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LA MECHA. UNACUERDONEGOCIADO. ESTEBAN LANGA

LA MECHA negociado Un acuerdo

TRABAJÉun par de años en el Departamento Técni- Su cabeza era una esfera perfecta que se unía al tronco a co de Unión Española de Explosivos y otros dos en través de un cuello corto y fuerte, que advertía de su tesón. Ingersoll-Rand, en el Departamento de Minería y Su cara mostraba unos ojos vivaces y un gesto sonriente sinConstrucción. Siempre entendí que esas etapas me servirían cero. Ex fumador, reía con carcajadas rasposas que terminapara adquirir la mejor formación para dedicarme al campo de ban en golpes de tos que delataban el estado de sus pulmones, la perforación y voladura, que era lo que me atraía y en Ca- fruto del polvo respirado y el tabaco fumado. Lucía siempre vosa encontré esa oportunidad. Cavosa contaba en su planti- un cigarrillo apagado entre sus labios entreabiertos o un palilla con gentes muy expertas en esas labores y algunos tallu- llo entre los dientes, en los que destacaba un incisivo de oro. dos, con una bien ganada fama, para quienes yo era un nuevo Me miró de arriba abajo sonriendo cortésmente, aceptando ingenierito que, con traje y corbata, y seguramente sin tener la imposición de un jefe, mientras en su interior pensaba que ni puñetera idea de la fiesta, venía a ocupar un despacho. Pe- yo sería un gilipollas, sin puta idea de voladuras. Me soportaro yo había cargado ya muchos barre- ría como a una mosca cojonera, apanos y reparado y puesto en marcha Carvajal andaría rentando aceptar mis directrices, paunas cuantas perforadoras. por los cincuenta. Era sándoselas luego por debajo de la bolsa Uno de esos personajes era un viejo encargado, un tal Carvajal, al que le había salido la primera dentición en de estatura media y de complexión fuerte. escrotal. Tras terminar la obra del Piul, por la que ni siquiera volví a aparecer, Carvaestas actividades. Tras su paso por dife- Conservaba esa muscu- jal y yo comenzamos nuestra andadura rentes empresas en las que se había de- latura que se había conjunta, en la que yo me debía ganar dicado al arranque de roca con explosi- formado en el gimna- su aceptación. Tenía tarea por delante. vos en todo tipo de trabajos, arribó a sio del trabajo, en los El primer trabajo en la nueva etapa Cavosa, donde, aunque con la categoría de encargado, gozaba de una consideración especial por parte del gerente, tajos donde cursó su carrera, en la que, consistió en la excavación, dentro de una nave industrial de la empresa Fundiciones Azma, en Getafe, para rebajar que tenía una confianza absoluta en él. pasando por todos los una gran zona del piso de esta median-

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La empresa contaba con unos técni- grados,... alcanzó cate- te voladuras. cos, jefes de zona, con residencia en goría de encargado. Aunque habían retirado la maquinaMadrid, responsables de grupos de ria del interior de la nave, el trabajo era obras, en cada una de las cuales se contaba con el correspon- muy delicado pues no podían dañarse ni los cerramientos ni el diente jefe de obra a pie de tajo y la estructura administrativa techo de esta. Con una voladura mal dada podíamos arruinar precisa, según la importancia de esta. Pero Carvajal iba por la nave completa. Debíamos arrancar la roca esponjando el eslibre y mantenía “línea directa” con el gerente en obras de combro lo suficiente para que una retro de tipo medio pudiera pequeño volumen y sin complejidad administrativa y no te- extraerlo, y todo ello sin llevarnos por delante ni el techo ni nía a nadie por encima. las paredes de la construcción. Me sorprendió gratamente que

Conocí a Carvajal cuando el gerente me lo presentó en Carvajal acepara el esquema de perforación que le planteé. una obra que estaba realizando en El Piul, una finca ubicada Eso era un excelente síntoma, aunque supuse que ello era deen el término de Rivas Vaciamadrid, ampliando un camino bido a que debía pensar que no era idea mía, sino que procede acceso, junto a la laguna del Campillo, anexa al río Jara- día de alguien con experiencia. Pero ante la duda, yo había ma. Los trabajos consistían en unas voladuras en zapateras en ganado algún punto. Cuando me acercaba por la obra mienunos farallones de yeso que flanqueaban el tras estaban perforando, Carvajal me trataba camino y cuyos desprendimientos producían con simpatía y le notaba más cercano. su corte. El segundo escalón en su cambio de postu-

Carvajal andaría entonces por los cin- ra se produjo un día que, vestido con traje y cuenta. Era de estatura media y de una com- corbata, me acerqué hasta la nave, enconplexión fuerte. Conservaba esa musculatura trándome con el equipo de perforación paraque se había formado en el gimnasio del tra- do, un carro de Ingersoll-Rand Crawl bajo, en los tajos donde cursó su carrera, en CM250, con una perforadora de martillo en la que, pasando por todos los grados, peón, cabeza, una URD 475, que yo era capaz de ayudante, picador, barrenista, artillero... al- montar y desmontar con los ojos cerrados, canzó la categoría de encargado, con un bagaje extraordinario de conocimientos por las Esteban Langa Fuentes como el Máuser de mi primer campamento de milicias, o el Cetme del segundo. experiencias de toda esa dura escuela. Ingeniero de Minas El equipo era alquilado y Carvajal esperaba

a que un mecánico de Ingersoll-Rand viniera a repararlo, pero ción eléctrica, planta de transformación, sondeos, instalacuando llamó para comunicar la avería no le garantizaron ción de agua, etc. Aquello parecía la Gran Vía de Madrid cuándo podría venir a repararla. La avería era una rotura de la en hora punta. cadena de empuje que se podía solucionar quitándole un esla- Habíamos convenido que, llegado el momento del disparo bón y modificando ligeramente la posición del tensor motor de cada voladura, todo el personal debía retirarse de la zona, de la deslizadera. Aquello se solucionaba con llave inglesa, ali- pero nadie lo hacía para no interrumpir su trabajo. Carvajal cates y martillo y se podría seguir trabajando. Cuando llegara estaba encabronado porque se cansaba de tocar la corneta de el mecánico podría reponer el eslabón y recuperar la posición aviso sin que la gente le hiciera ni puñetero caso. Nadie se del piñón. retiraba y, a pesar de que Paco Serrano prometía continua—Pero... ¿qué va a hacer usted? –dijo extrañado Carvajal mente a Carvajal que iba a poner remedio al asunto, las cosas cuando me dirigí hacia la caja de herramientas regresando no cambiaban y esas paralizaciones nos causaban un perjuicio con ella, en mangas de camisa, sin chaqueta ni corbata–. Pe- económico insostenible. ro, déjelo, que se va a poner perdido. ¡Que ya está avisado el Dispuesto a solucionarlo de una vez plantee una reunión mecánico, hombre! con Paco Serrano de la que estaba dispuesto a salir con el

Reparé la avería y yo había dado otro paso para ganarme problema resuelto. Una de las excavaciones era la de la balsa la aceptación de Carvajal. Subí otro escalón más cuando le de decantación de la instalación de lavado de áridos, situada adelanté que en esa voladura utilizaríamos un explosivo en lo que sería la plaza de la cantera. Se trataba de una “pisciAmonita 2I, desconocido para él, que siempre fue un fiel na” rectangular de poca profundidad y decidimos que se excausuario de la Goma 2EC, en exclusiva. Llegó el día de la varía en una sola voladura. primera voladura y cargamos con Amonita en lugar de la Cuando llegué a la obra se había terminado la perforación Goma 2EC, en contra de su opinión. En aquella ocasión yo de la piscina y nuestra gente estaba preparando la voladura. también me había remangado y cargaba los barrenos junto a Había llegado el explosivo a primera hora y Carvajal se enél como el primero. contraba ya repartiendo los detonadores. En los alrededores

A lo largo de mi vida profesional he sufrido fiascos de todo podía verse operarios con ropa de trabajo de lo más variopintipo, y cometido errores que dieron lugar a estrepitosos fraca- ta, que sugería su pertenencia a diferentes empresas. Se trasos, de los cuales aprendí. Creo que se aprende más de los taba de sondistas, soldadores, instaladores, electricistas, toerrores que de los aciertos y que la suerte, buena o mala, pógrafos... siempre juega fuerte, y en aquella ocasión me vino de cara, Cuando me dirigía a la caseta de obra para reunirme con pues el resultado de la voladura superó cualquier expectativa. Paco, advertí a Carvajal que nos avisara cuando tuviera todo

Se produjo un arranque perfecto y un esponjamiento que montado para hacer mutis por el foro, porque allí metidos poelevó la altura del escombro en más del doble de la profun- díamos hacernos acreedores a recibir alguna pedrada. Paco didad de excavación sin que se produjera una sola proyec- me juraba por enésima vez que iba a solucionar el problema, ción. Cuando se disipó el humo y pudimos entrar en la na- garantizando que la zona quedaría evacuada en cinco minuve, con aquel acento suyo, entre gallego y asturiano, Carva- tos a partir de que Carvajal se lo pidiera; lo que venía repijal exclamó: tiendo a Carvajal a diario. —¡Hostias...! ¡Esta dinamita tiene mucha expansión! —Esteban –me mentía–, yo te prometo...

Carvajal abandonó cualquier reticencia hacia mí y pasó a —Mira Paco –le interrumpí–, tú me mientes más que mi considerarme como “uno de los que sabían”. A partir de ese mujer. O te haces cargo de las paralizaciones, fijamos unos momento nos convertimos en cómplices. Contratamos la nuevos precios o trabajamos por administración... o paramos preparación para la explotación de una cantera para Corsán la obra y rescindimos, que para ser puta y perder dinero, meen las cercanías del pueblo valenciano de El Puig. Los traba- jor me convierto en decente. jos incluían la preparación de accesos, las aperturas de los En ese momento escuchamos sorprendidos la corneta de frentes de los futuros bancos y las excavaciones necesarias para el montaje he sufrido fiascos de Carvajal, una cornetita de artillero, idéntica a la de los antiguos pregoneros de la planta de tratamiento de áridos, y todo tipo y cometido de los pueblos de la España profunda, allí recaló Carvajal, a cargo del traba- errores que dieron que daba los tres cornetazos de aviso: jo. lugar a estrepitosos —¡Tuuuuuuuuu...! ¡Tuuuuuuuuuu...! El jefe de obra de Corsán era un tal Francisco Serrano, quien más adelante acabó trabajando en una filial de Cavosa. Nuestro contrato, y por ende fracasos, de los cuales aprendí. se aprende más de los errores que Saltamos de las sillas como muelles, pero mientras alcanzábamos la puerta de la caseta escuchamos el picado, también reglamentario, de la trompetita: el precio unitario acordado, contem- de los aciertos y que —¡Ti! ¡Ti! ¡Ti! ¡Ti! ¡Ti! ¡Ti! ¡Ti! ¡Ti! plaba que el trabajo se desarrollaría la suerte, buena o Y al asomarnos a la puerta: sin interferencias y en la preparación mala, siempre juega —¡Buuurrrrrruuuuuummmmm! de la cantera precisaríamos disparar voladuras prácticamente a diario. Pero eso resultó imposible, pues la obra se llenó de subcontratistas dedicados fuerte, y en aquella ocasión me vino de cara, pues el resultado Carvajal había disparado. El espectáculo impresionaba. Carvajal estaba en pie, a cuatro metros de la zona volada, envuelto en una nube de polvo, con al montaje de las instalaciones de la de la voladura superó una mirada torva, una malévola sonrifutura planta de trituración, instala- cualquier expectativa. sa y la corneta en la mano, en postura

amenazante, mirando a su alrededor y, El espectáculo impre- vajal, amenazándole con la excomuentre ásperas carcajadas y cavernosa tos, gritaba a los prófugos como un exorcista histérico: —¡Correr, cabrones, a ver cuántos sionaba. Carvajal estaba en pie, a cuatro metros de la zona volanión para calmar la ira del primero, ya a solas, le agradecí que hubiera resuelto el problema que no tenía fin razonando, con un cornetazo. caéis, desgraciaos...! ¡Hala, a correr, hi- da, envuelto en una La actuación de Carvajal lo soluciojos de la gran puta...! ¡Vais a torear a nube de polvo, con una nó de raíz. A partir de ese día, en cuanvuestra puta madre, que me tenéis ya mirada torva, una ma- to el personal pululante se percataba hasta los cojones...! ¡Hala, vamos a ver dónde coño os metéis ahora...! Mientras, todos los operarios corrían como corzos en una batida, tratando de lévola sonrisa y la corneta en la mano, en postura amenazante, de que este portaba en sus manos la terrible cornetita, se alejaban veloces de la zona, donde ya nadie se atrevía a aparcar ningún vehículo. Cuando Carprotegerse la molondra con las manos, mirando a su alrede- vajal sacudía el primer toque de cornemientras las piedras, tras un ascenso en dor y, entre ásperas ta, el área ya había quedado totalmenvertical, caían como granizo. Había bo- carcajadas y caverno- te deshabitada y el bar del pueblo cerfetadas para meterse debajo de algún refugio. Carvajal no se preocupaba de los aerolitos. Milagrosamente, las piedras impactaban a su alrededor sin tosa tos, gritaba a los prófugos como un exorcista histérico. cano, repleto hasta las cartolas. Y eso no se debió a mi gestión, sino a la de Carvajal porque, como dijo un vasco cuando se suscitó un problema carle, como si le mostraran un respeto tal que no se atrevie- con su vecino por una linde: ran ni a rozarlo. Se podía reconocer los diferentes lugares del —¡Cagüendiós!, ¿pa qué vamos a discutir, oye, si solucioimpacto de las pedradas a oído, por los diferentes sonidos nar a hostias podríamos, pues? producidos por ellas... casetas, coches, instalaciones... Tras perderle la pista al jubilarse, un buen día, por pura ca—¡Toc...! ¡Clonc...! ¡Crash...! ¡Ping...! sualidad, coincidí con su mujer, quien tras reconocerme me

Una sinfonía de pedradas en la que no llegamos a percibir dio la noticia de que Carvajal había fallecido. Me había recosonidos de cráneos, pues quiso Dios o el diablo que el pedris- nocido porque en una ocasión me había visto en televisión, co no alcanzara a ningún ser humano. La cosa de las Persei- entrevistado por una demolición por voladura que llevaba a das era una pijada comparada con esta lluvia de meteoritos. cabo en Madrid y su marido le había dicho señalando la tele:

Tras una pelotera con Paco y una tremenda bronca a Car- —Mira, este hombre sí que es un señor, y además sabe de

Llegamos volando a todas partes...

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