EL ROSTRO DEL INCA PERDIDO: LA VIRGEN DE LORETO, TOCAY CAPAC Y LOS AYARMACAS DEL CUSCO COLONIAL

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reflejan el propósito de compilar una lista de los padres fundadores, aunque la tercer cita posiblemente contenga la versión definitiva del nombre de Tocay Cápac. En vista de la pleitesía ritual rendida a Tocay Cápac, tanto por sus descendientes como por la nobleza inca sobreviviente de las ocho parroquias, al menos después de 1687 (ver más adelante), se antoja difícil que los ayarmacas coloniales hubieran confundido la identidad y nombre de su fundador. Es probable que esta ceremonia represente una recopilación de varios relatos míticos de muchas generaciones de Tocay Cápacs. De cualquier modo, en la documentación de 1692, queda claro que Tocay Cápac se convirtió en el ancestro común de todos los incas, por lo que no debe sorprender la participación en la procesión de 1692 de todos los ayllus reales y/o panacas. El caso es que dicha procesión fue encabezada por un ayarmaca —Juan Sicos, supuestamente descendiente directo del antes mencionado “Aposicos” (señor Sicos)—, quien poco antes se había visto envuelto en litigio contra las panacas coloniales, ya para entonces meras sombras de los linajes de antes de la Colonia. Otro rastro más del aparente prestigio colonial de los ayarmacas puede radicar en su fusión en un mismo ayllu con los pumamarcas. No se ha resuelto si esta empresa conjunta fue de origen prehispánico o colonial. Ningún ayllu con ese nombre aparece en las listas de ayllus reales y no reales documentados por los cronistas españoles. Tras la conquista, la mayoría de los linajes nobles fueron asentados en San Sebastián y San Jerónimo, a unos cuantos kilómetros de la ciudad del Cuzco. La mayor parte de los ayarmacas plebeyos permanecieron en sus lugares de origen, en los alrededores de Chinchero y Pucyura. Durante el período colonial tardío, Mateo García Pumacahua, el célebre cacique de Chinchero, trazó su origen genealógico a Tocay Cápac. Sin embargo, en vista del antiguo historial de guerra intermitente contra los ayarmacas, hay que tomar en cuenta la posibilidad de que los incas hayan trasladado a la nobleza ayarmaca a San Sebastián y sus alrededores antes de 1532. Esta deducción puede fundamentarse en la división del ayllu colonial en las mitades de Hanan y Hurin, toda vez que la posterior división tripartita (cayao-payán-collana) del ayllu colonial obedece a la y Tamboconga de San Salvador de Pucyura. También se hace mención a otro ancestro de linaje, Pinahua Cápac; véase Rostworowski 1975: 39-41.

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lógica de parentesco inca, y es poco probable que haya sido una innovación colonial del ayllu de los ayarmacas y los pumamarcas. A este respecto, el registro arqueológico proporciona datos sugestivos, ya que “un intrincado complejo de estructuras incas llamado Pumamarca se localiza aproximadamente cuatro kilómetros al noreste de San Sebastián”.39 Precisamente en Pumamarca es donde se guardaba la momia de la esposa de Pachacútec y donde Viracocha vivió sus últimos años después de la guerra contra los chancas; además, los documentos coloniales sugieren que Viracocha era el “propietario” de Pumamarca.40 En los contornos de Pumamarca había dos ceques, que eran sitios de importantes ritos incas. Se dice que el primero, Chuquicancha, había sido una “Casa del Sol”, donde se hacían sacrificios al Sol; mientras que en el segundo, Sanotuiron, se hacían ofrendas por la salud del heredero designado al “trono” y también cuando este “príncipe” se convertía en orejón. Igualmente, en la misma Pumamarca se hacían ofrendas de niños a la momia de la esposa de Pachacútec, una medida de la importancia que los incas atribuyeron a Pumamarca, puesto que en el Cuzco incaico la mayor parte de las ofrendas rituales “vivas” era de camélidos de variado número, tipo y color. Estas asociaciones solo pueden haber redundado en beneficio y prestigio de los ayarmacas al unir su suerte a la de los pumamarcas —mana potente. Nada dotaba a ninguna persona de mayor prestigio y poder que el “cápac”, como lo ha demostrado Catherine Julien. Pumamarca, por lo tanto, poseía íntimas resonancias reales y rituales: era el “hogar” de la venerada momia de la esposa de Pachacútec, la residencia de Viracocha y el sitio ritual aparentemente dedicado al heredero del Çapa Inca. A su fusión con los pumamarcas, los ayarmacas contribuyeron su propio cápac. Tradicionalmente habían sido gobernados por “cápacs” y no por “sinchis”, habían proporcionado “coyas” principales a dos monarcas incas reinantes, mientras que Inca Roca y un cierto Tocay Cápac habían intercambiado hijas en alianza matrimonial. Tales enlaces

39.

Bauer 1998: 89, nuestra traducción.

40.

Bauer (1998) toma de Cobo la referencia a la momia, y recoge la opinión sobre la relación con Viracocha del cronista indígena Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamayhua y de trabajos históricos sobre la tenencia de tierras en la colonia; véase Guevara Gil 1993: 385.

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