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Fuentes y géneros narrativos
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pretérito andino. Demos un ejemplo: tras la conquista del territorio andino (como también ocurrió con la del mesoamericano), la Corona de Castilla se vio precisada a justificar y legitimar su dominio ante las demás monarquías europeas. A tales efectos, lo conveniente era que los españoles se mostraran como los liberadores de un mundo subyugado por la tiranía de los incas y, para que el argumento fuera convincente, era absolutamente indispensable reacomodar la historia y la naturaleza de la “monarquía incaica”.2 Tal reconstrucción está presente sobre todo en las crónicas oficialistas del Perú, como la obra de Sarmiento de Gamboa, por ejemplo, pero no es la única.
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Por otro lado, las descripciones tempranas de los andinos y su región aportaron una fuente de información única de las expresiones narrativas históricas sobre la sociedad inca. Estos textos se escribieron entre quince y cuarenta años después del desmantelamiento y destrucción de lo que se conocía como el “imperio” inca, y si bien es verdad que los datos son inestimables, lo interesante aquí es advertir de inicio que los “historiadores” hispanos acreditaban a las fuentes “nativas” como narraciones históricas totalmente confiables.
Crónica de tradición indígena
En el otro polo, los escritores de tradición indígena intentaron recrear el pensamiento andino como un sistema totalizante, acoplado y con las mismas dimensiones de la concepción histórica europea; sin embargo, para los andinos las fuentes de conocimiento eran completamente diferentes y, tras la conquista, organizaron su nueva forma de historizar sobre los principios de cronología absoluta, causa y efecto.
2 Juan M. Ossio, Los indios del Perú, Madrid, Mapfre, 1992, pp. 75-77.
22 Clementina Battcock
Según Frank Salomón, los cronistas indígenas pretendían crear una narrativa diacrónica de los sucesos de la conquista que, sin dejar de ser fiel a los patrones andinos, fuera comprensible para los europeos, lo que condujo a conflictos irresolubles. Es decir, la contradicción partió de las raíces mismas, de las diferentes concepciones andinas y europeas, de la relación entre lo histórico y lo atemporal.3 Por lo dicho hasta aquí, resulta obvio que para los andinos la intención de reformular el pasado a fin de escribir la historia de la posconquista involucraba necesaria y forzosamente una transposición, una nueva síntesis y conceptualización.
Fuentes y géneros narrativos
Evidentemente unos y otros textos fueron sometidos a distintos procesos en los que la intermediación tuvo un papel preponderante y, desde luego, no puede soslayarse que esto arranca desde el factor lingüístico, con todo lo que ello implica. Así, de la expresión oral de la llamada “lengua general” hubo primero una traducción al castellano también oral, y luego del paso del registro anudado, denominado kipu o quipu, 4 hubo traslación al registro escrito en papel.5
Por esto mismo, para cualquier análisis es inexcusable determinar quiénes sirvieron de transmisores de la información que registrarían los cronistas. En cuanto a ello, hay quien propone que para
3 Frank Salomón, “Crónica de lo imposible: notas sobre tres historiadores indígenas peruanos”, Revista Chungara, Arica, Chile, Universidad de Tarapacá, núm. 12, agosto de 1984, pp. 81-97. 4 Margot Beyersddorff, “La tradición oral quechua vista desde la perspectiva de la literatura”, Revista Andina, Cusco, año 4, núm. 1, julio de 1986, p. 218. 5 Lydia Fossa, “Proyecto ‘Glosas croniquenses’: el mundo andino en lenguas nativas y castellano”, en Ignacio Arellano y José Antonio Mazzotti (eds.), Edición e interpretación de textos andinos, Madrid, Universidad de Navarra/Iberoamericana Vervuert, 2000, p. 139.
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el periodo comprendido entre 1574 y 1615 posiblemente estos informantes-autores ocuparon cargos de rango superior en el sistema de poder incaico, es decir, los Inkaruna, que tenían cargos de sacerdocio, los Khipucamayuq, intérpretes de los registros y los recitadores y versificadores de los géneros líricos denominados Harawikuq. 6
Además, durante el siglo xvi la historiografía andina en lengua castellana utilizó varios géneros narrativos. El primero de ellos era la “relación”, texto de carácter personal en el que los autores daban cuenta de sucesos determinados. El segundo eran las “crónicas” que, en materia de tiempo y espacio, aspiraban a un objetivo más amplio y se centraban en el esclarecimiento de la secuencia temporal, amén de proporcionar un instrumento para el análisis de causa y efecto. El tercero eran las “historias”, cuyas explicaciones aspiraban a evidenciar el significado de los hechos temporales en relación con lo eterno.7 Empero, en versión de Salomón, ni las crónicas ni las relaciones —que fueron las más socorridas—consiguieron cabalmente su objetivo:
El término relación, que connota inmediatez y aún participación, y crónica, que sugería una narración copiosa de noticias relevantes a los sucesos recientes, fueron quizás las elecciones más convenientes entre varias posibilidades inapropiadas. No es de extrañarse que los productos a menudo no se ajustasen a sus etiquetas.
Todos eran inapropiados ya que “el sentido andino de la historia” demanda no una cadena de sucesos sino un patrón de sucesos. Que era, y todavía es, cíclica ha quedado bien establecido.8
6 Beyersddorff, “La tradición oral quechua vista…”, p. 218. 7 Desde otra perspectiva de análisis Mignolo indica: “‘los cronistas indianos’ no escribieron en realidad ‘crónicas’; y, en la mayoría de los casos en que el vocablo se emplea, lo hace como sinónimo de ‘historia’”, Walter Mignolo, “Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista”, en Luis Íñigo Madrigal (coord.), Historia de la literatura hispanoamericana, i. Época colonial, Madrid, Cátedra, 1982, p. 59. 8 Salomón, “Crónica de lo imposible”, p. 82.