En la Tierra del ARCO IRIS / Fotografías de Alejandro Balaguer

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Petróleos del Perú - PETROPERÚ S.A.


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ara Petróleos del Perú, abordar temáticas de nuestras comunidades vecinas tanto de Oleoducto como de nuestras refinerías y lotes es, más que una responsabilidad, un compromiso moral y social. Bajo el precepto de nuestras políticas de Responsabilidad Social, Cultural y Comunitarias; consideramos que las diversas pautas conductuales de nuestra sociedad, son un referente prioritario y de respeto que siempre debemos tener en cuenta. Así nos lo hemos planteado desde el inicio de nuestras operaciones hace ya más de 45 años. Los Achuar y Awajún, son las comunidades más extensas que tenemos como vecinos en nuestras operaciones y, ahora que se incrementa nuestro accionar en la exploración y explotación en la selva septentrional del Perú, esa colindancia se hace cada vez más estrecha y dinámica. De ahí que consideramos trascendental presentar el trabajo de Alejandro Balaguer quien, además del fabuloso lente de fotógrafo que nos ofrece, propone un entendimiento vital y energético de estas comunidades, como lo haría el más conspicuo cronista de otras épocas. Apreciar a los habitantes de estas tierras del Arco Iris, como rezan sus mitos, desde la mirada sensible del fotógrafoecólogo como lo sabe hacer Balaguer, es el inicio de una relación positiva que pretendemos mantener en nuestra Empresa, a la hora de actuar en la contemporaneidad de la Industria y en la cotidianeidad de nuestro futuro. Creemos que tenemos mucho que aprender en reciprocidad de nuestra tierra, nuestra gente y nuestro destino. Disfruten de la exposición al igual que nosotros disfrutamos de su construcción; en la cual muchas mentes y muchas manos le dieron forma y materialidad; a los cuales agradecemos permanentemente. DEPARTAMENTO RELACIONES CORPORATIVAS Petróleos del Perú - PETROPERÚ S.A.


La exhibición fotográfica “En las Tierras del Arco Iris”,

es el testimonio visual producto de dos expediciones fotográficas que emprendí al corazón de los territorios indígenas de las selvas septentrionales del Perú. Primero, surcando río abajo el Pastaza, me interné durante semanas en los territorios inundables y remotos, fotografiando la vida cotidiana, las costumbres y realidades de los Achuar, una etnia guerrera de la familia de los legendarios jíbaros.

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l llegar a la primera aldea, me vi obligado a pedir el usual permiso para desembarcar, resistiendo a la tentación de disparar mis cámaras hasta tener el visto bueno para hacer mi trabajo fotográfico. De haber hecho lo contrario, podría haber tenido problemas, como fui advertido. Luego de presentar mis credenciales y esperar la decisión de las autoridades indígenas que fue interminable, finalmente fui autorizado. Luego de ser recibido con curiosidad y una cuota de recelo me abrieron las puertas de sus vidas. A medida que iba ganando su aceptación, fui iniciándome en su compleja cosmovisión y en la comprensión sus retos actuales. Poco a poco, la seriedad y la desconfianza en sus rostros dio paso a la sonrisa y la hospitalidad. El resultado, cientos de imágenes y lazos de amistad. Conocí acerca de su sabiduría en medicina tradicional, su manejo respetuoso del bosque, sus destrezas para la cacería con la tradicional cerbatana, su reputación como temibles guerreros, sus rituales y sus temores por el avance de la deforestación y la contaminación de sus ríos; principal motivo de sus luchas en los nuevos tiempos ante la colonización de sus territorios ancestrales. Aprendí la importancia de respetar sus planes de vida como guardianes de los bosques y de los seres que lo habitan. Sobre todo en estos tiempos, que la biodiversidad se va extinguiendo y que los bosques al cuidado de los indígenas cumplen una función vital para la humanidad, al enfriar nuestra atmósfera recalentada por el cambio climático, producto de la huella humana.

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Al momento de la partida, prometí llevar un mensaje a través de mis fotos y memorias, trayendo hacia esta orilla, la de nuestro mundo, instantes de su vida cotidiana que hablan del modelo de desarrollo –cuidando los bosques, los ríos y la biodiversidadque quieren para sus territorios. Una nueva expedición de varias semanas me llevó también hacia las selvas de otro grupo de mujeres y de hombres guerreros, los Awajún. Con los temerarios Awajún, pertenecientes también a la familia de los otrora reducidores de cabezas, los jíbaros, conviví durante varias semanas en Huampami. Desde la comunidad ubicada en las orillas del temperamental río Cenepa, guiado por cazadores indígenas, exploré las selvas prístinas que alfombran las escarpadas montañas de la Cordillera del Cóndor. Una tierra de jaguares y de arco iris. Andando durante varios días, monte adentro, fotografiando los secretos del bosque y de la cultura Awajún, me encontré por primera vez con el jaguar, el gran felino americano, máximo depredador de nuestras selvas. La intensidad en la mirada del felino también la percibí en los ojos de dos guerreros Awajún, durante un ritual nocturno, cuando se pintaban con achiote y preparaban sus armas, iluminados por las llamas del fogón, buscando adoptar el espíritu del jaguar para ganar fuerza en la víspera del “mitayo”, como ellos llaman a la cacería. Muchas de mis imágenes muestran la vida en los ríos. Para los indígenas el río es la carretera, el sendero líquido que une pueblos, la vía de comercio y de tránsito hacia la escuela, la despensa que proporciona alimentos. El río es fuente y es vida y como tal debe ser respetado, conservado, puro. Así lo quieren y por ello luchan. Ha pasado el tiempo desde aquellas experiencias inolvidables con los amigos Achuar y Awajún. Con el correr de los años, las miradas, las aventuras compartidas, las historias de sus luchas en defensa de su modo de vida, contadas entre susurros al pie de los leños en llamas, quedaron grabadas en mis recuerdos y reviven hoy con las imágenes que comparto como un homenaje a estos pueblos valientes y guerreros. En tiempos que la Amazonía se ha vuelto estratégica como pulmón del planeta, hago un homenaje a los guardianes ancestrales de los últimos grandes bosques tropicales del planeta, “en las tierras del arco iris”.

Alejandro Balaguer Marzo del 2015

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os Achuar, con una población de alrededor de 12,000 indígenas, habitan los territorios aledaños a los ríos Huasaga, Morona y Pastaza, en la línea de frontera peruano-ecuatoriana.

Los Achuar, al igual que todos los pueblos indígenas de la Amazonía -agrupados en 15 familias lingüísticas-, defienden con tenacidad los ecosistemas que les pertenecen desde antes de la llegada de la conquista. Han resistido históricamente la ocupación foránea de sus espacios que comparten en armonía con especies vegetales y animales, muchas de ellas consideradas “espíritus del bosque”. De acuerdo a la cosmovisión Achuar, los ríos y cochas son “el primer piso del mundo”, donde moran “hombres del agua” que se asemejan a seres humanos. Creen que solo los shamanes pueden comunicarse con ellos tomando la sagrada ayahuasca. Los “seres del agua”, llamados Tsungki, llevan una raya como sombrero, peces como zapatos y se ven acompañados por sus mascotas, como el temido jaguar negro y la gigantesca anaconda. Para los Achuar también existe un “mundo de arriba”. “Nosotros creemos que arriba existe otro mundo donde viven los Karakam que son seres muy semejantes a nosotros. Nuestros ancestros los visitaban por medio de una gran soga o bejuco”, nos cuenta el maestro Achuar Carlos Kunchim. Kunchim, como aunténtico Achuar, cree que la comunicación entre ambos mundos se terminó cuando Nantu, el hombre Luna, cortó el bejuco que los unía. “Un día el hombre Luna le pegó a su mujer y viajó desde aquí hasta llegar arriba, donde está el otro mundo. Su mujer lo siguió, pero él cortó la soga y la soga cayó aquí en nuestro mundo”.

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Para el maestro Achuar, en los tiempos que la gente de nuestro mundo y del mundo de arriba tenían relación y los abuelos visitaban a los poderosos, los de arriba les otorgaban poderes para convertirse en animales. “Pero después que la Luna cortó la gran soga, ya no hubo más relación”. Los indígenas que, desde hace siglos, viven custodiando los bosques intactos de la región septentrional amazónica, tienen la creencia que los seres espirituales de sus selvas, como el gran jaguar, la anaconda, el delfín de río, los cóndores y otros, poseen fuerzas sobrenaturales que, una vez adoptadas, sirven para sobrellevar la existencia con fortaleza y valentía. La toma de la ayahuasca y chacruna, una combinación de plantas alucinógenas, consideradas sagradas entre todos los pueblos originarios amazónicos, les permite conectarse con los espíritus del bosque a través de un viaje del alma hacia el interior, donde se manifiestan seres y mundos invisibles. El encuentro del equilibrio, la sanación del cuerpo y del espíritu a través de la experiencia y el ritual es, en muchos casos, verdaderamente curativa. Según Fernando Santos Granero del Smithsonian Tropical Research Institute, las cosmovisiones amazónicas plantean la existencia de una diversidad de mundos y de esferas invisibles al interior del mundo real que vivimos. “En el caso de los objetos, los fenómenos que llamamos naturales, y los animales, su dimensión espiritual es concebida como una esencia primordial: la forma primera y verdadera que estos tenían al origen de los tiempos, antes de adquirir su apariencia actual”. Alejandro Balaguer Marzo del 2015 Fuentes: AIDESEP, FORMABIAP, COICA, Bosques de la Frontera, El Ojo Verde, Serpiente de Agua, Bitácora amazónica de Alejandro Balaguer.


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urante los primeros días de mi estadía en Huampami se me hizo muy difícil la tarea de retratar a los Awajún. Con solo alzar mi cámara desparecían de la escena, pero gané su confianza de una manera inusual, anecdótica...

Un hecho curioso cambió la situación. Sucedió luego de unos días de fuertes lluvias que hicieron que el Cenepa creciera más de siete metros, inundando mi campamento ubicado en la cima de una cuesta que miraba al río. Mientras trataba que el río no se llevara mis cajas de equipos fotográficos, se me acercaron tímidamente tres niños Awajún mostrándome una gran víbora que habían matado a machetazos a escasos metros de mi carpa. Posaron ante mi lente, orgullosos, sonrientes, mostrando su trofeo de caza, sacando pecho. Por mi parte, con ánimos de consolidar el puente que se había trazado entre nosotros, decidí cocinar la víbora para compartir alimentos entre el grupo creciente de niños curiosos que iban llegando al campamento. Creí que comer víbora sería algo usual entre ellos, pero los Awajún pensaron que yo estaba loco. Por el contrario a lo que imaginaba, para ellos vvvvcomer víbora era anormal. “Como comer rata”, me dijo una mujer indígena que se acercó al sartén haciendo muecas de asco. A pesar de los comentarios, le quitamos la piel de la víbora y la freímos en pequeños trozos. Mi fiel compañero de “safaris” fotográficos, Flavio Casalino, se convirtió en el chef a cargo defender el honor del reptil, mientras docenas de niños nos rodeaban entre carcajadas.

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Cuando la víbora estuvo lista, en principio, nadie quiso comerla. Pero al vernos meter diente y saborear la carne, se acercó primero un niño, luego otro y otro, hasta que se formó una fila de una treintena de niños, madres, hombres y hasta el “Apu”, o jefe de la comunidad. Finalmente, todos terminaron recibiendo su ración. Solo algunos pocos no se atrevieron a comer al oportuno ofidio. A partir de ese momento, reinó un ambiente de camaradería, bromas y risas. Se había roto el hielo, habíamos sido aceptados por todos. Tuve la venia de los Awajún para fotografiarlos. Ganamos su confianza. “Desde ese momento, aceptaron la presencia de mi cámara y, en cada foto, me regalaron reflejos de sus almas”, apunté en mi bitácora. Desde entonces, siempre rodeado por una escolta de niños, compartí momentos en la cosecha de yuca y en la elaboración del masato. Nos internamos bosque adentro para colectar hongos comestibles y plantas sagradas, como la ayahuasca, la uña de gato y la sangre de grado, esenciales para la curación tradicional, donde existe muy escasa medicina occidental. Alejandro Balaguer Marzo del 2015 Fuentes: Bitácora amazónica de Alejandro Balaguer.

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PETRÓLEOS DEL PERÚ - PETROPERÚ PRESIDENTE DEL DIRECTORIO Germán Velásquez Salazar GERENTE GENERAL Miguel Pérez Navarro GERENTE (E) RELACIONES CORPORATIVAS Carla Santa Cruz Sandoval

EXPOSICIÓN Sala de Arte del Centro Cultural Petroperú Del 26 de marzo al 26 de abril de 2015 CURADURÍA Cristóbal Bouroncle Seoane PRODUCCIÓN GENERAL Departamento Relaciones Corporativas MONTAJE Edwin Huancachoque Soncco Kate Cabezas ASISTENTE DE MONTAJE Guillermo Montes Amhuamán

CATALOGO FOTOGRAFÍAS Y TEXTOS Alejandro Balaguer TEXTO DE INTRODUCCIÓN Departamento Relaciones Corporativas TEXTO CURATORIAL Cristóbal Bouroncle Seoane DISEÑO GRÁFICO Fundación Albatros Media Agradecimientos: Inti Quiñónez Gutiérrez Doris Mandujano Ximena Boza



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