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Ejército imperial y tácticas militares
En ese contexto,ante la inminencia de la invasión inka,la élite chimú cometió el gravísimo error de apreciación estratégica de esperar que los campesinos de los pueblos que dominaba salieran a defender intereses que no eran los suyos y objetivos con los cuales no estaban identificados.
Quizá –retomando una vez más a Toynbee–,los campesinos de los pueblos dominados no sólo no asumieron esa defensa sino que,incluso,vieron con indiferencia,y aún con satisfacción,el destino que caía sobre su minoría dominante 228 .
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La derrota militar del pueblo cañete había confirmado la ventaja,para el ejército imperial inka,de contar con superioridad numérica abrumadora. A su turno,el triunfo sobre el Imperio Chimú mostró la fragilidad de sociedades drásticamente estratificadas. Y,claro está,mostró asimismo la insuficiencia de los estrategas –políticos y militares– chimú.
Ejército imperial y tácticas militares
El conjunto de ésas y otras campañas militares evidenció la excelencia de los estrategas militares inkas. Con lucidez,en las distintas circunstancias,cambiaron y combinaron con versatildad distintas maniobras militares.
Aplicaron la “maniobra estratégica por líneas interiores”,en el caso de la derrota y persecusión a los chankas –afirma el general Macha 229 –. Pero también utilizaron la “maniobra estratégica por líneas exteriores”,como cuando rodearon por el norte y el sur el lago Titicaca 230 para derrotar a los kollas; o cuando ejecutaron la formidable tenaza contra el Imperio Chimú –agregamos–.
Dispusieron asimismo la ejecución de varios tipos de acciones tácticas. Así por ejemplo,una vez sitiada la fortaleza de Paramonga –lo que probablemente ocurrió durante una campaña de reconquista–,sus ocupantes fueron hostilizados con fuego y denso humo, aprovechándose la dirección del viento 231 . Ello facilitó el asalto final y la conquista de tan importante defensa.
En el caso de la última resistencia chimú –como está dicho–,pudo ser finalmente derrotada cuando,recluida en Chan Chan,se la obligó a padecer sed,cortándosele el abastecimiento de agua que llegaba a la ciudad 232 .
Entre los pueblos andinos,por lo demás, era muy frecuente el recurso de provocar deslizamientos de enormes piedras desde las alturas 233 para aniquilar huestes enemigas, cerrar pasos o provocar embalses. Los ejércitos imperiales,por cierto,no prescindieron de aplicar esa modalidad,denominada “guerra de las galgas” .
Tenían,pues,un concepto muy claro de la función y de las ventajas que reportaba el uso de las operaciones especiales con humo,agua y piedras 234 .
Los ejércitos del Imperio Inka estaban conformados básicamente por cuatro grupos:vanguardia,grueso de combatientes,retaguardia y logística 235. En los tres primeros,los combatientes,en proporciones que variaban según las circunstancias,podían ser honderos,flecheros, hacheros,macaneros y lanceros.
El grupo de logística,constituido mayoritariamente por mujeres –panacunas (hermanas) 236 –proveía alimentación,abastecimientos en general,evacuaciones,sanidad y entretenimiento 237 .
Por otro lado,desde muy antiguo,y en todas las latitudes –como recuerda Toynbee 238 –,los ejércitos imperiales engrosaron sus filas con soldados de los pueblos sometidos.
El Imperio Inka,ciertamente,no escapó a esa regla. Reclutó miles de combatientes entre los pueblos andinos. En tal sentido,la –mal denominada– mita guerrera se convirtió en una de las obligaciones de los pueblos conquistados. Y permitió dar carácter permanente al ejército imperial,trasladando por años a miles de combatientes a los confines del imperio –como refiere Rostworowski 239 –.
La mita guerrera proporcionaba soldados conducidos por jefes de sus propios pueblos 240,con lo que,además,se simplificaba los problemas de traducción. Se guardaba,no obstante,la precaución de mantener reunidos en el mismo batallón a los coterráneos.
Cuando se constituía batallones multinacionales,los combatientes de pueblos que más antigüedad tenían perteneciendo al imperio eran los que rodeaban 241 al Inka. Rodeado de soldados dóciles,se minimizaba el riesgo de sabotaje y atentados.
Por el contrario,coherentemente,para domeñar a los pueblos rebeldes y a los recién conquistados,se colocaba a sus hombres de manera tal que,teniendo o no adecuado entrenamiento militar 242,fueran los primeros en entrar en contacto con el enemigo 243 –refieren los cronistas Murúa y Cabello Valboa, confirmando que en los Andes se ejecutaban las mismas prácticas que en el Viejo Mundo, el norte de África y Mesopotamia–.
Los exigentes sistemas de disuación y control,y el enorme aparato coercitivo,no pudieron impedir,sin embargo,las deserciones. Las más sonadas,que revelan el rechazo y la animadversión que algunos pueblos tenían hacia el proyecto imperial inka,fueron las llevadas a cabo por antis 244 , chankas 245 y kollas 246 –según han referido los cronistas Sarmiento y Cabello Valboa–.
Esta última se dio en el marco de una sangrienta rebelión,en la que habían sido ejecutados los gobernadores inkas residentes en el Altiplano. En todos estos casos las represalias que ordenó el poder imperial fueron muy rigurosas.
Las acciones militares pudieron completarse y alcanzar gran eficacia gracias al aporte de otros dos tipos de especialistas:espías y chasquis. El espionaje fuera de las fronteras del imperio –dice Del Busto 247 –corrió a cargo principalmente de los comerciantes.
Los marinos mercantes chinchas, chimú y tallanes,en sus balsas a vela traían información desde Panamá,Costa Rica y Oaxaca,al sur de México 248. Ecuador y Chile fueron a su vez también alcanzados por los marinos mercantes chinchas. Y,en el trayecto,unos y otros obtenían información muy precisa sobre todo lo que ocurría entre los pueblos de la costa andina.
En En las garras del imperio –donde analizamos el “descubrimiento” y la conquista del Perú–,ya se verá cómo la historiografía tradicional ha obviado la larga experiencia de los navegantes internacionales andinos,de modo tal que –contra toda lógica– se presenta la “epopeya” española como un suceso absolutamente imprevisto por los pueblos andinos.
No hubo tal sorpresa. Menos aún fue absoluta. Esos mismos navegantes,que desde siglos atrás y de continuo llegaban hasta las costas de México,debieron también traer –bastante oportunamente– la “mala nueva” de la llegada y de las indetenibles conquistas de los europeos.
El espionaje e infiltración de los pueblos sometidos fue realizado por oficiales del ejército imperial.
Como aquellos que,más tarde,por orden de Atahualpa,espiarían a las huestes de Pizarro –como refiere Rostworowski 249 –.
Pero el espionaje y la infiltración –como