésimo segundo aniversario de la muerte de su autor, nada más procedente que regresar a Otras inquisiciones (1952). Borges, sin duda alguna, transformó nuestro paisaje literario. Pero ¿cómo exactamente? ¿Mediante la innovación post-moderna? ¿Coqueteando con la ficción pseudo-confesional? ¿A través del argumento provocador? 69


N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 Como muchos críticos han notado, sus cuentos, ensayos y conferencias son de una sola pieza: “La música, los estados de felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decirnos algo” (“La muralla y los libros”). Abres el volumen al azar y es como si ingresaras en un ininterrumpido monólogo interior sobre el mundo de la literatura. Apuntala su obra la fuerza vital que da paso a las promesas rotas del fin autodestructivo: “Dunne asegura que en la muerte aprenderemos el manejo feliz de la eternidad. Recobraremos todos los instantes de nuestra y los combinaremos como nos plazca. Dios y nuestros amigos y Shakespeare colaborarán con nosotros” (“El tiempo y J. W. Dunne”). La trayectoria mor(t)al cambia la manera en que nos aproximamos a los placeres recordados. Como crítico, Borges es capaz del rigor sostenido; brilla su precisión para el epíteto y la concisión: “No hay universo en el sentido orgánico, unificador, que tiene esa ambiciosa palabra. Si lo hay falta conjeturar su propósito” (“El idioma analítico de John Wilkins”). Este libro es, pues, su autobiografía, pero también la de sus libros: los que ha leído, los que ha escrito, los que admira, los que ha releído. A veces asistimos a una serie de disquisiciones independientes entrelazadas con un hilo de reminiscencia: “El infinito ruiseñor ha cantado en la literatura británica; Chaucer y Shakespeare lo celebran (…) pero a John Keats unimos fatalmente su imagen como a Blake la del tigre” (“El ruiseñor de Keats”). No sólo menciona: cita largas secciones, discute su lenguaje o sus imágenes, explora sus márgenes, llama al autor por su nombre. Lo seguimos a través del jardín de senderos que se bifurcan de la revelación privada: “Clásico es aquel libro que una nación o un grupo de naciones o el largo tiempo han decidido leer como si todo en sus páginas fuera algo deliberado, fatal, profundo como el cosmos y capaz de interpretaciones sin término” (“Sobre los clásicos”). Todo lo anterior debería ilustrar la aleatoriedad de la posteridad del revisor, o la omnivoría lectora del autor de El Aleph (1949): en vez de eso, enmascara el narrador su argumento con la apariencia de sucesivas máscaras de ficción: identifica a los escritores, como a sí mismo, como extranjeros comprometidos con el peligro. Sus lecturas iluminan este volumen, nos llevan a través de sus frágiles paraísos, su certidumbre de la nada. Arrojan luz sobre el rompecabezas Borges. Todos esos caminos nos llevan de nuevo al año cero de nuestra adolescencia, en el que nuestros entusiasmos literarios 70


Jorge Luis Borges

no eran sino una forma de inteligencia competitiva, así como una forma de dotar de sentido a un incognoscible conflicto.

FICCIONES Además de saber por dónde empezar, la mejor narrativa breve necesita saber dónde terminar. Tras acumular sus complejas tensiones, las historias cortas no deben abandonarnos fácilmente. Las pocas páginas de algunos cuentos representan la claustrofobia de un fracaso, cuando no la demencia de un discurso. Richard Ford, un maestro del oficio, propuso una vez la cualidad de la “audacia” como la característica definitoria del relato corto, “el acto de literatura” por excelencia. “Me esfuerzo por ser auténtico. Nada es real”. Así describe el novelista alemán W. G. Sebald sus propias exploraciones del interior genérico. Sus palabras bien podrían ser el epígrafe del apólogo de Borges “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, una obra de ficción que no cree en su propia ficticidad: “Los metafísicos de Tlön no buscan la verdad ni siquiera la verosimilitud: buscan el asombro. Juzgan que la metafísica es una rama de la literatura fantástica”. Por extensión, los cuentos de Ficciones (1944), donde se haya incluido, fracasan una y otra vez en ser narración. La metaficción es tercamente auto-referencial: son relatos que nos cuenta cómo el lector y el escritor conspiran para escribir una historia. El esfuerzo metanarrativo presupone revelaciones retenidas. La prueba consiste, tal vez, en la relectura. Tras haber leído de nuevo Ficciones es imposible, incluso sabiendo lo que está por venir, no dejarse atrapar por unos personajes y situaciones tan minuciosamente descritos como en la primera lectura. Nos presenta viñeta tras viñeta, todas ellas conmovedoras, todas ellas a la espera de su novela, todas ellas microensayos que piden ser desarrollados en una tesis doctoral: “[Ts’ui Pên] creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades” (“El jardín de los senderos que se bifurcan”). Los cuentos de Borges aíslan vidas y elecciones individuales. Al igual que las historias de Chejov, o de Raymond Carver, los personajes no tienen una existencia fuera de los límites claustrofóbicos de esas pocas páginas. Los percibimos atrapados sin salida en los rincones particulares de un 71


N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 mundo estilístico reconocible, un universo moral instintivo, que su autor ya ha hecho suyo antes de hablar de ellos: “[Funes el memorioso] no solo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado.”; “[Johannes Dahlmann] sintió, al atravesar el umbral, que morir en una pelea a cuchillo, a cielo abierto y acometiendo, hubiera sido una liberación para él (…) que si él, entonces, hubiera podido elegir o soñar su muerte, esta es la muerte que hubiera elegido o soñado” (“El Sur”). Pasadas algo más de tres décadas de la muerte del autor de La memoria de Shakespeare (1983), la metaficción borgiana sigue rompiendo los límites entre la ficción y la vida real, el narrador y el autor. A diferencia del resto de escritores, Borges quiere que nos identifiquemos con los personajes, para sucumbir a la ilusión narrativa. Para cumplirse en su sacrificio, la obra de ficción debe compensar y confesar el error cometido. El argentino hace que el mundo parezca mejor de lo que es. Puede hacer que los personajes sobrevivan y se reúnan de nuevo. Y nosotros debemos permitirnos creerlo. El collage de historias armadas cuidadosamente sugiere, tal vez, que la vida es demasiado fragmentada, demasiado múltiple, para ser reducida a una sola narración. Pero eso no significa que no puede ser capturada, en toda su desgarradora variedad, en las páginas de un libro. Si, como insiste el novelista y crítico sudafricano JM Coetzee, los grandes escritores deforman su medio para “decir lo que nunca se ha dicho antes”, Borges es un gran escritor y ésta sigue siendo una gran colección de relatos.

ROMPECABEZAS Libro éste (Borges esencial (RAE, Penguin Random House, 2017, que incluye, entre otros, Ficciones y Otras inquisiciones) inusualmente elocuente, en el que cada oración ha sido matizada, cada observación puesta en diálogo preciso con lo que la precede, todo ello destilado en una prosa que se siente fácil de escribir y por lo tanto fácil de leer. Todo el camino, su autor conversa, animadamente, con la tradición. ¿Hemos aprendido alguna lección de las numerosas revoluciones que tuvieron lugar en el siglo XX? Tal vez sea posible volver a la literatura como un valor que no es simplemente el utilitario exigido por los organismos de financiación que tanto influyen en la educación universitaria. 72


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En el proceso, podemos sumergirnos en esta serie de lecturas imprescindibles donde se está como en casa discutiendo con San Agustín o Paul Ricoeur; tan cómodo en compañía de Defoe o Melville, como con Beckett, Woolf o Joyce. Borges esencial supone un desafío definitivo a esa crítica que han distinguido, demasiado rígidamente, la literatura realista de la experimental. Comprobamos aquí que ambas proceden del mismo impulso: contar historias que nos permitan aprender sobre nosotros mismos. Dickens, en sus novelas en primera persona, nos recordó el estatus del relato como una historia escrita. Por el contrario, la novela modernista evitó las convenciones del realismo para ser más realista. Kafka, al narrar una novela que se estructura alrededor de un diario, llama la atención del lector sobre la falibilidad de la narración. Borges deja claro, desde el principio, su compromiso de captar la realidad de la vida virtual, mientras critica sus propios procedimientos miméticos, siempre conscientes de sí mismos. Hoy que oímos repetir a la intelectualidad no sólo que la novela ha muerto, sino también el libro, cuando la misma crítica parece ser un arte moribundo, fácilmente reemplazable por las críticas de los lectores en Amazon, es la del argentino una obra única que representa, al menos para el que esto escribe, la alegría pura de leer, un placer que el propio autor, leyendo su camino a través de los siglos, supo encontrar. Implícita en su prosa, agradablemente sinuosa, la capacidad de iluminar con su oscuridad nuestro camino. SEVILLA 2018

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CIUDAD CORVINA Francisco Ferrer Lerín BANDA LEGENDARIA. CUADERNOS VEINTIÚN VERSOS. VALENCIA. 2018. 46 PÁGS. PVP: 9 EUROS.

Sirven los poemas de este cuaderno, Ciudad Corvina de resumen y de adelanto de la obra de Ferrer Lerín, una obra que juega a reproducirse una y otra vez sin solución de continuidad, ya que casi todos los poemas de Lerín engendran el germen del siguiente y anulan el virus del anterior, (quizá aquí se vea su propia influencia de joven herpetólogo que derivó en ornitólogo, pero apuntar claves de su obra es andar con tacones en la cuerda del funambulista. Este poeta ha declarado además que no cree en la crítica literaria en reiteradas ocasiones), lo que tiene que ver con la proyección del tiempo futuro y con la destrucción del pasado, y en eso es un maestro, en abolir las fronteras entre lo pasado y el porvenir, (así como los lábiles límites entre prosa y poesía, entre narración y sentimiento) de ahí que haya textos suyos con más de cuarenta años que se leen con una pasmosa actualidad, sobre todo léxica, toda vez que el estilo, esa falacia en la obra de Ferrer Lerín, se remoza continuamente, dado que nunca ha aceptado una corriente dominante y ha rechazado conscientemente todos aquellos lenguajes que no procedían de su bestiario particular, he ahí la frescura de la obra. La obra de Lerín es siempre un cadáver fagocitándose mientras recompone las partes que han sido devoradas sin dolor y sin asomo de remordimiento, porque el remordimiento, ese pecado del pequeño burgués no habita en sus poemas, construidos como partes orgánicas de una naturaleza autónoma, cada uno de ellos tiene su propia explicación, no trata de justificar una experiencia desde el recuerdo, sino 77


N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 mostrar en su crudeza elegante y sofisticada, la tensión de las cuerdas del arco con que dispara en cada apuesta poética. También habitan estas páginas (como bestias moribundas) algunos poemas de su próximo Libro de la confusión, por lo tanto, es una muestra esta Ciudad Corvina, a la manera medieval, como manera de trabajar, del totum revolutum del conocimiento antes de ser específico, donde todo cabe: una de las virtudes del sabio, antes de la infecunda especificación actual que abre parcelas del saber en las sociedades modernas y que nos hace ilustres ignorantes; no, la obra de Ferrer Lerín se compendia a sí misma y a todos sus saberes, es dúctil, maleable y difícil, no cumple las expectativas del lector promedio y mezcla con jocundia los diferentes campos del saber que atesora nuestro autor: los libros antiguos, la ornitología, los bestiarios, los índices medievales, los libros de caza, así como las traducciones de ínfima calidad como manera de producir textos, porque incluso la mentira engendra y contiene una verdad. Se inicia este trabajo con ”Definición de poema”, que nos ofrece las claves de comprensión de su obra, como si la poesía necesitase unas claves que no estén insertas dentro de la naturaleza del poema o como si Ferrer Lerín tuviese que dar explicaciones de su obra, toda vez que su poesía comenzó a transitar el camino de una reproducción por temor al horror vacui, a modo de carta de navegación para tripulantes incautos donde «el aire queda atrapado / en el que se conserva el habla de las aves / y donde habita el gran rey de los desiertos / San Onofre sin duda / con la venia de Andrés de Claramonte». Andrés de Claramonte, (1560-1626), fue dramaturgo y actor, autor de El valiente negro en Flandes y posible autor de El burlador de Sevilla, aspecto que no queda claro; porque Ferrer Lerín también está condenado a desaparecer y a explicar la muerte del autor en su poesía, pero eso es algo de lo que nos tiene que avisar él mismo. Después de todo, qué es un autor, como diría Foucault,[1969], sino la posibilidad de distinguir y seleccionar los discursos en textos literarios y científicos. Ciudad Corvina hace referencia a La Filomena, (1621), obra de Lope de Vega donde paga tributo a Góngora, donde además se defendió de sus detractores literarios, un volumen que cumple el apelativo de variatio, incluye rimas, prosas y versos, variatio que hace referencia al totum revolutum antes aludido de los saberes que utiliza Ferrer Lerín en la construcción de su obra. Fragmentariedad de su obra que está cohesionada por la unidad en la ausencia de estilo, o de un estilo particularísimo que consiste en alejarse de 78


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las modas léxicas y de las diferentes corrientes literarias que han flanqueado la presencia/ausencia de Ferrer Lerín en las cinco décadas largas de trayectoria literaria, con una intención de intertextualidad que lo aleja decididamente del vulgo, o de ese vulgo que ahora demanda una poesía de baja intensidad para una sociedad inerme, en una posmodernidad mal asumida por los diferentes correlatos verdaderos/artificiales que abundan entre las nuevas tecnologías y en los medios de comunicación, que se han revelado tan importantes en la minuciosa manipulación de la masa poblacional acrítica que ajusticia lo que se le señale en una posdemocracia perversa. La obra de Lerín es incómoda, hace pensar, reflexionar sobre el papel del sujeto desde la manipulación del lenguaje como llave para un conocimiento en crisis. Un acto de resistencia desde su propia obra a la que no deja de aludir en defensa de sí mismo, sobre todo de un estilo que ahonda en la perfección y que por eso es inamovible, porque el estilo de un poeta está en la revisión, en la corrección de los textos una y otra vez, y porque su obra se comunica mediante conductos que solo llevan a sí mismos, no hay nada fuera, no hay otra obra que se asemeje a la suya, porque se nutre de ella misma, como antes dijimos, fagocitándose, en un ejercicio metódico de destrucción creativa, en una coyuntura que necesita destruir para crear un nuevo discurso ensayado hace décadas, desbastando la lógica discursiva del poema y la técnica narrativa de anclaje en sus leyes constructivas, el Maëlstrom cuyo epicentro es el poema, la palabra. Y nada más, el logos espermático de los estoicos. Solo hay otros autores que tuvieron en la resistencia su manera de hacer poesía , como es el caso de Aníbal Núñez, Agustín Delgado o Manuel Lombardo Duro, autores muy dispares entre sí, pero a los cuales, la crítica no ha sabido dedicarles, como al propio Ferrer Lerín, una adecuada atención a la originalidad de sus propuestas poéticas. «Un poema incomoda con la duda / a quien alimenta a las tórtolas turcas / a quien seduce incólume al emisario[…]». La duda como principio del que parte el texto, la pesquisa que dispone el lenguaje a su servicio y la manipulación de las masas en el ejercicio inventado de libertad, porque todo se reduce a eso, el poder quiere asalariados que respondan al unísono ante el horror de lo desigual, de lo que responde en contra de lo establecido. 79


N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 «[…] hombres displicentes diestros como nosotros / en el ejercicio de la muerte sobre las estólidas masas[…]» Porque esta poesía tiene mucho que ver con el valor específico de la diferencia que constituye un discurso de resistencia, del ser que surge del enfrentamiento con la realidad, y es que la realidad adormece, y ahora, mucho más, con los dispositivos desde los que se enuncia la realidad [Agamben, 2005], dispositivos tan complejos que desactivan el mundo transformándolo en evidencias de su desaparición, en la complicación del rastro de su existencia en la nostalgia de un alfabeto que ya no sabe su orden, el orden del discurso [Foucault, 2014] y los indicadores de la coherencia social que desarticulan las verdades en las que la percepción del mundo estaba basado a fuerza de las pequeñas destrucciones cotidianas que todos hemos creído en el texto alucinado para enajenados que nos venden a diario los medios de comunicación. «[…] ya que somos fieramente humanos[…] Ciudad Corvina como espacio de resistencia en un mundo barroco que no entiende su espejo, que no entiende la imagen que le devuelve porque están desactivadas todas las dudas que podrían generar y se han vuelto espejismos que marcan una idea de felicidad que no cumple las expectativas, de ahí que Ferrer Lerín en la segunda parte de este cuaderno nos introduzca en un espacio inventado a modo de ciudad irreal, en la forma en que lo hacían los ilustrados hartos de fatigar la morigerada visión de una ciudad que se consume a sí misma y que como tal, no existía sino en la crónica del desgaste que embrutece a los hombres y a las instituciones, de ahí el subtexto que yace bajo sus palabras y que son el inicio/espacio de un mundo iniciado por la poesía: «[…] quería / alcanzar el conocimiento de las cosas / antes de que las cosas existieran[…]» Porque la escritura: [Agamben, 2005]«pone en cuestión[…] no tanto la expresión de un sujeto que escribe cuanto la apertura de un espacio en el que el sujeto que escribe no cesa de desaparecer», y de desapariciones trata la obra de Ferrer Lerín en su conjunto, la disciplina del vacío, el autor que escribe su ausencia y su propia desaparición durante años, porque esa era 80


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la obra más original que pudo defender durante décadas, y escribir ahora es «reconocer la singularidad de su ausencia».[Foucault, 1969]. Ciudad Corvina es ese espacio donde se destruye al autor y a su obra construyendo «una función transdiscursiva que constituye al autor, más allá de los límites de su obra, el instaurador de discursividad […]». [Agamben, 2005] Esa es una de las características más destacadas de Ferrer Lerín como autor, la creación de diferentes espacios donde sanciona la aparición de su voz poética para conectarla con otra posibilidad del lenguaje en otra obra, sin importar el tiempo o el estilo, toda vez que es la misma, la revisión de las posibilidades estilísticas, la desaparición sin rastro de él mismo abandonando la estructura a su suerte para ver si se mantiene estable ante el embate del oleaje lírico. Lo hace. Surge la obra de la obsesión leriniana de la ocupación del vacío creando un espacio y un tiempo independientes, las grutas del sentido, el espacio conquistado mediante la palabra al vacío, al cosmos sagrado antes de la creación. Ciudad Corvina es la recuperación del recuerdo, habitando ese espacio devorado como Saturno a su hijo, que Lerín intenta habitar de nuevo porque estaba destruido. Ciudad Corvina es ese espacio inventado donde aparecen los personajes coadyuvantes del relato que debemos creer, de nuestro pasado, aquellos que dan una perspectiva real y que en este caso son Miguel Capellániz, Buscón o Loverdos, este último, personaje que aflora con regularidad en su obra, apellido original del cónsul de Grecia en Barcelona, amigo de la familia de Ferrer Lerín. Si el autor ocupa el lugar de un muerto en los textos, según nos recordaba Agamben [2004] en el juego de la escritura, «marcar las propias huellas en un lugar vacío». No es entonces sino la imagen gestual del propio autor que se inmiscuye en el relato de esta acción y asegura: […] «(ahora siempre este cansancio) / dobla mis piernas de alambre / y caigo de bruces al suelo / […] la tierra que tiene olor / el olor que llevan los muertos […]» Consciente Ferrer Lerín de que ha traspasado la frontera establecida por los límites del propio texto que aconseja parar cuando : […] «la lectura del poeta se encuentra de algún modo con el lugar vacío de lo vivido, debe detenerse» [Agamben, 2005], porque corre el riesgo de convertirse en uno de esos personajes secundarios de tu propia historia, o de reconstruir tu propio pasado con un recuerdo fruto de la lírica, de ahí la terrible het81


N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 eronimia de Ferrer Lerín enmascarado en su recuerdo, porque no se puede construir la biografía de un autor por medio de la obra del mismo que escribe, por eso debe quedar al margen de los fantasmas de la memoria. «Aquí me encuentro muy bien, un acomodo / no sé si aún definitivo, una tumba / al aire abierto, despejada, ofrecida / a la voracidad incansable / al pico tenaz […] Porque descubre inmediatamente su papel de espectador, de mirón atónito, peeping Tom, de la impudicia de su propio recuerdo que actúa como proyección de un futuro vislumbrado en: «[…] de esas aves a las que tanto quise / y que en este momento / vería volar / en amplios y elegantes círculos / si no me hallara / bajo esta luz deslumbradora / si no fuera el fiel remedo de aquel ciego, / Pablo Bernal /[…] ¿No seré yo ese invidente? /// Y toda vez que el presente posindustrial nos permite desactivar los grandes relatos a lo largo del siglo XX, por lo menos, así lo anunció Lyotard [1984, 2004], consciente de la tentación simbolista a la que poetas de su generación estaban aludiendo una y otra vez, Ferrer Lerín nos trae esa forma del poema convertida en mensaje electrónico, en correo que sustituye una sentimentalidad ajada y personal, por una sentimentalidad de raigambre digital y casi anónima, las redes sociales permiten el esparcimiento y la investigación de otra forma de poema, el caso se ha dado en llamar a esta forma de proceder leriniana, en donde se ensaya una nueva sentimentalidad que sustituye el deseo postergado durante semanas de ausencia en la respuesta tradicional, por la inmediatez absoluta del mensaje actual que pierde su interés por la vigencia y la frecuencia con la que se produce, por eso, ahí están estas cinco muestras de cartas que se han desarrollado en un espacio ajeno a la tradición “Cinco Cartas” de Ciudad Corvina representa esa nueva manera de escribir en el discurso posmoderno. Si bien, Ferrer Lerín no continúa el rastro dejado por otros poetas de su generación, la generación “novísima” a la que pertenece por edad, una generación basada en el dominio de la imagen que influye en el acto poético dominándolo por encima de la palabra creadora en una época pretecnológica, que compartía el idealismo con una reinterpretación de la poesía española, que hasta entonces, se había basado en la descripción sentimental de la aspereza de la posguerra y la idealización del erial sentimental patrio. 82


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Oros poetas coetáneos de Ferrer Lerín no novísimos, utilizaron la influencia pop que usaron la imagen y el icono como se pronosticaba en las obras de Andy Warhol, que vaciaba de contenido el significante de lo expuesto, esta influencia está muy clara en Agustín Delgado, “Ernesto Guevara ha muerto” y “Ciao Evtuchenko”, en Nueve rayas de tiza, [1968]. Donde se procede al vaciado de la imagen icónica y se convierte el poema en un texto crítico con la intelectualidad española de finales de los sesenta. Algo similar ocurre con el tratamiento del poema en ciertos textos de Aníbal Núñez, en “Fumando espero al hombre que yo quiero”, o “Reflexiones morales ante una foto de una niña vestida de primera comunión” en Fábulas domésticas, [1972]. Ferrer Lerín es consciente de esta limitación creativa y construye un modelo que atiende a la transdiscursividad que queda patente en todos sus textos que tratan de desactivar el antiguo concepto de poema para imbuirle un nuevo valor difícil de ajustar en el canon posmoderno: la destrucción de lo poético o del antiguo molde de la tradición lírica para introducir un texto donde se pone en juego la subjetividad del autor y sus obsesiones: el sueño, la memoria, la reconstrucción consciente del pasado, o la desaparición interminable del autor en el poema. Los poemas de Ferrer Lerín intentan siempre encontrar nuevos caminos que interpreten la realidad. Todos sus textos tienen como anclaje la trasposición de una experiencia que Lerín construye en torno a la desaparición del autor, el enmascaramiento de la disciplina creativa, el acto de transformación que se convierte mediante la palabra en poema, el texto es el único correlato de su creación, crea en el vacío un espacio con matices léxico-semánticos, e histórico-lingüísticos en las que se enmascara la construcción de una imagen mediante la sustitución de la realidad. Así puede verse en esta “Cinco cartas” donde Ferrer Lerín se pregunta ¿cuál es la posición del autor, la de mero recopilador de sus obsesiones, el gesto de desaparición de la autoría, o la incógnita ante la que solo nos queda aplaudir su ausencia? En “Aparición/desaparición del Capitán Mascaraque” se nos dice: «Dejaré este nombre y apareceré algún día en su vida con el mío, […] me esforzaré en explicarme, aunque en ello pierda mi propio lenguaje que desde luego no son las palabras.» 83


N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 O: «Decidí morir. De modo que ahora no puedo recordar el total de su última misiva[…]». Ferrer Lerín sustituye la realidad por una realidad virtual y nos muestra ejemplos de comunicaciones reales anónimas donde juega a sorprendernos en el inmenso ejercicio de la desaparición de la autoría en el texto; queda patente también en las siguientes líneas donde la escritura es sustituida por una caligrafía esmerada que a su vez trata de remedar una letra de imprenta de un libro editado ya, como la versión de un palimpsesto que por azar se encontrara desterrando la importancia del autor actual para convertirlo en un amanuense de sí mismo. En Caligrafía: «Recibo correo de un calígrafo[…] se ofrece a caligrafiar mis prosas y versos[…] Responde preguntando qué poema prefiero. Contesto que el que él quiera. Responde con una foto.» La obra escrita por todos, la respuesta en forma de imagen, la transformación de los múltiples discursos convertida en una foto en un tipo de letra que no cambia el mensaje que ya no pertenece a nadie. En “Mujer molusco y sin fondo” nos muestra otra de las obsesiones de Ferrer Lerín, el mundo de los sueños y su plasmación por escrito, mezclado además con el nuevo lenguaje inserto dentro de las nuevos medios de comunicación que crea una nueva manera de conexión entre los internautas, un nuevo lenguaje en una nueva época: «He soñado contigo. Estabas abierta en canal, pero no colgabas de un garfio. Tenía frío y pensé que el interior de tu cuerpo, empapado en sangre, supondría un buen consuelo, pero no fue así, el calor te había abandonado.» Ferrer Lerín utiliza entonces de forma maestra la nueva dimensión del dispositivo tecnológico para crear un nuevo espacio en su escritura y crea una nueva realidad que antes éramos incapaces de vislumbrar siquiera, que nuestro autor acepta e incorpora mediante la publicación en su blog personal ofreciendo otras posibilidades discursivas. Y en la última parte de este breve muestrario de su labor reciente, Ferrer Lerín nos adelanta unos poemas de Libro de la confusión, que nos muestra de nuevo el modo, así lo expuso en Hiela sangre, [2013] y en Fámulo, [2009] donde Ferrer Lerín encara el proceso poético basándose en la existencia de un texto antiguo que mezcla con otros elementos encon84


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trados en el proceso de ensamblaje del texto fusionando fondo y forma, dando como resultado una de las muestras más originales en la poesía de los últimos años en España, porque su discurso tiene mucho que ver con lo anti-poético, y sus poemas superan ampliamente la concepción tradicional del acto lírico, en una España muy polarizada en cuanto a los gustos poéticos actuales. Ferrer Lerín está ahí como superviviente de una época casi desaparecida, pero de una frescura que pocos pueden resistir después de tanto tiempo. En “Difícil término”, el poema que cierra este cuaderno, nos ofrece otra de sus obsesiones, el azar, tan tratado en su obra, en este caso se refiere a él mediante la figura de Johann Georg Faust, adivino, sanador, astrólogo que de manera itinerante, recorría Alemania, en este personaje están basadas las obras de Marlowe y Goethe, Fausto; al mismo tiempo aparece también en el poema la ornitología, con el Ampelis Guillemot, que se presenta en forma de augurio, porque la aparición de este personaje infame, Faust, tiene mucho que ver con la incursión de ciertos personajes en la literatura europea como Aleyster Crowley o Madame Sosostris del poema de T.S. Eliot, donde se concede importancia a la figura del adivinador para expresar mediante la palabra la expresión de lo irracional, de lo prohibido, de lo que subyace en la psique y habita los lugares más recónditos de la mente sustituyendo el discurso que dependía de lo racional. «Desear concluir ya, morir, / muy largo era todo, / pero alguien parloteaba en la fonda […] Johann Georg Faust, sanador intinerante, / en el cementerio de Staufen; / doce hombres lobo, una madrugada, en una plaza de Erlangen[…]» Con una sensación de extrañamiento que deja siempre la obra de Ferrer Lerín, la sensación de estar transitando caminos nunca hollados por el hombre, señales que llevan a otros lugares dentro del poema, en el curso de aprendizaje que suponen los textos de Ferrer Lerín; otra de las referencias presentes en este texto es: « […]quizá el juego / Pique Dame / no me lo permitieron, pese a que, / en ese año / dejé de hacer comparaciones extraordinarias.///» Donde nos enfrenta al inevitable correr de la vida que no frena ni el azar ni el control del mismo, de ahí la imagen soterrada que nos muestra Pique Dame, que hace referencia a una opereta de Franz von Suppé, el As 85


N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 de Picas que se refiere a la faceta que nos muestra a Ferrer Lerín como un valioso jugador de póker hace ya algún tiempo. Otra de las preocupaciones de Ferrer Lerín son los espacios hallados en las superficies urbanas, los huecos creados por el hombre de manera intencional o al azar, espacios de los que es consciente y fotografía metiéndose en ellos, algo parecido opera en sus poemas creando un espacio del vacío y dotándolo de significado mediante un discurso que no atiende a los discursos tradicionales de lo lírico, así aparecen en su obra, túneles, galerías, hangares, huecos, o como en esta Ciudad Corvina, “Como la sima”, que nos recuerda a la cueva de Montesinos, donde el tiempo se distorsinaba mientras era observado por Sancho, o por el mismo don Quijote, así Ferrer Lerín se introduce en este lugar y como demiurgo: «Como la sima, / esa moldura cóncava que afloja los oscuros, / el pulcro vate mantiene vivo el recuerdo de restringidos capítulos, /[…] “el universo no existe si no hay testigos”[…]». Aquí la sima es el lugar para el recuerdo, el sitio que enciende el discurso y cubre el vacío que había al entrar a ese espacio ahora habitado por el poeta, lo único que importa es el poema, nada más allá del poema que se explica así mismo, que es ya autónomo y que ha acabado, de nuevo, con el autor que afirma: «[…] lo que cederá al morir, / está dejando de interesarle / todo deja de interesarle / hasta lo que dirán de sus poemas / los gordos exégetas / sentados sobre sus huesos. //» Porque hay un alto componente de ambigüedad en su obra y puede ser interpretado de múltiples maneras, porque su obra no puede ser interpretada por los mismos críticos ni de la misma manera, esa es la dificultad de la obra leriniana, de ahí su mensaje desapasionado donde ya es consciente del grado de madurez de su persona y de sus actos, el azar, el destino lo han llevado hasta aquí y solo es responsable de lo que ha sido escrito antes de la muerte del autor en el poema. Libro de la confusión nos revela la cercanía del nicho, ese otro espacio que todos habitan más allá de la vida. Como vemos, el discurso de la sustitución de lo racional, la mezcla de estilos que trabajan desde la efectividad y la naturalidad requerida para cada espacio poético, los temas que trata en esta bello cuaderno, (otro es86


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pacio conquistado por el autor): el azar, la ornitología, la muerte, el sueño, las nuevas tecnologías que activan otro discurso concéntrico que crea su propia red de obsesiones recurrentes donde el autor no deja nunca de desaparecer, los espacios vacío habitados por la voz poética de Ferrer Lerín nos muestran su valía poética, su enorme talla y originalidad que ofrece una muestra sin parangón de un tipo de poesía que es ejemplo de resistencia: estética, sentimental e intelectual. Joaquín FABRELLAS

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DE CUNA Y SEPULTURA Javier Sánchez Menéndez ED. EL GALLO DE ORO, 2018. 106 PÁGS. PVP: 16 EUROS

La transcendencia no es un género, no es narrativa ni poesía, no es un lenguaje cotidiano ni uno exclusivo, y sin embargo en Javier Sánchez Menéndez es precisamente todo aquello que supuestamente no es. Y la transcendencia también es su manera de estar en el mundo, masticando sin tragar lo que le rodea, tenga la solidez que tenga. De cuna y sepultura es el sexto libro perteneciente al proyecto “Fábula”, conjunto de diez libros de los cuales seis han visto la luz en diferentes editoriales, y que abordan la vida en/desde la poesía a través de los pensamientos, reflexiones, dudas, disconformidades e inquietudes del autor. En esta ocasión se ha encargado de su publicación la editorial El Gallo de Oro a través de una cuidada edición, de ésas que gustan mirar, tocar y oler, no necesariamente en ese orden. Lo primero que podemos leer en De cuna y sepultura, antes de entrar en el mundo compartido de Javier Sánchez Menéndez, es el soneto de Quevedo dedicado “a un amigo que retirado de la Corte pasó su edad” y de donde ha extraído el verso que da título al libro, como no podía ser de otra manera. En dicho soneto Quevedo nos advertía sobre la caducidad de las cosas, así como del retiro como actitud y como forma de alcanzar la plenitud espiritual. Adentrándonos en la lectura de los textos de Sánchez Menéndez, puede percibirse perfectamente la conexión de los mismos con el mencionado soneto. Es la escritura el vehículo con el que el autor se desplaza para enfrentarse a sus reflexiones y al equilibrio para plasmarlas. 89


N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 A lo largo del libro sabemos cómo visualiza y concibe la materia, el culto, la esencia, la poesía, la no-poesía, la cortesía, los pájaros, el laberinto, el recuerdo de su madre, los matices… regados por la omnipresencia de ese “Nadie pide nacer” tan constante en la obra de Sánchez Menéndez. Al igual que divide sus lecturas en habitaciones de colores (la roja para los “huecos, vanos y calamidades” (sic), la azul para “la mediocridad y otros remedios naturales” (sic de nuevo) y la amarilla para los autores que más le han marcado –Parra, Rosales, Novalis, Eliot, Rilke, Platón…–, Sánchez Menéndez divide sus escritos en cuadernos de colores (los marrones para la cortesía y el azul para los desvíos, según afirma). Y a lo mejor esta propensión a dividir las diferentes manifestaciones de la palabra mediante apartados cromáticos le viene de haber tenido un perro medio blanco y medio negro y un anillo en la azotea. He dicho a lo mejor, no sé... Yo lo veo así: Javier Sánchez Menéndez habla un camino. Mientras va diciendo, preguntándose y respondiéndonos, le van asaltando más dudas. El verbo le guía por ese camino pero, como es verbo y no cátedra, no sabe a dónde le llevará. La ironía y los símbolos dibujan las curvas de ese trayecto que, en ocasiones, se gira sobre sí mismo y le devuelve al punto de partida. También hay amargura, claro; pero hasta la amargura aquí es hermosa, tan bien tratada y tan bien acompañada. Porque las páginas de De cuna y sepultura están repletas de: - Definiciones y afirmaciones como clavos hundiéndose a golpe de martillo: “El recorrido es la distancia entre la ruta y el mapa”, “La poesía es el tiempo permanente”, “La vida es una prisión fiel”, “La palabra es ese soplo de vida que no pasa con el tiempo”, “De día vive la tierra y de noche la altura”, “Los fingidores escriben poesía. Los verdaderos lloran con la poesía”, “Los gatos suelen tener poderes, presienten las vocales”, “Los relojes dan la hora, el tiempo y la monotonía”, “El instinto es como un camino que siempre está animado”. - Metáforas que no nos dejan olvidar ni un segundo que estamos ante un poeta que, incluso escribiendo prosa en esta fábula, continúa siendo poeta. Metáforas que en ocasiones son aforismos dejados caer en medio de los párrafos con tanta naturalidad como la lluvia ligera e intermitente de abril sobre la ropa recién tendida: “Existe una destreza que presume de sabia y sólo vive en los peces”, “Me alejo de las sombras, no deseo ser mitad de nadie”, “Entre el miedo y el sueño me quedo con diciembre”, 90


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“Mi sangre no está triste, sólo está desgastada, como el pronombre, el verbo o la ofensa”. - Interrogantes que nos hacen estremecernos: “¿Quiénes son los otros?”. ¿Alguien se lo pregunta también? ¿Alguien lo sabe? Razón aquí. El existencialismo poético de Javier Sánchez Menéndez desemboca en una visión certera y milimétrica del entorno. A la hora de pensar, Javier entrecierra los ojos para ver mejor; a la hora de hablar también lo hace. Los conceptos y símbolos aquí manejados se van intercalando y sucediendo en un orden causal, que no casual. “Todo tiene una causa y la nuestra es no hacer caso a las causas”, dice, como si a la vez que expulsara sus conclusiones nos hiciera el favor de remover las nuestras. Y como si su generosidad implicara prestarnos sus (¿entrecerrados, seguro…?) ojos. Es lo cotidiano y humano lo que desfila por este volumen, es la gravedad la que lo imanta hacia la tierra sobre la que gravita y no le permite alejarse cuanto quisiera. Precisamente esa gravedad nos empuja a acercarnos a lo casi trágico de lo que describe, presenciar su relevancia y sentirnos diminutos. Porque hasta en medio de la incertidumbre el autor mantiene la calma y es capaz de sacar un hilo de la maraña que nos va conduciendo por ese laberinto al que tanto alude y en el que perderse es opcional. Y cerca del final, cuando ya hemos sentido hogar estas páginas, leemos su advertencia: “Lo que puede pensarse nunca debe decirse”. Pero cómo agradecerle entonces la lucidez dosificada en estos folios. “Tengo mucho miedo a la poesía”, confiesa para cerrar el libro. Y llega el frío… o lo que llega es percibirlo. Elena ROMÁN

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MANHATTAN CANI NoLita Ruiz EDICIONES EN HUIDA, SEVILLA, 2017. 54 PÁGS.

En este poemario, la autora nos presenta un mundo postmoderno totalmente fragmentado, dislocado, dominado por las marcas publicitarias, por la publicidad, por un bombardeo constante de información que convierte la sociedad capitalista en un espacio donde casi no tiene cabida el individuo. Así, el sujeto poético adopta una postura entre irónica y desencantada ante esta realidad siempre manipulada por el mercado, por lo que cualquier actividad se convierte en algo ficticio y carente de autenticidad (“Senderismo industrial”; “enfermedades de transmisión sentimental/ legalizadas,/ bienestar masivo/ a punta de suscripción.”). Por eso, el libro se convierte en una crítica de lo material que proporciona un bienestar ficticio (“Pero me sentí aún más sola/ a pesar del hipermercado con adornos de campo de concentración,”) y en una caricatura de la postmodernidad que conduce a la alienación del individuo, que es apartado de sí mismo. Hasta tal punto, que para tomar conciencia de sí, inevitablemente se refugia en su soledad, o bien esta se convierte en la única forma de no desaparecer en una atmósfera que no deja de emitir señales captatorias que pretenden engullirlo (“Seminario de déficit público. Ópera de la soledad./ Fallecen radiografías por error, afectos falsificados.”). Esto se nos muestra a través de la ironía y la paradoja, ya que incluso algo que siempre había sido símbolo de la niñez se convierte por medio del reclamo comercial en algo estandarizo, sin sentido, en algo completamente muerto 93


N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 (“Reclamo hipnosis de aduanas,/ comprar caramelos en Harrods/ mientras pierdo la conexión a Nunca Jamás.”). Al mismo tiempo, lo fragmentado de lo moderno se expresa a través del viaje y la dislocación de ambientes a la que lleva la velocidad de las comunicaciones. De resultas de ello, se produce la disolución del yo que no asimila con suficiente rapidez las impresiones y sigue en un lugar cuando físicamente ya se halla en otro, por lo que se en realidad se sitúa en muchos lugares al mismo tiempo “confundiendo ficción con recuerdo”. Y el poema (“Carta de amor”) sigue: Acaso invento paredes. Te reflejo en mis dos yo, consciente de la estela pringosa que los sostiene, retazo de un traje sin diseñar. Pero a pesar del aparente rechazo ante este mundo sobrecargado de signos, existe una respuesta ambivalente frente al mismo, pues a la vez que se desprecia su corriente engullidora, no podemos escapar completamente de él y nos vemos atrapados por lo que tiene de diverso y contradictorio (“Las luces, el descaro, las prisas, el hedor,/ la energía vital.”), o en ocasiones por un pasado tóxico al que estamos ligados emocionalmente (“Ojalá volvieras a sacarme de ese tugurio/ a tiempo para la infección de pulmón./ La civilización eran nubes tóxicas frente a la puerta del Sur.”). En realidad, la respuesta a la modernidad está en la ya citada fragmentación del yo, en la multiplicidad, en la deconstrucción que implica entregarse al deseo, en la desestructuración del hilo temporal y la presencia en el instante, de acuerdo a la filosofía derridiana y de Deleuze y Guattari, a los que la autora misma hace alusión de manera consciente a lo largo del libro (“Que se encienda la laguna constelada,/ que Buffy lea de una vez a Derrida,”; “asentada/ en las mil mesetas de Deleuze y Guattari,/ doy con tu perfil industrial:”); filosofía a la que no es ajena tampoco la construcción del poemario, su discurso lógico o la concepción de sus imágenes. Las mesetas de Deleuze y Guattari proporcionan el espacio liso para los puntos de fuga, para ese instante en que se deviene otro, donde el deseo produce discontinuidades en la unidad del sujeto, donde los flujos de sensaciones se conectan y desconectan continuamente negando la permanencia de un solo yo. Este es el porqué de la desestructuración verbal y 94


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del encadenamiento de la imagen irracional, de los saltos lógicos que se observan en el discurso, como se puede constatar en poemas como “Terminator es nombre de ex”: “La periferia está llena de armadillos en cloroformo,/ costrones/ empantanados bajo epilepsia./ Hermosa brilla la declaración de la renta.”. A veces lo fragmentario se traduce en mensajes solapados, simultáneos, que conviven en el cerebro, uniendo por ejemplo los mensajes de whatsapp con la información fingida procedente de la megafonía de un aeropuerto o de una página de viajes, como en “Tedio digital”: “Su búsqueda ha dado como resultado/ ni playa ni montaña,/ sólo el asfalto.”. Esta desconexión lógica de imágenes, esta libertad esquizoide y rizomática da lugar a diversas interpretaciones y a la sucesión de dichas imágenes, de la misma manera a como ocurre en el cine (“Silba un traje a rayas al fondo a la derecha./ Lleva así desde el cambio de hora,/ como un marcapáginas en el prefacio.”), o desemboca en la neurosis de la repetición de una idea en la separación de sus distintos matices (“Cada día es exactamente igual,/ igualitario día por exacto es/ cada diario igualmente exacto”). Otra respuesta a la postmodernidad se encuentra en el refugio en el imaginario de la creación y del mundo del cine, también de la literatura, muy presente en el poemario y que sirve al sujeto poético de microcosmos donde construir un mundo paralelo a la realidad. De ahí que en los propios títulos de los poemas hallemos estas referencias cinematográficas (“Gracias, Gene Kelly”, “Coppola no tiene la culpa” o “Terminator es nombre de ex”), que también encuentran cabida en el interior de los mismos (Annie Hall, Woody Allen, Bruce Willis, Jane Fonda, Bill Murray, Sarah Connor). En cuanto a la literatura, igualmente se alude a ella reiteradamente: Trainspotting (referencia a la vez cinematográfica y literaria), Ezra Pound, Jane Eyre, Nunca Jamás, Hansel y Gretel, etc. Este imaginario incluye, asimismo, el mundo de la música que así se convierte en asidero: Katy Perry, Smashing Pumpkins, Los Ramones, Nine Inch Nails, etc. En esta misma línea, el propio poema se erige en ámbito de protección, la autora intenta crear un espacio habitable para el desdoblamiento del sujeto poético, lo cual se manifiesta en el poema visual, donde advertimos una convivencia del código lingüístico con el visual. En el poemario hay algunos ejemplos, como el poema “No quiero ser normal”, en el que los últimos versos representan las alas de un ave que se quisiera que permitieran “volar” lejos de la realidad, de su normalidad, como reitera este verbo en el mismo texto. Otra muestra de esto –y quizás el más representativo del libro– lo supone el poema “De repente, sábado”, donde a la repetición 95


N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 de los días laborables se opone la representación gráfica del Empire State, sobrevolado por una nube, como símbolo también esta vez de la evasión y de la libertad. De igual manera, el último poema del libro con la cesura intencionada de los versos nos proporciona una especie de acróstico, formado con la primera palabra de cada verso, palabras que, a su vez, leídas en vertical conforman una nueva frase. La interacción de códigos, como nueva muestra de la fragmentación del discurso y de la multiplicidad del yo en el texto, también se hace patente en la mezcla constante de idiomas diferentes, en concreto el inglés y el español, que revela ese cambio de identidad y con frecuencia reviste la forma del diálogo de distintos personajes. En resumen, podemos hablar de una interesante propuesta poética, en la que la idealidad de lo natural se ve afeada por la realidad (“Naturaleza flúor bajo destellos de contaminación./ Arcoíris con claustrofobia.”) y donde paradójicamente la soledad de la superpoblada ciudad postmoderna se combate con el espacio privado del poema y con la imagen múltiple del recuerdo y de la creación (“Escuché su risa/ tras sirenas de polución,/ un silbido/ por la plazoleta en levante./ Luciérnagas parecían.”). Rafael ANTÚNEZ ARCE

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EL BAILE DEL DIABLO Javier Sánchez Menéndez ED. RENACIMIENTO, 2017. 76 PÁGS. PVP: 14 EUROS

Esto no es un spoiler pero, al final de El baile del diablo, una vez terminado y cuando todavía resuenan los pasos de baile firmes y acompasados, se nos indica que fue escrito entre el 2004 y el 2017. Por lo tanto son trece años de Javier Sánchez Menéndez los que se prodigan aquí, de forma que cada página abarca ocho, nueve meses, dieciséis semanas, un número ilimitado e intermitente de días que permite al lector avanzar en el libro a la vez que en el tiempo. Teniendo presente este dato, lo lógico es esperar que éste sea un libro con saltos, con diferencias en el tono o en los argumentos… y sin embargo no es del todo así porque, en el fondo, el conjunto de los poemas consolida una recapitulación casi homogénea. Y ahora recomenzaré la reseña desde el principio (pido disculpas por empezar desde el final, creí necesario destacar el dato temporal). El baile del diablo es un libro íntimo, duro, en el que el autor hace balance de una buena parte de su vida. Intercala poemas largos con breves, así como entremezcla un deje amargo con un guiño irónico. Se dan la mano en estas páginas, así como en general en la obra de Javier Sánchez Menéndez, el humor y la fatalidad; a veces van en poemas distintos y otras veces en el mismo poema, e incluso en un mismo verso. Los poemas breves en algunos casos son tan mordaces como cáusticos. No sé si él se lo propondrá –imagino que sí–, me refiero a si él trata de que nos riamos con él tanto como se ríe él de todo; y de que lloremos con él lo que llora y lo que lloraría. 97


N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 Dividido en tres partes –Las cartas por jugar, Las obras terrenales y La verdad de las cosas–, puede percibirse el carácter agridulce del cansancio. Avistamos en este poemario a los autores de referencia de Sánchez Menéndez citados con devoción, a los falsos, a los perdidos por el camino, y, cómo no, al Diablo. No en vano ya aparece en el título del libro. Y no sólo en el título, pues está presente a lo largo del poemario, tanto él como ellos –los demonios–, así como el otro él y los otros ellos –Dios, los santos y los ángeles–: “Los demonios son ángeles, ellos visten de negro”, dice en el poema “Satanás”; “Belcebú, otro santo”, afirma en el poema “Miseria hominis”; “El demonio nos envidia porque somos mortales”, asevera en el poema “Semillas de grandeza”; o “Y este dios, ese dios, aquel dios que me odia nos partirá la vida, madre”, expresado en el poema “Hat”. Emprende así un paseo aleatorio entre el bien y el mal, describiendo ambos desde una óptica borrosa que los confunde adrede. También tiene un papel importante el azar: “La partida se acaba, el poema comienza” (poema “Borradores”), “Tomé una moneda para lanzarla al aire (…). Ha caído de canto” (poema “Moneda”). Destacaría como poemas imprescindibles “Cualquiera”, “Stand by”, “Infancia”, “Kitchen love”, “Balance”… y más, pero éstos en concreto me parecen tan contundentes que no podía permitir no insertarlos justo aquí, a la mitad de esta reseña para, por lo menos, situar el centro en el centro. Son decálogos, manifiestos, filosofía ahumada, botiquines de primeros auxilios que no caducan pero de los que en ocasiones se olvida su llave, maletas que contienen lo imprescindible para la supervivencia (en este caso vino, tabaco, gafas), versos como sitios donde el autor lo deja todo colocado para, cuando se gire, no verlo, porque su verdadero sitio es dentro. Es relevante también el hecho de que el autor termine muchos de sus poemas con un aforismo certero. Si el final de los mismos es el abismo, el título es la azotea donde el versotirador Javier Sánchez Menéndez se apuesta, para, a continuación, repartir ráfagas al aire mientras ve el corazón de las cosas a través de su mirilla. Y acierta, a juzgar por su maestría en rematarlos. Valgan como ejemplos: “Esto es vivir, lo noto en su mentira” (poema “Vida”), “El amor es un pedido por teléfono” (poema “Kitchen love”), “Ser nada es algo fijo” (poema “Misterio”), “¿Me amas o es miseria?” (poema “Recibo en la lencería”), “Este verso dirá que sigo vivo” (poema “Mucha mierda”), “También la luz posee tinieblas” (poema “Pólvora”), “Somos en la distancia solo nubes” (poema “Semillas de grandeza”). Y no sigo porque va a ser cierto que estoy destripándolo. 98


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Ahora que me voy acercando al final, contaré lo que no he contado al principio: que es tarde, que estoy en casa de mi hermana y que se la están pintando. El olor tan fuerte a pintura nos obliga a soñar con las ventanas abiertas. Cada habitación es un amasijo de muebles, bolsas y cajas por medio. Mi sobrino duerme encima de mí, en su litera. Se asoma, me ve anclada en la página donde reina el poema “Es tardísimo”, y me pide que se lo lea. El poema lo constituyen estos tres imprescindibles versos: “Es tardísimo. ¡Tenemos que dormir más deprisa! Mañana hay que naufragar.” Se lo leo a mi sobrino y dice: –Pero es muy corto… Eso no es poesía, ¿no? –Los cortos son los que hacen pensar –le contesto, sabiendo que no lo entiende porque todavía es pequeño para eso–. Y claro que es poesía. Dicho esto, dejo de verlo, aunque no de oírlo moverse en su cama. Cuando era más pequeño todavía, cuando tenía siete años, miraba el mar revuelto y decía que al mar había que plancharlo. Eso que decía mi sobrino, también era corto y también era poesía. Y aunque el párrafo anterior hubiera sido el final indicado, porque en realidad ésa y no otra es la conclusión, abrocho esta reseña con los siguientes versos del poema “Kitchen love”: “Este febrero me acabará matando y no he hecho café”. Ahí comienza algo. Elena ROMÁN

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CONVIENE TENER UN SITIO DONDE IR Emmanuel Carrère ED. ANAGRAMA, 2017. 448 PÁGS. PVP. 19 EUROS

En continuo diálogo con los autores que nos han precedido y los que están por venir, nuestra arqueológica tendencia a sumergirnos en las literaturas del pasado. La intemporal necesidad de enterrar o exhumar a los clásicos, de acuerdo con las diferentes modas ideológicas o culturales. No en vano, la mejor hermenéutica hunde sus raíces en el futuro. En este sentido, los ensayos del escritor, periodista y cineasta Emmanuel Carrère (París, 1957) son, en esencia, espejos que nos ofrecen reflexiones distorsionadas no sólo sobre nuestra realidad, sino sobre el propio trabajo de ficción del escritor francés, mientras exploran el rango de nuestra (de su) curiosidad, así como su inclinación a frecuentar géneros y variedades de su (de nuestra) experiencia. En su más reciente colección, Conviene tener un sitio a donde ir (Anagrama, 2017) las consecuencias involuntarias de su escritura permanecen vivas, mientras transmiten las ironías de nuestra actualidad tristemente poscolonial: “Capote amaba a Flaubert por encima de todo. Había hecho suyo el voto de escribir un libro donde el autor esté, como Dios, en todas partes y en ninguna, y logró la proeza de borrar por completo su embarazosa presencia de la historia que contaba”. Cuanto más delimita el autor de El adversario (1999) la especificidad de sus experiencias (su lectura, huelga decirlo, es parte inseparable de esas indagaciones), más libres somos, como lectores, de articular las lecciones perdurables y no específicas que se ex101


N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 traen de ellas. Así, la franqueza personal, expuesta al escrutinio público, parece ser el tema principal del ensayo “Capote, Romand y yo”, publicado en la revista de cine Télérama, en 2006, donde se sostiene que “al hacerlo [al escribir A sangre fría, Capote] narraba otra historia y traicionaba su otra consigna estética: ser escrupulosamente fiel a la verdad”. El ensayo homónimo, prólogo a la edición Denoël de sus novelas, en 2000, constituye una breve, pero exhaustiva, investigación sobre la vida de Philip K Dick, escritor de culto de ciencia ficción cuyo trabajo ha inspirado películas como Blade Runner y Total Recall: “Dick, que por otra parte utilizaba todas las ayudas químicas posibles e imaginables, solo tomo ácido una vez, pero fue suficiente. Volvió a encontrarse en el mundo pesadillesco y evasivo de sus libros”. La ira moral y el ingenio convocan todo un arsenal de alusiones históricas y literarias para avanzar en sus argumentos. El ataque retórico es instructivo. Lo anecdótico, no pocas veces, da paso a lo relevante: “Dichos libros, so pretexto de la ficción (…) decían literalmente la verdad (…) creyendo componer obras de imaginación, lo único que [Dick] había escrito siempre eran informes”. En el reportaje “El húngaro perdido”, publicado en Télérama, en 2001, nos habla de András Toma, combatiente apresado en Polonia por el ejército soviético, en la Segunda Guerra Mundial, y confinado en un psiquiátrico ruso hasta su regreso a Hungría, “un individuo que año tras año se obstina en hablar su lengua, que nadie entiende, y se niega a aprender la que todo el mundo habla a su alrededor”. Mientras revela cómo se involucra en sus historias, Carrère mezcla literatura y realidad para romper con las convenciones, literarias o no. Disecciona y denuncia el horror, lo evoca para que podamos mirar y escuchar con objetividad: “¿Pensó quizá que así se protegía, que se refugiaba en una fortaleza inexpugnable, como hacen los niños autistas? ¿Era una forma de resistencia, como la de algunos héroes de Kafka o la del Bartleby de Melville?”. En el ensayo “Generación Bolotnaya” (Le Nouvel Observateur, 2012), fuente de inspiración para su novela Limónov (2011), la vida extravagante del activista es un vívido reflejo de la personalidad compleja del escritor y sus pasiones ocultas. Al igual que el eslavo, el francés asiste fascinado a una vida conectada a través de acontecimientos: “Hoy hay una Rusia que todavía desfila y una que se manifiesta. La que desfila lo hace arrastrando más o menos los pies, la que se manifiesta lo hace porque cree en ello, porque le apetece, porque es divertido. Da igual el número, en definitiva: la segunda ya ha ganado”. Como vemos, el don del autor de Una novela rusa (2007) 102


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para la triangulación permite que tales revelaciones coexistan con un apoyo calificado para la controversia. Denuncian sus exégesis la brecha entre la banalidad de nuestra vida cotidiana y los paraísos de nuestra imaginación. Pocos escritores se han confabulado para dudar con tan vehemente certeza. Gran parte de sus argumentos se llevan a cabo en lo que podría denominarse un estilo tardío: no pocas veces, al leer estas piezas, uno siente que las advertencias y objeciones se iluminan antes de estallar en su cabeza. Uno de los placeres de esta selección es la sensación frecuente de oír la voz del autor mientras nos alecciona. Mientras nos entretiene. Sus opiniones, lejos de un interés puramente local, constituyen la premonición de nuestro presente post-artístico, donde las ideas son apenas una forma de provocadora piromanía. José de María ROMERO BAREA

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CAMPO ABIERTO Max Aub CUADERNOS DEL VIGÍA. 456 PÁGS. PVP. 28 EUROS

El capítulo central, a modo de interludio, se desarrolla en Burgos, en la zona controlada por el bando rebelde: “El mundo se les abría glorioso”, medita Claudio Luna, “no dudaban de nada. Sus padres les miraban con respeto. Héroes: no se quitaban la pistola ni para dormir, con ella siempre al alcance de la mano”. Se nos permite investigar y evaluar el material, recopilar datos y desarrollar argumentos, para establecer conclusiones lógicas. La tercera parte supone la narración día a día de los acontecimientos previos al comienzo de la Batalla de Madrid: “Ya no hay nada que hacer. Un momento, [el republicano] Vicente Dalmases piensa en abandonar, en marcharse, de una vez por todas, a Valencia, a su casa y taparse la cabeza para no saber nada más. ¿Para qué seguir? Nos han dejado solos. Solos, a cada uno de nosotros, sin remedio”. Hoy que los hechos alternativos conforman nuestras percepciones, podemos volver a la ficción para conformar nuestra conciencia pública. Incompatible con la Historia, la inevitable simplificación de lo dramático, las falsas fábulas de héroes y villanos, tan queridas por los noticiarios, tan alejadas de la realidad. Algunas novelas logran llegar adonde los historiadores no se atreven. Algunos novelistas consiguen dar voz a las gentes que han protagonizado el devenir de nuestro país: “Villegas se acuerda del mitin de Mestalla. El sentimiento conjunto, regado, machimbrado de cien mil personas. Lloró al oír hablar a Azaña. No era la oratoria: era el deseo de aquella masa, su ilusión idealmente solidificada, la seguridad de un mundo mejor 105


N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 a la vuelta de unas semanas, por carisma (…) sentirse parte de un todo conocido y amado. Intervenir, comunicar, interesarse mancomunadamente”. El hispano-mexicano Max Aub (París, 1903 - Ciudad de México, 1972), testigo privilegiado de la contienda, nos muestra la Guerra Civil Española (1936-39) tal como la ven los protagonistas de Campo abierto (1951; Cuadernos del Vigía, 2017. Prólogo de José Antonio Pérez Bowie) y nos permite analizarla en retrospectiva. En los seis primeros capítulos, seis protagonistas diferentes relatan las primeras etapas del conflicto. La imaginación del poeta de Versiones y Subversiones (1971) llena los espacios en blanco: “Era evidente que habían cambiado los límites del mundo. [Jorge Mustieles] pensó que, así como para él había derribado barreras, para otros la impresión debía ser la contraria, hasta de encajonamiento (…) Todos aquellos que, hasta aquel momento, habían deambulado por la vida como si todo fuese suyo estaban ahora recluidos en un inmenso corral (…) Acorralados”. Los personajes reales se mezclan con los pensamientos inventados en esta saga sobre la España de los años 30, segunda de las seis novelas que componen El laberinto mágico, donde el novelista no opera a través de la retrospección, sino desde el interior de la conciencia de sus avatares. Les devuelve así la voz que se les ha negado tradicionalmente, mientras nos convierte en historiadores capaz de analizar los hechos registrados para reiventarlos en futuras recreaciones. Escrita en 1939, esta nueva entrega de la serie narrativa nos proporciona habilidades básicas necesarias para ir más allá de la sociología, la política y la economía de una época, el siglo XX. La ficción histórica, heredera de la épica, no ha hecho sino aumentar de manera dramática nuestra sed de conocimiento. Pero nuestro mundo se mueve demasiado rápido para vivir y aprender al mismo tiempo. “No se puede saber a dónde vamos” concluye un personaje innominado, casi al final de la novela, “ni siquiera a qué venimos. A cada momento hundimos el vacío a codazos y cabezazos (…) Los hechos no traen aparejados ineluctablemente los mismos hechos, sino varios. Y no puedes verte sino según las maneras de ser de los otros, que son innumerables. Bordón de ciegos. Escribimos y vivimos en claro para nuestros descendientes siendo cifra para nosotros mismos”. Existe una compulsión enfermiza por llenar los vacíos de la intrahistoria que la Historia no cubre. Obsesionados por la necesidad de autenticidad, necesitamos, ahora más que nunca, distinguir la verdad de las mentiras. 106


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Volver a nuestra historia nos ayuda a explicar la actualidad. ¿Cómo surgen los conflictos bélicos? ¿Cómo desaparecen? Necesitamos saberlo, porque de lo contrario no comprenderemos las consecuencias del ascenso actual de unos países y el debilitamiento de otros, el declive de estos o el auge de aquellos. Leer no da respuestas, pero nos ayuda a enfocar las preguntas, a comprender las fuerzas que operan en nuestro mundo. Volver a Aub nos permite saber qué sucedió realmente en aquel conflicto fratricida, lejos de manipulaciones interesadas. Frente a la demagogia de los medios responsables de noticias fraudulentas, cuando no engañosas, el autor de La gallina ciega (1971) elude las distorsiones. Contra la tendencia demasiado frecuente a establecer falsos paralelos, el conocimiento de primera mano que nos proporciona Campo abierto. José de María ROMERO BAREA

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LAS RAZONES DEL AGUA Francisco Javier Guerrero ADESHORAS. MADRID, 2017, 92 PÁG. PVP. 13 EUROS

En estos tiempos de agitación poética debido, no solo al ya al viejo y largo conflicto entre una estética oficial, uniformizadora, y las que podríamos llamar “diferenciales”, sino también al ruido de fondo generado por el desembarco de autores superventas, que poco más que confusión aportan al panorama poético actual, que surjan propuestas que arriesgan y se esfuerzan en alcanzar y consolidar un espacio personal, con los pies bien clavados en la tradición, como es el caso de Guerrero, produce, cuanto menos, cierta sensación de alivio. Francisco Javier Guerrero (Córdoba, 1976) tiene a sus espaldas media docena de títulos entre libros de relatos y poemarios. Conviene destacar que los ha ido alumbrando en un lapso de tiempo breve –poco más de seis años–, en los que ha conseguido, además, alzarse con el Ciudad de Badajoz en 2017 con su libro Los principios activos. Da la impresión, viendo lo prolífico de su producción, que Guerrero un día abrió las compuertas de un impulso creador que no ha cesado de fluir y, Las razones del agua, el libro que nos ocupa, es uno de sus más claros exponentes, pues forma parte de una corriente anterior, iniciada en Anatomía del tornado y continuada en Los principios activos. Así pues, sin llegar a hablar de trilogía, sí podemos observar en estas obras una serie de constantes que en Las razones del agua consolida una poética personal, como son la creación de poemas río, de vocación totalizadora, la inclinación al irracionalismo, que deja entrever, en muchas ocasiones, una escritura automática (o que la simula), las múl109


N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 tiples referencias a sus deudas intelectuales y un compromiso social que explicita en su discurso. Aunque podríamos decir que, en Las razones del agua, las características mencionadas, debido a la peculiar estructura sobre la que se construye el discurso y la firmeza y reflexión del mismo, llevan la intensidad poética de Guerrero a un nuevo territorio. Esta estructura elegida para dar rienda suelta a Las razones del agua consiste en un juego matemático, concretamente, en levantar los poemas siguiendo la secuencia de Fibonacci. El propio Guerrero lo explica así en sus versos: “uno dos tres cinco ocho trece cada guarismo/ es suma de los dos anteriores así/ es como perduramos hijos de Fibonacci”. O dicho de otro modo: el libro arranca con un poema en blanco, llamado “0”, y finaliza con un larguísimo texto de 377 versos. Entre ambos, los poemas van creciendo según la suma de los versos de los dos anteriores. La razón de poner en práctica esta lógica matemática radica en esa ambición que le lleva a perseguir el germen de un “nosotros” con el que va a abrir el libro en forma de dedicatoria, y que va a interpelar para plasmar sus reivindicaciones sociales o denunciar injusticias. Además de esta estructura, el poemario se articula en tres partes: “Valle en V”, “Vega” y “Estuario”, con el fin de dotarlo de una corporeidad fluvial, aunque, con independencia de esto, el libro funciona como un único y larguísimo poema, escrito sin puntuación, para aumentar la sensación de fluidez (“vamos a construir una corriente nueva”, dice el primer verso), que remonta las fuentes de Eliot en su Tierra baldía, remite al flujo de conciencia de Joyce, canta con el eco de la voz de Whitman y llega, por cierto timbre salmódico, hasta Homero. Pero de una manera fundamental abre vasos comunicantes con la tradición española en la que aparece la forma de retorcer la sintaxis de Góngora, el inevitable Lorca de Poeta en Nueva York, el Antonio Colinas de Sepulcro en Tarquinia, hasta llegar a los coetáneos Joaquín Pérez Azaústre, a quien menciona en uno de los versos, José Luis Rey o Miguel Veyrat. En ese “Valle en V” inicial, se irá elevando, paulatinamente, el caudal de unos versos que van a discurrir arrastrando referencias musicales, pictóricas, científicas o literarias, en un impulso totalizador, que pretende abarcar no solo el saber humano, sino también el misterio, el milagro de la existencia. No es baladí que se hable de agua o río, símbolos por antonomasia de la vida (“voy a escribir la vida/ que yace con nosotros o el lenguaje la ciencia/ hoy me voy a morir escribiendo la historia”, afirma). Para adentrarse en esta sustancia el autor recurre a unas imágenes que rayan, algunas 110


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veces, en lo visionario o “mesiánico”, por poner el adjetivo empleado por el propio poeta. Sin embargo, cuando el discurso adquiere carga social, el poema se desliza a un tono próximo a lo coloquial, como cuando dice: “si no tenemos casa cómo vamos a ser/ a sentir a vivir cómo si nos despojan/ de nuestra dignidad” o, ya en la segunda parte, directamente de un famoso eslogan coreado en nuestra historia más reciente: “todos juntos gritemos se puede sí se puede”. El concepto de casa es amplio, polisémico, y, por tanto, cuando habla de los desahucios, también hace referencia, parafraseando a Otero, a lo último que nos queda cuando todo parece perdido: la palabra (“el refugio del ser se encuentra en la palabra”). Esta confianza en la palabra no se limita a entenderla como instrumento para conocer, interpretar la realidad o explorarse, sino que apela a ella, al lenguaje y la poesía, como motor de cambio. La segunda parte, “Vega”, continuará insistiendo en estas ideas con poemas, eso sí, que, por su número de versos, suponen un reto para un autor, que ha decidido “el riesgo de seguir escribiendo”, pero también para el lector que necesitará abandonarse a la sonoridad del rezo, envuelto en una atmósfera rayana en la meditación y el trance. Con este torrente, desembocará en la última parte, “Estuario”, compuesta por un único poema de 377 versos, en el que el vislumbraremos la luz de la intuición, es decir, que estos poemas participan de una sabiduría propia, que trasciende a su autor y nos pertenece a todos. Un último verso, lapidario, expresará la gran paradoja del escritor: la insignificancia de su mundo si este habla solo, por eso suplica al lector: “no dejes de nombrarme cuando me haya marchado”. Acompañado por algunas ilustraciones de Lola Castillo, Las razones del agua consolida a Francisco Javier Guerrero como un autor que ha sabido construir un universo propio al que merece la pena asomarse. José GARCÍA OBRERO

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AUTORES A Agustín Calvo Galán, Aimée G. Bolaños, Alba González, Alejandra Vanessa, Alejandro López Andrada, Álvaro Mutis, Álvaro Salvador, Álvaro Valverde, Amalia Bautista, Ana Patricia Moya, Ana Vega, Andrés Sánchez Robayna, Ángel Estévez Molinero, Ángel Luis Luján, Ángela Álvarez Sáez, Ángela Jiménez, Ángela Mallén, Ángeles Aparicio, Antonio López, Antoni Marí, Antonia Navarro Tejero, Antonio Agredano, Antonio Ángel Agudelo, Antonio Bux, Antonio Carvajal, Antonio Colinas, Antonio Gamoneda, Antonio Gómez, Antonio Lucas, Antonio Luis Ginés, Antonio Méndez Rubio, Antonio Monterroso, Antonio Muñoz Palomares, Antonio Orihuela, Antonio Viñuales Sánchez, Ariadna G. García, Azucena Gónzález Blanco, Antonio Chicharro, Alicia Molero de la Iglesia

B Bartolomé Ferrando, Begoña Callejón, Belén Reyes, Bernd Dietz, Berta García Faet

C Carlos Alcorta, Carlos Clementson, Carlos Ernesto García, Carlos Jiménez Arri-

bas, Carlos Segade, Carmen Garrido, Carmen Pallares, Carmen Peralto, Carmen Vadillo, Celia Corral Cañas, César Reglero, Claudia Quade Frau, Concha García

D David Cruz Acevedo, David González, Diana Cullell, Diego Doncel, Diego Jesús Jiménez, Diego Martínez Terrón, Diego de la Torre, Dolores Romero López

E Eduardo Barbero, Eduardo Chivite, Eduardo García, Eduardo Sánchez Aznar, Eduardo Scala, Eladio Osuna, Elena Medel, Elena Román, Enrique Maqueda Cuenca, Erika Martínez, Esperanza Ortega, Esteban Díaz, Esther Jiménez, Ezequías Blanco

F Fanny Rubio, Felipe Muriel, Fernando Cid Lucas, Fernando Guzmán Simón, Fernando Savater, Fran Rodríguez, Francisco Alemán, Francisco Aliseda, Francisco Díaz de Castro, Francisco Gálvez, Francisco Javier Guerrero, Francisco Lira, Francisco Onieva, Francisco Peral-

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N.º 50  Septiembre-Diciembre 2018 to, Francisco Ruiz Noguera, Francisco Ruiz Soriano, Francisco Antonio Carrasco

Juan González Soto, Juan Pastor, Juan Pérez Cubillo, Julia Otxoa, Julia Varela, Julián Jiménez Heffernan, Justo Navarro

G

L

Germán Labrador, Guillermo Fernandez Rojano, Gustavo Guerrero, Gustavo Vega

H H. E. Pascual Álvarez, Hashin Cabrera

I Ignacio Echevarría, Ignacio Helguero, Isabel Pérez Montalbán, Isla Correyero, Iván Díaz Sancho, Iván García Sancho

J J. M. Molina Damiani, Jaques Ancet, Javier Fernández, Javier Lostalé, Javier Martín Párraga, Javier Ozón Górriz, Jaume Pont, Jesús Aguado, Jesús Munárriz, Joan Margarit, Joaquín Fabrellas, Jordi Doce, Jordi Ibañez Fanés, Jorge Díaz, Jorge Riechmann, José Antonio Llera, José Antonio Pacheco, José Antonio Ponferrada, José Daniel García, José de María Romero Barea, José Luis Amaro, José Luis Falcó, José Luis Morante, José Luis Rey, José Luis Campal, José Luna Borge, José M.ª Bancells, José Manuel Caballero Bonall, José Ramón Ripoll, Juan A. Bernier, Juan Ángel Juristo, Juan Carlos Abril, Juan Carlos Elijas, Juan Carlos Lara, Juan Carlos Mestre, Juan Cenizo Jiménez, Juan Cobos Wilkins, Juan de Dios García, Juan de Dios Torralbo Caballero, Juan González Iglesias,

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Laura Casielles, Laura López Fernández, Leonor María Martínez Serrano, Leopoldo María Panero, Lola López-Cózar, Lola Wals, Luis Alberto de Cuenca, Luis Amaro, Luis Antonio de Villena, Luis Bagué Quílez, Luis Gámez, Luis García Jambrina, Luis Muñoz, Luna Miguel

M M.ª Ángeles Hermosilla, Manolo Romero, Manuel Ángel Jiménez, Manuel Calvarro, Manuel Gahete, Manuel Molina González, Manuel Moya, Manuel Ulacia, Manuel Vilas, María Antonia Ortega, María Eloy-García, María José Codes, María L. Wiser, María Luz Escuin, María Rosal, Mario Cuenca Sandoval, Marta Gómez Garrido, Marta López Vilar, Martha Asunción Alonso, Mateo Lefévre, Matilde Cabello, Mertxe Manso, Miguel Agudo Orozco, Miguel Agudo, Miguel Marzo, María José Porro, María Luisa Calero Vaquera, Manuel Pimiento Lorenzo

N Nacho Montoto, Noni Benegas

O Orlando González Esteva


Autores

P

S

Pablo del Barco, Pablo García Casado, Paola Laskaris, Pablo Martínez Angulo, Patxi Serrano, Pedro Luis Casanova, Pedro Marmol Ávila, Pedro Peinado, Pedro Roso, Pedro Ruiz Pérez, Pepa Merlo, Pere Gimferrer, Pilar Sanabria

Salvador Gutiérrez Solís, Saray Pavón, Sharon Keefe Ugalde, Siracusa Bravo Guerrero, Sofía Castañón, Sergio Monteiro de Almeida

R Rafael Álvarez Merlo, Rafael Antúnez, Rafael Arjona, Rafael Espejo, Ricardo Ugarte, Raquel Lanseros, Rocío Hernández Triano, Rocío Ortuño Casanova, Rodolfo Hässler, Roger Wolfe, Rosa Navarro Durán, Rosario Villejos, Ruth Padel, Ruy Ventura, Rubén Jiménez Triguero

T Teresa Galán, Túa Blesa

V Verónica Aranda, Vicente Luis Mora, Víctor García de la Concha, Violeta C. Rangel, Virginia Cantó

Y Yolanda Castaño, Yves Bonnefoy

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POESÍA (Monográficos) Diego Jesús Jiménez Esteban Díaz Manuel Álvarez Ortega Francisco Ferrer Lerín Juan Malpartida Raquel Lanseros José Ramón Ripoll Concha García Próximos: Luis Antonio de Villena Balbina Prior Antonio Colinas

ANTOLOGÍAS Poesía visual española Entresiglos XX-XXI: poesía española escrita por mujeres Generación 2001: 26 poetas españolas

TRADUCCIÓN W.B. Yeats, por Jordi Doce Pavese, por José Antonio Ponferrada Chris Abani, por H.F. Pascual Álvarez Emily Dickinson, por Balbina Prior Anna Wickham, por Balbina Prior Heinrich Heine, por Jesús Munárriz Mateo Lefévre, por Fran Rodríguez Ruy Ventura, por Jesús Munárriz

TEMÁTICOS Las revistas españolas de la transición I, II, y III La poesía en Al-Andalus, I y II Revista Musü

NARRATIVA Carlos Segade Mario Cuenca Sandoval María L. Wiser


1887-7184

P.V.P.: 9,00 €


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