El propósito de la vida del Hijo de Dios. Después de varios años de habernos graduado, me reuní con un ex compañero de la facultad y noté que no estaba tan radiante como antes. Se veía preocupado y nervioso. No obstante, me comentó que había conseguido otro empleo. - “Te felicito! Recuerdo que después de graduarte te habías ido a trabajar a una consultora de Singapur”-, le dije. El me contestó: -“Sí, pero ahora me paso para una compañía de EE. UU. Que paga mucho más. Así que mi objetivo es ganar un millón al año. Tú también deberías esforzarte. Si eres hombre debes ganar dinero para que te respeten” -. Y me alentó para que invirtiera en un negocio donde podría explotar mi potencial. Unos días más tarde, asistí a una reunión en la Iglesia, y mientras el pastor oraba por mí, dijo: -“Entrégale a Dios lo que más aprecias”-. Al escuchar sus palabras supe que tenía que dejar de envidiar a mi amigo y anhelar las cosas de este mundo en vez de anhelar a Dios. Inmediatamente decidí enviar mis ahorros a unos misioneros que estaban pasando dificultades económicas.
Yo comprendí que el propósito de mi vida no es conseguir un buen trabajo para ganar dinero y honor. Nosotros, los que recibimos la salvación y pasamos a ser hijos de Dios, por Su gracia, no debemos buscar nuestra propia gloria. Por el contrario, debemos vivir vidas humildes con el objetivo de glorificar solamente a Dios.
4 de marzo del 2018/Boletín Semanal. Año 46 No. 111