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UN CAMINO EQUIVOCADO
¿Vivir con lo nuestro?
UNA IDEA TÍPICAMENTE ADOLESCENTE E INMADURA, PROBADAMENTE INEFECTIVA, PERO QUE AÚN RECORRE CON ARDOR LAS MENTES DE CIERTAS AUTORIDADES Y LAS DE MUCHOS DE NUESTROS EMPRESARIOS.
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Por SUSANA MERLO ESPECIAL PARA CHACRA | contenidos@revistachacra.com.ar
Un sector político de la Argentina, que hoy ostenta cargos en la máxima conducción del país, está a punto de conseguir lo que siempre pregonó, es decir, “vivir con lo nuestro”. Simultáneamente se apresta a
comprobar lo absurdo e inconducente de se
mejante concepto, no sólo antiguo, sino reiteradamente fracasado en todos los lugares del mundo donde se intentó aplicar. En el mejor de los casos, es una visión adolescente e inmadura, propia de la rebeldía de esa edad hacia los adultos, pero que no aplica para nada a la vida de un país del siglo XXI. “Vivir con lo nuestro” sería equivalente a no necesitar del resto del mundo; arreglarse solo. Una especie de Robinson Crusoe hecho país. Si se lleva el concepto al extremo, inmediatamente se ve el absurdo: una isla, sola, inmersa en un mundo que cada vez hace más esfuerzos para acercarse e integrarse. MALA FAMA
Hay varios empresarios e industriales que son
militantes de esta postura (aunque en público digan lo contrario). En cuanto a las autoridades, más allá de sus apetencias personales, sería
una derivación propia de la historia argentina de incumplimientos en el pago de las deudas,
de sucesivos defaults y de la penosa fama de mal pagador que tiene el país, lo cual determina que durante un tiempo bastante largo los únicos ingresos con los que se va a contar son
aquellos que sea capaz de generar el país, es decir, sus empresarios e inversores locales. No es tan fácil. Por lo pronto, hay muchos productos que dependen de insumos extranjeros no rápidamente reemplazables, por lo que mu
chos de ellos van a desaparecer y, con ellos, la
demanda de trabajo.
Pero además, si no se compra (importa), tampoco se vende (exporta), ya que la mayoría de los países piden (o exigen) reciprocidad y balanzas de comercio más o menos equilibradas. Si la Argentina tuviera que “vivir con lo nuestro”, aunque produciría menos, igual le alcanzaría para alimentar a toda su población, pero sería más ineficiente al no poder sustituir algunos insumos básicos de la agroindustria, y le faltaría todo lo demás. Queda el consuelo de que las restricciones que generaría el “vivir con lo nuestro” obliguen tarde o temprano a recortar cantidad de gastos sobredimensionados (propios del Estado elefante), mejorar drásticamente la eficiencia de las asignaciones o eliminar de cuajo abusos de poder, desde negocios monopólicos hasta sindicatos habituados a excesos que lo único que logran es encarecer la producción argentina y quitarle productividad, entre otras varias cuestiones. “Vivir con lo nuestro” es inaplicable, sin embargo, el ejercicio de pensarlo puede ayudar a saber por dónde debe pasar obligatoriamente el camino, sin necesidad de llegar a semejantes extremos. El campo, el más eficiente y compe
INAPLICABLE titivo de todos los sectores, estaría agradecido.
VENEZUELA
A la larga, de aplicarse el “vivir con lo nuestro”, la gente sería muchísimo más pobre que en un contexto normal, en especial la de menores recursos. Algo así como Venezuela, un país al cual el océano de petróleo disponible no le sirve para suplir los elementos más esenciales, como alimentos y medicinas, y su gente se exilia.