Paracas, Aproximación Histórica a un Pueblo del Desierto

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Paracas: Aproximación Histórica a un Pueblo del Desierto

José Pinilla Blenke

Publicado originalmente en el Boletín del Museo Etnográfico de Goteburgo Suecia Göteborgs Etnografiska Museum Arstryck 1991 – 1994. pp. 82 – 92. Goteborg Suecia 1996


Paracas: Aproximación Histórica a un Pueblo del Desierto

José Pinilla Blenke

La costa peruana está ubicada entre los contrafuertes de la vertiente occidental de los Andes Centrales y el Océano Pacífico. Este territorio se caracteriza por ser una estrecha faja de desierto que se extiende a lo largo de todo el Perú y se encuentra seccionada transversalmente por numerosos oasis fluviales de carácter estacional. Estos llevan en sus cuencas el agua proveniente de deshielo de los glaciares y de las lluvias colectadas en sus cortas cuencas. El clima árido predominante en la costa se debe a la presencia de la corriente peruana o de Humboldt y el afloramiento de aguas frías provenientes de la Antártida. Esta corriente marina recorre la costa de sur a norte llevando sus frías aguas que evitan, por un lado, que se produzca una evaporación significativa del mar y por tanto lluvias, pero por otro lado permite el afloramiento de ricos nutrientes de las profundidades formando un mar rico en especies económicamente importantes como la anchoveta, la sardina y otras especies de filtradores que en algún tiempo su pesca trajo riqueza al país. De los 2,250 Km. de playa existentes en nuestro litoral existen pocos accidentes geográficos relevantes. Entre estos resaltan las penínsulas de Illescas y Paracas. La Península de Paracas, conjuntamente con las islas de San Gallán y Chincha entre otras forman parte de la antiquísima cordillera de la costa, cuya formación se remonta a comienzos del Mesozoico. Esta cordillera que corría paralela a la costa actual se encuentra en un proceso de hundimiento causado por la presión de las placas del Pacífico que elevan la cordillera de los Andes al introducirse como cuña bajo el continente. El proceso ha causado casi totalmente su hundimiento entre Paracas y la Península de Illescas en Piura (al norte del país) a medida que se acentuaba el crecimiento de los Andes a finales del Plioceno. Por este motivo en la zona de Ica se fue secando el mar que estaba comprendido en los numerosos estuarios ubicados entre el extremo occidental de los Andes y la cordillera de la costa, formando el tablazo de Ica. Este acontecimiento geológico ha convertido al desierto iqueño en uno de los yacimientos de fósiles marinos de esta época en Sudamérica.


Actualmente la Península de Paracas logra desviar las frías aguas de la Corriente Peruana formándose así extensas superficies de aguas poco profundas que, debido al sol tropical, tienen una temperatura superior a lo normal para la zona. De este modo, la fauna malacológica en Paracas incluye especies netamente tropicales, inexistentes en otras playas del litoral adyacente. Nos encontramos pues, frente a uno de los desiertos más bellos y extensos del Perú, en el cual pese a la extrema aridez de sus suelos, existe una abundante riqueza marina que ha permitido la presencia de ocupaciones humanas en la zona a lo largo de la historia. Entre el litoral y los valles cultivables cercanos existen extensas zonas desérticas invadidas por dunas errantes de grandes proporciones y azotadas por tormentas de arena conocidas localmente como Paracas. Estas tormentas, que se producen principalmente entre los meses de agosto y noviembre, transportan grandes cantidades de arena que luego caen como lluvia sobre valles y poblados formando gruesas capas de deposición. La violencia de este fenómeno causada por vientos que llegan a velocidades de 80 y 100 Kilómetros por hora y la cantidad de material de acarreo, ha impresionado al hombre desde épocas muy remotas. Los valles que circundan este gran desierto de Ica y Paracas tienen la mayor parte del tiempo sus cauces o cursos de agua secos o con muy poco agua. Incluso en la temporada de avenida, casi nunca llegan a desembocar al mar, percolándose en el desértico cauce y formando pequeños oasis que no soportan una agricultura sostenida. Por esta razón, las principales actividades económicas como la agricultura se dan en el cauce medio de los valles. La economía de los pueblos en Paracas dependían y depende sustancialmente de las condiciones climáticas de la región y estas, a su vez de los fenómenos climatológicos mundiales, a los que se encuentra asociado aquél conocido como El Niño (ENSO: El Niño Southern Oscilation). Este fenómeno, causado por un debilitamiento de los vientos alisios y la aproximación de zonas de baja presión atmosférica y de aguas cálidas superficiales al continente americano, ha causado grandes catástrofes económicas, culturales y sociales a través de los siglos, tanto en la costa como en la sierra, modificando temporal y radicalmente los regímenes pluviales en el Perú. Repentinas y abundantes lluvias en el norte destruyen la infraestructura hidráulica de los valles, mientras que prolongadas sequías en la sierra sur causan grandes movilizaciones humanas. Estas son las características de los denominados Meganiños se vienen presentando cada 500 años aproximadamente, han dejando profundas cicatrices en nuestra historia, tanto así que hoy nos sirven para establecer nuestros Horizontes para los cuadros de periodificación cultural. Desde épocas muy tempranas, este conjunto de fenómenos asociados al ENSO han causado una presión continua a las poblaciones norteñas forzando cada cierto tiempo un desplazamiento al interior de los valles y hacia el sur de las poblaciones en busca de nuevos recursos y condiciones climáticas más estables. Igualmente las actividades pesqueras en el norte son fuertemente afectadas por las aguas cálidas que causan el desplazamiento hacia el sur de las especies más conspicuas en la mesa de la población. En cambio al sur la situación


tiende a ser diferente. Al mismo tiempo de que en el norte llueve dramáticamente por encima de lo normal en la sierra sur se producen agudas sequías, situación fatal para la actividad pecuaria, por lo que ha sido motor de importantes e históricas migraciones hacia valle interandinos más al norte, como la acontecida durante el Horizonte Medio. En ambos casos tenemos que la situación geográfica coloca a Ica en medio de marcadas e inveteradas rutas de tránsito de tradiciones e influencias culturales. Recordemos que la zona de la costa central y algunas áreas de la sierra central lejos de sufrir las catástrofes causadas por los excesos de este fenómeno en el norte y sur del país, presentan un importante incremento en el agua disponible para el riego en los valles acompañadas por cierta estabilidad climática. Los primeros habitantes del litoral de Paracas mantuvieron una economía basada en la pesca y recolección de especies propias aguas poco profundas, tranquilas y con fondos de tipo fangoso como la concha de abanico (Argopécten purpuratus), la almeja blanca (Protothaca thaca), la almeja (Semele corrugata), la almeja (Euromalea rufa) la navaja (xxx ) y el choro azul (Chomytilus chorus). También explotaron en forma sostenida especies de otros bentos como el caracol gris (Thais chocolata), el chanque (Concholepas concholepas), el choro (Aulacomya ater) el chorito (Semimytilus algosus) el chorito (Perumytilus purpuratus), Los barquillos (Acantopleura echinata) y las lapas (Fissurella máxima, Fissurella nigra y Fissurella crassa). Estas especies son intensamente explotadas desde los tiempos del arcaico hasta nuestros días y se los puede encontrar en cualquier mercado de la zona o de Lima. Grandes deposiciones de los residuos de la explotación de estos recursos marinos se pueden encontrar a lo largo del litoral iqueño. Algunos de estos como los de las Salinas de Otuma se encuentran a lo largo de playas fósiles pues el mar se ha retirado varios Kilómetros en los últimos 5000 años. Estos conchales fueron dejados por antiguos pobladores que explotaban la concha de abanico en una gran laguna poco profunda donde el agua caliente era propicia para la reproducción de este importante bivalvo. El hombre andino ha dejado huellas en Paracas desde hace 10,000 años, construyendo sus casas con piedras y salitre, aglutinándolas en abigarrados grupos. Muchas veces estas mismas viviendas sirvieron para enterrar a sus moradores. Varios de estos conchales debieron destacar como islotes entre la totora en los humedales de Paracas en las inmediaciones del Hotel y pueblo actual. Las ocupaciones posteriores de pueblos con cerámica no presentan mayor variación en lo concerniente a la actividad económica preponderante y al consiguiente patrón de asentamiento. Sin embargo en esta época comienzan a aparecer ciertas manifestaciones en la cerámica que nos indica la presencia de las primeras interrelaciones culturales con el norte del Perú, desde donde eventualmente habría llegado la tecnología alfarera. Recordemos que las ollas sin cuello y ciertos tipos decorativos son comunes o populares en amplios territorios a lo largo de los Andes Centrales.


Evidencias de este tipo de cerámica se encuentran formando parte de las complejas deposiciones culturales de aldeas como Disco Verde, Acha y muchos otros conchales que se encuentran distribuidos a lo largo del litoral iqueño. En el estilo Puerto Nuevo (800 – 600 aC) la cerámica se desarrolla rápidamente tanto en el aspecto tecnológico como en el artístico. Del uso del negativo como principal técnica de decoración, se paso al pigmento aplicado post cocción. La decoración en base a círculos y motivos escalonados, se enriquece con la aplicación de pastillaje y la concepción de diseños decorativos más complejos y en mayor variedad de colores. Es precisamente en esta época cuando el arte Paracas comienza a adquirir sus características tan particulares. Incluso algunos investigadores ven en los diseños aplicados en forma de cabeza de animales de esta cerámica como los antecedentes del ser oculado, motivo característico de la cerámica Paracas Clásico. El artista Paracas encuentra en la cerámica un soporte adecuado para plasmar una compleja iconografía basada en animales míticos, personajes mágicos y diseños geométricos. Un característico asentamiento de esta época es la aldea de Puerto Nuevo, ubicada a pocos Kilómetros al norte de la Península de Paracas en la orilla de la playa. En este sitio el arqueólogo Frederic Engel en los años sesenta realizó excavaciones arqueológicas que dieron con el hallazgo de la aldea asociada en determinadas capas a esta cerámica que lleva su nombre. Es negra o marrón bien pulida y como mencionamos líneas arriba decorada con apliques y pintura post cocción. En cuanto a las formas vemos la presencia de algunos vasos de sección cuadrangular y platos con base anular, además de algunas otras formas con fuerte influencia de la costa norte. La cerámica Puerto Nuevo sería contemporánea con Cupisnique Clásico, lo que se puede apreciar en algunos de los especimenes presentados por Engel en su libro sobre Paracas (Engel 19xx). La llegada del arte Chavín (en el norte los estilos más representativos serían Janabarrio / Morro de Éten) a Paracas se refleja en el estilo Karwas (600 – 500 aC), nombre tomado del sitio más representativo de la época ubicado en la Bahía de la Independencia, al sur de la Península de Paracas. En este sitio mediante excavaciones clandestinas se extrajeron valiosísimos tejidos y cerámica de estilo similar tanto formal como iconográficamente similar a los de la costa y sierra norte. Pensamos que los circunstanciales hallazgos recientes se han dado sobre tumbas saqueadas cientos de años antes de nuestra era, en épocas cercanas a su deposición. Esta misma situación fue documentada por Carlos Elera en los trabajos que realizo en Morro de Éten en Chiclayo. Huesos humanos, tejidos arrancados, cerámica y otros artefactos fragmentados, se encuentran disturbados y mezclados en las antiguas sepulturas profanadas. La cerámica acompañante de estos contextos funerarios y que venimos denominando como Karwas, es muy similar formalmente con la descrita para el Formativo Medio Tardío (600 – 400 aC) en los sitios de Chicama, Cupisnique, Jequetepeque y Morro de Éten. Por cierto que la


cerámica no ha sido el único soporte para la rica y compleja iconografía norteña sino que los otros soportes como los tejidos, mates y madera, que en el norte no sobrevivieron mucho tiempo ante el paso de los años con eventuales lluvias, en el sur en cambio se han conservado muy bien debido a lo seco del clima. Por esta razón casi los únicos tejidos de esta época que se conservan son los hallados en Ica y que corresponden con los famosos tejidos de Karwas. Los tejidos hallados en Karwas presentan una gran variedad de técnicas de manufactura, pues tenemos gasas, gasas bordadas, teñidos con reserva (tye dye), tapices y tejidos decorados con motivos pintados. Todos los tejidos que he podido observar corresponden a algodón nativo, en una gama de colores que van del blanco puro al marrón pasando por toda una gama de beige, muchas veces usados en combinación para decorar mediante contraste de color en la estructura del tejido. La pintura de color rojo bermellón es la más utilizada como relleno en las figuras, llegando este color en algunos casos a tomar tonos rosáceos. Los diseños son realizados con pintura marrón, usando como contraste el color blanco del algodón seleccionado. Sobre este soporte textil y en tejidos que a veces toman gran tamaño los iniciados plasmaron una compleja y alucinada iconografía que reconocemos como Chavín por su similitud con los diseños que adornan las piedras en el Santuario de Chavín de Huantar. Un grupo de los tejidos corresponden como dijimos a piezas de gran tamaño que presentan cuerdas en los extremos como para fijarlas a paneles o muros y aparentemente fueron usadas como envoltorios en los cadáveres. El resto corresponde con ropa pero de una calidad que realmente se distingue del común. Mantas, camisas, taparrabos, cintas y pulseras tejidas son las prendas más recurrentes. Como en el caso de Chavín la representación más recurrente corresponde con el denominado dios de los báculos. Personaje antropomorfo con atributos de felino serpiente y en algunos casos de ave, igualmente existen representaciones de animales y de sus rasgos representativos tratados como elementos decorativos individuales así como representaciones complejas de escenas con personajes interactuando con camélidos, aves y plantas. Es interesante la representación de plantas de algodón con sus raíces, flores y capullos. Los elementos icnográficos son tomados directamente del arte norteño que tiene como base a Cupisnique. Originalmente Tello los reconoció como elementos propios de animales selváticos, considerándolo como un elemento de aporte oriental al arte Chavín. Ahora tenemos claro que estos animales son propios también de algunos hábitat de la costa norte, donde se dieron con anterioridad a la consolidación de Chavín, tal es el caso del águila marina (Pandion haliaetus), especie de amplia distribución por toda la costa y que se la reconoce por sus lacrimales oscuros. Del otorongo o jaguar americano (Panthera onca), fácil de reconocer por ser el único de gran tamaño con manchas fue superviviente hasta entrados los años 40 en algunos reductos del Angolo, Valle de Zaña y bosque secos de Tumbes. Así como de la boa norteña o macanche (Boa constrictor ortonii). Esta última también presenta una amplia distribución desde el norte de La Libertad hasta Tumbes en todos los relictos boscosos, llegando a tener gran tamaño.


Después de esta época, marcada por una acentuada presencia icnográfica norteña, tenemos en Paracas Temprano (500 – 400 aC) una clara transición hacia la regionalización de las manifestaciones artísticas. El tratamiento de las representaciones de felinos, aves y reptiles asume un tinte propio entre personas que probablemente nunca tuvieron la oportunidad de ver directamente a estos animales. Se combinan el uso del negativo con la aplicación de vistosos colores resinosos aplicados post cocción en espacios delimitados por líneas incisas, con diseños que ahora van acercándose a lo que reconocemos como Paracas. Paracas tuvo una larga evolución artística, en la que los investigadores reconocen un paulatino alejamiento de la rigidez y barroquismo propio del arte norteño y su transformación en un arte propio simple y con un tratamiento altamente convencionalizado de sus personajes y motivos decorativos. La aldeas crecen en tamaño y se multiplican en número y la explotación de os diversos recursos marinos llega a su clímax. Cientos de Kilos de moluscos y peces secos debieron cruzar diariamente el desierto tras largas jornadas con rumbo a los valles vecinos por caminos marcados con pequeñas rumas de piedra que a manera de hitos guiaban al viajero. Restos de estas marcas podemos advertirlas hasta nuestros días desperdigadas por los extensos arenales sin conocerse su procedencia ni destino. Estos productos marinos debieron ser trocados por productos agrícolas como yucas, camotes, papas, ajíes, calabazas, así como el algodón para tejer sus redes. Este comercio debió haber sido a gran escala, debido a las múltiples evidencias de grandes asentamientos en un litoral tan escaso de recursos dado su extrema aridez. Los desperdicios producidos por la intensa actividad económica de estos pueblos se acumularon formando gigantescos conchales. Esta basura fue reutilizada por los pobladores locales formando grandes túmulos transversales a la dirección del viento con el fin de desviar su fuerza. Estos túmulos forman módulos de entre 70 y 100 metros de largo por 8 o 10 de ancho y unos tres a cuatro metros de altura, eran dispuestos uno tras de otro, dejando un espacio entre ellos. Las viviendas propiamente dicho se encontraban hechas de lajas de piedra, trozos de salitre cortado, cantos rodados y costillas de ballena; la argamasa de los muros fue hecha de salitre con pieles, algas y grasa de animales; sobre estas estructuras vertieron gran cantidad de basura, formada básicamente por conchillas de moluscos y material orgánico en descomposición, dispuesto hasta cubrir totalmente las estructuras que ahora quedan convertidas en subterráneas. El ingreso a las viviendas se realizaba por una especie de escotilla o ingreso vertical que da a un pequeño vestíbulo desde donde el acceso se reparte a los restos de ambientes, algunos de los cuales tienen depósitos laterales. Las viviendas se disponen como dijimos en hileras, una junto a la otra. Este sistema de construcción aísla totalmente los ambientes internos de un medio característico de cualquier desierto con fuertes vientos de día, con un inclemente sol, bajas temperaturas en la noche y gran humedad y rocío en las madrugadas. Además debemos considerar, que el calor generado por la descomposición del material orgánico de los


rellenos usados para cubrir las casas, debe haber colaborado en algo al bienestar del poblador de Chucchio, Karwas, Canastones y otros tantos sitios de este litoral. Los pueblos de esta época tuvieron una economía que giraba en torno a la extracción y comercialización de la macha (Mesodesma donacium), el choro azul o choro zapato, conocido en Chile como cholga (Choromytilus chorus), el chanque (Concholepas concholepas) y algunas grandes almejas (Protothaca thaca, Semele Corrugata, Euromalea rufa). A partir de recientes hallazgos arqueológicos se está argumentando mucho a favor de la teoría que plantea la presencia de un gran Mega Niño hacia fines del Formativo. Este fenómeno catastrófico en otras partes del territorio andino, pudo ser muy beneficioso para desarrollar la agricultura en los valles, pudiendo hasta haber sido motivo de importantes ampliaciones del sistema de riego y de la frontera agrícola acompañado probablemente de un crecimiento de la población. Tal vez este sea el motivo del crecimiento de los sitios en esta época en el litoral. Bellas prendas confeccionadas con algodón son piezas comunes como ofrendas en las tumbas. Algunas de las más logradas, que comúnmente conocemos como mantos Paracas, corresponden temporalmente a lo que sería Paracas Tardío (200 – 100 aC). La evolución del arte y tecnología de este período tiene un respaldo de cientos de años de evolución, durante los cuales los tejedores de Paracas lograron destacar por su destreza. Aparentemente es en esta época que comienza a utilizarse lana de camélidos en la confección de prendas y mantos, costumbre que se puso muy en boga en las épocas siguientes. Es sorprendente la cantidad de huesos de camélido, ya sea como herramientas o de restos de consumo hallados en los basurales y tumbas. Probablemente su presencia se debe a que estos animales fueron utilizados como bestias de carga, pues en contra de lo que comúnmente se piensa, cada llama puede llegar a cargar aproximadamente 50 kilos. Estos animales se usaron intensamente para transportar mariscos y peces secos del litoral a los valles así como la sal, básica en la alimentación y abundante en la zona del litoral. Las poblaciones de esta época se sobreponen a los conchales del Precerámico o del Formativo Temprano, diferenciándose solamente por la presencia de una fina cerámica en la cual se comienzan a percibir los cambios que llevarán el arte Paracas hacia una simplificación tanto formal como decorativa. Esta precisamente es la característica de la cerámica conocida como Paracas Necrópolis (100 aC – 100 dC), en la que las formas estilizadas y elementales tienden a una sutil monocromía dada por engobes claros (entre blanco y amarillento) que le dan una personalidad única en el arte andino. Tello llego a Paracas en la primera década del siglo XX buscando el origen de ciertos mantos policromos que comenzaron a llegar a Lima y que según se decía provenían de las cercanías de Pisco. Excavó en Cerro Colorado y Arenas Blancas en la Bahía de Paracas. Los resultados de estas investigaciones son ampliamente conocidas. En Cerro Colorado excavó lo que denominó como las cavernas, especie de depósitos donde se redepositaron entierros humanos en gran cantidad. Particularmente pienso que estos debieron de


encontrarse originalmente en la zona baja de Arenas Blancas, zona sujeta a inundaciones periódicas. Estos maremotos se han dado con cierta frecuencia, incluso en épocas contemporáneas, sino recordemos el del año 68, que llegó a afectar la zona residencial del balneario actual. Caso similar se da un poco más abajo en el mismo cerro donde en Huaricayán Tello excavó gran cantidad de entierros que habían sido puestos amontonados en antiguas estructuras. Los fardos funerarios al igual que en la zona de las cavernas se encontraron depositados unos sobre otros en una disposición contraria totalmente a las costumbres tradicionales andinas. Aparentemente fueron depositados apresuradamente en un evento único, por lo que pensamos podría deberse a una reacción ante la inundación de un sector de viviendas con entierros incluidos en la parte baja. Las evidencias más maravillosas del arte prehispánico sobre tejidos provienen de estos trabajos y corresponden a esta época. Debemos en este punto mencionar el hecho que mucho de los famosos mantos Paracas corresponden realmente a piezas correspondientes al siguiente período conocido como Nazca. Esto lo podemos deducir al observar la iconografía de estos mantos que es muy similar a la presente en las finas botellas y vasos tan característicos de las etapas tempranas de esta nueva época. La cultura Nazca (100 – 600 dC) es un claro ejemplo de continuidad cultural con respecto a Paracas. En los concerniente a la cerámica se abandona el uso de pintura post cocción y se pasa a una amplia gama de vívidos colores colocados previamente a una segunda cocción. Los temas decorativos más recurrentes, al igual que en los famosos mantos corresponden con personajes antropomorfos en actitud de vuelo con complejos tocados, narigueras, aretes y decorados con gran cantidad de cabezas trofeo. Animales como la orca, gaviotas, cóndores, zorros entre otros nos hablan a través de los tejidos y la cerámica de un mundo sobre natural complejo y policromo que termina haciendo un gran contraste con uno de los desiertos más áridos y hermosos del mundo. La sociedad Nazca fue un pueblo eminentemente agrícola, que tuvo que enfrentar el reto de alimentar a una población en constante crecimiento con los escasos recursos que brindaba un territorio árido, con un régimen pluvial tan irregular como el de la región. Mediante ingeniosos desarrollos tecnológicos conocidos como galerías filtrantes, lograron colectar el agua subterránea de las cuencas secas de numerosas quebradas, agua que gota a gota iba filtrándose siendo colectada por canales subterráneos para ser utilizada en el riego agrícola. La necesidad de comprender a la naturaleza y dominarla dio pie a complicados cálculos astronómicos, reflejados probablemente en los numerosos geoglífos aún existentes en las mesetas y planicies entre valles. Estos muestran figuras geométricas y figuras estilizadas de animales relacionados con su mitología y que areciera representan constelaciones. Estos geoglífos son conocidos como las Líneas de Nazca, y constituyen una de las mayores concentraciones de estoas representaciones en el mundo entero. La zona con mayor concentración de estas líneas corresponde a la Pampa de Jumana, formación de origen aluvial característica de la zona, donde debido al alto contenido de mineral del terreno, los guijarros que cubren la mayor parte del suelo, han tomado un color ocre rojizo debido al prolongado interperismo.


Los antiguos pobladores observaron que al realizar el barrido de las piedritas superficiales quedaba expuesta la clara superficie aluvial. La mayor parte de los diseños existentes han sido confeccionados con esta técnica. Es decir se realizaban los diseños sobre el terreno raspando la superficie a lo largo de estos, y por contraste se iban formando las figuras. Los poblados Nazca presentan patrones dispersos de ocupación a lo largo de las cuencas que forman el actual Departamento de Ica. Cahuachi es el único centro de esta época con arquitectura monumental, centro religioso y probablemente administrativo, presenta plazas y montículos hoy muy erosionados debido a la prolongada exposición a los fuertes vientos y a las ocasionales lluvias. La cultura Nazca llega a su fin con la llegada del Horizonte Medio (570 – 900 dC). Cientos de años de desarrollo artístico propio, es avasallado por las ideas religiosas provenientes del Altiplano, que viene acompaña por una rígida iconografía, copando la gran diversidad iconográfica Nazca con cuatro motivos, de forma muy similar a como lo hizo Chavín casi mil años antes. Aproximadamente a partir del siglo IX se inicia un nuevo proceso de seglarización del arte acentuado por una producción artesanal masiva. Los tejidos asumieron gran importancia en la producción tanto así que la decoración sobre cerámica está basada en diseños de origen textil. La decoración se vuelve básicamente geométrica y se retorna a una limitada gama de colores. En esta época los tejidos nuevamente vuelven a sorprender por la variedad de técnicas y diseños usados en su confección, siendo la cultura conocida como Ica – Chincha (900 – 1438 dC) la que se desarrollo en este litoral. El mayor esfuerzo productivo se oriento a la producción y procesamiento del algodón en los valles. Estos productos fueron comercializados a gran escala a lo largo de la costa donde la creciente producción agrícola permitió un rápido crecimiento de la población. Los diseños tienden a uniformizarse con los Chancay y los Chimú debido al mercado común de estos productos, cosa que se acentuó notablemente con la ocupación y dominación Inca de todo el litoral. Los Incas absorbieron esta región al Tahuantinsuyo en el siglo XV y todo el país cayo bajo el dominio europeo en el XVI, pero ambos acontecimientos tan extraordinarios y trascendentales, apenas han dejado huella en estos desérticos parajes.


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