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2. Viracocha Inca en la guerra contra los chancas

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Bibliografía

Bibliografía

Ya es tiempo de examinar las distintas versiones de aquellos cronistas que atribuyen a Viracocha Inca1 —padre o antecesor de Pachacuti— el triunfo en la referida guerra, y en este caso se cuentan el Inca Garcilaso de la Vega, Giovanni Anello Oliva y Bernabé Cobo.2 Debo señalar que estas obras no sólo difieren en razón del interés que persigue cada autor en particular, sino también en la manera de describir la guerra en sí. Garcilaso, por ejemplo, relata el conflicto de forma extensa y prolija, mientras que el jesuita Oliva lo hace sucintamente, como si fuera un hecho más en la cauda de acontecimientos de la historia del Incario.

1 Conviene aclarar que el vocablo “Inca” con mayúscula se aplica en el presente estudio a los gobernantes, en tanto que “inca” o “incas” en minúsculas se refiere al pueblo andino. 2 Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios reales de los Incas, compilado y editado por Rómulo Dueñas Cabezas, Lima, amc, 2008 [1609]; Giovanni Anello Oliva, Historia del reino y provincias del Perú, edición, prólogo y notas de Carlos M. Gálvez Peña, Lima, pucp, 1998 [1631]; Bernabé Cobo, Historia del Nuevo Mundo, notas e ilustraciones de D. Marcos Jiménez de la Espada, Sevilla, Sociedad de Bibliófilos Andaluces, 1892 [1653]. Salvo que se indique otra cosa, a estas ediciones me referiré en adelante.

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36 Clementina Battcock

Justamente por la natural diversidad de narrativas, resulta pertinente atender las observaciones de José Antonio Mazzoti sobre el rescate de la “polifonía” escriturística o, como él la denomina, la “escritura coral” en las crónicas, que no es otra cosa que atender y recuperar las diferentes voces que intervienen en un relato, en la medida en que éste incluye determinadas informaciones que no proceden sólo del autor, sino de varios sujetos: los informantes. La nota característica de tales informantes es que ofrecen una multiplicidad de registros históricos de la memoria que responde a otros tantos intereses político-culturales. Por otro lado, ciertamente es difícil determinar la procedencia argumental de los elementos que componen una obra “coral”, como la del Inca Garcilaso o la de Bernabé Cobo, e incluso del propio Oliva, pero el uso de una escrupulosa metodología de análisis para estas fuentes hace posible el aprovechamiento de sus contenidos en estudios de corte antropológico o histórico.3

Si bien los tres cronistas comparten una visión en general sobre la guerra, sus versiones difieren y ponen en evidencia variantes —no forzosamente atribuibles a sus meras individualidades— que es menester desmenuzar. Además, confrontar sus relatos permite romper el viejo esquema tradicional que sólo apunta a destacar sus coincidencias narrativas y que omite otras consideraciones.

Los pasajes en los que los cronistas incorporan una narrativa oral, particularmente en sus respectivas reseñas de la guerra contra los chancas, han recibido por parte de los estudios académicos el nombre de “épica incaica”. Independientemente de la denominación, centrarse en una “narrativa oral primigenia” permite pensar en una posible historicidad ritual de tradición cusqueña, que hizo las veces de registro memorístico echando mano del canto y de la danza. Estos eventos, que se reproducían en momentos y espacios

3 José Antonio Mazzotti, Coros mestizos del Inca Garcilaso, Lima, fce, 1996, p. 324.

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muy especiales de la sociedad, constituyeron un importante acto normativo de valores culturales que legitimaba el sistema hegemónico político inca en el Tawantinsuyu,4 y que —hay que añadir— trascenderían las páginas de las crónicas.

Sin embargo, no debe soslayarse que la presencia de dichos “cantares” en la obra de los cronistas pasó por una interpretación selectiva del autor, quien los procesó antes de incluirlos como posible fundamento de autoridad en un texto. El ejercicio de la censura en una sociedad cuya máxima era la consolidación de la labor cristianizadora es un referente inmediato para descartar la posibilidad de un acercamiento a una tradición inca “pura”. En consecuencia la tarea historiográfica está obligada a aplicar al estudio de las fuentes documentales, lingüísticas y arqueológicas una metodología cuyos criterios de análisis sean rigurosos y bien definidos, esto a fin de alcanzar alguna certidumbre sobre el pasado andino previo a la conquista hispana.5

En cuanto a la contraposición de las narrativas que se refieren al espacio-tiempo fundacional de la guerra contra los chancas, hay que empezar por resaltar los contrastes del discurso del Inca Garcilaso de la Vega con los de otros, y al analizarlos queda de manifiesto que dentro del Cusco se vivían tensiones y conflictos de poder entre las distintas panacas, es decir, linajes de “dinastía real”, o ayllu, creados por cada Inca. Vale hacer esta advertencia porque Garcilaso ofrece una versión coherente con los intereses políticos de la panaca a la que él mismo perteneció por el lado materno y que fue la que le transmitió su testimonio de autoridad: en su texto Viracocha Inca aparece como vencedor y, por tanto, él es el sujeto articulador de la estructura de poder incaico. No ocurre así en otros

4 Ibid., p. 55. 5 Ibid., p. 57.

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