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PRIMERA PARTE
Nací el 22 de septiembre de 1938 en Mexicali, Baja California Norte; por ese entonces, uno de los tres territorios que tenía la República Mexicana. No tuve hermanos pero sí muchos primos. Andaba descalzo porque hacía mucho calor y no soportaba los zapatos cerrados, que eran los que teníamos que usar en la primaria. Entonces, prefería andar descalzo cuando no estaba en la escuela. Me iba saltando de un lugar a otro que tuviera sombra, para no quemarme los pies. De hecho, casi todos los niños lo hacíamos. Y acabamos siendo muy ágiles para saltar. La escuela primaria estaba a una cuadra de la línea divisoria MéxicoE.U. En realidad no había tal línea; sabíamos que ahí terminaba Mexicali porque empezaba un área de cultivo muy extensa. La escuela primaria tenía un patio muy grande después del cual había un parque. En ese parque terminaba Mexicali. Enfrente, ya era Caléxico. No recuerdo que se cultivaba allá, pero acá sí: algodón, con sus grandes y bonitas flores blancas. De hecho, por el cultivo del algodón, Mexicali era la ciudad agrícola más importante de Baja California Norte. Todo se despepitaba y empacaba acá. Y todos los días veíamos salir el montón de pacas rumbo a California.
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Cuando se nos volaba una pelota había que ir por ella al otro lado, a E.U. Nos metíamos entre los cultivos para encontrarla. Pero a veces preferíamos dejarlas abandonadas, por el calor que hacía. A dos cuadras de mi casa estaba la puerta de entrada a California. Por esa razón ahí sí había un muro con malla. Pero era un pedazo corto, unos 300 mts. En realidad, las bardas estaban para evitar que se pasaran los chinos; había muchos chinos en Mexicali porque el gobierno de E.U. no los quería allá y los había pasado a México. Ellos vivían en una zona que se llamaba La Chinesca; había allí restaurantes, licorerías, burdeles y moteles de paso. Y aunque estaban prohibidos, había fumaderos de opio. Mis primos paternos vivían al norte de Los Ángeles y los maternos en Bakersfield. En las vacaciones íbamos a visitarlos. Podríamos habernos atravesado así nomás a E.U. pero no lo hacíamos, nadie lo hacía. En esos años (1945-1950) cualquiera podía pasar, pero hasta cierto límite. Si no traía papeles, lo regresaban. Pero nosotros no teníamos ese problema, íbamos a la garita de Indio, California, mostrábamos los papeles y ya. 7
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Estaba yo chiquillo cuando comenzaron los experimentos con bombas nucleares en el desierto de Arizona. Japón y E.U. ya estaban en plena guerra. Y cuando hacían estallar las bombas, por las noches, veíamos desde Mexicali unos resplandores tan grandes que daban miedo. Y es que nadie tenía las luces encendidas por la noche. La gente decía que no debíamos prenderlas porque podían llegar los aviones japoneses a bombardearnos. Mi mamá casi no estuvo conmigo, ella vivía en Bakersfield, California. Desde que mis papás se separaron, siendo yo aún niño -de unos 6 años- ella se fue para allá, porque era más fácil conseguir trabajo. Entonces fue mi abuelita materna la que me crió. Mis papás se fueron cada uno por su lado y yo me quedé en medio… con mi abuelita. Ella no podía pasar a California porque no tenía papeles. En ese entonces, cuando uno pasaba al otro lado -mi familia completa lo hizo- el Gobierno hacía redadas de mexicanos y otros inmigrantes; a los chinos siempre los regresaba. A mi abuelita también la echaron, pero fue porque cuando le preguntaron dónde prefería vivir, ella respondió que en México. Y es que ella no quería vivir en California, quería regresar a Zacatecas -donde nació- pero el Gobierno simplemente la echó de E.U. dejándola en la frontera… y por eso se quedó en Mexicali.
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Para sobrevivir, se dedicó a hacer tortillas de maíz, algo que sabía hacer muy bien. Trabajaba a una cuadra de la casa y de eso vivíamos. Con ese empleo sacó adelante a su hija Emilia -mi mamá- y después a mí, porque lo que nos mandaba mi mamá de Bakersfield, no nos alcanzaba. Y es que en ese entonces, un dólar valía menos de 5 pesos, pero no de los que Salinas transformó a nuevos pesos para que los mexicanos no sintiéramos tan feo, ya que un dólar llegó a valer $3,150 pesos durante su sexenio. Por eso, él los convirtió en $ 3.15 nuevos pesos…y después simplemente en pesos. Aunque ya no vivía con él, visitaba a mi papá casi todos los días, porque él trabajaba en una licorería en La Chinesca que me quedaba de paso cuando salía de la escuela primaria rumbo a la casa. En ese lugar vendían agua de sabores para quienes no bebían alcohol. Pero yo pasaba a las bodegas de la licorería y veía cómo hacían para que el alcohol de caña se transformara en mezcal. En unas barricas enormes ponían el alcohol y un montón de porquerías. Por eso yo nunca quise beberlo. ..No era legal hacerlo, pero todo mundo sabía que ahí se hacía ese mezcal que para colmo, se embotellaba y vendía como tequila. 11
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SEGUNDA PARTE
Desde muy chico me gustaba dibujar; de hecho, en la secundaria destacaba por la facilidad que tenía para realizar todo tipo de dibujos. Cuando estaba en el primer año de preparatoria, uno de nuestros profesores, el Arq. Marco Aurelio Sandoval, nos comenzó a hablar del Instituto Politécnico Nacional (IPN). Y todos empezamos a pensar en otras posibilidades para seguir estudiando. Pero no todos se animaron, solamente tres compañeros decidimos ir a estudiar a México, a la Capital. Ya estando allá, tuve decidir qué carrera iba a estudiar; opté, entonces, por una en la que se dibujara: la de Ingeniero- Arquitecto, que se estudiaba en la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura (ESIA) del IPN. Pero dibujar no fue primordial, fue sólo parte de la enseñanza. Calcular y proyectar sí lo fueron. Y descubrí que tenía mucha facilidad para ambas, como si hubiera nacido para ser ingeniero-arquitecto. 13
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Casi todos mis maestros eran militares, ingenieros y arquitectos egresados del Colegio Militar y de la Normal de Maestros. Ambas instituciones estaban muy cerca del Casco de Santo Tomás, donde yo estudiaba.
lar los cimientos como saber dibujarlos bien. Y eso a pesar de que la carrera era muy técnica y por ello se le daba menos importancia a las materias teóricas y de representación gráfica.
Tuve un maestro excelente, un arquitecto egresado de la UNAM que era italiano. Él nos impartió Teoría de la Arquitectura y nos enseñó que hay que ser buen teórico para poder proyectar. De él aprendí mucho; por ejemplo, que es tan importante calcu-
También Ruth Rivera, la hija de Diego Rivera, fue mi maestra. Era además la Directora de Bellas Artes. Nos impartió Teoría de la Arquitectura y era muy exigente.
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Estudiando tan lejos, ya sólo podía ir una vez al año a Mexicali a visitar a mi abuelita…y de paso a mi papá y a mi mamá. Era un viaje muy largo, de dos días enteros. Compraba mi boleto de medio precio, para estudiante, durante las vacaciones de verano y me estaba allá un mes entero. Al poco tiempo de iniciar la carrera profesional, mis compañeros de Mexicali decidieron ir a vivir cerca del Casco de Santo Tomás. Yo preferí quedarme en el Centro, porque estaba muy cerca el Banco Nacional de México y allí podía cambiar fácilmente los dólares que mi mamá me enviaba. Nada más daba la vuelta a la cuadra donde vivía y ya estaba en Isabel La Católica, donde podía cambiar el dinero. Además, me quedaba todo muy cerca: el camión y el tranvía, a una cuadra; y la papelería del Sr. Luis Méndez (que después se llamaría Lumen) a una cuadra y media, por República del Salvador. 16
Foto b y n Ina del edificio CF
auguración FE
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Mis nuevos compañeros de cuarto fueron a partir de entonces, estudiantes de Medicina y auditores del Banco Nacional de México. Éstos últimos tenían muy buenos sueldos y frecuentemente me invitaban a comer y a los partidos de futbol. Total, yo me sentía muy bien en su compañía. Al terminar los estudios en la ESIA, entré al Colegio de Arquitectos de México, para realizar el servicio social, con varios de mis compañeros. Casi para terminarlo, nos dijeron que nos iban a enviar a distintos lugares del País para construir escuelas, por medio del Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas (CAPFCE). Nos dieron a elegir entre Tlaxcala, Zacatecas y Michoacán. Yo elegí Zacatecas, porque de allá era mi mamá. Así podría conocer el pueblo en que ella nació, Ojocaliente, al sureste de la capital. No estuve mucho allá, porque no me gustó el clima; hacía mucho frío en el invierno. Y aunque yo nací y viví muchos años en Mexicali, me había adaptado al clima del centro del País, que era muy noble. Por eso ya no me gustó Zacatecas. Decidí entonces irme a Morelia, que tenía un clima similar al de la Ciudad de México. 17
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Mi primera obra grande y de la que me siento todavía orgulloso, es la escuela primaria que está en Morelia, en la tenencia de Santa María, sobre la avenida Tanganxoan II. El Sr. Guillermo Black, con quien trabajaría años después, había donado un terreno para construir en él una escuela primaria. Yo trabajaba en CAPFCE y quedé a cargo de su diseño y construcción. Y decidí experimentar con la cantera; todo el basamento y paredes de las oficinas se hizo utilizando esta piedra. El problema es que el corte que se tiene que hacer para que ensamblen las piedras produce mucho desperdicio. Y en esa obra logré minimizarlo; de ahí el orgullo que siento. Ya llevaba un tiempo trabajando profesionalmente en el CAPFCE, cuando éste se dividió en seis gerencias regionales. Mi jefe, el Arq. Carlos Godoy, me invitó a dirigir la gerencia regional que tenía su sede en la Ciudad de México. Quedaban bajo mi cargo Tlaxcala, Querétaro y el Estado de México, así que continuamente tenía que viajar a las ciudades capitales de esos estados; sin embargo, en la que más estuve fue en Tlaxcala. Detalle de la pared de las paredes de cantera Escuela PrimariaPública, Tenencia Santa María de Morelia, 1963.
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Las oficinas de la gerencia regional estaban en la calle de Praga, en la Zona Rosa, un lugar muy interesante que parecía un enclave de Paris o Barcelona. Era un lugar de encuentro de artistas: escritores, pintores y escultores se reunían todas las tardes en los pequeños cafés a charlar o a presentar recitales. Y era muy fácil asistir a los ensayos de bailarines y músicos. Fue un verdadero privilegio trabajar en la Zona Rosa de aquel entonces. Un día, repentinamente, decidieron enviarme a Villa Hermosa, Tabasco. Duré ahí sólo tres meses; hacía un calor de la patada, húmedo y por lo mismo, extenuante. A tal punto era para mí insoportable, que preferí renunciar al CAPFCE. Y me vine a Morelia, a trabajar de manera particular. Me asocié con Guillermo Echeverría y Abel Maldonado en un despacho de arquitectos y tuvimos mucho trabajo, ya que en ese entonces - fines de los sesenta y principios de los setentas- Morelia se estaba urbanizando y llovían los proyectos. Desgraciadamente, tuvimos problemas por el control de las obras y la sociedad se disolvió.
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Poco tiempo después de desmantelar el despacho, me llamaron de la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Allí trabajé dos años como Superintendente de Obras. Estuve a cargo de la construcción del edificio de la Gerencia de la División Centro Occidente en la avenida Ventura Puente. El sueldo era tan bueno, que al poco tiempo me compré un buen automóvil y varios terrenos junto con mis colegas. Pero como lo bueno no es para siempre, a los dos años me informaron que me iban a quitar la plaza para dársela a un ingeniero (que no era ingeniero ni nada parecido) pero que era del Sindicato y venía recomendado por el Gerente General de la CFE. Y así ocurrió; quedé fuera de la Paraestatal, sin ganas de regresar nuevamente. Con lo que había ahorrado en los dos años que trabajé para la CFE, construí la que es mi casa particular en la colonia Chapultepec Norte. Y también me casé con Lupita Morales, quien fue mi esposa por más de cuarenta años. Tuvimos tres hijos: Víctor Manuel, el mayor, quien estudió arquitectura; Anabel, quien es psicóloga y Lorena, que estudió Diseño Gráfico. Y tengo cuatro nietos, todos varones. Meses después de salir de la CFE, entré a trabajar con el Sr. Guillermo Black, en impermeabilizantes Fester. Ahí aprendí sobre impermeabilización en frío y en seco, además de todo lo que se conocía sobre aditivos de concreto. Estuve dos años trabajando ahí, pero debía viajar mucho, manejando y eso era muy cansado. Así que un buen día le di las gracias al Sr. Black y decidí volver a abrir un despacho, pero esta vez solo, sin socios. Fui a ofrecer mis servicios al Sr. Adolfo Caballero, un empresario inmobiliario que conseguía fácilmente créditos hipotecarios para construir casas. Yo las diseñaba y construía y él se encargaba de venderlas. Comenzamos haciendo varias casitas en la colonia Rancho del Charro, al sur de Morelia. De hecho, ahí construí mi primera casa, estaba sobre Virrey de Mendoza, a dos cuadras del Lienzo Charro. 21
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472 y 488 de la calle Santos degollado, esquina con José Rentería Luviano Col. Chapultepec Sur. Residencias particulates. Página anterior: Capilla del Convento- Hospital de monjas salesianas. Av. Camelinas. 1968.
Residencia particular. Calle José Luviano No. 968. Colonia Chapultepec. 1979 Ing. Armando Herrera. Página Circuito Campestre No 1674, Fraccionamiento del Campestre Morelia Michoacán. 1968.
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Residencia particular. Circuito Campestre No. 1095. Fraccionamiento del Campestre. Morelia. 1969.
Residencia particular. Circuito del Campestre No. 477. Fraccionamiento del Campestre. Morelia. 1969. Pรกgina siguiente: Residencia particular. Circuito del Campestre. 1970
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Al Oriente de Morelia había una zona llamada Cantarranas que el Sr. Martínez Guido vendió al Sr. Caballero. Él comenzó a fraccionarla y a construir casas. Así surgió la colonia Chapultepec Oriente. Yo diseñé y construí allí más de cincuenta casas. Por ejemplo, casi todas las casas de la calle Casa Mata, son obra mía. También diseñé la colonia de los Electricistas. Incluso, puse los nombres de las calles: Marconi, Volta, Edison, Presa la Villita, Presa El Cóbano. Recuerdo que me visitó un grupo de empresarios -entre los que estaba el Gerente Regional de la CFE- y me dijeron: “Hay que hacer las casas de los empleados de la CFE y como tú sabes proyectar y hacer casas, encárgate de ello”. Pero no me eligieron por ser muy bueno, sino porque no cobraba por diseñar los proyectos. Trabajando en el ramo de la construcción conocí al Ing. Enrique Villicaña, uno de los hombres más poderosos del Estado. Le gustó como proyectaba y me ofreció trabajo como Subdirector de Obras de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas. Fue así que construimos el Estadio Morelos de Futbol (proyecto de una empresa de Guadalajara) y toda la traza urbana que lo circunda, incluyendo avenidas y camellones. Bajo sus órdenes también construimos el fraccionamiento El Realito. Comenzamos con 300 casas, pero después aumentó el número casi otro tanto. Ese fraccionamiento detonó el crecimiento urbano en la zona y actualmente son miles las casas que llegan hasta las faldas del cerro del Quinceo.
Edificio de oficinas Av. Lázaro Cárdenas casi esquina Ventura Puente, Colonia Chapultepec Norte. Morelia. 1976.
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Edificio de oficinas Av. Lázaro Cárdenas casi esquina con Francisco Márquez. Colonia Chapultepec Norte. Morelia. 1975. Edificio de Consultorios Médicos, Dres Amauri Ballesteros y Bertín Vallejo. Av. Ventura Puente. Morelia. No 867. 1978.
A la salida a Pátzcuaro construimos otro fraccionamiento con una casa club: Jardines de la Huerta. Lo diseñé y supervisé su construcción. Y en el Fraccionamiento Campestre diseñé y construí una docena de casas, incluida la del Ing. Villicaña, que hace unos años fue totalmente remodelada.
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En la esquina de Casa Mata y Amado Camacho, en la colonia Chapultepec Oriente, construí dos edificios cuyo diseño hace aparentar que es uno solo. En el que era de mi propiedad, instalé mi nuevo despacho e invité a estar en él al Arq. Carlos Villaseñor. Él era muy amigo de los Ramírez y les diseñaba todos sus fraccionamientos. De hecho, aunque estábamos en el mismo despacho, cada uno trabajaba aparte, no éramos socios; ni él ni yo queríamos ya asociarnos con alguien más. Pero fumaba muchísimo y murió de enfisema pulmonar como al año y medio. Decidí entonces ya no tener a nadie más en un despacho, ni siquiera como colega profesional. Formé parte y llegué a ser Director de la Cámara Nacional de la Industria de la Construcción en Michoacán. Incluso diseñé y supervisé la construcción de sus oficinas en la avenida Siervo de la Nación, en Morelia. También fui Presidente del Colegio de Arquitectos y por supuesto, pertenecí a Los Rotarios. Era aún joven y esos títulos honoríficos alimentaban mi ego. Pienso que gracias a los Ramírez, Morelia pasó de ser una ciudad provinciana llena de añejos edificios -lo cual no digo con sentido crítico, sino simplemente descriptivo- a ser una ciudad moderna. Cuando compraron un gran terreno al oriente de Morelia y crearon el Fraccionamiento Campestre, la colonia Las Américas, la avenida Enrique Ramírez Miguel, la avenida Camelinas y el Centro Comercial Espacio Las Américas, cambiaron radicalmente la imagen de nuestra ciudad.
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