habilidades del terapeuta

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HABILIDADES BÁSICAS DEL TERAPEUTA “COUNSELLOR”


Pilar Comesaña

INDICE

1.

INTRODUCCIÓN ...................................................................................................................... 3

2. HABILIDADES BÁSICAS .......................................................................................................... 4

3.

CARACTERÍSTICAS DESEABLES DEL PSICOTERAPEUTA ........................................................... 16

4.

VARIABLES DEL PSICOTERAPEUTA ......................................................................................... 18

5.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS .............................................................................................. 23

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1.

INTRODUCCIÓN

Según Fernández Zúñiga Marcos de León, A. y Caja del Castillo, R. (2008) El psicoterapeuta es un elemento clave en toda terapia. Las características de su actuación, su sensibilidad y empatía hacia las dificultades del caso ante el que se encuentre y la implicación o la capacidad de motivar y reforzar son aspectos básicos en la evolución y éxito de toda terapia. En este sentido el psicoterapeuta debe favorecer y mantener una serie de conductas con el paciente su entorno, de forma que éstas faciliten el establecimiento de una relación que ayude a la participación y evolución del problema objeto: -

Es fundamental que el clínico tenga empatía y muestre sensibilidad y comprensión hacia las dificultades del paciente incidiendo en la habilidad de escucha y estando atento a las percepciones, a sus sentimientos y a sus necesidades.

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El psicoterapeuta debe establecer una interacción distendida y de confianza en la que el paciente pueda encontrar un ambiente relajado que le permita hablar abiertamente sobre sus dificultades.

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Es importante crear una relación entre el paciente y el psicoterapeuta que permita identificar y explorar los sentimientos, comportamientos y actitudes relacionadas con el problema objeto de la intervención.

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En la comunicación, el terapeuta debe emitir mensajes cortos, con un lenguaje adecuado al nivel del sujeto. En el caso de los familiares la información también deber ser comprensible y sin términos técnicos que les puedan desorientar.

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La conducta del terapeuta ante los bloqueos debe ser relajada, manteniendo el contacto ocular, pero no de forma fija, y mostrándose paciente con los errores.

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Con respecto al uso del lenguaje el terapeuta debe adaptar su expresión y la elección de tareas y técnicas a las dificultades específicas de cada caso.

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Es necesario estimular al sujeto a expresar sus sentimientos, especialmente cuando ya existe conciencia de un problema.

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-

El psicoterapeuta debe saber manejar y reducir la ansiedad que les provoca hablar a algunos pacientes.

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El psicoterapeuta debe identificar situaciones difíciles y enseñar a graduar el nivel de dificultad de cada una de ellas.

2.

HABILIDADES BÁSICAS

Entre las habilidades básicas que debe poseer todo psicoterapeuta conseullor debemos destacar las siguientes: 1) Habilidades de escucha: - Actitud general de escucha (postura, actitud interna...)‫‏‬ - Atención a lo no explícito - Atención a la comunicación no verbal - Atención a la respuesta experimentada por el terapeuta

2) Habilidades de facilitación de la actividad narrativa: - Silencio - Facilitadores no verbales o de intervención verbal mínima - Reflejo empático - Recapitulación - Preguntas abiertas o cerradas - Clarificación

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3) Habilidades de facilitación de la generación de narrativas - Interpretación - Confrontación - Información - Instrucciones

4) Habilidades de acompasamiento: - Utilización de un lenguaje evocador de experiencias - Utilización de un lenguaje vago - Captación y respuesta a señales no verbales - Personalizar - Colaboración en la construcción de experiencias - Utilización de la propia experiencia del terapeuta

A continuación, explicaré de una manera más extensa las habilidades básicas de las que debe gozar todo psicoterapeuta:

1) Habilidad de comunicación.

El counselling se fundamenta, principalmente, en el desarrollo de habilidades sociales, en técnicas de autocontrol y en estrategias de resolución de problemas. Al utilizar preguntas, no aseveraciones, se consigue que el paciente se proporcione respuestas a sí mismo generando cambios más estables.

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Comunicar es mucho más que informar; es saber escuchar activamente, es entender lo que la otra persona nos transmite, es saber estar en silencio, etc. En definitiva significa un proceso interactivo que requiere actitudes y habilidades específicas.

Es especialmente interesante resaltar las siguientes sugerencias que son consideradas relevantes en la situación de counselling:  Empatía (ponerse en lugar del paciente). Para entender la conducta de una persona y ayudarle a entenderla él mismo, es necesario acercarse lo más posible a ver el mundo como lo ve esa persona. La empatía no significa mimetizar emocionalmente a la otra persona, ya que si ello fuese así, las sesiones se convertirían en “momentos en que dos personal lloran o se enojan juntas” y la relación de ayuda estaría ausente. Se trata de la capacidad de comprender a las personas desde su propio marco de referencia en lugar de hacerlo desde el de uno mismo. La actitud de incondicionalidad y apoyo al paciente enmarca toda la actividad terapéutica. Si bien son actitudes siempre deseables en la terapia, siempre matizando que este apoyo debe ser adaptativo y no debe convertirse en un comportamiento que aumente los sentimientos de inutilidad personal del paciente y la sensación de dependencia del terapeuta. Así, debe establecerse una buena relación empática y cálida con el paciente para que éste se sienta comprendido y no criticado y de esta forma pensar que realmente el terapeuta está interesado por su caso y puede ayudarle.

 Reflejar para dar muestra de que se ha entendido. Repetir escueta y claramente el mensaje nos ayuda a demostrar a la persona y a nosotros mismos que hemos entendido en su mensaje lo que nos quiere expresar y no sólo lo que queremos entender.

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 Hacer preguntas abiertas. Con ellas se demuestra interés. Si las preguntas son cerradas, la persona con quien hablamos sólo tiene la opción de escuchar, cerrándose así toda posibilidad de interacción.  Escuchar. Hay que atender y oír lo que el sujeto quiere saber. Esto implica no sólo callar sino estar atento a percepciones y sentimientos del otro, así como a sus necesidades de información.  Evitar mentir. Ello implica el respeto hacia la persona, la cual tiene derecho a saber. Cuando mentimos, aun con la buena intención de consolar, a largo plazo generamos desconfianza.  Proporcionar esperanza porque siempre hay algo que hacer. Mientras está vivo, el ser humano siempre puede evolucionar creando algo nuevo desde sí mismo, teniendo en cuenta las posibilidades reales.  Esperar. Es difícil hablar de ciertos temas, en situaciones delicadas, cuando las personas cuentan aspectos de su vida en los que está implicada la intimidad, o la integridad personal, es muy angustioso expresar la propia vulnerabilidad.  Facilitar la expresión de la emoción. Drenar emociones; cuando éstas son vivencialmente intensas es absolutamente necesario y terapéutico. Su represión conduce a la acumulación de tensión que aumenta innecesariamente el malestar emocional. La expresión en el clima adecuado, por el contrario, facilita la relajación.  Graduar la información negativa. La emoción reduce la capacidad de procesamiento. La cantidad de estimulación negativa que un ser humano puede tolerar y la tensión que ella genera son limitadas, por tanto es conveniente que la información negativa necesaria en algunas ocasiones se gradúe de modo que la persona pueda ir asimilándola paulatinamente. 7


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 Prevenir. La prevención facilita la adaptación cognitiva. Es importante, ya que la preparación cognitiva mitiga el impacto de los eventos aversivos.  Personalizar. Es importante emitir mensajes del tipo a “mi” me importa cómo te sientas “tú”. En la comunicación interpersonal, los mensajes normativos y abstractos suponen una barrera que dificulta el acercamiento.  En situaciones emocionales proporcionar mensajes cortos y con un lenguaje asequible. Hay que intentar no saturar a la persona con argumentaciones complejas o términos técnicos que la puedan confundir más.  Acompañar las “malas noticias” de recursos. Hablar con las personas de sus dificultades es necesario para poder entenderlas y buscar soluciones, pero es absolutamente necesario también hablar de las soluciones y de los recursos para alcanzarlas. La información aversiva por sí carece de sentido terapéutico, es necesario desarrollar junto a la persona un modo de acción para su adaptación. El psicoterapeuta debe presentar habilidades de desdramatización y de solución de problemas. Así será menos probable que caiga en el error de pensar que es lógico que su paciente se deprima por las situaciones estresantes a las que se enfrenta y, en consecuencia, reforzar comportamientos depresógenos. De forma alternativa, hay que implantar habilidades de reestructuración cognitiva, de enfrentamiento al estrés y de solución de problemas. Así, resulta de gran utilidad, utilizar un sentido del humor adecuado, no socarrón ni sarcástico, que ayuda a veces al psicoterapeuta a salir al paso de situaciones difíciles, desdramatizando la interpretación del suceso, y aliviando, en consecuencia, el humor deprimido del paciente. Asimismo, no es recomendable el uso de esta estrategia cuando el paciente no conoce aún el estilo desdramatizador del terapeuta, y/o cuando se sospecha que el paciente puede interpretar este comportamiento del terapeuta como ofensa, desinterés o falta de comprensión de sus problemas.

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 Habilidades cognitivas lógicas El psicoterapeuta debe disponer de las habilidades cognitivas (lógicas, de búsqueda de contradicciones, etc.) necesarias, en los casos de depresión, para ejercitar ciertas técnicas sofisticadas como la reestructuración cognitiva. Presentarlas con la implicación emocional necesaria para que éstas surtan el efecto deseado, como es el caso de la discusión de una idea irracional, en la práctica de la terapia racional emotiva.  Reforzar. Las sensaciones positivas son necesarias; para que se mantenga la adaptación psicológica de un individuo es básica para la existencia de un equilibrio entre la cantidad de estimulación positiva y la de estimulación nociva. El individuo con dificultades personales de la índole que sean, vivencia niveles considerables de aversión que es necesario contrarrestar con sensaciones positivas. El psicoterapeuta debe presentar las habilidades instrumentales básicas de refuerzo para motivar al paciente en la realización de las tareas, o reforzar sus adelantos en la terapia, etc., transmitiéndole la idea de que él puede conseguir los objetivos que se vayan proponiendo en las sesiones. Los pacientes responden bien a las habilidades de motivación y de refuerzo del terapeuta, especialmente en la depresión.  Sugerir. Hay que tener en cuenta que la imposición genera reactividad; además, ninguna persona está en posesión de la verdad sobre la vida de otra persona. Más aún, las imposiciones generan reactividad contraproducente para la interacción. Además, las sugerencias por parte del profesional sin esperar a que emerjan del propio sujeto van en contra de los principios del counselling.  Describir. Los juicios de valor interfieren, de modo que su emisión dificulta la comunicación y es totalmente irrelevante para la ayuda. La persona que se siente juzgada pierde confianza en la que juzga.

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El psicoterapeuta debe cuidar especialmente el no hacer juicios de valor, juzgando moralmente el comportamiento del paciente o de los otros significativos. La función del terapeuta es: 1. Ayudar a recrear su conducta o la conducta de los otros y sacar a la luz los motivos que mueven a los seres humanos.

2. Ayudarle a tomar y a ejercer la conciencia y que la fuerza de la propia conciencia impulse el cambio en la vida cotidiana. Esto es importante especialmente en los casos, en los que el paciente pide al psicoterapeuta que juzgue a otras personas, miembros de su familia, vecinos, u otros significativos, buscando que el terapeuta sea su aliado en un enfrentamiento con algunas de ellas. Hay que especificar claramente en estos casos cuáles son los problemas y cuáles pueden ser las soluciones a éstos, sin entrar en el juego de valoraciones morales que el paciente pide y sin dejar de presentar, al mismo tiempo, el apoyo incondicional que va a caracterizar toda la intervención, pero sin olvidar que apoyarle no significa "darle siempre la razón".

 Especificar y priorizar. Los problemas no son sencillos, y dada la complejidad del comportamiento humano, la problemática que muestran los individuos incluye diversas facetas que será necesario especificar para poder abordarlas y priorizar, puesto que es muy difícil la solución simultánea de varios problemas. Es útil tener en cuenta que la persona en crisis tiene mayor dificultad para resolver situaciones, por lo que resulta más adecuado solicitar pequeños esfuerzos sucesivos que un gran esfuerzo en un solo momento.  Comunicación no verbal. Es necesaria la congruencia de nuestros mensajes verbales con los no verbales. En situaciones ansiógenas nuestro cuerpo puede emplear lenguajes de contradicen las verbalizaciones que emitimos, por tanto hay que estar alerta e intentar ser congruentes entre nuestros mensajes verbales y no verbales.

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 Expresar sentimientos. El contacto emocional facilita la comunicación. La expresión de sentimientos de pesar por el malestar del paciente o de alegría por sus progresos, sin que ello suponga un desbordamiento emocional, potencia la sensación de confianza y comprensión. El psicoterapeuta debe presentar habilidades pedagógicas guiadas siempre por una fina sensibilidad clínica, es decir, no olvidando que "lo pedagógico" está al servicio de lo clínico, a la hora de explicar las estrategias a utilizar, las fases de la terapia, la forma en que han de llevarse a cabo las tareas, etc. Asimismo, es recomendable que se manejen con agilidad y pedagogía los términos técnicos necesarios para explicar una estrategia, o una hipótesis de por la que el problema se perpetúa, ya que esto puede actuar como un factor motivador para el paciente. Es deseable que se utilicen ágil y correctamente los términos técnicos para que esto no impida que el sujeto entienda claramente lo que se está expresando, ajustando siempre el lenguaje a las posibilidades de comprensión de la persona mayor, ya que el psicoterapeuta puede fallar a la hora de tener en cuenta el nivel cultural del paciente y no ajustar sus explicaciones a este nivel.  Ajustar expectativas El psicoterapeuta debe ajustar las expectativas de su paciente a sus posibilidades reales de cambio y a la mejoría que se puede obtener con este tipo de intervenciones, sin dejarse llevar por el negativismo pero, al mismo tiempo, no proponiendo metas difícilmente accesibles.

2) Saber manejar las situaciones.

Dado que las emociones juegan un papel tan importante en el proceso del counselling es importante que el profesioanl sea capaza de facilitar la expresión emocional del cliente, así como de identificar dichas emociones. Una eficaz herramienta para este objetivo es la expresión emocional del propio terapeuta, teniendo en cuenta que un incremento emocional de dicha expresividad en su comunicación suele ser suficiente para provocar el incremento de la expresividad emocional del paciente.

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Es necesario esta atento e identificar cuándo el sujeto nos está comunicando emociones negativas para evitar que las elabora de modo inadecuado, para lo cual hay que atender a los diferentes canales comunicativos, tanto verbales como no verbales. El profesional ha de estar atento a todos los canales de comunicación en las conductas del sujeto, sobre todo las no verbales, si realmente quiere detectar la expresión emocional. Además, no se trata de sólo identificar la emoción y la causa de esa emoción, sino de que debemos confirmar con la persona que esa relación es correcta y no quedamos con nuestra inferencia personal. Para fomentar la expresión de comunicaciones positivas o gratas, el profesional tiene que recurrir a la expresión de sentimientos positivos, fundamentalmente apoyando a la persona a través de la calidez personal. El psicoterapeuta debe sistematizar todo el proceso de intervención, preparar las sesiones por adelantado, tener objetivos claros a desarrollar en las mismas y negociar los contenidos de cada sesión al inicio de cada una con el paciente. Conviene invitarles a que progresivamente ellos asuman el contenido de la agenda de las sesiones siguientes, a fin de reforzarles la toma de iniciativas.

La terapia se desarrolla en un contexto donde el terapeuta y el paciente forman un equipo de colaboradores. Por tanto, es muy importante que el paciente se considere partícipe de todo el proceso de terapia, para que no se vea sólo como un receptor pasivo de las "charlas" del terapeuta y realizador "obediente" de las tareas que el terapeuta sugiere.

Algunas sugerencias útiles para el manejo de emociones podrían ser las siguientes: * Permitir la expresión de la emoción: respetar silencios, permitir el llanto,… * Dar mensajes congruentes: de comprensión, de ayuda,… * No dar falsas esperanzas: son increíbles y pueden generar desconfianza. * Preguntar necesidades: no presuponer nada de los que el paciente nos pueda decir. * Sugerir distracción: el pensamiento continuo sobre el dolor lo agudiza. * Mantener la mirada de interés y comprensión: sentir la empatía a través de conductas no verbales alivia. * Contacto físico y proximidad: la cercanía acoge y favorece la intimidad y la confianza.

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3) Autocontrol emocional.

El contacto continuo con el sufrimiento humano produce una sobreexposición a la estimulación aversiva que dificulta la adaptación del terapeuta; por tanto, es necesario el control ambiental de modo que se reciba estimulación positiva que contrarreste los efectos de al primera. Con frecuencia se observan también procesos de sobreimplicación, lógica a partir de mecanismos de proyección, que generan reacciones de tipo obsesivo y hacen más propensa a la persona al síndrome de agotamiento. El síndrome implica un agotamiento físico y emocional, así como el desarrollo de un autoconcepto negativo, de actitudes negativas hacia el trabajo y pérdida de interés hacia los pacientes.

Los profesionales que caen en este estado presentan unos indicios clínicos típicos: mayor rigidez, pensamientos negativos, actitud intolerante y una menor capacidad para manejar la ambigüedad, con el correspondiente aumento de irritabilidad. Para evitar este fenómeno resultan útiles técnicas de control de pensamiento (detección de pensamiento y reestructuración cognitiva), así como técnicas de relajación y estrategias de control y manejo del estrés. La mismas estrategias son también útiles para el paciente para controlar sus propias emociones.

El psicoterapeuta debe presentar un modelo de comportamiento asertivo (no crítico ni sumiso) durante las sesiones, para que el paciente aumente su credibilidad respecto a la eficacia de las técnicas y aprecie opciones de respuesta a su problema. El psicoterapeuta no debe perder la paciencia ante una crítica o negativismo reiterados del paciente hacia la terapia o hacia las posibilidades de mejoría. Tampoco debe actuar de una forma sumisa, al no ser capaz de extinguir comportamientos de quejas reiteradas del paciente durante la sesión, que pueden llegar, por constancia, a impedir el desarrollo de la terapia, ni debe permitir que sea únicamente el paciente quien controle las sesiones (el contenido de ellas, de qué tema se va a tratar, los ejercicios a realizar, etc.) por un déficit de asertividad en la dirección del proceso terapéutico.

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El psicoterapeuta no debe olvidar que su propio comportamiento en las sesiones es un modelo para el paciente. El paciente no sólo aprende de lo que el terapeuta dice, sino también, y de forma muy importante, de cómo éste actúa en la terapia.

4) Capacidad de concreción.

Supone la expresión específica en lo que ser refiere a los sentimientos del paciente. El terapeuta, dotado de esta cualidad, centra la comunicación del paciente sin permitirle ocultarse tras racionalizaciones más o menos teóricas o abstractas. Es una variable que debe aprovechar el terapeuta para animar al paciente a que manifieste cuales son sus sentimientos, actitudes y experiencias concretas.

Su contribución al proceso de ayuda puede concretarse en tres puntos:  Asegurar que la respuesta del asesor no sea de naturaleza excesivamente teorizante y separada emocionalmente de las experiencias y sentimientos del paciente.  Favorecer la exacta comprensión de los sentimientos específicos del asesorado, logrando de esta manera una más fácil rectificación de los posibles malentendidos.  Ayudar al asesorado a expresar el núcleo específico de su problemática, sin encubrirlo con hechos o sentimientos más o menos irrelevantes.

5) Capacidad de confrontación.

El terapeuta debe ser capaz de poner al paciente en contacto consigo mismo, mediante la consideración de las discrepancias en él existentes y de la repercusión de éstas en la relación entre ambos. La confrontación terapéutica debe suponer un compromiso auténtico con el crecimiento de la persona. Muchas personas no ha podido crecer y desarrollar su propia potencialidad porque nunca han podido validar o confrontar su experiencia con personas auténticas, sin que han sido víctimas de padres, profesores,… Estas personas han llegado a considerar la existencia en sí mismas de un núcleo de experiencias incomunicables y que deben ser “respetadas”. Es una especie de contrato implícito en el 14


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que yo no descubro lo que la otra persona es, con tal que el otro tampoco descubra lo que soy yo. La confrontación no tiene sentido sino en el marco de un intensa y profunda comprensión de la persona confrontada. El terapeuta deberá entender al paciente más profundamente de lo que éste se entiende a sí mismo.

6) La inmediatez.

La inmediatez la podemos definir como la habilidad para discutir, directa y abiertamente, con otra persona lo que está ocurriendo en el aquí y ahora de la relación interpersonal entre ambos, viene a resultar como un puente entre la empatía, basada en la experiencia interna del sujeto, y la confrontación, que se realiza desde fuera de su ángulo de referencia. La inmediatez facilita que el asesor manifieste su intuición sobre lo que el paciente siente aquí y ahora en la relación para con él. De esta manera el paciente tendrá una experiencia de interacción con otra persona, al mismo tiempo que un modelo de persona (el terapeuta), que actúa según su experiencia de mutuo impacto.

3.

CARACTERÍSTICAS DESEABLES DEL PSICOTERAPEUTA

Se consideran como necesarias, pero no suficientes, que el terapeuta posea tres competencias relacionales:  Aceptación,  Empatía y  Autenticidad. Por aceptación se entiende el interés mostrado por el psicoterapeuta hacia el paciente y su problemática. Interés que no debe de ser demasiado efusivo ni proteccionista. Hay que señalar que las muestras de este interés terapéutico son interpretadas por el paciente, y que el grado de aceptación percibida pesa más que la conducta del terapeuta al respecto. Para detectar esas percepciones es útil utilizar preguntas de feedback dirigidas al paciente, y utilizar

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sus respuestas para modular las expresiones de aceptación (por ejemplo "¿Qué piensas y sientes sobre mi forma de relacionarme contigo? ¿Qué piensas que siento sobre ti?"). La empatía se refiere a la habilidad del psicoterapeuta de entrar en el mundo del paciente y experimentar cognitiva y afectivamente el mundo como lo hace este. El psicoterapeuta puede facilitar esta labor si devuelve al paciente expresiones referentes a su modo de percibir los eventos y sus estados emocionales asociados, haciéndolo en forma de hipótesis a contrastar por el feedback del paciente (por ejemplo "Cuando usted se encuentra en una reunión y nadie le dirige la palabra parece pensar que nadie se interesa realmente por usted y entonces comienza a sentirse muy triste y solitario, le gustaría que alguien tomara la iniciativa, pero nadie parece hacerlo...¿podría ocurrir así?"). Incluso el psicoterapeuta empático puede evitar hacer juicios peyorativos sobre la conducta del paciente y sus problemas relacionales (por ejemplo resistencias) si tiene la habilidad de tener empatía hacia estos problemas. Puede incluso desarrollar "ensayos cognitivos" sobre las actitudes y emociones del paciente (por ejemplo, imaginándose asumiendo actitudes y emociones similares a la del paciente) y generar así alternativas a las mismas. La última habilidad, la autenticidad, se refiere a la franqueza del psicoterapeuta con el paciente, para que este tenga una imagen realistas de lo que puede (y no puede) esperar sobre el terapeuta o la terapia. Sin embargo es conveniente que esta franqueza sea conjugada con la diplomacia y se manifieste en momentos oportunos. Al igual que las otras dos habilidades la percepción del paciente sobre ellas es él, principal determinante de su reacción, por lo que las "preguntas de feedback" son fundamentales para adecuarlas a cada caso concreto. Hay autores que además puntualiza otra serie de factores: 

Señalan la conveniencia de no mostrar una excesiva cordialidad hacia el paciente; ya que aunque esto podría hacerle mejorar a corto plazo, reforzaría sus creencias irracionales de aprobación, dependencia y baja tolerancia a la frustración.

Otro factor es que los psicoterapeutas tengan una inclinación personal de tipo filosófica y cognitiva para aplicar las terapias de manera más congruente.

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Se apunta también a que el psicoterapeuta sea capaz de manejar, si aparecen (cosa frecuente) sus creencias irracionales de aprobación, éxito y autovaloraciones respecto a las manifestaciones del paciente y la evolución de este. 

El humor es otra característica deseable; ya que puede suponer un recurso antidogmático importante ante la excesiva "seriedad" dada a veces a la visión de los problemas y la terapia.

Y como última habilidad se apunta la flexibilidad con la propia terapia, adecuándola al caso concreto; y no siempre "teniendo que" desarrollarla de forma directiva y con el mismo "manual".

4.

VARIABLES DEL PSICOTERAPEUTA

Greenberg (1986) se plantea estudiar los resultados que se obtienen en cada sesión, y para ello divide ésta en procesos específicos que contribuyen a dichos resultados. Cada uno de estos procesos es un nivel estándar de unidades. Las principales unidades serían los niveles:  De contenido.  El acto de hablar.  El episodio y  Las interrelaciones.

El contenido es el más indispensable de los niveles y comprende todo aquello que acontece durante la sesión terapéutica, ya sea verbal o no verbal, por parte del psicoterapeuta o del paciente. Los actos de hablar, como su nombre indica hacen referencia al lenguaje verbal que utilizan los participantes en la terapia y su sentido en el contexto específico en el que ocurren: dar información, hacer una promesa, una advertencia, una explicación, etc. Los diferentes sentidos que se le den a este lenguaje dependerá de la fuerza y directividad con que se es exprese. Greenberg, siguiendo a Matarazzo (Matarazzo y cols. 1968) incluye también en esta unidad la calidad de voz, la duración del discurso y los silencios.

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Los episodios son porciones de comunicación claramente diferenciadas unas de otras por los participantes, con un sentido terapéutico. Son unidades significativas de la interacción terapéutica, ya que generalmente se dirigen a fines específicos dentro de la misma (por ejemplo, el “orden del día” en la terapia cognitiva de Beck). Por último, la interrelaciones comprenden las cualidades concretas que debe poseer el psicoterapeuta para conseguir un contenido, acto o episodio determinados, y se podría considerar, por tanto, un factor inespecífico.

Para Greenberg es estudio de estos niveles permitiría conocer a qué se deben los resultados de un tratamiento, así como cuáles son los más frecuentes en cada tipo de terapia y los que permitirían mejores resultados.

Schaffer (1982) plantea como variables de estudio en el psicoterapeuta: o El tipo de conducta que manifiesta en la sesión clínica. o Su habilidad para aplicar las tácticas adecuadas que permitan conseguir los fines terapéuticos y o La forma de comportarse en la relación interpersonal con el paciente.

Las dos primeras las considera específicas y la tercera no específica. El tipo de conducta del psicoterapeuta ser refiere a las tácticas que éste utiliza para conseguir los fines y objetivos terapéuticos que se plantea de acuerdo con la teoría de la que parte. La habilidad de la conducta del psicoterapeuta se refiere a al manera competente de aplicar las tácticas. La forma de comportamiento interpersonal hacer referencia a la manera en que el terapeuta se relaciona con el paciente. Esta variable se evalúa mediante constructor tales como la famosa tríada de empatía, autenticidad y aceptación. (Rogers, 1957), o según medidas de la contribución del psicoterapeuta en el establecimiento de la alianza terapéutica (Hartley y Strupp, 1982).

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Schaffer propone, para estudiar las variables anteriores, la división de la sesión terapéutica en unidades de evaluación. Cada unidad es una parte de la sesión que comprende un determinado tipo de conducta del terapeuta. Cuando dicho tipo de conducta cambia, se pasa a otra unidad. Lo que se mide en cada una de ellas es la habilidad y la forma de comportamiento interpersonal.

Sin embargo, no existen unidades de estudio unánimes para todos los autores. Schaffer llama la atención para que se establezcan unidades por consenso que dirijan las investigaciones futuras, ya se refieran a esas unidades a espacios de tiempo o a variables específicas, como, por ejemplo, el tipo de conducta del terapeuta, como él propone, o el contenido, los actos de hablar, etc., como propone Greenberg. De este modo, los jueces que evaluasen esas unidades pudieran distinguir claramente cuándo termina una y comienza otra, evitando, de esta manera, la diversidad de fragmentos a estudiar entre los diferentes jueces y la falta de claridad y especificidad de los pocesos que se estudian. Es evidente, entonces, que el motivo de incidir en las unidades de estudio no es otro que el de llegar a un consenso entre los autores dedicados a este tema, para obtener así resultados que pudieran generalizarse. Podemos destacar en esta dirección, el trabajo de autores como Cook y Kipnis (1986), que trabajan con las unidades propuestas por Schaffer, pero atendiendo exclusivamente a las tácticas que usa el psicoterapeuta para cambiar la conducta del paciente (información, instrucciones, explicación, refuerzo verbal, interrupción, apoyo, entre otras).

Estos autores estudian la influencia del psicoterapeuta de acuerdo con la teoría del poder social y parten de la hipótesis de que el psicoterapeuta intenta influir en sus pacientes para cambiar la conducta, cogniciones o sentimientos del mismo. Esta influencia tiene una fuerza determinada y unos fines concretos, existiendo diferencias entre psicoterapeutas de diferente sexo. Estos autores hallaron algunos resultados verdaderamente interesantes. Cada psicoterapeuta había tratado a dos pacientes y aparecía consistencia de las categorías utilizadas para los dos pacientes. Los psicoterapeutas masculinos usaban mayor cantidad de tácticas de influencia que los psicoterapeutas femeninos. La proporción de interrupciones era significativamente mayor en terapeutas hombres (un 12 % del tiempo) que en terapeutas mujeres (un 2% del tiempo). 19


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Los autores comentan en la discusión que las diferencias individuales sugerían una dimensión de actividad-pasividad. Algunos psicoterapeutas eran activos, usando tácticas de influencia de todo tipo, y algunos eran pasivos, usando pocas tácticas. Los psicoterapeutas eran también consistentes, de un paciente a otro, en el uso de ciertos modos de influencia específicos. Esta información, que a priori parece interesante, no la relacionan los autores con los resultados obtenidos en los tratamientos, ni tampoco informan de la proporción en que cada una de esta tácticas se utilizaba dependiendo del tipo de terapia que se aplicaba. Hubiera sido de gran utilidad el haber recogido estos datos, ya que hubiera permitido al menos esbozar algunas hipótesis sobre la influencia de tales tácticas en el éxito terapéutico, así como si su uso es diferente según el tipo de terapia.

El argumento de Scheffer de conceptuar la conducta del terapeuta en el término de las dimensiones de tipo, habilidad y forma de comportamiento interpersonal está basado en los siguientes puntos: 

Primero, este autor cree que las definiciones de las dimensiones son claras.

Segundo, es capaz de clasificar las medidas usadas en investigaciones previas en términos de dimensiones, lo cual sugiere que esas dimensiones son generalizables.

Tercero, las dimensiones son similares para los factores específicos

e

inespecíficos. Tipo y habilidad se refieren a factores específicos, y forma de comportamiento se refiere a factores no específicos. 

Cuarto, estos métodos llevan a la formulación de nuevas e interesantes cuestiones de investigación. Según Schaffer, la claridad, generalizabilidad y valor heurístico de las dimensiones de tipo, habilidad y forma de comportamientos interpersonal deberían considerarse como una base conceptual para futuras investigaciones y permitirían conocer su influencia en los resultados terapéuticos.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

- Fernández Zúñiga Marcos de León, A. y Caja del Castillo, R. (2008) Tratamiento de la tartamudez en niños: Programa de intervención para profesores y padres. Elsevier Masson.

- E. Caballo, V. (1995) Manual de técnicas de terapia y modificación de conducta. Madrid. Siglo Veintiuno de España Editores, S.A.

- Cook, M. y Kipnis, D.

(1986) Influence tactics in psychotherapy, Journal of

Consulting and Clinical Psychology, 54, pp.22 -26

- Greenberg, L.S. (1986) Change process research, Journal of Counseling Psychology, 54, pp. 4- 9.

- Hartley, D. y Strupp, H. (1982) Therapeutic alliance: A contribution to outcome in brief psychotherapy, en J. Masling (comp.) Empirical studies of psycoanalitic theory, Hillsdale, New York, Lawrence Erlbaum.

- Matarazzo, J.D. y cols. (1968) Speech and suilence behavior in clinical psycotherapy an its laboratory correlates, en J. Schilien, H. Hurt, J.D.Matarazzo y C. Savage (comps. ) Reserch in psychotherapy, Washington, D.C., American Psychological Association.

- Rogers, C.R. (1957) The necessary and sufficiente conditions for therapeutic personality change. Journal of Consulting Psychology, 21, pp. 95-103.

- Schaffer, N.D. (1982) Multidimensional measures of therapist behavior as predictors of outcome. Psychological Bulletin, 92, pp. 670-681. http://www.proyectopv.org/2-verdad/habilidadesterapeuta.htm http://www.slideshare.net/psiquebas/formacion-en-psicoterapeuta

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