Lic. José Reyes Baeza Terrazas Gobernador Constitucional del Estado de Chihuahua
Lic. Guadalupe Chacón Secretaria de Educación y Cultura
Antrop. Jorge Carrera Robles Director del Instituto Chihuahuense de la Cultura
Gisela Franco Deándar Programa Editorial de Gobierno del Estado
Centro Cultural Paso del Norte ISBN: 978-607-7788-19-5
Derechos reservados para esta primera edición: © 2009 Instituto Chihuahuense de la Cultura © 2009 De la obra gráfica: sus autores © 2009 De los textos: sus autores Gisela Franco Deándar: coordinación general y gestoría
Instituto Chihuahuense de la Cultura Programa Editorial de Gobierno del Estado Ave. Universidad y División del Norte s/n Col. Altavista Teléfonos: (614) 413-1792, 413-6249, 413-6252, 413-6304 Chihuahua, Chihuahua, México 31200
Diseño y producción editorial
Luis Carlos Salcido diseño gráfico Héctor Jaramillo editor de fotografía Rosa María Hernández redacción Fotógrafos Itzel Aguilera, Lorena Aguirre Coughanour, Alfredo Anzures, Juan Carlos Domínguez Arzaga Itoss, Héctor Jaramillo, Javier Orozco, Luis Rojo, Rogelio Valenzuela Muralistas Teo Aguilar, Cecilia Briones Zúñiga La Catrina, Ana Ma. Cruz Valencia Milpa, David Flores, Samuel Flores Cruz, Ricardo Herrera Kukui, Fernando Antonio Hernández, Olmo Ricardo León Lara, Omar Ojeda, Misael Osorio, Ángel Parra Elel, Jesús Elpidio Pérez Gutiérrez Groove, Juan Carlos Reyes Waka, Alberto Santollo, Joel Solís Rex, Alfredo Téllez El Bandido, Xitlali Treviño, Abimael Villaseñor Melo, Eduardo Varela Poetas Mario Arras, Blas García Flores, Liliana Pedroza, Enrique Servín Editado y producido en Chihuahua, México Impreso en Hong Kong / Printed in Hong Kong
Contenido Presentación Lic. José Reyes Baeza
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Espacios abiertos a la expresión Lic. Miguel Ángel Mendoza
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Un teatro para el teatro Edeberto Pilo Galindo
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La configuración de un edificio público Arq. Héctor Rivero
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Bajo el nítido cielo de Juárez Patricia Báez
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La forja de un escenario Antrop. Jorge Carrera
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La cultura y las culturas de Juárez Arq. Gastón Fourzán
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Arquitectura e ingeniería Arq. Lorena Barrera
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ÍNDICE DE ARTISTAS GRÁFICOS • Itzel Aguilera 16 izq. 24, 29, 32, 43 izq., 44, 47 sup. der., 54, 56, 57, 58, 59, 60, 62, 63, 64, 65, 67, 68, 69, 70, 71, 72, 74, 75, 76, 80, 81, 86, 87, 88, 89, 94, 95, 96 inf., 97, 100, 101 sup., 101 inf. der., 102, 103, 104, 105 • Lorena Aguirre Coughanour 10, 84, 85 • Alfredo Anzures 96 sup. der. 116, 117, 174, 175 • Juan Carlos Domínguez Arzaga Itoss 52, 53, 101 inf. izq. • Héctor Jaramillo 15, 26, 27, 28, 39, 40, 42, 43 der., 45, 48, 49, 82, 83, 85, 90 sup., 91, 92, 98 inf. der., 112, 113, 114, 115, 124, 126, 127, 128, 129, 138, 148, 150, 151, 152, 153, 154, 155, 156, 157, 158, 159, 160, 161 • Javier Orozco 12, 13, 106, 110, 111, 118, 119, 120, 121, 122, 123, 130, 132, 133, 134, 135, 136, 137, 139, 140, 141, 142, 143, 144, 145, 146, 147, 162, 164, 165, 166, 167, 168, 169, 170, 171, 172, 173, 176, 177, 178, 179, 180, 181, 182, 183, 184, 185, 186, 187 • Luis Rojo 14, 16 der., 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 25, 30, 31, 33, 36, 37, 46, 47 inf. izq. 50, 51, 78, 79, 90 inf. izq., 93, 96 sup. izq., 98 izq. 99, 108, 109 • Rogelio Valenzuela 34, 35, 38, 41.
FOTÓGRAFOS
Portada: Fotomontaje de Luis Carlos Salcido con imágenes de Luis Rojo y Juan Carlos Domínguez Arzaga Itoss. • Teo Aguilar 153 • Cecilia Briones Zúñiga La Catrina 148, 160, 161 • Ana María Cruz Valencia Milpa 154 • David Flores 157 • Samuel Flores Cruz 154 • Ricardo Herrera Kukui 159 • Fernando Antonio Hernández 155 • Olmo Ricardo León Lara 152 • Omar Ojeda 157 • Misael Osorio 153 • Ángel Parra Elel 148, 160, 161 • Jesús Elpidio Pérez Gutiérrez Groove 158 • Juan Carlos Reyes Waka 153 • Alberto Santollo 159 • Joel Solís Rex 152 • Alfredo Téllez El Bandido 156 • Xitlali Treviño 148, 160, 161 • Eduardo Varela 153 • Abimael Villaseñor Melo 150 Fragmentos de la obra colectiva Cronología subterránea de Ciudad Juárez
MURALISTAS
PATRONATO CENTRO CULTURAL PASO DEL NORTE
Gabriela Fuentes Téllez Arturo Muñoz Delgado Olga Delgado García Celia Martínez Taboada Jaime Flores González Ricardo Alberto Betancourt Anthony Carlos Salas-Porras Soule Sergio Alberto Cabada Alvídrez Jorge Luis Ruiz Martínez
AGRADECIMIENTOS
Tres Siglos, Tres Fiestas A.C. Universidad Autónoma de Ciudad Juárez Educación Profesional Integral S.C. Dirección de Educación y Cultura Municipal Intermedia de Juárez S.A. de C.V. Backer & McKenzie Abogados S.C. Grupo Smart Distribuidora de Productos Agrícolas y de Consumo S.A. de C.V. Ópticas 20/20 de México S.A. de C.V. Román Ibarra Amaya SUMMA S.A. de C.V. Plaza del Camino S.A. de C.V. Gas Natural de Juárez S.A. de C.V. AVC Producciones Grupo Industrial Bermúdez Maquinaria y Elevación de Juárez S.A. de C.V. Albergues y Hoteles Mexicanos S.A. de C.V. Ramada Ciudad Juárez Scientific Atlanta de México S.R.L. de C.V.
Presentación
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a presencia de espacios culturales en una ciudad, por pequeños o grandes que estos sean, es muestra palpable de la voluntad de su gente por impulsar el desarrollo creativo, humano y social. El sentimiento de orgullo y satisfacción que ha permeado a la comunidad juarense la puesta en marcha del Centro Cultural Paso del Norte, representa el mejor pago a la gran deuda para con su ser e identidad. Hoy en día Ciudad Juárez cuenta con un espacio de primer mundo dónde difundir lo mejor de la creatividad y el talento artístico. Así como esta frontera se ha forjado en un espacio de encuentro entre diferentes ideologías, culturas y cosmovisiones, en el Centro Cultural las creaciones producidas en diversas partes del mundo también encuentran un recinto inigualable para el disfrute y formación de miles de asistentes.
Expresiones tan diversas como las artes escénicas y plásticas, la música y literatura, y en menor medida eventos relacionados con el desarrollo humano y social, tienen ahora un espacio monumental, memorable y trascendente, destinado a fomentar y vitalizar la promoción cultural y la participación ciudadana en esta frontera. Hemos superado felizmente la utopía que detonó el esfuerzo y el compromiso con los habitantes de Ciudad Juárez. Ahora, ya en funciones, el Centro Cultural se erige en una realidad que, con el abrazo de sus muros, es capaz de albergar al espíritu cultural chihuahuense y palpitar alimentado por la energía vital de los asistentes. En la actualidad el Centro Cultural Paso del Norte es espacio vivo donde se agita el latido profundo del espíritu fronterizo. Remembrar parte de su historia y su contribución a la sociedad juarense, en los dos primeros años de labor, constituye la esencia de este libro. Con ello, esperamos reforzar el aprecio, respeto e identidad hacia esta obra emblemática, hoy por hoy, la más importante en materia de infraestructura cultural en nuestro estado.
Lic. José Reyes Baeza Terrazas
Gobernador Constitucional del Estado de Chihuahua
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Espacios abiertos a la expresión Lic. Miguel Ángel Mendoza
El Centro Cultural Paso del Norte comprende un gran teatro y un teatro experimental con elementos que desafían las técnicas del teatro convencional, con escenario y butacas móviles que facilitan el acomodo del espacio en distintas formas, para puestas en escena que favorecen la interacción entre el público y el cuerpo histriónico.
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n septiembre de 2006 una de las voces masculinas más bellas del siglo dejaría una huella imborrable en las páginas de la historia cultural de esta región. El tenor José Carreras pisó el escenario juarense el 30 de septiembre para dar vida al espectáculo más importante del Festival Internacional Chihuahua en su segunda edición. La explanada del Centro Cultural Paso del Norte fue el foro que acogió al prodigioso cantante de ópera, acompañado por las orquestas Filarmónica del Estado de Chihuahua y Sinfónica de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Al aire libre, este concierto gratuito se convirtió en uno de los espectáculos más aplaudidos y recordados en la historia estatal. Cómo no recordar las palabras de Carreras cuando dijo haber vivido una experiencia maravillosa, al ver cómo el público fronterizo convertía la explanada en un verdadero santuario cultural durante el concierto. Su repertorio se formó de canciones napolitanas, catalanas, hispanas y algunas cantatas de ópera, cerrando con la pieza musical Granada, que puso al público de pie, con el fondo espectacular del edificio del Centro Cultural que ya anunciaba la cercanía de su apertura y su presencia imponente en este gran desierto. Al fin es una realidad
Noche de gala, música y homenaje fue lo que se vivió el 2 de diciembre de 2006, al ser finalmente inaugurado el
Centro Cultural Paso del Norte. El corte de listón y la develación de dos placas fueron los símbolos de que el monumental inmueble, en el que fueron invertidos más de cuatrocientos veinte millones de pesos, abría por fin sus puertas. Con los mil setecientos cincuenta asientos ocupados y ante la ovación que generó su presencia, el dramaturgo chihuahuense Víctor Hugo Rascón Banda, luego de recibir la máxima presea que otorga el gobierno de Chihuahua a sus artistas, el Gawi Tónara (los pilares del mundo en rarámuri), tomó el micrófono para agradecer públicamente el que hayan puesto su nombre al teatro principal del Centro Cultural: “Me gustaría saber si estoy soñando”, expresó visiblemente entusiasmado por el homenaje que se rendía en su honor. “Me da pena, me sonroja, me conmueve que un teatro lleve mi nombre”, añadió al final de su intervención el escritor, y apuntó que si aceptaba tal distinción era pensando que ese gesto generoso era a favor del teatro. Luego, la presencia de la Orquesta Sinfónica del Estado de México, dirigida por el maestro Enrique Bátiz Campbell, arrancó los aplausos de la multitud. Suaves notas se escucharon en el recinto. La Orquesta deleitó a un público ávido de espectáculos artísticos con el nacionalismo de Carlos Chávez y Blas Galindo. Posteriormente, las piezas de Mozart y Tchaikovsky fueron interpretadas, en un evento que se desarrolló con éxito hasta casi la media noche.
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Detrás de una gran obra
El surgimiento del Centro Cultural Paso del Norte no fue fácil. Más de quince años tuvieron que transcurrir para materializar la idea de edificar un teatro que estuviera a la altura de los mejores de México. Detrás de este recinto, considerado la catedral del arte juarense, hay una larga y azarosa historia. Hace casi 20 años, el entonces presidente municipal Jaime Bermúdez Cuarón ordenó diseñar un teatro que fuera de los más importantes de la república. El proyecto se le asignó al reconocido arquitecto Eduardo Terrazas, de la ciudad de México, y fue planificado para ajustarse
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al contorno de los patios de la Ex Aduana, ahora Museo Histórico de Ciudad Juárez. Sin embargo, la administración de Bermúdez culminó sin concretar el sueño. Tiempo después Jesús Macías Delgado fue electo presidente municipal y rescató el proyecto, con el apoyo del gobernador Fernando Baeza Meléndez, quien autorizó recursos para la obra. Se optó por edificar el recinto en la zona del Pronaf, ya que en la Ex Aduana se detectaron problemas de estacionamiento e inundaciones. El presupuesto alcanzó sólo para el 70 por ciento de la obra negra, que se suspendió totalmente en septiembre de 1992, al término del mandato de Macías. Las sucesivas administraciones decidieron no dar continuidad al proyecto.
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No fue sino hasta el año 2006, tras 18 meses de arduo trabajo, que se concretó el sueño largamente acariciado, gracias al trabajo de 300 personas entre arquitectos, herreros, ingenieros, electricistas, plomeros, en fin, un verdadero ejército consagrado a su realización.
ria, que fomenta la lectura, las bellas artes y el buen café; el área de talleres, y una sala de usos múltiples que da cobijo a exposiciones plásticas, generando un nuevo y valioso recinto para la creatividad artística.
Empieza a marcarse la huella de una nueva historia
El Centro Cultural Paso del Norte es, por su magnificencia, el recinto cultural más importante de Ciudad Juárez, y se ha convertido en un factor importante para su proyección. El edificio comprende el gran teatro Víctor Hugo Rascón Banda, con un escenario capaz de albergar las mejores manifestaciones artísticas. Alberga también el teatro experimental que lleva el nombre de Octavio Trías, uno
La operación del Centro Cultural Paso del Norte empezó a marcar huella a partir de febrero de 2007, cuando se inició un programa estratégico de manejo; en él se incluyeron metas y objetivos que se fueron cumpliendo poco a poco hasta consolidar espacios que en el momento del arranque no estaban contemplados: la librería universita-
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Anfitrión de la cultura
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de los más importantes directores que haya tenido Ciudad Juárez; en este hay cabida para actividades escénicas que desafían las técnicas del teatro convencional, porque el escenario y las butacas son móviles y facilitan el acomodo del espacio en distintas formas, para puestas en escena que favorecen la interacción entre el público y el cuerpo histriónico. El vestíbulo aloja un espectacular vitromural de un poco más de noventa y cinco metros cuadrados, creado por la artista chihuahuense Patricia Báez. El exterior dispone de una explanada con capacidad para veinte mil personas, diseñada para presentar eventos al aire libre como los celebrados en el marco del Festival Internacional Chihuahua.
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La catedral del arte
A dos años y medio de que el Centro Cultural Paso del Norte abriera sus puertas, los juarenses se dan cuenta de cómo ha rebasado las expectativas iniciales, porque han sido testigos de la presentación de múltiples espectáculos de talla mundial en sus espacios. Las ediciones del Encuentro de Literatura en el Bravo, con su cauda de grandes escritores, el Festival Internacional Chihuahua, las Ferias Estatales del Libro, las muestras estatales y nacionales de teatro, la realización de temporadas culturales de la Fundación Mascareñas, de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de
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Ciudad Juárez, de la Filarmónica del Estado, del Festival de teatro de la ciudad. En fin, los múltiples y diversos eventos auspiciados por instituciones educativas y fundaciones culturales, y la presencia constante de los diversos promotores artísticos de la región que lo han tomado como sede, consolidan al Centro Cultural Paso del Norte en el ámbito de la cultura y el espectáculo. Hacia un desarrollo cultural de la frontera
Parte esencial del éxito del Centro Cultural son los programas impulsados en materia de organización, promoción y difusión de la cultura. Es importante resaltar la vinculación que se ha logrado con los diferentes sectores de la co-
munidad, pues se trabaja en coordinación con asociaciones e instituciones educativas y culturales, lo que ha permitido el éxito alcanzado. En este desarrollo regional que se impulsa se encuentran programas diseñados para diferentes públicos: – Los enfocados a la formación de los niños en el teatro por medio del guiñol y a través de visitas guiadas. – Las exposiciones temporales, que abren un nuevo espacio de expresión artística para los creadores. – Un programa para invitar a las familias a asistir gratuitamente al teatro, donde además se incentiva la creación artística de los directores y se apoyan las producciones de creadores chihuahuenses.
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– La organización de talleres infantiles y juveniles en las áreas de teatro, música y danza, conciertos en teatros y explanadas, y presentaciones de libros y conferencias. El Centro Cultural: una sustentabilidad compartida
Partes esenciales y fundamentales del éxito del Centro Cultural han sido las estrategias desarrolladas en su manejo y operación, las cuales se traducen en las siguientes acciones: 1) Vinculación con los diferentes organismos empresariales de la entidad para la promoción del Centro Cultural. 2) Coordinación con los diversos sectores gubernamentales de Chihuahua, Texas, Nuevo México y áreas cir-
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cunvecinas que permiten dar a conocer el espacio. 3) Celebración de convenios de comercialización con empresas privadas para la promoción del Centro Cultural. 4) Realización de convenios con universidades para la canalización de recursos humanos como prestadores de servicio social y prácticas profesionales. 5) Diseño de campañas de promoción y difusión de los diferentes servicios que ofrece el Centro Cultural. 6) Firma de convenios con la industria hotelera de la entidad a efecto de que promocionen el espacio. 7) Establecimiento de nexos con las organizaciones de la sociedad y con instituciones de educación superior para que impulsen programas de difusión cultural.
El Patronato Amigos del Centro Cultural, A.C. ha sido fundamental para el cumplimiento sistematizado de los programas de mantenimiento del inmueble y para impulsar proyectos en apoyo a los creadores de la región, a través de sus diferentes campañas de procuración de fondos: «Tu marca en la cultura», «Un puente a la cultura», «Amigos del Centro Cultural» y «Programa de donación de herramientas». Compromiso con la sociedad y la comunidad artística
Desde su apertura el Centro Cultural se propuso desarrollar tres políticas de gran impacto en: Sector Educativo: se reciben cuarenta mil escolares al año que acuden a conocer el Centro.
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Sector Turismo: el Centro es un atractivo fundamental para el turismo de negocios, de convenciones y seminarios. Sector Social: relacionado con la posibilidad de motivar con programas culturales gratuitos a los grupos desfavorecidos y marginados y de impulsar estrategias para que los espacios sean utilizados por los diversos públicos. Hoy por hoy, el Centro Cultural Paso del Norte se ha consolidado como uno de los espacios más importantes en el entretenimiento, esparcimiento y difusión de la cultura en esta frontera y se ha convertido en uno de los íconos contemporáneos más importantes de nuestra metrópoli.
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Nota para un regalo Enrique Servín
Aquí te dejo este loto, simple como una flor. Es una flor. Apareció en el agua del parque de entre unos círculos, sombras ritmos vegetales de entre la capa lenta de detritus, algo como una masa caída negra: las flores potenciales. Fue capullo primero, cofre cerrado y dedos sin abrir pero después qué lenta se entregó la perfección. Lo atraje con una vara, una modesta rama cazadora de símbolos. Es un símbolo. Ponle azúcar al agua deja el loto en el vaso. Y que haya sol para que viva algo más, porque, tan simple es una flor. Se va a cerrar de noche –cansa ser tanta luz– pero es joven el aire, el año recomienza y mañana otra vez se abrirá más débilmente, más Finalmente. Y entonces haz tú que se desdoble la flor en llamas, el astro símbolo el loto perfección.
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El hombre es una ausencia Mario Arras
Algún día seremos sólo miradas cuando la luz se funda en el agua y las piedras encuentren su alma.
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La noche inicia en bengalas de madera Blas GarcĂa Flores
La noche inicia en bengalas de madera que no responden siempre cantando la pulpa de los sueĂąos incendiando una cuerda lo que uno llama incandescente naufragio de grillos
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un borde
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Samalayuca Liliana Pedroza
Aquel día, cuando llegó a su casa, Amalia aseguró haber visto doscientas once ballenas azules. Su madre la miró de reojo mientras ahuyentaba el sopor de la tarde con un trozo de cartón. Amalia se acercó a la ventana para confirmar lo que dijo. El calor hacía espejear en el horizonte el mar donde las había descubierto. Doscientas once ballenas, insistió, entre las dunas de arena caliente y los cactus, entre ese vapor que sale de la tierra cuando el ambiente abrasa con fuego y aprisiona. Doscientas once ballenas azules y, además, gaviotas sobrevolando el cielo; trazaban un círculo con la insistencia de hacer un orificio y que cayera el mar en el fondo del cosmos. Porque era mar lo que había y no esa triste resequedad de millones de granos diminutos de sal amontonados. Doscientas once ballenas y tres cangrejos rojos, saliendo de la espuma para tomar un poco de sol, enterrarse en la arena antes de que una ola los arrastrara de nuevo, e intentar volver a salir en un juego interminable. Doscientas once ballenas y algunos caballos de mar. El coral dejándose ver entre el agua cristalina que pareciera tan próximo... Amalia guardó silencio, sus dedos hacían circunferencias sobre la tela de su vestido violeta de flores blancas y amarillas, seguía mirando por la ventana. Su hermana mayor se acercó tras ella, le retiró el cabello negro de la cara y lo recogió en el pabellón de su oreja, le acarició los brazos y luego la condujo a la mesa. Es que no ha comido, pensó la madre, es la falta de comida y el calor. Afuera, sólo podía verse el terreno árido y amarillo del desierto.
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Un teatro para el teatro Edeberto Pilo Galindo
Ciudad Juárez ha sido durante muchos años una caja de resonancia para las distintas voces del teatro de Chihuahua y el destino de otras voces que hablan de nosotros.
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iudad Juárez –y corro el riesgo de parecer arrogante– ha sido durante mucho años, más que un valladar, una caja de resonancia para las distintas voces del teatro de Chihuahua y el destino de otras voces que hablan de nosotros. En esa singular característica del teatro del norte o fronterizo, hemos sido suficientemente plurales como para convertirnos en un ensamble imprescindible en la escena del teatro nacional. Nuestros textos, actores y directores se han dado la vuelta por el mundo. En Francia, España, Chile, Alemania, Estados Unidos y otros países, los textos de la dramaturgia juarense han sido sujetos de estudio y análisis, y se han representado los trazos de la dirección escénica, o se ha proyectado el carácter amoroso de nuestros actores dándole vida al personaje, así como se ha manifestado el compromiso y la dedicación de escenógrafos e iluminadores, vestuaristas y diseñadores, juntos todos, con ese amor estoico que le ha dado razón y motivo al vigoroso movimiento teatral que se da en Juárez. Sin embargo, no había un teatro para el teatro; eventualmente el auditorio municipal, el galerón del INBA, algunos recintos improvisados y, tal vez, en ese esporádico evento que coincidía con el Festival de Teatro de la Ciudad, el espacio del Centro Cultural de la Universidad de Juárez. Ocasionalmente, llegaba algún funcionario al área del arte y la cultura de las instituciones, que quería creer que en-
tendía este fenómeno del teatro y le dedicaba un girón miserable del presupuesto y le concedía un espacio en sus recintos oficiales y en sus agendas. Porque el teatro tiene muchos hijos, pródigos unos, errantes otros, pero no tiene padres que asuman ese mecenazgo honorable. Es aquí donde hay que reconocer la labor de Gabriel Vázquez quien, de la mano de Rodolfo Acosta Benavides desde la Dirección de Arte y Difusión Cultural de la Universidad de Juárez, le dio impulso al teatro de la ciudad, convocando a los primeros talleres de iluminación, escenografía, dirección, producción y dramaturgia, impartidos por profesionales como Alejandro Luna y Jesús González Dávila. Mucho tiempo quedó en ruinas, convertido en un escombro, el proyecto de Francisco Villarreal de construirle un teatro al teatro y un espacio decoroso al arte. Parecería un pleonasmo, un accidente cacofónico, la redundancia inútil, un sofisma en el sarcasmo, pero no... tiene mucho más sentido del que podríamos suponer. Todavía recuerdo el frío endemoniado que hacía aquella tarde, cuando el amigo y maestro Víctor Hugo Rascón Banda, con paso presuroso cruzó la gran explanada para ingresar al vestíbulo del Centro Cultural Paso del Norte. Con un abrigo largo y negro, guantes y bufanda, profundamente emocionado, dio un paseo por todas las instalaciones y luego, como un hijo o un padre amoro-
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so, subió al escenario y dijo: “me parece un sueño... y si estoy soñando, por favor, no me despierten...” Muchos de nosotros pensamos en voz alta que aquel espacio estaría vedado para los teatristas locales. Me complace reconocer que estábamos equivocados. Entonces, gracias por darle un Teatro al Teatro. Ahora bien, si había que bautizar a la gran sala del espléndido Centro Cultural Paso del Norte, que lleve el nombre de Víctor Hugo Rascón Banda es una decisión afortunada, porque el oriundo de Santa Rosa de Uruachi, en los abismos de la sierra de Chihuahua, es uno de los mejores dramaturgos mexicanos. Me ha tocado la oportunidad de trabajar en este es-
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pacio y mientras uno anda montando escenografías, bajando las varas, enfocando los cañones, las lámparas, aforando con piernas y comodín, probando el sonido, midiendo los trazos, dándole textura de color a las atmósferas, regodeándose en los pasillos y los camerinos, perdiéndose en los laberintos y las parrillas, observando el adiestrado malabar del técnico en su paso de gato, uno respira un extraño humor, misterioso y mágico, como si el maestro Rascón Banda hubiese encontrado su propio paraíso y decidido que el cielo era este majestuoso teatro, eligiendo volverse eterno aquí. Lejos del sudor, la tramoya y los técnicos, de los actores y la neurosis del director, uno sale al vestíbulo –lle-
no del delicioso bullicio del público–, como un personaje más en la historia que el teatro cuenta todos los días y se siente como un binomio indisoluble que hace posible esa magia. Desde ahí, vamos al costado este del complejo y sonreímos pensando en la mirada sagaz de Octavio Trías, el niño travieso del teatro en Juárez. Cuando este complejo era escombros, Trías estaba pensando montar una obra sobre sus ruinas. Octavio recién había ingresado al selecto grupo de artistas del Sistema Nacional de Creadores, cuando se le aprobó un proyecto para subir a escena tres obras; una de ellas era Lomas de Poleo, que quería estrenar sobre los escombros de lo que hoy es el Centro Cultural Paso del
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Norte. La idea me pareció genial, él era osado y atrevido, se arrojaba hacia cualquier posibilidad por descabellada que pareciera. Era novedoso y sorprendente. Precisamente por eso la Sala Experimental de Teatro no pudo llevar otro nombre mejor. Hace años, Víctor Hugo Rascón Banda llegó a Juárez para ver la puesta en escena de una de sus obras, La fiera del Ajusco, montada por el taller de teatro de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y dirigida por Octavio Trías. El estreno se llevó a cabo dentro del Centro de Readaptación Social local y una parte del elenco se componía por internas e internos del propio centro penitenciario. Tiempo después, el maestro Víctor Hugo declaraba
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que había quedado profundamente conmovido por el trabajo de Octavio y su grupo de actores y que eso le devolvía la fe en el teatro. ¡Quien diría que sus nombres irían a quedar juntos para siempre! Entenderán por qué sentimos que estos espacios no son solamente muros. Son más que eso. Son como dos seres vivos que punzan inquietos porque alguien llegue, dé la tercera llamada y abra el telón. No los haremos esperar. ¡Claro que no! Porque nosotros vivimos por ellos, y por nosotros ellos viven. “Alzad vuestras copas, muy por encima de vuestras cabezas, y de un solo trago bebed, a salud de los que beben a solas...”
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La configuración de un edificio público Arq. Héctor Rivero
Uno pensaría que la disposición del edificio busca sólo mostrar su majestuosidad. Pero se arrincona, dándole la espalda a la calle y, en un gesto de humildad, se convierte en el protector y conformador de otro espacio fundamental para el proyecto: la plaza, explanada de acceso que conecta al edificio con la ciudad.
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undar una ciudad implica establecer una marca, un cimiento, un símbolo que nos indique que el asentamiento se desarrolla a partir de aquí y no de allá. Éste además necesita tener otra característica fundamental: debe constituirse en un «lugar común», es decir, debe ocupar un espacio físico reconocible y representativo por y para todos: incluyente, tolerante y flexible. En 1961 surge en México el Programa Nacional Fronterizo (Pronaf), con el propósito de desarrollar las zonas fronterizas del norte del país, a partir de equilibrar el mercado de consumo en estas dinámicas regiones y, al mismo tiempo, aprovechar la condición geográfica para fomentar el comercio con el vecino país. Tres estrategias a ofertar son fundamentales: el turismo, la venta de artesanías y los servicios culturales. En Ciudad Juárez, una serie de acciones plasman físicamente este programa en un proyecto urbano. Es así como nace la zona de la ciudad que es conocida como el Pronaf. Aunque el proyecto no se completa, los resultados son notables: se conforma una zona representativa y significativa para sus habitantes. Así se estaba proponiendo la refundación de la ciudad bajo una perspectiva moderna, con la cultura y el turismo como elementos principales. En este momento, a más de cuarenta años del Pronaf, la zona no es nada comparable con lo que fue; sin embargo, de los vestigios surge la esperanza: el 2 de diciembre de 2006, después de 15 años de abandono, el Centro
Cultural Paso del Norte abre sus puertas. Un espacio de primer nivel para la representación de las artes escénicas. El proyecto se desarrolla con un entendimiento claro de la condición pública del edificio, lo que implica la posibilidad de que la arquitectura se convierta en parte de la ciudad: por un lado, aprovechando su condición formal simbólica, constituyéndose en ícono de la zona; por otro lado, proveyendo escenarios que sugieran, posibiliten y enriquezcan la vida urbana. De esta manera, como cualquier edificio importante en el mundo para la representación de las artes escénicas, todo está relacionado con tres espacios de colectividad urbana: la plaza, el vestíbulo y el teatro, todos interconectados y en secuencia, más que con el automóvil, con el viandante en su condición de habitante. Este es uno de los gestos amables del edificio, que sobrepone la escala humana, sutil y lenta, a la rápida y grotesca del automóvil. La localización del edificio dentro del predio es el primer intento de recuperación del espacio urbano. Al posicionarse en la esquina, el frente y el detrás del edificio se difuminan; se nos presenta como un gran objeto para el cual la vista desde todos los ángulos es igual de importante, una disposición elemental pero no muy común en la conformación urbana de la actual Ciudad Juárez. Uno pensaría que dicha disposición busca sólo mostrar la majestuosidad del edificio. Sin embargo, se puede decir que se arrincona, dándole la espalda a la calle y, en
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un gesto de humildad, se convierte en el protector y conformador de otro espacio fundamental para el proyecto: la plaza, explanada de acceso que conecta al edificio con la ciudad. Con esto nos queda clara su intención: El edificio quiere ser público. Para la ciudad es este gran edificio de formas y texturas; para el peatón es toda una secuencia de espacios para la colectividad. El edificio prácticamente envuelve un costado de esta gran explanada circular, la cual puede contener un aforo de veinte mil personas. Se comprende bien que la plaza está directamente relacionada con el contexto que la rodea, definiendo un espacio ensimismado, el cual se configura a partir de los objetos que lo encierran. Así, se
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propone como un elemento que pretende integrar y articular los espacios y edificios existentes a partir de intentar un lugar público al centro de la manzana. Al acceder por la puerta principal, es inminente el encuentro con una gran galería que se desarrolla en un eje norte-sur, la cual organiza al Centro Cultural. Desde aquí, todo es relacionar y traspasar umbrales. Dos grandes vestíbulos cumplen la función de conducir, de conectar, pero también de presentar, de preparar. Así, no es casualidad que el muro que separa en dos esta galería, dando paso a los dos vestíbulos, sea el vitromural Elemento Mágico, de la artista Patricia Báez, donde se narra la historia de nuestra comunidad fronteriza.
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El vestíbulo, de esta manera, es el espacio para distribuir. A partir de éste se establecen los nexos con los espacios de apoyo: baños, galerías, sala de usos múltiples, librería, etc; pero también el lugar para la representación social, espacio intermedio entre la ciudad y la escena, el lugar para ver y ser visto. La celebración tiene lugar aquí. Todo es un juego de plataformas y escaleras; sorprenden los mezanines, el espacio abierto, los umbrales, los desniveles. En lo que pareciera una extensión del vestíbulo se desarrolla la apuesta más arriesgada del Centro Cultural Paso del Norte: el teatro experimental Octavio Trías, con una capacidad para doscientos cincuenta espectadores. Sin escenario ni auditorio definido, se intenta que
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la obra teatral sugiera la forma de presentarla y representarla; por lo tanto el teatro se reduce al mínimo indispensable: una caja con mezanines donde el drama pueda llevarse a cabo en los lugares más inesperados y sorprendentes. El público prácticamente adquiere el rol de mirón y cómplice de lo que acontece. La versatilidad de este espacio teatral es total. La galería continúa siguiendo el eje norte-sur, atravesando umbrales hasta toparse con un espacio protegido. A partir de aquí, hay toda una explosión de pasillos, escaleras, puentes, puertas: suben, bajan, vinculan. Todo esto rodea y protege al espacio principal: El teatro Víctor Hugo Rascón Banda.
El teatro Víctor Hugo Rascón Banda es el lugar ideal para la representación artística y, por consiguiente, contiene dos espacios esenciales: por un lado, el auditorio para el público; por el otro, la escena para el espectáculo. El auditorio, para mil setecientas cincuenta personas, se diseña con la amplitud de un performance arts center, con planta baja y dos mezanines, pero incorporando en los palcos la grandiosidad de los teatros clásicos. Es concebido como un delicado gran objeto de madera, caja de resonancia y de absorción de sonidos, cuyos pliegues, desfases y quiebres fueron tallados de una sola gran pieza.
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El escenario, con más de dieciocho metros de boca y con la posibilidad de contener a cien actores en escena y dos cambios completos de escenografía, reúne todos los elementos técnicos para que cualquier tipo de espectáculo se pueda llevar a cabo ahí, desde un concierto, una obra de teatro o una conferencia, hasta un musical o una ópera. Y es precisamente en la ópera donde las artes escénicas encuentran su máxima representación; es por eso que se ha incorporado un foso de orquesta como parte primordial de la escena, el cual puede subir o bajar según se requiera. Catorce camerinos, con diferentes capacidades, completan las posibilidades escénicas de este teatro.
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Un núcleo de oficinas y espacios suficientes para una escuela de artes escénicas, en la sección al oriente del teatro principal, completan el conjunto. Este proyecto representa un reinicio, un volver a comenzar que nos permite, a partir de la cultura, entender a la ciudad como un espacio para todos, incluyente, positivo, representativo y simbólico. La importancia de este proyecto radica en que tiene la trascendencia y magnitud para sembrar la simiente con la cual podemos refundar nuestra ciudad desde valores más humanos. A nosotros sólo nos queda aprovecharlo y disfrutarlo, porque la mesa ya está servida.
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Bajo el nítido cielo de Juárez Patricia Báez
Recuerdo de niña esa luz intensa y nítida en la atmósfera que hacía vibrar delante de mis ojos sus actividades citadinas, cotidianas, características del lugar. Todo lo quería plasmar en ese mural de cristal de noventa y cinco metros cuadrados de superficie.
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uárez, antiguo Paso del Norte, ciudad fronteriza de mi estado, es y ha sido escenario importante de eventos históricos como la Revolución Mexicana, con gente buena y emprendedora, de grandes inquietudes intelectuales y políticas. Recuerdo de niña, al cruzar la frontera, haber visto el contraste, ese colorido que sólo México tiene: esa luz intensa y nítida en la atmósfera que hacía vibrar delante de mis ojos sus actividades citadinas, cotidianas, características del lugar. Todo lo quería plasmar en ese mural de cristal de noventa y cinco metros cuadrados de superficie. Cuando recibí la invitación a colaborar me sentí muy afortunada, y constituyó una experiencia que no quería que terminase. En ese espacio maravilloso, y con toda la libertad creativa, tuve la oportunidad que no muchos artistas tienen en su vida. Pensé en hacer un mural fuera de todas las normas establecidas, diferente, comenzando por su material –el cristal– hasta su composición, su conceptualización. En uno de mis viajes por la región, para entender y conocer más de ella, visité Mata Ortiz, ese pueblo perdido en el tiempo en donde cada familia tiene artistas que elaboran cerámica, cocida con poca leña y con el estiércol de la vaca; un arte de tierra, de sol, de luna, de sequía. Una cerámica a la vez primitiva y sofisticada, de una delicadeza extrema.
En aquel lugar tuve mi primera chispa de inspiración: quise usar parte de sus formas para expresar elementos sustantivos del contexto; pero tenía que separar el contenido y decidí dividir el mural en partes: el pasado, el ícono de la ciudad al centro, el presente día y noche y, rodeando el cristal, el tejido metálico que simboliza el cruce de fronteras, la mezcla de etnias y los tejidos tarahumaras de palma. Después de hacer el proyecto, tuve que armar un taller grande para que cupiera cada pieza, de 2.39 por 1.82 metros. Por supuesto, conté con la colaboración, apoyo y cariño de mucha gente. Imposible mencionar a todos, pero bien saben que cuentan con mi agradecimiento. Así mismo es imposible no mencionar a Jesús, mi ayudante, que casi me adivina el pensamiento, luego de veinticinco años de trabajo conjunto; o al maravilloso grupo de pintores graduados de la antigua escuela La Esmeralda. Por otra parte, sin la participación precisa y altamente eficiente de la Subdirección Técnica de Vitro, no hubiéramos llegado a concluir satisfactoriamente el proyecto, ya que el horneado y el templado son las partes más delicadas de todo el proceso con el cristal, pues en un segundo el trabajo puede destruirse. El mural expresa, finalmente, lo que siento por estas tierras, en especial, por Ciudad Juárez.
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La forja de un escenario Antrop. Jorge Carrera
Ojalá y algún día demos un aplauso a estos trabajadores. Gracias a su contribución se logró la forja de un escenario.
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inalmente aquella noche del 2 de diciembre de 2006, después de tantos días de trabajo, el escenario lució majestuoso e imponente. Parecía mentira, los sonidos de herramientas y equipos especiales dejaron de taladrar, golpear y hacer ruidos ensordecedores propios de las construcciones de gran envergadura, para dar paso a las notas del piano y la maravillosa interpretación de la Orquesta Sinfónica del Estado de México bajo la batuta del maestro Enrique Bátiz. La utopía adquirió el rostro de las artes y la cultura. Dos años atrás, aquel mismo lugar seguía oliendo a desprecio y abandono hasta que una buena mañana de noviembre de 2004, la comitiva de funcionarios, artistas, periodistas y mirones que nunca faltan, constataron que la mole a medio construir de bloques y concreto, despertaba de nueva cuenta. La espera fue larga y lamentable: Ciudad Juárez no merecía ese trato, tanto esfuerzo en productividad industrial no lograba empatarse con el humanismo que ofrecen los espacios culturales. Con las semanas aquello asemejaba un hormiguero. Numerosas cuadrillas comenzaron a entrar en funciones al amparo de un proyecto renovado. Maistros, peones, técnicos especializados, residentes de obra, ingenieros, veladores y arquitectos, todos en un ir y venir constante. Lo más difícil quedaba atrás: comenzar de nueva cuenta con el gran proyecto del Centro Cultural Paso del Norte.
Jesús José Martínez Peché
En realidad nadie sabía su nombre, mucho menos el apellido. ¿Qué onda Peché?... ¡Peché! ¡Peché! ¡Apúrate con las sodas!... ¿Qué pasó con la mezcla Peché?... Sólo así, como Peché, se le conocía en la obra. Era un hombre moreno y bajito de estatura, de mirada quieta y pelo crespo, parecía de momento que se le esponjaba por efectos de la humedad del mar. Su trabajo era de peón o chalán, como se le conoce también al ayudante del maistro. Llegó de Veracruz a finales de 1999, atraído por la bonanza que se vivía en Ciudad Juárez. No había terminado la secundaria y, adolescente aún, se vio obligado a trabajar como la mayoría de los jóvenes de su pueblo. Era febrero de 2005 y la construcción avanzaba en lo que se conoce como obra negra, no tanto por el color, sino porque al final del proceso siempre pasa desapercibida. Día tras día, hora tras hora y minuto tras minuto, miles de bloques fueron asentados, uno encima de otro, hasta elevar los imponentes muros del edificio. Hubo días muy fríos en que Peché añoraba su tierra natal; las que vivía eran jornadas extenuantes y cada vez más peligrosas. Con el avance, también se trabajaba a mayor altura, un par de semanas él y el maistro anduvieron literalmente en las nubes. Concluir los muros de la torre de tramoya implicó jugarse la vida a más de 30 metros de altura. Al caer
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la tardenoche, porque durante el invierno ya para las cinco prácticamente está oscureciendo, bajaban con sus manos y rostros enjutos llenos de polvo de arena y cemento. Meses más adelante contribuyó en el trazo de los niveles para la butaquería de la planta baja. Durante varios días escuchó hablar tanto de la isóptica hasta que no se aguantó. –Oiga maistro: ¿Por qué joden tanto con eso de la isóptica? –Ah qué Peché, le contestó riéndose: No sea pendejo, es pa’ ver bien a los artistas desde acá, sin que nadie lo tape. Con cordel y valiéndose de pedazos de varilla se de-
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finió cada nivel. No fue nada fácil; Peché se reía de los alegatos entre ingenieros y maistros. –¡A mí qué, no es mi bronca!– era la expresión de su rostro. Luego de la comida, como muchos otros compañeros de la obra, se aventó su coyotito. Habían ido y vuelto tantas veces con las medidas de los niveles que empezó a soñar con las terrazas donde sembraba su abuelo en Veracruz. Recordó el verdor de los maizales y cómo le sacaba provecho hasta a la menor parte del cerro, en aquella tierra negra tan buena, aunque no estuviera plana. En el sueño se entrecruzaron los rostros familiares y las labores del campo, la libertad de correr y respirar el
aire húmedo, de comer elotes y cargarle al abuelo el trago de aguardiente. –¡Peché! ¡Peché!... ¡Ya levántese, no sea güevón! ¡Vamos a ponerle al jale! Mateo Chávez
Este experimentado electricista se sorprendió con el diseño eléctrico del Centro Cultural. No era la primera vez que participaba de una labor de tal envergadura, pero nunca de espacios escénicos cuyo manejo de la iluminación es fundamental para su desempeño adecuado. Mateo Chávez fue de los trabajadores especializados que entraron en una segunda etapa de la obra. La enor-
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me mole comenzaba a llamar la atención; poco a poco fue adquiriendo volumen y ocupando un espacio en el paisaje urbano en los terrenos del Pronaf, el Programa Nacional Fronterizo, inventado desde el centro de la República a mediados del siglo pasado, encargado de impulsar el llamado Muro de la tortilla. Ya de pie el edificio, la electrificación equivalía al sistema circulatorio, la vitalidad misma de los espacios escénicos. La compañía para la que trabaja Mateo se encargó de todo a todo: subestaciones, acometidas, capacitores, controles, miles y miles de metros de cableado de todos calibres, y desde luego, la instalación de cientos de luminarias.
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Mateo aprendió electricidad en el trabajo mismo; había llegado de Nuevo Casas Grandes desde muy joven en busca de oportunidades a Ciudad Juárez, como tantos otros de su generación. Apenas había concluido la secundaria y su mamá lo subió al tren con un pequeño veliz de lámina, apurándolo para que no desaprovechara el cobijo que le ofrecía la familia de su hermana, de apoyarlo mientras encontraba algún trabajo. A principios de los setenta dejó su tierra para siempre. Desde la estación del tren fue perdiendo sus recuerdos de infancia, aturdido y lamentando su partida; se sintió como esas hierbas que se arrancan de tajo, justo cuando empieza su crecimiento con las aguas del verano.
Adaptarse a Juaritos no fue fácil. Aunque trabajó con gusto en una maderería y en la construcción, hasta que entró como ayudante de electricista, supo que esa era su verdadera vocación. Mateo sabía de sus capacidades, pero también de sus limitaciones. Lo que resultaba desconocido en su trabajo lo preguntaba al ingeniero que tenía de jefe desde hacía varios años. Gracias a esa buena comunicación seguía aprendiendo todos los días. Lo que más le sorprendió del Centro Cultural fue el sistema de iluminación para los teatros. Nunca imaginó que el chiste de un escenario consiste en matar cualquier haz de luz natural, porque de ahí se parte para el diseño de iluminación según
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lo requiera cada obra de teatro o evento: cantidades, gradaciones, colores y efectos especiales. Lupillo Durán
Otro de los trabajos especializados que demandó la edificación del Centro Cultural fue el de soldadura. En los últimos años, las estructuras metálicas han adquirido un papel preponderante como esqueletos que dan soporte a los grandes edificios. Previo al levantamiento de muros, toneladas de vigas llegaron hasta el sitio indicado en tractocamiones; una a una fueron soldadas de acuerdo con las dimensiones especificadas en los innumerables planos. El Lupillo se la rifó
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tanto en la torre de tramoya del teatro principal, como en el teatro experimental, el área de exposiciones, los elevadores y el espacio que finalmente ocupó la librería universitaria. Su nombre no es Guadalupe y tampoco se relaciona con sus creencias. A decir verdad es oriundo del barrio bravo de la Chaveña; desde niño aprendió que la vida no era fácil, menos para las familias como la de él. Su papá trabajaba vendiendo fruta en la calle, quizás por eso siempre le gustó el barrio y platicar con la raza. De joven le dio por juntarse con los cholos de la cuadra, usando sus pantalones guangos, camiseta resacada, lente oscuro, zapatos negros y un tatuaje que le recordaba al compita que había perdido la vida por defender a los de su barrio.
Un día reconoció a uno de los cholos de aquellos años. Duraron toda la comida platicando de los tiempos de juventud, de los que se clavaron en las drogas, los que se metieron a ir y venir al Chuco, o los que, como ellos, formaron una familia a la que había que mantener. El apodo se lo ganó por raparse y usar sombrero al estilo del cantante Lupillo Rivera. Aquella mañana apenas lo vio el más imaginativo de sus compañeros de trabajo y ya le habían surtido. En realidad no le disgustaba, más cuando leyó en esas revistas de chismes de televisión que el tal Lupillo era todo un don Juan. Durante los meses de la construcción Lupillo, el soldador, fue alternando su presencia en el Centro Cultu-
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ral con otros encargos que le hacían en la empresa donde trabajaba. Al final tuvo que meter marcha forzada para que quedaran listas las escaleras del segundo vestíbulo. Fue una labor que les exigió mucho cuidado: el piso ya se había concluido y tan sólo faltaban unas horas para la inauguración. Los protectores de vidrio y la elegancia de las escaleras se quedaron grabados en su mente y no estuvo a gusto hasta el día en que llevó a su esposa e hijos a presumirles la hazaña del antiguo cholo de la Chaveña. Paty López
Entre los trabajos más exigentes para dejar listo el edificio fue el de la limpieza. Fueron horas y horas de sacar
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escombro y tierra, de limpiar y limpiar el polvo acumulado en todos los rincones. Paty López, luego de trabajar por 27 años en la maquiladora, tuvo que emplearse en una compañía de limpieza porque a su edad productiva las oportunidades ya no abundan. Llegó a Ciudad Juárez a los 18 años cargando a su chamaco de meses, venía tan decepcionada de la vida y el amor que no tuvo más aspiración que olvidarse de su tierra, allá por La Laguna, donde el engaño encarnó en descendencia. Eran los tiempos en que la maquila se multiplicaba como los panes por Jesucristo. Miles de personas llegaban hasta el antiguo Paso del Norte, seguras de que el empleo era cuestión de días para conseguirlo. Entre las cha-
parritas morenas venía Paty, con sus recuerdos a cuestas, sólo volviendo a la realidad cuando lloraba su pequeño Lázaro. Así se llamaba el abuelo, y el nombre correspondía a los tiempos en que el General Cárdenas repartió las tierras para formar los ejidos de la gran comarca lagunera. Después de 27 años Paty se había casado o juntado –que para ella significaban lo mismo– dos veces; contaba con 4 hijos y 8 nietos, pero como su viejo actual era un poco indispuesto para el trabajo, seguía en pie de lucha: –Yo no necesito a nadie para tener mis cosas, la comida, la ropita y para cuándo se les ofrezca a mis hijos y nietos–. Hacía las veces de mamá grande... se quejaba de la vida, pero no soltaba el control de la prole.
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A lo largo de tres meses Paty contribuyó con algo así como sacarle lo bonito al Centro Cultural. Durante algunas semanas limpiaron ventanas y vidrios interiores. Como era muy detallista y cuidadosa, le hicieron el encargo especial de limpiar el mural en vidrio de 250 metros cuadrados que aborda la cuestión de la historia y la cultura en la frontera norte. Más adelante siguieron los pisos; otro batallar hasta que quedaron relucientes con el pulido y encerado. El mero día de la inauguración, a eso de las once, un señor regañón que traía una varita en la mano se puso como energúmeno cuando el teatro principal era una sola nube de polvo. Y cómo no, se trataba de limpiar
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cada uno de los 1750 asientos que, desafortunadamente, se habían ensuciado con las últimas acciones de construcción. Días después, luego de ver las noticias de la inauguración en un periódico en el Centro Cultural, Paty se enteró que aquél señor de la varita, al que había hecho toser en más de una ocasión, se llamaba Enrique Bátiz y que todos los músicos que lo acompañaban integraban la Orquesta Sinfónica del Estado de México. Ojalá y algún día demos un aplauso a estos trabajadores. Gracias a su contribución se logró la forja de un escenario.
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La cultura y las culturas de Juárez Arq. Gastón Fourzán
El mural colectivo
Cronología urbana de Ciudad Juárez, pintado en el sótano del Centro Cultural, hace una descripción gráfica de los variados rostros que configuran el complejo mosaico fronterizo.
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ómo será posible situar lo que manifiestan y contienen los muchos panoramas y resquicios sociales que se dan en la frontera: las prácticas de la vida en una gran complejidad de formas de sentir y pensar la identidad y lo cultural desde lo cotidiano. Cómo podemos encontrar una capacidad tan amplia de convivir, o desvivir, en el espacio juarense con esos otros espacios tan diversos. Por otro lado, más allá de una realidad imaginada, donde muchas veces la capacidad de frontera se agota o desaparece, emerge la cara cruda, conmovedora, de las realidades fronterizas, con sus principales e incompatibles funciones: separar y diferenciar, segregar y delimitar, pero a la vez conjuntar, igualar, confundir. En la frontera, y en sus ambientes, existe una capacidad de múltiples vertientes imaginadas o reales que la convierten, ya en la circunstancia del encuentro, ya en la indiferencia o el desencuentro; en la convivencia solidaria o en la ignorancia del prójimo y la intolerancia; en el espacio de la paz y la aceptación o, aún, en el desprecio y la incuria. Multiculturalidad, informalidad, recreación versátil, son siempre adaptaciones prácticas y funcionales de la gente para permanecer y perdurar. Esa masa orgánica va obteniendo su forma tan singular día a día. El trabajo de las personas, de las familias, emerge del esfuerzo, la lucha, la búsqueda, entre la conformidad y la resignación o, con empeño, entre la obstinación y la terquedad por alcanzar
sus ilusiones. La vida distinta es nueva cultura. No solo es distinta: es nueva. La frontera abreva en las corrientes invisibles de la sangre, subyacentes en cada ser que llega o nace en el lugar y que es nutrido por ella. Paralelamente, el lugar filtra lo suyo: el sol inclemente, la atmósfera que enceguece, el horizonte borroso y fosforescente de polvo, van llevando poco a poco, como en un trance mágico, a una irremediable fascinación. Queda bien claro que Ciudad Juárez es muchas culturas. Cada grupo tiene su expresión y sus intenciones. La tradición, que no es escasa, es rápidamente subvertida con las aportaciones constantes, en un proceso inacabable de aculturación, transculturación y desde luego, en varias facetas, de deculturación. Ahí la variedad se divide en posibilidades y diversidad enriquecedora en el abigarrado mosaico que se forma. Campean la incongruencia y la contradicción porque solo el tiempo destila la consistencia. Pero no hay tiempo para eso. La incidencia vertiginosa, la aportación desigual, la discontinuidad de los esfuerzos son una contracorriente difícil de sortear y una condición donde parece que a cada momento hay que volver a empezar. Sin embargo las manifestaciones están. Desde lo reconocido por los medios como la exposición de museo, la plástica de vanguardia, el concierto de auditorio, o, más allá, con el vigor del arrojo, el graffiti y la pinta, la tocada
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y la representación teatral en donde se pueda, la pintura en papel de estraza, la ciudad de pálets, cartón y chatarra. La obra de arte se halla en el material noble igual que en la basura y el desperdicio. La ciudad perdida, la cultura perdida y el arte más perdido que encuentra todo. Por así decirlo, cultura formal y cultura popular. Sus respectivas potencias y posibilidades. Creación sofisticada o creación espontánea, expresiones de la sensibilidad o de la urgencia, productos ricos o enrarecidos por la improvisación. Por supuesto, en una ciudad donde se aglutina una comunidad con oportunidad económica, se da sin remedio una necesidad de convivir, trabajar y producir. Se tiene un crisol permanente, de cualquier manera, para fundir los materiales que constantemente llegan, preciosos o fabri-
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les, por igual. Dice García Canclini, en su libro Las culturas populares en el capitalismo, que cultura es la producción de fenómenos que contribuyen, mediante la representación o reelaboración simbólica de las estructuras materiales, a comprender, reproducir o transformar el sistema social, es decir, todas las prácticas e instituciones dedicadas a la administración, renovación y reestructuración del sentido. Así, se pone de relieve a la dinámica fronteriza como el más acelerado cambio que puede experimentar cualquier grupo humano, cuyo impacto desestabiliza porque la masa crítica existente es aún voluble e informe. No está del todo en condición de resistir el embate: lo acepta con voluntad, que es su circunstancia; empero se transforma y se reconfigura, por supuesto sin detener su movimiento.
La complejidad, como percepción de la realidad, es la nueva herramienta que aún falta conocer a fondo. Porque de qué otra manera se van a poder abordar las indagaciones sobre lo efímero y lo variable. Por lo general son ingredientes que pueden estar presentes en los procesos culturales, pero en la frontera se vuelven constantes de base. Esto lleva a considerar lo que hay de gran fragilidad y volatilidad en tales procesos. Inaprensibles son tantas manifestaciones que solo los artistas pueden dar cuenta de ellas, porque están inmersos en esa realidad: su propia realidad en la que viven y trabajan. Y asimismo, son capaces de escapar a tanto cliché que se forma, pues en un ambiente de frescura son los que dan cuenta de las expresiones. Además, con sutileza: ahí están las
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interpretaciones a través del teatro, la imagen filmada o la plástica y, desde luego, la música. Ciudad Juárez, la frontera, el tránsito de todo lo imaginable, el ir de paso. Los migrantes arriban desde puntos alejados del país. Personas solas o en familia llegan en pos de la subsistencia sea de este lado o del otro. Para unos la improvisación; para otros pocos, la ganancia rápida y, sin mayor atención, el consumo fácil, la diversión. El movimiento habitual de día y de noche con los hombres y mujeres de maquila en todos los turnos, la visita del turismo de un día, el tráfico acelerado, el ir y venir de bienes y personas a El Paso. En verano con el aire caliente que ni la madrugada atempera y en el invierno el filo del frío, cristal ingrato que flota y se filtra. Tal es el medio del proceso cultural.
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La aportación de usos y costumbres a lo largo de décadas: La presencia de la mexicanidad a veces ingenua o apenas perceptible, o con un folclorismo exagerado y maquillado. La artesanía del consumo turístico de oropel, alterada. La música del mariachi que propios y extraños fomentan y desde luego reproducen en su propia visión, alejada de las fuentes pero al mismo tiempo cercana por los medios de comunicación. Nuevas formas de sostenimiento de tradiciones mediante el contacto indirecto y el nuevo consumidor. El producto cultural y el productor de cultura en interacción con personas e instituciones ajenas a sus lugares de origen que hacen que se resignifiquen las cosas en lo material y desde luego en lo simbólico. Es un proceso de descontextualización
parcial o total que deriva desde luego en la refuncionalización, porque no se debe hablar de pérdida de autenticidad: más bien es un reacomodo a nuevas formas y necesidades. Una expresión singular es la exacerbación de ciertos rasgos de la cultura nacional que, pareciera, intentan hacer una presencia de contrapeso ante la influencia de la cultura extranjera, la anglosajona. Inclusive desde el gobierno central se vio al Programa Nacional Fronterizo, Pronaf, trasnacionalizador en su esencia, acompañado del Museo con la reproducción de piezas arqueológicas y con la instalación del Fonart, en un doble intento, burocrático, por promover el turismo y reforzar el nacionalismo. Las plazas de toros, la Balderas y la Monumental, fueron en su mo-
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mento fuerzas vinculadoras que integraban a la comunidad fronteriza con sus arraigos del interior. La celebración de las fiestas cívicas ha tenido siempre una particular vigorosidad, se cree, ante la necesidad de la afirmación. Y eso en cualquiera de las varias culturas, pues la Virgen de Guadalupe, los símbolos patrios y otros elementos de la iconografía tradicional están siempre presentes desde el pachuco, el cholo, el pocho o el chicano y tantas otras denominaciones a esos segmentos que finalmente sienten de alguna forma su pertenencia a una nación. Adicionalmente, el gran mosaico cultural y artístico queda orlado, aunque parezca poco creíble, por sólidas manifestaciones de las tradiciones más entrañables de diversos grupos étnicos. Los mazahuas tienen ya más
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de tres décadas de presencia, desempeñando sus actividades mercantiles. Resuena la música de los mixtecos, pues ellos tienen su orquesta donde los adultos mantienen la costumbre y los pequeños se suman como lo han hecho desde hace siglos a la sucesión generacional. Lo mismo los huicholes con sus artesanías y sus prácticas religiosas, y los rarámuris, por mencionar solo a algunos. Las representaciones que los seres humanos hacen para tratar de dar testimonio de su vida, de sentirse trascendentes y que, al final, es una composición de sueños, realidades y fantasías, están envueltas en un singular imaginario que, dice un poema alguna vez escrito en una barda, no sanan la locura ni mitigan el dolor, pero son capaces de crear un mundo inquietante, atrayente.
La ciudad mantiene un gran esfuerzo y, con gran nobleza, genera una amplia riqueza: ofrece trabajo, oportunidades y, asimismo, riesgos. Cuando se llega de pasada es impersonal para todos y cuando se la encuentra es cálida y acogedora. Cabría preguntarse si existen otras maneras de ver e interpretar la identidad de la ciudad y lo cultural en el espacio transfronterizo. A ello se dedica buena parte de la atención de instituciones, artistas y académicos, para facilitar, esclarecer y dar cauce a la expresión humana. Solo así, en ese ir y venir de la comunicación, se llegará a entender de manera más acabada la realidad juarense. El Centro Cultural Paso del Norte es un sueño largamente anhelado para que la ciudad vaya poco a poco
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consolidándose como tal, con infraestructura y equipamientos que eleven la calidad de vida. El empeño ha sido de artistas, políticos, empresarios y de la propia comunidad ansiosa de hacer valer su derecho a disfrutar los productos del arte que la humanidad ofrece (y que por diversas razones no logran pertenecer a todos). Finalmente se alcanza el objetivo. Ahora viene sin duda lo más difícil: que el espacio sirva para lo que fue construido. Pero, ¿para qué fue construido? Es creíble que en la mente de cada quien haya un proyecto distinto de Centro Cultural. El programa arquitectónico cuenta con las facilidades para albergar varios requerimientos. El teatro experimental en verdad puede ser el vehículo que dé cabida a las inquietudes y la creatividad que en términos escénicos
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existen. También hay una galería amplia y digna; una librería que, manejada con buena intención, dará una atractiva oferta, y otros espacios complementarios que pueden tener orientaciones adecuadas al entorno que sirven. La creatividad y la imaginación son muchas y no solo la aptitud existe, sino el verdadero talento, que a veces se presenta de forma rebelde y bronca, de ímpetu incontenible, en busca de la confrontación. En ese ambiente quién evalúa y decide qué cabe en los espacios y qué no. Quién identifica e impulsa con liderazgo y autoridad moral una consecuente intervención. El potencial de la cultura popular es inconmensurable y, como la hidra, muestra miles de rostros difíciles de entender y analizar, movedizos, reflejantes, en metamorfosis.
La inevitable forma de institución, es decir de aparato burocrático, del Centro, lo convierte por definición en impedimento, más que en facilitador de la canalización de los procesos. La meta es construir una institución de visión amplia, abarcadora, pendiente de las novedades y con una especial sensibilidad que le permita acertar en las acciones y servir de estímulo deseado. Más allá de la multiplicidad cultural, otra enorme dificultad para el trabajo del Centro es la heterogeneidad de las clases sociales. Para acceder y comprender una obra de arte o científica, cualquiera que esta sea, se requiere del dominio de ciertos códigos de entrenamiento intelectual, y de la sensibilidad para entenderlos y descifrarlos. Como el sistema educativo entrega a unos y niega a otros
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los recursos para apropiarse del capital cultural –según su posición socioeconómica–, la estructura de la enseñanza reproduce la estructura previa de distribución de ese capital entre los grupos sociales. Embarazosa tarea superar estas condicionantes pesadas y atávicas. La solución usual: separar lo refinado y exquisito, o mejor, lo potable; excluir lo crítico, lo demostrativo de algo que incomoda, lo “contaminado”, lo grotesco, lo... Pero dónde está lo auténtico y lo genuino que conlleva la creación renovadora que oxigena y aporta al legítimo proceso de tomar conciencia. Solo un trabajo dedicado, comprometido, sensible, lo podrá develar. El enfoque más fecundo que un esfuerzo a favor de la cultura puede tener, es el que piensa al arte y a la cul-
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tura, en su conjunto, como instrumentos para comprender, reproducir y transformar en algo mejor la realidad que vivimos. Que se trabaje para elaborar y construir el marco de actuación consecuente, propositivo, inspirador que el ambiente juarense demanda para avanzar, en la medida de lo posible, hacia el bienestar común. No existen dudas acerca del destino de las culturas de Ciudad Juárez, aun dentro de los conflictos y de la pobreza que las erosionan. La transformación dialéctica que se ha visto da aliento y gran esperanza sobre el futuro y el valor de tales culturas, de sus imágenes, de sus sistemas de pensamiento, de sus creencias, es decir, de todo con lo que las comunidades buscan explicarse y justificar su existencia colectiva e individual.
En Ciudad Juárez se es testigo de lo que hay de invención en toda producción simbólica: se despliegan nuevas realidades, se juega con lo real, se abre lo que no es o no se puede ser. ¿Cómo comprender esas ensoñaciones de lo real que nos pasamos construyendo en la ilusión, en los simulacros de la utopía y del espejismo? ¿Cómo es que pueden sobrevivir y crecer estos universos ficticios en un ambiente que repetidamente trata de ser sometido a la racionalidad de la eficiencia? La capacidad humana trasciende las necesidades materiales, por acuciosas que sean, y se proyecta hacia el futuro. Sin desligar sus importantes vínculos con la estructura económica, las expresiones espirituales tienen ganado su lugar en los ámbitos de la interpretación integral de la cultura.
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Arquitectura e ingeniería Arq. Lorena Barrera
El CCPN surge de la necesidad apremiante de los intelectuales, artistas, promotores culturales y del público en general, de contar con equipamiento cultural a la altura de las necesidades actuales del teatro, las artes y la ciudad.
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in duda, hablar de la labor desempeñada en la actualización del proyecto arquitectónico y ejecutivo del Centro Cultural Paso del Norte, es confirmar que nos dejó gratos recuerdos, múltiples experiencias y una enorme satisfacción. Siempre estaremos orgullosos de participar en una propuesta de equipamiento urbano que, por su impacto, funciona como factor de cambio social, pues contribuye a elevar el nivel cultural de los juarenses. Todavía más significativo y relevante es que era una obra ya iniciada y que por diversas razones quedó abandonada por más de una década. La propuesta fue muy bien recibida por la sociedad que, por la falta de espacios y la situación de los existentes, sentía la necesidad de contar con un equipamiento cultural a la altura de sus necesidades del presente.
En qué condiciones se encontró la obra
En la primera visita al sitio, en diciembre de 2004, tuvimos la sensación de que el tiempo se había detenido: las armaduras quedaron listas para colocarse, las cimbras de losas y zapatas preparadas para recibir el concreto; parecía que la obra seguiría su marcha al otro día. Sólo un árbol en el escenario demostraba el abandono de tantos años. Había tendidos de tuberías y equipos de clima a medio instalar, que se deterioraron por el abandono. En el
sótano se encontraron los elevadores empacados, la concha acústica y parte del equipo de las ingenierías teatrales. Lamentablemente, casi todo era obsoleto, salvo los elevadores. Las dimensiones del predio, así como de lo construido, resultaban imponentes e inquietantes por su gran escala y daban la sensación de un laberinto inacabado. El proyecto original se diseñó en otra ubicación y con otras condicionantes de topografía, planimetría y orientación y, por alguna razón desconocida, se trasladó a este predio sin hacer las modificaciones necesarias; estas características requirieron una profunda reflexión de cómo lograr adecuar estas desventajas a la realidad. Realmente fue una labor difícil y minuciosa empezar a trabajar en la propuesta, sin contar con información actualizada; fue necesario realizar un levantamiento topográfico preciso, sobre todo, de la estructura, que si bien no estaba montada ya se encontraba casi en su totalidad en la obra y había que respetarla; así como las propuestas originales de alturas y niveles, porque algunos de los muros estaban ya terminados y bien confinados, mientras que otros se quedaron a la mitad. Con esta información se pudo empezar a incorporar y rediseñar las áreas con las nuevos r equerimientos planteados. No fue sino hasta después de descifrar la información disponible, de tener la conceptualización de la pro-
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puesta, y el proyecto arquitectónico terminado y aprobado, cuando se localizaron los planos originales, que ya no eran necesarios porque la concepción arquitectónica era totalmente diferente, y se requerían nuevos planteamientos arquitectónicos ejecutivos y de ingenierías especializadas para el nuevo proyecto. Sólo los planos de estructuración sirvieron para obtener las dimensiones de las armaduras, de los niveles originales, etcétera. Cuáles son los cambios más importantes respecto a la propuesta original
Actualizar el proyecto significó modificar los espacios e incorporar unos nuevos para mejorar su operación; planear
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los accesos para garantizar su control efectivo y agregar rampas para personas con capacidades diferentes. También fue imprescindible hacer cambios significativos en los edificios para que fueran autónomos y funcionaran en sus distintos usos, horarios y públicos. El complejo está formado por: 1. Teatro principal. 2. Teatro o sala experimental. 3. Salón de usos múltiples. 4.-Cafetería/librería. 5.-Administración y escuela de arte dramático. 6. Camerinos y áreas de servicios.
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Lo primero fue que cada uno contara con accesos, salidas de emergencia y servicios sanitarios independientes que permitieran mayor libertad de tránsito a los usuarios. Solucionar la curva isóptica fue lo más complejo, ya que en el proyecto original la visual estaba calculada con porcentajes por abajo del ideal, que son 12.5 cm. de ojo a ojo del espectador, y los niveles de la estructura general ya estaban definidos. Así que se modificó la curva isóptica, adaptando los niveles perimetrales y se cambió el nivel del escenario para lograr ese objetivo, pues en un edificio de esta naturaleza hay que ver bien y oír bien para garantizar su funcionalidad. Las butacas se distribuyeron de forma continental; se amplió la dimensión de la huella
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(1.20 m.), se suprimieron los pasillos centrales y se incrementó la dimensión en la parte posterior de la sala, eliminando espacios inoperantes para garantizar el mismo número de espectadores. El vestíbulo principal se concibió como el elemento distribuidor y de acceso a los demás recintos, tanto de la plaza como de los estacionamientos. Se eliminaron el mezanine y las losas innecesarias para poder diseñarlo a doble altura, pues se consideró fundamental que tuviera un aspecto imponente; las escaleras escultóricas metálicas con sus barandales de cristal templado contribuyen a enriquecer ese concepto. Esta idea de grandeza se repite en el vestíbulo del
teatro principal con su triple altura y con su escenario que puede albergar hasta cien actores en escena. A la artista plástica chihuahuense Patricia Báez se le propuso este gran espacio para la ubicación de su obra y fue necesario mantener una estrecha comunicación con ella para dar solución técnica a los requerimientos de instalación de su mural. Al extender algunos espacios e incorporar ciertos elementos se consiguió definir una nueva imagen formal, adecuada y proporcionada a su contexto, aunado a que fue necesario incorporar parasoles para protección de las orientaciones más difíciles, así como elementos escaladores como muros, pantallas, etcétera.
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Otro elemento relevante es el espacio público que se logra en la plaza, de trazos geométricos simples y acabados de larga duración como el cemento pulido oxidado; fue necesario rediseñarla e incorporarle una escalera hacia el estacionamiento subterráneo para lograr una comunicación directa con este simbólico espacio, que, por su escala y ubicación, será testigo de múltiples manifestaciones artísticas para el beneplácito de la sociedad. Materiales utilizados y sistemas constructivos
Para lograr un lenguaje arquitectónico de formas simples y garantizar una larga vida útil a los materiales, se hizo una cuidadosa selección.
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El edificio en su distribución y orden combina concreto y estructura metálica; se utilizaron losas de concreto en los entrepisos, y sólo en los cuerpos de los teatros se utilizó como cubierta la lámina multipanel. Los muros que definen los cuerpos de cada edificio son dobles, de block de concreto, con cámara de aire al centro (aproximadamente 80 cm. de espesor); por sus dimensiones el edificio se diseñó con estructuras independientes en cada uno de sus cuerpos, generando juntas constructivas. Para las adaptaciones de la nueva propuesta se consideraron muros de Durock. Los acabados son terminados de enjarre, textura y pintura en su exterior, y aplanados de yeso y pintura en su
interior. Las aperturas al exterior se resuelven con cancelería de cristal suspendido por medio de arañas y cables de acero. En el exterior se recurre a la utilización de materiales naturales como la cantera laminada, para recubrir algunos muros y garantizar su durabilidad y permanencia. En el interior todos los recubrimientos de pisos son de mármol con insertos de granito en algunas de sus áreas, así como concretos pulidos y oxidados en áreas de tráfico intenso (áreas de camerinos y servicios) para garantizar su durabilidad y resistencia al uso. En algunos muros interiores también se utiliza la cantera laminada; en otros el granito o la madera. El interior de la sala tiene alfombra en pisos, y en los muros
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recubrimiento de madera con paneles acústicos adecuados al estudio especializado que se realizó. Los plafones del interior también son de madera y permiten ocultar los pasos de gato. En el caso del panel de aluminio en la torre de tramoya, que es el elemento más grande y pesado del Centro, se seleccionó este metal porque no requiere mantenimiento y da la impresión de aligerar su presencia para que no resulte tan protagonista. Los materiales se seleccionaron para obtener espacios sobrios, acogedores y elegantes, sin ostentaciones, simplemente buscando un equilibrio sereno, adecuado y fino en su gama cromática, y que además permitieran
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una sensación de amplitud, y garantizaran su durabilidad física y su vigencia en el tiempo. Cómo expresa el Centro Cultural Paso del Norte su contribución a la cultura de Ciudad Juárez
El proyecto original hacía referencia a una arquitectura con tendencia nacionalista, con una clara alusión a elementos de la cultura Paquimé. En la actualidad las premisas arquitectónicas han cambiado: precisan un edificio de formas sencillas, puras y que por su composición formal y sus materiales ofrezca una idea de atemporalidad, para que pueda envejecer con dignidad. Algo muy significativo del edificio, y que alude a las
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Actualización del Centro Cultural Paso del Norte: Gobierno del Estado de Chihuahua, Administración 2004-2010. Proyecto solicitado por la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas del Estado: Secretario: Ing. Luis Alonso Fernández Casillas. Dirección de Obras Públicas: Director: Ing. Carlos Vásquez Cano. Jefe de Departamentos de Construcciones: Ing. Enrique Villarreal Alemán. Dirección de Obras Públicas de la Frontera: Director: Ing. Ernesto Mendoza Viveros. Supervisión externa: Constructora y Promotora Aztlán S.A. de C.V.: Ing. Fernando Pérez Morales, Ing. César Pérez Valadez. Residente de supervisión externa: Ing. Miguel Ángel Borunda. Asesoría arquitectónica: Arq. Armando Marín Pérez, Arq. Miguel Ángel García Dorantes. Residencia de obra: Ing. José Antonio Barragán. Proyecto arquitectónico de actualización: EB Arquitectura: M.A. Arq. Lorena Barrera González, Arq. Alfonso Escárcega García. Colaboradores: Iván Amaya Gutiérrez, Paola Aguirre Serrano, Nancy Domínguez Trujillo, Georgina Corral Anchondo, Cristina Sánchez Dávila. Ingenierías: Ingeniería eléctrica: Ing. Antonio Arévalo Salinas. Ingeniería clima artificial: Climas y Proyectos BALCOR S. de R.L. de C.V. Ingeniería estructural (modificaciones a la existente): Ing. Mario Aragón Bañuelos, Ing. Jesús Vizcaíno Blanco. Ingeniería hidráulica, sanitaria, sistema contra incendio, alimentación a equipos de aire, sistema de riego: Ing. Mario A. Portillo Cordero. Ingeniería especializada (mecánica teatral, audio, comunicaciones, etc): MAVEESA. Director General: Ing. Sergio Cortés Reynel. Catálogo de conceptos: Arq. Benjamín Ojeda. Murales en cristal: Patricia Báez.
condicionantes de esta ciudad, es el elemento dominante en su acceso principal, que en su aspecto formal recurre a la forma de una espiral, haciendo una analogía a la evolución de la cultura siempre en constante cambio, en ascenso, nunca estática. Hoy el Centro Cultural Paso del Norte es el recinto cultural más importante y mejor equipado en infraestructura teatral de la zona norte del país, que permite desde las representaciones más sencillas hasta las que recurren a las últimas tendencias artísticas, que van de la mano con las innovaciones tecnológicas. Además, será
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un punto de intercambio cultural con la vecina ciudad de El Paso, Texas. Seguramente en su operación será un fiel testigo de la diversidad en las artes y la cultura y detonará el desarrollo creativo en la sociedad. Para concluir, es importante señalar que la Plaza de Acceso hace una contribución a la ciudad al privilegiar el desarrollo social y cultural en un recinto público; seguramente con el tiempo los habitantes de Ciudad Juárez harán suyo este espacio que promueve la integración ciudadana.
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Centro Cultural Paso del Norte se terminó de imprimir en diciembre de 2009 con un tiraje de 2 000 ejemplares. En interiores se utilizó papel New Age Blanc de
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Artcard unicolor en la cubierta y Brite Hue de 310 g. en la camisa. Diseño, producción gráfica y cuidado de la edición:
Luis Carlos Salcido y Héctor Jaramillo. pitahayaeditores@gmail.com
(614) 425 0533 • (614) 196 1021
Chihuahua, Chuhuahua, México. Impreso en Hong Kong • Printed in Hong Kong